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ALEMANIA ATACA A RUSIA. Winston S. Churchill

WINSTON S. CHURCHILL. Memorias. La Segunda Guerra Mundial. Volumen III: LA GRAN ALIANZA. Libro Primero: ALEMANIA ATACA A RUSIA. 434 Páginas. Año 1965

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ALEMANIA ATACA A RUSIA. Winston S. Churchill

WINSTON S. CHURCHILL. Memorias. La Segunda Guerra Mundial. Volumen III: LA GRAN ALIANZA. Libro Primero: ALEMANIA ATACA A RUSIA. 434 Páginas. Año 1965

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y Pa |

CHU RCHILL

“LA SEGUNDA.
CUERRA MUNDIAL
ALFMANIA ATACAA RUSIA
LA SEGUNDA
GUERRA MUNDIAL
SIR WINSTON S. CHURCHILL

MEMORIAS

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

na
GRAN ALIANZA

PLAZAS JANES S.A. EDITORES


BUENOS AIRES — BARCELONA — MEXICO D. F. — BOGOTA — RIO DE JANEIRU
SIR WINSTON S. CHURCHILL

MEMORIAS
LA SEGUNDA
GUERRA MUNDIAL
III. LA GRAN ALIANZA
1. ALEMANIA ATACA A RUSIA

EDICIONES ORBIS, S. A.
'ond World War (1948-1954)
The grand alliance
1 Germany drives East

nuel Bosch Barrett y Luis Palazón


Esta decisiva obra histórica sobre la Segunda Guerra Mundial, escrita
por uno de los principales protagonistas de aquel trágico conflicto, fue
publicada originalmente en inglés con el título de The Second World
War (La Segunda Guerra Mundial). Sin embargo, debido precisamente a
ese protagonismo de su autor y al conocimiento directo que éste tuvo de
la guerra, a menudo se la conoce también con el título de las Memorias
de Churchill.
La obra se compone de seis partes, cada una de las cuales tiene su
propio título. Y cada una de las seis se divide, a su vez, en dos libros, lo
que supone un total de doce libros. Esta colección incluirá los doce
libros de la obra, dado su carácter unitario y su gran interés (sólo se han
suprimido los apéndices, que alargarían excesivamente la publicación).
Para una mejor comprensión de la estructura de la obra, y para tener
una visión global de la misma, se puede consultar el siguiente esquema,
que incluye los títulos de las seis partes y los subtítulos de los doce
libros. En la columna de la derecha figura además la numeración secun-
daria que tendrán en el lomo los doce volúmenes en los que la obra
aparecerá dividida en esta colección.

Parte primera: Cómo se fraquó la tormenta


Libro 1. De querra Aa QUEMA —conocicioccconocacococnnnnnnnonos Volumen I
Libro 2.*: La guerra crepuscular —.ooocciciccccnnconinonnonno Volumen Il

Parte segunda: Su hora mejor


Libro 1.*: La caída de Francia ..ocmcninnnnnnicinimm. Volumen IM
EIDTO:2.5SOÍOS: viii ls Volumen IV

Parte tercera: La gran alianza


Libro 1.*: Alemania ataca a RUSIA conocio... Volumen V
Libro 2.”: La guerra llega a América Volumen VI

Parte cuarta: El qozne del destino


Libro 1.”: La embestida japonesa -.ococioicinincnoc... Volumen VII
Libro 2.*: Africa redimida .ococccnncnnccccncconcco... Volumen VUI

Parte quinta: El anillo se cierra


Libro 1.*: Italia, ganada oomccionnicininn..... «-. Volumen 1X
Libro 2.” La suprema aventura Volumen X

Parte sexta: Triunfo y tragedia


Libro 1.*: La marea de la victoria coco... Volumen XI
Libro 2.*: El telón de acerO ooo... Volumen XII
Parte quinta: El anillo se cierra
Libro 1. Italia, ganada. .........[Link].o..-- Volumen IX
Libro 2.0: La suprema aventura ........... o... <-. Volumen X

Parte sexta: Triunfo y tragedia


Libro 1.*: La marea de la victoria ana Volumen XI
Libro 2.-: El telón de acero A a . Volumen
oa aocoaco. XII
PREFACIO
Este volumen, como los demás, sólo pretende ser una
aportación a la historia de la Segunda Guerra Mundial. La
narración es hecha desde el punto de vista del Primer Minis-
tro británico, con especial responsabilidad como ministro de
la Defensa para los asuntos militares. Como éstos vinieron
directamente a parar a mis manos, las operaciones británi-
cas son narradas con cierto alcance y en todo detalle. Al
propio tiempo, sería imposible narrar las luchas de nuestros
aliados de otra manera que como telón de fondo. Para ren-
dirles plena justicia, hay que dejar aquéllas en manos de sus
historiadores o esperar ulteriores o más generales informes
británicos. Aun reconociendo la imposibilidad de conservar
las proporciones, he tratado de colocar a nuestra historia en
su debido lugar.
El hilo central de mi relato lo forman también esta vez la
serie de mis directrices, telegramas y minutas relativos a la
dirección cotidiana de la guerra y los asuntos británicos. To-
dos ellos son documentos originales redactados por mí a
medida que se iba desarrollando la guerra. Constituyen, por
lo tanto, un auténtico archivo y dan, creo yo, una impresión
de lo ocurrido y de las apariencias con que se revistió, mu-
cho mejor que cualquier relato que yo pudiera escribir aho-
ra, cuando ya se sabe cómo acabó todo. Si bien contienen
opiniones y predicciones que después no se realizaron, es
por ellos en conjunto como quisiera que fuese juzgada mi
"intervención en el conflicto. Sólo de esa manera podrá el
lector comprender los problemas con los cuales teníamos

13
que enfrentarnos tal como los definían los datos que tenía-
mos en nuestra posesión.
El espacio ño permitiría, ni tengo, además, en muchos
casos el derecho de insertar aquí las respuestas, que to-
maron muchas veces la forma de extensas memorias
departamentales. He tratado, por consiguiente, de evitar
con cuidado, hasta donde me ha sido posible, arrojar
censura alguna sobre nadie. Donde ha sido dable, he in-
tentado dar un sumario de mis respuestas a los telegramas.
En conjunto, sin embargo, los documentos impresos refie-
ren lo ocurrido.
En este volumen volvemos a tratar de la guerra en gran
escala; y la lucha del frente ruso absorbió a tantas divi-
siones por ambos bandos como las que tomaron parte en
la batalla de Francia. A lo largo de un frente muchísimo
más extenso que aquél, grandes masas se enfrentaban,
lanzándose a una carnicería sin parangón en ningún otro
teatro bélico. Por mi parte, debo limitarme a emplear la
lucha entre los ejércitos alemanes y rusos sólo como telón
de fondo de las acciones de guerra de la Gran Bretaña y
los aliados occidentales.
La resistencia rusa de 1941 y 1942 merece un estudio a
fondo y desapasionado en los anales de nuestra literatura
histórica. Aunque no llegue a facilitarse ocasión a los ex-
tranjeros para narrar los sufrimientos y la gloria de Rusia,
no por ello debe renunciarse al intento. Ni éste debe dejarse
desarmar por el hecho de que el gobierno soviético se haya
adjudicado para sí todo el honor de la victoria.
La invasión hitleriana de Rusia puso fin al período de casi
un año de duración, en el curso del cual la Gran Bretaña y
su Imperio se sostuvieron solos, sin desmayos, adquiriendo
cada día mayor fortaleza. Seis meses después, los Estados
Unidos, brutalmente agredidos por el Japón, se convirtieron
en nuestros aliados en todo y por todo. El terreno para una
acción unificada lo había preparado ya de antemano mi co-
rrespondencia con el presidente Roosevelt, y fue posible pre-

14
ver no solamente la forma de nuestras operaciones sino
hasta su secuencia. La efectiva coordinación de todo el
mundo de habla inglesa en la prosecución de la guerra y la
creación de la Gran Alianza, forman la conclusión de esta
parte de mi relato.
| WINSTON S. CHURCHILL
Chartwell, 1 de enero de 1950.
Debo repetir las gracias por la ayuda recibida de aquellos que me pres-
taron ya su colaboración en el volumen anterior, a saber: teniente general
sir Henry Pownall, comodoro G. R. G. Allen, coronel F. W. Deakin, sir
Edward Marsh, Mr. Denis Kelly y Mr. C. C. Wood. Tengo que dar las gra-
cias también a muchos otros que han leído estas páginas y han hecho co-
mentarios sobre ellas.
Lord Ismay ha seguido aportándome su ayuda, lo mismo que muchos
otros amigos míos.
Testimonio aquí mi agradecimiento al gobierno de Su Majestad por ha-
berme autorizado a reproducir aquí el texto de ciertos documentos oficia-
les, cuyos derechos pertenecen a la Corona, según consta legalmente en
la Oficina de Impresos de Su Majestad. A petición del gobierno de Su Ma-
jestad y por razones de seguridad he parafraseado algunos de los telegra-
mas publicados en este volumen. Estos cambios no han alterado en lo
más mínimo el sentido ni la sustancia de dichos telegramas.
MORALEJA DE ESTA OBRA

En la Derrota, Altivez
En la Guerra, Resolución
En la Victoria, Magnanimidad
En la Paz, Buena Voluntad
TEMA DE ESTE VOLUMEN

Cómo el pueblo británico


luchó, sin más ayuda
que sus privaciones,
hasta
que la Rusia Soviética
y los Estados Unidos
fueron arrastrados al conflicto
LIBRO PRIMERO

ALEMANIA ATACA A RUSIA


CAPÍTULO PRIMERO
EL DESIERTO Y LOS BALCANES
El cariz de los acontecimientos en 1941. — Unos cimientos seguros. — El
gozne de la guerra. — Falso amanecer en el desierto. — Mi apreciación
de 6 de enero. — Un flanco firme en Bengasi. — La campaña de Abisi-
nia. — El enigma de España. — Las nebulosidades de Vichy. — Amenaza
de una fuerza aérea alemana en Sicilia. — Crece el peligro en los Balca-
nes. — Necesidad de ayudar a Grecia. — Nuestra principal tarea. — Las
ideas de Año Nuevo de Hitler. — Su carta a Mussolini del 31 de diciem-
bre de 1940. — Coincidencia de nuestros puntos de vista sobre España.
— Conclusiones de Hitler respecto a Rusia y África. — Afanes de
Mr. Eden. — Necesidad de limitar nuestro avance por el desierto. — El
telegrama del general Smuts del 8 de enero. — Instrucciones al general
Wavell del 10 de enero. — Wavell se va a Atenas. — Mi telegrama a
Wavell del 26 de enero. — Mi respuesta al general Smuts el 12 de enero.

Volviendo incesante la mirada hacia el tumulto de la querra, no puedo


recordar ningún otro período en que la tensión y el arranque de tantos
problemas a la vez o en rápida sucesión me afectasen tan directamente a
mí o mis colegas como durante la primera mitad de 1941. La magnitud
de los acontecimientos aumentaba cada año; pero las decisiones requerj-
das no eran más difíciles. Grandes desastres' militares se abatieron sobre
nosotros en 1942, pero a la sazón ya no estábamos solos y nuestra suerte
estaba ligada a la de la Gran Alianza. Ninguna parte de nuestros proble-
mas de 1941 podía resolverse sin relación con todo lo demás. Lo que se
llevaba a un teatro de la guerra había que sacarlo de otro. Un esfuerzo
aquí representaba un riesgo allá. Nuestros recursos físicos eran sumamen-
te limitados. Había más de una docena de potencias cuya actitud amisto-
sa, oportunista, o potencialmente hostil, no cabía prever. En la metrópoli
teníamos que enfrentarnos con los submarinos, la amenaza de invasión y
el persistente Blitz; teníamos que. llevar adelante un grupo de campañas
en el Próximo Oriente, y, en tercer lugar, tratar de establecer un frente
contra Alemania en los Balcanes. Y todo esto teníamos que hacerlo solos
todavía por mucho tiempo. Después de pasar el Niágara, teníamos que
luchar contra los remolinos. Una de las dificultades de esta narración es la
desproporción existente entre nuestro esfuerzo aislado por mantener la
cabeza fuera del agua día tras día y cumplir con nuestro deber, y el impla-
cable desarrollo de vastísimos acontecimientos.

25
Teníamos en todo caso unos firmísimos cimientos en la Gran Bretaña.
Yo estaba seguro de que con tal de que mantuviésemos el máximo estado
de preparación en el país, así como las fuerzas necesarias, una tentativa de
invasión alemana durante el año 41 no acabaría en derrota para nosotros.
La fuerza aérea alemana en todos los frentes era poco mayor que en 1940,
mientras la nuestra había aumentado de cincuenta y una a setenta y ocho
escuadrillas, y nuestros bombarderos de veintisiete a cuarenta y cinco es-
cuadrillas. Los alemanes no habían ganado la batalla del aire en 1940. Pa-
recían tener muy pocas probabilidades de ganarla en 1941. Nuestro ejército
metropolitano había aumentado considerablemente. Entre septiembre de
1940 y septiembre de 1941, de veintiséis divisiones activas aumentó hasta
treinta y cuatro, más cinco divisiones blindadas. A esto hay que añadir la
madurez de las tropas y el enorme aumento de los armamentos. La Guar-
dia Metropolitana había ascendido de un millón a un millón y medio de
hombres; y ahora todos tenían armas de fuego. El número, la movilidad, el
equipo, la instrucción, la organización y las obras de defensa habían mejo-
rado extraordinariamente. Hitler, desde luego, tenía una superabundancia
de soldados para la invasión. Para conquistarnos hubiera tenido que trans-
portar y pertrechar a través del canal a un millón de hombres cuando me-
nos. Es posible que por 1941 tuviese ya una gran cantidad, aunque insufi-
ciente, de lanchas de desembarco. Pero con nuestra preponderante avia-
ción y nuestro poderío naval, dándonos el dominio de ambos elementos, no
nos cabía la menor duda de nuestra capacidad para destruir o diezmar con-
siderablemente su flota. Todos los argumentos, por lo tanto, en que nos
habíamos apoyado en 1940 eran ahora incomparablemente más fuertes.
Mientras no se descuidara la vigilancia ni se produjeran serias reducciones
en nuestras defensas, el Gabinete de Guerra y los jefes de Estado Mayor no
experimentaban la menor ansiedad.
* Aunque nuestros amigos americanos, algunos de cuyos generales nos
visitaron, adoptaban el punto de vista más alarmista ante nuestra situa-
ción, y el mundo en general consideraba la invasión de Inglaterra como
probable, nosotros nos creíamos en libertad de mandar allende los mares
todas las tropas que podían transportar los barcos de que disponíamos,
así como mantener una guerra ofensiva en el Próximo Oriente y en el
Mediterráneo. Éste era el gozne sobre el que giró nuestra victoria final, y
fue en 1941 cuando tuvieron lugar los primeros acontecimientos más sig-
nificativos. En la guerra, los ejércitos tienen que luchar. Africa era el único
continente en el cual podíamos enfrentarnos por tierra con nuestros ene-
migos. La defensa de Egipto y de Malta eran para nosotros deberes con-
minatorios, y la destrucción del imperio italiano el primer trofeo que
podíamos ganar. La resistencia británica en el Próximo Oriente a las
triunfantes fuerzas del Eje y nuestra tentativa de alinear a los Balcanes y
a Turquía contra aquéllas forman el tema y la trama de nuestra historia.

Las victorias del desierto alegraron los primeros días del año. Bardia se
rindió el 5 de enero con más de cuarenta mil hombres. Tobruk parecía

26
encontrarse a nuestro alcance y efectivamente fue tomado, con cerca de
treinta mil prisioneros, en una quincena. El 19 reocupamos Kassala, en el
Sudán, y el 20 invadíamos la colonia italiana de Eritrea, apoderándonos
de la cabeza de ferrocarril de Biscia pocos días después. Este mismo día el
emperador Haile Selasie entró de nuevo en Abisinia. Pero, entre tanto,
se acumulaban los informes sobre los movimientos y preparativos alema-
nes para una campaña en los Balcanes. Establecí para los jefes de Estado
Mayor una apreciación de la guerra en conjunto, a cuyos términos dieron
todos su conformidad.

Primer Ministro al general Ismay,


para el Comité de jefes de Estado Mayor. 6-1-41

1. La rápida destrucción de las fuerzas armadas italianas en ei Nordeste


de Africa debe ser nuestro principai objetivo durante los primeros meses de
1941. Una vez destruido el ejército italiano de Cirenaica, ias fuerzas del Nilo
quedan disponibies para otros objetivos. De momento no podemos decir
cuáles serán.
2. La caída de Bardia debería procurarnos una base avanzada para la
toma de Tobruk. Con Bardia y Tobruk en nuestras manos debería ser posi-
bie cesar casi por completo en las comunicaciones terrestres con Alejandría
y confiar ai transporte por mar nuestro uiterior avance hacia occidente.
Todo pian debe establecerse a partir de ahora empieando Tobruk hasta su
máxima capacidad.
3. Las fuerzas de choque que habrá que mantener al oeste de Bardia no
es menester que sean considerables. Las 2.2 y 7.2 Divisiones blindadas britá-
nicas, la 62 División australiana, el grupo brigada neozelandés, que pronto
será elevado a división, y acaso una o dos brigadas inglesas, comprendiendo
no más de 40.000 a 45.000 hombres, deben bastar para dominar la restante
resistencia italiana y tomar Bengasi. La distancia de Tobruk a Bengasi por
la ruta dei litoral no excede mucho de 250 millas, comparada con unas 370
de Tobruk a Aiejandría. Así, una vez estabiecido Tobruk corno base de par-
tida para nuestras comunicaciones terrestres, no hará falta imponer mayo-
res esfuerzos que los que ahora pesan sobre los transportes por tierra, y
será posible partir de Tobruk como si Tobruk fuese Alejandría, y mantener
las moderadas pero adecuadas fuerzas de choque necesarias. Con la toma
de Bengasi terminará esta fase de ia campaña de Libia.
4. La cuestión es ésta: ¿Cuánto tiempo será menester? Teniendo en
cuenta las considerabilísimas pérdidas italianas en tropas escogidas, vehícu-
los y armamentos, y el hecho de que tengamos el dominio dei mar, el colap-
so de Cirenaica podría ser rapidísimo. Todo puede ocurrir en un momento,
La necesidad de damos prisa es obvia. Sin embargo, para nuestra estrategia
general bastaría que Bengasi y todo el este de ella estuviese de
una manera
efectiva en nuestro poder y ocupado como base militar y naval por todo
ei
mes de marzo.
5. Por consiguiente, no hace falta que las mencionadas operacion
es de
Libia afecten de modo alguno el simultáneo progreso de la campaña
contra
los italianos en Abisinia. El general Wavell ha retirado ya la 42 División
in-
dia. La 5 División india también está disponible y debería ser factibie
llevar
a cabo la operación de Kassala y sembrar la rebelión en Abisinia, mientras
simultáneamente las fuerzas de Kenya avanzan hacia el norte en dirección

27
al Lago Rodolfo. En cualquier momento podemos recibir peticiones de ar-
misticio por parte de la guarnición italiana copada en Abisinia. Este ejército
debe haber sido engolosinado con esperanzas de una conquista italiana del
delta y del Canal, mediante la cual se podrían restablecer las comunicacio-
nes y el envío de suministros por el Nilo y el mar Rojo. Estas esperanzas
están ya desvanecidas. Por otra parte, la vasta extensión de Abisinia, ia falta
de comunicaciones, especialmente marítimas, y la imposibilidad de alimen-
tar grandes fuerzas, pueden ser causa de una demora indefinida. No es, sin
embargo, Una esperanza descabellada pensar que hacia finales de abri el
ejército italiano se habrá rendido o habrá sido aniquilado.
6. En el momento en que esto sea evidente, será factible el avance hacia
el norte de todas las fuerzas efectivas de Kenya, así como las dei Sudán y
de Abisinia. A partir de ese momento, estas fuerzas constituirán una reserva
disponible para las operaciones del Mediterráneo oriental. Si calculamos las
actuales fuerzas de los ejércitos del Próximo Oriente en unos 370.000 hom:
bres (incluyendo los convoyes W. S. 5 y 6), es razonable esperar que en ei
valle del Nilo se sitúe ei equivalente de diez divisiones, junto con otras divi-
siones procedentes de Ingiaterra, formando un totai de doce, después de
proveer a las necesarias guarniciones de seguridad para Abisinia, Cirenai:
ca, Egipto y Palestina. Estas doce divisiones estarán, por consiguiente, libres
(aparte nuevas distracciones) hacia finales de abril.

7. Invadir y abrirse paso a través de España en dirección ai estrecho de


Gibraltar contra la voluntad del pueblo español y su gobierno, especialmen-
te durante esta época del año, es una empresa sumamente peligrosa y du-
dosa para Alemania y no es de extrañar que Hitler, con tan hoscos pueblos
que mantener en orden, haya vacilado en hacerlo. Con la autorización dei
gobierno español hubiera desde luego sido tarea fácil para los alemanes
apoderarse de Lisboa y de las baterías de Ceuta y Algeciras, así como de sus
aeródromos. Según el capitán Hiligarth (nuestro agregado naval en Ma-
drid), que ha vivido mucho tiempo en España y está en íntimo contacto con
nuestro Embajador, es cada vez más improbable que ei gobierno español dé
paso a Hitier o entre en la guerra contra nosotros. Las victorias del general
Wavell en Libia han desempeñado y seguirán desempeñando un papel muy
importante en la opinión española. Si se les niega el permiso, no es proba-
ble que los alemanes traten de abrirse paso a la fuerza antes del mes de
abril. Bajo todos conceptos, esta demora tiene que favorecernos. Tenemos
la libre disposición de Gibraltar; tenemos tiempo de que nuestras fuerzas en
el Próximo Oriente lleven a cabo su cometido y queden nuevamente libres;
por encima de todo, hay la posibilidad de que los acontecimientos tomen un
cariz favorable en Francia y en Vichy.
8. Sin embargo, ahora debemos tener sumo cuidado en no precipitar las
cosas en España y no indisponer al gobierno español contra nosotros más
de lo que lo está, o provocar a Hitler a usar de la violencia contra España.
Todos estos puntos son altamente aleatorios. Es imposible basar ninguna
certidumbre sobre los mismos. Pero el hecho de que Hitler no haya actuado
contra España como temíamos, cuando las condiciones, tanto políticas
como climáticas, le eran altamente favorables, hace razonable la suposición
de que toda aventura alemana contra España tendrá que aguardar hasta la
primavera.

28
a, dan vida
9. Las probabilidades de demora en España hasta la primaver
esperanz a de que el gobierno de Vichy, bajo la presión o una eventual
a la
al ge-
invasión alemana, pueda, o trasladarse al norte de África, o autorizar
de que el
neral Weygand a hacerlo. Si tal acontecimiento se produjese antes
estrecho de Gibraltar caiga en manos alemanas, tendremos grandes proba-
bilidades de resistir indefinidamente a una tentativa alemana contra elestre-
;
cho. Podríamos trasladar tropas a Marruecos por los puertos del Atlántico
del
tendríamos la disponibilidad de las bases aéreas francesas de Africa
revolu-
Norte. Toda la situación del Mediterráneo quedaría completamente
en
cionada en nuestro favor. La situación de las restantes tropas italianas
Trípoli se haría insostenible. Podríamos abrir el Mediterráneo para el avitua-
llamiento y refuerzo del Próximo Oriente. .
al mariscal
10. Por consiguiente, hemos considerado oportuno asegurar
Pétain y al general Weygand que les ayudaríamos con seis divisiones, im-
en
portantes fuerzas aéreas y las fuerzas navales necesarias, en el momento
vehemente-
que se consideren en situación de poder dar el paso que tan
mente deseamos. Les hemos hecho ver también el peligro de demorar esta
acción hasta que los alemanes se hayan abierto paso a través de España y
se hayan hecho dueños del estrecho y del norte de Marruecos. Sólo nos
queda esperar y ver qué hace Vichy. Entre tanto, reforzamos el bloqueo de
Francia eficazmente y tal como lo sugiere la conveniencia naval, en parte
por cuestión de principio, en parte para procurar una «cortina de humo» de
fricción anglofrancesa, pero especialmente para que el gobierno de Vichy
no se figure que si no hace nada, la vida será tolerable para ellos en lo que
a nosotros concierne. Es nuestro mayor interés que los acontecimientos se
desarrollen rápidamente en Francia. Es de presumir que Hitler se da cuenta
de esto. Sin embargo, todas las probabilidades indican que el clímax francés
se desarrollará antes de que ocurra nada decisivo en España.

IV
11. Debemos estar esperando en todo momento que Hitler no tarde en
descargar algún fuerte golpe, y que ahora ya está haciendo los preparativos
en gran escala con la habitual meticulosidad alemana. Puede desde luego
descender fácilmente por Italia y establecer sus fuerzas aéreas en Sicilia.
Acaso sea lo que esté haciendo ya.
Se ruega a los jefes de Estado Mayor que apresuren su estudio del «Influ-
jo» [plan de ocupación de Sicilia], que seguramente requerirá tratamiento
de prioridad. No cabe prever, sin embargo, cómo «Influjo» puede lograr
prioridad sobre las operaciones de Libia; en todo caso, pase lo que pase, no
se le debe conceder tal carácter hasta que Tobruk haya sido tomado y se
haya establecido en él, si no más al oeste, una buena base avanzada para
proteger Egipto.

V
12. Todo lo antedicho demuestra que nada convendría mejor a nuestros
intereses que cualquier avance alemán en los Balcanes fuese demorado
hasta la primavera. Por esta misma razón es de temer que comience antes.
Las hazañas del ejército griego nos han sido de gran ayuda. Se han expre-
sado con generosidad sobre la excesivamente modesta ayuda aérea, que ha
sido cuanto hemos podido hacer por ellos. Pero si sus éxitos van seguidos
de una derrota o un paro en las operaciones, es de creer que nos pedirán

29
nueva ayuda. La única ayuda rápida que les podemos prestar consiste en
otras cuatro o cinco escuadrillas del Oriente Medio, quizá algunos regi-
mientos de artillería y algunos o todos los tanques de la Segunda División
blindada, recién llegada a Egipto y estacionada alli. -
El «Furious» ha arribado a Takoradi, y cuarenta Hurricanes se sumarán
pronto a las fuerzas del mariscal del Aire Longmore, aumentándolos hasta
más de cien Hurricanes. Sus pérdidas en la ofensiva han sido sorprendente
mente bajas. Su gesto al retirar escuadrillas de Aden y Sudán ha sido vindi-
cado. Tobruk puede caer en breve en nuestras manos, y parece que des-
pués será menester pensar en reforzar la ayuda aérea a Grecia. Esto debería
incluir escuadrillas de Hurricanes. ¿Han sido alargados y adaptados a ellos
los aeródromos de Grecia? ¿Ha sido acondicionado el campo de Creta para
su aterrizaje de escala? La necesidad, cuando se presente, puede ser muy
urgente. Todo debe ponerse en marcha ahora mismo. Tenemos que saber
también cuánto tiempo hará falta para trasladar la Segunda División blinda-
da al Pireo y qué cifras significa esta operación.
13. Todo parece indicar que un fracaso de Grecia en la toma de Valona
tendrá graves consecuencias. Es posible que el general Wavell, sin más fuer-
zas que las que emplea ahora en el desierto occidental, y pese a alguna re-
ducción de sus fuerzas aéreas, pueda conquistar la provincia de Cirenaica y
establecerse en Bengasi; pero no sería conveniente que por ocupar Bengasi
los griegos perdiesen la ocasión de tomar Valona, dejándoles así desalenta-
dos y enojados, y quién sabe si dispuestos a una paz separada con ltalia.
Hay que arrostrar, por consiguiente, la perspectiva de que después de To-
bruk el avance de las fuerzas del Nilo hacia el oeste puede verse seriamente
obstruido. Yo veo claramente que el apoyo a Grecia debe tener prioridad en
cuanto se haya asegurado el flanco occidental de Egipto.

VI
14. La actitud de Yugoslavia puede quedar netamente definida según la
ayuda que prestemos a los griegos y la suerte de éstos ante Valona. Aun
cuando es imposible dogmatizar, sería más natural que los alemanes avan-
zasen por Rumania hacia el mar Negro y, siguiendo a través de su antigua
aliada Bulgaria, hacer presión sobre Salónica, que no que se abrieran paso
a través de Yugoslavia. Muchos movimientos de tropas y muchos más ru-
mores parecerían indicarlo así. Evidentemente hay un gran incremento de
fuerzas alemanas y una mejora de las comunicaciones con el sudeste. Debe-
mos obrar, pues, de forma de asegurar que si Alemania penetra en Bulga-
ría, Turquía entrará en la guerra. Si Yugoslavia se mantiene firme y no es
molestada, si los griegos toman Valona y se' mantienen en Albania, si Tur-
quía se convierte en un aliado activo, la actitud de Rusia puede verse favo-
rablemente afectada. Cualquiera puede ver cuán odioso, y desde luego
peligroso, tiene que ser para Rusia un avance alemán hacia el mar Negro o
el Egeo a través de Bulgaria. Sólo el miedo mantendrá a Rusia fuera de la
querra, y acaso un fuerte frente aliado en los Balcanes, con el creciente
prestigio de las armas británicas, puede aminorar este temor. Pero no debe-
mos contar con ello.

Vil
15. Finalmente, pero dominando todo nuestro esfuerzo de guerra, hay la
amenaza de invasión, la guerra aérea y sus efectos en la producción, y
la gravosa presión sobre nuestros puertos occidentales y nuestras comuni-
caciones con el noroeste. No cabe la menor duda de que la necesidad para
Herr Hitler de matar de hambre o aplastar a Inglaterra es más fuerte. que
nunca. Ni una gran campaña en el este de Europa, ni la derrota de Rusia, ni
la conquista de Ucrania, ni un salto del mar Negro al mar Caspio pueden,
ni juntos ni por separado, procurarle una paz victoriosa mientras el poderío
aéreo de la Gran Bretaña siga creciendo y tenga que vigilar un continente
entero de pueblos hambrientos y descontentos. Por consiguiente, la tarea de
impedir la invasión, de alimentar la isla y de acelerar nuestra producción de
armamentos no debe en ningún caso verse pospuesta por otro objetivo
cualquiera.

También Hitler tiene sus sueños de Año Nuevo y es interesante compa-


rar su carta a Mussolini, escrita una semana antes, con mis puntos de vís-
ta. La coincidencia respecto a la actitud del general Franco y España es
evidente.

31-XII-40
Duce:
.-«Al examinar la situación general he llegado a las siguientes conclu-
siones.
1. La guerra en el oeste está prácticamente ganada. Es necesario, sin
embargo, un violento esfuerzo final para aplastar a Inglaterra. A fin de
determinar la manera de reaiizarlo, debernos pesar los factores que separan
todavía a Inglaterra del derrumbamiento completo después que la intensifi-
cación de nuestras ofensivas aéreas y submarinas haya surtido su efecto,
En esta batalla, y una vez hayamos alcanzado las primeras fases del éxi-
to, serán necesarias importantes medidas políticas a fin de preparar el asalto
final a las islas británicas. La concentración de estas fuerzas, y particular-
mente los enormes depósitos de suministros, requerirán una defensa antiaé-
rea muy superior a nuestros cálculos originales.
2. Francia. El gobierno francés ha destituido a Laval. Las razones oficia-
les que me han sido comunicadas, son falsas. No me cabe la menor duda de
que la verdadera razón es que, desde el África del Norte, el general Wey-
gand está haciendo demandas que equivalen a un chantaje, y que el gobier-
no de Vichy no se encuentra en situación de reaccionar sin arriesgarse a
perder Africa del Norte. Asimismo considero probable que en Vichy existe
una capillita que aprueba la política de Weygand, al menos tácitamente. No
creo que Pétain personalmente sea desleal. Pero no se sabe nunca. Todo
esto requiere estrecha vigilancia y un cuidadoso estudio de los aconteci-
mientos.
3. España. Profundamente turbada por la situación, que Franco conside-
ra ha empeorado, España se niega a colaborar con las potencias del Eje.
Temo que Franco está a punto de cometer el peor error de su vida. Consi-
dero que su idea de recibir de las democrácias materias primas y trigo
como recompensa a su abstención de entrar en el conflicto, es en extremo
inocente. Las democracias le mantendrán en continua espera hasta que
haya consumido el último grano de trigo y después desencadenarán la
lucha contra él.
Yo deploro todo esto, porque por nuestra parte habíamos completado
nuestros preparativos para cruzar la frontera española el 10 de enero y ata-

31
car Gibraltar a principlos de febrero. Creo que la victoria hubiese sido relativa-
mente rápida. Las tropas designadas para esta operación habían sido especial-
mente escogidas e instruidas. En el momento en que el estrecho de Gibraltar
caiga en nuestras manos, el peligro de un cambio de frente francés en el norte
de África y en África occidental queda definitivamente eliminado.
Me apena, por consiguiente, esta actitud de Franco, tan poco en concor-
dancia con la ayuda que nosotros, usted, Duce y yo, le prestamos cuando él
se encontraba en situación difícil. Conservo todavía la esperanza, la vaga es-
peranza, de que en el último momento se dará cuenta de las catastróficas
consecuencias de su conducta y que, aunque tardíamente, sabrá encontrar
el camino de los campos de batalla, donde nuestra victoria tiene que decidir
sobre su propio destino. E
4. Bulgaria, Bulgaria se resiste igualmente a asociarse al Pacto Triparti
to y adoptar una actitud clara en sus relaciones internacionales. La crecien-
te presión ejercida por la Rusia soviética es la causa de ello. Si el rey de Bul-
garia se hubiese adherido inmediatamente a nuestro pacto, nadie hubiera
osado ejercer tal presión sobre el país. Lo peor es que esta actitud envenena
la opinión pública, que no es insensible a la infección comunista.
5. Sin el menor género de duda son Hungría y Rumania quienes en este
conflicto han adoptado la posición más netamente definida. El general An-
tonescu ha reconocido que el porvenir de su régimen, y hasta de su perso-
na, depende de nuestra victoria. De esto ha sacado las conclusiones netas y
directas que le hacen crecer en mi aprecio.
La actitud de los húngaros no es menos leal. Desde el 13 de diciembre las
tropas alemanas han transitado continuamente en dirección a Rumania.
Hungría y Rumania han puesto a mi disposición su red de ferrocarriles, de
manera que las fuerzas alemanas pueden ser conducidas con toda rapidez a
los puntos neurálgicos. No puedo decir nada más por ahora sobre las ope-
raciones que estamos planeando o que tal vez serán necesarias, porque es-
tos planes se están discutiendo precisamente en estos momentos. La fuerza
de nuestros ejércitos en todo caso será tal, que puede excluirse toda amena-
za de contraataque lateral.
Es absolutamente indispensable, Duce, que usted estabilice su frente de
Albania a fin de contener por lo menos una parte de las fuerzas griegas e
inglesas.
6. Yugoslavia. Yugoslavia está ganando tiempo con mucha prudencia.
Si las circunstancias son favorables, es posible que concluya un pacto de no
agresión con nosotros, pero por ahora parece que no se adherirá en ningún
caso al Pacto Tripartito. No cuento intentar conseguir nada más de momen-
to hasta que nuestros éxitos militares hayan mejorado el clima psicológico.
7. Rusia. Dado el peligro de ver desarrollarse conflictos internos en un
cierto número de países balcánicos, es necesario prever las más extremas
consecuencias y tener a punto la maquinaria necesaria para evitarlas. No
preveo ninguna iniciativa rusa contra nosotros mientras Stalin viva y moso-
tros mismos no seamos víctimas de un grave tropiezo. Considero esencial,
Duce, como premisa de una satisfactoria conclusión de esta guerra, que
debe haber en existencia un ejército alemán lo suficientemente fuerte para
hacer frente a cualquier eventualidad que se produjese en el Este. Cuanto
más grande parezca esta fuerza, menos probabilidades habrá de tenerla que
emplear contra un peligro imprevisto. Debo añadir a estas consideraciones
que nuestras actuales relaciones con la URSS son muy buenas. Esta-
mos en vísperas de concluir un tratado comercial que satisfará a ambos paí-
ses y hay fundadas esperanzas de que podremos resolver de manera satis-
factoria los restantes puntos en litigio entre nosotros.

32
En realidad, los dos únicos puntos que aún nos separan son Finlandia y
fundamenta-
Constantinopla. Respecto a Finlandia, no preveo dificultades
les, porque no consideramos que Finlandia pertenezca esencialmente a
nuestra zona de influencia, y lo único que nos interesa es que no estalle una
segunda querra en aquella región.
En contraste con pra no Four entre nuestros intereses el abandono de
Constantinopla a Rusia y Bulgaria al bolchevismo. Pero si hay buena Saro
ción aun en esto es posible llegar a soluciones que eviten lo peor y faciliten
nuestros deseos. Será más fácil encontrar una solución si Moscú ve claramente
que nada nos obliga a aceptar un arreglo que no es de nuestro agrado.
8. Africa. Duce, no creo que en este teatro pueda desencadenarse por el
momento un contraataque en gran escala. Los preparativos de tal empresa
requerirían por lo menos de tres a cinco meses. Entre tanto, llegaremos a la
época del año en que las fuerzas alemanas no podrán lanzarse al ataque
con probabilidades de éxito. Porque a menos de ir equipados con dispositi-
vos especiales de enfriamiento, ni siquiera los carros blindados pueden ser
empleados con aquellas temperaturas. En todo caso, no pueden ser em-
pleados para operaciones tácticas a largas distancias que requieran un día
entero.
La solución decisiva de este sector parece ser incrementar el número de
armas antitanque, aunque esto signifique que en otros sectores las forma-
ciones italianas tendrán que verse privadas de dichos cañones.
Por encima de todo, como declaré recientemente, creo que debemos tra-
tar por todos los medios de debilitar la posición naval de la Gran Bretaña en
el Mediterráneo con nuestras fuerzas aéreas, porque el empleo de nuestras
fuerzas terrestres en este sector no mejoraría la situación.
Por lo demás, Duce, no se puede tomar ninguna decisión de importancia
antes dei mes de marzo.

El señor Eden observaba entre tanto con profunda atención los negros
nubarrones que se avecinaban por el Este.

El Ministro de Asuntos Exteriores al Primer Ministro. 6-1-41


¡Saludos y felicitaciones por la victoria de Bardia! Séame permitido imitar
una frase feliz: «Nunca tantos rindieron tanto a tan pocos.»
El objeto de mi comunicación es, sin embargo, llamar la atención sobre
un sector menos satisfactorio del horizonte internacional: los Balcanes. Una
gran cantidad de información ha llegado estos últimos días a nuestras ma-
nos, de fuentes diferentes, y toda ella parece probar que Alemania está ace-
lerando sus preparativos en los Balcanes con vistas a un ataque a Grecia.
La fecha usualmente señalada para dicha operación es a principios de mar-
zo, pero tengo la seguridad de que los alemanes harán toda clase de esfuer-
zos por anticipar el ataque. No estoy calificado para decir si en esta
época
del año es posible llevar a cabo operaciones militares contra Salónica
a tra-
vés de Bulgaria, pero debemos tener la seguridad de que Alemania
tratará
de intervenir por la fuerza a fin de evitar la completa derrota de Italia
en Al.
bania. Hay ya informes de crecientes fuerzas aéreas enemigas
operando
contra los griegos, y el general Papagos afirma que esto retarda su
avance.
Es típico de los métodos alemanes establecer la superioridad aérea
antes de
hacer movimiento alguno en tierra.

33
Políticamente, la actitud de Bulgaria me causa graves inquietudes. Dan la
impresión de hombres que tienen poco control sobre los acontecimientos.
La prensa va cayendo, cada vez más, bajo la intervención alemana y no es
hoy más que elportavoz de la propaganda del Eje. Es esencial que nuestras
victorias en el África del Norte no traigan como consecuencia el menor des-
cuido en nuestra vigilancia sobre los turcos y los yugoslavos, y estamos
haciendo cuanto está de nuestra mano para asegurarla. Creo que debería
usted rogar al Comité de Defensa que examinase todas estas cuestiones.

Después de leer esta carta, redacté el siguiente mensaje:

Primer Ministro al general Ismay,


para el Comité de jefes de Estado Mayor. 6-1-41
Ruego estudien el adjunto comunicado del ministro de Asuntos Exterio-
res. Pese a la evidente necesidad de perseguir a los italianos a lo largo de la
costa de Libia mientras es posible, tendremos que considerar también el en-
vío de cuatro o cinco escuadrillas más de las Reales Fuerzas Aéreas a Gre-
cia, y posiblemente una parte de la 22 División blindada británica.
No puedo pensar de momento en más allá de Bengasi, y si se toma Tobruk
quedarán muy pocas tropas italianas, y no las rnejores, al este de Bengasi.
Si bien por suerte y audacia podríamos cosechar triunfos relativamente
más fáciles y apetitosos en las costas de Libia, la primordial importancia de
la toma de Valona y el mantenimiento del frente griego debe pesar a todas
horas sobre nosotros.

El 8 de enero el Comité de Defensa estuvo de acuerdo en que, en vista


de la probabilidad de un pronto avance alemán hacia Grecia a través de
Bulgaria, era de capital importancia, desde el punto de vista político, ha-
cer todo lo posible, por las buenas o por las malas, para enviar inmediata-
mente a Grecia el máximo apoyo de que fuéramos capaces. Se convino
también que en el plazo de cuarenta y ocho horas debía tomarse una de-
cisión referente a la forma y la magnitud de nuestra ayuda a Grecia. El
mismo día recibí el siguiente telegrama del general Smuts, escrito con ab-
soluta independencia de mi mensaje de dos días antes. Me sentí alentado
por su completa aquiescencia, avalado como lo estaba por los jefes de Es-
tado Mayor y el Comité de Defensa.

General Smuts al Primer Ministro. 8-1-41


1. Las magníficas victorias en el Próximo Oriente abren un campo de
especulaciones en cuanto a nuestra futura actitud. La marea creciente no
tardará en llevar a Wavell a Tobruk. ¿Debe ir más lejos? Trípoli está dema-
siado lejos. Incluso Bengasi está mucho más allá de la frontera que ésta lo
está de Alejandría. Pero puede haber poderosas razones, navales o de otro
orden, para llegar hasta Bengasi. En la ausencia de valiosas y especiales
razones, considero Tobruk como el término del viaje. Más allá hay peligros
que no es necesario detallar. Dejando una fuerza defensiva adecuada en
posición fortificada, el resto de las fuerzas debería retirarse a Egipto y el
Próximo Oriente, donde un fuerte ejército de maniobra podría hacer falta
contra un posible ataque a través de los Balcanes.

34
cosas, debeñía
2. Sin embargo, me permito sugerir que, en este estado de
la liquidación
considerarse asimismo b sir ia. La conquista
2 de la situac ión abisin uIs
de Abisinia representaría un golpe mortal para el prestigio de Mussolini y
del partido fascista. Italia podría ser eliminada de la guerra y la situación en
Alemania quedaría una vez más
el Mediterráneo transformada por entero.
aislada, con la perspectiva de una derrota cierta. d
to de
3. En pro de la liquidación de Abisinia hay igualmente el argumen
estas horas, y que
que la moral italiana debe haber bajado sensiblemente a
terminac ión de la campaña nos dejaría libres fuerzas en gran can-
la pronta Si una parte de las
el frente del Próximo Oriente.
tidad con que reforzar
pudieran ser destacadas
fuerzas del Próximo Oriente al mando de Wavell el norte, y mientras se
contra Abisinia por
en breve, reforzando un ataque da rápida-
lanza otro por Kenya, la resistencia italiana podría ser aniquila
Si ambos ataques fuesen lanzados simultá neamente creo que basta-
mente. Ñ
ría una división adicional por el norte y otra por Kenya. dispuesto a
de ataque simultá neo fuese aprobad o, estoy
4. Si este plan
su deficiencia en cañones
facilitar la división adicional para el sur. Salvo
embarc ar en cuanto nos procuren los navios. El
Bren, está lista y puede como en el sur re-
fuerzas tanto en el norte
transporte de tan considerables
es aceptada debe ser puesta en
querirá un cierto tiempo, y si mi proposición rápidamente a Kenya
práctica lo antes posible. El ataque por el sur alejará
el aprovechamiento de mu-
del frente de combate implicando, por lo tanto,
Los planes de ataque si-
cha parte del plan que ahora estamos elaborando. os evitar un
si querem
multáneo por el norte y por el sur son indispensables
ario en una región tan vasta como Eritrea y Abisinia. Para
riesgo inneces e suficien-
ia la división adicion al del norte, y probab lement
esto será necesar a los rumo-
s dispone r de ella para esa finalida d, pese
te. Creo que podemo
.
res de grandes concentraciones alemanas en Rumania y Hungría
los Balcanes
La cuestión es saber si Aiemania puede permitirse incendiar
italiana en
con Rusia como factor imponderable y Turquía hostil. La derrota
la Gran
África y Grecia, junto con el fracaso de la aviación alemana ante
Bretaña, han cambiado profundamente ia situación, y ias concentraciones
alemanas pueden estar destinadas únicamente a pacificar los italianos y a
atraer a las fuerzas inglesas fuera de Inglaterra, en donde planean y deben
lanzar el ataque principal. La situación en conjunto merece que sea estudia-
da por el Estado Mayor, que tiene pleno conocimiento de los hechos. A mi
modo de ver, dadas las circunstancias, no me parece que entrañe un riesgo
excesivo destacar en un momento dado una división, con la aviación nece-
saria del ejército del Próximo Oriente, con objeto de apoyar las fuerzas del
Sudán para su ataque por el norte. Si la operación es llevada a cabo pronto
y de una manera expeditiva, puede producir efectos de mucho mayor al-
cance en Italia y el Próximo Oriente.

El 10 de enero los jefes de Estado Mayor avisaron a los comandantes


del Próximo Oriente que antes de fin de mes podía iniciarse un ataque
alemán contra Grecia. Se produciría, a su juicio, a través de Bulgaria, y la
probable linea de avance descendería por el valle del Struma hacia Salóni-
ca. Se emplearían tres divisiones, apoyadas por unos doscientos aparatos
de bombardeo en picado, a las que podrían añadirse tres o cuatro divisio-
nes más después de marzo. Los jefes de Estado Mayor añadían que la de-
cisión del gobierno de Su Majestad de prestar a los griegos la máxima

35
ayuda posible, significaba que una vez tomado Tobruk, todas las demás
operaciones en el Oriente Medio debían pasar a un lugar secundario, por
lo que autorizaban el envío de unidades especializadas y mecanizadas, así
como fuerzas de aviación hasta los siguientes límites: un escuadrón de
tanques de infantería, un regimiento de tanques crucero,! diez regimien-
tos de artillería y cinco escuadrillas de aviación. A
Los comandantes en jefe de El Cairo opinaban que la concentración
alemana en Rumania, de la cual les habíamos prevenido, era meramente
una guerra de nervios destinada a inducirnos a dispersar nuestras fuerzas
del Próximo Oriente y detener nuestro avance en Libia. Wavell confiaba
en que los jefes de Estado Mayor averificarían con la mayor urgencia si el
gesto del enemigo no era una añagaza».
Al leer esta respuesta, que se apartaba mucho de la realidad, redacté
los siguientes mensajes:

Primer Ministro al general [smay o al coronel Hollis,


para el Comité de jefes de Estado Mayor. 10-1-41
Los jefes de Estado Mayor deberían reunirse mañana sábado por la ma-
ñana, a fin de examinar los diferentes telegramas recibidos del C. G. del
Próximo Oriente, quedando autorizados a transmitir el adjunto telegrama
que he expedido al general Wavell y al almirante del Aire Longmore, a me-
nos que quisieran hacerme alguna comunicación a su respecto.

Primer Ministro al general Wavell. 10-1-41


1. Nuestra información desmiente la idea de que la concentración ale-
mana en Rumania es un mero acto de «guerra de nervios» o una «añagaza
para provocar dispersión de fuerzas». Poseemos infinidad de informes indi-
cando que antes de fin de mes se producirá un movimiento en gran escala a
través de Bulgaria en dirección a Grecia, apuntando verosímilmente a Saló-
nica. Las fuerzas enemigas que deben tornar parte en la mencionada inva-
sión no serán considerables, pero de alta calidad: una o acaso dos divisiones
blindadas, con una división motorizada, unos ciento ochenta bombarderos
en picado y algunas tropas paracaidistas parecen ser todo lo que podría
cruzar la frontera bulgarogriega hasta mediados de febrero.
2. Pero estas fuerzas, si no son detenidas, pueden desempeñar en Grecia
exactamente el mismo papel que la irrupción de fuerzas alemanas a través
de Sedán desempeñó en Francia. Todas las divisiones griegas de Albania se
verán fatalmente comprometidas. Todo esto son hechos y deducciones que
nacen de nuestras informaciones, en cuya veracidad tenemos buenas razo-
nes para confiar. Pero, ¿no es eso acaso precisamente lo que los alemanes
deberían hacer para infligirnos más daño? La destrucción de Grecia eclipsa-
rá las victorias obtenidas por usted en Libia, y puede afectar de una manera
decisiva a Turquía, especialmente si esto mos hace aparecer como insensi-

1. Ei tanque de infantería era un tanque pesado y iento, fuertemente blindado y destinado a


apoyar a la infantería.
Ei tanque crucero era rápido, mejor armado que ei de infantería, pero con blindaje más ¡ige-
ro. Su misión de combate se apoyaba en su aita movilidad.
Ei tanque ligero era rápido, con un biindaje muy deigado y sólo ametraliadoras como arma-
mento. Se usaba para reconocimientos.

36
bles a la suerte de los aliados. Por consiguiente, es necesario que en adelan-
te amolde usted sus planes a intereses más altos en juego.
3. Nada debe obstaculizar la toma de Tobruk, pero a partir de este mo-
mento todas las operaciones de Libia deben quedar subordinadas a la ayuda
a Grecia, y al recibo de este telegrama deben hacerse toda clase de prepara-
tivos para el inmediato socorro a Grecia hasta los límites prescritos. Todos
estos puntos han sido cuidadosamente pesados por el Comité de Defensa
del Gabinete, y el general Smuts nos ha cablegrafiado, independientemente,
idénticos puntos de vista. .
4. Esperamos y exigimos un pronto y activo cumplimiento de nuestras
decisiones, cuya responsabilidad asumimos por completo. Su visita a Atenas
le permitirá preparar el mejor método de dar efectividad a dichas decisio-
nes. No debe demorarse.

Estando de acuerdo los jefes de Estado Mayor, el telegrama fue expedi-


do. Adviértase que nuestras intenciones en aquel momento no eran ofre-
cer a Grecia un ejército, sino sólo algunas unidades especiales y técnicas.
Cumpliendo estas órdenes, el general Wavell y el mariscal del Aire
Longmore volaron a Atenas para conferenciar con los generales Metaxas
y Papagos. El 15 de enero nos dijeron que el gobierno griego no deseaba
que nuestras tropas desembarcaran en Salónica hasta que pudiesen ha-
cerlo en suficiente número para pasar a la ofensiva. A la recepción de
este telegrama, los jefes de Estado Mayor telegrafiaron el 17 de enero que
en modo alguno era cuestión de imponer ayuda a los griegos. Por consi-
guiente, modificamos nuestros planes para el futuro inmediato, decidimos
avanzar hasta Bengasi y, entre tanto, construir la más fuerte reserva es-
tratégica posible en el delta del Nilo.
El 21 de enero los jefes de Estado Mayor señalaron en consecuencia a
Wavell que la captura de Bengasi era ahora del más alto interés. Conside-
raban que si transformábamos la plaza en base naval y aérea fortificada,
la ruta por tierra podía ser descartada, ahorrándonos muchos hombres y
transportes. También le apremiaban a que se apoderase del Dodecaneso,
y especialmente de Rodas, lo antes posible, a fin de prevenir la llegada de
las fuerzas alemanas de aviación, con la consiguiente amenaza a nuestras
comunicaciones con Grecia y Turquía, y a formar una reserva estratégica
de cuatro divisiones dispuestas en todo momento a ayudar a estos dos
países.
Primer Ministro al general Wavell. 26-1-41
La aparición de la aviación alemana en el Mediterráneo central me ha
obligado por el momento a abandonar las esperanzas que había formado de
abrir y asegurar el paso a través de los Estrechos, permitiendo así el tránsito
regular de los convoyes de tropas. Á menos que esta situación sea rectifica-
da durante los primeros meses de este año, la falta de buques y la larga ruta
de El Cabo afectaría sin duda grandemente la escala en que había contado
aumentar las fuerzas del Nilo y las que tiene usted a sus órdenes. Me apena
grandemente ver que los convoyes mandados a tan alto coste y riesgo por
la ruta de El Cabo consistan en tanta medida en servicios de retaguardia y
contribuyan tan poco a nuestras unidades organizadas de combate. Haré
cuanto esté en mi mano por apoyarle a usted en todos los terrenos, y debo
pedirle, a cambio, que me demuestre que cada hombre del Próximo Oriente

37
rinde el máximo de utilidad posible, y que se han formado el máximo de di-
visiones organizadas, o preferiblemente brigadas. Los soldados de los servi:
cios de retaguardia y los acantonamientos deben desempeñar un papel
efectivo en la seguridad interior.
Las informaciones que llegan hasta mí procedentes de todos los sectores,
no me dejan la menor duda de que los alemanes están ya hoy establecién-
dose en los aeródromos búlgaros y hacen toda clase de preparativos para el
ataque a Grecia. Esta infiltración puede alcanzar, y seguramente alcanzará,
proporciones decisivas antes de que se haya formulado claramente ninguna
amenaza de invasión a Turquía, a la que se le dará a escoger entre callarse
o ver Constantinopla bombardeada. Debemos esperar una serie de rudos y
desastrosos golpes en los Balcanes, y posiblemente una sumisión general a
las exigencias alemanas. Cuanto más fuerte sea la reserva estratégica que
usted pueda constituir en el delta, y más adelantados los preparativos para
transportarla a Europa, mayores serán nuestras posibilidades de asegurar
una cristalización favorable.

Y después contesté al general Smuts:

Primer Ministro al general Smuts. 12.1-41


Su mensaje del 8 llegó a mis manos cuando habíamos llegado ya a cier-
tas conclusiones bien definidas después de tres o cuatro días de reflexión.
Lo leí personalmente al Comité de Defensa, a los jefes de Estado Mayor, a
los ministros de los tres servicios armados y a Attlee y Eden. Todos ellos
manifestaron una absoluta coincidencia de puntos de vista. El único punto
de discrepancia es que nosotros creemos que un avance desde Kenya ha-
cia el norte con grandes fuerzas implicaría una gran demora debido a la es-
casez de transportes. La rebelión avanza a buen paso; el emperador entrará
en breve. El avance Kassala-Agordat cortará de raíz las ramificaciones ene-
migas. Las fuerzas que menciona están ya en camino. La presión desde
Kenya debe ser mantenida al máximo, pero no podemos llevar demasiadas
tropas a este sector. Ruego mande división cuanto antes. Cuando llegue,
quizá sea factible hacerla desembarcar en el mar Rojo. Conveniente conser-
varla tan preparada como posible con vista a imponderables. Venga, sin
embargo, por favor, ahora.
Completamente de acuerdo en no pagar precio excesivo más allá de To-
bruk, donde probablemente 25.000 italianos en redada, y avanzar mientras
quepa para constituir un flanco occidental tan lejos de Egipto como sea po-
sible, embarcando al propio tiempo todos elementos útiles hacia el inminen-
te frente de la frontera grecobúlgara. Naturalmente, Wavell y compañía no
piensan más que en perseguir, pero Wavell irá lunes o martes a Atenas a
concertar refuerzos con los griegos. Imposible garantizar éxito; puedo sólo
hacer lo que juzgamos más conveniente. El tiempo, las montañas, el paso
del Danubio, la frontera fortificada grecobúigara, son factores favorables.
Turquía, Yugoslavia, Rusia, todos quizás favorablemente influidos por las
pruebas del apoyo británico a Grecia.
Ocurra lo que ocurra en los Balcanes, las fuerzas italianas de Abisinia se-
rán probablemente destruidas. Si esto se realiza, todo lo utilizable de Kenya
tiene que pasar al Mediterráneo. Espero ejército de ia Unión Sudafricana
estará allá para la campaña de verano. Grandes refuerzos llegarán conti-
nuamente doblando el Cabo. Muy agradecido a toda su ayuda, y por enci-
ma de todo por su concienzudo juicio que va de pareja con nuestras labo-
riosamente alcanzadas conclusiones.
CAPÍTULO $
LA GUERRA SE EXTIENDE

Más íntimos contactos con el presidente Roosevelt. — Llegada de Harry


Hopkins a Londres. — Un precioso enlace con el Presidente. — Nuestro
viaje a Scapa. — Mr. Wendell Wilikie. — «¡Navega, oh nave del Estado!».
— Política y estrategia. — Nuestras tétricas alternativas. — Ambiciones
alemanas sobre Rumania y Bulgaria. — La preocupación soviética. — Ex-
plicaciones de Ribbentrop. — Mi telegrama del 31 de enero al presidente
Inonu. — Nuestra oferta de ayuda militar a Turquía. — Carencia turca de
pertrechos modernos. — Necesidad vital de formar un frente balcánico.

Con el Año Nuevo se desarrollaron contactos más íntimos con el presi-


dente Roosevelt. Le había ya mandado mis felicitaciones de Pascua.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 1-1-41


En este momento en que el año empieza con tormenta, en nombre del
Gobierno británico y de todo el Imperio, creo mi deber decirle, señor Presi-
dente, cuán viva es la gratitud y admiración por la memorable declaración
que el domingo pasado hizo usted al pueblo americano y a los amantes de
la libertad de todos los continentes.
No podemos decir lo que nos espera; pero a este toque de clarín marcha-
rernos hacia adelante fortificados y tenaces y con la confianza, expresada
por usted, de que la victoria final será para los pueblos de habla inglesa y
para cuantos comparten sus ideales.

El 10 de enero llegó a Downing Street un caballero provisto de las más


altas credenciales. Se habían recibido telegramas de Washington diciendo
que era el agente personal y el confidente más íntimo del presidente Roo-
sevelt. Dispuse, por consiguiente, que fuese recibido en el aeródromo de
Poole por Mr. Brendan Bracken, y que almorzaríamos los dos solos al día
siguiente. Así conocí a Harry Hopkins, aquel hombre extraordinario que
desempeñó, y debía desempeñar, un papel a menudo decisivo en el movi-
miento de la guerra. Era un alma que ardía en un cuerpo frágil y desfalle-
ciente. Era el faro en ruinas del cual partía la luz que guiaba a grandes
flotas a puerto seguro. Poseía también el don de un humor sardónico.
Siempre gocé de su compañía, especialmente cuando las cosas iban mal.
Sabía también ser sumamente desagradable y decir cosas duras y agras.
MI experiencia comenzaba a enseñarme a ser capaz de lo mismo, si la ne-
cesidad se presentaba.
En nuestro primer encuentro estuvimos unas tres horas reunidos y
pronto me di cuenta de su dinamismo personal y de la trascendental im-

39
portancia de su misión. Estábamos en el apogeo de los bombardeos de
Londres, y nos abrumaban muchas preocupaciones locales. Pero adverti
claramente que tenía ante mí a un enviado del Presidente, de una impor-
tancia suprema para nuestras vidas. Con la mirada encendida y un apa-
sionamiento refrenado y tranquilo, dijo:
—El Presidente está decidido a que ganemos la guerra juntos. No hay
error posible sobre este punto. Me ha mandado para decirle que a toda
costa hay que seguir adelante, sean cuales fueran las consecuencias que
pueda acarrearle; no hay nada que no esté dispuesto a hacer dentro de
los límites del poder humano.
Todo el que estuvo en contacto con Harry Hopkins durante la larga lu-
cha confirmará lo que he dicho respecto a su extraordinaria personalidad.
Y a partir de aquel momento nació una amistad entre nosotros que nave-
gó serenamente a través de terremotos y convulsiones. Fue el más fiel y
perfecto medio de comunicación entre el Presidente y yo. Pero, mucho
más que esto, fue durante muchos años el más fiel puntal y animador
del propio Roosevelt. Ambos hombres juntos, el uno simple subordinado
sin cargo público, el otro jefe de una potente república, eran capaces de
tomar decisiones de la más alta trascendencia para todo el mundo de ha-
bla inglesa. Hopkins estaba celoso, desde luego, de su influencia personal
cerca de su jefe, y no alentaba a sus competidores americanos. Seguía,
por consiguiente, en cierto modo el verso de Gray: «Un favorito no tiene
amigos.» Pero esto no era asunto mío. Le tenía frente a mí, delgado, frá-
gil, enfermo, pero irradiando su refinada comprensión de la causa. Tenía
que ser la derrota, la ruina y la muerte de Hitler con exclusión de todo
otro propósito, lealtades o aspiraciones. En la historia de los Estados Uni-
dos han ardido pocas llamas más luminosas.
Harry Hopkins iba siempre a la raiz de toda cuestión. He estado pre-
sente en diversas grandes conferencias, en las cuales estaban reunidos
veinte o más de los gobernantes más importantes del mundo. Cuando la
discusión declinaba y todos parecían desconcertados, era él quien hacía la
pregunta definitiva. «Yo creo, señor Presidente, que éste es el punto sobre
el cual tenemos que decidir. ¿Vamos a afrontarlo, sí o no?» Lo afrontá-
bamos, en efecto, de modo que asunto afrontado siempre fue asunto re-
suelto. Era un verdadero conductor de hombres, y tanto en ardor como
en serenidad en tiempos de crisis, jamás ha sido superado. Su amor por la
causa del pobre y el débil corría parejas con su odio a la tiranía, especial-
mente cuando la tiranía, como entonces, triunfaba.

A fin de revestir la llegada de nuestro nuevo embajador lord Halifax a


los Estados Unidos de la mayor pompa posible, combiné que nuestro más
nuevo y fuertemente armado acorazado, el «King George V», con su ade-
cuada escolta de destructores, lo llevase a él y a su esposa a través del
océano. Les acompañé al norte en mi tren y les despedi en Scapa Flow.
Aproveché la ocasión para visitar la flota que no había visto desde que
salí del Almirantazgo. Esto convenía a mis planes de trabar más íntima

40
amistad con Harry Hopkins. Fuimos juntos a visitar la flota, inspeccionan-
do barcos y defensas. Mi mujer vino conmigo, y superó a los demás en
agilidad y soltura en pasar de un destructor a otro. Por poco, Hopkins se
cayó al mar. Regresé a Glasgow en mi tren. Fui recibido por una multitud
inmensa, vi a las autoridades locales, visité fábricas, inspeccioné las defen-
sas y los servicios contra incendios y ataques aéreos e improvisé una senñe
de discursos. Fuimos después al Tyneside, donde ocurrió lo mismo. Duran-
te todo este tiempo fui conociendo a Hopkins más a fondo, y más cosas
aprendí de su jefe. Hopkins estuvo conmigo unos diez días, y ya aquella
vez me puso en armónicas relaciones mentales con el recién reelegido jefe
de la gran república. Más tarde le llevé a Dover a ver nuestras baterías
pesadas disparar al otro lado del Canal, a las costas de Francia... para
nosotros, de Alemania. Pareció interesarse vivamente por cuanto veía.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 13-1-41


Hopkins y yo hemos pasado el fin de sernana juntos y me acompañará
en una corta gira por las bases navales, de manera que tendremos tiempo
sobrado para discutir todos los puntos sin prisas. Le estoy sumamente agra-
decido por haberme mandado a un enviado tan extraordinario que merece
en tan alta medida de su intimidad y confianza.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 19-1-41


Probablemente está usted enterado de que Halifax llegará a Annapolis a
bordo de nuestra nueva unidad de guerra «King George V». El navío no
puede estar, desde luego, más de veinticuatro horas. No sé si le interesará
visitarlo. Estaríamos orgullosos de enseñárselo a usted, o a cualquiera de
sus autoridades navales, si le es posible arreglarlo. Es esperado a la entrada
de la bahía de Chesapeake a las siete de la mañana del 24 de enero. Si
quiere usted comunicarme cualquier sugestión o deseo. haremos todo lo
posible por complacerle.

Aquel mismo mes, un poco más tarde, llegó a Inglaterra míster Wen-
dell Willkie, el contrincante del Presidente en la reciente elección. Tam-
bién él traía excelentes recomendaciones del Presidente, y siendo el jefe
reconocido del partido republicano, tomamos toda clase de disposiciones
para poderle enseñar, con la ayuda del enemigo, cuanto desease ver
de
Londres en guerra. Vino también a Chequers una noche y tuve una larga
conversación con aquel hombre capaz y poderoso, cuya vida debía tron-
char tan inesperadamente de raíz la enfermedad tres años después.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 28-1-41


Recibí a Willkie ayer y quedé profundamente conmovi
do por los versos
de Longfellow que ie citó usted, Les haré Poner
un marco como recuerdo
de estos históricos días, y como prueba de nuestras
amistosas relaciones
que han sido estabiecidas telegráfica pero también
telepáticamente bajo dl
peso de toda suerte de adversidades.

41
Todas mis informaciones confirman que los alemanes perseveran en sus
preparativos para invadir el país, y nosotros nos disponemos a dispensarles
la acogida que se merecen. Por otra parte, las noticias que Nos llegan de
Oriente hablan que se está estableciendo en Rumania un gran ejército con
su aviación, y que las avanzadillas de la aviación alernana se han infiltrado
ya en número de varios miles en los aeródromos búlgaros, con la aquies-
cencia del gobierno del país. Sería natural que Hitler lance una fuerte ame-
naza contra las islas británicas a fin de tenernos atareados y ejecutar sus
designios en el Este. Las fuerzas de que dispone son, sin embargo, tan gran-
des que podría lanzar ambas ofensivas a la vez. Tenga usted la seguridad de
que haremos cuanto podamos en ambos frentes.
Le estoy sumamente agradecido por su espléndida recepción a Halifax y
por cuanto está usted haciendo por asegurarnos la debida ayuda. Ha sido
para mí un gran placer trabar amistad con Hopkins, que ha sido de un gran
alivio y aliento para quienes le han conocido. Es fácil comprender su intimi-
dad con usted. El coronel Donovan ha hecho también un excelente trabajo
en ei Próximo Oriente.
Mis respetos y mejores afectos. Espero que esté usted ya mejor.

He aquí la carta del Presidente:


LA CASA BLANCA
WASHINGTON
20-1-41
Querido Churchill:

Wendell Willkie le dará la presente. Es un auxiliar precioso para animar


la política aquí. Me parece que estos versos se aplican a su pueblo como al
nuestro:

«¡Navega, oh nave del Estado!


¡Navega, oh Unión, grande y fuerte!
¡La humanidad con sus temores,
con toda la esperanza de futuros años,
pende sin aliento de tu destino!»

Siempre suyo,
FRANKLIN D. ROOSEVELT.

Estos maravillosos versos de Longfellow, «La Construcción de la


Nave», fueron una inspiración.

Es imposible en una gran guerra separar los asuntos militares de los


políticos. En el fondo ambos son uno. Es natural que los militares consi-
deren el aspecto militar como único y supremo, e incluso que hablen de
las consideraciones políticas con cierto desdén. Pero la palabra «política»
ha sido confundida e incluso empañada, por su asociación con los parti-
dos políticos. De esta suerte, buena parte de la literatura de este trágico si-
glo está deformada por la idea de que en la guerra sólo cuentan las consi-

42
deraciones militares y que los militares ven obstruidos sus claros puntos
de vista profesionales por la intrusión de los políticos, quienes, por interés
personal o de partido, hacen inclinar la terrible balanza de la querra. El
íntimo y estrecho contacto que prevaleció entre el Gabinete de Guerra,
los jefes de Estado Mayor y yo, y la total ausencia de sentimientos partidis-
tas en la Gran Bretaña en aquel entonces, redujeron estas discordias al
minimo. -
Mientras la guerra con los italianos en el África del noreste seguía pro-
gresando, y Grecia y Albania parecían tener buenas esperanzas de captu-
rar Valona, cuantas noticias nos llegaban de los movimientos e intencio-
nes de los alemanes tendían a probar cada día más claramente que Hitler
se disponía a intervenir en gran escala en los Balcanes y el Mediterráneo.
Desde principios de enero me había enterado de la llegada de fuerzas aé-
reas alemanas a Sicilia, con la consiguiente amenaza a Malta y a nuestras
esperanzas de reanudar el tráfico por el Mediterráneo. También temí que
estableciesen una base aérea en Pantelaria, con todas las facilidades que
esto les daría para el transporte de tropas alemanas, verosimilmente blin-
dadas, a Trípoli. Por lo visto, no consideraron necesario ocupar Pantela-
ría, pero no podíamos dudar de que iban progresando sus planes de esta-
blecer un paso norte-sur de ltalia a África, tratando al propio tiempo y
por los mismos medios de interrumpir todos nuestros movimientos en el
este y el oeste del Mediterráneo.
Encima de todo esto vino la amenaza a los Estados balcánicos, in-
cluyendo a Grecia y Turquía, de ser instigados o forzados a unirse al
imperio de Hitler, o conquistados si no se sometían. ¿Es que el alevoso
método de que habíamos sido testigos en Noruega, Dinamarca, Holanda,
Bélgica y Francia tenía que reproducirse en el sudeste de Europa? ¿De-
bían verse todos los Estados balcánicos, incluyendo a la heroica Grecia,
subyugados uno tras otro, y Turquía, aislada, obligada a abrir a las legio-
nes alemanas el paso hacia Palestina, Egipto, lrak y Persia? ¿No había
posibilidad de crear una unidad balcánica y un frente balcánico que hicie-
se la agresión alemana demasiado costosa para intentarla? La resistencia
balcánica a la agresión alemana, ¿no produciría una reacción favorable
en la Rusia soviética? Indudablemente, ésta era una esfera en la cual los
Estados balcánicos estaban afectados por el interés, e incluso, en la medi-
da en que le permitían influenciar a sus cálculos, por el sentimiento. ¿Po-
dríamos nosotros, en nuestros estragados pero crecientes recursos, hallar
la contribución exterior capaz de galvanizar a estos Estados, cuyos intere-
ses eran en gran parte los mismos, e inducirles a la acción en pro de la
causa común? ¿O debíamos, por el contrario, ocuparnos de nuestros
asuntos y asegurar el éxito de nuestra campaña en el noreste de África,
dejando que Grecia, los Balcanes, y acaso Turquía y el resto del Próximo
Oriente, se hundieran en la ruina?
Indudablemente, hubiera sido un gran alivio poder llegar a una decisión
tan poco ambigua. Una postura de tal clase no dejó de encontrar sus par-
tidarios, como lo demuestran algunos libros escritos por militares que,
ocupando posiciones subalternas, nos han comunicado sus puntos de
vista. Tales autores gozaban ciertamente de la ventaja de señalar de ante-

43
mano los reveses que luego habíamos de soportar, pero les faltaban cono-
cimientos para calcular en la medida suficiente qué resultados hubiese
dado la adopción de una política distinta a la que se siguió. Si Hitler hu-
biese podido con poca lucha poner a Grecia de rodillas y asimilar a los
Balcanes a su sistema, y entonces obligar a Turquía a ceder a sus ejérci-
tos el paso hacia el sur y el este, ¿no hubiera acaso llegado a un acuerdo
con los soviets para el reparto de aquellas vastas regiones y aplazar su
definitiva e inevitable pugna con ellos como última parte del programa?
O, como es más probable, ¿no hubiera estado en condiciones de atacar a
Rusia con mayor fuerza y en una fecha anterior? La principal cuestión,
que los siguientes capítulos analizarán y expondrán, es si el gobierno de
Su Majestad ejerció con su actuación alguna influencia, ya de manera de-
cisiva o simplemente apreciable, en los movimientos de Hitler en el sudes-
te de Europa, y, además, si esta actuación no produjo consecuencias, Pri-
mero sobre la conducta de Rusia y en segundo lugar sobre su suerte.

