ALEMANIA ATACA A RUSIA. Winston S. Churchill
ALEMANIA ATACA A RUSIA. Winston S. Churchill
CHU RCHILL
“LA SEGUNDA.
CUERRA MUNDIAL
ALFMANIA ATACAA RUSIA
LA SEGUNDA
GUERRA MUNDIAL
SIR WINSTON S. CHURCHILL
MEMORIAS
na
GRAN ALIANZA
MEMORIAS
LA SEGUNDA
GUERRA MUNDIAL
III. LA GRAN ALIANZA
1. ALEMANIA ATACA A RUSIA
EDICIONES ORBIS, S. A.
'ond World War (1948-1954)
The grand alliance
1 Germany drives East
13
que enfrentarnos tal como los definían los datos que tenía-
mos en nuestra posesión.
El espacio ño permitiría, ni tengo, además, en muchos
casos el derecho de insertar aquí las respuestas, que to-
maron muchas veces la forma de extensas memorias
departamentales. He tratado, por consiguiente, de evitar
con cuidado, hasta donde me ha sido posible, arrojar
censura alguna sobre nadie. Donde ha sido dable, he in-
tentado dar un sumario de mis respuestas a los telegramas.
En conjunto, sin embargo, los documentos impresos refie-
ren lo ocurrido.
En este volumen volvemos a tratar de la guerra en gran
escala; y la lucha del frente ruso absorbió a tantas divi-
siones por ambos bandos como las que tomaron parte en
la batalla de Francia. A lo largo de un frente muchísimo
más extenso que aquél, grandes masas se enfrentaban,
lanzándose a una carnicería sin parangón en ningún otro
teatro bélico. Por mi parte, debo limitarme a emplear la
lucha entre los ejércitos alemanes y rusos sólo como telón
de fondo de las acciones de guerra de la Gran Bretaña y
los aliados occidentales.
La resistencia rusa de 1941 y 1942 merece un estudio a
fondo y desapasionado en los anales de nuestra literatura
histórica. Aunque no llegue a facilitarse ocasión a los ex-
tranjeros para narrar los sufrimientos y la gloria de Rusia,
no por ello debe renunciarse al intento. Ni éste debe dejarse
desarmar por el hecho de que el gobierno soviético se haya
adjudicado para sí todo el honor de la victoria.
La invasión hitleriana de Rusia puso fin al período de casi
un año de duración, en el curso del cual la Gran Bretaña y
su Imperio se sostuvieron solos, sin desmayos, adquiriendo
cada día mayor fortaleza. Seis meses después, los Estados
Unidos, brutalmente agredidos por el Japón, se convirtieron
en nuestros aliados en todo y por todo. El terreno para una
acción unificada lo había preparado ya de antemano mi co-
rrespondencia con el presidente Roosevelt, y fue posible pre-
14
ver no solamente la forma de nuestras operaciones sino
hasta su secuencia. La efectiva coordinación de todo el
mundo de habla inglesa en la prosecución de la guerra y la
creación de la Gran Alianza, forman la conclusión de esta
parte de mi relato.
| WINSTON S. CHURCHILL
Chartwell, 1 de enero de 1950.
Debo repetir las gracias por la ayuda recibida de aquellos que me pres-
taron ya su colaboración en el volumen anterior, a saber: teniente general
sir Henry Pownall, comodoro G. R. G. Allen, coronel F. W. Deakin, sir
Edward Marsh, Mr. Denis Kelly y Mr. C. C. Wood. Tengo que dar las gra-
cias también a muchos otros que han leído estas páginas y han hecho co-
mentarios sobre ellas.
Lord Ismay ha seguido aportándome su ayuda, lo mismo que muchos
otros amigos míos.
Testimonio aquí mi agradecimiento al gobierno de Su Majestad por ha-
berme autorizado a reproducir aquí el texto de ciertos documentos oficia-
les, cuyos derechos pertenecen a la Corona, según consta legalmente en
la Oficina de Impresos de Su Majestad. A petición del gobierno de Su Ma-
jestad y por razones de seguridad he parafraseado algunos de los telegra-
mas publicados en este volumen. Estos cambios no han alterado en lo
más mínimo el sentido ni la sustancia de dichos telegramas.
MORALEJA DE ESTA OBRA
En la Derrota, Altivez
En la Guerra, Resolución
En la Victoria, Magnanimidad
En la Paz, Buena Voluntad
TEMA DE ESTE VOLUMEN
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Teníamos en todo caso unos firmísimos cimientos en la Gran Bretaña.
Yo estaba seguro de que con tal de que mantuviésemos el máximo estado
de preparación en el país, así como las fuerzas necesarias, una tentativa de
invasión alemana durante el año 41 no acabaría en derrota para nosotros.
La fuerza aérea alemana en todos los frentes era poco mayor que en 1940,
mientras la nuestra había aumentado de cincuenta y una a setenta y ocho
escuadrillas, y nuestros bombarderos de veintisiete a cuarenta y cinco es-
cuadrillas. Los alemanes no habían ganado la batalla del aire en 1940. Pa-
recían tener muy pocas probabilidades de ganarla en 1941. Nuestro ejército
metropolitano había aumentado considerablemente. Entre septiembre de
1940 y septiembre de 1941, de veintiséis divisiones activas aumentó hasta
treinta y cuatro, más cinco divisiones blindadas. A esto hay que añadir la
madurez de las tropas y el enorme aumento de los armamentos. La Guar-
dia Metropolitana había ascendido de un millón a un millón y medio de
hombres; y ahora todos tenían armas de fuego. El número, la movilidad, el
equipo, la instrucción, la organización y las obras de defensa habían mejo-
rado extraordinariamente. Hitler, desde luego, tenía una superabundancia
de soldados para la invasión. Para conquistarnos hubiera tenido que trans-
portar y pertrechar a través del canal a un millón de hombres cuando me-
nos. Es posible que por 1941 tuviese ya una gran cantidad, aunque insufi-
ciente, de lanchas de desembarco. Pero con nuestra preponderante avia-
ción y nuestro poderío naval, dándonos el dominio de ambos elementos, no
nos cabía la menor duda de nuestra capacidad para destruir o diezmar con-
siderablemente su flota. Todos los argumentos, por lo tanto, en que nos
habíamos apoyado en 1940 eran ahora incomparablemente más fuertes.
Mientras no se descuidara la vigilancia ni se produjeran serias reducciones
en nuestras defensas, el Gabinete de Guerra y los jefes de Estado Mayor no
experimentaban la menor ansiedad.
* Aunque nuestros amigos americanos, algunos de cuyos generales nos
visitaron, adoptaban el punto de vista más alarmista ante nuestra situa-
ción, y el mundo en general consideraba la invasión de Inglaterra como
probable, nosotros nos creíamos en libertad de mandar allende los mares
todas las tropas que podían transportar los barcos de que disponíamos,
así como mantener una guerra ofensiva en el Próximo Oriente y en el
Mediterráneo. Éste era el gozne sobre el que giró nuestra victoria final, y
fue en 1941 cuando tuvieron lugar los primeros acontecimientos más sig-
nificativos. En la guerra, los ejércitos tienen que luchar. Africa era el único
continente en el cual podíamos enfrentarnos por tierra con nuestros ene-
migos. La defensa de Egipto y de Malta eran para nosotros deberes con-
minatorios, y la destrucción del imperio italiano el primer trofeo que
podíamos ganar. La resistencia británica en el Próximo Oriente a las
triunfantes fuerzas del Eje y nuestra tentativa de alinear a los Balcanes y
a Turquía contra aquéllas forman el tema y la trama de nuestra historia.
Las victorias del desierto alegraron los primeros días del año. Bardia se
rindió el 5 de enero con más de cuarenta mil hombres. Tobruk parecía
26
encontrarse a nuestro alcance y efectivamente fue tomado, con cerca de
treinta mil prisioneros, en una quincena. El 19 reocupamos Kassala, en el
Sudán, y el 20 invadíamos la colonia italiana de Eritrea, apoderándonos
de la cabeza de ferrocarril de Biscia pocos días después. Este mismo día el
emperador Haile Selasie entró de nuevo en Abisinia. Pero, entre tanto,
se acumulaban los informes sobre los movimientos y preparativos alema-
nes para una campaña en los Balcanes. Establecí para los jefes de Estado
Mayor una apreciación de la guerra en conjunto, a cuyos términos dieron
todos su conformidad.
27
al Lago Rodolfo. En cualquier momento podemos recibir peticiones de ar-
misticio por parte de la guarnición italiana copada en Abisinia. Este ejército
debe haber sido engolosinado con esperanzas de una conquista italiana del
delta y del Canal, mediante la cual se podrían restablecer las comunicacio-
nes y el envío de suministros por el Nilo y el mar Rojo. Estas esperanzas
están ya desvanecidas. Por otra parte, la vasta extensión de Abisinia, ia falta
de comunicaciones, especialmente marítimas, y la imposibilidad de alimen-
tar grandes fuerzas, pueden ser causa de una demora indefinida. No es, sin
embargo, Una esperanza descabellada pensar que hacia finales de abri el
ejército italiano se habrá rendido o habrá sido aniquilado.
6. En el momento en que esto sea evidente, será factible el avance hacia
el norte de todas las fuerzas efectivas de Kenya, así como las dei Sudán y
de Abisinia. A partir de ese momento, estas fuerzas constituirán una reserva
disponible para las operaciones del Mediterráneo oriental. Si calculamos las
actuales fuerzas de los ejércitos del Próximo Oriente en unos 370.000 hom:
bres (incluyendo los convoyes W. S. 5 y 6), es razonable esperar que en ei
valle del Nilo se sitúe ei equivalente de diez divisiones, junto con otras divi-
siones procedentes de Ingiaterra, formando un totai de doce, después de
proveer a las necesarias guarniciones de seguridad para Abisinia, Cirenai:
ca, Egipto y Palestina. Estas doce divisiones estarán, por consiguiente, libres
(aparte nuevas distracciones) hacia finales de abril.
28
a, dan vida
9. Las probabilidades de demora en España hasta la primaver
esperanz a de que el gobierno de Vichy, bajo la presión o una eventual
a la
al ge-
invasión alemana, pueda, o trasladarse al norte de África, o autorizar
de que el
neral Weygand a hacerlo. Si tal acontecimiento se produjese antes
estrecho de Gibraltar caiga en manos alemanas, tendremos grandes proba-
bilidades de resistir indefinidamente a una tentativa alemana contra elestre-
;
cho. Podríamos trasladar tropas a Marruecos por los puertos del Atlántico
del
tendríamos la disponibilidad de las bases aéreas francesas de Africa
revolu-
Norte. Toda la situación del Mediterráneo quedaría completamente
en
cionada en nuestro favor. La situación de las restantes tropas italianas
Trípoli se haría insostenible. Podríamos abrir el Mediterráneo para el avitua-
llamiento y refuerzo del Próximo Oriente. .
al mariscal
10. Por consiguiente, hemos considerado oportuno asegurar
Pétain y al general Weygand que les ayudaríamos con seis divisiones, im-
en
portantes fuerzas aéreas y las fuerzas navales necesarias, en el momento
vehemente-
que se consideren en situación de poder dar el paso que tan
mente deseamos. Les hemos hecho ver también el peligro de demorar esta
acción hasta que los alemanes se hayan abierto paso a través de España y
se hayan hecho dueños del estrecho y del norte de Marruecos. Sólo nos
queda esperar y ver qué hace Vichy. Entre tanto, reforzamos el bloqueo de
Francia eficazmente y tal como lo sugiere la conveniencia naval, en parte
por cuestión de principio, en parte para procurar una «cortina de humo» de
fricción anglofrancesa, pero especialmente para que el gobierno de Vichy
no se figure que si no hace nada, la vida será tolerable para ellos en lo que
a nosotros concierne. Es nuestro mayor interés que los acontecimientos se
desarrollen rápidamente en Francia. Es de presumir que Hitler se da cuenta
de esto. Sin embargo, todas las probabilidades indican que el clímax francés
se desarrollará antes de que ocurra nada decisivo en España.
IV
11. Debemos estar esperando en todo momento que Hitler no tarde en
descargar algún fuerte golpe, y que ahora ya está haciendo los preparativos
en gran escala con la habitual meticulosidad alemana. Puede desde luego
descender fácilmente por Italia y establecer sus fuerzas aéreas en Sicilia.
Acaso sea lo que esté haciendo ya.
Se ruega a los jefes de Estado Mayor que apresuren su estudio del «Influ-
jo» [plan de ocupación de Sicilia], que seguramente requerirá tratamiento
de prioridad. No cabe prever, sin embargo, cómo «Influjo» puede lograr
prioridad sobre las operaciones de Libia; en todo caso, pase lo que pase, no
se le debe conceder tal carácter hasta que Tobruk haya sido tomado y se
haya establecido en él, si no más al oeste, una buena base avanzada para
proteger Egipto.
V
12. Todo lo antedicho demuestra que nada convendría mejor a nuestros
intereses que cualquier avance alemán en los Balcanes fuese demorado
hasta la primavera. Por esta misma razón es de temer que comience antes.
Las hazañas del ejército griego nos han sido de gran ayuda. Se han expre-
sado con generosidad sobre la excesivamente modesta ayuda aérea, que ha
sido cuanto hemos podido hacer por ellos. Pero si sus éxitos van seguidos
de una derrota o un paro en las operaciones, es de creer que nos pedirán
29
nueva ayuda. La única ayuda rápida que les podemos prestar consiste en
otras cuatro o cinco escuadrillas del Oriente Medio, quizá algunos regi-
mientos de artillería y algunos o todos los tanques de la Segunda División
blindada, recién llegada a Egipto y estacionada alli. -
El «Furious» ha arribado a Takoradi, y cuarenta Hurricanes se sumarán
pronto a las fuerzas del mariscal del Aire Longmore, aumentándolos hasta
más de cien Hurricanes. Sus pérdidas en la ofensiva han sido sorprendente
mente bajas. Su gesto al retirar escuadrillas de Aden y Sudán ha sido vindi-
cado. Tobruk puede caer en breve en nuestras manos, y parece que des-
pués será menester pensar en reforzar la ayuda aérea a Grecia. Esto debería
incluir escuadrillas de Hurricanes. ¿Han sido alargados y adaptados a ellos
los aeródromos de Grecia? ¿Ha sido acondicionado el campo de Creta para
su aterrizaje de escala? La necesidad, cuando se presente, puede ser muy
urgente. Todo debe ponerse en marcha ahora mismo. Tenemos que saber
también cuánto tiempo hará falta para trasladar la Segunda División blinda-
da al Pireo y qué cifras significa esta operación.
13. Todo parece indicar que un fracaso de Grecia en la toma de Valona
tendrá graves consecuencias. Es posible que el general Wavell, sin más fuer-
zas que las que emplea ahora en el desierto occidental, y pese a alguna re-
ducción de sus fuerzas aéreas, pueda conquistar la provincia de Cirenaica y
establecerse en Bengasi; pero no sería conveniente que por ocupar Bengasi
los griegos perdiesen la ocasión de tomar Valona, dejándoles así desalenta-
dos y enojados, y quién sabe si dispuestos a una paz separada con ltalia.
Hay que arrostrar, por consiguiente, la perspectiva de que después de To-
bruk el avance de las fuerzas del Nilo hacia el oeste puede verse seriamente
obstruido. Yo veo claramente que el apoyo a Grecia debe tener prioridad en
cuanto se haya asegurado el flanco occidental de Egipto.
VI
14. La actitud de Yugoslavia puede quedar netamente definida según la
ayuda que prestemos a los griegos y la suerte de éstos ante Valona. Aun
cuando es imposible dogmatizar, sería más natural que los alemanes avan-
zasen por Rumania hacia el mar Negro y, siguiendo a través de su antigua
aliada Bulgaria, hacer presión sobre Salónica, que no que se abrieran paso
a través de Yugoslavia. Muchos movimientos de tropas y muchos más ru-
mores parecerían indicarlo así. Evidentemente hay un gran incremento de
fuerzas alemanas y una mejora de las comunicaciones con el sudeste. Debe-
mos obrar, pues, de forma de asegurar que si Alemania penetra en Bulga-
ría, Turquía entrará en la guerra. Si Yugoslavia se mantiene firme y no es
molestada, si los griegos toman Valona y se' mantienen en Albania, si Tur-
quía se convierte en un aliado activo, la actitud de Rusia puede verse favo-
rablemente afectada. Cualquiera puede ver cuán odioso, y desde luego
peligroso, tiene que ser para Rusia un avance alemán hacia el mar Negro o
el Egeo a través de Bulgaria. Sólo el miedo mantendrá a Rusia fuera de la
querra, y acaso un fuerte frente aliado en los Balcanes, con el creciente
prestigio de las armas británicas, puede aminorar este temor. Pero no debe-
mos contar con ello.
Vil
15. Finalmente, pero dominando todo nuestro esfuerzo de guerra, hay la
amenaza de invasión, la guerra aérea y sus efectos en la producción, y
la gravosa presión sobre nuestros puertos occidentales y nuestras comuni-
caciones con el noroeste. No cabe la menor duda de que la necesidad para
Herr Hitler de matar de hambre o aplastar a Inglaterra es más fuerte. que
nunca. Ni una gran campaña en el este de Europa, ni la derrota de Rusia, ni
la conquista de Ucrania, ni un salto del mar Negro al mar Caspio pueden,
ni juntos ni por separado, procurarle una paz victoriosa mientras el poderío
aéreo de la Gran Bretaña siga creciendo y tenga que vigilar un continente
entero de pueblos hambrientos y descontentos. Por consiguiente, la tarea de
impedir la invasión, de alimentar la isla y de acelerar nuestra producción de
armamentos no debe en ningún caso verse pospuesta por otro objetivo
cualquiera.
31-XII-40
Duce:
.-«Al examinar la situación general he llegado a las siguientes conclu-
siones.
1. La guerra en el oeste está prácticamente ganada. Es necesario, sin
embargo, un violento esfuerzo final para aplastar a Inglaterra. A fin de
determinar la manera de reaiizarlo, debernos pesar los factores que separan
todavía a Inglaterra del derrumbamiento completo después que la intensifi-
cación de nuestras ofensivas aéreas y submarinas haya surtido su efecto,
En esta batalla, y una vez hayamos alcanzado las primeras fases del éxi-
to, serán necesarias importantes medidas políticas a fin de preparar el asalto
final a las islas británicas. La concentración de estas fuerzas, y particular-
mente los enormes depósitos de suministros, requerirán una defensa antiaé-
rea muy superior a nuestros cálculos originales.
2. Francia. El gobierno francés ha destituido a Laval. Las razones oficia-
les que me han sido comunicadas, son falsas. No me cabe la menor duda de
que la verdadera razón es que, desde el África del Norte, el general Wey-
gand está haciendo demandas que equivalen a un chantaje, y que el gobier-
no de Vichy no se encuentra en situación de reaccionar sin arriesgarse a
perder Africa del Norte. Asimismo considero probable que en Vichy existe
una capillita que aprueba la política de Weygand, al menos tácitamente. No
creo que Pétain personalmente sea desleal. Pero no se sabe nunca. Todo
esto requiere estrecha vigilancia y un cuidadoso estudio de los aconteci-
mientos.
3. España. Profundamente turbada por la situación, que Franco conside-
ra ha empeorado, España se niega a colaborar con las potencias del Eje.
Temo que Franco está a punto de cometer el peor error de su vida. Consi-
dero que su idea de recibir de las democrácias materias primas y trigo
como recompensa a su abstención de entrar en el conflicto, es en extremo
inocente. Las democracias le mantendrán en continua espera hasta que
haya consumido el último grano de trigo y después desencadenarán la
lucha contra él.
Yo deploro todo esto, porque por nuestra parte habíamos completado
nuestros preparativos para cruzar la frontera española el 10 de enero y ata-
31
car Gibraltar a principlos de febrero. Creo que la victoria hubiese sido relativa-
mente rápida. Las tropas designadas para esta operación habían sido especial-
mente escogidas e instruidas. En el momento en que el estrecho de Gibraltar
caiga en nuestras manos, el peligro de un cambio de frente francés en el norte
de África y en África occidental queda definitivamente eliminado.
Me apena, por consiguiente, esta actitud de Franco, tan poco en concor-
dancia con la ayuda que nosotros, usted, Duce y yo, le prestamos cuando él
se encontraba en situación difícil. Conservo todavía la esperanza, la vaga es-
peranza, de que en el último momento se dará cuenta de las catastróficas
consecuencias de su conducta y que, aunque tardíamente, sabrá encontrar
el camino de los campos de batalla, donde nuestra victoria tiene que decidir
sobre su propio destino. E
4. Bulgaria, Bulgaria se resiste igualmente a asociarse al Pacto Triparti
to y adoptar una actitud clara en sus relaciones internacionales. La crecien-
te presión ejercida por la Rusia soviética es la causa de ello. Si el rey de Bul-
garia se hubiese adherido inmediatamente a nuestro pacto, nadie hubiera
osado ejercer tal presión sobre el país. Lo peor es que esta actitud envenena
la opinión pública, que no es insensible a la infección comunista.
5. Sin el menor género de duda son Hungría y Rumania quienes en este
conflicto han adoptado la posición más netamente definida. El general An-
tonescu ha reconocido que el porvenir de su régimen, y hasta de su perso-
na, depende de nuestra victoria. De esto ha sacado las conclusiones netas y
directas que le hacen crecer en mi aprecio.
La actitud de los húngaros no es menos leal. Desde el 13 de diciembre las
tropas alemanas han transitado continuamente en dirección a Rumania.
Hungría y Rumania han puesto a mi disposición su red de ferrocarriles, de
manera que las fuerzas alemanas pueden ser conducidas con toda rapidez a
los puntos neurálgicos. No puedo decir nada más por ahora sobre las ope-
raciones que estamos planeando o que tal vez serán necesarias, porque es-
tos planes se están discutiendo precisamente en estos momentos. La fuerza
de nuestros ejércitos en todo caso será tal, que puede excluirse toda amena-
za de contraataque lateral.
Es absolutamente indispensable, Duce, que usted estabilice su frente de
Albania a fin de contener por lo menos una parte de las fuerzas griegas e
inglesas.
6. Yugoslavia. Yugoslavia está ganando tiempo con mucha prudencia.
Si las circunstancias son favorables, es posible que concluya un pacto de no
agresión con nosotros, pero por ahora parece que no se adherirá en ningún
caso al Pacto Tripartito. No cuento intentar conseguir nada más de momen-
to hasta que nuestros éxitos militares hayan mejorado el clima psicológico.
7. Rusia. Dado el peligro de ver desarrollarse conflictos internos en un
cierto número de países balcánicos, es necesario prever las más extremas
consecuencias y tener a punto la maquinaria necesaria para evitarlas. No
preveo ninguna iniciativa rusa contra nosotros mientras Stalin viva y moso-
tros mismos no seamos víctimas de un grave tropiezo. Considero esencial,
Duce, como premisa de una satisfactoria conclusión de esta guerra, que
debe haber en existencia un ejército alemán lo suficientemente fuerte para
hacer frente a cualquier eventualidad que se produjese en el Este. Cuanto
más grande parezca esta fuerza, menos probabilidades habrá de tenerla que
emplear contra un peligro imprevisto. Debo añadir a estas consideraciones
que nuestras actuales relaciones con la URSS son muy buenas. Esta-
mos en vísperas de concluir un tratado comercial que satisfará a ambos paí-
ses y hay fundadas esperanzas de que podremos resolver de manera satis-
factoria los restantes puntos en litigio entre nosotros.
32
En realidad, los dos únicos puntos que aún nos separan son Finlandia y
fundamenta-
Constantinopla. Respecto a Finlandia, no preveo dificultades
les, porque no consideramos que Finlandia pertenezca esencialmente a
nuestra zona de influencia, y lo único que nos interesa es que no estalle una
segunda querra en aquella región.
En contraste con pra no Four entre nuestros intereses el abandono de
Constantinopla a Rusia y Bulgaria al bolchevismo. Pero si hay buena Saro
ción aun en esto es posible llegar a soluciones que eviten lo peor y faciliten
nuestros deseos. Será más fácil encontrar una solución si Moscú ve claramente
que nada nos obliga a aceptar un arreglo que no es de nuestro agrado.
8. Africa. Duce, no creo que en este teatro pueda desencadenarse por el
momento un contraataque en gran escala. Los preparativos de tal empresa
requerirían por lo menos de tres a cinco meses. Entre tanto, llegaremos a la
época del año en que las fuerzas alemanas no podrán lanzarse al ataque
con probabilidades de éxito. Porque a menos de ir equipados con dispositi-
vos especiales de enfriamiento, ni siquiera los carros blindados pueden ser
empleados con aquellas temperaturas. En todo caso, no pueden ser em-
pleados para operaciones tácticas a largas distancias que requieran un día
entero.
La solución decisiva de este sector parece ser incrementar el número de
armas antitanque, aunque esto signifique que en otros sectores las forma-
ciones italianas tendrán que verse privadas de dichos cañones.
Por encima de todo, como declaré recientemente, creo que debemos tra-
tar por todos los medios de debilitar la posición naval de la Gran Bretaña en
el Mediterráneo con nuestras fuerzas aéreas, porque el empleo de nuestras
fuerzas terrestres en este sector no mejoraría la situación.
Por lo demás, Duce, no se puede tomar ninguna decisión de importancia
antes dei mes de marzo.
El señor Eden observaba entre tanto con profunda atención los negros
nubarrones que se avecinaban por el Este.
33
Políticamente, la actitud de Bulgaria me causa graves inquietudes. Dan la
impresión de hombres que tienen poco control sobre los acontecimientos.
La prensa va cayendo, cada vez más, bajo la intervención alemana y no es
hoy más que elportavoz de la propaganda del Eje. Es esencial que nuestras
victorias en el África del Norte no traigan como consecuencia el menor des-
cuido en nuestra vigilancia sobre los turcos y los yugoslavos, y estamos
haciendo cuanto está de nuestra mano para asegurarla. Creo que debería
usted rogar al Comité de Defensa que examinase todas estas cuestiones.
34
cosas, debeñía
2. Sin embargo, me permito sugerir que, en este estado de
la liquidación
considerarse asimismo b sir ia. La conquista
2 de la situac ión abisin uIs
de Abisinia representaría un golpe mortal para el prestigio de Mussolini y
del partido fascista. Italia podría ser eliminada de la guerra y la situación en
Alemania quedaría una vez más
el Mediterráneo transformada por entero.
aislada, con la perspectiva de una derrota cierta. d
to de
3. En pro de la liquidación de Abisinia hay igualmente el argumen
estas horas, y que
que la moral italiana debe haber bajado sensiblemente a
terminac ión de la campaña nos dejaría libres fuerzas en gran can-
la pronta Si una parte de las
el frente del Próximo Oriente.
tidad con que reforzar
pudieran ser destacadas
fuerzas del Próximo Oriente al mando de Wavell el norte, y mientras se
contra Abisinia por
en breve, reforzando un ataque da rápida-
lanza otro por Kenya, la resistencia italiana podría ser aniquila
Si ambos ataques fuesen lanzados simultá neamente creo que basta-
mente. Ñ
ría una división adicional por el norte y otra por Kenya. dispuesto a
de ataque simultá neo fuese aprobad o, estoy
4. Si este plan
su deficiencia en cañones
facilitar la división adicional para el sur. Salvo
embarc ar en cuanto nos procuren los navios. El
Bren, está lista y puede como en el sur re-
fuerzas tanto en el norte
transporte de tan considerables
es aceptada debe ser puesta en
querirá un cierto tiempo, y si mi proposición rápidamente a Kenya
práctica lo antes posible. El ataque por el sur alejará
el aprovechamiento de mu-
del frente de combate implicando, por lo tanto,
Los planes de ataque si-
cha parte del plan que ahora estamos elaborando. os evitar un
si querem
multáneo por el norte y por el sur son indispensables
ario en una región tan vasta como Eritrea y Abisinia. Para
riesgo inneces e suficien-
ia la división adicion al del norte, y probab lement
esto será necesar a los rumo-
s dispone r de ella para esa finalida d, pese
te. Creo que podemo
.
res de grandes concentraciones alemanas en Rumania y Hungría
los Balcanes
La cuestión es saber si Aiemania puede permitirse incendiar
italiana en
con Rusia como factor imponderable y Turquía hostil. La derrota
la Gran
África y Grecia, junto con el fracaso de la aviación alemana ante
Bretaña, han cambiado profundamente ia situación, y ias concentraciones
alemanas pueden estar destinadas únicamente a pacificar los italianos y a
atraer a las fuerzas inglesas fuera de Inglaterra, en donde planean y deben
lanzar el ataque principal. La situación en conjunto merece que sea estudia-
da por el Estado Mayor, que tiene pleno conocimiento de los hechos. A mi
modo de ver, dadas las circunstancias, no me parece que entrañe un riesgo
excesivo destacar en un momento dado una división, con la aviación nece-
saria del ejército del Próximo Oriente, con objeto de apoyar las fuerzas del
Sudán para su ataque por el norte. Si la operación es llevada a cabo pronto
y de una manera expeditiva, puede producir efectos de mucho mayor al-
cance en Italia y el Próximo Oriente.
35
ayuda posible, significaba que una vez tomado Tobruk, todas las demás
operaciones en el Oriente Medio debían pasar a un lugar secundario, por
lo que autorizaban el envío de unidades especializadas y mecanizadas, así
como fuerzas de aviación hasta los siguientes límites: un escuadrón de
tanques de infantería, un regimiento de tanques crucero,! diez regimien-
tos de artillería y cinco escuadrillas de aviación. A
Los comandantes en jefe de El Cairo opinaban que la concentración
alemana en Rumania, de la cual les habíamos prevenido, era meramente
una guerra de nervios destinada a inducirnos a dispersar nuestras fuerzas
del Próximo Oriente y detener nuestro avance en Libia. Wavell confiaba
en que los jefes de Estado Mayor averificarían con la mayor urgencia si el
gesto del enemigo no era una añagaza».
Al leer esta respuesta, que se apartaba mucho de la realidad, redacté
los siguientes mensajes:
36
bles a la suerte de los aliados. Por consiguiente, es necesario que en adelan-
te amolde usted sus planes a intereses más altos en juego.
3. Nada debe obstaculizar la toma de Tobruk, pero a partir de este mo-
mento todas las operaciones de Libia deben quedar subordinadas a la ayuda
a Grecia, y al recibo de este telegrama deben hacerse toda clase de prepara-
tivos para el inmediato socorro a Grecia hasta los límites prescritos. Todos
estos puntos han sido cuidadosamente pesados por el Comité de Defensa
del Gabinete, y el general Smuts nos ha cablegrafiado, independientemente,
idénticos puntos de vista. .
4. Esperamos y exigimos un pronto y activo cumplimiento de nuestras
decisiones, cuya responsabilidad asumimos por completo. Su visita a Atenas
le permitirá preparar el mejor método de dar efectividad a dichas decisio-
nes. No debe demorarse.
37
rinde el máximo de utilidad posible, y que se han formado el máximo de di-
visiones organizadas, o preferiblemente brigadas. Los soldados de los servi:
cios de retaguardia y los acantonamientos deben desempeñar un papel
efectivo en la seguridad interior.
Las informaciones que llegan hasta mí procedentes de todos los sectores,
no me dejan la menor duda de que los alemanes están ya hoy establecién-
dose en los aeródromos búlgaros y hacen toda clase de preparativos para el
ataque a Grecia. Esta infiltración puede alcanzar, y seguramente alcanzará,
proporciones decisivas antes de que se haya formulado claramente ninguna
amenaza de invasión a Turquía, a la que se le dará a escoger entre callarse
o ver Constantinopla bombardeada. Debemos esperar una serie de rudos y
desastrosos golpes en los Balcanes, y posiblemente una sumisión general a
las exigencias alemanas. Cuanto más fuerte sea la reserva estratégica que
usted pueda constituir en el delta, y más adelantados los preparativos para
transportarla a Europa, mayores serán nuestras posibilidades de asegurar
una cristalización favorable.
39
portancia de su misión. Estábamos en el apogeo de los bombardeos de
Londres, y nos abrumaban muchas preocupaciones locales. Pero adverti
claramente que tenía ante mí a un enviado del Presidente, de una impor-
tancia suprema para nuestras vidas. Con la mirada encendida y un apa-
sionamiento refrenado y tranquilo, dijo:
—El Presidente está decidido a que ganemos la guerra juntos. No hay
error posible sobre este punto. Me ha mandado para decirle que a toda
costa hay que seguir adelante, sean cuales fueran las consecuencias que
pueda acarrearle; no hay nada que no esté dispuesto a hacer dentro de
los límites del poder humano.
Todo el que estuvo en contacto con Harry Hopkins durante la larga lu-
cha confirmará lo que he dicho respecto a su extraordinaria personalidad.
Y a partir de aquel momento nació una amistad entre nosotros que nave-
gó serenamente a través de terremotos y convulsiones. Fue el más fiel y
perfecto medio de comunicación entre el Presidente y yo. Pero, mucho
más que esto, fue durante muchos años el más fiel puntal y animador
del propio Roosevelt. Ambos hombres juntos, el uno simple subordinado
sin cargo público, el otro jefe de una potente república, eran capaces de
tomar decisiones de la más alta trascendencia para todo el mundo de ha-
bla inglesa. Hopkins estaba celoso, desde luego, de su influencia personal
cerca de su jefe, y no alentaba a sus competidores americanos. Seguía,
por consiguiente, en cierto modo el verso de Gray: «Un favorito no tiene
amigos.» Pero esto no era asunto mío. Le tenía frente a mí, delgado, frá-
gil, enfermo, pero irradiando su refinada comprensión de la causa. Tenía
que ser la derrota, la ruina y la muerte de Hitler con exclusión de todo
otro propósito, lealtades o aspiraciones. En la historia de los Estados Uni-
dos han ardido pocas llamas más luminosas.
Harry Hopkins iba siempre a la raiz de toda cuestión. He estado pre-
sente en diversas grandes conferencias, en las cuales estaban reunidos
veinte o más de los gobernantes más importantes del mundo. Cuando la
discusión declinaba y todos parecían desconcertados, era él quien hacía la
pregunta definitiva. «Yo creo, señor Presidente, que éste es el punto sobre
el cual tenemos que decidir. ¿Vamos a afrontarlo, sí o no?» Lo afrontá-
bamos, en efecto, de modo que asunto afrontado siempre fue asunto re-
suelto. Era un verdadero conductor de hombres, y tanto en ardor como
en serenidad en tiempos de crisis, jamás ha sido superado. Su amor por la
causa del pobre y el débil corría parejas con su odio a la tiranía, especial-
mente cuando la tiranía, como entonces, triunfaba.
40
amistad con Harry Hopkins. Fuimos juntos a visitar la flota, inspeccionan-
do barcos y defensas. Mi mujer vino conmigo, y superó a los demás en
agilidad y soltura en pasar de un destructor a otro. Por poco, Hopkins se
cayó al mar. Regresé a Glasgow en mi tren. Fui recibido por una multitud
inmensa, vi a las autoridades locales, visité fábricas, inspeccioné las defen-
sas y los servicios contra incendios y ataques aéreos e improvisé una senñe
de discursos. Fuimos después al Tyneside, donde ocurrió lo mismo. Duran-
te todo este tiempo fui conociendo a Hopkins más a fondo, y más cosas
aprendí de su jefe. Hopkins estuvo conmigo unos diez días, y ya aquella
vez me puso en armónicas relaciones mentales con el recién reelegido jefe
de la gran república. Más tarde le llevé a Dover a ver nuestras baterías
pesadas disparar al otro lado del Canal, a las costas de Francia... para
nosotros, de Alemania. Pareció interesarse vivamente por cuanto veía.
Aquel mismo mes, un poco más tarde, llegó a Inglaterra míster Wen-
dell Willkie, el contrincante del Presidente en la reciente elección. Tam-
bién él traía excelentes recomendaciones del Presidente, y siendo el jefe
reconocido del partido republicano, tomamos toda clase de disposiciones
para poderle enseñar, con la ayuda del enemigo, cuanto desease ver
de
Londres en guerra. Vino también a Chequers una noche y tuve una larga
conversación con aquel hombre capaz y poderoso, cuya vida debía tron-
char tan inesperadamente de raíz la enfermedad tres años después.
41
Todas mis informaciones confirman que los alemanes perseveran en sus
preparativos para invadir el país, y nosotros nos disponemos a dispensarles
la acogida que se merecen. Por otra parte, las noticias que Nos llegan de
Oriente hablan que se está estableciendo en Rumania un gran ejército con
su aviación, y que las avanzadillas de la aviación alernana se han infiltrado
ya en número de varios miles en los aeródromos búlgaros, con la aquies-
cencia del gobierno del país. Sería natural que Hitler lance una fuerte ame-
naza contra las islas británicas a fin de tenernos atareados y ejecutar sus
designios en el Este. Las fuerzas de que dispone son, sin embargo, tan gran-
des que podría lanzar ambas ofensivas a la vez. Tenga usted la seguridad de
que haremos cuanto podamos en ambos frentes.
Le estoy sumamente agradecido por su espléndida recepción a Halifax y
por cuanto está usted haciendo por asegurarnos la debida ayuda. Ha sido
para mí un gran placer trabar amistad con Hopkins, que ha sido de un gran
alivio y aliento para quienes le han conocido. Es fácil comprender su intimi-
dad con usted. El coronel Donovan ha hecho también un excelente trabajo
en ei Próximo Oriente.
Mis respetos y mejores afectos. Espero que esté usted ya mejor.
Siempre suyo,
FRANKLIN D. ROOSEVELT.
42
deraciones militares y que los militares ven obstruidos sus claros puntos
de vista profesionales por la intrusión de los políticos, quienes, por interés
personal o de partido, hacen inclinar la terrible balanza de la querra. El
íntimo y estrecho contacto que prevaleció entre el Gabinete de Guerra,
los jefes de Estado Mayor y yo, y la total ausencia de sentimientos partidis-
tas en la Gran Bretaña en aquel entonces, redujeron estas discordias al
minimo. -
Mientras la guerra con los italianos en el África del noreste seguía pro-
gresando, y Grecia y Albania parecían tener buenas esperanzas de captu-
rar Valona, cuantas noticias nos llegaban de los movimientos e intencio-
nes de los alemanes tendían a probar cada día más claramente que Hitler
se disponía a intervenir en gran escala en los Balcanes y el Mediterráneo.
Desde principios de enero me había enterado de la llegada de fuerzas aé-
reas alemanas a Sicilia, con la consiguiente amenaza a Malta y a nuestras
esperanzas de reanudar el tráfico por el Mediterráneo. También temí que
estableciesen una base aérea en Pantelaria, con todas las facilidades que
esto les daría para el transporte de tropas alemanas, verosimilmente blin-
dadas, a Trípoli. Por lo visto, no consideraron necesario ocupar Pantela-
ría, pero no podíamos dudar de que iban progresando sus planes de esta-
blecer un paso norte-sur de ltalia a África, tratando al propio tiempo y
por los mismos medios de interrumpir todos nuestros movimientos en el
este y el oeste del Mediterráneo.
Encima de todo esto vino la amenaza a los Estados balcánicos, in-
cluyendo a Grecia y Turquía, de ser instigados o forzados a unirse al
imperio de Hitler, o conquistados si no se sometían. ¿Es que el alevoso
método de que habíamos sido testigos en Noruega, Dinamarca, Holanda,
Bélgica y Francia tenía que reproducirse en el sudeste de Europa? ¿De-
bían verse todos los Estados balcánicos, incluyendo a la heroica Grecia,
subyugados uno tras otro, y Turquía, aislada, obligada a abrir a las legio-
nes alemanas el paso hacia Palestina, Egipto, lrak y Persia? ¿No había
posibilidad de crear una unidad balcánica y un frente balcánico que hicie-
se la agresión alemana demasiado costosa para intentarla? La resistencia
balcánica a la agresión alemana, ¿no produciría una reacción favorable
en la Rusia soviética? Indudablemente, ésta era una esfera en la cual los
Estados balcánicos estaban afectados por el interés, e incluso, en la medi-
da en que le permitían influenciar a sus cálculos, por el sentimiento. ¿Po-
dríamos nosotros, en nuestros estragados pero crecientes recursos, hallar
la contribución exterior capaz de galvanizar a estos Estados, cuyos intere-
ses eran en gran parte los mismos, e inducirles a la acción en pro de la
causa común? ¿O debíamos, por el contrario, ocuparnos de nuestros
asuntos y asegurar el éxito de nuestra campaña en el noreste de África,
dejando que Grecia, los Balcanes, y acaso Turquía y el resto del Próximo
Oriente, se hundieran en la ruina?
Indudablemente, hubiera sido un gran alivio poder llegar a una decisión
tan poco ambigua. Una postura de tal clase no dejó de encontrar sus par-
tidarios, como lo demuestran algunos libros escritos por militares que,
ocupando posiciones subalternas, nos han comunicado sus puntos de
vista. Tales autores gozaban ciertamente de la ventaja de señalar de ante-
43
mano los reveses que luego habíamos de soportar, pero les faltaban cono-
cimientos para calcular en la medida suficiente qué resultados hubiese
dado la adopción de una política distinta a la que se siguió. Si Hitler hu-
biese podido con poca lucha poner a Grecia de rodillas y asimilar a los
Balcanes a su sistema, y entonces obligar a Turquía a ceder a sus ejérci-
tos el paso hacia el sur y el este, ¿no hubiera acaso llegado a un acuerdo
con los soviets para el reparto de aquellas vastas regiones y aplazar su
definitiva e inevitable pugna con ellos como última parte del programa?
O, como es más probable, ¿no hubiera estado en condiciones de atacar a
Rusia con mayor fuerza y en una fecha anterior? La principal cuestión,
que los siguientes capítulos analizarán y expondrán, es si el gobierno de
Su Majestad ejerció con su actuación alguna influencia, ya de manera de-
cisiva o simplemente apreciable, en los movimientos de Hitler en el sudes-
te de Europa, y, además, si esta actuación no produjo consecuencias, Pri-
mero sobre la conducta de Rusia y en segundo lugar sobre su suerte.
44
El mismo día escribía al embajador alemán en el Japón:
Según todos los informes, las tropas alemanas, en gran número, ocupan
Rumania y se disponen a marchar sobre Bulgaria, teniendo como objetivo
la ocupación de Bulgaria, Grecia y los Dardanelos. No cabe la menor duda
de que Inglaterra tratará de contrarrestar las operaciones de las tropas ale-
manas, de ocupar los Dardanelos, de iniciar operaciones militares contra
Bulgaria en ailanza con Turquía, y convertir así a Bulgaria en teatro de ope-
raciones. El gobierno soviético ha declarado repetidamente al gobierno ale-
mán que considera el territorio de Bulgaria y los Dardanelos como zona de
seguridad de la URSS. En vista de lo cual, el gobierno soviético considera
45
su deber advertir que considerará toda aparición de tropas extranjeras ar-
madas en el territorio de Bulgaria y de los Dardanelos como una violación
de los intereses de seguridad de la URSS.
46
de
Alemania está en realidad preparándose para repetir en las fronteras
y mayo
Turquía la misma maniobra que realizó en las de Francia en abril
de 1940. Pero en este caso, en lugar de encontrarse ante vacilantes y ate-
morizados neutrales, como Dinamarca, Holanda y Bélgica, tiene en Bulgaria
un confederado y antiguo aliado que sin duda alguna ha renunciado a la in-
tención, aun cuando tuviese la manera, de resistir. Todo esto, repito, puede
abatirse sobre nosotros en febrero o marzo, y el camino quedará expedito
el
para los alemanes, incluso sin mover grandes cantidades de tropas, desde os
hayan sido preparad
momento en que los campos de aviación búlgaros
para recibir a la aviación alemana y estén ocupados por el personal de tie-
rra. ¿Es que nos vamos a quedar con los brazos cruzados contemplando
impasibles la gradual preparación de este golpe mortal?
Es mi opinión que mereceríamos las más severas censuras de nuestras
elernental pru-
respectivas naciones si no pusiéramos en juego nuestra más
dencia y previsión. Incluso ahora, hemos esperado ya demasiado.
Por consiguiente, le propongo a usted, señor Presidente, que usted y yo
los
tomemos también las mismas medidas que Alemania está tomando en
aeródromos búlgaros. Mi gobierno desea mandar a Turquía lo antes posible,
escuadri-
y en cuanto las instalaciones estén preparadas, por lo menos diez
llas de cazas y bombarderos, aparte de las cinco que ya operan en Grecia.
Si Grecia fuese derrotada o se rindiese, trasladaríamos estas cinco escuadri-
llas a Turquía y proseguiríamos la guerra aérea desde bases turcas con cre-
cientes fuerzas de la más alta calidad. Así contribuiríamos a dar al ejército
turco el apoyo aéreo adicional que le es necesario para mantener sus famo-
sas cualidades militares.
Pero, más aún, una vez estén nuestras escuadrilias en los aeródromos
turcos, Turquía estará en condiciones de amenazar con bombardear los
campos petrolíferos rumanos si se produce algún avance alemán en Bulga-
ria o si el personal aéreo existente ya en Bulgaria no es retirado en seguida.
Nosotros nos comprometernos a no emprender tal acción desde los aeró-
dromos turcos sin el consentimiento de ustedes.
Pero hay algo más. La actitud de Rusia es incierta y tenemos la esperan-
za de que permanecerá amiga y leal. Nada inducirá más a Rusia a cesar en
su ayuda. ni aun indirecta, a Alemania que la presencia de poderosas fuer-
zas de bombardeo británicas que podrían, partiendo de Turquía, bombar-
dear los campos petrolíferos de Bakú. Una inmensa parte de la agricultura
de Rusia depende del suministro de dichos yacimientos, y un hambre sin lí-
mites seguiría a su destrucción.
Así, Turquía, defendida por la aviación, estaría en condiciones de impedir
que Alemania avasallara a Bulgaria y subyugara a Grecia, y contrarrestar el
temor ruso a los ejércitos alemanes. Si esta situación decisiva tiene que ser
salvada, no hay una hora que perder, y al recibo de su asentimiento el go-
bierno de Su Majestad dará las instrucciones pertinentes para que nuestro
personal, de uniforme o de paisano, como usted prefiera, parta en el acto
para Turquía.
Además, estamos también dispuestos a enviarle un centenar de cañones
antiaéreos que ahora se encuentran en Egipto o en camino hacia allá. Éstos
irán completados de personal, ya de uniforme si usted así lo desea, ya en
Quisa de Instructores.
Todas las demás medidas, que han sido discutidas con el mariscal Chak-
mak, así como las de orden navai, serán llevadas a la práctica en el mormen-
to oportuno.
Las victorias que hemos logrado en Libia nos permitirán aportar una
ayuda más directa e inmediata a Turquía en el caso de que nuestros dos
47
países fuesen aliados en la guerra, y haríamos causa común con ustedes uti-
lizando nuestro creciente poderío en ayuda de sus valientes ejércitos.
48
Por otra parte, Bulgaria había sido considerablemente armada por
los alemanes con la inmensa cantidad de material capturado en Francia y
los Países Bajos como resultado de las batallas de 1940. Los alemanes
disponían, por consiguiente, de una inmensa cantidad de armamento mo-
derno con que equipar a sus aliados. Nosotros, por otra parte, habiendo
perdido tanto como perdimos en Dunquerque, teniendo que organizar
nuestro ejército territorial para prevenir la invasión y soportar la constan-
te presión del Blitz sobre nuestras ciudades, así como mantener la guerra
en el Oriente Medio, no podíamos procurarlo más que en medida muy es-
casa y a expensas de otras necesidades igualmente imperativas. Dadas es-
tas condiciones, el ejército turco de Tracia se encontraba en un estado de
sería y casi desesperada desventaja en comparación con los búlgaros. Si a
este peligro se añadían destacamentos alemanes de aviación y tanques,
por moderados que fuesen, el peso que gravitaba sobre Turquía podía lle-
gar a hacerse insoportable.
Nuestra única política o esperanza en esta fase de la extensión de la
guerra, estribaba en un plan organizado de unir las fuerzas de Yugosla-
via, Grecia y Turquía, y esto era lo que estábamos tratando de hacer.
Nuestra ayuda a Grecia se había limitado al principio a las pocas escua-
drillas mandadas desde Egipto cuando Mussolini atacó por primera vez...
La siguiente etapa fue la oferta de las unidades técnicas mencionadas en
el telegrama de los jefes de Estado Mayor, que había sido declinada por
los griegos por motivos perfectamente razonables. Ahora llegábamos a la
tercera fase, en que parecía posible establecer un flanco seguro en el de-
sierto, en y más allá de Bengasi, y concentrar en Egipto el más vasto ejér-
cito posible de maniobra o reserva estratégica.
En estas condiciones llegamos al mes de febrero.
CAPÍTULO MI
BLITZ Y ANTI-BLITZ
HESS
51
parte, es menester otorgar todo su valor al empleo alemán de las fábricas
de los países cautivos.
Celebraría mucho que su sección de información me mandase un infor-
me (no más allá de dos o tres págirias) sobre este punto vital, y sería conve-
niente que se pusiesen en contacto con el profesor Lindemann mientras lo
preparan, a fin de no tener que discutir sobre las diferentes bases de cálculo
adoptadas. Si bien deseo el informe corto, quiero estar bien percatado de los
datos y razonamientos sobre los cuales ha sido establecido. No estoy muy
seguro de hasta qué punto interviene en esto el Ministerio de Producción
Aeronáutica. Sería una gran satisfacción que los ministerios pudiesen pre-
sentar un punto de vista sin discrepancias. Dígame cómo proyecta arreglar
esto. No disponemos más que de una semana,
52
terminación, querría conocer la opinión de usted. Entretanto, he hecho una
declaración sobre lo que aprendí en nuestra conversación del sábado, para
que los ministros tengan algo con qué trabajar. Todo hecho está sujeto a
de-
discusión, modificación o sustitución. He mandado un ejemplar a cada
partamento, y esto será el elemento esencial de las investigaciones que
proyecto.
54
segunda fase, llamada algunas veces «la gira de la Luftwaffe por los puer-
tos», comenzó a principios de marzo. Consistía en ataques simples o do-
bles, los cuales, aunque graves, no consiguieron paralizar a nuestros puer-
tos. El 8 y durante tres noches consecutivas, Portsmouth fue fuertemente
atacado y los astilleros gravemente dañados. Manchester y Salford fueron
atacados el 11. Las noches siguientes le tocó el turno al Merseyside. El 13
y el 14, la Luftwaffe se abatió duramente sobre el Clyde por primera vez,
matando o hiriendo gravemente a cerca de dos mil personas e inutilizan-
do los astilleros, unos hasta junio y otros hasta noviembre. En los arsena-
les de John Brown, grandes incendios nos obligaron al paro, y la produc-
ción normal no fue restablecida hasta abril. Dicha firma se había visto
afectada desde el 6 de marzo por una huelga importante. El bombardeo
dejó sin hogar a la mayoría de los huelguistas; pero los sufrimientos
ocasionados por el ataque y el peligro les volvieron al sentido del deber.
Merseyside, los Midlands, Essex y Londres sufrieron otra dosis de bombas
antes de terminar el mes. 7
Los golpes más rudos no cayeron hasta abril. El 8, la concentración
fue sobre Coventry, y en el resto del país el impacto más duro se abatió
sobre Portsmouth. Londres sufrió fuertes ataques el 16 y 17; hubo más de
dos mil trescientos muertos y más de tres mil heridos graves. Durante este
tercer período el enemigo siguió tratando de destruir nuestros puertos me-
diante ataques prolongados, en algunos casos una semana. Plymouth fue
atacado del 21 al 29 de abril, y aunque los fuegos de engaño ayudaron a
salvar los depósitos portuarios, fue sólo a expensas de la ciudad. El clímax
se produjo el 1 de mayo, cuando Liverpool y el Mersey fueron atacados
durante siete noches seguidas. Setenta y seis mil habitantes quedaron sin
hogar, con tres mil personas entre muertos y heridos. De ciento cuarenta
y cuatro muelles, sesenta y nueve quedaron inutilizados y el tonelaje de-
sembarcado quedó transitoriamente reducido a la cuarta parte. Si el ene-
migo hubiese persistido, la Batalla del Atlántico hubiera podido acercar-
nos a la derrota. Pero, como de costumbre, cambió la táctica. Durante dos
noches seguidas bombardearon intensamente Hull, en donde cuarenta mil
personas vieron sus hogares destrozados, los depósitos de víveres aniqui-
lados y los talleres de ingeniería naval inutilizados durante cerca de dos
meses. Aquel mes atacaron también Belfast, bombardeado ya dos veces.
55
ban desenterrando a gente de entre las ruinas. La prueba había sido dolo-
rosa, pero el espíritu de los ciudadanos era invencible. En uno de los
centros de refugio, un cierto número de ancianas cuyos hogares habían
sido destruidos, y que aún parecían estar aturdidas, permanecían inmóvi-
les como imagen de la desolación. Cuando me vieron llegar secaron sus
lágrimas y lanzaron vítores al rey y al país.
La ceremonia se desarrolló tal y como estaba prevista. Pasé una hora
recorriendo los lugares más dañados y luego fui a la Universidad. Todo si-
guió adelante dentro del más estricto ceremonial, pero el gran edificio
contiguo a la Universidad seguía ardiendo, y las vistosas togas académicas
de algunos de los principales personajes no lograban ocultar la suciedad y
los destrozos por su forcejeo de la víspera en sus uniformes. La escena
fue conmovedora.
«Muchos de los que están ahora aquí —dije— han pasado toda la noche
en sus puestos y todos han sufrido el fuego del enemigo y el duro y prolonga-
do bombardeo. Que os reunáis todos de esta forma es una prueba de fortale-
za y serenidad, de valor y desapego de los asuntos materiales; digno de lo que
aprendimos a creer de la antigua Roma o de la moderna Grecia.
»Siempre que puedo escapar unas horas o un día a mis deberes en el
Cuartel General, salgo a reconocer los daños producidos por el bombar-
deo enemigo; pero junto a la devastación y las ruinas, también veo unos
ojos tranquilos, confiados, sonrientes, brillando con la conciencia de ha-
berse asociado a una causa mucho más vasta, mucho más alta que nin-
gún interés personal o humano. Veo el espíritu de un pueblo indomable.
Veo un espíritu engendrado en la libertad, criado en la tradición que ha
llegado hasta nosotros a través de los siglos, y que nos permitirá ahora,
en este momento crucial de la historia del mundo, llevar nuestra cruz de
tal modo que ningún descendiente de nuestra raza pueda jamás dirigir el
menor reproche a sus antepasados.»
1. Así soiían designarse los trabajos de jos hombres de ciencia a que hacen referencia el
capítulo IX de Entre dos guerras y ei capítuio IV de Solos.
2. Vol.i, cap. IX.
56
antiaérea; nos ahorraron grandes pérdidas en la producción de guerra, al
mismo tiempo que aligeraron la carga que pesaba sobre nuestros volun-
tarios de la defensa pasiva. Ahorraron a las dotaciones de las baterías
antiaéreas innecesarias y agotadoras horas de servicio junto a las piezas.
Nos salvaron del agotamiento de hombres y máquinas que hubiera sig-
nificado la muerte de nuestra incomparable pero exigua fuerza de cazas,
si éstos se hubiesen visto obligados a patrullar constantemente en el cielo.
Carecían de la precisión que se requería para la intercepción de los ata-
ques nocturnos, pero capacitaban a los cazas diurnos a esperar a su presa
en las altitudes y posiciones más favorables para el ataque. En su decisiva
contribución a la victoria de las batallas diurnas, estuvieron apoyadas y
suplementadas por otras estaciones de nuevo cuño técnico, que daban el
aviso, demasiado breve, pero valiosísimo, de la proximidad de aviones en
vuelo rasante.
57
Este ataque, aunque entonces ho lo supinos, fue la bravata de despe-
dida del enemigo. El 22 de mayo, Kesselring trasladó su cuartel general
de aviación a Posen, y a principios de junio todo el potencial alemán mar-
chó hacia el Este. Cerca de tres años tenían que transcurrir antes de que
nuestra Defensa Civil de Londres tuviese que contender con el baby Blitz
de febrero de 1944 y la ulterior arremetida con cohetes y bombas volan-
tes. En los doce meses que van de junio de 1940 a junio de 1941, nues-
tras bajas civiles ascendieron a 43.381 muertos y 50.856 heridos graves,
formando un total de 94.237.
A excepción de los mecanismos auxiliares de radar para la artillería an-
tiaérea, el enemigo se había dedicado hasta entonces a construir dispositi-
vos ofensivos, como los haces orientadores, y hasta pasado el año 1941
no sintieron la necesidad de fabricarlos para su propia defensa. En Ingla-
terra, desde luego, habíamos confiado en nuestras grandes y costosas es-
cuelas de navegación para la búsqueda de nuestros blancos, y pensába-
mos en el radar principalmente como medio de defensa. Una vez conse-
quimos adueñarnos de los haces orientadores, y yendo las cosas algo me-
jor en general, estudiamos el radar alemán con el propósito de suprimir
los obstáculos que nos impedían devolver golpe por golpe. En febrero de
1941, descubrimos y fotografiamos por primera vez una estación alemana
de radar para la localización de aviones y casi al mismo tiempo captamos
sus transmisiones. Habiendo encontrado este primer espécimen cerca de
Cherbourg, buscamos otros semejantes a lo largo de la costa occidental
de la Europa ocupada mediante reconocimientos fotográficos y agentes
secretos. A mediados de 1941, la R. A. F. trataba de dirigir serios ataques
nocturnos contra Alemania. Para conseguirlo teníamos que conocer a
fondo sus mecanismos de defensa. Era lógico que éstos dependiesen en
gran parte, lo mismo que los nuestros, del radar. Partiendo de un cuida-
doso estudio del radar alemán instalado en la costa, fuimos abriéndonos
gradualmente paso hasta el sistema alemán de defensa con cazas noctur-
nos. Dicho sistema se extendía formando un cinturón que corría desde
Schleswig-Holstein hasta la frontera francobelga, pasando por el noroeste
de Alemania y Holanda. Pero ni nuestras propias medidas ni las del ene-
migo desempeñaron un gran papel en los últimos meses de 1941. La
aviación alemana de bombardeo, según el optimista cálculo establecido,
debía regresar de Rusia seis semanas después de la invasión. Si hubiese
regresado, en efecto, hubiera sido apoyada en su ataque a Inglaterra por
muchas nuevas y más potentes estaciones emisoras de haces orientado-
res, empleadas a todo lo largo de la costa del Canal, emisoras que la hu-
biesen ayudado a asestar el golpe y sembrar la desorganización en el país.
Pero se hubiera encontrado con muchas nuevas emisoras nuestras que
anulaban y desviaban sus nuevos haces orientadores, así como con cazas
nocturnos equipados con un radar ampliamente mejorado. La enorme
extensión del frente ruso, que otorgó a la lucha un carácter especial, apla-
zó esta nueva batalla de los haces orientadores, y las grandes innovacio-
nes radiotécnicas de ambos bandos permanecieron durante algún tiempo
sin ser utilizadas.
58
El domingo, 11 de mayo, pasé el fin de semana en Ditchley. Durante
toda la noche no habían cesado de llegar noticias del potente ataque ae-
reo contra Londres, acaecido la noche anterior. Nada había que yo pudie-
ra remediar, de modo que pasé el rato viendo a los Hermanos Marx en
una película cómica que mis huéspedes se habían procurado. Salí dos ve-
ces a indagar sobre los daños recibidos, y me dijeron que habían sido gra-
ves. Terminó la divertida película y celebré haberme distraído. Poco des-
pués, un secretario vino a decirme que alguien quería hablarme por telé-
fono en nombre del duque de Hamilton. El duque era amigo mio perso-
nal, y tenía a su mando un sector de cazas al este de Escocia, mas no
acerté a pensar qué clase de asunto quisiera exponerme que no pudiera
aguardar hasta el día siguiente. Sin embargo, la persona que había hecho
la llamada insistió en hablar conmigo, diciendo que se trataba de una ur-
gente cuestión de Gabinete. Pasados unos minutos, Mr. Bracken me dijo
que el duque decía que tenía increíbles noticias que comunicarme. En
consecuencia, mandé en su busca, y a su llegada me dijo que un prisione-
ro alemán, al que había interrogado a solas, decía ser Rudolf Hess. «¡Hess
en Escociat» Me pareció fantástico. Sin embargo, la noticia era auténtica.
