0% encontró este documento útil (0 votos)
148 vistas25 páginas

Resumen

Este documento analiza el desarrollo de la cultura urbanística en Estados Unidos y Europa durante el siglo XIX. Explora los orígenes de las 'Company Towns' en Estados Unidos y su influencia en el desarrollo urbano, así como los primeros proyectos de Frederick Law Olmsted. También examina el debate sobre la 'cuestión de la vivienda' en Europa y las primeras propuestas cooperativas para resolverla.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOC, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
148 vistas25 páginas

Resumen

Este documento analiza el desarrollo de la cultura urbanística en Estados Unidos y Europa durante el siglo XIX. Explora los orígenes de las 'Company Towns' en Estados Unidos y su influencia en el desarrollo urbano, así como los primeros proyectos de Frederick Law Olmsted. También examina el debate sobre la 'cuestión de la vivienda' en Europa y las primeras propuestas cooperativas para resolverla.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOC, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd

"Nacimiento de la urbanística moderna I".

En: Arquitectura
contemporánea (Buenos Aires: Viscontea, 1982) (hay otras ediciones), pp.
14- 34
Cap.1 LA FORMACIÓN DE LA CULTURA URBANISTICA EN LA AMERICA DEL SIGLO XIX

Es indudable que la formación de la cultura urbanística norteamericana tiene caracteres


imitados con la de Europa; aun así, las relaciones entre EEUU y Europa serán decisivas en
muchas ocasiones.

Remontarse a una tradición significa rastrear los orígenes de un trayecto paralelo al de las
contemporáneas experiencias europeas, para verificar nuevas hipótesis acerca del origen de
prácticas e ideologías de intervención hoy en día totalmente vitales.

Los fenómenos como el ferrocarril o las grandes industrias, son estructuras con una gran
influencia en el desarrollo del nuevo ordenamiento urbano. La difusión de las “Company
towns”, son fruto de las formas que componen la estructura del capitalismo norteamericano.

La primera comunidad concebida en función exclusiva a la industria fue la ciudad de Lowell. Su


concepción urbanística reproduce la rígida composición de la fuerza laboral empleada en la
industria. La instalación está completamente plasmada en la estructura organizadora
productora en bases de aspiraciones filantrópicas y empresariales.

Además de Lowell, surgieron otros modelos similares, pero fue la intervención del ferrocarril lo
que hizo realidad las intervenciones industriales y la ocupación de los terrenos. En 1850, 10 mil
millas de caminos de hierro se disponía en EEUU, un sistema totalmente adecuado al
desarrollo de las zonas industriales y que aceleraba los fenómenos de urbanización. Sin
embargo, concentración y descentralización son dos aspectos que no se alternan entre sí. La
formación de ciudades terciarias correspondía a una dispersión social de clases en sus
territorios.

Una autentica colonización acompaña al proceso de la línea de ferrocarril de la Illinois Central.


Mediante la intervención especulativa de la vía y el evitar las restricciones legislativas, de
manera colateral surge una sociedad interesada en la especulación inmobiliaria, la Illinois
Central Associates. Un rígido esquema de urbanizaciones destinado a repetirse sin variación,
convirtiéndose en el primer núcleo de un proceso colosal de explotación de zonas con el fin de
asegurar dividendos excepcionales.

Muy cerca de Chicago, Surge la Company town que resume el espíritu del capitalismo
norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX, La Pullman Town encargada por el magnate
Pullman. Las intenciones del plan Urbanístico no son apreciadas por Pullman, quien tiende más
a la forma arquitectónica a una cualidad formal productiva. La intervención del plan era tratar
de separar a los obreros del inestable ambiente social y político de la gran ciudad, producido
por la lucha de clases en 1870. Por otro lado, se procuraba asegurar el rígido control de sus
trabajadores tanto en lo político como en lo económico. Lo que ofrecía Pullman Town eran
módulos residenciales y servicios sin comparación en Norteamérica.
Sin embargo este aspecto de separación y rígido control se derrumba en 1894 por las huelgas y
los ambientes progresista. La huelga en Pullman complica la estructura sindical y el desarrollo
capitalista experimentado en las Company Towns, siendo esto una etapa crítica de la historia
del movimiento obrero. De un experimento urbanístico se llega, por consiguiente, a una
discusión que complica a la organización de todo el sistema.

Mientras tanto, toman forma nuevos modelos para el urbanismo. El culto a la Naturaleza y la
aspiración de crear en ella una nueva comunidad de sujetos incita a reconocer como modelos
las experiencias del paisaje de los jardines ingleses y de la urbanística europea.

Las polémicas entabladas por Downig expresa una


ideología que tiende a restablecer un equilibrio ideal
entre ciudad y campo, pero introduce valores de notable
significado para el futuro. El tema de la integración
orgánica entre naturaleza y artificio toma forma completa
en este modelo. Por otra parte, las realizaciones de los
rural cemeteries en 1830, funcionan como espacios
públicos de tipo romántico a las afueras de la ciudad.
Los propugnados modelos de intervención se
contraponen frontalmente a la lógica imperante de la
estructura de la ciudad norteamericana y al esquemático
utilitarismo de las primeras Company towns.
Resulta simbólica la construcción del complejo residencial
naturalistico de Llewellyn Park. Es una barriada romántica
de cottages rodeados de verde, fundiendo ideas
naturalistas y nostalgias comunitarias.

FREDERICK LAW OLMSTED


Las motivaciones ideológicas y culturales de Olmsted se muestran una primera sistematización
decisiva. Tiene un interés en el saneamiento de la estructura urbana, por las reformas
higiénicas y ambientales, encomendadas por protestantes y progresistas, en contra de las
disgregaciones de la comunidad contra los malos funcionamientos urbanos y miseria. Esto
significa en emplear correctamente la ciencia y la técnica.

Olmsted fue el que proyecta el Central Park de Nueva


York, concebido en la tradición pintoresca inglesa, fue
planificado como escenario continuamente variable y
como lugar de reequilibrio metropolitano. Se trata de una
decisión de instalaciones sociales que aseguran la
integración de las avenidas sin la interrupción del paisaje.
El parque llega a ser un símbolo de colectividad
reencontrada, pero también tiene el efecto de subir la
renta de los terrenos circundantes.
Otro de los proyectos de Olmsted es la barriada
residencial de Riverside. Interpreta las aspiraciones
de las clases dirigentes norteamericanas de residir
en complejos unitarios y exclusivos, inmersos en
plena naturaleza y comunicados con la ciudad con
eficientes sistemas infraestructurales.

Esto concierne en el análisis de la relación entre el


barrio y la vecina realidad urbana.

La extinción de los viejos modos de gestión urbana, evidenciado en el fracaso de la Pullman


Town, demuestra al público la crisis histórica del sistema político-económico. El problema de la
ciudad encontrara en adelante su lugar en el interior de una lucha de reforma general con el
fin de adecuar la vida urbana a las exigencias de las nuevas formas de desarrollo capitalista.

CAP 2. NACIMIENTO DE LA URBANISTICA MODERNA

Las alternativas que caracterizan la urbanística europea a finales del siglo XIX difieren
profundamente de las experiencias norteamericanas analizadas hasta ahora, teniendo como
protagonista un tema considerado central en el pensamiento político reformista: La “cuestión
de la vivienda”. Engels identifica las penurias de las viviendas de las grandes ciudades
industriales, estas podrían “resolverse” eliminado los valores de las bienes raíces, aboliendo o
reduciendo el tipo de interés del capital y facilitando la asequibilidad de la casa en propiedad.

Engels responde observando que:


A) La tesis analizada de Proudhon, que considera un robo el canon de alquiler, puesto que el
precio de construcción de la casa queda indemnizado después de diez o quince años del pago
del canon, esto es falso. En realidad, Proudhon no tiene en cuenta que el alquiler van
comprendidas: Los beneficios industriales, los costes de mantenimiento, los intereses del
capital invertido, entre demás cuotas relativas a la reintegración del capital.

B) La propuesta de abolir el tipo de interés no resolvería del todo el problema, solo se


conseguiría la transferencia de los valores especulativos a inversiones productivas.

C) La “cuestión” de las viviendas no es un tema específicamente obrero, sino genéricamente


social.

D) La idea de la casa en propiedad no atañe a los beneficios capitalistas y es, además, un


formidable instrumento anti obrero, bloqueando la movilidad de la fuerza laboral al someterla
a chantajes sistemáticos.

Engels ofrece una explicación al porque en 1870 se propagan soluciones a la “cuestión de las
viviendas”, basadas en la ideología de la propiedad y en sistema de asentamientos en hotelitos
extraurbanos. La baja de los precios, necesaria para permitir el acceso a la propiedad de la casa
a la clase obrera, no puede realizarse, más que construyendo fuera de la ciudad.
En Alemania, con sus procesos de industrialización, existe una razón específica de mantener y
extender el trabajo a domicilio y ligarlo a una agricultura de subsistencia, esto genera una
proliferación de pequeños núcleos familiares pagados con salarios míseros y la adjudicación de
pequeños terrenos agrícolas para el autoconsumo. Por lo tanto, los salarios bajos son vitales
para esa política económica, y también lo es la propiedad para las familias siendo hogar y
autoconsumo.

