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Lilith Anas Nin

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Lilith era sexualmente fra y pese a sus fingimientos su marido lo sospechaba. Tal situacin dio lugar al siguiente incidente. Lilith nunca tomaba azcar, por no engordar, y empleaba un sucedneo: unas minsculas pildoras blancas que siempre llevaba en el bolso. Un da se qued sin ellas y pidi a su marido que se las comprara de regreso a casa. Le compr un tubito como el que le haba pedido, y se ech dos pildoras en el caf despus de cenar. Estaban sentados juntos, y l la miraba con una expresin de madura tolerancia, que a menudo adoptaba frente a sus explosiones nerviosas, a sus crisis de egosmo, de autorreproches o de pnico. A todo su dramtico comportamiento, el marido responda con inalterable buen humor y con paciencia. Ella rabiaba sola, se enfadaba sola y sola soportaba grandes trastornos emocionales en los que su esposo no tomaba parte. Posiblemente, sas eran otras tantas manifestaciones de la tensin que faltaba entre ellos en el mbito sexual. El marido rechazaba todos los primarios y violentos desafos y hostilidades de Lilith; se negaba a entrar en su terreno emocional y a responder a su necesidad de celos, temores y batallas. Tal vez si hubiera aceptado sus desafos y jugado los juegos que a ella le agradaban, Lilith hubiera acusado con mayor impacto fsico la presencia de su marido. Pero ste no conoca los preludios del deseo sensual ni los estimulantes que ciertas naturalezas salvajes precisan, y as, en lugar de responderle en cuanto vea que se le ponan los pelos de punta, el rostro ms vivido, los ojos relampagueantes y el cuerpo electrizado, inquieto como el de un caballo de carreras, se replegaba tras aquel muro de comprensin objetiva, tras aquella amable burla y aceptacin, como quien observa un animal en el zoo y sonre a sus cabriolas, pero no se siente afectado por su estado de nimo. Era esto lo que dejaba a Lilith completamente aislada, igual que un animal salvaje en un desierto inhspito. Cuando le daba un acceso de furia y su temperatura aumentaba, el marido se esfumaba. Era como una especie de cielo suave que la mirase desde la altura, esperando que la tormenta pasara por s sola. Si l hubiera aparecido al otro extremo de aquel desierto, como si fuera otro animal salvaje, y se hubiera enfrentado a ella con la misma tensin electrizante de pelo, piel y ojos, si hubiera aparecido con el mismo cuerpo salvaje, pisando fuerte y esperando el menor pretexto para saltar, abrazarla con furia, sentir la calidez y la fuerza de su oponente, ambos hubieran podido rodar juntos, y las mordeduras habran podido ser otras, el ataque se habra transformado en abrazo y los tirones de pelo habran acabado por unir sus bocas, sus dientes, sus lenguas. Llevados por la furia, sus

