Resumen
Resumen
En: Arquitectura
contemporánea (Buenos Aires: Viscontea, 1982) (hay otras ediciones), pp.
14- 34
Cap.1 LA FORMACIÓN DE LA CULTURA URBANISTICA EN LA AMERICA DEL SIGLO XIX
Remontarse a una tradición significa rastrear los orígenes de un trayecto paralelo al de las
contemporáneas experiencias europeas, para verificar nuevas hipótesis acerca del origen de
prácticas e ideologías de intervención hoy en día totalmente vitales.
Los fenómenos como el ferrocarril o las grandes industrias, son estructuras con una gran
influencia en el desarrollo del nuevo ordenamiento urbano. La difusión de las “Company
towns”, son fruto de las formas que componen la estructura del capitalismo norteamericano.
Además de Lowell, surgieron otros modelos similares, pero fue la intervención del ferrocarril lo
que hizo realidad las intervenciones industriales y la ocupación de los terrenos. En 1850, 10 mil
millas de caminos de hierro se disponía en EEUU, un sistema totalmente adecuado al
desarrollo de las zonas industriales y que aceleraba los fenómenos de urbanización. Sin
embargo, concentración y descentralización son dos aspectos que no se alternan entre sí. La
formación de ciudades terciarias correspondía a una dispersión social de clases en sus
territorios.
Muy cerca de Chicago, Surge la Company town que resume el espíritu del capitalismo
norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX, La Pullman Town encargada por el magnate
Pullman. Las intenciones del plan Urbanístico no son apreciadas por Pullman, quien tiende más
a la forma arquitectónica a una cualidad formal productiva. La intervención del plan era tratar
de separar a los obreros del inestable ambiente social y político de la gran ciudad, producido
por la lucha de clases en 1870. Por otro lado, se procuraba asegurar el rígido control de sus
trabajadores tanto en lo político como en lo económico. Lo que ofrecía Pullman Town eran
módulos residenciales y servicios sin comparación en Norteamérica.
Sin embargo este aspecto de separación y rígido control se derrumba en 1894 por las huelgas y
los ambientes progresista. La huelga en Pullman complica la estructura sindical y el desarrollo
capitalista experimentado en las Company Towns, siendo esto una etapa crítica de la historia
del movimiento obrero. De un experimento urbanístico se llega, por consiguiente, a una
discusión que complica a la organización de todo el sistema.
Mientras tanto, toman forma nuevos modelos para el urbanismo. El culto a la Naturaleza y la
aspiración de crear en ella una nueva comunidad de sujetos incita a reconocer como modelos
las experiencias del paisaje de los jardines ingleses y de la urbanística europea.
Las alternativas que caracterizan la urbanística europea a finales del siglo XIX difieren
profundamente de las experiencias norteamericanas analizadas hasta ahora, teniendo como
protagonista un tema considerado central en el pensamiento político reformista: La “cuestión
de la vivienda”. Engels identifica las penurias de las viviendas de las grandes ciudades
industriales, estas podrían “resolverse” eliminado los valores de las bienes raíces, aboliendo o
reduciendo el tipo de interés del capital y facilitando la asequibilidad de la casa en propiedad.
Engels ofrece una explicación al porque en 1870 se propagan soluciones a la “cuestión de las
viviendas”, basadas en la ideología de la propiedad y en sistema de asentamientos en hotelitos
extraurbanos. La baja de los precios, necesaria para permitir el acceso a la propiedad de la casa
a la clase obrera, no puede realizarse, más que construyendo fuera de la ciudad.
En Alemania, con sus procesos de industrialización, existe una razón específica de mantener y
extender el trabajo a domicilio y ligarlo a una agricultura de subsistencia, esto genera una
proliferación de pequeños núcleos familiares pagados con salarios míseros y la adjudicación de
pequeños terrenos agrícolas para el autoconsumo. Por lo tanto, los salarios bajos son vitales
para esa política económica, y también lo es la propiedad para las familias siendo hogar y
autoconsumo.
Sax se refiere a Huber, un político que sostenía que el problema social tenía que resolverse
fundiendo fe católica y acción cooperativista. En 1847 se proyecta la primera sociedad
berlinesa de utilidad pública para combatir la especulación del suelo, construyendo casas en
régimen cooperativo en competencia con las empresas privadas. Los resultados del intento
fueron mínimos, pero Huber consigue proponer residencias dispuestas en anillo en torno de la
ciudad cuya distancia a los lugares de trabajo puede cubrirse con modernos medios de
transporte en un cuarto de hora.
Engels deslinda con precisión las fuentes de la dicha solución de los experimentos realizados
en Inglaterra que Sax mencionaba. Hechos por industriales que resolvieron por su cuenta la
cuestión de las viviendas obreras, saliéndose de las concentraciones urbanas y asumiendo el
compromiso de construir barrios residenciales anejos a las fábricas. Los casos analizados de
Lowell y la Pullman Town, y comparándolos con las intervenciones Inglesas se pueden ver
características análogas, pero con diversas derivaciones históricas. Los industriales ingleses,
eliminando la competencia del mercado urbano de las viviendas, pudieron establecer precios
de monopolio para sus obreros, controlando la movilidad y conflictividad.