Por consiguiente, la casa en propiedad no es solo un objetivo ideológico, era un instrumento


de política económica en Alemania. Engels analiza un libro de Sax quien examina dos sistemas
de vivienda obrera. Por un lado tenemos los Mietkasernen, ubicados en las periferias de las
grandes ciudades, y desprovistos de elementos de servicios higiénicos y sociales. Por el otro
lado, los sistemas de poblados ingleses que los consideraba como la solución correcta.

Sax se refiere a Huber, un político que sostenía que el problema social tenía que resolverse
fundiendo fe católica y acción cooperativista. En 1847 se proyecta la primera sociedad
berlinesa de utilidad pública para combatir la especulación del suelo, construyendo casas en
régimen cooperativo en competencia con las empresas privadas. Los resultados del intento
fueron mínimos, pero Huber consigue proponer residencias dispuestas en anillo en torno de la
ciudad cuya distancia a los lugares de trabajo puede cubrirse con modernos medios de
transporte en un cuarto de hora.

Engels deslinda con precisión las fuentes de la dicha solución de los experimentos realizados
en Inglaterra que Sax mencionaba. Hechos por industriales que resolvieron por su cuenta la
cuestión de las viviendas obreras, saliéndose de las concentraciones urbanas y asumiendo el
compromiso de construir barrios residenciales anejos a las fábricas. Los casos analizados de
Lowell y la Pullman Town, y comparándolos con las intervenciones Inglesas se pueden ver
características análogas, pero con diversas derivaciones históricas. Los industriales ingleses,
eliminando la competencia del mercado urbano de las viviendas, pudieron establecer precios
de monopolio para sus obreros, controlando la movilidad y conflictividad.
Igualmente, dichos asentamientos resultaban plagados de epidemias, smog y males sociales,
cosas que siempre asechaban las grandes ciudades industriales.

Ha de observarse como estas experiencias de la ciudad-fabrica constituye un primer intento de


gestión capitalista directa en el propio territorio, con separación política y funcional de ciudad
y campo urbanizado. La idea anti urbana ya no es utopía, sino instrumento político en sentido
propio.
Un grupo de industriales, de homogeneidad cultura e industrial entre ellos, creo un primer
grupo de poblados obreros localizados en el triángulo formado por las ciudades de Bradford,
Halifax y Leeds, en Yorkshire, uno de los mayores centros textiles del mundo. Se trata de Titus
Salt y Edward Akroyd, promotores de innovaciones técnicas y de una política de precios bajos
como incentivo del consumo, favorecedores de la ampliación de distrito voto y de una política
asistencial tendente a eliminar los conflictos sociales y laborales.

En el pequeño núcleo de Copley, a unos tres kilómetros de Halifax, junto a la planta industrial
de Akroyd, tiende a insertarse sin disonancias en el ambiente rural, pretende demostrar que la
industria no comporta necesariamente el anonimato ni la dimensión deshumanizada de la
periferia urbana. Contrariamente, un buen asentamiento industrial ha de ser afín al paisaje
tradicional, con la ventaja de servicios más adecuados. Tal planteamiento es recogido en la
pequeña ciudad de Saltaire. A unos Seis kilómetros de Bradford, se trata de un conjunto mayor
y más organizado que Copley, con varios servicios de ocio, vivienda e higiénicos junto a la
fábrica.

Aquí, la ciudad industrial adopta un aspecto inspirado en el riguroso racionalismo que informa
la organización del trabajo, transformándola en austera dignidad formal. Estos son los
ejemplos que Engels cita como fuentes de los teóricos alemanas. La ciudad obrera de Krupp no
hace más que repetir las experiencias inglesas.

Pero Engels analiza también la experiencia de las Buildings Societies, como la creación de
Akroydon, y vuelve a proponer a Sax en forma de consorcios cooperativos mutualistas. Las
Building Societies inglesas recogen los ahorros de sus socios y emplean los fondos acumulados
para prestarlos a interés en la adquisición de viviendas. Funcionan como entidades de
préstamos mutualistas y como empresas de créditos hipotecarios.

“Las Building Societies, lejos de constituir un instrumento de iniciativa obrera, sirven, para
procurar inversiones hipotecarias más rentables a ahorradores pequeño-burgueses.”

Lo que a mediados del siglo XIX aparecen como experimentos aislados, llegan a ser modelos
ampliamente difundidos y perfeccionados a finales de ese siglo. Es el caso de dos experiencias
particularmente cualificadas en Inglaterra a finales de siglo. Las Company towns de Bournville
y Port Sunlight.

En la primera, la edificación cubre solo el 25% del suelo edificable y está inmersa en un sistema
continuo de parques y servicios sociales; asegurándose de que toda vivienda obrera cuente
con una huerta y un jardín propio.

La segunda también domina lo pintoresco, el romanticismo arquitectónico, la escasa densidad,


la adhesión a la orografía se une al intento de ofrecer una imagen pacifica de la comunidad. La
sinuosidad de las calles, las residencias reunidas en torno a espacios verdes comunes, el
cuidado del panorama urbano, los elevados niveles de vida pueden incluso interpretarse como
imágenes del determinado productos que sale de las fábricas.

EBENEZER HOWARD
Era un taquígrafo en el Parlamento londinense. En 1874 tuvo la oportunidad de conocer la
barriada de Riverside y 1888 quedo impresionado por una novela que describe una sociedad
sin conflictos de clases, organizada colectivamente en una especie de capitalismo de estado.

Esto aspectos se contraponía con la cultura autodidacta de Howard. Un pensamiento de crítica


hacia el capitalismo. Un socialismo romántico como diría William Morris. El trabajo artesano
cualificado contra el trabajo deshumanizado de la máquina, y una comunidad de personas
conscientes contra la impersonalidad de las concentraciones metropolitanas. Toda una utopía
regresiva.
En 1898 escribe Garden Cities of Tomorrow, en el que se expone su teoría de la ciudad-jardín
como solución final del contraste entre ciudad y campo. La garden city constituirá la tercera
plaga que atraerá inevitablemente a gentes y centros productivos, hasta ahora proyectados o
hacia la ciudad, “Símbolo de la sociedad y de la cooperación, aunque ineficaz e inhumana, o
hacia el campo, símbolo de amor y de la atención de Dios por el hombre, pero lugar de
aislamiento y pobreza.

Howard describe después su modelo de esquema circular, atravesado por seis grandes
bulevares y dominando, en el centro, por dos hectáreas de parque circundado por los
principales edificios públicos. En torno a todo eso se extiende una galería acristalada,
concebida como jardín de invierno y como gran almacén comercial. Continuando al exterior se
encontraría una gran avenida circular donde se ubicarían escuelas, campos de juegos,
residencias. En un anillo exterior se sitúan fábricas, almacenes, mercados, etc, conectados
entre sí por una línea ferroviaria. Más allá en el exterior, terrenos agrícolas.

El cuadro idílico de la ciudad-jardín se presenta, por consiguiente, como continuación de las


más avanzadas Company towns, de las cuales proviene también el principio de autosuficiencia
económica.
La idea de Howard, sin embargo, entrara en contacto con las investigaciones de Parker y
Unwin que llevan por su cuenta.

PARKER Y UNWIN
Estas personas laboraron en el surco de la tradición del Arts and Crafts, elevando el nivel de
calidad, intimidad residencial, funcionalismo y “honradez” formal se invocan como correctivos
del descalificado universo industrial.

En 1902-1903, proyectaron para unas fábricas, el poblado de New Earswick, directamente


inspirado en Port Sunlight. Sin embargo, Parker y Unwin, estaban más interesados en
desarrollar sus propias investigaciones arquitectónicas que seguir el modelo propuesto por
Howard. Desaparece la idea más interesante de este última, la galería comercial acristalada,
mientras se cuidan atentamente los mínimos detalles a nivel de diseño urbano.

De 1905 en adelante, trabajaron en los proyectos del Hampstead Garden Suburb. En él, la
variedad de trazados y el perfeccionamiento de los tipos de edificios entran en composición
con un centro cívico muy elaborado y con una nueva tipología vial, la aparición de los culdesacs
que se adentran entre los cottages.

La conservación, historicismo, humanitarismo, armoniosa composición de valores tradicionales


y naturales con la exigencia de la urbanización; de tal ideología pacifista es de donde parte la
experiencia de Parker y Unwin dando a la ciudad-jardín el valor de un modelo en sentido
propio.

M Roger-Henri Guerrand. “Espacios privados”. En: Ariès, Phillippe; Duby,


Georges. Historia de la vida privada. Sociedad burguesa; aspectos
concretos de la vida privada (Madrid: Taurus, 1991) (hay otras ediciones),
pp. 14-56

Robin Evans. “Figuras, puertas y pasillos”. “Barriadas hacinadas y viviendas


modelo 20-32
No fue casual que los primeros e influyentes modelos de vivienda familiar de Henry Robert se
ubicaran en el corazón de la barriada hacinada londinense de más dudosa reputación. Quizás
el deseo de ver el triunfo de la pureza sobre la perversidad fue suficiente para explicar su
intensa conjunción, pero un comentario del arquitecto Robert Kerr, tratando infructuosamente
de inferir en la construcción de casas de vecindad, sugiere que la conexión entre la barriada
hacinada y el modelo fue algo más que una cuestión de localización.