No había duda de que Hess, lugarteniente del Fúhrer, ministro sin cartera
del Reich, miembro del Consejo Secreto del Gabinete de Alemania y ca-
becilla del partido nazi, había aterrizado solo y en paracaídas cerca de la
finca del duque de Hamilton en la Escocia occidental.
Pilotando su propio avión y vestido de teniente-aviador de la Luftwaf-
fe, había salido de Augsburg y después se había lanzado al espacio. Al
principio dijo llamarse «Horn», y sólo después de su ingreso en un hospi-
tal militar cerca de Glasgow, adonde había sido llevado a causa de unas
heridas leves que se hizo al aterrizar, se supo quién era. Pronto fue lleva-
do, en varias etapas, a la Torre de Londres, y de allí a otros lugares de
cautiverio del país, y en ellos permaneció hasta el 6 de octubre de 1945,
cuando se reunió en las celdas de Nuremberg con aquellos de sus colegas
que habían sobrevivido a la querra y debían ser juzgados por sus vence-
dores.
Jamás di gran importancia a esta evasión. Sabía que no tenía relación
con el desarrollo de los acontecimientos. En toda Inglaterra, Estados Uni-
dos, Rusia, y principalmente en Alemania, causó gran sensación y se es-
cribieron libros sobre el caso. Me limitaré meramente a exponer lo que a
mi juicio es la verdadera historia.
Rudolf Hess éra un hombre joven, bien parecido, a quien Hitler cobró
gran afecto, y que llegó a ser el más íntimo de cuantos rodeaban al Fiúh-
rer. Adoraba a éste y creía fervientemente en que el porvenir del mundo
se encontraba en juego. Comía en la mesa de Hitler, a menudo solo con
él, o con dos o tres más. Conocía y era capaz de comprender el pensa-
miento íntimo de Hitler: su odio a la Rusia soviética, su ansia de destruir
el bolchevismo, su admiración por Inglaterra y su ansia de ser amigo del
Imperio Británico, así como su desprecio por la mayoría de los países.
59
Nadie conocía a Hitler mejor ni nadie le veía más a menudo en sus mo-
mentos de ocio. Con la declaración de la guerra, se produjo un cambio.
Los comensales de Hitler, en las horas de las comidas, aumentaron consi-
derablemente. Generales, almirantes, diplomáticos, altos funcionarios,
eran admitidos de vez en cuando en aquel selecto círculo de fuerzas arbi-
trarias. El íntimo del Fúrher se sintió eclipsado. ¿En qué consistían ahora
las manifestaciones de partido? Era hora de obrar; no de mojigangas.
De los méritos de su gesto, debemos descontar hasta cierto punto el in-
negable ataque de celos que debió sufrir su naturaleza al encontrar que,
debido a la guerra, no podía seguir desempeñando el antiguo papel de
amigo y confidente de su adorado Fiihrer. He aquí, debió decirse, a todos
esos generales y demás que deben ser admitidos a la intimidad y a la
mesa del Fúhrer. Tienen que desempeñar su papel. Pero yo, Rudolf, me-
diante un acto de soberbia abnegación, les superaré a todos, y traeré a mi
Fúhrer un tesoro más preciado y un alivio mayor que todos ellos juntos.
lré a hacer la paz con la Gran Bretaña. Mi vida no es nada. ¡Cuán feliz
soy de tener una vida que sacrificar a esta esperanza! Estos pensamientos,
aunque cándidos, no eran ciertamente ni malvados ni mezquinos.
La idea de Hess sobre la escena política europea era que Inglaterra ha-
bía sido desviada de sus verdaderos intereses, así como de su política de
amistad con Alemania, y, sobre todo, de la alianza contra el bolchevismo,
por los ventajistas de la guerra, de los cuales Churchill era la manifesta-
ción superficial. Si él, Hess, pudiera llegar al corazón de Inglaterra y con-
vencer al rey de los auténticos sentimientos de Hitler por los ingleses, se
desvanecerían las fuerzas malignas que ahora gobernaban a esta desdi-
chada isla y que habían atraído sobre ella tan horrendos sufrimientos.
¿Cómo podía Inglaterra sobrevivir? Francia había sucumbido. Los subma-
rinos destruirían en breve todas las comunicaciones marítimas; el ataque
aéreo alemán aniquilaría la industria británica y arrasaría sus ciudades.
Pero, ¿a quién debía dirigirse? Había el duque de Hamilton, que era
conocido del hijo de su consejero político Karl Haushofer.1 Sabía también
que el duque de Hamilton era lord senescal. Un personaje como él pro-
bablemente debía cenar todas las noches con el rey y podía hablarle en
privado. Éste era el camino más directo.
«Parece —dijo unos días después una gacetilla de prensa alemana— que
el camarada Hess vivía en un estado de alucinación, de resultas del cual
creyó poder llegar a una conciliación entre Inglaterra y Alemania... El
Partido Nacional Socialista lamenta que este idealista fuera víctima de
su propia alucinación. Sin embargo, su gesto no tendrá repercusión algu-
na en la continuación de la guerra que ha sido impuesta a Alemania.»
1. El duque de Hamilton trabó conocimiento con Albrecht Haushofer, hijo de Karl Haus-
hofer, autor de la teoría nazi de la «Geopolitik», en los Juegos Olímpicos de 1936, en ocasión
de encontrarse el duque de Hamillon estudiando la aviación alemana y, después, la aviación
rusa. Albrecht Haushofer fue ejecutado en 1944 por los nazis por sospechársele complicado
en la conspiración contra Hiller.
60
Para Hitler el suceso era embarazoso. Era como si mi fiel colega, el minis-
tro de Asuntos Exteriores, que era unos años más joven que Hess, se hu-
biese lanzado en paracaídas a Berchtesgaden desde un Spitfire robado.
Los nazis debieron de experimeñtar sin duda un gran alivio al detener a
los ayudantes de Hess.
61
asiática. Respondió: «Asiática.» Añadió, sin embargo, que Alemania tenía
ciertas peticiones que hacer a Rusia que tendrían que ser satisfechas, pero
negó los rumores de que se preparaba un ataque contra Rusia.
Hess da la impresión de estar convencido de que Alemania debe ganar la
guerra, pero que ésta durará mucho tiempo y entrañará la pérdida de mu-
chas vidas y mucha destrucción. Parecía pensar que si conseguía persuadir
al pueblo inglés de que había bases para un arreglo, podía acelerar la termi:
nación de la guerra y evitar muchos sufrimientos innecesarios.
Durante la segunda conferencia, el 14 de mayo. Hess puso de manifiesto
otros dos extremos:
1. Cualquiera que fuese el arreglo, Alemania tendría que apoyar a Rashid
Ali y asegurar la expulsión de los ingleses del Irak.
2. La guerra submarina, con la cooperación de la aviación, continuaría has-
ta cortar todos los suministros a las Islas Británicas. Incluso si éstas capi-
tulaban y el Imperio continuaba la lucha, el bloqueo de Inglaterra conti-
nuaría, aun en el caso de que esto significara que el último habitante de
Inglaterra tenía que morir de hambre.
De la tercera conferencia, el 15 de mayo, no se sacó gran cosa en limpio,
salvo algunas disparatadas observaciones casuales sobre su país, de usted y
el grado de ayuda que América podría aportarnos. Personalmente, opino
que no está suficientemente impresionado por lo que cree saber de sus tipos
de aviones y de su capacidad de producción.
Parece gozar de buena salud y no está excitado, ni se advierten en él los
síntomas corrientes de locura. Declara que su evasión fue idea suya y que
Hitler no sabía una palabra de antemano. Si hay que darle crédito, pensaba
ponerse en contacto con miembros de un «movimiento pro paz» en Inglate-
rra, al cual ayudaría a derribar al actual gobierno. Si es sincero y no está
loco, esto es un síntoma halagieño de la ineptitud del servicio de espionaje
alemán. No será maltratado, pero convendría que la prensa no le pintara
con colores muy románticos a él y a su aventura. No debemos olvidar que
comparte la responsabilidad de todos los crímenes de Hitler, y es un crimi-
nal de guerra en potencia, cuya suerte puede en última instancia depender
de la decisión de los gobiernos aliados.
Señor Presidente: Todo lo antedicho es para su información personal.
Aquí creemos que lo mejor es dejar que la prensa se divierta a su antojo
durante algún tiempo y que los alemanes se partan la cabeza haciendo con-
jeturas. Los oficiales alemanes que tenemos prisioneros aquí han quedado
muy turbados por la noticia, y no puedo dudar de que se crearán profundos
recelos en las fuerzas armadas alemanas a propósito de lo que Hess pueda
decir.
Las explicaciones dadas por Hess a los médicos no fueron mucho más
explícitas. El 22 de mayo, su médico emitió el siguiente informe: «Dice que
le horrorizaban los duros ataques contra Londres eri 1940, y que aborre-
cía la idea de matar a chiquillos y mujeres. Este sentimiento se intensificó
al pensar en su esposa y en su hijo, de tal suerte que le inspiró la idea de
volar a Londres y pactar la paz con la gran facción de antiguerra que
creía que existía en el país. Insistió en que el lucro personal no pesaba
para nada en su decisión; había obrado obedeciendo a un impulso pura:
mente idealista.1
»Con estas ideas en la cabeza, no puedo por menos de quedar profun-
p. 2.
1. El caso de Rudolf Hess, recopilado por J. R. Rees,
62
damente impresionado al oír a su consejero Karl Haushofer expresar si-
milares sentimientos y mencionar al duque de Hamilton como persona de
buen sentido, que debía vivir horrorizado ante la insensata carnicería.
Haushofer le hizo observar también que había visto a Hess dos o tres ve-
ces en sueños, pilotando un avión no sabía adónde. Por proceder de un
hombre como aquél, Hess interpretó estas observaciones como un men-
saje de que debía volar hacia la Gran Bretaña como emisario de paz, y
ver al duque de Hamilton, quien le llevaría hasta el rey Jorge VI. El go-
bierno británico sería destruido y reemplazado por los partidarios de la
paz. Insistió en que no quería tratar con la capillita —el gobierno a la sa-
zón en el poder— que haría todo lo posible por perjudicarlo, pero se mos-
tró muy vago sobre qué hombres de Estado debían reemplazarles y pare-
ció estar pésimamente informado respecto a los hombres y a la situación
de nuestros políticos. Relató cómo se había acercado a Willi Messersch-
midt y conseguido de él facilidades para el vuelo a largas distancias en el
interior de Alemania, como entrenamiento para la hazaña, y cómo prepa:
ró y emprendió el viaje. Sostuvo que no tenía cómplice alguno, y que de-
mostró considerable habilidad al preparar el viaje. establecer su ruta y vo-
lar con una pericia que le permitió aterrizar tan sólo a diez millas de su
punto de destino, Dungavel».1
* . .
1. lbid., p. 18-19.
63
llegar a un acuerdo! ¡Manos libres para Hitler en Europa y para la Gran
Bretaña en su Imperio! Otras condiciones insignificantes eran la devolu-
ción de las antiguas colonias, la evacuación del Irak y el armisticio y la
paz con Italia. Tal como estaban las cosas, la situación de Inglaterra era
insostenible. Si no aceptaba estas condiciones, «tarde o temprano vendria
el día en que se vería obligada a acceder a ellas». A esto, lord Simon res-
pondió: «No creo que este argumento sea de gran peso para el gabinete
británico, porque, sabe usted, en este país hay una dosis considerable de
valentía y no nos gustan las amenazas.»
Considerando cuán allegado era a Hitler, es sorprendente que Hess ig-
norase, o que si lo sabía no lo revelase, el inminente ataque a Rusia, para
el cual se estaban haciendo tan vastos preparativos. El gobierno soviético
quedó profundamente intrigado ante la aventura de Hess, y elaboró mu-
chas y disparatadas teorías sobre la misma. Tres años después, estando
en Moscú, cuando mi segundo viaje a Rusia, pude darme cuenta de cuán-
ta fascinación ejerció este episodio sobre Stalin. Estando en la mesa me
preguntó cuál era la verdad sobre la misión de Hess. Le dije brevemente
lo que acabo de escribir aquí. Tuve la impresión de que sospechaba que
había habido alguna negociación secreta o conjura entre Alemania e In-
glaterra para obrar conjuntamente en la invasión de Rusia, que luego se
había malogrado. Recordando cuán astuto era, me extrañó que Stalin pu-
diese creer semejante tontería. Cuando su intérprete expuso claramente
que Stalin no creía lo que yo le decía, le contesté por mediación del mío:
«Cuando hago una declaración de los hechos tal como han llegado a mi
conocimiento, me gusta ser creído.» Stalin recibió mi respuesta, en cierto
modo brusca, con una mueca benévola: «Hay cosas que ocurren incluso
aquí en Rusia, que nuestro servicio secreto de información no me comu-
nica necesariamente.» No insistí más.
65
“salvo a riesgo de irreparables pérdidas y daños, permitía a aquél mante-
ner un tráfico constante de tropas y avituallamientos a Trípoli.
A unas 140 millas de Malta, en la rnisma garganta del estrecho Occi-
dental que separa Sicilia y Túnez, se yergue la isla italiana de Pantelana,
a la que los rumores reputaban como fuertemente fortificada y con un ae-
ródromo valiosísimo. Esta isla era sumamente importante para la ruta
enemiga a Túnez y Trípoll, y de caer en nuestras manos hubiera represen-
tado una considerable ampliación de la protección aérea con que rodeá-
bamos a Malta. En septiembre de 1940, pedí al almirante Keyes que esta-
bleciese un plan para apoderarnos de Pantelaria con la ayuda de los re-
cién creados comandos. La idea consistía en añadir dos o tres barcos de
tropas a la cola de uno de nuestros bien protegidos convoyes. Mientras el
grueso del convoy absorbería la atención del enemigo, los dos barcos se
despegarían de aquél al amparo de la noche y asaltarían a la isla por sor-
presa. El proyecto, que fue llamado «Workshop», rnereció cada vez más
apoyo por parte de los jefes de Estado Mayor. Keyes ardía de entusiasmo
y reclamaba la dirección personal del asalto, invocando su rango de almi-
rante de la flota.
En mi círculo, no estimábamos la captura de la isla corno excesivamen-
te difícil de intentar, pero las dificultades de retener la presa cuando ya es-
tábamos fuertemente agobiados en Malta causaba serios temores. Sin em-
bargo, el 28 de diciembre de 1940 redacté el siguiente mensaje:
66
2. Me desagradaría muchísimo ver a los alemanes establecidos en Pante-
laria, pues en tal caso cerrarían el estrecho con su potente fuerza de born-
barderos en picado. Temo que esto sea otro ejemplo del refrán: «Un zurcido
a tiempo ahorra nueve.»
3. Es indispensable que «Workshop» sea ahora revisado. Su necesidad se
ha hecho ahora mucho más urgente, y al propio tiempo mucho más difícil,
y si los alemanes llegan a instalarse allí, la dificultad seguirá en aumento.
Celebraría que los planes revisados y perfeccionados pudiesen estar listos
dentro de una semana. Deberían hacerse planes para encontrar una opor-
tunidad lo antes posible. La cuestión de si se debe intentar o no, no se pue-
de decidir más que una vez se hayan resuelto satisfactoriamente las cuestio-
nes de método y horario.
4. Sigo sosteniendo la opinión de que «Workshop» es esencial.
67
nores para Grecia. Aquella misma mañana el destructor «Gallant» fue
minado en el canal de Malta mientras esperaba a la flota. Al poco rato
aparecieron algunos aparatos de persecución, y por la tarde empezó el
fortísimo ataque de los bombarderos alemanes. Sus tiros se concentraron
en el nuevo portaaviones «lllustrious», mandado por el capitán Boyd, y en
tres ataques fue alcanzado seis veces con bombas pesadas. Fuertemente
averiado y ardiendo, con ochenta y tres muertos y sesenta heridos gra-
ves, replicó al ataque con algún éxito, gracias a su cubierta blindada,
y sus aparatos destruyeron al menos a cinco atacantes. Aquella noche,
bajo un ataque aéreo cada vez más intenso y con el servomotor del
timón inservible, el capitán Boyd consiguió hacer entrar el «Illustrious» en
Malta.
Durante la noche, el almirante Cunningham, con la escuadra de bata:
lla, escoltó al sur de Malta al convoy con rumbo Este. No fue molestado.
Al día siguiente los cruceros «Southampton» y «Gloucester», que se en-
contraban bastante al este de Malta, fueron alcanzados por bombarderos
que se aproximaron sin ser vistos al amparo de la luz solar. El «Glouces-
ter» fue sólo levemente averiado por una bomba que no estalló, pero el
«Southampton» fue alcanzado en el cuarto de máquinas. Estalló un in-
cendio que no pudo ser sofocado y el barco tuvo que ser abandonado y
hundido. Así, aunque los convoyes siguieron sin percance hacia su desti-
no, las pérdidas de la flota fueron grandes.
Los alemanes se dieron cuenta de la situación desesperada del maltre-
cho «lllustrious» en Malta e hicieron desesperados esfuerzos por destruir-
lo. Sin embargo, nuestra aviación de Malta ya había crecido entre tanto, y
en un solo día fueron derribados diecinueve aviones enemigos. Á pesar de
haber sido nuevamente alcanzado mientras reparaba, el «lllustrious» estu-
vo en condiciones de zarpar el 23 de enero. Viendo que había zarpado, el
enemigo trató con ahínco de encontrarle, pero la nave llegó sana y salva
a Alejandría dos días después.
Por este tiempo no menos de 250 aviones alemanes operaban desde
Sicilia. Malta fue atacada cincuenta y ocho veces en enero, y a partir de
esta fecha hasta finales de mayo, tres o cuatro veces diarias con tan sólo
brevisimas pausas. Pero nuestros recursos aumentaban. Entre abril y ju-
nio de 1941, la Fuerza H del almirante Somerville transportó seis nurne-
rosas remesas de aviones hasta dentro del radio de vuelo de Malta, y 224
Hurricanes, junto con algunas otras unidades, llegaron al campo de bata-
lla desde el oeste. En junio fue rechazado el primer ataque en masa y la
isla se salvó por el espesor de un cabello. Su más fuerte suplicio le estaba
reservado para 1942. A
En el general Dobbie, Malta encontró un gobernador de carácter entero
que animó a todos, militares y civiles de cualquier rango y condición, por
su energía y su decisión. Era un soldado que por sus virtudes militares y
su celo religioso hacia recordar al general Gordon, y mirando más al pa-
sado, a los soldados de Cromwell y a los escoceses del Pacto:1
68
Primer Ministro al general Dobbie, Malta. — . 21-1-41
69
Malta, desempeñaron el papel principal y la escala de sus actividades y
éxitos aumentó paulatinamente. En esta esfera, el teniente-comandante
Malcolm Wanklyn se distinguió considerablemente, y sus hazañas le valie-
ron más tarde la Cruz Victoria. Al año siguiente se perdió con su barco, el
«Upholder», pero su ejemplo sobrevivirá entre los que continuaron su
obra.
El 10 de abril fue mandada a Malta una fuerza de combate compuesta
de cuatro destructores, al mando del capitán Mack en el «Jervis», para
operar contra los convoyes enemigos. En el plazo de una semana había
logrado un éxito espectacular. Una noche de luna llena, encontró a un
convoy de cinco barcos con rumbo sur escoltados por tres destructores.
Todos fueron aniquilados en una refriega general casi a quemarropa.
Nuestro destructor «Mohawk» fue también torpedeado y tuvo que ser
hundido, pero su capitán y la mayoría de la tripulación se salvaron. En
esta sola acción se destruyeron 14.000 toneladas de buques enemigos,
cargados de material bélico de una importancia vital.
Pese a estas victorias, eran tan graves y complejos los problemas, tanto
diplomáticos como militares, que debíamos arrostrar en el Oriente Medio,
y el general Wavell tenía tantas cosas entre manos, que en la reunión del
Comité de Defensa del 11 de febrero se propuso mandar al ministro de
Asuntos Exteriores y al general Dill, jefe del Estado Mayor Imperial, a
reunirse con él en El Cairo.
70
Primer Ministro al general Wavell. 12-11-41
71
7. No deseamos que demore usted la captura de Rodas, que considera-
mos como muy urgente.
8. A fin de facilitarle la ocasión de concertar todas las medidas a tomar,
tanto militares como diplomáticas, contra los alemanes en los Balcanes,
mandamos al ministro de Asuntos Exteriores y al general Dill a que se reú-
nan con usted en El Cairo. Saldrán de aquí el 12 y estarán con usted el 14
ó 15 de febrero. Habiendo estudiado la situación general de El Cairo y to:
mado las medidas necesarias para la operación, irá usted sin duda a Átenas
con ellos, y después a Angora, si es necesario. Es de esperar que podamos
ofrecer, por los mejores medios posibles y en el tiempo más corto, al menos
cuatro divisiones, comprendiendo una blindada, amén de las fuerzas aéreas
adicionales que los campos de aviación griegos puedan albergar, y las mun!
ciones necesarias.
9. Aquí no podemos formar opinión sobre qué puerto de Grecia tendria-
mos que usar ni qué frente sostener o tratar de obligarles que lo sostengan.
Esto sólo se puede decidir sobre el terreno de acuerdo con el mando griego.
10. En el caso de que resultase imposible llegar a ningún arreglo con los
griegos ni establecer ningún plan militar practicable, tenemos que tratar de
salvarnos del desastre tanto como sea posible. Tenemos que tomar Creta a
toda costa y ocupar todas las islas del Egeo que puedan servir de bases aé-
reas. También podemos revisar el plan de avance sobre Trípoli. Pero todo
esto no serían más que premios de consolación después de haberse perdido
la gran carrera. Siempre nos quedará el apoyo de Turquía.
12-11-41
1. Durante su visita al teatro del Mediterráneo, el ministro de Asuntos
Exteriores representará al gobierno de Su Majestad en todos los asuntos di-
plomáticos y militares. Siempre que lo juzgue conveniente, comunicará con
el Gabinete de Guerra a través del Primer Ministro.
2. Su principal objetivo será el rápido envío de socorros a Grecia. Para
este propósito iniciará cualquier acción que juzgue necesaria con el coman-
72
dante en jefe del Oriente Medio, con el gobierno egipcio y con los gobiernos
de Grecia, Yugoslavia y Turquía. Naturalmente, mantendrá al Foreign Offi-
ce informado y será a su vez informado por éste o por el Primer Ministro de
todo cambio de plan o punto de vista que se produjese. ES
3, El Jefe del Estado Mayor Imperial le aconsejará en el aspecto militar,
y, en caso de disparidad de criterios, el ministro se asegurará de que el suyo
sea igualmente sometido al gobiemo de Su Majestad.
4. Los puntos siguientes requieren especial atención:
occí-
a) ¿Cuál es la guarnición mínima que puede sostener la frontera
dental de Libia y Bengasi, y qué medidas hay que tomar para hacer de esta
ciudad una guarnición principal y base aérea? Se subraya la extrema impor-
tancia de poder abandonar las comunicaciones terrestres en cualquier mo-
mento.
b) El régimen y la política a implantar en Cirenaica, teniendo en cuenta
nuestro deseo de separar a la nación italiana del sistema de Mussolini.
c) La realización de la operación «Mandíbula» (Rodas) lo antes posible,
incluyendo, si es necesario, la reexpedición de los comandos actualmente en
la Ciudad del Cabo, procurando, sin embargo, que no resulten un estorbo al
objetivo principal.
d) La formación en el delta del máximo de fuerzas potentes y bien equi-
padas, en organizaciones divisionales o brigadas, para ser despachadas a
Grecia lo antes posible.
e) La extracción de fuerzas, con cargo a nuestras reservas, para la termi-
nación de la campaña de Eritrea y la desorganización de las posiciones ita-
lianas en Abisinia. Lo primero es urgente; lo segundo, aunque deseable, no
debe entorpecer los objetivos principales. Tal vez sea menester dejar que se
derrumben por sí mismas.
f) Es necesario hacer un minucioso escrutinio de la gran masa de tropas
—superior a 70.000 hombres— que hoy se hallan en el territorio de Kenya,
particularmente con el fin de liberar a las divisiones sudafricanas para tras-
ladarlas a Egipto. Es preferible que toda comunicación con el general Smuts
pase por el Primer Ministro. Podría ser conveniente una ulterior conferencia
entre el ministro de Asuntos Exteriores y el general Smuts.
g) Al visitar Atenas en compañía del jefe del Estado Mayor Imperial, el
general Waveil y otros oficiales, el ministro de Asuntos Exteriores gozará de
plenos poderes para convenir con el gobierno griego todas las disposiciones
que las circunstancias le aconsejen. Al propio tiempo procurará tener al go-
bierno de Su Majestad informado, o solicitar su ayuda hasta donde le sea
posible. En caso de urgencia, debe obrar según su mejor criterio.
h) Comunicará directamente con los gobiernos de Yugoslavia y Turquía,
mandando duplicado de sus mensajes al Foreign Office. Su objetivo es ha-
cerles entrar al mismo tiempo en la lucha o que hagan lo mejor que pue-
dan. Para este propósito deberá convocar a nuestro ministro en Belgrado o
al embajador en Turquía para que se reúnan con él cuando sea convenien-
te. No debe olvidar que así como nuestro deber es luchar y, si es necesario,
sufrir con Grecia, los intereses de Turquía. en segundo lugar, no son para
nosotros menos importantes que los de Grecia. Debería ser posible conciliar
las peticiones griegas y turcas de apoyo aéreo y de municiones.
i) El ministro de Asuntos Exteriores se consagrará al problema de asegu-
rar la máxima economía de guerra en los ejércitos y las fuerzas aéreas del
Oriente Medio para los propósitos expuestos anteriormente, y asegurarse de
que las valiosas unidades militares de dicho teatro se adapten a un plan co-
herente y den inmediatamente todo su rendimiento,
j) Aconsejará al gobierno de Su Majestad, por mediación del Primer Mi-
73
nistro, sobre la selección de mandos para los diferentes objetivos en estudio.
Para eso consultará sin duda al general Wavell, que goza en tan amplia me-
dida de la confianza del gobierno de Su Majestad. La elección del general
que ostente el mando en Grecia es de la más alta importancia, y €s de es-
perar que en este extremo se llegue a un nombramiento a satisfacción de
todos.
k) Se requerirá al mariscal del Alre, Longmore, para que ejecute los de-
seos y decisiones del ministro de Asuntos Exteriores, de acuerdo con el obje-
tivo general de la política señalada más arriba. Pero insisto que en caso de
discrepancia el ministro de Asuntos Exteriores transmita la opinión del ma-
riscal Longmore al Gabinete de Guerra a través del Primer Ministro. El de-
ber de las Reales Fuerzas Aéreas en el Oriente Medio es procurar el máxi-
mo esfuerzo aéreo en Grecia y Turquía compatible con el mantenimien-
to de las operaciones en el Sudán y Abisinia, así como el sostenimiento de
Bengasi.
1) El ministro de Asuntos Exteriores conferenciará con el almirante
Cunningham respecto a las operaciones navales necesarias para dichos ob-
jetivos, y solicitará del gobierno de Su Majestad cualquier nuevo apoyo, ora
en transportes, ora en buques de guerra, que puedan parecerle necesarios.
m) Propondrá al gobierno de Su Majestad toda política concerniente al
Irak, Palestina o Arabia, que pueda armonizar con los antedichos objetivos.
Puede comunicar directamente con dichos países o con el gobierno de la In-
dia, aunque no en sentido mandatorio. El Ministerio de la India debe ser in-
formado.
n) Dará un informe sobre la situación general de Gibraltar, Malta y, si es
posible, al regreso, de Takoradi.
o) En resumen, tiene que recoger en sus manos todos los hilos y propo-
ner continuamente la mejor solución a nuestros problemas, sin vacilar en
obrar bajo su responsabilidad si la urgencia fuera demasiado grande para
consultar con el país.
74
gramas importantes del día, así como los comunicados especiales, y en mi
correspondencia con el Presidente y demás jefes de gobierno había redac-
tado personalmente la mayoría de los mensajes más importantes. Salvo
en Casos especiales, dejé las conferencias con los embajadores extranjeros
en manos del subsecretario permanente, sir Alexander Cadogan, y de Mr.
Butler, subsecretario parlamentario. Todo lo referente al extranjero y a la
estrategia de guerra formaba a la sazón un solo tema y éste era el que er
todo caso yo tenía que abarcar y, hasta donde fuese posible, dar forma.
Este telegrama se cruzó con otros de Mr. Eden en los que daba una
clara visión del criterio de los hombres sobre el terreno, e incluía las con-
clusiones de la conferencia de El Cairo celebrada por él y Dill con los tres
comandantes en jefe.
75
buenas probabilidades de evitar un avance alemán e impedir que Grecia sea
derrotada. Sin embargo, la limitación de nuestros recursos, especialmente
en cuanto a aviación se refiere, no nos permitiría ayudar a Turquía al mis-
mo tiempo si hubiera que prestar a Grecia un apoyo efectivo.
76
dimos nuestros escasos recursos, especialmente la aviación, no podremos
apoyar efectivamente ni a Grecia ni a Turquía.
Yo contesté:
Y al general Smuts:
21-11-41
Comparto sus temores de que la actitud de Rusia ha influenciado a los
turcos, y es posible que se limiten ahora a conservar una honesta neutrrali-
dad. La situación griega en conjunto deberá ser estudiada por nuestros en-
viados. Seguiremos teniéndole al corriente.
77
Gobierno Mástar de Cisenaica por Neame. actualnesa 00 Tacóne
Es aerea.
de gran: reputación entrellplÍnuoo
Palessna. V/ilson goza aquí
así como entre los mátares, y su nombramiento cama ee de 23 Las
enviadas a Grecia será una garantía para elas de que es emana n may
que tenemos.
«L Deszo repetir de la forma más categórica que Grecia, como ñel 252-
da, está decidida a segur lichando con todas sus fuerzas hasta la viciora
final. Esta determinación no se limita al caso de hala, simo que se apica a
cualquier agresión alemana.
»2. Grecia sólo dispane de tres divisiones en la frontera búlgara de Mace
donía. Surge. por consiguiente, el problerna de qué refuerzos hace ízha
mandar para que el ejército griego resista a los alemanes. Mientras nos Ee-
gan noticias más o menos exactas de las fuerzas alemanas en Rumania y
las movilizadas en Bulgaria, el gobierno griego sólo sabe por su parte qué
ayuda podría prestarle Inglaterra en el transcurso de un mes. Por ora par-
te, ignoramos cuáles son las intenciones de Turquía y Yugoslavia. En estas
Grcunsiancias la llegada de Vuestra Excelencia al Oriente Medio es de una
valiosa ayuda, no sólo para poner en claro la situación, sino para onentarla
ventajosamente en favor de la Gran Bretaña y de Grecia.
A A o ss
esperarza de rechazar al enemigo de Macedonia, Grecia defenderá
su rerréodo
nacional aumque no pudiese contar más que con sus propias fuerzas.»
El gobierno griego quería hacer constar que esta decisión había sido
adoptada antes de saber si podríamos prestarle ayuda o no. El rey había
tenido empeño en que Mr. Eden lo supiese antes de iniciar las conversa-
Gones militares que se celebraron sobre esta base.
78
Una vez terminadas las conferencias militares, que se prolongaron du-
rante toda la noche y el día siguiente, el señor Eden nos mandó este im-
portantisimo telegrama fechado el 24.
79
La conferencia duró unas diez horas, y abarcó los principales puntos de
la cooperación militar y política... Todos estábamos impresionados por la
franqueza y la sinceridad de los representantes griegos sobre todos los te-
mas tratados. Tengo la absoluta seguridad de que están decididos a resistir
con todas sus fuerzas y que el gobierno de Su Majestad no tiene más reme-
dio que apoyarlos, sean cuales fueren las consecuencias. Aun reconociendo
los riesgos, tenemos que aceptarlos.
81
menzando su conquista. La necesidad en que se encontraban Francia e
Inglaterra de ganarse a ltalia contra la amenazadora Alemania, así como
la derrota turca en los Balcanes, permitieron que la endeble empresa ita-
liana ganara algún terreno en la costa norteafricana. El hecho de que
Italia figurara entre los vencedores de la Primera Guerra Mundial ratificó
sus adquisiciones en Trípoli y Cirenaica, la cual, en evocación de romanos
recuerdos. fue rebautizada Libia. La rebelión de los senusies fue un conti-
nuo reto a la industriosa ocupación y colonización de los desiertos árabes
por la apacible población italiana.
Tal era la situación cuando Mussolini subió al poder con la creciente
oleada fascista contra el bolchevismo. Los años que siguieron vieron la
proyectada expansión de Italia como potencia colonial africana. Los terri-
torios del norte de África fueron subyugados bajo el severo mando militar
del general Graziani. Las rebeliones fueron cruelmente reprimidas, los co-
lonos se multiplicaron, el desierto fue domesticado, se construyeron fuer-
tes y aeródromos, y carreteras y ferrocarriles se extendieron a lo largo del
litoral mediterráneo. Tras este costoso, pero no inefectivo despilfarro de
los recursos italianos, palpitaba el deseo nacional de vengar la vergonzosa
derrota de Adua. Mi primer volumen ha descrito la manera cómo Musso-
lini, con su audacia y resolución, dominó la tímida y vacilante resistencia
de la Gran Bretaña en la Sociedad de Naciones y condenó al fracaso la
autoridad de «cincuenta naciones guiadas por una». Hemos visto también
cómo todos estos conflictos, así como la conquista de Abisinia, hicieron su
papel en el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial.
En junio de 1940, cuando el Imperio británico parecía a los ojos de los
fascistas desmenuzarse en ruinas y Francia estaba extenuada, el Imperio
italiano en África se extendió vastamente. Libia, Eritrea, Abisinia y Soma-
lia, alimentadas por los impuestos italianos, formaban una vasta región en
la cual había cerca de un cuarto de millón de italianos trabajando y empe-
zando a medrar bajo la protección de más de cuatrocientos mil soldados
entre italianos e indigenas. Todos los puertos del mar Rojo y del Medite-
rráneo fueron fortificados. El Intelligence Service británico aceptó sin dis-
cutir las declaraciones italianas sobre la cuantía de sus armamentos y los
clasificó como bases navales de primer orden. Si el Imperio británico se
derrumbaba, como le parecía cierto a Mussolini, Egipto, la Somalia britá-
nica y toda el África oriental británica, añadidas a las ya existentes pose-
siones italianas, constituirían una inmensa área de tierras bajo la sobera-
nía italiana, cuya extensión no se había conocido desde los tiempos de los
Césares. Tal era la que el desventurado Ciano había llamado «ocasión
única en cinco milenios». Esta era la deslumbrante visión que ahora iba a
quedar brutalmente extinguida.
82
de Abisinia, pero los italianos que habían ocupado Kassala y Galabat en
el Sudán, en julio de 1940, debían ser expulsados. Una vez estas opera-
ciones secundarias fueran llevadas a cabo, Wavell tenía en principio la in-
tención de retirar la mayoría de las tropas para las operaciones del Orien-
te Medio, dejando al movimiento patriótico, fomentado y alimentado por
oficiales, armas y dinero británicos, la tarea de hacer insostenible la posi-
ción de ltalia en el interior de Abisinia, y eventualmente reconquistar el
país.
Las operaciones de limpieza del Sudán comenzaron en enero bajo el
mando del general Platt. Las primeras fases obtuvieron un éxito rotundo.
En' enero, Platt mandó reforzar a la 5.2 División angloindia con la 4? Di-
visión angloindia del desierto occidental, en donde había tomado parte en
las victoriosas batallas de diciembre. Ambas divisiones italianas evacuaron
Kassala el 19 de enero bajo la amenaza de ataque, después de un bom-
bardeo aéreo. Poco después evacuaron también Galabat y abandonaron
el Sudán. Nuestra persecución desde Kassala fue realizada sin contra-
tiempos graves hasta alcanzar la fuerte posición montañosa de Keren. En
este punto se habían atrincherado firmemente dos divisiones metropolita-
nas enemigas y se sostenían con gran tenacidad. Varios ataques a princi-
pios de febrero no consiguieron progresar, y Platt decidió que para forzar
aquella posición debía aceptar las demoras administrativas que comporta-
ba la preparación de un ataque minuciosamente preparado.
Entre tanto, progresaba la obra de suscitar la rebelión en Abisinia. Una
pequeña fuerza al mando del brigadier Sandford, compuesta de un bata-
llón sudanés y un cierto número de escogidos oficiales y suboficiales britá-
nicos, de los cuales el coronel Wingate tenía que lograr más tarde una al-
tísima distinción, formaban el alma del movimiento. A medida que crecían
sus éxitos, recibieron mayor ayuda del creciente número de patriotas. El
emperador volvió a entrar en su reino el 20 de enero, y una gran parte
del territorio occidental de Gojjam fue paulatinamente limpiado de ene-
migos.
5-X1-40
En Kenya he visitado los frentes y estudiado los planes con el general
Cunningham y su Estado Mayor. Tamblén aquí la moral es buena y la posi-
ción en general favorable, pero esta prolongada inactividad en el desierto y
fuera de él puede presentar serios peligros para nosotros. El mejor objetivo
adonde dirigirse de momento es Kismayu, que en la actualidad constituye
83
una sería amenaza para Mombasa, nuestra base esencial. Una vez captura-
do Kismayu, y bien sostenido, el grueso de nuestras tropas puede ser sacado
de esta inhóspita área de desierto y avanzar hacia el norte, amenazando así
Addis-Abeba. Para la acción de Kismayu, Cunningham necesita más tropas
que las que en principio habíamos calculado, y le mandaré otra brigada de
infantería de la Unión Sudafricana en cuanto haya buques disponibles. Se
necesitan imperiosamente más cañones Bren y más medios de transporte
para el agua y las provisiones. Con un fuerte levantamiento interior de Abi-
sinia y un ataque simultáneo por el norte y el sur, los italianos pueden su-
cumbir en verano, y de este modo dispondremos de considerables fuerzas
para utilizarlas para otros fines más al norte.
26-X1-40
Tengo entendido que tenemos que recibir una explicación completa de
las razones ahora alegadas que impiden la operación contra Kismayu antes
de mayo, y que hará usted un improbo esfuerzo por no sucumbir a estas ra-
zones. Si se decide que no puede hacerse nada antes de mayo, la brigada de
Africa occidental debe trasladarse a la costa occidental aprovechando la
primera serie de buques de transporte vacios y relevar al batallón que se
halla actualmente en Freetown.
La proposición de mantener aquí a la brigada, sin luchar, es de lo más
deprimente.
Como resultado de la conferencia de Wavell, celebrada el 2 de diciem-
bre, se decidió atacar a los italianos en Kassala y estimular la rebelión en
Abisinia por todos los medios posibles. Pero la tentativa de capturar Kis-
mayu tuvo que verse aplazada de nuevo hasta después de las lluvias de
primavera, lo cual significaba mayo o junio.
85
Febrero marcó el comienzo del ataque a fondo del general Cunning:
ham. Seis brigadas italianas y seis grupos de levas indígenas defendían el
río Juba en cuya desembocadura está el puerto de Kismayu. El 10 de te-
brero, el general Cunningham lanzó contra ellos cuatro brigadas. Kis-
mayu fue tomado sin resistencia el 14. Al norte del puerto, al otro lado
del río, se halla la importante posición enemiga de Jelib, que fue atacada
el 22 por ambos flancos y por retaguardia. Se consiguió un éxito conside-
rable. El enemigo fue completamente derrotado; sufrió más de 30.000 ba-
jas entre muertos, prisioneros o dispersados en la selva. La aviación ene-
miga había sido seriamente descalabrada por los aviones sudafricanos, y
no tomó parte en la batalla. Nada quedaba ya que impidiera el avance
hacia Mogadiscio, el primer puerto de mar de la Somalia italiana, 200 mi-
llas más al norte. Nuestras tropas motorizadas entraron en él el 25, en-
contrando grandes cantidades de material y provisiones, así como más de
400.000 galones de precioso petróleo. En sus aeródromos había veintiún
aparatos destrozados. El general Cunningham juzgó con razón que no
había ya enemigo que se opusiese a un nuevo avance. Disponía de sufi-
cientes tropas, pese a que la 12 División sudafricana, menos una brigada,
fue retenida para operar en otros lugares El único problema era la distan-
cia. El transporte y los suministros eran los factores decisivos. Cunning-
ham logró el permiso de Wavell de fijar Jijiga como el siguiente objetivo,
situado a no menos de 740 millas de Mogadiscio. Después de descansar
sólo tres días, el avance se renovó el 1 de marzo, y, venciendo una ligera
oposición, y encontrando muy poca interferencia por parte de la aviación
enemiga, cuyos campos eran sometidos a frecuentes ataques, alcanzó diji-
ga el 17 de marzo. Estas fueron unas Operaciones magníficas.
87
Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 4-1V-41
La proposición del conde Sforza (relativa a los no combatientes italianos)
ha sido atentamente considerada por nosotros. Le ruego se haga cargo de
nuestras dificultades. El dugue de Aosta podría, en efecto, ceder Addis-
Abeba y refugiarse en las montañas desde donde proseguir la guerra duran-
te algunas semanas, o Incluso meses, descargando en nosotros toda la res-
ponsabilidad de la salud y la seguridad de la población civil que se eleva a
muchos millares. No tenemos medios de cumplir esta tarea hasta que termi-
ne la lucha organizada. No disponemos siguiera del puerto de Djibuti; la lí-
nea del ferrocarril está interceptada; cada tonelada de transporte de que
disponemos la empleamos en el sostenimiento de nuestras tropas en su lar-
go avance. El resultado podría ser un lamentable fracaso cuya responsabili-
dad recaería sobre nosotros, lo mismo que los campos de concentración de
la guera sudafricana. En el momento en que el duque dé la lucha por termi-
nada, haremos un nuevo esfuerzo, y es probable que logremos algún éxito.
Cualquier prolongación de la resistencia italiana en Etiopía dernora nuestro
reforzamiento de Libia, y ya sabe usted cuán urgente ha llegado a ser esto.
No se trata ya de dar al enemigo una inmensa ventaja militar, sino de em-
prender una tarea en la cual podríamos fracasar.
88
parecía bastante nivelada y suscitamos la cuestión de los refuerzos, pero,
sin embargo, no fueron necesarios. El ataque se reanudó el 25 de marzo;
dos días después cedía la resistencia italiana y Keren se rendía. La perse-
cución fue rápida. Asmara cayó el 1 de abril, y Massaua, con 10.000 pri-
sioneros, se rindió el 8 del mismo mes.
La victoria de Keren fue conseguida principalmente por las 42 y 52
Divisiones británicas de la India. Les rendí el tributo que su proeza me-
recia.
90
de interferir nuestros movimientos de tropas, y en cuanto se inició la bata-
lla, el apoyo aéreo contribuyó en gran manera a allanar el camino de
nuestro avance y quebrantar la moral del enemigo. La batalla fue porfia-
da y nos costó 3.000 bajas. Después de los tres primeros días, del 25 E 17
de marzo, hubo una pausa para reagrupación. El 20, el general Wavell te-
£iSudan
Atbaral
a. E
mbr 4 Assab
tagi Us,
'AddisAbeba
...?
“TANGANYIKA '
SOOMILTAS
89
- Cuando volvemos la vista hacia el papel desempeñado por Mussolini
en las crisis europeas y en los acontecimientos que llevaron a la guerra
surgida de su ataque a Abisinia, y recordamos con qué éxito desafió a la
Sociedad de las Naciones —«cincuenta naciones guiadas por una»—, nO po-
demos por menos que percibir con qué facilidad una actitud firme y su
consiguiente poco de acción hubieran podido eliminar aquella complica-
ción del ya ensombrecido escenario europeo. No obstante, sea como sea,
en medio de nuestras presentes ansiedades y peligros, podemos decir que
supimos dar cuenta cabal de la amenaza. No sin emoción, nacida de
recuerdos y pasadas experiencias, pude mandar mis saludos a Haile
Selasie.
El duque de Aosta, primo del rey de Italia, había sido gobernador gene-
ral del Africa oriental y virrey de Etiopía desde 1937, así como coman-
dante en jefe del ejército italiano en dichos territorios desde 1939. Hombre
caballeroso y culto, educado en parte en Inglaterra y casado con una
princesa francesa, no gozaba de gran popularidad cerca de Mussolini. El
Duce, no sin razón, le tenía por blando e incompetente como militar.
El 17 de mayo se rindió con el resto de sus ejércitos, y murió el año
1942, siendo prisionero de guerra, en Nairobi.
Desde enero, la mayor parte de las fuerzas enemigas, originalmente
compuestas de más de 220.000 hombres, había sido capturada o destrui-
da en el curso de las operaciones. Quedaban todavía algunos miles de
hombres en los reductos montañosos de Abisinia.
91
123, avanzando hacia el norte desde la frontera de Kenya. Mediante una
serie de operaciones frecuentemente entorpecidas por el terreno y el mal
tiempo, durante la primera semana de julio eliminaron a 40.000 enemigos
de aquella zona. Durante el verano, tropas de color bajo mando belga vi-
nieron del Congo después de atravesar dos mil millas de terreno, para to-
mar parte en las últimas escaramuzas, y capturaron quince mil prisione-
ros. Sólo quedaba Gondar. Pero, entretanto, habían llegado las lluvias y
este último golpe tenía que esperar a que hubiesen cesado. La red co-
menzó a cerrarse a finales de septiembre, y cuando acabó la campaña el
27 de noviembre, habían caído en nuestras manos 11.500 italianos,
12.000 soldados indígenas y cuarenta y ocho cañones de campaña.
Así terminó el sueño de Mussolini de edificar un imperio africano, con-
quistado y colonizado a la manera de la antigua Roma.
CAPÍTULO VI
LA DECISIÓN DE AYUDAR A GRECIA
93
se vería obligado a dejar los Balcanes momentáneamente tranquilos, o a
empeñarse tan a fondo con nuestras fuerzas combinadas, como para
crear un frente de guerra muy extenso. A la sazón ignorábamos que ya
estaba profundamente empeñado en su gigantesca invasión de Rusia. De
haberlo sabido, hubiéramos tenido más confianza en el éxito de nuestra
política. Hubiéramos podido ver cómo se arriesgaba a caerse entre dos si-
llas, poniendo en peligro su empresa suprema por culpa de unos prelimi-
nares balcánicos. Esto fue lo que en realidad ocurrió, pero en aquellos
momentos no podíamos saberlo. Habrá quien juzgue que obramos
bien; por lo menos obramos lo mejor que supimos. Nuestra aspiración era
estimular y combinar las fuerzas de Yugoslavia, Grecia y Turquía. Nues-
tro deber era ayudar a los griegos hasta donde nos fuese posible. Para es-
tos propósitos, nuestras cuatro divisiones del delta del Nilo estaban bien
situadas.
94
28-11-41
Celebro mucho que vaya usted a reunirse con Eden y Dill. Hemos toma-
do una grave y arriesgada decisión al apoyar a Grecia y tratar de establecer
un frente balcánico. Espero conocer su posición personal después de cele-
brada esta conferencia. Dicha decisión aumenta la necesidad de reforzar
Egipto y Libia y espero que convenga usted con Wavell y Dill el envío de
«Acanto» (la 1* División sudafricana) al Mediterráneo lo antes posible, y
que se dirigirá a mí para las dificultades de embarque, que son grandes.
Nuestra situación ha mejorado gracias a las rápidas victorias conseguidas en
el África oriental. Hace tan sólo unas semanas nos decían que no podían
avanzar hacia Kismayu antes de mayo. Ahora tenemos Mogadiscio y a todo
el pais en nuestro poder.
A lo cual respondí:
95
guerra y entonces volverse contra Yugoslavia obligándola a obedecer. Des-
pués, puede o no atacar a Turquía, según sea su conveniencia.
Ejerza la máxima presión sobre Yugoslavia. Un movimiento brusco de
Yugoslavia hacia el sur podría producir un desastre italiano de primera
magnitud, acaso decisivo para la situación de los Balcanes.!
Si al mismo tiempo Turquía declarara la guerra, el enernigo no podria
reunir suficientes fuerzas por espacio de muchos meses, durante los cuaies
nuestro potencial aéreo irá en aumento. Estoy resueltamente dispuesto a
afrontar cualquier riesgo mientras haya una probabilidad razonable de éxi-
to, cuando menos en el curso de algunos meses, y todos los preparativos
deben seguir adelante a toda velocidad. Pero yo quisiera que usted llevase
los asuntos de Grecia de forma tal, que si, una vez estudiados todos los fac-
tores, incluso las posibilidades de Rodas, usted cree que no hay siquiera una
razonable esperanza de triunfo, pueda retirarse y desligar a Grecia de todo
compromiso, desligándonos al propio tiempo a nosotros. Evidentemente,
disponemos aún de unos días antes de tomar la decisión final. Entretanto,
todo debe seguir adelante como está convenido.
96
búlgaros. Al día siguiente, Mr. Eden y el general Dill regresaron a Atenas
desde Angora, y se reanudaron las conversaciones militares. Como resul-
tado de las mismas, Mr. Eden me mandó un comunicado en términos
muy graves:
97
10. Todos estamos convencidos de que en esta difícil situación hemos
llegado a la decisión más correcta. Estos dos días han sido de una ansiedad
indescriptible, pero ahora que hernos llegado a una decisión, se nota una
sensible mejoría en el ambiente general griego. Subsiste, sin embargo, la
dura realidad de que nuestras fuerzas, incluyendo los contingentes de los
Dominios, se han empeñado en una operación más aventurada de lo que
nos había parecido hace una semana. Usted decidirá sin duda sobre qué
comunicaciones deben hacerse a los gobiernos de los Dominios...
98
Después de reflexionar a solas en Chequers el domingo por la noche
sobre el comunicado de los jefes de Estado Mayor y el cariz de la discu-
sión del Gabinete de Guerra de la mañana anterior, mandé el siguiente
mensaje a Mr. Eden, quien, entretanto, había salido de Atenas hacia El
Cairo. Este mensaje tenía un timbre desde luego distinto al mío en gene-
ral; pero asumo toda la responsabilidad de mi decisión, porque estoy se-
guro de que yo hubiera paralizado todo si éste hubiese sido mi convenci-
miento. Es mucho más fácil abstenerse que obrar.
Unido a esto iba el grave comentario de los jefes de Estado Mayor, que
he resumido antes.
En cuanto mi telegrama admonitorio fue leído por sir Michael Palairet,
en Atenas, éste dio vivas señales de inquietud y telegrafió al ministro de
Asuntos Extranjeros, quien, entretanto, había llegado a El Cairo, en los
términos siguientes:
€-I11-41
Acabo de leer ei mensaje que le ha mandado el Primer Ministro. No hace
falta subrayar el efecto de nuestra repudiación ahora del acuerdo firmado
entre el jefe del Estado Mayor Imperial y el comandante en jefe griego, y
que en estos momentos está siendo ejecutado por el general Wilson en per:
sona. ¿Cómo es posibie que abandonemos ahora al rey de Grecia después
de las garantías que le fueron dadas por el comandante en jefe y el Estado
Mayor Imperial sobre nuestras razonables posibilidades de éxito? Me parece
increíble. Los griegos y el mundo en general nos pondrán en la picota por
haber faltado a nuestra palabra. )
2. Ni hablar de «desligar a los griegos de su obligación a rechazar el ulti-
mátum». Han decidido luchar solos si es necesario. La cuestión es si les ayu-
damos o les abandonamos.
100
E
Y más tarde:
101
de su deseo y opi-
2. Nunca se ha tratado de empujar a Grecia en contra
nión. En el curso de nuestra primera entrevista en Tatci, el Primer Ministro
comu-
griego me entregó, al iniciarse la conferencia, una declaración escrita
o italiano;
nicando la decisión de los griegos de resistir a un ataque alemán
de
y si era necesario, solos. El gobierno griego ha mantenido esta actitud
consistente, aunque con diversos grados de confianza en
una manera
cuanto al desenlace. Los griegos consideran que no se augura una paz hon-
rosa mientras Italia y Alemania amenacen sus fronteras. Los grñegos no tie-
nen más remedio que seguir la suerte de Rumania o continuar la lucha sea
cuál sea el resultado,
3, Hemos contraído compromisos con Grecia. Ocho escuadrillas de la
R.A.F., con sus defensas terrestres y personal antiaéreo, están operando
en el país desde hace unos meses.
4. El derrumbamiento de Grecia, sin ulterior esfuerzo por parte nuestra
para salvarla mediante una intervención por tierra, después que las victorias
de Libia han dejado, como todo el mundo sabe, fuerzas disponibles, sería
una gran calamidad. Perderíamos definitivamente a Yugoslavia y tampoco
podríamos confiar en que Turquía fuese bastante fuerte para no inclinarse
si los italianos y los alemanes se plantaban en Grecia sin que nosotros hu-
biéramos hecho el menor esfuerzo por impedirlo. No hay duda de que nues-
tro prestigio sufriría si nos viéramos ignominiosamente arrojados de Grecia,
pero, en todo caso, el haber sufrido y luchado por ella nos sería menos da-
ñoso que haberla dejado abandonada a su sino.
En la presente situación, todos estamos de acuerdo en que se debe seguir
la solución aconsejada y prestar nuestra ayuda a Grecia.
Por consiguiente, confiamos fervorosamente en que no se suscitarán difi-
cultades respecto al envío de tropas de los Dominios, tal como se ha conve-
nido. Al propio tiempo, si la operación ha de tener algunas probabilidades
de éxito, es de vital importancia encontrar los medios de suplir la gravísima
inferioridad de nuestras fuerzas, particularmente en aviación. Como hemos
puesto ya diferentes veces de manifiesto desde nuestra llegada aquí, la infe-
rioridad de nuestra aviación es nuestro principal motivo de inquietud en
este teatro de la guerra. Los alemanes, operando sobre líneas interiores,
están incrementando el peso de sus ataques desde Sicilia y Trípoli, los
Balcanes y el Dodecaneso. Nosotros no incrementamos correlativamen-
te nuestros refuerzos, y la drástica reducción del cupo de Tomahawks
que nos habían prometido, nos ha asestado un rudo golpe. La RAF.
lucha a diario contra la aviación metropolitana italiana con base en Albania
y con una aviación alemana, con base en otras áreas, que va cada día en
aumento.
La lucha aérea en este teatro de la querra será dura. Longmore reclama
toda la ayuda que se pueda prestar. Si puede aguantar firme, la mayoría de
los peligros y dificultades de esta empresa desaparecerán.
102
bía dado su asentimiento. Nadle podía acusarnos de habernos impuesto a
Grecia en contra de sus deseos. Nadie había hecho prevalecer sus argu-
mentos. Era indudable que teníamos con nosotros a la más alta autoridad
técnica, obrando con entera libertad y con pleno conocimiento de los
hombres y del terreno. Mis colegas, endurecidos por los muchos riesgos
que habíamos corrido con éxito, habían llegado independientemente a la
misma conclusión. Míster Menzies, sobre cuyos hombros recaía una carga
particularmente pesada, se sentía singularmente optimista. En nuestro
ánimo ardía el ansia de la acción. El Gabinete fue corto; la decisión, defi-
nitiva.
». * .
103
Primer Ministro al Primer Ministro de Nueva Zelanda.
12-111-41
Estamos vivamente conmovidos por su respuesta, la cual, cualesquiera
que sean los avatares de la guerra, brillará en la historia de Nueva Zelanda
y será admirada por las futuras generaciones de hombres libres de todos los
ámbitos del globo.
Para hacer honor a nuestra demanda y a los votos contenidos en
su
mensaje, pondremos a contribución nuestra más fiel e incansable tenacidad.
104
6. Desde luego, si Yugoslavia interviniera, esto justificaría la presencia
de fuertes contingentes griegos en Albania. Pero esto todavía nO se sabe,
Presumo que Dill y usted habrán estudiado cuidadosamente las posibilida-
des de un ataque yugoslavo contra los italianos en Albania. Aquí podrían
apuntarse una victoria de primer orden y al propio tiempo ganar la gran
masa de equipo que les hace falta para defender su independencia y que ja-
más podrán encontrar a tiempo en otro sitio.
7. Que los alemanes no tomen Lemnos como base aérea, sin pagarlo
caro. .
8. Me parece oportuno llegar a una decisión en Keren antes de retirar
las escuadrillas aéreas que usted tiene por aquellos parajes.
9. Su comunicación con las quejas de Longmore parece olvidar lo que
ya está en curso.
El hecho de que Longmore crea que usted debe venir a Inglaterra vía La-
gos, cuya opinión comparte Portal, es la razón definitiva de mi deseo de que
Dill y usted no se muevan de ahí. Porque de lo contrario, aparte de razo-
nes de mayor cuantía, expuestas en el párrafo 1, ambos se encontrarían sin
ningún contacto, ni aquí ni allí, durante los siete días más críticos. Aquí todo
se desarrolla tranquilamente y nuestros arañazos a la luz de la luna han
empezado ya a derribar alemanes con buen fin. Dios les bendiga a todos.
105
CAPÍTULO VIl
LA BATALLA DEL ATLÁNTICO: 1941
LOS ACCESOS OCCIDENTALES
107
A la amenaza de los submarinos vino a sumarse ahora el ataque aéreo
mar adentro, mediante bombarderos de gran radio de acción. De éstos. el
«Focke-Wulf», conocido por «Condor», era el más formidable, si bien al
principio, afortunadamente, había pocos. Podían partir de Brest o Bur-
deos, volar dando un rodeo a las islas británicas, repostarse en Noruega y
efectuar el mismo viaje a la inversa al día siguiente. Por el camino veían
desfilar a sus pies los enormes convoyes de cuarenta o cincuenta buques
a que habíamos tenido que apelar por escasez de navíos de escolta, según
se acercaban o alejaban de nuestras costas. Cabíales atacar a estos con-
voyes o a los barcos aislados, con bombas rompedoras, o bien señalar la
situación a la que los submarinos al acecho acudían a fin de interceptar
nuestras rutas. Ya en diciembre habíamos comenzado los preparativos
para el desesperado expediente de tender una alfombra submarina de di-
namita desde las desembocaduras del Mersey y del Clyde hasta la línea
de las cien brazas al noroeste de Irlanda.1
Entretanto, habíamos ordenado la ampliación y reorganización de la
Comandancia Aérea de Costas, dándole gran prioridad en pilotos y apa-
ratos. Planeábamos reforzar a dicha Comandancia con quince escuadri-
llas hacia junio de 1941, en las que se incluían los cincuenta y siete «Cata-
linas» americanos de largo alcance que esperábamos recibir a finales de
abril. La negativa del Estado libre de Irlanda a darnos las menores facili-
dades hizo sentir por segunda vez su funesto peso en nuestros planes,
obligándonos a apresurar la construcción de nuevos campos de aviación
en el Ulster, así como en Escocia y las Hébridas.