Igualmente, dichos asentamientos resultaban plagados de epidemias, smog y males sociales,
cosas que siempre asechaban las grandes ciudades industriales.
En el pequeño núcleo de Copley, a unos tres kilómetros de Halifax, junto a la planta industrial
de Akroyd, tiende a insertarse sin disonancias en el ambiente rural, pretende demostrar que la
industria no comporta necesariamente el anonimato ni la dimensión deshumanizada de la
periferia urbana. Contrariamente, un buen asentamiento industrial ha de ser afín al paisaje
tradicional, con la ventaja de servicios más adecuados. Tal planteamiento es recogido en la
pequeña ciudad de Saltaire. A unos Seis kilómetros de Bradford, se trata de un conjunto mayor
y más organizado que Copley, con varios servicios de ocio, vivienda e higiénicos junto a la
fábrica.
Aquí, la ciudad industrial adopta un aspecto inspirado en el riguroso racionalismo que informa
la organización del trabajo, transformándola en austera dignidad formal. Estos son los
ejemplos que Engels cita como fuentes de los teóricos alemanas. La ciudad obrera de Krupp no
hace más que repetir las experiencias inglesas.
Pero Engels analiza también la experiencia de las Buildings Societies, como la creación de
Akroydon, y vuelve a proponer a Sax en forma de consorcios cooperativos mutualistas. Las
Building Societies inglesas recogen los ahorros de sus socios y emplean los fondos acumulados
para prestarlos a interés en la adquisición de viviendas. Funcionan como entidades de
préstamos mutualistas y como empresas de créditos hipotecarios.
“Las Building Societies, lejos de constituir un instrumento de iniciativa obrera, sirven, para
procurar inversiones hipotecarias más rentables a ahorradores pequeño-burgueses.”
Lo que a mediados del siglo XIX aparecen como experimentos aislados, llegan a ser modelos
ampliamente difundidos y perfeccionados a finales de ese siglo. Es el caso de dos experiencias
particularmente cualificadas en Inglaterra a finales de siglo. Las Company towns de Bournville
y Port Sunlight.
En la primera, la edificación cubre solo el 25% del suelo edificable y está inmersa en un sistema
continuo de parques y servicios sociales; asegurándose de que toda vivienda obrera cuente
con una huerta y un jardín propio.
EBENEZER HOWARD
Era un taquígrafo en el Parlamento londinense. En 1874 tuvo la oportunidad de conocer la
barriada de Riverside y 1888 quedo impresionado por una novela que describe una sociedad
sin conflictos de clases, organizada colectivamente en una especie de capitalismo de estado.
Howard describe después su modelo de esquema circular, atravesado por seis grandes
bulevares y dominando, en el centro, por dos hectáreas de parque circundado por los
principales edificios públicos. En torno a todo eso se extiende una galería acristalada,
concebida como jardín de invierno y como gran almacén comercial. Continuando al exterior se
encontraría una gran avenida circular donde se ubicarían escuelas, campos de juegos,
residencias. En un anillo exterior se sitúan fábricas, almacenes, mercados, etc, conectados
entre sí por una línea ferroviaria. Más allá en el exterior, terrenos agrícolas.
PARKER Y UNWIN
Estas personas laboraron en el surco de la tradición del Arts and Crafts, elevando el nivel de
calidad, intimidad residencial, funcionalismo y “honradez” formal se invocan como correctivos
del descalificado universo industrial.
De 1905 en adelante, trabajaron en los proyectos del Hampstead Garden Suburb. En él, la
variedad de trazados y el perfeccionamiento de los tipos de edificios entran en composición
con un centro cívico muy elaborado y con una nueva tipología vial, la aparición de los culdesacs
que se adentran entre los cottages.
Su perspicaz observación proporciona el tema de este artículo, que la vivienda del siglo XX es,
en alguna medida, el vestigio de una campaña totalmente exitosa por liquidar los antros de las
barriadas hacinadas y que lo que entendemos ahora como hogares decentes tiene su origen en
las indecencias que veremos aquí.
EL CONTAGIO DE LA INMORALIDAD
A mediados del siglo XIX, el estado de abarrotamiento de los pobres se vio sometido a una
implacable crítica social como parte de los preparativos de lo que un escritor anunciara como
“la tan prometida era de la legislación doméstica”. Pero cuando los audaces investigadores
descendieron a los barrios bajos y a las barriadas hacinadas para recabar estadísticas o para
dar testimonio de las vergüenzas de la pobreza, lo hicieron con el fin de pintar un cuadro de lo
más vistoso cuyo bosquejo ya había sido grabado nítidamente en la conciencia de todos los
reformadores. En 1848, Héctor Gavin publico Sanitary Ramblings, un meticuloso estudio de
bethnal Green y según Harold James Dyos, el informe más verosímil de un barrio bajo de la
primera etapa victoriana. Entre las muchas tablas y mapas del estudio se encontraba una
ilustración, una sección de una casa corriente de inquilinato destartalada y superpoblada. En
el texto se expone con bastante claridad que tales establecimientos podían encontrarse en
cualquier parte de Bethnal Green. Este era el fantasma que se encontraba detrás de la
filantropía, estos tres tipos de interior consentían ciertos males concretos.