Como hemos dicho en el volumen precedente, habíamos ya prestado


una modesta ayuda a Grecia cuando ésta fue atacada por Italia, y cuatro
escuadrillas británicas estaban operando con cierto éxito desde los cam-
pos de aviación griegos. Al llegar a este punto vale la pena examinar
cómo andaban las cosas en el bando alemán.
El 7 de enero, Ribbentrop informó a los jefes de la misión alemana en
Moscú en los siguientes términos:

Desde principios de enero el avance de las gruesas formaciones alemanas ha


ido realizándose vía Hungría. El movimiento de tropas es llevado adelante con
pleno apoyo a los gobiernos húngaro y rumano. Durante algún tiempo las tro-
pas estarán acuarteladas en el sur de Rumania. Estos movimientos de tropas
son consecuencia de la necesidad de pensar seriamente en la expulsión total de
los inglesesde Grecia. Se han destinado a ello tropas alemanas con una fuerza
tal que pueden asumir fácilmente cualquier empresa militar en la región del
Danubio, así como hacer frente a cualquier eventualidad dondequiera que se
presentase. Las medidas militares tomadas por nosotros tienden exclusivamen-
te a evitar que las fuerzas británicas pongan el pie en Grecia, y no van contra
ninguna nación balcánica ni Turquía, inclusive.
Respecto a la actitud a adoptar en las conversaciones, debe ser de abso-
luta reserva. En caso de encuesta oficial hay que señalar, según las circuns-
tancias, que las preguntas deben ser formuiadas a Berlín. En la medida en
que una conversación sea inevitable, hay que dar una opinión en términos
generales. Ai hacerlo así puede darse como plausible razón, citando al pro-
plo tiempo la operación de Salónica de la última guerra, los fidedignos in-
formes recibidos de la llegada a Grecia de potentes refuerzos británicos de
todas clases.! Respecto a la fuerza de las tropas alemanas es conveniente
seguir conservando la rnisma vaguedad de ahora. Más adelante tendremos
probablemente interés en dar a conocer toda la fuerza de nuestras tropas
y, más aún, en estimular la exageración. La señal para esto se dará en el
momento oportuno.

1. Cursiva del autor.

44
El mismo día escribía al embajador alemán en el Japón:

Le ruego informe personal y confidencialmente al ministro de Asuntos


Exteriores japonés de que en estos momentos fuertes contingentes de tro-
pas alemanas son transportados a Rumania. El transporte se realiza con la
plena colaboración de los goblernos húngaro y rumano. Estos embarques
de tropas se realizan como medida de seguridad para una intervención que
puede aparecer necesaria en el caso en que las fuerzas militares inglesas
pusiesen el pie en Grecia.

Schulenburg, el embajador alemán en Moscú, respondió el 8 de enero:

Circulan por aquí numerosos rumores respecto al envío de tropas alema-


nas a Rumania; el número de hombres movilizados es hasta calculado en
doscientos mil. Los círculos gubernamentales de aquí, la radio y la prensa
soviéticas no han tomado todavía cartas en el asunto.
El gobierno soviético seguramente tomará gran interés por estos movi-
mientos de tropas y querrá saber cuál es el objetivo de estas concentracio-
nes, y en particular hasta qué grado Bulgaria y Turquía (con los Dardane-
los) pueden verse afectadas. Le ruego me dé las instrucciones necesarias.

El ministro de Asuntos Exteriores alemán contestó el mismo día:

Ribbentrop a Schulenburg. 8-1-41


Le suplico que no mencione ante el gobierno soviético la cuestión del in-
cremento de movimiento de tropas hacia Rumania.
En el caso en que se dirigiese a usted Herr Molotov o cualquier otro per-
sonaje influyente, le ruego que diga que según sus informaciones el envío
de tropas es únicamente una medida militar de precaución contra Inglate-
rra. Los ingleses tenían ya contingentes militares en suelo griego y era de es-
perar que en un futuro inmediato pretendieran aumentarlos. Alemania no
podía en este caso tolerar un afianzamiento inglés en Grecia. Le ruego no
entre usted en más detalles hasta nueva orden.

Hacia mediados de enero los rusos estaban hondamente preocupados y


sacaron el asunto a colación en Berlín. El 17 de enero, el embajador ruso
acudió al ministerio alemán de Asuntos Exteriores y comunicó el texto del
siguiente memorándum:

Según todos los informes, las tropas alemanas, en gran número, ocupan
Rumania y se disponen a marchar sobre Bulgaria, teniendo como objetivo
la ocupación de Bulgaria, Grecia y los Dardanelos. No cabe la menor duda
de que Inglaterra tratará de contrarrestar las operaciones de las tropas ale-
manas, de ocupar los Dardanelos, de iniciar operaciones militares contra
Bulgaria en ailanza con Turquía, y convertir así a Bulgaria en teatro de ope-
raciones. El gobierno soviético ha declarado repetidamente al gobierno ale-
mán que considera el territorio de Bulgaria y los Dardanelos como zona de
seguridad de la URSS. En vista de lo cual, el gobierno soviético considera

45
su deber advertir que considerará toda aparición de tropas extranjeras ar-
madas en el territorio de Bulgaria y de los Dardanelos como una violación
de los intereses de seguridad de la URSS.

El 21 de enero el embajador soviético fue llamado al ministerio


de Asuntos Exteriores de Alemania y le fue notificado que el gobierno
del Reich no había recibido informe alguno que hiciese temer que Inglate-
rra pensaba ocupar los Dardanelos. Tampoco creían que Turquía permi-
tiese la entrada de fuerzas militares inglesas en su territorio. Sin embargo,
estaban informados de que Inglaterra se disponía a entrar en territorio
griego. La firme decisión de Alemania era no permitir que Inglaterra se
estableciese en territorio griego, lo cual representaría una amenaza a los
intereses vitales de Alemania en los Balcanes. Por consiguiente, se esta-
ban realizando ciertas concentraciones de tropas, cuyo propósito no era
otro que impedir que Inglaterra hollase el suelo de Grecia. El gobierno del
Reich consideraba que esta medida redundaba también en beneficio de
los intereses soviéticos, que tenían que ser contrarios a la ocupación por
Inglaterra de estas regiones.1
Así quedó de momento la situación.

Pocos días después me dirigí personalmente al presidente de Turquía.

Primer Ministro al presidente Inonu, Angoro. 31-1-41


El rápido incremento del peligro para Turquía y para los intereses bri-
tánicos me induce, señor Presidente, a dirigirme a usted directamente. Ten-
go informes fidedignos de que los alernanes se están estableciendo ya en los
aeródromos búlgaros. Se están preparando los hangares y han llegado ya
varios miles de hombres de personal subalterno. Todo esto ha sido llevado a
cabo con plena aquiescencia de la Real Aviación Búlgara e indudablemente
del gobiemo búlgaro. Dentro de poco, acaso dentro de algunas sernanas,
comenzará el movimiento de tropas de tierra y aire en territorio búlgaro.
Las escuadrillas alemanas no tendrán más que presentarse en las bases que
se están preparando en Bulgaria y pronto se encontrarán en disposición de
operar. Entonces, a menos que prometa usted a Alemania no marchar con-
tra Bulgaria o contra sus contingentes al paso por Bulgaria, bombardearán
Estambul y Adrianópolis la misma noche, así como sus tropas de Tracia. No
hay duda de que esperan alcanzar Salónica sin oposición u obligar a Grecia
a hacer la paz con ltalia, entregando después a ésta bases aéreas eri Grecia
y en las islas, poniendo de esta forma en peligro las comunicaciones entre
nuestro ejército de Egipto y el ejército turco, Denegarían el uso de Esmirna
a nuestra flota, ejercerían un dominio absoluto de los Dardanelos y así com-
pletarían el cerco de la Turquía europea por tres costados. Esto facilitaría
también sus ataques contra Alejandría y Egipto en generai.
Sé, desde luego, señor Presidente, que al enfrentarse con estos peligros
mortales, Turquía declararía la guerra. Pero, ¿qué necesidad hay de ceder
al enemigo la enorme ventaja de poder asegurarse el dominio de los aeró-
dromos búlgaros sin disparar un tiro ni decir una palabra?

1. Relaciones nazi-soviéticas, pp. 268, 271-272,

46
de
Alemania está en realidad preparándose para repetir en las fronteras
y mayo
Turquía la misma maniobra que realizó en las de Francia en abril
de 1940. Pero en este caso, en lugar de encontrarse ante vacilantes y ate-
morizados neutrales, como Dinamarca, Holanda y Bélgica, tiene en Bulgaria
un confederado y antiguo aliado que sin duda alguna ha renunciado a la in-
tención, aun cuando tuviese la manera, de resistir. Todo esto, repito, puede
abatirse sobre nosotros en febrero o marzo, y el camino quedará expedito
el
para los alemanes, incluso sin mover grandes cantidades de tropas, desde os
hayan sido preparad
momento en que los campos de aviación búlgaros
para recibir a la aviación alemana y estén ocupados por el personal de tie-
rra. ¿Es que nos vamos a quedar con los brazos cruzados contemplando
impasibles la gradual preparación de este golpe mortal?
Es mi opinión que mereceríamos las más severas censuras de nuestras
elernental pru-
respectivas naciones si no pusiéramos en juego nuestra más
dencia y previsión. Incluso ahora, hemos esperado ya demasiado.
Por consiguiente, le propongo a usted, señor Presidente, que usted y yo
los
tomemos también las mismas medidas que Alemania está tomando en
aeródromos búlgaros. Mi gobierno desea mandar a Turquía lo antes posible,
escuadri-
y en cuanto las instalaciones estén preparadas, por lo menos diez
llas de cazas y bombarderos, aparte de las cinco que ya operan en Grecia.
Si Grecia fuese derrotada o se rindiese, trasladaríamos estas cinco escuadri-
llas a Turquía y proseguiríamos la guerra aérea desde bases turcas con cre-
cientes fuerzas de la más alta calidad. Así contribuiríamos a dar al ejército
turco el apoyo aéreo adicional que le es necesario para mantener sus famo-
sas cualidades militares.
Pero, más aún, una vez estén nuestras escuadrilias en los aeródromos
turcos, Turquía estará en condiciones de amenazar con bombardear los
campos petrolíferos rumanos si se produce algún avance alemán en Bulga-
ria o si el personal aéreo existente ya en Bulgaria no es retirado en seguida.
Nosotros nos comprometernos a no emprender tal acción desde los aeró-
dromos turcos sin el consentimiento de ustedes.
Pero hay algo más. La actitud de Rusia es incierta y tenemos la esperan-
za de que permanecerá amiga y leal. Nada inducirá más a Rusia a cesar en
su ayuda. ni aun indirecta, a Alemania que la presencia de poderosas fuer-
zas de bombardeo británicas que podrían, partiendo de Turquía, bombar-
dear los campos petrolíferos de Bakú. Una inmensa parte de la agricultura
de Rusia depende del suministro de dichos yacimientos, y un hambre sin lí-
mites seguiría a su destrucción.
Así, Turquía, defendida por la aviación, estaría en condiciones de impedir
que Alemania avasallara a Bulgaria y subyugara a Grecia, y contrarrestar el
temor ruso a los ejércitos alemanes. Si esta situación decisiva tiene que ser
salvada, no hay una hora que perder, y al recibo de su asentimiento el go-
bierno de Su Majestad dará las instrucciones pertinentes para que nuestro
personal, de uniforme o de paisano, como usted prefiera, parta en el acto
para Turquía.
Además, estamos también dispuestos a enviarle un centenar de cañones
antiaéreos que ahora se encuentran en Egipto o en camino hacia allá. Éstos
irán completados de personal, ya de uniforme si usted así lo desea, ya en
Quisa de Instructores.
Todas las demás medidas, que han sido discutidas con el mariscal Chak-
mak, así como las de orden navai, serán llevadas a la práctica en el mormen-
to oportuno.
Las victorias que hemos logrado en Libia nos permitirán aportar una
ayuda más directa e inmediata a Turquía en el caso de que nuestros dos

47
países fuesen aliados en la guerra, y haríamos causa común con ustedes uti-
lizando nuestro creciente poderío en ayuda de sus valientes ejércitos.

Mandé también lo siguiente a los jefes de Estado Mayor:

Primer Ministro al Comité de jefes de Estado Mayor. 31-1-41


No podemos pasar por alto la decisión que mandamos al general Wavell
de que, una vez tomado Tobruk, la situación grecoturca debe tener prio-
ridad sobre toda otra cuestión. El avance sobre Bengasi es sumamente
deseable y su importancia ha sido subrayada en ulteriores telegramas. Sin
embargo, sólo deben emplearse tropas que no redunden en detrimento de
nuestras necesidades europeas. Como la previsión es que Bengasi no podrá
ser capturado hasta finales de febrero, es menester poner bien de manifiesto
este punto al general Wavell. Por ejemplo, la ayuda aérea prometida a Tur-
quía no puede ser dernorada hasta entonces. Sin embargo, tal vez sea posi-
ble conciliar ambos objetivos.
Los jefes de Estado Mayor telegrafiaron, por consiguiente, a los coman-
dantes en jefe del Próximo Oriente incitándoles a tomar conocimiento de
mi mensaje al presidente Inonu, y añadiendo lo que sigue:

Las medidas necesarias para contrarrestar la infiltración alemana en Bul-


garia deben gozar desde ahora de la máxima prioridad. La ventaja de avan-
zar sobre Bengasi, poniendo así a salvo a Egipto y la base de la flota del
Mediterráneo oriental, está plenamente reconocida, con tal que pueda rea:
lizarse sin perjuicio de nuestros intereses europeos. Su captura lo antes
posible es, por consiguiente, de la más alta importancia. Su deseo de tomar
«Mandíbula» (Rodas) es aceptado por nosotros, y les hemos mandado tres
barcos Glen a costa de paralizar durante algunos meses operaciones simila:
res en el Mediterráneo occidental. Hemos hecho esto con la esperanza de
impedir la ocupación aérea de «Mandíbula» por los alemanes, que perturba-
ría nuestras comunicaciones con Turquía. Les rogamos que aceleren esta
operación tanto como sea posible.
Como conclusión, debernos repetirles que la situación grecoturca es pri-
mordial y debe estar presente en todos sus pensamientos.

En este momento comprendí cuán expuesta era la situación de Tur-


quía. Era claramente imposible considerar que el tratado que habíamos
firmado con ella antes de la querra la ligase en estas circunstancias im-
previstas. Cuando la guerra estalló en 1939 los turcos movilizaron a su
excelente y valeroso ejército. Pero todo se hizo en las mismas condiciones
que la Primera Guerra Mundial. La infantería turca era tan excelente
como siempre y su artillería de campaña muy aceptable. Pero no poseían
ninguna de las armas modernas que desde mayo de 1940 demostraron
ser decisivas. La aviación era lamentablemente débil y primitiva. No te-
nían tanques ni carros blindados, y carecian de talleres para fabricarlos y
repararlos, así como de hombres expertos en su manejo. No poseían casi
artillería antiaérea ni antitanque. Su servicio de comunicaciones era rudi-
mentario. El radar les era desconocido. Y tampoco sus cualidades guerre-
ras incluían la menor aptltud para estas innovaciones modernas.

48
Por otra parte, Bulgaria había sido considerablemente armada por
los alemanes con la inmensa cantidad de material capturado en Francia y
los Países Bajos como resultado de las batallas de 1940. Los alemanes
disponían, por consiguiente, de una inmensa cantidad de armamento mo-
derno con que equipar a sus aliados. Nosotros, por otra parte, habiendo
perdido tanto como perdimos en Dunquerque, teniendo que organizar
nuestro ejército territorial para prevenir la invasión y soportar la constan-
te presión del Blitz sobre nuestras ciudades, así como mantener la guerra
en el Oriente Medio, no podíamos procurarlo más que en medida muy es-
casa y a expensas de otras necesidades igualmente imperativas. Dadas es-
tas condiciones, el ejército turco de Tracia se encontraba en un estado de
sería y casi desesperada desventaja en comparación con los búlgaros. Si a
este peligro se añadían destacamentos alemanes de aviación y tanques,
por moderados que fuesen, el peso que gravitaba sobre Turquía podía lle-
gar a hacerse insoportable.
Nuestra única política o esperanza en esta fase de la extensión de la
guerra, estribaba en un plan organizado de unir las fuerzas de Yugosla-
via, Grecia y Turquía, y esto era lo que estábamos tratando de hacer.
Nuestra ayuda a Grecia se había limitado al principio a las pocas escua-
drillas mandadas desde Egipto cuando Mussolini atacó por primera vez...
La siguiente etapa fue la oferta de las unidades técnicas mencionadas en
el telegrama de los jefes de Estado Mayor, que había sido declinada por
los griegos por motivos perfectamente razonables. Ahora llegábamos a la
tercera fase, en que parecía posible establecer un flanco seguro en el de-
sierto, en y más allá de Bengasi, y concentrar en Egipto el más vasto ejér-
cito posible de maniobra o reserva estratégica.
En estas condiciones llegamos al mes de febrero.
CAPÍTULO MI
BLITZ Y ANTI-BLITZ
HESS

El Blitz continúa. — Necesidad de evaluar la fuerza aérea alemana. — Di-


ferencias entre los departamentos. — La investigación del magistrado
Singleton, de diciembre de 1940. — Su memoria de 21 de enero 1941.
— Preparativos alemanes para invadir Rusia. — Y para bombardearnos y
rendirnos por hambre. — Tres fases del Blitz. — Nuestros telones de
humo y fuegos de engaño. — La Luftwaffe se lanza contra los puertos,
marzo y abril de 1941. — Mi visita a Bristol, 12 de abril. — Seguimos
interfiriendo los haces enemigos. — Ataque contra Londres con bombas
incendiarias, 10 de mayo. — Siniestros indominables. — La Cámara de
los Comunes, destruida. — La escuadra aérea alemana vuelve hacia el
Este. — Investigamos la defensa radar de Alemania. — La batalla de los
haces orientadores, aplacada. — Un fin de semana en Ditchley. — Ines-
peradas y fantásticas noticias. — Rudolf Hess aterriza en Escocia. — Una
suposición de sus motivos. — La explicación alemana. — Su conferericia
con lord Simon, 10 de junio. — Una visión de la mentalidad de Hitler. —
Mis instrucciones sobre el trato a Hess. — Se lo digo al Presidente. — La
curiosidad de Stalin en 1944.

Mientras se acercaba el final de 1940 y el Blitz continuaba agobiándo-


nos, consideramos indispensable asomarnos al futuro y tratar de medir
nuestro tormento. ¿Hasta cuándo y con qué incremento de gravedad de-
bíamos esperar que continuase el nocturno aplastamiento de nuestras fá-
bricas y de nuestro pueblo? Ante todo, debíamos establecer la evaluación
más digna de crédito de la fuerza aérea alemana, absoluta y relativa, y de
su programa para 1941.

Primer Ministro al ministro del Aire


y al jefe del Estado Mayor aéreo. 2-X11-40
No cabe la menor duda de que los alemanes seguirán haciendo improbos
esfuerzos por incrementar su aviación este invierno, y que esta primavera
debemos esperar un ataque mucho más grave. Es necesario formarse la
<v/ más alta opinión posible acerca de la escala potencial del incremento ale-
mán, a) hacia el 31 de mágo; b) hacia el 30 de junio. Estas fechas pueden
modificarse si hubiera otras más convenientes e igualmente ilustrativas. Es
.importante no exagerar la capacidad alemana; por consiguiente, los factores
limitativos, como son motores, materias primas especiales, instrucción de
pilotos, efectos de nuestros bombarderos, son de especial interés. Por otra

51
parte, es menester otorgar todo su valor al empleo alemán de las fábricas
de los países cautivos.
Celebraría mucho que su sección de información me mandase un infor-
me (no más allá de dos o tres págirias) sobre este punto vital, y sería conve-
niente que se pusiesen en contacto con el profesor Lindemann mientras lo
preparan, a fin de no tener que discutir sobre las diferentes bases de cálculo
adoptadas. Si bien deseo el informe corto, quiero estar bien percatado de los
datos y razonamientos sobre los cuales ha sido establecido. No estoy muy
seguro de hasta qué punto interviene en esto el Ministerio de Producción
Aeronáutica. Sería una gran satisfacción que los ministerios pudiesen pre-
sentar un punto de vista sin discrepancias. Dígame cómo proyecta arreglar
esto. No disponemos más que de una semana,

Con la ayuda del profesor Lindemann y su departamento de estadísti-


ca, comencé a explorar este oscuro dominio. Verificamos los datos apor-
tados por el Ministerio del Aire. Los confrontamos con las cifras separa-
das y las muy divergentes opiniones del Ministerio de Guerra Económica,
el servicio de información del Ministerio del Aire y los puntos de vista del
de la Producción Aeronáutica. Dejé que la discusión siguiese animada-
mente entre los ministerios. Es un buen sistema de descubrir la verdad.
Había buena amistad y acuerdo entre los funcionarios menos viejos de di-
chos ministerios y tuve la satisfacción de convocarles a todos una tarde en
Chequers. Todos ellos aportaron datos y cifras, y cada uno de ellos estaba
atormentado por la duda. Las pruebas eran tan contradictorias, y todos
ellos estaban tan ansiosos por encontrar la verdad, que consideré que una
mente juiciosa, un cerebro agudo, claro, sin influencias, debía -analizar y
medir antes de tomar una decisión. De acuerdo con esto, persuadí a todos
los interesados de que aportasen su testimonio más sincero a una investi-
gación que sería llevada a cabo por un eminente juez.

Primer Ministro al ministro del Aire


y jefe del Estado Mayor aéreo. 9-X11-40
El sábado pasé cuatro horas con el personal del departamento de Infor-
mación del Ministerio del Aire y el del Ministerio de Guerra Económica. No
he podido llegar a la conclusión de cuál de ellos tenía razón. Probablemente
la verdad está a mitad de camino. El tema es de capital importancia para el
cuadro del futuro que nos hacemos de la guerra. Entretanto, puede influen-
ciar, además, el uso que hacemos de nuestras fuerzas. Es mi más ferviente
deseo que estas dos ramas mencionadas, cuyos funcionarios están unidos
por estrechos lazos de amistad, se reúnan con el fin de hacer una investiga-
ción, tamizar las pruebas y cerciorarse de los hechos. Deberían estar presidi-
dos por un hombre imparcial, acostumbrado a pesar las pruebas y a hacer
interrogatorios. Me pregunto si para este propósito el magistrado Singleton,
que tiene experiencia de guerra como ametrallador y que recientemente lle-
vó a cabo, por encargo mío, una encuesta sobre aparatos apuntadores para
bombas, sería el indicado para llevar la discusión y arrojar una luz útil en las
oscuridades de este trascendental escenario. Será necesario, desde luego,
procurarle toda la información de que disponemos. Antes de tomar una de-

52
terminación, querría conocer la opinión de usted. Entretanto, he hecho una
declaración sobre lo que aprendí en nuestra conversación del sábado, para
que los ministros tengan algo con qué trabajar. Todo hecho está sujeto a
de-
discusión, modificación o sustitución. He mandado un ejemplar a cada
partamento, y esto será el elemento esencial de las investigaciones que
proyecto.

Redacté esta declaración yo mismo, y necesité un buen número de ho-


ras de meditación.

Primer Ministro al ministro del Aire. 13. x11-40


De la producción mensual de material de aviación alemán evaluada en
1.800 aparatos, el departamento de información del ministerio «Intelligence
Branch» del Aire, consideran que tan sólo 400 están destinados a entrena:
miento. Esto parece muy poco, si se tiene en cuenta que el punto de vista
del Ministerio del Aire es que los alemanes mantienen en los frentes una
fuerza dos veces y media como la nuestra. Alternativamente, si la evalua-
ción del Ministerio del Aire es exacta, si nuestros aparatos instructores son
profusa y pródigamente empleados y si no se conserva gran número de
ellos en los aeródromos en estado inservible, ia potencia de la línea de fren-
te alemana no puede ser mantenida con una proporción tan pequeña de
aparatos instructores.
El magistrado Singleton va a venir a almorzar conmigo el domingo, y lo
pondré a la obra sobre la investigación que hemos convenido hacer.

El magistrado Singleton trabajó estupendamente con los aviadores y


demás técnicos. El 21 de enero me presentó su informe final. Era suma-
mente difícil comparar con cifras absolutas las fuerzas aéreas inglesa y
alemana. Cada bando dividía su aviación en establecimientos autorizados,
total de aparatos «aptos para operar» y «línea de combate». Estas catego-
rías eran diferentes, arbitrarias y variables. Más aún, las Reales Fuerzas
Aéreas estaban divididas en Territorial y de Ultramar, mientras a la sazón
los alemanes estaban todos en Europa. No quiero, por consiguiente, has-
tiar al lector con discutibles estadísticas. El magistrado llegó a la conclu-
sión de que el potencial de la aviación alemana respecto a la británica po-
día ser elevado en la proporción de cuatro a tres. Aun cuando el Ministe-
rio del Aire (departamento de Información) juzgaba que los alemanes
tenían más, mientras el de Guerra Económica sostenía menos, hubo un
acuerdo bastante considerable, y la evaluación de Singleton fue adoptada
como base de trabajo. Este informe me animó porque vi que paulatina-
mente ¡bamos superando a los alemanes en el aire. Al principio de la ba-
talla de Francia, eran por lo menos el doble de nosotros. Ahora el informe
nos situaba en la proporción de tres a cuatro. Después de la guerra, nos
enteramos de que en realidad era de tres a dos. Era una gran mejora. No
habíamos recibido todavía la gran ola de la ayuda americana que estaba
en camino.
A finales de 1940 Hitler comprendió que la Gran Bretaña no podía ser
destruida por el ataque directo por el aire. La batalla de la Gran Bretaña
había sido su primera derrota y el bárbaro bombardeo de las ciudades no
había acobardado a la nación ni a su gobierno. Los preparativos de inva-
sión de Rusia a principios del verano de 1941 absorbían una gran parte
del potencial aéreo de Alemania. Los múltiples y terribles ataques que su-
frimos hasta finales de mayo no representaban ya el potencial completo
del enemigo. Para nosotros eran sumamente gravosos, pero no parecían
ser la idea primordial del alto mando alemán o de su Fúhrer. Para Hitler,
la continuación del ataque aéreo contra Inglaterra era un necesario y con-
veniente pretexto para encubrir sus concentraciones contra Rusia. Su op-
timista horario presumía que los Soviets, lo mismo que Francia, serían
avasallados con una campaña de seis semanas, y que entonces las fuerzas
alemanas podían lanzar el ataque final contra Inglaterra en el otoño de
1941. Entre tanto, la obstinada nación tenía que ser llevada hasta el ago-
tamiento, primero mediante el bloqueo submarino apoyado por la avia-
ción de largo alcance, y segundo, por los ataques aéreos contra las ciuda-
des y en especial los puertos. Para el ejército alemán, la operación «León
Marino» (Inglaterra) había sido sustituida por la «Barbarroja» (Rusia). La
marina alemana recibió instrucciones de concentrar su acción contra
nuestro tráfico por el Atlántico, mientras la aviación debía operar sobre
nuestos puertos y sus accesos. Este era un plan mucho más mortífero que
el bombardeo a ciegas de Londres y su población civil, y fue una suerte
para nosotros que no se prosiguiese con todas las fuerzas disponibles y
con mayor persistencia.

Considerado retrospectivamente, el Blitz de 1941 se divide en tres fa-


ses. En la primera, durante enero y febrero, el enemigo se vio frustrado
por el mal tiempo y, salvo en los ataques contra Cardiff, Portsmouth y
Swansea, nuestros servicios de defensa civil consiguieron un bien ganado
respiro, del cual no dejaron de gozar. Un sistema de Comités Portuarios
de Emergencia, representando los principales intereses relacionados con
la organización de los puertos, ya había sido creado por el Comité de De-
fensa Imparcial mucho antes de estallar la guerra. Espoleados por la dura
experiencia del invierno de 1940 y ayudados por la disposición del Minis-
terio de Transportes de Guerra a descentralizar, estas entidades estaban
ahora en condiciones de sostener la lucha de forma mucho más eficiente
y podían contar con toda confianza con la ayuda exterior por mediación
de los Comisarios Regionales. No se desdeñaban tampoco los medios de
deferisa más activos. Se prepararon cortinas de humo, altamente desfavo-
rables a la opinión pública, cuyas casas quedaban perjudicadas, si bien
más tarde se revelaron sumamente eficaces al proteger los centros indus-
triales del Midland. Se dispusieron fuegos de engaño, o «estrellas de mar»,
para desorientar a los bombarderos enemigos, y el plan defensivo de con-
junto fue urdido hasta formar un solo sistema coherente.
Cuando mejoró el tiempo, el Blitz recomenzó con igual intensidad. La

54
segunda fase, llamada algunas veces «la gira de la Luftwaffe por los puer-
tos», comenzó a principios de marzo. Consistía en ataques simples o do-
bles, los cuales, aunque graves, no consiguieron paralizar a nuestros puer-
tos. El 8 y durante tres noches consecutivas, Portsmouth fue fuertemente
atacado y los astilleros gravemente dañados. Manchester y Salford fueron
atacados el 11. Las noches siguientes le tocó el turno al Merseyside. El 13
y el 14, la Luftwaffe se abatió duramente sobre el Clyde por primera vez,
matando o hiriendo gravemente a cerca de dos mil personas e inutilizan-
do los astilleros, unos hasta junio y otros hasta noviembre. En los arsena-
les de John Brown, grandes incendios nos obligaron al paro, y la produc-
ción normal no fue restablecida hasta abril. Dicha firma se había visto
afectada desde el 6 de marzo por una huelga importante. El bombardeo
dejó sin hogar a la mayoría de los huelguistas; pero los sufrimientos
ocasionados por el ataque y el peligro les volvieron al sentido del deber.
Merseyside, los Midlands, Essex y Londres sufrieron otra dosis de bombas
antes de terminar el mes. 7
Los golpes más rudos no cayeron hasta abril. El 8, la concentración
fue sobre Coventry, y en el resto del país el impacto más duro se abatió
sobre Portsmouth. Londres sufrió fuertes ataques el 16 y 17; hubo más de
dos mil trescientos muertos y más de tres mil heridos graves. Durante este
tercer período el enemigo siguió tratando de destruir nuestros puertos me-
diante ataques prolongados, en algunos casos una semana. Plymouth fue
atacado del 21 al 29 de abril, y aunque los fuegos de engaño ayudaron a
salvar los depósitos portuarios, fue sólo a expensas de la ciudad. El clímax
se produjo el 1 de mayo, cuando Liverpool y el Mersey fueron atacados
durante siete noches seguidas. Setenta y seis mil habitantes quedaron sin
hogar, con tres mil personas entre muertos y heridos. De ciento cuarenta
y cuatro muelles, sesenta y nueve quedaron inutilizados y el tonelaje de-
sembarcado quedó transitoriamente reducido a la cuarta parte. Si el ene-
migo hubiese persistido, la Batalla del Atlántico hubiera podido acercar-
nos a la derrota. Pero, como de costumbre, cambió la táctica. Durante dos
noches seguidas bombardearon intensamente Hull, en donde cuarenta mil
personas vieron sus hogares destrozados, los depósitos de víveres aniqui-
lados y los talleres de ingeniería naval inutilizados durante cerca de dos
meses. Aquel mes atacaron también Belfast, bombardeado ya dos veces.

El 12 de abril, como Canciller de la Universidad de Bristol, conferí el


nombramiento de doctor honorario en Derecho a míster Winant, embaja-
dor de los Estados Unidos, al doctor J. B. Conant, presidente de la Uni-
versidad de Harvard, y a Mr. Menzies, Primer Ministro de Australia. Mi
esposa vino conmigo. Nuestro tren pasó la noche en un apartadero en
pleno campo, pero pudimos ver y oír el duro ataque sobre la ciudad de
Bristol. Entramos en la estación a primera hora de la mañana y fuimos di-
rectamente al hotel. Allí encontré a un cierto número de dignatarios yen
el acto emprendimos el camino hacia los sitios más afectados de la ciu-
dad. Los servicios de Defensa Aérea estaban en pleno trabajo y aún esta-

55
ban desenterrando a gente de entre las ruinas. La prueba había sido dolo-
rosa, pero el espíritu de los ciudadanos era invencible. En uno de los
centros de refugio, un cierto número de ancianas cuyos hogares habían
sido destruidos, y que aún parecían estar aturdidas, permanecían inmóvi-
les como imagen de la desolación. Cuando me vieron llegar secaron sus
lágrimas y lanzaron vítores al rey y al país.
La ceremonia se desarrolló tal y como estaba prevista. Pasé una hora
recorriendo los lugares más dañados y luego fui a la Universidad. Todo si-
guió adelante dentro del más estricto ceremonial, pero el gran edificio
contiguo a la Universidad seguía ardiendo, y las vistosas togas académicas
de algunos de los principales personajes no lograban ocultar la suciedad y
los destrozos por su forcejeo de la víspera en sus uniformes. La escena
fue conmovedora.
«Muchos de los que están ahora aquí —dije— han pasado toda la noche
en sus puestos y todos han sufrido el fuego del enemigo y el duro y prolonga-
do bombardeo. Que os reunáis todos de esta forma es una prueba de fortale-
za y serenidad, de valor y desapego de los asuntos materiales; digno de lo que
aprendimos a creer de la antigua Roma o de la moderna Grecia.
»Siempre que puedo escapar unas horas o un día a mis deberes en el
Cuartel General, salgo a reconocer los daños producidos por el bombar-
deo enemigo; pero junto a la devastación y las ruinas, también veo unos
ojos tranquilos, confiados, sonrientes, brillando con la conciencia de ha-
berse asociado a una causa mucho más vasta, mucho más alta que nin-
gún interés personal o humano. Veo el espíritu de un pueblo indomable.
Veo un espíritu engendrado en la libertad, criado en la tradición que ha
llegado hasta nosotros a través de los siglos, y que nos permitirá ahora,
en este momento crucial de la historia del mundo, llevar nuestra cruz de
tal modo que ningún descendiente de nuestra raza pueda jamás dirigir el
menor reproche a sus antepasados.»

Entre tanto, la Guerra de los Brujos! iba desarrollándose de su extraña


manera. La fabricación de sus primeras armas nuevas ha hallado ya men-
ción en un volumen precedente.2 Los planes para la defensa aérea de la
Gran Bretaña habían sido renovados en otoño de 1937, basándose en la
suposición de que se cumplirían las promesas hechas por nuestros cientí-
ficos sobre el todavía no experimentado radar. Las cinco primeras estacio-
nes de la cadena costera de radar, así como las cinco que guardaban el
estuario del Támesis, habían visto el avión de Chamberlain ir y venir en
sus misiones de paz de septiembre de 1938. En la primavera de 1939, die-
ciocho estaciones, desde Dundee a Portsmouth, comenzaron una guardia
dlaria de veinticuatro horas que no debía interrumpirse en los seis años si-
guientes. Estas estaciones eran el perro guardián del servicio de alarma

1. Así soiían designarse los trabajos de jos hombres de ciencia a que hacen referencia el
capítulo IX de Entre dos guerras y ei capítuio IV de Solos.
2. Vol.i, cap. IX.

56
antiaérea; nos ahorraron grandes pérdidas en la producción de guerra, al
mismo tiempo que aligeraron la carga que pesaba sobre nuestros volun-
tarios de la defensa pasiva. Ahorraron a las dotaciones de las baterías
antiaéreas innecesarias y agotadoras horas de servicio junto a las piezas.
Nos salvaron del agotamiento de hombres y máquinas que hubiera sig-
nificado la muerte de nuestra incomparable pero exigua fuerza de cazas,
si éstos se hubiesen visto obligados a patrullar constantemente en el cielo.
Carecían de la precisión que se requería para la intercepción de los ata-
ques nocturnos, pero capacitaban a los cazas diurnos a esperar a su presa
en las altitudes y posiciones más favorables para el ataque. En su decisiva
contribución a la victoria de las batallas diurnas, estuvieron apoyadas y
suplementadas por otras estaciones de nuevo cuño técnico, que daban el
aviso, demasiado breve, pero valiosísimo, de la proximidad de aviones en
vuelo rasante.

Durante el año 1941, y pese a sus varios perfeccionamientos, segui-


mos desviando los haces orientadores alemanes. Un ejemplo puede citar-
se. La noche del 8 de mayo, los alemanes planearon dos ataques, el pri-
mero contra las fábricas Rolls-Royce en Derby, y el segundo, contra Not-
tingham. Gracias a nuestras interferencias de sus haces orientadores, que
se habían fijado sobre Derby, bombardearon en su lugar Nottingham,
donde aún ardían algunos incendios de la noche anterior. Su error origi-
nal les llevó entonces a descargar el segundo ataque sobre el valle de Bel-
voir, que está tan lejos de Nottingham como Nottingham lo está de Der-
by. El comunicado alemán anunció la destrucción de las fábricas Rolls-
Royce de Derby, a las que no se acercaron siquiera. Doscientas treinta
bombas explosivas y un gran número de incendiarias fueron descargadas
en campo abierto. El total de víctimas fueron dos pollos.
El peor ataque fue el último. El 10 de mayo el enemigo volvió a Lon-
dres con bombas incendiarias. Causó más de dos mil incendios, y como
reventaron cerca de ciento cincuenta grandes ramales de agua, estuvimos
incapacitados para sofocar los siniestros, tanto más cuanto coincidieron
con la marea baja del Támesis. A las seis de la mañana del día siguiente,
centenares de ellos fueron declarados como indominables, y cuatro conti-
nuaban ardiendo aún la noche del 13. Fue el ataque más devastador de
todo el Blitz nocturno. Cinco docks y setenta y un puntos estratégicos ha-
bían sido alcanzados. Todas las principales estaciones ferroviarias, menos
una, quedaron bloqueadas durante semanas enteras y las carreteras no
quedaron abiertas hasta principios de junio. Cerca de tres mil personas
fueron muertas o heridas. También fue histórico bajo otros conceptos.
Destruyó la Cámara de los Comunes. Una sola bomba creó la ruina para
años enteros. Sin embargo, nos fue grato saber que la Cámara estaba va-
cía. Por otra parte, nuestras baterías y cazas nocturnos destruyeron dieci-
séis aviones enemigos, el máximo alcanzado en combates de noche. Indu-
dablemente, esta victoria fue el fruto que la «Guerra de los Brujos» nos
dio aquel invierno.

57
Este ataque, aunque entonces ho lo supinos, fue la bravata de despe-
dida del enemigo. El 22 de mayo, Kesselring trasladó su cuartel general
de aviación a Posen, y a principios de junio todo el potencial alemán mar-
chó hacia el Este. Cerca de tres años tenían que transcurrir antes de que
nuestra Defensa Civil de Londres tuviese que contender con el baby Blitz
de febrero de 1944 y la ulterior arremetida con cohetes y bombas volan-
tes. En los doce meses que van de junio de 1940 a junio de 1941, nues-
tras bajas civiles ascendieron a 43.381 muertos y 50.856 heridos graves,
formando un total de 94.237.
A excepción de los mecanismos auxiliares de radar para la artillería an-
tiaérea, el enemigo se había dedicado hasta entonces a construir dispositi-
vos ofensivos, como los haces orientadores, y hasta pasado el año 1941
no sintieron la necesidad de fabricarlos para su propia defensa. En Ingla-
terra, desde luego, habíamos confiado en nuestras grandes y costosas es-
cuelas de navegación para la búsqueda de nuestros blancos, y pensába-
mos en el radar principalmente como medio de defensa. Una vez conse-
quimos adueñarnos de los haces orientadores, y yendo las cosas algo me-
jor en general, estudiamos el radar alemán con el propósito de suprimir
los obstáculos que nos impedían devolver golpe por golpe. En febrero de
1941, descubrimos y fotografiamos por primera vez una estación alemana
de radar para la localización de aviones y casi al mismo tiempo captamos
sus transmisiones. Habiendo encontrado este primer espécimen cerca de
Cherbourg, buscamos otros semejantes a lo largo de la costa occidental
de la Europa ocupada mediante reconocimientos fotográficos y agentes
secretos. A mediados de 1941, la R. A. F. trataba de dirigir serios ataques
nocturnos contra Alemania. Para conseguirlo teníamos que conocer a
fondo sus mecanismos de defensa. Era lógico que éstos dependiesen en
gran parte, lo mismo que los nuestros, del radar. Partiendo de un cuida-
doso estudio del radar alemán instalado en la costa, fuimos abriéndonos
gradualmente paso hasta el sistema alemán de defensa con cazas noctur-
nos. Dicho sistema se extendía formando un cinturón que corría desde
Schleswig-Holstein hasta la frontera francobelga, pasando por el noroeste
de Alemania y Holanda. Pero ni nuestras propias medidas ni las del ene-
migo desempeñaron un gran papel en los últimos meses de 1941. La
aviación alemana de bombardeo, según el optimista cálculo establecido,
debía regresar de Rusia seis semanas después de la invasión. Si hubiese
regresado, en efecto, hubiera sido apoyada en su ataque a Inglaterra por
muchas nuevas y más potentes estaciones emisoras de haces orientado-
res, empleadas a todo lo largo de la costa del Canal, emisoras que la hu-
biesen ayudado a asestar el golpe y sembrar la desorganización en el país.
Pero se hubiera encontrado con muchas nuevas emisoras nuestras que
anulaban y desviaban sus nuevos haces orientadores, así como con cazas
nocturnos equipados con un radar ampliamente mejorado. La enorme
extensión del frente ruso, que otorgó a la lucha un carácter especial, apla-
zó esta nueva batalla de los haces orientadores, y las grandes innovacio-
nes radiotécnicas de ambos bandos permanecieron durante algún tiempo
sin ser utilizadas.

58
El domingo, 11 de mayo, pasé el fin de semana en Ditchley. Durante
toda la noche no habían cesado de llegar noticias del potente ataque ae-
reo contra Londres, acaecido la noche anterior. Nada había que yo pudie-
ra remediar, de modo que pasé el rato viendo a los Hermanos Marx en
una película cómica que mis huéspedes se habían procurado. Salí dos ve-
ces a indagar sobre los daños recibidos, y me dijeron que habían sido gra-
ves. Terminó la divertida película y celebré haberme distraído. Poco des-
pués, un secretario vino a decirme que alguien quería hablarme por telé-
fono en nombre del duque de Hamilton. El duque era amigo mio perso-
nal, y tenía a su mando un sector de cazas al este de Escocia, mas no
acerté a pensar qué clase de asunto quisiera exponerme que no pudiera
aguardar hasta el día siguiente. Sin embargo, la persona que había hecho
la llamada insistió en hablar conmigo, diciendo que se trataba de una ur-
gente cuestión de Gabinete. Pasados unos minutos, Mr. Bracken me dijo
que el duque decía que tenía increíbles noticias que comunicarme. En
consecuencia, mandé en su busca, y a su llegada me dijo que un prisione-
ro alemán, al que había interrogado a solas, decía ser Rudolf Hess. «¡Hess
en Escociat» Me pareció fantástico. Sin embargo, la noticia era auténtica.
No había duda de que Hess, lugarteniente del Fúhrer, ministro sin cartera
del Reich, miembro del Consejo Secreto del Gabinete de Alemania y ca-
becilla del partido nazi, había aterrizado solo y en paracaídas cerca de la
finca del duque de Hamilton en la Escocia occidental.
Pilotando su propio avión y vestido de teniente-aviador de la Luftwaf-
fe, había salido de Augsburg y después se había lanzado al espacio. Al
principio dijo llamarse «Horn», y sólo después de su ingreso en un hospi-
tal militar cerca de Glasgow, adonde había sido llevado a causa de unas
heridas leves que se hizo al aterrizar, se supo quién era. Pronto fue lleva-
do, en varias etapas, a la Torre de Londres, y de allí a otros lugares de
cautiverio del país, y en ellos permaneció hasta el 6 de octubre de 1945,
cuando se reunió en las celdas de Nuremberg con aquellos de sus colegas
que habían sobrevivido a la querra y debían ser juzgados por sus vence-
dores.
Jamás di gran importancia a esta evasión. Sabía que no tenía relación
con el desarrollo de los acontecimientos. En toda Inglaterra, Estados Uni-
dos, Rusia, y principalmente en Alemania, causó gran sensación y se es-
cribieron libros sobre el caso. Me limitaré meramente a exponer lo que a
mi juicio es la verdadera historia.

Rudolf Hess éra un hombre joven, bien parecido, a quien Hitler cobró
gran afecto, y que llegó a ser el más íntimo de cuantos rodeaban al Fiúh-
rer. Adoraba a éste y creía fervientemente en que el porvenir del mundo
se encontraba en juego. Comía en la mesa de Hitler, a menudo solo con
él, o con dos o tres más. Conocía y era capaz de comprender el pensa-
miento íntimo de Hitler: su odio a la Rusia soviética, su ansia de destruir
el bolchevismo, su admiración por Inglaterra y su ansia de ser amigo del
Imperio Británico, así como su desprecio por la mayoría de los países.

59
Nadie conocía a Hitler mejor ni nadie le veía más a menudo en sus mo-
mentos de ocio. Con la declaración de la guerra, se produjo un cambio.
Los comensales de Hitler, en las horas de las comidas, aumentaron consi-
derablemente. Generales, almirantes, diplomáticos, altos funcionarios,
eran admitidos de vez en cuando en aquel selecto círculo de fuerzas arbi-
trarias. El íntimo del Fúrher se sintió eclipsado. ¿En qué consistían ahora
las manifestaciones de partido? Era hora de obrar; no de mojigangas.
De los méritos de su gesto, debemos descontar hasta cierto punto el in-
negable ataque de celos que debió sufrir su naturaleza al encontrar que,
debido a la guerra, no podía seguir desempeñando el antiguo papel de
amigo y confidente de su adorado Fiihrer. He aquí, debió decirse, a todos
esos generales y demás que deben ser admitidos a la intimidad y a la
mesa del Fúhrer. Tienen que desempeñar su papel. Pero yo, Rudolf, me-
diante un acto de soberbia abnegación, les superaré a todos, y traeré a mi
Fúhrer un tesoro más preciado y un alivio mayor que todos ellos juntos.
lré a hacer la paz con la Gran Bretaña. Mi vida no es nada. ¡Cuán feliz
soy de tener una vida que sacrificar a esta esperanza! Estos pensamientos,
aunque cándidos, no eran ciertamente ni malvados ni mezquinos.
La idea de Hess sobre la escena política europea era que Inglaterra ha-
bía sido desviada de sus verdaderos intereses, así como de su política de
amistad con Alemania, y, sobre todo, de la alianza contra el bolchevismo,
por los ventajistas de la guerra, de los cuales Churchill era la manifesta-
ción superficial. Si él, Hess, pudiera llegar al corazón de Inglaterra y con-
vencer al rey de los auténticos sentimientos de Hitler por los ingleses, se
desvanecerían las fuerzas malignas que ahora gobernaban a esta desdi-
chada isla y que habían atraído sobre ella tan horrendos sufrimientos.
¿Cómo podía Inglaterra sobrevivir? Francia había sucumbido. Los subma-
rinos destruirían en breve todas las comunicaciones marítimas; el ataque
aéreo alemán aniquilaría la industria británica y arrasaría sus ciudades.
Pero, ¿a quién debía dirigirse? Había el duque de Hamilton, que era
conocido del hijo de su consejero político Karl Haushofer.1 Sabía también
que el duque de Hamilton era lord senescal. Un personaje como él pro-
bablemente debía cenar todas las noches con el rey y podía hablarle en
privado. Éste era el camino más directo.

«Parece —dijo unos días después una gacetilla de prensa alemana— que
el camarada Hess vivía en un estado de alucinación, de resultas del cual
creyó poder llegar a una conciliación entre Inglaterra y Alemania... El
Partido Nacional Socialista lamenta que este idealista fuera víctima de
su propia alucinación. Sin embargo, su gesto no tendrá repercusión algu-
na en la continuación de la guerra que ha sido impuesta a Alemania.»

1. El duque de Hamilton trabó conocimiento con Albrecht Haushofer, hijo de Karl Haus-
hofer, autor de la teoría nazi de la «Geopolitik», en los Juegos Olímpicos de 1936, en ocasión
de encontrarse el duque de Hamillon estudiando la aviación alemana y, después, la aviación
rusa. Albrecht Haushofer fue ejecutado en 1944 por los nazis por sospechársele complicado
en la conspiración contra Hiller.

60
Para Hitler el suceso era embarazoso. Era como si mi fiel colega, el minis-
tro de Asuntos Exteriores, que era unos años más joven que Hess, se hu-
biese lanzado en paracaídas a Berchtesgaden desde un Spitfire robado.
Los nazis debieron de experimeñtar sin duda un gran alivio al detener a
los ayudantes de Hess.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 15-V-41


1. En principio, será más conveniente tratarle (a Hess) como prisionero
de guerra, bajo el Ministerio de la Guerra y no el del Interior; pero al propio
tiempo como a una persona contra la cual pueden aducirse graves delitos
políticos. Este hombre, como otros jefes nazis, es un criminal de guerra en
potencia. y tanto él como sus confederados pueden ser fácilmente declara-
dos fuera de la ley a la terminación de la guerra. En este caso, su arrepenti-
miento podría colocarle en situación favorable.
2. Entretanto, debe estar estrictamente incomunicado en una casa ade-
cuada, no demasiado lejos de Londres, y hay que hacer todas las tentativas
posibles por estudiar su mentalidad y sacar de él algo útil.
Hay que asegurar su salud y su comodidad, así como proveerle de
comida, libros, material para escribir y distracciones. No deberá tener con-
tacto con el mundo exterior ni recibir más visitas que las prescritas por el
Foreign Office. Habrá que designar una vigilancia especial. No debe leer pe-
riódicos ni escuchar la radio. Debe ser tratado con dignidad, como si fuese
un general importante que hubiese caído en nuestras manos.

Primer Ministro a sir Alexander Cadogan. 16-V-41


1. Le agradecería me hiciese una recopilación completa de la conversa-
ción con Hess en el curso de las tres entrevistas, extendiéndose particular-
mente sobre los puntos mencionados por mí en la declaración que preparé
(para la Cámara), pero que no lei. La mandaré al presidente Roosevelt jun-
to con un telegrama.
2. Apruebo la proposición del Ministerio de la Guerra de trasladar a
Hess a la Torre de Londres esta misma noche, mientras se prepara su lugar
de confinamiento en Aldershot.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt, 17-V-41


El representante del Foreign Office ha celebrado tres conferencias con Hess.
En la primera, la noche del 11 al 12 de mayo, Hess fue extremadamente lo-
cuaz e hizo una larga declaración con la ayuda de notas. La primera parte de la
misma fue una recapitulación de las relaciones anglogermanas durante los últi-
mos treinta años, y parecía destinada a demostrar que Alemania había tenido
siempre razón e Inglaterra siempre la culpa. En la segunda, subrayaba la certi-
dumbre de la victoria alemana, debida al desarrollo combinado de las armas aé-
reas y submarinas, la firmeza de la mora! alemana y la completa unión del pue-
blo alemán alrededor de Hitler. La tercera parte esbozaba unas proposiciones de
arreglo. Hess dijo que Hitler no había abrigado nunca malos designios contra el
Imperio Británico, el cual permanecería intacto, salvo la devolución de las colo-
nias alemanas, a camblo que se le dejara a él las manos libres en Europa. Pero
había una condición adiclonal de que Hitler nunca negociaría con el actual
go-
bierno de Inglaterra. Es la vieja Invitación a que abandonemos a todos nuestros
amigos, a fin de salvar temporalmente un buen pedazo de nuestro pellejo.
El representante del Foreign Office le preguntó si cuando se refería a de-
jar a Hitler las manos libres en Europa, Incluía a la Rusia europea
o a la

61
asiática. Respondió: «Asiática.» Añadió, sin embargo, que Alemania tenía
ciertas peticiones que hacer a Rusia que tendrían que ser satisfechas, pero
negó los rumores de que se preparaba un ataque contra Rusia.
Hess da la impresión de estar convencido de que Alemania debe ganar la
guerra, pero que ésta durará mucho tiempo y entrañará la pérdida de mu-
chas vidas y mucha destrucción. Parecía pensar que si conseguía persuadir
al pueblo inglés de que había bases para un arreglo, podía acelerar la termi:
nación de la guerra y evitar muchos sufrimientos innecesarios.
Durante la segunda conferencia, el 14 de mayo. Hess puso de manifiesto
otros dos extremos:
1. Cualquiera que fuese el arreglo, Alemania tendría que apoyar a Rashid
Ali y asegurar la expulsión de los ingleses del Irak.
2. La guerra submarina, con la cooperación de la aviación, continuaría has-
ta cortar todos los suministros a las Islas Británicas. Incluso si éstas capi-
tulaban y el Imperio continuaba la lucha, el bloqueo de Inglaterra conti-
nuaría, aun en el caso de que esto significara que el último habitante de
Inglaterra tenía que morir de hambre.
De la tercera conferencia, el 15 de mayo, no se sacó gran cosa en limpio,
salvo algunas disparatadas observaciones casuales sobre su país, de usted y
el grado de ayuda que América podría aportarnos. Personalmente, opino
que no está suficientemente impresionado por lo que cree saber de sus tipos
de aviones y de su capacidad de producción.
Parece gozar de buena salud y no está excitado, ni se advierten en él los
síntomas corrientes de locura. Declara que su evasión fue idea suya y que
Hitler no sabía una palabra de antemano. Si hay que darle crédito, pensaba
ponerse en contacto con miembros de un «movimiento pro paz» en Inglate-
rra, al cual ayudaría a derribar al actual gobierno. Si es sincero y no está
loco, esto es un síntoma halagieño de la ineptitud del servicio de espionaje
alemán. No será maltratado, pero convendría que la prensa no le pintara
con colores muy románticos a él y a su aventura. No debemos olvidar que
comparte la responsabilidad de todos los crímenes de Hitler, y es un crimi-
nal de guerra en potencia, cuya suerte puede en última instancia depender
de la decisión de los gobiernos aliados.
Señor Presidente: Todo lo antedicho es para su información personal.
Aquí creemos que lo mejor es dejar que la prensa se divierta a su antojo
durante algún tiempo y que los alemanes se partan la cabeza haciendo con-
jeturas. Los oficiales alemanes que tenemos prisioneros aquí han quedado
muy turbados por la noticia, y no puedo dudar de que se crearán profundos
recelos en las fuerzas armadas alemanas a propósito de lo que Hess pueda
decir.

Las explicaciones dadas por Hess a los médicos no fueron mucho más
explícitas. El 22 de mayo, su médico emitió el siguiente informe: «Dice que
le horrorizaban los duros ataques contra Londres eri 1940, y que aborre-
cía la idea de matar a chiquillos y mujeres. Este sentimiento se intensificó
al pensar en su esposa y en su hijo, de tal suerte que le inspiró la idea de
volar a Londres y pactar la paz con la gran facción de antiguerra que
creía que existía en el país. Insistió en que el lucro personal no pesaba
para nada en su decisión; había obrado obedeciendo a un impulso pura:
mente idealista.1
»Con estas ideas en la cabeza, no puedo por menos de quedar profun-
p. 2.
1. El caso de Rudolf Hess, recopilado por J. R. Rees,

62
damente impresionado al oír a su consejero Karl Haushofer expresar si-
milares sentimientos y mencionar al duque de Hamilton como persona de
buen sentido, que debía vivir horrorizado ante la insensata carnicería.
Haushofer le hizo observar también que había visto a Hess dos o tres ve-
ces en sueños, pilotando un avión no sabía adónde. Por proceder de un
hombre como aquél, Hess interpretó estas observaciones como un men-
saje de que debía volar hacia la Gran Bretaña como emisario de paz, y
ver al duque de Hamilton, quien le llevaría hasta el rey Jorge VI. El go-
bierno británico sería destruido y reemplazado por los partidarios de la
paz. Insistió en que no quería tratar con la capillita —el gobierno a la sa-
zón en el poder— que haría todo lo posible por perjudicarlo, pero se mos-
tró muy vago sobre qué hombres de Estado debían reemplazarles y pare-
ció estar pésimamente informado respecto a los hombres y a la situación
de nuestros políticos. Relató cómo se había acercado a Willi Messersch-
midt y conseguido de él facilidades para el vuelo a largas distancias en el
interior de Alemania, como entrenamiento para la hazaña, y cómo prepa:
ró y emprendió el viaje. Sostuvo que no tenía cómplice alguno, y que de-
mostró considerable habilidad al preparar el viaje. establecer su ruta y vo-
lar con una pericia que le permitió aterrizar tan sólo a diez millas de su
punto de destino, Dungavel».1

* . .

El Gabinete invitó a lord Simon a que fuese a visitarle, y el 10 de junio


tuvo lugar la entrevista. «Cuando el Fúhrer —dijo Hess— llegó a la con-
clusión de que el sentido común no podía prevalecer en Inglaterra, obró
de acuerdo con la regla de conducta del almirante lord Fisher: “La mode-
ración en la guerra es locura. Si golpeáis, golpead fuerte y donde podáis.”
Pero puedo confirmar que al Fúhrer siempre le fue difícil dar la orden de
lanzar estos terribles ataques aéreos y submarinos. Le dolían profunda-
mente. Sentía constantemente una profunda compasión por el pueblo in-
glés que era víctima de este método de guerrear... Dijo que, aunque vic-
torioso, uno no debe imponer condiciones Onerosas a un país con el cual
se ha deseado estar en completo acuerdo.» Y de nuevo la nota tónica de
Hess: «Creía que si Inglaterra pudiera estar informada de esto, acaso se
avendría a llegar a una solución.» ¡Si tan sólo Inglaterra hubiese sabido lo
bueno que era Hitler, seguramente hubiera accedido a sus deseos!

Se ha escrito mucha literatura médica sobre el estado mental de Hess.


Con toda seguridad era un neurótico, un esquizofrénico que buscaba la
paz en la consecución del poder y del poderío, y en la veneración de un
jefe. Pero Hess era algo más que un caso clínico. Creía apasionadamente
en su concepto de la mentalidad de Hitler. ¡Con sólo que Inglaterra qui-
siera verla como él, cuántos sufrimientos se ahorrarían y cuán fácil sería

1. lbid., p. 18-19.

63
llegar a un acuerdo! ¡Manos libres para Hitler en Europa y para la Gran
Bretaña en su Imperio! Otras condiciones insignificantes eran la devolu-
ción de las antiguas colonias, la evacuación del Irak y el armisticio y la
paz con Italia. Tal como estaban las cosas, la situación de Inglaterra era
insostenible. Si no aceptaba estas condiciones, «tarde o temprano vendria
el día en que se vería obligada a acceder a ellas». A esto, lord Simon res-
pondió: «No creo que este argumento sea de gran peso para el gabinete
británico, porque, sabe usted, en este país hay una dosis considerable de
valentía y no nos gustan las amenazas.»
Considerando cuán allegado era a Hitler, es sorprendente que Hess ig-
norase, o que si lo sabía no lo revelase, el inminente ataque a Rusia, para
el cual se estaban haciendo tan vastos preparativos. El gobierno soviético
quedó profundamente intrigado ante la aventura de Hess, y elaboró mu-
chas y disparatadas teorías sobre la misma. Tres años después, estando
en Moscú, cuando mi segundo viaje a Rusia, pude darme cuenta de cuán-
ta fascinación ejerció este episodio sobre Stalin. Estando en la mesa me
preguntó cuál era la verdad sobre la misión de Hess. Le dije brevemente
lo que acabo de escribir aquí. Tuve la impresión de que sospechaba que
había habido alguna negociación secreta o conjura entre Alemania e In-
glaterra para obrar conjuntamente en la invasión de Rusia, que luego se
había malogrado. Recordando cuán astuto era, me extrañó que Stalin pu-
diese creer semejante tontería. Cuando su intérprete expuso claramente
que Stalin no creía lo que yo le decía, le contesté por mediación del mío:
«Cuando hago una declaración de los hechos tal como han llegado a mi
conocimiento, me gusta ser creído.» Stalin recibió mi respuesta, en cierto
modo brusca, con una mueca benévola: «Hay cosas que ocurren incluso
aquí en Rusia, que nuestro servicio secreto de información no me comu-
nica necesariamente.» No insistí más.

Reflexionando sobre esta historia, en conjunto, me alegro de no ser res-


ponsable de la forma cómo Hess ha sido y está siendo tratado. Cualquie-
ra que sea la responsabilidad moral de un alemán que tan ligado estaba a
Hitler, Hess, a mi modo de ver, la ha expiado con su devota y frenética
hazaña de demente benevolencia. Vino a nosotros por su propia y libre
voluntad, y, aunque sin autoridad, tenía en cierto modo la condición de
enviado. Era un caso patológico, no criminal, y así debió ser considerado.
CAPÍTULO IV
LA GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO
Importancia vital de Malta. — El plan del almirante Keyes para a
Pantelaria. — Su aplazamiento. — Encuentro naval con la aviación ale-
mana, 10 de enero. — El portaaviones «lllustrious» fuera de servicio. —
El «Southampton» hundido y el «Gloucester» averiado. — Refuerzos aé-
reos para Malta. — Decididos ataques alemanes a la isla. — El goberna-
dor Dobbie. — El ataque del almirante Somerville a Génova, 9 de febre-
ro. — Necesidad de cazas rápidos en los portaaviones. — Refuerzo de la
guarnición de Malta. — Actividades y éxitos de nuestros submarinos. —
Un corwoy enemigo aniquilado. — Ocupación de Bengasi, el 6 de febre-
ro. — Conquista completa de Cirenaica. — La misión Eden-Dill en el
Oriente Medio. — Mi telegrama al general Wavell, 12 de febrero. — Su
respuesta. — Instrucciones del ministro de Asuntos Exteriores. — Tele-
grama al general Smuts, 15 de febrero. — Me hago cargo del Foreign
Office. — Mi telegrama a Mr. Eden, 20 de febrero. — Simultáneo mensa-
je de Mr. Eden. — Amenaza de minas en el Canal de Suez. — La Memo-
ria de Mr. Eden de 21 de febrero. — Su viaje a Atenas. — Su informe de
22 de febrero. — Grecia luchará. — Aceptación de la oferta de tropas
británicas. — El Gabinete de Guerra, favorable al envío de un ejército a
Grecia. — El inescrutable futuro.

Desde los días de Nelson, Malta no ha cesado de ser un fiel centinela


británico guardando el angosto y vital corredor del Mediterráneo central.
Su importancia estratégica jamás fue tan grande como durante esta últi-
ma guerra. Las necesidades de los grandes ejércitos que estábamos crean-
do en Egipto hacían del libre paso de nuestros convoyes por el Mediterrá-
neo y de la paralización de los refuerzos del enernigo para Trípoli objeti-
vos de la más alta trascendencia. Al propio tiernpo, la nueva arma
aérea
había asestado un golpe de muerte, no solamente a Malta, sino
al efectivo
dominio naval británico en aquellas angostas aguas. Sin este
moderno pe-
ligro nuestra tarea hubiese sido fácil. Hubiésemos podido navegar
libre-
mente por el Mediterráneo y paralizar todo otro tráfico.
Ahora era imposi-
ble usar Malta como base para el grueso de nuestra flota.
La isla misma
estaba expuesta a una invasión desde los puertos
italianos, así como a
constantes o limitados ataques por el aire. La aviación hostil
imponía ries-
gos casi prohibitivos sobre el paso de nuestros convoyes
por los estrechos,
condenándonos a un largo rodeo por el cabo de Buena Esperanza.
Al
mismo tiempo, la superioridad de la aviación del enemigo, al
impedir la
plena actuación de nuestros navíos de guerra en el Mediterráne
o central,

65
“salvo a riesgo de irreparables pérdidas y daños, permitía a aquél mante-
ner un tráfico constante de tropas y avituallamientos a Trípoli.
A unas 140 millas de Malta, en la rnisma garganta del estrecho Occi-
dental que separa Sicilia y Túnez, se yergue la isla italiana de Pantelana,
a la que los rumores reputaban como fuertemente fortificada y con un ae-
ródromo valiosísimo. Esta isla era sumamente importante para la ruta
enemiga a Túnez y Trípoll, y de caer en nuestras manos hubiera represen-
tado una considerable ampliación de la protección aérea con que rodeá-
bamos a Malta. En septiembre de 1940, pedí al almirante Keyes que esta-
bleciese un plan para apoderarnos de Pantelaria con la ayuda de los re-
cién creados comandos. La idea consistía en añadir dos o tres barcos de
tropas a la cola de uno de nuestros bien protegidos convoyes. Mientras el
grueso del convoy absorbería la atención del enemigo, los dos barcos se
despegarían de aquél al amparo de la noche y asaltarían a la isla por sor-
presa. El proyecto, que fue llamado «Workshop», rnereció cada vez más
apoyo por parte de los jefes de Estado Mayor. Keyes ardía de entusiasmo
y reclamaba la dirección personal del asalto, invocando su rango de almi-
rante de la flota.
En mi círculo, no estimábamos la captura de la isla corno excesivamen-
te difícil de intentar, pero las dificultades de retener la presa cuando ya es-
tábamos fuertemente agobiados en Malta causaba serios temores. Sin em-
bargo, el 28 de diciembre de 1940 redacté el siguiente mensaje:

Primer Ministro al generai Ismay, para el Comité de jefes de Estado Mayor.


La constante reflexión me ha hecho ver la alta importancia de «Work-
shop», a condición de que se elabore un plan perfecto al dar ocasión de ser
aplicado. Los efectos del «Workshop». si tiene éxito, serían fulminantes y
aumentarían considerablemente nuestro asidero estratégico en el Mediterrá-
neo central. Es también un paso importantísimo para abrir los estrechos al
paso de los convoyes de tropas y material, merced al cual se proporcionaría
un gran alivio a nuestra navegación. La urgencia estriba en el peligro de
que si Alemania ocupa ltalia, ocupará asimismo «Workshop», convirtiendo
así su conquista en un problema difícil, tanto por la perturbación que pueda
causarnos como por la consiguiente inexpugnabilidad de la isla.

Los jefes de Estado Mayor se consagraron en el acto al problema, y yo


volví a la carga por Año Nuevo.

Primer Ministro al general Ismay,


para el Comité de jefes de Estado Mayor. 13-1-41
1. La llegada efectiva de la aviación alemana a Sicilia puede ser el princi-
pio de funestos acontecimientos en el Mediterráneo central. El éxito de los
bombardeos en picado del «lllustriouss y los dos cruceros demuestra la
necesidad de equipar a estos barcos con lanzaminas aéreas. No sé por qué
el «lustriouss no puede llevar un par. El modelo naval mejorado de la
mina aérea debe ser acelerado hasta el máximo. La necesidad de aviones de
gran rapidez para alcanzar a los bombarderos en picado en alta mar parece
muy grande. Creo que deberiamos tratar de poner media docena de Grum-
mans en el «Formidable» antes de que entre en el Mediterráneo.