Estas circunstancias adversas no sólo duraron tal como quedan descri-
tas, sino que muchas de ellas hasta se agravaron. La estranguladora pre-
sión de la mina magnética logró ser debilitada y por fin anulada, sólo
merced a los triunfos de la ciencia y el ingenio británicos, conseguidos por
el incansable trabajo de veinte mil hombres abnegados, en mil pequeñas
embarcaciones dotadas de rarísimos y variados mecanismos. Todo nues-
tro tráfico en la costa oriental de la Gran Bretaña vivía bajo la constante
amenaza de los bombarderos ligeros y cazas alemanes, por lo que se veía
considerablemente reducido y restringido. El puerto de Londres, que en ia
Primera Guerra Mundial demostró ser de una importancia vital para
nuestra existencia, había quedado reducido a una cuarta parte de su
capacidad. El Canal era zona de guerra. Las incursiones contra el Mersey,
el Clyde y Bristol mermaron gravemente la capacidad de estos puertos,
que eran los únicos importantes que nos quedaban. Los canales de Irlan-
da y Bristol estaban cerrados o gravosamente obstruidos. Un año antes,
cualquier autoridad, cualquier experto, puestos ante los problemas que
ahora eran nuestro pan cotidiano, hubiera predicho sin titubeos nuestra
más absoluta ruina. Estábamos luchando por el aire que respirábamos.
La misma magnitud y el perfeccionamiento de nuestros dispositivos
protectores y defensivos —los convoyes, la táctica de diversión, la des-
magnetización, el dragado de minas, la prohibición de navegar por la ruta
del Mediterráneo—, la prolongación de la mayoría de los viajes en dura-
108
ción y distancia, así como las demoras en los puertos debidas a los bom-
bardeos y al oscurecimiento, reducían la fertilidad operativa de nuestros
barcos en una proporción más grave que la de nuestras pérdidas. Al prin-
cipio, el Almirantazgo no pensaba, naturalmente, más que en hacer llegar
los buques a puerto y sin percance, y basaba el cálculo de sus éxitos en
razón inversa a los hundimientos. Pero este cálculo no duró mucho tiem-
de
po. Todos nos dimos cuenta de que nuestra vida y nuestro esfuerzo
guerra dependían por un igual de la cantidad de importaciones desembar-
cadas en el país «Veo, escribí al Primer Lord, a mediados de febrero, que
los mercantes entrados en enero han ascendido a menos de la mitad de
los del año pasado.»
La presión iba en incesante aumento, y nuestras pérdidas de tonelaje
superaban espantosamente a nuestras construcciones navales. Los vastos
recursos de los Estados Unidos entraban tan sólo lentamente en acción.
Ya no nos cabía esperar otras imprevistas ganancias de tonelaje como las
que conseguimos a consecuencia de las invasiones de Noruega, Dinamar-
ca y los Países Bajos, en la primavera de 1940. Además, los daños en
nuestra navegación excedían con mucho a nuestra capacidad de repara-
ción, y a cada semana que transcuría nuestros puertos estaban más con-
gestionados y más retraso sufrían nuestros planes. Á comienzos de marzo
se habían acumulado 2.600.000 toneladas de buques averiados, de las
cuales 930.000 correspondían a naves en reparación, mientras otros mer-
cantes, equivalentes a cerca de 1.700.000 toneladas, estaban inmoviliza-
dos en espera de ser reparados. Desde luego fue para mí casi un alivio
pasar de esta mortal inacción a otras empresas, fatídicas, pero más brio-
sas, de índole militar. ¡Con cuánto gusto hubiera permutado esta insidiosa
y traicionera amenaza, que sólo se expresaba mediante gráficas, curvas y
estadísticas, por unas tentativas de invasión en gran escala!
109
marina mercante, su renovación, y los recursos portuarios y de mano de
obra, el tonelaje disponible podrá rebasar los 33.000.000 de toneladas que
es el máximo que de momento podemos prever. El Ministerio de Navega-
ción y el de Transportes, junto con el Ministerio de Trabajo, cooperarán ac-
tivamente con la Junta Superior de Importaciones, y el trabajo de aquéllos
será efectivamente unificado por la Junta Superior. Además de esto, se soli-
citará del Almirantazgo que consagre mayores esfuerzos en la reparación
de buques aunque ello fuere, hasta cierto punto, en detrimento de la cons-
trucción de nuevos buques mercantes. Esperamos que la ayuda americana
no tardará, y conseguiremos una mayor seguridad para nuestros convoyes a
medida que se acorten las noches y entren en servicio nuestros principales
refuerzos en unidades de escolta.
110
enlace entre usted y yo. Deseo que usted asuma sus funciones de jefe de ese
organismo de un modo enérgico y autoritario. El comité deberá reunirse al
menos una vez por semana, si no más a menudo.
Le agradecería consultase usted con sir Edward Bridges sobre lo expues-
to y me hiciese saber cómo se propone cumplimentarlo.
111
te Noble tomó posesión en Liverpool del cargo de comandante en jefe de
los Accesos Occidentales. El mariscal Bowhill, de la aviación, jefe de la
Comandancia de Costas, laboró con él en estrecha colaboración. El nue-
vo cuartel general no tardó en funcionar, y a partir del 15 de abril ambas
comandancias se habían fundido en una sola arma de alto temple, bajo el
control operativo del Almirantazgo.
112
de arribó el 1.? de abril de 1941. No habíamos podido desplegar contra él
todas las poderosas fuerzas que un año antes habían perseguido al «Graf
Spee». El crucero «Hipper», que había hecho irrupción en el Atlántico a
principios de diciembre de 1940, estaba refugiado en Brest. A finales de
enero, los cruceros de batalla «Scharnhorst» y «Gneisenau», habiendo re-
parado finalmente los daños que les causamos en Noruega, recibieron or-
den de salir al Atlántico Norte, mientras el «Hipper» interceptaba la ruta
de Sierra Leona. En su primer intento de salida, dichos cruceros de bata-
lla, al mando del almirante Lutjens, estuvieron a punto de sucumbir bajo
los ataques de nuestra Flota Metropolitana. Se salvaron gracias a las per-
sistentes nieblas, y el 3 de febrero consiguieron cruzar el estrecho de Dina-
marca sin ser observados. Al mismo tiempo, el «Hipper» salía de Brest
con rumbo sur.
El 8 de febrero, los dos cruceros de batalla alemanes, atravesados en la
ruta de Halifax, avistaron a un convoy británico que se acercaba. Los na-
víos alemanes se dispersaron a fin de atacar desde diferentes ángulos. De
pronto, y con gran sorpresa por su parte, advirtieron que el convoy iba
escoltado por el acorazado «Ramillies». Inmediatamente, el almirante Lut-
jens inició un rápido despegue. En sus instrucciones básicas le ordenaban
evitar el encuentro con cualquier contrincante de características iguales a
las suyas. El almirante Lutjens interpretó estas órdenes en el sentido de
no entablar combate con ningún acorazado británico con cañones de 15
pulgadas. Su prudencia fue recompensada, y el 22 de febrero hundió
cinco buques que se habían separado de un convoy salido de un puerto
británico. Temiendo nuestras reacciones, se trasladó a una zona más al
sur, en donde el 8 de marzo avistó a un convoy procedente de Freetown.
Pero también aquí topó con un acorazado de escolta, el «Malaya», y no le
cupo hacer más que llamar a los submarinos al ataque. Los submarinos
hundieron cinco barcos. Hecha esta aparición en dicha zona, Lutjens vol-
vió por segunda vez al Atlántico occidental, en donde se apuntó su
mayor éxito. El 15 de marzo interceptó a seis buques cisterna, navegando
de vacío, que se habían separado de un convoy con rumbo a América y
los capturó o hundió. Al día siguiente, hundió otros diez buques, la mayo-
ría de ellos del mismo convoy. Así, en sólo dos días, destruyó o capturó
más de ochenta mil toneladas.
Pero el «Rodney», que a la sazón escoltaba a un convoy de Halifax,
rondaba cerca. El almirante Lutjens había corrido grandes riesgos y tenía
mucho de qué vanagloriarse. A primeras horas del 22 de marzo, entró en
Brest. Durante su crucero de dos meses, el «Scharnhorst» y el «Gneise-
nau» habían hundido o capturado a veintidós barcos, que en conjunto su-
maban 115.000 toneladas. Entretanto, a la altura de las Azores, el «Hip-
per» había atacado a un convoy que venía a Inglaterra procedente de Sie-
rra Leona, y que aún no se había reunido con su escolta. Tras un furioso
ataque que duró una hora, destruyó a siete de los diecinueve buques, sin
hacer el menor Intento por salvar a los supervivientes, y fondeó en Brest
dos días después. Estas eran graves pérdidas para nosotros, sin contar el
tributo que pagábamos a la guerra submarina. Además, la presencia de
estos navíos tan poderosos del enemigo nos obligaba a emplear en la es-
113
colta de convoyes a casi todas las grandes unidades británicas de que dis-
poníamos. Hubo un momento en que el comandante en jefe de la Flota
Metropolitana no podía contar más que con un acorazado.
El «Bismarck» aún no estaba en activo. El Almirantazgo alemán debió
de retrasar adrede su terminación, así como la de su hermano gemelo, el
«Tirpitz». Hitler no podía emplear a ambos gigantescos acorazados de
manera más eficaz que guardándolos bien dispuestos en el Báltico y ha-
ciendo circular de vez en cuando rumores de una inminente salida. De
esta forma Hitler nos obligaba a tener concentrados en Scapa Flow y a
sus alrededores a prácticamente todos nuestros buques nuevos, y de paso
gozaba de la ventaja de poder escoger el momento sin el agobio de ince-
santes preparativos. Como todo buque necesita ir periódicamente a repa-
ración, hubiera estado casi fuera de nuestro alcance mantener un razona-
ble margen de superioridad. Cualquier accidente un poco grave nos hu-
biera arrebatado esa posibilidad.
114
quina guerrera, en la que miles de hombres capaces y abnegados trabaja-
ban sin descanso, una nueva luz venía a cambiar la faz de nuestros pro-
blemas. Desde cien nuevos ángulos, éstos eran examinados ahora con
ojos distintos y más afanosos. El 6 de marzo, como se ha visto en el capí-
tulo anterior, fue un día dramático. La decisión de enviar fuerzas a Grecia
estaba en el fiel de la balanza. Sin embargo, antes de terminar el día, ha-
bía redactado mi consigna titulada «La Batalla del Atlántico». La leí en la
sesión secreta de los Comunes el 25 de junio de 1941, pero es menester
reproducirla aquí:
115
núcleos de ellas, según puedan ser facilitadas por el Almirantazgo. Ha de
hacerse al respecto un programa desarrollable en tres meses. em
7. Debemos prepararnos a rechazar ataques concentrados sobre '0S
puertos en que confiamos especialmente —Mersey, Clyde y canal de ada
tol— y que, por tanto, han de ser provistos de una defensa máxima. En e
término de una semana se dará informe de lo que al respecto se está ha-
ciendo. E
8. Todos los departamentos interesados deberán realizar una operación
concertada al propósito de la inmensa masa de barcos averiados que ahora
se acumulan en nuestros puertos. A fines de junio esa masa ha de haber
sido reducida en no menos de 400.000 toneladas netas. Para ello puede de
momento disminuirse la construcción de barcos mercantes y de guerra. De-
ben destinarse a reparaciones los obreros ocupados en la construcción de
mercantes que no quepa terminar antes de septiembre de 1941. El Almiran-
tazgo retirará lo antes posible hasta cinco mil hombres de los que trabajan
en la construcción de barcos de guerra de largo plazo de terminación, o en
reparaciones de barcos militares. Trasladará otros cinco mil de los ahora de-
dicados a construcción de barcos mercantes de largo plazo de terminación.
9. Se aplicará, incluso si implica algún riesgo, toda forma de simplifica-
ción y aceleración de reparaciones, para compensar la terrible lentitud de la
descarga de buques en los puertos británicos. Una economía de quince días
en ello equivaldría a cinco millones de toneladas importadas, o a ahorrar un
millón y cuarto de la flota de importación. El Almirantazgo ha instruido ya a
sus funcionarios, en todos los puertos, a efectos de que estimulen esto (en lo
que va envuelto el proceso de las reparaciones) todo lo posible. Ulteriores
recomendaciones deberán darse de tiempo en tiempo, y se pedirá a los fun-
cionarios de los puertos que informen de lo que han hecho y de si tienen
algo que aconsejar. Podría ser deseable celebrar una conferencia de funcio-
narios portuarios a fin de que mantuviesen un intercambio de ideas e hicie-
ran Una exposición de todas las dificultades.
10. El Ministerio de Trabajo ha llegado a un acuerdo en sus tratos con
patronos y obreros alrededor del intercambio de mano de obra en los puer-
tos. De esto resultará una sustancial y efectiva adición al número total de
mano de obra. De un modo u otro, es menester destinar cuarenta mil hom-
bres al menos, y cuanto antes, a trabajos de reparación y construcción de
buques y a tareas portuarias. En puertos y astilleros debe hacerse fuerte
propaganda local, a firi de que todos los interesados comprendan la vital
importancia de su labor. A la vez, no es deseable que la prensa y la radio
sean usadas indebidamente para el caso, puesto que ello animaría al enemi-
go a ulteriores esfuerzos.
11. El Ministerio de Transporte se ocupará de que no haya congestión
en los muelles y de que todas las mercancías que se desembarquen sean re-
tiradas inmediatamente. Para ello el ministro requerirá del presidente de la
Junta Superior de Importaciones cualquier auxilio que necesite. También
informará semanalmente a dicha Ejecutiva del progreso hecho en la mejora
de los puertos en que confiamos especialmente, mediante traslado de grúas,
etcétera, desde otros puertos. Asimismo informará de los progresos logrados
en materia de preparar nuevas facilidades en los puertos menóres y acerca
de si puede hacerse mayor uso del gabarraje para efectuar más rápidas car-
gas y descargas.
12. Se ha formado una Comisión Permanente con representantes del
Departamento de Transporte del Almirantazgo, del Ministerio de Navega-
clón y del Ministerio de Transporte. Esta Comisión se reunirá a diario e in-
formará, respecto a todos los obstáculos y dificultades que encuentre, ante
116
el presidente de la Junta Superior de Importaciones. Esta concertará en
conjunto las oportunas medidas y me informará de ellas todas las semanas
para que yo pueda pedir autorización al Gabinete sobre cualquier medida
ulterior. E
13. Además de lo hecho en la metrópoli, han de realizarse los máximos
esfuerzos conducentes a una rápida carga y descarga en los puertos extran-
jeros. Todos los interesados recibirán especiales instrucciones sobre este
punto y se les pedirá que informen acerca de las medidas que adopten para
aplicar las órdenes presentes, y acerca de cualesquiera dificultades que pue-
dan encontrar.
117
sueltos, el submarino tuvo que volver a los ataques en inmersión, cuyo
curso podía ser combatido por medio de los antiguos y bien probados mé-
todos. Pero esta solución vital no se consiguió hasta transcurridos dos
años.
Entre tanto, la nueva táctica de las «bandadas», inspirada por el almi-
rante Doenitz, jefe del arma submarina y antiguo capitán submarinista
durante la guerra anterior, se seguía aplicando con energía, y en ello des-
tacaban el temible Prien y demás ases navales alemanes. No tardamos en
cosechar fructíferas recompensas. El 8 de marzo, el U. 47 de Prien fue
hundido con él y toda su tripulación por el destructor «Wolverine», y nue-
ve días después el U. 99 y el U. 100 caían al fondo del mar en el curso de
un ataque conjunto contra un convoy. Ambos iban mandados por merití-
simos comandantes, y la desaparición de esos tres hombres tan capacita-
dos produjo un notable efecto en la continuación de la lucha. Pocos co-
mandantes de los que les siguieron, les igualaron en pericia y osadía. En
marzo fueron hundidos cinco submarinos cerca de los accesos occidenta-
les, y aunque sufrimos onerosas pérdidas, ascendientes a 243.000 tonela-
das, imputables a los submarinos, más otras 113.000 hundidas por avio-
nes, pudo decirse que la primera vuelta de la Batalla del Atlántico había
terminado en empate.
Sin embargo, sigo estando cada día más preocupado por la elevada cifra
de pérdidas navales en los accesos del noroeste y la reducción del tonelaje
que entra en la Gran Bretaña. Todo esto se ha ensombrecido desde que le
vi a usted. Hágame saber cuándo estará resuelto el Tratado de Préstamo y
Arriendo. La tirantez aumenta de día en día.
118
En mi alocución radlada del 9 de febrero ya había dicho: «Dadnos las
herramientas y nosotros terminaremos el trabajo.» Esto no podía [Link]
que una declaración interina. Se necesitaba muchísimo más, pero hicimos
cuanto estuvo en nuestra mano.
PROGRAMA DE IMPORTACIONES
26 de marzo 1941
119
Guerra de sustituir mi cifra de 15 divisiones blindadas, por 12 la
9 brigadas de tanques, puede aprobarse, lo mismo que la A al ea
1/3 «divisiones equivalentes» para el gran total del Ejército mp
marzo de 1942. La economía resultante del personal a ingresar, que e
vé a contar de ahora hasta final de 1942, se calcula en unos 475.000 hom-
bres. Esta economía, más la ampliación de las fuerzas blindadas a expensas
de la infantería y la artillería, no pueden por menos de significar un gran
ali-
vio para el Ministerio de Abastecimientos en materia de alojamientos, ropas
y proyectiles.
4. El programa Purvis, que fue sometido al presidente Roosevelt en ene-
ro para darle una idea general, ahora puede ser pormenorizado según de-
sea el Ministerio de Abastecimientos. Al hacerlo así, si resulta conveniente,
puede verificarse el ajuste adecuado al cambio en la proporción de las fuer-
zas blindadas. Sin embargo, es esencial no introducir disminuciones en nada
de lo que necesitamos y que nos cabe obtener de los Estados Unidos; parti-
cularmente debe subsistir intacto el equipo para las 10 divisiones extras.
5. El Programa Naval es objeto de una nota separada, pero los siguien-
tes principios, que tienen relación con las importaciones, pueden quedar re-
señados aquí.
Los tres restantes acorazados tipo «King George V» deben ser terminados
a toda velocidad. La construcción del «Vanguard», que es el único
acoraza-
do que puede alcanzarnos en 1943 y antes de 1945, es
sumamente desea-
ble. También hace falta un nuevo monitor. De momento
no cabe adelantar
más en los trabajos de ningún otro buque pesado, ni se
puede suministrar
más plancha de blindaje para fines distintos a los navales
en el curso de los
próximos seis meses. Tampoco deben instalarse nuevas
fábricas de plancha
de blindaje. Esta situación será revisada en septiembre a la
luz de:
a) ta Batalla del Atlántico;
b) la relación de los Estados Unidos con la guerra.
Las demandas de piancha de blindaje por parte
del Almiran tazgo no de-
ben sobrepasar las 16.500 toneladas previstas para 1941,
ni las 25.000 para
1942. Si estos límites son observados, el Ministerio
de Abastecimiento
s esta- .
rá en condiciones de poner en práctica el program
a ampliado de tanques.
6. Los Ministerios de Alimentación y de Agricultura
deberán concertar,
sobre la base de
15 millones de toneladas de importaciones en
programa para 18 meses, echando mano en la medida 1941, un
necesaria de nues-
tras reservas de ganado en vivo para cubrir los próximos seis
tratando de proveer, mediante importaciones concentr meses, pero
adas, el régimen más
variado posible para la nación en querra. Abarcan
do así un período de 18
meses, cabría evitar cambios precipitados de política,
utilizar las reservas
como factores niveladores y hacer el mejor uso posible
del tonelaje asignado.
7. El potencial aéreo británico seguirá incrementándose
hasta el máximo
posible dentro de los límites citados y rigiéndose por las
prioridades y asig-
naciones actuales.
120
de fuerza con el gobierno de Vichy. Los recientes pillajes hechos por los
cruceros acorazados alemanes habían demostrado cuán nocivos podían
ser estos buques, a los que pronto había de reforzar el «Bismarck». Existía
también el temor de que los alemanes lograran adueñarse de la flota
francesa y poner al veloz acorazado «Dunkerque» a su servicio.
Por urgente que fuera la cuestión, no quise obrar hasta saber lo que
pensaba y sentía el Presidente.
121
de toda referencia a este punto en su mensaje será interpretada como con-
sentimiento.
2. A la recepción de dicha respuesta, el Primer Lord consultará, si le es
posible, al Lord Privado del Sello en mi ausencia, y decidirá después.
3. Personalmente, mi criterio se inclina fuertemente en favor del ataque,
pero, lay!, no podemos estar seguros del éxito. Son diez probabilidades con-
tra una las de un ataque afortunado contra un buque debidamente escolta-
do por destructores.
4. A mi juicio, la reacción de Vichy no sería temible. Sabrían que los he-
mos pillado en flagrante jugada a favor de los hunos. En cuanto al pueblo
francés, nada más fácil que hacerle saber mediante repetidas alocuciones
por radio, que el barco iba a ser entregado inicuamente a los alemanes, ya
que en el caso de una irrupción alemana, no podría abandonar Tolón con
la misma facilidad que las unidades más ligeras de la escuadra francesa.
122
conseguimos adueñarnos de los barcos franceses en Portsmouth y Ply-
a todo trasla-
mouth. Deberíamos atenernos a nuestra política de negarnos
dominados por
do de buques franceses de los puertos africanos a puertos
los alemanes, o potencialmente dominados, y proteger todo movimiento
en
impediría
sentido contrario. Si Darlan lleva el «Dunkerque» a Tolón, ¿qué le
de Dakar?
llamar también al «Jean Bart» de Casablanca o al «Richelieu»
Por consiguiente, recomiendo la más fuerte y rigurosa presión pues que usted
suprema, tene-
pueda ejercer. Evidentemente esto es de una urgencia
de que el «Dunkerque » debe zarpar el día 4, y ya se han
mos conocimiento
ese cerdo
hecho los preparativos. Pétain no sabe ni la mitad de lo que hace
lograra disua-
de Darlan. Sería muchísimo mejor si la intervención de usted
acudir a la acción vio-
dir a Darlan, como en otras ocasiones, que tener que
lenta, con todos los peligros que esto entrañaría. -
a forzar esa
2. Habría que saber si una publicidad oportuna nos ayudaría
de los Co-
disuasión. ¿Le importaría que el miércoles dijese en la Cámara
Darlan trasla-
munes algo por este estilo: «Siempre existió el peligro de que
acción así
dara al “Dunkerque” de Orán a Tolón para fines de guerra. Una
a los
alteraría el equilibrio del poderío naval en todo el mundo y afectaría
de los Estados
intereses de América además de los nuestros. El gobierno
cuán inde-
Unidos ha hecho indicaciones al mariscal Pétain demostrándole
s. El
seable sería esta acción desde el punto de vista de los intereses francese
gobierno de Su Majestad no podría por menos de considerar este acto
como una amenaza hecha a instigación de Hitler y como la primera provi-
dencia del almirante Darlan por asegurarse el control personal de Francia
como agente de confianza de los alemanes. En estas circunstancias, el go-
bierno de Su Majestad se considera en entera libertad para emprender cual-
quier acción pertinente contra dicho buque, ya sea durante su viaje, ya sea
mientras sufre reparaciones en Tolón. El gobierno de Su Majestad lamen-
taría muchísimo que tal situación se produjese, ya que no tiene otro deseo
ni otra política respecto a Francia que su liberación del yugo alemán y el
mantenimiento de la integridad de su Imperio.» Le ruego que me comuni-
que su parecer, o si prefiere usted resolver la cosa entre bastidores.
123
do a Tolón en un breve plazo. Pero esta medida había sido tomada con ple-
na soberanía, sin obedecer a ninguna presión extranjera, y sólo por razones
técnicas.
El gobierno de los Estados Unidos sabe muy bien que el «Dunkerque»
quedó gravemente averiado como consecuencia de una censurable agresión
ocurrida en el mes de julio de 1940, y que en la misma numerosos franceses
perdieron la vida.
El buque está hoy en condiciones de navegar; pero su reparación defini-
tiva requiere la entrada en dique seco, y sólo se puede efectuar en Tolón,
que es el único arsenal tanto del Africa del Norte como de la zona no ocu-
pada capaz de acomodar al «Dunkerque». Ésta es la única razón por la cual
se proyectó el traslado del «Dunkerque», que sigue siendo necesario. Sin
embargo, en vista del significado político que el gobierno de los Estados Uni-
dos parece dispuesto a atribuir a este viaje, el gobierno francés accede a
aplazarlo hasta llegar a un acuerdo sobre la cuestión. Es su deseo, por lo
tanto, demostrar al gobierno federal su voluntad de ajustarse lealmente, y
hasta donde sus medios se lo permitan, a sus compromisos políticos, a fin
de asegurar el abastecimiento del África del Norte y la zona no ocupada.
Pero al aplazar la reparación definitiva de su unidad naval más aprecia-
da, el gobierno francés hace un gran sacrificio, que merma sus posibilidades
de defender el imperio colonial así como sus medios de proteger el tráfico
marítimo francés.
El gobierno francés espera, por consiguiente, que el gobierno de los Es-
tados Unidos hará uso de sus buenos oficios en Londres a fin de lograr del
gobierno de la Gran Bretaña la garantía de que mientras el «Dunkerque»
permanezca en el norte de África no se ejercerá ninguna acción de guerra
contra nuestro legítimo tráfico comercial entre las colonias francesas, el
África francesa y la zona no ocupada. Es evidente que a un país tan amena-
zado por el hambre como lo está hoy Francia, no se le puede pedir que re-
nuncie a la utilización de todos sus medios de defensa si continúa siendo
perseguido y atacado el tráfico marítimo comercial para cuya protección se
le han ofrecido toda clase de garantías.
Desde luego, esta garantía jamás fue dada por nosotros, y la valiosa in-
tervención del presidente Roosevelt en esta ocasión permitió que nuestras
relaciones con la Francia de Vichy se hiciesen un poco menos hostiles.
Miguel | y la reina madre Elena de Rumanía pasan revista ur
El rey
formación de «Juventudes hitlerianas».
125
a
también destruido un submarino. De una forma u otra teníamos, pues,
que extender nuestro radio de acción, o nuestros días estaban contados.
Hasta aquí la ayuda del otro lado del Atlántico se había limitado a mer-
cancías; pero ahora, en medio de la creciente tensión, el Presidente, usan-
do de los poderes que le estaban concedidos como comandante supremo
de las fuerzas armadas, comenzó a prestarnos ayuda armada. Resolvió no =
permitir que la guerra marítima se acercase a la costa americana y asegu-
rarse de que las municiones que mandaba a la Gran Bretaña llegaban por
lo menos hasta la mitad de camino. Ya en junio de 1940 había enviado a
Inglaterra una misión naval y militar para celebrar «conversaciones explo-
ratorias». El almirante Ghormley, observador naval norteamericano, pron-
to quedó convencido de que la Gran Bretaña estaba animada de una in-
flexible resolución y podia hacer frente a cualquier amenaza inmediata.
Su tarea, en colaboración con el Almirantazgo, era determinar en qué for-
ma la potencia de los Estados Unidos podía ser puesta más eficazmente
en juego: primero, dentro de la política ya practicada a la sazón de «la
máxima ayuda sin entrar en guerra», y segundo, en conjunción con las
fuerzas armadas británicas en el caso de que los Estados Unidos se vieran
arrastrados al conflicto.
De estos primeros comienzos nacía el vasto proyecto para la defensa
unida del océano Atlántico, a cargo de las potencias de habla inglesa. En
enero de 1941, comenzaron en Washington conversaciones secretas de Es-
tado Mayor que, abarcando todos los teatros de la guerra, levantaron la
armazón de una estrategia mundial combinada. Los jefes militares ameri-
canos acordaron que, de extenderse la guerra a América y el Pacífico, el
Atlántico y el teatro europeo habrían de ser considerados decisivos. Pri-
mero había que derrotar a Hitler, y sobre este concepto se planeó la parti-
cipación americana en la Batalla del Atlántico. Comenzaron los preparati-
vos para hacer frente a las necesidades de un sistema conjunto de con-
voyes en el Atlántico. En marzo de 1941, oficiales americanos visitaron la
Gran Bretaña con objeto de escoger bases para sus escoltas navales y
fuerzas aéreas. Las obras comenzaron inmediatamente. Entre tanto, el de-
sarrollo de las bases americanas en los territorios británicos del Atlántico
occidental, que habían comenzado en 1940, adelantaba velozmente. La
más importante para los convoyes del Atlántico Norte era Argentia, en
Terranova. Con ésta y con los puertos del Reino Unido, las fuerzas ameri-
canas podían desempeñar al completo el papel que les cabía asumir en la
batalla, o así parecía cuando dichas medidas fueron proyectadas.
Entre el Canadá y la Gran Bretaña se encuentran las islas de Terrano-
va, Groenlandia e Islandia. Todas ellas se levantan junto al flanco de la lí-
nea más corta, o arco circular, que va de Halifax a Escocia. Las fuerzas
basadas en estos «estriberones» podian dominar la ruta entera por secto-
res. Groenlandia carecía totalmente de recursos, pero las otras dos islas
podían ser acomodadas rápidamente para su empleo. Se ha dicho que
«quien posea Islandia tlene una pistola apuntando al pecho de Inglaterra.
América y el Canadá». Al dictado de este pensamiento ocupamos Islan-
dia, con la aquiescencia de sus habitantes, al ser invadida Dinamarca en
1940. Ahora podíamos utilizarla contra los submarinos, y en abril de 1941
126
establecimos bases para nuestros grupos de escolta y nuestra aviación. Is-
landia pasó a depender de un mando autónomo y desde allí extendimos
el radio de acción de nuestras escoltas de superficie hasta la longitud 35?
oeste. Con todo, aún quedaba un hueco siniestro en el oeste que por al-
gún tiempo iba a poder ser franqueado. En mayo, un convoy de Halifax
fue duramente atacado a los 41* oeste y perdió nueve barcos antes de
que nuestra escolta antisubmarina tuviera tiempo de acudir. Ñ
Entre tanto, iba en aumento la potencia de la Flota Real del Canadá, y
sus corbetas empezaron a salir de los astilleros en número considerable.
En este momento crucial, el Canadá estaba dispuesto a desempeñar un
papel conspicuo en aquella lucha a muerte. Las pérdidas del convoy de
Halifax demostraban a las claras que, a menos de fijar un sistema de es-
colta de uno a otro extremo del Canadá a la Gran Bretaña, nada bastaría
a garantizar la seguridad de los convoyes. El 23 de mayo, el Almirantazgo
invitó a los gobiernos del Canadá y de Terranova a utilizar San Juan de
Terranova como base avanzada para nuestras fuerzas conjuntas de escol-
ta. La respuesta fue inmediata, y a finales del mismo mes la escolta de
una a otra orilla fue por fin una realidad. En adelante, la Armada Real del
Canadá aceptó la plena responsabilidad de la protección de los convoyes,
valiéndose de sus propios medios, en la mitad occidental de la ruta del
océano. Desde la Gran Bretaña e Islandia estábamos en condiciones de
proteger el resto del trayecto. Aun así, las fuerzas disponibles seguían
siendo peligrosamente exiguas para la tarea que les estaba asignada. En-
tre tanto, nuestras pérdidas habían ido subiendo de una manera alarman-
te. Durante el trimestre que terminaba en mayo, los submarinos solos nos
hundieron 142 barcos, con un total de 818.000 toneladas. De éstos, 99
barcos, con 600.000 toneladas, eran británicos. Para lograr estos resulta-
dos, los alemanes mantenían constantemente en el Atlántico septentrio-
nal una docena de submarinos, al propio tiempo que trataban de disper-
sar nuestro dispositivo de defensa mediante violentos ataques en el área
de Freetown, en donde, en mayo, sólo seis submarinos hundieron treinta
y dos barcos.
127
había decretado los fondos para construir otras cincuenta y cinco rampas
de lanzamiento y doscientos barcos más.
128
do con gran solaz y satisfacción, y ha preparado un informe técnico. Les
gustaría saber si, en vista de que el almirante Ghormley llegará dentro de
dos días, acaso sería mejor hablar de esto con él antes de cursar órdenes. lg-
noro si el almirante Ghormley está enterado o no. El asunto es ciertamente
de la máxima consecuencia y urgencia. En la actualidad hay unos quince
submarinos operando en el meridiano 30* y desde luego los hidroaviones de
los Estados Unidos con base en Groenlandia serían una medida de extraor-
dinaria eficacia.
129
nuestra lucha contra esta plaga, cuando operaban por el paralelo 22” oeste
en nuestros accesos del noroeste. Ya sea a causa de estos éxitos nuestros
o por alguna otra razón, lo cierto es que ahora están actuando hacia los
30" oeste.
4. Sin embargo, hemos logrado reforzar gradualmente nuestras forma-
ciones de escolta, gracias a los destructores que de los Estados Unidos nos
mandaron, y gracias al uso de Islandia como base de repostación para nues-
tras escoltas.
5. Es de esperar que la reacción enemiga consista en mandar a sus sub-
marinos todavía más al oeste, y como la mayoría de ellos tienen su base en
Lorient o Burdeos, pueden hacerlo sin operar más lejos de sus bases de lo
que están operando ahora.
6. Porlo tanto, es sumamente probable que la región al oeste de los 35 yal
sur de Groenlandia constituya la próxima zona de peligro. Es una región que
para nosotros presenta muchas dificultades. Si nos fuera dable efectuar recono-
cimientos aéreos partiendo de Groenlandia. y cubrir así toda aquella zona, las
ventajas serían incalculables, ya que si gracias a esos reconocimientos se señala-
ra la presencia de un submarino, podríamos variar el rumbo de nuestros con-
voyes mediante señales en el sentido de rehuir el peligro.
7. Otra zona en la que estamos sufriendo grandes contratiempos es la
que va de Freetown, pasando por Cabo Verde, hasta las Azores. No pode-
mos fijar la ruta de nuestros convoyes demasiado al oeste. debido a la limi-
tada resistencia de nuestras embarcaciones. En rigor, sólo reduciendo la car-
ga y surtiéndose de más combustible consiguen hacer la travesía. Estamos
dando a estos convoyes la máxima escolta que podemos, pero resulta insu-
ficiente, y sería una gran ayuda si aviones de reconocimiento de algún por-
taaviones de los Estados Unidos cubriesen aquellas aguas a alguna distan-
cia delante de nuestros convoyes.
8. No habrá dificultad alguna en notificar a las autoridades navales ame-
ricanas el movimiento de los convoyes.
9. En cuanto a los corsarios, hay un punto que nos resulta sumamente
peligroso al largo de Terranova, ya que son muchos los barcos nuestros que
transitan independientemente por aquella región. Ésta es la zona en donde
el «Scharnhorst» y el «Gneisenau» hicieron tantas presas. Cualquier recono-
cimiento aéreo de gran radio de acción que se efectuara desde Terranova o
Nueva Escocia sería de la mayor eficacia y ayuda.
10. Esperamos estacionar en Nueva Escocia o en Terranova una unidad
naval de gran potencia, que estará en condiciones de aprovechar toda infor-
mación que recibamos referente a las actividades de los corsarios.
11. Existen varias zonas en nuestras rutas comerciales en las cuales el
enemigo puede operar eventualmente y que se encuentran al oeste de la
longitud 26* oeste. Hay también ciertas áreas en el Atlántico septentrional y
meridional, por donde pasan nuestras rutas comerciales, en donde el enemi-
go mantiene sus barcos de abastecimiento y adonde van a repostarse de
combustible. Hasta ahora hemos sido incapaces de explorar estas zonas.
porque no hemos tenido barcos con qué hacerlo. Si supiésemos que se iba a
proceder a un reconocimiento sobre una zona determinada, trataríamos de
apostar en las proximidades una fuerza capaz de entendérselas con cual-
quier corsario que se localizara. Aparte cualquier otra información que sus
barcos estuviesen en condiciones de radiar, el mero hecho de realizarse el
reconocimiento aéreo sobre dichas regiones daría al enemigo una sensación
inmensa de inseguridad.
12. Queda entendido que se han adoptado disposiciones para la interco-
municación secreta entre los barcos de guerra británicos y americanos.
130
13. Para usted solo. Hay otro punto, además de lo dicho, íntimamente li-
gado con lo anterior, que causa al Estado Mayor Naval la más viva inquie-
tud. La capacidad de España y Portugal para resistir a la creciente presión
alemana puede ceder de un momento a otro, y el puerto de Gibraltar que-
daría inutilizado. Para conseguir esto, los alemanes no tendrían necesidad
de mover a un gran ejército a través de España; les bastaría apoderarse de
las baterías capaces de inutilizar el puerto, y para esto serían suficientes
unos pocos miles de artilleros y técnicos. Ya han llevado a cabo una de sus
habituales penetraciones preliminares en Tánger, y de esta forma ambas
orillas del estrecho pueden pasar rápidamente a manos de artilleros enemi-
gos expertos.
14. Desde luego, en el momento en que España ceda o sea atacada, no-
sotros mandaremos dos expediciones que tenemos preparadas desde hace
tiempo, una desde la Gran Bretaña a una de las islas del grupo Azores y
luego a una segunda isla, mientras la otra expedición hará lo mismo en las
islas de Cabo Verde. Pero estas operaciones requerirán ocho días a partir
del momento en que se dé la señal, y nadie puede decir que los alemanes
no se nos hayan adelantado con otros planes entre tanto. Con todas las de-
más cargas navales que pesan sobre nuestros hombros no tenemos fuerzas
para mantener una vigilancia continua. Sería una gran ventaja para noso-
tros si usted pudiera mandar cuanto antes a una escuadrilla americana a
realizar un crucero de amistad por aquellas aguas. Esto probablemente
ahuyentaría a los corsarios nazis, y mantendría un ambiente favorable a no-
sotros, al propio tiempo que nos proporcionaría valiosísimas informaciones.
15. He sostenido largas conversaciones con Mr. Forrestal y me lo llevo
mañana con Harriman a estudiar ia situación del sector del Mersey, tan im-
portante para nuestros accesos del noroeste.
131
roeste... Su actuación puede decidir la Batalla del Atlántico en un sentido
favorable.
Desde luego, guardamos el secreto más riguroso. Sin embargo, creo que
usted comprenderá que si le fuera posible hacer alguna revelación en este
sentido, la noticia podría influenciar favorablemente la actitud tanto de Tur-
quía como de España en el momento cardinal.
132
Y
mismos meses de marzo, abril y mayo, los aviones alemanes hundieron
179 barcos, con un total de 545.000 toneladas, la mayoría de ellos en las
regiones costeras. De dicho total, 40.000 toneladas fueron destruidas,
como se ha descrito en un capítulo anterior, en el transcurso de los dos
feroces ataques contra Liverpool a principios de mayo. Agradecí a los ale-
manes que no se encarnizaran de nuevo contra este ya castigadísimo ob-
jetivo. Entre tanto, a lo largo de nuestras costas no había cesado por un
momento la implacable, insidiosa amenaza de las minas magnéticas, si
bien con éxito variable. Sin embargo, nuestras contramedidas tampoco
cesaron en su eficacia, y hacia 1941 los hundimientos por minas fueron
disminuyendo considerablemente.
Hacia junio, el paulatino acrecentamiento de nuestras medidas defensi-
vas, tanto en aguas territoriales como en el Atlántico, ayudados por el
Canadá y los Estados Unidos, contribuyó a que de nuevo empezaran a
volverse las tortas. Nuestros mayores esfuerzos se encaminaron a mejorar
la organización de las escoltas de nuestros convoyes y a desarrollar nue-
vas armas y dispositivos con que ayudarlas en su tarea. Las necesidades
más destacadas estriban en: más escoltas y más rápidas, dotadas de
mayor capacidad de combustible; una aviación de mayor radio de acción,
y, por encima de todo, un buen radar. La aviación con base en la costa no
bastaba por sí sola, y cada convoy necesitaba llevar aviones por medio de
los cuales localizar a los submarinos que navegaran a alcance de tiro du-
rante el día, y, forzándoles a sumergirse, impedirles que atacaran o lanza-
ran la señal capaz de atraer a otros submarinos. Aun así, el valor del
arma aérea en este cometido estribaba principalmente en el reconoci-
miento. Los aparatos podían observar a los submarinos y obligarles a
sumergirse, pero su poder destructor aún no había sido desarrollado, y de
noche su eficacia quedaba sumamente limitada. La mortal superioridad
del avión sobre el submarino aún tenía que nacer.
Sin embargo, el arma aérea pudo en breve tiempo convertirse en el
peor enemigo del Focke-Wulf. Con el empleo de aviones lanzados me-
diante catapultas montadas en mercantes ordinarios, así como en barcos
convertidos, tripulados por la marina británica, no tardamos en dar buena
cuenta de ese pajarraco. Al principio, el piloto del caza, una vez lanzado
como un halcón contra su presa, tenía que confiar, para salvar la vida,
que un buque de escolta le recogiera del mar.
El Focke-Wulf, viéndose así desafiado en el aire, ya no fue capaz de se-
guir prestando la misma ayuda a los submarinos, y poco a poco, de caza-
dor pasó a ser cazado.
Tonelaje bruto
Enero. idasicon de 320.000
537.000
654.000
500.000
431.000
Las cifras de abril abarcan desde luego las pérdidas excepcionales habi-
das en los combates alrededor de Grecia.
e . *
134
Reconstruimos y ampliamos nuestras bases del Canadá e Islandia con
toda la rapidez posible, y, en consecuencia, trazamos planes para nuestros
convoyes. Aumentamos la capacidad de combustible de nuestros destruc-
tores antiguos y, con ello, su radio de acción. El Cuartel General Combi-
nado de Liverpool, de reciente constitución, se consagró a la lucha en
cuerpo y alma. A medida que entraban más escoltas en servicio y el per-
sonal iba ganando en experiencia, el almirante Noble iba constituyendo
grupos permanentes a las órdenes de comandantes de grupo. Así se fo-
mentó el esencial espíritu de equipo y los hombres se acostumbraron a
trabajar al unísono con una clara comprensión de los métodos de su co-
mandante. Estos Grupos de Escolta se hicieron aún más eficientes, y a
medida que aumentó su potencia, disminuyó la de los submarinos.
135
A finales de junio, comuniqué a la Cámara de los Comunes, haciéndo-
me portavoz del Almirantazgo, una decisiva disminución de las pérdidas
británicas debidas a ataques aéreos en el Atlántico septentrional.
1. Las pérdidas totales durante los cinco meses de referencia de 1941, debidas a ataques
aéreos incluyendo la navegación aliada y la neutrai, así como ias pérdidas habidas en Grecia,
se distribuyen, según datos comprobados, del siguiente modo:
| Mes Brilánicos Aliados Neutrales Total
Al llegar la lucha a esta altura, hice uno de los más importantes y acer-
tados nombramientos de mi administración durante la guerra. En 1930,
encontrándome políticamente cesante, acepté por primera y única vez en
mi vida un cargo de consejero de administración. Se trataba de una de las
compañías subsidiarias de la vasta organización de las líneas navieras Pe-
ninsular y Oriental, de lord Inchcape. Por espacio de ocho años asistí re-
gularmente a las reuniones mensuales del consejo y cumplí mis deberes
con minuciosidad. En estos consejos fui conociendo poco a poco a un
hombre verdaderamente notable. Presidía treinta o cuarenta compañias,
entre las cuales figuraba aquella con la cual yo estaba relacionado. Pron-
to advertí que Frederick Leathers era el cerebro central y el poder contro-
lador de aquella combinación. Lo sabía todo e inspiraba absoluta confian-
za. Año tras año, le fui observando de cerca desde mi modesto puesto.
Me dije: «Si jamás vuelve a haber otra guerra, he aquí a un hombre que
desempeñará el mismo papel de los grandes hombres de negocios que sir-
vieron bajo mis órdenes en el Ministerio de Municiones en 1917 y 1918.»
Leathers ofreció sus servicios al Ministerio de Navegación al estallar la
guerra en 1939. No entablamos muchos contactos mientras yo estuve en
el Almirantazgo porque sus funciones eran especializadas y subordinadas.
Pero ahora, en 1941, en medio de las apreturas de la Batalla del Atlánti-
co, y ante la necesidad de combinar la gerencia de nuestra navegación
con el movimiento de los abastecimientos por ferrocarril y carretera desde
nuestros abarrotados puertos, su nombre acudió más y más a mi mente.
El 8 de mayo me dirigí a él. Después de muchas discusiones reformé los
Ministerios de Navegación y Transportes, fundiéndolos en una sola má-
quina integral, y coloqué a Leathers a su cabeza. Para otorgarle la autori-
dad necesaria, creé el Ministerio de Transportes de Guerra. Yo siempre
fui reacio a colocar a nadie en altos puestos ministeriales de la Cámara de
los Comunes, si la persona en cuestión no llevaba en ella muchos años de
práctica. Los diputados más experimentados, ajenos al gobierno, pueden
fastidiar al recién entrado, el cual siempre se sentirá intranquilizado por
los discursos que tiene que preparar y pronunciar. Por consiguiente, pre-
senté a la Corona una solicitud en el sentido de que se concediera un títu-
lo de Par al nuevo ministro.
A partir de este momento hasta el fin de la guerra, lord Leathers per-
maneció al frente del Ministerio de Transportes de Guerra, y su reputa-
ción fue creciendo a cada uno de los cuatro años que transcurrieron.
Ganó la confianza de los jefes de Estado Mayor y de todos los departa-
mentos del país, y estableció íntimas y excelentes relaciones con los diri-
137
gentes americanos en su misma esfera profesional. Con nadie estuvo más
en íntima armonía que con Mr. Lewis Douglas, de la Junta de Navega-
ción de los Estados Unidos, y más tarde embajador en Londres. Leathers
me fue de una inmensa ayuda en la conducción de la guerra, y rarísimas
veces dejó de llevar a buen término las pesadas tareas que le encomendé.
Muchas veces, cuando todo el personal y los expedientes ministeriales ha-
bían fracasado en la solución de los problemas de transportar una divi-
sión suplementaria o transbordarla de barcos británicos a barcos america-
nos, o de solventar cualquier otra necesidad, yo acudía personalmente a
él y las dificultades parecían desaparecer como por arte de magia.
138
La Cámara pareció muy tranquilizada por mis declaraciones y me dio
todo el apoyo que le recabé.
Terminé diciendo:
141
alianza entre el Partido Campesino Croata y la oposición servia, de la que
se sospechaba que mantenía estrechas relaciones con Italia y Alemania,
Stoyadinovich fue derrotado en las elecciones, y en febrero de 1939 se vio
obligado a retirarse.
El nuevo primer ministro, Cvetkovich, y su ministro de Asuntos Exte-
riores, Markovich, trataron de apaciguar la creciente amenaza del Eje. En
agosto de 1939 se llegó a un acuerdo con los croatas y Machek entró a
formar parte del gobierno de Belgrado. El mismo mes llegó la noticia del
pacto germanosoviético. Pese a sus diferencias ideológicas, los servios
siempre se habían sentido atraídos, por puro instinto eslavo, hacia Rusia.
La actitud soviética de los tiempos de Munich les había alentado a confiar
en que aún se podría mantener la unidad de la Europa oriental. Ahora la
firma del fatídico pacto parecía arrojar de un plumazo a los Balcanes en
brazos del Eje. La caída de Francia en junio de 1940 privó a los eslavos
del sur de su tradicional amigo y protector. Los rusos revelaron sus inten-
ciones sobre Rumania y ocuparon la Besarabia y la Bukovina. En agosto
de 1940, en Viena, Alemania e Italia adjudicaron la Transilvania a Hun-
gría. Se iba cerrando la red que cercaba a Yugoslavia. En noviembre de
1940, Markovich dio el primer paso secreto en el camino de Berchtesga-
den. Escapó sin comprometer formalmente a su país con el Eje, pero el
12 de diciembre se firmó un pacto de amistad con la aliada menor del Eje,
Hungría.
142
A — O
cos no se atrevían a decir lo que pensaban. El príncipe Pablo declinó la
propuesta de una visita de míster Eden. Sólo había una excepción: un ge-
neral de aviación, llamado Simovich, que representaba a los elementos
nacionalistas entre el alto mando de las fuerzas armadas. Desde diciem-
bre, su despacho del cuartel general de la aviación, situado en Zemun, al
otro lado del río, frente a Belgrado, se había convertido en el centro clan-
destino de la oposición a la penetración alemana en los Balcanes y a la
inercia del gobierno yugoslavo.
El 14 de febrero, Cvetkovich y Markovich acudieron a una llamada de
Berchtesgaden. Juntos escucharon el consabido sermón de Hitler sobre el
poderío de la victoriosa Alemania, subrayando las íntimas relaciones entre
Berlín y Moscú. Si Yugoslavia se adhería al Pacto Tripartito, Hitler ofreció,
para el caso de tener que operar contra Grecia, no marchar a través de Yu-
goslavia, sino limitarse a utilizar sus carreteras y ferrocarriles para el trans-
porte de suministros militares. Los ministros regresaron a Belgrado con el
ánimo ensombrecido. Unirse al Eje podía enfurecer a Servia. Luchar contra
Alemania podía ser causa de un conflicto separatista en Croacia. Grecia, el
único aliado posible en los Balcanes, estaba empeñada en dura lucha con-
tra un ejército de más de 200.000 italianos, mientras gravitaba sobre su
cabeza la amenaza de una inmediata invasión alemana. La ayuda inglesa
parecía dudosa, y en el mejor de los casos, simbólica. A fin de inducir a
Yugoslavia a una decisión favorable, Hitler procedió al cerco estratégico del
país. El 1 de marzo, Bulgaria se adhirió al Pacto Tripartito, y aquella misma
tarde los elementos motorizados alemanes alcanzaron las fronteras de Ser-
via. Entre tanto, a fin de evitar cualquier provocación, el ejército yugoslavo
se abstuvo de movilizar. Había sonado la hora de la decisión.
El 4 de marzo, el príncipe Pablo salió secretamente de Belgrado para
efectuar una visita a Berchtesgaden y, cediendo a la coacción, se compro-
metió verbalmente en el sentido de que Yugoslavia seguiría el ejemplo
de Bulgaria. Á su regreso, y en una reunión del Real Consejo, así como
en conversaciones separadas con los jefes políticos y militares, chocó con
criterios opuestos al suyo. El debate fue violento, pero el ultimátum ale-
mán no dejaba lugar a dudas. El general Simovich, al ser llamado al Pala-
cio Blanco, residencia del príncipe Pablo en las montañas que dominan a
Belgrado, se expresó con firmeza contra la capitulación. Servia no podía
aceptar semejante decisión que, además, pondría en peligro a la dinastía.
Pero de hecho el príncipe Pablo ya había comprometido al país.
22-111-41
Excelencia: la derrota final de Hitler y Mussolini es un hecho cierto e in-
dudable. Ningún hombre prudente y sagaz puede dudarlo después de cono-
cer las declaraciones de las democracias británica y americana. Sólo hay
143
65.000.000 de hunos, la mayoría de ellos ocupados en tiranizar a austríacos,
checos, polacos y demás nobles y antiguos pueblos a los que hoy avasallan
y saquean. Los pueblos del Imperio Británico y de los Estados Unidos su-
man casi 200.000.000 de almas tan sólo en sus territorios nacionales y los
Dominios. Nadie osa disputarnos la supremacía en los océanos, y con la
ayuda americana no tardaremos en poseer una superioridad decisiva en el
aire. El Imperio Británico y los Estados Unidos poseen más riquezas y más
recursos técnicos y fabrican más acero que todo el resto del mundo reunido.
Están decididos a que la causa de la libertad no sea pisoteada ni que la mar-
cha del progreso deba retroceder por culpa de unos dictadores criminales,
uno de los cuales ha sufrido ya un pinchazo del cual no se curará con facili-
dad. Sabemos que los corazones de todos los verdaderos servios, croatas y
eslovenos laten por la libertad, la integridad y la independencia de su país, y
que comparten las esperanzas que los pueblos de habla inglesa han deposi-
tado en el futuro. Si Yugoslavia tuviera que descender hoy a la triste suer-
te de Rumania, o cometiera el crimen de Bulgaria, y se convirtiera en cóm-
plice del intento de asesinato de Grecia, su ruina sería segura e irreparable.
No escaparía, sino que sólo aplazaría, a la prueba de la guerra. y sus valien-
tes ejércitos tendrían que luchar solos después de haber sido cercados y co-
pados de toda esperanza de socorro. Por otra parte, raras veces la historia
de la guerra ha brindado a Yugoslavia una oportunidad como la presente
si sabe aprovecharla a tiempo. Si Yugoslavia y Turquía se alinean junto a
Grecia, con toda la ayuda que el Imperio Británico puede aportarles, cesará
la maldición alemana y la victoria final se ganará con tanta seguridad y de
una manera tan definitiva como cuando la última guerra. Confío en que
Vuecencia sabrá colocarse a la altura de los acontecimientos mundiales.
26-111-41
Procure evitar cualquier distanciamiento entre usted y el príncipe Pablo o
sus ministros. Continúe importunando, hostigando y mordiendo. Pida au-
diencias. No admita un NO como respuesta. Aférrese a ellos. resaltando que
los alemanes ya dan por descontada la sumisión del país. No es hora de re-
proches ni de dignas despedidas. Entre tanto, no desdeñe ninguna alternati-
va a la cual podamos recurrir si vemos que el actual gobierno ha ido dema:
siado lejos. Estoy admirado por cuanto usted ha hecho hasta ahora. Man-
téngase en la misma posición por todos los medios que se le ocurran.
144
directa en el caso de que el gobierno capitulase ante Alemania. Se había
planeado cuidadosamente un golpe revolucionario. El jefe del proyectado
alzamiento era el general Bora Mirkovich, comandante de la aviación yu-
goslava, ayudado, entre centenares de patriotas, por el mayor Knezevich,
oficial del ejército, y su hermano, un profesor que tenía múltiples contac-
tos políticos gracias a su posición dentro del Partido Demócrata Servio. El
secreto del plan quedó confinado a un reducido número de oficiales de
reconocida lealtad, casi todos ellos de un grado inferior a coronel, La red
se extendió de Belgrado a las principales guarniciones del país, Zagreb,
Skoplje y Sarajevo. Las fuerzas de que disponían los conspiradores en
Belgrado constaban de dos regimientos de la Guardia Real, con la excep-
ción de sus coroneles, un batallón de la guarnición de Belgrado, una
compañía de gendarmes de servicio en el palacio real, parte de la divi-
sión antiaérea estacionada en la capital, el cuartel general de la aviación
de Zemun, del que era jefe Simovich, y las escuelas de cadetes, para ofi-
ciales y suboficiales, junto con ciertas unidades de artillería y zapadores.
Cuando el 26 de marzo comenzó a circular por Belgrado la noticia del
regreso de Viena de los ministros yugoslavos, los conspiradores decidie-
ron obrar. La señal de apoderarse de los puntos estratégicos de Belgrado
y de la residencia real, junto con la persona del joven rey Pedro ll, fue
dada al amanecer del 27 de marzo. Mientras las tropas, al mando de ofi-
ciales resueltos, dejaban incomunicado el palacio real, en las afueras de la
capital, el príncipe Pablo, sin saber nada o demasiado de cuanto se estaba
tramando, viajaba en el tren, camino de Zagreb. Pocas revoluciones se
han desarrollado más suavemente. No hubo derramamiento de sangre.
Algunos militares de alta graduación fueron arrestados. Cvetkovich fue
llevado por la policía al cuartel general de Simovich y obligado a firmar
su dimisión. En los sitios estratégicos de la capital se emplazaron cañones
y ametralladoras. A su llegada a Zagreb, el principe Pablo fue informado
de que Simovich se había hecho cargo del gobierno en nombre del joven
rey, Pedro Il, y que el Consejo de Regencia estaba disuelto. El comandan-
te militar de Zagreb rogó al príncipe Pablo que regresase inmediatamente
a la capital. En cuanto llegó a Belgrado, el príncipe Pablo fue escoltado
hasta el despacho de Simovich. Junto con los demás regentes firmó en
seguida el acta de abdicación. Se le concedieron algunas horas para reco-
ger sus efectos, y junto con su familia aquella misma noche salió para
Grecia.
El plan había sido elaborado y ejecutado por un reducido núcleo de ofi-
ciales nacionalistas servios que se habían identificado con el sentimiento
popular. El levantamiento provocó un estallido de entusiasmo en masa.
Las calles de Belgrado no tardaron en verse atestadas de servios que gri-
taban a coro: «Antes la guerra que el pacto; antes la muerte que la escla-
vitud.» Hubo bailes en las plazas; por doquier aparecieron banderas ingle-
sas y francesas; el himno nacional servio era cantado con fogosa arrogan-
cia por multitudes enardecidas e inermes. El 28 de marzo, el joven rey,
que se había evadido milagrosamente de la tutela de la regencia descol-
gándose por una cañería de desague, asistió al oficio divino de la catedral
de Belgrado, en medio de fervientes aclamaciones. El ministro plenipoten-
145
ciario alemán fue insultado públicamente y la muchedumbre escupió al
paso de su automóvil. El levantamiento militar había desencadenado una
avalancha de vitalidad nacional. Un pueblo paralizado en su acción, hasta
entonces mal gobernado y mal regido, secularmente atormentado por la
sensación de vivir engañado, lanzó su heroico e indómito reto al tirano y
conquistador en la hora de su máximo poderío.
146
Mi intención es atacar a Yugoslavia mediante fuertes irrupciones en las
zonas de Fiume y Sofía, en dirección a Belgrado y más al sur, con el objeti-
vo de infligir al ejército yugoslavo una derrota definitiva, así como copar la
parte meridional de Yugoslavia del resto del país y convertirla en una base
para operaciones ulteriores de las fuerzas italogermanas contra Grecia.
En detalle, ordeno lo que sigue:
a) En cuanto se hayan concentrado las fuerzas suficientes, y las condicio-
nes meteorológicas lo permitan, todas las instalaciones terrestres de Yu-
goslavia y su capital Belgrado serán destruidas por medio de ataques aé-
reos, día y noche.
b) Simultáneamente, si es posible, pero nunca antes, se iniciará la opera-
ción «Marita», con el primer objetivo limitado a la toma del puerto de Saló-
nica y el sistema montañoso de Díos.
Hitler veía tan claramente como nosotros la única probabilidad que te-
nia Yugoslavia de asestar un golpe mortal.
Considero necesario que usted cubra y cierre los pasos más importantes
de Yugoslavia a Albania con todas las fuerzas de que disponga. Estas me-
didas no deben ser consideradas como vigentes para un plazo muy largo,
sino como disposiciones auxiliares destinadas a prevenir que surja una crisis
en los próximos quince días o tres semanas.
También considero necesario, Duce, que refuerce usted sus formaciones
de la frontera italoyugoslava con todos los medios de que disponga y con
la mayor rapidez posible.
.--Si se guarda silencio sobre estas disposiciones, Duce, no dudo de
que
seremos testigos de un éxito que igualará al de Noruega. Ésta es mi sólida
convicción.
147
el mayor peligro para Alemania estribaba en «un ataque al ejército italia-
no por la retaguardia». Jodl declaró lo siguiente: «Trabajé toda la noche
en la Cancillería del Reich, lo cual ratifica el carácter de imprevista sor-
presa que revistió el caso. A las cuatro de la madrugada del 28 entregué
un aide-mémoire al general von Rintelen, nuestro oficial de enlace con el
Estado Mayor italiano.» Keitel dice: «La decisión de atacar a Yugoslavia
significó trastornar de un modo absoluto todos los movimientos militares TE
nn
o
o
planeados hasta entonces. La operación “Marita” tuvo que reajustarse del
principio al fin. Hubo que traer nuevas fuerzas del norte a través de Hun-
gría. Todo tuvo que improvisarse.»
Desde los días de Munich, Hungría había intentado extender sus fron-
teras de 1920 aprovechando las victorias diplomáticas de Alemania a ex-
pensas de Checoslovaquia y Rumania, mientras al mismo tiempo trata-
ba de guardar una posición neutral en la esfera internacional. La diplo-
macia húngara se afanó por evitar contraer compromisos concretos con
el Eje, en el sentido de ser su aliada de guerra. Hungría se adhirió en Vie-
na al Pacto Tripartito, pero, lo mismo que Rumania, no contrajo obliga-
ciones definidas. Ni Hitler ni Mussolini deseaban una pelea entre los paí-
ses balcánicos. Sus esperanzas consistían en lograr el dominio de todos
los Balcanes de una sola vez, y por este motivo habían impuesto a Hun-
gría y Rumania un arreglo sobre la Transilvania. La agresión de Mussolini
a Grecia, que Hitler no veía con buenos ojos, trajo aparejada la perspecti-
va de una intervención británica en el sudeste de Europa. Por consiguien-
te, se ejerció presión sobre Yugoslavia para que siguiese el ejemplo de
Hungría y Rumania y se uniese al bloque del Eje. Cuando los ministros
yugoslavos fueron llamados a Viena para este propósito, todo pareció
arreglado. Los dramáticos acontecimientos del 27 de marzo en Belgrado
dieron al traste con las esperanzas de formar un grupo balcánico compac-
to, adicto al Eje.