En general, la inmoralidad era retratada como si fuera una enfermedad física que se
propagaba del mismo modo misterioso que las enfermedades contagiosas. Una gran variedad
de símiles, metáforas y analogías servían para describir la enfermedad moral tanto en términos
médicos como melodramáticos, enfatizando a menudo su potencial inmanente de infección a
la población en general fuera de su hábitat restringido en la barriadas hacinadas.
Anteriormente, las viviendas de los pobres habían sido tratadas como un asunto marginal de
filantropía rural, mientras que en las ciudades, los esfuerzos prácticos para controlar la
moralidad se habían limitado a los edificios de las prisiones, asilos de pobres, iglesias y
escuelas andrajosas, del mismo modo que había habido esfuerzos similares para controlar la
enfermedad en los hospitales. Pero ahora la reforma física y moral iba a tener lugar en el
centro mismo de la vida cotidiana. Dejaran una impronta de la vida de la gente.
GEOGRAFIA MORAL
Había una convención establecida, que quizás no era más que un recurso literario, que trataba
la ciudad como si fuera un mapa del mundo, con sus pastos, ciénagas y desiertos, sus regiones
exploradas y las que no lo estaban. El lenguaje, visto a través de estas analogías, transcendió
las fronteras tanto éticas como físicas. A primera vista, los mapas descriptivos de la pobreza
londinense, recopilados bajo la dirección de Charles Booth, parecían constatar las condiciones
de las viviendas, pero, a pesar de estar basados en inspecciones casa por casa y a pesar de que
se aplicó solo una graduación de tintas a las urbanizaciones domésticas, indican el deterioro de
los ocupantes y no el tejido construido.
Tan próxima era la supuesta correspondencia entre virtud, salud y elegancia, o vicio, pobreza y
vulgaridad, y tan cercanas eran estas características ligadas a la casa, que los mapas debían
leerse como un trazado simultaneo de:
1-Distribucion de la riqueza
2-Diferencia de clase
3-Variaciones del carácter moral
4- Viviendas malas, buenas y regulares.
A pesar de que las barriadas hacinadas de Londres se caracterizaban por muchos galpones
endebles y tugurios mal construidos, también contenían aquello que en su momento había
sido casas grandes y elegantes que, habiendo caído en decadencia en los últimos tiempos,
estaban repletas de criminales, prostitutas, holgazanes y mendigos.
Había dos características comunes al tugurio y a la mansión que los hacían inhabitables como
viviendas morales. En primer lugar, ambos ofrecían infinitas posibilidades de abrir huecos
hacia fuera y hacia dentro de los edificios y entre las habitaciones de manera que “cada
estancia del lugar es accesible desde el resto a través de una docena de accesos diferentes”.
Presentaba una red desconcertante e indescifrable de pasadizos, puertas, escaleras y
habitaciones donde era muy fácil perderse, ya que fuera queriendo o no.
Al mismo tiempo, los registros policiales describen una gran variedad de ingeniosas vías para la
huida, utilizadas por los infractores de la ley en retiradas. Las interminables conexiones de la
arquitectura tenían su homólogo en la aparentemente indiferenciada estructura de los bajos
fondos.
Así, en su rigidez, las casas modelo contrastaban fuertemente con los territorios confusos,
amontonados y repletos de vida de los barrios bajos. Pero aunque la redefinición
arquitectónica y la segregación de la familia podía salvar a aquellos que todavía no estaban
corrompidos, e incluso podían restringir la tentación y sojuzgar la pasión entre los mancillados,
quedaba bien claro que la casa de la reforma era, en sí, insuficiente para enmendar las vidas de
los habitantes empedernidos de los bajos fondos.
A uno solo le cabe suponer que los habitantes de los bajos fondos también eran conscientes de
que la elección no era solo entre viviendas buenas o malas, sino entre dos modos de vida
radicalmente diferentes. Los reformadores y profesionales de clase media dieron forma a la
vivienda filantrópica, personajes que buscaban remodelar a las clases bajas a su propia imagen
recientemente cristalizada. A través de la vivienda podían hacer que la familia se centrara en la
“facilidad, la paz y el confort” de su hogar bien ordenado. De este modo, esperaban arrancar la
vida de las calles, de los bares, de los lugares de diversión y centro nocturnos para aislarla,
analizarla sintácticamente y expurgarla hasta sacarle toda tumultuosidad, toda pasión y toda
violencia. Robert Kerr, propuso que las viviendas para los pobres constaran de una gran
habitación, dado que a ellos les gustaba vivir así, en la que deseaba ver la puertas traseras y
delanteras abiertas todo el día y criticaba el “dogma de las tres habitaciones” tal y como lo
propusieron anteriormente. La respuesta que se le dio a Kerr fue “que era una falacia decir
que, dado que los pobres les gustaba vivir en una sola habitación como norma, no debían darle
más a quienes intentaban mejorar las condiciones de sus viviendas”, para ofrecerles una idea
más elevada de su condición.