66
2. Me desagradaría muchísimo ver a los alemanes establecidos en Pante-
laria, pues en tal caso cerrarían el estrecho con su potente fuerza de born-
barderos en picado. Temo que esto sea otro ejemplo del refrán: «Un zurcido
a tiempo ahorra nueve.»
3. Es indispensable que «Workshop» sea ahora revisado. Su necesidad se
ha hecho ahora mucho más urgente, y al propio tiempo mucho más difícil,
y si los alemanes llegan a instalarse allí, la dificultad seguirá en aumento.
Celebraría que los planes revisados y perfeccionados pudiesen estar listos
dentro de una semana. Deberían hacerse planes para encontrar una opor-
tunidad lo antes posible. La cuestión de si se debe intentar o no, no se pue-
de decidir más que una vez se hayan resuelto satisfactoriamente las cuestio-
nes de método y horario.
4. Sigo sosteniendo la opinión de que «Workshop» es esencial.

Se consiguió la conformidad de todos los organismos afectados, pero


los otros asuntos que nos absorbían nos impidieron ultimar los preparati-
vos para finales de enero, que era la fecha que nos habíamos señalado.
En la conferencia celebrada en Chequers el 18 de enero, acordé con el
Primer Lord del Mar y otros jefes de Estado Mayor aplazar la operación
por un mes. Creo que pude haber orientado la decisión en sentido contra-
rio, pero, lo mismo que los demás, yo me encontraba prisionero de más
importantes asuntos, así como por los informes llegados de que los co-
mandos no estaban a la sazón bastante entrenados. Keyes, que no estaba
presente, sufrió un amargo desengaño. La demora resultó fatal para el
proyecto. Mucho antes de que hubiese transcurrido el mes de plazo, la
aviación alemana llegó a Sicilia y todo tomó un cariz diferente. No cabe la
menor duda en cuanto al valor de la presa que no conquistamos. Si hu-
biésemos ocupado Pantelaria, muchas y estupendas unidades que se per-
dieron en 1942 con nuestros convoyes, cuando quisimos forzar el paso
hasta Malta, hubiesen podido salvarse, y las comunicaciones del enemigo
con Trípoli se hubieran visto seriamente entorpecidas. Por otrá parte, hu-
biésemos podido muy bien sucumbir al ataque aéreo alemán, perder
nuestra ventaja y complicado nuestra defensa de Malta en el ínterin.
Yo sentía agudamente la necesidad de poseer Pantelaria. Pero nuestra
hora había pasado. Había demasiadas cosas que pesaban sobre nosotros
desde los cuatro puntos cardinales. Sólo hasta pasado mayo de 1943,
después de la destrucción de los ejércitos alemanes e italianos en Túnez,
se tomó Pantelaria, tras un fuerte bombardeo, por fuerzas británicas de
desembarco a las Órdenes del general Eisenhower. A la sazón éramos los
dueños de la situación en aquel teatro, y aunque la empresa fue prevista
como muy costosa, no hubo pérdidas.

Nuestro primer encuentro naval de alguna importancia con las fuerzas


alemanas de aviación tuvo lugar el 10 de enero. Nuestra flota estaba ocu-
pada en cubrir una serie de maniobras importantes, incluyendo el paso
de un convoy a través del Mediterráneo central desde el oeste, el avitua-
llamiento de Malta por el este y varios movimientos marítimos me-

67
nores para Grecia. Aquella misma mañana el destructor «Gallant» fue
minado en el canal de Malta mientras esperaba a la flota. Al poco rato
aparecieron algunos aparatos de persecución, y por la tarde empezó el
fortísimo ataque de los bombarderos alemanes. Sus tiros se concentraron
en el nuevo portaaviones «lllustrious», mandado por el capitán Boyd, y en
tres ataques fue alcanzado seis veces con bombas pesadas. Fuertemente
averiado y ardiendo, con ochenta y tres muertos y sesenta heridos gra-
ves, replicó al ataque con algún éxito, gracias a su cubierta blindada,
y sus aparatos destruyeron al menos a cinco atacantes. Aquella noche,
bajo un ataque aéreo cada vez más intenso y con el servomotor del
timón inservible, el capitán Boyd consiguió hacer entrar el «Illustrious» en
Malta.
Durante la noche, el almirante Cunningham, con la escuadra de bata:
lla, escoltó al sur de Malta al convoy con rumbo Este. No fue molestado.
Al día siguiente los cruceros «Southampton» y «Gloucester», que se en-
contraban bastante al este de Malta, fueron alcanzados por bombarderos
que se aproximaron sin ser vistos al amparo de la luz solar. El «Glouces-
ter» fue sólo levemente averiado por una bomba que no estalló, pero el
«Southampton» fue alcanzado en el cuarto de máquinas. Estalló un in-
cendio que no pudo ser sofocado y el barco tuvo que ser abandonado y
hundido. Así, aunque los convoyes siguieron sin percance hacia su desti-
no, las pérdidas de la flota fueron grandes.
Los alemanes se dieron cuenta de la situación desesperada del maltre-
cho «lllustrious» en Malta e hicieron desesperados esfuerzos por destruir-
lo. Sin embargo, nuestra aviación de Malta ya había crecido entre tanto, y
en un solo día fueron derribados diecinueve aviones enemigos. Á pesar de
haber sido nuevamente alcanzado mientras reparaba, el «lllustrious» estu-
vo en condiciones de zarpar el 23 de enero. Viendo que había zarpado, el
enemigo trató con ahínco de encontrarle, pero la nave llegó sana y salva
a Alejandría dos días después.
Por este tiempo no menos de 250 aviones alemanes operaban desde
Sicilia. Malta fue atacada cincuenta y ocho veces en enero, y a partir de
esta fecha hasta finales de mayo, tres o cuatro veces diarias con tan sólo
brevisimas pausas. Pero nuestros recursos aumentaban. Entre abril y ju-
nio de 1941, la Fuerza H del almirante Somerville transportó seis nurne-
rosas remesas de aviones hasta dentro del radio de vuelo de Malta, y 224
Hurricanes, junto con algunas otras unidades, llegaron al campo de bata-
lla desde el oeste. En junio fue rechazado el primer ataque en masa y la
isla se salvó por el espesor de un cabello. Su más fuerte suplicio le estaba
reservado para 1942. A
En el general Dobbie, Malta encontró un gobernador de carácter entero
que animó a todos, militares y civiles de cualquier rango y condición, por
su energía y su decisión. Era un soldado que por sus virtudes militares y
su celo religioso hacia recordar al general Gordon, y mirando más al pa-
sado, a los soldados de Cromwell y a los escoceses del Pacto:1

1. Alusión a los llamados ironsides y Covenanters

68
Primer Ministro al general Dobbie, Malta. — . 21-1-41

En nombre propio y del Gabinete de Guerra, le transmito nuestra más


efusiva felicitación por la magnífica e inolvidable defensa que Su heroica
guarnición y sus ciudadanos, ayudados por nuestra flota y especialmente
ita-
por las Reales Fuerzas Aéreas, están llevando a cabo contra los ataques
hianos y alemanes. Las miradas de toda Inglaterra, y desde luego de todo el
Imperio Británico, están fijas en Malta día y noche, y tenemos la certeza de
que el éxito, así como la gloria, coronará sus esfuerzos.

En medio de los apremios que la creciente escala de los acontecimien-


tos nos planteaba en el Mediterráneo, tratamos de encontrar los medios
de llevar la guerra al suelo italiano. Según noticias, la moral del pueblo
italiano era muy baja, y un fuerte golpe podía deprimirle aún más y acer-
carle al colapso que nosotros deseábamos. El 9 de febrero, el almirante
Somerville realizó con pleno éxito una audaz incursión contra el puerto
de Génova. La Fuerza H, que comprendía al «Renown», al «Malaya» y al
«Sheffield», hizo su aparición ante la ciudad y la sometió a un bombardeo
que duró media hora. Al mismo tiempo, aviones del «Ark Royal» bom-
bardeaban Liorna y Pisa y sembraban minas en aguas de La Spezia. Todo
se realizó por sorpresa, y la única resistencia encontrada, de las baterías
costeras de Génova, fue débil e inefectiva. Se causaron graves daños a las
instalaciones portuarias y a los barcos. Al amparo de las nubes bajas, los
buques del almirante Somerville se retiraron, eludiendo con éxito toda in-
terferencia de la flota enemiga que les estaba buscando al oeste de Cer-
deña.
El refuerzo de Malta, ahora que los alemanes estaban cobrando mucho
interés por el Mediterráneo, era urgente.

Primer Ministro al general Ismay,


para el Comité de jefes de Estado Mayor. 6-11-41
Aunque las dificultades con que tropieza el enemigo para atacar Malta
han aumentado enormemente, desde luego, a causa de la base petrolera de
la bahía de Suda, vería, sin embargo, con gusto que se mandara allí otro ba-
tallón a la primera oportunidad posible, con lo que se lograría un total de
siete batallones. Considerando que, en vista del descalabro italiano, no ha-
bría dificultad en disponer de este séptimo batallón en Egipto, y que la diti-
cultad estriba en transportarlo allí por mar, es cosa de preguntarse si no es
Igual de fácil transportar dos como transportar uno. Parece una lástima de-
jar que el carro del panadero se largue con un solo pan, cuando son tan ca-
ros el viaje y la carga, mientras sería tan fácil transportar dos. Le ruego exa-
mine esto. Pero sin demora.

A principios de abril estuvimos en condiciones de Intensificar nuestros


ataques a los barcos enemigos que avituallaban a las fuerzas de Rommel
en Libia. En esta operación los submarinos británicos, operando desde

69
Malta, desempeñaron el papel principal y la escala de sus actividades y
éxitos aumentó paulatinamente. En esta esfera, el teniente-comandante
Malcolm Wanklyn se distinguió considerablemente, y sus hazañas le valie-
ron más tarde la Cruz Victoria. Al año siguiente se perdió con su barco, el
«Upholder», pero su ejemplo sobrevivirá entre los que continuaron su
obra.
El 10 de abril fue mandada a Malta una fuerza de combate compuesta
de cuatro destructores, al mando del capitán Mack en el «Jervis», para
operar contra los convoyes enemigos. En el plazo de una semana había
logrado un éxito espectacular. Una noche de luna llena, encontró a un
convoy de cinco barcos con rumbo sur escoltados por tres destructores.
Todos fueron aniquilados en una refriega general casi a quemarropa.
Nuestro destructor «Mohawk» fue también torpedeado y tuvo que ser
hundido, pero su capitán y la mayoría de la tripulación se salvaron. En
esta sola acción se destruyeron 14.000 toneladas de buques enemigos,
cargados de material bélico de una importancia vital.

Del desierto seguían llegándonos buenas noticias. El 6 de febrero cayó


Bengasi, tres semanas antes de la fecha prevista, ante la 6? División aus-
traliana. Al romper el día 5, la 7.2 División blindada británica (ahora dota-
da con una brigada de tanques) alcanzaba Msus después de una ruda
marcha. La división había recibido orden de cortar la ruta del litoral. La
misma tarde, una columna enemiga de unos 5.000 hombres se presen-
tó en el cruce de Beda Fomm y se rindió prontamente. A primeras
horas del 6 de febrero, las principales columnas enemigas empezaron
a lanzarse sobre la carretera, y hubo una fuerte lucha durante todo el
día con grupos sucesivos, incluyendo un número considerable de tan-
ques. A la caída de la tarde el enemigo se encontraba en una situación
desesperada, con una masa confusa de vehículos de casi veinte millas
de longitud, bloqueada por delante y atacada por el flanco. Poco después
del alba, el 7 de febrero, emprendieron un ataque final con treinta tan-
ques. Cuando también esto fracasó, el general Berganzoli se rindió con su
ejército.
En dos meses el ejército del Nilo había avanzado 500 millas, destruido
a un ejército italiano de más de nueve divisiones y capturado a 130.000
prisioneros, 400 tanques y 1.290 cañones. La conquista de Cirenaica que-
daba completada.

Pese a estas victorias, eran tan graves y complejos los problemas, tanto
diplomáticos como militares, que debíamos arrostrar en el Oriente Medio,
y el general Wavell tenía tantas cosas entre manos, que en la reunión del
Comité de Defensa del 11 de febrero se propuso mandar al ministro de
Asuntos Exteriores y al general Dill, jefe del Estado Mayor Imperial, a
reunirse con él en El Cairo.

70
Primer Ministro al general Wavell. 12-11-41

1. Acepte mi más cordial felicitación por su última y admirable victoria y


He cumplido
por la inesperada rapidez con que ha conquistado Cirenaica.
con sus deseos de citar a los generales O'Connor y Creagh. .
2. El Comité de Defensa estudió anoche la situación, que abarca: prime-
suministros de los Estados Uni-
ro, el desarrollo sumamente favorable de los
dos; segundo, la creciente actitud amenazadora del Japón y la discernible
las pro-
posibilidad de que pueda atacamos en un próximo futuro; tercero,
en la metrópoli.
babilidades indudablemente graves de un intento de invasión
Sobre esta situación general debemos basar los planes para el Mediterráneo.
d para
3. Debimos contentarnos con establecer un flanco de segurida
de-
Egipto en Tobruk, y le dijimos a usted que en adelante Grecia y Turquía
tanta facili-
bían tener prioridad, pero si usted pudo conquistar Bengasi con
Estamos en-
dad y sin detrimento de los planes europeos, mejor que mejor.
de la fecha
cantados de que haya capturado esa presa tres semanas antes
s instruc-
prevista, pero esto no altera. antes bien ratifica, nuestras anteriore
ayudar a
ciones, a saber, que su principal esfuerzo debe ir encaminado a
tenta-
Grecia o a Turquía. Estas instrucciones eliminan totalmente cualquier
tiva contra Trípoli, si bien algunas ligeras demostraciones en dicha dirección
nos serían útiles como fintas. Debe usted, por consiguiente, consolidar su si-
tuación en Bengasi y concentrar todas sus fuerzas disponibles en el delta del
Nilo, preparadas para su traslado a Europa.
4. Tanto Grecia como Turquía han rehusado hasta ahora nuestras ofer-
tas de unidades técnicas, porque dicen que éstas son demasiado pequeñas
para solventar su principal problema, pero lo bastante importantes para
provocar la intervención alemana. Sin embargo, esta intervención aparece
más cierta e inminente cada día y puede producirse de un momento a otro.
Si Turquía y Yugoslavia dijesen a Bulgaria que la atacarían si no se unía a
ellas para resistir al avance alemán hacia el sur, podría crearse una barrera
que exigiría muchas más fuerzas alemanas que las que hoy hay disponibles
en Rumania. Pero temo que no lo harán y que desperdiciarán tontamente
sus posibilidades de una resistencia unida, como ocurrió en los Países Bajos.
5. Nuestro primer pensamiento tiene que ser para nuestra aliada Grecia,
que tan bien está luchando. Si Grecia es avasallada o se ve obligada a hacer
una paz separada con Italia, cediendo así a Alemania bases aéreas y navales
de valor estratégico contra nosotros, el efecto sobre Turquía será desastro-
so. Pero sl Grecia, con la ayuda inglesa, puede contener por unos meses el
avance alemán, las probabilidades de una intervención turca aumentan. Por
consiguiente, parece que convendría llegar a una situación de poder ofrecer
a los griegos la transferencia a su país de la parte combatiente de nuestro
ejército que hasta ahora ha defendido a Egipto, y establecer planes para en-
viarlo, reforzando hasta el límite el número de hombres y material.
6. No sabemos qué dirá Grecia a una oferta de esta magnitud. Ignora-
mos cuáles son los medios de que dispone para resistir a una invasión ale-
mana desde Bulgarla. Es razonable suponer que tienen el plan de traer tro-
pas desde Albania, a fin de cerrar los pasos y defender las líneas ya cons-
truidas a lo largo, o cerca, de la frontera búlgara. Es imposible que hayan
aprovechado las ventajas ganadas en Albania sin pensar en el mortal peli-
gro que les amenaza por la derecha y casi a retaguardia. Si tienen un buen
plan, creo que valdría la pena apoyarlo con todas nuestras fuerzas y luchar
contra los alemanes en Grecia, esperando con ello atraernos a los turcos
yugoslavos. Preparará usted, por consiguiente, los planes e itinerarios e
como los movimientos preliminares de los buques. y

71
7. No deseamos que demore usted la captura de Rodas, que considera-
mos como muy urgente.
8. A fin de facilitarle la ocasión de concertar todas las medidas a tomar,
tanto militares como diplomáticas, contra los alemanes en los Balcanes,
mandamos al ministro de Asuntos Exteriores y al general Dill a que se reú-
nan con usted en El Cairo. Saldrán de aquí el 12 y estarán con usted el 14
ó 15 de febrero. Habiendo estudiado la situación general de El Cairo y to:
mado las medidas necesarias para la operación, irá usted sin duda a Átenas
con ellos, y después a Angora, si es necesario. Es de esperar que podamos
ofrecer, por los mejores medios posibles y en el tiempo más corto, al menos
cuatro divisiones, comprendiendo una blindada, amén de las fuerzas aéreas
adicionales que los campos de aviación griegos puedan albergar, y las mun!
ciones necesarias.
9. Aquí no podemos formar opinión sobre qué puerto de Grecia tendria-
mos que usar ni qué frente sostener o tratar de obligarles que lo sostengan.
Esto sólo se puede decidir sobre el terreno de acuerdo con el mando griego.
10. En el caso de que resultase imposible llegar a ningún arreglo con los
griegos ni establecer ningún plan militar practicable, tenemos que tratar de
salvarnos del desastre tanto como sea posible. Tenemos que tomar Creta a
toda costa y ocupar todas las islas del Egeo que puedan servir de bases aé-
reas. También podemos revisar el plan de avance sobre Trípoli. Pero todo
esto no serían más que premios de consolación después de haberse perdido
la gran carrera. Siempre nos quedará el apoyo de Turquía.

El general Wavell respondió el 12 de febrero dándome las gracias por


mis felicitaciones. Desde luego, hacía ya algún tiempo que había estado
estudiando el problema de la ayuda a Grecia y Turquía. Tenía la esperan-
za de poder mejorar su anterior cálculo de fuerzas disponibles, especial-
mente si el gobierno australiano le concedía facilidades. Había ya hablado
con Mr. Menzies, Primer Ministro de Australia, que se encontraba en El
Cairo camino de Londres, y le encontró muy bien dispuesto a acceder a lo
que le proponía. Esperaba con agrado la visita del ministro de Asuntos
Exteriores y del general Dill. «Haremos cuanto esté en nuestra mano
—decía— por frustrar los planes alemanes en los Balcanes, pero las vaci-
laciones grecoturcas y la timidez yugoslava entorpecen grandemente
nuestra tarea. Debido a las dificultades de transporte y puertos, nuestra
llegada se efectuará forzosamente por entregas, en cierto modo.»

Redacté y obtuve la aprobación formal del Gabinete a las instrucciones


para el ministro de Asuntos Exteriores en su misión.

12-11-41
1. Durante su visita al teatro del Mediterráneo, el ministro de Asuntos
Exteriores representará al gobierno de Su Majestad en todos los asuntos di-
plomáticos y militares. Siempre que lo juzgue conveniente, comunicará con
el Gabinete de Guerra a través del Primer Ministro.
2. Su principal objetivo será el rápido envío de socorros a Grecia. Para
este propósito iniciará cualquier acción que juzgue necesaria con el coman-

72
dante en jefe del Oriente Medio, con el gobierno egipcio y con los gobiernos
de Grecia, Yugoslavia y Turquía. Naturalmente, mantendrá al Foreign Offi-
ce informado y será a su vez informado por éste o por el Primer Ministro de
todo cambio de plan o punto de vista que se produjese. ES
3, El Jefe del Estado Mayor Imperial le aconsejará en el aspecto militar,
y, en caso de disparidad de criterios, el ministro se asegurará de que el suyo
sea igualmente sometido al gobiemo de Su Majestad.
4. Los puntos siguientes requieren especial atención:
occí-
a) ¿Cuál es la guarnición mínima que puede sostener la frontera
dental de Libia y Bengasi, y qué medidas hay que tomar para hacer de esta
ciudad una guarnición principal y base aérea? Se subraya la extrema impor-
tancia de poder abandonar las comunicaciones terrestres en cualquier mo-
mento.
b) El régimen y la política a implantar en Cirenaica, teniendo en cuenta
nuestro deseo de separar a la nación italiana del sistema de Mussolini.
c) La realización de la operación «Mandíbula» (Rodas) lo antes posible,
incluyendo, si es necesario, la reexpedición de los comandos actualmente en
la Ciudad del Cabo, procurando, sin embargo, que no resulten un estorbo al
objetivo principal.
d) La formación en el delta del máximo de fuerzas potentes y bien equi-
padas, en organizaciones divisionales o brigadas, para ser despachadas a
Grecia lo antes posible.
e) La extracción de fuerzas, con cargo a nuestras reservas, para la termi-
nación de la campaña de Eritrea y la desorganización de las posiciones ita-
lianas en Abisinia. Lo primero es urgente; lo segundo, aunque deseable, no
debe entorpecer los objetivos principales. Tal vez sea menester dejar que se
derrumben por sí mismas.
f) Es necesario hacer un minucioso escrutinio de la gran masa de tropas
—superior a 70.000 hombres— que hoy se hallan en el territorio de Kenya,
particularmente con el fin de liberar a las divisiones sudafricanas para tras-
ladarlas a Egipto. Es preferible que toda comunicación con el general Smuts
pase por el Primer Ministro. Podría ser conveniente una ulterior conferencia
entre el ministro de Asuntos Exteriores y el general Smuts.
g) Al visitar Atenas en compañía del jefe del Estado Mayor Imperial, el
general Waveil y otros oficiales, el ministro de Asuntos Exteriores gozará de
plenos poderes para convenir con el gobierno griego todas las disposiciones
que las circunstancias le aconsejen. Al propio tiempo procurará tener al go-
bierno de Su Majestad informado, o solicitar su ayuda hasta donde le sea
posible. En caso de urgencia, debe obrar según su mejor criterio.
h) Comunicará directamente con los gobiernos de Yugoslavia y Turquía,
mandando duplicado de sus mensajes al Foreign Office. Su objetivo es ha-
cerles entrar al mismo tiempo en la lucha o que hagan lo mejor que pue-
dan. Para este propósito deberá convocar a nuestro ministro en Belgrado o
al embajador en Turquía para que se reúnan con él cuando sea convenien-
te. No debe olvidar que así como nuestro deber es luchar y, si es necesario,
sufrir con Grecia, los intereses de Turquía. en segundo lugar, no son para
nosotros menos importantes que los de Grecia. Debería ser posible conciliar
las peticiones griegas y turcas de apoyo aéreo y de municiones.
i) El ministro de Asuntos Exteriores se consagrará al problema de asegu-
rar la máxima economía de guerra en los ejércitos y las fuerzas aéreas del
Oriente Medio para los propósitos expuestos anteriormente, y asegurarse de
que las valiosas unidades militares de dicho teatro se adapten a un plan co-
herente y den inmediatamente todo su rendimiento,
j) Aconsejará al gobierno de Su Majestad, por mediación del Primer Mi-

73
nistro, sobre la selección de mandos para los diferentes objetivos en estudio.
Para eso consultará sin duda al general Wavell, que goza en tan amplia me-
dida de la confianza del gobierno de Su Majestad. La elección del general
que ostente el mando en Grecia es de la más alta importancia, y €s de es-
perar que en este extremo se llegue a un nombramiento a satisfacción de
todos.
k) Se requerirá al mariscal del Alre, Longmore, para que ejecute los de-
seos y decisiones del ministro de Asuntos Exteriores, de acuerdo con el obje-
tivo general de la política señalada más arriba. Pero insisto que en caso de
discrepancia el ministro de Asuntos Exteriores transmita la opinión del ma-
riscal Longmore al Gabinete de Guerra a través del Primer Ministro. El de-
ber de las Reales Fuerzas Aéreas en el Oriente Medio es procurar el máxi-
mo esfuerzo aéreo en Grecia y Turquía compatible con el mantenimien-
to de las operaciones en el Sudán y Abisinia, así como el sostenimiento de
Bengasi.
1) El ministro de Asuntos Exteriores conferenciará con el almirante
Cunningham respecto a las operaciones navales necesarias para dichos ob-
jetivos, y solicitará del gobierno de Su Majestad cualquier nuevo apoyo, ora
en transportes, ora en buques de guerra, que puedan parecerle necesarios.
m) Propondrá al gobierno de Su Majestad toda política concerniente al
Irak, Palestina o Arabia, que pueda armonizar con los antedichos objetivos.
Puede comunicar directamente con dichos países o con el gobierno de la In-
dia, aunque no en sentido mandatorio. El Ministerio de la India debe ser in-
formado.
n) Dará un informe sobre la situación general de Gibraltar, Malta y, si es
posible, al regreso, de Takoradi.
o) En resumen, tiene que recoger en sus manos todos los hilos y propo-
ner continuamente la mejor solución a nuestros problemas, sin vacilar en
obrar bajo su responsabilidad si la urgencia fuera demasiado grande para
consultar con el país.

Creí que Smuts debía estar enterado de la misión de Eden y esperaba


que podría ir personalmente a El Cairo.

Primer Ministro al general Smuts. 15-11-41


La feliz aceleración de la captura de Bengasi, Cirenaica, nos da un flanco
seguro para Egipto. Kismayu, bien también. Debemos ahora tratar ayudar
griegos y espolear turcos a resistir contra próxima ofensiva alemana hacia
Egeo. Imposible garantizar buenos resultados en continente Europa, pero
debemos hacer el máximo por salvar todas las islas que se puedan del de-
sastre si nuestros esfuerzos resultasen vanos. Hemos mandado en conse-
cuencia al ministro de Asuntos Exteriores y al jefe del Estado Mayor Impe-
ríal a El Cairo, desde donde visitarán Atenas y Ángora, a fin concertar fren-
te más fuerte posible. Estarán probablemente tres semanas en Oriente Me-
dio. Ruego estudie si puede reunírseles. Ruego me mande duplicados de
toda comunicación a ellos, a través del Alto Comisario del Reino Unido.

Durante la ausencia del señor Eden me encargué del Foreign Office.


Esto fue, desde luego, una pesada carga más a mi trabajo. Desde que era
Primer Ministro estaba acostumbrado, sin embargo, a leer todos los tele-

74
gramas importantes del día, así como los comunicados especiales, y en mi
correspondencia con el Presidente y demás jefes de gobierno había redac-
tado personalmente la mayoría de los mensajes más importantes. Salvo
en Casos especiales, dejé las conferencias con los embajadores extranjeros
en manos del subsecretario permanente, sir Alexander Cadogan, y de Mr.
Butler, subsecretario parlamentario. Todo lo referente al extranjero y a la
estrategia de guerra formaba a la sazón un solo tema y éste era el que er
todo caso yo tenía que abarcar y, hasta donde fuese posible, dar forma.

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 20-11-41


presión
Celebro haya llegado sin novedad. He estado haciendo mucha
adicionales
por mandarle la 502 División y logrado extraer algunos buques
zgo,
del Ministerio de Navegación, con generosa contribución del Almiranta
el Cuartel
pero he quedado atónito con la respuesta. Se ve claramente que
General de Oriente Medio no está minuciosamente enterado de la composi-
que
ción de los convoyes... Espero que usted podrá aclarárselo. Es esencial
los pormenores exactos de los convoyes y las disponibilidades de comba-
tientes sean conocidos aquí y allá. Mi impresión es que en el Oriente Medio
nes
hay un enorme revoltijo de veteranos mezclados con muchas formacio
tácticas a medio guisar. Parece que la 6.= División británica y la 7. australia-
na serán inutilizables durante algún tiempo. Averigúe qué podríamos man-
dar para hacer estas unidades aptas para la lucha. Seguramente se conse-
guiría alguna mejora mediante improvisaciones locales a base de transferen-
cias de otras unidades a medio guisar. La unidad de los regimientos, o de lo
que sea, no es nada sacrosanto si modificando las bases se consiguen resul-
tados prácticos. Los últimos informes oficiales del Oriente Medio entre 31 de
diciembre y 31 de enero muestran un aumento de cerca de 50.000 soldados
para la lucha. ¿No hay modo de formar unidades combatientes con esos re-
fuerzos? Si las formaciones combatientes son tan escasas en comparación
con nuestra capacidad de avituailamiento, y, por otra parte, el transporte de
esas formaciones a otro lugar resulta tan lento y nada se puede hacer por
mejorar las cosas, debemos reconocer que nuestra capacidad de actuación
en el continente es en extremo limitada, y, por consiguiente, todos los pro-
blemas relativos al Oriente Medio deben ser relegados a un segundo plano.
2. Estoy preocupado por el paro que se está produciendo en Keren. Po-
dríamos abandonar Abisinia, pero teníamos esperanzas en que Eritrea que-
daría limpia de enemigos. Trate de incluir esto en sus disposiciones referen-
tes a la aviación y demás.
3. No se crean ustedes obligados a una empresa griega si en el fondo de
su conciencia creen que ha de terminar en otro fracaso al estilo noruego. Si
no ve usted ningún plan factible, le ruego me lo diga. Pero, desde luego, ya
sabe usted el valor que tendría un éxito.

Este telegrama se cruzó con otros de Mr. Eden en los que daba una
clara visión del criterio de los hombres sobre el terreno, e incluía las con-
clusiones de la conferencia de El Cairo celebrada por él y Dill con los tres
comandantes en jefe.

Estamos de acuerdo en que es necesario hacer cuanto sea posible por


aportar sin pérdida de tiempo nuestra máxima ayuda a los griegos. Si la
ayuda que podemos ofrecer es aceptada por los griegos, creemos que hay

75
buenas probabilidades de evitar un avance alemán e impedir que Grecia sea
derrotada. Sin embargo, la limitación de nuestros recursos, especialmente
en cuanto a aviación se refiere, no nos permitiría ayudar a Turquía al mis-
mo tiempo si hubiera que prestar a Grecia un apoyo efectivo.

Después de explicar que la escasez de recursos aéreos hacía dudoso el


sostenimiento de una línea avanzada hasta cubrir Salónica, continuaba:

El general Wavell propone las siguientes disposiciones militares: Cirenai-


ca quedaría guarnecida por una división australiana de las menos equipa-
das y entrenadas, la Brigada motorizada de la India, actualmente bajo ins-
trucción, y un grupo blindado de brigada, que representa todo lo que resta
actualmente de la 7.> División blindada. Recordará usted que esta división
nunca estuvo dotada de todos sus hombres. Una nueva complicación, que
me comunica el comandante en jefe del Mediterráneo, es que las tropas de
Bengasi no pueden ser avitualladas por mar a causa de los destrozos del
puerto. Por consiguiente, el suministro tiene que efectuarse por carretera
desde Tobruk. Se está formando la 6.= División que será utilizada para Ro-
das. Las fuerzas destinadas a las operaciones de Eritrea no se pueden redu-
cir hasta que las operaciones que allí se realizan se hayan completado con
éxito. Keren ha resultado un duro hueso que roer. Por otra parte, se ha
convenido que pueden reducirse las fuerzas de Kenya, y se han transmitido
ya Órdenes de retirada de la División sudafricana con vistas a su traslado a
Egipto en cuanto haya transportes disponibles. Espero ver a Smuts sobre
este y otros puntos antes de mi regreso a Inglaterra.
Por consiguiente, el general Wavell tiene las siguientes fuerzas disponi-
bles para Grecia en un futuro próximo e inmediato: primero, una Brigada
blindada y la División neozelandesa, que se eleva hoy a tres brigadas de in-
fantería, prontas a zarpar; a continuación, la Brigada polaca, una División
australiana, una segunda Brigada blindada, si fuera menester, y una segun-
da División australiana, por dicho orden. El envío de estas tropas impondrá
inevitablemente mucha extorsión a los recursos administrativos y requerirá
una buena dosis de improvisación.
Aún es imposible fijar los horarios, dependen de las conversaciones con
los griegos y de los medios de transporte. Se ha calculado que para el trans-
porte de las fuerzas mencionadas harán falta por lo menos cincuenta y tres
barcos. Desde luego, éstos se pueden conseguir únicamente reteniéndolos
de los convoyes que llegan a Oriente Medio, con todo io que esto implica.
La actual ansiedad viene aumentada con la amenaza de minas en el Canal
de Suez. Se han tomado enérgicas medidas para contrarrestar este peligro,
pero hasta que estén plenamente organizadas y llegue el material proceden-
te de Inglaterra, queda siempre el riesgo de que el Canal quede cerrado du-
rante cinco a siete días.
Mi conclusión, que el general Dill y los comandantes en jefe comparten,
es que la ayuda inmediata a los griegos, que ya luchan y están amenazados,
debe figurar en primer lugar en la movilización de nuestros recursos. El al-
cance de la ayuda que más tarde podamos aportar a los turcos dependerá
sobre todo del volumen de los refuerzos aéreos que puedan llegar hasta
Oriente Medio y del desgaste que suframos en las operaciones de Africa.
Mi actual intención es hacer saber a los griegos la ayuda que estamos dis-
puestos a darles e instarles a que la acepten tan aprisa como pueda serles
expedida. Si aceptan esta ayuda y arrostran cualquier riesgo ulterior de ver-
se abocados a unas prematuras hostilidades con Alemania, hay grandes
probabilidades de que podamos sostener un frente en Grecia. Si ahora divi-

76
dimos nuestros escasos recursos, especialmente la aviación, no podremos
apoyar efectivamente ni a Grecia ni a Turquía.

La palabra instarles que he escrito en cursiva en este telegrama no


debe ser mal interpretada. Mr. Eden no se refería al principio de la acep-
tación de la ayuda inglesa por parte de los griegos, sino a la rapidez de la
misma, si su resolución era favorable.

Yo contesté:

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 21-11-41


Siempre he considerado esencial que usted viera a los griegos antes de ir
a Angora; de lo contrario, podría contraer compromisos con Turquía que
podrían ligarle las manos respecto a los griegos, que actualmente están lu-
chando. Estoy, por consiguiente, de completo acuerdo con el procedimiento
que propone.

Y al general Smuts:

21-11-41
Comparto sus temores de que la actitud de Rusia ha influenciado a los
turcos, y es posible que se limiten ahora a conservar una honesta neutrrali-
dad. La situación griega en conjunto deberá ser estudiada por nuestros en-
viados. Seguiremos teniéndole al corriente.

. Precisamente el mismo día, Mr. Eden enviaba otro telegrama desde


El Cairo:

Referente a las perspectivas generales de una campaña en Grecia, no


cabe duda de que en estos momentos es una aventura enviar fuerzas al
continente europeo para luchar contra los alemanes. Nadie puede garanti-
zar un éxito, pero cuando discutimos este punto en Londres ya estuvimos
de acuerdo en correr el riesgo de un fracaso, considerando más conveniente
sufrir con los griegos que no hacer nada por ayudarlos. Ésta es la convic-
ción que tenemos aquí todos. Además, si bien la campaña es una osada
aventura, no nos falta la esperanza de que salga bien hasta el punto de pa-
rar a los alemanes antes de que invadan toda Grecia.
Hay que recordar que estamos jugando fuerte. Si renunciamos a ayudar
a los griegos, no cabe esperar nada de Yugoslavia, y el porvenir de Turquía
puede verse seriamente comprometido. Pese a que ninguno de nosotros
está en situación de asegurar que, llegado el momento, no tengamos que
echar nuestros triunfos sobre la mesa, creemos que es obligado intentar la
ayuda a Grecia. Por otra parte, desde luego es muy posible que al entrevis-
tarnos mañana con los griegos nos encontremos con que no desean nuestra
ayuda.
Hemos discutido la cuestión del mando. Dill Wavell y yo estamos de
acuerdo en que hay que elegir a una figura que imponga respeto a los grie-
gos y ejerza autoridad sobre los oficiales con los cuales tendrá que trabajar.
Es también necesario elegir un táctico de primera. Por consiguiente hemos
decidido que el mando recaiga sobre Wilson, que será reemplazado en el

77
Gobierno Mástar de Cisenaica por Neame. actualnesa 00 Tacóne
Es aerea.
de gran: reputación entrellplÍnuoo
Palessna. V/ilson goza aquí
así como entre los mátares, y su nombramiento cama ee de 23 Las
enviadas a Grecia será una garantía para elas de que es emana n may
que tenemos.

El 22 de febrero. el señor Eden, el general Warell sirJohnDI pes


oficiales setrasladaron a Atenas en avión para conferencia con el rey 23
í
Grecia y su gobiemo. En cuanto el señor Eden legó por 2a tarde a Pie
nas, fue llevado al palacio real de Tatoi El rey le pregusió axe uodo sí2s-
taba dispuesto a entrevistarse a solas con su Primer Mixstro. E señen
Eden expuso al rey sus objeciones a esta propuesta. ya que la Escusión
debía desarrollar sobreseuna base estrictamente míitar. Si fenicios qu8
mandar ayuda a Grecia debía ser por razones mibteres. y no querz qu2
les razones políticas influyesen en lo más mínimo. Sin embargo. elre; Tr
sisñó en sus pretensiones. y el señor Eden accedió. En la entrenisia con a
Primer Ministro, Korysis. éste le leyó una memoria en la que data cueniz
del resultado de las deliberaciones del gabinete griego de aquel mismo Ea
o el anterior.
Como estas deliberaciones constituyen la base de nuesira acción. las
serto integras
a continuación:

Mr. Eden al Primer Ministro. 2


Á continesación commsoo a usted la declaración esería que me ha sido
entregada por el presidente del Consejo al comenzar nuestra conferencia de

«L Deszo repetir de la forma más categórica que Grecia, como ñel 252-
da, está decidida a segur lichando con todas sus fuerzas hasta la viciora
final. Esta determinación no se limita al caso de hala, simo que se apica a
cualquier agresión alemana.
»2. Grecia sólo dispane de tres divisiones en la frontera búlgara de Mace
donía. Surge. por consiguiente, el problerna de qué refuerzos hace ízha
mandar para que el ejército griego resista a los alemanes. Mientras nos Ee-
gan noticias más o menos exactas de las fuerzas alemanas en Rumania y
las movilizadas en Bulgaria, el gobierno griego sólo sabe por su parte qué
ayuda podría prestarle Inglaterra en el transcurso de un mes. Por ora par-
te, ignoramos cuáles son las intenciones de Turquía y Yugoslavia. En estas
Grcunsiancias la llegada de Vuestra Excelencia al Oriente Medio es de una
valiosa ayuda, no sólo para poner en claro la situación, sino para onentarla
ventajosamente en favor de la Gran Bretaña y de Grecia.
A A o ss
esperarza de rechazar al enemigo de Macedonia, Grecia defenderá
su rerréodo
nacional aumque no pudiese contar más que con sus propias fuerzas.»

El gobierno griego quería hacer constar que esta decisión había sido
adoptada antes de saber si podríamos prestarle ayuda o no. El rey había
tenido empeño en que Mr. Eden lo supiese antes de iniciar las conversa-
Gones militares que se celebraron sobre esta base.

78
Una vez terminadas las conferencias militares, que se prolongaron du-
rante toda la noche y el día siguiente, el señor Eden nos mandó este im-
portantisimo telegrama fechado el 24.

El ministro de Asuntos Exteriores al Primer Ministro. 24-11-41


Hoy [23] hemos llegado a un acuerdo con el gobierno griego sobre todos
los extremos debatidos.
Cuando, al final de la conversación, pregunté si el gobierno griego acoge-
ría con plácemes la llegada a Grecia de tropas inglesas en el número y con-
diciones propuestas, el presidente del Consejo declaró formalmente que el
gobierno griego aceptaba nuestra oferta con gratitud y daba su aprobación
a los acuerdos tomados por los dos Estados Mayores.
2. Al llegar esta tarde aquí, nos reunimos con el rey de Grecia, el presi-
dente del Consejo y el general Papagos. Les expuse la situación internacio-
nal tal como la vemos, y tratamos en detalle de las ambiciones alemanas en
los Balcanes. Les expliqué que los ministros y los jefes de Estado Mayor de
Londres habían llegado a la conclusión, a la que los comandantes en jefe de
aquí daban su entera conformidad, de que había que prestar a Grecia la
máxima ayuda lo antes posible. Entonces les dimos detalles de las fuerzas
de que podríamos disponer para Grecia, explicándoles que era todo lo que
de momento nos cabía hacer. Lo que podríamos hacer en el futuro, depen-
dería del desarrollo general de la guerra y del estado de nuestros recursos.
Todo lo que pude decir fue que las tropas que ofrecíamos iban bien equipa-
das e instruidas y que teníamos confianza en que cumplirían perfectamente
con su cometido.
3, El presidente del Consejo, después de confirmar la determinación de
Grecia de defenderse contra Alemania, reiteró los temores del gobierno
griego de que la insuficiente ayuda de Inglaterra no hiciese más que precipi-
tar el ataque alemán, y declaró que era esencial determinar si las fuerzas
griegas disponibles junto con las que nosotros les podríamos proporcionar,
bastarían a detener el ataque alemán, teniendo en cuenta la dudosa actitud
de Yugoslavia y Turquía. Antes de que el gobierno griego se comprometiese
definitivamente, el presidente del Consejo deseaba, por consiguiente, que
los técnicos militares examinasen la situación a la luz de la oferta británica.
Entonces expuse claramente la consecuencia lógica de la actitud adoptada
por el presidente del Consejo. Si teníamos que demorar la acción por temor
a provocar un ataque alemán, esta acción se produciría inevitablemente de-
masiado tarde.
4. De la subsiguiente discusión entre el general Dill, comandante en jefe
del Oriente Medio, y el comandante de aviación, por una parte, y el gene-
ral Papagos, por otra, se llegó a la conclusión de que, en vista de la dudosa
actitud de Yugoslavia, la única línea sostenible y capaz de dar tiempo
para una evacuación de tropas de Albania, era una línea que, arraricando
al oeste del Vardar, se extendía en la dirección Olympo-Veria-Edessa-
Kajmakcalan. Si pudiéramos estar seguros de la actuación de Yugosla-
via, sería posible establecer otra línea más al norte, desde la desemboca-
dura del Nestos hasta Beles, cubriendo a Salónica. Sería impracticable, a
menos que Yugoslavia entrase en el conflicto, sostener una línea que
cubriese Salónica en vista de la exposición del flanco griego a los ataques
alemanes.

A continuación describía los detalles del arreglo a que habían llegado.

79
La conferencia duró unas diez horas, y abarcó los principales puntos de
la cooperación militar y política... Todos estábamos impresionados por la
franqueza y la sinceridad de los representantes griegos sobre todos los te-
mas tratados. Tengo la absoluta seguridad de que están decididos a resistir
con todas sus fuerzas y que el gobierno de Su Majestad no tiene más reme-
dio que apoyarlos, sean cuales fueren las consecuencias. Aun reconociendo
los riesgos, tenemos que aceptarlos.

En un mensaje ulterior, dijo:

Todos estamos convencidos de que hemos elegido el buen camino a se:


guir, y en vista de que ha sonado ya la hora decisiva tenemos la seguridad
de que usted no desea que nos demoremos en la exposición de los detalles.
Los riesgos son grandes, pero hay probabilidades de éxito. Hemos acepta-
do dificultades que exigirán muchos de nuestros recursos, particularmente
sobre aviación de caza.

El gabinete decidió dar su plena aprobación a estos mensajes que ve-


nían sancionados por Dill y Wavell.

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 24-11-41


Habiendo aprobado los jefes de Estado Mayor la acción en los términos
propuestos en sus telegramas de El Cairo y Atenas, esta tarde he planteado
la cuestión ante el Gabinete de Guerra, en presencia de mister Menzies. La
decisión fue unánime en los términos que usted desea, pero, desde luego,
Mr. Menzies tiene que telegrafiar a Australia. Presumo también que usted
se habrá arreglado con el gobierno de Nueva Zelanda respecto a sus tropas.
No hay necesidad de anticipar dificultades bajo ningún concepto. Por consi-
guiente, aunque no nos hacemos ilusiones, le mandamos la orden: «¡Ade-
lante a todo vapor!»

Hasta la fecha no habíamos tomado más medida que la concentración


del mayor número de tropas disponibles en el delta del Nilo, y hacer pla-
nes y preparativos para el transporte por mar de las fuerzas a Grecia. Si
la situación cambiaba debido a un vuelco de la política griega o cualquier
otro acontecimiento, debíamos colocarnos en la posición más adecuada
para hacer frente a ella. Era agradable, después de habernos visto tan
apremiados, poder resolver satisfactoriamente las campañas de Abisinia,
Somalia y Eritrea e incorporar fuerzas sustanciales a nuestra «masa de
maniobra» de Egipto. Aunque ni las intenciones del enemigo ni las reac-
ciones de los amigos y neutrales podían ser adivinadas ni previstas, pare-
cía que varias perspectivas se abñían ante nosotros. El futuro permanecía
inescrutable, pero aún no se había lanzado al combate una sola división,
y, entre tanto, no se perdía un solo día en los preparativos.
CAPÍTULO V
LA CONQUISTA DEL IMPERIO ITALIANO

Origen y crecimiento del Imperio italiano en África. — El desastre de


Adua en 1896. — El desembarco italiano en Tnpoli en 1911. — Las am-
biciones de Mussolini, — Notable desarrollo de las colonias italianas. —
Imponentes fortificaciones y fuerzas militares. — «La ocasión única en
cinco milenios». — El nuevo plan de Wavell. — Operaciones para despe-
jar el Sudán. — El duro hueso de Keren. — Wingate da la señal para la
rebelión. — El emperador regresa a Abisinia. — Inusitadas fuerzas en
Kenya. — Smuts apunta hacia Kismayu. — Cunningham ordena un alto.
— Instamos a que se acelere la acción. — Toma de Kismayu. — Una
campaña relámpago en la Somalia italiana. — Toda la Somalia británica
reconquistada. — Ataque a la Somalia francesa y bloqueo de Djibuti —
La preocupación del Presidente por la población civil italiana de Abisinia.
— La lucha por Keren. — Tributo a las tropas hindúes. — La flota italia-
na eliminada del mar Rojo. — Persecución de los italianos. — El empera-
dor vuelve a entrar en su capital. — Rendición del duque de Aosta. — El
final de Abisinia.

Cuando Mussolini declaró la guerra a la Gran Bretaña en el momento


de la caida de Francia en 1940, el Imperio italiano del Norte y Este de
Africa ofrecía un aspecto majestuoso. De todos los Estados de la Europa
del siglo XiX, el reino de Italia había sido uno de los últimos en formarse.
Débil industrialmente, y, por consiguiente, de escaso poderío militar, pero
a impulsos de su siempre creciente población, Italia entró en la carrera
por África con seria desventaja. Con la abertura del canal de Suez el año
1869, los ojos italianos se volvieron ansiosamente hacia la expansión atri-
cana. Dieciséis años después Massaua era ocupada, y formalmente esta-
blecida la colonia de Eritrea como territorio de soberanía italiana. La colo-
nia de la Somalia italiana, con un acceso al océano Índico, crecía tam-
bién, aunque despacio. Entre estos dos territorios se extendía el antiguo
reino de Etiopía. Sobre esta tierra salvaje lanzóse el signor Crispi acaudi-
llando el movimiento imperialista de la última década del pasado siglo, es-
perando conseguir para Italia el prestigio de una primera potencia en los
asuntos europeos. El espantoso desastre de Adua en 1896 fue causa de
su caída y de la suspensión de la aventura italiana en África.
Este trágico episodio quedó hondamente grabado en el recuerdo de los
italianos. Cuando los Estados balcánicos atacaron a Turquía en 1911, en
vísperas de la Primera Guerra Mundial, el gobierno italiano asombró y
alarmó al apacible mundo de aquellos días saltando sobre Trípoli y co-

81
menzando su conquista. La necesidad en que se encontraban Francia e
Inglaterra de ganarse a ltalia contra la amenazadora Alemania, así como
la derrota turca en los Balcanes, permitieron que la endeble empresa ita-
liana ganara algún terreno en la costa norteafricana. El hecho de que
Italia figurara entre los vencedores de la Primera Guerra Mundial ratificó
sus adquisiciones en Trípoli y Cirenaica, la cual, en evocación de romanos
recuerdos. fue rebautizada Libia. La rebelión de los senusies fue un conti-
nuo reto a la industriosa ocupación y colonización de los desiertos árabes
por la apacible población italiana.
Tal era la situación cuando Mussolini subió al poder con la creciente
oleada fascista contra el bolchevismo. Los años que siguieron vieron la
proyectada expansión de Italia como potencia colonial africana. Los terri-
torios del norte de África fueron subyugados bajo el severo mando militar
del general Graziani. Las rebeliones fueron cruelmente reprimidas, los co-
lonos se multiplicaron, el desierto fue domesticado, se construyeron fuer-
tes y aeródromos, y carreteras y ferrocarriles se extendieron a lo largo del
litoral mediterráneo. Tras este costoso, pero no inefectivo despilfarro de
los recursos italianos, palpitaba el deseo nacional de vengar la vergonzosa
derrota de Adua. Mi primer volumen ha descrito la manera cómo Musso-
lini, con su audacia y resolución, dominó la tímida y vacilante resistencia
de la Gran Bretaña en la Sociedad de Naciones y condenó al fracaso la
autoridad de «cincuenta naciones guiadas por una». Hemos visto también
cómo todos estos conflictos, así como la conquista de Abisinia, hicieron su
papel en el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial.
En junio de 1940, cuando el Imperio británico parecía a los ojos de los
fascistas desmenuzarse en ruinas y Francia estaba extenuada, el Imperio
italiano en África se extendió vastamente. Libia, Eritrea, Abisinia y Soma-
lia, alimentadas por los impuestos italianos, formaban una vasta región en
la cual había cerca de un cuarto de millón de italianos trabajando y empe-
zando a medrar bajo la protección de más de cuatrocientos mil soldados
entre italianos e indigenas. Todos los puertos del mar Rojo y del Medite-
rráneo fueron fortificados. El Intelligence Service británico aceptó sin dis-
cutir las declaraciones italianas sobre la cuantía de sus armamentos y los
clasificó como bases navales de primer orden. Si el Imperio británico se
derrumbaba, como le parecía cierto a Mussolini, Egipto, la Somalia britá-
nica y toda el África oriental británica, añadidas a las ya existentes pose-
siones italianas, constituirían una inmensa área de tierras bajo la sobera-
nía italiana, cuya extensión no se había conocido desde los tiempos de los
Césares. Tal era la que el desventurado Ciano había llamado «ocasión
única en cinco milenios». Esta era la deslumbrante visión que ahora iba a
quedar brutalmente extinguida.

Hasta diciembre de 1940, nuestra actitud hacia los italianos en África


oriental había sido meramente defensiva. El general Wavell celebró el 2
de diciembre una conferencia en El Cairo en la cual fijó las bases de una
política nueva. No entraba aún en sus planes una penetración profunda

82
de Abisinia, pero los italianos que habían ocupado Kassala y Galabat en
el Sudán, en julio de 1940, debían ser expulsados. Una vez estas opera-
ciones secundarias fueran llevadas a cabo, Wavell tenía en principio la in-
tención de retirar la mayoría de las tropas para las operaciones del Orien-
te Medio, dejando al movimiento patriótico, fomentado y alimentado por
oficiales, armas y dinero británicos, la tarea de hacer insostenible la posi-
ción de ltalia en el interior de Abisinia, y eventualmente reconquistar el
país.
Las operaciones de limpieza del Sudán comenzaron en enero bajo el
mando del general Platt. Las primeras fases obtuvieron un éxito rotundo.
En' enero, Platt mandó reforzar a la 5.2 División angloindia con la 4? Di-
visión angloindia del desierto occidental, en donde había tomado parte en
las victoriosas batallas de diciembre. Ambas divisiones italianas evacuaron
Kassala el 19 de enero bajo la amenaza de ataque, después de un bom-
bardeo aéreo. Poco después evacuaron también Galabat y abandonaron
el Sudán. Nuestra persecución desde Kassala fue realizada sin contra-
tiempos graves hasta alcanzar la fuerte posición montañosa de Keren. En
este punto se habían atrincherado firmemente dos divisiones metropolita-
nas enemigas y se sostenían con gran tenacidad. Varios ataques a princi-
pios de febrero no consiguieron progresar, y Platt decidió que para forzar
aquella posición debía aceptar las demoras administrativas que comporta-
ba la preparación de un ataque minuciosamente preparado.
Entre tanto, progresaba la obra de suscitar la rebelión en Abisinia. Una
pequeña fuerza al mando del brigadier Sandford, compuesta de un bata-
llón sudanés y un cierto número de escogidos oficiales y suboficiales britá-
nicos, de los cuales el coronel Wingate tenía que lograr más tarde una al-
tísima distinción, formaban el alma del movimiento. A medida que crecían
sus éxitos, recibieron mayor ayuda del creciente número de patriotas. El
emperador volvió a entrar en su reino el 20 de enero, y una gran parte
del territorio occidental de Gojjam fue paulatinamente limpiado de ene-
migos.

Los lectores de los volúmenes anteriores conocen mi descontento por


el gran número de tropas que durante tanto tiempo habían permanecido
inmóviles en Kenya. Smuts había visitado Kenya en noviembre de 1940, y
me había instado a que debíamos tomar la ofensiva, fijando como objeti-
vo el puerto italiano de Kismayu.
Me había telegrafiado en estos términos:

5-X1-40
En Kenya he visitado los frentes y estudiado los planes con el general
Cunningham y su Estado Mayor. Tamblén aquí la moral es buena y la posi-
ción en general favorable, pero esta prolongada inactividad en el desierto y
fuera de él puede presentar serios peligros para nosotros. El mejor objetivo
adonde dirigirse de momento es Kismayu, que en la actualidad constituye

83
una sería amenaza para Mombasa, nuestra base esencial. Una vez captura-
do Kismayu, y bien sostenido, el grueso de nuestras tropas puede ser sacado
de esta inhóspita área de desierto y avanzar hacia el norte, amenazando así
Addis-Abeba. Para la acción de Kismayu, Cunningham necesita más tropas
que las que en principio habíamos calculado, y le mandaré otra brigada de
infantería de la Unión Sudafricana en cuanto haya buques disponibles. Se
necesitan imperiosamente más cañones Bren y más medios de transporte
para el agua y las provisiones. Con un fuerte levantamiento interior de Abi-
sinia y un ataque simultáneo por el norte y el sur, los italianos pueden su-
cumbir en verano, y de este modo dispondremos de considerables fuerzas
para utilizarlas para otros fines más al norte.

Esto estaba de completo acuerdo con mis puntos de vista. La brigada


fue mandada desde El Cabo, y colegí que a la sazón progresaban los pre-
parativos para un avance en enero, antes de comenzar las lluvias. Por
consiguiente, me quedé desconcertado al recibir el siguiente telegrama:

El general Wavell al jefe del Estado Mayor Imperial. 23-X1-40


Cunningham ha decidido que no es posible llevar a cabo operaciones te-
merarias este invierno. Propone realizar varias operaciones secundarias en
Kenya septentrional hacia mediados de diciembre, y a este fin requiere a
ambas brigadas del Africa occidental.

El Alto Comisario en Sudáfrica nos comunicó que el general Smuts


había expresado su decepción de que la expedición contra Kismayu, que
había esperado se verificaría en enero, fuese al parecer aplazada hasta
mayo, pese al envío de la 32 Brigada de la Unión Sudafricana. En la reu-
nión del Comité de Defensa del 25 de noviembre de 1940, pregunté por
qué se había aplazado hasta mayo la proyectada operación contra Kis-
mayu. Sir John Dill dijo que había recibido un telegrama del general Wa-
vell diciendo que celebraría en breve una conferencia de comandantes, in-
cluyendo al general Cunningham, para estudiar los planes de los próxi-
mos seis meses.
Ninguno de nosotros quedó satisfecho con eso, y el Comité invitó a los
jefes de Estado Mayor a pedir explicaciones de lo ocurrido al general Wa-
vell, y a comunicarlas al Primer Ministro.
Yo mandé al ministro de la Guerra y al jefe de Estado Mayor Imperial
la siguiente minuta:

26-X1-40
Tengo entendido que tenemos que recibir una explicación completa de
las razones ahora alegadas que impiden la operación contra Kismayu antes
de mayo, y que hará usted un improbo esfuerzo por no sucumbir a estas ra-
zones. Si se decide que no puede hacerse nada antes de mayo, la brigada de
Africa occidental debe trasladarse a la costa occidental aprovechando la
primera serie de buques de transporte vacios y relevar al batallón que se
halla actualmente en Freetown.
La proposición de mantener aquí a la brigada, sin luchar, es de lo más
deprimente.
Como resultado de la conferencia de Wavell, celebrada el 2 de diciem-
bre, se decidió atacar a los italianos en Kassala y estimular la rebelión en
Abisinia por todos los medios posibles. Pero la tentativa de capturar Kis-
mayu tuvo que verse aplazada de nuevo hasta después de las lluvias de
primavera, lo cual significaba mayo o junio.

Yo continuaba invectivando contra el número y la inacción de las tro-


pas en Kenya.

Primer Ministro al general Wavell. 26-1-41


Quedé perplejo al recibir su telegrama del 21. Creía que usted quería te-
ner una gran reserva estratégica en el delta del Nilo, cosa que está en con-
cordancia con las instrucciones que hemos dado desde aquí. No me parece
que haya necesidad de mandar otra división sudafricana a engrosar a los
70.000 soldados de diversas clases que están virtualmente sin entrar en ac-
ción en Kenya. He pedido al general Smuts, quien ha estado de acuerdo,
que mantenga el destino de la nueva división en suspenso, porque he pen-
sado que en cuanto se haya arreglado la cuestión del transporte, etc., él po-
dría estar dispuesto a que fueran al norte a reunirse con los ejércitos del
Nilo. ¿Cómo espera usted que yo arrostre la tremenda carga que pesaría
sobre nuestros transportes marítimos, afectando como afecta a la importa-
ción de todos nuestros víveres y municiones, a fin de transportar más divi-
siones desde aquí hasta el Próximo Oriente, cuando usted parece oponerse
a aceptar una división sudafricana que sólo tendría menos de la mitad de la
distancia a recorrer? Espero, sin embargo, que dentro de breves meses las
dos divisiones sudafricanas que actualmente se encuentran en Kenya se-
rán trasladadas al delta del Nilo y que la brigada del Africa occidental será
devuelta, como se prometió, a Freetown. Bajo ningún concepto debe el ge-
neral Smuts descorazonarse de esta audaz y sana política de ir llevando gra-
dualmente las fuerzas sudafricanas al principal teatro de la guerra.

Bajo la insistente presión ejercida desde Inglaterra. Wavell decidió ha-


cer un esfuerzo antes de las lluvias. Dio ánimos al mando de Kenya, y
poco después fuimos informados de que las fuerzas de Nairobi esperaban
llevar a cabo la operación «Canvas» (como se denominó al ataque a Kis-
mayu) entre el 10 y el 16 de febrero. Esto significaba un movimiento efec-
tivo en el teatro oriental africano. Quedé sumamente satisfecho al recibir
el telegrama de Wavell del 2 de febrero de 1941 en el cual me decía: «En
Kenya he aprobado la proposición de intentar la captura de Kismayu a
mediados de febrero. El enemigo ocupa posiciones muy fuertes y la situa-
ción de los suministros limita nuestras fuerzas, pero creo que la tentativa
contiene razonables probabilidades de éxito... He dado instrucciones ge-
nerales a Platt y a Cunningham para que hagan el máximo esfuerzo con-
tra el Africa oriental italiana en el curso de los próximos dos meses.»
Así realizamos el avance. Los resultados demostraron cuán injustifica-
damente los comandantes habían exagerado las dificultades y Cuánta
razón teníamos nosotros en Inglaterra para apremiarles a una rápida
acción.

85
Febrero marcó el comienzo del ataque a fondo del general Cunning:
ham. Seis brigadas italianas y seis grupos de levas indígenas defendían el
río Juba en cuya desembocadura está el puerto de Kismayu. El 10 de te-
brero, el general Cunningham lanzó contra ellos cuatro brigadas. Kis-
mayu fue tomado sin resistencia el 14. Al norte del puerto, al otro lado
del río, se halla la importante posición enemiga de Jelib, que fue atacada
el 22 por ambos flancos y por retaguardia. Se consiguió un éxito conside-
rable. El enemigo fue completamente derrotado; sufrió más de 30.000 ba-
jas entre muertos, prisioneros o dispersados en la selva. La aviación ene-
miga había sido seriamente descalabrada por los aviones sudafricanos, y
no tomó parte en la batalla. Nada quedaba ya que impidiera el avance
hacia Mogadiscio, el primer puerto de mar de la Somalia italiana, 200 mi-
llas más al norte. Nuestras tropas motorizadas entraron en él el 25, en-
contrando grandes cantidades de material y provisiones, así como más de
400.000 galones de precioso petróleo. En sus aeródromos había veintiún
aparatos destrozados. El general Cunningham juzgó con razón que no
había ya enemigo que se opusiese a un nuevo avance. Disponía de sufi-
cientes tropas, pese a que la 12 División sudafricana, menos una brigada,
fue retenida para operar en otros lugares El único problema era la distan-
cia. El transporte y los suministros eran los factores decisivos. Cunning-
ham logró el permiso de Wavell de fijar Jijiga como el siguiente objetivo,
situado a no menos de 740 millas de Mogadiscio. Después de descansar
sólo tres días, el avance se renovó el 1 de marzo, y, venciendo una ligera
oposición, y encontrando muy poca interferencia por parte de la aviación
enemiga, cuyos campos eran sometidos a frecuentes ataques, alcanzó diji-
ga el 17 de marzo. Estas fueron unas Operaciones magníficas.

Primer Ministro al general Wavell. 1-111-41


Mis más cordiales felicitaciones por el brillante resultado de la campaña
de la Somalia italiana. Le ruego comunique al general Cunningham la gra-
titud y el reconocimiento del gobierno de Su Majestad por las vigorosas. au-
daces y triunfantes operaciones que ha dirigido al mando de su valiente, efi-
ciente y bien organizado ejército. Le ruego le pida que transmita este men-
saje a sus tropas. Publíquelo en la forma que crea conveniente.
Seguramente el día 7 usted discutirá con el general Smuts sobre las futu-
ras operaciones. Como usted sabe, siempre he deseado ver las divisiones su-
dafricanas avanzar hasta las riberas mediterráneas.

El general Wavell al Primer Ministro. 2-111-41


Sus felicitaciones son altamente agradecidas. He transmitido su mensaje
al general Cunningham.
2. Cunningham está llevando sus fuerzas ligeras hacia Ferfer (a unas
200 millas al norte de Mogadiscio y Dolo), lo cual completará la ocupación
de la Somalia italiana. Debido a la situación, en lo tocante a suministros y
transportes, no cree poder avanzar hacia Harrar antes del 21 de marzo. Va
a venir a El Cairo el 7 de marzo, y discutiremos con él los futuros planes y
operaciones de las divisiones sudafricanas.
3. He dado ya instrucciones a Aden de efectuar reconocimientos sobre
Berbera con vistas a una posible reocupación.
En estos momentos nuestras tropas de Aden podían sernos de gran
ayuda. Nuestras cuatro escuadrillas de aviación, aparte de su patrullar so-
bre el mar Rojo, habían apoyado, gracias a su posición central, las cam-
pañas de Cunningham y Platt, atacando las bases aéreas del enemigo. El
16 de marzo, dos batallones nuestros desembarcaron en Berbera. La
guarnición enemiga, consistente en una brigada, se esfumó dejando dos-
cientos prisioneros en nuestras manos. Toda la Somalia británica fue rápi-
damente recuperada a partir de este momento, y mediante el uso del
puerto de Barbera el ulterior avance de las fuerzas del general Cunning-
ham pudo recibir un apoyo más directo. Cunningham reanudó el avance
hacia Harrar, que se rindió el 26 de marzo, y el 29 del mismo mes entraba
en Diredaua. Esto nos hizo alcanzar el ferrocarril de la Somalia francesa.
Si el puerto de Djibuti nos hubiese sido abierto por el gobierno de Vichy,
habríamos podido avituallarlo fácilmente. Pero no tenía que ser asi. En
Diredaua, el general Cunningham reagrupó todos sus recursos para el
asalto final a Addis- Abeba. Durante el mes de marzo había avanzado 850
millas desde Mogadiscio con la 11.2 División africana y la 1.2 Brigada sud-
africana. Desde el cruce del río Juba, sus tropas habían causado 50.000
víctimas al enemigo entre muertos, prisioneros o dispersados, a costa de
menos de 500 bajas.
Como resultado de estos éxitos, surgieron varias dificultades. El general
Wavell temía que la política de bloqueo total de Djibuti, propugnado por
los generales De Gaulle y Le Gentilhomme, no conseguiría otra cosa que
reforzar la resistencia. En lugar de esto, propuso que se hiciera una oferta
por la que se permitiña la entrada de los suficientes suministros, como le-
che para los niños, para evitar el hambre, el pase de los soldados que qui-
sieran unirse a los franceses libres y la evacuación del resto de la guarni-
ción a cualquier otra colonia francesa, así como la negociación para el
uso del ferrocarril para el suministro de sus propias fuerzas. Pero en In-
glaterra teníamos otros puntos de vista.

Primer Ministro al general Wavell. 1-1V-41


Consideramos que usted debe seguir la política señalada por los jefes de Es-
tado Mayor en su telegrama del 25 de marzo, tan estrictamente como sea posi-
ble, subordinándola a las modificaciones que puedan parecer deseables después
de sus conversaciones con el general De Gaulle. En particular, el acercamiento
inicial a la Somalia francesa deben hacerlo las autoridades francesas libres, y no
debería haber la menor vacilación en cuanto al empleo del bloqueo a ultranza
como arma de coacción. No se preocupe de las susceptibilidades de Weygand y
Vichy. Ya nos ocuparemos de ellas desde aquí.
2. Espero que en ésta y en análogas cuestiones, usted estará en condicio-
nes de prestar el máximo apoyo a los fines del general De Gaulle, con quien
el gobierno de Su Majestad ha contraído solemnes compromisos y a quien
éste otorga su más absoluto apoyo como jefe del Movimiento de la Francia
Libre.
» » a

El Presidente se preocupaba por la suerte de la población civil italiana


de Abisinia.

87
Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 4-1V-41
La proposición del conde Sforza (relativa a los no combatientes italianos)
ha sido atentamente considerada por nosotros. Le ruego se haga cargo de
nuestras dificultades. El dugue de Aosta podría, en efecto, ceder Addis-
Abeba y refugiarse en las montañas desde donde proseguir la guerra duran-
te algunas semanas, o Incluso meses, descargando en nosotros toda la res-
ponsabilidad de la salud y la seguridad de la población civil que se eleva a
muchos millares. No tenemos medios de cumplir esta tarea hasta que termi-
ne la lucha organizada. No disponemos siguiera del puerto de Djibuti; la lí-
nea del ferrocarril está interceptada; cada tonelada de transporte de que
disponemos la empleamos en el sostenimiento de nuestras tropas en su lar-
go avance. El resultado podría ser un lamentable fracaso cuya responsabili-
dad recaería sobre nosotros, lo mismo que los campos de concentración de
la guera sudafricana. En el momento en que el duque dé la lucha por termi-
nada, haremos un nuevo esfuerzo, y es probable que logremos algún éxito.
Cualquier prolongación de la resistencia italiana en Etiopía dernora nuestro
reforzamiento de Libia, y ya sabe usted cuán urgente ha llegado a ser esto.
No se trata ya de dar al enemigo una inmensa ventaja militar, sino de em-
prender una tarea en la cual podríamos fracasar.

Primer Ministro al general Wavell. 30-V-41


Sería conveniente tener en nuestro poder Djibuti en un futuro próximo, y
le agradecería calculase las fuerzas que serían necesarias para vencer la re-
sistencia francesa, y si pueden ser halladas sin perjuicio de otras necesida-
des. El momento de dar el golpe depende, naturalmente, del curso de los
acontecimientos en Siria, que pueden llevarnos a una ruptura con Vichy, o »
alternativamente, a una cooperación entre el ejército francés de Siria y la
Francia libre. En ambos casos puede operarse la captura de Djibuti. Entre
tanto, debe mantenerse el bloqueo con el máximo vigor y deben realizarse
en la frontera de Djibuti todas las concentraciones preparatorias que usted
considere oportunas. De esta forma podríamos evitar llegar a las manos,
cosa que es muchísimo de desear. El momento de la acción sólo puede fijar-
se previa consulta con nosotros.

Entretanto, iba prosperando la campaña de Abisinia. Keren resistía


obstinadamente. Los flancos de su posición no podían ser envueltos; sólo
era posible un ataque frontal. A fin de agrupar todos sus recursos para
esta operación y desplegar las dos divisiones a sus órdenes, Platt no dis-
ponía más que de una carretera que estaba por entero bajo la observa-
ción del enemigo. La cabeza del ferrocarril distaba 150 millas, de manera
que estos preparativos no solamente requirieron varias semanas, sino que
el factor sorpresa quedó descartado. La aviación, incluyendo la de Aden,
desempeñó un papel inapreciable. Durante la primera fase de esta cam-
paña los pilotos italianos habian dado muestras de una considerable ini-
ciativa, pero después de la llegada de los Hurricanes para la escuadrilla de
cazas sudafricanos, no tardamos en lograr la supremacía. Durante las eta-
pas preparatorias de la batalla final de Keren, el ejército italiano se vio
hostilizado constantemente por tierra y por aire. Pronto el enemigo cesó

88
parecía bastante nivelada y suscitamos la cuestión de los refuerzos, pero,
sin embargo, no fueron necesarios. El ataque se reanudó el 25 de marzo;
dos días después cedía la resistencia italiana y Keren se rendía. La perse-
cución fue rápida. Asmara cayó el 1 de abril, y Massaua, con 10.000 pri-
sioneros, se rindió el 8 del mismo mes.
La victoria de Keren fue conseguida principalmente por las 42 y 52
Divisiones británicas de la India. Les rendí el tributo que su proeza me-
recia.