Su perspicaz observación proporciona el tema de este artículo, que la vivienda del siglo XX es,
en alguna medida, el vestigio de una campaña totalmente exitosa por liquidar los antros de las
barriadas hacinadas y que lo que entendemos ahora como hogares decentes tiene su origen en
las indecencias que veremos aquí.

EL CONTAGIO DE LA INMORALIDAD
A mediados del siglo XIX, el estado de abarrotamiento de los pobres se vio sometido a una
implacable crítica social como parte de los preparativos de lo que un escritor anunciara como
“la tan prometida era de la legislación doméstica”. Pero cuando los audaces investigadores
descendieron a los barrios bajos y a las barriadas hacinadas para recabar estadísticas o para
dar testimonio de las vergüenzas de la pobreza, lo hicieron con el fin de pintar un cuadro de lo
más vistoso cuyo bosquejo ya había sido grabado nítidamente en la conciencia de todos los
reformadores. En 1848, Héctor Gavin publico Sanitary Ramblings, un meticuloso estudio de
bethnal Green y según Harold James Dyos, el informe más verosímil de un barrio bajo de la
primera etapa victoriana. Entre las muchas tablas y mapas del estudio se encontraba una
ilustración, una sección de una casa corriente de inquilinato destartalada y superpoblada. En
el texto se expone con bastante claridad que tales establecimientos podían encontrarse en
cualquier parte de Bethnal Green. Este era el fantasma que se encontraba detrás de la
filantropía, estos tres tipos de interior consentían ciertos males concretos.

El sótano, inundado de aguas residuales, se consideraba como un foco de enfermedades


infecciosas, la sala de estar comunal se acostumbraba a representar como la escena de
disipación diurna, embriaguez y conspiración criminal; el dormitorio como un nido de
promiscuidad sexual. Todas juntas representaban el poder maligno por excelencia de las malas
viviendas. El Health of Town Committee informo en 1840 que “además de los males físicos
implícitos en la clases más pobres por el estado de sus viviendas, sus costumbres morales se
ven afectadas por la mismas causas”. Numerosos intentos por analizar la influencia de
entornos malsanos sobre la moral, así como las condiciones físicas de los pobres, confirmaron
que la moralidad más baja se encontraba siempre en las viviendas y en los vecindarios peor
constituidos, y que donde había malos hogares, había malos corazones y también malas obras.

En general, la inmoralidad era retratada como si fuera una enfermedad física que se
propagaba del mismo modo misterioso que las enfermedades contagiosas. Una gran variedad
de símiles, metáforas y analogías servían para describir la enfermedad moral tanto en términos
médicos como melodramáticos, enfatizando a menudo su potencial inmanente de infección a
la población en general fuera de su hábitat restringido en la barriadas hacinadas.

Anteriormente, las viviendas de los pobres habían sido tratadas como un asunto marginal de
filantropía rural, mientras que en las ciudades, los esfuerzos prácticos para controlar la
moralidad se habían limitado a los edificios de las prisiones, asilos de pobres, iglesias y
escuelas andrajosas, del mismo modo que había habido esfuerzos similares para controlar la
enfermedad en los hospitales. Pero ahora la reforma física y moral iba a tener lugar en el
centro mismo de la vida cotidiana. Dejaran una impronta de la vida de la gente.

GEOGRAFIA MORAL
Había una convención establecida, que quizás no era más que un recurso literario, que trataba
la ciudad como si fuera un mapa del mundo, con sus pastos, ciénagas y desiertos, sus regiones
exploradas y las que no lo estaban. El lenguaje, visto a través de estas analogías, transcendió
las fronteras tanto éticas como físicas. A primera vista, los mapas descriptivos de la pobreza
londinense, recopilados bajo la dirección de Charles Booth, parecían constatar las condiciones
de las viviendas, pero, a pesar de estar basados en inspecciones casa por casa y a pesar de que
se aplicó solo una graduación de tintas a las urbanizaciones domésticas, indican el deterioro de
los ocupantes y no el tejido construido.

Tan próxima era la supuesta correspondencia entre virtud, salud y elegancia, o vicio, pobreza y
vulgaridad, y tan cercanas eran estas características ligadas a la casa, que los mapas debían
leerse como un trazado simultaneo de:
1-Distribucion de la riqueza
2-Diferencia de clase
3-Variaciones del carácter moral
4- Viviendas malas, buenas y regulares.

Las clases crónicamente pobres y peligrosas tendían a congregarse en enclaves diferenciados


con un trazado perceptiblemente distinto del resto de la ciudad. Este se daba por sentado
desde la década de 1840 y fue precisamente una revelación en sí, a pesar de que para los
reformadores victorianos significaba mucho más que para nosotros. Un propósito que
informaba a los primeros organismos filantrópicos para la vivienda consistía, por tanto, en
reemplazar las viviendas que eran tanto el signo como la causa de la corrupción por una
domesticidad nueva y purificada. Para entender sus solmenes experimentos, se hace necesario
entender también la geografía moral del espacio público y privado como ellos lo percibían.

LA VIVIENDA: MANSION Y TUGURIO

A pesar de que las barriadas hacinadas de Londres se caracterizaban por muchos galpones
endebles y tugurios mal construidos, también contenían aquello que en su momento había
sido casas grandes y elegantes que, habiendo caído en decadencia en los últimos tiempos,
estaban repletas de criminales, prostitutas, holgazanes y mendigos.

Había dos características comunes al tugurio y a la mansión que los hacían inhabitables como
viviendas morales. En primer lugar, ambos ofrecían infinitas posibilidades de abrir huecos
hacia fuera y hacia dentro de los edificios y entre las habitaciones de manera que “cada
estancia del lugar es accesible desde el resto a través de una docena de accesos diferentes”.
Presentaba una red desconcertante e indescifrable de pasadizos, puertas, escaleras y
habitaciones donde era muy fácil perderse, ya que fuera queriendo o no.

Al mismo tiempo, los registros policiales describen una gran variedad de ingeniosas vías para la
huida, utilizadas por los infractores de la ley en retiradas. Las interminables conexiones de la
arquitectura tenían su homólogo en la aparentemente indiferenciada estructura de los bajos
fondos.

En segundo lugar, el tugurio y la mansión se prestaban al hacinamiento y las habitaciones


podían subalquilarse fácilmente. En una habitación abarrotada de gente, cada detalle de la
vida cotidiana se hacía público y se daba a conocer; cosas como el pudor y el decoro se
mantenía separados. De hecho, a menudo se suponía que el crimen solo podía nacer de este
cumulo de experiencia salvaje.

Los investigadores pudieron poner de manifiesto ejemplos grotescos de hacinamiento, pero


estaban tan preocupados por las implicaciones morales de la presión de carne contra carne
como por el más obvio desasosiego provocado por demasiados cuerpos amontonados en un
espacio reducido. Con el fin de establecer un vínculo entre el hacinamiento y el crimen, se hizo
necesario recurrir a la psicología, pero el vínculo entre el hacinamiento y la sexualidad no
necesitaba elaboración alguna. El espectro que se les presentaba a los reformadores era el de
una indulgencia carnal total que decaía hacia la promiscuidad rutinaria hasta llegar la incesto.

La explosión, mezcla y suciedad de la vida en una habitación e incluso en dos, y la devastación


de la virtud que esto conllevaba, fue un tema central en la descripción de la pobreza. Dado que
el problema moral de las viviendas de los barrios bajos podía vincularse con su multitud de
entradas y salidas, y el uso indiscriminado de sus habitaciones no diferenciadas, la arquitectura
de la reforma trabajaría especificando el movimiento y diferenciando los espacios.
La necesidades domesticas del cuerpo y del alma se trasladaron primero a un edificio
concienzudamente coordinado en la manzana de Casas modelos para cuatro familias.

FAMILIAS Y RELACIONES SEXUALES


Las “casas modelo para cuatro familias” se disponían de dos en dos alrededor de una escalera
abierta que llegaba hasta tantos pisos como fuera necesario. Como señalo Charles Dickens,
colocar la escalera al revés fue una operación novedosa que actuaba en parte para facilitar la
ventilación, pero que también facilitaba a cada familia “llegar a casa sin cruzar un umbral
vecino.

La separación de las estancias familiares se argumentaba como una cuarentena efectiva en


caso de epidemias, pero también como una condición de previa para cierto estilo de
domesticidad introvertida que todavía no podía encontrarse entre los pobres. En el interior, las
“casas modelo” estaba divididas en una sala de estar y tres dormitorios para los padres, los
niños y las niñas. Solo había una puerta en cada una de las habitaciones para asegurar que
nunca fueran utilizadas como pasos.
El numero 3 era importante dado que permitía “esa separación que es esencial para la
moralidad y el secreto en una familia”; por decirlo de otra manera, para la separación sexual y
el ocultamiento de la desnudez en las familias reducidas a su estructura nuclear mínima. A las
habitaciones de los niños se entraba directamente desde la sala de estar, de manera que “se
ofrece ocasión para el ejercicio de la vigilancia paterna, sin que los padres tuvieran que dormir
realmente con sus hijos. Sin embargo, al dormitorio de los padres se le entraba por la cocina,
una disposición que, desde muchos puntos de vista, era preferible al acceso desde la sala de
estar, porque está más apartado de miradas inocentes y curiosas.