Henry Mayhew admitía que en los estratos más altos de la sociedad se encontraban mayores
ansias de socialización y diversión que en aquellos más bajos; eso es, dondequiera que todavía
no había sido reemplazado por la obligación absoluta de trabajar. La vivienda de la reforma no
era tanto una recompensa por el duro trabajo, sino su homologo necesario.
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El problema de la vivienda
El problema de la vivienda, entendido como una preocupación burguesa de prestar atención a
los alojamientos obreros, no parece haber dado muchos pasos adelante. Actualmente, las
grandes capitales europeas y las ciudades industriales de provincias, han aumentado su
población 3 o incluso 10 veces de lo que eran antes, y mostrando en evidencia la incapacidad
del sistema para resolver o proponer soluciones parcial a la cuestión de los alojamientos.
El ignorar o infravalorar no tanto el problema sino una solución al mismo, aun cuando parcial,
sin duda ha sido buena desde el punto de vista estrictamente político. Se ha evitado caer en la
ilusión de que la edificación popular fuese uno de los principales canales de la acción política, o
por lo menos el terreno sobre el cual confrontar los “resultados” de una determinada acción
política.
Tambien es verdad que las experiencias concretas a gran escala llevadas a cabo en este siglo,
han evidenciado los límites de la experiencia misma y mostrada la diversidad y novedosa
cantidad de problemas a afrontar. Por más que los sectores periféricos estén equipados y bien
ordenados, no resolverá la transformación de las aglomeraciones urbanas en su totalidad.
Por lo cual, la extensión a toda la ciudad, de su dimensión real y científicamente exacta del
problema y la utilización racional de todo el patrimonio edificado, da a este adjetivo un
carácter mucho más complejo que al limitarlo como instrumento apropiado para resolver solo
el problema de la edificación económica.
En realidad, rechazan cualquier referencia ideal con todos los proyectos ligados a las
propuestas tipológicas de los socialistas utópicos o con las realizaciones parciales que en ellas
se inspiraron. Es decir, no acontece lo que precedentemente había ocurrido, en el caso de la
Cite industrielle, de Garnier, ni lo que fue el caso de la cultura racionalista alemana: el
planteamiento de cuestiones generales en términos arquitectónicos y la consiguiente
utilización de todo experimento como de una ocasión concreta para demostrar, si bien
incompleta y parcialmente, la validez de ese planteamiento.
Hasta 1918, la edificación de Viena se basaba en varios decretos. Las construcciones solo
podían cubrir el 1,85% del terreno edificable, los sótanos eran habitables, el número de
plantas era referido a una altura absoluta. El típico apartamento obrero consistía de una
estancia de 4,5 a 5,5 m2 aprox, con cocina, asomándose al patio interior de la casa por encima
de una estrecha galería, que servía a otros apartamentos. A lo largo de la galería se disponían
retretes correspondiente a cada apartamento, y por cada planta, un grifo de agua para todos.
A veces los apartamentos contaban con otra habitación.
Este tipo de alojamiento era descrito como un “abrigo para la intemperie”, donde el obrero, en
un espacio reducido, permitía reposar su cuerpo completamente exhausto del trabajo. La vida
de estas personas se movía de manera miserable entre el lecho, el trabajo y las desdichas.
Quienquiera que hubiera nacido en ese tipo de lugar o lo haya habitado, estaba destinado a
ser degenerado y extinguirse, tanto corporal como mentalmente.
Se podía ver que Viena no escapaba de las leyes generales que poseían las ciudades
industriales del tipo capitalista.
La posguerra
Viena se convierte en república y sufre varios cambios. Su población se reduce, habiendo una
disminución de unos cientos de miles, y esto genero abandonos en las viviendas.
Se generó un proceso de toma de terrenos por parte del municipio de Viena. Este esfuerzo
genero un cuadro que mostraba la situación residencial de los ciudadanos vieneses, también
generaba la idea de usar estos terrenos para la creación de apartamentos a gran escala.
Otto Bauer tiene importancia en este tiempo, que encomendaba tanto para pequeñas como
grandes ciudades, el encargo de resolver el problema de la vivienda. Tambien daba
importancia al derecho de la casa con una reforma en los espacios de la misma, y el derecho a
establecer los alquileres de los pequeños apartamentos de manera que solo cubra el
mantenimiento y administración de la casa.
Ninguno de los conjuntos realizados es un modelo de residencia para todos. Tales conjuntos
no comparten la tesis de fondo de que, a través de la organización y sistematización de la
célula habitable en nuevos tipos de organismo arquitectónicos, se pudiese llegar a realizar una
nueva ciudad.
Más bien, el punto de partida del análisis crítico de la vivienda y de los conjuntos realizados
anteriormente por la edificación especulativa, el implícito reconocimiento de una determinada
cantidad de viviendas construidas y puestas a punto, aunque sea en forma injusta e inhumana,
se reconoce que fue un instrumento infame para el problema real y que puede ser cambiado
de manera radical
Tal planteamiento lleva a considerar a la ciudad en su conjunto, y a relacionar el problema de
la vivienda con dicho conjunto, no solamente entendiéndolo como una unidad político-
económica, pero también formal y morfológica.