Primer Ministro al Vicerrey de la India. 7-14-41


Todo el Imperio se ha sentido estremecido ante los éxitos de las fuerzas
de la India en Eritrea. A mi juicio, el ardor y la perseverancia con que han
escalado y finalmente conquistado las peñascosas cumbres de Keren, evoca
el recuerdo de la frontera nordoccidental de antaño, y en mi calidad de sol-
dado que tuve el honor de luchar en los campos de batalla junto a los
soldados indios de todas las regiones del Indostán, así como en nombre del
gobierno de Su Majestad, ruego a Vuestra Excelencia transmita a todo el
ejército de la India el orgullo y la admiración con que hemos seguido sus
heroicas hazañas.

Me apresuré a expedir a los generales Cunningham y Platt, así como a


sus valientes ejércitos, mis más cordiales felicitaciones y las del gobierno
de Su Majestad por «esa oportuna y brillante culminación de su memora-
ble y esforzada campaña».
También se realizaron otras operaciones de limpieza. Al entrar en la
guerra, ltalia tenía en el mar Rojo una fuerza de nueve destructores, ocho
submarinos y otras varias embarcaciones menores. Todos ellos habían
sido liquidados por la Armada y la aviación naval. El 11 de abril, el presi-
dente Roosevelt pudo declarar que el mar Rojo y el golfo de Aden, no
siendo ya «zonas de combate», quedaban abiertos a la navegación ameri-
cana.
Lo que quedaba del ejército italiano en Eritrea se retiró a 230 millas al
sur, refugiándose en las montañas, y se fortificó en la posición de Amba
Alagi. El general Platt le siguió la pista. La 4.* División de la India y la
mayor parte de las escuadrillas aéreas de apoyo fueron enviadas a Egipto
para tomar parte en los acontecimientos que se narrarán. Con lo que le
quedaba, Platt entabló combate con el enemigo. El 6 de abril, el general
Cunningham había alcanzado Addis-Abeba, en cuyo aeródromo yacían
en escombros los restos de la aviación italiana. Lanzó a la brigada suda-
fricana hacia el norte, por Dessie, y cayó sobre la retaguardia italiana de
Amba Alagi. Cortada de esta forma la retirada, con el general Platt ata-
cando por el norte, hostigados por los guerrilleros, ametrallados y bom-
bardeados por el aire, la resistencia de los italianos no podía durar. A
principios de abril, el batallón sudanés de Wingate y las unidades loca-
les, junto con los irregulares que habían venido a sumarse al empera-
dor, arrojaron de Gojjam a 12.000 enemigos, empujándolos hacia Debra
Markos. La mitad fueron capturados; el resto huyó hacia el norte en di-
rección a Gondar. El emperador volvió a entrar en la capital el 5 de
mayo.

90
de interferir nuestros movimientos de tropas, y en cuanto se inició la bata-
lla, el apoyo aéreo contribuyó en gran manera a allanar el camino de
nuestro avance y quebrantar la moral del enemigo. La batalla fue porfia-
da y nos costó 3.000 bajas. Después de los tres primeros días, del 25 E 17
de marzo, hubo una pausa para reagrupación. El 20, el general Wavell te-

£iSudan

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SOOMILTAS

CAMPAÑA DE AFRICA ORIENTAL 19451


legrafió que la lucha había sido dura. El enemigo había contraatacado fe-
roz y repetidamente, y aunque sus pérdidas habían sido graves, y habían
conseguido un solo éxito, no mostraba signos de quebranto. Los italianos
estaban haciendo sin duda desesperados esfuerzos por conservar la forta-
leza de Keren, y su aviación no cesaba de actuar. Desde Londres la lucha

89
- Cuando volvemos la vista hacia el papel desempeñado por Mussolini
en las crisis europeas y en los acontecimientos que llevaron a la guerra
surgida de su ataque a Abisinia, y recordamos con qué éxito desafió a la
Sociedad de las Naciones —«cincuenta naciones guiadas por una»—, nO po-
demos por menos que percibir con qué facilidad una actitud firme y su
consiguiente poco de acción hubieran podido eliminar aquella complica-
ción del ya ensombrecido escenario europeo. No obstante, sea como sea,
en medio de nuestras presentes ansiedades y peligros, podemos decir que
supimos dar cuenta cabal de la amenaza. No sin emoción, nacida de
recuerdos y pasadas experiencias, pude mandar mis saludos a Haile
Selasie.

Primer Ministro al emperador de Abisinia. 9-V-41


Con profundo y universal placer, la nación británica y el Imperio han re-
cibido la noticia de la feliz entrada de Vuestra Majestad Imperial en su capi-
tal de Addis-Abeba. Vuestra Majestad fue el primer soberano legítimo en
ser arrojado de su trono y de su país por los criminales nazifascistas, y es
ahora el primero en volver triunfante. El testimonio de agradecimiento de
Vuestra Majestad será transmitido a los comandantes, oficiales y soldados
de las fuerzas británicas y del Imperio que han ayudado a los patriotas etío-
pes a la total y definitiva destrucción de la usurpación militar italiana. El go-
bierno de Su Majestad desea un largo período de paz y progreso para Etio-
pía una vez hayan sido definitivamente aniquiladas las fuerzas del mal.

El duque de Aosta, primo del rey de Italia, había sido gobernador gene-
ral del Africa oriental y virrey de Etiopía desde 1937, así como coman-
dante en jefe del ejército italiano en dichos territorios desde 1939. Hombre
caballeroso y culto, educado en parte en Inglaterra y casado con una
princesa francesa, no gozaba de gran popularidad cerca de Mussolini. El
Duce, no sin razón, le tenía por blando e incompetente como militar.
El 17 de mayo se rindió con el resto de sus ejércitos, y murió el año
1942, siendo prisionero de guerra, en Nairobi.
Desde enero, la mayor parte de las fuerzas enemigas, originalmente
compuestas de más de 220.000 hombres, había sido capturada o destrui-
da en el curso de las operaciones. Quedaban todavía algunos miles de
hombres en los reductos montañosos de Abisinia.

Aqui sería conveniente completar el relato de la destrucción del Impe-


rio italiano y de sus ejérictos del Africa oriental, que sirvió de acompaña-
miento a otros acontecimientos más graves en otros teatros de batalla.
Nuestros primitivos temores de que la población civil italiana de Addis-
Abeba, de unas 20.000 almas, pudiera ser pasada a cuchillo por los abisi-
nios, no fueron confirmados. Más al norte, 4.500 hombres, entre italianos
e indígenas movilizados, empujados hacia Debra Tabor por los guerrille-
ros, se rindieron el 2 de junio a un destacamento formado por sólo un es-
cuadrón y una compañía británicos. El sudoeste abisinio fue limpiado por
parte de la 11. División africana, partiendo de Addis-Abeba, y por la

91
123, avanzando hacia el norte desde la frontera de Kenya. Mediante una
serie de operaciones frecuentemente entorpecidas por el terreno y el mal
tiempo, durante la primera semana de julio eliminaron a 40.000 enemigos
de aquella zona. Durante el verano, tropas de color bajo mando belga vi-
nieron del Congo después de atravesar dos mil millas de terreno, para to-
mar parte en las últimas escaramuzas, y capturaron quince mil prisione-
ros. Sólo quedaba Gondar. Pero, entretanto, habían llegado las lluvias y
este último golpe tenía que esperar a que hubiesen cesado. La red co-
menzó a cerrarse a finales de septiembre, y cuando acabó la campaña el
27 de noviembre, habían caído en nuestras manos 11.500 italianos,
12.000 soldados indígenas y cuarenta y ocho cañones de campaña.
Así terminó el sueño de Mussolini de edificar un imperio africano, con-
quistado y colonizado a la manera de la antigua Roma.
CAPÍTULO VI
LA DECISIÓN DE AYUDAR A GRECIA

Una reserva estratégica en el delta. — La hora de la resolución. — Nues-


tra libertad de retirada. — Esperanzas en el frente balcánico. — El almi-
rante Cunningham, sobre los riesgos navales a correr. — Mi telegrama al
general Smuts, del 28 de febrero. — Las discusiones de Mr. Eden con los
turcos, 28 de febrero. — Mi comentario. — Yugoslavia, país clave. — El
ejército alemán entra en Bulgaria. — Perturbador cambio de situación en
Atenas. — Opiniones de los jefes de Estado Mayor. — Mis reflexiones a
este respecto y mi mensaje a Mr. Eden, del 6 de marzo. — Desaliento de
nuestro embajador en Atenas. — ¿Ayudar o abandonar a Grecia? — Una
respuesta mesurada de Mr. Eden. — Smuts y el comandante en jefe
nos aconsejan seguir adelante. — Un Gabinete breve y una decisión final,
7 de marzo. — Respuesta de Nueva Zelanda. — Y de Polonia. — Mi te-
legrama a Mr. Eden el 14 de marzo. — Mensaje al Presidente el 10 de
marzo.

Hasta ahora no nos habíamos comprometido en la aventura griega,


salvo nuestros continuos y vastos preparativos en Egipto y las discusio-
nes y acuerdos de Atenas que han sido descritos. Los preparativos podían
cesar mediante una simple orden, aunque, en todo caso, la acumulación
de una reserva estratégica de cuatro divisiones en el delta del Nilo parecía
bastante conveniente en sí. Los griegos se habían desviado de tan diversas
formas de los acuerdos de Atenas, que podíamos fácilmente, si tal era
nuestro deseo, solicitar ser dispensados de los mismos. Los peligros se cer-
nían por doquier, pero hasta los primeros días de marzo me sentí bastante
tranquilo y, en lo esencial, libre, sabiendo que tenía una «masa de manio-
bra» al alcance de la mano.
Pero ahora había llegado el momento de tomar una decisión irrevoca-
ble sobre si mandar o no el ejército del Nilo a Grecia. Este paso trascen-
dental no sólo lo exigía la necesidad de socorrer a Grecia en sus momen-
tos de peligro y zozobra, sino la de formar contra la inminente invasión
alemana un frente balcánico que abarcase a Yugoslavia, Grecia y Tur-
quía, con repercusiones sobre Rusia, cuyo alcance nos era imposible cal-
cular. Estos hubieran podido ser de primera magnitud si los jefes soviéti-
cos hubieran previsto lo que se les avecinaba. No era lo que podíamos
mandar nosotros lo que debía decidir de la suerte de los Balcanes. Nues-
tra esperanza se limitaba a organizar una acción unida. Si a nuestra señal
Yugoslavia, Grecia y Turquía actuaban a la vez, nos parecía que Hitler

93
se vería obligado a dejar los Balcanes momentáneamente tranquilos, o a
empeñarse tan a fondo con nuestras fuerzas combinadas, como para
crear un frente de guerra muy extenso. A la sazón ignorábamos que ya
estaba profundamente empeñado en su gigantesca invasión de Rusia. De
haberlo sabido, hubiéramos tenido más confianza en el éxito de nuestra
política. Hubiéramos podido ver cómo se arriesgaba a caerse entre dos si-
llas, poniendo en peligro su empresa suprema por culpa de unos prelimi-
nares balcánicos. Esto fue lo que en realidad ocurrió, pero en aquellos
momentos no podíamos saberlo. Habrá quien juzgue que obramos
bien; por lo menos obramos lo mejor que supimos. Nuestra aspiración era
estimular y combinar las fuerzas de Yugoslavia, Grecia y Turquía. Nues-
tro deber era ayudar a los griegos hasta donde nos fuese posible. Para es-
tos propósitos, nuestras cuatro divisiones del delta del Nilo estaban bien
situadas.

El 4 de marzo, el almirante Cunningham disipó hasta la última de


nuestras dudas sobre los riesgos navales que coríamos en el Mediterrá-
neo al trasladar a Grecia nuestro ejército y aviación. Esto representaba
dos meses enteros de ininterrumpidos convoyes de hombres, vehículos y
pertrechos. En especial, lo más pesado de estas tareas recaería sobre los
destructores, y durante algún tiempo las defensas antiaéreas de caza se-
rían débiles. Si los alemanes iniciaban una ofensiva aérea desde Bulgaria.
debíamos esperar graves pérdidas tanto en el mar como en los puertos de
desembarco. Tampoco podíamos descartar la amenaza de una acción na-
val por parte de la escuadra italiana. Esta podía ser contrarrestada por
nuestros acorazados con base en la bahía de Suda, en Creta, pero sólo a
costa de debilitar la escolta de destructores de los convoyes y dejando la
linea de avituallamiento de Cirenaica prácticamente indefensa. Todo esto
incrementaría a su vez la carga que pesaba sobre Malta. La vulnerabili-
dad del canal de Suez a las minas magnéticas y acústicas nos causaba
grandes inquietudes precisamente cuando se iniciaba este movimiento de
tropas y convoyes. Según el almirante, todos los planes ofensivos, incluso
las operaciones combinadas contra Rodas, debían aplazarse. Sus disponi-
bilidades iban a ser utilizadas hasta el límite, pero estaba convencido de
que nuestra política era la buena y que había que afrontar los riesgos. La
renuncia a Rodas era para todos nosotros motivo de profunda contrarie-
dad. Reconocíamos su capital importancia. Rodas, así como Escarpanto,
con sus valiosos aeródromos tan cercanos a Creta, eran puntos clave.
Muchas veces, durante los años que siguieron, proyectamos un ataque a
Rodas, pero no pudimos nunca arnoldarlo al desarrollo de los aconteci-
mientos. 7

Me enteré de que el general Smuts se dirigía a El Cairo a petición de


Mr. Eden, y le cablegrafié en estos términos:

94
28-11-41
Celebro mucho que vaya usted a reunirse con Eden y Dill. Hemos toma-
do una grave y arriesgada decisión al apoyar a Grecia y tratar de establecer
un frente balcánico. Espero conocer su posición personal después de cele-
brada esta conferencia. Dicha decisión aumenta la necesidad de reforzar
Egipto y Libia y espero que convenga usted con Wavell y Dill el envío de
«Acanto» (la 1* División sudafricana) al Mediterráneo lo antes posible, y
que se dirigirá a mí para las dificultades de embarque, que son grandes.
Nuestra situación ha mejorado gracias a las rápidas victorias conseguidas en
el África oriental. Hace tan sólo unas semanas nos decían que no podían
avanzar hacia Kismayu antes de mayo. Ahora tenemos Mogadiscio y a todo
el pais en nuestro poder.

El informe de Mr. Eden respecto a las discusiones con los turcos no


era muy alentador. Se daban cuenta de sus propios peligros tan cabal-
mente como nosotros, pero, al igual que los griegos, estaban convencidos
de que las fuerzas que podíamos ofrecerles no bastarían a inclinar la bá-
lanza en el caso de llegar a luchar.

Mr. Eden al Primer Ministro. * 28-11-41


Esta mañana, el jefe del Estado Mayor Imperial y yo hemos discutido con
toda franqueza y amistad con el presidente del Consejo, el ministro de
Asuntos Exteriores y el mariscal Chakmak.
Nuestra decisión de mandar a Grecia la máxima ayuda y lo antes posible,
fue bien recibida. Reiteraron la determinación de Turquía de luchar si era
atacada por Alemania, y expusieron su convicción de que el ataque alemán
a Grecia implicaba que no tardaría en tocarle el turno a Turquía. Pero
como el ejército turco carece en la actualidad de poder ofensivo, considera-
ban que la causa común estaría mejor servida si Turquía permaneciera al
margen de la querra hasta que sus presentes deficiencias hubieran sido re-
mediadas y pudiera entonces emplearse a fondo con el máximo rendimiento.
Si son atacados, los turcos confían poder contener el avance alemán du-
rante algún tiempo, si bien esperan que nosotros deberíamos estar en condi-
ciones de acudir en su ayuda inmediatamente... Declararon que estaban
dispuestos a obrar de concierto con el gobierno yugoslavo, el cual sólo ha
dado hasta ahora una respuesta evasiva a sus avances hechos a instancias
nuestras. Su temor es que Rusia les ataque si Turquía se viera envuelta en
la guerra contra Alemania.
El resultado final de las conversaciones es que Turquía se compromete
en cualquier caso a entrar en la guerra sólo en un determinado momento.
Lo haría desde luego inmediatamente si fuese atacada. Pero si Alemania le
da tiempo a prepararse, aprovechará esta ventaja y entrará en la guerra en
el momento más favorable a la causa común, cuando su peso pueda surtir
un efecto real.

A lo cual respondí:

Primer Ministro a Mr. Eden, Atenos, 1-111-41


Es evidente que la intención de Alemania es invadir Bulgaria, intimidar a
Turquía con la amenaza de ataques aéreos, obligar a Grecia a abandonar la

95
guerra y entonces volverse contra Yugoslavia obligándola a obedecer. Des-
pués, puede o no atacar a Turquía, según sea su conveniencia.
Ejerza la máxima presión sobre Yugoslavia. Un movimiento brusco de
Yugoslavia hacia el sur podría producir un desastre italiano de primera
magnitud, acaso decisivo para la situación de los Balcanes.!
Si al mismo tiempo Turquía declarara la guerra, el enernigo no podria
reunir suficientes fuerzas por espacio de muchos meses, durante los cuaies
nuestro potencial aéreo irá en aumento. Estoy resueltamente dispuesto a
afrontar cualquier riesgo mientras haya una probabilidad razonable de éxi-
to, cuando menos en el curso de algunos meses, y todos los preparativos
deben seguir adelante a toda velocidad. Pero yo quisiera que usted llevase
los asuntos de Grecia de forma tal, que si, una vez estudiados todos los fac-
tores, incluso las posibilidades de Rodas, usted cree que no hay siquiera una
razonable esperanza de triunfo, pueda retirarse y desligar a Grecia de todo
compromiso, desligándonos al propio tiempo a nosotros. Evidentemente,
disponemos aún de unos días antes de tomar la decisión final. Entretanto,
todo debe seguir adelante como está convenido.

Debemos describir ahora nuestros esfuerzos por poner en guardia al


gobierno yugoslavo. La defensa de Salónica dependía por entero de su
intervención, y era vital para todos saber cuáles eran sus intericiones. El 2
de marzo, Mr. Campbell, nuestro embajador en Belgrado, se entrevistó
con Mr. Eden en Atenas. Le dijo que los yugoslavos temían a los alema-
nes, y que los trastornos internos agravaban sus dificultades políticas. Sin
embargo, existía la probabilidad de que si conocían nuestros planes de
ayuda a Grecia, estuviesen dispuestos a intervenir. Mr. Eden y los griegos
temían que el enemigo lo descubriese. El día 5, el ministro de Asuntos Ex-
teriores mandó a Mr. Campbell regresar a Belgrado con una carta confi-
dencial para el regente. En ella le pintaba la suerte que esperaba a Yu-
goslavia en manos alemanas y añadía que Grecia y Turquía estaban dis-
puestas a luchar si eran atacadas. En tal caso Yugoslavia debía unirse a
nosotros. El regente debía ser informado verbalmente de que la Gran
Bretaña había decidido ayudar a Grecia con fuerzas terrestres y aéreas
tan eficaz y rápidamente como fuese posible, y que si Yugoslavia podía
mandar a Atenas algún oficial de Estado Mayor, éste participaría en nues
tras discusiones. La defensa de Salónica dependería de la ciudad yugos:
lava. Si se inclinaba a las exigencias de Alemania, las consecuencias señan
obvias. Por el contrario, se le instaba a unirse a nosotros y a contar con
un ejército británico que lucharía a su lado. Nuestro esfuerzo en Grecia
sería vigoroso, y teníamos grandes probabilidades de mantener un frente.

El 1 de marzo, el ejército alemán comenzó a penetrar en Bulgaria.


El ejército búlgaro movilizó y ocupó posiciones en la frontera griega. El
avance alemán progresó hacia el sur, ayudado en todo y por todo por los

1. Cursiva del autor.

96
búlgaros. Al día siguiente, Mr. Eden y el general Dill regresaron a Atenas
desde Angora, y se reanudaron las conversaciones militares. Como resul-
tado de las mismas, Mr. Eden me mandó un comunicado en términos
muy graves:

Mr. Eden y el jefe de Estado Mayor Imperial al Primer Ministro. 5-111-41


1. A nuestra llegada aquí hemos encontrado la situación cambiada y
francamente inquietante. El ambiente es muy diferente al de nuestra ante-
rior visita.
2. En la última entrevista, el general Papagos había insistido repetida-
mente sobre que el repliegue de las tropas de Macedonia a la línea Aliakh-
mon era la única solución militar congruente. Nosotros habíamos confiado
en que este repliegue ya había empezado, pero en su lugar descubrimos que
no se ha realizado ningún movimiento, y Papagos alega que el acuerdo to-
mado en nuestra última entrevista dependía de la recepción de la respuesta
de Yugoslavia sobre su actitud...
3. Ahora Papagos propone sostener la línea de fortificaciones cerca de
,la frontera de Macedonia, mediante cuatro divisiones, por más que no cree
poder sostenerla por mucho tiempo, así como permanecer simplemente en
las mismas posiciones del frente albanés. Esto equivale a decir que la situa-
ción es desesperada, como él mismo reconoció prácticamente.
4. Propuso que las tropas británicas, a medida que llegaran, fuesen en-
viadas fragmentariamente a la frontera de Macedonia, si bien era improba-
ble que llegasen a tiempo. Desde luego, nosotros rechazamos esta proposi-
ción que tanto discrepaba de las condiciones en las que habíamos aceptado
mandar nuestras tropas. Telegrafiamos ai comandante en jefe del Próximo
Oriente para que viniese a Atenas a conferenciar. Llegó el 3 de marzo, y las
conversaciones se han llevado prácticamente sin descanso. Como la actitud
de Papagos era inflexible, tuvimos que apelar a la ayuda del rey, quien du-
rante toda la conferencia se mostró tranquilo, solícito y decidido.
5. Por fin nos ofrecieron tres divisiones griegas...
6. Nos encontrábamos, por consiguiente, ante las siguientes alternati-
vas:
a) Aceptar el plan de Papagos, al cual él volvía constantemente, de tra-
tar de trasladar fragmentariamente a nuestras fuerzas a la frontera
de Macedonia.
b) Aceptar las tres divisiones griegas ofrecidas para ia línea Aliakhmon,
equivalentes a de dieciséis a veintitrés batallones, en lugar de los trein-
ta y cinco en que nos habían hecho confiar cuando nuestra visita
anterior, y disponer nuestra concentración respaldándonos en este
contingente.
c) Retirar totalmente nuestra oferta de ayuda militar.
7. Estuvimos de acuerdo en que la solución a) era ir a un desastre mili-
tar, mientras que la alternativa c) parecía igualmente catastrófica.
8. Vencidos algunos recelos, convinimos, por consiguiente, adoptar la
solución b), pero con la condición de que el mando y la organización de
toda la línea Aliakhmon serían confiados al general Wilson en cuanto estu-
viese en condiciones de asumirlos. En esto también estuvimos de acuerdo.
9. Nuestros consejeros militares no consideraban, en modo alguno Una
esperanza descabellada la de contener el avance alemán en este frente que
es naturalmente fuerte y tiene pocos accesos. En el peor de los casos, siem-
pre cabría retirarse combatiendo a través de una región esencialmente apta
para acciones de retaguardia.

97
10. Todos estamos convencidos de que en esta difícil situación hemos
llegado a la decisión más correcta. Estos dos días han sido de una ansiedad
indescriptible, pero ahora que hernos llegado a una decisión, se nota una
sensible mejoría en el ambiente general griego. Subsiste, sin embargo, la
dura realidad de que nuestras fuerzas, incluyendo los contingentes de los
Dominios, se han empeñado en una operación más aventurada de lo que
nos había parecido hace una semana. Usted decidirá sin duda sobre qué
comunicaciones deben hacerse a los gobiernos de los Dominios...

Entretanto en Londres se produjo un notable cambio sobre nuestros


puntos de vista. Los jefes de Estado Mayor hicieron constar los diversos
factores cuyo desarrollo se había acreditado como desfavorable a nuestra
política balcánica, muy particularmente los adversos al envío de tropas a
Grecia. En primer lugar, subrayaron los principales cambios de la situa-
ción: el pesimismo del comandante en jefe griego; la omisión por parte de
los griegos de cumplir su compromiso, contraído doce días antes, de reti-
rar sus tropas a la línea que hubiéramos debido sostener si Yugoslavia
no entraba en guerra; el hecho de que, en principio, treinta y cinco bata-
llones griegos debían ayudarnos a sostener dicha línea, mientras ahora
había como máximo veintitrés, todos de reciente formación, inexpertos
para la lucha y carentes de artillería. Se había confiado, además, en que
los griegos habrían podido retirar algunas divisiones del frente albanés.
«Ahora, el general Papagos dice que esto no puede ser porque están ex-
haustas y en inferioridad.»
Volviendo a nuestras propias dificultades, los jefes de Estado Mayor
destacaban que siempre habían esperado que Rodas sería capturada an-
tes, O simultáneamente con nuestras operaciones de Grecia; en lugar de
esto, la operación no se podía llevar a cabo hasta liquidar lo de Grecia.
Esto significaba que en lugar de encontrarnos en condiciones de concen-
trar nuestra aviación contra el avance alemán, tendríamos que realizar
«considerables» operaciones aéreas contra Rodas a fin de proteger nues-
tras líneas de comunicación con Grecia. Finalmente, el canal de Suez es-
taba, por el momento, completamente bloqueado por las minas, y no ca-
bía confiar en despejarlo antes del 11 de marzo. La mitad de los barcos
que transportaban material motorizado estaban al norte del Canal,
mientras que los que transportaban tropas se hallaban al sur del mismo.
El tiempo apremiaba. Los jefes de Estado Mayor consideraban que los
alemanes podrían concentrar dos divisiones sobre la línea Aliakhmon, ha-
cia el 15 de marzo, y tres más hacia el 22. Una de ellas sería blindada.
Partiendo de la base de que los griegos sólo podrían contenerlos en aque-
lla línea de frente durante brevísimo tiempo, lo mejor que podíamos espe-
rar era Oponer una brigada blindada y otra neozelandesa a las primeras
dos divisiones alemanas.
«Los riesgos de la empresa —concluían— han aumentado considera-
blemente.» Sin embargo, no creían momentáneamente necesario recabar
la opinlón milltar de los que estaban sobre el terreno, los cuales no descri-
bían la situación como desesperanzada en modo alguno.

98
Después de reflexionar a solas en Chequers el domingo por la noche
sobre el comunicado de los jefes de Estado Mayor y el cariz de la discu-
sión del Gabinete de Guerra de la mañana anterior, mandé el siguiente
mensaje a Mr. Eden, quien, entretanto, había salido de Atenas hacia El
Cairo. Este mensaje tenía un timbre desde luego distinto al mío en gene-
ral; pero asumo toda la responsabilidad de mi decisión, porque estoy se-
guro de que yo hubiera paralizado todo si éste hubiese sido mi convenci-
miento. Es mucho más fácil abstenerse que obrar.

Primer Ministro a Mr. Eden. 6111-41


La situación ha empeorado gravemente. Los jefes de Estado Mayor han
presentado serias objeciones, que envío con mi próximo. El incumplimiento
de Papagos del acuerdo de 22 de febrero, la evidente dificultad con que tro-
pieza de iniciar el despegue de sus tropas en Albania, la cronología de nues-
tros posibles movimientos, dada por Wavell, junto con otros factores adver-
sos citados por los jefes de Estado Mayor —como el aplazamiento de Rodas
y el cierre del Canal-, ponen al Gabinete en la posición de no poder creer
en que tengamos fuerza alguna para evitar la suerte que espera a Grecia, a
menos que Turquía y Yugoslavia, o una de las dos, entren en la guerra, lo
cual parece altamente improbable. Hemos hecho cuanto nos ha sido posible
por organizar la combinación balcánica contra Alemania. Debemos tener
sumo cuidado en no empujar a Grecia sola, en contra de su deseo, a una
resistencia desesperada, cuando sólo contamos con un puñado de tropas
capaces de llegar a tiempo al campo de batalla. Se nos plantea un grave
problema que afecta a todo nuestro imperio, por haber empeñado tropas
australianas y neozelandesas en una empresa que, como usted dice, cada
vez es más insegura. Estamos obligados a exponer a los gobiernos de los
Dominios el criterio de usted, así como el de los jefes de Estado Mayor No
puedo dar por descontado su asentimiento a la operación. No vemos nin-
gún motivo para esperar un éxito, salvo, naturalmente, la confianza que nos
merecen las opiniones de Dill y Wavell.
Tenemos que desligar a Grecia de sentirse obligada a rechazar cualquier
ultimátum alemán. Si deciden luchar por propia resolución, debemos com-
partir su suerte. Pero el rápido avance alemán evitará probablemente cual-
quier intervención de las fuerzas imperiales británicas.
La pérdida de Grecia y los Balcanes no sería para nosotros en modo
alguno una catástrofe trascendental, con tal que Turquía permaneciera
honradamente neutral. Podemos tomar Rodas y estudiar nuestros pla-
nes para «Influjo» (desembarco en Sicilia) o Trípoli. De varias fuentes nos
han notificado que una ignominiosa expulsión nuestra de Grecia nos ha-
ría más daño en España y Vichy que la propia sumisión de los Balcanes,
cosa que, con sólo nuestras escasas tropas, nunca hemos esperado poder
evitar.
Le mando esto para que, en caso de no producirse hechos distintos a los
que ahora tenemos delante, usted esté ya con el ánimo predispuesto para
enterarse de lo que probablemente contendrán los acuerdos del Gabinete
de mañana

Unido a esto iba el grave comentario de los jefes de Estado Mayor, que
he resumido antes.
En cuanto mi telegrama admonitorio fue leído por sir Michael Palairet,
en Atenas, éste dio vivas señales de inquietud y telegrafió al ministro de
Asuntos Extranjeros, quien, entretanto, había llegado a El Cairo, en los
términos siguientes:
€-I11-41
Acabo de leer ei mensaje que le ha mandado el Primer Ministro. No hace
falta subrayar el efecto de nuestra repudiación ahora del acuerdo firmado
entre el jefe del Estado Mayor Imperial y el comandante en jefe griego, y
que en estos momentos está siendo ejecutado por el general Wilson en per:
sona. ¿Cómo es posibie que abandonemos ahora al rey de Grecia después
de las garantías que le fueron dadas por el comandante en jefe y el Estado
Mayor Imperial sobre nuestras razonables posibilidades de éxito? Me parece
increíble. Los griegos y el mundo en general nos pondrán en la picota por
haber faltado a nuestra palabra. )
2. Ni hablar de «desligar a los griegos de su obligación a rechazar el ulti-
mátum». Han decidido luchar solos si es necesario. La cuestión es si les ayu-
damos o les abandonamos.

Más tarde, este mismo día, telegrafió a Mr. Eden.

Hoy, el rey de Grecia ha hablado muy halagadoramente con el agregado


de la aviación, acerca de la visita de usted y de la firme decisión de llevar a
cabo el plan de acción convenido contra la agresión alemana. Tiene plena
confianza en el éxito y está convencido de que esta confianza es compartida
por el general Papagos y su gobierno. Insistió en la gran importancia de la
rapidez, y particularmente en disponer de una aviación adecuada en el país,
a fin de desbaratar el ataque aéreo alemán, que es su acostumbrada obertu-
ra de ataque. Una derrota aérea alemana en el primer día daría al traste,
mejor que nada, con el mito de la invencibilidad alemana y daría a todo el
país la misma confianza que él tiene en la perspectiva de un triunfo. No he
vuelto a verle desde que usted se marchó.

Más tarde volvió a telegrafiar:


Esta mañana, el general Wilson ha sostenido una conversación altamente
satisfactoria con el general Papagos. Está sumamente animado por la nota-
ble mejora de la actitud de este último. Le ha encontrado muy alentado y
deseoso de cooperar en todos los terrenos posibles.

Primer Ministro a Mr, Eden, El Cairo. 6-111-41


El Ministerio de la Guerra no tomará ninguna decisión hasta recibir su
respuesta.

Mr. Eden al Primer Ministro, 6-111-41


Esta tarde, el jefe del Estado Mayor Imperial y yo, en consulta con los tres
comandantes en jefe, hemos vuelto a examinar toda la cuestión. Hemos acor-
dado por unanimidad que, pese a los graves riesgos y compromisos sin duda
implicados, especialmente habida cuenta de nuestros limitados recursos navales
y aéreos, la decisión tomada en Atenas es la buena. Los telegramas de Palairet
a El Cairo exponen la situación sólo desde el punto de vista griego.
2. Sirva el presente sólo para que usted conozca nuestro criterio mien-
tras aguardamos la decisión del Gabinete.

100

E
Y más tarde:

Mr. Eden al Primer Ministro. 6-111-41


Esta noche hemos celebrado nuevas conversaciones con el general
Smuts y los comandantes en jefe, y mañana por la mañana le enviaremos
una exposición detallada de cómo enjuiciamos la situación.

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 7-111-41


1. Comunicaré su ponderada y meditada respuesta al Gabinete que se
reúne hoy. Entretanto, todos los preparativos y movimientos deben seguir
adelante a toda velocidad.
2. Me ha impresionado profundamente la actitud imperturbable que han
adoptado usted y sus consejeros militares, Dill, Wavell y, supongo, Wilson,
sobre tan trascendental problema, después de percatarse plenamente de
las situaciones local y técnica y a la vista del memorándum del Comité de
jefes de Estado Mayor. *
3. Hay dos puntos primordiales. Primero, no debemos echar sobre nues-
tros hombros la responsabilidad de empujar a los griegos, contra su mejor
conocimiento de causa, a entregarse a una lucha desesperada, y precipitar a
su país a una ruina segura. Sin embargo, si aún conociendo lo poco que po-
demos mandarles en determinadas fechas, deciden luchar hasta la muerte,
nuestro evidente deber, como ya le he dicho, es compartir su suerte. No se
debe decir, y, como a usted le consta, no se puede decir que, teniendo tan
poco que darles, les hayamos arrastrado a la guerra por pura argumenta-
ción. Por su actitud y por sus telegramas de Atenas, juzgo que usted está
conforme con este punto.
4. Segundo punto. Ocurre que la mayoña de las tropas que hay que
consagrar a este solemne deber son la división neozelandesa y, a partir de
marzo, los australianos. Debemos estar en condiciones de explicar con toda
sinceridad a los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda que este albur que
vamos a afrontar, y ante el cual ellos no retrocederán, lo afrontamos no por
ningún compromiso contraído en Atenas por un ministro del Gabinete Bri-
tánico y firmado por el jefe del Estado Mayor Imperial, sino porque Dill,
Wavell y los demás comandantes en jefe están convencidos de que las pro-
babilidades de triunfo son razonables. Considero este punto implícito a juz-
gar por sus reacciones positivas a nuestros telegramas de consulta.
5, Aun en medio de la tirantez en que se encuentra, sírvase recordar que
hasta la fecha usted nos ha expuesto poquísimos hechos y razones que po-
damos presentar a dichos Dominios como justificativos de dichas operacio-
nes, como no sea bajo el noblesse oblige. Es indispensable una cuidadosa
instrucción militar.
6. Ya sabe que estamos de todo corazón con usted y sus excelentes cola-
boradores.

El 7, llegó a Londres la prometida memoria.

Mr. Eden al Primer Ministro. 7-11-41


A continuación detallo la opinión de sus enviados:
1. El conjunto de la situación ha sido revisado de nuevo con los coman-
dantes en jefe y Smuts. Sin dejar de darnos perfecta cuenta de la gravedad
de la decisión, no encontramos motivo alguno para variar nuestro prece-
dente juicio.

101
de su deseo y opi-
2. Nunca se ha tratado de empujar a Grecia en contra
nión. En el curso de nuestra primera entrevista en Tatci, el Primer Ministro
comu-
griego me entregó, al iniciarse la conferencia, una declaración escrita
o italiano;
nicando la decisión de los griegos de resistir a un ataque alemán
de
y si era necesario, solos. El gobierno griego ha mantenido esta actitud
consistente, aunque con diversos grados de confianza en
una manera
cuanto al desenlace. Los griegos consideran que no se augura una paz hon-
rosa mientras Italia y Alemania amenacen sus fronteras. Los grñegos no tie-
nen más remedio que seguir la suerte de Rumania o continuar la lucha sea
cuál sea el resultado,
3, Hemos contraído compromisos con Grecia. Ocho escuadrillas de la
R.A.F., con sus defensas terrestres y personal antiaéreo, están operando
en el país desde hace unos meses.
4. El derrumbamiento de Grecia, sin ulterior esfuerzo por parte nuestra
para salvarla mediante una intervención por tierra, después que las victorias
de Libia han dejado, como todo el mundo sabe, fuerzas disponibles, sería
una gran calamidad. Perderíamos definitivamente a Yugoslavia y tampoco
podríamos confiar en que Turquía fuese bastante fuerte para no inclinarse
si los italianos y los alemanes se plantaban en Grecia sin que nosotros hu-
biéramos hecho el menor esfuerzo por impedirlo. No hay duda de que nues-
tro prestigio sufriría si nos viéramos ignominiosamente arrojados de Grecia,
pero, en todo caso, el haber sufrido y luchado por ella nos sería menos da-
ñoso que haberla dejado abandonada a su sino.
En la presente situación, todos estamos de acuerdo en que se debe seguir
la solución aconsejada y prestar nuestra ayuda a Grecia.
Por consiguiente, confiamos fervorosamente en que no se suscitarán difi-
cultades respecto al envío de tropas de los Dominios, tal como se ha conve-
nido. Al propio tiempo, si la operación ha de tener algunas probabilidades
de éxito, es de vital importancia encontrar los medios de suplir la gravísima
inferioridad de nuestras fuerzas, particularmente en aviación. Como hemos
puesto ya diferentes veces de manifiesto desde nuestra llegada aquí, la infe-
rioridad de nuestra aviación es nuestro principal motivo de inquietud en
este teatro de la guerra. Los alemanes, operando sobre líneas interiores,
están incrementando el peso de sus ataques desde Sicilia y Trípoli, los
Balcanes y el Dodecaneso. Nosotros no incrementamos correlativamen-
te nuestros refuerzos, y la drástica reducción del cupo de Tomahawks
que nos habían prometido, nos ha asestado un rudo golpe. La RAF.
lucha a diario contra la aviación metropolitana italiana con base en Albania
y con una aviación alemana, con base en otras áreas, que va cada día en
aumento.
La lucha aérea en este teatro de la querra será dura. Longmore reclama
toda la ayuda que se pueda prestar. Si puede aguantar firme, la mayoría de
los peligros y dificultades de esta empresa desaparecerán.

Acompañado de los jefes de Estado Mayor, llevé este comunicado a la


reunión del Gabinete de Guerra, el cual se informó debidamente de todos
los extremos antes de tomar el acuerdo final, Pese a que nos era imposi:
ble mandar más aviones de los ya encargados y en camino, no hubo entre
nosotros vacilaciones ni discrepancias. Personalmente, yo tuve la impre-
sión de que los hombres que habíamos mandado allí estaban siendo so-
metidos a una agobiante prueba. No cabía la menor duda de que ninguna
presión política desde Inglaterra les había forzado la mano. Smuts, con
toda su cordura, con criterio tan alejado del nuestro y su clara visión, ha-

102
bía dado su asentimiento. Nadle podía acusarnos de habernos impuesto a
Grecia en contra de sus deseos. Nadie había hecho prevalecer sus argu-
mentos. Era indudable que teníamos con nosotros a la más alta autoridad
técnica, obrando con entera libertad y con pleno conocimiento de los
hombres y del terreno. Mis colegas, endurecidos por los muchos riesgos
que habíamos corrido con éxito, habían llegado independientemente a la
misma conclusión. Míster Menzies, sobre cuyos hombros recaía una carga
particularmente pesada, se sentía singularmente optimista. En nuestro
ánimo ardía el ansia de la acción. El Gabinete fue corto; la decisión, defi-
nitiva.

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 7-111-41


El Gabinete de esta mañana ha estudiado el proyecto a la luz de sus tele-
gramas de Atenas y El Cairo y los míos. Los jefes de Estayo Mayor aconse-
jaron que, en vista de la reiterada expresión de las opiniones de los coman-
dantes en jefe, del jefe del Estado Mayor Imperial y de los comandantes de
las fuerzas que deben ser empleadas, es conveniente seguir adelante. El Ga-
binete ha decidido autorizar a usted para tramitar la operación y, al obrar
así el Gabinete de Guerra acepta toda la responsabilidad de tal decisión.1
Comunicaremos en este sentido con los gobiernos de Australia y Nueva Ze-
landa.

En forma más personal, telegrafié dos días después:

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo. 9-111- 41


1 Doy mi entera conformidad al modo cómo ha redactado sus telegra-
mas sobre los Balcanes. Parece que todavía queda una probabilidad de que
Yugoslavia entre en la guerra, y más de una de que mantenga la puerta
cerrada.
2. Ya que usted está ahí, procure negociar con toda sinceridad con el
Primer Ministro, con el rey Faruk y con quien sea acerca de nuestras medi-
das de seguridad. Es intolerable que la legación romana deba convertirse en
un nido de espías teutones y que la zona del Canal esté infestada de agen-
tes enernigos. Confío en usted para poner fin a este mal proceder por parte
de personas que nos lo deben todo.
3. Le agradecería le dijese a Smuts que, ya que está tan cerca, yo estaría
muy contento si él pudiese venir a tomar parte durante un mes en las tareas
del Gabinete de Guerra, como antiguamente.
4. No olvide la parte de sus instrucciones referente a la economía de los
ejércitos del Próximo Oriente. Cuento con usted para aclarar esto y cercio-
rarse de que cada hombre pone en su acción el máximo empuje. Creo que
puede consagrar a esto algunos días.

». * .

Entretanto, Nueva Zelanda respondió admirablemente a nuestra de-


manda de una división.

1. Cursiva del autor.

103
Primer Ministro al Primer Ministro de Nueva Zelanda.
12-111-41
Estamos vivamente conmovidos por su respuesta, la cual, cualesquiera
que sean los avatares de la guerra, brillará en la historia de Nueva Zelanda
y será admirada por las futuras generaciones de hombres libres de todos los
ámbitos del globo.
Para hacer honor a nuestra demanda y a los votos contenidos en
su
mensaje, pondremos a contribución nuestra más fiel e incansable tenacidad.

Primer Ministro a Mr. Eden, El Cairo.


14-111-41
1. He llegado a la concl usión de que es
mejor que usted se quede en el
Próximo O riente hasta que haya madurado la fase inicial de esta situación
crítica. Las instrucciones que le hemos dado le facultan para
concertar la
acción militar y política de todos los factores afectados
. La actitud de Yu-
goslavia no es menos desesperada, y en cualquie
r momento puede produ-
Cirse una situación que le permita ir allá. Mientras
se desarrollan los aconte-
cimientos, Turquía necesita estimulo y guía.
Nadie más que usted puede
combinar y concertar la trascendental Política
que usted nos aconsejó y que
nosotros adoptamos. El Gabinete de Guerra necesita un representante
bre el terreno y le necesito a usted ahí de so-
una manera imperativa.
2. Esta mañana he visto a Sikorski y le he pedido la
aceptado, como todo un hombre, pero pidió que brigada polaca Ha
esta brigada, que es uno
de los pocos cuerpos que quedan de nacion
alidad polaca, no sea puesta en
Juego a la ligera ni esté mal equipada. Le promet
í
hacerle correr riesgos mayores que los que afront equiparla al máximo y no
arán nuestros propios sol-
dados. «Ustedes tienen millones de soldados»,
me dijo; «nosotros no tene-
mos más que estas unidades». Espero se hará
usted cargo de lo que vamos
a exigir de estos valientes soldados y que
el general Wavell lo tendrá siem-
pre present e.
3. Me es muy sensible el hec! ho de que
no empleemos ni una sola divi-
sión británica. Estoy tomando disposiciones
para mandar la 502 División
con el convoy W. S. 8, que zar, pa el 22 de
abril. Un convoy especial sólo hu-
biera ahorrado una semana, y no podemos
permitirnos una escolta especial.
4. Wavell no nos ha dicho si Glens! consigui
ó atravesar el Canal, pero
supongo que esto se conside rará como cosa
de máxima urgencia. Cierta
fuente informativa que usted ya conoce
comunica que se están haciendo
preparativos para retirar perso; nal alemán
de Rodas,
pación británica. No debe uste d allanarse con facilida en espera de una ocu-
d a aplazar indefinida-
mente la toma de Rodas. Necesitamos tomarla
lo antes posible, y porque
después nos va a hacer falta la 6.2 División
, tanto si las cosas van bien o
mal. Nadie debe reprocharnos que sólo arriesg
amos las fuerzas de los de-
más países. Debe usted hacer presión e insistir
sin parar en que se tome Ro-
das antes de fin de mes.
5. ¿Podría decirme por qué Papagos no retira tres
o cuatro divisiones del
frente albanés para reforzar el frente derecho? Los
reveses que según se ru-
morea han sufrido los italianos, más el hecho confirmado de que
alemán aún no ha comenzado, le dan tiempo de sobras el avance
presente
para hacerlo. El
dispositivo estratégico del ejército griego me parece
sumamente
peligroso. Papagos debe tener sus buenas razones
y, si usted las conoce, le
ruego que me las comunique.

1. Referencia a Ires transportes rápidos, preparados especialmente para operaciones milila-


res, Véase Su hora mefor, Libro Segundo, cap. V.

104
6. Desde luego, si Yugoslavia interviniera, esto justificaría la presencia
de fuertes contingentes griegos en Albania. Pero esto todavía nO se sabe,
Presumo que Dill y usted habrán estudiado cuidadosamente las posibilida-
des de un ataque yugoslavo contra los italianos en Albania. Aquí podrían
apuntarse una victoria de primer orden y al propio tiempo ganar la gran
masa de equipo que les hace falta para defender su independencia y que ja-
más podrán encontrar a tiempo en otro sitio.
7. Que los alemanes no tomen Lemnos como base aérea, sin pagarlo
caro. .
8. Me parece oportuno llegar a una decisión en Keren antes de retirar
las escuadrillas aéreas que usted tiene por aquellos parajes.
9. Su comunicación con las quejas de Longmore parece olvidar lo que
ya está en curso.

Después de darle detalles de estos refuerzos aéreos, añadí:

El hecho de que Longmore crea que usted debe venir a Inglaterra vía La-
gos, cuya opinión comparte Portal, es la razón definitiva de mi deseo de que
Dill y usted no se muevan de ahí. Porque de lo contrario, aparte de razo-
nes de mayor cuantía, expuestas en el párrafo 1, ambos se encontrarían sin
ningún contacto, ni aquí ni allí, durante los siete días más críticos. Aquí todo
se desarrolla tranquilamente y nuestros arañazos a la luz de la luna han
empezado ya a derribar alemanes con buen fin. Dios les bendiga a todos.

Me pareció oportuno informar de nuestros planes al Presidente por


medio de un mensaje que cerrará este angustioso capitulo.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 10-11-41


Debo poner en su conocimiento lo que hemos resuelto respecto a Grecia.
Aun cuando sin duda era tentador tratar de avanzar desde Bengasi hacia
Trípoli, y aún podemos utilizar considerables fuerzas en esta dirección, he-
mos considerado nuestro deber estar al lado de los griegos, quienes nos han
manifestado su resolución de resistir, incluso solos, a la invasión alemana.
Nuestros generales Wavell y Dill, que acompañaron a Mr. Eden a El Cairo,
después de incansables conferencias con nosotros, son de opinión de que
tenemos buenas probabilidades de vencer. Por consiguiente, vamos a man-
dar al grueso de nuestras fuerzas del Nilo a Grecia y a reforzar hasta el má-
ximo nuestra aviación. Smuts manda fuerzas sudafricanas al Delta. Señor
Presidente, usted podrá juzgar de todo lo dicho por usted mismo.
En esta coyuntura, la acción de Yugoslavia es capital. Jamás un país
tuvo tan magnificas posibilidades militares. Si ahora cayeran sobre la reta-
guardia italiana de Albania, es imposible prever lo que podría ocurrir en el
transcurso de pocas semanas. La situación podría cambiar, y la acción de
Turquía decidirse también en nuestro favor, Tengo la sensación de que Ru-
sia, aunque obedeciendo principalmente al miedo, podría por lo menos dar
ciertas seguridades a Turquía de que no la presionaría en el Cáucaso ni se
volvería contra ella en el mar Negro. Considero superfluo añadir que la
concertada influencia de sus embajadores en Turquía, Rusia y sobre todo
Yugoslavia, sería de un valor inmenso en este momento y desde luego po-
dría cambiar el fiel de la balanza.
A este respecto tengo que darle las gracias por el magnífico trabajo reali-
zado por Donovan en su prolongado viaje por los Balcanes y Próximo
Oriente. Por doquier ha demostrado un ardor entusiasta y estimulante.

105
CAPÍTULO VIl
LA BATALLA DEL ATLÁNTICO: 1941
LOS ACCESOS OCCIDENTALES

Una ansiedad suprema. — Combinación de submarinos y aviones. — La


sobrecarga de nuestros accesos occidentales. — Nuestras contramedidas.
— Forcejeando por un poco de respiro. — La descarga de mercancías
reducida a la mitad. — Daños a nuestra navegación y congestión de los
puertos. — Formación de la Junta Superior de Importaciones, en enero.
— La obra del Comité del Lord Presidente. — Mi memoria de 28 de
enero. — Y la del 22 de febrero. — Traslado del mando de los accesos
occidentales de Plymouth a Liverpool, el 17 de febrero. — Estragos de la
tormenta en nuestros barcos más antiguos. — La amenaza hitleriana del
30 de enero. — La organización del Servicio de Recuperación del Almi-
rantazgo. — Salida de los cruceros alemanes. — El «Sheer» en el Atlanti-
co sur. — El «Scharnhorst» y el «Gneisenau» escapan. — Hundimiento de
ochenta mil toneladas en dos días, 15-16 de marzo. — Los incursores se
refugian en Brest, 22 de marzo. — El error de Hitler. — La batalla del
Atlántico. — La batalla del Comité del Atlántico. — Mis instrucciones del
6 de marzo. — Los submarinos en bandadas. — Problemas tácticos. —
La ayuda de los Estados Unidos, 11 de marzo. — Aprobación de la ley
de Préstamo y Arriendo. — El presupuesto de importaciones, 26 de mar-
zo. — Estrechas relaciones con los Estados Unidos. — El incidente del
«Dunkerque». — Presión ejercida por el presidente Roosevelt en Vichy.

En medio del torrente de violentos acontecimientos, una ansiedad pre-


dominaba por encima de todas. Se podían ganar o perder batallas, las
empresas podían triunfar o fracasar, se podían conquistar o evacuar terri-
torios; pero por encima de todas las fuerzas que nos permitían continuar
la guerra, o hasta para conservarnos en vida, importaba nuestro dominio
de las rutas del océano y el libre acceso y entrada a nuestros puertos.
En el volumen anterior describí los peligros que representaba para noso-
tros la ocupación alemana de la costa europea, desde el cabo Norte hasta los
Pirineos. Desde cualquier puerto o ensenada de aquel enorme frente, los sub-
marinos enemigos, constantemente mejorando en velocidad, resistencia y ra-
dio de acción, podían zarpar para cortar nuestros víveres y destruir nuestro
comercio marítimo. Su número crecía paulatinamente. En el primer trimestre
de 1941, la producción de submarinos había sido de diez por mes, para au-
mentar poco después a dieciocho. Entre ellos estaban incluidos los llamados
«tipo 500 toneladas» y «tipo 740 toneladas», con un radio de acción de 11.000
millas los primeros y de 15.000 los segundos.

107
A la amenaza de los submarinos vino a sumarse ahora el ataque aéreo
mar adentro, mediante bombarderos de gran radio de acción. De éstos. el
«Focke-Wulf», conocido por «Condor», era el más formidable, si bien al
principio, afortunadamente, había pocos. Podían partir de Brest o Bur-
deos, volar dando un rodeo a las islas británicas, repostarse en Noruega y
efectuar el mismo viaje a la inversa al día siguiente. Por el camino veían
desfilar a sus pies los enormes convoyes de cuarenta o cincuenta buques
a que habíamos tenido que apelar por escasez de navíos de escolta, según
se acercaban o alejaban de nuestras costas. Cabíales atacar a estos con-
voyes o a los barcos aislados, con bombas rompedoras, o bien señalar la
situación a la que los submarinos al acecho acudían a fin de interceptar
nuestras rutas. Ya en diciembre habíamos comenzado los preparativos
para el desesperado expediente de tender una alfombra submarina de di-
namita desde las desembocaduras del Mersey y del Clyde hasta la línea
de las cien brazas al noroeste de Irlanda.1
Entretanto, habíamos ordenado la ampliación y reorganización de la
Comandancia Aérea de Costas, dándole gran prioridad en pilotos y apa-
ratos. Planeábamos reforzar a dicha Comandancia con quince escuadri-
llas hacia junio de 1941, en las que se incluían los cincuenta y siete «Cata-
linas» americanos de largo alcance que esperábamos recibir a finales de
abril. La negativa del Estado libre de Irlanda a darnos las menores facili-
dades hizo sentir por segunda vez su funesto peso en nuestros planes,
obligándonos a apresurar la construcción de nuevos campos de aviación
en el Ulster, así como en Escocia y las Hébridas.
Estas circunstancias adversas no sólo duraron tal como quedan descri-
tas, sino que muchas de ellas hasta se agravaron. La estranguladora pre-
sión de la mina magnética logró ser debilitada y por fin anulada, sólo
merced a los triunfos de la ciencia y el ingenio británicos, conseguidos por
el incansable trabajo de veinte mil hombres abnegados, en mil pequeñas
embarcaciones dotadas de rarísimos y variados mecanismos. Todo nues-
tro tráfico en la costa oriental de la Gran Bretaña vivía bajo la constante
amenaza de los bombarderos ligeros y cazas alemanes, por lo que se veía
considerablemente reducido y restringido. El puerto de Londres, que en ia
Primera Guerra Mundial demostró ser de una importancia vital para
nuestra existencia, había quedado reducido a una cuarta parte de su
capacidad. El Canal era zona de guerra. Las incursiones contra el Mersey,
el Clyde y Bristol mermaron gravemente la capacidad de estos puertos,
que eran los únicos importantes que nos quedaban. Los canales de Irlan-
da y Bristol estaban cerrados o gravosamente obstruidos. Un año antes,
cualquier autoridad, cualquier experto, puestos ante los problemas que
ahora eran nuestro pan cotidiano, hubiera predicho sin titubeos nuestra
más absoluta ruina. Estábamos luchando por el aire que respirábamos.
La misma magnitud y el perfeccionamiento de nuestros dispositivos
protectores y defensivos —los convoyes, la táctica de diversión, la des-
magnetización, el dragado de minas, la prohibición de navegar por la ruta
del Mediterráneo—, la prolongación de la mayoría de los viajes en dura-

1. Proyecto de barrera de minas que nunca fue llevado a cabo.

108
ción y distancia, así como las demoras en los puertos debidas a los bom-
bardeos y al oscurecimiento, reducían la fertilidad operativa de nuestros
barcos en una proporción más grave que la de nuestras pérdidas. Al prin-
cipio, el Almirantazgo no pensaba, naturalmente, más que en hacer llegar
los buques a puerto y sin percance, y basaba el cálculo de sus éxitos en
razón inversa a los hundimientos. Pero este cálculo no duró mucho tiem-
de
po. Todos nos dimos cuenta de que nuestra vida y nuestro esfuerzo
guerra dependían por un igual de la cantidad de importaciones desembar-
cadas en el país «Veo, escribí al Primer Lord, a mediados de febrero, que
los mercantes entrados en enero han ascendido a menos de la mitad de
los del año pasado.»
La presión iba en incesante aumento, y nuestras pérdidas de tonelaje
superaban espantosamente a nuestras construcciones navales. Los vastos
recursos de los Estados Unidos entraban tan sólo lentamente en acción.
Ya no nos cabía esperar otras imprevistas ganancias de tonelaje como las
que conseguimos a consecuencia de las invasiones de Noruega, Dinamar-
ca y los Países Bajos, en la primavera de 1940. Además, los daños en
nuestra navegación excedían con mucho a nuestra capacidad de repara-
ción, y a cada semana que transcuría nuestros puertos estaban más con-
gestionados y más retraso sufrían nuestros planes. Á comienzos de marzo
se habían acumulado 2.600.000 toneladas de buques averiados, de las
cuales 930.000 correspondían a naves en reparación, mientras otros mer-
cantes, equivalentes a cerca de 1.700.000 toneladas, estaban inmoviliza-
dos en espera de ser reparados. Desde luego fue para mí casi un alivio
pasar de esta mortal inacción a otras empresas, fatídicas, pero más brio-
sas, de índole militar. ¡Con cuánto gusto hubiera permutado esta insidiosa
y traicionera amenaza, que sólo se expresaba mediante gráficas, curvas y
estadísticas, por unas tentativas de invasión en gran escala!

A principios de enero de 1941 habíamos formado la Junta Superior de


Importaciones, consistente en los principales departamentos encargados
de las mismas, bajo la presidencia del ministro de Aprovisionamiento, así
como otro organismo análogo, la Junta Superior de la Producción, de-
pendiente del ministro del Trabajo. El objetivo principal de estos dos orga-
nismos era solventar la situación de las importaciones, mejorar las organi-
zaciones de navegación y transporte, así como solventar los diversos, in-
trincados problemas de mano de obra y organización que surgían en los
puertos. Empecé a trabajar en estrecha colaboración con dichos organis-
mos, que a menudo se reunían juntos, y procuré unificar su acción.

Primer Ministro al ministro de Navegación. 41-41


La Junta Superior de Importaciones estudiará el conjunto de la situación
presente, cuyo desarrollo fue uno de los motivos por los que se dio vida a
dicho organismo. Yo me mantendré en estrecho contacto con ia Junta Su-
perior de Importaciones y haré cuanto esté en mi mano para tomar las deci-
siones necesarias. Es de esperar que mediante un uso más eficaz de nuestra

109
marina mercante, su renovación, y los recursos portuarios y de mano de
obra, el tonelaje disponible podrá rebasar los 33.000.000 de toneladas que
es el máximo que de momento podemos prever. El Ministerio de Navega-
ción y el de Transportes, junto con el Ministerio de Trabajo, cooperarán ac-
tivamente con la Junta Superior de Importaciones, y el trabajo de aquéllos
será efectivamente unificado por la Junta Superior. Además de esto, se soli-
citará del Almirantazgo que consagre mayores esfuerzos en la reparación
de buques aunque ello fuere, hasta cierto punto, en detrimento de la cons-
trucción de nuevos buques mercantes. Esperamos que la ayuda americana
no tardará, y conseguiremos una mayor seguridad para nuestros convoyes a
medida que se acorten las noches y entren en servicio nuestros principales
refuerzos en unidades de escolta.

Primer Ministro a la Junta Superior de Importaciones. 23-1-41


1. Les ruego no se consideren ustedes ligados por el cómputo de pérdi-
das, presentado por el Ministerio de Navegación, ni lo tomen como base
para sus futuros cálculos. El Ministerio ha llegado a una cifra de 5.250.000
toneladas por año, tomando como base el período que empieza a partir de
Ao
e
|A
la caída de Francia, incluyendo las pérdidas, del todo excepcionales, de
nuestras evacuaciones de Francia y Noruega. Otro método mejor de cálculo
seña tomar el promedio mensual de todo el año 1940, que es de 4.250.000
toneladas; o bien, desde que empezó la guerra, que oscila entre 3.750.000 y
4.000.000 de toneladas, a condición de que se deduzcan las pérdidas ex-
traordinarias de dichas evacuaciones.
2. Es más prudente suponer que este promedio seguirá sin variación. Sin
embargo, no es menester inferir que no sufrirán ninguna reducción a medi-
da que nuestros perfeccionamientos entren en juego y los nuevos destructo-
res se incorporen a la flota. Teniendo esto en cuenta, creo que sería más
prudente trabajar basándose en el promedio mensual desde el principio de
la guerra.

Mis previsiones quedaron plenamente justificadas por los aconteci-


mientos del año 1941.

A principios de año, pedí a sir John Anderson, Lord Presidente del


Consejo, que hiciese suya la tarea de procurarse y ejecutar los planes que
hicieran falta para enganchar todos los recursos económicos de la nación
a nuestra máquina de guerra.

Primer Ministro al lord Presidente del Consejo. 28-1-41


Mientras las Juntas Superiores de Importaciones y Exportaciones deben
ocuparse necesariamente de la solución práctica de los asuntos a ambos en-
comendados, es esencial que otras cuestiones, más trascendentales, de eco-
nomía política, se resuelvan con la intervención de su comité y especialmen-
te de usted. Esto es en cumplimiento de la consigna de tener una opinión pú-
blica bien informada. Por consiguiente, usted no debe vacilar en tomar la
iniciativa sobre cuanto abarquen sus atribuciones. Debe llamar a economis-
tas como Keynes a que le comuniquen sus criterios personalmente. Si nece-
sita ayudantes o más personal, debe pedirlos, utilizando desde luego el De-
partamento de Estadística. El profesor Lindemann y su departamento le
ayudarán en cualquier cosa que haga falta, actuando al propio tiempo de

110
enlace entre usted y yo. Deseo que usted asuma sus funciones de jefe de ese
organismo de un modo enérgico y autoritario. El comité deberá reunirse al
menos una vez por semana, si no más a menudo.
Le agradecería consultase usted con sir Edward Bridges sobre lo expues-
to y me hiciese saber cómo se propone cumplimentarlo.

Anderson puso al servicio de esta sola tarea toda su energía, su madu-


ro juicio y sus conocimientos en mateña administrativa. Su larga expe-
riencia como funcionario en la metrópoli, y como gobernador de Bengala,
le habían otorgado un amplio conocimiento de los departamentos guber-
namentales y del funcionamiento de la máquina burocrática. No tardó en
ganarse la confianza de sus colegas de Ministerio y convirtió al comité del
Lord Presidente en un poderoso instrumento de unificación de los planes
departamentales, de tal forma que cubrió cuanto abarcaba nuestra políti-
ca económica de guerra. A medida que el tiempo pasó, este comité llegó
a ejercer por cuenta del Gabinete de Guerra muchas de las facultades y
autoridad que decidían sobre ésta y otras esferas. Su dominio de la econo-
mía política y de los problemas del frente interior contribuyó a dejarme en
mayor libertad para las cuestiones militares.

Primer Ministro a sir Andrew Duncan,


ministro de Aprovisionamiento. 22-11-41
El Primer Ministro le agradecería sometiera a la atención de la Junta Su-
perior de Importaciones las notas y gráficas adjuntas. Han sido preparadas
por el profesor Lindemann bajo la dirección personal del Primer Ministro.
Ponen de relieve una gravísima y hasta ahora inexplicada tendencia, que,
de no corregirse, pondría en peligro la vida de Inglaterra y paralizaría su es-
fuerzo de querra.
El Primer Ministro no comprende cómo es que cuando los hundimientos
son menores (aunque siguen siendo graves) y el volumen del tonelaje (apar-
te de los destrozos) ha disminuido muy poco, tenga que haber una tan es-
pantosa declinación de las importáciones.
Celebra mucho ver que en las dos últimas semanas se haya producido
una importante mejora y espera que éstos sean los primeros frutos de la
Junta Superior de Importaciones.
El Primer Ministro tendrá mucho gusto en recibir a la Junta Superior de
Importaciones el martes a las cinco de la tarde, a fin de ser informado de si
tienen nuevas medidas que proponer, conducentes a la eliminación de este
mortal peligro.

Ya el 4 de agosto de 1940 había pedido el Almirantazgo que el centro


de control de los accesos occidentales fuese trasladado de Plymouth al
Clyde.! Esta proposición había chocado con una cierta resistencia, y sólo
en febrero de 1941 la creciente presión de los acontecimientos logró
arrancar la conformidad del Almirantazgo. Se convino en el traslado al
norte. Se eligió el Mersey en lugar del Clyde, y el 17 de febrero el almiran-

1. Véase Su hora mejor, Libro Segundo, cap. XV.

111
te Noble tomó posesión en Liverpool del cargo de comandante en jefe de
los Accesos Occidentales. El mariscal Bowhill, de la aviación, jefe de la
Comandancia de Costas, laboró con él en estrecha colaboración. El nue-
vo cuartel general no tardó en funcionar, y a partir del 15 de abril ambas
comandancias se habían fundido en una sola arma de alto temple, bajo el
control operativo del Almirantazgo.

El año nuevo comenzó con violentas y casi incesantes tormentas que


causaron un gran destrozo entre nuestros mercantes más antiguos, los
cuales, a pesar de su edad y achaques, habían sido sacados de su retiro y
vueltos a emplear en las rutas del océano. El 30 de enero de 1941, Hitler
pronunció un discurso en Berlín, amenazándonos con la destrucción y
Jjactándose del asalto por aire y por mar que se proponía llevar a cabo
contra nosotros desde los cuatro puntos cardinales, y con el cual había de
lograr aniquilarnos y rendirnos. «En primavera, dijo, empezará nuestra
guerra submarina y el enemigo verá que no nos hemos dormido [aplau-
sos y vitores]. Nuestra aviación desempeñará también su papel, y la totali-
dad de nuestros ejércitos traerán el final de la guerra por la fuerza o por
la astucia.» á

Primer Ministro a la Junta Superior de Importaciones 25-11-41


Me he enterado de que el servicio de recuperación del Almirantazgo ha
contribuido al mantenimiento de nuestra capacidad marítima en una medi-
da equivalente a las nuevas construcciones. Cerca de 370.000 toneladas
han sido recuperadas durante los cinco últimos meses de 1940, mientras las
construcciones nuevas han ascendido a 340.000 toneladas. Asimismo, el
número de buques confiados al servicio de recuperación, que en agosto era
G- —-derdiez, eslhora de treinta.
Deben ser felicitados por ello, y tengo la certidumbre de que si algo se
puede hacer con vistas a contribuir al crecimiento de dicho servicio y a do-
tarlo de personal apto, esa Junta Superior se ocupará de que se tomen tales
medidas.
Entre tanto, no podemos sacar el menor provecho de estos resultados,
debido a la escasez de medios de reparación. No dudo de que esa Junta Su-
perior proyecta incrementar dichos medios y que, entre tanto, aprovecha las
facilidades que es dable encontrar en ultramar para aquellos buques que
estén en condiciones de hacer un viaje más antes de entrar en reparación.

Aparte de la guerra submarina desencadenada contra nosotros, a la sa-


zón gravosos daños nos eran infligidos por las salidas de los poderosos
cruceros alemanes. Ya he relatado cómo el «Scheer» atacó a un convoy
en noviembre de 1940, hundiendo al noble «Jervis Bay». En enero, el
«Scheer» navegaba por el Atlántico Sur con la intención aparente de
poner rumbo al océano Índico. En tres meses destruyó diez barcos, con
un total de sesenta mil toneladas, y consiguló regresar a Alemania, a don-

112
de arribó el 1.? de abril de 1941. No habíamos podido desplegar contra él
todas las poderosas fuerzas que un año antes habían perseguido al «Graf
Spee». El crucero «Hipper», que había hecho irrupción en el Atlántico a
principios de diciembre de 1940, estaba refugiado en Brest. A finales de
enero, los cruceros de batalla «Scharnhorst» y «Gneisenau», habiendo re-
parado finalmente los daños que les causamos en Noruega, recibieron or-
den de salir al Atlántico Norte, mientras el «Hipper» interceptaba la ruta
de Sierra Leona. En su primer intento de salida, dichos cruceros de bata-
lla, al mando del almirante Lutjens, estuvieron a punto de sucumbir bajo
los ataques de nuestra Flota Metropolitana. Se salvaron gracias a las per-
sistentes nieblas, y el 3 de febrero consiguieron cruzar el estrecho de Dina-
marca sin ser observados. Al mismo tiempo, el «Hipper» salía de Brest
con rumbo sur.
El 8 de febrero, los dos cruceros de batalla alemanes, atravesados en la
ruta de Halifax, avistaron a un convoy británico que se acercaba. Los na-
víos alemanes se dispersaron a fin de atacar desde diferentes ángulos. De
pronto, y con gran sorpresa por su parte, advirtieron que el convoy iba
escoltado por el acorazado «Ramillies». Inmediatamente, el almirante Lut-
jens inició un rápido despegue. En sus instrucciones básicas le ordenaban
evitar el encuentro con cualquier contrincante de características iguales a
las suyas. El almirante Lutjens interpretó estas órdenes en el sentido de
no entablar combate con ningún acorazado británico con cañones de 15
pulgadas. Su prudencia fue recompensada, y el 22 de febrero hundió
cinco buques que se habían separado de un convoy salido de un puerto
británico. Temiendo nuestras reacciones, se trasladó a una zona más al
sur, en donde el 8 de marzo avistó a un convoy procedente de Freetown.
Pero también aquí topó con un acorazado de escolta, el «Malaya», y no le
cupo hacer más que llamar a los submarinos al ataque. Los submarinos
hundieron cinco barcos. Hecha esta aparición en dicha zona, Lutjens vol-
vió por segunda vez al Atlántico occidental, en donde se apuntó su
mayor éxito. El 15 de marzo interceptó a seis buques cisterna, navegando
de vacío, que se habían separado de un convoy con rumbo a América y
los capturó o hundió. Al día siguiente, hundió otros diez buques, la mayo-
ría de ellos del mismo convoy. Así, en sólo dos días, destruyó o capturó
más de ochenta mil toneladas.
Pero el «Rodney», que a la sazón escoltaba a un convoy de Halifax,
rondaba cerca. El almirante Lutjens había corrido grandes riesgos y tenía
mucho de qué vanagloriarse. A primeras horas del 22 de marzo, entró en
Brest. Durante su crucero de dos meses, el «Scharnhorst» y el «Gneise-
nau» habían hundido o capturado a veintidós barcos, que en conjunto su-
maban 115.000 toneladas. Entretanto, a la altura de las Azores, el «Hip-
per» había atacado a un convoy que venía a Inglaterra procedente de Sie-
rra Leona, y que aún no se había reunido con su escolta. Tras un furioso
ataque que duró una hora, destruyó a siete de los diecinueve buques, sin
hacer el menor Intento por salvar a los supervivientes, y fondeó en Brest
dos días después. Estas eran graves pérdidas para nosotros, sin contar el
tributo que pagábamos a la guerra submarina. Además, la presencia de
estos navíos tan poderosos del enemigo nos obligaba a emplear en la es-

113
colta de convoyes a casi todas las grandes unidades británicas de que dis-
poníamos. Hubo un momento en que el comandante en jefe de la Flota
Metropolitana no podía contar más que con un acorazado.
El «Bismarck» aún no estaba en activo. El Almirantazgo alemán debió
de retrasar adrede su terminación, así como la de su hermano gemelo, el
«Tirpitz». Hitler no podía emplear a ambos gigantescos acorazados de
manera más eficaz que guardándolos bien dispuestos en el Báltico y ha-
ciendo circular de vez en cuando rumores de una inminente salida. De
esta forma Hitler nos obligaba a tener concentrados en Scapa Flow y a
sus alrededores a prácticamente todos nuestros buques nuevos, y de paso
gozaba de la ventaja de poder escoger el momento sin el agobio de ince-
santes preparativos. Como todo buque necesita ir periódicamente a repa-
ración, hubiera estado casi fuera de nuestro alcance mantener un razona-
ble margen de superioridad. Cualquier accidente un poco grave nos hu-
biera arrebatado esa posibilidad.