Así, en su rigidez, las casas modelo contrastaban fuertemente con los territorios confusos,
amontonados y repletos de vida de los barrios bajos. Pero aunque la redefinición
arquitectónica y la segregación de la familia podía salvar a aquellos que todavía no estaban
corrompidos, e incluso podían restringir la tentación y sojuzgar la pasión entre los mancillados,
quedaba bien claro que la casa de la reforma era, en sí, insuficiente para enmendar las vidas de
los habitantes empedernidos de los bajos fondos.

No solo había familias que se oponían activamente a la distribución de sus numerosos


miembros en camas y habitaciones separadas, no solo no se ocupaban la segunda y tercera
habitación de las viviendas modelo mientras la familia continuaba durmiendo toda junta; no
solo se incumplía ampliamente la larga lista de reglas modelo para el comportamiento de los
inquilinos, no solo las practicas antihigiénicas se transfirieron de las casas de baños públicos, se
llevaron a cabo hacinamientos, hubo vandalismo en las instalaciones y se maltrataron las
escaleras, sino que la demanda se quedó corta en su aprovisionamiento.

Evidentemente, la gente no cooperaba siempre, en parte a causa de una alienación obvia


entre los reformadores e irredentos, pero eso no fue todo. Incluso Henry Roberts había
pensado que era necesario complementar su arquitectura con un folleto sobre la Reforma del
Hogar instruyendo a los pobres acerca de su propia mejora. Los reformadores observaron
resistencia, los historiadores observan la ausencia, por parte de los propios pobres, de una
agitación política sobre las condiciones de vivienda.

A uno solo le cabe suponer que los habitantes de los bajos fondos también eran conscientes de
que la elección no era solo entre viviendas buenas o malas, sino entre dos modos de vida
radicalmente diferentes. Los reformadores y profesionales de clase media dieron forma a la
vivienda filantrópica, personajes que buscaban remodelar a las clases bajas a su propia imagen
recientemente cristalizada. A través de la vivienda podían hacer que la familia se centrara en la
“facilidad, la paz y el confort” de su hogar bien ordenado. De este modo, esperaban arrancar la
vida de las calles, de los bares, de los lugares de diversión y centro nocturnos para aislarla,
analizarla sintácticamente y expurgarla hasta sacarle toda tumultuosidad, toda pasión y toda
violencia. Robert Kerr, propuso que las viviendas para los pobres constaran de una gran
habitación, dado que a ellos les gustaba vivir así, en la que deseaba ver la puertas traseras y
delanteras abiertas todo el día y criticaba el “dogma de las tres habitaciones” tal y como lo
propusieron anteriormente. La respuesta que se le dio a Kerr fue “que era una falacia decir
que, dado que los pobres les gustaba vivir en una sola habitación como norma, no debían darle
más a quienes intentaban mejorar las condiciones de sus viviendas”, para ofrecerles una idea
más elevada de su condición.
Henry Mayhew admitía que en los estratos más altos de la sociedad se encontraban mayores
ansias de socialización y diversión que en aquellos más bajos; eso es, dondequiera que todavía
no había sido reemplazado por la obligación absoluta de trabajar. La vivienda de la reforma no
era tanto una recompensa por el duro trabajo, sino su homologo necesario.

Por primera vez, los reformadores de la vivienda abordaron el problema de la vivienda, y al


hacerlo tenía la intención de proporcionar unos objetivos morales en un paisaje social todavía
degradado. La combinación de ambas operaciones dio lugar a los conjuntos de vivienda de
iniciativa política.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Carlo Aymonino. La vivienda racional (Barcelona: Gustavo Gili, 1973). 6-52

El problema de la vivienda
El problema de la vivienda, entendido como una preocupación burguesa de prestar atención a
los alojamientos obreros, no parece haber dado muchos pasos adelante. Actualmente, las
grandes capitales europeas y las ciudades industriales de provincias, han aumentado su
población 3 o incluso 10 veces de lo que eran antes, y mostrando en evidencia la incapacidad
del sistema para resolver o proponer soluciones parcial a la cuestión de los alojamientos.

El ignorar o infravalorar no tanto el problema sino una solución al mismo, aun cuando parcial,
sin duda ha sido buena desde el punto de vista estrictamente político. Se ha evitado caer en la
ilusión de que la edificación popular fuese uno de los principales canales de la acción política, o
por lo menos el terreno sobre el cual confrontar los “resultados” de una determinada acción
política.
Tambien es verdad que las experiencias concretas a gran escala llevadas a cabo en este siglo,
han evidenciado los límites de la experiencia misma y mostrada la diversidad y novedosa
cantidad de problemas a afrontar. Por más que los sectores periféricos estén equipados y bien
ordenados, no resolverá la transformación de las aglomeraciones urbanas en su totalidad.

Por lo cual, la extensión a toda la ciudad, de su dimensión real y científicamente exacta del
problema y la utilización racional de todo el patrimonio edificado, da a este adjetivo un
carácter mucho más complejo que al limitarlo como instrumento apropiado para resolver solo
el problema de la edificación económica.

La atención prestada por los socialdemócratas europeos a la edificación económica,


adquiriendo doble dimensión en sus intentos idealistas y en sus efectos sociales (entre 1922-
1923), han proporcionado una serie de sugerencias sobre el alojamiento, sobre los servicios,
sobre el equipamiento técnico, etc., de tal magnitud e importancia que han condicionado las
soluciones del problema, incluso en los países socialistas.
Por lo tanto, veremos los intentos de conectar, sin conseguirlo plenamente, un planteamiento
político del problema con un programa o con experimentos parciales que propondrán posibles
soluciones.
La experiencia vienesa
Cuando se habla de las realizaciones del municipio de Viena o de las viviendas obreras de
Viena, se entiende el vasto y ambicioso programa puesto a punto por el municipio de Viena
entre 1929 y 1934.
Las viviendas realizadas no tienen la pretensión de ser una solución universal de alojamiento
económico, ni se presentaban en las soluciones concretas como modelos capaces de dar una
respuesta a los problemas sociológico-económicos.

En realidad, rechazan cualquier referencia ideal con todos los proyectos ligados a las
propuestas tipológicas de los socialistas utópicos o con las realizaciones parciales que en ellas
se inspiraron. Es decir, no acontece lo que precedentemente había ocurrido, en el caso de la
Cite industrielle, de Garnier, ni lo que fue el caso de la cultura racionalista alemana: el
planteamiento de cuestiones generales en términos arquitectónicos y la consiguiente
utilización de todo experimento como de una ocasión concreta para demostrar, si bien
incompleta y parcialmente, la validez de ese planteamiento.

Las hofe vienesas solo aparecen fugazmente en la historia de la arquitectura moderna,


convirtiéndose (erróneamente) en un “símbolo” político de la desesperada resistencia obrera
al fascismo.

En la Viena revolucionaria de la primera posguerra, encontramos planteados por primera vez


aquellos problemas políticos, culturales y organizativos, por cuya solución trabajara la cultura
arquitectónica europea. Llevando las recientes interpretaciones sobre el valor de la vivienda
respecto a la forma urbana y sobre la posibilidad que ofrece o no en la construcción de un
paisaje urbano.

Hasta 1918, la edificación de Viena se basaba en varios decretos. Las construcciones solo
podían cubrir el 1,85% del terreno edificable, los sótanos eran habitables, el número de
plantas era referido a una altura absoluta. El típico apartamento obrero consistía de una
estancia de 4,5 a 5,5 m2 aprox, con cocina, asomándose al patio interior de la casa por encima
de una estrecha galería, que servía a otros apartamentos. A lo largo de la galería se disponían
retretes correspondiente a cada apartamento, y por cada planta, un grifo de agua para todos.
A veces los apartamentos contaban con otra habitación.

Este tipo de alojamiento era descrito como un “abrigo para la intemperie”, donde el obrero, en
un espacio reducido, permitía reposar su cuerpo completamente exhausto del trabajo. La vida
de estas personas se movía de manera miserable entre el lecho, el trabajo y las desdichas.
Quienquiera que hubiera nacido en ese tipo de lugar o lo haya habitado, estaba destinado a
ser degenerado y extinguirse, tanto corporal como mentalmente.

Se podía ver que Viena no escapaba de las leyes generales que poseían las ciudades
industriales del tipo capitalista.

Durante la guerra, la construcción de viviendas disminuyo sensiblemente hasta desaparecer


casi del todo. Esto trajo, como consecuencia, la necesidad de que el gobierno interviniera en la
defensa de los inquilinos. Esta protección de los inquilinos fue sancionada por dos decretos,
atribuidos a un alquiler anual y al desahucio (desalojo) de los departamentos.

La organización y dimensiones de cada vivienda obrera no se diferenciaban mucho de los


ejemplos análogos en el resto del continente. La galería sigue siendo el instrumento que sirve a
muchas viviendas de reducidas dimensiones con pocas escaleras, poniéndolas en relacion con
un mínimo de servicios indispensables. El bloque cerrado con patio es el organismo
arquitectónico fundamental. En cualquier caso, la presencia de la galería obliga a patios más
amplios y a una mayor posibilidad de ventilación indirecta.

La posibilidad de una dimensión urbana interna, es decir, el aprovechamiento de los recorridos


de escaleras y galerías entre muchos edificios como alternativa a la calle es solo un hecho
casual, pero que no es el resultado de una organización urbana concreta.