Con su directa inserción en la estructura urbana, las manzanas son la primera alternativa real a
las soluciones cooperativistas, inspiradas parcialmente en las ciudades jardín. No es casual que
la esencia de la experiencia vienesa haya sido reanudada solamente en los países socialistas,
donde el problema de la vivienda, entendido en su totalidad, no podía ser resuelto más que en
un único marco urbano, con la presencia de una nueva periferia, y bien entendido que el
desarrollo por manzanas plantea problemas distintos a los planteados por el desarrollo por
bloques especulativos o barrios satélites.
La ciudad de Berlín
La historia del desarrollo de Berlín se presenta más como una antología de los problemas y de
las soluciones que han asumido muchas de las ciudades europeas, que como la construcción
de una estructura urbana claramente individualizable y reconocible. Berlín, la única ciudad
europea con dos sistemas metropolitanos complementarios que condicionan estrictamente el
desarrollo y las consecuentes relaciones entre partes; el núcleo histórico, muy reducido
respecto a las dimensiones totales, ni desaparece ni es transformado en su totalidad (al menos
hasta después de la guerra), siguiendo el proceso de ampliaciones sucesivas, entendidas mas
como agregaciones en el tiempo que como transformaciones generales del antiguo y nuevo
establecimiento urbano. Las implantaciones de las zonas industriales y manufactureras es del
todo casual, pero con una “permanencia” en sus ubicaciones más prolongada.
De cualquier modo, entre 1920-1930 sugiriendo las más serias tentativas de poner al día y de
transformar Berlín en la más importante ciudad moderna. El proyecto de Machler, por su
contenido de anticipación de una nueva y posible ordenación general, tiene el mérito de que,
tras él, la transformación del centro y la formación de una nueva periferia adquieren una
dimensión metropolitana, con problemas más complejos y articulados entre sí que los
afrontados por los tradicionales planes de desarrollo de la ciudad ochocentista.
Pero la concreta intervención en una metrópoli como Berlín no podía reducirse a esto. Si el
esquema de Machler abordaba el crecimiento de una ciudad contemporánea, no se pretendía
que ello se realizarse automáticamente, por virtudes taumatúrgicas inherentes de un diseño.
La estructura burocrático-administrativa de la ciudad mantiene una serie de frenos y de
obstáculos, parte de los cuales derivan de la escasa renovación en los órganos encargados de
la edificación y parte debido a ideas acerca de la ciudad y la arquitectura heredadas en un
genérico “conservadurismo”, totalmente sordo a las propuestas. En este sentido, las
observaciones de Bruno Taut sobre la ley “para la protección de Berlín”, o el diagrama
elaborado por Eric Mendelshon para denunciar el largo recorrido que cualquier proyecto debe
seguir antes de poder ser realizado son contribuciones polémicas tendentes a abrir el paso a
realizaciones más amplias y más validas, y que manifiestan las dificultades objetivas.
Los pocos “monumentos”, que la arquitectura moderna ha dejado e Berlín, pertenecen todos
al primer periodo, donde la dificultad de poner a punto un nuevo lenguaje expresivo y la
escasez de ocasiones concretas llevaron a cargar los organismos arquitectónicos de símbolos y
tensiones, no logrando transformarse en elementos de un nuevo paisaje urbano.
En 1925, parece ser el año en el cual las tentativas, las ideas y las aspiraciones de los pequeños
grupos tienden a organizarse para extender su propia influencia y para afrontar problemas
más complejos. De este año, data también el concurso para la restauración completa del Unter
den Linden, que confirma los vínculos internacionales del movimiento y el interés que la
ciudad suscitaba en todos los grupos europeos solo comparable al aspecto positivo suscitado
por la Unión soviética. En el proyecto del Unter den Linden, están ya bosquejados casi todos
los problemas que deberá afrontar la moderna arquitectura, siempre que se inserte en un
tejido urbano altamente caracterizado, como es la zona central de las grandes ciudades.
Desde este año a 1932, la puesta al punto de una nueva forma de la ciudad parece avanzar en
dos vías paralelas, que podría encontrarse donde uno de los dos términos (centro y periferia)
tiende a perder sus propias características para asumir las del otro.
De este modo va tomando forma una periferia distinta, autónoma, pero nunca del todo
autosuficiente. Lo que en la periferia se realiza, en el centro queda a nivel de propuesta. Pero
en el centro estaban presentes otras fuerzas, otros vínculos, otros símbolos que a menudo
constriñeron las propuestas a esquemas de solución simplemente “puestos al día”. Lo que en
la periferia era exacta correspondencia entre una distribución interna del apartamento y una
distribución urbanística de las manzanas, codifica en el espacio abierto e “indiferente” de las
ordenaciones en paralelo, en el centro deviene a menudo en “composición” de masas
edificadas imprecisas; abriendo, con muchos años de anticipación, la cuestión de los
contenedores, es decir, de la dificultad de definir y precisar el volumen administrativo y
comercial que en ellas encuentra la razón de su colocación y funcionamiento.