Estos hechos repercutieron directa e inmediatamente en Hungría. Aun-
que era evidente que el ataque alemán contra los recalcitrantes yugosla-
vos tenía que provenir de Rumania, todas las líneas de comunicación pa-
saban por territorio húngaro. Faltó poco para que la primera reacción del
gobierno alemán ante los sucesos de Belgrado estribara en enviar al mi-
nistro húngaro en Berlín a Budapest en avión, con un mensaje urgente
para el regente, el almirante Horthy.
148
Hungría estaba ligada por un pacto de amistad con Yugoslavia, dial
do precisamente en diciembre de 1940. Pero una oposición a ES
designios alemanes no podía por menos de llevar a una ocupación polls
na de Hungría en el transcurso de las inminentes operaciones is
Por otra parte, era difícil resistir a la tentación de volver a ocupar E e-
rritorios meridionales que Hungría había tenido que ceder a Yugoslavia
en virtud del Tratado de Trianón. El primer ministro húngaro, conde Te-
leki, había laborado sin descanso por conservar una cierta libertad o ac-
ción para su país. No estaba ni remotamente convencido de que A ema-
nia hubiera de ganar la guerra. En el momento de firmar el Pacto Tripar-
tito, tenía muy poca confianza en la independencia de Italia como po
do del Eje. El ultimátum de Hitler entrañaba la ruptura del pacto que €
mismo había establecido con Yugoslavia. Pero la iniciativa le fue arreba-
tada por el Estado Mayor húngaro, cuyo jefe, el general Werth, de Se
germánico, llegó a un acuerdo con el Alto Mando alemán a espaldas de
gobierno húngaro. Sobre esta base se fijaron los detalles para el paso de
las tropas por territorio magyar. -
a e Telela denunció la maniobra de Werth, calificándo-
la de traición. La tarde del 2 de abril de 1941, Teleki recibió un telegrama
del ministro húngaro en Londres, informándole que el Foreign Office le
había comunicado oficialmente que si Hungría participaba en cualquier
acción alemana contra Yugoslavia, debía contar con la declaración de
querra por parte de la Gran Bretaña. En consecuencia, la única opción
que le quedaba a Hungría era o una inútil resistencia al paso de las tropas
alemanas, o alinearse abiertamente contra los aliados, traicionando así a
Yugoslavia. En esta cruel situación, el conde Teleki no vio más que un
medio de salvar su honor personal. Poco después de las nueve salió del
ministerio húngaro de Asuntos Exteriores y se retiró a sus habitaciones
del palacio Sandor. Allí recibió una llamada telefónica. Se supone que
esta llamada sirvió para notificarle que las tropas alemanas ya habían
cruzado la frontera húngara. Pocos minutos después, se pegó un tiro. Su
suicidio era un sacrificio para absolverse a sí mismo y a su pueblo del deli-
to de la agresión alemana contra Yugoslavia. Deja su nombre limpio
ante la Historia. Pero fue impotente para detener el avance de los ejérci-
tos alemanes y sus consecuencias.
149
Y
27-11-41
Excelencia: Los dramáticos acontecimientos ocurridos en Belgrado y en
toda Yugoslavia pueden ofrecer la mejor oportunidad para impedir la in-
vasión alemana de la península balcánica. Creo que es el momento de
constituir un frente común que Alemania difícilmente osará atacar. He ca-
blegrafiado al presidente Roosevelt rogándole que extienda el envío de su-
ministros a todas las potencias que resistan a la agresión alemana en el
Oriente europeo. He pedido a Mr. Eden y al general Dill que adopten las
medidas que crean convenientes para garantizar la seguridad común.
28-11-41
1. Vamos a precisar lo que deseamos en los Balcanes y en Turquía y
obrar en consecuencia según lo permitan los acontecimientos.
2. Entre Yugoslavia, Grecia, Turquía y nosotros, tenemos en conjunto
setenta divisiones movilizadas en ese teatro. Los alemanes aún no disponen
de más de treinta. Por consiguiente, nuestras setenta podrían decir a las
otras treinta: «Si atacas a cualquiera de nosotros, estarás en guerra con to-
150
dos.» El ataque alemán sólo puede producirse a través de las regiones mon-
tañosas, en donde hay pobrísimas comunicaciones y las probabilidades ad-
versas son muchas. De lo contrario, tendrán que traer grandes refuerzos de
Alemania. Pero tampoco esto soluciona sus dificultades, porque. en primer
lugar, harán falta varios meses para transportar dichos refuerzos hasta ese
teatro de la querra, y en segundo lugar, porque el teatro mismo, Y sobre
todo las comunicaciones que llevan a él, no son suficientes para permitir el
tránsito de fuerzas más nutridas sin antes consagrar mucho tiempo a la me-
jora de las comunicaciones en sí. Por consiguiente, es muy probable que
una triple nota de las tres potencias balcánicas trajera aparejada la conser-
vación de la paz, o por lo menos un prolongado aplazamiento del avance
alemán. Cabría en lo posible que el avance no se pudiese realizar antes de
muchos meses, y entonces tal vez ya habría pasado la estación propicia. En-
tre tanto, los refuerzos británicos y los suministros británicos y americanos
pueden incrementar enormemente la capacidad de resistencia de los ejérci-
tos aliados. Por consiguiente, existe la perspectiva de que si se lograra ali-
near a los tres aliados en un frente único, el enemigo tal vez desistiera de
toda invasión en el sur. Esto es lo que quieren los turcos.
3. Ésta es la mejor ocasión que se presenta a Turquía para evitar la gue-
rra. Examinaremos las alternativas. Si los tres permanecen desunidos, los
alemanes pueden creer que es mejor dejar tranquilas a Grecia y Yugoslavia
y volver todo el peso de su fuerza contra Turquía en la Tracia. Hay varios
telegramas que lo insinúan. Así, al no hacer nada, Turquía corre el gravísi-
mo peligro de verse convertida en el blanco de todas las amenazas. No cabe
duda de que la masa de tropas turcas concentradas en Tracia no tardaría
en huir a la desbandada hacia las líneas de Catalia y el Bósforo, sin la me-
nor obligación ni oportunidad, por parte de Yugoslavia o Grecia, de con-
trarrestar esta presión mediante un contraataque o extendiendo el frente de
batalla.
4. La consigna a dar por quien estuviese facultado para hacerlo, sería:
a) una declaración diplomática de unidad y el requerimiento a no ser mo-
lestados, tal como se indica más arriba, y b) una retirada simultánea del
grueso de las tropas turcas a Catalia y la costa asiática, dejando en Tracia
sólo fuertes contingentes de protección y de retaguardia. Semejante polí-
tica de unidad inquebrantable, junto con una retirada estratégica de tro-
pas, impediría que los alemanes se apuntasen una victoria decisiva en
Tracia, no requeriría ninguna ofensiva por parte de Turquía, y, a menos
que los alemanes picaran soleta, se encontrarían expuestos en un frente
estático que se extendería desde, digamos, la altura de Catalia hasta en-
lazar directamente con el frente norte de Servia, pasando por el sector
Rupel-Nestor. Aun así, este frente no podría sostenerse mucho tiempo.
¡Pero qué perspectiva tan inapetecible y peligrosa para un enemigo para
quien los éxitos rápidos son especialmente importantes! Desde luego, los
verdaderos intereses de Turquía radican en eso, si sabe, y deberíamos tra-
tar de hacérselo ver, por reacios que los turcos se muestren. El peligro
más grande que amenaza a Turquía consiste en encontrarse sola y sin
ayuda en Tracla.
5. ¿Cómo se armoniza todo esto con los intereses británicos? St, a pesar
de todo, Alemania ataca a los Balcanes, debemos desempeñar nuestro pa-
pel con todas las fuerzas de que dispongamos. Si, por el contrario, pretende
que jamás quiso llevar la guerra a los Balcanes y deja tranquilas a Grecia
Yugoslavia y Turquía, debemos concentrar a nuestras fuerzas y preparar-
las para una intensa campaña de verano y otoño en el Mediterráneo cen-
tral, Incluyendo Trípoli, Sicilia y el extremo meridional de Italia. En nuestra
151
mano derecha tendríamos un buen amortiguador para la protección de
nuestros intereses en Oriente Medio mientras con la izquierda podríamos
atacar en el Mediterráneo central.
6. ¿No cabe dentro de lo posible que. de formarse un frente unido en la
península balcánica, Alemania considerase más provechoso sacar tajada de
Rusia, habida cuenta de que nos han llegado múltiples informes sobre fuer-
tes concentraciones en Polonia e intrigas en Suecia y Finlandia?
7. Le ruego examine estas reflexiones en lo que valen.
30-11-41
Cuando hace un mes decidimos mandar un ejército a Grecia, el gesto pa-
recía más bien una aventura militar a ciegas, dictada por el noblesse oblige.
Los acontecimientos del jueves en Belgrado demuestran el vasto alcance de
esta y Otras medidas que hemos tomado respecto de la situación balcánica.
Los planes alemanes han sido trastornados y podemos acariciar renovadas
esperanzas de formar un frente balcánico con Turquía, sumando unas se-
tenta divisiones de las cuatro potencias interesadas. Desde luego, estas espe-
ranzas aún no se han confirmado, pero, aun en estos momentos, ponen a la
operación «Lustre» (la expedición a Grecia) en su verdadero lugar, definién-
dola, no como hecho militar aislado, sino como la primera jugada de una
larga partida. Cualquiera que sea el desenlace, todo lo ocurrido desde que
se tomó esta decisión, la justifica plenamente. La demora permitirá asimis-
mo completar la concentración de nuestras tropas en el frente griego. en lu-
gar de proceder fragmentariamente a su alineación. El resultado es imprevi-
sible, pero mientras la recompensa es mayor, los riesgos, en cierto modo,
han disminuido. Estoy en íntimo contacto con Menzies. Me gustaría poder
hablar de todo esto con usted.
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1-I1V-41
Diversos informes señalan un rápido agrupamiento contra Yugoslavia.
Ganar tiempo contra los alemanes es perderlo contra los italianos. Nada de-
bería disuadir a Yugoslavia de desplegar todas sus fuerzas contra
éstos
cuanto antes, Sólo de esta forma conseguirán ganar un vasto éxito inicial
y
cantidades considerables de pertrechos en momento muy oportuno.
153
fin de salvaguardar una ficticia cohesión interior. Al fin pudieron movilizar
al ejército, pero se carecía de todo plan estratégico. Dill no encontró en
Belgrado más que parálisis y confusión. «A pesar de mis mejores deseos»,
comunicó a Mr. Eden el 1 de abril, «no he logrado convencer al presiden-
te de la necesidad de convenir una entrevista con usted cuanto antes. De-
claró sin ambages que el gobierno yugoslavo, principalmente por temor
AX
AA
—Á
al efecto que podría causar en la situación inferior, estaba decidido a no
tomar medida alguna que se pudiera considerar provocativa para Alema-
nia». En estos mismos momentos, toda la potencia de Alemania en aque-
lla región se disponía a caer sobre ellos como un alud.
El 4 de abril, el general Dill mandó un informe detallado de su misión
en Belgrado, que demostraba cuán ajenas estaban las mentes de los mi
nistros yugoslavos del inminente peligro que les amenazaba. Á juzgar
por su ánimo y sus palabras, hubiérase dicho que disponían de meses en-
teros para llegar a una decisión sobre la paz o la guerra con Alemania. En
rigor, sólo faltaban setenta y dos horas para que les arrollara la embesti-
da. Dill escribió:
154
tros ejércitos de África, incluso se han retirado aparatos de bombardeo has-
ta hace poco estacionados en Trípoli. No acierto a comprender su argumen-
to de querer ganar tiempo. El único camino capaz de conducir a la victoria
y la seguridad, es anticiparse y dar un golpe de mano en Albania y apro-
piarse de la enorme cantidad de pertrechos que caerán en sus manos.
Cuando las cuatro divisiones alpinas alemanas que el Estado Mayor yu-
goslavo sitúa en el Tirol lleguen a Albania, usted se encontrará Ae
una resistencia muy diferente de la que pueda presentar la retaguardia e
las desmoralizadas tropas italianas. Siendo ésta la primera vez que tengo Ñ
honor de dirigirme a Vuecencia, le expreso mis más fervientes deseos por la
victoria, la seguridad y la independencia de la valiente nación cuyos destinos
usted rige.
155
hotel de Belgrado, que era pasto de las llamas. Un oso, aturdido y perple-
jo, atravesó aquel infierno con paso lento y acompasado, en dirección al
Danubio. No era el único oso que no comprendía nada de cuanto ocurría
a su alrededor.
Se había llevado a cabo la operación «Castigo».
sambue
SoDIJ2/A
UB[ijsa
"A9))]
US
Ei vicealmirante Sir J> nes
Sommerville toma el =3n.
do de la flota britan 1 del
Mediterraneo orient
157
—,
158
tendría que hacerse con convoyes y las escoltas serían escasas y a intervalos
demasiado largos. No solamente esto representaría una nueva y gravosa
restricción, así como una perturbación de nuestra economía de guerra, sino
que significaría poner fin a los refuerzos de los ejércitos que habíamos pla-
neado para Oriente Medio a base de fuentes australianas e hindúes. Cual-
quier amenaza de invasión de Australia o Nueva Zelanda nos obligaría, des-
de luego, a retirar a nuestra flota del Mediterráneo oriental, con repercusio-
nes militares posiblemente desastrosas, y la certeza de que Turquía tendría
que buscar algún arreglo para la reapertura del tráfico y los suministros ale-
manes de petróleo del mar Negro. Ya ve usted, pues, señor Presidente, la
espantosa debilitación de nuestro esfuerzo bélico que provocaría el mero
hecho de que el Japón enviara sus cruceros acorazados Y SUS doce cruceros
con cañoles de 8 pulgadas a los océanos orientales, con mayor razón si gra-
vitara sobre las dos democracias de la Australasia del Pacífico meridional
una amenaza segura de invasión.
Hay quien cree que el Japón, dada su actitud actual, no vacilará en co-
rrer el riesgo, o provocar una guerra contra la Gran Bretaña y los Estados
Unidos. Personalmente, creo que las probabilidades están resueltamente
contra esto, pero nunca se sabe lo que puede ocurrir. Todo cuanto usted
pueda hacer por inspirar al Japón el temor de una doble guerra, contribuirá
a alejar el peligro. Si, a pesar de todo, entran en el conflicto contra nosotros
y nos encontramos solos, no resultaría fácil exagerar la gravedad de las con-
secuencias.
Yo hice hincapié en las largas y amistosas relaciones entre los dos países,
mis sentimientos personales desde la alianza con el Japón en 1902 y el gran
deseo que nos anima a todos de no turbar nuestra amistad. El Japón no po-
día esperar que nosotros viéramos con agrado lo que está ocurriendo en
China, pero habíamos mantenido una actitud de correcta neutralidad, una
neutralidad desde luego muy diferente de la que observamos cuando les
159
prestamos nuestra ayuda en su guerra con Rusia. No teníamos la menor in-
tención de atacar al Japón, y nuestro mayor deseo era verle próspero y en
paz y le dije que sería una lástima que ahora, teniendo a China práctica:
mente en sus manos, se empeñara en una guerra contra la Gran Bretaña y
los Estados Unidos. e
El embajador me dijo que el Japón no tenía el menor propósito de atacar
nia nosotros ni a los Estados Unidos; que no abrigaba el más remoto deseo
de verse envuelto en una querra contra ninguno de estos dos países. Jamás
Intentarían atacar Singapur o Australia, y repitió varias veces que jamas LS
tentarían ganar un palmo de terreno ni entrometerse por nada en las Indias
Orientales holandesas. La única queja que tenía el Japón, dijo, era nuestra
actitud respecto a China, en el sentido de que alentaba a ésta y creaba difi-
cultades al Japón... Me creí en la obligación de recordarle el Pacto Triparti-
to que habían firmado con las potencias del Eje y que esto, naturalmente, lo
teníamos presente en todo momento. Era imposible creer que un pacto tan
favorable a Alemania y tan poco al Japón no contuviese algunas cláusulas
secretas; por otra parte, el Japón nos había inspirado algunas dudas sobre
la interpretación que daría al pacto en determinadas circunstancias. El em-
bajador dijo que ya habían dado explicaciones en su tiempo, que el único
objeto japonés era limitar el conflicto, etc. Yo le dije que el Pacto Tripartito
había sido un gran error por parte del Japón. Nada les había perjudicado
más en sus relaciones con los Estados Unidos ni nada había estrechado más
las de este país con la Gran Bretaña.
160
bastante con la carga que pesaba sobre sus hombros y no deseaba verles
entrar en la contienda. Ya hemos visto el número de actos hostiles ameri-
canos que había pasado por alto, cualquiera de los cuales daba sobrados
pretextos para una declaración de guerra. Hitler y Ribbentrop tenían un
extraordinario empeño en que el Japón atacase a lo que ellos llamaban
«Inglaterra» —el nombre aún subsiste—, y bajo ningún concepto crearse
complicaciones con los Estados Unidos. Aseguraron a Tokio que si el Ja-
pón actuaba con energía en Malasia y las Indias holandesas, los Estados
Unidos no se atreverían a moverse. Los jefes navales y militares nipones
no estaban muy convencidos por estos argumentos, a los que por otra
parte no juzgaban desinteresados. A su juicio, había que descartar cual-
quier operación en el sudeste asiático a menos que la precediera un ata-
que contra las bases americanas, o se llegase a un acuerdo diplomático
con los Estados Unidos.
Del fondo del complicado escenario político del Japón parece que
decisiones surgieron en aquel entonces. La primera fue mandar a Eurc
al ministro de Asuntos Exteriores, Matsuoka, a fin de comprobar por
mismo la verdad de la supremacía alemana en Europa y especialmente
cuándo tenía que empezar de veras la invasión de la Gran Bretaña.
¿Estaban las fuerzas navales inglesas tan absorbidas en la defensa de la
Gran Bretaña, que ésta no podría permitirse reforzar sus posesiones
orientales si el Japón las atacara? A pesar de haber sido educado en los
Estados Unidos, Matsuoka era un acerbo antiamericano. Quedó vivamer-
te impresionado por el movimiento nazi y el poderío de la Alemania en
guerra. Sucumbió al hechizo de Hitler. Acaso en cierto momento soñó
con desempeñar, él mismo, un papel análogo en el Japón. En segundo lu-
gar, el gobierno japonés acordó que el alto mando naval y militar debía
gozar de una libertad absoluta para planear operaciones contra la base
americana de Pearl Harbour, así como las Filipinas, las Indias Orionr
holandesas y Malasia. En tercer lugar, un estadista «liberal», «
Nomura, sería envlado a Washington a fin de explorar las po:
un acuerdo con los Estados Unidos en cuanto al Pacífico
había de servir de máscara, sino que hasta podía conducir a une
pacífica. Así se llegó a un acuerdo entre las opiniones divergentes
bía en el seno del gabinete nipón.
161
. Du-
Alemania había llegado a la fase final de su batalla contra Inglaterra
ivos ne-
rante el invierno anterior, el Fiihrer había hecho todos los preparat
combate a In-
cesarios para poner a Alemania en disposición de presentar
ón acaso la
glaterra dondequiera que fuese. El Fiihrer tenía a su disposici
con 240
mayor potencia militar que jamás había existido. Alemania contaba
de prime:
divisiones de combate, de las cuales 186 eran divisiones de asalto
-
ra clase y 24 eran divisiones Panzer. La Luftwaffe había crecido considera
queno
blemente, enriqueciéndose con nuevos tipos de aviones, de suerte
sino
solamente igualaba a Inglaterra y a los Estados Unidos en este terreno,
que tenía sobre ellos una superioridad definitiva. -
un nú-
Al estallar la guerra, la armada alemana no contaba más que con
mero relativamente pequeño de acorazados. No obstante, los que estaban
no tarda-
en construcción habían sido terminados, de manera que el último
Mun-
ía en entrar en servicio. Contrariamente a cuando la Primera Guerra
dial, esta vez la armada alemana no se había quedado en los puertos, sino
que desde el primer día había sido movilizada contra el enemigo. Matsuoka
las
debía de estar probablemente enterado de que, en las últimas semanas,
las
grandes unidades navales alemanas habían interceptado con gran éxito
líneas de abastecimiento entre Inglaterra y América.!
El número de submarinos empleados hasta ahora era muy pequeño.
Nunca habían pasado de ocho o nueve unidades a la vez las que habían
operado contra el enemigo. Sin embargo, estos submarinos, actuando de
consuno con la Luftwaffe, habían hundido 750.000 toneladas mensuales
durante enero y febrero, y en cualquier momento Alemania podía presentar
pruebas fehacientes de ello. Además, esta cifra no incluía las pérdidas sufri-
das por Inglaterra por causa de las minas flotantes y magnéticas. A princi-
pios de abril, el número de submarinos aumentaría de ocho a diez veces, de
manera que cabría tener constantemente operando contra el enemigo de
sesenta a ochenta submarinos. Al principio, el Fihrer había seguido la tácti-
ca de emplear pocos submarinos contra el enemigo, utilizando el resto para
el adiestramiento del personal para una flota más considerable, al objeto de
poder asestar más adelante el golpe que habría de derribar a Inglaterra. Por
consiguiente, el tonelaje que se hundiría en lo sucesivo podía ya considerar-
se definitivamente superior al hundido hasta ahora. En estas circunstancias,
el arma submarina constituía por sí sola un instrumento mortal de guerra.
En el continente europeo, Alemania no tenía prácticamente ningún ene-
migo de consideración, salvo las escasas tropas británicas que quedaban en
Grecia. Alemania aniquilaría cualquier tentativa inglesa de desembarcar en
Europa y atrincherarse en ella. Por consiguiente, no toleraría la permanen-
cia de Inglaterra en Grecia. La cuestión griega era de importancia secunda-
ría, pero con el ataque a Grecia, probablemente inevitable, se ganarían posi-
clones dominantes para futuras operaciones en el Mediterráneo oriental.
En Africa, últimamente, los italianos han tenido mala suerte, porque sus
tropas no estaban familiarizadas con la guerra de tanques y, además, care-
cian de material de defensa antitanque; por lo que para las divisiones blin-
dadas británicas había sido relativamente fácil capturar algunas posiciones
italianas de escasisima importancia. Todo ulterior avance británico había
quedado definitivamente bloqueado. El Fiihrer ha mandado a Trípoli a uno
de los jefes militares alemanes más capacitados, el general Rommel, junto
con suficientes tropas alemanas. La esperanza de que el general Wavell ata-
case, desgraciadamente no se ha visto confirmada. Los británicos han teni-
162
do algunas escaramuzas con los alemanes en un puesto avanzado, e inme-
diatamente han abandonado toda intención de atacar. Si por casualidad
intentasen un nuevo ataque contra Tripolitania, correrían a una derrota
aniquiladora. Aquí también ha de volverse la tortilla algún día y los británi-
cos desaparecerán del norte de África, quizá mucho más aprisa de lo que
llegaron.
En el Mediterráneo, la aviación alemana había trabajado eficazmente du-
rante los dos últimos meses, infligiendo duras pérdidas marítimas al enemi-
go, que resistía con tenacidad. El Canal de Suez había estado mucho tiem-
po bloqueado, pero lo sería de nuevo. Ya no sería nada divertido para los
británicos sostenerse en el Mediterráneo.
Resumiendo, pues, la situación militar de Europa, habíamos de llegar a la
conclusión de que, en la esfera militar, el Eje era el dueño absoluto de Euro-
pa continental. Un vasto ejército aguardaba, prácticamente ocioso, las órde-
nes de Alemania, y cabía emplearlo en el lugar y la hora que el Fúhrer con-
siderara necesarios.
Ribbentrop continuó:
163
caso de acción contra la Unión Soviética, en pocos meses Rusia cesaría de
ser una gran potencia. En todo caso, el Fúhrer no fiaba tan sólo en los tra-
tados con Rusia, sino que contaba sobre todo con la Wehrmacht.
Tampoco había que olvidar que la Unión Soviética, pese a sus protestas
en sentido contrario, seguía haciendo propaganda comunista en el extranje-
ro. Estas actividades propagandísticas subversivas intentaba continuarlas no
solamente en Alemania, sino hasta en países ocupados, como Francia, Bél-
gica y Holanda. Para Alemania, esta propaganda, desde luego, no constituía
peligro alguno. Pero Matsuoka sabía muy bien a qué había conducido des-
graciadamente en los demás países. Como ejemplo, el ministro de Asuntos
Exteriores del Reich citó los Estados bálticos, en donde hoy, un año después
de la ocupación rusa, la intelligentsia había sido literalmente barrida y las
condiciones de vida habían descendido a un nivel espantoso Alemania esta-
ba en guardia y jamás permitiría que Rusia representara un peligro para
ella.
Además, Alemania tenía que protegerse a retaguardia para su batalla fi-
nal contra Inglaterra. Por consiguiente, no toleraría ninguna amenaza por
parte de Rusia, en el supuesto de que esta amenaza revistiera alguna grave-
dad. Alemania deseaba conquistar Inglaterra lo más rápidamente posible, y
no permitiría que nada la apartase de su objetivo.
164
tomar parte activa en la guerra contra Inglaterra. Un ataque rápido con-
tra Singapur, por ejemplo, sería un golpe que contribuiría en gran modo
al derrumbamiento de Inglaterra. Si hoy, en guerra contra Inglaterra, el
Japón lograra un golpe de mano afortunado en Singapur, Roosevelt se
encontraría en una situación muy difícil. Si declaraba la guerra al Japón
debía esperar que la cuestión filipina se resolviese en favor del Japón.
Probablemente reflexionaría mucho antes de exponerse a tan grave per-
dida de prestigio. Por otra parte, el Japón, gracias a la conquista de Sin-
gapur, ganaría una posición absolutamente dominante en aquella parte
del Asia Oriental. Cortarían, por decirlo así, «el nudo gordiano».
165
ponsabilidad concreta, pero personalmente haría cuanto estuviese en su
mano. Estas manifestaciones representaban una reserva digna de conside-
ración,
Luego se refirió a la conferencia que había sostenido con Stalin a su
paso por Moscú. Al principio su intención había sido hacer una simple vi-
sita de cortesía a Molotov, pero el gobierno ruso había propuesto una reu-
nión entre él, Stalin y Molotov. Había conversado con Molotov, contando
el tiempo para las necesarias traducciones, acaso unos diez minutos, y
con Stalin veinticinco. Había dicho a Stalin que los japoneses eran comu-
nistas morales, si bien él no creía en el comunismo político ni económico.
Este ideal japonés del comunismo político había sido derribado por el libe-
ralismo, el individualismo y el egoísmo, frutos del Occidente. La lucha
ideológica en el Japón era sumamente acerba, pero los que luchaban por
la restauración de los viejos ideales estaban convencidos de que al final
vencerían. Los anglosajones representaban el mayor obstáculo a la im-
plantación del Nuevo Orden. También había dicho a Stalin que, después
del colapso del Imperio Británico, las diferencias entre Rusia y el Japón
quedarían eliminadas. Los anglosajones eran el enemigo común del Ja-
pón, Alemania y la Rusia soviética. Después de ligera reflexión. Stalin ha-
bía declarado que la Rusia Soviética nunca había hecho buenas migas
con la Gran Bretaña, ni las haría jamás.
166
o e
ser un hombre sumamente
contra nosotros tenía que ir mi mens aje. En bss A balador
de tran smit
un gesto halagado la misión pts
carta fue telegraflada a nues
gó a salir de Inglaterra, Y mi a su regr eso po
e a Matsuoka
en Moscú para que la entregas
riano.
-1V-41
2-1
Mr. Churchill a M. Yosuke Matsuoka.
que, a sa deberían me
Me permito sugerirle algunas pre ¿ e
o
ecer la atención del Gobierno Imperial Japonés y su del mar ni o
¿Consegu iría Alemani a, no teniendo el dominio
! A ss
Bretaña durante la primavera, A
tánico, invadir y conquistar la Gran
a semejante empresa? ¿No sen
o el otoño de 1941? ¿Intentará Alemani se
Japón esperar a que estas preguntas
conveniente para los intereses an
ontestado por sí mismas* sel
ie:
la navegación británica lo bastante
de ¿Será la pra alemana contra
llegue a las costas británicas,
potente para evitar que la ayuda americana
transforman sus industrias
mientras los Estados Unidos y la Gran Bretaña
para fines de guerra? . A
¿ha hecho más o menos
3. La adhesión japonesa al Pacto Tripartito,
probable la entrada de los Estados Unidos en la guerra?
lado de Inglaterra, y
4. Si los Estados Unidos entraran en la contienda al
idad naval de las
el Japón se alineara con las potencias del Eje, la superior
en Euro-
dos naciones de habla inglesa, ¿no capacitaría a éstas para liquidar
contra el Ja-
pa a las potencias del Eje antes de lanzar sus fuerzas unidas
pón?
5. ¿Constituye Italia una ayuda o una carga para Alemania? ¿Es tan
buena la flota italiana en el mar como sobre el papel? ¿Y es tan buena so-
bre el papel como solía serlo?
6. ¿Será la aviación británica más potente que la alemana antes de ter-
minar el año 1941 y muchísimo más potente antes de expirar el 1942?
7. Los muchos paises hoy tiranizados por el ejército alemán y la Gesta-
po, ¿aprenderán a querer más a Alemania o a quererla menos a medida
que pasen los años?
8. ¿Es cierto que la producción americana de acero en el año 1941 será
de 75 millones de toneladas y la de la Gran Bretaña de unas 12,5, for-
mando un total de cerca de 90 millones de toneladas? Si Alemania fuese
derrotada, como lo fue la última vez, los 7 millones de toneladas de la pro-
ducción japonesa, éno serían insuficientes para sostener una guerra sin
apoyo de nadie?
De la adecuada respuesta a estas preguntas puede surgir que el Japón
evite una catástrofe, así como una' notable mejora de las relaciones del
Japón con las dos grandes potencias navales de Occidente.
167
pación de Italia en estos acontecimientos. Finalmente, habló de la Rusia
soviética y de América. El Duce dijo que lo que hacía falta era que cada
cual tuviera una visión clara de la importancia de sus adversarios. El ene-
migo número uno era América; la Rusia soviética sólo venía en segundo
lugar. Por estas observaciones, el Duce le había dado a comprender que
siendo América el enemigo número uno, había que vigilarla estrechamen-
te, pero sin provocarla. Por otra parte, había que estar preparado para to-
das las eventualidades. Matsuoka había manifestado su conformidad con
estas teorías.
168
tituido un completo fracaso, ahora tendrían que rectificar, reconociendo
que la política japonesa había conseguido un gran triunfo, el cual no po-
día por menos de producir sus efectos en Inglaterra y América. ]
Schulenburg ha descrito las demostraciones de unidad y camaradería
preparadas por Stalin en la estación del ferrocarril en el momento de par-
tir Matsuoka para el Japón. La salida del tren se retrasó una hora por
causa de los saludos y ceremonias, aparentemente inesperadas tanto por
los japoneses como por los alemanes. Stalin y Molotov hicieron su apañ-
ción, saludaron a Matsuoka y a los japoneses con una afabilidad digna de
mención y les desearon buen viaje. Después Stalin preguntó públicamente
por el embajador alemán: «Y cuando me vio —dijo Schulenburg—, se
acercó a mí y me pasó un brazo por encima de mi hombro. * Debemos se-
guir siendo amigos —me dijo—. Usted debe hacer ahora lo necesario por
conseguirlo.” Luego Stalin se volvió hacia el agregado militar alemán y
después de asegurarse de su identidad, le dijo: “Nosotros seguiremos sien-
do amigos de ustedes a todo evento.” Stalin —añadió Schulenburg—
nos dirigió estos saludos deliberadamente, a sabiendas de que llamaba la
atención de las numerosas personas que se hallaban presentes.»
Estos abrazos fueron una vana ficción. Stalin tenía que conocer forzo-
samente por sus informadores el enorme despliegue de fuerzas alemanas,
que a la sazón empezaban a llegar a conocimiento de nuestros servicios
de información, a lo largo de la frontera rusa. Sólo faltaban diez semanas
para que Hitler desencadenase su terrorífica embestida contra Rusia. Hu-
bieran faltado únicamente cinco semanas, de no haber sido por la demora
causada por la querra en Grecia y Yugoslavia.
169
Mientiar entaba en Moscú, Matsuoka había recibido mi mensaje, y du-
mide em Vlaje de requeso a través de Slberla, redactó una nota en tono de
tua an sequedad, uu despachó a su llegada a Tokio.
10
Pero así como el gabinete japonés no estaba dispuesto a seguir la este-
la de la política alemana, su política no representaba un triunfo para los
moderados en la vida pública nipona. El fortalecimiento de las fuerzas ar-
madas japonesas fue llevado adelante y se establecieron bases en el sur
de Indochina. Este fue un preludio para atacar a las colonias británicas y
holandesas del sudeste de Asia. Parece, por las pruebas hasta ahora con-
seguidas, que los dirigentes de la política japonesa no esperaban por otra
parte de Inglaterra ni los Estados Unidos ninguna contramedida enérgica
a su proyectado avance hacia el sur.
Así vemos, mientras avanzaba el drama mundial, cómo tres imperios
fríos y calculadores cometieron en este momento los errores más desas-
trosos para sus ambiciones y para su seguridad. Hitler había resuelto
luchar contra Rusia, que debía desempeñar tan importante papel en su
ruina. Stalin se empeñó, a un doloroso precio para Rusia, en ignorar o
subestimar el golpe que iba a caer sobre él. El Japón perdió sin duda
alguna la mejor oportunidad, en lo que valiese, de realizar sus sueños de
grandeza.
CAPÍTULO XI
EL FLANCO DEL DESIERTO. ROMMEL. TOBRUK
173
úínica y rehncer su potenctal mediante levas de oficiales y soldados bien
ndtestrados, frescos y ávidos de lucha, procedentes de Inglaterra, y equi-
parles con lo más escogido en materia de tanques nuevos o repuestos que
nos fuera dable encontrar. De esta forma la 7.2 División Blindada hubiera
conservado su continuidad, y su potencial hubiera resucitado.
Sólo al cabo de algunas semanas, jalonadas por importantísimas deci-
slones, me di cuenta de que la 7.2 División Blindada ya no contaba como
factor en la protección de nuestro flanco del desierto. El lugar de la 7.2
Divistón Blindada fue ocupado por una brigada blindada y parte del Gru-
po de Apoyo de la 2+* División Blindada. La 6.2 División Australiana fue
también relevada por la 9.2. Ninguna de estas divisiones estaba suficiente-
mente adlestrada y, para empeorar las cosas, fueron despojadas de buena
parte de su equipo y transportes, para destinarlos a completar los efecti-
vos de las divisiones que debían partir en breve para Grecia. La escasez
de transportes se hizo sentir con rigor y afectó a la disposición de las tro-
pas y a su movilidad. Debido a las dificultades para el sostenimiento de
las líneas de aprovisionamiento más avanzadas, una brigada australiana
quedó de retén en Tobruk, en donde también había una brigada de caba-
llería india motorizada de reciente formación que a la sazón estaba ins-
truyéndose.
2-111-41
1. Los últimos informes indican que los recientes refuerzos de Tnmipolita-
nia comprenden dos divisiones de infantería italiana, dos regimientos mato-
rizados de artillería italiana y tropas blindadas alemanas calculadas, como
máximo, en una brigada blindada. No hay pruebas de que se hayan desem-
barcado transportes mecanizados y el enemigo debe andar aún corto de
transportes. Los úttimos reconocimientos aéreos demuestran, sin embargo
un considerable incremento de transportes mecánicos en la carretera Tripo:
li-Shte.
2. De Trípoll a Agheila hay 471 millas, y hasta Bengasi, 646. Na hay
más que una carretera, y no se encuentra agua potable en unas 410 millas
de esta última distancia; estos factores, junto con la falta de transportes, li-
mitan la actual amenaza enemiga. Probablemente los alemanes podrán
acumular hasta una división y una brigada blindadas a lo largo de la carre-
tera del litoral en unas tres sernanas, y al mismo tiempo emplear posible-
mente una segunda división blindada, si la tenen disponible, mandándota
contra nuestro flanco a través del desterto, vía Hon y Marada.
174
3. Pueden tantear nuestras fuerzas en Agheila por medio de patrultas de
ofensiva y, de encontrar una resistencia débil, llegar hasta Agedabia a fin de
adelantar sus puntos avanzados de desembarque. No creo que con estas
fuerzas Intenten recuperar Bengasi.
4. Eventualmente, podrían emplear dos divislones alemanas para un ata-
que en gran escala. Esto, con una o dos divisiones más de infantería, será el
máximo sostenible vía Trípoli. Los peligros que corre la navegación, ta difi-
cultad de las comunicaciones y la proximidad del calor hacen muy improba-
ble que semejante ataque se realice antes de finales de verano. Una efectiva
interferencia naval contra los convoyes y un hostigamiento aéreo contra
Trípoli podían contribuir a prolongar este período. .
La actual amenaza de la aviación italiana en Cirenaica es casi desprecia-
ble. Por otra parte, los alemanes están sólidamente establecidos en el Medi-
terráneo central... Las tropas paracaidistas alemanas pueden ser arrojadas
sobre nuestras líneas de comunicación, combinadas con fuerzas blindadas.
No preveo que las tropas paracaidistas sean empleadas en el ataque que
probablemente se desarrollará en el próximo futuro, pero constituyen un
posible acompañamiento para un ataque en gran escala en una fecha pos-
terior.
175
donde Rommel se posesionó del puerto y aceptó la rendición de 30.000
franceses.
Estos numerosos servicios y distinciones fueron origen de su nombra-
miento, a principios de 1941, como comandante de las tropas alemanas
en Libia. El 12 de febrero, llegó a Trípoli con su Estado Mayor personal
para luchar al lado del aliado contra el cual se había distinguido antaño.
A la sazón, las ambiciones italianas se limitaban a conservar Tripolitania,
y Rommel asumió el mando del cada vez más nutrido cuerpo expedicio-
nario alemán que a la sazón dependía del mando italiano. Rommel se
consagró inmediatamente a propugnar una campaña ofensiva. Cuando a
principios de abril el comandante en jefe italiano trató de persuadirlo de
que el Afrika Corps alemán no debía avanzar sin su permiso, Rommel
elevó una protesta, alegando que, «como general alemán, tenía que dictar
órdenes de acuerdo con las exigencias de la situación». Cualesquiera re-
servas sobre el problema de los suministros eran «infundadas». Recabó y
obtuvo plena libertad de acción.
Durante el transcurso de la campaña africana, Rommel demostró ser
un elevado maestro en el arte de conducir formaciones móviles, y muy
particularmente en la reagrupación rápida después de una acción, así
como en sacar provecho de los éxitos. Sabía combinar soberbias jugadas
estratégicas, conocía al dedillo los problemas del abastecimiento y era sar-
cástico con sus contraopinantes. Al principio, el Alto Mando alemán, que
le había dado plena libertad de acción, quedó sorprendido por sus éxitos y
sintió cierta tendencia a ponerle trabas. Su ardor y su osadía nos infligie-
ron grandes pérdidas, pero es digno del elogio que le dediqué —no sin
atraerme abundantes censuras— en la Cámara de los Comunes en enero
de 1942, cuando refiriéndome a él dije: «Tenemos frente a nosotros un
adversario osado y aguerrido y, permitaseme decirlo por encima del es-
truendo de la guerra, un gran general.» Además, es digno de todos nues-
tros respetos porque, aun siendo un leal soldado alemán, acabó odiando a
Hitler y a cuanto éste hizo, y tomó parte en la conspiración de 1944 que
quiso salvar a Alemania haciendo desaparecer al loco y al tirano. Esto le
costó la vida. En las sombrías guerras de la democracia moderna, no que-
da lugar para la caballerosidad. Las gigantescas carnicerías y los efectos
de masa ahogan todo sentimiento de abnegación. Sin embargo, no me
arrepiento ni me retracto del tibuto que rendí a Rommel, por muy fuera
de lugar que en aquellos momentos pareciese.
176
esta ruta el mes de febrero anterior, logramos copar y capturar muchos
millares de italianos que se retiraban hacia Bengasi. No podía, por consi-
guiente, sorprendernos que Rommel emplease la ruta del desierto repi-
tiendo la jugada. Sin embargo, mientras el paso de Agheila estuviese en
nuestro poder, al enemigo le sería negada la ocasión de ganarnos la
mano. En aquella región abundan buenas posiciones naturales, pero debi-
do en parte a la extraordinaria prolongación de nuestras líneas de comu-
nicación desde Tobruk, por considerarse inservible el puerto de Bengasi,
no estaban defendidas como era menester.
Todo dependía del conocimiento, no sólo del terreno, sino de las pecu-
liaridades de la guerra del desierto. Nuestro avance había sido tan veloz,
nuestras victorias tan fáciles y completas, que estos hechos estratégicos
habían escapado totalmente a nuestra atención. Sin embargo, una supe-
rioridad de elementos blindados, más en calidad que numérica, así como
una relativa igualdad aérea, hubiera capacitado a una fuerza más briosa y
aguerrida para apuntarse una victoria en el desierto, aun en el caso de
que hubiésemos perdido aquel paso clave. Pero las disposiciones que se
tomaron no crearon ninguna de estas condiciones. Eramos inferiores en
aviación; nuestros blindados, debido a razones que más tarde se expon-
drán, resultaron francamente inservibles. La instrucción y el material de
las tropas situadas al oeste de Tobruk eran igualmente inservibles.
El 17 de marzo, los generales Wavell y Dill efectuaron una inspección
en toda Cirenaica. Viajaron en automóvil hasta Agheila, pasando por Án-
telat, y Dill no pudo por menos de asombrarse al comprobar lo difícil que
era defender las grandes extensiones de desierto que separaban Aghelia
de Bengasi. En un telegrama de 18 de marzo, fechado en El Cairo y diri-
gido a su sustituto en Londres, dijo que el hecho más sobresaliente era
que entre las salinas situadas al este de Agheila y el puerto de Bengasi el
terreno era tan llano y adecuado para los vehículos blindados, que, en
igualdad de condiciones de otros factores, la flota más fuerte tenía que
vencer. No había posiciones adecuadas para la acción de la infantería.
Desde luego, subsistía el problema de los abastecimientos a través de tan
vastas extensiones de desierto, por lo que se pronunciaba en favor de la
defensiva. Wavell, según Dill, dominaba por completo este difícil problema.
Parece que en una conversación con el Estado Mayor del general aus-
traliano Morshead, con el cual se encontró durante su viaje de regreso, el
jefe del Estado Mayor General Imperial expresó su temor de que nuestras
tropas recibiesen en breve «un puñetazo en las narices», añadiendo: «Y no
será sólo en las narices, además».1 Esta observación no concordaba con
ninguna de las declaraciones que nos hizo a nosotros.
177
escala y que la situación de la frontera de Cirenaica le causaba ciertas in-
quietudes. Si nuestras vanguardias eran arrojadas de sus posiciones ac-
tuales, careceríamos de buenos puntos de bloqueo al sur de Bengasi, ya
que el terreno era implacablemente llano. Sin embargo, los problemas ad-
ministrativos debían excluir todo lo que no fuese un avance limitado del
enemigo.
Yo telegrafié:
24-11-41
1. Aún no existen pruebas de que haya muchos alemanes en Agheila:
probablemente son italianos con algún refuerzo alemán.
2. Tengo que reconocer haberme arriesgado considerablemente en Cire-
naica después de la toma de Bengasi, a fin de prestar el máximo apoyo a
Grecia. En aquellos momentos, mi criterio era que los italianos de Trípolita-
nia apenas contaban y que era probable que los alemanes corriesen el ries-
go de mandar grandes fuerzas blindadas a África, vista la ineficacia de la ar-
mada italiana. En consecuencia, dispuse que en Cirenaica quedara una
fuerza reducida de blindados y una división australiana adiestrada sólo en
parte.
3. Después que hubimos asumido el compromiso con Grecia, empezaron
a acumularse pruebas sobre los refuerzos alemanes para Trípoli, coinciden:
tes con ataques a Malta que nos impidieron bombardear Trípoli desde allí,
cosa con la cual habíamos contado. Los ataques aéreos alemanes sobre
Bengasi, que asimismo nos privaron del uso del puerto para el abasteci-
miento, no hicieron más que aumentar nuestras dificultades.
4, El resultado es que en la actualidad me encuentro debilitado en Cire-
naica y que por el momento no hay disponibles fuerzas blindadas de refuer-
zo, que constituyen nuestra principal necesidad. Tengo una brigada de la 2:
División Blindada en Cirenaica y otra en Grecia. La 72 División Blindada
regresa a El Cairo y, como no había tanques de reserva disponibles, su ca-
pacidad está subordinada a las reparaciones, lo cual requiere tiempo. El
próximo mes, y quizá tamblén el que seguirá, vamos a pasarlos muy mal;
pero el enemigo se encuentra ante problemas sumamente difíciles y estoy
seguro de que su fuerza numérica ha sido muy exagerada. Sin embargo, no
puedo permitirme utilizar mi escasa fuerza blindada en operaciones tan au-
daces como sería mi deseo.
Los medios para reforzar Cirenaica están a mano... Mi principal dificul-
tad estriba en los transportes,
178
Añadía lo que pudo muy bien recordarnos sus múltiples preocupa-
ciones:
Acabo de regresar del frente de Keren. Su toma por las fuerzas indias fue
una proeza, y su ánimo es magnífico pese a que sufrieron pérdidas bastante
crecidas. Platt avanzará hacia Asmara lo más rápidamente que pueda, y he
autorizado a Cunningham a proseguir hacia Addis Abeba desde Harrar, que
se rindió ayer.
179
de Antelat, a treinta y cinco millas al noroeste. La división recibió orden
de replegarse en las inmediaciones de Bengasi. Nuestras fuerzas blindadas
sometidas al ataque alemán quedaron desorganizadas y se registraron nu-
merosas bajas. El comunicado terminaba así: «Se ha dado orden de efec-
tuar destrucciones en Bengasi.» El general Wavell se trasladó al frente en
avión el día 3, y a su regreso informó que una gran parte de nuestra bri-
gada blindada había sido desbordada y desorganizada por los blindados
alemanes en número superior. Esto dejaba al descubierto el flanco iz-
quierdo de la 92 División Australiana al este y noroeste de Bengasi. «Su
retirada puede ser necesaria.» Como consecuencia de la fuerza del ene-
migo en Libia, dijo que no cabía ni pensar en mandar a la 7.2 División
Australiana a Grecia, sino que, por el contrario, había que trasladarla al
desierto occidental. La 6. División Británica, todavía incompleta, debía
quedar de reserva. «Esto significará el aplazamiento del ataque a Rodas.»
Así, de un solo golpe, y casi en un día, el flanco del desierto, del que ha-
bían dependido todas nuestras decisiones, se había derrumbado, y la ex-
pedición a Grecia, ya endeble de por sí, tuvo que sufrir una nueva y gra-
vosa reducción. La toma de Rodas, que era parte esencial de nuestros
planes en el Egeo, quedó relegada como imposible.
Se dio orden de evacuar Bengasi. El grupo de apoyo fue mandado al
norte a cubrir la retirada de la 9.2 División Australiana, que comenzó tem-
prano el 4 de abril. Al mismo tiempo, la 32 Brigada Blindada tuvo que
trasladarse a Menchili a bloquear toda tentativa enemiga de entorpecer la
retirada. Para reforzarla se mandaron desde Tobruk dos brigadas de ca-
ballería india motorizada.
180
5-1V-41
Dill y yo hemos llegado sin novedad esta tarde y hemos sostenido una
larga conversación con Wavell y Tedder, en ausencia de Longmore, que se
encuentra en el Sudán.
La conclusión general a que hemos llegado unánimemente es que el es-
fuerzo italogermano en Cirenaica es una diversión en gran escala, calculada
a modo de preceder inmediatamente a un ataque alemán en los Balcanes.
Esta opinión no disminuye en lo más mínimo la gravedad de una amenaza
indirecta a Egipto, porque está claro que el enemigo tratará de sacar el má-
ximo rendimiento de las ventajas que consiga. Desgraciadamente, sus pri-
meros movimientos lograron un éxito mayor que el que habíamos previsto
y ahora sigue la estela de su triunfo inicial...
181
7-1V-41
Usted habría de encontrarse en condiciones de sostener Tobruk, con sus
defensas permanentes de construcción italiana, por lo menos hasta, o a me-
nos, que el enemigo traiga poderosas fuerzas de artillería. Parece difícil ad-
mitir que pueda hacer esto antes de varias semanas. Correría grandes ries-
gos pasando por alto Tobruk y avanzando sobre Egipto, habida cuenta de
que nosotros podemos reforzar la plaza por mar y amenazar sus comunica-
ciones. Por consiguiente, Tobruk parece una plaza a defender hasta la
muerte sin pensar jamás en retirarse. Celebraría conocer sus intenciones
182
Matruh me propongo restablecer el antiguo sistema defensivo. La distri-
bución de las fuerzas a fin de ganar tiempo sin arriesgarse a la derrota,
será difícil de calcular. Mis recursos son muy limitados, especlalmente en
tropas móviles y blindadas, así como armamento antitanque y antiaéreo.
Va a ser una carrera contra el reloj.»
En consecuencia, nuestro mensaje no fue expedido. En su lugar:
La retirada a Tobruk fue realizada con éxito por la carretera del litoral.
Pero el 6 de abril, en el interior, sólo llegó a Mechili el cuartel general de
la 22 División Blindada, por haber perdido el contacto con sus formacio-
nes subalternas. El 7 de abril, este cuartel general y los dos regimientos in-
dios motorizados se encontraron cercados. Se rechazaron ataques y dos
ultimátums a rendirse, uno de ellos firmado por Rommel. Un cierto nú-
mero de hombres lograron romper el cerco a fuerza de valentía y captu-
raron a cien prisioneros alemanes, pero la mayoría fueron obligados a
volver al campamento, en donde tuvieron que rendirse. La 32 Brigada
Blindada, cuyo paradero se ignoraba, había quedado reducida a una do-
cena de tanques con los cuales se dirigió a Derna, so pretexto de esca-
searle el combustible, y cerca de dicha plaza cayó en una emboscada y
fue destruida la noche del 6 de abril. Durante todas estas operaciones, las
fuerzas de aviación alemanas fueron dueñas absolutas del aire, lo cual
contribuyó en buena parte al éxito enemigo. La noche del 8, los australia-
nos alcanzaron Tobruk, que a la sazón ya había sido reforzado por mar
desde Egipto con una brigada de la 7.2 División Australiana. El enemigo,
cuyas vanguardias incluían parte de la 5.2 División Panzer (ligera), una di-
visión blindada italiana y una de infantería, tornó Bardia el 12 de abril,
pero no hizo ningún esfuerzo por penetrar en las defensas fronterizas de
Egipto.
El enemigo progresó rápidamente en torno a Tobruk y en la dirección
de Bardia y Sollum, con tanques pesados e infantería motorizada. Otras
tropas atacaron las defensas de Tobruk. La guarnición, consistente en
la
9: División Australiana, una brigada de la 7.2 División Australiana y Una
pequeña formación de blindados, rechazó dos ataques, destruyendo bas-
tantes tanques enemigos. En vista del cambio de situación y de la pérdida
de los dos generales, Wavell tuvo que reorganizar el cuadro de mandos
en la sigulente forma: fortaleza de Tobruk, general Morshead; desierto
oc-
cidental, general Beresford-Peirse; tropas de Eglpto, general Marshall-
Comwall; Palestina, general Godwin-Austen.
«SI tengo tiempo —dljo el comandante en jefe— de poner en funciona-
mlento la mencionada organlzación, volveremos a una situación parecida
a la del otoño pasado, con el saliente adiclonal de Tobruk. Pero vamos a
vernos muy apurados en tlerra, y, desde luego, no nos libraremos de la
183
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185
DIRECTRIZ DEL PRIMER MINISTRO
Y MINISTRO DE DEFENSA
186
posibilidad de capturar por mar determinados puntos, y elegir los mejores
para una acción rápida. También para este propósito son de prever algunas
pérdidas, pero en esta clase de guerra de hostigamiento cabe el empleo de
destacamentos que, si es posible, se pueden retirar al cabo de un cierto
tiempo. Si también cupiera desembarcar algunos tanques ligeros, éstos po-
drían irrumpir en la carretera destruyendo en un santiamén convoyes cuyo
valor excedería enormemente el suyo propio. Es indispensable intentar cual-
quier sistema factible para hostilizar constantemente esta ruta, aceptando
de antemano las pérdidas inevitables.
8. Respecto a los anteriores párrafos la urgencia es extrema, porque el
enemigo cada día será más fuerte en el aire, especialmente si su ataque a
Grecia y Yugoslavia tiene éxito, cosa que es de temer. Por consiguiente, el
almirante Cunningham no debe esperar la llegada de los acorazados de re-
fuerzo ni debe abstenerse de emplear los barcos Glen so pretexto de que
harían falta para Rodas.
9. Hemos decidido defender Tobruk con todas las fuerzas posibles. Pero
la defensa de Tobruk no debe ser considerada como una operación defensi-
va, sino como una invalorable cabeza de puente o puerto básico contra las
comunicaciones del enemigo. Hay que reforzar la plaza tanto como sea
menester, lo mismo con infantería que con vehículos blindados de combate,
a fin de facilitar una hosligación constante de los fiancos y retaguardia del
enemigo. Si parte de las defensas del perímetro pudiera ser asumida por
tropas carentes de medios de transporte, ello nos permitiría organizar una
fuerza móvil empieable tanto como reserva de la fortaleza como para hosti-
lización del enemigo. Sería una gran ventaja, para el caso de que lográra-
mos atraer al enemigo a intentar algo así como el asedio de Tobruk y verse,
por lo tanto, obligado a transportar y abastecer las fuerzas de artillería pesa-
da destinadas a este propósito.
10. Por encima de todo es indispensable que el general Waveil recupere
la ascendencia numérica sobre el enemigo y destruya sus pequeños grupos
de hostigamiento, en lugar de ser hostilizado y perseguido por ellos. Las pa-
trullas enemigas deben ser atacadas siempre y las nuestras deben obrar con
audacia. Pequeños destacamentos británicos, montados en carros blindados,
o motocicletas o, si se presenta la ocasión, simplemente de infantería, no de-
ben vacilar en atacar a los tanques uno a uno con bombas y bombardeos
tal como está planeado para la defensa de la Gran Bretaña. Es importante
presentar batalla al enemigo hasta en operaciones de menor cuantía, a fin
de agotar sus reservas de municiones de artillería, cuyo abastecimiento tiene
que serle difícil.
11. El empleo de la RA.F. contra las comunicaciones del enemigo o las
concentraciones de vehículos de combate es bastante obvio de por sí para
exigir especial mención.
187
Personalmente no me siento innecesariamente inquieto en cuanto a
la situación Libia-Egipto. Calculamos que los alemanes tienen una divi-
sión blindada colonial y tal vez el completo de una división blindada
ordinaria, con un total de, digamos, 600 a 650 tanques, muchísimos de
los cuales ya han sido destruidos y averiados. Aún no hay infantería ale-
mana en Cirenaica, excepto los pocos batallones agregados a las divisiones
blindadas. Las dificultades de abastecimiento de gasolina, víveres, agua y
municiones deben de ser tremendas, y por algunos prisioneros conocemos
la agotadora tensión en que trabajan estas audaces formaciones. Por nues-
tra parte, estamos tratando, desde luego, de poner en acción nuestras fuer-
zas blindadas que en su mayor parte estaban reparando en el momento del
ataque, y reforzamos a Egipto desde todos los teatros de Oriente Medio en
donde nuestras disponibilidades ascienden a cerca de medio millón de hom-
bres. Considero Tobruk como una valiosa cabeza de puente o puerto base.
Por el momento, no creo que seamos inferiores en el aire; por el contrario,
vamos mejorando constantemente. Toda la potencia de la flota mediterrá-
nea, que está recibiendo sólidos refuerzos, será movilizada para copar al
enemigo del mar y de sus comunicaciones por el litoral. Desde luego, hay
fuerzas italianas además de las alemanas, y creemos que los alemanes están
mandando, o tratando de trasladar a Libia, una tercera división blindada de
Sicilia.
Los ataques alemanes a Tobruk rechazados el 14 y 15 adquieren una
significación trascendental, porque esta pequeña batalla, en la cual el ene-
migo perdió prisioneros, muertos y tanques, además de aviones, en número
muy superior al de nuestras pérdidas, es la primera vez en que los alemanes
han probado el sabor de la derrota, y sus planes se desarrollan sobre un
margen muy angosto. Entretanto, nuestros esfuerzos por dar la vuelta a la
situación han sido coronados con notables éxitos en el Mediterráneo cen-
tral. La madrugada del 16, cuatro destructores procedentes de Malta avista-
ron a un convoy italoalemán de cinco grandes barcos cargados de municio-
nes y transporte mecanizados y escoltados por tres destructores ita-
hianos. Todo el convoy con su escolta fue echado a pique. Nosotros perdi-
mos un destructor. Por el momento, guardamos en secreto la potencia de
nuestras fuerzas.
188
ción de la reserva de combustible? Es de esperar que los relatos de los su-
pervivientes nos permitirán reconstruir una versión congruente de esta ac-
ción clave. Me es imposible prestarle mi ayuda si no me explica...
1. Que el temprano ataque de Rommel, con sus fructíferas consecuencias, fue una sorpre-
sa tan grande para sus superiores como para nosotros, ha sido explicado por Desmond Young
en su libro Rommel.
189
tanques ligeros eran imponentes contra los tanques alemanes, que iban to-
dos armados con cañones. El regimiento armado con los tanques captura-
dos a los italianos, no había tenido tiempo de acostumbrarse a ellos.
Las instrucciones dadas a la División Blindada eran de retirarse gradual-
mente si era atacada por fuerzas superiores, a fin de no mermar nuestro po-
tencial hasta que las dificultades de abastecimiento debilitasen al enemigo y
nos diesen oportunidad de contraatacar. Estas fueron mis instrucciones.
Según se sucedieron las cosas, ésta fue una política errónea. Un contra-
ataque inmediato al menos hubiera causado pérdidas en el enemigo y le
hubiera demorado considerablemente. Hasta hubiera podido paralizarle. Tal
como ocurrió, la 3% Brigada Blindada quedó prácticamente aniquilada por
averías mecánicas y administrativas en el curso de la retirada, sin mucha lu-
cha, mientras el cuartel general de la 2* División Blindada pareció haber
perdido el control. Esto fue debido en parte a la inexperiencia del personal
de transmisiones...
Cuando visité el frente al día siguiente de la acción, comprendí la necesi-
dad de un comandante experimentado en la táctica del desierto, y telegrafié
llamando a O'Connor para que ayudase a Neame. Ambos generales fueron
hechos prisioneros durante la retirada por una patrulla enemiga que pene-
tró en Derna.
Tal es, en conjunto, el desastroso episodio cuya mayor responsabilidad es
exclusivamente mía. Es evidente que se cometieron errores en la maniobra
del cuartel general de la 3? Brigada y la 2? División Blindadas durante la
retirada, pero espero que se aplazará todo juicio hasta que los principales
interesados puedan dar plena cuenta de los motivos que les indujeron a
obrar de dicha forma. Sus dificultades fueron considerables.