La posguerra
Viena se convierte en república y sufre varios cambios. Su población se reduce, habiendo una
disminución de unos cientos de miles, y esto genero abandonos en las viviendas.
Se generó un proceso de toma de terrenos por parte del municipio de Viena. Este esfuerzo
genero un cuadro que mostraba la situación residencial de los ciudadanos vieneses, también
generaba la idea de usar estos terrenos para la creación de apartamentos a gran escala.

Otto Bauer tiene importancia en este tiempo, que encomendaba tanto para pequeñas como
grandes ciudades, el encargo de resolver el problema de la vivienda. Tambien daba
importancia al derecho de la casa con una reforma en los espacios de la misma, y el derecho a
establecer los alquileres de los pequeños apartamentos de manera que solo cubra el
mantenimiento y administración de la casa.

Las realizaciones del municipio de Viena


La característica común a casi todas las realizaciones fue la concentración de organismo
edificados notables, con el uso de la mitad del suelo, utilizando el restante como un gran patio
libre y equipado. Todas las viviendas estaría equipadas de agua corriente, con habitaciones y
servicios privados para cada hogar, y la conexión era por escalera, no más corredores. Los
alquileres solo estarían para los gastos generales y la manutención.

Ninguno de los conjuntos realizados es un modelo de residencia para todos. Tales conjuntos
no comparten la tesis de fondo de que, a través de la organización y sistematización de la
célula habitable en nuevos tipos de organismo arquitectónicos, se pudiese llegar a realizar una
nueva ciudad.
Más bien, el punto de partida del análisis crítico de la vivienda y de los conjuntos realizados
anteriormente por la edificación especulativa, el implícito reconocimiento de una determinada
cantidad de viviendas construidas y puestas a punto, aunque sea en forma injusta e inhumana,
se reconoce que fue un instrumento infame para el problema real y que puede ser cambiado
de manera radical
Tal planteamiento lleva a considerar a la ciudad en su conjunto, y a relacionar el problema de
la vivienda con dicho conjunto, no solamente entendiéndolo como una unidad político-
económica, pero también formal y morfológica.

Viena se ha desarrollado, asumiendo una forma y aspecto distinto a los anteriores,


entendiendo a la ciudad en bases a la residencia y el equipamiento urbano en general,
aplicando a los problemas sectoriales un concepto general de desarrollo de una ciudad
moderna.

Con su directa inserción en la estructura urbana, las manzanas son la primera alternativa real a
las soluciones cooperativistas, inspiradas parcialmente en las ciudades jardín. No es casual que
la esencia de la experiencia vienesa haya sido reanudada solamente en los países socialistas,
donde el problema de la vivienda, entendido en su totalidad, no podía ser resuelto más que en
un único marco urbano, con la presencia de una nueva periferia, y bien entendido que el
desarrollo por manzanas plantea problemas distintos a los planteados por el desarrollo por
bloques especulativos o barrios satélites.

La ciudad de Berlín
La historia del desarrollo de Berlín se presenta más como una antología de los problemas y de
las soluciones que han asumido muchas de las ciudades europeas, que como la construcción
de una estructura urbana claramente individualizable y reconocible. Berlín, la única ciudad
europea con dos sistemas metropolitanos complementarios que condicionan estrictamente el
desarrollo y las consecuentes relaciones entre partes; el núcleo histórico, muy reducido
respecto a las dimensiones totales, ni desaparece ni es transformado en su totalidad (al menos
hasta después de la guerra), siguiendo el proceso de ampliaciones sucesivas, entendidas mas
como agregaciones en el tiempo que como transformaciones generales del antiguo y nuevo
establecimiento urbano. Las implantaciones de las zonas industriales y manufactureras es del
todo casual, pero con una “permanencia” en sus ubicaciones más prolongada.

De cualquier modo, entre 1920-1930 sugiriendo las más serias tentativas de poner al día y de
transformar Berlín en la más importante ciudad moderna. El proyecto de Machler, por su
contenido de anticipación de una nueva y posible ordenación general, tiene el mérito de que,
tras él, la transformación del centro y la formación de una nueva periferia adquieren una
dimensión metropolitana, con problemas más complejos y articulados entre sí que los
afrontados por los tradicionales planes de desarrollo de la ciudad ochocentista.

El grandioso saneamiento y la trasformación de parís efectuada por Haussmann hacia la mitad


del siglo XIX demuestra que por fin, un centro urbano medieval puede ser modificado
conforme a las necesidades modernas. Este saneamiento, aunque haya sido determinado por
razones estratégicas, y aunque hoy aparezca superado, tenía una intención bien definida, la
organización integral del núcleo urbano, con la creación de un esquema claro y la posibilidad
de circular sin obstáculos. El plan de Machler para Berlín tenía miras más amplias. Con una
vasta perspectiva hacia el futuro, perseguía una disposición funcional de la ciudad,
estableciendo los criterios según los cuales seria ordenada la nueva estructura urbana.

Pero la concreta intervención en una metrópoli como Berlín no podía reducirse a esto. Si el
esquema de Machler abordaba el crecimiento de una ciudad contemporánea, no se pretendía
que ello se realizarse automáticamente, por virtudes taumatúrgicas inherentes de un diseño.
La estructura burocrático-administrativa de la ciudad mantiene una serie de frenos y de
obstáculos, parte de los cuales derivan de la escasa renovación en los órganos encargados de
la edificación y parte debido a ideas acerca de la ciudad y la arquitectura heredadas en un
genérico “conservadurismo”, totalmente sordo a las propuestas. En este sentido, las
observaciones de Bruno Taut sobre la ley “para la protección de Berlín”, o el diagrama
elaborado por Eric Mendelshon para denunciar el largo recorrido que cualquier proyecto debe
seguir antes de poder ser realizado son contribuciones polémicas tendentes a abrir el paso a
realizaciones más amplias y más validas, y que manifiestan las dificultades objetivas.

Tratando de especificar un desarrollo interno de los temas y de los intereses que


caracterizaron un periodo más bien breve e intenso, como fue el de 1919 a 1932, se pueden
establecer dos periodos. El primero que va hasta 1925, que corresponde a una multiplicidad de
tentativas, podríamos decir de “pruebas”, casi siempre individuales; y un segundo periodo que
corresponde a una parcial organización de las fuerzas de los programas que permite a un
grupo de arquitectos, extender su propia polémica e influencia fuera de la ciudad de Berlín,
gracias a las realizaciones que en esta ciudad se van llevando acabo.

Los pocos “monumentos”, que la arquitectura moderna ha dejado e Berlín, pertenecen todos
al primer periodo, donde la dificultad de poner a punto un nuevo lenguaje expresivo y la
escasez de ocasiones concretas llevaron a cargar los organismos arquitectónicos de símbolos y
tensiones, no logrando transformarse en elementos de un nuevo paisaje urbano.

Contemporáneamente se intentaron las primeras experiencias, parciales y a menudo tímidas,


en el campo de la edificación económica, ya iniciada antes de la guerra, pero con las escasas
disponibilidades técnicas y económicas constriñeron a los proyectistas a dedicarse sobre todo
al apartamento aislado, agrupado o en hilera. Tales experimentos son todavía esporádicos,
fragmentarios y no conducen a nuevas hipótesis sobre las relaciones entre la residencia
económica y el desarrollo de una gran ciudad.

En 1925, parece ser el año en el cual las tentativas, las ideas y las aspiraciones de los pequeños
grupos tienden a organizarse para extender su propia influencia y para afrontar problemas
más complejos. De este año, data también el concurso para la restauración completa del Unter
den Linden, que confirma los vínculos internacionales del movimiento y el interés que la
ciudad suscitaba en todos los grupos europeos solo comparable al aspecto positivo suscitado
por la Unión soviética. En el proyecto del Unter den Linden, están ya bosquejados casi todos
los problemas que deberá afrontar la moderna arquitectura, siempre que se inserte en un
tejido urbano altamente caracterizado, como es la zona central de las grandes ciudades.

Desde este año a 1932, la puesta al punto de una nueva forma de la ciudad parece avanzar en
dos vías paralelas, que podría encontrarse donde uno de los dos términos (centro y periferia)
tiende a perder sus propias características para asumir las del otro.

La defensa de nuevos modos de expresión en arquitectura, con la consiguiente puesta a punto


de un nuevo lenguaje, capaz de unificar la sucesión de espacios urbanos tanto en el centro
como en la periferia, es el resorte principal, no solo para las afirmaciones de grupos o
individuales, sino también para reducir las numerosas y fuertes resistencias que, asentadas en
los puestos clave, obstaculizaba de hecho todo proceso innovador.