La posguerra
En el encendido clima de la derrota y de la revolución. Berlín reafirma su función como punto
de referencia para toda Alemania. No solo los acontecimientos políticos, sino también las
propuestas, las discusiones y las parciales experiencias político-culturales hacen de Berlín uno
de los centros más vivos e interesantes de Europa durante la posguerra.
El primer gran tema que se ve comprometido ideológica, política e incluso arquitectónica y
urbanísticamente es el de la socialización, que en el marco de un nuevo orden de toda la
república concierne también al problema de la vivienda.
Al igual que sucedió en Viena, el punto de partida es correcto, se trata de estudiar no el
problema de la vivienda en sí, sino una nueva perspectiva para el desarrollo de la ciudad, en la
cual tal cuestión asuma un papel determinante, pero no único, cuyo peso y cuya importancia
se irán precisando en tanto en cuanto se vayan individualizando las correspondencias y las
estrechas relaciones con problemas similares, como los del transporte, de los lugares de
trabajo, del ámbito territorial y regional.
Pero estas mejoras, lo que han hecho es aumentar el precio del suelo y los alquileres, y la
población más pobre ha sido pospuesta a los barrios periféricos de la ciudad. Para evitar los
elevados precios del suelo, se recurre a los suburbios, extendiendo a mismo tiempo la red de
comunicaciones; pero todavía más rápido que los medios de comunicación con la periferia, se
va prolongando entre tanto la especulación en los edificios, especulación que ya antes había
hecho aumentar los precios de suelo.
La discusión sobre la socialización, que de hecho finalizara en 1923, incide solo de forma
indirecta en la manera de realizar los grandes conjuntos necesarios y los modelos
experimentales a los que se referían las propuestas concretas. Las experiencias realizadas en
Alemania y en el propio Berlín no eran muchas, pero sin embargo, había tenido ya su influencia
sobre los problemas generales que se refieren a la enorme densidad de las ciudades.
La revolución soviética
Es necesario recordar aquellos hechos políticos y aquellas propuestas arquitectónicas que han
tenido relación con nuestro problema, teniendo presente que, a pesar de los estudios y los
documentos aparecidos en gran número en los años reciente, todavía no existe el material
suficiente para afrontar un juicio total sobre las experiencias habidas.
El 9 de mayo de 1918 se creó un servicio para la planificación de las ciudades y de los centros
habitados que, entre otras nuevas responsabilidades, tenía la de la vivienda.
El 16 de octubre de 1918 fueron definidas las funciones del Comité para la construcción
estatal, al que se le planteó la necesidad de construir, en Moscú, un barrio compuesto de
edificios de vivienda y equipamiento colectivo. El barrio deberá ser concebido como una parte
experimental de la ciudad futura.
Consecuentemente, 1919 fue promovido un concurso para un barrio modelo a los alrededores
de Moscú. En la convocatoria estaban definidos los tipos edificatorios, para las familias, las
viviendas estarían dotadas de cocina; para los solteros serian sin cocina, los edificios debían ser
de una o de dos planta y cada vivienda unifamiliar tendría acceso independiente, el
equipamiento colectivo consistiría en una cocina común, lavandería, baño público, asilo y
escuela.
Las preguntas planteadas a los obreros son las que se planteaban contemporáneamente los
arquitectos europeos, o por lo menos, afrontar la misma temática sociológica que los
arquitectos usaban como sostén de sus tesis. Como las perspectivas de una nueva forma de
vida, que tipo de estructuras sociales debían corresponder a las necesidades y a las relaciones
colectivas, en qué modo la mujer podía ser liberada de su esclavitud doméstica, como
transformar la educación infantil en una labor de equipo.
Se precisa así la casa comuna, que encontrara su propia tipología óptima en proyectos y
realizaciones.
La sustitución de las vivienda tradicional por los dormitorios colectivos o semi individuales, los
cuarteles obreros presuntamente modernizados y construidos mediante la enseña falaz de la
comuna de vivienda, no satisface a los usuarios, empleados u obreros, porque estas unidades
son incomodas y tampoco satisfacen a los promotores porque son caras.
El momento de desengañarse en lo que concierne a estas comunas ha llegado. Privaban al
obrero de la superficie habitable, a la cual tiene derecho, para transformarla en corredores y
pasajes cubiertos.
Como además la critica a las experiencias realizadas puede llegar a ser precisa, mientras que la
alternativa basada en razones políticas, sociológicas y económicas genéricas queda siempre en
forma genérica, las tentativas de una nueva definición del hábitat es totalizadora en mayor
grado que las propuestas experimentales.
Se trataba, una vez más de entender la vivienda obrera, no en sus términos defensivos
respecto a la ciudad, sino en sus relaciones con la ciudad socialista. Entender el problema de la
vivienda como un servicio social y hacer de él la base de una nueva ciudad primero usada y
después estructurada de forma completamente distinta a las precedentes y de las cuales era
una herencia. En realidad, la ciudad socialista no se ha realizado todavía y el problema
arquitectónico de la vivienda ha encontrado una solución de compromiso en las grandes
manzanas parcialmente equipadas que han caracterizado el desarrollo de las ciudades
soviéticas de 1930-1960.