El espíritu combativo de las tropas, incluso durante la retirada y desorga-
nización, parece haber sido excelente, y hubo varios ejemplos de sangre fría
y de arrojo
Yo contesté:
191
Entretanto, nuestras patrullas aéreas avistaron a una nueva fuerza
enemiga, compuesta de cinco cruceros y cinco destructores, que se acer-
caba por el norte a unas cien millas de la escuadra británica. Tras nuevos
ataques de los aviones del «Formidable» y de las bases terrestres de Gre-
cia y Creta, se vio claramente que el «Vittorio Veneto» estaba averiado y
que no avanzaba a más de quince nudos. Al atardecer, un nuevo ataque
de los aviones del «Formidable» halló a todos los navíos enemigos prote-
giendo al buque averiado con sus baterías antiaéreas. Nuestros aviones no
trataron de franquear la barrera, pero alcanzaron al crucero pesado
«Pola», que quedó escorado y paralizado. Al cerrar la noche, el almirante
Cunningham decidió atacar con los destructores y arriesgarse al azar de
una batalla nocturna, con la esperanza de destruir al acorazado y al cru-
cero heridos antes de que lograran ponerse al amparo de los aviones
de
las bases terrestres enemigas. Avanzando en la oscuridad, sorprendió a a
dos cruceros italianos, el «Fiume» y el «Zara», que montaban cañones de
8 pulgadas, que acudían en auxilio del «Pola». Cañoneado prácticamente
a quemarropa, el «Fiume» fue hundido inmediatamente por las andana-
das de 16 pulgadas del «Warspite» y el «Valiant». El «Zara», atacado por
los tres acorazados, pronto quedó reducido a un montón de hierros hu-
meantes.
Acto seguido, el almirante Cunningham retiró sus fuerzas por el temor
de confundir a amigos por enemigos, y dejó que sus destructores acaba-
ran al buque dañado y los dos destructores que lo acompañaban. Tam-
bién encontraron y hundieron al averiado «Pola». En este afortunado en-
cuentro nocturno, pese a las probabilidades adversas, la flota británica no
sufrió pérdidas de ninguna clase. Por la mañana, como nuestra aviación
no acertara a encontrar al «Vittorio Veneto», nuestra flota regresó a Ale-
jandría. Esta oportuna y feliz victoria del cabo Matapán acabó con toda
oposición a la supremacía naval británica en el Mediterráneo oriental en
aquellos críticos momentos.
192
neral Papagos había prometido en principio.1 La gran mayoría del ejérci-
to griego, que ascendía a unas quince divisiones, estaba en Albania frente
a Berat y Valona, que no habían podido capturar. Rechazaron una ofen-
siva italiana lanzada el 9 de marzo. El resto del ejército griego, tres divisio-
nes y tropas de defensa fronteriza, estaba en Macedonia de donde Papa-
gos se negaba a retirarlas, y en donde, al cabo de cuatro días de lucha
después que los alemanes hubieron atacado, cesó de existir como fuerza
militar. La 192 División Motorizada griega, que se les unió, también fue
destruida o dispersada.
En el mes de marzo, nuestra aviación en Grecia ascendía a siete escua-
drillas (ochenta aparatos) y trabajaba con enorme desventaja, debido a la
ij
ai
24
o
A7 escasez de campos de aterrizaje y a las transmisiones defectuosas. A pe-
sar de que en abril se mandaron algunos refuerzos, las Reales Fuerzas
_
Aéreas eran infinitamente inferiores en número al enemigo. Dos de nues-
tras escuadrillas lucharon en el frente de Albania. Las cinco restantes,
apoyadas por dos escuadrillas de Wellingtons de Egipto para operaciones
nocturnas, tenían que abastecer a todas las demás necesidades. Frente a
ellas había una aviación alemana consistente en más de ochocientos apa-
ratos. £
El ataque a Yugoslavia meridional y Grecia fue confiado al Duodéci-
mo Ejército alemán, compuesto de quince divisiones, de las cuales cuatro
eran blindadas. De estas quince, cinco de ellas, incluyendo tres blindadas,
tomaron parte en el avance en dirección a Atenas. El punto debil de la li-
nea Aliakhmon radicaba en su flanco izquierdo, que podía verse envuelto
—
por un avance alemán a través del sur de Yugoslavia. Había habido po-
quísimos contactos con el Cuartel General yugoslavo, cuyo plan de de-
fensa y grado de preparación no era conocido ni de los griegos ni de no-
sotros. Había, sin embargo, la esperanza de que en un país tan difícil
como el que el enemigo tendría que atravesar, los yugoslavos al menos
podrían retardarle considerablemente. Esta esperanza demostró estar mal
fundada. El general Papagos no consideró que la retirada de Albania, a
«fin de esperar aquel movimiento envolvente, fuese una operación factible.
No solamente había de afectar profundamente a la moral del ejército grie-
go, sino que éste, por estar tan mal equipado de medios de transporte y
por disponer de tan pésimas comunicaciones, no se encontraba en situa-
A
ción de efectuar una retirada general ante el enemigo. El general Papagos
aguardó sin duda demasiado a decidirse. En estas circunstancias fue, el 27
de marzo, cuando nuestra 1.2 División Blindada llegó a la zona de van-
guardia, en donde a los pocos días se le reunió la División Neozelandesa.
193
naron intensos ataques aéreos en el Pireo, en donde estaban descargando
nuestros convoyes expedicionarios. Aquella misma noche, el puerto que-
dó casi destruido por la voladura de nuestro barco «Clan Fraser», amarra-
do al muelle con 200 toneladas de T.N.T. a bordo. Eso fue un contratiem-
po que nos obligó a desviar los suministros a puertos secundarios. Este
solo ataque nos costó a los griegos y a nosotros once buques, con un total
de 43.000 toneladas.
A partir de este momento, el sostenimiento de las fuerzas aliadas por
mar se realizó sin interrupción, pese a la creciente escala de los ataques
aéreos contra los cuales carecíamos de réplica efectiva. La clave del pro-
blema en el mar era dominar las bases aéreas enemigas de Rodas, pero
no disponíamos de fuerzas para esta tarea, y, entretanto, las pérdidas ma-
rítimas eran inevitablemente crecidas. Fue una suerte que la reciente ba-
talla del cabo Matapán, como hizo constar el almirante en su comunica:
do, significara para los italianos una lección que les mantuvo inactivos
durante el resto del año. De haber ellos intervenido activamente durante
este período, habría sido imposible la actuación de nuestra marina en
Grecia.
Simultáneamente con el feroz bombardeo de Belgrado, los ejércitos
alemanes convergentes ya agazapados en las fronteras, invadieron Yu-
goslavia desde diferentes puntos. El Estado Mayor yugoslavo no intentó
siguiera descargar el único golpe que tenía a su alcance, cuyos efectos ha-
brían sido mortíferos en la retaguardia italiana. Se consideraron obligados
a no abandonar a Croacia y Eslovenia y, por lo tanto, se vieron forzados
a intentar la defensa de toda la línea fronteriza. Los cuatro cuerpos de
ejército yugoslavo del norte fueron irresistiblemente empujados hacia el
interior por las columnas alemanas blindadas, apoyadas por tropas hún-
garas que cruzaron el Danubio, y fuerzas alemanas e italianas que avan-
zaron hacia Zagreb. El grueso de las fuerzas yugoslavas se vieron así
empujadas desordenadamente hacia el sur, y el 13 de abril las tropas ale-
manas entraron en Belgrado. Entretanto, el 12.- Ejército alemán al man-
do del general List, acantonado en Bulgaria, había penetrado en Servia y
Macedonia. Tomaron Monastir y Janina el 10, impidiendo así todo con-
A entre yugoslavos y griegos y copando a todas las fuerzas yugoslavas
el sur.
194
utilidad para nadie. Toda la aviación que podemos consagrar al teatro yu-
goslavo está ya al servicio del Estado Mayor yugoslavo, por conducto del
mariscal del aire D'Albiac. Por el momento, no tenemos más. Usted debe re-
cordar que los yugoslavos no nos dieron ocasión de ayudarles y se negaron
a establecer un plan común, pero las recriminaciones serían inútiles y dejo a
su juicio decidir cuántas de estas malas noticias han de ser puestas en su co-
nocimiento.
2. No vemos por qué razón el rey o el gobierno habrían de abandonar el
país, que es vasto, montañoso y lleno de hombres armados. No cabe duda
de que los tanques alemanes pueden avanzar por carreteras y caminos,
pero para derrotar a los ejércitos servios hará falta la Infantería. Esta será la
ocasión de diezmar a los alemanes. Desde luego, el joven rey y sus ministros
deben saber desempeñar su papel. Sin embargo, si en un momento determi-
nado el rey y sus ayudantes se vieran obligados a abandonar el país y no se
dispone de aviones, podemos mandar un submarino británico a Kotor o
cualquier otro puerto vecino.
3. Aparte de la defensa de las regiones montañosas, la única manera de
que cualquier porción del ejército servio lograra entrar en contacto con
nuestros suministros por tierra, estribaría en enlazar con los griegos en
Albania y a través de Monastir. En tal caso, podrían participar en la defensa
de Grecia y en el fondo común de suministros. Si todo fracasa, no se rega-
tearán esfuerzos para evacuar al mayor número posible de combatientes a
las islas Egeas o a Egipto.
4. Es necesario que usted haga cuanto esté en su mano por mantener
elevado el espíritu combativo del gobierno y del ejército yugoslavo, recor-
dándoles la forma cómo la marea de la última guerra subió y bajó y volvió a
subir hasta que dio la victoria a los servios.
1. El rey Pedro fue evacuado de Kotor en un hidroavión Sunderland británico. Mr. Camp-
bell se había dirigido a las costas del Adriático. El 18 de abril, él y todo su personal cayeron en
manos italianas. Se hizo una tentativa de rescate, y una semana después fue enviado el sub-
marino «Regent» a la bahía de Kotor. Allí encontraron a los italianos dueños del terreno. Se re-
luvo a un oficial aliano a bordo como rehén, mientras un oficlal Inglés parlamentaba con los
flalianos para la liberación del personal diplomático. Entre tanto, llegaron tres Stukas y bom-
bardearon y cañonearon al «Regent», hiriendo al capitán y a algunos hombres de la tripula-
ción. Tuvo que sumergirse bajo el fuego de las baterías de la costa y escapar a través de los
campos de minas. Los diplomáticos ingleses con su personal fueron llevados a italia e interna-
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A>A4
_ dos. En junio fueron repatriados a Inglaterra, de acuerdo con los convenios internacionales,
después de oportunas negociaciones con el gobierno llallano.
195
cia yugoslava en el sur cedía, y que el flanco izquierdo de la posición
Aliakhmon no tardaría en verse amenazado. A fin de parar el golpe, una
brigada australiana, a la que más tarde se unió la 1.= Brigada Blindada,
fue apostada para bloquear todo intento de aproximación desde Monastir.
El avance del enemigo fue retrasado mediante demoliciones, así como va-
rios eficaces bombardeos de las Reales Fuerzas Aéreas, pero el 10 de abril
comenzó el ataque a nuestro flanco. Durante dos días fue resistido a fuer-
za de luchar encarnizadamente en unas condiciones pésimas de tiempo.
Más al oeste no había más que una división de caballería griega que es-
taba en contacto con las fuerzas de Albania, y el general Wilson decidió
que este flanco tan presionado debía replegarse hasta Kozani y Gravena.
Este movimiento fue completado el 13 de abril, pero durante su transcur-
so las 122 y 20.* Divisiones Griegas comenzaron a desintegrarse y ya no
pudieron desempeñar ningún papel efectivo. A partir de entonces nues-
tras tropas expedicionarias se quedaron solas. El 14 de abril, la División
Neozelandesa se vio obligada a retirarse también para guardar el impor-
tante paso montañoso que hay al norte del Olimpo. Una de sus brigadas
cubría la carretera de Larissa. El enemigo lanzó fuertes ataques, que fue-
ron resistidos. Pero Wilson, aún amenazado en el flanco izquierdo, decidió
retirarse a las Termópilas. Comunicó este plan a Papagos, que lo aprobó
y, habida cuenta del estado de cosas, propuso personalmente la evacua-
ción de Grecia.
196
consideró que esta evacuación debía iniciarse con la ocupación de aquella
posición y que la retirada debía organizarse desde allí. Las instrucciones
de Wavell a Wilson eran de seguir luchando al lado de las fuerzas griegas
mientras estuviesen en condiclones de resistir, pero autorizaba toda ulte-
rior retirada que juzgara necesaria. Se dio orden de virar en redondo a to-
dos los barcos con rumbo a Grecia, se suspendió la carga de buques, y
aquellos que estaban cargando o ya tenían carga a bordo fueron descar-
gados. Daba por supuesto que antes haría falta recibir del gobierno griego
un requerimiento formulario para nuestro reembarque. Asimismo, supo-
nía que Creta aguantaría.
A estas graves pero no inesperadas noticias, conteste en el acto:
197
empleo de sus agotadas fuerzas de aviación. En vista de ello cursé una
directriz a los jefes de Estado Mayor, que éstos aprobaron y telegrafiaron
textualmente a los comandantes del Oriente Medio.
198
16 y 17, pero volvió a aclarar y la aviación alemana intervino de nuevo
hostilizando duramente a las fuerzas que se dirigían a las Termópilas. Sin
embargo, no dejó de oponérsele alguna resistencia, porque en el curso de
un ataque cerca de Atenas fueron derribados veintidós aviones enemigos
al precio de la pérdida de cinco Hurricanes.
Estas tenaces y hábiles maniobras de retaguardia detuvieron el impe-
tuoso avance alemán en todos los puntos, infligiéndole graves pérdidas. El
20 de abril quedó terminada la ocupación de las Termópilas. Atacada
frontalmente, esta posición era inexpugnable, pero a causa de la necesi-
dad de guardar la ruta costera, de vigilar una posible intrusión por Eubea
y, sobre todo, de impedir un avance hacia Delfos, nuestras fuerzas esta-
ban agotadas. Pero si los alemanes avanzaron, sólo lo hicieron muy des-
pacio, y la fortaleza de nuestra posición nunca fue puesta a prueba. El
mismo día 20 se rindieron las tropas griegas del frente albanés.
Sin embargo, no por esto abandoné la esperanza de una resistencia a
ultranza en las Termópilas. Los siglos transcurridos parecían no contar.
¿Por qué no habíamos de ser protagonistas de un nuevo hecho de armas
inmortal?
Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 20-IV-41
Me afirmo en mi opinión de que si los generales que se hallan sobre el te-
rreno creen poder mantener la posición de las Termópilas durante quince
días o tres semanas y hacer que el ejército griego siga luchando, si no todo,
en parte, deberíamos prestarles nuestro máximo apoyo, a condición de que
los Dominios estén de acuerdo. No creo que las dificultades de evacuación
aumenten si el enemigo sufre pérdidas considerables. Por otra parte, cada
día que la aviación alemana es absorbida en Grecia, permite que la situa-
ción de Libia se estabilice, lo cual acaso nos permitirá llevar tanques de re-
fuerzo a Tobruk. Si esto es realizado sin percances y la posición de Tobruk
aguanta, hasta podemos sentirnos lo bastante fuertes para reforzarla desde
Egipto. Me causa una vivísima contrariedad pensar que tengamos que
abandonar la lucha, y, si las tropas fuesen sólo británicas y el asunto pudie-
se resolverse en el terreno estrictamente militar, instaría a Wilson a luchar
mientras lo juzgara posible. En todo caso. antes de comprometernos a una
evacuación, el caso debe ser sometido abiertamente a los Dominios después
del Gabinete de mañana. Desde luego, desconozco las condiciones en que
nuestras fuerzas en retirada llegarían a la nueva posición clave.
199
QOoOo0_———
que conservar el orden en Atenas y que la salida del rey y su gobierno ha-
cia Creta debía aplazarse al máximo. Asimismo, las fuerzas griegas de
Epiro debían mantenerse firmes e impedir a toda costa un avance enemi-
A
o, ULGARILA
N3 AAAe
ERCSE
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TermópilaS
AS
A Delfos
CRETA
Fl Avance Alemán mu 2
Q 60 120 MILLAS
A AA A E!
go desde el oeste por la orilla norte del golfo de Corinto. El rey prometió
ayudar en lo que pudiese. Pero todo fue en vano. La rendición final de
Grecia al avasallador poderío alemán tuvo lugar el 24 de abril.
Nos encontrábamos ahora frente a otra de aquellas evacuaciones por mar
200
== que habíamos conocido en 1940. La retirada organizada de más de cincuenta
mil hombres de Grecia, en condiciones sumamente difíciles, hubiese parecido
una tarea casi imposible. Sin embargo, la flota británica la realizó bajo la di-
rección del vicealmirante Pridham-Wippell en el mar y el contraalmirante
Baillie-Grohman desde el cuartel general del ejército de tierra. En Dunquer-
que, en general, tuvimos el dominio del aire. Pero en Grecia los alemanes
eran dueños absolutos e indiscutidos del ámbito aéreo y podían mantener un
bombardeo casi incesante de los puertos y las tropas en retirada. Era obvio
que el reembarque sólo podía efectuarse de noche, y, por lo tanto, era indis-
pensable que de día no se viesen tropas cerca de las playas. Era una repeti-
ción de Namsos, pero a una escala diez veces superior.
El almirante Cunningham destinó a esta tarea todas sus fuerzas ligeras,
que constaban de seis cruceros y diecinueve destructores. Entrando y sa-
liendo de los puertos pequeños y las playas del sur de Grecia, estos bar-
cos, junto con once barcos de transporte y asalto, así como muchísimas
otras embarcaciones de menor calado, comenzaron el trabajo de rescate
el día 24 por la noche.
Durante cinco noches consecutivas el trabajo continuó. El 26, los pa-
racaidistas enemigos capturaron el importantísimo puente que cruza el
canal de Corinto, y acto seguido las tropas alemanas invadieron el Pelopo-
neso, hostigando a nuestros exhaustos soldados a medida que corrían
a las playas del sur. Durante las noches del 24 y el 25, se reembarcaron
17.000 hombres, con la pérdida de dos transportes. La noche siguien-
te, unos 19.500 escaparon por cinco puntos de embarque diferentes.
En Nauplia hubo un desastre. El transporte «Slamat», en su heroico pero
mal aconsejado esfuerzo de embarcar el máximo de hombres, permane-
ció demasiado tiempo al ancla. Poco después del alba, al alejarse de tie-
rra, fue atacado y hundido por bombarderos en picado. Los destructores
«Diamond» y «Wryneck», que salvaron a la mayoría de los 700 hombres
que se amontonaban a bordo, fueron hundidos a su vez por la aviación
al cabo de pocas horas. De los tres barcos sólo quedaron cincuenta sobrevi-
vientes.
El 28 y el 29, dos cruceros y seis destructores hicieron esfuerzos por
embarcar a 8.000 hombres y 1.400 refugiados yugoslavos de las playas
cercanas a Kalamata. Un destructor enviado de avanzada para organizar
la evacuación encontró la ciudad, en donde ardían grandes incendios, en
manos del enemigo. La operación tuvo que ser abandonada. Aunque un
contraataque arrojó a los alemanes de la población, sólo pudieron salvar-
se 450 hombres a bordo de cuatro destructores, que hicieron uso de sus
propios botes. La misma noche, el «Ajax» y tres destructores salvaron a
4.300 hombres de Monemvasia.
Estos acontecimientos marcan el final de la evacuación principal. Du-
rante los dos días que siguieron, se recogieron pequeños grupos de hom-
bres en varias islas o en pequeñas embarcaciones en el mar. En los meses
que siguieron, 1.400 oficiales y soldados, ayudados por los griegos a costa
de peligros muy graves, regresaron a Egipto independientemente.
e a «
201
La siguiente tabla da las cifras de la evacuación final en lo que se refie-
re al ejército.
A zz A <2—>
Porcentaje de
FUERZAS Pérdidas pérdidas totales
202
armada griega estuvo siempre representada con distinción en muchas de
nuestras Operaciones en el Mediterráneo.
Ustedes han llevado a cabo una tarea no solamente heroica, sino suma-
mente útil, en Grecia, y la pérdida territorial está más que compensada por
la necesidad de una enorme concentración alemana y las consiguientes pér-
didas alemanas en hombres y material.
203
Al mandar a Grecia a todos los hombres y material de que podía dispo-
ner, usted ha conseguido imponer un compás de espera plenamente justifi-
cado, que continuará surtiendo su efecto en otras regiones del Mediterráneo y
e
oriental, incluyendo el Norte de África y Oriente Medio. Además, si en lo
sucesivo fueren menester nuevas retiradas, formarían parte de un plan que,
dado el estado actual de la guerra, acortaría las líneas británicas Y obligaría
al enemigo a extender las del Eje, forzándole a emplear grandes cantidades
de hombres y material. Estoy convencido de que tanto aquí como en la
Gran Bretaña, la opinión pública está cada vez más convencida de que, aun
en el caso de que ustedes tengan que retirarse más hacia el este del Medite-
rráneo. no habrán de arrostrar ninguna derrota ni optar por la rendición, y
de que, en último análisis, el dominio naval del océano Índico y del Atlánti-
co será el factor que con el tiempo ganará la guerra.
204
cada posición es una posición que puede ganarla; y, ¿cuántas más tenemos
que perder aún?
Respecto a Vichy, estamos más que dispuestos a que usted dé el primer
paso y consiga sacar de ellos el máximo posible, sea con amenazas o favo-
res. Sólo usted puede anticiparse a los alemanes en Marruecos.1 Si consi-
guen instalarse allí, no tendrán necesidad de internarse; pronto habrán
transportado tropas por el aire hasta Dakar.
Esperaré con ansiedad el nuevo discurso por radio que proyecta. Puede
ser el punto crucial supremo.
Permiítame que le dé las gracias por la espléndida ayuda en barcos y tan-
ques que debemos a su intervención, y por la amplia y generosa asistencia
que ha prestado a la Gran Bretaña y a la causa común.
207
condiciones de sostener el Mediterráneo oriental. Me permito insistir sobre
el factor tiempo. que a mi juicio es vital.
208
tehall y de los riesgos desesperados que había que afrontar en esta hora
crucial. El almirante Cunningham protestó vehementemente ante la idea
de sacrificar un acorazado de primera clase como el «Barham».
1. Anles de ser sacrificado un buque destinado al bloqueo o al incendio, se deja en él, una
vez llevado cerca de su objetivo, sólo una tripulación lo más restringida posible.
209
A
«Trípoli —comunicó el almirante Cunningham— ha sido bombardeado
durante cuarenta y dos minutos a las 5 de la mañana de hoy, lunes, desde
una distancia oscilante entre las 14.000 y las 11.000 yardas. Para asom-
bro mío, el enemigo fue cogido de sorpresa, probablemente debido a la
preocupación de la aviación alemana en las otras zonas... Mis comenta-
rios a la política de este bombardeo seguirán a su debido tiempo.»
A continuación de este mensaje, el comandante en jefe expidió otro en
el que exponía enérgicamente su punto de vista.
A mi modo de ver, este episodio constituye un alto honor para los al-
mirantes interesados, e ilustra, en beneficio de los futuros lectores de la
historia naval, la extraordinaria tensión a que estuvimos sometidos en
aquellos momentos trascendentales. Es posible que el Almirantazgo, con
mi cordial asentimiento, forzase al comandante en jefe a correr un riesgo
innecesario, pero el hecho de que no se produjese ni una sola baja no de-
muestra que el Almirantazgo tuviese razón en sus imposiciones. Por otra
parte, sólo nosotros, en la metrópoli, podíamos medir las proporciones de
los acontecimientos que asolaban el mundo y la tremenda responsabili-
dad que pesaba sobre nosotros. Aun cuando yo seguía convencido de la
oportunidad y la corrección de la actitud del Primer Lord del Mar, juzgué
necesario ofrecer al comandante en jefe una plena explicación y exponer-
le una visión del ámbito de la guerra más amplia de lo que cabía apreciar
desde Alejandría.
210
principal del enemigo en África, pese a estar bajo autoridad alemana, tarda-
sen veinte minutos en replicar, demuestra que el enemigo es incapaz de es-
tar siempre a punto en todas partes y al mismo tiempo. Supongo que ya no
subsisten más dudas de que en estas circunstancias el plan de bloqueo hu-
biera salido tal como estaba previsto.
3. En cuanto al apoyo aéreo, usted debería recabar informaciones exac-
del
tas, porque sin ellas es imposible formar juicio. El jefe del Estado Mayor
usted dis-
Aire me dice que la equivalencia en bombas de las granadas que
podido ser
paró sobre Trípoli en 42 minutos, o sea 530 toneladas, hubiese
arrojada:
10 semanas y me-
a) por una escuadrilla de Wellingtons desde Malta en
dia o bien
30 semanas.
b) por una escuadrilla de Stirlings desde Egipto en unas teatros de la
[Link] disposición general de las fuerzas entre los diversos
yo presido, y no del Mi-
guerra es incumbencia del Comité de Defensa, que no he
noviembre
nisterio del Aire, que ejecuta nuestras decisiones. Desde
de intentar, por todos los sistemas y medios, llevar más aviación al
cesado
Hemos corrido graves riesgos y hecho grandes sacrificios, es-
Oriente Medio.
dos tercios de una escuadril la entera de cazas se hun-
pecialmente cuando
el «Furious»
dieron en el mar al intentar alcanzar Malta volando, y cuando
. Yo, desde aquí,
fue baja del Atlántico para hacer dos viajes a Takoradi
y he celebrado sus re-
siempre he tratado de apoyarle en todos los terrenos
querrá creer
petidos éxitos, y espero de todo corazón que usted también
mos tomar decisiones, sensa-
que nosotros, aquí, en medio de todo, procura
des...
tas unas, temerarias otras, aun agobiados por tantas dificulta
dar de baja al
7. Usted manifiesta su extrañeza ante mi sugestión de
del Mediterrá-
«Nelson» y al «Rodney» del Atlántico para unirlos a la flota
y del temor que
neo. Si pensé en ello fue a causa de su cubierta blindada
Que po-
han inspirado en general jos ataques con bombarderos en picado.
A este
damos disponer o no de ellos depende de la situación del Atlántico.
mucho
respecto, dada su alta posición, le informaré seguidamente. Durante
. Re-
tiempo he estado en íntima comunicación con el presidente Roosevelt
pa-
cientemente, él ha empezado a asumir una gran parte de la misión de
con
trullar al oeste del meridiano 26. Toda la flota americana dei Atlántico,
sus numerosos hidroaviones, entró en acción en la primera fase de su plan,
a medianoche del 24 de abril. Los buques de guerra de los Estados Unidos
navegaron a lo largo de las rutas de nuestros convoyes, buscando —o como
ellos dicen: erastreando:— a cuantos corsarios y submarinos quepa obser-
var y radiando su posición en lenguaje corriente a los cuatro vientos a inter-
valos de cuatro horas, o con mayor frecuencia si es necesario. Es preferible
que esto no se anuncie de improviso, sino que se vaya poniendo de mani-
en el
fiesto a medida que funcione. Por consiguiente, este punto se lo confío
más riguroso secreto. Las ventajas y el desahogo que esto representa para
ei Almirantazgo son enormes y desde luego es fácil que conduzca a aconte-
cimientos aún más decisivos. Por consiguiente, de momento no hace falta
que usted se preocupe excesivamente por el Atlántico, y, en cambio, puede
concentrar todos sus recursos, que nosotros procuraremos aumentar en
tantísimos aspectos, a la intercepción de las comunicaciones con África, tan-
to por Trípoli como por Cirenaica. De esto depende la batalla de Egipto
8. Me he esforzado por exponerle estos datos con toda clase de porme-
nores obedeciendo al dictado de mi admiración por los éxitos que ha conse-
guido, sus pepa re A simpatía hacia usted por los graves
riesgos que hacorrido su fiota, y por la magna i i
que le pr desempeñar. ld e
211
Mi supremo objetivo seguía siendo una victoria en el desierto occiden-
tal con el fin de destruir al ejército de Rommel antes de que éste pudiese
recibir refuerzos y se le reuniera en África el completo de la nueva divi-
sión blindada. Con esta victoria, al menos salvaríamos del desastre a
nuestras posiciones de Egipto. Por lo tanto, creo mi deber referir aquí un
episodio en cuya intervención asumí más responsabilidad directa de la
que tenía por costumbre. El desastre sufrido por Wavell en su flanco del
desierto le había dejado casi despojado de fuerzas blindadas. El domingo
20 de abril, yo estaba pasando el fin de semana en Ditchley y me encon-
traba trabajando en la cama cuando recibí un telegrama de Wavell dirigi-
do al jefe de Estado Mayor General Imperial en el cual exponía sin rodeos
la gravedad de la situación en que se encontraba.
Añadía lo siguiente:
212
Como se verá, en mayo sólo son esperados dos regimientos de tanques
crucero para Egipto, sin reservas para reemplazar las bajas, mientras actual-
mente hay en Egipto, adiestrado, un excelente contingente de personal
para seis regimientos de tanques. Considero de importancia vital la expedi-
ción de tanques crucero además de los de infantería, que carecen de velocl-
dad y radio de acción para operar en el desierto. Ruego al jefe del Estado
Mayor Imperial que me preste su apoyo personal.
213
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e
mento de cien tanques crucero de las mejores divisiones blindadas de la me-
trópoli, suponiendo que estén acondicionados para la guerra tropical, total-
mente aparte de los accesorios especiales para el desierto.
6. El Almirantazgo y el ministro del Aire estudiarán y prepararán hoy
mismo un plan para conducir a este vital convoy a través del Mediterráneo.
Desde luego, debemos correr el riesgo y no cabe esperar garantías. Sin em-
bargo, Malta ya debería haber sido reforzada para entonces. Los destructo-
res de Mountbatten y otros refuerzos navales deberían haber llegado ya a la
isla o formar parte del convoy. Los aviones en picado del enemigo tienen
muchos otros objetivos, y no sabrán cuál es el contenido del convoy-
7. La rapidez es esencial. Debe evitarse la pérdida de un día. Faciliteme
una tabla cronológica de lo que es posible hacer, observando que a 16 nu-
dos la distancia es sólo de unos ocho días, digamos diez, a partir de la fecha
de salida, fijada para el 23 de abril. Esto dará al general Wavell un apoyo
efectivo durante la primera semana de mayo. El secreto es de suprema im-
portancia, y no hace falta que nadie fuera de los círculos superiores conozca
nuestra intención de torcer el rumbo en Gibraltar. Todos los hombres a bor-
do de los convoyes deben creer que zarpan rumbo a El Cabo.
214
carga a tiempo de zarpar con los demás del convoy, pese a que no se re-
gatearon esfuerzos.
» ». .
No debemos olvidar que los sitiados son cuatro o cinco veces mas fuertes
que los sitiadores. No hay objeción alguna a que se procuren el máximo de
comodidades, pero deben poner mucha atención en no dejarse embotellar
por fuerzas numéricamente inferiores, perdiendo así su capacidad ofensiva
contra las comunicaciones del enemigo. Veinticinco mil hombres con cien
cañones y abundantes suministros deben bastar para sostener una zona
fuertemente fortificada contra 4.500 hombres que han tenido que recorrer
700 millas de desierto, aun admitiendo que estos hombres sean alemanes,
que en el presente caso no todos lo son. Las cifras que le he dado son las
que me han sido facilitadas por el Ministerio de la Guerra. No hemos de co-
tizar nuestros valores tan por debajo de los del enemigo.
216
convoy, consistente en cinco barcos de 15 nudos, escoltados por el grupo
«H» de la flota del almirante Somerville («Renown», «Malaya», «Ark
Royal» y «Sheffield»), pasó por Gibraltar el 6 de mayo. Con él iban tam-
bién refuerzos para la flota del Mediterráneo, formados por el «Queen Eli-
zabeth» y los cruceros «Naiad» y «Fiji». El 8 de mayo fueron rechazados
varios ataques aéreos que no causaron daños, mientras nosotros derriba-
mos siete aparatos enemigos. Sin embargo, durante la noche dos barcos
chocaron con unas minas al aproximarse al estrecho de Sicilia. Uno de
ellos, el «Empire Song», se incendió y se hundió después de la explosión;
el otro, el «New Zealand Star», pudo continuar con el convoy. Al llegar a
la entrada del Canal de Skerki, el almirante Somerville se separó del con-
voy y regresó a Gibraltar, no sin antes destacar a seis de sus destructores
con el crucero «Gloucester», para que siguieran al convoy. El día 9 por la
tarde, el almirante Cunningham, habiendo aprovechado la oportunidad
para hacer arribar un convoy a Malta, se reunió con «Tigre» a cincuenta
millas al sur de Malta. Todas las fuerzas reunidas pusieron proa a Alejan-
dría, a donde llegaron sin pérdida ni daño. Durante estas operaciones
también se aprovechó la ocasión para efectuar dos cañonazos nocturnos
en Bengasi por nuestras fuerzas navales ligeras, las noches del 7 al 10.
Me alegré de saber que el convoy, en el que estaban puestas todas mis
esperanzas, había pasado los estrechos sin percance y ahora estaba bajo
la protección de toda la potencia de la flota reforzada del Mediterráneo.
Mientras esto estaba en el fiel de la balanza, mis pensamientos giraron
hacia Creta, sobre la cual presagiábamos que se cernía la amenaza de un
potente ataque aéreo. Me parecía que si los alemanes conseguían apode-
rarse y utilizar los aeródromos de la isla, nada les impediría reforzar ince-
santemente su posición, pero que sólo media docena de tanques «l» po-
dían bastar a impedírselo. Por consiguiente, pedí a los jefes de Estado
Mayor que examinasen si sería factible desviar uno de los buques de «Ti-
gre» hacia Creta a fin de desembarcar algunos tanques en la isla. Mis ex-
pertos colegas, aun reconociendo que los tanques serían de un valor es-
pecial para el fin que me proponía, no consideraron aconsejable arriesgar
el resto del valioso cargamento del buque haciéndole apartarse del con-
voy. En su consecuencia, el 9 de mayo les sugerí que asi consideraban de-
masiado peligroso desviar el “Clan Lamont” a Suda, acaso sería preferible
que éste u otro buque cargara doce tanques inmediatamente después de
descargar en Alejandría». Se dieron las órdenes oportunas. El 10 de
mayo, Wavell telegrafió que «ya había tomado las disposiciones para
mandar a Creta seis tanques de infantería y quince ligeros», y que, «si
todo va bien, estarán allí dentro de breves días».
217
qq
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A
a
mis amigos de la armada declaraban que habíamos tenido una racha de
suerte y buen tiempo que tal vez no podía repetirse nunca más. Natural-
mente, el Almirantazgo no se mostró dispuesto a dejarse llevar a una se-
rie de azarosas operaciones como ésta, y me opuso una tenaz resistencia.
Yo no hubiese cejado en mi empeño de conseguir una decisión favorable
del Gabinete de no haber sido que el propio general Wavell no insistió so-
bre este punto y fue más bien de la opinión contraria. Esto me colocó en
un terreno falso. En consecuencia, se mandaron cincuenta tanques cruce-
ro y Cincuenta de infantería por la ruta de El Cabo en un convoy que no
fondeó en Suez hasta el 15 de julio.
Muchas cosas habían ocurrido en esta fecha. Sin embargo, no todas
fueron malas.
CAPÍTULO XIV
LA REVUELTA DEL IRAK
219
Primer Ministro al ministro de la India. 8-1V-41
Hace algún tiempo me sugirió usted la posibilidad de retirar otra división
de las tropas fronterizas para destinarla a Oriente Medio. La situación en el
Irak se ha agriado. Tenemos que asegurarnos la posesión de Basora, ya que
los americanos cada día son más partidarios de que dispongamos de una
base aérea de montaje a la que poder mandar directamente sus entregas. A
Este plan me parece de una importancia trascendental, dada la tendencia
de la guerra a extenderse hacia el este.
Comunico a los jefes de Estado Mayor que usted estudiará esta posibili-
dad. El general Auchinleck también es de opinión de que podría prestarnos
algunas fuerzas adicionales.
Y añadí:
220
día dar permiso para nuevos desembarcos hasta que las tropas que ya se
encontraban en Basora hubiesen abandonado el puerto. No obstante, se
cursó orden al general Auchinleck de que continuaran los desembarcos, y
Rashid Ali, que había contado con el apoyo de la aviación alemana y de
las tropas alemanas aerotransportadas, no tuvo más remedio que ponerse
en movimiento. .
Su primera acción fue dirigida contra Habbaniya, base de adiestramien-
to de nuestras Reales Fuerzas Aéreas en el desierto del Irak. El 29 de
abril habían sido transportados en avión a Habbaniya, desde Bagdad, 230
mujeres y niños británicos. El número de personas acantonadas en Hab-
baniya ascendía a 2.200 combatientes, con no menos de 9.000 paisanos.
La Escuela de Aviación no tardó en convertirse, por lo tanto, en un punto
de grave importancia. El vicealmirante del aire Smart, que la mandaba,
adoptó osadas y oportunas precauciones para hacer frente a la inminente
crisis. Hasta entonces, la Escuela de Aviación no había tenido más que
aparatos anticuados o de entrenamiento, pero entre tanto habían llegado
de Egipto algunos cazas Gladiator, merced a lo cual ochenta y dos apara-
tos de todos los tipos se pudieron organizar en cuatro escuadrillas. El 29
llegó un batallón inglés, traído en avión desde la India. La defensa terres-
tre del perímetro de siete millas, con una simple cerca de espino, era ver-
daderamente exigua. El día 30 las tropas iraquíes de Bagdad aparecie-
ron a una milla escasa, en la meseta que domina el aeródromo y el cam-
pamento. No tardaron en recibir más refuerzos de Bagdad, hasta sumar
9.000 hombres con cincuenta cañones. Los dos días siguientes se per-
dieron en parlamentos inútiles, y al amanecer el 2 de mayo comenzó la
lucha.
221
ninguna acción con el Irak. Era ocioso confiar que estas fuerzas pudieran
contender numéricamente con las que los alemanes podrían mandar a Si-
ria, y no debían ser mandadas a menos que los franceses de Vichy opusie-
sen una resistencia activa. Si se decidiese mandar tropas a Siria, sería me-
jor enviar primero tropas británicas que no de la Francia libre, cuya in-
tervención provocaría el descontento.
El 4 de mayo notificamos al general Wavell nuestras decisiones sobre el
Irak.
El choque con el Irak era inevitable. Teníamos que establecer una base
en Basora y controlar este puerto para salvaguardar el petróleo persa en
caso de necesidad.
Las líneas de comunicación con Turquía a través del Irak han adquirido
asimismo gran importancia debido a la superioridad de la aviación alemana
en el mar Egeo... Si no hubiésemos mandado fuerzas a Basora, la actual si-
tuación de Habbaniya se hubiese provocado igualmente bajo los auspicios
alemanes y, en lugar de asegurarnos sin oposición una cabeza de puente,
nos hubiésemos encontrado más tarde ante la perspectiva de desembarcar
en Basora, teniendo antes que vencer una dura resistencia... Que no se ha-
ble de aceptar la proposición turca de mediación. No podemos hacer conce-
siones. La seguridad de Egipto sigue importando por encima de todo. Pero
es esencial hacer cuanto esté en nuestra mano por salvar Habbaniya y con-
trolar el oleoducto al Mediterráneo.
Los telegramas de los generales Wavell y Auchinleck deben ser leídos in-
mediatamente y remitirme a continuación un informe, hoy mismo, a la Cá-
mara de los Comunes antes de la hora del almuerzo.
Los puntos siguientes requieren especial atención:
1. ¿Por qué la fuerza mencionada, que me parece considerable, es juzga-
da insuficiente para contender con el ejército del Irak? ¿Qué dicen ustedes a
esto? ilmagínense que durante todo este tiempo se haya guardado a la divi-
222
sión de caballería en Palestina sin haber organizado siquiera los rudimentos
de una columna móvil!
2. ¿Por qué las tropas en Habbaniya habrían de ceder antes del 12 de
mayo?
Según los comunicados, hasta ahora sus pérdidas han sido nominales. Su
infantería realizó anoche Una salida y nos comunican que el bombardeo
cesa en cuanto aparece nuestra aviación. Habría que hacer esfuerzos para
que la R.A.F. ayudara y alentara a Habbaniya. ¿No cabría mandar en avión
desde Egipto alguna infantería de refuerzo? Es menester dar orden concreta
de resistir.
¿Cómo podría negociarse un arreglo, según sugiere el general Wavell?
Supongamos que a instigación alemana los iraquíes insisten en que eva-
cuemos Basora, en que nos retiremos hacia Palestina divididos en pequeños
destacamentos fácilmente dominables por ellos. La opinión del comandante
naval de Basora es que un colapso o una rendición serían desastrosos. Ésta
es también la opinión del gobierno de la India. Estoy muy preocupado
por la actitud del general Wavell. Parece que fue cogido tan de sorpresa por
el flanco oriental como por el occidental, y a pesar del inmenso número de
hombres que tiene a su disposición y los grandes convoyes que llegan a él,
parece andar escaso de batallones y compañías. Me da la impresión de estar
cansado.
Las proposiciones de los comandantes en Jefe de la India para el refuerzo
de Basora parecen merecer un estudio atentísimo.
Apoyado por los jefes de Estado Mayor, expuse todo esto al Comité de
Defensa en la reunión que celebramos a mediodía. El ambiente fue de de-
cidida resolución. Por consiguiente, se cursaron las siguientes Órdenes a
sus respectivos destinos:
223
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Entre tanto, en Habbanlya, las escuadrillas de la Escuela de Aviación,
junto con los bombarderos Wellington de Shaiba, a la entrada del golfo
Pérsico, atacaron a las tropas iraquíes en la meseta. Éstas replicaron ca-
fioneando el acantonamiento y haciendo intervenir su aviación con bom-
bas y ametralladoras. Nosotros sufrimos 40 bajas entre muertos y heridos,
y hubo 22 aviones destruidos o inutilizados. Pese a la dificultad de despe-
gar bajo el fuego de la artillería, nuestros aviadores continuaron sus ata-
ques.
La infantería enemiga no atacó, y sus baterías fueron silenciadas una
tras otra. Comprobamos que al ser atacados por nuestros aviones, O sólo
al ver a éstos volar por encima de sus cabezas, los artilleros enemigos
abandonaban corriendo sus piezas. Nos valimos ventajosamente de su
nerviosismo, y a partir del segundo día pudimos destinar buena parte de
nuestra aviación a contender con la aviación iraquí y a atacar sus ba-
ses. Las noches del 3 y el 4 de mayo, las patrullas ofensivas de Habbaniya
realizaron una incursión contra las líneas enemigas, y el 5, tras cuatro días
de ataques por la R.A.F., el enemigo tiró la toalla. La misma noche se
retiraron de la meseta. Fueron perseguidos y tras un choque afortunado
cogimos 400 prisioneros, una docena de cañones, sesenta ametralladoras
y diez carros blindados. Una columna de refuerzo, procedente de Falluja,
fue alcanzada en la carretera y destruida por cuarenta de nuestros avio-
nes expresamente salidos de Habbaniya. El 7 de mayo, el sitio de Habba-
niya había terminado. Los defensores habían recibido de Egipto cazas de
refuerzo; las mujeres y niños británicos habían sido evacuados por aire a
Basora. La aviación iraquí, compuesta de unos sesenta aviones, quedó
virtualmente destruida. Estas buenas noticias tardaron mucho en llegar, y
sólo por entregas.
225
8-V-41
Espero que ustedes se harán cargo del poco campo de acción militar de
que dispondremos en el Irak en los próximos meses si no contamos con una
situación política favorable. Fuerzas de la India pueden guardar Basora,
pero en mi opinión no pueden avanzar hacia el norte a menos que antes se
logre la plena cooperación de la población local y de las tribus. Las fuerzas
de Palestina pueden relevar Habbaniya y guardar los accesos de Bagdad
para impedir que progrese el avance sobre Habbaniya; pero son insuficien-
tes para entrar en Bagdad, si se tropezara con oposición, ni de sostenerse en
la capital... Por lo tanto, y al objeto de evitar una complicación militar en
una área no vital, sigo recomendando que se busque una solución política
por todos los medios posibles.
No hace falta que se preocupe sobre el futuro del Irak. Su misión inme-
diata es conseguir la formación de un gobierno amigo en Bagdad y derrotar
a las fuerzas de Rashid Ali con el máximo rigor. En estos momentos, no de-
seamos vernos envueltos en avances de gran escala desde Basora, río arri-
ba, ni hemos ordenado la ocupación de Kirkuk o Mosul. No buscamos nin-
gún cambio en la independencia del Irak, y sobre este punto hemos dado
amplias instrucciones con arreglo a las ideas de usted. Pero lo esencial es
acción; es decir, el rápido avance de la columna móvil a fin de establecer
contacto efectivo entre Bagdad y Palestina. Cada día que pasa, pesa en la
balanza, porque los alemanes pueden no tardar. Esperábamos que la co-
226
>
lumna estaría pronta a partir el día 10 y llegaría a Habbaniya el 12, supo-
niendo que Habbaniya resistiera, como ha resistido hasta ahora, y mucho
más. Confiamos en que estas fechas han sido rigurosamente observadas y
que hará usted cuanto esté en su mano por acelerar el movimiento.
Por aquellos días, «Tigre» había empezado a llegar sin percance a Ale-
jandría, lo cual me hizo concebir muchas esperanzas de victoria en Creta,
en el desierto occidental y Siria. Fortunas diversas estaban deparadas a
estas aventuras tan estrechamente vinculadas entre sí.
Será oportuno terminar aquí la historia del lrak, antes de que el emba-
te de acontecimientos más sangrientos, aunque no más gravemente peli-
grosos, se abatiese sobre nosotros en Creta.
Las vanguardias de la «Habforce», una brigada motorizada procedente
de Palestina, llegaron a Habbaniya el 18 de mayo para reanudar el ata-
que contra el enemigo, que a la sazón retenía el puente del Éufrates en
Falluja. Por esta fecha, los iraquíes no eran nuestro único enemigo. Los
primeros aviones alemanes ya se habían establecido en Mosul el 13 de
227
mayo, y, por consiguiente, la misión principal de nuestra R.A.F. fue ata-
carles e impedir su abastecimiento por el ferrocarril de Siria. El ataque
contra Falluja por las vanguardias de la «Habforces y los elementos
terrestres de la guarnición de Habbaniya tuvo lugar el 19 de mayo.
Las inundaciones entorpecieron la aproximación directa por el oeste,
y, en consecuencia, se despacharon pequeñas patrullas río arriba contra
un puente levadizo, a fin de cortar la retirada de los defensores: otro
grupo hizo un aterrizaje aéreo a fin de bloquear la carretera de Bagdad.
Se esperaba que esta acción, junto con el bombardeo aéreo, obligaría al
enemigo, cuya fuerza ascendía-a una brigada, a rendirse o dispersarse.
DesddRutba
190 Millas
Carreteras
Lagos e Inundaciones en azul
HABBANIYA — FALLUJA
228
aterrizaje, tampoco pudo hacer nada. Las enérgicas instrucciones que ha-
bía recibido de Hitler estaban fechadas el 23, en cuya fecha ya se había
esfumado toda probabilidad de intervención del Eje.
229
cenario incesantemente cambiante. Desde luego, Hitler desperdició la oca-
sión de ganar un gran premio a poco coste en Oriente Medio. Nosotros,
en la Gran Bretaña, aunque presionados hasta lo imposible, nos las apa-
ñamos para, con escasas fuerzas, prevenirnos a tiempo contra un daño
gravísimo y acaso duradero.
Es necesario recordar que la rebelión del Irak no fue sino un pequeño oA
— Be
incidente en medio de los inmensos problemas que asediaban simultánea-
mente al general Wavell. Entre éstos figuraban el inminente ataque ale-
mán a Creta, nuestros planes de atacar a Rommel en el desierto occiden-
tal, las campañas de Abisinia y Eritrea y la amarga necesidad de adelan-
tarnos a los alemanes en Siria. Análogamente, el teatro del Mediterráneo,
visto desde Londres, no era sino una parte secundaria de todo el proble-
ma mundial, cuyas características predominantes eran la amenaza de in-
vasión, la guerra submarina y la actitud del Japón. Sólo la energía y la co-
hesión del Gabinete de Guerra, las relaciones de mutuo respeto y unidad
de visión que reinaban entre los jefes políticos y militares, así como el me-
tódico funcionamiento de nuestra máquina de guerra, nos permitieron su-
perar, aunque duramente apaleados, tantas pruebas y peligros.
El lector habrá podido advertir la tensión que surgió entre el Gabinete
de Guerra británico y los jefes de Estado Mayor, por una parte, y el ago-
biado, pero nunca desfalleciente comandante en jefe de El Cairo, por
otra. Las autoridades de la metrópoli, que yo presidía, rechazaron siste-
máticamente desde Whitehall el juicio del hombre que veía la batalla des-
de el lugar más expuesto. Le arrebataron toda facultad de decisión y asu-
mieron la responsabilidad de ordenar la liberación de Habbaniya y recha-
zar toda idea de negociación con Rashid Ali, o aceptar la mediación de
Turquía, que se propuso en un momento dado. El resultado fue coronado
por un éxito completo y fulminante. Aunque nadie estuvo más satisfecho
y complacido que el propio Wavell, el episodio no pudo dejar de producir
cierta impresión en su ánimo y en el nuestro. Al propio tiempo, la resuelta
actitud del general Auchinleck al mandar tan prontamente la División In-
dia a Basora, con arreglo a nuestro deseo y con el cordial asentimiento
del virrey de la India, y la prontitud con que los refuerzos indios fueron
abastecidos, nos dieron la sensación de que teníamos ante nosotros a un
hombre lleno de ideas nuevas y pletórico de energías inagotables. Las
consecuencias de esta impresión se verán a medida que adelanto este
relato.
CAPÍTULO XV
CRETA: EL PRELUDIO
231
eventualidad, en lugar de cooperar a la toma y ocupación de Rodas o
preparar y guarnecer las defensas de la bahía de Suda.
Por lo que respecta a Creta en sí, todo había progresado a la pata coja.
El lector habrá observado mis repetidos requerimientos para que se fortifi-
case la bahía de Suda. Hasta llegué a emplear la expresión «un segundo
Scapa». La isla había estado en posesión nuestra unos seis meses, pero la
instalación de baterías antiaéreas más potentes no hubiese podido llevarse
a cabo más que en menoscabo de otras necesidades más urgentes. Por
otra parte, el mando de Oriente Medio tampoco estaba en condiciones de
ericontrar en la misma Creta o en otras partes la mano de obra necesaria
para la construcción de los aeródromos. No cabía mandar una fuerte
guarnición a Creta ni basar importantes fuerzas aéreas en sus aeródro-
mos mientras Grecia estuviese en manos aliadas. Pero todo debió estar
dispuesto para recibir refuerzos en el caso de que éstos fueran hallables o
surgiera la necesidad. Se carecía de planes y hasta de iniciativa. Seis co-
mandantes fueron nombrados sucesivamente en el transcurso de otros
tantos meses. El mando del Oriente Medio debió haber hecho un estudio
más a fondo de las condiciones en que Creta pudo ser defendida contra
un ataque aéreo o por mar. Jamás se previó la necesidad de contar, no ya
con un puerto, sino cuando menos con facilidades de desembarco en la
costa sur de la isla, en la región de Sfakia o Timbaki, ni con el trazado de
una carretera hasta la bahía de Suda y los aeródromos desde donde la
parte occidental de Creta hubiese podido ser reforzada desde Egipto. La
responsabilidad del estudio incompleto de este problema y de la débil eje-
cución de las directrices dictadas debe ser compartida entre El Cairo y
Whitehall.
Sólo después de los desastres de Cirenaica, Creta y el desierto me di
cuenta de cuán sobrecargada y deficientemente sostenida estaba la orga-
nización del general Wavell. Wavell hizo cuanto pudo; pero el mecariismo
de que disponía era demasiado endeble para permitirle afrontar la vasta
masa de dificultades que le imponían cuatro o cinco campañas simultá-
neas.
» » *
Hacía ya tiempo que conocíamos los esfuerzos que Goering había he-
cho por crear y desarrollar una poderosa fuerza aerotransportada, capaz
232
de efectuar un descenso en gran escala desde los aires. Este plan había
entusiasmado a los jóvenes nazis alemanes, fanáticos e inflamados. La Di-
visión Paracaidista alemana era un corps d'élite que había ocupado un
lugar en nuestras previsiones para la defensa del país contra la invasión.
Sin embargo, la eficacia de una fuerza de paracaidistas exige como míni-
mo el dominio temporal del aire durante las horas de claridad diurna.
Esto los alemanes no consiguieron ganarlo en Inglaterra. Pero Creta fue
harina de otro costal. La amplia y al parecer invencible superioridad del
enemigo, tanto en los Balcanes como en el mar Egeo, era a la sazón su
arma principal.
En ningún otro momento de la guerra nuestros Servicios de Informa-
ción estuvieron tan exacta y minuciosamente al corriente de todo. En la
exultante confusión provocada por la toma de Atenas, el mando alemán
dejó de observar el habitual rigor en la conservación de sus secretos, y
nuestros agentes en Grecia eran activos y osados. En la última semaria de
abril recibimos de fuente fidedigna excelentes informes sobre las intencio-
nes inmediatas de Alemania. Los movimientos y la agitación reinante erl
el 11.2 Cuerpo de Aviación alemana, así como la frenética acumulación
de embarcaciones de todas clases en los puertos griegos, no podíar pasar
inadvertidos a ojos y oídos atentos. Todo indicaba un inminente ataque a
Creta por aire y mar. En ninguna otra operación me consagré más perso-
nalmente a estudiar y sopesar los datos y a asegurarme de que los co-
mandantes en jefe estuvieran bien percatados de la magnitud de la carni-
cería que se avecinaba y especialmente el general al mando de la isla.
El 28 de abril, nuestra Junta Mixta de Información de Londres redactó
un comunicado sobre el alcance y el carácter de los planes enemigos so-
bre Creta, en el que ya se preveía la inminencia de un ataque simultáneo
por mar y por tropas aerotransportadas. Calculábase que para esta ofen-
siva el enemigo podía llegar a reunir en los Balcanes 315 bombarderos de
gran radio de acción, 60 cazas bimotores, 240 bombarderos en picado y
270 cazas monomotores, que seguramente arrojarían de tres a cuatro mil
paracaidistas o soldados aerotransportados en la primera salida y que les
sería dable efectuar dos o tres salidas diarias desde Grecia y tres o cuatro
desde Rodas, todas ellas con escolta de cazas. Antes de la llegada de las
tropas transportadas en avión y en barcos se efectuarían duros bombar-
deos, y no faltarían tropas ni barcos para el ataque marítimo. Todo esto
lo telegrafiamos en el acto al cuartel general de El Cairo, y el mismo día
yo subrayé la importancia de la comunicación mediante un mensaje per-
sonal dirigido al general Wavell.
Primer Ministro al general Wavell. 28-1V-41
Por las informaciones recibidas hácese aparente que en breve los alema-
nes desencadenarán sobre Creta un potente ataque aerotransportado. Co-
muníqueme cuántas fuerzas hay en la isla y cuáles son sus planes. Ésta
puede ser una magnífica oportunidad para acabar con los paracaidistas. La
isla debe ser defendida con encarnizamiento.
Aunque al principio el general Wavell no quiso compartir del todo
nuestro vaticinio de que Creta era el próximo objetivo alemán y creyó
233
que los alemanes hacían circular rumores adrede para ocultar sus verda-
deros planes, actuó inmediatamente con su acostumbrada energía y acti:
vidad y partió en avión para la isla. Sus respuestas describen la situación.
234
haga dos agujeros, porque, puesto que han entrado, la mayoría tienen
que salir». Al principio de esta querra, nadie estaba más capacitado para
asumir el mando de la División de Nueva Zelanda, para el cual fue unáni-
memente designado. En septiembre de 1940, yo acaricié la idea de darle
un mando de mayor alcance, y ahora se me presentó por fin la ocasión de
confiárselo, y precisamente en unas condiciones que exigían personalidad
y decisión. Freyberg era un hombre dispuesto a luchar por su rey y por
su patria dondequiera se le ordenara, con un corazón muy en su puesto e
inaccesible al desfallecimiento y a la cabeza de cualesquiera tropas que
sus superiores le encomendaran, sembrando siempre en torno a su figura
una inquebrantable firmeza de ánimo.
En Inglaterra hicimos cuanto estuvo en nuestra mano por ayudar a
nuestras agobiadas tropas y a Sus jefes.
235
El general Freyberg al general Wavell. 1-V-41
Las fuerzas de que dispongo son notoriamente insuficientes para hacer
frente al ataque previsto. Á menos que se aumente de aviación de caza y
podamos disponer de más fuerzas navales para parar el ataque por mar, no
me cabe esperar pararlo con nada más que las fuerzas de tierra, las cuales,
a consecuencia de la campaña de Grecia, están desprovistas de artilleria, ca-
recen de herramientas para cavar trincheras, disponen de poquísimos trans-
portes e insuficientes reservas tanto en pertrechos como en municiones. Po-
demos y queremos luchar, pero sin el pleno apoyo de la aviación y la mari-
na, es imposible soñar en repeler al enemigo. Si por razones que no son del
caso no podemos contar inmediatamente con este apoyo, será menester
volver a examinar el plan de defender Creta. Además, creo que es mi deber
informar, habida cuenta de las condiciones especiales de mi estatuto militar,
al gobierno neozelandés sobre la situación en que se hallan las tropas con-
fiadas a mi mando.
1-V-41
Creo mi deber informar sobre la situación militar de Creta. En Londres se
ha tomado la decisión de que Creta debe ser defendida a toda costa. El mi-
nistro de la Guerra me ha dado a conocer sus cálculos sobre la magnitud
del ataque. En mi opinión, Creta sólo se puede defender contando con el
pleno apoyo de la marina y la aviación. No hay indicios de que disponga-
mos de fuerzas navales suficientes para rechazar una invasión por mar, y la
aviación de la isla consta de seis Hurricanes y diecisiete aviones anticuados.
Las tropas pueden luchar y lucharán, pero a consecuencia de la campaña
de Grecia están desprovistas de artillería y no tienen bastante material de
atrincheramiento, muy poco transporte e insuficientes reservas de equipos y
municiones para la campaña. Le ruego explique a su gobierno la grave si-
tuación en que se halla el grueso de la División Neozelandesa, y recomiendo
que haga presión cerca de las altas esferas de Londres sobre la necesidad de
suministrar suficientes medios para la defensa de la isla o modificar la deci-
sión, ordenando la defensa de Creta. Desde luego, he notificado oficialmen-
te todo lo antedicho al comandante en jefe de Oriente Medio.
236
un batallón australiano y dos batallones formados con evacuados de Grecia.
Estos son débiles en número y pertrechos. No hay artillería. La escala de la
defensa antiaérea es insuficiente, pero la vamos reforzando.
5. En cuanto a la aviación, en estos momentos no hay en la isla ningún
aparato moderno.
6. Las tropas griegas están en su mayoría poco adiestradas y mal armadas.
7. Seguimos luchando con las dificultades y las resolveremos si nos dan
tiempo, pero la defensa aérea será siempre el primordial problema.
237
Freyberg permaneció impávido. Nunca se avino a creer que el ataque
aéreo fuese en tan gigantesca escala. Él temía una invasión poderosamen-
te organizada, procedente del mar. Y creíamos que ésta la podría evitar la
flota, a pesar de nuestra debilidad aérea.
238
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peligro empezó a dominar el pensamiento de los dirigentes, se intensifica:
ron los trabajos para llevar a la isla refuerzos y suministros de armas, es:
pecialmente artillería, pero entonces ya era tarde. Durante la segunda se-
mana de mayo, la aviación alemana estableció un virtual bloqueo diurno
de Creta desde sus bases de Grecia y el Egeo, y mediatizó todo el tráfico,
especialmente en el lado norte, que era el único en donde había puertos.