De este modo va tomando forma una periferia distinta, autónoma, pero nunca del todo
autosuficiente. Lo que en la periferia se realiza, en el centro queda a nivel de propuesta. Pero
en el centro estaban presentes otras fuerzas, otros vínculos, otros símbolos que a menudo
constriñeron las propuestas a esquemas de solución simplemente “puestos al día”. Lo que en
la periferia era exacta correspondencia entre una distribución interna del apartamento y una
distribución urbanística de las manzanas, codifica en el espacio abierto e “indiferente” de las
ordenaciones en paralelo, en el centro deviene a menudo en “composición” de masas
edificadas imprecisas; abriendo, con muchos años de anticipación, la cuestión de los
contenedores, es decir, de la dificultad de definir y precisar el volumen administrativo y
comercial que en ellas encuentra la razón de su colocación y funcionamiento.
La posguerra
En el encendido clima de la derrota y de la revolución. Berlín reafirma su función como punto
de referencia para toda Alemania. No solo los acontecimientos políticos, sino también las
propuestas, las discusiones y las parciales experiencias político-culturales hacen de Berlín uno
de los centros más vivos e interesantes de Europa durante la posguerra.
El primer gran tema que se ve comprometido ideológica, política e incluso arquitectónica y
urbanísticamente es el de la socialización, que en el marco de un nuevo orden de toda la
república concierne también al problema de la vivienda.
Al igual que sucedió en Viena, el punto de partida es correcto, se trata de estudiar no el
problema de la vivienda en sí, sino una nueva perspectiva para el desarrollo de la ciudad, en la
cual tal cuestión asuma un papel determinante, pero no único, cuyo peso y cuya importancia
se irán precisando en tanto en cuanto se vayan individualizando las correspondencias y las
estrechas relaciones con problemas similares, como los del transporte, de los lugares de
trabajo, del ámbito territorial y regional.

Pero estas mejoras, lo que han hecho es aumentar el precio del suelo y los alquileres, y la
población más pobre ha sido pospuesta a los barrios periféricos de la ciudad. Para evitar los
elevados precios del suelo, se recurre a los suburbios, extendiendo a mismo tiempo la red de
comunicaciones; pero todavía más rápido que los medios de comunicación con la periferia, se
va prolongando entre tanto la especulación en los edificios, especulación que ya antes había
hecho aumentar los precios de suelo.

La puesta a punto del concepto de residencia

La discusión sobre la socialización, que de hecho finalizara en 1923, incide solo de forma
indirecta en la manera de realizar los grandes conjuntos necesarios y los modelos
experimentales a los que se referían las propuestas concretas. Las experiencias realizadas en
Alemania y en el propio Berlín no eran muchas, pero sin embargo, había tenido ya su influencia
sobre los problemas generales que se refieren a la enorme densidad de las ciudades.

En las primeras experiencias, los problemas generales parecían no preocupar a los


proyectistas; el interés mayor parece centrarse en recuperar la experiencia de las ciudades-
jardín, limitándola a la parte edificada, negándole el valor de “alternativa” a la metrópolis,
concretándola como instrumento idóneo para los asentamientos periféricos, y
contraponiéndola, dentro de los esquemas de la gran ciudad, dado por supuesto, a las
características negativas de las soluciones especulativas.

La revolución soviética
Es necesario recordar aquellos hechos políticos y aquellas propuestas arquitectónicas que han
tenido relación con nuestro problema, teniendo presente que, a pesar de los estudios y los
documentos aparecidos en gran número en los años reciente, todavía no existe el material
suficiente para afrontar un juicio total sobre las experiencias habidas.

Los decretos de 19 de febrero y 20 de agosto del 1918, sancionaban la expropiación de la


totalidad del área urbana de las ciudades y su transferencia a las autoridades municipales,
estatales y cooperativistas. Todos los ocupantes y los bienes inmobiliarios fueran considerados
en una propiedad común, el alquiler era establecido en proporción a los metros cuadrados
ocupados, no debiendo superar el 10% del salario de las familias.

El 9 de mayo de 1918 se creó un servicio para la planificación de las ciudades y de los centros
habitados que, entre otras nuevas responsabilidades, tenía la de la vivienda.
El 16 de octubre de 1918 fueron definidas las funciones del Comité para la construcción
estatal, al que se le planteó la necesidad de construir, en Moscú, un barrio compuesto de
edificios de vivienda y equipamiento colectivo. El barrio deberá ser concebido como una parte
experimental de la ciudad futura.

Consecuentemente, 1919 fue promovido un concurso para un barrio modelo a los alrededores
de Moscú. En la convocatoria estaban definidos los tipos edificatorios, para las familias, las
viviendas estarían dotadas de cocina; para los solteros serian sin cocina, los edificios debían ser
de una o de dos planta y cada vivienda unifamiliar tendría acceso independiente, el
equipamiento colectivo consistiría en una cocina común, lavandería, baño público, asilo y
escuela.

Tales experimentos parciales, en verdad no podrían justificar la declaración gubernativa de


1920, en la cual se afirmaba que “todas las familias trabajadoras debían de disponer un
apartamento independiente de 50m2 de superficie habitable. De hecho, el problema fue
afrontado siguiendo una línea de acción similar a la indicada por Engels, o sea utilizado el
patrimonio edificado existente, aunque las condiciones de tal patrimonio fueran netamente
inferiores, tanto cualitativa o cuantitativamente, a las existentes de la Europa capitalista.
Por lo tanto aumento la cohabitación en los alojamientos disponibles, llevando a los últimos
extremos tolerables los índices de hacinamiento en las viviendas y en el grado de disfrute de
los servicios y de los equipamientos públicos disponibles.

Frente a la gran magnitud de los problemas cuantitativos, las tentativas y realizaciones


parciales que se propusieron el objetivo de aportar una contribución distinta al problema de la
vivienda, corrieron el riesgo de tener escasa relevancia: tanto aquellas que trataron de
recuperar de la experiencia europea de origen reformista, como aquellas que se impusieron
como objetivo el modificar, mejorándolos, los resultados objetivos por la edificación
especulativa. El problema cuantitativo queda como problema central; no solo por la dificultad
de imaginar por parte de los arquitectos nuevos modelos de asentamientos residenciales y
consecuentemente soluciones técnicas avanzadas, sino también por la dificultad por parte de
los políticos de individualizar y organizar una elección operativa que pudiese utilizar y
desarrollar tales modelos.

La contribución más interesante parece ser entonces la puesta a punto de modelos


alternativos, modelos no solo ideológicos y de comportamiento sino también modelos
arquitectónicos, en el sentido de verdaderos prototipos a adoptar como elementos
componentes de una estructura urbana correspondiente a la nueva sociedad que se estaba
construyendo. El prototipo más interesante y torno al cual trabajaron durante un decenio
arquitectos de distinta tendencia, es el de la casa comuna o vivienda colectiva.

En 1921, con ocasión de la construcción de las nuevas ciudades obreras, se establece la


construcción de casas colectivas, que comprendía, en un solo edificios, habitaciones
individuales, dormitorios, locales de servicio y comida colectiva, un club, etc.

Las preguntas planteadas a los obreros son las que se planteaban contemporáneamente los
arquitectos europeos, o por lo menos, afrontar la misma temática sociológica que los
arquitectos usaban como sostén de sus tesis. Como las perspectivas de una nueva forma de
vida, que tipo de estructuras sociales debían corresponder a las necesidades y a las relaciones
colectivas, en qué modo la mujer podía ser liberada de su esclavitud doméstica, como
transformar la educación infantil en una labor de equipo.

Las investigaciones en curso en el campo de la edificación económica, las partes de la vivienda


que posible unificar y estandarizar, las superficies y los volúmenes mínimos de las piezas que
componen un apartamento, etc. El testimonio de sus experiencias en provincias, en contacto
con la masa obrera, ¿Qué dicen los obreros?
“No tenemos necesidad de casitas inglesas, no tenemos necesidad de apartamentos
individuales. Proporcionad una casa completa donde la familia obrera pueda vivir, donde
pueda mantener relaciones con otras familias, reunirse en una sala común, discutir, leer. Pero
lo que se construyen son jaulas individuales. Hablamos continuamente de una nueva forma de
vida y enclaustramos al obrero en su apartamento. Esta solución no nos conviene.

Se precisa así la casa comuna, que encontrara su propia tipología óptima en proyectos y
realizaciones.

La sustitución de las vivienda tradicional por los dormitorios colectivos o semi individuales, los
cuarteles obreros presuntamente modernizados y construidos mediante la enseña falaz de la
comuna de vivienda, no satisface a los usuarios, empleados u obreros, porque estas unidades
son incomodas y tampoco satisfacen a los promotores porque son caras.
El momento de desengañarse en lo que concierne a estas comunas ha llegado. Privaban al
obrero de la superficie habitable, a la cual tiene derecho, para transformarla en corredores y
pasajes cubiertos.

Como además la critica a las experiencias realizadas puede llegar a ser precisa, mientras que la
alternativa basada en razones políticas, sociológicas y económicas genéricas queda siempre en
forma genérica, las tentativas de una nueva definición del hábitat es totalizadora en mayor
grado que las propuestas experimentales.

El Lissitsky notaba justamente, refiriéndose a las propuestas de la comuna de vivienda, que


todas estas invenciones y estructuraciones tiene un fin, establecer la dirección en la cual debe
desarrollarse la vivienda en la sociedad socialista.
Generalidades que para devenir en temas para soluciones arquitectónicas adecuadas o incluso
un nuevo modo de vida que podía prescindir de aquellas para realizarse concretamente en la
construcción de distintas relaciones sociales. Habrían debido poner el acento sobre todo en la
progresiva coincidencia de los modos de vida con las distintas estructuras políticas que eran su
causa y consecuencia. Por el contrario, en las calles interiores, en los equipamientos de
servicios y de cultura, etc; insertos en la tipología residencial, aunque eran, esos sí, un ejemplo
posible de vivir de forma distinta, de hecho faltaban los ambiente funciones sociológicas, como
en el fondo entendían los arquitectos incluso en las propuestas de Frankfurt y de Bruselas.