genitales habran entrado en contacto, encendiendo chispas, y ambos cuerpos se hubieran penetrado mutuamente como final de tan formidable tensin. Aquella noche, l se sent con su expresin habitual en los ojos; ella, sentada bajo la lmpara, pintaba algn objeto con furia como si una vez pintado fuera a devorarlo. Sabes? No era azcar lo que te compr y tomaste despus de cenar dijo el marido. Era yohimbina, un producto que le vuelve a uno apasionado. Lilith se qued pasmada. Y me has dado eso? S. Quera ver cmo te pona. Pens que podra resultar muy agradable para los dos. Oh, Billy, vaya truco que me has gastado! i Y yo que promet a Mabel que iramos al cine juntas! No puedo defraudarla; ha estado encerrada en casa una semana. Imagina que eso empieza a hacerme efecto en el cine. Est bien; si se lo prometiste debes ir, pero te estar esperando. As, en un estado febril y de alta tensin, Lilith fue a buscar a Mabel. No se atrevi a confesarle lo que le haba hecho su marido. Recordaba todas las historias que haba odo acerca de la yohimbina. En el siglo XVIII, en Francia, los hombres hacan uso abundante de ella. Rememor la ancdota de cierto aristcrata que, a la edad de cuarenta aos, cansado ya de su asiduidad en hacer el amor a todas las mujeres atractivas de su tiempo, se enamor tan violentamente de una joven bailarina de veinte aos, que se pas tres das enteros con sus noches copulando, con la ayuda de la yohimbina. Lilith trat de imaginar qu clase de experiencia sera sa, cmo se sentira cuando tuviera que correr a casa y confesarle su deseo a su marido. Sentada en la obscuridad del cine, no poda mirar la pantalla. En su cabeza haba un caos. Se sent envarada, en el borde de la butaca, tratando de sentir los efectos de la droga. De repente, al percatarse de que estaba sentada con las piernas muy separadas y la falda por encima de las rodillas se puso rgida. Pens que sa era una manifestacin de su fiebre sexual ya creciente. Trat de recordar si alguna vez se haba sentado en semejante postura en el cine. Le pareci que estar con las piernas abiertas era la postura ms obscena jams imaginada, y se dio cuenta de que la persona que ocupaba la butaca de delante, situada a un nivel mucho ms bajo, habra podido mirar bajo su falda y regalarse con el espectculo de sus bragas recin estrenadas y sus ligas tambin nuevas, compradas aquel mismo da. Todo pareca conspirar para aquella noche de orga. Su intuicin deba haberlo previsto todo: se haba comprado unas bragas con finas puntillas y unas ligas de color coral obscuro, que quedaban muy bien en sus finas piernas de bailarina. Molesta, junt las piernas. Pens que si aquel salvaje deseo sexual la invada en ese preciso momento, no sabra qu hacer. Se levantara bruscamente, pretextara una jaqueca y se marchara? O se volvera hacia Mabel? Mabel siempre la haba adorado. Se atrevera a volverse hacia Mabel y acariciarla? Haba odo hablar de mujeres que se acariciaban en el cine. Una amiga suya estaba sentada as en la obscuridad de una sala, y su compaera le haba desabrochado la falda, haba deslizado una mano hacia su sexo y la haba acariciado largo tiempo, hasta provocarle el orgasmo. Cuan a menudo esa amiga haba repetido el placer de permanecer sentada con tranquilidad, controlando la parte superior del cuerpo, tiesa y quieta, mientras una mano la acariciaba en la obscuridad, secreta, lenta y misteriosamente! Era eso lo que le iba a suceder a Lilith ahora? Nunca haba acariciado a una mujer. A veces haba pensado lo maravilloso que sera la redondez del trasero, la suavidad del vientre, esa piel particularmente fina entre las piernas, y prob a acariciarse ella misma, en la cama, a obscuras, imaginando

qu sensacin producira tocar a una mujer. A menudo se haba acariciado los pechos imaginando que eran los de otra. En ese momento cerr los ojos y rememor el cuerpo de Mabel en traje de bao; Mabel, sus senos redondos, a punto de escapar del baador, sus labios gruesos, su boca sonriente. Qu hermoso sera! Pero sus piernas no guardaban todava el calor capaz de hacerle perder el control y tender su mano hacia Mabel. Las pildoras no haban hecho an su efecto. Estaba fra, incluso incmoda, entre las piernas; haba all tirantez y tensin. No poda relajarse. Si tocaba ahora a Mabel, no podra ejecutar seguidamente un gesto atrevido. Llevaba Mabel la falda abrochada a un lado? Le gustara ser acariciada? Lilith se senta cada vez ms inquieta. Cada vez que se olvidaba de s misma, sus piernas se abran de nuevo, adoptando aquella posicin que le pareca tan obscena y tan provocativa como los gestos de las bailarinas balinesas, que separaban una y otra vez los muslos del sexo, dejndolo desprotegido. La pelcula termin. Lilith condujo su coche en silencio por las calles obscuras. Los faros iluminaron otro automvil aparcado a un lado y proyectaron su luz sobre una pareja que se estaba acariciando, pero no de la manera sentimental acostumbrada. La mujer estaba sentada sobre las rodillas del hombre, dndole la espalda, y l se mantena rgido, con todo el cuerpo en la postura de quien persigue el climax sexual. Se hallaba en un estado tal que no pudo detenerse cuando las luces cayeron sobre l. Se mantuvo tieso, para percibir mejor a la mujer, que se mova como una persona medio desvanecida de placer. Lilith suspir ante aquella visin, y Mabel dijo: Desde luego les hemos pillado en el mejor momento. Y se ech a rer. As que Mabel conoca ese climax del que Lilith nada saba. Lilith quiso preguntarle: Cmo es? Pero pronto lo sabra. Pronto podra satisfacer todos esos deseos habitualmente experimentados slo en sus fantasas, en las largas ensoaciones que llenaban sus horas cuando estaba sola en casa. Se sentaba a pintar y pensaba: Ahora entra un hombre del que estoy muy enamorada. Entra en la habitacin y dice: "Djame que te desnude." Mi marido nunca me desnuda. Se desnuda l, se mete en la cama, y si me desea me pide que apague la luz. Pero este hombre vendr y me desnudar despacio, prenda por prenda. Eso me dar mucho tiempo para sentirlo, para notar sus manos sobre m. Antes que nada, desatar mi cinturn y me acariciar la cintura con las dos manos. "Qu hermosa cintura tienes me dir, qu flexible, qu gentil!" Luego me desabotonar la blusa con mucha lentitud, y yo sentir sus manos desabrochando cada botn y tocndome poco a poco los pechos, hasta que salgan fuera de la blusa, y l se quede prendado de ellos y me succione los pezones como un nio, hacindome un poco de dao con los dientes, y yo sentir que todo mi cuerpo se estremece, que mis nervios se relajan, que me derrito. El se impacientar con la falda, y la rasgar un poco, de tanto que me desear. No apagar la luz. Permanecer mirndome con deseo, admirndome, adorndome, calentndome el cuerpo con las manos, esperando a que est completamente excitada, en todos los rincones de mi piel. La estaba afectando la yohimbina? No, estaba lnguida, y su fantasa empezaba a actuar de nuevo, una y otra vez, pero eso era todo. Sin embargo, la visin de la pareja en el automvil y su estado de xtasis era algo que deseaba conocer. Cuando lleg a casa, su marido estaba leyendo. La mir y le sonri maliciosamente. Ella no quera confesar que no se senta excitada en absoluto. Estaba muy decepcionada de s misma. Qu clase de mujer fra era, que nada poda afectarla, ni tan siquiera lo que haba dado fuerzas a un caballero del siglo XVIII para hacer el amor tres das y tres noches sin parar? Qu monstruo era! Nadie