De 27.000 toneladas de pertrechos de vital importancia enviados a Creta
durante las primeras tres semanas de mayo, pudieron desembarcarse me-
nos de 3,000, y el resto tuvo que retroceder a su procedencia, con pérdida
de más de 3.000 toneladas. Nuestros efectivos en armas antiaéreas eran:
16 cañones pesados (3,7 pulgadas, móviles), 36 cañones ligeros (Bofors) y
24 reflectores. Sólo teníamos nueve tanques de infantería usados, distri-
buidos en los campos de aviación, y dieciséis tanquetas. El 9 de mayo lle-
gó una parte de la Organización de Bases Navales, en que figuraba una
batería antiaérea pesada y otra ligera, que fueron instaladas para mejor
protección de la bahía de Suda. Unos dos mil hombres de dicha organiza-
ción desembarcaron en Creta, pero más de tres mil fueron retenidos en
Egipto, aunque habrían podido llegar a Creta. Seis mil prisioneros de que-
rra italianos constituían un obstáculo adicional para la defensa.
Nuestras fuerzas defensoras fueron distribuidas principalmente para
proteger los terrenos de desembarco. En Candía estaban dos batallones
británicos y tres griegos; en los alrededores de Retimo, la 19.2 Brigada
Australiana y seis batallones griegos; en las inmediaciones de Suda, dos
batallones australianos y dos griegos; en Maleme, una brigada neozelan-
desa cerca del aeródromo y una segunda brigada, auxiliar, algo más al
este. Á estas guarniciones hay que añadir algunos destacamentos de fusi-
leros formados por unidades provisionales de hombres evacuados de Gre-
cia. Los batallones griegos eran débiles en número, y armados con un abi-
garrado surtido de fusiles y pocas municiones. El total de tropas imperia-
les que tomó parte en la defensa ascendió a unos 28.600 hombres.
Pero, naturalmente, lo único que hacía posible el ataque alemán era
nuestra debilidad aérea. A principios de mayo, los efectivos de que dispo-
nía la R.A.F. eran: doce Blenheims, seis Hurricanes, doce Gladiators Y
seis Fulmars y Brewsters del arma aeronaval; de todos ellos, sólo la mitad
estaba en condiciones de prestar servicio. Estos aparatos estaban distribui-
dos entre el campo de aterrizaje de Retimo, el aeródromo de Maleme
(para cazas tan sólo) y el de Candía, que servía para todos los tipos. Esto
era una fruslería en comparación con las aplastantes fuerzas aéreas que
se iban a echar sobre la isla. Esta inferioridad aérea fue comprendida ple-
namente por todos los interesados, y en 19 de mayo, el día antes del ata-
que, fueron evacuados a Egipto todos los aviones restantes. El Gabinete
de Guerra, los jefes de Estado Mayor y los comandantes de Oriente Medio
sabían que únicamente se podía escoger entre esta terrible desventaja o
abandonar a toda prisa la isla, como podría haber sido posible en los pri-
meros días de mayo. Pero no hubo entre nosotros ninguna divergencia de
opinión en cuanto a hacer frente al ataque; y cuando vemos —a la luz de
lo que hemos sabido después— cuán cerca estuvimos de ganar, a pesar
de todas las deficiencias, y del gran alcance que tenían nuestras ventajas,
240
aun fracasando, debemos estar contentos de los riesgos que corrimos y
del precio que pagamos.
1. Pequeño buque típico de los mares de Levanle, especie de goleta; antiguamente eran
movidos a vela: hoy casl todos eslán movidos a molor.
241
13
242
cia de las correspondientes municiones. En cada aeródromo hay dos tan-
ques de infantería, Todavía se están descargando y distribuyendo los carros
portacañones y los camiones. Ha llegado el 2.* de Leicester, que reforzará
Candía. No quiero ser excesivamente confiado, pero tengo la sensación de
que por lo menos daremos una excelente cuenta de nosotros. Con la ayuda
de la flota, confío en que conservaremos Creta en nuestras manos.»
243
mente tengo la confianza de que nuestra situación se verá robustecida en
todos los puntos esenciales antes de terminar el año. Los norteamericanos
están haciendo gran acopio para reemplazar las pérdidas navales de 1942, y
pienso que cada vez están más cerca de tomar la gran decisión. Sin embar-
go, es mejor no contar mucho con esto. ]
4. Parece que Hitler está concentrando tropas contra Rusia. Se está
efectuando un incesante movimiento de tropas, de fuerzas blindadas y de
aviones desde los Balcanes hacia el norte, y desde Francia y Alemania ha-
cla el este. Supongo que se propone atacar Ucrania y el Cáucaso, en busca
de trigo y petróleo. Nadie puede impedirle que lo haga, pero espero que a
medida que transcurra el año podremos arrasarle Alemania a sus espaldas.
Estoy seguro de que, con la ayuda de Dios, extinguiremos el régimen nazi. |
5. El rey me ha dicho que enviará a usted un mensaje especial, con moti-
vo de su cumpleaños, el 24 del corriente. Por mi parte, ya le envío ahora mi
cordial felicitación.
CAPÍTULO XVI
CRETA: LA BATALLA
E
A
SA
El Cuerpo Aéreo alemán. — Empieza el ataque: 20 de mayo. — Retimo
y Candía se mantienen firmes. — Pérdida de Maleme: 23 de mayo. — In-
tervención de la flota. — Destrucción de convoyes alemanes. — Duras
jornadas para la flota, pero el almirante Cunningham echa todos sus re-
cursos en la balanza. — Pérdida del «Gloucester» y del «Fiji». — El «Ke-
lly» y «Kashmir» son hundidos. — Grave telegrama del almirante Cun-
ningham. — Y un serio informe del general Freyberg. — Se pierde toda
esperariza de victoria. — Decidimos evacuar: 26 de mayo. — Triste y
amarga tarea. — La tragedia del salvamento de Candía. — El almirante
Cunningham decide continuar la evacuación. — Crueldades alemanas
contra la población de la isla. — El precio pagado. — Victoria pírrica.
245
La batalla empezó la mañana del 20 de mayo, y jamás hubo un ataque
alemán más temerario e implacable. Su primer y principal objetivo fue el
aeródromo de Maleme. Por espacio de una hora, las posiciones circun-
dantes estuvieron sometidas al más intenso bombardeo y ametrallamiento
experimentado hasta entonces desde el aire. El grueso de nuestra artillería
antiaérea quedó inutilizado casi en seguida. Antes de terminar el bombar-
deo empezaron a aterrizar planeadores al oeste del aeródromo. A las
ocho de la mañana fueron lanzados paracaidistas en gran número, desde
alturas que oscilaban entre 300 y 600 pies, en la zona comprendida entre
Malene y La Canea. Por la mañana, un regimiento alemán de cuatro ba-
tallones, y otro por la tarde, fueron lanzados desde una ininterrumpida
cadena de aviones, sin la menor preocupación por las pérdidas de hom-
bres y de aparatos. Tanto en el aeródromo como en las cercanías del mis-
mo, chocaron con la resuelta oposición de un batallón de la 15.* Brigada
Neozelandesa, mientras el resto de ésta le apoyaba desde el este. En to-
das partes donde se observaba la presencia de nuestras tropas, éstas fue-
ron sometidas a terrible bombardeo, empleándose profusamente bombas
de 500 y hasta de 1.000 libras. Los contraataques eran imposibles a la luz
del día. Un contraataque con sólo dos tanques «l» resultó un fracaso. Los
planeadores o los aviones de transporte de tropas aterrizaban o se estre-
llaban en las playas, en la maleza o en el aeródromo barrido por el fuego.
En conjunto, alrededor de Maleme y La Canea, y entre ambas ciudades,
aterrizaron más de 5.000 alemanes en el primer día. Sufrieron pérdidas
muy elevadas por el fuego y la feroz lucha cuerpo a cuerpo de los neoze-
landeses. En nuestra zona de defensa puede decirse que se dio cuenta de
casi todos los que tomaron tierra, muriendo la mayor parte de ellos. Al
terminar el día, seguíamos en posesión del aeródromo, pero al anochecer
los pocos que quedaban del batallón retrocedieron a sus puntos de apoyo.
Dos compañías enviadas de refuerzo llegaron demasiado tarde para hacer
un contraataque que permitiera recuperar el aeródromo, el cual, de todos
modos, seguía bajo el fuego de nuestra artillería.
Tanto Retimo como Candía fueron sometidas aquella mañana a un in-
tenso bombardeo desde el aire, seguido por lanzamiento de paracaidistas
por la tarde, en número de dos y cuatro batallones respectivamente. Si-
guió un vivo combate, pero al anochecer seguimos en firme posesión de
ambos aeródromos. En Retimo y Candía hubo también descensos en me-
nor escala, con dura lucha y elevadas pérdidas alemanas. Por lo tanto, el
resultado del primer día de combate fue bastante satisfactorio, excepto en
Maleme, pero en todos los sectores quedaban ahora bandas de hombres
bien armados, La fuerza de los ataques superó lo que esperaba el mando
británico, y la furia de nuestra resistencia asombró al enemigo.
Éste es el informe que recibimos:
246
muy violenta y hemos dado muerte a gran número de alemanes, Las comu-
nicaciones son muy difíciles,La intensidad de los ataques aéreos contra La
Canea ha sido muy grande. Todos los que estamos aquí comprendemos
que nos hallamos en una situación decisiva, y lucharemos como conviene a
la misma.
247
A
A
>
Aquella noche, nuestras cansadas tropas vieron, hacia el norte, toda la
línea del horizonte iluminada por incesantes fogonazos, y comprendieron
que la flota británica estaba actuando. El primer convoy marítimo alemán
había iniciado su desesperada misión. Por la tarde se anunció la presencia
de pequeñas embarcaciones que se acercaban a Creta, y el almirante
Cunningham ordenó que sus fuerzas ligeras del Egeo evitaran desembar-
cos durante las horas de oscuridad. A las once y media de la noche, a
dieciocho millas al norte de La Canea, el contraalmirante Glennie, con los
cruceros «Dido», «Orion» y «Ajax» y cuatro destructores, sorprendió al pri-
mer convoy de tropas alemanas, integrado principalmente por caiques es-
coltados por torpederos, Por espacio de dos horas y media, los buques
británicos estuvieron persiguiendo su presa, hundiendo no menos de una
docena de caiques y tres vapores, abarrotados todos ellos de tropas ale-
manas. Se calculó que aquella noche se ahogaron unos cuatro mil hom-
bres.
Ahora ya era demasiado tarde para destruir el convoy, que había retro-
cedido y se había dispersado en todas direcciones, entre las numerosas is-
248
las. De este modo, por lo menos cinco mil soldados alemanes escaparon a
la suerte que habían corrido sus camaradas. La audacia del mando ale-
mán al ordenar a estos indefensos convoyes de tropas atravesar aguas
que no estaban dominadas ni naval ni aéreamente, es un ejemplo de lo
que habría podido ocurrir en gigantesca escala en el mar del Norte y en el
canal de la Mancha en septiembre de 1940. Ello muestra que los alema-
nes no comprendían la eficacia del poderío naval contra unas fuerzas in-
vasoras, ni tampoco el precio en vidas humanas que puede costar seme-
jante desconocimiento.
249
3.30 de la tarde se anunció que el «Gloucester» y el «Fiji» se acercaban a
popa a gran velocidad, sometidos a un potente ataque aéreo. Veinte mi-
nutos despues, el «Gloucester», alcanzado por varias bombas, quedó total-
mente inmovilizado, con un violento incendio a bordo y con su cubierta
superior sembrada de cadáveres. El «Fiji» no pudo hacer otra cosa que
dejarle, y, habiendo perdido contacto con la flota y escaseándole el com-
bustible, puso proa directamente hacia Alejandría con sus dos destructo-
res. Tres horas más tarde, después de sobrevivir a una veintena de ata-
ques de las escuadrillas de bombarderos y de haber disparado todas sus
municiones antiaéreas, cayó víctima de un ME. 109, que se le acercó am-
parándose en las nubes. Se produjo una tremenda explosión. El buque se
inclinó sobre una banda, pero aún hizo 17 nudos, hasta que se produjo
un nuevo ataque y recibió el impacto de tres bombas más. A las 8.15 de
la tarde zozobró y se hundió, pero 523 hombres, de su tripulación de 780,
fueron recogidos del agua por los dos destructores, que regresaron des-
pués de anochecido.
250
na, por una formación de 24 bombarderos en picado. Ambos buques fue-
ron hundidos rápidamente, perdiéndose 210 vidas. Afortunadamente es-
taba cerca el destructor «Kipling» y, a pesar del continuo bombardeo, sal-
vó del mar a 279 oficiales y marinos, entre ellos el propio lord Louis
Mountbatten, mientras el buque quedaba indemne. A la mañana siguien-
te, cuando se encontraba aún a 50 millas de distancia de Alejandña, y
abarrotado de hombres de popa a proa, agotó completamente el combus-
tible, pero se le pudo socorrer y remolcar sin percances.
no han dejado de constituir una prueba del duelo entre la flota del Medite-
rráneo y la aviación alemana. Me temo que en la zona costera hemos de re-
conocer la derrota y aceptar el hecho de que las pérdidas son demasiado
grandes para que justifiquen nuestro intento de impedir los ataques maríti-
mos contra Creta. Ésta es una triste conciusión, pero hay que afrontaria.
Como siempre he temido, el dominio que el enemigo tiene dei aire, no con-
trarrestado por nuestra aviación, en estas limitadas aguas y con este tiempo
mediterráneo, es una desventaja demasiado grande para nosotros, a no ser
que aprovechemos las oportunidades de sorpresa y vayamos con la mayor
circunspección.
Quizá fue una suerte que el portaaviones «Formidable» estuviera inmovi-
lizado, porque dudo que ahora estuviese a flote.
251
23-V-41
La batalla de Creta es onerosa porque, careciendo de aeródromos dentro
de un radio de acción efectivo, no podemos poner en movimiento ninguna
fuerza aérea para ayudar a la defensa ni para proteger nuestras escuadrillas
de patrulla. Dos cruceros y dos destructores nuestros han sido hundidos
hoy. Estamos liquidando la mayor parte de las mejores tropas alemanas, y
hemos echado a pique al menos un convoy.
Y a Wavell:
23-V.41
La batalla de Creta tiene que ser ganada. Aunque el enemigo se asegure
buenas posiciones, la lucha debe proseguir sin descanso en la isla, para que
así la principal fuerza de choque del enemigo esté empeñada en la acción.
Esto, por lo menos, le dará a usted tiempo para movilizar a los cachorros de
«Tigre» y dominar la situación en el desierto occidental. Mientras la batalla
dura, Chipre también está a salvo. Espero que usted reforzará a Creta cada
noche todo lo que le sea posible. ¿No podemos enviar más tanques y recon-
quistar alguno de los aeródromos perdidos? Hay que imponer al enemigo
una acción constante e infligir pérdidas graves a sus mejores tropas. El no
podrá resistir indefinidamente. Traslade al general Freyberg lo siguiente de
mi parte: «El mundo entero está pendiente de su magnífica batalla, a la que
tan grandes acontecimientos están subordinados.»
Nuestras dificultades son grandes en Creta, pero según los informes que
tenemos, también lo son las del enemigo. Si resistimos, puede quebrantarse
el esfuerzo del enemigo. Nos parece de imperiosa necesidad que cuanto an-
tes se envien refuerzos en el mayor número posible a la isla, para asegurar
la destrucción de las tropas enemigas que han puesto pie en tierra, antes de
que puedan recibir refuerzos en cantidad. La vital importancia de esta bata-
lla le es sobradamente conocida, y deben aceptarse todos los riesgos para
asegurar nuestra victoria.
252
3. A decir verdad, el aprovisionamiento por mar aún no ha desempeña-
do un gran papel, puesto que, a pesar de las pérdidas de convoyes y de que
otros muchos han retrocedido, el enemigo recibe tantas fuerzas por el aire
que por el momento puede aumentar sus efectivos y abastecerlos por este
procedimiento a voluntad, Por nuestra parte no hacemos absolutamente
nada por evitar este proceso, y la constante procesión de aparatos Ju. 52
volando hacia Creta sin ser molestados es uno de los factores que pueden
afectar a la moral de nuestras fuerzas,
4, Creo que los Lores deberían saber que el efecto causado en el perso-
nal por las recientes operaciones es acumulativo. En cuanto a nuestras uni-
dades ligeras navales, tanto los oficiales como los marinos y las máquinas,
falta poco para que estén enteramente agotados, Desde que empezó lo de
«Lustre» [Grecia], a fines de febrero, han estado en acción continuamente,
casi al límite de lo que se puede resistir, y ahora, en que el trabajo se ha du-
plicado, se encuentran enfrentados con una concentración aérea ai lado de
la cual estoy seguro que la de Noruega fue un juego de niños. No es acon-
sejable fatigar a los hombres más aliá de cierto punto.
5, He podido hacer casi más de lo que me figuraba. Cada noche los des-
tructores y cruceros exploran la costa norte de Creta, hemos bombardeado
Maiemne, y esta mañana hemos atacado Escarpanto. Melos también ha reci-
bido la atención de un submarino... Sin embargo, aún no he recibido refuer-
zos en aviones de reconocimiento, que he pedido con tanta insistencia.
6. Escrito lo que antecede, me entero de que los buques «Formidabie» y
Ios han sido alcanzados por bombas y regresan a puerto. Carezco de
etailes,
Pero a última hora del día 26, Wavell recibió graves noticias de Frey-
berg. «Lamento tener que informarle», decía Freyberg,
que, en mi opinión, han ¡legado al límite de la resistencia las tropas que ten-
go a mi mando en la bahía de Suda. Cuaiquiera que sea la decisión que to-
men los comandantes en jefe desde el punto de vista militar, nuestra posi-
ción aquí es desesperada. Una pequeña fuerza, mal equipada e inmoviliza-
da como la nuestra, no puede resistir el bombardeo concentrado a que he-
mos estado sometidos durante los últimos siete días. Creo que es mi deber
decirle que desde el punto de vista administrativo, las dificultades de liberar
a toda esta fuerza son insuperables, Si se toma una decisión inmediata, aún
se podrá embarcar a cierto número de soldados. Cuando se haya podido re-
ducir este sector, ia reducción de Retimo y Candia por el mismo procedi-
miento será tan sólo cuestión de tiempo. Con la excepción del regimiento
galés y de los comandos, las tropas que tenemos ya no pueden realizar nin-
guna acción ofensiva. Si en vista de la situación general de Oriente Medio
usted decide que una cuestión de horas puede importar, seguiremos resis-
tiendo. Tendré que estudiar cómo podrá hacerse esto. La bahía de Suda
puede estar bajo el fuego dentro de veinticuatro horas, Las bajas han sido
muy graves, y hemos perdido la mayoría de nuestros cañones fijos.
253
Telegrafié a Freyberg:
27-V-41
Su gloriosa defensa despierta admiración en todos los países. Sabemos
que el enemigo se halla en situación difícil. Le enviamos toda la ayuda que
podemos.
Pero por la noche nos enteramos de que se había desvanecido toda es-
peranza de éxito.
254
hora de aquella noche se tomó la decisión de evacuar Creta. Se produjo
una gran confusión en la pista que discurría entre las montañas. Afortu-
nadamente, dos comandos integrados por unos 750 hombres bajo las ór-
denes del coronel Laycock fueron desembarcados en Suda por el mina-
dor «Abdiel» durante la noche del día 26. Estas fuerzas, relativamente de
refresco, junto con lo que quedaba de la 5* Brigada Neozelandesa y los
7.2 y 82 Batallones Australianos, sostuvieron una intensa acción de reta-
guardia, que hizo posible que casi todas nuestras fuerzas del área Suda-
La Canea-Maleme aún supervivientes se abrieran paso hacia la costa
meridional.
En Retimo se mantuvo tenazmente la posición, aunque las tropas esta-
ban completamente rodeadas por el lado de tierra, y escaseaban los víve-
res y las municiones. Recibleron algunas raciones por lanchas motoras,
pero no se les pudo enviar Órdenes para que se retiraran hacia el sur. El
enemigo fue estrechando paulatinamente el cerco hasta que el día 30,
agotados todos los víveres, los supervivientes se rindieron después de ha-
ber dado muerte al menos a trescientos alemanes. Lograron escapar unos
140 individuos.
En Candia, las fuerzas alemanas situadas en el este del aeródromo au-
mentaban a diario. Nuestra guarnición había sido reforzada por una parte
de los Highlanders de Argyll y Sutherland, que habían desembarcado en
Timbaki y se habían abierto paso luchando, hasta reunirse con los sitia-
dos. La flota fue a salvarles en momento oportuno.
Tuvimos que enfrentarnos otra vez con la amarga y triste tarea de una
evacuación, y con la certidumbre de pérdidas elevadas. La flota, persegui-
da y fatigada, tuvo que proceder al embarque de unos veintidós mil hom-
bres, la mayor parte de ellos en la playa abierta de Sfakia, a través de
trescientas cincuenta millas de mar dominadas por la aviación enemiga.
La R.A.F. hizo todo lo que pudo desde Egipto, con los pocos aviones del
necesario radio de acción que tenía. Su objetivo principal fue el aeródro-
mo de Maleme, que estaba en poder del enemigo, y contra el cual se efec-
tuaron numerosas incursiones de bombardeo tanto diurnas como noctur-
nas. Mientras estas operaciones Implicaron un gran esfuerzo para las tri-
pulaciones, el hecho de ser llevadas a cabo en una escala necesariamente
reducida no permitió que tuvieran un efecto apreciable. El mariscal del
Aire Tedder prometió asegurar protección aérea para los buques, pero ya
nos advirtió que sería escasa e intermitente. Sfakia, pequeña aldea de
pescadores de la costa meridional, está situada al pie de un acantilado
cortado a pico, de unos quinientos pies de altura, atravesado tan sólo por
un empinado sendero. Nuestras tropas tuvieron que esconderse en las in-
mediaciones hasta el momento preciso de embarcar. Cuatro destructores
al mando del capitán Arliss llegaron durante la noche del 28 y embarca-
ron a 700 hombres además de desembarcar víveres para el grandioso nú-
mero de tropas que estaba agrupándose allí. Para el viaje de retorno se
tuvo protección aérea, gracias a la cual sólo un destructor resultó con
255
averías de poca importancia. Por lo menos quince mil hombres estaban
escondidos en las quebradas de los alrededores de Sfakia, y la retaguardia
de Freyberg estaba en acción constante. s
Una tragedia esperaba a la simultánea expedición del almirante Raw-
lings, el cual, con los cruceros «Orion», «Ajax» y «Dido» y seis destructo-
res, acudió al rescate de la guarnición de Candia. Su flotilla fue sometida
a un violento ataque aéreo procedente de Escarpanto, desde las 5 de
la tarde hasta el anochecer. El «Ajax» y el destructor «Imperial» fueron al-
canzados, y el primero de ellos tuvo que regresar. Al llegar a Candia, an-
tes de medianoche, los destructores transportaron a las tropas hasta los
cruceros que esperaban en alta mar. Hacia las 3.20 de la madrugada ha-
bía terminado la operación. Fueron embarcados cuatro mil hombres, y
empezó el viaje de regreso. Súbitamente, media hora después, falló el ti-
món del averiado «Imperial», y por poco se produjo una colisión entre
éste y los cruceros. Era urgente que al amanecer todas aquellas fuerzas se
hubiesen alejado lo máximo posible hacia el sur. Sin embargo, el almiran-
te Rawlings decidió ordenar que el crucero «Hotspur» hiciera marcha
atrás, tomara a bordo a las tropas del «Imperial» y a la tripulación del
mismo, y echara a pique la nave. Por su parte él redujo la velocidad a
15 nudos, y el «Hotspur», llevando 900 soldados, se reunió a ellos inme-
diatamente antes del alba. A la sazón llevaba un retraso de hora y media
respecto al horario prefijado, y hasta que salió el sol no torció hacia el sur
para atravesar el estrecho de Kaso. Se había organizado una protección
aérea, pero principalmente a causa de la modificación del horario, la avia-
ción no encontró a los buques. El temido bombardeo empezó a las 6 de la
mañana y continuó hasta las 3 de la tarde, en que la flotilla llegó a un
centenar de millas de Alejandría.
El «Hereward» fue la primera baja. A las 6.25 de la mañana fue alcan-
zado por una bomba, y ya no pudo seguir al convoy. El almirante decidió
acertadamente abandonar a su suerte al buque averiado. Posteriormente
fue visto acercándose a la costa de Creta. La mayoría de los que se halla-
ban a bordo sobrevivieron, aunque en calidad de prisioneros de querra.
Peor era lo que iba a suceder después. Durante las cuatro horas siguien-
tes, los cruceros «Dido» y «Orion» y el destructor «Decoy» fueron todos al-
canzados. La velocidad de la flotilla descendió a 21 nudos, pero todos
mantuvieron su ruta hacia el sur, agrupados. En el «Orion», la situación
era terrible. Además de su tripulación, llevaba a bordo mil cien soldados.
En sus abarrotadas cubiertas estaban unos 260 hombres muertos y 280
heridos por una bomba que perforó el puente. El comandante de la nave,
capitán G. R. B. Back, resultó muerto también, y el buque gravemente
averiado e incendiado. A mediodía aparecieron dos Fulmars de la avia-
ción naval, y a partir de entonces pudieron aliviar algo la situación. Los
cazas de las Reales Fuerzas Aéreas, a pesar de todos sus esfuerzos, no pu-
dieron encontrar a la torturada flotilla, aunque sostuvieron varios encuen-
tros y destruyeron por lo menos dos aparatos. Cuando la flotilla llegó a
Alejandría, a las ocho de la tarde del 29, se vio que una quinta parte de la
guamición salvada de Candia había resultado muerta, herida o capturada.
256
Ya hemos visto con qué fuerza, tanto las autoridades políticas como las
militares, presionábamos desde la Metrópoli a los comandantes en jefe de
El Cairo, y cómo gran parte de esta presión fue ejercida también sobre
nuestras fuerzas que mantenían contacto con el enemigo, las cuales res-
pondieron admirablemente. Pero después de lo ocurrido el día 29, el ge-
neral Wavell y sus colegas hubieron de decidir hasta dónde tenía que lle-
gar el esfuerzo que representaba sacar a nuestras tropas de Creta. El ejér-
cito estaba en peligro mortal, la aviación podía hacer poco, y otra vez vol-
vía a recaer el peso de la operación sobre la fatigada y bombardeada flo-
ta. Para el general Cunningham, era contrario a todas las tradiciones
abandonar al ejército en semejante crisis. El almirante declaró: «La flota
necesita tres años para construir un buque nuevo. Pero se necesitarán
trescientos años para construir una tradición nueva. La evacuación (esto
es, el salvamento) continuará.» Pero la decisión de continuar esta opera-
ción no se tomó hasta después de muchas deliberaciones y de consultar
con el Almirantazgo y con el general Wavell. El día 29 por la mañana ha-
bían sido evacuados casi cinco mil hombres, pero muchísimos más esta-
ban esperando, refugiados en las inmediaciones de Sfakia, y eran bombar-
deados cada vez que se mostraban a la luz del día. La decisión de correr
el riesgo de nuevas e ilimitadas pérdidas navales estaba justificada no sólo
en su impulso sino por los resultados.
Al anochecer del día 28, el almirante King zarpó con rumbo a Sfakia
con los buques «Phoebe», «Perth», «Calcutta» y «Coventry», el buque de
asalto «Glengyle» y tres destructores. Durante la noche del 29 fueron em-
barcados seis mil hombres sin percance, ayudando en gran manera a esta
operación el material de desembarco del «Glengyle». Hacia las 3.20 de la
madrugada, toda la flotilla iniciaba el viaje de regreso, y aunque fueron
atacados en tres ocasiones durante el día 30, llegaron a Alejandría sin no-
vedad. Sólo el crucero «Perth» presentaba aveñías por haber sido alcanza-
do en un cuarto de calderas. Esta buena suerte fue debida a los cazas de
la R.A.E,, los cuales, si bien eran pocos en número, dispersaron más de
un ataque antes de emprender el regreso. Se pensó que la noche del 29
al 30 sería la última a propósito para intentar un nuevo embarque, pero
durante el día 29 se vio que la situación era menos desesperada de lo que
había parecido. En consecuencia, el día 30, por la mañana, el capitán Ar-
liss se hizo a la mar una vez más, rumbo a Sfakia, con cuatro destructo-
res. Dos de éstos hubieron de retroceder, pero él siguió con el «Napier» y
el «Nizam» (un destructor que nos regalaron el príncipe y el pueblo de
Hyderabad) y embarcó con pleno éxito a más de mil quinientos soldados.
Ambos barcos resultaron averiados por bombas en el viaje de regreso,
pero llegaron a Alejandría sin más novedad. El rey de Grecia, después de
muchos peligros, había sido salvado junto con el ministro británico unos
pocos días antes. Aquella noche también fue evacuado por vía aérea el
general Freyberg, siguiendo instrucciones de los comandantes en jefe.
El 30 de mayo se ordenó un último esfuerzo para evacuar a las tropas
restantes. Se pensó que los soldados concentrados en Sfakia no excedían
ahora de tres mil, pero una información posterior mostró que estaban allí
más del doble de dicha cifra. El almirante King se hizo de nuevo a la mar
257
en la mañana del 31, con los buques «Phoebe» y «Abdiel» y tres destruc-
tores. No podían esperar traer a todos los que quedaban, pero el almiran-
te Cunningham ordenó que se llenaran los buques hasta el máximo. Al
mismo tiempo, se anunció al Almirantazgo que aquélla sería la última no-
che de evacuación. El embarque de las tropas se hizo bien, y los buques
emprendieron el regreso a las tres de la madrugada del primero de junio,
llevando a bordo a casi cuatro mil hombres, que llegaron a Alejandña sa-
nos y salvos. El crucero «Calcutta», enviado para protegerles, fue bombar-
deado y hundido a un centenar de millas de Alejandría.
Hasta unos cinco mil soldados británicos e imperiales ascendía la cifra
de los que quedaron dispersados en Creta, y fueron autorizados por el ge-
neral Wavell para capitular. Sin embargo, muchos individuos se esparcie-
ron por aquella montañosa isla, que tiene ciento sesenta millas de longi-
tud. Ellos y los soldados griegos fueron socorridos por los campesinos y
gente de las ciudades, a los cuales castigaban implacablemente los alema-
nes cuando les descubrían. Se tomaron bárbaras represalias contra ino-
centes y valientes campesinos, a los cuales se fusiló en grupos de a veinte
y treinta individuos. Por este motivo yo propuse al Consejo Supremo de
Guerra, tres años después, o sea en 1944, que los crímenes locales fueran
juzgados en las mismas localidades donde se cometieron, y que las perso-
nas acusadas fueran enviadas al lugar donde tenía que procesárselas.
Aceptóse este principio, y de este modo se pagaron muchas de las deudas
más sangrientas.
258
daces divisiones aerotransportadas; y más tarde aún, nosotros y los nor-
teamericanos las imitamos en una escala todavía mayor. Pero en realidad,
la séptima división quedó destruida en la batalla de Creta. Hasta cinco mil
de estos valientes hombres resultaron muertos, y toda la estructura de di-
cha organización quedó irreparablemente desarticulada. Nunca más vol-
vió a aparecer de un modo efectivo. Los neozelandeses y demás tropas
británicas, imperiales y griegas que tomaron parte en la confusa, desalen-
tadora e inútil lucha por Creta, pueden estar convencidos de que desem-
peñaron un papel definitivo en un acontecimiento que nos proporcionó
un enorme alivio en un momento crucial.
Las pérdidas alemanas de sus mejores combatientes eliminaron a la
formidable arma aérea y a los paracaidistas de los acontecimientos inme-
diatos del Oriente Medio. Goering no ganó en Creta más que una victoria
pírrica porque las fuerzas que él empleó allí podrían haberle dado fácil-
mente Chipre, Irak, Siria y tal vez Persia. Aquellas tropas eran adecuadas
para invadir grandes regiones ondulosas en que no se podría haber en-
contrado ninguna resistencia seria. Cometió una locura dejando pasar por
alto aquellas oportunidades casi inapreciables y empeñando a fuerzas
irreemplazables en una lucha mortal, frecuentemente cuerpo a cuerpo,
con los soldados del Imperio británico.
Poseemos ahora el «informe de combate» del 11+ Cuerpo Aéreo, del
cual formaba parte la 7. División Aerotransportada. Cuando recordamos
la rigurosa crítica y autocrítica a que estaban sometidas nuestras disposi-
ciones, es interesante leer lo que ocurría en el bando contrario. «Las fuer-
zas terrestres británicas de Creta —decían los alemanes— ascendían casi
al triple de lo que se había supuesto. La zona de operaciones de la isla ha-
bía sido preparada para la defensa con el mayor cuidado y con todos los
medios posibles... Todas las fortificaciones estaban enmascaradas con
gran habilidad... El hecho de que debido a falta de información no pudié-
ramos evaluar exactamente la situación del enemigo, aumentó los peli-
gros del ataque efectuado por el 11.2 Cuerpo Aéreo, redundando en pér-
didas excepcionalmente elevadas y sangrientas.»
En el informe alemán sobre el interrogatorio de nuestros prisioneros de
guerra, se encuentra la siguiente nota, que me atrevo a reproducir como
muestra de mi gratitud hacia aquellos desconocidos amigos:
259
dos, tres cruceros y diecisiete destructores. Otros mueve cruceros y des-
tructores estaban en Egipto sujetos a reparación, pero los acorazados
«Warspite» y «Barham» y su único portaaviones, el «Formidable», junto
con otros varios barcos, habían tenido que zarpar de Alejandría para ser
reparados en otra parte. Se habían perdido tres cruceros y seis destructo-
res. Debianse enviar sin dilación refuerzos que restablecieran el equilibrio.
Pero, como veremos pronto, nos estaban esperando nuevas adversidades.
El periodo que ahora se abría ante nosotros había de ofrecer a los italia-
nos una inmejorable oportunidad para disputarnos nuestro dudoso domi-
nio del Mediterráneo oriental, con todo lo que esto implicaba. Nosotros
no podíamos asegurar que no lograrían conquistarlo.
CAPÍTULO XVII
LA SUERTE DEL «BISMARCK»
261
Medio. El «Rodney» y el «Ramillies», que el «Bismarck» podría haber hun-
dido si los hubiese encontrado individualmente, prestaban servicio de es-
colta para convoyes del Atlántico, y el «Revenge» estaba en Halifax, dis- ——
——
A
262
e la
en el Atiántico. Si nosotros no jográramos sorprenderles, segurament
armada norteamericana podría señalarnos la posición en que se encuen-
tran. El «King George V», «Prince of Waies», «Hood», «Repuise» y ei portaa-
us-
viones «Victorious», junto con naves auxiliares, les siguen la pista. Dénos
ted las noticias y nosotros compietaremos la tarea.
Ber-
En realidad el «Bismarck» y el «Prinz Eugen» habían zarpado de
de
gen casi veinticuatro horas antes, y a la sazón se hallaban al noroeste
Islandia, proa al estrecho de Dinamarca. En este lugar los hielos habían
cu-
reducido la anchura del estrecho a sólo ochenta millas, casi todas ellas
Hacia el anochece r del día 23, el «Suffolk» prime-
biertas de densa niebla.
por el
ro y luego el «Norfolk» avistaron a dos buques que se acercaban
co-
norte, bordeando los hielos y aprovechando un claro en la niebla. El
municado del «Norfolk» anuncian do este descubri miento fue recibido en
primer lugar por el Almirantazgo y al momento fue radiado en clave se-
a
creta a todos los interesados. La caza había empezado, la presa estaba
la vista, y todas nuestras fuerzas se movieron coordinadamente. El co-
mandante en jefe torció al oeste y aumentó su velocidad. El «Hood» y el
«Prince of Wales» modificaron su ruta a fin de interceptar al enemigo al
amanecer del día siguiente, al oeste de Islandia. El Almirantazgo ordenó
al almirante Somerville, que tenía a su mando la Fuerza H («Renown»,
«Ark Royal» y el crucero «Sheffield»), que se dirigiera hacia el norte a
toda marcha para proteger al convoy de tropas, que ahora ya se encon-
traba a más de la mitad de camino en dirección a la costa irlandesa, o
bien que se sumara a la batalla. Los buques del almirante Somerville, que
ya estaban a presión, zarparon de Gibraltar a las dos de la madrugada del
día 24. Como se vio después, el destino del «Bismarck» dependía de ellos.
Fui a Chequers el viernes por la tarde (día 23). Averell Harriman y los
generales Ismay y Pownall tenían que estar conmigo hasta el lunes. Con
la batalla de Creta en su punto álgido, era probable que aquel fin de se-
mana fuese de gran ansiedad. Naturalmente, yo tenía en la casa un com-
pletísimo servicio de secretarios, así como conexiones telefónicas directas
con el capitán de servicio en el Almirantazgo y otros departamentos cla-
ve. El Almirantazgo esperaba que el «Bismarck» y el «Prinz Eugen» atra-
vesaran el estrecho de Dinamarca a primeras horas de la madrugada, y
que el «Prince of Wales» y el «Hood», junto con dos o tres cruceros, les
entablaran combate. Todos nuestros buques avanzaban hacia aquel esce-
nario, de acuerdo con el plan general. Pasamos una tarde de ansiedad, y
no nos acostamos hasta las dos o las tres de la madrugada. :
Ñ Hacia las siete de la mañana fui despertado para informarme de noti-
cias formidables. El «Hood», que era nuestro buque más grande y más rá-
pido, había hecho explosión. Aunque construido algo ligeramente, llevaba
ocho cañones de 15 pulgadas, y era una de nuestras unidades navales
más preciadas. Su pérdida era una desgracia, pero conociendo las cuali-
dades de todos los buques que a la sazón convergían hacia el «Bismarck»,
263
estaba seguro de que no tardaríamos en alcanzar a éste, a menos que tor-
ciera hacia el norte y regresara a su base. Corrí a la habitación de Harri-
man, que estaba al extremo de un pasillo, y le dije: «El “Hood” ha hecho
explosión, pero seguro que ya tenemos al “Bismarck”.» Luego regresé a
mi cuarto, sintiéndome tan agotado que me volví a quedar dormido. A las
ocho y media aproximadamente, mi principal secretario particular, Mar-
tin, entró en la habitación, envuelto en su bata, llevando una expresión de
enojo en su ascético y anguloso rostro. «¿Ya le tenemos?», pregunté. «No,
y el “Prince of Wales” ha roto el contacto.» Esto significaba una tremenda
decepción. ¿Se habría dirigido el «Bismarck» rumbo al norte y habría
vuelto a su base? Esto era lo que yo más temía. Ahora sabemos lo que
ocurrió.
264
que reducir la marcha. Efectivamente, había recibido el impacto de dos
proyectiles pesados debajo de la línea de flotación, uno de los Cuales per-
foró el depósito de petróleo, provocando una importante y continua pér-
El
dida de este combustible, lo cual tuvo serias consecuencias más tarde.
comandante alemán Ce ña ruta hacia el sudoeste, dejando detrás
Í isible huella de petróleo.
e mando pasó ahora al contraalmirante Wake-Walker, que se hallaba
en el puente de crucero «Norfolk». A él correspondía decidir si se renova-
ba el combate inmediatamente o si sólo había que pisar los talones al ene-
migo, hasta que llegara el comandante en jefe con el «King George V» y
el portaaviones «Victorious». Un factor importante era el estado en que se
hallaba el «Prince of Wales». Este buque había entrado en servicio muy
recientemente, y apenas había pasado una semana desde que el capitán
Leach había podido informar sobre él en el sentido de que era «apto para
el combate». Ahora había resultado seriamente averiado, y dos de sus diez
cañones de 14 pulgadas estaban inservibles. Era muy dudoso que en este
estado pudiese enfrentarse con el «Bismarck». Por consiguiente, el almi-
rante Wake- Walker decidió no reanudar la operación, sino seguir obser-
vando al enemigo. En esto estuvo innegablemente acertado.
265
de nuestros convoyes, llevando al «Eugen» como escolta. Luego pensé en
estos convoyes. Los acorazados que les habían acompañado les habían
dejado durante la persecución. Había también el convoy de tropas, aba-
rrotado de hombres, ahora ya muy cerca del sur de Irlanda, con el almi-
rante Somerville acercándose a toda marcha, y que no tardaría en encon-
trarse entre el convoy y el peligro. Interrogué al capitán de servicio sobre
los horarios y las distancias. Sus informes fueron tranquilizadores. Aun-
que el convoy sólo hacía unos doce nudos y el «Bismarck» podía hacer
veinticinco, que nosotros supiéramos, les separaba una gran extensión de
agua salada. Además, mientras pudiésemos seguir al «Bismarck», éste no
escaparía a su suerte. Pero, ¿qué pasaría si perdiéramos el contacto con el
durante la noche? ¿Qué ruta seguiría? El «Bismarck» podía escoger mu-
chos caminos, y nosotros éramos vulnerables en casi todas partes.
Además, cabía que la Cámara de los Comunes no estuviera de muy
buen humor en la sesión del martes siguiente. El día 10 de mayo, la Cá-
mara había sido arrojada de su sede por la explosión de una bomba, y
ahora estaba mal cobijada en Church House, a corta distancia. Este edifi-
cio era realmente como un puerto de refugio después del temporal, pero
carecía de comodidades. Las salas de escribir, los fumadores, los comedo:
res y todas las facilidades de costumbre, eran allí improvisadas y primiti-
vas. Las alarmas aéreas eran frecuentes, y escasos los medios de despla-
zamiento de los diputados. ¿Qué cara pondrían el martes, cuando les dije-
ra que el «Hood» no había sido vengado, que varios de nuestros convoyes
habían sido interceptados e incluso destruidos, y que el «Bismarck» había
regresado a Alemania o a algún puerto de la Francia ocupada, que habia-
mos perdido Creta, y que la evacuación de la misma sin grandes bajas era
muy dudosa? Yo tenía gran confianza en su intrepidez y fidelidad, una
vez se les hubiese podido convencer de que su obligación era no dejarse
engañar. Pero ¿podría convencerles? Mi amigo norteamericano creyó que
yo estaba alegre; pero es que no cuesta nada sonreírse.
266
bemos que hizo este movimiento para cubrir la huida del «Prinz Eugen»,
que en este momento se lanzó a toda marcha hacia el sur, y después
de aprovisionarse de combustible en alta mar, llegó a Brest, diez días
después, sin ningún percance. El almirante Tovey había enviado al
espe-
«Victorious» por delante para efectuar un ataque aéreo, con la
reducir la velocidad del enemigo. El «Victorious » llevaba poco
ranza de
poca
tiempo en servicio, y algunas de sus tripulaciones aéreas tenían
por cuatro
experiencia en el combate. A las diez de la noche, protegido
dos con la
cruceros, lanzó a sus nueve aparatos Swordfish lanzatorpe
un fuerte vien-
misión de efectuar un vuelo de ciento veinte millas contra
y nubes bajas. Mandada por el teniente comandante
to contrario, lluvia
encontró al
Esmonde, y guiada por la radio del «Norfolk», la escuadrilla del
«Bismarck» dos horas después! y le atacó con gran arrojo a pesar
fuego. Los aviones lograron colocar un torpedo debajo del puen-
intenso
la escuadrilla aérea
te. A bordo del «Victorious» la cuestión del regreso de
ansiedad. Era noche cerrada ya, soplaba un
estaba causando profunda
no tenían mucha
viento intenso y caía un aguacero cegador. Los pilotos
luz de día. Y,
práctica en los aterrizajes sobre cubierta, ni siquiera a plena
se había averiado la boya luminosa, que era lo único que
por último,
podía haberles guiado con seguridad hacia el buque. Á pesar del peligro
para ayu-
de los submarinos, se empiearon reflectores y luces de señales
que
dar a los pilotos en su vuelo de regreso. Resulta agradable registrar
todos
los magníficos esfuerzos de todos se vieron recompensados. Entre
lograron que el aterrizaje se realizara felizmente en la oscuridad, con gran
regocijo y alivio general.
Una vez más todo parecía indicar que el momento álgido de la situa-
ción se produciría por la mañana, y una vez más se vieron defraudadas
las esperanzas del Almirantazgo. Poco después de las tres de la madruga-
da del día 25, el «Suffolk» perdió súbita e inesperadamente el contacto
con el «Bismarck», al que había estado siguiendo hábilmente por medio
del radar. Por estar aquellas aguas infestadas de submarinos, todos los
buques avanzaban zigzagueando, y esto fue la causa de dicha pérdida de
contacto. Al final de cada bordada hacia fuera que describía en este zig-
zag, el «Suffolk» perdía el contacto de su radar, pero lo recuperaba al des-
cribir la bordada hacia dentro. Después de repetirse muchas veces este fe-
nómeno, quizá pecó por exceso de confianza. Pero el caso es que al rea-
nudar el rumbo oeste, ya no halló al enemigo en el sitio en donde debía
de estar. ¿Habría virado hacia el oeste, o tal vez retrocedía hacia el nor-
deste? Esto despertó la mayor ansiedad, y hacía inútil toda aquella con-
centración naval. Después de una exploración al oeste, con luz de día, el
«King George Va torció hacia el este con la creencia de que el «Bismarck»
se dirigía hacia el mar del Norte, y todos los barcos británicos que toma-
ban parte en la persecución avanzaron ahora en dicha dirección. En el Al-
; ES buques británicos se regían por ia doble hora de verano británica (dos horas adelan-
adas respeclo al horario de Greenwich). Además se encontraba ahora muy al oeste de dicho
meridiano y, por consiguiente, su horario resultaba avanzado en unas cuatro horas respecto al
sol. Así, pues, el ataque tuvo lugar hacia las ocho de la tarde, hora solar.
267
mirantazgo iba ganando partidarios la opinión de que el «Bismarck» se di-
rigía a Brest, pero esto no se confirmó hasta las seis de la madrugada. En
consecuencia, el Almirantazgo desvió a todas nuestras fuerzas hacia la
ruta del sur. Pero, entre tanto, la confusión y el retraso producidos por la
pérdida del contacto habían facilitado al «Bismarck» la posibilidad de des-
lizarse a través del cordón de vigilancia y ganar una posición ventajosa en
Mi 1 PIORUN
COSSA
SIKH
A
SHEFFIELD
o”
Y BISMARCK
Paques* ; a BREST
500 millas
1600W
su huida. Pero a las once de la mañana navegaba muy al este del buque
insignia británico. Le escaseaba el petróleo, a causa de la avería que sufría
en el depósito. El «Rodney», con sus cañones de dieciséis pulgadas, estaba
aún entre el «Bismarck» y la costa inglesa, pero también avanzaba con
rumbo nordeste, y cruzó por delante del «Bismarck» durante la tarde. El
día, que había empezado tan lleno de promesas, terminó en desilusión y
frustración. Felizmente, desde el sur, luchando con las agitadas aguas del
Atlántico, el «Renown», el «Ark Royal» y el crucero «Sheffield» se aproxi-
268
í que iinterceptaba la ruta del ene-
maban velozmente siguiendo una línea
migo.
del combustible empezó a preo-
En la mañana del día 26, el problema
cupar a todos aquellos diseminados buques, que habían OE a 40
de los persegui
do intensamente durante cuatro días. Algunos
evidente pp A is
bían tenido que reducir su velocidad. Era
es de mar, todos nuestros esfuerzos PO bien
grandes extension o
a las 10.30 de la Pee
pronto estériles, Sin embargo, fue E es
s,
cuando empezaban a desvanecerse las esperanza
el «Bismarck». El Almirantazgo y el mando de guardacos Las Cáálina
pane Ate Vi
manecido alerta, manteniendo la vigilancia g
Uno de éstos localizó A ahora
procedentes de Lough Erne, Irlanda. »
A 1
: '
mil as de
a setecientas
aun Sse hallaba
VO, que
navegaba haciia Brest, y que
» q
dicho puerto. El «Bismarck» causó averías al avibo,Y06ALO 1 o lo-
to; pero una hora después, dos aparatos Swordfis ñ ¡ Renown» y aún
calizaron otra vez. Seguía navegando muy al oeste del « de protección
Pa
no había llegado al alcance de las poderosas fuerzas ono ute A
el «Ke pitt
alemanas que irradiaban desde Brest. Sin embargo,
día enfrentarse solo con él; era menester esperar E les hepeás reza-
George V» y del «Rodney», los itácuales
n Vian,
se que
encontraban bastante má
seguiaE en el aa cd
con
gados. Pero he aquí que el capitá i
de
do en la escolta el c
otros cuatro destructores que habían forma una ;
señal emitida
ue habían recibido orden de dej arlo, captó
tropas
Sin esperar
pr nen Catalina, que le dio la posición del «Bismarck». enemigo. :
órdenes, el capitán Vian viró inmediatamente en busca del ionante
grande confusi ón estaba reserva da a este impres
Nueva y más
marcha hacia el nor-
escenario. El almirante Somervilie, apresurando su
le acosara.
te, envió al «Sheffieid» para que cerrara el paso al enemigo y
a
El «Ark Royal» no fue informado de este movimiento, y cuando lanzó
de ataque, el radar les dirigió hacia el «Sheffi eld», al cual ata-
sus aviones
caron, pero no alcanzaron. El «Sheffieid», comprendiendo el error, manio-
bró con éxito y no disparó.! Los aeroplanos, con el rabo entre piernas,
regresaron al «Ark Royai», y el «Sheffield» recuperó el contacto con el
«Bismarck», y desde este momento ya no lo perdió. Otros quince aparatos
Swordfish despegaron del «Ark Royal» poco después de las siete de la
tarde. El enemigo se hallaba ahora a menos de cuarenta millas de distan-
cia, y esta vez no hubo ninguna equivocación. Dirigidos hacia su presa
por el «Sheffield», realizaron su ataque con la mayor decisión. Hacia las
9.30 estaba terminada la tarea. Dos torpedos habían estallado con toda
seguridad en el «Bismarck», y posiblemente un tercero también. Un avión
de reconocimiento informó que el «Bismarck» había sido visto describien-
do dos círculos completos, y que, al parecer, había perdido la dirección.
Ahora estaban acercándose los destructores del capitán Vian, y durante
toda la noche estuvieron rodeando al buque atacado, contra el cual dispa-
raban torpedos siempre que se presentaba la ocasión.
. . .
269
En esta noche del lunes fui al Almirantazgo y contemplé el teatro de
operaciones en los mapas de la Sala de Guerra, adonde afluían continua-
mente las noticias. «¿Qué está usted haciendo aquí?», dije al Interven-
tor, almirante Fraser. «Estoy esperando ver lo que tendré que reparar»,
me contestó. Transcurrieron rápidamente cuatro horas, y cuando sali
de allí pude ver que el almirante Pound y su excelente equipo de peritos
estaban seguros de que la suerte del «Bismarck» estaba echada.
a
KING M
GEORGE V
270
i . Entre tanto, el «King George V» y el «Rodney» se iban
a mayor ansiedad la producía la falta de combustible, y el al-
mirante Tovey había decidido que a menos que cupiera reducir en gran
manera la velocidad del «Bismarck», él tendría que abandonar la persecu-
ción a medianoche. Á propuesta mía, el Primer Lord del Mar le o
que siguiera adelante aunque después hubiese de regresar remolcado.
/
1?
3
”
A '
s SÍ ¿RODNEY
ximo ? 4 NORFOLK
GEORGE V $ se
El BISMARCK WS
detenido y e DORSETSHIRE
en llamas
(e) 1 2 3 + $ 48 05 NX.
z71
media hora la mayor parte de los cañones del buque alemán habían que-
dado reducidos al silencio. El centro del barco estaba ardiendo. El «Rod-
ney» viró ahora por delante de la proa del buque atacado, descargando
sobre éste un intenso cañoneo desde una distancia no superior a las cua-
tro mil yardas. A las 10.15 todos los cañones del «Bismarck» estaban re-
ducidos al silencio, y derribado su mástil. El buque iba a la deriva en las
agitadas aguas, convertido en una ruina de la que surgían humo y llamas,
pero ni siquiera entonces se hundió.
. . >
272
fue la
victoriosa. Después, cuando se perdió el contacto con el enemigo,
que pudieran
aviación quien le encontró y quien guió a los cruceros para
per-
volver a perseguirle. Después fue un crucero quien guió a un aparato
los gol-
teneciente a un portaaviones, y este aparato fue el que descargó
al bar-
pes decisivos; por último fueron los destructores quienes acosaron
los
co enemigo y le aprisionaron durante una larga noche y guiaron a
escenario , en que se produjo la destrucci ón. Aunque
acorazados al último
esta
todos tienen el mismo derecho al honor, no hemos de olvidar que
larga batalla se decidió al primer impacto infligido al «Bismarck» por los
cañones del «Prince of Wales». Así es que el acorazado y el cañón fueron
las armas predominantes tanto al principio como al fin.
El tráfico en el Atlántico continuó sin ser molestado.
El día 28 telegrafié al Presidente:
Siria era uno de los muchos territorios de ultramar del imperio francés
que, al producirse el colapso de Erancia, se consideraron ligados por la
rendición del gobierno francés, y las autoridades de Vichy hicieron todo lo
que pudieron por evitar que nadie del ejército francés de Levante se pasa-
ra a Palestina y se uniera a nosotros. La brigada polaca se pasó, pero po-
quísimos franceses la imitaron. En agosto de 1940 apareció la comisión
italiana de armisticio; y los agentes alemanes, que habían sido internados
al estallar la guerra, fueron puestos en libertad y otra vez volvieron a sus
actividades. Hacia fines de aquel año habían llegado muchos más alerna-
nes, y provistos de abundantes fondos procedieron a crear una corriente
de opinión antibritánica y antisionista entre los pueblos árabes de Levan-
te. Á fines de marzo de 1941, hubimos de fijar nuestra atención en Siria.
La Luftwaffe había lanzado varios ataques contra el Canal de Suez par-
tiendo de bases situadas en el Dodecaneso, y era evidente que, si quería,
podía operar contra Siria, especialmente con tropas aerotransportadas. Si
los alemanes dominaban Siria, Egipto, la vital zona del Canal y las refine-
rías de petróleo de Abadan quedarían bajo la amenaza directa de ataques
aéreos continuos. Nuestras comunicaciones terrestres entre Palestina y el
lrak peligrarían. Era fácil que se produjeran repercusiones políticas en
Egipto, que redundarían en una grave debilitación de nuestra posición di-
plomática en Turquía y en todo el Oriente Medio.
El 2 de mayo, Rashid Ali hizo un llamamiento al Fúhrer pidiendo ayu-
da armada contra nosotros en el Irak, y al día siguiente la embajada ale-
mana en París recibió instrucciones en el sentido de conseguir del gobier-
no francés permiso para el tránsito de aeroplanos y material de guerra a
través de Siria, con destino a las fuerzas de Rashid Ali. El 5 y el 6 de
275
mayo el almirante Darlan negoció un acuerdo preliminar con los alema-
nes, en virtud del cual tres cuartas partes del material de guerra concen-
trado en Siria bajo el control de la comisión italiana de armisticio habían
de ser transportadas al Irak, y se concedían a las fuerzas aéreas alemanas
facilidades para aterrizar en Siria. El general Dentz, alto comisario de Vi-
chy y comandante en jefe, recibió instrucciones en dicho sentido, y entre
el 9 de mayo y el final del mismo mes, unos cien aviones alemanes y vein-
te italianos tomaron tierra en los aeródromos de Siria. ]
Como ya hemos visto, en esta ¿poca el mando de Oriente Medio es-
taba agobiadísimo. La defensa de Egipto era lo más urgente; Grecia había
sido evacuada; tenía que defenderse a Creta; Malta solicitaba refuerzos; la
conquista de Abisinia aún no había acabado y era menester enviar tropas
al Irak. Todo lo que se poseía para la defensa del norte de Palestina era la
1.2 División de Caballería, de excelente calidad, pero despojada para otras
necesidades de su artillería y servicios auxiliares. El general De Gaulle era
presionado por las Fuerzas Francesas Libres para que iniciara Una pronta
acción militar, si preciso fuera sin el apoyo de tropas británicas. Pero te-
niendo la experiencia de Dakar, creíamos, tanto el general Wavell como
todos los que nos hallábamos en Londres, que no era aconsejable utilizar
a las fuerzas francesas solas, ni siquiera para resistir a un avance alemán
a través de Siria. De todos modos, podía llegar a ser inevitable.
Sin embargo, no podíamos permitir que Siria se perdiera sin hacer lo
que estuviera a nuestro alcance por salvar algo. Aunque reacios a agra-
var la carga que pesaba sobre Wavell, fue menester instarle a que hiciera
lo que pudiera por ayudar a los Franceses Libres. El 28 de abril contestó
que lo máximo que podía procurar era una brigada. A este telegrama,
contesté: «Parece muy necesario que el general Wavell prepare a la briga-
da y al grupo móvil [del cual habla] al máximo de eficiencia y los tenga
preparados en la frontera de Palestina.» En consecuencia, los jefes de
Estado Mayor enviaron instrucciones a Wavell en el sentido de que no se
hicieran ofertas concretas de ayuda al general Dentz, pero que si éste
resistía a un desembarco alemán por aire o por mar, se le prestaría inme-
diatamente todo el apoyo británico disponible. Asimismo se comunicó al
general Wavell que debería actuarse inmediatamente con la aviación con-
tra cualquier invasión alemana.
Las perspectivas eran amenazadoras, y el 8 de mayo dicté la siguiente
orden para los jefes de Estado Mayor:
276
El 9 de mayo, con la aprobación del Comité de Defensa, telegrafié al
general Wavell:
Sin duda usted comprenderá el grave peligro que representaría que Sirla
fuese capturada por unos pocos miles de alemanes aerotransportados. Las
informaciones que tenemos nos conducen a creer que el almirante Darlan,
probablemente, se ha comprometido a ayudar a los alemanes a penetrar en
dicho territorio. En vista de su evidente sensación de falta de recursos, no
vemos otra solución factible que procurar al general Catroux los necesarios
medios de transporte, y dejar que él y sus Franceses Libres hagan todo lo
que puedan en el momento en que lo consideren adecuado, mientras la
R.A.F. actúa contra los desembarcos alemanes. Cualquier mejora que pue-
da introducir usted a este programa será bien recibida.
277
No hay inconveniente en que usted mezcle tropas británicas con los
Franceses Libres que van a entrar en Siria; pero, como usted mismo ha ex-
Puesto claramente, usted carece de medios para montar una operación mili-
tar regular, y, como se decía en las instrucciones que se le enviaron ayer,
todo lo que se puede hacer ahora es dar las máximas facilidades para la es-
pecie de penetración política armada que se le describía en el mensaje de
los jefes de Estado Mayor del día 20.
Usted se equivoca al suponer que la norma de conducta descrita en di-
cho mensaje es fruto de gestiones hechas por los dirigentes de los Franceses
Libres. Ha sido enteramente fruto del punto de vista adoptado por los que
tienen a su cargo la dirección suprema de la guerra y de los negocios públi-
cos en todos los teatros de la lucha. Nuestro criterio es que si los alemanes
pueden hacerse con Siria e Irak mediante reducidas fuerzas aéreas, turistas
y rebeliones locales, nosotros no debemos retraernos de correr riesgos mili-
tares también en pequeña escala y hacer frente a la posible agravación de
los peligros políticos derivados de un fracaso. Naturalmente, nosotros nos
hacemos plenamente responsables de esta decisión. y si usted no estuviera
dispuesto a darle efectividad, se tomarían las necesarias medidas para acce-
der a su eventual deseo de ser revelado de su mando.
Yo contesté lo siguiente:
278
lece en nosotros. Sería mejor que usted tuviese a De Gaulle al alcance de la
la
mano. Si puedo ayudarle enviándoselo, dígamelo. No podemos perder
batalla de Creta por culpa de Siria. Por consiguiente, en estos momentos
sólo podemos echar mano de expedientes misérrimos... E
alli
Irak. Espero que la Habforce entrará pronto en Bagdad, y establecerá
al regente.