Se trataba, una vez más de entender la vivienda obrera, no en sus términos defensivos
respecto a la ciudad, sino en sus relaciones con la ciudad socialista. Entender el problema de la
vivienda como un servicio social y hacer de él la base de una nueva ciudad primero usada y
después estructurada de forma completamente distinta a las precedentes y de las cuales era
una herencia. En realidad, la ciudad socialista no se ha realizado todavía y el problema
arquitectónico de la vivienda ha encontrado una solución de compromiso en las grandes
manzanas parcialmente equipadas que han caracterizado el desarrollo de las ciudades
soviéticas de 1930-1960.

Los congresos de Frankfurt y Bruselas


De manera sumaria, de 1930 a 1945, Europa (incluida la unión soviética) cesa de ser un campo
de aplicación experimental para los postulados arquitectónicos de la vivienda económica, por
lo menos en términos en que fueron expuestos ambos congresos.

Los motivos políticos, culturales y económicos son conocidos. Ya en 1929-1930 muchos de los
parámetros operativos que condicionan cualquier arquitectura, estaban consumados o
abandonados.

Ha habido que esperar a la década del 60 para que la arquitectura en cuanto a tal, haya vuelto
a emprender la investigación, tendiendo a replantear los términos, ahora entre parámetros
más complejos y en los cuales la vivienda pierde alguna de sus características sectoriales y
diferenciales.

En Frankfurt se discuten y se exponen ejemplos de vivienda para el mínimo nivel de vida o vida
mínima. El mínimo es todavía una cuestión de medidas pero no en sentido absoluto, sino
relativo a condiciones genéricamente cívicas o, de cualquier modo, indispensables, más que
para la supervivencia, para una existencia social. Y lo social, por su parte, no es toda la
sociedad sino que es exactamente aquella parte que puede ponerse en relacion con el mínimo
vital.
Por lo tanto, no se trata de un mínimo absoluto, que ya existía y estaba bien resuelto por parte
de los especuladores inmobiliarios en la construcción de las periferias urbanas, sino un mínimo
relativo que se propone como diferenciación cualitativa respecto a los mínimos absolutos
establecidos por la especulación privada. En este sentido, el valor real de una vivienda no debe
proporcionarlo la superficie, sino el número de camas que puede contener (entendida como la
relación del objeto y el espacio independiente).

La ración de viviendas pasa a ser el estándar a que se refiere cualquier política de vivienda
encuentra otro parámetro de sus propias necesidades, en la composición numérica de la célula
familiar. Son dos paramentos que condicionan y definen la vivienda mínima como respuesta a
las necesidades de independencia de la vida de cada célula.

El proceso aparentemente lógico racional, proviene del paso sucesivo, pero estrechamente
relacionado, de la cantidad mínima individual a la cantidad mínima social, de la cual la primera
es una parte. El proceso se articula a por acumulación, varias camas forman una vivienda,
varias viviendas forma una unidad tipológica, varias unidades forman un asentamiento, y el
asentamiento es ciudad.

La aparente lógica desaparece cuando se considera que, dentro de cada paso de este proceso,
hay parámetros más complejos y articulados que son descartados a priori; además de la
representación política, religiosa y sobre todo la diversidad intrínseca al trabajo, cultura y ocio.

El mínimo relativo así entendí y programado no puede dejar de ser relacionado con
condiciones existenciales de tipo biológico y sociológico. Las primeras como referencias a lo
individual y las segundas como referencia a lo social. La experimentación arquitectónica de la
vivienda mínima, ha topado con los reglamentos edificatorios vigentes, que a su vez habían
sido lentamente modificados y mejorados mientras se mantenía la lucha casi secular contra la
especulación constructiva.

En el congreso de Bruselas se examina los métodos de construcción racional, comprendiendo


bajo este título no tanto los datos técnicos de la construcción propiamente dicha, sino más
bien los datos técnico económico de la edificación de nuevos conjuntos.

Desde el congreso de Frankfurt, a través del de Bruselas, se llegara al siguiente congreso en


que, como aquellos hacen presentir, se tratará el tema de la ciudad funcional. La vivienda es la
molécula del organismo urbano.

Basándose en los planteamientos y teniendo en cuenta los resultados examinados en


Frankfurt, los debates tienden a definir las tipológicas (casas e hileras, en línea, laminares)
como fundamentales para el aspecto, incluso formal de los nuevos asentamientos. Un solo
factor no aparece ni como hipótesis, la simultaneidad de diversos tipos de alojamientos es un
único complejo edificado, integrado o integrable a su vez con los servicios conectados a la
residencia. El congreso de Bruselas decreta la identificación entre tipo edificatorio y tipo de
vivienda, y es esta identificación la que permite la concreción de volumetrías contrapuestas o
repetidas dentro del asentamiento parcial-

Desaparición ratificada incluso por la ulterior disolución de la identidad entre tipo edificatorio
y tipo de vivienda, las casas altas, medias o bajas quedaron como volúmenes a componer
según el capricho o la regla del proyectista, mientras que las viviendas tendían cada vez más a
ser iguales unas de otras, según estándares cuantitativos.

Por consiguiente, el problema de la vivienda no es tan solo un problema de construir


alojamientos, sino que, sobre todo, es un problema de distribución de las viviendas.

Conclusiones
Las tesis que se confrontaron en Frankfurt y en Bruselas permanecieron invariables durante los
treinta años sucesivos y todavía hoy no han encontrado una solución adecuada sobre todo
para la interrelación entre decisión política y solución tecnicoarquitetonica. No se ha realizado
en cantidad ningún prototipo óptimo, como tampoco se ha emprendido ninguna producción
masiva de modelos experimentales.

En cambio, se ha difundido la solución “media” (casas de 4-5 plantas con dos viviendas por
cada rellano de escalera) que había sido la más criticada, cuando no descartada, en los dos
congresos, probablemente por motivos en parte distintos en los varios países, dichas solución
ha correspondido a exigencias genéricas de economía y de sociabilidad que han caracterizado
el planteamiento medio que se ha dado al problema de la vivienda.

Solo la prefabricación pesada, asumiendo el mínimo vital y el estándar tipológico como


parámetros de su propia organización, impulsara las búsquedas planteadas entonces,
poniendo de manifiesto, precisamente por la cuantificación que el proceso permite realizar los
límites y los defectos tanto tipológicos como morfológicos. Queda el hecho de que en los
congresos de Frankfurt y de Bruselas, experiencias importantes se llevaron a cabo con un gran
esfuerzo por parte de los arquitectos innovadores para afrontar y resolver la dualidad de
cantidad-calidad en las viviendas de las grandes ciudades, y represento consecuentemente el
momento de mayor compromiso con los problemas políticos sociales.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Le Corbusier. “Arquitectura o revolución”, en: Hacia una arquitectura,


(Buenos Aires: Poseidón, 1964), pp. 225 a 243.
“En la edificación se ha comenzado la fabricación en serie; se ha creado, de acuerdo a las
nuevas necesidades económicas, los elementos de detalle y los elementos de conjunto, se han
logrado realizaciones concluyentes en el detalle y en el conjunto. Si uno se enfrenta con el
pasado, hay una revolución en los métodos y en la amplitud de las empresas.”
“Aunque la historia de la arquitectura evoluciona lentamente a través de los siglos, en
modalidades de estructura y decoración, en cincuenta años el hierro y el cemento han aportado
conquistas que son el índice de una gran potencia de construcción y el índice de una
arquitectura con el código alterado. Si uno se coloca de cara al pasado, se ve que los estilos ya
no existen para nosotros, que se ha elaborado un estilo de época, que ha habido una
revolución.”
“El instinto primordial de todo ser viviente es asegurarse un albergue. Las diversas clases
activas de la sociedad no tienen ya un albergue adecuado: ni el obrero, ni el intelectual.”
“La clave del equilibrio actualmente roto, está en el problema de la vivienda: arquitectura o
revolución.”

En todos los dominios de la industria se han planteado problemas nuevos, y se han creado las
herramientas capaces de resolverlos. Se admite que esta época ha traído grandes
transformaciones. No es adecuado comparar la actividad intelectual, social, económica e
industrial solo en el periodo anterior del siglo XIX, sino en toda la historia de la civilización en
general.

La herramienta humana estaba siempre en la mano del hombre, pero hoy, totalmente
renovada y formidable, escapa momentáneamente de nuestro dominio.

Nuestra época se coloca, sin más que en sus últimos 50 años, frente a diez siglos transcurridos.
Durante esos diez siglos, el hombre ordenaba su vida de acuerdo a sistemas calificados de
“naturales”, emprendía el mismo su trabajo, lo llevaba a buen fin, teniendo toda la iniciativa de
su pequeña empresa, se levantaba con el sol y se acostaba por la noche, con las
preocupaciones del curso de su trabajo y las decisiones del mañana. Vivía como un caracol en
su concha. La familia transcurría plácidamente.

Ahora bien, cuando la familia se encuentra satisfecha, la sociedad es estable y susceptible de


perdurar. Esto concierne a diez siglos de trabajo organizado de acuerdo al módulo familiar y
también podría referirse a todos los siglos pasados hasta mediados del siglo XIX.

