No es sencillo explicar qué cosa es el espacio, ya que se trata de un término que puede tener muchas y
muy distintas acepciones, dependiendo del contexto que lo acompañe. La palabra espacio proviene del
latín spatium, término con el que los filósofos de antaño nombraban a la materia, terreno o tiempo que
separa a un punto A de un punto B.
Sus primeras definiciones en el Diccionario de la Lengua Española apuntan a términos como “extensión”,
“distancia”, “capacidad” o “transcurso”, ya que en el fondo entendemos por espacio una proporción o
relación.
Así, es espacio la porción de mundo que ocupa un cuerpo determinado, y que no puede ser al mismo
tiempo ocupado por ningún otro. También es espacio la distancia que hay entre una cosa y otra, o
inclusive el lapso de tiempo entre un evento y otro diferente.
Este tratado ha gobernado el compromiso humano con el espacio exterior durante medio siglo. Con la
excepción de algunas flagrantes infracciones –como las pruebas de misiles antisatélite hechas por EEUU,
Rusia, China e India– este régimen predominantemente pacífico ha favorecido el desarrollo de la
globalización que en muchos casos se apoya tecnológicamente en satélites en la órbita terrestre. Dado
que la mayor parte de los países han acatado los principios del OST, los estados y las empresas han
gozado de una relativa estabilidad para desarrollar y desplegar dichas tecnologías.
Sin embargo, a partir del año 2015 y en tiempos de Obama, EEUU ha empezado a confrontar los
preceptos de la OST, con la firma de la Ley de Competitividad sobre Lanzamientos Comerciales al
Espacio. En contradicción con el articulado y el espíritu del OST dicha ley reconoce la apropiación privada
por parte de nacionales estadounidenses de cualquier recurso descubierto en el espacio exterior, y no
solo eso, sino que permite que los ciudadanos estadounidenses puedan demandar a cualquier entidad
que entorpezca la apropiación privada de cualquier recurso espacial. En la misma línea, en 2019, el
Congreso de EEUU autorizó la creación de una “Fuerza Espacial”, ignorando las múltiples objeciones que
surgieron de entre las filas de los dos grandes partidos por razones legales, presupuestarias y morales. La
decisión –ejecutada en pleno Estado de Emergencia Nacional por la pandemia de la COVID-19, fue
seguida por una orden ejecutiva del presidente Trump –fechada el 6 de abril de 2020– con el objetivo de
promover la explotación minera de la Luna y de otros planetas por parte del sector privado, y que
manifestaba explícitamente la desaprobación de la idea del espacio exterior como un patrimonio común
de la humanidad. Es, por tanto, cada vez más urgente y necesario que se lleve a cabo una investigación
profunda sobre el impacto de estas decisiones sobre las dinámicas geopolíticas vigentes en, y afectadas
por, el espacio exterior.