279
Primer Ministro al general Wavell. 3-VI-41
1. Sírvase telegrafiar exactamente qué fuerzas de tierra y aire piensa us-
ted destinar a Siria. ¿Qué hará con los polacos? Es importante utilizar y ha-
cer demostraciones de tanta fuerza aérea como sea posible en el momento
de empezar, y hasta los aparatos viejos pueden desempeñar su papel. como
lo desempeñaron, muy bien por cierto, en el Irak.
2, Hay un alud de críticas por lo de Creta, y se me insiste para que dé
explicaciones sobre muchos puntos. No se preocupe en absoluto por todo
esto, ahora. Limítese a fijar su atención en Siria, y sobre todo en «Hacha de
guerra». Ambas cosas son las Únicas capaces de dar una réplica a las críti-
cas, justas o injustas. La superioridad aérea disponible para «Hacha de gue-
rra» excede en mucho a lo que probablemente usted tendrá a su disposi-
ción en muchos meses por venir. Como dijo Napoleón, la bataille répondra.
Buena suerte.
aea
cado mes paralelas.
Pese especiales
Ya sabe usted que nosotros no hemos bus-
en el imperio francés, y no tenemos intención de
Todo lo que Wavell pudo reunir para el avance fue la 7.2 División Aus-
traliana, parte de la 1.2 División de Caballería, la 5.2 Brigada de Infantería
de la India, recién regresada de Eritrea, y las fuerzas de Franceses Libres
al mando del general Le Gentilhomme, integradas por seis batallones,
una batería y una compañía de tanques. El apoyo aéreo estuvo limitado
al principio a unos setenta aparatos en total. La batalla de Creta tenía
prioridad en ambos lados. Dos cruceros y diez destructores, además de
otras embarcaciones más pequeñas, fueron destacados para la operación
de Siria. Las fuerzas de Vichy al mando del general Dentz estaban forma-
das por dieciocho batallones con 120 cañones y rioventa tanques (35.000
hombres en conjunto), una fuerza aérea que ascendía a noventa aparatos,
y en cuanto a fuerzas navales, dos destructores y tres submarinos fondea-
dos en Beirut.
La misión asignada al ejército aliado era capturar Damasco, Rayak y
Beirut como preliminar a la ocupación de todo el país. El avance empezó
el 8 de junio, y al principio encontró poca oposición. Nadie podía predecir
hasta qué punto combatiría Vichy. Aunque nuestro ataque apenas podía
lograr la sorpresa, algunos creyeron que el enemigo descubrió nuestra de-
bilidad, se animó y reaccionó vigorosamente, aunque sólo fuera por el ho-
nor de sus armas. Los Franceses Libres fueron contenidos a diez millas de
Damasco, y un contramovimiento alrededor de su flanco oriental amena-
zó su línea de comunicaciones. Los australianos, que seguían la carretera
de la costa, avanzaban lentamente en terreno difícil. Un batallón británico
fue aplastado en Kuneitra por un contraataque de dos batallones con tan-
ques. En el mar se establecló contacto con los destructores de Vichy, pero
huyeron gracias a su velocidad superior. El día 9 tuvo lugar un breve en-
cuentro en el mar, a consecuencia del cual resultó gravemente alcanzado
el destructor «Janus». El día 15, mientras cañoneaban Sidón, dos destruc-
281
tores británicos resultaron con daños a consecuencia de un ataque aéreo,
pero un destructor de Vichy que se aproximó a la costa procedente del
oeste fue hundido por nuestra aviación naval.
Después de la primera semana de combates, Wavell comprendió que
necesitaba refuerzos. Pudo organizar el transporte de una brigada de la
6.2 División Británica, que a la sazón estaba formada parcialmente, segui-
LA CAMPAÑA DE SIRIA
282
de los oficiales murieron o fue-
dló a su jefe, el coronel Pedder, y el resto
con otros 120 hombr es de diferentes graduaciones, o
ron heridos, junto do. ]
la fuerza total del coman
sea, una cuarta parte de julio hicier on vislu mbrar el
a de
Las operaciones de la primera seman lími-
endió que había llegado al
colapso de Vichy. El general Dentz compr
unos 24.00 0 hombr es, pero no podía esperar oponer
te. Todavía tenía
. Subsis tía escas amente una quinta parte de
una resistencia prolongada
mañan a del 12 de julio llegaron los
sus fuerzas aéreas. A las 8.30 de la
os de Vichy para pedir un armist icio. Concedióseles, se firmó un
enviad
s. Nuestras bajas en muer-
convenio y Siria quedó ocupada por los aliado ascendieron a unas 6.500.
4.600; las del enemi go
tos y heridos pasaron de
adable. Los prisioneros britá-
Sin embargo, se registró un incidente desagr
hecho s duran te la lucha habían sido embarcados apresuradamente
nicos
amente habrían de pasar a cus-
hacia la Francia de Vichy, en donde segur
nes. Cuand o se descub rió esto y no brindaror: una re-
todia de los alema
l Dentz y a otros altos oficiales en calidad
paración, se prendió al genera
, y nuestr os hombres fueron de-
de rehenes. Ello surtió el deseado efecto
vueltos.
posición es-
La feliz campaña de Siria mejoró en gran manera nuestra
intento ulterior
tratégica en Oriente Medio. Cerró la puerta a cualquier
árieo, per-
del enemigo para penetrar más hacia el este desde el Mediterr
nuestra deferisa del Canal de Suez hasta 250 millas al
mitió adelantar
norte y eliminó la ansiedad que experimentaba Turquía respecto a su
frontera meridional. Ahora podía tener la seguridad de que una potencia
amiga la ayudaría en caso de ser atacada. Aunque, por exigirlo así la na-
rración, ha sido necesario separar las cuatro series de operaciones de Irak,
Creta, Siria y el desierto occidental, no debe olvidarse que todas ellas se
realizaron simultáneamente, y cada una sufrió las repercusiones de las de-
más, produciendo una sensación de crisis y de complejidad combinadas.
Sin embargo, puede afirmarse que el resultado final constituyó en la prác-
tica, aunque no en la apariencia, una indudable e importante victoria para
los ejércitos británico e imperial de Oriente Medio, cuyo mérito debe ser
repartido entre nuestras autoridades de Londres y El Cairo.
La batalla de Creta, que tan costosa nos fue, eliminó la capacidad
ofensiva del cuerpo aerotransportado alemán. La rebelión del Irak fue
aplastada finalmente, y con fuerzas irrisoriamente pequeñas e improvisa-
das recobramos el dominio sobre vastas extensiones afectadas. La ocupa-
ción y conquista de Siria, que fue emprendida para hacer frente a una de-
sesperada necesidad, puso fin —como quedó demostrado después— al
avance alemán hacia el golfo Pérsico y la India. Si, cediendo a las tenta-
ciones de la prudencia, el Gabinete de Guerra y los jefes de Estado Mayor
no hubiesen hecho imperativa la victoria en cada uno de los frentes crea-
dos, y no hublesen impuesto su voluntad a todos los mandos, no habría-
mos anotado en nuestro haber más que las pérdidas sufridas en Creta,
sin recoger las recompensas que siguieron a la dura y gloriosa lucha sos-
283
tenida allí. Si el general Wavell, aunque agotado, hubiese cedido bajo el
peso de la intensa tensión a que le tenían sometido los acontecimientos y
nuestras órdenes, todo el futuro de la guerra y de Turquía podría haberse
alterado fatídicamente. Siempre hay mucho que decir en favor de no in-
tentar más de lo que uno puede hacer, y asegurar lo que uno intenta.
Pero este principio, como otros en la vida y en la guerra, tiene sus excep-
ciones.
Falta todavía describir otra operación: la batalla del desierto occidental,
que nos obsesionó a mí y a los jefes del Estado Mayor. Aunque el éxito
nos fue negado, la operación colocó a Rommel en un punto muerto por
espacio de casi cinco meses.
CAPÍTULO XIX
EL ESFUERZO FINAL DEL GENERAL WAVELL:
«HACHA DE GUERRA»
El ataque a
Necesidad de derrotar a Rommel. — Decisión de Wavell. En
y Capuzzo : 15-16 de mayo. — Exito limitado. — Dificultades en la
Sollum
15.1 División
dentición de los «Cachorros de Tigre». — Llegada de la
para «Ha-
Panzer. — Pérdida de Halfaya: 26 de mayo. — Preparativos
. — Comienza
cha de guerra». — Subestimación de la fuerza del enemigo
no
nuestro ataque: 15 de junio. — Todo va mal: 17 de junio. — Rommel
junio. —
persigue. — El caballo voluntarioso. — Mis telegramas de 21 de
El general Auchinleck releva al general Wavell. — Necesidad de una
reorganización en El Cairo. — Un intendente general. == Un telegrama.
— El capitán Oliver Lyttelton. — Su nombramiento de ministro de Esta-
do en Oriente Medio. — Mi telegrama al presidente Roosevelt: 4 de julio.
285
El Primer Ministro al general Wavell. 7-V-41
Sólo usted y sus generales pueden enjuiciar las posibilidades tácticas de
Sollum o Tobruk. Pero si «Tigre» llega a buen término, habrá sonado la
hora de actuar y de arriesgarse. Pido que le envíen rápidamente Hurricanes
desde Malta y que se pongan a sus Órdenes tan pronto como se vea clara la
cola de «Tigre». Esos hunos son gente mucho menos peligrosa Una vez han
perdido la iniciativa. Todos nuestros pensamientos están en usted.
Wavell, que tenía toda nuestra información, probó por iniciativa propia,
aun ante el inminente asalto de Creta, paralizar a Rommel antes de que
la temida 152 División Panzer llegara con todo su potencial por la larga
carretera de Trípoli, y antes de que el puerto de Bengasi quedase expedito
y pudiese ser utilizado a guisa de atajo para el aprovisionamiento del ene-
migo. Por lo tanto, quería asestar un golpe a las fuerzas de Rommel aun
antes que los tanques traídos por «Tigre» -«Cachorros de Tigre» les lla-
mábamos Wavell y yo en nuestra correspondencia— pudieran entrar en
acción. Nuestras fuerzas blindadas del desierto occidental a principios de
mayo estaban integradas por sólo dos escuadrones de tanques, Cruceros y
dos escuadrones de tanques de infantería, estacionados al sudeste de Ma-
truh. Wavell esperaba haberlos convertido en una fuerza ofensiva adecua-
da hacia principios de junio. Creyó ver una oportunidad para descargar
un golpe antes de la puesta a punto de los «Cachorros de Tigre». Tenía la
esperanza de sorprender al enemigo desprevenido, antes de que pudiera
ser reforzado con la 152 División Panzer.
El jefe del Estado Mayor del Aire al mariscal del Aire Tedder. 14-V-41
1. Después que los jefes del Estado Mayor han expresado hoy su general
conformidad con las apreciaciones de usted, el Primer Ministro ha cambiado
ampliamente impresiones conmigo sobre este particular. El Primer Ministro
286
ción en general, y le complace que
muy satisfecho por la o rganiza nes
aa tenga z la direc ción de la:s Importantes y complicadas operacio
usted )
aéreas que se prep aran .
rales sobre cronología y otros deta-
2. Las siguientes observaciones gene
nente s puede n ayuda rle sin merma r su libertad de acción.
lles perti tiempo e importancia. Sus resul-
3. La victori a de Libla es lo primer o en
án en la situac ión del Irak en el ánimo de alemanes e iraquíes.
tados influir un gobierno amigo en Bagdad,
o objeti vo en el Irak es repone r
4. Nuestr
deberá hacer todo lo que pueda ayudar a este fin, pero nada debe
y usted
ntal.
perjudicar a la victoria en el desierto occide
ador» [el ataque contra Creta]
5. Desde aquí parece probable que «Abras
s de peque ñas operac iones en Libia y antes de que se pro-
ocurrirá despué importancia, lo cual depen-
este último punto accion es de mayor
duzcan en
rros de Tigre». Es posible , pero usted no debe confiar en
de de los «Cacho de lo que se espera, de-
«Color ado» [Creta ] sea atacad o más tarde
ello, que ]
bido a lo comple jo de las operaci ones.
resulta do concre to bien vale una docena de precauciones pruden-
6. Un
y los preparativos en Pa-
tes. Los proyectos más amplios sobre Irak y Siria
se podrán hacer más tarde. La primerí sima importancia que tienen
lestina
necesarios en otras
las operaciones del desierto justifica correr los riesgos
partes.
la
Un contingente de fuerzas al mando del general Gott, formado por
de
72 Brigada Blindada, desplegando unos 55 tanques, y la 222 Brigada
Guardas, avanzó ahora hacia el noroeste, siguiendo la cresta de la escar-
padura, y el 15 de mayo capturó Sollum y Capuzzo, mientras la Brigada
Blindada, a la izquierda, se adelantó en dirección a Sidi Azeiz. El enemigo
contraatacó rápidamente y recuperó Capuzzo la misma tarde, infligiendo
elevadas pérdidas a la infantería ligera de Durham, que había conquista-
do la localidad. Esto impuso que la 7.2 Brigada Blindada se retirara de
Sidi Azeiz. El enemigo, empleando unos 70 tanques, dio muestras de
mayor potencia de lo que se esperaba. Aunque nosotros seguimos en po-
der de Sollum aquella noche, se decidió retirar la totalidad de las fuerzas
al día siguiente, el 15, dejando guarniciones en el paso que dominaba la
escarpadura en Halfaya y en Sidi Suleiman.
El informe de Wavell sobre esta operación no fue excesivamente entu-
slasta. Decía que después de un avance preliminar que había despejado
de enemigos la zona Sollum-Bardia, un contraataque enemigo con tan-
ques había obligado a nuestras tropas a retroceder hasta Halfaya. Pudi-
mos mantener puestos avanzados en Sollum, y una salida efectuada por
la guarnición de Tobruk obtuvo un éxlto local. Infligimos considerables
bajas. En la metrópoli, esto nos pareció satisfactorio.
287
todo eso, la pérdida de veinte tanques «l» y 1.000 ó 1.500 bajas no nos
parecen un precio muy elevado.
2. Las noticias sobre Tobruk también son buenas, especialmente porque
las bajas del enemigo son superiores a las nuestras. Ciertamente, el enemigo
está intranquilo a causa de Tobruk, y sus partes reflejan una visible satisfac-
ción cuando en el frente de Tobruk no hay novedad. Parece de la mayor
importancia combatir sin descanso en Tobruk. )
3. El enemigo está recibiendo refuerzos y busca establecer la situación a
su favor. Esto nos vendría muy bien a nosotros. porque no puede estar en
condiciones de sostener una lucha continua e intensa. Tanto Dill como yo
confiamos en los buenos resultados de una presión sostenida, porque cono-
cemos el estado de extrema preocupación del enemigo. Estamos seguros de
que usted mantendrá esta presión tanto en Sollum como en Tobruk. El
enemigo no podrá descubrir los huecos como puede cubrirlos usted. Supo-
nemos que usted emplea en ambos puntos toda su potente artillería de
campaña motorizada, obligando al enemigo a gastar municiones; de las cua-
les sabemos que anda escaso. Le agradeceríamos que sin recargarse de tra-
bajo usted personalmente, hiciera que algún oficial de su Estado Mayor nos
enviara un informe más detallado de los acontecimientos y de la situación a
base de las noticias que se reciben en su cuartel general cada noche. Ello
es muy conveniente cuando están en curso unas operaciones de tan desta-
cada importancia para la situación mundial como son las del desierto occi-
dental.
4. ¿En qué fecha piensa usted hacer entrar en acción los «Cachorros de
Tigre»?
288
El destete de los «Cachorros de Tigre» continúa satisfactoriamente, pero
ya se sabe que hasta los tigres no escapan a las molestias de la dentición.
subsi-
Pero la tormenta no tardó en descargar. Durante la semana
s blindados
guiente, se observó un considerable movimiento de vehículo os de
enteram
enemigos. Por documentos capturados posteriormente nos
y que esta-
que Rommel esperaba un serio ataque en socorro de Tobruk, di-
más difícil
ba decidido a recuperar y conservar Halfaya, a fin de hacer
Despleg ó la mayor parte de su recién llegada 15. División
cho intento.
que desplazó
Panzer, la cual concentró, salvo un pequeño destacamento
hacia el sur, en la frontera, entre Capuzzo y Sidi Omar. Halfaya estaba
de
guarnecida por un grupo de fuerzas integradas por el Tercer Batallón
Coldstream Guards, un regimien to de artillería de campaña y dos escua-
ando
drones de tanques. El resto de nuestras fuerzas fronterizas, exceptu
las patrullas de observación destacadas hacia el sur, fue retirado a consi-
derable distancia a retaguardia. El enemigo avanzó sobre Halfaya el 26 de
mayo, y al anochecer de aquel día capturó una posición al norte del paso
que le permitía observar perfectamente toda la zona defendida por los
Coldstream. Un contraataque efectuado para recuperar la mencionada
posición fracasó, y a la mañana siguiente, después de un intenso cañoneo,
sobrevino un ataque concentrado con dos batallones por lo menos, y se-
senta tanques, lo cual puso en gran aprieto a nuestras reducidas fuerzas.
Las reservas estaban demasiado alejadas para poder intervenir, y lo único
que cupo hacer fue ordenar el despegue de nuestras fuerzas, sin más dila-
ción. Se hizo así, pero las bajas fueron cuantiosas; de nuestros tanques,
sólo dos quedaron en situación de funcionar, y los Coldstream Guards
perdieron ocho oficiales y 165 hombres. El enemigo había alcanzado su
objetivo, y procedió a consolidarse en Halfaya. Tal como los alemanes ha-
bían previsto, el hecho de ocupar ellos esta posición había de causarnos
muchas dificultades tres semanas más tarde.
289
esta
2. Creo justo poner en su conocimiento que el éxito que espera a
recha-
operación es dudoso, en opinión mía. Espero que con ella se logrará
terres-
zar al enemigo al oeste de Tobruk y restablecer las comunicaciones
las re-
tres con esta localidad. Si es posible, explotaremos más el éxito. Pero
inquietantes.
cientes operaciones han puesto de relieve algunos hechos
para resis-
Nuestros carros blindados llevan un blindaje demasiado delgado
de la aviación de caza enemiga, y no llevando ningún cañón,
tir al fuego
ocho ruedas, que
son impotentes contra los carros blindados alemanes de
de reconoci-
llevan cañones y son más rápidos. Esto dificulta las misiones
o lentos
miento. Nuestros tanques de infantería son, en realidad, demasiad
les bajas
para una batalla en el desierto, y han venido sufriendo considerab
cruceros
por causa de los potentes cañones antitanque enemigos. Nuestros
semipesados
tienen poca ventaja en potencia o velocidad sobre los tanques
. No
alemanes. Los fallos técnicos también continúan abundando demasiado
la inferioridad
podremos aceptar batalla con perfecta confianza a pesar de
mencio-
numérica, como podríamos hacerlo con los italianos. Los factores
ente
nados pueden limitar nuestro éxito. Asirnismo hacen que sea absolutam
necesario mantener el adecuado envío de refuerzos blindados y reservas.
290
ra. Si por medio de una salida los de Tobruk lograban distraer durante al-
gún tiempo al enemigo alrededor de dicha posición, nosotros gozaríamos
al principio de una superioridad de fuerzas blindadas en la frontera en la
proporción de 180 carros contra 100 tanques. Wavell añade que estos
cálculos eran erróneos. Por lo que ahora puede dilucidarse, los tanques
Los
italianos no fueron empleados para nada en la batalla de la frontera.
habían logrado concentrar en las avanzadas una gran parte de
alemanes
En realidad,
sus fuerzas blindadas sin que nosotros nos diéramos cuenta.
180.
hicieron entrar en fuego algo más de 200 tanques, contra nuestros
general
«Hacha de guerra» empezó a primeras horas del 15 de junio. El
tenía el mando de nuestras fuerzas blindadas , y el general Messer-
Creagh
de estas
vy la 42 División India y la 22 Brigada de Guardas. El conjunto
al mando
fuerzas, que ascendía a unos veinticinco mil hombres, estaba
bas-
del general Beresford-Peirse. Al principio, las cosas se desarrollaron
Aunque la defensa enemiga de Halfaya resistió al ataque com-
tante bien.
por
binado desde el norte y el sur, la Brigada de Guardas tomó Capuzzo
la tarde, con varios centenares de prisioneros. Además, una parte de esta
brigada continuó el avance contra las defensas occidentales de Sollum,
pero allí fueron contenidos. La 7.? Brigada Blindada, cuya misión era cu-
brir nuestro flanco exterior, alcanzó una posición al oeste de Capuzzo sin
encontrar tanques enemigos. El 16 de junio no se hizo ningún avance.
Halfaya y Sollum se sostuvieron tenazmente contra nuestros ataques, y
por la tarde aparecieron nutridas formaciones de tanques enemigos,
avanzando con la evidente intención de envolver nuestro flanco por el
oeste. La 7.2 División Blindada, tanto la brigada como el grupo de apoyo,
avanzó para conjurar esta amenaza. Entraron en contacto con el enemigo
cerca de Sidi Omar, pero fueron desbordados en número y se vieron obli-
gados a retirarse. El flanco del ataque principal, que ellos tenían la misión
de proteger, quedó, por consiguiente, en descubierto.
Al día siguiente, 17 de junio, todo fue mal. Por la mañana, la Brigada
de Guardas estaba todavía en Capuzzo y frente a Sollum. Capuzzo les
fue arrebatado por fuerzas considerables, cuyo potencial se calculó en un
centenar de tanques. La 7.* Brigada Blindada, que ahora sólo disponía de
unos veinte tanques crucero que funcionaran, había pasado la noche cer-
ca de Sidl Suleiman. Las fuerzas enemigas, que les habían obligado a re-
troceder de noche desde Sidi Omar, se volvieron hacia Halfaya y amena-
zaron copar a la Brigada de Guardas. Para hacer frente a esta amenaza,
Creagh propuso un ataque con la 72 Brigada Blindada desde el sur,
mientras la 4.+ Brigada Blindada, para relevarla de su tarea de cooperar
con la Brigada de Guardas, atacaba desde el norte. Pero tan pronto como
la 4.* Brigada inició el avance, otra columna blindada enemiga procedente
del oeste amenazó el flanco de los Guardas. La Brigada Blindada contuvo
este ataque, pero la presión enemiga continuó, y Messervy informó a
Creagh que no podía separarse de la brigada por temor a dejar copada su
infantería.
291
En este momento decisivo, el general Wavell se dirigió en avión al cuar-
tel de campaña del general Beresford-Peirse. Todavía tenía la esperanza
de hacer inclinar la balanza mediante un ataque blindado de Creagh. Su-
bió al aeroplano y se dirigió hacla el punto en donde estaba la 7.* División
Blindada. Tan pronto llegó allí se enteró de que el general Messervy había
decidido independientemente que, con la doble amenaza contra su flanco
y su retaguardia, que en aquellos momentos cifraba al menos en 200 tan-
ques, tenía que retirarse inmediatamente para evitar ser cercado. El gene-
ral ya había dado las correspondientes órdenes a este fin. Wavell, que se
hallaba con Creagh en el flanco en pleno desierto, se vio enfrentado con
este hecho consumado y dio su conformidad a dicha decisión. Nuestro
golpe había fallado. La retirada de todas las fuerzas fue llevada a cabo en
buen orden, protegida por nuestra aviación de caza. El enemigo no insis-
tió en su persecución, en parte, sin duda, porque sus fuerzas blindadas
fueron atacadas violentamente por los bombarderos de la R.A.F. Sin
embargo, hubo probablemente otra razón. Según sabemos ahora, las ór-
denes dadas a Rommel eran actuar puramente a la defensiva, y acumular
fuerzas para las operaciones de otoño. El haberse enzarzado en una acti-
va persecución a través de la frontera y sufrir bajas a causa de ello, habría
significado una contravención directa de las órdenes recibidas.
El sistema de proteger de cerca a nuestras tropas mediante los cazas,
aunque efectivo, condujo a una dispersión y a un porcentaje bastante ele-
vado de bajas aéreas. Cuando, al segundo día, el esfuerzo aéreo enemigo
se intensificó, decidimos modificar dicho sistema, y si bien hubo protección
hasta cierto grado, se operó en forma de ofensiva en grandes unidades y
sobre un radio de acción más amplio. Cuando empezó la retirada, el día
17, nuestros cazas no sólo desbarataron tres de los cuatro considerables
ataques aéreos que se produjeron contra nuestras tropas, sino que coope-
raron con los bombarderos, a menudo desde poca altura, contra las co-
lumnas enemigas. Indudablemente, estos ataques impidieron el avance
del enemigo y le infligieron considerables bajas. Nuestros aviadores pres-
taron un buen servicio a las tropas en retirada, pero tropezaron con la di-
ficultad de no poder distinguir casi entre nuestras fuerzas y las enemigas.
Las bajas que sufrimos durante los tres días de batalla fueron poco
más de 1.000, de las cuales 150 fueron muertos y 250 desaparecidos. Per-
dimos 29 tanques crucero y 38 «l», la mayoría de los primeros a causa de
la acción enemiga. Una parte considerable de las pérdidas en tanques «l»
se debió a averias mecánicas, y careciamos de transportes para llevárnos-
los. Según parece, dimos cuenta de cerca de 100 tanques enemigos, hici-
mos 570 prisioneros y enterramos muchos cadáveres enemigos.
Aunque esta acción pueda parecer exigua, comparada con las propor-
ciones de la guerra en el Mediterráneo en sus diferentes campañas, su fra-
caso fue para mí un golpe de los más amargos. La victoria en el desierto
habría significado la destrucción de la audaz fuerza de Rommel. Habría-
mos liberado a Tobruk, y la retirada del enemigo podía muy bien haberle
292
aprisa como había venido. Fue
hecho retroceder más allá de Bengasi tan
supre mo objeti vo —com o lo consid eraba yo— que corrimos to-
por este
. No me habían llegad o noticias de los aconteci-
dos los riesgos de «Tigre» no había de tardar en lle-
el result ado
mientos del día 17, y Sabiendo que cerrada, deseo-
me fui a mi casa de ChartwPR ell, que a la sazón E estaba Z
lo ocurrido.
gar, Aquí recibí los comun icado s sobre
so de encontrarme solo.
valle durante varias horas.
Desconsoladamente deambulé por el
293
presa absoluta. Me parece recordar que Eden dijo que Wavell “había en-
vejecido diez años en una noche”.» Por mi parte, se me ha recordado que
hice este comentario: «Rommel ha arrancado los recién conquistados lau-
reles de la frente de Wavell, y los ha arrojado a la arena.» Este no fue un
pensamiento sincero, sino tan sólo un arrebato transitorio de dolor. El en-
juiciamiento de todo esto sólo puede hacerse partiendo de los documen-
tos auténticos escritos a la sazón. y que figuran en el presente tomo, e
indudablemente con otros muchos testimonios valiosos que el tiempo irá
descubriendo. El caso es que después de «Hacha de guerra» llegué a la
conclusión de que tenía que haber un cambio.
En aquel entonces, el general Auchinleck era comandante en jefe de la
India. A mí no había acabado de gustarme su actitud en la campaña no-
ruega de Narvik. Parecía muy inclinado a jugar demasiado a la segura,
cosa que en la guerra es un error, y a limitarse a subordinarlo todo a la
satisfacción de lo que él consideraba las necesidades mínimas. Sin embar-
go, me habían impresionado mucho sus cualidades personales, su pre-
sencia y su carácter. Cuando, después de Narvik, asumió el mando de la
región meridional de Inglaterra, recibí de muchas procedencias, oficiales y
particulares, testimonios del vigor y del espíritu de organización que él ha-
bía infundido en aquella importante región militar. Su nombramiento de
comandante en jefe de la India había sido recibido con general aproba-
ción. Ya hemos visto con qué rapidez envió las fuerzas hindúes a Basora,
y el ímpetu con que se lanzó a la represión de la rebelión del Irak. Yo te-
nía la convicción de que con Auchinleck aportaría una figura nueva y de
refresco capaz de soportar las múltiples cargas de Oriente Medio, y que,
por otra parte, Wavell encontraría en el importante mando de la India
tiempo para recuperar sus fuerzas antes de que llegaran a cumplirse las
nuevas e inminentes amenazas que pendían sobre nosotros. Encontré que
este punto de vista mío no tropezó con ninguna resistencia en nuestros
círculos ministeriales y militares de Londres. El lector no debe olvidar que
jamás gocé de poderes autocráticos, y que siempre tuve que actuar con-
tando con la opinión política y profesional.
Como consecuencia, envié los siguientes telegramas:
294
bri-
un hombre que cuenta, para decirlo con sus propias palabras, «con tan
a Su
llante historial». Por consiguiente, es mi intención proponer su. nombre
Majestad a este respecto.
atamen-
2. Se ha ordenado al general Auchinleck que se traslade inmedi
situación y
te a El Cairo, en donde usted le informará del conjunto de la alemán ha-
concertar á con él las futuras medidas para contener el empuje
en que
cia el este, que ahora ya se ve a las claras que es inminente. Confío
o cinco días a
el general Auchinleck llegará por vía aérea dentro de cuatros
pendientes, us-
más tardar. Cuando haya arreglado con él todos los asuntos
ninguna declara-
ted deberá trasladarse cuanto antes a la India. No se hará
mente secreto hasta
ción pública, y el asunto debe ser mantenido rigurosa
que ustedes dos estén en sus puestos,
21-VI-41
Primer Ministro al virrey de la India.
ado al
Sírvase trasladar lo siguiente al general Auchinleck. Ya he telegrafi
e
general Wavell.
Después de estudiar detenidamente todas las circunstancias, he decidido
Majestad
proponer su nombre al rey para el mando de los ejércitos de Su
general
en Oriente Medio. Usted deberá trasladarse a El Cairo y relevar al
Us-
Wavell. Éste le sucederá a usted como comandante en jefe de la India.
ted conferenciará con él sobre el conjunto de la situación, y además concer-
o
tará con él las medidas que tomarán en común para detener el movimient
hacia el este de los ejércitos alemanes, que es claramente inminente. Ruégo-
le se sirva informarme a su llegada. Esta permuta de puestos debe ser man-
tenida absolutamente en secreto hasta que usted esté instalado en su nuevo
cargo.
295
Ya el 4 de junio yo había nombrado al general Haining para desempe-
ñar el nuevo cargo, creado por mí, de «Intendente General». El general
Haining había sustituido al jefe del Estado Mayor Imperial durante las
ausencias en el extranjero y, por consiguiente, estaba familiarizado con los
procedimientos del Gabinete de Guerra y con los problemas más amplios
de la guerra. Esperaba que él podría relevar a Wavell de todo el ajetreo
de los suministros y de la administración técnica. Yo deseaba confiarle la
misión de reacondicionar la máquina administrativa de la retaguardia,
prestando particular atención a los grandes talleres de reparación de tan-
ques y aeroplanos, así como a la cada día más extensa organización de
los ferrocarriles, carreteras y puertos. De este modo, los comandantes mi-
litares quedarían libres de una multitud de detalles y sólo tendrían que
pensar en la lucha.
Mi hijo Randolph, que había marchado con los comandos, dispersos en
cierto modo en aquel entonces, se encontraba en estas fechas prestando
servicio en el desierto. Él era diputado y estaba bien relacionado. Yo no
tenía muchas noticias suyas, ni frecuentes, pero el 7 de junio recibí por
conducto del Foreign Office el siguiente telegrama que él me mandó des-
de El Cairo, con conocimiento de nuestro embajador, sir Miles Lampson,
el cual le alentó a enviármelo:
No veo cómo podemos empezar a ganar la guerra aquí hasta que tenga-
mos una personalidad civil competente que lleve de día en día la dirección
política y estratégica. ¿Por qué no enviar aquí a un miembro del Gabinete
de Guerra que dirija todo el conjunto del esfuerzo bélico? Además de un
pequeño Estado Mayor personal, necesitaría dos hombres destacados para
coordinar los suministros y dirigir la censura, el espionaje y la propaganda.
La mayor parte de personas previsoras de aquí comprenden la necesidad
de una reforma radical en este sentido. Un simple cambio de personal no
sería suficiente, y los momentos actuales parecen particularmente maduros
y favorables a un cambio de sistema. Perdone que distraiga su atención con
este asunto, pero considero que la actual situación es deplorable, y que
para cualquier perspectiva de éxito es de vital importancia tomar una deci-
sión urgentemente.
296
hospital en
do y condecorado varias veces. Recuerdo que fui a verle en eluna granada
1918, después de haber tenido la suerte de ser herido por
en llamas, en lu-
de gases asfixiantes, que estalló a sus pies y le envolvió
podido ser, un proyecti l más ortodoxo y hu-
gar de matarle, como habría
llegó a ser director
mano. Al dejar el ejército se dedicó a los negocios y
sus notables cua-
gerente de una gran empresa metalúrgica. Conociendo
no vacilé en hacerle entrar en el Parlame nto y en las
lidades personales, adminis tración
ministro de Comerci o, su
esferas gubernamentales. Como
figuraban en nuestro
se conquistó el respeto de todos los partidos que
o Nacional . No me habían gustado sus proposi ciones de 1941 re-
Gobiern
cupones de raciona miento de los vestidos , pero vi que eran
lativas a los
recibidas favorablemente por el Gabinete y por la Cámara de los Comu-
as. Mi inusitada
nes, y no hay duda de que en aquella época eran necesari
él tenía mucho
selección quedó justificada por los resultados, aunque
que aprende r aún, como recién llegado, en la Cámara de los Comunes.
Era un hombre de acción de pies a cabeza, y pensé ahora que en to-
del
dos los aspectos era el indicado para el nuevo puesto de ministro
Gabinete de Guerra residente en Oriente Medio. Esto descargaría a los
jefes militares de muchos asuntos que pesaban sobre sus hombros. Mis
colegas de todos los partidos aceptaron inmediatamente mi idea. Por
consiguiente:
297
Primer Ministro al presidente Roosevelt. 4-VII-41
A continuación expongo las consideraciones que nos han inducido a de-
cidir el cambio de mando en Oriente Medio. Wavell tiene un glorioso histo-
rial, ya que destruyó completamente al ejército italiano y conquistó todo el (
imperio italiano de África. Asimismo, hizo un buen papel ante los ataques
alemanes, y ha dirigido la guerra y la política en tres o cuatro direcciones si-
multáneamente, desde el principio de la lucha. Debo considerarle nuestro
general más distinguido. Sin embargo, aunque esto no hay que declararlo
públicamente, notamos que después del esfuerzo que ha tenido que soste-
ner, estaba fatigado, y que se necesitaban unos ojos y una mano no cansa-
dos en aquel teatro de operaciones tan seriamente amenazado. El mejor y
más distinguido militar que puede ocupar su puesto es sin duda alguna el
general Auchinleck, actual comandante en jefe de la India. Estamos seguros
de que Auchinleck infundirá nueva energía y precisión a la defensa del valle
del Nilo, mientras que Wavell puede ser un admirable comandante en jefe
de la India, que le ayudará en el conjunto de la gran influencia que está ad-
quiriendo la India, a medida que nuestro flanco se mueve hacia Oriente.
Como comandante en jefe de la India, Wavell tendrá bajo su control las
operaciones del Irak.
Wavell ha aceptado esta decisión con buen ánimo, diciendo que nos cree
acertados al hacer el cambio y cambiar de ideas y de actitud respecto de
los muchos problemas de Oriente Medio. El virrey me ha asegurado que las
brillantes hazañas de Wavell harán que en la India se le acoja calurosamen-
te, tanto por parte del ejército como por parte de la opinión pública.
La presente calma en la ofensiva alemana de Oriente Medio nos ha brin-
dado excelente oportunidad para este cambio. También coincide con el
nombramiento de Oliver Lyttelton como ministro de Estado que representa-
rá al Gabinete de Guerra en aquel teatro de operaciones, y descargará a los
comandantes en jefe de muchas tareas no relacionadas directamente con
las operaciones, las cuales han venido agravando hasta ahora la carga que
pesaba sobre ellos, tales corno las relaciones con los franceses libres, las re-
laciones con el emperador de Abisinia, la administración del territorio ene-
migo ocupado y la guerra económica. El ministro de Estado ejercerá tam-
bién una supervisión general sobre las actividades del intendente general
(otra innovación), incluyendo todos los asuntos relacionados localmente con
los suministros procedentes de los Estados Unidos.
El intendente general, general Haining, relevará al comandante en jefe
del ejército en el control detallado de los servicios administrativos y distribu-
ción de aprovisionamientos en la retaguardia.
Espero que todos estos cambios darán por resultado aumentar considera-
blermente la fuerza e intensidad de nuestra lucha en Oriente Medio, y asegu
rar que se haga el más completo uso de los formidables recursos que ininte:
rrumpidamente se van acumulando allí procedentes del Reino Unido, de
Imperio de ultramar y de los Estados Unidos. Sin duda, Harriman informara
sobre todo ello. Se le ha pedido que espere la llegada de Lyueltton a El Cai
ro (que creemos será el 4 de julio), a fin de reunir toda la wm ¡0n y lu
mar acuerdos para la recepción de los suministros nortean
*2y-1961 OUIBIAU[ [Sp 03492 [2 aJUe4mp euieosa euf] “ope4bultia”
Di
dido costs
El embajador 'urco
y el Secreta: de
Estado alemá: rati-
fican en Berlín el
tratado de a sad
germano-turco.
El acorazado inglés
Hood, hundido pol
el Bismarck el 24
de mayo.
CAPÍTULO XX
LA NÉMESIS SOVIÉTICA
en el Este. —
Erróneos cálculos de los soviets. — El despliegue alemán
demasia do buena para ser cierta. — Puntos de vista del
Una perspectiva
Comité Mixto de Información. — Aviso a los jefes de Estado Mayor, 31
de mayo. — Un relámpago. — Mi aviso personal a Stalin, 3 de abril. —
Una demora vejatoria. — Hitler aplaza dos veces «Barbarroja». — Los
a Hitler y Ribbentrop.
tres grupos del Ejército. — Tentativas para frenar
— Mi telegrama al general Smuts del 16 de mayo. — Las ilusiones de
tele-
Stalin. — La emisión de radio de la agencia Tass, 14 de junio. — Un
ión de guerra,
grama fatídico de Ribbentrop, 21 de junio. — La declarac
—
22 de junio. — Schulenburg. — Las despiadadas consignas de Hitler.— El
Un fin de semana en Chequer s. — La segurid ad del Presiden te.
ataque alemán. — Mi discurso radiado el 22 de junio.
299
y esperaron impasibles la terrible invasión que se cernía sobre Rusia. Has-
ta entonces les habíamos considerado unos egoístas calculistas. En este
período demostraron que también eran tontos. La fuerza, la masa, la va-
lentía y la resistencia de la Madre Rusia aún tenían que echarse al platillo
de la balanza. Pero en la medida en que la estrategia, la política, la previ-
sión y la competencia son árbitros, Stalin y sus comisarios se manifesta-
ron en este momento como los chapuceros más despistados de la Segun-
da Guerra Mundial.
300
que se concentraban por ferrocarril y por carretera hacia el sudeste. Pero
y todos
nada de esto implicaba necesariamente la invasión de Rusia,
aquellos movimientos eran fácilmente explicables por los intereses y la
Gre-
política de Alermnanta en Rumania y Bulgaria, por sus designlos sobre
cia y por sus convenios Con Yugoslavia y Hungría. Que estos inmensos
hacia el
movimientos que se registraban en Alemania entera se dirigieran
de
principal frente ruso, desde Rumania hasta el Báltico, ya fue más difícil
nueva
una
saber. Que en aquella fase de la guerra Alernania entablara me
sin haber despejado el escenario balcánico,
gran guerra contra Rusia
pareció demasiado bueno para que fuese verdad.
en noviembre
Desconociamos el tenor de las conversactones celebradas
, Hitler y Ribbent rop en Berlín, así como las nego-
de 1940 entre Molotov
ningún indicio
claclones y pactos propuestos que las siguieron. No hubo
nosotros, al
de que disminuyeran las fuerzas alemanas situadas frente a conti-
del Canal. Las incursio nes aéreas contra la Gran Bretaña
otro lado
. La forma en que fueron disimula das y aceptad as
nuaban incesantemente
por el gobierno soviético las concentraciones de tropas
aparentemente
de
alemanas en Rumania Y Bulgaria; la evidencia que teníamos nosotros
se enviaba n a Alemani a valiosís imos aprovis ionamie ntos
que desde Rusia
e entre
en grandes cantidades; la evidente comunidad de intereses existent
ambos países por invadir y repartirse el Imperio Británico en Oriente, todo
parecía indicar como más probable que Hitler y Stalin concertaran un
convenio a expensas nuestras y no que se hicieran la guerra entre sí. Ac-
tualmente sabemos que este convenio entraba dentro de los amplios
proyectos de Stalin.
Éstas impresiones eran compartidas por nuestro Comité Mixto de In-
formación. El 7 de abril afirmó que en Europa circulaban muchos rumo-
res sobre un plan alemán para atacar a Rusia. Aunque Alemania —de-
cían— tenía considerables fuerzas disponibles en el este, y esperaba hacer
la guerra a Rusia un día u otro, era improbable que se decidiera a crear
un gran frente de batalla. Según ellos, el principal objetivo alemán seguía
siendo, en 1941, derrotar al Reino Unido. En la tardía fecha del 23 de
mayo, dicho Comité Mixto, compuesto por elernmentos de las tres armas,
comunicó que los rumores sobre un inminente ataque contra Rusia se ha-
bían desvanecido, y que se tenían noticias de que era inminente un nuevo
acuerdo entre ambos países. Los miembros del comité lo consideraban
probable, puesto que la economía alemana necesitaría robustecerse para
hacer frente a las necesidades de una guerra larga. El auxilio necesario lo
podía obtener Alemania de Rusia, ya por la fuerza, ya por un convenio
amistoso. Creían que los alemanes escogerían este último procedimiento,
aunque una amenaza de fuerza ayudaría a obtenerlo. Esta amenaza era
lo que se estaba formando ahora. Existían abundantes pruebas de la
construcción de carreteras y de ramales ferroviarios en la Polonia alerna-
na, de la preparación de aeródromos y de concentraciones de tropas en
gran escala, entre las cuales figuraban tropas y unidades aéreas proceden-
tes de los Balcanes.
Nuestros jefes de Estado Mayor se adelantaron a sus consejeros y fue-
ron más concretos que ellos: «Tenemos indicios precisos —advirtieron al
301
mando de Oriente Medio en 31 de mayo— de que los alemanes están
concentrando un gran ejército y fuerzas aéreas contra Rusia. Valiéndose
de esta amenaza, probablemente exigirán concesiones que pueden reves-
tir suma gravedad para nosotros. Si los rusos se niegan, los alemanes
avanzarán.»
Hasta el 5 de junio no informó el Comité Mixto de Información en el
sentido de que la magnitud de los preparativos militares alemanes en la
Europa oriental parecía indicar que estaba en juego algo de importancia
más trascendental que un convenio económico. Era posible que Alernania
quisiera eliminar de su frontera oriental la potencial amenaza de fuerzas
soviéticas cada vez más poderosas. Los miembros de dicho comité consi-
deraban que aún no era posible decir si de aquello resultaría un convenio
o una guerra. El día 10 de junio declararon: «La segunda mitad de junio
verá la guerra o el convenio.» Y por último, el 12 de junio, informaron:
«Se dispone de informes recientes según los cuales Hitler ha tomado la
decisión de terminar con la obstrucción soviética, y de atacar.»
302
a junio. Inmediatamente envié la sen-
ba quizá un apla zarniento de mayo
ia a Mr. Eden , que se enco ntraba en Atenas.
sactonal notic
30-111-41
Primer Ministro a Mr. Eden, Atenas.
son que el mat hombre concentró
Mis partes dei Servicio de Información Yugoslavia y
muy Importantes fuerzas blinda das, etc. para intimidar a
a de elias, o de ambas, sin lucha.
Grecla, y esperaba apoderarse de la primer Eje, trasladó tres
Tan pronto como hubo asegurado Yugoslavia al lado del
do que lo que quedaba bastaría a
de las cinco Panzers hacia el Oso, creyen
a revolución de Belgrado trastomó
ilquidar la cuestión griega. Sin embargo,
el transporte de tropas hacia el
este cuadro y determinó que se suspendiera
. En mi opinión, esto sólo puede
norte, cuando éstas ya estaban en camino
avia lo más pronto posible, o sl
significar la Intención de atacar a Yugosl
se emplearán poderosas fuerzas en
no, actuar contra los turcos. Parece que
esperar un poco. Además, estas
la península balcánica, y al Oso te harán
golpe de estado de Beigrado pa-
órdenes y contraórdenes en relación con el
que se tienen en cuanto al su-
recen revelar ta magnitud de las intenciones
que hemos recibido por aho-
deste y el este. Ésta es la más clara Indicación
y Dill comparten mis im-
ra. Hágame saber en términos encublertos si usted
presiones.
ole ver el
También indagué algún medio de avisar a Stalin, y, haciénd
semejantes a los que
peligro en que estaba, establecer contactos con él
mensaje de
había establecido con el presidente Roosevelt. Redacté el
modo breve y críptico, esperan do que este mismo hecho, y el de que era
de
el primer mensaje que le enviaba desde mi telegrama formulario de 25
junio de 1940 presentando a sir Stafford Cripps como embajador, fijaría
su atención y le haría reflexionar.
303
2. Un modo evidente que tendría el gobierno soviético de reforzar su
propta posición sería suministrar ayuda material a Turquía y Grecia, y a tra-
vés de esta última, a Yugoslavia, Esta ayuda podría aumentar de tal modo
las dificultades alemanas en los Balcanes, que obligara a un aplazamiento
del ataque alemán contra la Unión Soviética, del cual existen tantos indi-
cios. Sin embargo, si no se aprovecha la presente oportunidad para poner
todos los bastones posibles en las ruedas alemanas, el peligro puede resuci-
tar dentro de pocos meses.
3. Por supuesto, evite implicar que nosotros necesitamos ninguna ayuda
al gobierno soviético, o que ellos hayan de obrar en otro interés que no sea
el suyo propio. Sin embargo, lo que nosotros queremos que comprendan,
es que Hitler tiene la intención de atacarles más pronto o más tarde, si pue-
de: que el hecho de que se halle en guerra con nosotros no basta por sí solo
a impedirle hacerlo, a menos que se encuentre en alguna dificultad especial,
como la que actualmente se está desarrollando en los Balcanes, y que, por
consiguiente, es de interés para los soviets adoptar todas las medidas posi-
bles a fin de que el problema de los Balcanes no llegue a resolverse del
modo que Hitler quiere.
Ante esta nueva situación, creo que deben de tener alguna base los arqu-
mentos de sir Stafford Cripps contra la entrega del mensaje. Si usted lo cree
también así, propongo decirle que no es preciso que lo entregue ahora, pero
que si Vichinsky contesta favorablemente a su carta, puede dar a conocer a
este último los hechos contenidos en su mensaje. Entre tanto, le podría pedir
304
que nos telegrafiara lo más pronto posible un resumen de la carta que ha
enviado a Vichinsky, y que nos envíe el texto a la primera oportunidad que
tenga.
Esto me molestó, así como la dilación que se había producido. Este fue
el único mensaje que envlé directamente a Stalin antes de producirse el
ataque. Su brevedad, el carácter excepcional del comunicado, el hecho de
que procedía del jefe del gobierno y de que tenía que ser entregado per-
sonalmente al jefe del gobiemo ruso por el embajador, todo ello iba destí-
nado a darle espectal significado y a llamar la atención de Stalin.
Y después:
305
Sir Stafford Cripps, Moscú, al ministro de Asuntos Exteriores. 22-1V-41
Vichinsky me ha informado hoy por escrito que el mensaje ha sido entre-
gado a Stalin.
No puedo formar ningún juicio definitivo en el sentido de que, si hubie-
se sido entregado mi mensaje con toda la prontitud y ceremonia prescri-
tas, habría alterado el curso de los acontecimientos. Sin embargo, todavía
lamento que mis instrucciones no fueran cumplidas exactamente. Si yo
hubiese tenido algún contacto directo con Stalin, quizá le habría evitado
que le destruyeran tantos aviones en el suelo.
306
El 13 de abril llegó Schulenburg a Berlín procedente de Moscú. Hitler
le recibió el día 28, y obsequió a su embajador con una invectiva sobre la
actitud rusa respecto a Yugoslavia. Según la minuta que Schulenburg
hizo de esta conversación, el embajador se esforzó por excusar el compor-
los rumores
tamiento soviético. Explicó que «Rusia estaba alarmada por
atacara nun-
que precedían un ataque alemán. No podía creer que Rusia
Hitler dijo que había sido prevenido por los acontecim ien-
ca a Alemania.
ocurrido allí era para él un ejemplo de la ines-
tos de Servia. Lo que había
mantuvo fiel al
tabilidad política de los Estados». Pero Schulenburg se
Moscú. «Estoy
tema que había dado la tónica de todos sus informes desde
concesio-
convencido de que Stalin está dispuesto a hacernos aún nuevas
que (si lo pe-
nes. Ya se ha indicado a nuestros negociadores económicos
te has-
dimos con el tiempo debido) Rusia puede suministrarnos anualmen
ta 5 millones de toneladas de cereales.! o
desilusio-
Schulenburg regresó a Moscú el 30 de abril, profundamente
Hitler se
nado de su entrevista con Hitler. Tenía la certidumbre de que
este
había decidido por la guerra. Parece que hasta trató de advertir en
sentido al embajador ruso en Berlín, Dekanosov. Y en las últimas horas
de su estancia en Berlín, abogó persistentemente por su política de com-
prensión rusoalemana.
Weizsacker, alto funcionario del Ministerio alemán de Asuntos Exterio-
res, era una persona muy competente, del tipo que se encuentra en los
departamentos gubernamentales de muchos países. No era un político re-
vestido de poderes ejecutivos y, con arreglo a la tradición británica, no hu-
biese podido hacérsele responsable de la política del Estado. Ahora está
expiando una condena de siete años de presidio, por disposición de los tri-
bunales creados por los conquistadores. Aunque esto le clasifica automá-
ticamente como criminal de guerra, no dejó de dar buenos consejos a sus
superiores, consejos que podemos estar muy contentos de que aquéllos
no siguieran. He aquí su comentario a la entrevista mencionada.
307
de esperar nada bueno de Rusia. Las esperanzas que pongamos en Rusia
no aplazarán el colapso de Inglaterra. Con Rusia no destruimos ninguna de
las esperanzas inglesas.
b) Si no creemos en el colapso inminente de Inglaterra, entonces cabe
que automáticamente se suscite la hipótesis de que debemos avituallarnos a
costa de territorios soviéticos y mediante el uso de la fuerza. Doy por des-
contado que avanzaremos victoriosamente hasta Moscú y más allá. Sin
embargo, dudo mucho que podamos sentar en la cuenta del activo lo que
habremos ganado, habida cuenta de la conocida resistencia pasiva de los es-
lavos. No acierto a ver en el Estado ruso ninguna oposición efectiva capaz
de reemplazar al sistema comunista, de unirse con nosotros y de semos
útil. Por consiguiente, habremos de pensar probablemente en una continua-
ción del sistema de Stalin en la Rusia oriental y en Siberia, y en una nueva
ruptura de hostilidades en la primavera de 1942. La ventana al océano Pa-
cífico permanecería cerrada.
Un ataque alemán contra Rusia no haría otra cosa que dar nueva fuerza
moral a los ingleses. Ellos lo interpretarían como una incertidumbre alema-
na sobre el éxito de nuestra lucha contra Inglaterra. Con lo cual no sólo ha-
bríamos de admitir que la guerra iba a durar aún mucho tiempo, sino que
en efecto la prolongaríamos en lugar de acortarla.
308
trando fuerzas contra Rusia. Se está efectuando un incesante movimiento
de tropas, fuerzas blindadas y aviones hacla el norte, procedentes de los
de-
Balcanes, y hacia el este, procedentes de Francia y Alemania.» Stalin
por conservar sus ilusiones sobre la política de
bió de esforzarse mucho
e de tro-
Hitler. Transcurrido otro mes de intenso movimiento y despliegu
pudo telegrafiar al Ministerio alemán de
pas alemanas, Schulenburg
Asuntos Exteriores, el 14 de junio:
el siguiente texto
El Comisario del Pueblo Molotov acaba de entregarme
esta noche y publi-
de una información de la agencia Tass, que será radiado
cado en los periódicos de mañana: E
Cripps, pero
Aún antes de que regresara a Londres el embajador inglés
mente desde su regreso, la prensa inglesa y extranjera se han hecho
especial e que-
a una inminent
eco de los rumores circulados profusamente, relativos
]
rra entre la URSS y Alemania. Dichos periódicos alegan:
se supone que Alemania formuló diferente s demanda s terri-
1. Que io-
es unas negociac
toriales y económicas a la URSS, y que son inminent
y más amplio
nes entre Alemania y la URSS para concertar un nuevo
acuerdo.
demandas,
2. Que se supone que la Unión Soviética ha declinado dichas
r sus tro-
y que, como resultado de ello, Alemania ha empezado a concentra
pas en la frontera de la Unión Soviética, para atacarla. .
parte in-
3. Que se supone que la Unión Soviética ha comenzado por su
do
tensos preparativos para una guerra con Alemania, y que ha concentra
sus tropas en la frontera alemana.
A pesar del evidente absurdo de estos rumores, los medios responsables
de Moscú han considerado necesario declarar que constituyen una burda
maniobra propagandística de las fuerzas aliadas contra la Unión Soviética y
Alemania, interesadas en extender e intensificar la guerra.
309
me agradecería que pudiera decirle qué había dado origen al actual estado
de las relaciones germanosoviéticas.
Contesté que no podía responder a su pregunta porque me faltaba la ne-
cesaria información; pero que, de todos modos, transmitiría a Berlín lo que
acababa de decirme.
1. Este fue el último acto de la carrera diplomática del conde Schulenburg. A fines de
1943 su nombre aparece en los círculos secretos que conspiraban contra Hitler en Alemania,
como posible ministro de Asuntos Exteriores de un gobierno que había de suceder al régimen
nazi, por razón de estar especialmente calificado para negociar una paz separada con Stalin.
Fue detenido por los nazis después del atentado contra Hitler de julio de 1944, y encarcelado
en las celdas de la Gestapo. Fue ejecutado el 10 de noviembre.
310
mos hacer logró perforar el clego prejuicio y las ideas fijas que Stalin ha-
bía levantado entre él y la terrible verdad. Aunque, según los cálculos ale-
manes, detrás de las fronteras soviéticas estaban concentradas 186 divi-
slones rusas, 119 de las cuales apostadas en el frente alemán, los ejércitos
rusos fueron cogidos en gran parte por sorpresa. Los alemanes no encon-
traron indiclos de preparativos de ofensiva en la zona avanzada, y las
tropas rusas de cobertura fueron aplastadas rápidamente. Algo parecido
al desastre que sufrió la aviación polaca el 1 de septiembre de 1939 iba a
repetirse ahora, en una escala muy superior, en los aeródromos rusos, y
muchos centenares de aviones rusos fueron sorprendidos al amanecer y
destruidos antes de que pudiesen despegar. Así, los delirios de odio contra
la Gran Bretaña y los Estados Unidos que el aparato propagandístico so-
viético lanzó al aire a medianoche, fueron acallados al despuntar el día
por el cañoneo alemán. Los malos no son siempre los más hábiles, ni
siempre los dictadores tienen razón.
Antes del ataque contra Rusia, el Fiihrer convocó una conferencia de to-
dos los comandantes y personas relacionadas con el mando supremo, para
tratar del próximo ataque contra Rusia. No recuerdo la fecha exacta en que
se celebró esta conferencia... En ella, el Fúhrer declaró que los procedi-
mientos a emplear en la guerra contra los rusos tendrían que ser diferentes
de los empleados en el oeste... Dijo que la lucha entre Rusia y Alemania
era una lucha rusa. Afirmó que puesto que los rusos no eran firmantes de
la Convención de La Haya, el trato de los prisioneros de querra no tenía
que ceñirse al articulado de la Convención... Dijo (aribién] que los llama-
dos comisarios no serian considerados prisioneros de guerra.
Y según Keitel:
El tema principal de que habló Hitler fue que ésta era una batalla decisi-
va entre las dos ideologías, y que este hecho hacía imposible emplear en
esta querra [con Rusia] unos métodos que, como sabemos nosotros, los mi-
litares, son los únicos correctos según la ley internacional.2
311
La víspera del viernes 20 de junio me trasladé en automóvil a Che-
quers, solo. Sabía que el ataque alemán contra Rusia era una simple
cuestión de días, o quizá de horas. Había anunciado que pronunciaría un
discurso por radio, el sábado por la noche, tratando de este hecho. Natu-
ralmente, tendría que ser en términos cautos. Además, a la sazón el go-
bierno soviético, altanero y ciego a la vez, consideraba que cada adver-
tencia nuestra no era más que un intento por parte de unos hombres de-
rrotados para arrastrar a otros a la ruina. Como resultado de las reflexio-
nes que fui haciendo en el coche, aplacé el discurso hasta el domingo por
la noche, en que creí que todo se habría aclarado. Así, el sábado transcu-
rrió con el ajetreo usual.
Cinco días antes, el 15, había telegrafiado al Presidente lo siguiente:
312
pensábamos
sultar al Gabinete de Guerra; ni hacía falta. Sabía que todos
ncias. Mr. Eden, lord Beaverbr ook y sir
lo mismo en aquellas circunsta
n tam-
Stafford Cripps —que había salido de Moscú el día 10— estuviero
bién conmigo durante todo el día.
domingo en Che:
Puede ser de interés la siguiente reseña de aquel
, que estaba de
quers, redactada por mi secretario privado, Mr. Colville
servicio en este fin de semana:
antes de cenar. Es-
El sábado 21 de junio fui a Chequers inmediatamente
Eden, con sus esposas, y
taban allí, como invitados, los señores Winant y
l dijo que ya era cosa
Mr. Edward Bridges. Durante la cena, Mr. Churchil
que Hitler pensaba
cierta un ataque alemán contra Rusia, y que creía
derecha de nuestro
atraerse las simpatías de los capitalistas y personas de
aba, y todos no-
país y de los Estados Unidos. Sin embargo, Hitler se equivoc
que lo mismo podía
sotros tendríamos que ir a ayudar a Rusia. Winant dijo
decirse de los Estados Unidos.
de croquet con
Después de la cena, mientras yo paseaba por el campo
si para
Mr. Churchill, Winant volvió a hablar del mismo tema, y preguntó
el Templo de
él, archianticomunista, esto no era hacer una reverencia ante
obje-
Rimmon. Mr. Churchill contestó: «De ningún modo. Yo sólo tengo un
Si
tivo: la destrucción de Hitler, y con ello mi vida se simplifica mucho.
Hitler invadiera el infierno, yo haría por lo menos una favorable alusión al
diablo en la Cámara de los Comunes.»
2. Fui despertado a las cuatro de la madrugada siguiente por un mensaje
telefónico del Foreign Office dando cuenta de que Alemania había atacado
a Rusia. El Primer Ministro había dicho siempre que jamás tenían que des-
pertarle por nada como no fuera la Invasión [de Inglaterra]. Por consiguien-
te no se lo dije hasta las ocho de la mañana. Su único comentaño fue:
«Diga a la B.B.C. que pronunciaré el discurso a las nueve de esta noche.»
Empezó a preparar su alocución a las once de la mañana, y dedicó todo el
día a esta tarea salvo el tiempo de la comida, a la cual estuvieron presentes
sir Stafford Cripps, lord Cranbome y lord Beaverbrook... El discurso no
quedó listo hasta las nueve menos veinte.