Pero veamos, hoy en día, el mecanismo de la familia. La industria ha llevado a la habitación en


serie. La especialización ata al hombre a su máquina, se exige de cada cual una precisión
implacable, ya que la pieza que pasa por la mano del próximo obrero no puede ser
nuevamente corregida y arreglada por él.
El obrero hace una piececilla durante meses, siempre la misma, quizás durante años o durante
toda su vida. No ve la finalidad de su trabajo, más que en la obra terminada.

¡La jornada de ocho horas! ¡Los tres turnos de la fábrica! ¿Qué ha pensado de esto el legislador
al conceder la jornada de 8 horas? ¿Qué va hacer el hombre que está libre desde las 6 de la
mañana hasta las 10 de la noche, desde las dos de la tarde hasta la noche? Hasta aquí, solo se
ha contado con la taberna. ¿Qué sucede con la familia bajo tales condiciones? El albergue
sigue ahí para acoger al hombre. Pero no, la casa es odiosa, y el espíritu no está educado para
tantas horas de libertad.

Los objetos de las industrias, de la propia vida moderna terminan por crear un cierto estado de
espíritu moderno. Por todas partes se ven maquinas que producen algo y que lo producen
admirablemente, con pureza. La máquina que habitamos es un trasto viejo, saturado de
tuberculosis. No hay un puente entre nuestras actividades cotidianas y la fábrica.
Se mata a la familia en todas partes y se desmoralizan los espíritus esclavizados a cosas
anacrónicas.

El espíritu de cada hombre, formado por su colaboración cotidiana con el acontecimiento


moderno, formula deseos, ya sean conscientes o inconscientes. El hombre siente, en el día de
hoy, que necesita un descanso tanto mental como físico del “duro trabajo”. Ese haz de deseos
constituye una suma de reivindicaciones, que nuestra organización social no tiene nada
preparado para responder ante ello.

¿Cuáles pueden ser las conclusiones de los intelectuales frente a las realidades actuales de la
vida moderna?
La magnífica expansión industrial de nuestra época ha creado una clase especial de
intelectuales tan numerosa que constituye la capa social activa. La época moderada esta frente
a ellos de manera brillante y resplandeciente, pero por el otro lado, cuando vuelven a sus
casas, con una economía precaria, retribuidos sin una relación verdadera, hallan de nuevo su
sucia concha de caracol y no pueden soñar con crear una familia.

La sociedad moderna no retribuye prudentemente a los intelectuales, pero tolera aun las
viejas modalidades de propiedad que se oponen a la transformación de la ciudad y de la casa.
La vieja propiedad está fundada sobre las herencias. Mientras todas las demás empresas
humanas están sometidas a la ruda moral de la competencia, el propietario es dueño de sí
mismo y de sus tierras.

El advenimiento de un tiempo nuevo solo se produce cuando lo ha preparado un sordo trabajo


anterior.
-La industria ha creado sus herramientas
-La empresa ha modificado sus usos
-La construcción ha hallado sus medios
-La arquitectura se encuentra ante un código alterado.

La industria ha creado herramientas nuevas. Una maquinaria semejante está hecha para llevar
el bienestar y aliviar el trabajo humano. Si se coloca esta renovación frente al pasado, hay una
revolución.

La empresa ha modificado sus usos y ahora le incumben las pesadas responsabilidades: Los
costos, las demoras, la solidez de la obra. Numerosos ingenieros ocupan sus oficinas, calculan,
practican intensivamente bajo una ley de economía, bajo la premisa de “barato” y “buena
calidad”. La inteligencia está en los orígenes de toda iniciativa, las innovaciones son audaces y
deseadas. La moralidad de la empresa se ha transformado. Hay revolución.

La construcción ha hallado sus métodos, que constituyen una liberación que los milenios
anteriores había buscado inútilmente. Todo es posible con el cálculo y la invención cuando se
dispone de las necesarias y perfectas herramientas. El hormigón y el Hierro han transformado
la construcción como antes la conocíamos, y las teorías y los cálculos de estos materiales
arrojan resultados alentadores. Hay revolución.

La arquitectura se encuentra ante un código alterado. Las innovaciones constructivas son tales,
que los viejos estilos, de los cuales padecemos obsesión, no pueden ocultarlas. Los materiales
empleados están más allá del alcance de los decoradores. Los estilos no existen ya, los estilos
están fuera de nosotros. Ha habido una revolución.

El hombre actual percibe por un lado un mundo que se elabora regular, lógica y claramente,
que produce con pureza cosas útiles y utilizables y, por otro lado, se encuentra en medio de un
viejo cuadro hostil, el albergue. Este mismo, le impide proseguir en las horas de reposo el
mismo camino espiritual que recorre en su trabajo, le impide crear una familia y vivir en el
seno de una familia organizada. La sociedad asiste así a la destrucción de la familia y descubre,
con terror, que perecerá.
Se trata de un problema de adaptación, en el cual están en juegos las circunstancias objetivas
de nuestra vida. Arquitectura o revolución, se puede evitar la revolución.

Hannes Meyer, “El nuevo mundo”, en: El arquitecto en la lucha de clases y


otros escritos, (Barcelona: Gustavo Gili, 1972), pp. 86 a 92
El vuelo del Norge al Polo Norte, el planetario Zeiss en Jena y la rotonave de Flettner,
representan las últimas fases de la mecanización de nuestro planeta. Dado que son el
resultado de una extrema precisión del pensamiento, todas estas realizaciones representan
una clara demostración del modo en que la ciencia sigue penetrando en nuestro ambiente.
Este nuevo conocimiento desgasta la base y transforma los valores existentes, da a nuestro
nuevo mundo su forma.

La simultaneidad de los eventos extiende enormemente nuestro concepto de tiempo y


espacio, enriquece nuestra vida. Vivimos más rápidamente y, por lo tanto, las largamente.

Cada época exige su propia forma. Nuestra misión es la de dar a nuestro mundo una nueva
forma con medio modernos. Pero nuestro conocimiento del pasado es una carga que pesa
sobre nuestras espaldas, y en nuestra educación avanzada están implícitos los impedimentos
que obstruyen trágicamente nuestras nuevas vías. Las antiguas instituciones de los viejos
tiempos se están volviendo obsoletas.
En su lugar, librados del peso de la belleza clásica, de una artística confusión de ideas o de los
ornamentos del arte aplicado, se elevan los testimonios de una nueva era: las ferias
industriales, los silos, los aeropuertos, etc. Todas estas cosas son los productos de una
fórmula: La función multiplicada por la economía. No son obras de arte. El arte es
composición, la finalidad es función.

Construir es un proceso técnico, no estético; la composición artística no concuerda con la


función de una casa adecuada a su finalidad. Hoy en día tenemos nuestra disposición nuevos
materiales para construir una casa. Nosotros organizamos estos materiales en una unidad
constructiva según la función del edificio y los principios económicos. La arquitectura ya no es
la continuación de una tradición o la materialización de emociones.

La forma constructiva no es peculiar de ningún país, es cosmopolita y es la expresión de una


concepción internacional de la arquitectura. Hoy cada fase de nuestra cultura expresiva es
prevalentemente constructiva. Un cartel no es una obra de arte, sino una obra de
sensacionalismo visual.

La ciudad es la aglomeración biológica más compleja, y debe regularse conscientemente y


amoldarse constructivamente al hombre. Las exigencias de la vida actual tienen toda la misma
naturaleza y se basan en la estratificación social. El resultado de dicha demanda colectiva es el
producto en serie.
El arte tiene un indiscutible derecho a la existencia, admitiendo que el espíritu especulativo de
la humanidad lo necesite todavía. Este nuevo trabajo creativo solo puede realizarse sobre la
base y con los medios de nuestro tiempo. El taller del artista se ha transformado en un
laboratorio técnico y científico, y sus obras son el fruto del pensamiento incisivo y del genio
inventivo.
La nueva obra de arte es obra para todos, y no una pieza para coleccionistas o el privilegio de
un solo individuo.

La revolución en nuestra actitud mental hacia la reorganización de nuestro mundo exige una
transformación en nuestros medios de expresión. El descredito de todas las obra de arte es
indiscutible, no hay duda de que su sustitución por un nuevo conocimiento exacto es
únicamente una cuestión de tiempo. El arte como imitación está a punto de ser desmantelado.
El arte se convierte en invención y realidad controlada.

¿Y la personalidad? ¿El corazón? ¿El alma? Somos partidarios de una absoluta segregación.
Hay que relegarlos a sus campos específicos: el impulso amoroso, el disfrute de la naturaleza y
las relaciones sociales.

-----------------------------------------------------------------------------------------

Luis Moya, ed., La vivienda social en Europa. Alemania, Francia y Países


Bajos desde 1945 (Madrid: Mairea, 2008)

Martin Pawley, Arquitectura vs. Vivienda de masas (Madrid; Blume, 1977)


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Luis Moya, ed. La vivienda social en Europa. Alemania, Francia y Países


Bajos desde 1945 (Madrid: Mairea, 2008).

AAVV, La IBA de Berlín (Madrid: AV Monografías nº 1 y 2, 1988).


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Un relato de conjunto, aunque centrado en temas recientes, está en:


Justin McGuirk, Ciudades Rebeldes (Madrid: Turner, 2015)

También podría gustarte