deba saberlo, ni su marido. Se reira de ella y acabara buscndose otra mujer ms sensible. As que empez a quitarse la ropa ante l, yendo de un lado a otro medio desnuda y cepillndose el cabello frente al espejo. Normalmente, nunca haca eso. No quera que l la deseara; eso no la complaca. El amor era una cosa que haba que hacer con rapidez, para que l gozara. Para ella era un sacrificio. No participaba de la excitacin ni del goce de l, que le resultaban repulsivos. Se senta como una furcia sin sentimiento que a cambio del amor y la devocin de su marido le arrojaba su cuerpo vaco e insensible. La abrumaba estar tan muerta dentro de su cuerpo. Pero cuando al cabo se desliz en la cama, su marido le dijo: Me parece que la yohimbina no te ha afectado mucho. Tengo sueo. Despirtame si... Lilith trat de dormir, pero segua esperando que la invadiera un deseo salvaje. Al cabo de una hora, se levant y fue al cuarto de bao. Tom el tubito y se trag unas diez pildoras, pensando: Ahora funcionar. Y aguard. Durante la noche, el marido pas a su cama, pero ella tena el sexo tan poco dispuesto que no se le humedeca lo ms mnimo y tuvo que lubricarle el pene con saliva. A la maana siguiente se levant llorando. Su marido la interrog, y ella le confes la verdad. El se ech a rer. Pero Lilith! Era una broma. No era yohimbina. Te gast una broma. Desde aquel momento, sin embargo Lilith se obsesion con la idea de que deba haber formas de excitarse artificialmente. Prob todos los mtodos de que oy hablar. Se bebi tazones de chocolate con gran cantidad de vainilla. Comi cebollas. El alcohol no la afect en la misma medida que a otras personas, porque se mantena siempre en guardia. No poda olvidarse de s misma. Oy hablar de unas bolitas que se usaban como afrodisaco en la India. Pero cmo conseguirlas? Dnde pedirlas? Las hindes se las insertaban en la vagina. Estaban hechas de algn tipo de goma suave, con una superficie fina, semejante a la piel. Al ser introducidas en el sexo, se amoldaban a la forma de ste y se movan a la vez que la mujer, adaptndose sensiblemente a todos los movimientos de los msculos y provocando una excitacin mucho ms intensa que la del pene o del dedo. A Lilith le hubiera gustado encontrar una bola de sas y llevarla dentro da y noche.

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