313
sus hogares donde las madres y las esposas oran —ah, sí, porque existen
ocasiones en que también oran— por la vida de sus amados, por el retor-
no del hombre que les gana el pan, de su defensor, de su protector. Veo
las diez mil aldeas de Rusia, en donde tan laboriosamente fueron arranca-
dos del suelo los medios de exlstencia, pero en donde aún existen las ale-
grías humanas básicas, en donde las jóvenes ríen y los niños juegan. Veo
avanzar sobre todo esto la repugnante agresión de la máquina de guerra
nazi, con el ruido metálico de los sables y el taconeo de sus elegantes ofi-
ciales prusianos, y sus hábiles y expertos agentes, tan frescos después de
aplastar y amordazar a una docena de países. También veo las sordas,
alineadas, dóclles y embrutecidas masas de la soldadesca humana, avan-
zando pesadamente como una plaga de langosta. Veo los bombarderos y
los cazas alemanes en el cielo, doloridos aún de algún zurriagazo inglés,
encantados de encontrar lo que creen una presa fácil y segura.
»Detrás de toda esta aparición, detrás de toda esta tempestad, veo a un
pequeño grupo de hombres malvados que planean, organizan y desenca-
denan esta catarata de horrores sobre la Humanidad...
» Tengo que anunciar la decisión del gobierno de Su Majestad —y es-
toy seguro de que es una decisión a que se adherirán en el momento
oportuno los grandes Dominios—, porque debemos hablar en seguida, sin
la dilación de un solo día. Yo tengo que hacer la declaración, pero, ¿po-
déis dudar de cuál será nuestra política? Nosotros no tenemos más que
un objetivo y un único e irrevocable propósito. Estamos decididos a des-
trulr a Hitler y a todo vestigio del régimen nazi. De esto no nos desviará
nada, nada. Nunca parlamentaremos, nunca negociaremos con Hitler ni
con nadie de su pandilla. Le combatiremos por tierra, le combatiremos
por mar, le combatiremos por el aire, hasta que, con la ayuda de Dios,
hayamos librado al mundo de su sombra y liberado a los pueblos de su
yugo. Cualquier hombre o país que luche contra el nazismo tendrá nues-
tra ayuda. Cualquier hombre o Estado que esté al lado de Hitler, es nues-
tro enemigo... Esta es nuestra política, y tal es nuestra declaración.
De
ello se sigue, por lo tanto, que prestaremos toda la ayuda que podamos
a
Rusia y al pueblo ruso. Apelaremos a todos nuestros amigos y aliados
de
todas partes del globo para que adopten la misma actitud y la pongan
en
práctica, como haremos nosotros fiel y firmemente hasta el fin...
»Esta no es ninguna guerra de clases, sino una contienda en la
que es-
tán en juego todo el Imperio y la Comunidad de Naciones británico
s, sin
distinción de raza, de credo o de partido. No me atañe a mí hablar de
la
actitud de los Estados Unidos, pero diré una cosa: si Hitler imagina que
este ataque contra la Rusia soviética determinará la menor divergencia de
objetivo o una disminución del esfuerzo de las grandes democrac
ias que
ya tienen hecha su resolución en cuanto a la suerte de Hitler, está tremen-
damente equivocado. Al contrario, nos sentiremos con mayores fuerzas
y
alientos en nuestros esfuerzos por rescatar a la Humanidad de su tiranía.
Nuestra decisión y nuestros recursos se intensificarán y no se debilitarán.
»No es éste el momento de hacer moralejas sobre la locura de los paí-
ses y gobiernos que se han permitido ser abatidos uno tras otro, cuando
mediante una acción unida podrían haberse salvado y haber salvado al
314
, hace unos minutos, de
mundo de la catástrofe. Pero cuando he hablado
tiene Hit ler y de los odiosos apetitos que le han im-
la sed de sangre que
he dicho que existía un motivo
pelido o atraído hacia su aventura rusa,
potencia rusa
Quiere destruir la
más profundo detrás de esta agresión.
de que si triunf a podrá retirar las principales
porque tiene la esperanza
ón del Este, y lanzarlas sobre nuestra
fuerzas de su ejército y de su aviaci que le corresponde por
que debe conqui starla o sufrir la pena
isla; él sabe de un intento
sus delitos. Su invasi ón de Rusia no es más que un preludio
tiene la esperanza, sin duda algu-
de invasión de las Islas Británicas. Hitler
que todo esto puede realiz arse antes de que llegue el invierno y de
na, de
ar a la Gran Breta ña antes de que la flota y la aviación
que puede aplast
n interv enir. El tiene la esperanza de que una
de los Estados Unidos pueda nunca, el proceso de
mayor que
vez más puede repetir, en escala mucho
enemi gos uno por uno, con el cual ha medrado y prospera-
destruir a sus
escenario queda rá expedito
do durante tanto tiempo. y que entonces el es decir:
el cual serían inútiles todas sus conquistas,
para el acto final, sin
voluntad y a su sistema.
la sojuzgación del hemisferio occidental a su
»Por consigu iente, si Rusia está en peligro, estamos en peligro nosotros
de toda lucha que Ru-
y lo están los Estados Unidos; asimismo, la causa
de los hombres libres
sia sostenga por sus hogares y su tierra, es la causa
nos de algo
y de los pueblos libres de todos los rincones del globo. Sírvan
emos
las lecciones que nos ha enseñado tan cruel experiencia. Redobl
nuestro esfuerzo y ataquemos con unidad de fuerzas, mientras nos que-
den vida y fuerzas.»
ÍNDICE
Nota de los editores
Prefacio
Moraleja de esta obra ...........-----
Tema de este volumen
LIBRO PRIMERO
ALEMANIA ATACA A RUSIA
SMA E O E da
El esfuerzo final del general Wavell: «Hacha de Guerra» ...
La Némesis SOVIÉética............oooooocooocccocoooo..
APÉNDICES
APENDICE A
457
LONA (Canvas): Ataque contra Kismayu.
LUSTRE (Lustre): Ayuda a Grecia.
MAGNETO (.Magnet): Movimiento de tropas americanas a Irlanda
del Norte.
MANDiBULA (Mandibles): Operaciones contra el Dodecaneso.
MARITA (Marita): Plan alemán para la invasión de Grecia.
ORIENTE (Orient): Plan alemán para aniquilar las posiciones bri:
tánicas en Oriente Medio.
OVERLORD (Overlord): Liberación de Francia, 1944.
PEREGRINO (Pilgrim): Ocupación de las islas Canarias.
PORRA (Truncheon): Incursión combinada contra Liorna.
RODEO (Round-Up): Liberación de Francia, 1943 (ulteriormente
denominada OVERLORD).
SUPERCARGA (Supercharge): Liberación de los australianos sitiados
en Tobruk. E
SUPERGIMNASTA (Super-G ymnast): Ocupación angloamericana del
Norte del Africa Francesa.
TALLER (Workshop): Toma de Pantelaria.
TIGRE (Tiger): Paso de parte del convoy W. S. 8 a través del Medi-
terráneo.
ZARZAMORA (Mulberry): Muelle artificial.
458
APENDICE B
ENERO
em
Primer Ministro a sir Edward Bridges, el general Ismay y Mr. .
1-1-41
Carm-
Con el comienzo del año nuevo debe iniciarse una intensa
rela-
paña por asegurar el máximo secreto en todas las cuestiones
tivas a la conducción de la guerra, y ustedes deben concentrar Su
atención en los siguientes puntos, estudiándolos conjuntamente y
comunicando sus impresiones a mí.
1. Reiterar las advertencias publicadas hace un año contra
los chismes y habladurías sobre cuestiones del servicio. Tal vez
será menester imprimir una nueva serie de carteles para llamar la
atención sobre este extremo.
2. Renovación de las órdenes que en aquella fecha fueron
circuladas a todos los departamentos.
3. Imponer severas restricciones sobre la circulación de docu-
mentos secretos, especialmente los relativos a operaciones, número
y armamento de las fuerzas armadas, política exterior, etc. Debe
solicitarse a cada departamento que presente proyectos para la res-
tricción del trasiego de documentos. Todo esto es tanto más impot-
tánte cuanto que cada día se va complicando más el funciona-
miento de los departamentos y va en aumento la población buro-
crática de Whitehall.
4. El uso de cajas con cierres automáticos debe ser obligato-
459
]
461
Primer Ministro al coronel Jacob.
3-141, |
462
Primer Ministro a sir Edward Bridges. 4JA1.
464 '
cedo importancia y me propongo subrayar son: «tiranía nazi» y
«militarismo prusiano».
461
Sugiero que se haga un cálculo del promedio semanal de pala.
bras contenidas en los telegramas puramente de expediente que se
han recibido durante los dos últimos meses. Asimismo sugiero que
el mariscal del Aire Longmore los reduzca a, digamos, un tercio de
su actual extensión.
El Foreign Office también pide que se condensen los mensaje
a él dirigidos.
468
poner en excesiva evidencia. El Comité de Defensa no ha dado su
aprobación a tales operaciones.
FEBRERO
476
impedir que Alemania tenga acceso al sobrante potencial de los
yacimientos chilenos.
Según parece, nosotros importamos unas 600.000 toneladas de
cobre del Canadá, Rhodesia, Sudáfrica y el Congo Belga. Como
estas fuentes están bajo nuestro dominio, podríamos, como manio-
bra de diversión, efectuar compras a Sudamérica sin correr el peli-
gro de que Alemania consiga proveerse en esos mercados tempora-
les abandonados por nosotros.
Tengo entendido que ustedes han estado estudiando este pro-
blema y que la Hacienda expresa algunas dudas sobre la justicia
del dispendio de dólares que estas compras preferentes significarían.
¿Quieren hacerme el favor de facilitarme un informe sobre sus
planes?
417
rasos, hacer una carrera de siete millas a campo traviesa? ¿Cree el
Consejo Superior del Ejército que eso es una buena idea? A mí me
parece excesiva. Un coronel o un general no tienen por qué ago.
tarse físicamente tratando de competir con muchachos jóvenes
lanzándose a correr siete millas de un solo tirón a través de los cam.
pos. El deber de los oficiales es sin duda mantenerse en forma, pero
lo es más pensar en sus hombres y asumir decisiones cuyo alcance
afecta a la seguridad y al bienestar de los mismos. ¿Quién es el
general de esa división? ¿Corre él también las siete millas? En
caso afirmativo, sería más útil para un equipo de fútbol que para la
guerra. ¿Pudo Napoleón haber corrido siete millas a campo tr2-
viesa en Austerlitz? Yo creo que fueron los otros los que corrieron.
En mi experiencia, que se basa en muchos años de observación, los
oficiales con altas calificaciones atléticas no suelen apuntarse nin.
gún éxito en los grados superiores del ejército.
478
los suministros y algunos cañones, con inclusión de Jos portacaño-
nes Bren, cabría sacarlos de reservas existentes en la metrópoli y
mandarlos con alguna anticipación a Irlanda, en donide seguirían
constituyendo una reserva nuestra, en el supuesto de que surgieran
imprevistos en dicha región. Ahora que disponemos de tiempo,
seguramente nos sobraría ocasión de mostrar algún ingenio y abre-
viar ese período de once días que ahora aparecen como necesarios
para trasladar a 15.000 combatientes de un puerto bien utillado a
otro, para un. viaje que sólo requiere poquísimas horas. Si fuese
menester, se podría efectuar una revisión de la escala de los acanto-
namientos previstos, a fin de lograr el objetivo, de tanta importan-
cia táctica, de un traslado y despliegue más rápido.
Debemos recordar que en los recientes supuestos tácticos «Vic-
ror», cinco divisiones alemanas, dos de ellas blindadas y una moto-
rizada, fueron teóricamente desembarcadas en unas cuarenta y ocho
horas tras vencer una esforzada oposición, y no precisamente en un
puerto dotado de muelles y grúas, sino en playas lisas y abiertas.
Si suponemos que los alemanes pueden hacer esto, O siquiera la
mitad, debemos compararlo con la afirmación de que son menester
once días para transferir a una división desde el Clyde a Belfast.
Quiero referirme también a- la afirmación del Comité de jefes
de Estado Mayor de que serían precisos treinta días para desem-
barcar, a condición de no encontrar resistencia, a una división in-
glesa en el puerto de Tánger. Tal vez los oficiales que elaboraron
los desembarcos alemanes de «Victor», podrían presentar alguna
sugestión para el traslado de esa división a Irlanda vía Belfast sin
emplear para ello once días. ¿Quiénes son los oficiales que hicie-
ron ese cálculo de los once días? ¿No sería aconsejable que se pu-
sieran en contacto con esos otros oficiales que desembarcaron en
nuestras playas a tan vasto número de alemanes con tanta celeridad
que hasta divisiones blindadas y tropas motorizadas pudieron entrar
en acción a las cuarenta y ocho horas?
Evidentemente, lo más aconsejable es mantener en suspenso el
traslado de dicha división el mayor tiempo posible; pero para cuan-
do el caso se presente conviene tener elaborado un plan perfecto,
de suerte que quepa trasladarla a Irlanda en plazo brevísimo. No
479
estoy dispuesto a aprobar dicho traslado hasta que se haya
prepa,
rado el referido plan. Debe hacerse un esfuerzo por
conciliar las
eviden
tes discrepancias entre lo que suponemos que
puede hacer y lo que en realidad podemos hacer el enemigo
nosotros.
Primer Ministro al ministro del Interior.
5-IL-41,
Creo que sería un error emplear soldados u hombres en edad
militar para hacer funcionar los dispositivos de protección median.
te cortinas de humo, Debería usted hacer cuanto esté en su mano
por reclutar voluntarios cuya edad haya sobrepasado el límite mi.
litar, o acaso mujeres, o muchachos muy jóvenes. Dentro de poco
varnos a necesitar a todos los hombres y, por consiguiente, no puedo
apoyar su demanda al ministro de la Guerra en el sentido expre.
sado.
480
mismas para la alimentación del ganado de cerda, el cua! parece
haber disminuído.
Asimismo tomo nota de que, en la quinta reunión del Comité
de Política de Abastos, usted ofreció muchas esperanzas, pero sólo
- expuso planes concretos para 200.000 toneladas, con lo cual el pro-
blema se resuelve únicamente a medias.
Me parece lastimoso que se produjera una tan sensible dismi-
nución en el número de cerdos por miedo a que escasearan las ma-
terias con qué alimentarlos, y que, en cambio, ahora mos encontre-
mos con un sobrante tan enorme de patatas. Confío en que usted
encontrará el medio de darles utilidad. En estos tiempos no pode-
mos permitirnos el lujo de desperdiciar cientos de toneladas de
matería comestible.
481
(Para ejecutar hoy mismo.)
Primer Ministro al ministro de Navegación. 11-11-41.
¿Es cierto que el vapor «New Toronto», que arribó a Liverpool,
recibió orden de dirigirse a Londres dando un rodeo por el norte,
y es cierto que esta orden sólo fué revocada ante las protestas del
capitán, quien hizo resaltar el enorme valor del cargamento, el cual
contenía, ¿mter alía, 19.677 metralletas y 2.456.000 cartuchos? La
arribada de buques con grandes consignaciones de municiones de-
bería recibir su atención personal en cada caso.
Sírvase facilitarme un informe. Le adjunto mi copia de las lle.
gadas pendientes, mediante la cual sigo constantemente el movi-
miento de esos cargamentos importantes. El buque de referencia
figura en la página 5.
486
-
487
compromisos. Debería aligerarse un poco el formulismo oficia]
Con relación a este punto, sírvase ver también mu telegrama q]
Presidente.
488
2. Hablamos, por ejemplo, de una «división» en Islandia, pero
sería absurdo juzgar 2 esta división por el mismo rasero que 2 las
que deben operar contra los alemanes. Ahora conocemos qué es
loque tiene que hacer esa división y cómo está distribuida. Está
repartida en las guarniciones de varios puestos destacados en pun-
tos de desembarco, y por lo tanto es indudable que debería con-
tar con cierto número de columnas móviles con las que acudir ve-
lozmente a cualquier lugar amenazado. Su artillería, tropas suple-
mentarias y servicios de transmisiones, deberían ser organizados,
en cuanto a número, a una escala adecuada 2 la misión que retiene
a dicha tropa en Islandia. Para llamarla con alguna propiedad, ha-
bría que aplicarle el nombre de «Fuerza de Islandia», y no tendría
por qué presentar la menor analogía con el acantonamiento usu2l
de una división. Podría necesitar más de una cosa y menos de otra.
3. Las divisiones Coloniales Africanas tampoco deberían reci-
bir en ningún caso la designación de tales. Nadie prevé que lleguen
a combatir en primera línea contra un ejército europeo. Abarcan
aun vasto contingente de fusileros del Africa Oriental y Occidental,
organizados, aquí y allá, en batallones y, sólo por motivos admi-
nistrativos, en brigadas. Ahora que podemos esperar liquidar a los
italianos del Norte y Este de Africa en pocos meses, ¿qué enemigo
nos cabrá oponer en su día 2 esas divisiones coloniales? Cualquiera
que conozca aquellos vastos territorios, puede prever que esas «di-
visiones» africanas se distribuirán en pequeños puestos y guarnicio-
nes, con cierto número de columnas móviles dotadas de autos blin-
dados, etc. No me parece juiciosa la idea de suministrarles un cupo
de artillería de división o de cuerpo de ejército, junto con las uni-
dades de transmisiones proporcionales, a semejanza de las divisio-
nes propiamente británicas. Las «divisiones» coloniales no pueden
actuar en Libia a causa del frío. Tampoco podemos proyectar re-
tenerlas en Abisinia una vez ésta haya sido «liberada». En rezli-
dad, uno lógicamente prevé el pronto retorno de toda el Africa
nororiental a las condiciones prevalecientes en tiempos de paz. Por
consiguiente, no puedo aceptar como tales a esas «divisiones» Co-
loniales Africanas. En rigor no son más que unidades mixtas de la
Fuerza de Defensa del Africa.
489
Primer Ministro al ministro de Transportes. 18-11-41,
Me entero con asombro de que las personas a quienes corres-
pondía tomar la decisión de descargar, o hacer transitar a otro puerto,
al «New Toronto», ignoraban qué clase de cargamento éste trans-
portaba. Yo siempre compruebo personalmente cuáles son los bu-
ques cuya arribada es esperada con grandes consignaciones de mu-
niciones. ¿Es que usted no recibe esas listas a tiempo, y no se Ocupa
usted personalmente del destino de estos cargamentos tan vital-
mente importantes? En caso negativo, procure rectificar, y una vez
lo haya hecho, comuníquemelo, así como en qué sentido.
a-
Sírvase informarme de las dificultades que surjan en la procur
ven-
ción de esa mano de obra, y de qué medidas se tomarán para
cerlas.
492
semana pasada, almorcé con McNaughton y charlamos muy ani-
madamente, con él y con sus principales ayudantes, sobre el Cuerpo
Canadiense. Este está distribuído en las posiciones clave de nuestra
defensa nacional. El ministro de la Guerra, que en estos momentos
me hace compañía, desea corroborar este extremo y le envía sus
saludos más afectuosos.
o
¡Qué gusto da ver a todo el Imperio arrimando el hombr
como un solo hombre! Y, créame, querido amigo: comprendo
bélico del
las razones de su éxito al acaudillar el gran esfuerzo
Canadá.
22-11-41.
Primer Ministro al ministro de la Guerra.
de
La proporción numérica que aprobamos para el Ejército es
55 divisiones más una división suplementari a de Sudáfri ca, y, en
de uni-
mi Opinión, menos 3 divisiones Coloniales Africanas. Total
dedes tácticas divisionales: 53, de las cuales 11 van a ser blinda-
das. No veo motivo alguno para alterar este objetivo en los actua-
les momentos.
2. En el curso de los seis meses venideros, el ejército sólo va
a necesitar 130.000 hombres, y el ministro del Trabajo está prepa-
rado a suministrarnos 150.000. ¿No sería prudente tomar una de-
cisión que afecte solamente 2 esos seis meses, y revisar la situación
dentro de cuatro, cuando estar mos en condiciones de conocer mejor
la magnitud y el carácter de la lucha?
3. ¿Tendrá la bondad de comunicarme su parecer sobre el do-
cumento del Ministerio del Trabajo, así como sobre algunas notas
preparadas para mí por el profesor Lindemann, que deben ser con-
sideradas como confidenciales? Me siento muy inclinado a un des-
arrollo de las divisiones blindadas en mayor número que las que
ahora poseemos, pero por el momento no es menester decidir nada,
ya que el embotellamiento está en los tanques y los cañones para
tanques, y no en el personal.
4. Puede contar conmigo para apoyar al ejército en todos los
terrenos, a condición de que yo esté convencido de que el ejército
ha de cumplir.
493
Primer Ministro a sir Alexander Cadogan. 23-11-41.
Todo esto no hace más que demostrar que debemos continuar
acrecentando nuestro apoyo al general De Gaulle. No creo que la
nación francesa otorgue su lealtad 2 cualquiera que escale la jefa.
tura del Estado sólo porque está bien visto por los. alemanes. De-
bemos disuadir con mucha paciencia a Washington de seguir dando
más víveres a la Francia no ocupada o al Norte de Africa. A este
propósito debería ponerse en manos de nuestro embajador en Was-
hington todo el deprimente descontento sobre la escena Vichy-Wey-
gand. Estoy convencido de que Da-lan es un granuja ambicioso.
Denunciarle, así como denunciar las debilidades de Weygand, re-
dundará, 2 medida que salgan a luz, en beneficio del prestigio de
De Gaulle.
MARZO
me 497
Primer Ministro al general Ismay. 10-111-41.
Los ataques en vuelo rasante sólo pueden ser peligrosos los días
en que hay nubes bajas o niebla, cuando nuestros cazas no pueden
localizar al enemigo. Habría que estudiar el empleo de minas aéreas,
colgadas de pequeños globos, para la defensa de las fábricas. Sélo
se requiere una fuerza de ascensión de 20 libras, de suerte que un
globo muy pequeño sería suficiente. Cuando se adelantó este pro-
yecto para la defensa de los estuarios, se contestó que se requería
una altitud mucho mayor, con lo cual la finalidad defensiva adqui-
ría un doble carácter; pero esto ha implicado a su vez la fabrica
ción de globos mucho más grandes, que también a su vez exigen
tornos más potentes, etc. En los días de viento, cabría substituir
los globos por cometas.
Este método de defensa no es deseable para aeródromos, ya que
los globos tendrían que ser arriados cuando nuestros aparatos des-
pegaran o tomaran tierra. Para este propósito, parecen más ade-
cuados los cohetes dotados de minas con paracaídas.
498
más inglesa y expresa exactamente el significado que se persigue.
Los párrafos relativos a destrucción de mapas, etc., se aplican
claramente a las zonas estrictas de combate. Según el actual con-
texto, la menor alarma podría producir en toda la nación un des-
trozo al por mayor de mapas, bicicletas, automóviles, etc.
Sería mejor empezar así: «Si esta isla fuera invadida, cada
cual recibiría inmediatamente Órdenes de «Adelante» o de «Soste-
nerse firmes». En la mayoría de los casos, la orden dada sería la
primera, tal como se explica en los tres primeros párrafos del do-
cumento adjunto. La orderí «Sosténganse firmes» se aplica tan sólo
a aquellos lugares en donde se lucha efectivamente, y tiene por fi-
nalidad evitar la obstrucción de las carreteras pux los fugitivos, así
como asegurar que aquellos que hayan decidido permanecer-en una
probable zona de ataque (como, por ejemplo, las costas oriental y
meridional) «se sostengan firmes» en sus viviendas O refugios
hasta que el enemigo haya sido destruído p arrojado de aquellas
proximidades.»
499
las misiones a los Estados Unidos, mas, no obstante, estoy dispuesto
a escuchar sus razones en favor de ésta.
302
Primer Ministro al gerieral Ismay. 15-I11-41.
506
vez sería conveniente una acción basada en las siguientes normas,
que deben empezar a estudiarse desde ahora:
1. A fin de recobrar la iniciativa en el Atlántico, debea cons-
tituirse tres grupos de persecución, a saber: «Renown» y «Ark Ro-
yal», «Hood» y «Furious», «Repulse» y «Argus». Cada uno de
-estos tres grupos debe contar con uno o dos buques cisternas, y hay
que poner en práctica cualquier sistema que les permita repostarse
de combustible en alta mar. Las cisternas no deben acompañar ne-
cesariamente a los grupos, pero deberían situarse en posiciones des-
de las cuales los navíos de guerra pudieran señalarles un punto de
reunión.
2. El frente marítimo que se extiende de Islandia a Cabo
Verde, se dividirá en tres sectores en cada uno de los cuales traba-
jará normalmente uno de los grupos de persecución. Aunque actúen
independientemente de los convoyes, asegurarán a éstos medidas
suplementarias de protección cuando naveguen cerca de ellos. Estas
disposiciones deberían estar cumplimentadas a finales de abril y
entrarían en vigor gradualmente y cuanto antes.
3. Deberá elaborarse un plan para reemplazar cuanto antes
al «Furious», a base de convertir uno o más buques en portaaviones.
Al mismo tiempo el Ministerio del Aire se ocupará de incrementar
el envío de embalajes a Takoradi.
4. Habida cuenta del extremo a que hemos llevado la dis-
persión de la flota en tareas de escolta, no habría inconveniente en
emplear al «Nelson» en lugar del «Hood».
5. Hay que encontrar una flotilla de destructores para los
convoyes de Freetown. Esto se puede conseguir sacándolos de los
restantes veinticinco destructores americangs que tendrán que ope-
rar en aquella zona meridional. Hay que tomar disposiciones para
aprovisionar de combustible a los destructores desde los cruceros o
acorazados de la escolta.
6. La evidencia de la infiltración alemana en las islas de Cabo
Verde, y la probabilidad de que éstas sean utilizadas para repostar
a los sumergibles, refuerzan la necesidad de llevar a cabo cuanto
antes la operación «Brisk». Una vez mos hayamos apoderado del
archipiélago, debemos construir en él una buena base de aprovi-
507
sionamiento y arrojar de las islas a los que hayan auxiliado a los
sumergibles enemigos. Los pros y los contras políticos de este asun.
to, los discutiré en otro lugar,*
Cuantos hidroaviones fueran hallables, hasta el límite de seis,
habría que emplearlos en la zona de Freetown, así como hacerles
operar desde las islas después de la captura de éstas.
7. Sírvanse comunicarme su parecer sobre todo lo expuesto,
junto con los medios susceptibles de llevarlo a la práctica.
508
Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefos de Estado
Mayor y el Almirantazgo. 23-111-41.
509
Para los fines que le indico, utilice a cuantos ayudantes le hagan
falta,
ABRIL
512
Usted y su Comité deberían examinar esta cuestión y ver hasta
qué punto el Ministerio de Navegación puede adoptar los sistemas
del Departamento de Petróleos.
515
Primer Ministro al jeje del Estado Mayor General Imperial,
15-1V-41.
Por la adjunta relación, que yo estudio todas las semanas, ob.
servará usted que disponemos de 1.169 tanques pesados en esta
isla, entregados a las unidades de tropa. La producción mensual de
más de 200 va a ampliarse en un futuro próximo. Si el adiestra-
miento de los hombres no ha mantenido el mismo ritmo de las
ya atrasadísimas entregas de tanques, eso es responsabilidad del Mi.
nisterio de la Guerra. No me extraña que se tropiece con dificul.
tades en el adiestramiento cuando se adjudican 238 tamques cru-
cero a una división blindada y sólo 38 a otra. Si la 11.2 División
Blindada poseyera unos cuantos tanques «l» más, se adiestraría
más aprisa.
Personalmente, no estoy convencido de que lo correcto sea hacer
de cada división una unidad enteramente homogénea. En una di-
visión, habría de ser posible una juiciosa mezcla de máquinas, aun-
que fueran de velocidades distintas. Además, algunos de esos ve-
hículos blindados deberían llevar artillería de campaña, e incluso
uno o dos cañones pesados o morteros. Facilíteme un informe de
cómo se organizan los alemanes en este aspecto. ;
516
primer Ministro al ministro dol Aire. 15-1V-41.
518
(Para ejecutar hoy mismo.)
Primer Ministro al jefe del Estado Mayor del Atre. 17-IV-41.
520
2. Una vez efectuado su viaje de vuelta, al menos 114 tanques
crucero y 48 tanques de infantería, en total 162, ingresaron en
talleres egipcios y todavía siguen en ellos, y no se espera que salgan
más de 40 hasta el 15 de mayo, y otros 41 hacia el 30 del mismo
mes. Me parece increíble que unas máquinas que pudieron hacer el
viaje de vuelta por sus propios medios, tengan ahora que exigir
tua enorme período de tiempo, y que sólo el puñado de tanques
de Tobruk haya podido abandonar los talleres. Parece haber mucha
relajación y mala administración en esos trabajos de taller, que son
esenciales.
3. ;¿Qué son exactamente esos tanques crucero M. 3, que
dicen que van a llegar de los Estados Unidos a finales de abril?
Hasta la fecha no hemos sabido nada.
523
Primer Ministro al ministro de la Guerra. 23-IV-41.
Las lecciones de esta guerra resaltan la necesidad dé buenas ar-
mas antitanque, con abundancia de ellas. El número de cañones
antitanque que podemos producir, es necesariamente reducido; con
mayor razón, pues, debemos salir adelante utilizando cuantos sus-
titutivos Nos sirvan para el caso.
Pensé que la bombarda iba a darnos terreno en que edificar
algunas esperanzas. Me dijeron que usted había decidido ordenar la
fabricación de 2.000 de ellas, con 300.000 proyectiles antitanque
y 600.000 proyectiles corrientes. ¿Cuándo podemos esperar que
estas armas sean distribuídas a las tropas? ¿A qué ritmo? Le agra-
deceré que me facilite el programa.
525
Primer Ministro al vizconde Halifax. 28-1V-41,
No disuada al Presidente de plantearme sus preguntas directa.
mente a mí, o que lo haga el personal de su Estado Mayor Naya]
Mis relaciones personales con él son muy importantes, y sería una
lástima que unos trámites rutinarios las echaran a perder.
426
Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.
28-14 41.
¿No resulta más bien chocante, que, tras haber anunciado que
el puerto de Bengasi era inservible durante nuestra ocupación, y
que al evacuarlo lo habíamos dejado completamente bloqueado,
el enemigo lo esté utilizando ahora sin ninguna traba?
MAYO
ia 529
de poder ser descargadas las primeras y ENtrar seguidamente en
acción.
Me parece que se impone una encuesta ei este lapsus del Esta.
do Mayor.
5331
Primer Ministro a Mr. Mackenzie King. 11-V-41,
(1)
Puerto Total señalado por Total comprobado des-
A Información pués de ocupación
Tobruk . . -. -. - o. 26 15
Bengasi . . . o 37 12
Bardia . . . - +. - + 769 5
Massaua. oo 64 29
Kismaya. oo — Tun 23
| TOTAL... + o 144 a 147 | 84 |
536
está ocurriendo en Creta y que pronto puede ocurrir en Chipre y
en Siria.
2. Vea también mi minuta sobre plancadores de 1.* de sep-
tiembre de 1940. Ha ocurrido exactamente lo predicho. Los pla-
neadores se han construído en una proporción ínfima, de tal manera
que ahora prácticamente carecemos de paracaidistas y de planea-
dores, excepto los 500 a que aludo.
3. El enemigo siempre ha de cogernos desprevenidos. Debía-
mos tener 5.000 paracaidistas y una división aerotransportada, co-
piada del modelo alemán, con cuantas mejoras cupiera introducir
según la experiencia. Debíamos poseer también un buen número
de aviones de transporte. Todo ello nos va a ser muy necesario
en la guerra en el Mediterráneo durante el año 1942, o antes. Ten-
dremos que intentar recobrar algunas de esas islas que el enemigo
ocupa con tanta facilidad. Podemos vernos forzados a luchar en los
vastos parajes de Oriente, en Persia o en el Jrak septentrional. He-
mos perdido un año entero, y por la presente invito a los jefes de
Estado Mayor a que adelanten planes con los que intentar, en la
medida posible, reparar el daño hecho.
Todo el dosier debe ser traído a la reunión de esta noche de
los jefes de Estado Mayor.
a) Evacuación de Creta.
b) Destrucción de las fuerzas alemanas en Cirenaica,
liberando a Tobruk y consolidando los aeródromos
más al oeste.
c) Intentar conquistar posiciones en Siria al objeto de
reforzar nuestra situación después de la victoria
en Cirenaica que se señala en el párrafo b).
539
Primer Ministro al ministro de Agricultura y al ministro de Es-
cocta, 30-V-41.
540
JUNIO
542
situación de bombardear los aeródromos de Creta y del Dodecaneso
durante las horas del día con la debida escolta de cazas. Tenemos
que adaptar los aparatos a las distancias que tienen que recorrerse.
Insisto en que, en estos momentos, en que gran parte de la aviación
alemana se traslada al Este, dejando a Francia en franca inferioridad,
es hora de que intentemos incursiones diurnas de bombardeo en
gran escala contra Alemania. Para esta finalidad, hay que prolongar
el radio de acción de nuestros cazas. Si no lo hacemos así, seremos
impotentes en el Oeste y vencidos en el Este.
543
Primer Ministro al Primer Ministro de Australia. 9-VIA1,
544
Primer Ministro al Lord Presidente. 14-VI-41.
548
Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Es-
tado Mayor, el Interventor, el Almirantazgo y otros interesados.
27-VI-41.
352
geródromo de Northolt, en la que se especifique cuánto personal
hay, en cuántas clase se divide, qué trabajos hace, qué armas tiene
y qué papel se le asigna en un plan de defensa. No podemos sen-
cillamente permitirnos el lujo de tener a casi medio millón de hom-
bres uniformados, con todo el prestigio que les otorga el pertene-
cer a las Reales Fuerzas Aéreas, sin realizar otra tarea que la de
los servicios que prestan a los pilotos, y consentir que su valor
potencial como combatientes sea absolutamente nulo.
554.
APENDICE C
9 de diciembre de 1940
538
P
seun ua Ánponr as alquuatrp ap seprp19d se] UY :YLON
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“SODINVLIMA VUYano Ja A SIALNVOYAN sanóna Na Syarauad Ha "IVASNIN OJHVIAAS
A ADIANAAV
APENDICE E
_Enero-junio de 1941
563
Cuando todos esos convoyes hayan arribado, su total ascenderá a
240.000 más 43.000, más 20.000, o sea, un total superior a
300.000, al que hay que añadir los 70.000 de Kenya y Aden. En
resumen, 370.000 hombres que reciben paga y consumen raciones,
De toda esa enorme fuerza, las únicas unidades combatientes iden.
tificadas son las siguientes :
6.* División Australiana.
Una División Neozelandesa, compuesta de dos brigadas,
4.* División India.
5.* División India.
16.* Brigada de Infantería,
2.* División Blindada.
7.* División Blindada (incompleta).
6. División Británica (incompleta).
Amén de éstas, las unidades combatientes que se hayan formado
con los 70.000 hombres del Kenya y Aden, es decir, dos brigadas
sudafricanas, dos brigadas del Africa Occidental y las fuerzas lo-
cales del Africa Oriental. Cabe confiar que a éstas se añadirán pron-
to: 4) el complemento de las unidades antedichas, y b) una sépti-
«ma división británica formada con los servicios aun no clasifica-
dos, y, de lo que resulte de hacer una selección en los servicios de
retaguardia:
la 7.* División Australiana
y una división de caballería mecanizada.
Todo esto ascenderá a unas diez divisiones, infantería, blinda-
dos y caballería, más, digamos, una división del Kenya: total, 11 di-
visiones. Aun así, ínfima cosecha para tan vasto campo.
565
de las líneas de comunicación por tierra y de esta manera ahorrarse
hombres y transportes.
Si capturamos Bengasi, debemos hacer de ella una base naval
y aérea poderosamente defendida. Los cañones, etc., cabría sacar.
los, si fuese necesario, tanto de Alejandría como de otros puertos
O puestos enclavados en las líneas de comunicación. En consecuen-
cia, en el transcurso de los dos meses venideros debería estar en si-
tuación de crear una fuerza estratégica de ataque (de la cual las
tropas para «Mandíbulas» constituirían un anticipo.) Confiamos
en que esta fuerza pueda en breve elevarse al equivalente de cua-
tro divisiones, aunque probablemente sería preferible la organiza-
ción en grupos de brigada. ;
5. El dispositivo aéreo debe acomodarse a lo expuesto más
arriba, sujetándose asimismo a los compromisos que hemos con-
traído con Grecia. El primer deber del comandante en jefe del Aire
en Oriente Medio consiste, ello no obstante, en seguir sosteniendo
la resistencia de Malta mediante una adecuada afluencia de refuer-
zos de aviación de caza. A finde que estas tareas puedan llevarse
a cabo, el «Furious» hará otro viaje con una tercera corisignación de
cuarenta Hurricanes.
6. Habría que preparar una fuerza expedicionaria de dos di-
visiones, más determinadas unidades y los Comandos una yez reor-
ganizados, para actuar en el Mediterráneo occidentai, ya sea en «Ín-
flujo» o «Yorker», para ayudar al general Wavell según aconsejen
las circunstancias. Ambos planes deben ser estudiados y perfeccio-
nados. «Yorker» es el más probable. Habría que designar un co-
mandante e intentar tener todo a punto para obrar después de 1.? de
marzo. Habrá que examinar e informar sobre la inclusión de esta
fuerza en ulteriores convoyes destinados a Oriente Medio.
566
se supone cifrado en 15.000 hombres de todas las armas. tenga
que componerse de 35.000 hombres, o sea, un exceso de 20.000.
Tal vez sería más sencillo tomar un cuerpo de tres divisiones, que
según nuestros cálculos exigiría 105.000 hombres, de los cuales
45.000 tan sólo serían incluídos en las unidades de campaña. Sír-
vase facilitarme una tabla demostrativa de cómo los 60.000 res-
tantes se reparten entre
a) tropa de cuerpo
b) tropa de ejército
c) transmisiones.
3. Sigo asimismo sin comprender la escala sobre cuya base se
calculan las tropas de transmisiones. Las tropas hoy acuarteladas
en la Gran Bretaña están situadas precisamente en el centro de su
base de aprovisionamiento, disponiendo de la red ferroviaria más
extensa del mundo. Disponen asimismo de innumerables carrete-
ras de primerísima clase, y en el caso de una invasión, los avances
que tendrían que hacer no sobrepasarían las setenta o cien millas
a lo sumo, aunque desde luego cabría la posibilidad de tener que
hacer un movimiento lateral mucho más extenso de sur a norte, o
viceversa. Tales condiciones no son comparables con las que impe-
raban en Francia, en donde, debido a haber nosotros mismos esco-
gido St. Nazaire como base nuestra, teníamos que mantener una
línea de comunicaciones de 500 millas de extensión. ¿Cuál es la
diferencia entre la proporción de tropas de transmisiones conteni-
das en las primeras diez divisiones mandadas a Francia hace exac-
tamente un año, y la que ahora usted propone para las tropas acan-
tonadas para la defensa de la Gran Bretaña?
4. El problema no se resolverá sin tener en cuenta lo que es
probable que suceda en los próximos doce meses. Desde luego, ten-
dremos que mantener no menos de quince divisiones británicas de-
trás de las playas para guardarnos de una invasión. Para el grueso
de estas quince divisiones debe bastar un reparto proporcional in-
ferior al de las Fuerzas Expedicionarias Británicas que estuvieron
en Francia. Las fuerzas de Oriente Medio, ahora que el Mediterráneo
está cerrado, sólo pueden agruparse a un ritmo lento, pero debe-
561
ríamos aceptar el supuesto de que en julio tendremos en el Delta,
o más arriba del Nilo, las siguientes divisiones: 4 australianas, 1
neozelandesa, [Link], 6 de las 8 de la India y 3 británticas,
o sus equivalentes en grupos de brigada. Además, habrá en Africa
las 4 divisiones coloniales africanas. Estas últimas, naturalmente,
no son divisiones en el sentido corriente de la palabra, es decir,
capaces de ser empleadas como unidades tácticas integrales en el
campo de batalla. En realidad, las guarniciones del Africa Oriental
y Occidental y del Sudán sólo exigen pequeños complementos de
artillería y tropas técnicas, mientras las transmisiones se equipan
con personal reclutado en el país. Comuníqueme qué escalado pro-
porcional se*propone usted dar a estas cuatro supuestas «divisio.
nes» sedentarias. ¿No es un error llamarlas divisiones?
5. Volviendo al ejército del Nilo, con sus dieciséis divisio.
nes, hay que observar que una vez se haya tomado Bengasi y se
la haya fortificado sólidamente con una fuerza de campaña, la
marcha de los acontecimientos en Egipto debería permitirnos con-
fiar el mantenimiento del orden interior a las divisiones indias, las
cuales estarán de hecho acantonadas en las cercanías de los posi-
bles focos de disturbios, y que no habrán de ir al frente como si se
tratara de una división británica al estilo de las que lucharon en
Flandes y Francia, y de las que hoy aguardan en Inglaterra. ¿Qué
proporción de transmisiones piensa usted adjudicar a estas divisio-
nes indias? ¿Cree usted necesario'organizarlas en cuerpos,y per-
trecharlas con el cupo europeo de artillería media y pesada, etc.?
6. Debemos señalar como objetivo primordial en ese teatro
de la guerra la entrada en línea del máximo contingente posible
de fuerzas del ejército del Nilo para luchar en socorro de Grecia o
Turquía, o ambas a la vez. ¿Cuántas divisiones, o su equivalencia,
confía usted en tener disponibles para el mes de julio en el sudeste
europeo? A mi modo de ver, deberíamos disponer de las siguientes
divisiones: 4 australianas, 1 neozelandesa, 1 de las dos sudafrica:
nas, las 3 británicas y 3 de las 6 de la India; en total, 12. Estas
tropas deberán estar equipadas con las mejores armas, porque €s
con los alemanes con quien tienen que enfrentarse. Por otra parte,
entrárán en acción sólo de un modo gradual; probablemente, 4 di
568
visiones a finales de marzo, y el resto a medida que los transportes
por mar y el equipo lo permitan. Por consiguiente, el problema es-
triba en procurarnos doce divisiones de primera calidad para en-
frentarlas a los alemanes, y otras divisiones de un escalado propor-
cional más reducido para hacer frente a desórdenes en Egipto O
hacerse cargo de los territorios italianos conquistados. Un escalado
proporcional muy inferior bastará para la llamada División Colo-
nial Africana. Espero que con este esbozo, que el Estado Mayor de-
bería estudiar con detenimiento, su problema queda planteado y ex-
puesto con mucha mayor claridad, o sea: 5 divisiones británicas
en esta isla, de máxima movilidad; 10 divisiones de movilidad
secundaria, que más tarde se ampliarán a 12, destinadas a Oriente
Medio para luchar contra los alemanes en Grecia o Turquía; 4 en
Egipto, Sudán, etc. y 4 de Coloniales Africanos sujetas a las con-
diciones locales. En resumen, tenemos 35 divisiones, que añadidas
a las 2 divisiones de la India, destinadas a Malasia, forman un total
de 37 a deducir del gran total de 58. Quedan, por tanto, 21 di-
visiones, de las cuales 9 son blindadas y el resto de infantería.
7. A este resto de 12 divisiones, ¿qué destino piensa dárseles?
Unas tienen que partir en breve plazo para el Africa Francesa del
Norte, o, alternativamente, tendrán que entrat en España. Ambas
cosas a la vez no puede ser. Estas dos divisiones entrarán en opera-
ciones divididas en 2 cuerpos de 3 divisiones cada uno, pero debido
a las exigencias del transporte marítimo, sólo podrán hacerlo gra-
dualmente. Si es que jamás llegan a entrar en acción, lo efectuarán
contra los alemanes. Por consiguiente, cualesquiera que sean los
proyectos, hay que fijar a estas divisiones un escalado proporcional
apropiado. Hay que observar, sin embargo, que ninguno de dichos
teatros de operaciones ofrece mucha oportunidad para el empleo
de la artillería pesada o siquiera de la de calibre mediano, y que
en el caso de tener que entrar en España, la guerra se transforma-
ría en guerra de guerrillas.
8. Las 6 divisiones restantes, no cabe esperar armarlas al com-
pleto por espacio de muchos meses, hacia finales de agosto, pero
si se estableciera para ellas el escalado proporcional apropiado para
569
luchar contra los alemanes fuera de la isla, podríamos estar satis.
fechos.
9. En el gran total de 58, están incluídas nueve divisiones
blindadas. ¿Qué distribución piensa dárseles? A primera vista, la
mejor me parece así: 4 en esta isla, 2 disponibles para Operacio-
nes anfibias en el oeste, y 3 para Oriente Medio o los Balcanes. Se
echa de ver que los servicios de retaguardia o de reparación de cual.
quiera de estas divisiones, de ser enviadas a ultramar, exigirían un
escalado proporcional mucho mayor que el que preside la organi-
zación de todos los grandes talleres de la Gran Bretaña.
10. Un desgaste mensual de 8.500 hombres no resulta excesi-
vo como previsión teórica. En la práctica, sin embargo, no parece
probable que, exceptuando una invasión, se Juche a una escala tan
elevada en los meses que se aproximan. Nuestros cálculos serían
más exactos si esta cifra mensual de 8.500 no empezara a ser con-
siderada como vigente hasta después del 1. de julio de 1941. De
esta manera salvaríamos (teóricamente), a 60.000 hombres.
11. El desgaste debido a causas distintas al combate en pri-
mera línea, que está calculado en 18.750 hombres por mes, o sea,
243.750 al año, me parece una cifra muy elevada, y cabe pregun-
tarse si habría modo de reducirla a medida que una mejor organi-
zación impere en la Gran Bretaña, y a medida que los mismos hom-
bres se acostumbren al servicio en filas. Me gustaría saber cuántos
de estos hombres dados de baja del ejército son inútiles para cual-
quier otra clase de trabajo en el esfuerzo de guerra. ¿Cuál es el
número de muertos por mes, el de incapacitados totales, el de aptos
para servicios auxiliares y el de aptos para trabajos en fábricas de
municiones? Yo desearía que al menos 10.000 por mes pudieran
ser aprovechados para cualquier otra forma de servicio. Este
es un extremo muy importante para el Ministerio de la Guerra, ya
que al fijar la demanda de potencial humano que hay que hacer
a la nación, el ejército debería anotarse en su favor el número de
hombres que, tras haber sido licenciados, son aptos para reintegrar
se al trabajo civil. Desde luego, esto no afecta al problema en sí,
salvo en lo: que concierne a la exposición del mismo. Con todo,
tiene su importancia,
570
12. Considero la A. D. G. B. como una fuente de futuras eco-
nomías como consecuencia de la adopción de nuevos métodos y de
nuestro creciente dominio del aire. Es asombroso el gran múmero
de hombres que necesita cada cañón. Habría que estudiar con dete-
nimiento la posibilidad de reducir dicho número en muchos luga-
res, reduciendo el escalado proporcional ahora vigente. Sólo un
pequeño porcentaje de ahorro bastaría para que equipáramos a
los nuevos cañones y reflectores que van entrando en acción, sin
apelar al potencial humano.
13. Supongo que de la expresión «batallunes de playa» no he
de inferir que ninguna unidad compuesta poz hombres jóvenes, en
plena forma física y eficientemente adiestrados, hayan de quedar
relegados a una función determinada. Es indispensable que se esta-
blezca un sistema continuo de turnos, mediante el cual todas las
brigadas presten servicio en las playas y vuelvan a las zonas de
reraguardia una tras otra.
14. En general, no considero excesiva una llamada a filas de
900.000 hombres hasta 1.2 de octubre de 1942, menos 60.000,
menos 150.000 (párrafos 10 y 11) =690.000. El sistema de adies-
tramiento debe seguir vigente; las bajas hay que reducirlas. Una
vez el ejército esté empeñado en grandes operaciones de guerra,
será natural incorporar a filas a fuertes contingentes, parte de los
cuales retiraríamos de la fabricación de municiones y de la defemsa
pasiva antiaérea. Lo que tengo mucho afán por mantener dentro de
límites estrictos es la demanda de hombres que sea menester hacer
en los próximos seis meses, en que las operaciones militares serán
mínimas.
15. Quedo pendiente de nuevas informaciones, pero, entre
tanto, lamentaría yer cómo 20 regimientos ordinarios, o 480 caño-
nes, hayan de sufrir una disminución en méritos de querer ahorrar
18.000 hombres, y que siete regimientos de campaña, o 168 ca-
ñiones, hayan de- correr igual suerte para el exiguo ahorro de
5.600 hombres. Es esencial reforzar la capacidad combativa del
ejército, y para ello es mejor afrontar algunos riesgos en el cálculo
571
teórico de las bajas, aún en el caso de que éstos fueran desmenti-
dos después por la realidad. Lo lamentable sería fracasar en
estos
momentos en producir el cupo adecuado de artillería.
6-J1-41.
Cuando en septiembre de 1939, el Gabinete aprobó la forma-
ción de un ejército de campaña de 55 divisiones, no fué previsto
que una división, con arreglo a la estructuración fijada por el Mi
nisterio de la Guerra, con sus cupos de cuerpo, tropa de cuerpo,
cuartel general y formaciones de transmisiones, exigiría 42.000
hombres cada una, con exclusión de los centros de adiestramiento,
guarniciones, depósitos o tropas no comprendidas en el ejército de
campaña. A la sazón se trabajaba, asimismo. sobre la hipótesis de
que el grueso de nuestro ejército se alinearía junto al ejército fran-
cés. en unas condiciones comparables a las de la” guerra anterior,
mientras ahora ha resultado que el grueso de nuestro ejército tiene
que estar en la metrópoli para defender a la isla contra cualquier
invasión. En tercer lugar, las restricciones hoy imperantes en ma:
teria de transportes marítimos imposibilitan el traslado y mante-
nimiento de grandes contingentes a ultramar, especialmente con
arreglo a los cupos que el Ministerio de la Guerra ha creído nece-
sario establecer.
2. De las 55 divisiones (hoy 57), 36 son británicas y 21 están
formadas por personal de ultramar. De las 36 divisiones británicas,
una está en Islandia y otra (la 6.*) se está formando en Egipto
junto con dos divisiones blindadas. Total de divisiones británicas
en ultramar ahora: 4.
3. Veinticinco divisiones británicas de infantería, más el equi-
valente de 7 divisiones blindadas, actualmenie en plena formación,
total, 32, van a ser incorporadas ahora al ejército de las Fuerzas
572
Metropolitanas. A razón de 19.500 hombres cada una, esas 25 di-
visiones británicas de infantería suman, en coniunto, 487.500,
mientras las 7 divisiones blindadas, a razón de 14.000 cada una,
suman 98.000; total: 575.000 hombres. Además de la organiza-
ción divisional, el comandante en jefe de las Fuerzas Metropoli-
tanas dispone de 10 brigadas independientes, incluyendo a las de
Guardas, 27 brigadas de playas y 14 batallones no adscritos a nin-
guna brigada, todos británicos. A un promedio de 3.500 hombres
por unidad, esas 42 brigadas, o sus equivalentes, suman aproxi-
madamente 150.000 hombres. En consecuencia, el número total
de británicos en las formaciones tácticas de la metrópoli asciende
a 735.500 hombres.
á. Actualmente hay en la metrópcli una fuerza de 1.800.000
soldados británicos. Si 735.500 de ellos pertenecen a las forma-
ciones antes indicadas, el resto, de 1.064.500, deben de pertenecer
o estar adscritos a cuerpo de tropa, cuarteles generales, defensa
antiaérea, centros de adiestramiento, depósitos, eic., así como en
concepto de parte de los servicios de retaguardia de las fuerzas de
ultramar.
5.: Son cabalmente esos 1.064.500 hombres la cantera de que
ha de ir viviendo el ejército. Con una prudente administración
económica, un-sagaz e ingenioso empleo del poter:cial humano, y
una oportuna modificación de los acantonamientos con arreglo a
los recursos, cabría introducir sensibles mejoras con vistas al incre-
mento del personal combatiente. Aparte de este capital inicial de
potencial humano, el ejército puede contar cada año con los que
cumplan los 18 y los 19 años, y sólo en el caso de sufrirse eleva-
disimas bajas, como consecuencia de tener empeñadas en combate
muchas divisiones simultánea y continuamente — cosa que, por
otra parte, es improbable, salvo si sobreviniera una invasión —-, po-
dríamos permitirnos efectuar nuevas substracciones del potencial
humano de la Gran Bretaña. En otras palabras, el ejército puede
confiaren que sus efectivos se mantendrán en su actual cifra de
unos dos millones de soldados británicos, cuya eficacia cabrá juz-
gar por el contingente de combatientes que de ellos salgan.
6. Al mismo tiempo, será conveniente planear un eventual
1573
aumento de las formaciones blindadas hasta un equivalente de
14 divisiones blindadas (o 15, si se materializa la división blindada
australiana), en las que cabría incluir a las brigadas tanquistas del
ejército. Ello exigiría la reducción de varias divisiones deinfan-
tería, en cuyo caso el ejército británico estaría compuesto de 14 di-
visiones blindadas, o su equivalencia, y unas 22 divisiones de infan-
rería. Los Ministerios de la Guerra y de Abastecimiento deberían
elaborar planes sobre estas bases.
7. Las 3 divisiones de Africa Oriental y la división de Africa
Occidental no habrían de organizarse en formaciones superiores a
brigadas, sino preferiblemente en grupos mióviles adaptados a las
misiones que habrán de serles encomendadas.
8. Nos será imposible mantener, desde la Gran Bretaña, nin-
gún gran contingente suplementario de nuestro ejército de Oriente
Medio, en razón de que estamos obligados a seguir la ruta de El
Cabo. Los contingentes destinados a imcrementat dicho ejército
deben provenir de la India, Australasia y Sudáfrica, y su municio-
namiento será atendido más adelante desde los Estados Unidos.
Tres o cuatro divisiones británicas más es lo máximo que podemos
esperar, expedir y mantener en aquel escenario de la guerra. Hemos
de considerar que el silencio del general Weygand nos ha relevado
de cualquier oferta de ayudarle con hasta seis divisiones, aunque,
desde luego, nada mos impediría obrar por iniciativa propia. Lo
máximo que cabe calcular como indispensable en el Oeste, es una
fuerza anfibia de ataque compuesta de ocho o diez divisiones, la
mayoría blindadas. Ni que decir tiene que por el momento no
cabe ni soñar con un avance en gran escala contra los ejércitos
alemanes en el continente de Europa.
9. Las consideraciones expuestas más arriba y el conjunto de
la situación privan al ejército de toda posibilidad de desempeñar
algún papel primordial en la derrota del enemigo, salvo en lo
tocante a un intento de invasión. La derrota del enernigo sólo cabe
asegurarla mediante el mantenimiento de un gran poderío naval
y, sobre todo, mediante la superioridad aérea. El ejército . puede
prestar valiosísimos e importantes Servicios en operaciones de orden
574
secundario en teatros de ultramar, y es con vistas a tales operacio-
nes cómo debe adaptarse su organización y su carácter.
10. Las reacciones a esta directriz relativamente a la acomo-
dación del personal, municiones, repuestos, etc.. han de estudiarse
exhaustivamente.
576
debe ser devuelta a su punto de origen) y a la policía armada de
raza blanca. :
7. El desarrollo y mantenimiento del ejército del Nilo que
opera en Cirenaica y en Siria, exigirán organización y talleres en
escala mucho mayor de la que hasta ahora ha disfrutado. No sola-
mente es menester ampliar la capacidad y la eficiencia de los talle-
res egipcios, sino que hay que crear nuevas bases, con adecuadas
facilidades portuarias, en Port Sudan y Massava, por ejemplo, y
acaso también en Asmara, que cuenta con excelentes edificios, y
también en Djibuti, cuando lo tomemos. Al mismo tiempo, el go-
bierno de la India, con nuestra ayuda activa, pondrá en vías de
ejecución un programa de incrementaciones del que cabrá esperar
al menos seis o siete divisiones pertrechadas, con capacidad para
operar dentro de poco.
8.- Por lo tanto, me propongo crear, baja la autoridad gene-
ral de usted, una organización dirigida por un oficial de alta gra-
duación que será designado «Intendente General del Ejército de
Oriente Medio». Este oficial estará asistido poz una amplia plan-
tilla de personal, a extraer en su mayoría de la plantilla adminis-
trativa actualmente bajo el mando de usted, y por numerosos ele-
mentos civiles. Su misión, como ya he insinuado antes, estribará
en aligerar a usted de muchos de los servicios que en la metrópoli
desempeñan los Ministerios de la Guerra y de Aprovisionamiento
respecto del general Brooke. Asimismo tendrá a su cargo la super-
visión y el control de los servicios administrativos de retaguardia,
incluso el personal militar no incorporado: a unidades tácticas ni
empleado en las zonas de combate.
9. Además de los treinta buques bajo bandera americana, el
presidente Roosevelt va a enviar otros cuarenta y cuatro barcos
que, entre otras cosas, llevan una nueva remesa de 200 tanques
ligeros, extraídos de la producción de los Estadus Unidos, así como
muchísimos otros pertrechos, de los cuales le procuraré una lista,
Me parece probable, y procuraré arreglarlo por que así sea, que una
gran parte de los suministros de su ejército le ilegarán directamente
de los Estados Unidos, tanto por la ruta oriental ccmo por la occi:
dental,
517
. 10. Con arreglo a lo dicho, van a salir para ésa el general
Haining y Mr. T. C. L. Westbrook, del Ministerio de Producción
Aeronáutica. El general Haining será nombrado Intendente Gene-
ral. El Ministerio de la Guerra va a comunicar telegráficamente a
usted las instrucciones separadas que han sido dadas al general.
A las órdenes de éste, Mr. Westbrook tendrá a su cargo las me-
joras de los puertos y vías de comunicación, así como la recepción,
mantenimiento y reparación de todos los vehículos blindados y
mecánicos. Le acompañará un cierto número de asesores en cues-
tiones especializadas, tales como transportes, reparación de puertos,
talleres. Mr. Westbrook trabajará de consuno con el mariscal del
Aire Dawson, que está encargado de las actividades afines entre
la R. A. F. y la aviación naval, al objeto de combinar los mutuos
recursos.
11. La obligación del general Haining será, en primer ¡ugar,
examinar las cosas sobre el terreno y discutir con usted la articu-
lación y la definición exacta de las directrices generales de la polí-
tica contenida en los párrafos anteriores, la cual debe ser tenida
como una decisión del gobierno de Su Majestad. Su informe habrá
de serme telegrafiado no más tarde de dos semanas después de la
llegada del general. Supongo que en esto no habrá desavenencias,
pero si hubieran de surgir puntos de disensión, yo los arreglaría
prontamente. Por lo demás, nunca permitiré que este plan pierda
un ápice de su fuerza y alcance en la aplicación detallada de que
ahora va a ser objeto.
12. Debido a la enorme masa y a la importancia de los su-
ministros americanos, y al hecho de que sin ellos no se puede hacer
en la guerra la escala necesaria en Oriente Medio, he solicitado al
presidente Roosevelt que autorice a su enviado en Londres, míster
Harriman, a trasladarse cuanto antes a Oriente Medio junto con
los demás componentes de la misión encabezada por él. Mr. Harri-
man disfruta de mi más absoluta confianza y está en íntimas rela-
ciones con el presidente y con Mr. Harry Hopkins. Nadie puede
hacer más por usted que él. Acompañarán a Mr. Harriman uno
o dos de sus asistentes, que aquí han dado pruebas de un gran ardor
y excelente aptitud. Sería desastroso que grandes acumulaciones de
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suministros americanos llegaran a su destino sin que se hubiese
atendido a su recepción con medidas eficientes ni se hubiese pla-
neado nada para el porvenir. Además, será menester que un número
considerable de ingenieros y mecánicos americanos se desplacen
ahí para el cuidado y reparación de sus aviones, tanques y vamio-
nes. Recomiendo a Mr. Harriman a su amabilidad. Mr. Harriman
informará a su gobierno y también a mí, en mi calidad de ministro
de Defensa.
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