Mi pensamiento gravitaba día y noche sobre este espeluznante proble-


ma. En aquellos momentos mi sola y única esperanza de victoria descan-
saba en nuestra capacidad de sostener una guerra larga e indefinida hasta
lograr una avasalladora superioridad y que otras grandes potencias se ali-
nearan a nuestro lado. Pero me consumía interiormente el peligro mortal
que amenazaba a nuestras vidas. A primeros de marzo, el almirante
Pound comunicó al Gabinete de Guerra una cifra de hundimientos excep-
cionalmente grave. Yo ya conocía estas cifras, y después de nuestra entre-
vista, que tuvo lugar en mi despacho de Primer Ministro, en la Cámara de
los Comunes le dije a Pound: «Tenemos que poner este problema encima
de todos los demás. Voy a proclamar la “Batalla del Atlántico”. » Esto,
lo mismo que cuando, nueve meses antes, inventamos la «Batalla de la
Gran Bretaña», había de ser la señal destinada a concentrar en la guerra
submarina el pensamiento de todos y la labor de los departamentos afec-
tados.
A fin de seguir esta cuestión con la máxima y minuciosa atención per-
sonal y de dar las órdenes oportunas con que allanar dificultades y obs-
trucciones y obligar a la acción a los diversos departamentos y ramas
afectadas, creé el Comité de la Batalla del Atlántico. Las reuniones de
este Comité se celebraban semanalmente, y a ellas asistían todos los mi-
nistros y altos funcionarios, tanto militares como civiles. Las reuniones so-
lían durar no menos de dos horas y media. Nada quedaba por estudiar y
todo era desmenuzado; nada quedaba pendiente por falta de una deci-
sión. Una ilustración del ritmo a que se llevó la batalla del Atlántico en
1941 la encontramos en las reuniones del Comité. Éste se reunió sema-
nalmente, sin fallar una sola vez, del 19 de marzo al 8 de mayo. A partir
de esta fecha se reunió cada quince días durante una temporada, y final-
mente con mucha menor frecuencia. La última reunión tuvo lugar el 22
de octubre.
Del primero al último de los vastos círculos que abarcaba nuestra má-

114
quina guerrera, en la que miles de hombres capaces y abnegados trabaja-
ban sin descanso, una nueva luz venía a cambiar la faz de nuestros pro-
blemas. Desde cien nuevos ángulos, éstos eran examinados ahora con
ojos distintos y más afanosos. El 6 de marzo, como se ha visto en el capí-
tulo anterior, fue un día dramático. La decisión de enviar fuerzas a Grecia
estaba en el fiel de la balanza. Sin embargo, antes de terminar el día, ha-
bía redactado mi consigna titulada «La Batalla del Atlántico». La leí en la
sesión secreta de los Comunes el 25 de junio de 1941, pero es menester
reproducirla aquí:

LA BATALLA DEL ATLÁNTICO


CONSIGNAS DEL MINISTRO DE DEFENSA
6 de marzo de 1941

En vista de las varias declaraciones alemanas, hemos de dar por hecho


que ha comenzado la Batalla del Atlántico.
En los cuatro meses venideros debemos derrotar el intento de yugular
nuestros suministros de víveres y nuestra comunicación con los Estados
Unidos. Para ello:
1. Hemos de tomar la ofensiva contra los sumergibles y los Focke-Wulf
dondequiera que podamos y como podamos. Los submarinos que estén en
el mar deben ser bombardeados y los submarinos que estén en puerto o as-
tillero deben ser bombardeados también. Los Focke-Wulf y otros bombarde-
ros empleados contra nuestra navegación han de ser atacados en el aire y
en sus bases.
2. Debe darse extrema prioridad a la adaptación de nuestros barcos, de
modo que puedan lanzar, mediante catapulta o por otros procedimientos,
aviones de caza contra los bombarderos que ataquen nuestra navegación.
Se habrán de hacer propuestas al respecto en el término de una semana.
3. Todas las medidas aprobadas y en marcha para la concentración del
principal esfuerzo del mando costero sobre los pasos del noroeste, y para
establecer el apoyo que le presten en la costa oriental los mandos de cazas
y bombarderos, serán estimuladas. Cabe esperar que con el aumento de los
días y las nuevas rutas que van a seguirse, la amenaza submarina sea redu-
cida pronto. Lo más importante es que los Focke-Wulf y los Junquers 88, si
entran en acción, sean efectivamente rechazados.
4. En vista de la gran necesidad de mayor número de destructores de es-
colta, ha de considerarse si los destructores americanos ahora en servicio
deben pasar a astillero para su segunda etapa de mejoras, o dejar de hacer-
lo hasta que el periodo crítico de esta nueva batalla haya pasado.
5. El Almirantazgo reconsiderará, en unión del Ministerio de Navegación,
la cuestión de separar de los convoyes los barcos que anden entre 12 y 13
nudos, y también si convendrá probar esto experimentalmente por algún
tiempo.
6. El Almirantazgo tendrá prioridad en reclamar todos los cañones
an-
tiaéreos de corto alcance, armas antisubmarinas y demás que puedan ser
adecuadamente montadas en barcos mercantes que recortan la zona de pe-
ligro. Ya se ha ordenado que 200 Bofors o sus equivalentes sean entrega-
dos por la Defensa Aérea de la Gran Bretaña y las fábricas. Pero a esto
debe seguir un constante torrente de cañones, así como sus dotaciones o

115
núcleos de ellas, según puedan ser facilitadas por el Almirantazgo. Ha de
hacerse al respecto un programa desarrollable en tres meses. em
7. Debemos prepararnos a rechazar ataques concentrados sobre '0S
puertos en que confiamos especialmente —Mersey, Clyde y canal de ada
tol— y que, por tanto, han de ser provistos de una defensa máxima. En e
término de una semana se dará informe de lo que al respecto se está ha-
ciendo. E
8. Todos los departamentos interesados deberán realizar una operación
concertada al propósito de la inmensa masa de barcos averiados que ahora
se acumulan en nuestros puertos. A fines de junio esa masa ha de haber
sido reducida en no menos de 400.000 toneladas netas. Para ello puede de
momento disminuirse la construcción de barcos mercantes y de guerra. De-
ben destinarse a reparaciones los obreros ocupados en la construcción de
mercantes que no quepa terminar antes de septiembre de 1941. El Almiran-
tazgo retirará lo antes posible hasta cinco mil hombres de los que trabajan
en la construcción de barcos de guerra de largo plazo de terminación, o en
reparaciones de barcos militares. Trasladará otros cinco mil de los ahora de-
dicados a construcción de barcos mercantes de largo plazo de terminación.
9. Se aplicará, incluso si implica algún riesgo, toda forma de simplifica-
ción y aceleración de reparaciones, para compensar la terrible lentitud de la
descarga de buques en los puertos británicos. Una economía de quince días
en ello equivaldría a cinco millones de toneladas importadas, o a ahorrar un
millón y cuarto de la flota de importación. El Almirantazgo ha instruido ya a
sus funcionarios, en todos los puertos, a efectos de que estimulen esto (en lo
que va envuelto el proceso de las reparaciones) todo lo posible. Ulteriores
recomendaciones deberán darse de tiempo en tiempo, y se pedirá a los fun-
cionarios de los puertos que informen de lo que han hecho y de si tienen
algo que aconsejar. Podría ser deseable celebrar una conferencia de funcio-
narios portuarios a fin de que mantuviesen un intercambio de ideas e hicie-
ran Una exposición de todas las dificultades.
10. El Ministerio de Trabajo ha llegado a un acuerdo en sus tratos con
patronos y obreros alrededor del intercambio de mano de obra en los puer-
tos. De esto resultará una sustancial y efectiva adición al número total de
mano de obra. De un modo u otro, es menester destinar cuarenta mil hom-
bres al menos, y cuanto antes, a trabajos de reparación y construcción de
buques y a tareas portuarias. En puertos y astilleros debe hacerse fuerte
propaganda local, a firi de que todos los interesados comprendan la vital
importancia de su labor. A la vez, no es deseable que la prensa y la radio
sean usadas indebidamente para el caso, puesto que ello animaría al enemi-
go a ulteriores esfuerzos.
11. El Ministerio de Transporte se ocupará de que no haya congestión
en los muelles y de que todas las mercancías que se desembarquen sean re-
tiradas inmediatamente. Para ello el ministro requerirá del presidente de la
Junta Superior de Importaciones cualquier auxilio que necesite. También
informará semanalmente a dicha Ejecutiva del progreso hecho en la mejora
de los puertos en que confiamos especialmente, mediante traslado de grúas,
etcétera, desde otros puertos. Asimismo informará de los progresos logrados
en materia de preparar nuevas facilidades en los puertos menóres y acerca
de si puede hacerse mayor uso del gabarraje para efectuar más rápidas car-
gas y descargas.
12. Se ha formado una Comisión Permanente con representantes del
Departamento de Transporte del Almirantazgo, del Ministerio de Navega-
clón y del Ministerio de Transporte. Esta Comisión se reunirá a diario e in-
formará, respecto a todos los obstáculos y dificultades que encuentre, ante

116
el presidente de la Junta Superior de Importaciones. Esta concertará en
conjunto las oportunas medidas y me informará de ellas todas las semanas
para que yo pueda pedir autorización al Gabinete sobre cualquier medida
ulterior. E
13. Además de lo hecho en la metrópoli, han de realizarse los máximos
esfuerzos conducentes a una rápida carga y descarga en los puertos extran-
jeros. Todos los interesados recibirán especiales instrucciones sobre este
punto y se les pedirá que informen acerca de las medidas que adopten para
aplicar las órdenes presentes, y acerca de cualesquiera dificultades que pue-
dan encontrar.

En ese mismo 6 de marzo tan repleto de acontecimientos, redacté


igualmente una memoria sobre la fuerza de nuestro ejército, a la luz de
cuanto había sabido sobre la cuestión de las importaciones.

A la sazón, los submarinos alemanes comenzaron a usar nuevos méto-


dos que se denominaron la táctica del ataque «por bandadas». Consistian
en ataques desde diferentes puntos, realizados por varios submarinos a la
vez. Los ataques solían efectuarse de noche, y los submarinos operaban
en superficie y a toda velocidad, a menos que fuese advertida su presen-
cia. En estas condiciones, sólo los destructores podían dar rápida cuenta
de ellos.
Esta táctica, que constituyó la nota clave del conflicto durante el si-
guiente año y parte del otro, nos planteó dos problemas. Primero cómo
defender a nuestros convoyes contra estos fulminantes ataques noctur-
nos, contra los cuales el asdic era virtualmente impotente. La solución es-
tribaba no sólo en aumentar el número y la velocidad de los buques de
escolta, sino más bien en el logro de un radar efectivo. Además, era impe-
rativo que nuestra réplica al problema fuese inmediata, pues de lo contra-
rio nuestras pérdidas no hubieran tardado en hacerse abrumadoras. La
pequeña escala que caracterizó a las primeras embestidas de los submari-
nos, contra los cuales habíamos conseguido un éxito relativo, había crea-
do un falso complejo de seguridad. Pero en este momento en que la tor-
menta se desató con toda su furia, careciamos de un equipo científico que
estuviera a la altura de nuestras necesidades. Nos consagramos con todo
empuje al problema y gracias a un denodado esfuerzo de los científicos,
apoyado por la sólida y abnegada labor de marinos y aviadores, se logra-
ron notables progresos. Los resultados fueron lentos, y, entretanto, prose-
guían la ansiedad y las pérdidas cuantiosas.
El segundo problema era explotar la vulnerabilidad del sumergible en
superficie a los ataques desde el aire. Sólo cuando pudiéramos permitir-
nos pasar al ataque en el conocimiento de que éramos los dueños de la
situación, se ganaría la larguísima batalla. Para esto necesitábamos una
aviación mortífera y, a la vez, tiempo para adiestrar en su Manejo a las
fuerzas de mar y aire. Cuando finalmente ambos problemas quedaron re-

117
sueltos, el submarino tuvo que volver a los ataques en inmersión, cuyo
curso podía ser combatido por medio de los antiguos y bien probados mé-
todos. Pero esta solución vital no se consiguió hasta transcurridos dos
años.
Entre tanto, la nueva táctica de las «bandadas», inspirada por el almi-
rante Doenitz, jefe del arma submarina y antiguo capitán submarinista
durante la guerra anterior, se seguía aplicando con energía, y en ello des-
tacaban el temible Prien y demás ases navales alemanes. No tardamos en
cosechar fructíferas recompensas. El 8 de marzo, el U. 47 de Prien fue
hundido con él y toda su tripulación por el destructor «Wolverine», y nue-
ve días después el U. 99 y el U. 100 caían al fondo del mar en el curso de
un ataque conjunto contra un convoy. Ambos iban mandados por merití-
simos comandantes, y la desaparición de esos tres hombres tan capacita-
dos produjo un notable efecto en la continuación de la lucha. Pocos co-
mandantes de los que les siguieron, les igualaron en pericia y osadía. En
marzo fueron hundidos cinco submarinos cerca de los accesos occidenta-
les, y aunque sufrimos onerosas pérdidas, ascendientes a 243.000 tonela-
das, imputables a los submarinos, más otras 113.000 hundidas por avio-
nes, pudo decirse que la primera vuelta de la Batalla del Atlántico había
terminado en empate.

A la sazón un acontecimiento trascendental se auguraba como inme-


diato al otro lado del Atlántico. Durante estos días, yo estaba en intimo
contacto con Hopkins. Después de darle las gracias por el «paquete de
250.000 fusiles y municiones, llegado sin percance», el 28 de febrero le
mandé el siguiente cablegrama:

Sin embargo, sigo estando cada día más preocupado por la elevada cifra
de pérdidas navales en los accesos del noroeste y la reducción del tonelaje
que entra en la Gran Bretaña. Todo esto se ha ensombrecido desde que le
vi a usted. Hágame saber cuándo estará resuelto el Tratado de Préstamo y
Arriendo. La tirantez aumenta de día en día.

Poco después nos llegaron buenas impresiones de los Estados Unidos.


El Tratado había sido aprobado por el Congreso y el 11 de marzo recibía
el caluroso asentimiento del Presidente. Hopkins me mandó la primera
noticia, que fue para mí un consuelo y un acicate. El género venía. Ahora
nos tocaba a nosotros vencer los obstáculos.

Primer Ministro a Mr. Hopkins. 9-111-41


Gracias por sus noticias. La hora es grave. Muchos recuerdos.

Al presidente Roosevelt de una ex personalidad naval. 9-111-41

Todo el Imperio Británico le manda sus bendiciones así como a la nación


americana por esta oportunísima ayuda en esta hora de tribulaciones.

118
En mi alocución radlada del 9 de febrero ya había dicho: «Dadnos las
herramientas y nosotros terminaremos el trabajo.» Esto no podía [Link]
que una declaración interina. Se necesitaba muchísimo más, pero hicimos
cuanto estuvo en nuestra mano.

Nos tocaba ahora hacer un presupuesto de importaciones para la cam-


paña submarina de 1941, lo mismo que el ministro de Hacienda para las
finanzas. A finales de marzo quedaron completados los estudios de nues-
tros medios y métodos, y pude someter al Gabinete de Guerra mis propo-
siciones finales referentes a la medida y carácter de las tres ramas de los
servicios armados, así como la cantidad y el carácter de las importaciones
por cuya consecución debíamos esforzarnos.

PROGRAMA DE IMPORTACIONES

INFORME DEL PRIMER MINISTRO

26 de marzo 1941

1. Para el año 1941 debemos prever una importación de no menos de 31


millones de toneladas. Sobre esta base, no podemos rebajar los víveres más
allá de los 15 millones de toneladas, y hay que reservar un millón para el
Ministerio de Comercio. Esto deja un margen de 15 millones para el Minis-
terio de Abastecimientos, en lugar de los 19 millones que se preveían al ba-
sarse primitivamente en el programa de 35 millones. Pox consiguiente, el
Ministerio de Abastecimientos ha debido hacer una disminución de 4 millo-
nes, por lo cual será menester efectuar una revisión del programa entero.
Los metales férreos, la madera para construcción y la pasta de papel pare-
cen prestarse mejor a la reducción. Como ahora podemos comprar en los
Estados Unidos cuanto acero necesitamos, el mantenimiento en activo de la
industria siderúrgica no precisa ser aceptado como factor indispensable. De-
bemos tratar de hacer nuestras importaciones en la forma más concentrada
posible y por las rutas más cortas. Este principio tiene también aplicación
a
las importaciones de víveres.
2. En el caso de que el total de nuestras importaciones descendie
se a
menos de 31 millones, el déficit tendría que ser momentáneamente
cubierto
por los Ministerios de Alimentación y de Abastecimientos, a base de
rebajar
una tonelada de víveres por cada dos toneladas de suministro
s. Si las im-
portaciones excediesen de 31 millones de toneladas, el sobrante
será repar-
tido en la misma proporción. La situación se revisará de nuevo
en otoño,
cuando ya conozcamos la cosecha de este año.
3. He recibido una comunicación del Ministerio de la Guerra
en contesta-
ción a mis notas referentes al potencial del ejército, que
han estado estu-
diando por tres semanas. Mis notas no alcanzan más allá de
1942, y están
sujetas a revisión a la luz de los acontecimientos. Mi cifra
de «alrededor de
dos millones» cabe interpretarla en el sentido de que
el Ministerio de la
Guerra desea fijarla en «2.195.000 hombres», para lo cual
ya se han com-
pletado las necesarias disposiciones. La proposición del Ministerio de la

119
Guerra de sustituir mi cifra de 15 divisiones blindadas, por 12 la
9 brigadas de tanques, puede aprobarse, lo mismo que la A al ea
1/3 «divisiones equivalentes» para el gran total del Ejército mp
marzo de 1942. La economía resultante del personal a ingresar, que e
vé a contar de ahora hasta final de 1942, se calcula en unos 475.000 hom-
bres. Esta economía, más la ampliación de las fuerzas blindadas a expensas
de la infantería y la artillería, no pueden por menos de significar un gran
ali-
vio para el Ministerio de Abastecimientos en materia de alojamientos, ropas
y proyectiles.
4. El programa Purvis, que fue sometido al presidente Roosevelt en ene-
ro para darle una idea general, ahora puede ser pormenorizado según de-
sea el Ministerio de Abastecimientos. Al hacerlo así, si resulta conveniente,
puede verificarse el ajuste adecuado al cambio en la proporción de las fuer-
zas blindadas. Sin embargo, es esencial no introducir disminuciones en nada
de lo que necesitamos y que nos cabe obtener de los Estados Unidos; parti-
cularmente debe subsistir intacto el equipo para las 10 divisiones extras.
5. El Programa Naval es objeto de una nota separada, pero los siguien-
tes principios, que tienen relación con las importaciones, pueden quedar re-
señados aquí.
Los tres restantes acorazados tipo «King George V» deben ser terminados
a toda velocidad. La construcción del «Vanguard», que es el único
acoraza-
do que puede alcanzarnos en 1943 y antes de 1945, es
sumamente desea-
ble. También hace falta un nuevo monitor. De momento
no cabe adelantar
más en los trabajos de ningún otro buque pesado, ni se
puede suministrar
más plancha de blindaje para fines distintos a los navales
en el curso de los
próximos seis meses. Tampoco deben instalarse nuevas
fábricas de plancha
de blindaje. Esta situación será revisada en septiembre a la
luz de:
a) ta Batalla del Atlántico;
b) la relación de los Estados Unidos con la guerra.
Las demandas de piancha de blindaje por parte
del Almiran tazgo no de-
ben sobrepasar las 16.500 toneladas previstas para 1941,
ni las 25.000 para
1942. Si estos límites son observados, el Ministerio
de Abastecimiento
s esta- .
rá en condiciones de poner en práctica el program
a ampliado de tanques.
6. Los Ministerios de Alimentación y de Agricultura
deberán concertar,
sobre la base de
15 millones de toneladas de importaciones en
programa para 18 meses, echando mano en la medida 1941, un
necesaria de nues-
tras reservas de ganado en vivo para cubrir los próximos seis
tratando de proveer, mediante importaciones concentr meses, pero
adas, el régimen más
variado posible para la nación en querra. Abarcan
do así un período de 18
meses, cabría evitar cambios precipitados de política,
utilizar las reservas
como factores niveladores y hacer el mejor uso posible
del tonelaje asignado.
7. El potencial aéreo británico seguirá incrementándose
hasta el máximo
posible dentro de los límites citados y rigiéndose por las
prioridades y asig-
naciones actuales.

Cuando estas precisas instrucciones recibieron el asentimiento


del Ga-
binete de Guerra, fueron obedecidas sin la menor objeción por todos.

A partir del momento de la aprobación de la Ley de Préstamo y


Arriendo, nuestras relaciones con los Estados Unidos se estrecharon con:
siderablemente. Forzados por las circunstancias, adoptamos una actitud

120
de fuerza con el gobierno de Vichy. Los recientes pillajes hechos por los
cruceros acorazados alemanes habían demostrado cuán nocivos podían
ser estos buques, a los que pronto había de reforzar el «Bismarck». Existía
también el temor de que los alemanes lograran adueñarse de la flota
francesa y poner al veloz acorazado «Dunkerque» a su servicio.

Mandé al Presidente el siguiente cable:


Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 2-1V-41
1. Tenemos informaciones fidedignas de que el gobierno de Vichy ha
recibido el «permiso» de la Comisión de Armisticio para transferir el acora-
zado «Dunkerque» con la escolta de protección de todo el grupo «Stras-
bourg», de Orán a Tolón para su «desarme». ]
2. Parece cierto que este traslado tiene por objeto efectuar reparaciones
y desde luego debernos suponer que se hace por orden de los alemanes.
3. No creo necesario resaltar el grave peligro a que esto nos expone. La
amenaza de los corsarios alemanes de superficie es ya bastante grande. La
incorporación de un barco como éste a la escuadra de corsarios nos plan-
tearía un grave problema. Si hubiera de dar crédito a la palabra del almi-
rante Darlan, cabría esperar que en última instancia daría orden de zarpar
de todos los puertos metropolitanos franceses a las unidades navales pron-
tas para hacerse a la mar. Pero si el «Dunkerque» se encuentra paralizado
en dique, para reparaciones, eso da a los alemanes tiempo para echarle
mano y apoderarse de él.
4. Temo que esto sea la siniestra confirmación de nuestras peores sospe-
chas sobre Darlan.
5. Por medio de su embajador en Vichy ya ha indicado usted al gobierno
francés que las negociaciones para el suministro de cereales a la Francia no
ocupada se resolverían más fácilmente si las naves de guerra de los puertos
metropolitanos fueran progresivamente transferidas a los puertos metropoli-
tanos del Atlántico. Pero he aquí que Darlan no solamente ha dejado in-
cumplidos los deseos de usted, sino que los ha rehuido deliberadamente.
6. Abrigo la ferviente esperanza de que usted querrá indicar cuanto an-
tes al mariscal Pétain que si Darlan persiste en su actitud, privará a su país
de toda ayuda y acabará enajenándose la simpatía de América. De prolon-
garse esta situación nos sería imposible seguir prestando asistencia al revi-
tuallamiento de Francia. Cabe la eventualidad que sea el mariscal Pétain
quien disuada a Darlan; pero de no ser así, la cuestión es para nosotros tan
vital que no vacilaríamos, aun a riesgo de las complicaciones que podría
suscitar, en tratar por todos los medios de interceptar y hundir al buque en
cuestión. Me gustaría que usted me dijese que comprende la necesidad de
tan grave paso.
7. Desde luego es de primerísima importancia que ni los franceses ni sus
dueños se enteren de que podamos llevar a cabo la drástica acción que
menciono en el párrafo 6.

Por urgente que fuera la cuestión, no quise obrar hasta saber lo que
pensaba y sentía el Presidente.

Primer Ministro al Primer Lord. 3-1V-41


1. No debe realizarse ningún ataque contra el «Dunkerques hasta recibir
respuesta del presidente Roosevelt expresando su conformidad. La ausencia

121
de toda referencia a este punto en su mensaje será interpretada como con-
sentimiento.
2. A la recepción de dicha respuesta, el Primer Lord consultará, si le es
posible, al Lord Privado del Sello en mi ausencia, y decidirá después.
3. Personalmente, mi criterio se inclina fuertemente en favor del ataque,
pero, lay!, no podemos estar seguros del éxito. Son diez probabilidades con-
tra una las de un ataque afortunado contra un buque debidamente escolta-
do por destructores.
4. A mi juicio, la reacción de Vichy no sería temible. Sabrían que los he-
mos pillado en flagrante jugada a favor de los hunos. En cuanto al pueblo
francés, nada más fácil que hacerle saber mediante repetidas alocuciones
por radio, que el barco iba a ser entregado inicuamente a los alemanes, ya
que en el caso de una irrupción alemana, no podría abandonar Tolón con
la misma facilidad que las unidades más ligeras de la escuadra francesa.

Al día siguiente supimos por el Presidente que por lo pronto habria


una demora, ya que el «Dunkerque» no zarparía de Orán en los diez si-
guientes días. El 6 de abril nos comunicó que Mr. Matthews, consejero
americano en Vichy, había solicitado al mariscal Pétain una audiencia ur-
gente. Esta le fue otorgada; pero en cuanto Mr. Matthews hubo dicho a
Pétain que quería hablarle del «Dunkerque», el mariscal, que evidente-
mente no estaba al corriente de la situación, mandó en busca de Darlan.
Darlan llegó y dijo que desde luego la información procedía de Inglaterra
y protestó de que ésta quisiera que su flota fuese la única del Mediterrá-
neo. Reconoció que se disponía a trasladar el buque a Tolón porque en
Orán no podía ser reparado debidamente, pero que de todos modos no lo
dejaría allí. El mariscal y él habían empeñado su palabra de honor de que
los barcos franceses no caerían en manos alemanas, y reiteró lo dicho. El
«Dunkerque» no iba a zarpar en seguida, ni lo haría antes de diez días o
más. La embajada americana en Vichy cree que todo esto es verdad y
que, aunque el barco fuese llevado a Tolón, no podría entrar en servicio
antes de finales de agosto. Darlan hizo a continuación una serie de mani-
festaciones antibritánicas, y el mariscal prometió a Mr. Matthews una res-
puesta oficial. El Presidente añadía que Pétain comprendía mejor la pala-
bra escrita que no confiaba en su memoria, y que después de un detenido
estudio de la situación nos daría la promesa que le pedíamos.
Yo le contesté expresando mi agradecimiento y mi continua preocupa-
ción.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 6-1V-41


1. Le estoy sumamente agradecido por su valiosa intervención en el
asunto del «Dunkerque». Es cierto que Tolón no puede repararlo en menos
de tres o seis meses, pero, ¿por qué hemos de consentir que este peligro
penda sobre nuestras cabezas? La palabra de honor de Darlan de que el
«Dunkerque» no caerá nunca en manos alemanas, tiene sus raíces en el
deshonor. Un buque en dique seco o en reparación nunca podría hacerse a
la mar antes de que los alemanes se apoderaran de Tolón, que está infesta-
do de oficiales y agentes alemanes. Recuerde usted con cuánta facilidad

122
conseguimos adueñarnos de los barcos franceses en Portsmouth y Ply-
a todo trasla-
mouth. Deberíamos atenernos a nuestra política de negarnos
dominados por
do de buques franceses de los puertos africanos a puertos
los alemanes, o potencialmente dominados, y proteger todo movimiento
en
impediría
sentido contrario. Si Darlan lleva el «Dunkerque» a Tolón, ¿qué le
de Dakar?
llamar también al «Jean Bart» de Casablanca o al «Richelieu»
Por consiguiente, recomiendo la más fuerte y rigurosa presión pues que usted
suprema, tene-
pueda ejercer. Evidentemente esto es de una urgencia
de que el «Dunkerque » debe zarpar el día 4, y ya se han
mos conocimiento
ese cerdo
hecho los preparativos. Pétain no sabe ni la mitad de lo que hace
lograra disua-
de Darlan. Sería muchísimo mejor si la intervención de usted
acudir a la acción vio-
dir a Darlan, como en otras ocasiones, que tener que
lenta, con todos los peligros que esto entrañaría. -
a forzar esa
2. Habría que saber si una publicidad oportuna nos ayudaría
de los Co-
disuasión. ¿Le importaría que el miércoles dijese en la Cámara
Darlan trasla-
munes algo por este estilo: «Siempre existió el peligro de que
acción así
dara al “Dunkerque” de Orán a Tolón para fines de guerra. Una
a los
alteraría el equilibrio del poderío naval en todo el mundo y afectaría
de los Estados
intereses de América además de los nuestros. El gobierno
cuán inde-
Unidos ha hecho indicaciones al mariscal Pétain demostrándole
s. El
seable sería esta acción desde el punto de vista de los intereses francese
gobierno de Su Majestad no podría por menos de considerar este acto
como una amenaza hecha a instigación de Hitler y como la primera provi-
dencia del almirante Darlan por asegurarse el control personal de Francia
como agente de confianza de los alemanes. En estas circunstancias, el go-
bierno de Su Majestad se considera en entera libertad para emprender cual-
quier acción pertinente contra dicho buque, ya sea durante su viaje, ya sea
mientras sufre reparaciones en Tolón. El gobierno de Su Majestad lamen-
taría muchísimo que tal situación se produjese, ya que no tiene otro deseo
ni otra política respecto a Francia que su liberación del yugo alemán y el
mantenimiento de la integridad de su Imperio.» Le ruego que me comuni-
que su parecer, o si prefiere usted resolver la cosa entre bastidores.

El 9 de abril pronuncié estas palabras en los Comunes y el incidente


del «Dunkerques quedó definitivamente zanjado gracias a la sumisión del
gobierno de Vichy a las demandas del Presidente. Dos días más tarde el
Presidente me envió una copia de la respuesta formal de Francia:

El Presidente a una ex personalidad naval. 11-1V-41


Por un memorándum entregado al mariscal Pétain el 4 de abril, el Char-
gé d'Affaires americano hizo resaltar que, según un informe, el gobierno
francés, «autorizado por la Comisión de Armisticio de Wiesbaden», se dispo-
nía a trasladar el «Dunkerque» de Orán a Tolón, en el preciso momento en
que el gobierno de los Estados Unidos expresaba su interés por un movi-
miento de fuerzas totalmente a la inversa. «Si dicho traslado tuviese lugar»
añadía el memorándum, «el gobierno de los Estados Unidos ya no podría
mirar con benevolencia la continuación de la política, que tanto desea pro-
seguir, para el abastecimiento en la medida de lo posible de artículos indis-
pensables a la Francia inocupada, sin hablar de otros actos de cooperación
que están en proyecto».
El gobierno del Mariscal reconoce legalmente y sin el menor embarazo
que, en efecto, tenía la intención de aparejar el «Dunkerque» para su trasla-

123
do a Tolón en un breve plazo. Pero esta medida había sido tomada con ple-
na soberanía, sin obedecer a ninguna presión extranjera, y sólo por razones
técnicas.
El gobierno de los Estados Unidos sabe muy bien que el «Dunkerque»
quedó gravemente averiado como consecuencia de una censurable agresión
ocurrida en el mes de julio de 1940, y que en la misma numerosos franceses
perdieron la vida.
El buque está hoy en condiciones de navegar; pero su reparación defini-
tiva requiere la entrada en dique seco, y sólo se puede efectuar en Tolón,
que es el único arsenal tanto del Africa del Norte como de la zona no ocu-
pada capaz de acomodar al «Dunkerque». Ésta es la única razón por la cual
se proyectó el traslado del «Dunkerque», que sigue siendo necesario. Sin
embargo, en vista del significado político que el gobierno de los Estados Uni-
dos parece dispuesto a atribuir a este viaje, el gobierno francés accede a
aplazarlo hasta llegar a un acuerdo sobre la cuestión. Es su deseo, por lo
tanto, demostrar al gobierno federal su voluntad de ajustarse lealmente, y
hasta donde sus medios se lo permitan, a sus compromisos políticos, a fin
de asegurar el abastecimiento del África del Norte y la zona no ocupada.
Pero al aplazar la reparación definitiva de su unidad naval más aprecia-
da, el gobierno francés hace un gran sacrificio, que merma sus posibilidades
de defender el imperio colonial así como sus medios de proteger el tráfico
marítimo francés.
El gobierno francés espera, por consiguiente, que el gobierno de los Es-
tados Unidos hará uso de sus buenos oficios en Londres a fin de lograr del
gobierno de la Gran Bretaña la garantía de que mientras el «Dunkerque»
permanezca en el norte de África no se ejercerá ninguna acción de guerra
contra nuestro legítimo tráfico comercial entre las colonias francesas, el
África francesa y la zona no ocupada. Es evidente que a un país tan amena-
zado por el hambre como lo está hoy Francia, no se le puede pedir que re-
nuncie a la utilización de todos sus medios de defensa si continúa siendo
perseguido y atacado el tráfico marítimo comercial para cuya protección se
le han ofrecido toda clase de garantías.

Desde luego, esta garantía jamás fue dada por nosotros, y la valiosa in-
tervención del presidente Roosevelt en esta ocasión permitió que nuestras
relaciones con la Francia de Vichy se hiciesen un poco menos hostiles.
Miguel | y la reina madre Elena de Rumanía pasan revista ur
El rey
formación de «Juventudes hitlerianas».

Molotov visita a Hitler en la Cancillería del Reich.


SOPepjos sasa/Bu! UCjes
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CAPÍTULO Vil
LA BATALLA DEL ATLÁNTICO: 1941
LA INTERVENCIÓN AMERICANA

Apoyo armado de los Estados Unidos. — Discusiones secretas del Estado


Mayor en Washington. — Desarrollo de las bases navales americanas. —
Los submarinos avanzan hacia occidente. — Importancia de Islandia. —
La ruta de Halifax. — Crecimiento de la Armada Real Canadiense. =—
Bases avanzadas de escolta en San Juan de Terranova. — Las pérdidas
siguen creciendo. — Más de ochocientas mil toneladas hundidas en tres
meses. — Nueva ayuda americana. — Ampliación de la zona de seguri-
dad, 11 de abril — La frontera marítima de los Estados Unidos. — Las
Azores. — Mi telegrama del 24 de abril. — El Almirantazgo habla con el
almirante Ghormley. — El Presidente proclama una Emergencia Nacional
Ilimitada, el 27 de mayo. — El temor de Hitler a la guerra con los Esta-
dos Unidos. — Dificultades de los submarinos. — Una combinación peli-
grosa, descompuesta. — Empezamos a ganar la supremacía. -— Nuestra
necesidad de más escoltas y más rapidas. — Y de aviación de gran radio
de acción. — Y de buen radar. — Lanzamiento de cazas con catapulta
contra los Focke-Wulf. — Cese de la publicación de los hundimientos se-
manales. — Exitos de nuestros cuarteles generales combinados en Liver-
pool. — Los Estados Unidos ocupan Islandia el 7 de julio. — La amenaza
de Brest. — La dirección unificada de la máquina de guerra. — Nuestras
pérdidas e intensos esfuerzos. — Nombramiento de lord Leathers. — Mr.
Lewis Douglas. — Mejoras en el descongestionamiento de mercancías de
nuestros puertos.

Entonces se produjeron importantes cambios en la guerra submarina.


La eliminación de los tres «ases» alemanes durante el mes de marzo, así
como la mejora de nuestras medidas de defensa, produjeron su efecto so-
bre la táctica de los submarinos. Encontrando los accesos occidentales de-
masiado expuestos, se alejaron más al oeste, en aguas donde, dado que
los puertos irlandeses nos eran denegados, sólo una parte de nuestras flo-
tillas de escolta podía alcanzarlos y en donde la protección aérea era
irrealizable. Partiendo de las bases del Reino Unido, nuestras escoltas po-
dían prestar una protección efectiva a nuestros convoys tan sólo en una
cuarta parte aproximadamente de la ruta de Halifax. A comienzos de
abril, una formación en «manada» atacó a un convoy nuestro a los 28* de
longitud oeste, antes de que la escolta se le hubiese reunido. Tras intermi-
nable lucha, fueron hundidos diez barcos de un total de veintidós, siendo

125

a
también destruido un submarino. De una forma u otra teníamos, pues,
que extender nuestro radio de acción, o nuestros días estaban contados.
Hasta aquí la ayuda del otro lado del Atlántico se había limitado a mer-
cancías; pero ahora, en medio de la creciente tensión, el Presidente, usan-
do de los poderes que le estaban concedidos como comandante supremo
de las fuerzas armadas, comenzó a prestarnos ayuda armada. Resolvió no =
permitir que la guerra marítima se acercase a la costa americana y asegu-
rarse de que las municiones que mandaba a la Gran Bretaña llegaban por
lo menos hasta la mitad de camino. Ya en junio de 1940 había enviado a
Inglaterra una misión naval y militar para celebrar «conversaciones explo-
ratorias». El almirante Ghormley, observador naval norteamericano, pron-
to quedó convencido de que la Gran Bretaña estaba animada de una in-
flexible resolución y podia hacer frente a cualquier amenaza inmediata.
Su tarea, en colaboración con el Almirantazgo, era determinar en qué for-
ma la potencia de los Estados Unidos podía ser puesta más eficazmente
en juego: primero, dentro de la política ya practicada a la sazón de «la
máxima ayuda sin entrar en guerra», y segundo, en conjunción con las
fuerzas armadas británicas en el caso de que los Estados Unidos se vieran
arrastrados al conflicto.
De estos primeros comienzos nacía el vasto proyecto para la defensa
unida del océano Atlántico, a cargo de las potencias de habla inglesa. En
enero de 1941, comenzaron en Washington conversaciones secretas de Es-
tado Mayor que, abarcando todos los teatros de la guerra, levantaron la
armazón de una estrategia mundial combinada. Los jefes militares ameri-
canos acordaron que, de extenderse la guerra a América y el Pacífico, el
Atlántico y el teatro europeo habrían de ser considerados decisivos. Pri-
mero había que derrotar a Hitler, y sobre este concepto se planeó la parti-
cipación americana en la Batalla del Atlántico. Comenzaron los preparati-
vos para hacer frente a las necesidades de un sistema conjunto de con-
voyes en el Atlántico. En marzo de 1941, oficiales americanos visitaron la
Gran Bretaña con objeto de escoger bases para sus escoltas navales y
fuerzas aéreas. Las obras comenzaron inmediatamente. Entre tanto, el de-
sarrollo de las bases americanas en los territorios británicos del Atlántico
occidental, que habían comenzado en 1940, adelantaba velozmente. La
más importante para los convoyes del Atlántico Norte era Argentia, en
Terranova. Con ésta y con los puertos del Reino Unido, las fuerzas ameri-
canas podían desempeñar al completo el papel que les cabía asumir en la
batalla, o así parecía cuando dichas medidas fueron proyectadas.
Entre el Canadá y la Gran Bretaña se encuentran las islas de Terrano-
va, Groenlandia e Islandia. Todas ellas se levantan junto al flanco de la lí-
nea más corta, o arco circular, que va de Halifax a Escocia. Las fuerzas
basadas en estos «estriberones» podian dominar la ruta entera por secto-
res. Groenlandia carecía totalmente de recursos, pero las otras dos islas
podían ser acomodadas rápidamente para su empleo. Se ha dicho que
«quien posea Islandia tlene una pistola apuntando al pecho de Inglaterra.
América y el Canadá». Al dictado de este pensamiento ocupamos Islan-
dia, con la aquiescencia de sus habitantes, al ser invadida Dinamarca en
1940. Ahora podíamos utilizarla contra los submarinos, y en abril de 1941

126
establecimos bases para nuestros grupos de escolta y nuestra aviación. Is-
landia pasó a depender de un mando autónomo y desde allí extendimos
el radio de acción de nuestras escoltas de superficie hasta la longitud 35?
oeste. Con todo, aún quedaba un hueco siniestro en el oeste que por al-
gún tiempo iba a poder ser franqueado. En mayo, un convoy de Halifax
fue duramente atacado a los 41* oeste y perdió nueve barcos antes de
que nuestra escolta antisubmarina tuviera tiempo de acudir. Ñ
Entre tanto, iba en aumento la potencia de la Flota Real del Canadá, y
sus corbetas empezaron a salir de los astilleros en número considerable.
En este momento crucial, el Canadá estaba dispuesto a desempeñar un
papel conspicuo en aquella lucha a muerte. Las pérdidas del convoy de
Halifax demostraban a las claras que, a menos de fijar un sistema de es-
colta de uno a otro extremo del Canadá a la Gran Bretaña, nada bastaría
a garantizar la seguridad de los convoyes. El 23 de mayo, el Almirantazgo
invitó a los gobiernos del Canadá y de Terranova a utilizar San Juan de
Terranova como base avanzada para nuestras fuerzas conjuntas de escol-
ta. La respuesta fue inmediata, y a finales del mismo mes la escolta de
una a otra orilla fue por fin una realidad. En adelante, la Armada Real del
Canadá aceptó la plena responsabilidad de la protección de los convoyes,
valiéndose de sus propios medios, en la mitad occidental de la ruta del
océano. Desde la Gran Bretaña e Islandia estábamos en condiciones de
proteger el resto del trayecto. Aun así, las fuerzas disponibles seguían
siendo peligrosamente exiguas para la tarea que les estaba asignada. En-
tre tanto, nuestras pérdidas habían ido subiendo de una manera alarman-
te. Durante el trimestre que terminaba en mayo, los submarinos solos nos
hundieron 142 barcos, con un total de 818.000 toneladas. De éstos, 99
barcos, con 600.000 toneladas, eran británicos. Para lograr estos resulta-
dos, los alemanes mantenían constantemente en el Atlántico septentrio-
nal una docena de submarinos, al propio tiempo que trataban de disper-
sar nuestro dispositivo de defensa mediante violentos ataques en el área
de Freetown, en donde, en mayo, sólo seis submarinos hundieron treinta
y dos barcos.

En los Estados Unidos, el Presidente seguía avanzando paso a paso


cada vez más unido a nosotros, y su poderosa intervención no tardó en
ser decisiva. Así como nosotros consideramos necesario establecer bases
en Islandia, así el Presidente dictó disposiciones para instalar una base aé-
rea en Groenlandia. Era ya sabido que los alemanes habían instalado es-
taciones meteorológicas en la costa oriental de Groenlandia, frente a ls-
landia, y, en consecuencia, la acción del Presidente fue oportunísima. Ul-
teriormente, mediante otras disposiciones, no sólo nuestros mercantes,
sino que hasta nuestros barcos de guerra, averiados en duros combates
en el Mediterráneo y otros mares, pudieron reparar en astilleros america-
nos, dando de esta suerte un Inmediato y muy necesitado desahogo a los
casi exhaustos recursos de nuestro país. El Presidente confirmó esta medi-
da en un telegrama del 4 de abril, en el cual nos hacía saber, además, que

127
había decretado los fondos para construir otras cincuenta y cinco rampas
de lanzamiento y doscientos barcos más.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 4-1V-41


1. Le agradezco infinito su mensaje referente a navegación, recibido por
conducto del Embajador.
2. Durante estas últimas semanas hemos estado en condiciones de refor-
zar nuestras escoltas en los accesos del noroeste, y, por consiguiente. hemos
pegado duro a los submarinos. Ahora se han alejado más al oeste, y esta
mañana (3 de abril) han hundido a cinco barcos en el meridiano 29” un día
antes de que la escolta pudiese reunirse con ellos. Batir a los submarinos es
simplemente cuestión de escoltas y destructores, pero estamos tan agotados
que para tapar un bache tenemos que dejar otro al descubierto. Si pudiéra-
mos tomar posesión y tripular a sus diez cúters, los situaríamos con base en
Islandia, desde donde su magnífico radio de acción les permitiría dar protec-
ción a los convoyes hasta el mismo lugar en donde se podrían reunir con
éstos las escoltas venidas de las bases británicas. Otro factor importante en
los accesos del noroeste es la aviación de gran radio de acción. Este tipo de
aviones no van a tardar en entrar en juego. Entre tanto, si bien nuestras
pérdidas son progresivamente alarmantes, tengo la esperanza de aminorar
la amenaza aérea en el plazo de un mes o seis semanas, en que tendremos
un buen número de Hurricanes volando sobre los barcos mercantes, patru-
llando o escoltando en la zona de peligro.

A la semana siguiente llegaron grandes noticias. El Presidente me ca-


blegrafió el 11 de abril, diciéndome que el gobierno de los Estados Unidos
se proponía extender las llamadas zonas de seguridad y zonas de patru-
lla, que había hecho entrar en vigor desde los primeros meses de la gue-
rra, hasta una línea que cubriría todo el Atlántico septentrional a partir de
la longitud 26” oeste. Para esta finalidad el Presidente se proponía em-
plear fuerzas aéreas y navales con base en Groenlandia, Terranova, Nue-
va Escocia, los Estados Unidos, las Bermudas y las Indias Occidentales,
posiblemente con una extensión ulterior hasta el Brasil. Nos invitaba a
que le comunicáramos con el más riguroso secreto el movimiento de
nuestros convoyes, «a fin de que nuestras unidades de patrulla puedan
perseguir a cualesquiera barcos o aviones de naciones agresoras operan-
do al oeste de la nueva línea de las zonas de seguridad». Los americanos,
por su parte, anunciarian instantáneamente la posición de los posibles
barcos agresores o aviones en cuanto los hubiesen localizado dentro del
área de sus patrullas. «No es seguro», terminaba el Presidente, «que haga
una declaración específica. Es posible que decida dictar las órdenes nava-
les operativas necesarias y dejar que el tiempo revele la existencia de una
nueva área de patrulla».
Yo transmití este telegrama al Almirantazgo con una gran sensación
de alivio.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt 16-14-41


Tenía intención de cablegrafiarle a usted más extensamente respecto a su
trascendental mensaje referente al Atlántico. El Almirantazgo lo ha recibi-

128
do con gran solaz y satisfacción, y ha preparado un informe técnico. Les
gustaría saber si, en vista de que el almirante Ghormley llegará dentro de
dos días, acaso sería mejor hablar de esto con él antes de cursar órdenes. lg-
noro si el almirante Ghormley está enterado o no. El asunto es ciertamente
de la máxima consecuencia y urgencia. En la actualidad hay unos quince
submarinos operando en el meridiano 30* y desde luego los hidroaviones de
los Estados Unidos con base en Groenlandia serían una medida de extraor-
dinaria eficacia.

Dos días después, el 18 de abril, el gobierno de los Estados Unidos pro-


clamó la línea de demarcación entre los hemisferios oriental y occidental
a que el Presidente había hecho referencia en su mensaje de 11 de abril.
Esta línea, trazada a lo largo del meridiano 26?, pasó a convertirse virtual-
mente desde este momento en la frontera marítima de los Estados Uni-
dos. Incluía dentro de la zona americana a todos los territorios británicos
situados en o cerca del continente americano, Groenlandia y las Azores, Y
poco después se extendió más al este a fin de incluir a Istandia. En virtud
de esta proclamación, los barcos de guerra norteamericanos patrullarían
por las aguas del hemisferio occidental, y, dado el caso, nos informarían
de toda actividad enemiga que se desarrollase en él. Los Estados Unidos
siguieron siendo, sin embargo, un país no beligerante, y en esta situación
no podían procurar la menor protección directa a nuestros convoyes. Esto
era exclusivamente responsabilidad británica para el recorrido entero de
la ruta.
A la sazón, los jefes navales, tanto británicos como americanos, esta-
ban inquietos por la suerte de las Azores. Teníamos fuertes sospechas de
que el enemigo tenía intenciones de apoderarse de ellas como base para
sus submarinos y aviación. Estas islas, situadas en el centro del Atlántico
septentrional, hubieran significado, en manos enemigas, una amenaza a
nuestro movimiento marítimo del sur, tan grande como Islandia lo hubie-
se sido para el del norte. Por su parte, el gobierno británico no podía tole-
rar que surgiera una circunstancia parecida y, respondiendo a urgentes
llamamientos del gobierno portugués, que advertía perfectamente el peli-
gro que aquello representaba para su país, planeamos y preparamos una
expedición con el fin de anticiparnos a cualquier maniobra alemana. Hici-
mos también planes para ocupar la Gran Canaria y las islas de Cabo Ver-
de, en el caso en que Hitler hubiese penetrado en España. La necesidad
de estas operaciones se esfumó en cuanto se vio claramente que Hitler
había vuelto su mirada hacia Rusia.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt, 24-14-41


1. Contesto ahora en detalle a su mensaje de 11 de abril. La demora es
debida a que estuve aguardando al almirante Ghormley, cuya llegada era
incierta. El Primer Lord del Mar ha sostenido largas conversaciones con
Ghormley, cuyos resultados, según me notifican, son los siguientes:
2. En la Batalla del Atlántico tenemos dos principales problemas a que
hacer frente además de la amenaza de la aviación alrededor de nuestras
costas. Estos problemas son los submarinos y los corsarios de superficie.
3. Respecto a los submarinos, nos apuntamos considerables éxitos en

129
nuestra lucha contra esta plaga, cuando operaban por el paralelo 22” oeste
en nuestros accesos del noroeste. Ya sea a causa de estos éxitos nuestros
o por alguna otra razón, lo cierto es que ahora están actuando hacia los
30" oeste.
4. Sin embargo, hemos logrado reforzar gradualmente nuestras forma-
ciones de escolta, gracias a los destructores que de los Estados Unidos nos
mandaron, y gracias al uso de Islandia como base de repostación para nues-
tras escoltas.
5. Es de esperar que la reacción enemiga consista en mandar a sus sub-
marinos todavía más al oeste, y como la mayoría de ellos tienen su base en
Lorient o Burdeos, pueden hacerlo sin operar más lejos de sus bases de lo
que están operando ahora.
6. Porlo tanto, es sumamente probable que la región al oeste de los 35 yal
sur de Groenlandia constituya la próxima zona de peligro. Es una región que
para nosotros presenta muchas dificultades. Si nos fuera dable efectuar recono-
cimientos aéreos partiendo de Groenlandia. y cubrir así toda aquella zona, las
ventajas serían incalculables, ya que si gracias a esos reconocimientos se señala-
ra la presencia de un submarino, podríamos variar el rumbo de nuestros con-
voyes mediante señales en el sentido de rehuir el peligro.
7. Otra zona en la que estamos sufriendo grandes contratiempos es la
que va de Freetown, pasando por Cabo Verde, hasta las Azores. No pode-
mos fijar la ruta de nuestros convoyes demasiado al oeste. debido a la limi-
tada resistencia de nuestras embarcaciones. En rigor, sólo reduciendo la car-
ga y surtiéndose de más combustible consiguen hacer la travesía. Estamos
dando a estos convoyes la máxima escolta que podemos, pero resulta insu-
ficiente, y sería una gran ayuda si aviones de reconocimiento de algún por-
taaviones de los Estados Unidos cubriesen aquellas aguas a alguna distan-
cia delante de nuestros convoyes.
8. No habrá dificultad alguna en notificar a las autoridades navales ame-
ricanas el movimiento de los convoyes.
9. En cuanto a los corsarios, hay un punto que nos resulta sumamente
peligroso al largo de Terranova, ya que son muchos los barcos nuestros que
transitan independientemente por aquella región. Ésta es la zona en donde
el «Scharnhorst» y el «Gneisenau» hicieron tantas presas. Cualquier recono-
cimiento aéreo de gran radio de acción que se efectuara desde Terranova o
Nueva Escocia sería de la mayor eficacia y ayuda.
10. Esperamos estacionar en Nueva Escocia o en Terranova una unidad
naval de gran potencia, que estará en condiciones de aprovechar toda infor-
mación que recibamos referente a las actividades de los corsarios.
11. Existen varias zonas en nuestras rutas comerciales en las cuales el
enemigo puede operar eventualmente y que se encuentran al oeste de la
longitud 26* oeste. Hay también ciertas áreas en el Atlántico septentrional y
meridional, por donde pasan nuestras rutas comerciales, en donde el enemi-
go mantiene sus barcos de abastecimiento y adonde van a repostarse de
combustible. Hasta ahora hemos sido incapaces de explorar estas zonas.
porque no hemos tenido barcos con qué hacerlo. Si supiésemos que se iba a
proceder a un reconocimiento sobre una zona determinada, trataríamos de
apostar en las proximidades una fuerza capaz de entendérselas con cual-
quier corsario que se localizara. Aparte cualquier otra información que sus
barcos estuviesen en condiciones de radiar, el mero hecho de realizarse el
reconocimiento aéreo sobre dichas regiones daría al enemigo una sensación
inmensa de inseguridad.
12. Queda entendido que se han adoptado disposiciones para la interco-
municación secreta entre los barcos de guerra británicos y americanos.

130
13. Para usted solo. Hay otro punto, además de lo dicho, íntimamente li-
gado con lo anterior, que causa al Estado Mayor Naval la más viva inquie-
tud. La capacidad de España y Portugal para resistir a la creciente presión
alemana puede ceder de un momento a otro, y el puerto de Gibraltar que-
daría inutilizado. Para conseguir esto, los alemanes no tendrían necesidad
de mover a un gran ejército a través de España; les bastaría apoderarse de
las baterías capaces de inutilizar el puerto, y para esto serían suficientes
unos pocos miles de artilleros y técnicos. Ya han llevado a cabo una de sus
habituales penetraciones preliminares en Tánger, y de esta forma ambas
orillas del estrecho pueden pasar rápidamente a manos de artilleros enemi-
gos expertos.
14. Desde luego, en el momento en que España ceda o sea atacada, no-
sotros mandaremos dos expediciones que tenemos preparadas desde hace
tiempo, una desde la Gran Bretaña a una de las islas del grupo Azores y
luego a una segunda isla, mientras la otra expedición hará lo mismo en las
islas de Cabo Verde. Pero estas operaciones requerirán ocho días a partir
del momento en que se dé la señal, y nadie puede decir que los alemanes
no se nos hayan adelantado con otros planes entre tanto. Con todas las de-
más cargas navales que pesan sobre nuestros hombros no tenemos fuerzas
para mantener una vigilancia continua. Sería una gran ventaja para noso-
tros si usted pudiera mandar cuanto antes a una escuadrilla americana a
realizar un crucero de amistad por aquellas aguas. Esto probablemente
ahuyentaría a los corsarios nazis, y mantendría un ambiente favorable a no-
sotros, al propio tiempo que nos proporcionaría valiosísimas informaciones.
15. He sostenido largas conversaciones con Mr. Forrestal y me lo llevo
mañana con Harriman a estudiar ia situación del sector del Mersey, tan im-
portante para nuestros accesos del noroeste.

Entre tanto, como resultado de las conversaciones del Almirantazgo


con el almirante Ghormley, se fijaron los detalles de un plan para que los
Estados Unidos nos ayudaran en el Atlántico.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 24-1V-41


1. Entusiasmado por las noticias referentes al «Plan de Defensa Naval
núm. 2 del Hemisferio Occidental». Cubre prácticamente todos los puntos
contenidos en mi telegrama a usted que se cruzó con la comunicación ofi-
cial. Estamos profundamente impresionados por la rapidez con que se está
poniendo en práctica. Acabamos de recibir un parte que señala la presencia
de un corsario de superficie en una posición situada a unas 300 millas al
sudeste de las Bermudas. Haremos todo lo posible por poner al corriente al
comandante en jefe de la flota de los Estados Unidos sobre la situación de
nuestros convoyes y otras cuestiones. El almirante Ghormley está en con-
tacto directo con el Almirantazgo y se perfeccionará todo lo referente a la
plana mayor y personal necesarios.
2. La ruta seguida por los barcos británicos hacia o desde El Cabo de-
pende de las zonas en donde se sospecha la presencia de submarinos, pero
de momento seguimos la ruta al oeste de los 26 de longitud oeste y conti-
nuaremos siguiéndola mientras sea posible.
3. Celebramos las enérgicas medidas acordadas por la armada de los Es-
tados Unidos para la preparación de las bases de nuestros accesos del no-

131
roeste... Su actuación puede decidir la Batalla del Atlántico en un sentido
favorable.
Desde luego, guardamos el secreto más riguroso. Sin embargo, creo que
usted comprenderá que si le fuera posible hacer alguna revelación en este
sentido, la noticia podría influenciar favorablemente la actitud tanto de Tur-
quía como de España en el momento cardinal.

Los efectos de la política del Presidente tuvieron un alcance vastísimo,


y así proseguimos la lucha descargados de buena parte de las abrumado-
ras responsabilidades que pesaban sobre nuestros hombros, gracias a las
flotas del Canadá y de los Estados Unidos. Los Estados Unidos iban acer-
cándose cada vez más a la guerra, y este acercamiento se precipitó aún
más a causa de la irrupción del «Bismarck» en el Atlántico, a finales de
mayo. El episodio será descrito a su debido tiempo. En un discurso radia-
do el 27 de mayo, el mismo día en que fue hundido el «Bismarck», el Pre-
sidente declaró: «La guerra se está aproximando a las orillas del hemisfe-
rio occidental... La Batalla del Atlántico se extiende ahora desde las frías
aguas del polo norte hasta el helado continente antártico.» Prosiguió:
«Sería un suicidio esperar a que el enemigo entre en el patio frontero de
nuestra casa... Por consiguiente, hemos extendido nuestra patrulla a las
aguas del Atlántico del norte y del sur.» Al final de este discurso, el Presi-
dente declaró el estado de «Emergencia Nacional Ilimitada».

Existen ahora abundantes pruebas que demuestran que los alemanes


se sentían profundamente turbados por esta extensión de la actividad
americana, y los almirantes Raeder y Doenitz solicitaron del Fúhrer que
concediese mayor latitud a los submarinos y les permitiese operar cerca
de la costa americana, así como contra los barcos americanos, tanto si
iban convoyados como si navegaban sin luces. Sin embargo, Hitler se
mostró inflexible. Siempre temió las consecuencias de una guerra con los
Estados Unidos, e insistió siempre en que las fuerzas alemanas debían evi-
tar toda acción provocativa contra ellos.

La expansión de los esfuerzos del enemigo trajo también sus propios


correctivos. Hacia junio, aparte de los que se estaban instruyendo, tenía a
unos treinta y cinco submarinos en el mar, pero la necesidad de dotar a
las nuevas unidades que salian de los astilleros con una tripulación efi-
ciente pronto agotó sus reservas en hombres adiestrados, especialmente
capitanes experimentados. Las tripulaciones «diluidas» de los nuevos sub-
marinos, compuestas en gran parte de hombres jóvenes e inexpertos, po-
nían de relieve una sensible baja en su espíritu de tenacidad y en su peri-
cla. Además, el hecho de que la batalla se extendiera hasta remotas regio-
nes del Atlántico descompuso la peligrosa combinación de submarinos y
aviones. La aviación alemana, en su mayoría, no había sido equipada ni
adiestrada para realizar operaclones en el mar. A pesar de ello, en los

132

Y
mismos meses de marzo, abril y mayo, los aviones alemanes hundieron
179 barcos, con un total de 545.000 toneladas, la mayoría de ellos en las
regiones costeras. De dicho total, 40.000 toneladas fueron destruidas,
como se ha descrito en un capítulo anterior, en el transcurso de los dos
feroces ataques contra Liverpool a principios de mayo. Agradecí a los ale-
manes que no se encarnizaran de nuevo contra este ya castigadísimo ob-
jetivo. Entre tanto, a lo largo de nuestras costas no había cesado por un
momento la implacable, insidiosa amenaza de las minas magnéticas, si
bien con éxito variable. Sin embargo, nuestras contramedidas tampoco
cesaron en su eficacia, y hacia 1941 los hundimientos por minas fueron
disminuyendo considerablemente.
Hacia junio, el paulatino acrecentamiento de nuestras medidas defensi-
vas, tanto en aguas territoriales como en el Atlántico, ayudados por el
Canadá y los Estados Unidos, contribuyó a que de nuevo empezaran a
volverse las tortas. Nuestros mayores esfuerzos se encaminaron a mejorar
la organización de las escoltas de nuestros convoyes y a desarrollar nue-
vas armas y dispositivos con que ayudarlas en su tarea. Las necesidades
más destacadas estriban en: más escoltas y más rápidas, dotadas de
mayor capacidad de combustible; una aviación de mayor radio de acción,
y, por encima de todo, un buen radar. La aviación con base en la costa no
bastaba por sí sola, y cada convoy necesitaba llevar aviones por medio de
los cuales localizar a los submarinos que navegaran a alcance de tiro du-
rante el día, y, forzándoles a sumergirse, impedirles que atacaran o lanza-
ran la señal capaz de atraer a otros submarinos. Aun así, el valor del
arma aérea en este cometido estribaba principalmente en el reconoci-
miento. Los aparatos podían observar a los submarinos y obligarles a
sumergirse, pero su poder destructor aún no había sido desarrollado, y de
noche su eficacia quedaba sumamente limitada. La mortal superioridad
del avión sobre el submarino aún tenía que nacer.
Sin embargo, el arma aérea pudo en breve tiempo convertirse en el
peor enemigo del Focke-Wulf. Con el empleo de aviones lanzados me-
diante catapultas montadas en mercantes ordinarios, así como en barcos
convertidos, tripulados por la marina británica, no tardamos en dar buena
cuenta de ese pajarraco. Al principio, el piloto del caza, una vez lanzado
como un halcón contra su presa, tenía que confiar, para salvar la vida,
que un buque de escolta le recogiera del mar.
El Focke-Wulf, viéndose así desafiado en el aire, ya no fue capaz de se-
guir prestando la misma ayuda a los submarinos, y poco a poco, de caza-
dor pasó a ser cazado.

Nuestras pérdidas durante estos fatídicos meses demuestran el horror


de aquella lucha a vida o muerte:

Tonelaje bruto
Enero. idasicon de 320.000
537.000
654.000
500.000
431.000
Las cifras de abril abarcan desde luego las pérdidas excepcionales habi-
das en los combates alrededor de Grecia.
e . *

Yo seguía de cerca el desarrollo de los acontecimientos con constante


atención.

Primer Ministro al ministro de Información. 14-14-41


La publicación de los hundimientos semanales tiene que cesar a partir de
este momento, es decir, que el martes ya no debe publicarse nota alguna.
Cuando la prensa pregunte por qué no se publican las cifras semanales,
debe contestar que se publicarán mensual en lugar de semanalmente.
Cuando se haga el comentario de que tememos publicarlas semanalmen-
te, porque, como usted dice, «deseamos encubrir la magnitud de nuestras
recientes pérdidas de navegación», la respuesta será: «Bien, esto es lo que
vamos a hacer, en todo caso.» Amigos y enemigos sin duda le darán cada
Cual su interpretación. Pero sólo los hechos decidirán. Tendremos muchas
cosas peores que ésta con que apechugar en el futuro próximo.
Contestaré personalmente a cualquier pregunta sobre este
punto en los
Comunes.

Primer Ministro a sir Edward Bridges, el general Ismay


y otros miembros del Comité del Atlántico interesados.
28-1V-41
1. No se ha previsto el empleo de los barcos con catapulta como
mer-
cantes ordinarios; ni cabe calcular que alcancen al número de 200,
que al-
quien ha mencionado.
2. En estos momentos hay cinco naves de patrulla con catapulta
, que
Operan como el «Pegasus». A ellos deberían agregarse cuanto
antes los pri-
meros diez mercantes dotados de catapulta, y de estos quince
barcos se po-
dría formar una patrulla regular con que proteger o acompaña
r a los con-
voyes en la zona de los Focke-Wulf.
3. Como algunas de estas naves son probablemente más rápidas,
mayor tonelaje y de mayor valor como mercantes que de
lo que se requiere
para estos servicios de patrulla, deberán ser sustituidas
cuanto antes por
otras más pequeñas de las que el Ministerio de Navegación
pueda despren-
derse mejor. Las grandes, ya equipadas, una vez estén
libres, pueden desti-
narse a la ruta Freetown-Gran Bretaña, ya que así tendrán
la oportunidad
de atravesar dos zonas peligrosas en cada viaje, y así
los Hurricanes cata-
pultados tendrán adecuadas oportunidades de luchar.
4. Si los quince barcos destinados a patrullar en nuestros
accesos del
noroeste demuestran ser un éxito y se cree necesario
ampliar su número,
debe hacerse la proposición. Al propio tiempo los aparatos
Beaufighter ac-
tualmente agregados a los servicios de patrulla deben volver
a la Coman-
dancia de Cazas, en donde se necesitan con urgencia para los combate
s de
noche.

134
Reconstruimos y ampliamos nuestras bases del Canadá e Islandia con
toda la rapidez posible, y, en consecuencia, trazamos planes para nuestros
convoyes. Aumentamos la capacidad de combustible de nuestros destruc-
tores antiguos y, con ello, su radio de acción. El Cuartel General Combi-
nado de Liverpool, de reciente constitución, se consagró a la lucha en
cuerpo y alma. A medida que entraban más escoltas en servicio y el per-
sonal iba ganando en experiencia, el almirante Noble iba constituyendo
grupos permanentes a las órdenes de comandantes de grupo. Así se fo-
mentó el esencial espíritu de equipo y los hombres se acostumbraron a
trabajar al unísono con una clara comprensión de los métodos de su co-
mandante. Estos Grupos de Escolta se hicieron aún más eficientes, y a
medida que aumentó su potencia, disminuyó la de los submarinos.

En junio el Presidente dio un paso trascendental. Decidió establecer


una base en Islandia. Estaba convenido que las fuerzas de los Estados
Unidos debían relevar a la guarnición británica. Dichas fuerzas desembar-
caron en Islandia el 7 de junio, y la isla quedó incluida en el sistema de
defensa del hemisferio occidental. A partir de entonces, los convoyes
americanos, escoltados por buques de guerra americanos, llegaron regu-
larmente a Reykjavik, y aunque los Estados Unidos aún no estaban en
guerra, admitían a barcos extranjeros en la protección de sus convoyes.
Durante estos críticos meses, los dos cruceros de batalla alemanes per-
manecieron inactivos en Brest. Parecía que de un momento a otro irían a
lanzarse de nuevo al mar, a sembrar nuevas destrucciones en el Atlántico.
Su inactividad era debida a la R.A.F. Se efectuaron contra ellos repeti-
dos ataques en el puerto, con tan buenos efectos que durante el resto del
año ya no se movieron de él. La preocupación de Hitler no tardó en ser
llevarlos a aguas alemanas, pero para esto tuvo que aguardar hasta 1942.
El plan elaborado por Hitler para la invasión de Rusia nos trajo a poco la
pausa que tanta falta nos hacía en la guerra aérea. Para esta nueva em-
presa, la aviación alemana necesitó ser doblemente reforzada, y de esta
forma, de mayo en adelante, fue descendiendo la escala de los ataques
aéreos sufridos por nuestra navegación.

Al llegar a este punto, vale la pena anticipar algunos de los resultados


conseguidos con la Batalla del Atlántico, gracias al intensivo estudio que
hicimos de todos los factores cognoscibles del problema. Fue una gran
ventaja que todo el proceso de nuestras múltiples decisiones pudiera pa-
sar de forma discontinuada por un solo cerebro, y que, como Primer Mi-
nistro, recibiese de mis colegas en forma tan espléndida la autoridad nece-
saria para dar a dicho proceso una dirección unificada a través de la vasta
esfera administrativa. La máquina de guerra que presidí como ministro de
Defensa era capaz de ejecutar con exactitud todas las decisiones así to-
madas.

135
A finales de junio, comuniqué a la Cámara de los Comunes, haciéndo-
me portavoz del Almirantazgo, una decisiva disminución de las pérdidas
británicas debidas a ataques aéreos en el Atlántico septentrional.