Los motivos políticos, culturales y económicos son conocidos. Ya en 1929-1930 muchos de los
parámetros operativos que condicionan cualquier arquitectura, estaban consumados o
abandonados.
Ha habido que esperar a la década del 60 para que la arquitectura en cuanto a tal, haya vuelto
a emprender la investigación, tendiendo a replantear los términos, ahora entre parámetros
más complejos y en los cuales la vivienda pierde alguna de sus características sectoriales y
diferenciales.
En Frankfurt se discuten y se exponen ejemplos de vivienda para el mínimo nivel de vida o vida
mínima. El mínimo es todavía una cuestión de medidas pero no en sentido absoluto, sino
relativo a condiciones genéricamente cívicas o, de cualquier modo, indispensables, más que
para la supervivencia, para una existencia social. Y lo social, por su parte, no es toda la
sociedad sino que es exactamente aquella parte que puede ponerse en relacion con el mínimo
vital.
Por lo tanto, no se trata de un mínimo absoluto, que ya existía y estaba bien resuelto por parte
de los especuladores inmobiliarios en la construcción de las periferias urbanas, sino un mínimo
relativo que se propone como diferenciación cualitativa respecto a los mínimos absolutos
establecidos por la especulación privada. En este sentido, el valor real de una vivienda no debe
proporcionarlo la superficie, sino el número de camas que puede contener (entendida como la
relación del objeto y el espacio independiente).
La ración de viviendas pasa a ser el estándar a que se refiere cualquier política de vivienda
encuentra otro parámetro de sus propias necesidades, en la composición numérica de la célula
familiar. Son dos paramentos que condicionan y definen la vivienda mínima como respuesta a
las necesidades de independencia de la vida de cada célula.
El proceso aparentemente lógico racional, proviene del paso sucesivo, pero estrechamente
relacionado, de la cantidad mínima individual a la cantidad mínima social, de la cual la primera
es una parte. El proceso se articula a por acumulación, varias camas forman una vivienda,
varias viviendas forma una unidad tipológica, varias unidades forman un asentamiento, y el
asentamiento es ciudad.
La aparente lógica desaparece cuando se considera que, dentro de cada paso de este proceso,
hay parámetros más complejos y articulados que son descartados a priori; además de la
representación política, religiosa y sobre todo la diversidad intrínseca al trabajo, cultura y ocio.
El mínimo relativo así entendí y programado no puede dejar de ser relacionado con
condiciones existenciales de tipo biológico y sociológico. Las primeras como referencias a lo
individual y las segundas como referencia a lo social. La experimentación arquitectónica de la
vivienda mínima, ha topado con los reglamentos edificatorios vigentes, que a su vez habían
sido lentamente modificados y mejorados mientras se mantenía la lucha casi secular contra la
especulación constructiva.
Desaparición ratificada incluso por la ulterior disolución de la identidad entre tipo edificatorio
y tipo de vivienda, las casas altas, medias o bajas quedaron como volúmenes a componer
según el capricho o la regla del proyectista, mientras que las viviendas tendían cada vez más a
ser iguales unas de otras, según estándares cuantitativos.
Conclusiones
Las tesis que se confrontaron en Frankfurt y en Bruselas permanecieron invariables durante los
treinta años sucesivos y todavía hoy no han encontrado una solución adecuada sobre todo
para la interrelación entre decisión política y solución tecnicoarquitetonica. No se ha realizado
en cantidad ningún prototipo óptimo, como tampoco se ha emprendido ninguna producción
masiva de modelos experimentales.
En cambio, se ha difundido la solución “media” (casas de 4-5 plantas con dos viviendas por
cada rellano de escalera) que había sido la más criticada, cuando no descartada, en los dos
congresos, probablemente por motivos en parte distintos en los varios países, dichas solución
ha correspondido a exigencias genéricas de economía y de sociabilidad que han caracterizado
el planteamiento medio que se ha dado al problema de la vivienda.
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En todos los dominios de la industria se han planteado problemas nuevos, y se han creado las
herramientas capaces de resolverlos. Se admite que esta época ha traído grandes
transformaciones. No es adecuado comparar la actividad intelectual, social, económica e
industrial solo en el periodo anterior del siglo XIX, sino en toda la historia de la civilización en
general.
La herramienta humana estaba siempre en la mano del hombre, pero hoy, totalmente
renovada y formidable, escapa momentáneamente de nuestro dominio.
Nuestra época se coloca, sin más que en sus últimos 50 años, frente a diez siglos transcurridos.
Durante esos diez siglos, el hombre ordenaba su vida de acuerdo a sistemas calificados de
“naturales”, emprendía el mismo su trabajo, lo llevaba a buen fin, teniendo toda la iniciativa de
su pequeña empresa, se levantaba con el sol y se acostaba por la noche, con las
preocupaciones del curso de su trabajo y las decisiones del mañana. Vivía como un caracol en
su concha. La familia transcurría plácidamente.