Eebreroivadeciasdaoada 86.000 toneladas!


E 69.000 toneladas
A A 59.000 toneladas
EA O 21.000 toneladas
Junio (hasta la fecha) . ................- 18.000 toneladas
A
A

En mi directriz de 6 de marzo había señalado como objetivo rebasar, de


las 1.700.000 toneladas inmovilizadas por falta de reparación, 400.000 to-
neladas para el 12 de julio. Más adelante, nos volvimos más ambiciosos y
establecimos como objetivo de reducción, para la misma fecha, la cifra de
750.000 toneladas. De hecho, logramos una reducción de 700.000. Esto
se consiguió venciendo la furia de los ataques aéreos realizados contra el
Mersey y el Clyde a principos de mayo. La feliz adición de un gran núme-
ro de barcos, hasta entonces dados por inservibles, puestos de nuevo en
funcionamiento por nuestro espléndido Servicio de Recuperación y entra-
dos en las listas de reparaciones, fue otra ganancia. También se consiguió
una sustancial economía en el carenaje de los barcos mediante varios
procedimientos, y cada día ganado en los astilleros equivaldría a doscien-
tas cincuenta mil toneladas de importaciones efectivas durante un año.
En todo esto había muchas complicaciones. No siempre podíamos dis-
poner la descarga de un barco en el puerto más conveniente. Uno que
trajera un cargamento variado, a lo mejor tenía que recalar en varios
puertos durante el proceso de su descarga, con lo que aumentaba el peli-
gro de ser destruido por minas o por aviones en el transcurso del cabota-
je. Por otra parte, durante este mismo intervalo, los puertos en cuestión, y
en especial los de la costa oriental, estaban sometidos a ataques que po-
dían dejarlos temporalmente paralizados. Londres, con mucho nuestro
puerto más vital, sufría continuas paralizaciones debido al riesgo que re-
presentaba mandar a él barcos de gran tonelaje dando un rodeo por la
costa oriental, desafiando a los ataques aéreos, a los submarinos y a las
minas. Así, los puertos orientales no podían recibir la parte que les tocaba

1. Las pérdidas totales durante los cinco meses de referencia de 1941, debidas a ataques
aéreos incluyendo la navegación aliada y la neutrai, así como ias pérdidas habidas en Grecia,
se distribuyen, según datos comprobados, del siguiente modo:
| Mes Brilánicos Aliados Neutrales Total

Febrero? 51.865 34,243 3.197 89.305


Mari al 70.266 36.780 5.731 112.777
| Abril . 122.503 164.006 9,909 296.418
Mayo. . 115131 21.004 125 136.260
| Jano Aroa MAN: 39.301 18.449 3.664 61.414
Totales ........ 399.066 274.482 22.626 696.174
en la descarga y recepción de suministros, y la tarea más pesada recaía en
los puertos occidentales, Liverpool, el Clyde y el canal de Bristol. Sin em-
bargo, merced a intensos esfuerzos, Londres, el Humber y los puertos más
al norte de la costa oriental permanecieron abiertos al tráfico de cabotaje
y hasta un cierto punto a la navegación de altura durante todas aquellas
horas de zozobra.

Al llegar la lucha a esta altura, hice uno de los más importantes y acer-
tados nombramientos de mi administración durante la guerra. En 1930,
encontrándome políticamente cesante, acepté por primera y única vez en
mi vida un cargo de consejero de administración. Se trataba de una de las
compañías subsidiarias de la vasta organización de las líneas navieras Pe-
ninsular y Oriental, de lord Inchcape. Por espacio de ocho años asistí re-
gularmente a las reuniones mensuales del consejo y cumplí mis deberes
con minuciosidad. En estos consejos fui conociendo poco a poco a un
hombre verdaderamente notable. Presidía treinta o cuarenta compañias,
entre las cuales figuraba aquella con la cual yo estaba relacionado. Pron-
to advertí que Frederick Leathers era el cerebro central y el poder contro-
lador de aquella combinación. Lo sabía todo e inspiraba absoluta confian-
za. Año tras año, le fui observando de cerca desde mi modesto puesto.
Me dije: «Si jamás vuelve a haber otra guerra, he aquí a un hombre que
desempeñará el mismo papel de los grandes hombres de negocios que sir-
vieron bajo mis órdenes en el Ministerio de Municiones en 1917 y 1918.»
Leathers ofreció sus servicios al Ministerio de Navegación al estallar la
guerra en 1939. No entablamos muchos contactos mientras yo estuve en
el Almirantazgo porque sus funciones eran especializadas y subordinadas.
Pero ahora, en 1941, en medio de las apreturas de la Batalla del Atlánti-
co, y ante la necesidad de combinar la gerencia de nuestra navegación
con el movimiento de los abastecimientos por ferrocarril y carretera desde
nuestros abarrotados puertos, su nombre acudió más y más a mi mente.
El 8 de mayo me dirigí a él. Después de muchas discusiones reformé los
Ministerios de Navegación y Transportes, fundiéndolos en una sola má-
quina integral, y coloqué a Leathers a su cabeza. Para otorgarle la autori-
dad necesaria, creé el Ministerio de Transportes de Guerra. Yo siempre
fui reacio a colocar a nadie en altos puestos ministeriales de la Cámara de
los Comunes, si la persona en cuestión no llevaba en ella muchos años de
práctica. Los diputados más experimentados, ajenos al gobierno, pueden
fastidiar al recién entrado, el cual siempre se sentirá intranquilizado por
los discursos que tiene que preparar y pronunciar. Por consiguiente, pre-
senté a la Corona una solicitud en el sentido de que se concediera un títu-
lo de Par al nuevo ministro.
A partir de este momento hasta el fin de la guerra, lord Leathers per-
maneció al frente del Ministerio de Transportes de Guerra, y su reputa-
ción fue creciendo a cada uno de los cuatro años que transcurrieron.
Ganó la confianza de los jefes de Estado Mayor y de todos los departa-
mentos del país, y estableció íntimas y excelentes relaciones con los diri-

137
gentes americanos en su misma esfera profesional. Con nadie estuvo más
en íntima armonía que con Mr. Lewis Douglas, de la Junta de Navega-
ción de los Estados Unidos, y más tarde embajador en Londres. Leathers
me fue de una inmensa ayuda en la conducción de la guerra, y rarísimas
veces dejó de llevar a buen término las pesadas tareas que le encomendé.
Muchas veces, cuando todo el personal y los expedientes ministeriales ha-
bían fracasado en la solución de los problemas de transportar una divi-
sión suplementaria o transbordarla de barcos británicos a barcos america-
nos, o de solventar cualquier otra necesidad, yo acudía personalmente a
él y las dificultades parecían desaparecer como por arte de magia.

El 25 de junio pude referir a la Cámara, reunida en sesión secreta, al-


gunos detalles alentadores referentes al descongestionamiento de mercan-
cías de nuestros puertos.
No he aceptado nunca la excusa de que hay congestión en los puertos,
porque, a pesar de todas nuestras dificultades, de hecho sólo manejamos y
tenemos que presuponer el manejo de una mitad aproximada del tráfico de
preguerra. No por eso ha dejado de hacerse un gran esfuerzo. La comisión
correspondiente ha recomendado la instalación de depósitos distribuidores
en tierra que hagan sacar rápidamente las mercancías de los muelles ex-
puestos a acción aérea y enviarlas al interior del país. Seis de estos depósi-
tos están en construcción y servirán a nuestros puertos occidentales. El pri-
mero entrará en servicio parcial en septiembre. Para obtener el mayor parti-
do de los puertos del sur de Gales, estamos cuadruplicando la línea férrea
de Newport al túnel del Severn, parte de cuya cuádruple vía está ya en ser-
vicio. Hay algunos embotellamientos en empalmes de la zona occidental de
la isla, que fueron construidos para un tráfico mucho menor del que tienen
que soportar. Pero ya están siendo liquidadas esas obstrucciones. Se ha or-
ganizado un considerable desarrollo de descargas complementarias en ade-
cuados fondeaderos, no sólo como alivio, sino incluso como sustitución
para caso de muy rudo bombardeo. Está planteada una gran expansión en
nuestros servicios de grúas, tanto para equipar nuevos puertos de urgencia,
como para hacer de la descarga en los puertos existentes una operación
más flexible bajo el ataque. Sólo en mayo las fábricas inglesas y estadouni-
denses entregaron 130 grúas móviles, contra un promedio de 50 en los cua-
tro meses anteriores. Abusaría yo indebidamente de la paciencia de la Cá-
mara si entrase a describir con más detalle esta parte de nuestro esfuerzo.

Basándome en todo esto, me consideré facultado para pedir a la Cá-


mara que aprobara la suspensión, ya ordenada, de la publicación semanal
de nuestras pérdidas marítimas, que tan útil había sido al enemigo, y a la
cual la prensa y el Parlamento otorgaban tan ficticia importancia. Como
se recordará, en abril yo ya había cursado instrucciones en este sentido.
«No tengo duda alguna —dije ahora— de que el suspender las listas pro-
vocará un gran clamor, no sólo entre los alemanes, sino entre algunos
sinceros moradores de esta isla. Dejémosles que clamen. Hemos de pen-
sar en nuestros marinos, en las vidas de nuestros compatriotas y en la
misma de nuestro país, que ahora oscila en la balanza de un peligro mortal.»

138
La Cámara pareció muy tranquilizada por mis declaraciones y me dio
todo el apoyo que le recabé.

Si conseguimos resistir o impedir la invasión este otoño, ep TT


la actual actitud y actividad de los Estados Unidos, salir de 194 . En e
esperamos poseer una definida supremacía aérea que no sólo nos per Gl
ejecutar contra Alemania un muy pesado bombardeo ofensivo, sino E
car en alguna extensión las terribles desventajas estratégicas que Esp o
la posesión alemana de los puertos de Europa. Si combatimos —o al M
neutralizamos marcadamente— dicha posesión enemiga de los puertos y
aeródromos del Atlántico, no hay razón para que el año 1942, en que =n
rán disponibles las enormes construcciones americanas. no se nos e E
con menos afanosas pruebas que las que ahora necesitamos soportar Y
vencer.

Terminé diciendo:

Sólo añadiré breves palabras. No olvidemos que también el lord


cha con dificultades; que algunas de éstas son muy obvias; que puede A r
otras más ostensibles para él que para nosotros; y que todas las grandes
pugnas de la Historia han sido ganadas por la superior voluntad y Capaci-
dad de forzar la victoña contra duras posibilidades y en el más angosto de
los márgenes.
CAPÍTULO 1X
YUGOSLAVIA

Yugoslavia en peligro. — La red alemana se cierra. — La misión del co-


ronel Donovan en Belgrado, enero de 1941. — Presión sobre el Regente.
— La oferta de Hitler, 14 de febrero. — Bulgaria se adhiere al Pacto Tri-
partito. — El príncipe Pablo en Berchtesgaden, 5 de marzo. — Oposición
yugoslava. — Tentativas por unir a los yugoslavos. — Pacto secreto con
Alemania, 25 de marzo. — Mi telegrama de 26 de marzo. — La incruen-
ta revolución de Belgrado, 27 de marzo. — El príncipe Pablo obligado a
renunciar. — Entusiasmo popular. — El enojo de Hitler. — Su decisión
de aplastar a Yugoslavia. — Orden de destruir Belgrado. — Su telegra-
ma a Mussolini. — Dislocación de los planes alemanes. — No hay bloque
balcánico. — La amenaza de Hitler a Hungría. — Traición del jefe del Es-
tado Mayor General húngaro. — La advertencia de Mr. Eden. — Suicidio
del conde Teleki, el 2 de abril. — Mis esperanzas en Yugoslavia. — Y en
Turquía. — Mi mensaje a Mr. Eden, 28 de marzo. — Nuevo significado
de nuestra ayuda a Grecia. — Mi telegrama a Australia, 30 de marzo. —
La oportunidad yugoslava en Albania. — La misión de Dill en Belgrado.
— Confusión y parálisis. — Su informe de 4 de abril. — Mi llamamiento y
advertencia. — El gesto de los Soviets. — La operación «Castigo», 6-8 de
abril. — El oso, perplejo y aturdido.

El asesinato del rey Alejandro de Yugoslavia en Marsella en octubre de


1934, a que ya se ha hecho referencia, inició un período de desintegración
del Estado yugoslavo, a consecuencia del cual declinó su posición inde-
pendiente en Europa. La hostilidad política de la ltalia fascista y la pene-
tración económica de la Alemania hitleriana en el sudeste de Europa ace-
leraron este proceso. La decadencia de la estabilidad interna y el antago-
nismo entre servios y croatas socavaron la fortaleza de este Estado eslavo
meridional. Bajo la regencia del principe Pablo, un hombre exquisito y de
aficiones artísticas, el prestigio de la monarquía se desvaneció. El doctor
Machek, jefe del Partido Campesino de Croacia, siguió obstinadamente
una política de no cooperación con el gobierno de Belgrado. Los extre-
mistas croatas, protegidos por Italia y Hungría, trabajaban desde el ex-
tranjero a favor de la separación de Croacia y Yugoslavia. El gobierno de
Belgrado se apartó de la Pequeña Entente formada por las potencias bal-
cánicas para seguir una línea «realista» de inteligencia con el Eje. El cam-
peón de esta política fue M. Stoyadinovich, que firmó el pacto italoyugos-
lavo de 25 de marzo de 1937. Esta actitud pareció quedar justificada por
lo que ocurrió en Berlín el año siguiente, Debilitado interiormente por una

141
alianza entre el Partido Campesino Croata y la oposición servia, de la que
se sospechaba que mantenía estrechas relaciones con Italia y Alemania,
Stoyadinovich fue derrotado en las elecciones, y en febrero de 1939 se vio
obligado a retirarse.
El nuevo primer ministro, Cvetkovich, y su ministro de Asuntos Exte-
riores, Markovich, trataron de apaciguar la creciente amenaza del Eje. En
agosto de 1939 se llegó a un acuerdo con los croatas y Machek entró a
formar parte del gobierno de Belgrado. El mismo mes llegó la noticia del
pacto germanosoviético. Pese a sus diferencias ideológicas, los servios
siempre se habían sentido atraídos, por puro instinto eslavo, hacia Rusia.
La actitud soviética de los tiempos de Munich les había alentado a confiar
en que aún se podría mantener la unidad de la Europa oriental. Ahora la
firma del fatídico pacto parecía arrojar de un plumazo a los Balcanes en
brazos del Eje. La caída de Francia en junio de 1940 privó a los eslavos
del sur de su tradicional amigo y protector. Los rusos revelaron sus inten-
ciones sobre Rumania y ocuparon la Besarabia y la Bukovina. En agosto
de 1940, en Viena, Alemania e Italia adjudicaron la Transilvania a Hun-
gría. Se iba cerrando la red que cercaba a Yugoslavia. En noviembre de
1940, Markovich dio el primer paso secreto en el camino de Berchtesga-
den. Escapó sin comprometer formalmente a su país con el Eje, pero el
12 de diciembre se firmó un pacto de amistad con la aliada menor del Eje,
Hungría.

Según se desarrollaban estos acontecimientos, crecían nuestras inquie-


tudes. El príncipe Pablo se atrevió a una política de rigurosa neutralidad
hasta el máximo límite posible. Temía de un modo especial que cualquier
movimiento por parte de Yugoslavia o de sus vecinos provocase a Ale-
mania a lanzarse sobre los Balcanes.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores 14-1-41


El Gabinete debería estudiar hoy los telegramas de Belgrado referentes al
criterio del príncipe Pablo. A mí me han dejado impertérrito. Toca a los
griegos decidir si quieren que Wavell visite Atenas o no. Son ellos quienes
deben ser jueces de las reacciones alemanas.
En segundo lugar, si los alemanes han de avanzar hacia el sur, no les
harán falta pretextos. Al parecer, ya están obrando con arreglo a un plan
cuidadosamente pensado, sobre el cual apenas cabe suponer que lo adelan-
ten o demoren tan sólo porque nosotros hagamos una jugada de menor
cuantía. Las pruebas que tenemos de los movimientos alemanes son abru-
madoras. Ante esta situación, la actitud del príncipe Pablo me parece la de
un desgraciado que se encuentra encerrado en la jaula de un tigre y trata de
no provocar a éste mientras se va acercando poco a poco la hora de comer.

A finales de enero de 1941, en días de creciente inquietud, el coronel


Donovan, amigo del presidente Roosevelt, llegó a Belgrado en misión del
gobierno norteamericano para sondear la opinión de los países del sudes-
te de Europa. Por doquier imperaba el miedo. Los ministros y jefes políti-

142

A — O
cos no se atrevían a decir lo que pensaban. El príncipe Pablo declinó la
propuesta de una visita de míster Eden. Sólo había una excepción: un ge-
neral de aviación, llamado Simovich, que representaba a los elementos
nacionalistas entre el alto mando de las fuerzas armadas. Desde diciem-
bre, su despacho del cuartel general de la aviación, situado en Zemun, al
otro lado del río, frente a Belgrado, se había convertido en el centro clan-
destino de la oposición a la penetración alemana en los Balcanes y a la
inercia del gobierno yugoslavo.
El 14 de febrero, Cvetkovich y Markovich acudieron a una llamada de
Berchtesgaden. Juntos escucharon el consabido sermón de Hitler sobre el
poderío de la victoriosa Alemania, subrayando las íntimas relaciones entre
Berlín y Moscú. Si Yugoslavia se adhería al Pacto Tripartito, Hitler ofreció,
para el caso de tener que operar contra Grecia, no marchar a través de Yu-
goslavia, sino limitarse a utilizar sus carreteras y ferrocarriles para el trans-
porte de suministros militares. Los ministros regresaron a Belgrado con el
ánimo ensombrecido. Unirse al Eje podía enfurecer a Servia. Luchar contra
Alemania podía ser causa de un conflicto separatista en Croacia. Grecia, el
único aliado posible en los Balcanes, estaba empeñada en dura lucha con-
tra un ejército de más de 200.000 italianos, mientras gravitaba sobre su
cabeza la amenaza de una inmediata invasión alemana. La ayuda inglesa
parecía dudosa, y en el mejor de los casos, simbólica. A fin de inducir a
Yugoslavia a una decisión favorable, Hitler procedió al cerco estratégico del
país. El 1 de marzo, Bulgaria se adhirió al Pacto Tripartito, y aquella misma
tarde los elementos motorizados alemanes alcanzaron las fronteras de Ser-
via. Entre tanto, a fin de evitar cualquier provocación, el ejército yugoslavo
se abstuvo de movilizar. Había sonado la hora de la decisión.
El 4 de marzo, el príncipe Pablo salió secretamente de Belgrado para
efectuar una visita a Berchtesgaden y, cediendo a la coacción, se compro-
metió verbalmente en el sentido de que Yugoslavia seguiría el ejemplo
de Bulgaria. Á su regreso, y en una reunión del Real Consejo, así como
en conversaciones separadas con los jefes políticos y militares, chocó con
criterios opuestos al suyo. El debate fue violento, pero el ultimátum ale-
mán no dejaba lugar a dudas. El general Simovich, al ser llamado al Pala-
cio Blanco, residencia del príncipe Pablo en las montañas que dominan a
Belgrado, se expresó con firmeza contra la capitulación. Servia no podía
aceptar semejante decisión que, además, pondría en peligro a la dinastía.
Pero de hecho el príncipe Pablo ya había comprometido al país.

Desde Londres, yo hice cuanto estuvo en mi mano por atraerme a los


yugoslavos contra Alemania, y el 22 de marzo cursé al doctor Cvetko-
vich, primer ministro yugoslavo, el siguiente telegrama:

22-111-41
Excelencia: la derrota final de Hitler y Mussolini es un hecho cierto e in-
dudable. Ningún hombre prudente y sagaz puede dudarlo después de cono-
cer las declaraciones de las democracias británica y americana. Sólo hay

143
65.000.000 de hunos, la mayoría de ellos ocupados en tiranizar a austríacos,
checos, polacos y demás nobles y antiguos pueblos a los que hoy avasallan
y saquean. Los pueblos del Imperio Británico y de los Estados Unidos su-
man casi 200.000.000 de almas tan sólo en sus territorios nacionales y los
Dominios. Nadie osa disputarnos la supremacía en los océanos, y con la
ayuda americana no tardaremos en poseer una superioridad decisiva en el
aire. El Imperio Británico y los Estados Unidos poseen más riquezas y más
recursos técnicos y fabrican más acero que todo el resto del mundo reunido.
Están decididos a que la causa de la libertad no sea pisoteada ni que la mar-
cha del progreso deba retroceder por culpa de unos dictadores criminales,
uno de los cuales ha sufrido ya un pinchazo del cual no se curará con facili-
dad. Sabemos que los corazones de todos los verdaderos servios, croatas y
eslovenos laten por la libertad, la integridad y la independencia de su país, y
que comparten las esperanzas que los pueblos de habla inglesa han deposi-
tado en el futuro. Si Yugoslavia tuviera que descender hoy a la triste suer-
te de Rumania, o cometiera el crimen de Bulgaria, y se convirtiera en cóm-
plice del intento de asesinato de Grecia, su ruina sería segura e irreparable.
No escaparía, sino que sólo aplazaría, a la prueba de la guerra. y sus valien-
tes ejércitos tendrían que luchar solos después de haber sido cercados y co-
pados de toda esperanza de socorro. Por otra parte, raras veces la historia
de la guerra ha brindado a Yugoslavia una oportunidad como la presente
si sabe aprovecharla a tiempo. Si Yugoslavia y Turquía se alinean junto a
Grecia, con toda la ayuda que el Imperio Británico puede aportarles, cesará
la maldición alemana y la victoria final se ganará con tanta seguridad y de
una manera tan definitiva como cuando la última guerra. Confío en que
Vuecencia sabrá colocarse a la altura de los acontecimientos mundiales.

Pero el 20 de marzo por la noche, en una reunión del Consejo de Mi-


nistros, el gobierno yugoslavo decidió adherirse al Pacto Tripartito. No
obstante, ello provocó la dimisión de tres ministros. El 24 de marzo, Cvet-
kovich y Markovich, en una estación de los suburbios de Belgrado, toma-
ron subrepticiamente el tren de Viena, en donde al día siguiente firmaron
con Hitler su adhesión al pacto. La ceremonia fue difundida por la radio
de Belgrado. En los cafés y tertulias de la capital yugoslava circularon
con insistencia rumores de inminentes desastres.
Inmediatamente, yo mandé instrucciones a Mr. Campbell, nuestro mi-
nistro en Belgrado.

26-111-41
Procure evitar cualquier distanciamiento entre usted y el príncipe Pablo o
sus ministros. Continúe importunando, hostigando y mordiendo. Pida au-
diencias. No admita un NO como respuesta. Aférrese a ellos. resaltando que
los alemanes ya dan por descontada la sumisión del país. No es hora de re-
proches ni de dignas despedidas. Entre tanto, no desdeñe ninguna alternati-
va a la cual podamos recurrir si vemos que el actual gobierno ha ido dema:
siado lejos. Estoy admirado por cuanto usted ha hecho hasta ahora. Man-
téngase en la misma posición por todos los medios que se le ocurran.

En el reducido círculo de oficiales que se reunía en torno de Simovich


hacía ya varios meses que se venía discutiendo si se recurriría a la acción

144
directa en el caso de que el gobierno capitulase ante Alemania. Se había
planeado cuidadosamente un golpe revolucionario. El jefe del proyectado
alzamiento era el general Bora Mirkovich, comandante de la aviación yu-
goslava, ayudado, entre centenares de patriotas, por el mayor Knezevich,
oficial del ejército, y su hermano, un profesor que tenía múltiples contac-
tos políticos gracias a su posición dentro del Partido Demócrata Servio. El
secreto del plan quedó confinado a un reducido número de oficiales de
reconocida lealtad, casi todos ellos de un grado inferior a coronel, La red
se extendió de Belgrado a las principales guarniciones del país, Zagreb,
Skoplje y Sarajevo. Las fuerzas de que disponían los conspiradores en
Belgrado constaban de dos regimientos de la Guardia Real, con la excep-
ción de sus coroneles, un batallón de la guarnición de Belgrado, una
compañía de gendarmes de servicio en el palacio real, parte de la divi-
sión antiaérea estacionada en la capital, el cuartel general de la aviación
de Zemun, del que era jefe Simovich, y las escuelas de cadetes, para ofi-
ciales y suboficiales, junto con ciertas unidades de artillería y zapadores.
Cuando el 26 de marzo comenzó a circular por Belgrado la noticia del
regreso de Viena de los ministros yugoslavos, los conspiradores decidie-
ron obrar. La señal de apoderarse de los puntos estratégicos de Belgrado
y de la residencia real, junto con la persona del joven rey Pedro ll, fue
dada al amanecer del 27 de marzo. Mientras las tropas, al mando de ofi-
ciales resueltos, dejaban incomunicado el palacio real, en las afueras de la
capital, el príncipe Pablo, sin saber nada o demasiado de cuanto se estaba
tramando, viajaba en el tren, camino de Zagreb. Pocas revoluciones se
han desarrollado más suavemente. No hubo derramamiento de sangre.
Algunos militares de alta graduación fueron arrestados. Cvetkovich fue
llevado por la policía al cuartel general de Simovich y obligado a firmar
su dimisión. En los sitios estratégicos de la capital se emplazaron cañones
y ametralladoras. A su llegada a Zagreb, el principe Pablo fue informado
de que Simovich se había hecho cargo del gobierno en nombre del joven
rey, Pedro Il, y que el Consejo de Regencia estaba disuelto. El comandan-
te militar de Zagreb rogó al príncipe Pablo que regresase inmediatamente
a la capital. En cuanto llegó a Belgrado, el príncipe Pablo fue escoltado
hasta el despacho de Simovich. Junto con los demás regentes firmó en
seguida el acta de abdicación. Se le concedieron algunas horas para reco-
ger sus efectos, y junto con su familia aquella misma noche salió para
Grecia.
El plan había sido elaborado y ejecutado por un reducido núcleo de ofi-
ciales nacionalistas servios que se habían identificado con el sentimiento
popular. El levantamiento provocó un estallido de entusiasmo en masa.
Las calles de Belgrado no tardaron en verse atestadas de servios que gri-
taban a coro: «Antes la guerra que el pacto; antes la muerte que la escla-
vitud.» Hubo bailes en las plazas; por doquier aparecieron banderas ingle-
sas y francesas; el himno nacional servio era cantado con fogosa arrogan-
cia por multitudes enardecidas e inermes. El 28 de marzo, el joven rey,
que se había evadido milagrosamente de la tutela de la regencia descol-
gándose por una cañería de desague, asistió al oficio divino de la catedral
de Belgrado, en medio de fervientes aclamaciones. El ministro plenipoten-

145
ciario alemán fue insultado públicamente y la muchedumbre escupió al
paso de su automóvil. El levantamiento militar había desencadenado una
avalancha de vitalidad nacional. Un pueblo paralizado en su acción, hasta
entonces mal gobernado y mal regido, secularmente atormentado por la
sensación de vivir engañado, lanzó su heroico e indómito reto al tirano y
conquistador en la hora de su máximo poderío.

Hitler se sintió herido en lo más vivo. Tuvo uno de aquellos ataques de


ira convulsiva que le quitaban momentáneamente toda facultad de racio-
cinio y que a menudo le impelían a sus más descabelladas aventuras. Un
mes después, ya calmado, conversando con Schulenburg, dijo: «El golpe
yugoslavo surgió de repente como un rayo en un cielo azul. Cuando me
dieron la noticia la mañana del 27 creí que se trataba de una broma.»
Pero, presa de la ira, convocó al alto mando alemán. Goering, Keitel y
Jodl estaban presentes; Ribbentrop llegó después. Las minutas de la reu-
nión figuran hoy en los archivos de Nuremberg. Hitler describió la situa-
ción de Yugoslavia después del alzamiento. Dijo que Yugoslavia era un
factor incierto en la próxima acción contra Grecia («Marita»), y aún más
todavía en cuanto a la operación «Barbarroja» contra Rusia, que vendría
luego. Estimó una suerte que los yugoslavos revelaran su enojo antes de
iniciarse «Barbarroja».

El Fúhrer está decidido, sin aguardar a posibles declaraciones de lealtad


por parte del nuevo gobierno, a hacer toda clase de preparativos para des-
truir Yugoslavia militarmente y como entidad nacional. No se harán en-
cuestas diplomáticas ni se presentarán ultimátums. De las garantías dadas
por el gobierno yugoslavo, en el cual no se puede confiar en el futuro, «se
tornará nota». El ataque empezará tan pronto los medios y las tropas nece-
sarias estén en condiciones.
Es necesario pedir ayuda militar contra Yugoslavia a Italia, Hungría y, en
cierto modo, también a Bulgaria. La principal misión de Rumania es la pro-
tección contra Rusta. Los embajadores húngaro y búlgaro han recibido ya la
notificación. Durante el día se dirigirá un mensaje al Duce.
Políticamente, es de primordial importancia que el golpe contra Yugos-
lavia sea descargado con despiadada dureza y que la destrucción militar se
efectúe con la velocidad del rayo. De esta forma Turquía se atemorizará en
la medida suficiente, y la ulterior campaña contra Grecia tomará un giro fa-
vorable. Cabe suponer que cuando ataquemos, los croatas se pondrán a
nuestro lado, Se les asegurará un régimen político adecuado (la autonomía
más tarde). La guerra contra Yugoslavia será muy popular en ltalia, Hun-
gría y Bulgaria, ya que hay que prometer ganancias territoriales a dichos
países: la costa adriática para Italia, el Banato para Hungría y la Macedonia
para Bulgaria. Este plan presupone la aceleración del programa de prepa-
rativos y el empleo de fuerzas tan poderosas que el derrumbamiento yu-
goslavo se produzca en brevísimo plazo... La tarea principal de la aviación
es empezar cuanto antes la destrucción de las instalaciones terrestres de la
aviación yugoslava y arrasar la capital mediante oleadas sucesivas.

El mismo día el Fúhrer firmó la «Directriz núm. 25».

146
Mi intención es atacar a Yugoslavia mediante fuertes irrupciones en las
zonas de Fiume y Sofía, en dirección a Belgrado y más al sur, con el objeti-
vo de infligir al ejército yugoslavo una derrota definitiva, así como copar la
parte meridional de Yugoslavia del resto del país y convertirla en una base
para operaciones ulteriores de las fuerzas italogermanas contra Grecia.
En detalle, ordeno lo que sigue:
a) En cuanto se hayan concentrado las fuerzas suficientes, y las condicio-
nes meteorológicas lo permitan, todas las instalaciones terrestres de Yu-
goslavia y su capital Belgrado serán destruidas por medio de ataques aé-
reos, día y noche.
b) Simultáneamente, si es posible, pero nunca antes, se iniciará la opera-
ción «Marita», con el primer objetivo limitado a la toma del puerto de Saló-
nica y el sistema montañoso de Díos.

Además, telegrafió a Mussolini:


Duce: los acontecimientos me obligan a comunicarle por el presente, el
medio más rápido, mi criterio sobre la situación y las consecuencias que
pueden derivarse de ella.
1. Desde el principio he considerado a Yugoslavia como un factor peli-
groso en la controversia con Grecia. Examinada desde el punto de usta es-
trictamente militar, la intervención alemana en la guerra de Tracia no que-
daría justificada del todo mientras la actitud de Yugoslavia siguiera siendo
ambigua y pudiese amenazar el flanco izquierdo de las columnas que avan-
zan en nuestro extenso frente.
2. Por esta razón lo he hecho todo y he tratado honradamente de atraer
a Yugoslavia a nuestra comunidad, ligada por irítereses mutuos. Desgracia-
damente, estos intentos han sido infructuosos o comenzaron demasiado tar-
de para surtir un efecto satisfactorio. Las noticias de hoy no dejan la menor
duda sobre el inminente vuelco de la política exterior de Yugoslavia.
3. La situación no es catastrófica, pero sí difícil, y por nuestra parte debe-
mos evitar cualquier error si no queremos, al final, poner en peligro toda
nuestra situación.
4. Finalmente le ruego de todo corazón, Duce, que no emprenda nuevas
operaciones en Albania en el transcurso de los próximos días.

Hitler veía tan claramente como nosotros la única probabilidad que te-
nia Yugoslavia de asestar un golpe mortal.

Considero necesario que usted cubra y cierre los pasos más importantes
de Yugoslavia a Albania con todas las fuerzas de que disponga. Estas me-
didas no deben ser consideradas como vigentes para un plazo muy largo,
sino como disposiciones auxiliares destinadas a prevenir que surja una crisis
en los próximos quince días o tres semanas.
También considero necesario, Duce, que refuerce usted sus formaciones
de la frontera italoyugoslava con todos los medios de que disponga y con
la mayor rapidez posible.
.--Si se guarda silencio sobre estas disposiciones, Duce, no dudo de
que
seremos testigos de un éxito que igualará al de Noruega. Ésta es mi sólida
convicción.

Los generales pasaron la noche redactando las órdenes de la Opera-


ción. En sus declaraciones, Keitel confirma nuestro punto de vista de que

147
el mayor peligro para Alemania estribaba en «un ataque al ejército italia-
no por la retaguardia». Jodl declaró lo siguiente: «Trabajé toda la noche
en la Cancillería del Reich, lo cual ratifica el carácter de imprevista sor-
presa que revistió el caso. A las cuatro de la madrugada del 28 entregué
un aide-mémoire al general von Rintelen, nuestro oficial de enlace con el
Estado Mayor italiano.» Keitel dice: «La decisión de atacar a Yugoslavia
significó trastornar de un modo absoluto todos los movimientos militares TE
nn
o
o
planeados hasta entonces. La operación “Marita” tuvo que reajustarse del
principio al fin. Hubo que traer nuevas fuerzas del norte a través de Hun-
gría. Todo tuvo que improvisarse.»

Desde los días de Munich, Hungría había intentado extender sus fron-
teras de 1920 aprovechando las victorias diplomáticas de Alemania a ex-
pensas de Checoslovaquia y Rumania, mientras al mismo tiempo trata-
ba de guardar una posición neutral en la esfera internacional. La diplo-
macia húngara se afanó por evitar contraer compromisos concretos con
el Eje, en el sentido de ser su aliada de guerra. Hungría se adhirió en Vie-
na al Pacto Tripartito, pero, lo mismo que Rumania, no contrajo obliga-
ciones definidas. Ni Hitler ni Mussolini deseaban una pelea entre los paí-
ses balcánicos. Sus esperanzas consistían en lograr el dominio de todos
los Balcanes de una sola vez, y por este motivo habían impuesto a Hun-
gría y Rumania un arreglo sobre la Transilvania. La agresión de Mussolini
a Grecia, que Hitler no veía con buenos ojos, trajo aparejada la perspecti-
va de una intervención británica en el sudeste de Europa. Por consiguien-
te, se ejerció presión sobre Yugoslavia para que siguiese el ejemplo de
Hungría y Rumania y se uniese al bloque del Eje. Cuando los ministros
yugoslavos fueron llamados a Viena para este propósito, todo pareció
arreglado. Los dramáticos acontecimientos del 27 de marzo en Belgrado
dieron al traste con las esperanzas de formar un grupo balcánico compac-
to, adicto al Eje.
Estos hechos repercutieron directa e inmediatamente en Hungría. Aun-
que era evidente que el ataque alemán contra los recalcitrantes yugosla-
vos tenía que provenir de Rumania, todas las líneas de comunicación pa-
saban por territorio húngaro. Faltó poco para que la primera reacción del
gobierno alemán ante los sucesos de Belgrado estribara en enviar al mi-
nistro húngaro en Berlín a Budapest en avión, con un mensaje urgente
para el regente, el almirante Horthy.

Yugoslavia será aniquilada porque acaba de renunciar públicamente a


la política de inteligencia con el Eje. El grueso de las fuerzas armadas ale-
manas tienen que pasar a través de Hungría, pero el ataque principal no se
efectuará por el sector húngaro. Aquí es donde debería intervenir el ejército
húngaro, y, a cambio de su colaboración, Hungría podría recuperar sus anti-
quos territorios que un día se vio obligada a ceder a Yugoslavia. El caso es
urgente. Se suplica una respuesta afirmativa e inmediata.1

1. Ulien-Reviczy, Guerre Aliemande: Palx Russe, p. 89.

148
Hungría estaba ligada por un pacto de amistad con Yugoslavia, dial
do precisamente en diciembre de 1940. Pero una oposición a ES
designios alemanes no podía por menos de llevar a una ocupación polls
na de Hungría en el transcurso de las inminentes operaciones is
Por otra parte, era difícil resistir a la tentación de volver a ocupar E e-
rritorios meridionales que Hungría había tenido que ceder a Yugoslavia
en virtud del Tratado de Trianón. El primer ministro húngaro, conde Te-
leki, había laborado sin descanso por conservar una cierta libertad o ac-
ción para su país. No estaba ni remotamente convencido de que A ema-
nia hubiera de ganar la guerra. En el momento de firmar el Pacto Tripar-
tito, tenía muy poca confianza en la independencia de Italia como po
do del Eje. El ultimátum de Hitler entrañaba la ruptura del pacto que €
mismo había establecido con Yugoslavia. Pero la iniciativa le fue arreba-
tada por el Estado Mayor húngaro, cuyo jefe, el general Werth, de Se
germánico, llegó a un acuerdo con el Alto Mando alemán a espaldas de
gobierno húngaro. Sobre esta base se fijaron los detalles para el paso de
las tropas por territorio magyar. -
a e Telela denunció la maniobra de Werth, calificándo-
la de traición. La tarde del 2 de abril de 1941, Teleki recibió un telegrama
del ministro húngaro en Londres, informándole que el Foreign Office le
había comunicado oficialmente que si Hungría participaba en cualquier
acción alemana contra Yugoslavia, debía contar con la declaración de
querra por parte de la Gran Bretaña. En consecuencia, la única opción
que le quedaba a Hungría era o una inútil resistencia al paso de las tropas
alemanas, o alinearse abiertamente contra los aliados, traicionando así a
Yugoslavia. En esta cruel situación, el conde Teleki no vio más que un
medio de salvar su honor personal. Poco después de las nueve salió del
ministerio húngaro de Asuntos Exteriores y se retiró a sus habitaciones
del palacio Sandor. Allí recibió una llamada telefónica. Se supone que
esta llamada sirvió para notificarle que las tropas alemanas ya habían
cruzado la frontera húngara. Pocos minutos después, se pegó un tiro. Su
suicidio era un sacrificio para absolverse a sí mismo y a su pueblo del deli-
to de la agresión alemana contra Yugoslavia. Deja su nombre limpio
ante la Historia. Pero fue impotente para detener el avance de los ejérci-
tos alemanes y sus consecuencias.

La noticia de la revolución de Belgrado nos causó viva satisfacción,


como es de suponer. Por fin veíamos un resultado tangible de nuestros
desesperados esfuerzos por formar un frente aliado en los Balcanes y evi-
tar que Hitler se apoderara de ellos palmo a palmo. Recibí los primeros
telegramas sólo media hora antes de pronunciar mi primer discurso como
jefe del partido ante el consejo central del Partido Conservador. Dicho
discurso lo terminé con las siguientes palabras:

En este preciso instante tengo grandes noticias que dar al partido y al


país. A primeras horas de esta mañana la nación yugoslava ha recuperado

149
Y

su alma. Ha estallado una revolución en Belgrado, y los ministros que ayer


vendían el honor y la libertad de su patria, se encuentran detenidos. Este
patriótico movimiento nace de la ira de una raza guerrera y valiente al verse
traicionada por la debilidad de sus gobernantes y las repugnantes intrigas de
las potencias del Eje.
Por lo tanto, podemos acariciar la esperanza —y no hablo, naturalmen-
te, tan sólo por las informaciones que han llegado hasta mií— de que se
constituirá un gobierno yugoslavo digno de defender la libertad y la integr-
dad del país. Un gobierno animado de tan admirable espíritu, recibirá toda
la ayuda y los socorros que puedan prestarle el Imperio Británico y, no lo
dudo, a su manera, los Estados Unidos. El Imperio Británico y Sus aliados
harán causa común con Yugoslavia y juntos porfiaremos y avanzaremos
hasta la victoria final.

Entre tanto, en su viaje de regreso, Mr. Eden había llegado a Malta,


pero ante los acontecimientos de Belgrado pensé que debía modificar sus
Planes y reunirse sobre el terreno con los generales Dill y Wavell.

Primer Ministro a Mr. Eden. 27-11-41


En vista del coup d'état de Servia, creo que sería conveniente que usted
se encontrase en El Cairo a fin de encauzar los acontecimientos. Creo que
ésta es la oportunidad de atraerse a Turquía y formar un frente unido en
los Balcanes. ¿No podría usted concertar en Chipre o Atenas una reunión
de todos los interesados? Una vez al corriente de la situación, ¿no sería con-
veniente ir a Belgrado? Entre tanto, hacemos todo lo posible por seguir ade-
lante.

Al presidente de Turquía le telegrafié en estos términos:

27-11-41
Excelencia: Los dramáticos acontecimientos ocurridos en Belgrado y en
toda Yugoslavia pueden ofrecer la mejor oportunidad para impedir la in-
vasión alemana de la península balcánica. Creo que es el momento de
constituir un frente común que Alemania difícilmente osará atacar. He ca-
blegrafiado al presidente Roosevelt rogándole que extienda el envío de su-
ministros a todas las potencias que resistan a la agresión alemana en el
Oriente europeo. He pedido a Mr. Eden y al general Dill que adopten las
medidas que crean convenientes para garantizar la seguridad común.

Durante el día, redacté el siguiente telegrama para Mr. Eden, que ya


había llegado a Atenas:

28-11-41
1. Vamos a precisar lo que deseamos en los Balcanes y en Turquía y
obrar en consecuencia según lo permitan los acontecimientos.
2. Entre Yugoslavia, Grecia, Turquía y nosotros, tenemos en conjunto
setenta divisiones movilizadas en ese teatro. Los alemanes aún no disponen
de más de treinta. Por consiguiente, nuestras setenta podrían decir a las
otras treinta: «Si atacas a cualquiera de nosotros, estarás en guerra con to-

150
dos.» El ataque alemán sólo puede producirse a través de las regiones mon-
tañosas, en donde hay pobrísimas comunicaciones y las probabilidades ad-
versas son muchas. De lo contrario, tendrán que traer grandes refuerzos de
Alemania. Pero tampoco esto soluciona sus dificultades, porque. en primer
lugar, harán falta varios meses para transportar dichos refuerzos hasta ese
teatro de la querra, y en segundo lugar, porque el teatro mismo, Y sobre
todo las comunicaciones que llevan a él, no son suficientes para permitir el
tránsito de fuerzas más nutridas sin antes consagrar mucho tiempo a la me-
jora de las comunicaciones en sí. Por consiguiente, es muy probable que
una triple nota de las tres potencias balcánicas trajera aparejada la conser-
vación de la paz, o por lo menos un prolongado aplazamiento del avance
alemán. Cabría en lo posible que el avance no se pudiese realizar antes de
muchos meses, y entonces tal vez ya habría pasado la estación propicia. En-
tre tanto, los refuerzos británicos y los suministros británicos y americanos
pueden incrementar enormemente la capacidad de resistencia de los ejérci-
tos aliados. Por consiguiente, existe la perspectiva de que si se lograra ali-
near a los tres aliados en un frente único, el enemigo tal vez desistiera de
toda invasión en el sur. Esto es lo que quieren los turcos.
3. Ésta es la mejor ocasión que se presenta a Turquía para evitar la gue-
rra. Examinaremos las alternativas. Si los tres permanecen desunidos, los
alemanes pueden creer que es mejor dejar tranquilas a Grecia y Yugoslavia
y volver todo el peso de su fuerza contra Turquía en la Tracia. Hay varios
telegramas que lo insinúan. Así, al no hacer nada, Turquía corre el gravísi-
mo peligro de verse convertida en el blanco de todas las amenazas. No cabe
duda de que la masa de tropas turcas concentradas en Tracia no tardaría
en huir a la desbandada hacia las líneas de Catalia y el Bósforo, sin la me-
nor obligación ni oportunidad, por parte de Yugoslavia o Grecia, de con-
trarrestar esta presión mediante un contraataque o extendiendo el frente de
batalla.
4. La consigna a dar por quien estuviese facultado para hacerlo, sería:
a) una declaración diplomática de unidad y el requerimiento a no ser mo-
lestados, tal como se indica más arriba, y b) una retirada simultánea del
grueso de las tropas turcas a Catalia y la costa asiática, dejando en Tracia
sólo fuertes contingentes de protección y de retaguardia. Semejante polí-
tica de unidad inquebrantable, junto con una retirada estratégica de tro-
pas, impediría que los alemanes se apuntasen una victoria decisiva en
Tracia, no requeriría ninguna ofensiva por parte de Turquía, y, a menos
que los alemanes picaran soleta, se encontrarían expuestos en un frente
estático que se extendería desde, digamos, la altura de Catalia hasta en-
lazar directamente con el frente norte de Servia, pasando por el sector
Rupel-Nestor. Aun así, este frente no podría sostenerse mucho tiempo.
¡Pero qué perspectiva tan inapetecible y peligrosa para un enemigo para
quien los éxitos rápidos son especialmente importantes! Desde luego, los
verdaderos intereses de Turquía radican en eso, si sabe, y deberíamos tra-
tar de hacérselo ver, por reacios que los turcos se muestren. El peligro
más grande que amenaza a Turquía consiste en encontrarse sola y sin
ayuda en Tracla.
5. ¿Cómo se armoniza todo esto con los intereses británicos? St, a pesar
de todo, Alemania ataca a los Balcanes, debemos desempeñar nuestro pa-
pel con todas las fuerzas de que dispongamos. Si, por el contrario, pretende
que jamás quiso llevar la guerra a los Balcanes y deja tranquilas a Grecia
Yugoslavia y Turquía, debemos concentrar a nuestras fuerzas y preparar-
las para una intensa campaña de verano y otoño en el Mediterráneo cen-
tral, Incluyendo Trípoli, Sicilia y el extremo meridional de Italia. En nuestra

151
mano derecha tendríamos un buen amortiguador para la protección de
nuestros intereses en Oriente Medio mientras con la izquierda podríamos
atacar en el Mediterráneo central.
6. ¿No cabe dentro de lo posible que. de formarse un frente unido en la
península balcánica, Alemania considerase más provechoso sacar tajada de
Rusia, habida cuenta de que nos han llegado múltiples informes sobre fuer-
tes concentraciones en Polonia e intrigas en Suecia y Finlandia?
7. Le ruego examine estas reflexiones en lo que valen.

Mandé también un cable a Mr. Fadden, primer ministro interino de la


Commonwealth de Australia.

30-11-41
Cuando hace un mes decidimos mandar un ejército a Grecia, el gesto pa-
recía más bien una aventura militar a ciegas, dictada por el noblesse oblige.
Los acontecimientos del jueves en Belgrado demuestran el vasto alcance de
esta y Otras medidas que hemos tomado respecto de la situación balcánica.
Los planes alemanes han sido trastornados y podemos acariciar renovadas
esperanzas de formar un frente balcánico con Turquía, sumando unas se-
tenta divisiones de las cuatro potencias interesadas. Desde luego, estas espe-
ranzas aún no se han confirmado, pero, aun en estos momentos, ponen a la
operación «Lustre» (la expedición a Grecia) en su verdadero lugar, definién-
dola, no como hecho militar aislado, sino como la primera jugada de una
larga partida. Cualquiera que sea el desenlace, todo lo ocurrido desde que
se tomó esta decisión, la justifica plenamente. La demora permitirá asimis-
mo completar la concentración de nuestras tropas en el frente griego. en lu-
gar de proceder fragmentariamente a su alineación. El resultado es imprevi-
sible, pero mientras la recompensa es mayor, los riesgos, en cierto modo,
han disminuido. Estoy en íntimo contacto con Menzies. Me gustaría poder
hablar de todo esto con usted.

Quedó convenido que Eden permanecería en Atenas para tratar con


Turquía, y que Dill se trasladaría a Belgrado. Echábase de ver que la si-
tuación de Yugoslavia era desesperada, a menos que todas las potencias
interesadas formaran un bloque sólido. Con todo, aún le quedaba a Yu-
goslavia la esperanza, ya mencionada, de asestar un golpe mortal a la
desnuda retaguardia de las desorganizadas tropas italianas de Albania. Si
obraban con rapidez, podían apuntarse un gran suceso militar, y mientras
el país era saqueado en el norte, ellos podrían adueñarse de las conside-
rables masas de equipos y municiones que les habría de permitir prose-
guir una guerra de guerrillas en las montañas, que era su única tabla de
salvación. He aquí un gran golpe que hubiera repercutido en toda la pe-
nínsula balcánica. Desde Londres todos lo veíamos claramente. El dia-
|
grama que aparece en la página siguiente muestra el movimiento que pa-
recia factible.

El general Dill había llegado, entre tanto, a Belgrado y le envió el si-


guiente telegrama:

152
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10OS BALCANES

1-I1V-41
Diversos informes señalan un rápido agrupamiento contra Yugoslavia.
Ganar tiempo contra los alemanes es perderlo contra los italianos. Nada de-
bería disuadir a Yugoslavia de desplegar todas sus fuerzas contra
éstos
cuanto antes, Sólo de esta forma conseguirán ganar un vasto éxito inicial
y
cantidades considerables de pertrechos en momento muy oportuno.

Los errores de años no pueden ser subsanados en pocas horas. Una


vez hubo remitido el entusiasmo en Belgrado, todo el mundo se dio cuen-
ta de que el desastre y la muerte se avecinaban, de que poca cosa podían
hacer por escapar a la suerte que se les preparaba. El alto mando se
consideró obligado a reforzar las guarniciones de Eslovenia y Croacia a

153
fin de salvaguardar una ficticia cohesión interior. Al fin pudieron movilizar
al ejército, pero se carecía de todo plan estratégico. Dill no encontró en
Belgrado más que parálisis y confusión. «A pesar de mis mejores deseos»,
comunicó a Mr. Eden el 1 de abril, «no he logrado convencer al presiden-
te de la necesidad de convenir una entrevista con usted cuanto antes. De-
claró sin ambages que el gobierno yugoslavo, principalmente por temor
AX
AA
—Á
al efecto que podría causar en la situación inferior, estaba decidido a no
tomar medida alguna que se pudiera considerar provocativa para Alema-
nia». En estos mismos momentos, toda la potencia de Alemania en aque-
lla región se disponía a caer sobre ellos como un alud.
El 4 de abril, el general Dill mandó un informe detallado de su misión
en Belgrado, que demostraba cuán ajenas estaban las mentes de los mi
nistros yugoslavos del inminente peligro que les amenazaba. Á juzgar
por su ánimo y sus palabras, hubiérase dicho que disponían de meses en-
teros para llegar a una decisión sobre la paz o la guerra con Alemania. En
rigor, sólo faltaban setenta y dos horas para que les arrollara la embesti-
da. Dill escribió:

El resultado final de mi viaje a Belgrado fue decepcionante bajo muchos


conceptos, pero principalmente porque me fue imposible lograr del general
Simovich que firmase ningún acuerdo. Sin embargo, me impresionó el espí-
ritu ofensivo de los dirigentes yugoslavos, que están dispuestos a luchar si
Yugoslavia es agredida o Alemania ataca a Salónica. Las conferencias que
hoy he celebrado con el Estado Mayor deberían desembocar en algo viable
y útil, y confío que se llegará a un acuerdo sobre los planes más idóneos
para hacer frente a cualquier eventualidad. Ninguno de estos planes nos ha
de ligar, ni a ellos ni a nosotros; pero existe la razonable perspectiva de que.
llegado el momento, Yugoslavia estará dispuesta a ponerlos en práctica.
El hecho es que Simovich, aunque gobernante capaz, no es un dictador
en el verdadero sentido de la palabra. Ya es ardua para él la tarea de man-
tener unido al Gabinete, y no se atreve a proponer ningún acuerdo con no-
sotros. Un acuerdo semejante no podría realizarse sin el conocimiento y la
conformidad del Gabinete. Sin embargo, tanto él como el ministro de la
Guerra, Ilich, que es más bruto pero más inteligente, parecen dispuestos a
luchar.
Las fuerzas yugoslavas no están preparadas para la guerra, y Simovich
quiere ganar tiempo para completar la movilización y la concentración. Por
razones de política interior, él no puede dar el primer paso en las hostilida-
des, sino que debe esperar a que sea Alemania quien se mueva. Espera que
Alemania ataque a Yugoslavia por el sur, desde Bulgaria, dejando a Gre-
cia tranquila por el momento... Los yugoslavos echarán una mano en Al-
bania, pero tampoco atacarán hasta que Alemania les ataque a ellos o a sus
intereses vitales.

Simultáneamente hice la siguiente llamada:

Primer Ministro al general Simovich. 4-14-41


De diversas fuentes me llegan informes de la formación a toda prisa de
grandes concentraciones de fuerzas alemanas de tierra y aire, y de avances
en dirección a su país. Nuestros agentes en Francia nos dan cuenta de gran-
des movimientos de la aviación. Según el Servicio de Información de nues-

154
tros ejércitos de África, incluso se han retirado aparatos de bombardeo has-
ta hace poco estacionados en Trípoli. No acierto a comprender su argumen-
to de querer ganar tiempo. El único camino capaz de conducir a la victoria
y la seguridad, es anticiparse y dar un golpe de mano en Albania y apro-
piarse de la enorme cantidad de pertrechos que caerán en sus manos.
Cuando las cuatro divisiones alpinas alemanas que el Estado Mayor yu-
goslavo sitúa en el Tirol lleguen a Albania, usted se encontrará Ae
una resistencia muy diferente de la que pueda presentar la retaguardia e
las desmoralizadas tropas italianas. Siendo ésta la primera vez que tengo Ñ
honor de dirigirme a Vuecencia, le expreso mis más fervientes deseos por la
victoria, la seguridad y la independencia de la valiente nación cuyos destinos
usted rige.

Debemos consignar aquí la única ocasión en que la oligarquía del


Kremlin permitió que un arranque de sentimentalismo se inmiscuyera en
sus cálculos. -
El levantamiento nacional de Belgrado había sido un hecho espontá-
neo, completamente divorciado de las actividades del minúsculo y clan-
destino partido comunista yugoslavo, patrocinado por Moscú. Tras
aguardar una semana, Stalin decidió hacer un gesto. Sus representantes
habían entablado negociaciones con Mr. Gabrilovich, ministro yugoslavo
en Moscú, y con una misión enviada desde Belgrado después de la revo-
lución.
Los progresos eran ínfimos. Durante la noche del 5 al 6 de abril, los yu-
goslavos fueron convocados urgentemente al Kremlin. Allí fueron puestos
en presencia del propio Stalin, quien les presentó un proyecto de pacto,
dispuesto para la firma. La entrevista fue rápida. Rusia se comprometía a
respetar «la independencia, los derechos de soberanía y la integridad terri-
torial de Yugoslavia», y en el caso en que este país fuese atacado por Ale-
mania, adoptaría una actitud benevolente «basada en sus amistosas rela-
ciones». Esto fue cuando menos una mueca de fraternidad. Gabrilovich se
quedó hasta la mañana discutiendo a solas con Stalin sobre la cuestión de
los suministros militares. Cuando terminó la conversación, los alemanes
estaban dando la orden de asalto.

El 6 de abril por la mañana, los bombarderos alemanes aparecieron so-


bre Belgrado. Volando en oleadas sucesivas procedentes de aeródromos
rumanos, desencadenaron sobre la capital yugoslava un ataque metódi-
co que duró tres días. Volando a ras de las techumbres, desafiando a toda
resistencia, machacaron despiadadamente la ciudad. Esta operación reci-
bió el nombre de «Castigo». Cuando por fin se hizo el silencio
el 8 de
abril, más de diecisiete mil ciudadanos de Belgrado yacían muertos
en las
calles o bajo los escombros. En medio de aquella horrenda pesadilla de
humo y fuego, los animales del parque zoológico, presa de loco pavor, es-
caparon de sus jaulas. Una clgiieña herida pasó cojeando frente al mejor

155
hotel de Belgrado, que era pasto de las llamas. Un oso, aturdido y perple-
jo, atravesó aquel infierno con paso lento y acompasado, en dirección al
Danubio. No era el único oso que no comprendía nada de cuanto ocurría
a su alrededor.
Se había llevado a cabo la operación «Castigo».
sambue
SoDIJ2/A
UB[ijsa
"A9))]
US
Ei vicealmirante Sir J> nes
Sommerville toma el =3n.
do de la flota britan 1 del
Mediterraneo orient

El embajador Franz von Pa-


pen, signatario del *-atado
de amistad germar
conversa con el 155.2
Keitel.
CAPÍTULO X
EL ENVIADO JAPONÉS
Noticias inquietantes de Extremo Oriente. — Necesidad de reforzar
Hong Kong. — Agitación en la embajada japonesa. — Mis telegramas al
Presidente, de 15 y 20 de febrero. — Visita del embajador japones, 24 de
febrero. — Nueva visita el 4 de marzo. — Ansiedad alemana ante el te-
mor de un posible conflicto entre el Japón y los Estados Unidos. — Las
tres decisiones de Tokio. — La misión de Matsuoka. — Su conferencia
con Ribbentrop, 27 de marzo. — Y con Hitler. — «Comunismo moral».
— Mi carta a Matsuoka, 2 de abril. — Su visita a Roma. — Se detiene en
Moscú. — Siniestro balance. — La afabilidad de Stalin. — Deseos del
principe Konoye sobre un acuerdo con los Estados Unidos. — Respuesta
de Matsuoka a mi carta. — La guerra japonesa. — El Gabinete decide
contemporizar. — Dimisión de Matsuoka. — Esperanzas japonesas en un
arreglo. — Los errores de tres imperios dados al cálculo.

El año nuevo había traído noticias de Extremo Oriente. La armada ja-


ponesa daba muestras de creciente actividad en las costas de la Indochina
meridional. Se señaló la presencia de buques de guerra japoneses en el
puerto de Saigón y en el golfo de Siam. El 13 de enero, el gobierno japo-
nés negoció un armisticio entre la Francia de Vichy y Siam. Corrían
rumores de que esta solución de un conflicto fronterizo en el sudeste de
Asia era el preludio de la entrada del Japón en la guerra. Al mismo tiem-
po, los alemanes ejercían incesante presión sobre sus aliados de Oriente
para que atacasen a los británicos en Singapur. «Traté —declaró Ribben-
trop en el proceso de Nuremberg— de inducir al Japón a que atacase
Singapur porque la paz con Inglaterra era imposible, y no sabía qué me-
didas militares cabía tomar para conseguir este objetivo. Sea como sea, el
Fúbrer me ordenó que intentara todo lo posible por la vía diplomática por
debilitar la posición de Inglaterra, y así obligarla a pedir la paz. Creímos
que el mejor medio era provocar un ataque del Japón contra la fuerte po-
sición de Inglaterra en el Asia oriental».1

En los días a que he hecho alusión llegaron varios telegramas de nues-


tro comandante en jefe en Extremo Oriente, pidiendo refuerzos para
Hong Kong. Yo no estaba de acuerdo con sus puntos de vlsta.

1. Documentos de Nuremberg, Parte X, p. 200,

157
—,

Primer Ministro al general Ismay. 7-1-41


Todo eso es un error. Si el Japón nos declara la guerra, no existe la más
mínima probabilidad de sostener Hong Kong o de llevarle socorros. Sería
una insensatez perder allí más de lo que vamos a perder. En lugar de au-
mentar la guarnición, es menester reducirla a una proporción estrictamente
simbólica. Cualesquiera que sean los problemas que surjan, los resolvere-
mos en la Conferencia de la Paz después de la guerra. Debemos evitar des-
menuzar nuestros recursos diseminándolos en posiciones insostenibles. El
Japón lo pensará mucho antes de deelarar la guerra a la Gran Bretaña, y
que en Hong Kong haya dos o seis batallones poco les importará. Desearía
que tuviéramos menos tropas allá, pero si sacáramos algunas se notaría de-
masiado y tal vez resultaría peligroso.

Más tarde se verá que me indujeron a cambiar de opinión y que man-


daron allá dos batallones canadienses de refuerzo.

Durante la segunda semana de febrero me enteré de que había gran


revuelo y agitación en la embajada y entre la colonia japonesa de Lon-
dres. Reinaba entre ellos un visible estado de excitación; las conversacio-
nes se desarrollaban sin reservas. A la sazón, nosotros mantuvimos los
ojos y los oídos bien abiertos. Varios informes llegados hasta mí me die-
ron la inequívoca impresión que habían recibido órdenes de su pais de ha-
cer las maletas sin pérdida de tiempo. Esta agitación entre gentes por lo
regular tan reservadas me hizo temer que se estaba preparando una agre-
sión armada contra nosotros, y creí oportuno comunicar mis temores al
Presidente.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 15-11-41


Dispersos pero significativos indicios parecen señalar que el Japón tiene
el propósito de declararnos la guerra, o de hacer algo que nos obligue a de-
clarársela dentro de las próximas semanas o meses. No estoy convencido
del todo de que no se trate de una querra de nervios para encubrir las intru-
siones japonesas en Siam e Indochina. Sin embargo, creo que es mi deber
informarle que si se nos echara encima todo el peso de la escuadra japone-
sa, nos encontraríamos ante situaciones que rebasarían la capacidad de
nuestros recursos navales. Personalmente no creo que los japoneses se de-
cidan a empeñar la enorme expedición militar que haría falta para poner si-
tio a Singapur. Los japoneses ocuparían sin duda todos los puntos estratégi-
cos y las explotaciones petrolíferas de las Indias Orientales holandesas que
tanto codician, situándose de esta forma en una posición muchísimo más
ventajosa para un ulterior ataque en gran escala contra Singapur. Desde
allí también podrían efectuar incursiones contra los puertos australianos y
neozelandeses, con lo cual causarían gran alarma en dichos Dominios, que
ya han mandado al Oriente Medio sus combatientes mejor adiestrados.
Pero los ataques que más temo son los que podrían llevar a cabo los corsa-
rios de superficie, incluyendo también cruceros acorazados, contra nuestras
rutas comerciales y vías de comunicación en el Pacífico y el océano Índico.
Exponiéndonos a un desastre en otros lugares, podríamos mandar algunos
buques potentes a aquellas aguas, pero entonces todo el tráfico comercial

158
tendría que hacerse con convoyes y las escoltas serían escasas y a intervalos
demasiado largos. No solamente esto representaría una nueva y gravosa
restricción, así como una perturbación de nuestra economía de guerra, sino
que significaría poner fin a los refuerzos de los ejércitos que habíamos pla-
neado para Oriente Medio a base de fuentes australianas e hindúes. Cual-
quier amenaza de invasión de Australia o Nueva Zelanda nos obligaría, des-
de luego, a retirar a nuestra flota del Mediterráneo oriental, con repercusio-
nes militares posiblemente desastrosas, y la certeza de que Turquía tendría
que buscar algún arreglo para la reapertura del tráfico y los suministros ale-
manes de petróleo del mar Negro. Ya ve usted, pues, señor Presidente, la
espantosa debilitación de nuestro esfuerzo bélico que provocaría el mero
hecho de que el Japón enviara sus cruceros acorazados Y SUS doce cruceros
con cañoles de 8 pulgadas a los océanos orientales, con mayor razón si gra-
vitara sobre las dos democracias de la Australasia del Pacífico meridional
una amenaza segura de invasión.
Hay quien cree que el Japón, dada su actitud actual, no vacilará en co-
rrer el riesgo, o provocar una guerra contra la Gran Bretaña y los Estados
Unidos. Personalmente, creo que las probabilidades están resueltamente
contra esto, pero nunca se sabe lo que puede ocurrir. Todo cuanto usted
pueda hacer por inspirar al Japón el temor de una doble guerra, contribuirá
a alejar el peligro. Si, a pesar de todo, entran en el conflicto contra nosotros
y nos encontramos solos, no resultaría fácil exagerar la gravedad de las con-
secuencias.

La agitación entre los japoneses de Londres cesó con la misma rapidez


con que había empezado. El silencio y el decoro oriental reinaron de nue-
vo en el ambiente.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 20-11-41


Tengo mejores noticias sobre el Japón. Al parecer, Matsuoka va a visitar
Berlín, Roma y Moscú dentro de breve plazo. Esto puede muy bien ser una
añagaza diplomática para encubrir la ausencia de una acción contra la
Gran Bretaña. Si el ataque japonés, que parecía inminente, es aplazado, se
debe sin duda al temor a los Estados Unidos. Cuanto más podamos especu-
lar sobre este temor, mejor, pero comprendo perfectamente las dificultades
con que usted está tropezando para la aprobación de la ley de Préstamo y
Arriendo, que es la base de todas nuestras esperanzas. El contenido de mi
último mensaje personal y secreto referente a las consecuencias navales
que provocaría una agresión japonesa contra la Gran Bretaña, siguen en vi-
gor en todas las circunstancias.

El 24 de febrero vino a verme el embajador japonés, Mr. Shigemitsu.


De la entrevista se guardó la siguiente memoria:

Yo hice hincapié en las largas y amistosas relaciones entre los dos países,
mis sentimientos personales desde la alianza con el Japón en 1902 y el gran
deseo que nos anima a todos de no turbar nuestra amistad. El Japón no po-
día esperar que nosotros viéramos con agrado lo que está ocurriendo en
China, pero habíamos mantenido una actitud de correcta neutralidad, una
neutralidad desde luego muy diferente de la que observamos cuando les

159
prestamos nuestra ayuda en su guerra con Rusia. No teníamos la menor in-
tención de atacar al Japón, y nuestro mayor deseo era verle próspero y en
paz y le dije que sería una lástima que ahora, teniendo a China práctica:
mente en sus manos, se empeñara en una guerra contra la Gran Bretaña y
los Estados Unidos. e
El embajador me dijo que el Japón no tenía el menor propósito de atacar
nia nosotros ni a los Estados Unidos; que no abrigaba el más remoto deseo
de verse envuelto en una querra contra ninguno de estos dos países. Jamás
Intentarían atacar Singapur o Australia, y repitió varias veces que jamas LS
tentarían ganar un palmo de terreno ni entrometerse por nada en las Indias
Orientales holandesas. La única queja que tenía el Japón, dijo, era nuestra
actitud respecto a China, en el sentido de que alentaba a ésta y creaba difi-
cultades al Japón... Me creí en la obligación de recordarle el Pacto Triparti-
to que habían firmado con las potencias del Eje y que esto, naturalmente, lo
teníamos presente en todo momento. Era imposible creer que un pacto tan
favorable a Alemania y tan poco al Japón no contuviese algunas cláusulas
secretas; por otra parte, el Japón nos había inspirado algunas dudas sobre
la interpretación que daría al pacto en determinadas circunstancias. El em-
bajador dijo que ya habían dado explicaciones en su tiempo, que el único
objeto japonés era limitar el conflicto, etc. Yo le dije que el Pacto Tripartito
había sido un gran error por parte del Japón. Nada les había perjudicado
más en sus relaciones con los Estados Unidos ni nada había estrechado más
las de este país con la Gran Bretaña.

El 4 de marzo, después que él hubo tenido tiempo suficiente para co-


municar con Tokio, recibí una segunda visita del embajador Shigemitsu,
que anoté así:

Hoy ha venido a verme el embajador japonés, y con palabras sumamente


amables me ha hablado del gran deseo del Japón de no verse envuelto en
el conflicto ni llegar a una ruptura de relaciones con la Gran Bretaña. Habló
del Pacto Tripartito como de un pacto de paz, fruto exclusivamente del de-
seo japonés de limitar el conflicto. Le pregunté de un modo específico si el
pacto otorgaba al Japón el derecho de interpretar cualquier situación deter-
minada, y le resalté que ninguna provisión del pacto les obligaba a ir a la
guerra. No disintió de esto; en rigor, asintió tácitamente. Yo recibí sus segu-
ridades con cordialidad, y le pedí que transmitiese mi agradecimiento al mi-
nistro japonés de Asuntos Exteriores. No creo probable que el Japón nos
ataque, a menos que tenga la absoluta seguridad de derrotarnos. Dudo mu-
cho de que se inmiscuyan en la contienda al lado del Eje si los Estados Uni-
dos se unieran a nosotros. En todo caso, sería una locura. Sería mucho más
sensato intervenir si los Estados Unidos no se unieran a nosotros.

Este era también, aunque obedeciendo a muy diferentes razones, el


punto de vista alemán. Alemania y el Japón estaban igualmente afanosos
por destruir y repartirse el Imperio Británico, pero enfocaban el asunto
desde ángulos diferentes. El alto mando alemán argijía que los japoneses
debian lanzar a sus fuerzas armadas contra Malasia y las Indias Orienta-
les holandesas, sin preocuparse de las bases americanas del Pacífico ni de
la flota principal que formaría su flanco. Durante febrero y marzo Alema-
nia instó repetidamente al Japón a que atacara Malasia y Singapur sin
demora. Los Estados Unidos no tenían por qué preocuparles. Hitler tenía

160
bastante con la carga que pesaba sobre sus hombros y no deseaba verles
entrar en la contienda. Ya hemos visto el número de actos hostiles ameri-
canos que había pasado por alto, cualquiera de los cuales daba sobrados
pretextos para una declaración de guerra. Hitler y Ribbentrop tenían un
extraordinario empeño en que el Japón atacase a lo que ellos llamaban
«Inglaterra» —el nombre aún subsiste—, y bajo ningún concepto crearse
complicaciones con los Estados Unidos. Aseguraron a Tokio que si el Ja-
pón actuaba con energía en Malasia y las Indias holandesas, los Estados
Unidos no se atreverían a moverse. Los jefes navales y militares nipones
no estaban muy convencidos por estos argumentos, a los que por otra
parte no juzgaban desinteresados. A su juicio, había que descartar cual-
quier operación en el sudeste asiático a menos que la precediera un ata-
que contra las bases americanas, o se llegase a un acuerdo diplomático
con los Estados Unidos.
Del fondo del complicado escenario político del Japón parece que
decisiones surgieron en aquel entonces. La primera fue mandar a Eurc
al ministro de Asuntos Exteriores, Matsuoka, a fin de comprobar por
mismo la verdad de la supremacía alemana en Europa y especialmente
cuándo tenía que empezar de veras la invasión de la Gran Bretaña.
¿Estaban las fuerzas navales inglesas tan absorbidas en la defensa de la
Gran Bretaña, que ésta no podría permitirse reforzar sus posesiones
orientales si el Japón las atacara? A pesar de haber sido educado en los
Estados Unidos, Matsuoka era un acerbo antiamericano. Quedó vivamer-
te impresionado por el movimiento nazi y el poderío de la Alemania en
guerra. Sucumbió al hechizo de Hitler. Acaso en cierto momento soñó
con desempeñar, él mismo, un papel análogo en el Japón. En segundo lu-
gar, el gobierno japonés acordó que el alto mando naval y militar debía
gozar de una libertad absoluta para planear operaciones contra la base
americana de Pearl Harbour, así como las Filipinas, las Indias Orionr
holandesas y Malasia. En tercer lugar, un estadista «liberal», «
Nomura, sería envlado a Washington a fin de explorar las po:
un acuerdo con los Estados Unidos en cuanto al Pacífico
había de servir de máscara, sino que hasta podía conducir a une
pacífica. Así se llegó a un acuerdo entre las opiniones divergentes
bía en el seno del gabinete nipón.

Matsuoka partió para su mislón el 12 de marzo. El 25, al pasar por


Moscú, sostuvo una entrevista de dos horas con Stalin y Molotov, y ase-
guró al embajador alemán, Schulenburg, que repetiría personalmente a
Ribbentrop los detalles de la conversación.
Los documentos capturados, publicados por el Departamento de Estado
americano, arrojan una luz meridlana sobre la misión de Matsuoka y sobre
la disposición de ánimo y la manera de pensar de los alemanes. El 27 de
marzo, el enviado japonés fue cordialmente recibido en Berlín por Ribben-
trop como si se tratase de su alma gemela. El ministro de Asuntos Exterio-
res del Reich se extendió largamente sobre la potencia de su país. Dijo:

161
. Du-
Alemania había llegado a la fase final de su batalla contra Inglaterra
ivos ne-
rante el invierno anterior, el Fiihrer había hecho todos los preparat
combate a In-
cesarios para poner a Alemania en disposición de presentar
ón acaso la
glaterra dondequiera que fuese. El Fiihrer tenía a su disposici
con 240
mayor potencia militar que jamás había existido. Alemania contaba
de prime:
divisiones de combate, de las cuales 186 eran divisiones de asalto
-
ra clase y 24 eran divisiones Panzer. La Luftwaffe había crecido considera
queno
blemente, enriqueciéndose con nuevos tipos de aviones, de suerte
sino
solamente igualaba a Inglaterra y a los Estados Unidos en este terreno,
que tenía sobre ellos una superioridad definitiva. -
un nú-
Al estallar la guerra, la armada alemana no contaba más que con
mero relativamente pequeño de acorazados. No obstante, los que estaban
no tarda-
en construcción habían sido terminados, de manera que el último
Mun-
ía en entrar en servicio. Contrariamente a cuando la Primera Guerra
dial, esta vez la armada alemana no se había quedado en los puertos, sino
que desde el primer día había sido movilizada contra el enemigo. Matsuoka
las
debía de estar probablemente enterado de que, en las últimas semanas,
las
grandes unidades navales alemanas habían interceptado con gran éxito
líneas de abastecimiento entre Inglaterra y América.!
El número de submarinos empleados hasta ahora era muy pequeño.
Nunca habían pasado de ocho o nueve unidades a la vez las que habían
operado contra el enemigo. Sin embargo, estos submarinos, actuando de
consuno con la Luftwaffe, habían hundido 750.000 toneladas mensuales
durante enero y febrero, y en cualquier momento Alemania podía presentar
pruebas fehacientes de ello. Además, esta cifra no incluía las pérdidas sufri-
das por Inglaterra por causa de las minas flotantes y magnéticas. A princi-
pios de abril, el número de submarinos aumentaría de ocho a diez veces, de
manera que cabría tener constantemente operando contra el enemigo de
sesenta a ochenta submarinos. Al principio, el Fihrer había seguido la tácti-
ca de emplear pocos submarinos contra el enemigo, utilizando el resto para
el adiestramiento del personal para una flota más considerable, al objeto de
poder asestar más adelante el golpe que habría de derribar a Inglaterra. Por
consiguiente, el tonelaje que se hundiría en lo sucesivo podía ya considerar-
se definitivamente superior al hundido hasta ahora. En estas circunstancias,
el arma submarina constituía por sí sola un instrumento mortal de guerra.
En el continente europeo, Alemania no tenía prácticamente ningún ene-
migo de consideración, salvo las escasas tropas británicas que quedaban en
Grecia. Alemania aniquilaría cualquier tentativa inglesa de desembarcar en
Europa y atrincherarse en ella. Por consiguiente, no toleraría la permanen-
cia de Inglaterra en Grecia. La cuestión griega era de importancia secunda-
ría, pero con el ataque a Grecia, probablemente inevitable, se ganarían posi-
clones dominantes para futuras operaciones en el Mediterráneo oriental.
En Africa, últimamente, los italianos han tenido mala suerte, porque sus
tropas no estaban familiarizadas con la guerra de tanques y, además, care-
cian de material de defensa antitanque; por lo que para las divisiones blin-
dadas británicas había sido relativamente fácil capturar algunas posiciones
italianas de escasisima importancia. Todo ulterior avance británico había
quedado definitivamente bloqueado. El Fiihrer ha mandado a Trípoli a uno
de los jefes militares alemanes más capacitados, el general Rommel, junto
con suficientes tropas alemanas. La esperanza de que el general Wavell ata-
case, desgraciadamente no se ha visto confirmada. Los británicos han teni-

1. Esto hace referencia a la salida del «Scharnhorst» y el «Gneisenau» al Atlántico en fe-


brero y marzo.

162
do algunas escaramuzas con los alemanes en un puesto avanzado, e inme-
diatamente han abandonado toda intención de atacar. Si por casualidad
intentasen un nuevo ataque contra Tripolitania, correrían a una derrota
aniquiladora. Aquí también ha de volverse la tortilla algún día y los británi-
cos desaparecerán del norte de África, quizá mucho más aprisa de lo que
llegaron.
En el Mediterráneo, la aviación alemana había trabajado eficazmente du-
rante los dos últimos meses, infligiendo duras pérdidas marítimas al enemi-
go, que resistía con tenacidad. El Canal de Suez había estado mucho tiem-
po bloqueado, pero lo sería de nuevo. Ya no sería nada divertido para los
británicos sostenerse en el Mediterráneo.
Resumiendo, pues, la situación militar de Europa, habíamos de llegar a la
conclusión de que, en la esfera militar, el Eje era el dueño absoluto de Euro-
pa continental. Un vasto ejército aguardaba, prácticamente ocioso, las órde-
nes de Alemania, y cabía emplearlo en el lugar y la hora que el Fúhrer con-
siderara necesarios.

Abandonando la escena militar por la política, Ribbentrop dijo:

Podía informar confidencialmente a Matsuoka de que las actuales rela-


ciones con Rusia eran correctas, desde luego, pero no muy amistosas. Des-
pués de la visita de Molotov, durante la cual le fue ofrecido acceso al Pacto
Tripartito, Rusia había impuesto unas condiciones inaceptables. Entrañaban
el sacrificio de los intereses alemanes en Finlandia, la cesión de bases en los
Dardanelos y una fuerte influencia soviética en los Balcanes, principalmente
en Bulgaria. El Fúhrer no había querido acceder porque era de la opinión
de que Alemania no podía suscribir permanentemente semejante política
rusa. Alemania necesitaba por encima de todo la península balcánica por
razones de economía, y no estaba dispuesta a verla pasar bajo el dominio
soviético. Por este motivo había dado una garantía a Rumanía y este gesto
había desagradado a Rusia. Alemania había tenido también necesidad de
estrechar sus relaciones con Bulgaria a fin de conquistar un puesto ventajo-
so desde el cual arrojar a los británicos de Grecia. Alemania se había visto
obligada a seguir este camino, pues, de lo contrario, dicha campaña no hu-
biera sido posible. Esto tampoco había gustado a los rusos.
En estas circunstancias, las relaciones con Rusia eran exteriormente nor-
males y correctas. Sin embargo, los rusos venían haciendo desde algún
tiempo acá demostraciones de enemistad hacia Alemania siempre que te-
nían ocasión. La declaración hecha a Turquía sólo unos días atrás era una
prueba de ello. Alemania tenía la certidumbre de que desde que sir Stafford
Cnipps había sido nombrado embajador en Moscú, los lazos entre Inglaterra
y Rusia venían siendo cultivados en secreto y hasta en cierto modo abierta-
mente. Alemanía vigilaba estos acontecimientos con toda atención.

Ribbentrop continuó:

Conocía a Stalin personalmente y no le suponía inclinado a la aventura;


pero nunca se podía estar seguro. En todo caso, los ejércitos alemanes del
Este estaban preparados. Si un día Rusia adoptara una actitud que pudiese
considerarse como una amenaza a Alemania, el Fihrer aplastaría a Rusia.
Alemania estaba segura de que una campaña contra Rusia terminaría con
una victoria absoluta de las armas alemanas y el aplastamiento total del
ejército y el Estado rusos. El Fihrer tenía el convencimiento de que, en

163
caso de acción contra la Unión Soviética, en pocos meses Rusia cesaría de
ser una gran potencia. En todo caso, el Fúhrer no fiaba tan sólo en los tra-
tados con Rusia, sino que contaba sobre todo con la Wehrmacht.
Tampoco había que olvidar que la Unión Soviética, pese a sus protestas
en sentido contrario, seguía haciendo propaganda comunista en el extranje-
ro. Estas actividades propagandísticas subversivas intentaba continuarlas no
solamente en Alemania, sino hasta en países ocupados, como Francia, Bél-
gica y Holanda. Para Alemania, esta propaganda, desde luego, no constituía
peligro alguno. Pero Matsuoka sabía muy bien a qué había conducido des-
graciadamente en los demás países. Como ejemplo, el ministro de Asuntos
Exteriores del Reich citó los Estados bálticos, en donde hoy, un año después
de la ocupación rusa, la intelligentsia había sido literalmente barrida y las
condiciones de vida habían descendido a un nivel espantoso Alemania esta-
ba en guardia y jamás permitiría que Rusia representara un peligro para
ella.
Además, Alemania tenía que protegerse a retaguardia para su batalla fi-
nal contra Inglaterra. Por consiguiente, no toleraría ninguna amenaza por
parte de Rusia, en el supuesto de que esta amenaza revistiera alguna grave-
dad. Alemania deseaba conquistar Inglaterra lo más rápidamente posible, y
no permitiría que nada la apartase de su objetivo.

Semejantes expresiones eran muy graves para que las manifestara un


ministro de Asuntos Exteriores del Reich en tal ocasión. Ciertamente,
Matsuoka no pudo quejarse de no haber sido informado con toda clase
de pormenores. Luego, Ribbentrop había proseguido:

La guerra ya estaba definitivamente ganada por el Eje. En todo caso, ya


no cabía perderla. Era sólo cuestión de tiempo que Inglaterra reconociese su
derrota. Cuándo, era imposible predecirlo, desde luego. Podía ser muy
pronto. Dependería de los acontecimientos de los dos o tres meses próxi-
mos. Sin embargo, era sumamente probable que Inglaterra capitulase en el
transcurso del año actual.

Finalmente, hablando de América, dijo:

No había duda de que la Gran Bretaña hubiera abandonado la guerra


haría ya mucho tiempo si Roosevelt no hubiera dado siempre nuevas espe-
ranzas a Churchill. Era difícil predecir cuáles eran a la larga las intenciones
de Roosevelt. Pero habría de transcurrir mucho tiempo antes de que la ayu-
da americana en municiones alcanzara plena efectividad, y aun entonces la
calidad de los aviones enviados sería dudosa. Un país alejado de la guerra
no podía fabricar aparatos de buena calidad. Los aviones con que los avia-
dores alemanes hasta ahora habían tenido ocasión de medir sus fuerzas, ha-
bían sido callficados de «chatarra».

El Pacto Tripartito, dijo, tenía como objetivo primordial atemorizar a


América y mantenerla alejada del conflicto. El enemigo principal del Nue-
vo Orden era América, que era tan enemiga del Japón como de las po-
tenclas del Eje.
Ribbentrop afirmó a continuación que el Fúhrer, tras madura reflexión,
consideraba que sería ventajoso que el Japón se decidiese cuanto antes a

164
tomar parte activa en la guerra contra Inglaterra. Un ataque rápido con-
tra Singapur, por ejemplo, sería un golpe que contribuiría en gran modo
al derrumbamiento de Inglaterra. Si hoy, en guerra contra Inglaterra, el
Japón lograra un golpe de mano afortunado en Singapur, Roosevelt se
encontraría en una situación muy difícil. Si declaraba la guerra al Japón
debía esperar que la cuestión filipina se resolviese en favor del Japón.
Probablemente reflexionaría mucho antes de exponerse a tan grave per-
dida de prestigio. Por otra parte, el Japón, gracias a la conquista de Sin-
gapur, ganaría una posición absolutamente dominante en aquella parte
del Asia Oriental. Cortarían, por decirlo así, «el nudo gordiano».

Después de un intervalo para almorzar, Matsuoka fue recibido por el


Fúhrer. Hitler insistió en lo que ya había dicho sobre las victorias alema-
nas. Desde el comienzo de la guerra, habían sido aniquiladas sesenta divi-
siones polacas, seis noruegas, dieciocho holandesas, veintidós belgas y
ciento treinta y ocho francesas, mientras doce o trece divisiones británicas
habían sido arrojadas del continente. La resistencia a la voluntad de las
potencias del Eje se había hecho imposible. Hitler siguió hablando de las
pérdidas británicas en tonelaje. La verdadera guerra submarina apenas
había empezado. En el mes actual y en los venideros, la potencia maríti-
ma se vería mermada en proporciones que rebasarían enormemente la ci-
fra de sus pérdidas actuales. Alemania tenía el dominio del aire, pese a las
pretensiones británicas en sentido contrario. Los ataques de la Luftwaffe,
en el curso de los próximos meses, aumentarían en extensión e intensi-
dad. La efectividad del bloqueo alemán hacía que el racionamiento fuese
más riguroso en Inglaterra que en Alemania. Entre tanto, la guerra segui-
ría su curso, en espera del golpe final contra Inglaterra.
Matsuoka escuchó con atención toda esta arenga. Dio las gracias por la
franqueza con que se le había tratado. Dijo que en conjunto estaba de
acuerdo con los puntos de vista del Fúhrer. En el Japón, lo mismo que en
otros países, había ciertos círculos intelectuales que sólo un hombre dota-
do de una enérgica personalidad podía mantener bajo un rígido control.
El Japón entraría en acción de una forma decisiva siempre y cuando estu-
viera seguro de que, al no hacerlo, podía perder una oportunidad que
sólo suele presentarse una vez cada mil años, Había explicado a los dos
príncipes de la familia imperial japonesa que no slempre cabía que los
preparativos fuesen completos y perfectos. Había que correr algún riesgo.
Que el Japón atacara, sólo era cuestión de tiempo. Los políticos vacilan-
tes optarían siempre por el aplazamiento, y obrarían obedeciendo en par-
te a una actitud pro británica o pro americana. Personalmente, su deseo
era que el ataque se produjese cuanto antes. Desgraciadamente, él no go-
bernaba el Japón, pero procuraría atraer a los gobernantes a secundar su
punto de vista. Un día u otro lo conseguiría, por supuesto, pero dadas las
circunstancias actuales, no podía contraer en nombre del Imperio japonés
ningún compromiso de entrar inmediatamente en acción. Estudiaría dete-
nidamente estas cuestiones a su regreso. No podía asumir ninguna res-

165
ponsabilidad concreta, pero personalmente haría cuanto estuviese en su
mano. Estas manifestaciones representaban una reserva digna de conside-
ración,
Luego se refirió a la conferencia que había sostenido con Stalin a su
paso por Moscú. Al principio su intención había sido hacer una simple vi-
sita de cortesía a Molotov, pero el gobierno ruso había propuesto una reu-
nión entre él, Stalin y Molotov. Había conversado con Molotov, contando
el tiempo para las necesarias traducciones, acaso unos diez minutos, y
con Stalin veinticinco. Había dicho a Stalin que los japoneses eran comu-
nistas morales, si bien él no creía en el comunismo político ni económico.
Este ideal japonés del comunismo político había sido derribado por el libe-
ralismo, el individualismo y el egoísmo, frutos del Occidente. La lucha
ideológica en el Japón era sumamente acerba, pero los que luchaban por
la restauración de los viejos ideales estaban convencidos de que al final
vencerían. Los anglosajones representaban el mayor obstáculo a la im-
plantación del Nuevo Orden. También había dicho a Stalin que, después
del colapso del Imperio Británico, las diferencias entre Rusia y el Japón
quedarían eliminadas. Los anglosajones eran el enemigo común del Ja-
pón, Alemania y la Rusia soviética. Después de ligera reflexión. Stalin ha-
bía declarado que la Rusia Soviética nunca había hecho buenas migas
con la Gran Bretaña, ni las haría jamás.

Las conversaciones de Berlín continuaron durante todo el 28 y 29 de


marzo sin que se alterase su tónica general: primero, los alemanes se es-
forzaron por inducir al Japón a atacar al Imperio Británico; segundo, ad-
mitieron que sus relaciones con Rusia eran inseguras; y tercero. confesa-
ron claramente que Hitler anhelaba evitar todo conflicto con los Estados
Unidos.
Matsuoka no consiguió una respuesta categórica ni a si Alemania se-
guía pensando, como antes, en efectuar un desembarco en Inglaterra, ni a
cuál era el espíritu que a la sazón presidía las relaciones germanosoviéti-
cas. Á su pregunta de si a su paso por Moscú durante el regreso debía
tocar sólo ligeramente las cuestiones políticas o atacarlas a fondo, Ribben-
trop le hizo contestar por el intérprete: «Será mejor que considere su visi-
ta como una simple formalidad.»!

Aunque desconocía, por supuesto, la sustancia y el carácter de estas


conversaciones secretas de Berlín, pero profundamente impresionado por
su importancia, pensé en servirme del embajador japonés, a quien Mat-
suoka había convocado a una entrevista en el continente, para que aquél
comunicara a su jefe algunas consideraciones. Shigemitsu, que, si era hos-
til a Inglaterra y a los Estados Unidos y trabajaba en favor de la guerra

1. Kordt, Wahn und Wirklichkeut, p. 301.

166
o e
ser un hombre sumamente
contra nosotros tenía que ir mi mens aje. En bss A balador
de tran smit
un gesto halagado la misión pts
carta fue telegraflada a nues
gó a salir de Inglaterra, Y mi a su regr eso po
e a Matsuoka
en Moscú para que la entregas
riano.
-1V-41
2-1
Mr. Churchill a M. Yosuke Matsuoka.
que, a sa deberían me
Me permito sugerirle algunas pre ¿ e
o
ecer la atención del Gobierno Imperial Japonés y su del mar ni o
¿Consegu iría Alemani a, no teniendo el dominio
! A ss
Bretaña durante la primavera, A
tánico, invadir y conquistar la Gran
a semejante empresa? ¿No sen
o el otoño de 1941? ¿Intentará Alemani se
Japón esperar a que estas preguntas
conveniente para los intereses an
ontestado por sí mismas* sel
ie:
la navegación británica lo bastante
de ¿Será la pra alemana contra
llegue a las costas británicas,
potente para evitar que la ayuda americana
transforman sus industrias
mientras los Estados Unidos y la Gran Bretaña
para fines de guerra? . A
¿ha hecho más o menos
3. La adhesión japonesa al Pacto Tripartito,
probable la entrada de los Estados Unidos en la guerra?
lado de Inglaterra, y
4. Si los Estados Unidos entraran en la contienda al
idad naval de las
el Japón se alineara con las potencias del Eje, la superior
en Euro-
dos naciones de habla inglesa, ¿no capacitaría a éstas para liquidar
contra el Ja-
pa a las potencias del Eje antes de lanzar sus fuerzas unidas
pón?
5. ¿Constituye Italia una ayuda o una carga para Alemania? ¿Es tan
buena la flota italiana en el mar como sobre el papel? ¿Y es tan buena so-
bre el papel como solía serlo?
6. ¿Será la aviación británica más potente que la alemana antes de ter-
minar el año 1941 y muchísimo más potente antes de expirar el 1942?
7. Los muchos paises hoy tiranizados por el ejército alemán y la Gesta-
po, ¿aprenderán a querer más a Alemania o a quererla menos a medida
que pasen los años?
8. ¿Es cierto que la producción americana de acero en el año 1941 será
de 75 millones de toneladas y la de la Gran Bretaña de unas 12,5, for-
mando un total de cerca de 90 millones de toneladas? Si Alemania fuese
derrotada, como lo fue la última vez, los 7 millones de toneladas de la pro-
ducción japonesa, éno serían insuficientes para sostener una guerra sin
apoyo de nadie?
De la adecuada respuesta a estas preguntas puede surgir que el Japón
evite una catástrofe, así como una' notable mejora de las relaciones del
Japón con las dos grandes potencias navales de Occidente.

Cuando escribí esta carta quedé bastante satisfecho de ella, y ahora, al


releerla, sigo creyendo que no estaba del todo mal. ;

Entre tanto, : Matsuoka había Ido


' a Roma, ; en donde e vio
vi a Mussolini
Papa. Ahora tenemos la memoria oficial alemana de lo que contó a e
el 4 de abril, cuando regresó a Berlín. El Duce, dijo, le informó
sobre la
guerra de Grecia, Yugoslavia y el norte de África, así como de la
partici-

167
pación de Italia en estos acontecimientos. Finalmente, habló de la Rusia
soviética y de América. El Duce dijo que lo que hacía falta era que cada
cual tuviera una visión clara de la importancia de sus adversarios. El ene-
migo número uno era América; la Rusia soviética sólo venía en segundo
lugar. Por estas observaciones, el Duce le había dado a comprender que
siendo América el enemigo número uno, había que vigilarla estrechamen-
te, pero sin provocarla. Por otra parte, había que estar preparado para to-
das las eventualidades. Matsuoka había manifestado su conformidad con
estas teorías.

Antes de emprender el viaje de regreso a su país en el transiberiano,


Matsuoka se detuvo una semana en Moscú, en donde sostuvo Varias y
prolongadas conversaciones con Stalin y Molotov. La única referencia
que tenemos de ellas es la que transmitió a Berlín el embajador Schulen-
burg, a quien, naturalmente, sólo se dijo lo que rusos y japoneses quisie-
ron que supiese. Pareció que todas aquellas afirmaciones, exactas O exa-
geradas, sobre la potencia de Alemania, no habían conseguido convencer
al enviado nipón. La actitud cauta de los dirigentes alemanes en cuanto a
un eventual choque armado con los Estados Unidos había hecho mella
en el ánimo de Matsuoka. Al propio tiempo, el lenguaje de Ribbentrop le
había advertido el amenazador y cada vez más infranqueable abismo que
se abría entre Alemania y Rusia. Es imposible saber qué dijo de todo esto
a sus nuevos huéspedes. Pero cabe conjeturar que, valiéndose de su posi-
ción ventajosa para observar el panorama, mayormente después que
hubo recibido de sir Stafford Cripps la versión telegráfica de mi carta con
las preguntas que en ella le formulaba, Matsuoka debió de sentirse más
cerca de Molotov que de Ribbentrop. Puesto en el fiel de una balanza
cuyos brazos representaban otras tantas naciones poderosas, el Japón ha-
bía sido requerido por Alemania a dar el irrevocable paso de una declara-
ción de guerra a la Gran Bretaña y, con ella, a declarar potencialmente la
guerra a todo el mundo de habla inglesa. Rusia tan sólo le pedía que ga-
nase tiempo, que esperase y observase. Desde luego, Matsuoka no creía
que la Gran Bretaña estuviese acabada; no estaba seguro de lo que iba a
ocurrir entre Alemania y Rusia, ni se sentía inclinado, o acaso carecía de
poderes para ello, a comprometer a su país a una acción definitiva. Prefe-
fía en gran medida un pacto de neutralidad, que al menos daría tiempo
para asistir al desarrollo de los acontecimientos imprevisibles, como así
ocurrió.
En consecuencia, cuando Matsuoka fue a hacer a Schulenburg su visi-
ta de despedida el 13 de abril, manifestó, con sorprendente minuciosidad,
que a última hora se había concertado un pacto niposoviético de neutrali-
dad, que «según todas las probabilidades sería firmado aquella misma tar-
de a las dos, hora local». Ambas partes habian hecho concesiones sobre la
disputada isla de Sajalin. Este nuevo acuerdo, aseguró al embajador
alemán, en nada afectaba al Pacto Tripartito. Añadió que los periodistas
americanos e ingleses que habían dicho que su viaje a Moscú había cons-

168
tituido un completo fracaso, ahora tendrían que rectificar, reconociendo
que la política japonesa había conseguido un gran triunfo, el cual no po-
día por menos de producir sus efectos en Inglaterra y América. ]
Schulenburg ha descrito las demostraciones de unidad y camaradería
preparadas por Stalin en la estación del ferrocarril en el momento de par-
tir Matsuoka para el Japón. La salida del tren se retrasó una hora por
causa de los saludos y ceremonias, aparentemente inesperadas tanto por
los japoneses como por los alemanes. Stalin y Molotov hicieron su apañ-
ción, saludaron a Matsuoka y a los japoneses con una afabilidad digna de
mención y les desearon buen viaje. Después Stalin preguntó públicamente
por el embajador alemán: «Y cuando me vio —dijo Schulenburg—, se
acercó a mí y me pasó un brazo por encima de mi hombro. * Debemos se-
guir siendo amigos —me dijo—. Usted debe hacer ahora lo necesario por
conseguirlo.” Luego Stalin se volvió hacia el agregado militar alemán y
después de asegurarse de su identidad, le dijo: “Nosotros seguiremos sien-
do amigos de ustedes a todo evento.” Stalin —añadió Schulenburg—
nos dirigió estos saludos deliberadamente, a sabiendas de que llamaba la
atención de las numerosas personas que se hallaban presentes.»
Estos abrazos fueron una vana ficción. Stalin tenía que conocer forzo-
samente por sus informadores el enorme despliegue de fuerzas alemanas,
que a la sazón empezaban a llegar a conocimiento de nuestros servicios
de información, a lo largo de la frontera rusa. Sólo faltaban diez semanas
para que Hitler desencadenase su terrorífica embestida contra Rusia. Hu-
bieran faltado únicamente cinco semanas, de no haber sido por la demora
causada por la querra en Grecia y Yugoslavia.

A fines de abril, Matsuoka regresó a Tokio después de su visita a Euro-


pa. Fue recibido en el aeropuerto por el primer ministro, príncipe Konoye,
quien le comunicó que aquel mismo día los japoneses habían estado estu-
diando las posibilidades de una inteligencia con los Estados Unidos res-
pecto al Pacífico. Esto era contrario al programa de Matsuoka. Aunque
presa de dudas, seguía siendo en el fondo un creyente en la victoria final
de Alemania. Apoyado por el prestigio del Pacto Tripartito y el tratado de
neutralidad firmado con Rusia, no veía la necesidad de conciliarse con los
americanos, quienes, en su opinión, jamás arrostrarían simultáneamente
una guerra con Alemania en el Atlántico y otra con el Japón en el Pacífi-
co. El ministro de Asuntos Exteriores se encontró, por consiguiente, frente
a una corriente de opinión en el seno del gobierno muy diferente de la
suya. Á pesar de sus vehementes protestas, los japoneses decidieron con-
tinuar las negociaciones empezadas en Washington, así como a ocultarlas
a los alemanes. El 4 de mayo, Matsuoka tomó la responsabilidad de infor-
mar al embajador alemán del texto de una nota americana al Japón, ofre-
ciendo llegar a un acuerdo general sobre el Pacífico, que comenzaría por
la mediación americana entre China y el Japón. El principal obstáculo de
la proposición americana era la exigencia de que el Japón evacuara Chi-
ha antes que todo.

169
Mientiar entaba en Moscú, Matsuoka había recibido mi mensaje, y du-
mide em Vlaje de requeso a través de Slberla, redactó una nota en tono de
tua an sequedad, uu despachó a su llegada a Tokio.

My Mautsuoka a Mr. Winston Churchill. 22-14-41


Excelencia,
Acobo de regresar de int vlaje y me apresuro a acusarle recibo de un pa-
pol que me (ue entregado en Moscú por sir Stafford Cripps la tarde del 12
del corente, con la observación de que era una copia en sustancia de una
varia a ml diitlalda, fechada en Londres el 2 de abril de 1941, y luego expe-
dida n Toldo,
Deseo vxpuesarle nu reconocimiento por las facilidades que su Gobierno
Re esforsó por procurar a nuestro embajador cuando éste quiso reunirse
conmigo en el continente, Sentí una gran contrariedad cuando supe que no
pudita venir, Vuecencia puede descansar en la confianza de que la política
uxterlor del dapón ostá establecida después de un examen sin prejuicios de
todos los hechos y de haber pesado escrupulosamente todos los elementos
de la situación ante la cual nos encontramos, sin perder un solo momento
de vista la gran ambición y asplración raciales de implantar lo que nosotros
denominamos Hakko-Ichlu, o concepto japonés de la paz universal, según
el cual no puede haber conquistas, ni opresión ni explotación de un pueblo
por otra pueblo. Y una vez trazada esta línea de conducta, creo superfluo
decir a Vuecencia que será seguida con resolución, pero también con la má-
Nima circunspección, ajustándola en sus detailes a la evolución de las cir-
cunstaticias.
Sor vl humilde servidor de Vuestra Excelencia,
YOSUKE MATSUOKA

Matsuoka y sus colegas del gobierno japonés no tardaron en enfrentar-


se con una situación que requirió, en efecto, un «examen sin prejuicios».
El 23 de junio, una semana después de la invasión de Rusia por Hitler.
tuvo lugar una reunión del gabinete japonés y de funcionarios de la Impe-
mal casa. Matsucka se encontró en una posición irmemediablemente débil.
Había «perdido cara» porque no había conocido las intenciones de Hitler
de atacar a Rusia. Habló en favor de aliarse con Alemania, pero la opi-
nión de la mavoña fue contraria. El gobierno decidió adoptar una política
de compromiso. Había que aumentar los armamentos. Se invocó el ar-
tículo 5 del Pacto Tripartito, que declaraba que el instrumento no era vá-
hdo contra Rusia. Alemania debía ser notificada confidencialmente de que
e Japón luchañía contra el «bolchevismo en Asia», y el tratado de neutra-
Basd con Rusia fue invocado para justificar la no intervención en la gue-
rra germanorusa. Por otra parte, se acordó no suspender los planes tra-
zados para los mares del Sur y completar la ocupación de la Indochina
mendonal Estas dedsiones no agradaron a Matsuoka. A fin de provocar
l agzadión en pro de la entrada en guerra al lado de Alemania, hizo im-
pranir uno de sus discursosen forma de folleto para distribuirlo profusa-
mente. El gobierno japonés recogió los ejemplares. El 16 de juho, cesó

10
Pero así como el gabinete japonés no estaba dispuesto a seguir la este-
la de la política alemana, su política no representaba un triunfo para los
moderados en la vida pública nipona. El fortalecimiento de las fuerzas ar-
madas japonesas fue llevado adelante y se establecieron bases en el sur
de Indochina. Este fue un preludio para atacar a las colonias británicas y
holandesas del sudeste de Asia. Parece, por las pruebas hasta ahora con-
seguidas, que los dirigentes de la política japonesa no esperaban por otra
parte de Inglaterra ni los Estados Unidos ninguna contramedida enérgica
a su proyectado avance hacia el sur.
Así vemos, mientras avanzaba el drama mundial, cómo tres imperios
fríos y calculadores cometieron en este momento los errores más desas-
trosos para sus ambiciones y para su seguridad. Hitler había resuelto
luchar contra Rusia, que debía desempeñar tan importante papel en su
ruina. Stalin se empeñó, a un doloroso precio para Rusia, en ignorar o
subestimar el golpe que iba a caer sobre él. El Japón perdió sin duda
alguna la mejor oportunidad, en lo que valiese, de realizar sus sueños de
grandeza.
CAPÍTULO XI
EL FLANCO DEL DESIERTO. ROMMEL. TOBRUK

El flanco vital del desierto. — Disposiciones de Wavell. == Su juicio sobre


la situación el 2 de marzo. — Llegada de Rommel a Trípoli, el 12 de fe-
brero. — Su decisión de atacar. — Un gran general. — La puerta de Ag-
heila. — La insuficiencia de nuestros recursos. — Inspección personal de
Wavel y Dill, el 17 de marzo. — Mi telegrama a Wavel, 26 de marzo. —
Su respuesta. — La situación en Cirenaica. — Rommel ataca a Agheila el
31 de marzo. — El fracaso de nuestras fuerzas blindadas. — Mi telegra-
ma del 2 de abril. — Inesperada potencia del empuje alemán. — Evacua-
ción de Bengasi. — Captura de los generales Neame y O'Connor. — Im-
portancia de la posesión de Tobruk. — La decisión de Wavell. — Domi-
nio alemán del aire. — Mis instrucciones del 14 de abril. — Mi telegrama
al Presidente, 16 de abril. — La explicación de Wawvell.

Todos nuestros esfuerzos por formar un flanco en los Balcanes se ba-


saban en el firme mantenimiento de otro flanco en el desierto norteafrica-
no. Este pudo haber sido fijado en Tobruk; pero el rápido avance de Wa-
vell hacia el oeste y la captura de Bengasi nos habían dado toda la Cire-
naica, y la puerta de Cirenaica era el puerto de Agheila, en el fondo del
golfo de la Sirte. Era creencia compartida entre las autoridades de Lon-
dres y de El Cairo que este flanco era menester mantenerlo a toda costa y
con prioridad sobre todo otro objetivo. La destrucción total de las fuerzas
italianas de Cirenaica y las largas distancias terrestres a recorrer antes de
que el enemigo pudiese agrupar un nuevo ejército, inclinaron a Wavell a
la creencia de que el sostenimiento de este flanco occidental podía efec-
tuarse con una fuerza moderada y relevar a sus tropas fogueadas por
otras menos adiestradas. El flanco del desierto era la clavija de la que
pendía todo lo demás, y en ninguna parte había el menor deseo de per-
derlo ni arriesgarlo todo en interés de Grecia ni nada de cuanto ocurriese
en los Balcanes.
A finales de febrero, la 7. División Blindada británica había sido retira-
da a Egipto para descansar y reacondicionarse. Esta famosa unidad había
prestado servictos valiosísimos. Sus tanques habían recorrido muchos ca-
minos y estaban muy usados. Además, había sufrido numerosísimas bajas
en los combates y por razón del natural desgaste de toda unidad, por
cuyo motivo había quedado considerablemente mermada. Sin embargo,
aún subsistía un puñado de valientes, aguerridos, acostumbrados al de-
sierto, como no hubiéramos podido hallarlo igual en ninguna otra parte.
Fue una lástima no conservar en activo el núcleo de aquella organización

173
úínica y rehncer su potenctal mediante levas de oficiales y soldados bien
ndtestrados, frescos y ávidos de lucha, procedentes de Inglaterra, y equi-
parles con lo más escogido en materia de tanques nuevos o repuestos que
nos fuera dable encontrar. De esta forma la 7.2 División Blindada hubiera
conservado su continuidad, y su potencial hubiera resucitado.
Sólo al cabo de algunas semanas, jalonadas por importantísimas deci-
slones, me di cuenta de que la 7.2 División Blindada ya no contaba como
factor en la protección de nuestro flanco del desierto. El lugar de la 7.2
Divistón Blindada fue ocupado por una brigada blindada y parte del Gru-
po de Apoyo de la 2+* División Blindada. La 6.2 División Australiana fue
también relevada por la 9.2. Ninguna de estas divisiones estaba suficiente-
mente adlestrada y, para empeorar las cosas, fueron despojadas de buena
parte de su equipo y transportes, para destinarlos a completar los efecti-
vos de las divisiones que debían partir en breve para Grecia. La escasez
de transportes se hizo sentir con rigor y afectó a la disposición de las tro-
pas y a su movilidad. Debido a las dificultades para el sostenimiento de
las líneas de aprovisionamiento más avanzadas, una brigada australiana
quedó de retén en Tobruk, en donde también había una brigada de caba-
llería india motorizada de reciente formación que a la sazón estaba ins-
truyéndose.

Los comunicados de nuestro servicio de información empezaron a ins-


pirar serias inquietudes a los jefes de Estado Mayor. El 27 de febrero
mandaron un telegrama de aviso al general Wavell, concebido en estos
términos: «En vista de la llegada a Tripolitania de tropas blindadas alema-
nas y aviación, la cuestión de tomar precauciones para la defensa de
Egipto y Cirenaica ha sido estudiada aquí. Agradeceríamos telegrafiase
breve enjuiciamiento.» Este mensaje dio motivo a una respuesta muy me-
ditada que rezaba así:

2-111-41
1. Los últimos informes indican que los recientes refuerzos de Tnmipolita-
nia comprenden dos divisiones de infantería italiana, dos regimientos mato-
rizados de artillería italiana y tropas blindadas alemanas calculadas, como
máximo, en una brigada blindada. No hay pruebas de que se hayan desem-
barcado transportes mecanizados y el enemigo debe andar aún corto de
transportes. Los úttimos reconocimientos aéreos demuestran, sin embargo
un considerable incremento de transportes mecánicos en la carretera Tripo:
li-Shte.
2. De Trípoll a Agheila hay 471 millas, y hasta Bengasi, 646. Na hay
más que una carretera, y no se encuentra agua potable en unas 410 millas
de esta última distancia; estos factores, junto con la falta de transportes, li-
mitan la actual amenaza enemiga. Probablemente los alemanes podrán
acumular hasta una división y una brigada blindadas a lo largo de la carre-
tera del litoral en unas tres sernanas, y al mismo tiempo emplear posible-
mente una segunda división blindada, si la tenen disponible, mandándota
contra nuestro flanco a través del desterto, vía Hon y Marada.

174
3. Pueden tantear nuestras fuerzas en Agheila por medio de patrultas de
ofensiva y, de encontrar una resistencia débil, llegar hasta Agedabia a fin de
adelantar sus puntos avanzados de desembarque. No creo que con estas
fuerzas Intenten recuperar Bengasi.
4. Eventualmente, podrían emplear dos divislones alemanas para un ata-
que en gran escala. Esto, con una o dos divisiones más de infantería, será el
máximo sostenible vía Trípoli. Los peligros que corre la navegación, ta difi-
cultad de las comunicaciones y la proximidad del calor hacen muy improba-
ble que semejante ataque se realice antes de finales de verano. Una efectiva
interferencia naval contra los convoyes y un hostigamiento aéreo contra
Trípoli podían contribuir a prolongar este período. .
La actual amenaza de la aviación italiana en Cirenaica es casi desprecia-
ble. Por otra parte, los alemanes están sólidamente establecidos en el Medi-
terráneo central... Las tropas paracaidistas alemanas pueden ser arrojadas
sobre nuestras líneas de comunicación, combinadas con fuerzas blindadas.
No preveo que las tropas paracaidistas sean empleadas en el ataque que
probablemente se desarrollará en el próximo futuro, pero constituyen un
posible acompañamiento para un ataque en gran escala en una fecha pos-
terior.

Pero a la sazón una nueva figura hizo su aparición en el escenario del


mundo: un guerrero alemán que habrá de ocupar para siempre ur puesto
sobresaliente en los anales querreros de Alemania. Erwin Rommel nació
en Heidenheim, Wurtemberg, en noviembre de 1891. Fue un muchacho
delicado, y estudió en su casa hasta que a los nueve años entró en la es-
cuela nacional de la que su padre era director. En 1910 era oficial cadete
del Regimiento de Wurtemberg. Cuando cursó estudios en la escuela mili-
tar de Danzig, sus instructores le tenían clasificado como físicamente pe-
queño, pero fuerte. Mentalmente, no tenía nada de notable. Durante la
Primera Guerra Mundial luchó en el Argona, en Rumanta y en Italia; fue
herido dos veces y galardonado con las Insignias más altas de la Cruz de
Hierro y el orden Pour le Mérite. Entre-las dos guerras, sirvió como oficial
en un regimiento y en el Estado Mayor. Al estallar la Segunda Guerra
Mundial, fue nombrado comandante del cuartel general del Fúhrer en la
campaña polaca, y luego recibió el mando de la 7.2 División Panzer del
15.2 Cuerpo del Ejército. Esta división, apodada la «división fantasma»,
fue la cabeza de puente alemana en la rotura del frente del Mosa. Cuan-
do las fuerzas británicas atacaron Arras, el 21 de mayo de 1940, Rommel
estuvo a punto de caer prisionero. Poco después, condujo a su división
hacia Lila, pasando por La Bassée. Si este ataque hubiese sido más afor-
tunado, o si las órdenes del alto mando no lo hubiesen refrenado, acaso
hubiera logrado copar una parte considerable del Cuerpo Expedicionario
Británico, incluyendo la 3: Divislón, al frente de la cual se hallaba el ge-
neral Montgomery. Suya fue también la cabeza de puente que atravesó el
Somme y avanzó desde el Sena en dirección a Rouen, arrollando el ala
izquierda francesa y capturando grandes contingentes franceses y británi-
cos en los alrededores de St. Valéry. Su división fue la primera en llegar
al Canal y, poco después de nuestra evacuación, entró en Cherbourg, en

175
donde Rommel se posesionó del puerto y aceptó la rendición de 30.000
franceses.
Estos numerosos servicios y distinciones fueron origen de su nombra-
miento, a principios de 1941, como comandante de las tropas alemanas
en Libia. El 12 de febrero, llegó a Trípoli con su Estado Mayor personal
para luchar al lado del aliado contra el cual se había distinguido antaño.
A la sazón, las ambiciones italianas se limitaban a conservar Tripolitania,
y Rommel asumió el mando del cada vez más nutrido cuerpo expedicio-
nario alemán que a la sazón dependía del mando italiano. Rommel se
consagró inmediatamente a propugnar una campaña ofensiva. Cuando a
principios de abril el comandante en jefe italiano trató de persuadirlo de
que el Afrika Corps alemán no debía avanzar sin su permiso, Rommel
elevó una protesta, alegando que, «como general alemán, tenía que dictar
órdenes de acuerdo con las exigencias de la situación». Cualesquiera re-
servas sobre el problema de los suministros eran «infundadas». Recabó y
obtuvo plena libertad de acción.
Durante el transcurso de la campaña africana, Rommel demostró ser
un elevado maestro en el arte de conducir formaciones móviles, y muy
particularmente en la reagrupación rápida después de una acción, así
como en sacar provecho de los éxitos. Sabía combinar soberbias jugadas
estratégicas, conocía al dedillo los problemas del abastecimiento y era sar-
cástico con sus contraopinantes. Al principio, el Alto Mando alemán, que
le había dado plena libertad de acción, quedó sorprendido por sus éxitos y
sintió cierta tendencia a ponerle trabas. Su ardor y su osadía nos infligie-
ron grandes pérdidas, pero es digno del elogio que le dediqué —no sin
atraerme abundantes censuras— en la Cámara de los Comunes en enero
de 1942, cuando refiriéndome a él dije: «Tenemos frente a nosotros un
adversario osado y aguerrido y, permitaseme decirlo por encima del es-
truendo de la guerra, un gran general.» Además, es digno de todos nues-
tros respetos porque, aun siendo un leal soldado alemán, acabó odiando a
Hitler y a cuanto éste hizo, y tomó parte en la conspiración de 1944 que
quiso salvar a Alemania haciendo desaparecer al loco y al tirano. Esto le
costó la vida. En las sombrías guerras de la democracia moderna, no que-
da lugar para la caballerosidad. Las gigantescas carnicerías y los efectos
de masa ahogan todo sentimiento de abnegación. Sin embargo, no me
arrepiento ni me retracto del tibuto que rendí a Rommel, por muy fuera
de lugar que en aquellos momentos pareciese.

En Londres aceptamos el telegrama de Wavell del 2 de marzo como


fundamento de nuestra acción. El desfiladero de Agheila era la clave de
toda la situación. Si el enemigo conseguía abrirse paso hasta Agedabia,
Bengasi y todo cuanto se hallaba al oeste de Tobruk se encontraba auto-
máticamente en peligro. El enemigo podía elegir entre seguir la excelente
ruta de la costa hasta Bengasi y más allá, o utilizar las pistas que llevan
directamente a Mechili y Tobruk, que copan el grueso del desierto en una
extensión de doscientas mlllas de longitud por cien de anchura. Utilizando

176
esta ruta el mes de febrero anterior, logramos copar y capturar muchos
millares de italianos que se retiraban hacia Bengasi. No podía, por consi-
guiente, sorprendernos que Rommel emplease la ruta del desierto repi-
tiendo la jugada. Sin embargo, mientras el paso de Agheila estuviese en
nuestro poder, al enemigo le sería negada la ocasión de ganarnos la
mano. En aquella región abundan buenas posiciones naturales, pero debi-
do en parte a la extraordinaria prolongación de nuestras líneas de comu-
nicación desde Tobruk, por considerarse inservible el puerto de Bengasi,
no estaban defendidas como era menester.
Todo dependía del conocimiento, no sólo del terreno, sino de las pecu-
liaridades de la guerra del desierto. Nuestro avance había sido tan veloz,
nuestras victorias tan fáciles y completas, que estos hechos estratégicos
habían escapado totalmente a nuestra atención. Sin embargo, una supe-
rioridad de elementos blindados, más en calidad que numérica, así como
una relativa igualdad aérea, hubiera capacitado a una fuerza más briosa y
aguerrida para apuntarse una victoria en el desierto, aun en el caso de
que hubiésemos perdido aquel paso clave. Pero las disposiciones que se
tomaron no crearon ninguna de estas condiciones. Eramos inferiores en
aviación; nuestros blindados, debido a razones que más tarde se expon-
drán, resultaron francamente inservibles. La instrucción y el material de
las tropas situadas al oeste de Tobruk eran igualmente inservibles.
El 17 de marzo, los generales Wavell y Dill efectuaron una inspección
en toda Cirenaica. Viajaron en automóvil hasta Agheila, pasando por Án-
telat, y Dill no pudo por menos de asombrarse al comprobar lo difícil que
era defender las grandes extensiones de desierto que separaban Aghelia
de Bengasi. En un telegrama de 18 de marzo, fechado en El Cairo y diri-
gido a su sustituto en Londres, dijo que el hecho más sobresaliente era
que entre las salinas situadas al este de Agheila y el puerto de Bengasi el
terreno era tan llano y adecuado para los vehículos blindados, que, en
igualdad de condiciones de otros factores, la flota más fuerte tenía que
vencer. No había posiciones adecuadas para la acción de la infantería.
Desde luego, subsistía el problema de los abastecimientos a través de tan
vastas extensiones de desierto, por lo que se pronunciaba en favor de la
defensiva. Wavell, según Dill, dominaba por completo este difícil problema.
Parece que en una conversación con el Estado Mayor del general aus-
traliano Morshead, con el cual se encontró durante su viaje de regreso, el
jefe del Estado Mayor General Imperial expresó su temor de que nuestras
tropas recibiesen en breve «un puñetazo en las narices», añadiendo: «Y no
será sólo en las narices, además».1 Esta observación no concordaba con
ninguna de las declaraciones que nos hizo a nosotros.

Durante el mes de marzo se habían acumulado las pruebas de la llega-


da de tropas alemanas de Trípoli en dirección a Agheila, y el 20 de marzo
Wavell nos informó que, al parecer, se preparaba un ataque en pequeña

1. Mayor-Generai R. J. Collins: Lord Wavell, p. 855.

177
escala y que la situación de la frontera de Cirenaica le causaba ciertas in-
quietudes. Si nuestras vanguardias eran arrojadas de sus posiciones ac-
tuales, careceríamos de buenos puntos de bloqueo al sur de Bengasi, ya
que el terreno era implacablemente llano. Sin embargo, los problemas ad-
ministrativos debían excluir todo lo que no fuese un avance limitado del
enemigo.
Yo telegrafié:

Primer Ministro ai generai Waveii. 26-11-41


1. Estamos naturalmente preocupados por el rápido avance alemán en
dirección a Agheita. Su costumbre es avanzar siempre que no hatien resis-
tencia. Supongo que usted sólo aguarda que la tortuga alargue el cuello lo
bastante para cortárselo. Me parece sumamente importante darles una
pronta dosis de nuestra capacidad. ¿Cuál es el estado y dónde se encuentra
la 7.2 División Blindada? Le ruego que me dé su opinión. Apruebo de todo
corazón su petición al general Smuts de una brigada de la 1.2 División Su-
dafricana. No hay que regatear nada para acelerar los movimientos de la 22
División Sudafricana. La 50. División Británica zarpa el 22...

Wavell contestó inmediatamente en estos términos:

24-11-41
1. Aún no existen pruebas de que haya muchos alemanes en Agheila:
probablemente son italianos con algún refuerzo alemán.
2. Tengo que reconocer haberme arriesgado considerablemente en Cire-
naica después de la toma de Bengasi, a fin de prestar el máximo apoyo a
Grecia. En aquellos momentos, mi criterio era que los italianos de Trípolita-
nia apenas contaban y que era probable que los alemanes corriesen el ries-
go de mandar grandes fuerzas blindadas a África, vista la ineficacia de la ar-
mada italiana. En consecuencia, dispuse que en Cirenaica quedara una
fuerza reducida de blindados y una división australiana adiestrada sólo en
parte.
3. Después que hubimos asumido el compromiso con Grecia, empezaron
a acumularse pruebas sobre los refuerzos alemanes para Trípoli, coinciden:
tes con ataques a Malta que nos impidieron bombardear Trípoli desde allí,
cosa con la cual habíamos contado. Los ataques aéreos alemanes sobre
Bengasi, que asimismo nos privaron del uso del puerto para el abasteci-
miento, no hicieron más que aumentar nuestras dificultades.
4, El resultado es que en la actualidad me encuentro debilitado en Cire-
naica y que por el momento no hay disponibles fuerzas blindadas de refuer-
zo, que constituyen nuestra principal necesidad. Tengo una brigada de la 2:
División Blindada en Cirenaica y otra en Grecia. La 72 División Blindada
regresa a El Cairo y, como no había tanques de reserva disponibles, su ca-
pacidad está subordinada a las reparaciones, lo cual requiere tiempo. El
próximo mes, y quizá tamblén el que seguirá, vamos a pasarlos muy mal;
pero el enemigo se encuentra ante problemas sumamente difíciles y estoy
seguro de que su fuerza numérica ha sido muy exagerada. Sin embargo, no
puedo permitirme utilizar mi escasa fuerza blindada en operaciones tan au-
daces como sería mi deseo.
Los medios para reforzar Cirenaica están a mano... Mi principal dificul-
tad estriba en los transportes,

178
Añadía lo que pudo muy bien recordarnos sus múltiples preocupa-
ciones:

Acabo de regresar del frente de Keren. Su toma por las fuerzas indias fue
una proeza, y su ánimo es magnífico pese a que sufrieron pérdidas bastante
crecidas. Platt avanzará hacia Asmara lo más rápidamente que pueda, y he
autorizado a Cunningham a proseguir hacia Addis Abeba desde Harrar, que
se rindió ayer.

El ataque a Rommel a Agheila comenzó el 31 de marzo. El general


Neame había recibido órdenes de librar una acción demoradora retroce-
diendo hasta cerca de Bengasi, en el caso de verse en apuros, y cubrir este
puerto tanto tiempo como le fuese posible. Recibió el permiso de evacuar-
lo, si lo creía menester, después de haber hecho las destrucciones necesa-
rias. Nuestra división blindada de Agheila, que en realidad sólo constaba
de una brigada blindada y un grupo de apoyo, se retiró, por consiguiente,
con lentitud durante los dos días siguientes. En el aire, el enemigo reveló
su gran superioridad. La aviación italiana seguía contando poco, pero ha-
bía un centenar de cazas alemanes y otro de bombarderos y bombarderos
en picado. El 2 de abril, el general Wavell comunicó que las vanguardias
de Cirenaica estaban siendo atacadas por una división blindada colonial
alemana. «Ayer fueron desbordados algunos puestos avanzados, regis-
trándose bajas. Por ahora las pérdidas no son de consideración, pero el
estado mecánico de la brigada blindada inspira inquietudes a Neame y
parece que abundan las averías. Como me es imposible facilitar más uni-
dades blindadas en el espacio de tres o cuatro semanas, por lo menos, le
he dado órdenes de mantener tres brigadas en activo, aunque ello impli-
que una retirada de importancia, incluso la cesión de Bengasi.»
Yo seguía bajo la impresión, hija de los anteriores comunicados de Wa-
vell, de la limitada fuerza potencial del enemigo.

Primer Ministro al general Wavell 2-1V4-41


Me parece muy deseable detener el avance alemán contra Cirenaica.
Cualquier revés alemán repercutiría favorablemente en prestigio nuestro.
No habría inconveniente alguno en ceder algo de terreno por motivos estra-
tégicos, pero la retirada de Bengasi sería lamentabilísima. No puedo com-
prender cómo el enemigo haya conseguido desplegar tantas fuerzas en el
comienzo de la larga ruta sin agua del litoral, y en estos momentos no estoy
muy convencido de que les respalde una gran fuerza en apoyo del ataque a
Cirenaica. Si cupiese hacer reventar esa hinchazón, usted conseguiría un
respiro considerable. Desde luego, si los alemanes consiguen un nuevo
avance, irán destruyendo gradualmente el efecto de las victorias de usted
¿Tiene un hombre como O'Connor o Creagh ocupándose del problema
fronterizo?

El 2 de abril, el grupo de apoyo de nuestra 22 División Blindada fue


arrojado de Agedabia por cincuenta tanques enemigos y se retiró al sector

179
de Antelat, a treinta y cinco millas al noroeste. La división recibió orden
de replegarse en las inmediaciones de Bengasi. Nuestras fuerzas blindadas
sometidas al ataque alemán quedaron desorganizadas y se registraron nu-
merosas bajas. El comunicado terminaba así: «Se ha dado orden de efec-
tuar destrucciones en Bengasi.» El general Wavell se trasladó al frente en
avión el día 3, y a su regreso informó que una gran parte de nuestra bri-
gada blindada había sido desbordada y desorganizada por los blindados
alemanes en número superior. Esto dejaba al descubierto el flanco iz-
quierdo de la 92 División Australiana al este y noroeste de Bengasi. «Su
retirada puede ser necesaria.» Como consecuencia de la fuerza del ene-
migo en Libia, dijo que no cabía ni pensar en mandar a la 7.2 División
Australiana a Grecia, sino que, por el contrario, había que trasladarla al
desierto occidental. La 6. División Británica, todavía incompleta, debía
quedar de reserva. «Esto significará el aplazamiento del ataque a Rodas.»
Así, de un solo golpe, y casi en un día, el flanco del desierto, del que ha-
bían dependido todas nuestras decisiones, se había derrumbado, y la ex-
pedición a Grecia, ya endeble de por sí, tuvo que sufrir una nueva y gra-
vosa reducción. La toma de Rodas, que era parte esencial de nuestros
planes en el Egeo, quedó relegada como imposible.
Se dio orden de evacuar Bengasi. El grupo de apoyo fue mandado al
norte a cubrir la retirada de la 9.2 División Australiana, que comenzó tem-
prano el 4 de abril. Al mismo tiempo, la 32 Brigada Blindada tuvo que
trasladarse a Menchili a bloquear toda tentativa enemiga de entorpecer la
retirada. Para reforzarla se mandaron desde Tobruk dos brigadas de ca-
ballería india motorizada.

Me quedé muy turbado ante esta nueva e inesperada situación, y el


mismo día mandé un cable a Mr. Eden, que continuaba en Atenas.

Primer Ministro a Mr. Eden. 3-1V4-41


La evacuación de Bengasi es grave porque los alemanes, una vez instala-
dos en los aeródromos de los alrededores, nos impedirán la utilización de
Tobruk. Averigúe cuál es el plan estratégico y táctico para despedazar al
enemigo. Digame hasta dónde alcanza la orden de retirada. ¿Cómo se efec-
túa el repliegue de la 9> División Australiana y hasta dónde? Recuerde que
en su telegrama del 2, Wavell exponía muchos argumentos para creer en la
solidez del flanco occidental.
2. Mucho más importante que la pérdida de terreno es la idea de que no
podemos plantar cara a los alemanes y que su aparición es suficiente para
hacernos retroceder muchas docenas de millas. Esto puede repercutir fu-
nestamente en Turquia y los Balcanes. Le ruego que regrese a El Cairo y se
ocupe de todo esto. Tarde o temprano tendremos que dar la batalla a los
hunos. Sea como sea, elabore el mejor plan de maniobra, pero presentando
batalla. ¿No habría manera de hacer algo por cortar la carretera del litoral
mediante un desembarco, aunque esto represente el abandono de Rodas?

Desde El Cairo, Mr. Eden contestó:

180
5-1V-41
Dill y yo hemos llegado sin novedad esta tarde y hemos sostenido una
larga conversación con Wavell y Tedder, en ausencia de Longmore, que se
encuentra en el Sudán.
La conclusión general a que hemos llegado unánimemente es que el es-
fuerzo italogermano en Cirenaica es una diversión en gran escala, calculada
a modo de preceder inmediatamente a un ataque alemán en los Balcanes.
Esta opinión no disminuye en lo más mínimo la gravedad de una amenaza
indirecta a Egipto, porque está claro que el enemigo tratará de sacar el má-
ximo rendimiento de las ventajas que consiga. Desgraciadamente, sus pri-
meros movimientos lograron un éxito mayor que el que habíamos previsto
y ahora sigue la estela de su triunfo inicial...

Wavell había ido al frente del desierto con la intención de poner a


O'Connor en el mando del mismo. Este general, que a la sazón no estaba
muy bien de salud, demostró al comandante en jefe que sería mejor no
quitar el mando a Neame en medio de la batalla, sino dejarle a él a mano
para ayudarle con sus conocimientos del terreno. Wavell accedió. El arre-
glo no dio resultado ni duró mucho. La noche del 6, la retirada de Benga-
si progresó a toda marcha. La 92 División Australiana efectuaba su re-
pliegue hacia el este por la ruta del litoral y, a fin de evitar el tráfico, el ge-
neral Neame llevó al general O'Connor en su coche, y sin escolta de nin-
guna clase tomó una carretera lateral. De pronto, en medio de la oscuri-
dad, fueron intimados a pararse: las pistolas de una patrulla alemana
apuntando por las ventanillas no les dejaron otra alternativa que entre-
garse. La pérdida de estos dos bravos generales, Neame, V. C., y O'Con-
nor, que era el militar más experto que teníamos en el desierto, había de
sernos enormemente onerosa.
En la tarde del 6 de abril, en una conferencia celebrada en El Cairo, a
la que asistieron Wavell, Eden, Dill, Longmore y Cunningham, se trató la
cuestión de dónde hacer alto en el repliegue. Wavell decidió sostener To-
bruk mientras fuese posible, y, con su acostumbrado dinamismo, el día 8
por la mañana partló en avión con el general australiano Laverack, a
quien puso interinamente en el mando de Tobruk. Eden y Dill emprendie-
ron el viaje de regreso a Inglaterra, y el Gabinete de Guerra aguardó con
impaciencia su llegada con todas las informaciones que habían recogido
en Atenas y El Cairo.
Wavell comunicó que la retirada de la 92 Divislón Australiana parecía
progresar sin interrupciones, sl bien hubo que abandonar en Barce a dos
mil cuatrocientos prisioneros italianos. Pero más tarde del mismo día tele-
grafió diciendo que la situación del desierto occidental había empeorado
enormemente. El enemigo había avanzado hacia Mechili por la ruta del
desierto y había habldo nuevas bajas de vehículos en la 32 División Blin-
dada, debldas a averías mecánicas y a bombardeos aéreos. La 32 Brigada
Blindada era de escaso o nulo valor combativo,
Entretanto, mandé el siguiente telegrama al general Wavell:

181
7-1V-41
Usted habría de encontrarse en condiciones de sostener Tobruk, con sus
defensas permanentes de construcción italiana, por lo menos hasta, o a me-
nos, que el enemigo traiga poderosas fuerzas de artillería. Parece difícil ad-
mitir que pueda hacer esto antes de varias semanas. Correría grandes ries-
gos pasando por alto Tobruk y avanzando sobre Egipto, habida cuenta de
que nosotros podemos reforzar la plaza por mar y amenazar sus comunica-
ciones. Por consiguiente, Tobruk parece una plaza a defender hasta la
muerte sin pensar jamás en retirarse. Celebraría conocer sus intenciones

Wavell fue a Tobruk en avión el 8 de abril y dio órdenes para la defen-


sa de la fortaleza. Regresó a El Cairo a la caída de la tarde. El motor falló
y tuvieron que hacer un aterrizaje forzoso en la oscuridad. El avión se es-
trelló, pero el general y los demás salieron ilesos aunque, encontrándose
en pleno desierto, no sabían adónde ir. El comandante en jefe decidió
quemar los papeles secretos. Después de una larga espera, divisaron los
faros de un automóvil. Afortunadamente resultó ser una patrulla británi-
ca que se acercaba en actitud amenazadora. Durante seis horas, el Estado
Mayor de El Cairo estuvo inquieto, y no sin razón, por la desaparición del
general Wavell.
A su regreso a El Cairo, el comandante en jefe nos envió su respuesta.
Tras dar cuenta detallada de la posición de las tropas, decía: «Si bien pa-
rece que el primer esfuerzo del enemigo le ha dejado exhausto, no creo
que nos conceda un respiro muy largo, y sigo estando muy inquieto. To-
bruk mo es una buena posición defensiva; sus largas líneas de comunica-
ción apenas están protegidas y se encuentran desorganizadas.»
Como la última frase de este mensaje parecía dejar en suspenso la
cuestión de Tobruk, redacté el siguiente mensaje de acuerdo con los jefes
del Estado Mayor:

Primer Ministro y los jefes de Estado Mayor al general Wavell. 10-14-41


Quedamos en la espera de su enjuiciamiento sobre toda la situación. En-
tretanto, debemos poner en su conocimiento cómo vemos nosotros el pro-
blema. Desde aquí nos parece inconcebible que la fortaleza de Tobruk pue-
da ser abandonada sin ofrecer resistencia prolongada. Tenemos una línea
de comunicaciones segura por mar. Las del enemigo son largas y forzosa-
mente han de ser vulnerables a condición de no darle tiempo a organizar-
se a su gusto. Mientras Tobruk se sostenga y su guarnición disponga de al-
gunos vehículos blindados con los cuales interceptar las comunicaciones
enemigas, sólo simples incursiones pueden osar rebasar Tobruk. Si usted
abandona Tobruk y retrocede 260 millas hasta Marsa Matruh, ¿no puede
usted encontrarse frente al mismo problema? Estamos convencidos de que
usted debe pelear en Tobruk hasta el fin.

Pero antes de terminar la reunión supimos que Wavell había tomado la


decisión definitiva de sostener Tobruk. «Me propongo sostener Tobruk, si-
tuar una fuerza en el sector de Bardia-Sollum con tanta movilidad como
sea posible a fin de proteger las comunicaciones, y actuar contra el flanco
O la retaguardia enemiga que ataque Tobruk. En el sector de Marsa

182
Matruh me propongo restablecer el antiguo sistema defensivo. La distri-
bución de las fuerzas a fin de ganar tiempo sin arriesgarse a la derrota,
será difícil de calcular. Mis recursos son muy limitados, especlalmente en
tropas móviles y blindadas, así como armamento antitanque y antiaéreo.
Va a ser una carrera contra el reloj.»
En consecuencia, nuestro mensaje no fue expedido. En su lugar:

Primer Ministro al general Wavell. 10-1V-41


Respaldamos cordialmente su decisión de sostener Tobruk, y haremos
Cuanto esté en nuestra mano por aportarle ayuda.

La retirada a Tobruk fue realizada con éxito por la carretera del litoral.
Pero el 6 de abril, en el interior, sólo llegó a Mechili el cuartel general de
la 22 División Blindada, por haber perdido el contacto con sus formacio-
nes subalternas. El 7 de abril, este cuartel general y los dos regimientos in-
dios motorizados se encontraron cercados. Se rechazaron ataques y dos
ultimátums a rendirse, uno de ellos firmado por Rommel. Un cierto nú-
mero de hombres lograron romper el cerco a fuerza de valentía y captu-
raron a cien prisioneros alemanes, pero la mayoría fueron obligados a
volver al campamento, en donde tuvieron que rendirse. La 32 Brigada
Blindada, cuyo paradero se ignoraba, había quedado reducida a una do-
cena de tanques con los cuales se dirigió a Derna, so pretexto de esca-
searle el combustible, y cerca de dicha plaza cayó en una emboscada y
fue destruida la noche del 6 de abril. Durante todas estas operaciones, las
fuerzas de aviación alemanas fueron dueñas absolutas del aire, lo cual
contribuyó en buena parte al éxito enemigo. La noche del 8, los australia-
nos alcanzaron Tobruk, que a la sazón ya había sido reforzado por mar
desde Egipto con una brigada de la 7.2 División Australiana. El enemigo,
cuyas vanguardias incluían parte de la 5.2 División Panzer (ligera), una di-
visión blindada italiana y una de infantería, tornó Bardia el 12 de abril,
pero no hizo ningún esfuerzo por penetrar en las defensas fronterizas de
Egipto.
El enemigo progresó rápidamente en torno a Tobruk y en la dirección
de Bardia y Sollum, con tanques pesados e infantería motorizada. Otras
tropas atacaron las defensas de Tobruk. La guarnición, consistente en
la
9: División Australiana, una brigada de la 7.2 División Australiana y Una
pequeña formación de blindados, rechazó dos ataques, destruyendo bas-
tantes tanques enemigos. En vista del cambio de situación y de la pérdida
de los dos generales, Wavell tuvo que reorganizar el cuadro de mandos
en la sigulente forma: fortaleza de Tobruk, general Morshead; desierto
oc-
cidental, general Beresford-Peirse; tropas de Eglpto, general Marshall-
Comwall; Palestina, general Godwin-Austen.
«SI tengo tiempo —dljo el comandante en jefe— de poner en funciona-
mlento la mencionada organlzación, volveremos a una situación parecida
a la del otoño pasado, con el saliente adiclonal de Tobruk. Pero vamos a
vernos muy apurados en tlerra, y, desde luego, no nos libraremos de la

183
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pesadilla con sólo ineficaces ataques aéreos como el que los italianos
efectuaron el año pasado. No veo esperanzas de liberar Tobruk por lo
menos antes de algunos meses... La posible actitud de Egipto va a ser
evidentemente objeto de grandes inquietudes. Los próximos meses serán
difíciles, independientemente de lo que ocurra en Grecia.»

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 13-1V-41


Desde luego, vamos a luchar encarnizadamente por el Valle del Nilo. No
hay otra conclusión física posible. Tenemos allí, o en camino, medio millón
de hombres y montañas de repuestos. Se ha descontado todo pretexto de
reducir pérdidas o bajas. Tobruk debe ser sostenido, no como posición de-
fensiva, sino como valiosísima cabeza sobre el flanco de cualquier intento
formal de avance sobre Egipto. Nuestras fuerzas aéreas y navales deben
cortar o impedir las comunicaciones del enemigo a través del Mediterráneo
central. Es cuestión de luchar hasta el fin, aunque eso nos exija algún tiem-
po. Las dificultades del enemigo en sus comunicaciones terrestres, en una
distancia de 800 millas, deben dilatar en cuestión de muchos meses toda
tentativa de ataque con fuerzas muy nutridas en número. Aun en el caso de
que Tobruk tuviera que ser evacuado por mar, en el que dominamos, dis-
ponemos de otras posiciones fuertes ya organizadas en donde luchar. Per-
sonalmente, considero que esta situación no solamente es manejable, sino
esperanzadora. Dill y Eden, que acaban de regresar, comparien mi opinión.

No tardaron en llegar buenas noticias de Tobruk, en donde el enemigo,


pese a su audacia y persistencia, sufrió su primer revés.

El general Wavell al Ministerio de la Guerra. 14-1V-41


Libia. Entre 200 y 300 prisioneros de guerra alemanes capturados en To-
bruk la mañana del 14, declaran que fueron gravemente diezmados por
nuestro fuego de artillería y que andan muy escasos de agua y comida. Es-
tos soldados lloraban cuando su ataque fue rechazado, y su moral es ine-
quivocamente muy baja.

Quizá lloraban porque su moral y sus esperanzas habían sido altas.