¡La jornada de ocho horas! ¡Los tres turnos de la fábrica! ¿Qué ha pensado de esto el legislador
al conceder la jornada de 8 horas? ¿Qué va hacer el hombre que está libre desde las 6 de la
mañana hasta las 10 de la noche, desde las dos de la tarde hasta la noche? Hasta aquí, solo se
ha contado con la taberna. ¿Qué sucede con la familia bajo tales condiciones? El albergue
sigue ahí para acoger al hombre. Pero no, la casa es odiosa, y el espíritu no está educado para
tantas horas de libertad.
Los objetos de las industrias, de la propia vida moderna terminan por crear un cierto estado de
espíritu moderno. Por todas partes se ven maquinas que producen algo y que lo producen
admirablemente, con pureza. La máquina que habitamos es un trasto viejo, saturado de
tuberculosis. No hay un puente entre nuestras actividades cotidianas y la fábrica.
Se mata a la familia en todas partes y se desmoralizan los espíritus esclavizados a cosas
anacrónicas.
¿Cuáles pueden ser las conclusiones de los intelectuales frente a las realidades actuales de la
vida moderna?
La magnífica expansión industrial de nuestra época ha creado una clase especial de
intelectuales tan numerosa que constituye la capa social activa. La época moderada esta frente
a ellos de manera brillante y resplandeciente, pero por el otro lado, cuando vuelven a sus
casas, con una economía precaria, retribuidos sin una relación verdadera, hallan de nuevo su
sucia concha de caracol y no pueden soñar con crear una familia.
La sociedad moderna no retribuye prudentemente a los intelectuales, pero tolera aun las
viejas modalidades de propiedad que se oponen a la transformación de la ciudad y de la casa.
La vieja propiedad está fundada sobre las herencias. Mientras todas las demás empresas
humanas están sometidas a la ruda moral de la competencia, el propietario es dueño de sí
mismo y de sus tierras.
La industria ha creado herramientas nuevas. Una maquinaria semejante está hecha para llevar
el bienestar y aliviar el trabajo humano. Si se coloca esta renovación frente al pasado, hay una
revolución.
La empresa ha modificado sus usos y ahora le incumben las pesadas responsabilidades: Los
costos, las demoras, la solidez de la obra. Numerosos ingenieros ocupan sus oficinas, calculan,
practican intensivamente bajo una ley de economía, bajo la premisa de “barato” y “buena
calidad”. La inteligencia está en los orígenes de toda iniciativa, las innovaciones son audaces y
deseadas. La moralidad de la empresa se ha transformado. Hay revolución.
La construcción ha hallado sus métodos, que constituyen una liberación que los milenios
anteriores había buscado inútilmente. Todo es posible con el cálculo y la invención cuando se
dispone de las necesarias y perfectas herramientas. El hormigón y el Hierro han transformado
la construcción como antes la conocíamos, y las teorías y los cálculos de estos materiales
arrojan resultados alentadores. Hay revolución.
La arquitectura se encuentra ante un código alterado. Las innovaciones constructivas son tales,
que los viejos estilos, de los cuales padecemos obsesión, no pueden ocultarlas. Los materiales
empleados están más allá del alcance de los decoradores. Los estilos no existen ya, los estilos
están fuera de nosotros. Ha habido una revolución.
El hombre actual percibe por un lado un mundo que se elabora regular, lógica y claramente,
que produce con pureza cosas útiles y utilizables y, por otro lado, se encuentra en medio de un
viejo cuadro hostil, el albergue. Este mismo, le impide proseguir en las horas de reposo el
mismo camino espiritual que recorre en su trabajo, le impide crear una familia y vivir en el
seno de una familia organizada. La sociedad asiste así a la destrucción de la familia y descubre,
con terror, que perecerá.
Se trata de un problema de adaptación, en el cual están en juegos las circunstancias objetivas
de nuestra vida. Arquitectura o revolución, se puede evitar la revolución.
Cada época exige su propia forma. Nuestra misión es la de dar a nuestro mundo una nueva
forma con medio modernos. Pero nuestro conocimiento del pasado es una carga que pesa
sobre nuestras espaldas, y en nuestra educación avanzada están implícitos los impedimentos
que obstruyen trágicamente nuestras nuevas vías. Las antiguas instituciones de los viejos
tiempos se están volviendo obsoletas.
En su lugar, librados del peso de la belleza clásica, de una artística confusión de ideas o de los
ornamentos del arte aplicado, se elevan los testimonios de una nueva era: las ferias
industriales, los silos, los aeropuertos, etc. Todas estas cosas son los productos de una
fórmula: La función multiplicada por la economía. No son obras de arte. El arte es
composición, la finalidad es función.
La revolución en nuestra actitud mental hacia la reorganización de nuestro mundo exige una
transformación en nuestros medios de expresión. El descredito de todas las obra de arte es
indiscutible, no hay duda de que su sustitución por un nuevo conocimiento exacto es
únicamente una cuestión de tiempo. El arte como imitación está a punto de ser desmantelado.
El arte se convierte en invención y realidad controlada.
¿Y la personalidad? ¿El corazón? ¿El alma? Somos partidarios de una absoluta segregación.
Hay que relegarlos a sus campos específicos: el impulso amoroso, el disfrute de la naturaleza y
las relaciones sociales.
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