Primer Ministro al general Wavell. 14-14-41


Transmito cordial felicitación en nombre del Gabinete de Guerra a cuan-
tos participaron en tan triunfal combate. ¡Bravo por Tobruk! Considera-
mos vital que Tobruk sea contemplado como puerto básico y no como «sa-
liente». ¿No podía usted encontrar buenas tropas, actualmente faltas de
transportes, para ayudar a sostener el perímetro, liberando de esta forma
por lo menos una, ya que no dos, brigadas australianas para actuar como
reserva general de forialeza y potencialmente como fuerza de choque?

. » -

Después de estudiar la situación, en el momento en que parecía haber-


se logrado una estabilización temporal en la frontera egipcia y en Tobruk,
cursé la siguiene directriz a los jefes de Estado Mayor.

185
DIRECTRIZ DEL PRIMER MINISTRO
Y MINISTRO DE DEFENSA

LA GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO 14-14-41


Si los alemanes pueden continuar alimentando la invasión de Cirenaica y
Egipto mediante el puerto de Trípoli y la ruta del litoral, nada les impedirá
traer fuerzas blindadas en número superior para atacarnos, con consecuen-
cias de carácter muy grave. Por el contrario, si son cortadas sus comunica:
ciones entre ltalia y Sicilia y Trípoli, y las de la ruta del litoral hostilizadas
constantemente, no hay motivo alguno que se oponga a que sufran una de-
rrota importante. .
2. Por consiguiente, la primera obligación de la flota del Mediterráneo al
mando del almirante Cunninghan es paralizar el tráfico marítimo entre lta-
lia y África empleando a fondo las fuerzas de superficie, ayudadas, en la
medida de lo posible, por aviones y submarinos. Para un objetivo de esa im-
portancia hay que aceptar, si es menester, la eventualidad de gruesas pérdi-
das en acorazados, cruceros y destructores. El puerto de Trípoli debe ser
inutilizado mediante bombardeos persistentes, minando sus aguas O blo-
queándolas, poniendo especial cuidado en que el minado no impida el blo-
queo ni el bombardeo. Los convoyes enemigos, dirigiéndose o procediendo
de África, han de ser atacados por nuestros cruceros, destructores y subma-
rinos, apoyados por nuestra aviación naval y las Reales Fuerzas Aéreas.
Todo convoy que consiga pasar debe ser considerado como una derrota na-
val. La reputación de nuestra armada está empeñada en la paralización del
tráfico enemigo.
3. Dada la finalidad que se le asigna, la flota del almirante Cunningham
debe ser reforzada hasta el máximo posible. El «Nelson», el «Rodney», con
sus Cubiertas blindadas, están indicados especialmente para resistir a los ata-
ques de los bombarderos en picado alemanes, acerca de los cuales no hace
falta abrigar temores injustificados. Otros refuerzos de cruceros, minadores
y destructores deben ser mandados desde el oeste en cuanto se presente la
oportunidad. Hay que estudiar el empleo del «Centurion» como barco de
bloqueo, pero el bloqueo efectivo del puerto de Trípoli compensaría hasta
la pérdida de un acorazado de la lista activa.
4. Una vez haya sido reforzada la flota del almirante Cunningham, po:
dremos formar dos escuadrillas de bombardeo que podrán turnarse en el
bombardeo del puerto de Trípoli, especialmente cuando sepamos que en
él hay convoyes.
5. A fin de controlar las comunicaciones marítimas por el Mediterráneo,
deben basarse en Malta suficientes fuerzas navales, a las cuales dará protec-
ción la aviación de Malta, cuyo potencial habrá que elevar al máximo, con
aparatos de caza de los mejores y en número igual al de la capacidad de los
aeródromos de la isla. La protección aérea de las fuerzas navales que sostie-
nen a Malta debe gozar de prioridad sobre el empleo de los aeródromos por
los bombarderos encargados de atacar Trípoli.
6. Es necesario tomar todas las precauciones para la defensa del puerto
de Malta mediante el arma U. P. (cohetes) y sus diversos derivados, espe-
cialmente la F. A. M. (mina aérea rápida), lanzada según el sistema naval
perfeccionado.
7. Siguiendo en Importancia al puerto de Trípoli viene la ruta costera de
400 millas entre Trípoli y Agheila. Esta ruta debe ser hostilizada constante-
mente por las fuerzas transbordadas de los barcos Glen a las lanchas espe-
clales de desembarco. Los comandos y demás fuerzas reunidas en Egipto
deben ser Intensamente empleados para este fin. Es menester estudiar la

186
posibilidad de capturar por mar determinados puntos, y elegir los mejores
para una acción rápida. También para este propósito son de prever algunas
pérdidas, pero en esta clase de guerra de hostigamiento cabe el empleo de
destacamentos que, si es posible, se pueden retirar al cabo de un cierto
tiempo. Si también cupiera desembarcar algunos tanques ligeros, éstos po-
drían irrumpir en la carretera destruyendo en un santiamén convoyes cuyo
valor excedería enormemente el suyo propio. Es indispensable intentar cual-
quier sistema factible para hostilizar constantemente esta ruta, aceptando
de antemano las pérdidas inevitables.
8. Respecto a los anteriores párrafos la urgencia es extrema, porque el
enemigo cada día será más fuerte en el aire, especialmente si su ataque a
Grecia y Yugoslavia tiene éxito, cosa que es de temer. Por consiguiente, el
almirante Cunningham no debe esperar la llegada de los acorazados de re-
fuerzo ni debe abstenerse de emplear los barcos Glen so pretexto de que
harían falta para Rodas.
9. Hemos decidido defender Tobruk con todas las fuerzas posibles. Pero
la defensa de Tobruk no debe ser considerada como una operación defensi-
va, sino como una invalorable cabeza de puente o puerto básico contra las
comunicaciones del enemigo. Hay que reforzar la plaza tanto como sea
menester, lo mismo con infantería que con vehículos blindados de combate,
a fin de facilitar una hosligación constante de los fiancos y retaguardia del
enemigo. Si parte de las defensas del perímetro pudiera ser asumida por
tropas carentes de medios de transporte, ello nos permitiría organizar una
fuerza móvil empieable tanto como reserva de la fortaleza como para hosti-
lización del enemigo. Sería una gran ventaja, para el caso de que lográra-
mos atraer al enemigo a intentar algo así como el asedio de Tobruk y verse,
por lo tanto, obligado a transportar y abastecer las fuerzas de artillería pesa-
da destinadas a este propósito.
10. Por encima de todo es indispensable que el general Waveil recupere
la ascendencia numérica sobre el enemigo y destruya sus pequeños grupos
de hostigamiento, en lugar de ser hostilizado y perseguido por ellos. Las pa-
trullas enemigas deben ser atacadas siempre y las nuestras deben obrar con
audacia. Pequeños destacamentos británicos, montados en carros blindados,
o motocicletas o, si se presenta la ocasión, simplemente de infantería, no de-
ben vacilar en atacar a los tanques uno a uno con bombas y bombardeos
tal como está planeado para la defensa de la Gran Bretaña. Es importante
presentar batalla al enemigo hasta en operaciones de menor cuantía, a fin
de agotar sus reservas de municiones de artillería, cuyo abastecimiento tiene
que serle difícil.
11. El empleo de la RA.F. contra las comunicaciones del enemigo o las
concentraciones de vehículos de combate es bastante obvio de por sí para
exigir especial mención.

Todo esto fue más fácil de decir que de hacer.

Mantuve al Presidente enterado de todo.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 16-14-41


Me es imposible predecir lo que ocurrirá en Grecia, y nunca hemos so-
breestimado la enorme potencia de la máquina militar alemana en el conti-
nente europeo.

187
Personalmente no me siento innecesariamente inquieto en cuanto a
la situación Libia-Egipto. Calculamos que los alemanes tienen una divi-
sión blindada colonial y tal vez el completo de una división blindada
ordinaria, con un total de, digamos, 600 a 650 tanques, muchísimos de
los cuales ya han sido destruidos y averiados. Aún no hay infantería ale-
mana en Cirenaica, excepto los pocos batallones agregados a las divisiones
blindadas. Las dificultades de abastecimiento de gasolina, víveres, agua y
municiones deben de ser tremendas, y por algunos prisioneros conocemos
la agotadora tensión en que trabajan estas audaces formaciones. Por nues-
tra parte, estamos tratando, desde luego, de poner en acción nuestras fuer-
zas blindadas que en su mayor parte estaban reparando en el momento del
ataque, y reforzamos a Egipto desde todos los teatros de Oriente Medio en
donde nuestras disponibilidades ascienden a cerca de medio millón de hom-
bres. Considero Tobruk como una valiosa cabeza de puente o puerto base.
Por el momento, no creo que seamos inferiores en el aire; por el contrario,
vamos mejorando constantemente. Toda la potencia de la flota mediterrá-
nea, que está recibiendo sólidos refuerzos, será movilizada para copar al
enemigo del mar y de sus comunicaciones por el litoral. Desde luego, hay
fuerzas italianas además de las alemanas, y creemos que los alemanes están
mandando, o tratando de trasladar a Libia, una tercera división blindada de
Sicilia.
Los ataques alemanes a Tobruk rechazados el 14 y 15 adquieren una
significación trascendental, porque esta pequeña batalla, en la cual el ene-
migo perdió prisioneros, muertos y tanques, además de aviones, en número
muy superior al de nuestras pérdidas, es la primera vez en que los alemanes
han probado el sabor de la derrota, y sus planes se desarrollan sobre un
margen muy angosto. Entretanto, nuestros esfuerzos por dar la vuelta a la
situación han sido coronados con notables éxitos en el Mediterráneo cen-
tral. La madrugada del 16, cuatro destructores procedentes de Malta avista-
ron a un convoy italoalemán de cinco grandes barcos cargados de municio-
nes y transporte mecanizados y escoltados por tres destructores ita-
hianos. Todo el convoy con su escolta fue echado a pique. Nosotros perdi-
mos un destructor. Por el momento, guardamos en secreto la potencia de
nuestras fuerzas.

El vapuleo de nuestro flanco del desierto, mientras nos encontrábamos


totalmente empeñados en la aventura griega, fue, sin embargo, un desas-
tre de primera magnitud. Durante algún tiempo yo permanecí en un error
absoluto en cuanto a las causas del mismo, mas así que disfrutamos de
un ligero respiro, me creí obligado a pedir al general Wavell alguna expli-
cación de lo ocurrido. Hasta el 24 de abril no me atreví a molestarle con
esta nueva exigencia.

Seguimos aguardando noticias de las acciones de Agheila y Mechili en las


cuales perdimos la 3," Brigada Blindada y la mayor parte de una brigada de
caballería motorizada. Indiscutiblemente sufrimos una grave derrota y es
esencial, para que nosotros comprendamos sus dificultades, así como en su
propio interés, que conozcamos detalladamente todo lo ocurrido y por qué.
¿Fueron nuestras tropas inferiores en número, en maniobra, en combativi-
dad, o se cometió algún error, como se pretende, en la prematura destruc-

188
ción de la reserva de combustible? Es de esperar que los relatos de los su-
pervivientes nos permitirán reconstruir una versión congruente de esta ac-
ción clave. Me es imposible prestarle mi ayuda si no me explica...

Wavell contestó el 25. Hizo observar que, habiéndose producido la baja


de prácticamente todos los oficiales superiores interesados y no pudiendo,
por consiguiente, dar cuenta de sus acciones o motivos para éstas, era
menester no censurarles injustificadamente. Cosa característica en él, asu-
mió toda la responsabilidad. Su informe siguió aquel mismo día. En él de-
cía que ya había advertido que el cuartel general de la 2? División y la 32
Brigada Blindadas exigían algún tiempo para acostumbrarse y adiestrarse
en la guerra del desierto. Había esperado que habría un período de ligeras
escaramuzas en la frontera, que duraría por lo menos un mes, antes de
que se produjese un ataque a fondo, y creía que esto les daría tiempo
para irse adaptando. Pero el ataque se había producido antes de que hu-
biesen podido adaptarse, y empezó al menos una quincena antes de lo
calculado por su Estado Mayor sobre la base del momento y el lugar,
pero aproximadamente con las mismas fuerzas que había previsto. Había
presagiado un avance restringido en la dirección de Agedabia, y los docu-
mentos capturados y las declaraciones de los prisioneros confirmaron que
ésta había sido la intención del enemigo. La subsiguiente explotación de
este éxito inicial, que, como es sabido, constituyó una gran sorpresa para
los mismos alemanes,! sólo fue posible gracias a la temprana y desgracia-
da desaparición de la 32 Brigada Blindada como fuerza combatiente.
Abundaron pruebas concluyentes de que el avance del enemigo desde
Agedabia fue improvisado a toda prisa con ocho pequeñas columnas for-
madas con unidades alemanas e italianas, varias de las cuales rebasaron
el límite de sus propios medios y tuvieron que ser abastecidas por avión.
Nuestra 3. Brigada Blindada era una organización improvisada que
contenía un regimiento de tanques pesados en lamentable estado mecá.-
nico, un regimiento de tanques ligeros y un regimiento armado con tan-
ques semipesados capturados a los italianos. Habida cuenta del estado de
los vehículos de combate al final de la campaña de Cirenaica, esa 32 Brj-
gada Blindada fue lo mejor que cupo formar como acompañamiento blin-
dado para las tropas destinadas a Grecia. De haber dispuesto de un equi-
po completo, así como de más tiempo para acabarse de formar como
fuerza de choque, hubiera estado en condiciones de hacer frente a la re-
sistencia que se daba como prevista.

Hasta poco antes del ataque alemán no me di cuenta de la pésima condi-


ción mecánica de nuestro regimiento semipesado con el cual contábamos
de un modo especial. Una parte de estos tanques se averiaron antes de lle-
gar al frente y muchos otros fueron baja, por defectos mecánicos,
durante
los primeros encuentros. Lo mismo parece haber ocurrido con el otro regi-
miento sernipesado de la 2* División Blindada que fue a Grecia. Nuestros

1. Que el temprano ataque de Rommel, con sus fructíferas consecuencias, fue una sorpre-
sa tan grande para sus superiores como para nosotros, ha sido explicado por Desmond Young
en su libro Rommel.

189
tanques ligeros eran imponentes contra los tanques alemanes, que iban to-
dos armados con cañones. El regimiento armado con los tanques captura-
dos a los italianos, no había tenido tiempo de acostumbrarse a ellos.
Las instrucciones dadas a la División Blindada eran de retirarse gradual-
mente si era atacada por fuerzas superiores, a fin de no mermar nuestro po-
tencial hasta que las dificultades de abastecimiento debilitasen al enemigo y
nos diesen oportunidad de contraatacar. Estas fueron mis instrucciones.
Según se sucedieron las cosas, ésta fue una política errónea. Un contra-
ataque inmediato al menos hubiera causado pérdidas en el enemigo y le
hubiera demorado considerablemente. Hasta hubiera podido paralizarle. Tal
como ocurrió, la 3% Brigada Blindada quedó prácticamente aniquilada por
averías mecánicas y administrativas en el curso de la retirada, sin mucha lu-
cha, mientras el cuartel general de la 2* División Blindada pareció haber
perdido el control. Esto fue debido en parte a la inexperiencia del personal
de transmisiones...
Cuando visité el frente al día siguiente de la acción, comprendí la necesi-
dad de un comandante experimentado en la táctica del desierto, y telegrafié
llamando a O'Connor para que ayudase a Neame. Ambos generales fueron
hechos prisioneros durante la retirada por una patrulla enemiga que pene-
tró en Derna.
Tal es, en conjunto, el desastroso episodio cuya mayor responsabilidad es
exclusivamente mía. Es evidente que se cometieron errores en la maniobra
del cuartel general de la 3? Brigada y la 2? División Blindadas durante la
retirada, pero espero que se aplazará todo juicio hasta que los principales
interesados puedan dar plena cuenta de los motivos que les indujeron a
obrar de dicha forma. Sus dificultades fueron considerables.
El espíritu combativo de las tropas, incluso durante la retirada y desorga-
nización, parece haber sido excelente, y hubo varios ejemplos de sangre fría
y de arrojo

Yo contesté:

Primer Ministro al general Wavell. 28-1Y-41


Muy agradecido por el informe general sobre lo ocurrido en la frontera
occidental. Parece que hemos tenido mala suerte. Espero que más adelante
recuperaremos lo perdido. Mis mejores deseos.
CAPÍTULO XII
LA CAMPAÑA GRIEGA
La victoria naval de Matapán, 28 de marzo. — Nuestra expedición a a
cia. — Decepcionantes noticias del general Papagos. — La di a ir
Force numéricamente inferior. — Los alemanes atacan. — Un golpe e
moledor en el Pireo, 6 de abril. — Yugoslavia invadida. — La capitula-
ción. — Peligro en nuestro flanco izquierdo. — El general Papagos il
re la evacuación. — La retirada a las Termópilas. — Mi telegrama a Wa-
vell del 17 de abril. — Suicidio del Primer Ministro griego. — Mi direc-
triz de 18 de abril. — El enemigo es contenido. — Esperanzas de un
aguante en las Termópilas. — Decisión de evacuar, 21 de abril. — Rendi-
ción final de Grecia, 24 de abril. — Una repetición de Namsos. — El de-
A
SS
A
AAA
RI,
sastre de Nauplia. — Una hazaña de nuestra flota de guerra.— Cuatro
quintas partes de nuestras tropas, rescatadas. — El honor militar griego,
impoluto. — Generosa apreciación del Presidente. — Mi respuesta de 4
de mayo. —- Mi discurso por radio, 3 de mayo.

Hacia finales de marzo se advirtió que era inminente un movimiento de


la flota italiana, probablemente en dirección al mar Egeo. El almirante
Cunningham decidió que los convoyes evitaran temporalmente dicha
zona, y el 27 de marzo salió de Alejandría, cerrada la noche, a bordo del
«Warspite», con el «Valiant» y el «Barham», el portaaviones «Formidable»
y nueve destructores. Las fuerzas ligeras, compuestas de cuatro cruceros
a
SS
y cuatro destructores al mando del vicealmirante Pridham-Wippell, a la
sazón en Creta, recibieron orden de unirse al comandante en jefe al día si-
guiente, al sur de la isla. Al alba del 28, un avión del «Formidable» señaló
a cuatro cruceros y seis destructores enemigos que hacían rumbo sudeste.
A las 7.45 de la misma mañana estos barcos estaban a la vista del cruce-
ro insignia «Orion». La escuadra italiana se componía de tres cruceros con
cañones de 8 pulgadas, mientras todos los buques ingleses iban armados
con 6 pulgadas. Pero al cabo de media hora de acción indecisa, el enemi-
go se retiró, y los cruceros británicos se lanzaron en su persecución. Dos
horas después, el «Orion» avistó un acorazado enemigo, el «Vittorio Ve-
neto», que abrió fuego contra ellos a una distancia de dieciséis millas. De
nuevo cambiaron los papeles, y el «Orion» y sus cruceros se retiraron ha-
cia el grueso de la escuadra que se aproximaba a toda velocidad y se en-
contraba a unas setenta millas. Una formación de aparatos despegados
del «Formidable» llegó al teatro de la acción y atacó al acorazado italiano,
que al instante se retiró rumbo noroeste.

191
Entretanto, nuestras patrullas aéreas avistaron a una nueva fuerza
enemiga, compuesta de cinco cruceros y cinco destructores, que se acer-
caba por el norte a unas cien millas de la escuadra británica. Tras nuevos
ataques de los aviones del «Formidable» y de las bases terrestres de Gre-
cia y Creta, se vio claramente que el «Vittorio Veneto» estaba averiado y
que no avanzaba a más de quince nudos. Al atardecer, un nuevo ataque
de los aviones del «Formidable» halló a todos los navíos enemigos prote-
giendo al buque averiado con sus baterías antiaéreas. Nuestros aviones no
trataron de franquear la barrera, pero alcanzaron al crucero pesado
«Pola», que quedó escorado y paralizado. Al cerrar la noche, el almirante
Cunningham decidió atacar con los destructores y arriesgarse al azar de
una batalla nocturna, con la esperanza de destruir al acorazado y al cru-
cero heridos antes de que lograran ponerse al amparo de los aviones
de
las bases terrestres enemigas. Avanzando en la oscuridad, sorprendió a a
dos cruceros italianos, el «Fiume» y el «Zara», que montaban cañones de
8 pulgadas, que acudían en auxilio del «Pola». Cañoneado prácticamente
a quemarropa, el «Fiume» fue hundido inmediatamente por las andana-
das de 16 pulgadas del «Warspite» y el «Valiant». El «Zara», atacado por
los tres acorazados, pronto quedó reducido a un montón de hierros hu-
meantes.
Acto seguido, el almirante Cunningham retiró sus fuerzas por el temor
de confundir a amigos por enemigos, y dejó que sus destructores acaba-
ran al buque dañado y los dos destructores que lo acompañaban. Tam-
bién encontraron y hundieron al averiado «Pola». En este afortunado en-
cuentro nocturno, pese a las probabilidades adversas, la flota británica no
sufrió pérdidas de ninguna clase. Por la mañana, como nuestra aviación
no acertara a encontrar al «Vittorio Veneto», nuestra flota regresó a Ale-
jandría. Esta oportuna y feliz victoria del cabo Matapán acabó con toda
oposición a la supremacía naval británica en el Mediterráneo oriental en
aquellos críticos momentos.

La expedición a Grecia, por su orden de embarque, comprendía la 1.2


Brigada Blindada Británica, la División Neozelandesa y la 6.2 División
Australiana. Todas ellas fueron equipadas al completo a expensas de
otras formaciones de Oriente Medio. A éstas debían seguir la Brigada Po-
laca y la 7.? División Australiana. El movimiento comenzó el 5 de marzo.
El plan era sostener la línea Aliakhmon, que se extendía desde la desem-
bocadura del río de dicho nombre hasta la frontera yugoslava después
de atravesar Veria y Edhessa. Nuestras fuerzas debían unirse a las griegas
desplegadas en dicha línea, a saber: la 122 y la 203 Divisiones Griegas,
compuestas cada una de seis batallones y tres o cuatro baterías; la 192
División Motorizada, débil en número e instrucción, y unos seis batallones
de Tracia. Este ejército, nominalmente equivalente a siete divisiones, ha-
bía de pasar al mando del general Wilson.
Las tropas griegas eran muy inferiores a las cinco divisiones que el ge-

192
neral Papagos había prometido en principio.1 La gran mayoría del ejérci-
to griego, que ascendía a unas quince divisiones, estaba en Albania frente
a Berat y Valona, que no habían podido capturar. Rechazaron una ofen-
siva italiana lanzada el 9 de marzo. El resto del ejército griego, tres divisio-
nes y tropas de defensa fronteriza, estaba en Macedonia de donde Papa-
gos se negaba a retirarlas, y en donde, al cabo de cuatro días de lucha
después que los alemanes hubieron atacado, cesó de existir como fuerza
militar. La 192 División Motorizada griega, que se les unió, también fue
destruida o dispersada.
En el mes de marzo, nuestra aviación en Grecia ascendía a siete escua-
drillas (ochenta aparatos) y trabajaba con enorme desventaja, debido a la
ij
ai
24
o
A7 escasez de campos de aterrizaje y a las transmisiones defectuosas. A pe-
sar de que en abril se mandaron algunos refuerzos, las Reales Fuerzas
_
Aéreas eran infinitamente inferiores en número al enemigo. Dos de nues-
tras escuadrillas lucharon en el frente de Albania. Las cinco restantes,
apoyadas por dos escuadrillas de Wellingtons de Egipto para operaciones
nocturnas, tenían que abastecer a todas las demás necesidades. Frente a
ellas había una aviación alemana consistente en más de ochocientos apa-
ratos. £
El ataque a Yugoslavia meridional y Grecia fue confiado al Duodéci-
mo Ejército alemán, compuesto de quince divisiones, de las cuales cuatro
eran blindadas. De estas quince, cinco de ellas, incluyendo tres blindadas,
tomaron parte en el avance en dirección a Atenas. El punto debil de la li-
nea Aliakhmon radicaba en su flanco izquierdo, que podía verse envuelto

por un avance alemán a través del sur de Yugoslavia. Había habido po-
quísimos contactos con el Cuartel General yugoslavo, cuyo plan de de-
fensa y grado de preparación no era conocido ni de los griegos ni de no-
sotros. Había, sin embargo, la esperanza de que en un país tan difícil
como el que el enemigo tendría que atravesar, los yugoslavos al menos
podrían retardarle considerablemente. Esta esperanza demostró estar mal
fundada. El general Papagos no consideró que la retirada de Albania, a
«fin de esperar aquel movimiento envolvente, fuese una operación factible.
No solamente había de afectar profundamente a la moral del ejército grie-
go, sino que éste, por estar tan mal equipado de medios de transporte y
por disponer de tan pésimas comunicaciones, no se encontraba en situa-
A
ción de efectuar una retirada general ante el enemigo. El general Papagos
aguardó sin duda demasiado a decidirse. En estas circunstancias fue, el 27
de marzo, cuando nuestra 1.2 División Blindada llegó a la zona de van-
guardia, en donde a los pocos días se le reunió la División Neozelandesa.

_ A primeras horas de la mañana del 6 de abril, los alemanes invadieron


simultáneamente Grecia y Yugoslavia. Al propio tiempo se desencade-

; E Ulteriormente Papagos preiendió que su primer compromiso para el sostenimiento de


a línea Altakhmon estaba supeditado a un previo esclarecimiento de la situación con el gobier-
no de Yugoslavia, al cual no se legó nunca.

193
naron intensos ataques aéreos en el Pireo, en donde estaban descargando
nuestros convoyes expedicionarios. Aquella misma noche, el puerto que-
dó casi destruido por la voladura de nuestro barco «Clan Fraser», amarra-
do al muelle con 200 toneladas de T.N.T. a bordo. Eso fue un contratiem-
po que nos obligó a desviar los suministros a puertos secundarios. Este
solo ataque nos costó a los griegos y a nosotros once buques, con un total
de 43.000 toneladas.
A partir de este momento, el sostenimiento de las fuerzas aliadas por
mar se realizó sin interrupción, pese a la creciente escala de los ataques
aéreos contra los cuales carecíamos de réplica efectiva. La clave del pro-
blema en el mar era dominar las bases aéreas enemigas de Rodas, pero
no disponíamos de fuerzas para esta tarea, y, entretanto, las pérdidas ma-
rítimas eran inevitablemente crecidas. Fue una suerte que la reciente ba-
talla del cabo Matapán, como hizo constar el almirante en su comunica:
do, significara para los italianos una lección que les mantuvo inactivos
durante el resto del año. De haber ellos intervenido activamente durante
este período, habría sido imposible la actuación de nuestra marina en
Grecia.
Simultáneamente con el feroz bombardeo de Belgrado, los ejércitos
alemanes convergentes ya agazapados en las fronteras, invadieron Yu-
goslavia desde diferentes puntos. El Estado Mayor yugoslavo no intentó
siguiera descargar el único golpe que tenía a su alcance, cuyos efectos ha-
brían sido mortíferos en la retaguardia italiana. Se consideraron obligados
a no abandonar a Croacia y Eslovenia y, por lo tanto, se vieron forzados
a intentar la defensa de toda la línea fronteriza. Los cuatro cuerpos de
ejército yugoslavo del norte fueron irresistiblemente empujados hacia el
interior por las columnas alemanas blindadas, apoyadas por tropas hún-
garas que cruzaron el Danubio, y fuerzas alemanas e italianas que avan-
zaron hacia Zagreb. El grueso de las fuerzas yugoslavas se vieron así
empujadas desordenadamente hacia el sur, y el 13 de abril las tropas ale-
manas entraron en Belgrado. Entretanto, el 12.- Ejército alemán al man-
do del general List, acantonado en Bulgaria, había penetrado en Servia y
Macedonia. Tomaron Monastir y Janina el 10, impidiendo así todo con-
A entre yugoslavos y griegos y copando a todas las fuerzas yugoslavas
el sur.

Ante el derrumbamiento de la resistencia yugoslava, mister Campbell,


ministro plenipotenciario británico en Belgrado, abandonó la capital junto
con su guarnición y pidió instrucciones, que le fueron mandadas en estos
AA
A
términos:

Primer Ministro al ministro británico en Yugoslavia. 13-14-41


Nunca será posible mandar navios de superficie ni mercantes británicos o
americanos, o transportes, al Adriático más al norte de Valona. La razón de
ello es la aviación, que en la pasada guerra no contó como arma efectiva en
este aspecto. Los barcos serían hundidos fatalmente, cosa que no sería de

194
utilidad para nadie. Toda la aviación que podemos consagrar al teatro yu-
goslavo está ya al servicio del Estado Mayor yugoslavo, por conducto del
mariscal del aire D'Albiac. Por el momento, no tenemos más. Usted debe re-
cordar que los yugoslavos no nos dieron ocasión de ayudarles y se negaron
a establecer un plan común, pero las recriminaciones serían inútiles y dejo a
su juicio decidir cuántas de estas malas noticias han de ser puestas en su co-
nocimiento.
2. No vemos por qué razón el rey o el gobierno habrían de abandonar el
país, que es vasto, montañoso y lleno de hombres armados. No cabe duda
de que los tanques alemanes pueden avanzar por carreteras y caminos,
pero para derrotar a los ejércitos servios hará falta la Infantería. Esta será la
ocasión de diezmar a los alemanes. Desde luego, el joven rey y sus ministros
deben saber desempeñar su papel. Sin embargo, si en un momento determi-
nado el rey y sus ayudantes se vieran obligados a abandonar el país y no se
dispone de aviones, podemos mandar un submarino británico a Kotor o
cualquier otro puerto vecino.
3. Aparte de la defensa de las regiones montañosas, la única manera de
que cualquier porción del ejército servio lograra entrar en contacto con
nuestros suministros por tierra, estribaría en enlazar con los griegos en
Albania y a través de Monastir. En tal caso, podrían participar en la defensa
de Grecia y en el fondo común de suministros. Si todo fracasa, no se rega-
tearán esfuerzos para evacuar al mayor número posible de combatientes a
las islas Egeas o a Egipto.
4. Es necesario que usted haga cuanto esté en su mano por mantener
elevado el espíritu combativo del gobierno y del ejército yugoslavo, recor-
dándoles la forma cómo la marea de la última guerra subió y bajó y volvió a
subir hasta que dio la victoria a los servios.

Pero aún no había llegado el día de las guerrillas servias. El 17 de abril,


Yugoslavia capituló.1
Esta súbita derrota echó por tierra las esperanzas de los griegos. Era un
nuevo ejemplo de «cada cual a su vez». Habíamos hecho cuanto estuvo
en nuestra mano por procurar una acción concertada, y si fracasamos no
fue por culpa nuestra. Una negra perspectiva se cernía sobre nosotros.
Al producirse el avance alemán en Grecia, la 15. Brigada Británica
ocupaba una posición avanzada en el río Vardar. La División Neozelan-
desa estaba en el río Aliakhmon. A su izquierda se hallaban las 122 y 202
Divisiones Griegas. Las tropas de avanzada de la 6. División Australiana
también estaban al llegar. El 8 de abril se vio claramente que la resisten-

1. El rey Pedro fue evacuado de Kotor en un hidroavión Sunderland británico. Mr. Camp-
bell se había dirigido a las costas del Adriático. El 18 de abril, él y todo su personal cayeron en
manos italianas. Se hizo una tentativa de rescate, y una semana después fue enviado el sub-
marino «Regent» a la bahía de Kotor. Allí encontraron a los italianos dueños del terreno. Se re-
luvo a un oficial aliano a bordo como rehén, mientras un oficlal Inglés parlamentaba con los
flalianos para la liberación del personal diplomático. Entre tanto, llegaron tres Stukas y bom-
bardearon y cañonearon al «Regent», hiriendo al capitán y a algunos hombres de la tripula-
ción. Tuvo que sumergirse bajo el fuego de las baterías de la costa y escapar a través de los
campos de minas. Los diplomáticos ingleses con su personal fueron llevados a italia e interna-
q_zPRE_A
A>A4
_ dos. En junio fueron repatriados a Inglaterra, de acuerdo con los convenios internacionales,
después de oportunas negociaciones con el gobierno llallano.

195
cia yugoslava en el sur cedía, y que el flanco izquierdo de la posición
Aliakhmon no tardaría en verse amenazado. A fin de parar el golpe, una
brigada australiana, a la que más tarde se unió la 1.= Brigada Blindada,
fue apostada para bloquear todo intento de aproximación desde Monastir.
El avance del enemigo fue retrasado mediante demoliciones, así como va-
rios eficaces bombardeos de las Reales Fuerzas Aéreas, pero el 10 de abril
comenzó el ataque a nuestro flanco. Durante dos días fue resistido a fuer-
za de luchar encarnizadamente en unas condiciones pésimas de tiempo.
Más al oeste no había más que una división de caballería griega que es-
taba en contacto con las fuerzas de Albania, y el general Wilson decidió
que este flanco tan presionado debía replegarse hasta Kozani y Gravena.
Este movimiento fue completado el 13 de abril, pero durante su transcur-
so las 122 y 20.* Divisiones Griegas comenzaron a desintegrarse y ya no
pudieron desempeñar ningún papel efectivo. A partir de entonces nues-
tras tropas expedicionarias se quedaron solas. El 14 de abril, la División
Neozelandesa se vio obligada a retirarse también para guardar el impor-
tante paso montañoso que hay al norte del Olimpo. Una de sus brigadas
cubría la carretera de Larissa. El enemigo lanzó fuertes ataques, que fue-
ron resistidos. Pero Wilson, aún amenazado en el flanco izquierdo, decidió
retirarse a las Termópilas. Comunicó este plan a Papagos, que lo aprobó
y, habida cuenta del estado de cosas, propuso personalmente la evacua-
ción de Grecia.

Primer Ministro al general Wilson, Atenas. 13-14-41


Celebro ver que con el movimiento de la 20? División Griega de caballe-
Tía se ha logrado cerrar el hueco existente entre usted y el ejército occiden-
tal griego. Es de una claridad meridiana que un avance alemán hacia el sur
no sólo rodearía sus posiciones en el Aliakhmon, sino que envolvería de
una forma mucho más decisiva a todo el ejército griego de Albania. Me es
imposible entender por qué el ejército griego del oeste no se asegura su reti-
rada a Grecia. El jefe del Estado Mayor General imperial afirma que sobre
estos puntos se les ha insistido en vano una y otra vez. Mis mejores augu-
rios en esta hora memorable.
También celebro saber que el rey no va a abandonar Grecia por el mo-
mento. Ahora tiene una gran oportunidad de dejar su nombre en la historia.
No obstante, si tanto él como una parte cualquiera del ejército griego se vie-
ran obligados a abandonar el país, se les darían toda clase de facilidades en
Chipre, y haríamos cuanto estuviera en nuestra mano por poderles trasla-
dar allí Guamecer Creta con un fuerte contingente griego sería utilísimo,
habida cuenta de que Creta puede ser abastecida por mar.

Los días que siguieron fueron decisivos. Wavell telegrafió al general


Wilson diciéndole que había sostenido una conversación con Papagos, el
cual le había manifestado que el ejército griego llevaba sobre sus hombros
una carga demasiado dura y que se encontraba en dificultades adminis-
trativas debido a los ataques aéreos. Estuvo de acuerdo en cuanto a reti-
rarse a la posición de las Termópilas. Las primeras operaciones ya se ha-
bían iniciado. Papagos insistió en su proposición de que debíamos reem-
barcar a las tropas británicas y salvar a Grecia de la destrucción. Wilson

196
consideró que esta evacuación debía iniciarse con la ocupación de aquella
posición y que la retirada debía organizarse desde allí. Las instrucciones
de Wavell a Wilson eran de seguir luchando al lado de las fuerzas griegas
mientras estuviesen en condiclones de resistir, pero autorizaba toda ulte-
rior retirada que juzgara necesaria. Se dio orden de virar en redondo a to-
dos los barcos con rumbo a Grecia, se suspendió la carga de buques, y
aquellos que estaban cargando o ya tenían carga a bordo fueron descar-
gados. Daba por supuesto que antes haría falta recibir del gobierno griego
un requerimiento formulario para nuestro reembarque. Asimismo, supo-
nía que Creta aguantaría.
A estas graves pero no inesperadas noticias, conteste en el acto:

Primer Ministro al general Wavell. 17-1V-41


1. Carecemos de noticias suyas de lo ocurrido en el frente de Grecia.
2. No podernos permanecer en Grecia contra el deseo del comandante
en jefe griego, exponiendo así el país a la devastación. Wilson o Palairet de-
ben obtener la ratificación del gobierno griego a la proposición de Papagos.
A renglón seguido de esta ratificación, se iniciará la evacuación, sin perjuicio
de cualquier retirada a la posición de las Termópilas en cooperación con las
fuerzas griegas. Desde luego, usted tratará de salvar cuanto material le sea
posible.
3. Hay que mantener fuerzas en Creta, y en la redistribución de sus
hombres usted deberá tenerlo en cuenta y contará con ello. Es importante
que fuertes elementos del ejército griego se establezcan en Creta, junto con
el rey y el gobierno. Trataremos de ayudar y sostendremos la defensa de
Creta hasta el máximo.

El 17, el general Wilson se trasladó en automóvil desde Tebas al pala-


cio de Tatoi, en donde se reunió con el rey, el general Papagos y nuestro
embajador. Se convino en que la retirada a la línea de las Termópilas ha-
bía sido el único plan factible. El general Wilson confiaba en poder soste-
ner esta línea durante algún tiempo. La discusión principal giró en tomo
al método y orden de evacuación. El gobierno griego no abandonaría el
país, por lo menos antes de otra semana.
Del primer ministro griego, M. Korysis, ya se ha hecho mención. Había
sido escogido para llenar el vacío dejado por Metaxas al morir. Sus únicos
títulos para desempeñar un cargo de gobierno eran tan sólo una vida pri-
vada intachable y sus claras y firmes convicciones. Al parecer, no pudo
sobrevivir a la ruina de su país ni soportar por más tiempo sus propias
responsabilidades. Lo mismo que el conde Teleki de Hungría, decidió pa-
ca la derrota con la vida. El 18 se suicidó. Su recuerdo debe ser respe-
tado.

Habida cuenta de lo trágicamente cambiante que demostró ser este


teatro de la guerra, fue necesario intentar asignar proporciones y priorida-
des hasta donde fuese posible, para que nuestra evacuación no acabara
en desastre. El mariscal del aire Longmore solicitó instrucciones para el

197
empleo de sus agotadas fuerzas de aviación. En vista de ello cursé una
directriz a los jefes de Estado Mayor, que éstos aprobaron y telegrafiaron
textualmente a los comandantes del Oriente Medio.

Los jefes de Estado Mayor a los comandantes en jefe. 18-1V-41


El Primer Ministro y Ministro de la Defensa ha dictado la siguiente di-
rectriz:
1. Es imposible establecer un orden estricto de prioridad entre tantos in-
tereses, ninguno de los cuales debe ser ignorado, pero el siguiente puede
servir de guía. La retirada de las tropas neozelandesas, australianas y britá-
nicas de Grecia afecta a todo el Imperio.
2. Habría de ser posible improvisar un servicio de transporte en Tobruk,
tanto antes como después de la crisis de la evacuación, habida cuenta de
que Tobruk tiene abastecimientos para dos meses.
3. Debe usted dividirse entre proteger la evacuación y sostener la batalla
de Libia. Pero si ambas cosas resultan incompatibles, lo cual no sería dificil
evitar, hay que subrayar la victoria de Libia.
4. No se preocupe de momento del Irak. Parece que allí todo va bien.
5. Al principio Creta será sólo el centro de recepción de cuanto pueda
llegar hasta alii procedente de Grecia. Su defensa debe ser organizada más
tarde. Entretanto, las fuerzas allí acantonadas deben protegerse de los
bombardeos aéreos mediante la dispersión y atacando a la bayoneta a los
paracaidistas o invasores por el aire, si los hubiere.
6. De acuerdo con las precedentes observaciones generales, la victoria de
Libia es lo que cuenta primero, y la evacuación de las tropas de Grecia en
segundo lugar. El servicio de transporte marítimo desde Tobruk, a menos
que sea indispensable para la victoria, debe ajustarse a las conveniencias.
Irak puede ser olvidado, y de Creta nos ocuparemos más adelante.

La retirada a las Termópilas fue una maniobra difícil, ya que, mientras


el enemigo era paralizado en las gargantas de Tempe, el paso del Olimpo
y otros puntos, todas nuestras fuerzas tenían que pasar por el gollete de
Larissa. Wilson creyó que la amenaza más peligrosa vendría por el flanco
oeste y situó una brigada en Kalabaka para hacer frente a ella. Pero la
crisis se produjo en el flanco oriental, en las gargantas de Tempe y en el
paso del Olimpo. El paso fue duramente defendido, durante los tres días
necesarios, por la 52 Brigada Neozelandesa. Las gargantas de Tempe
fueron aún más críticas, porque eran el camino rnás corto por el que los
alemanes podían acercarse a Larissa. Al principio la defensa recayó exclu-
sivamente en el 21. Batallón Neozelandés, reforzado más tarde por una
brigada australiana. Las gargantas de Tempe fueron tenazmente defendi-
das durante estos días necesarios para que todas nuestras tropas rebasa-
ran el embudo de Larissa.
Hasta el 13 de abril, el mal tiempo había impedido al enemigo hacer
uso de su enorme superioridad aérea, pero al amanecer del día 15 un fe-
roz ataque contra el aeródromo de Larissa destruyó a muchos de los
aviones que nos quedaban. El resto recibió orden de retirarse a Atenas, ya
que no había otros campos de aterrizaje. El tiempo empeoró de nuevo el

198
16 y 17, pero volvió a aclarar y la aviación alemana intervino de nuevo
hostilizando duramente a las fuerzas que se dirigían a las Termópilas. Sin
embargo, no dejó de oponérsele alguna resistencia, porque en el curso de
un ataque cerca de Atenas fueron derribados veintidós aviones enemigos
al precio de la pérdida de cinco Hurricanes.
Estas tenaces y hábiles maniobras de retaguardia detuvieron el impe-
tuoso avance alemán en todos los puntos, infligiéndole graves pérdidas. El
20 de abril quedó terminada la ocupación de las Termópilas. Atacada
frontalmente, esta posición era inexpugnable, pero a causa de la necesi-
dad de guardar la ruta costera, de vigilar una posible intrusión por Eubea
y, sobre todo, de impedir un avance hacia Delfos, nuestras fuerzas esta-
ban agotadas. Pero si los alemanes avanzaron, sólo lo hicieron muy des-
pacio, y la fortaleza de nuestra posición nunca fue puesta a prueba. El
mismo día 20 se rindieron las tropas griegas del frente albanés.
Sin embargo, no por esto abandoné la esperanza de una resistencia a
ultranza en las Termópilas. Los siglos transcurridos parecían no contar.
¿Por qué no habíamos de ser protagonistas de un nuevo hecho de armas
inmortal?
Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 20-IV-41
Me afirmo en mi opinión de que si los generales que se hallan sobre el te-
rreno creen poder mantener la posición de las Termópilas durante quince
días o tres semanas y hacer que el ejército griego siga luchando, si no todo,
en parte, deberíamos prestarles nuestro máximo apoyo, a condición de que
los Dominios estén de acuerdo. No creo que las dificultades de evacuación
aumenten si el enemigo sufre pérdidas considerables. Por otra parte, cada
día que la aviación alemana es absorbida en Grecia, permite que la situa-
ción de Libia se estabilice, lo cual acaso nos permitirá llevar tanques de re-
fuerzo a Tobruk. Si esto es realizado sin percances y la posición de Tobruk
aguanta, hasta podemos sentirnos lo bastante fuertes para reforzarla desde
Egipto. Me causa una vivísima contrariedad pensar que tengamos que
abandonar la lucha, y, si las tropas fuesen sólo británicas y el asunto pudie-
se resolverse en el terreno estrictamente militar, instaría a Wilson a luchar
mientras lo juzgara posible. En todo caso. antes de comprometernos a una
evacuación, el caso debe ser sometido abiertamente a los Dominios después
del Gabinete de mañana. Desde luego, desconozco las condiciones en que
nuestras fuerzas en retirada llegarían a la nueva posición clave.

El 21 el general Wavell pidió al rey Jorge noticias sobre el estado del


ejército griego, preguntando si éste podía prestar inmediata y efectiva
ayuda al flanco izquierdo de la posición de las Termópilas. Su Majestad
dijo que no había tiempo material para que ninguna fuerza organizada de
Grecia apoyara el flanco británico izquierdo antes del ataque del enemigo.
El general Wavell contestó que en este caso su deber era tomar inmedia-
tamente las disposiciones necesarias para el reembarque de su ejército, o
la parte que cupiera evacuar. El rey asintió plenamente y pareció haber
estado esperando esta réplica. Habló con hondo pesar de haber sido el
agente que había llevado a las tropas británicas a su actual situación. El
general Wavell Insistió cerca del rey sobre la necesidad de guardar el más
absoluto secreto sobre las medidas de evacuación; por ejemplo, que había

199

QOoOo0_———
que conservar el orden en Atenas y que la salida del rey y su gobierno ha-
cia Creta debía aplazarse al máximo. Asimismo, las fuerzas griegas de
Epiro debían mantenerse firmes e impedir a toda costa un avance enemi-

A
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AS
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Q 60 120 MILLAS
A AA A E!

1A INVASIÓN ALEMANA DE GRECIA

go desde el oeste por la orilla norte del golfo de Corinto. El rey prometió
ayudar en lo que pudiese. Pero todo fue en vano. La rendición final de
Grecia al avasallador poderío alemán tuvo lugar el 24 de abril.
Nos encontrábamos ahora frente a otra de aquellas evacuaciones por mar

200
== que habíamos conocido en 1940. La retirada organizada de más de cincuenta
mil hombres de Grecia, en condiciones sumamente difíciles, hubiese parecido
una tarea casi imposible. Sin embargo, la flota británica la realizó bajo la di-
rección del vicealmirante Pridham-Wippell en el mar y el contraalmirante
Baillie-Grohman desde el cuartel general del ejército de tierra. En Dunquer-
que, en general, tuvimos el dominio del aire. Pero en Grecia los alemanes
eran dueños absolutos e indiscutidos del ámbito aéreo y podían mantener un
bombardeo casi incesante de los puertos y las tropas en retirada. Era obvio
que el reembarque sólo podía efectuarse de noche, y, por lo tanto, era indis-
pensable que de día no se viesen tropas cerca de las playas. Era una repeti-
ción de Namsos, pero a una escala diez veces superior.
El almirante Cunningham destinó a esta tarea todas sus fuerzas ligeras,
que constaban de seis cruceros y diecinueve destructores. Entrando y sa-
liendo de los puertos pequeños y las playas del sur de Grecia, estos bar-
cos, junto con once barcos de transporte y asalto, así como muchísimas
otras embarcaciones de menor calado, comenzaron el trabajo de rescate
el día 24 por la noche.
Durante cinco noches consecutivas el trabajo continuó. El 26, los pa-
racaidistas enemigos capturaron el importantísimo puente que cruza el
canal de Corinto, y acto seguido las tropas alemanas invadieron el Pelopo-
neso, hostigando a nuestros exhaustos soldados a medida que corrían
a las playas del sur. Durante las noches del 24 y el 25, se reembarcaron
17.000 hombres, con la pérdida de dos transportes. La noche siguien-
te, unos 19.500 escaparon por cinco puntos de embarque diferentes.
En Nauplia hubo un desastre. El transporte «Slamat», en su heroico pero
mal aconsejado esfuerzo de embarcar el máximo de hombres, permane-
ció demasiado tiempo al ancla. Poco después del alba, al alejarse de tie-
rra, fue atacado y hundido por bombarderos en picado. Los destructores
«Diamond» y «Wryneck», que salvaron a la mayoría de los 700 hombres
que se amontonaban a bordo, fueron hundidos a su vez por la aviación
al cabo de pocas horas. De los tres barcos sólo quedaron cincuenta sobrevi-
vientes.
El 28 y el 29, dos cruceros y seis destructores hicieron esfuerzos por
embarcar a 8.000 hombres y 1.400 refugiados yugoslavos de las playas
cercanas a Kalamata. Un destructor enviado de avanzada para organizar
la evacuación encontró la ciudad, en donde ardían grandes incendios, en
manos del enemigo. La operación tuvo que ser abandonada. Aunque un
contraataque arrojó a los alemanes de la población, sólo pudieron salvar-
se 450 hombres a bordo de cuatro destructores, que hicieron uso de sus
propios botes. La misma noche, el «Ajax» y tres destructores salvaron a
4.300 hombres de Monemvasia.
Estos acontecimientos marcan el final de la evacuación principal. Du-
rante los dos días que siguieron, se recogieron pequeños grupos de hom-
bres en varias islas o en pequeñas embarcaciones en el mar. En los meses
que siguieron, 1.400 oficiales y soldados, ayudados por los griegos a costa
de peligros muy graves, regresaron a Egipto independientemente.
e a «

201
La siguiente tabla da las cifras de la evacuación final en lo que se refie-
re al ejército.
A zz A <2—>

En Grecia, Evacuadas a Creta Directamente


FUERZAS al producirse Evacuados y más tarde a Egipto
el ataque a Creta a Egipto (incluso heridos)
A A A A
Del Reino
Unido 19.206 5.299 3.200 4.101
Australianas 17.125 6.451 2.500 5.206
Nueva Zelanda 16.720 7.100 1.300 6.054

Totales............ 53.051 18.850 7.000 15.361

Las pérdidas fueron:

Porcentaje de
FUERZAS Pérdidas pérdidas totales

Tropas del Reino Unido.........ccnoac... 6.606 55,8


Australianas 2.968 25,1
Nueva Zelanda 2.266 19,1

Totales aii 11.840 100

En total se evacuaron a 50.662 hombres, comprendiendo soldados de


aviación y varios centenares de chipriotas, palestinos, griegos y yugosla-
vos. Esta cifra representa aproximadamente un 80 % de las fuerzas origi-
nalmente enviadas a Grecla. Estos resultados sólo se lograron gracias a la
valentía y la habilidad de los marinos de la Armada Real y mercante, que
jamás flaquearon ante los más feroces ataques del enemigo por impedir
su tarea. Desde el 21 de abril hasta el final de la evacuación, se perdieron
veintiséis barcos por ataques de aviación. Veintiuno de ellos eran griegos,
y entre ellos figuraban cinco buques hospital. Los restantes eran británi-
cos y holandeses. La R.A.F., con el contingente aéreo de la flota de Cre-
ta, hizo cuanto pudo por aliviar la situación, pero se vio avasallada por el
número. Sin embargo, desde noviembre en adelante, las pocas escuadri-
llas mandadas a Grecia realizaron importantes servicios. Infligieron al
enemigo la pérdida confirmada de 231 aviones y arrojaron 500 toneladas
de bombas. Sus pérdidas de 209 aparatos, de los cuales 72 lo fueron en
combate, fueron graves y su gesta es ejemplar.
La pequeña pero eficaz flota griega pasó ahora bajo el mando británi-
co. Un crucero, seis destructores modernos y cuatro submarinos escapa-
ron a Alejandría, adonde llegaron el 25 de abril. A partir de entonces, la

202
armada griega estuvo siempre representada con distinción en muchas de
nuestras Operaciones en el Mediterráneo.

Si al leer este relato se tiene la impresión de que las fuerzas británicas e


imperiales no recibieron de sus aliados griegos ninguna ayuda militar efec-
tiva, es menester recordar que aquellas tres semanas de lucha encarniza-
da sin esperanzas de victoria eran para los griegos la culminación de cin-
co duros meses de lucha contra Italia, durante los cuales se habían agota-
do todas las fuerzas y recursos del país. Atacados en octubre sin el menor
aviso por fuerzas al menos dos veces superiores en número, al principio
habían rechazado al invasor y con sus contraataques le habían obligado a
retroceder muchas millas dentro de Albania. Durante todo el crudísimo
invierno en las montañas habían luchado cuerpo a cuerpo con un enemi-
go más numeroso y mejor equipado. El ejército griego del noroeste no
disponía ni de medios de transporte ni de vías de comunicación para, en
el último momento, efectuar una maniobra rápida con que hacer frente al
nuevo y avasallador ataque germano que tendía a copar su flanco y reta-
guardia. Sus fuerzas ya se habían gastado hasta el límite en una prolon-
gada y heroica defensa del suelo patrio.
No hubo recriminaciones. La amistad y ayuda que las tropas griegas
prestaron con tanta lealtad a las nuestras, subsisten noblemente hasta el
fin. El pueblo de Atenas y de otros puntos de evacuación parecía preocu-
parse más por la suerte de sus presuntos salvadores que por su propio
destino. El honor militar de los griegos sigue sin mácula.

Hasta aquí he expuesto en forma de narración los hechos más sobresa-


lientes de la aventura de Grecia. Una vez las cosas han pasado, es fácil
escoger el criterio y la postura moral que uno hubiera debido de adoptar.
En dicho relato he explicado los acontecimientos tal como ocurrieron y
las acciones tal como se desarrollaron. Más adelante, ambos podrán ser
juzgados a la luz de las consecuencias; y, finalmente, cuando nuestras vi-
das hayan cesado, la historia pronunciará su frío, imparcial y sombrío ve-
redicto.
No cabe la menor duda de que el crimen de Hitler y Mussolini al atro-
pellar a Grecia, así como nuestros esfuerzos por plantar cara a la tiranía y
salvar de sus garras lo que se pudiese, impresionaron profundamente al
pueblo de los Estados Unidos, y sobre todo a su gran Presidente. Yo sos-
tuve en aquellos momentos un emocionante intercambio de telegramas
con el Presidente... Mis pensamientos —decía— en lo tocante al Medite-
rráneo oriental, son:

Ustedes han llevado a cabo una tarea no solamente heroica, sino suma-
mente útil, en Grecia, y la pérdida territorial está más que compensada por
la necesidad de una enorme concentración alemana y las consiguientes pér-
didas alemanas en hombres y material.

203
Al mandar a Grecia a todos los hombres y material de que podía dispo-
ner, usted ha conseguido imponer un compás de espera plenamente justifi-
cado, que continuará surtiendo su efecto en otras regiones del Mediterráneo y
e
oriental, incluyendo el Norte de África y Oriente Medio. Además, si en lo
sucesivo fueren menester nuevas retiradas, formarían parte de un plan que,
dado el estado actual de la guerra, acortaría las líneas británicas Y obligaría
al enemigo a extender las del Eje, forzándole a emplear grandes cantidades
de hombres y material. Estoy convencido de que tanto aquí como en la
Gran Bretaña, la opinión pública está cada vez más convencida de que, aun
en el caso de que ustedes tengan que retirarse más hacia el este del Medite-
rráneo. no habrán de arrostrar ninguna derrota ni optar por la rendición, y
de que, en último análisis, el dominio naval del océano Índico y del Atlánti-
co será el factor que con el tiempo ganará la guerra.

Mi respuesta puede considerarse más reservada de lo que este genero-


so mensaje merecía. Yo me encontraba tan angustiosamente coaccionado
por los acontecimientos y estaba tan alerta al sentimiento que animaba a
los Estados Unidos, que traté de apelar al futuro.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 4-V-41


Su amistoso mensaje me da la seguridad de que ningún revés pasajero,
por duro que sea, puede alterar su decisión de apoyarnos hasta lograr la
KA
¡T
A
victoria final.
No debemos estar demasiado seguros de que las consecuencias de la pér-
dida de Egipto y el Oriente Medio no serían graves. Su repercusión sería un
considerable incremento de los peligros que hoy desafiamos en el Atlántico
y el Pacífico, y difícilmente podrían dejar de influir en la prolongación de la
guerra con cuantos sufrimientos y peligros militares esto entrañariía. Lucha-
remos pase lo que pase, pero le ruego que recuerde que la actitud de Espa-
ña, Vichy, el Japón y Turquía puede quedar determinada por el desenlace
de la lucha en este teatro de la guerra. No puedo compartir el criterio de
que la pérdida de Egipto y del Oriente Medio sería un mero preliminar al
triunfante mantenimiento de una prolongada guerra en los océanos. Si toda
Europa y la mayor parte de Asia y África llegaran a convertirse, ya fuese
por conquista o por cohecho, en parte del sistema del Eje, una guerra man-
tenida por la Gran Bretaña, los Estados Unidos, el Canadá y la Australasia
contra este poderoso conglomerado nos presentaría una perspectiva dura,
larga y siniestra. Por consiguiente, si usted no puede ocupar posiciones más
avanzadas, ahora o en un plazo breve, las vastas balanzas pueden inclinarse
decididamente en desventaja nuestra. Estoy seguro, señor Presidente, de
que usted no tomará a mal que le exponga exactamente lo que tengo en mi
mente, El único contrapeso decisivo que podría equilibrar el creciente pesi-
mismo de Turquía, Oriente Medio y España, sería la inmediata entrada de
los Estados Unidos en la guerra como nación beligerante. De ser esto posi-
ble, no cabe duda de que podríamos sostener la situación en el Mediterrá-
neo hasta que el peso de sus municiones hiciese inclinar la balanza.
Estamos decididos a luchar hasta la última pulgada de terreno por Egip-
to, incluyendo los puestos avanzados de Tobruk y Creta. Esto nos lleva a
correr graves riesgos, y personalmente estoy convencido de que ganaremos,
pese a las dificultades físicas de mandar refuerzos por tanque o avión. Pero
le ruego, señor Presidente, que no infravalore usted la gravedad de las
consecuencias de un derrumbamiento del Oriente Medio. En esta guerra,

204
cada posición es una posición que puede ganarla; y, ¿cuántas más tenemos
que perder aún?
Respecto a Vichy, estamos más que dispuestos a que usted dé el primer
paso y consiga sacar de ellos el máximo posible, sea con amenazas o favo-
res. Sólo usted puede anticiparse a los alemanes en Marruecos.1 Si consi-
guen instalarse allí, no tendrán necesidad de internarse; pronto habrán
transportado tropas por el aire hasta Dakar.
Esperaré con ansiedad el nuevo discurso por radio que proyecta. Puede
ser el punto crucial supremo.
Permiítame que le dé las gracias por la espléndida ayuda en barcos y tan-
ques que debemos a su intervención, y por la amplia y generosa asistencia
que ha prestado a la Gran Bretaña y a la causa común.

En mi discurso radiado de la noche anterior, había tratado no sólo de


expresar los sentimientos de los pueblos de habla inglesa, sino de poner
de manifiesto los hechos dominantes que gobernaban nuestro destino.

Si bien contemplamos con la natural ansiedad y dolor mucho de lo que


está ocurriendo en Europa y África, y puede ocurrir en Asia, no debemos
perder nuestro sentido de la proporción y con ello alarmarnos o descorazo-
narnos. Cuando contemplamos con mirada serena las dificultades que se
extienden ante nosotros, podemos cobrar nueva confianza pensando en las
que ya hemos vencido. Nada de lo que está pasando ahora puede compa-
rarse en gravedad con los peligros que soportamos el año pasado. Nada de
lo que puede ocurrir en Oriente es comparable a lo que está ocurriendo en
Occidente.
La última vez que os hablé cité unos versos de Longfellow que el presi-
dente Roosevelt me había mandado, escritos de su puño y letra. Hoy tengo
otros versos, menos conocidos, pero que esta noche me parecen adecuados
a nuestra actual fortuna. y creo que así serán juzgados doquiera se hable la
lengua inglesa y ondee la bandera de la libertad.

Pues mientras las cansadas olas, rompiendo en vano,


parecen no ganar ni con fatiga una pulgada,
atrás, formando islotes y ensenadas,
viene en silencio e inundante el mar.

Y no sólo por las ventanas del oriente,


cuando nace el día, entra la luz;
frente, el sol se eleva, lento, ioh, cuán lento!,
pero a occidente, mira, la tierra reluce?.

1. Curstva del autor.


2 Exiracto de una carta fechada en University Hali, Oxford, el 13 de octubre de 1849, escri-
ta por Arthur Hugh Clough. El originai de la misma fue regalado a Mr. Churchill E
Charles Scribner en junto de 1941. iia
CAPÍTULO XIII
TRÍPOLI Y LA OPERACIÓN «TIGRE»
Del desierto de arena al agua salada. — Las inquietudes del almirante
Cunningham. — Necesidad de atacar a Trípoli. — El difícil dilema de los
bombardeos. — Drástica proposición del Primer Lord del Mar. — La res-
puesta del almirante Cunningham. — Éxito de una operación incruenta,
21 de abril. — La clara visión del almirante Cunningham. — El mérito de
todos. — Mis explicaciones al almirante Cunningham. — La ayuda ameri-
cana. — Inquietantes noticias de Wavell. — Mi nota del 20 de abril. — El
Comité de Defensa está de acuerdo con mandar trescientos tanques a
través del Mediterráneo. — Severo comentario sobre Tobruk, el 22 de
abril. — Refuerzos para Rommel. — Llegada de «Tigre». — Un brillante
éxito. — Tanques para Creta. — Mi deseo de repetir la operación «Ti-
gre». — Wavell no tiene prisa.

El desastre sufrido en nuestro flanco del desierto trajo consecuencias


que ya son conocidas del lector. Significó asimismo el desistimiento del
asalto a Rodas, lo cual, a su vez, perjudicó nuestras comunicaciones con
Grecia. Fue también un duro golpe para esta aventurada empresa, aun-
que probablemente se hubiese derrumbado por sí sola. A lo ocurrido en
las arenas del desierto ahora debemos añadir los graves acontecimientos
simultáneos que tuvieron por escenario el mar. Fácil es advertir la pesada
carga que la expedición a Grecia representó para nuestra flota en el Me-
diterráneo oriental. Pero ésta no fue sino una más de las tareas que nos
abrumaron en aquellos días caóticos. Ya desde el 10 de abril el almirante
Cunningham se mostró seriamente preocupado por el repentino avance
de las triunfantes fuerzas blindadas de Rommel. Nos advirtió:

Si los alemanes logran concentrar en África fuerzas suficientes, es proba-


ble que consigan llegar hasta Marsa Matruh, en cuyo caso sería muy discuti-
ble que la flota pudiese utilizar Alejandría como base sin exponerse al fuego
de los bombarderos escoltados por cazas. Las perspectivas alemanas de
conseguir este objetivo son buenas a menos que se destruya Trípoli. Pero
no lo considero hacedero valiéndose únicamente de bombarderos, no sólo
por el riesgo que tal acción entrañaría para nuestra flota, sino porque sus
efectos prácticos probablemente serían insignificantes. Sigo creyendo que la
solución estriba en una serie de ataques aéreos ininterrumpidos... Por con-
siguiente, a mi juicio es indispensable el inmediato envío a Egipto de unas
escuadrillas de bombarderos de gran radio de acción para destinarlos a esta
operación, a cuya ejecución no deben oponerse objeciones. Cabe que la
cosa sea una cuestión de días, y el resultado nos dirá si estamos o no en

207
condiciones de sostener el Mediterráneo oriental. Me permito insistir sobre
el factor tiempo. que a mi juicio es vital.

Desgraciadamente, no estábamos en situación de pensar en concentrar


en Egipto, en pocas semanas, el contingente de bombarderos de gran ra-
dio de acción que hacían falta para surtir un resultado apreciable en Trí-
poli. El bombardeo desde el mar, aparte de ser mucho más eficaz y más
económico en esfuerzos, era la única medida práctica que estaba a nues-
tro alcance, y yo era de opinión de que la flota acaso podía contribuir en
forma decisiva a la defensa de Egipto, pese a la abrumadora carga que a
la sazón pesaba sobre sus hombros con motivo de la campaña de Grecia.
» . *

La necesidad de atacar a Trípoli dio origen a una vehemente contro-


versia entre el Almirantazgo y el almirante Cunningham, en el transcurso
de la cual el Primer Lord del Mar, haciendo fuerte hincapié en la ayuda
americana concedida por el Presidente, expuso ante el comandante en
jefe la dura alternativa de ver su flota expuesta a un bombardeo en una
zona peligrosísima. El incidente es insólito en nuestros anales navales.

El Almirantazgo al comandante en jefe del Mediterráneo. 15-1V-41


Es evidente que hacen falta drásticas medidas para estabilizar la situación
en Oriente Medio. Tras minuciosas investigaciones hemos llegado a la con-
clusión de que la simple acción aérea contra Trípoli sería insuficiente para
atajar eficazmente la llegada de refuerzos que está entrando en Libia, espe-
cialmente a través de dicho puerto.
Por consiguiente, es esencial hacer algo en Trípoli que pueda interrumpir
sus comunicaciones durante mucho tiempo. Nuestra opinión es que el mi-
nado intensivo de la bahía y de los accesos a la misma producirían efectos
eficaces; pero nos es imposible esperar a que esto quede demostrado. Por
consiguiente, es esencial aplicar otras medidas cuanto antes.
Tenemos dos alternativas:
a) bombardeo del puerto;
b) intentar bloquearlo.
El Almirantazgo está de acuerdo con usted en que los bombardeos son
de resultados dudosos y en que no cabe esperar que basten a reducir el vo-
lumen de los refuerzos, ni siquiera temporalmente. Por lo tanto, hemos
decidido intentar poner en práctica una acción combinada de bloqueo y
bombardeo, esta última a cargo de navíos bloqueadores que harán fuego a
quemarropa contra el puerto a medida que se vayan aproximando.
Después de minucioso estudio de los tipos de buques apropiados para
este servicio, hemos decidido utilizar el «Barham» y un crucero de la clase «C».
El empleo del «Barham» para este propósito representará indudablemen-
te una gran contrariedad para usted; pero consideramos preferible sacrificar
a sabiendas un navío, con la esperanza de lograr algo positivo, que no ex-
poner varios buques menores al fuego del enemigo en una acción cuyos re-
sultados podrían ser decepcionantes.

La finalidad de esta orden era convencer al valiente Cunningham de la


importancia de los acontecimientos tal como los juzgábamos desde Whi-

208
tehall y de los riesgos desesperados que había que afrontar en esta hora
crucial. El almirante Cunningham protestó vehementemente ante la idea
de sacrificar un acorazado de primera clase como el «Barham».

El comandante en jefe del Mediterráneo al Almirantazgo. 15-14-41


Estoy perfectamente penetrado del concienzudo estudio de que debe ha-
ber sido objeto este asunto antes de que los Lores y el gobierno de Su Ma-
jestad tomaran la decisión de hacer el sacrificio que supone esta operación,
pero me permito hacer constar que un precio tan alto sólo podría quedar
justificado si, en primer lugar, hubiera suficientes garantías de éxito, y, en
segundo, si una vez asegurado éste, la acción debiera procuramos resulta-
dos verdaderamente eficaces. No creo que el caso que nos ocupa reúna nin-
guna de las condiciones apuntadas. En cuanto al éxito, me parece dudoso
que haya una probabilidad contra diez de que un buque de tales dimensio-
nes pueda maniobrar hasta colocarse en la posición adecuada.
Aunque el éxito coronara la operación, habríamos perdido una unidad de
primera clase, cuya desaparición no dejaría de constituir un fuerte aguijona-
zo a la moral de la marina italiana, dando al propio tiempo al enemigo una
clara idea de cuán desesperada consideramos nuestra situación en Cirenaica.
Si la operación fracasase o lograra un éxito sólo a medias, lo antedicho no
haría más que ponerse más de manifiesto. Además, nos veríamos obligados a
sustituir el «Barham» retirando a otra unidad de la batalla del Atlántico.
En compensación de todo ello, lo máximo que conseguiríamos sería inuti-
lizar el puerto, aunque sin mermar su capacidad de descarga, y en último
caso el enemigo siempre podría disponer de los puertos franceses de Africa.
Al exponer mis anteriores consideraciones me he abstenido de referirme
a la pérdida segura de cerca de mil oficiales y marineros de los dos barcos, a
los que habría que lanzar despiadadamente a la sangrienta empresa, quién
sabe si ajenos a la misión que les iba a ser confiada y a quienes no veo ma-
nera posible de salvar.l
Antes que mandar al «Barham» sin apoyos y con tan infimas probabilida-
des de éxito, prefiero atacar con toda la escuadra y aceptar el riesgo.
Por las razones antedichas, suplico una pronta decisión de los Lores con
mi más vehemente ruego de que tengan en cuenta todo lo expuesto.

No fue sin júbilo cómo recibimos la noticia de que la flota bombardea-


ría Trípoli y que el Almirantazgo se apresuraba a dar su aprobación a
ello y a asumir, en la medida adecuada, la correspondiente responsabi-
lidad. Al amanecer del 21 de abril, Cunningham apareció ante Trípoli con
los acorazados «Warspite», «Barham» y «Valiant», el crucero «Gloucester»
y varios destructores y bombardeó la ciudad por espacio de cuarenta mi-
nutos. Con gran asombro de todos, el ataque sorprendió al enemigo, total-
mente desprevenido; las baterías costeras tardaron veinte minutos en con-
testar y en el aire no se registró la más mínima oposición. Se causaron
grandes daños en los barcos surtos en el puerto, así como en los muelles
e instalaciones. Se provocaron grandes incendios en un depósito de aceite
pesado y los edificios que lo rodeaban. La flota británica se retiró sin
bajas. Ni uno solo de nuestros buques fue alcanzado.

1. Anles de ser sacrificado un buque destinado al bloqueo o al incendio, se deja en él, una
vez llevado cerca de su objetivo, sólo una tripulación lo más restringida posible.

209

A
«Trípoli —comunicó el almirante Cunningham— ha sido bombardeado
durante cuarenta y dos minutos a las 5 de la mañana de hoy, lunes, desde
una distancia oscilante entre las 14.000 y las 11.000 yardas. Para asom-
bro mío, el enemigo fue cogido de sorpresa, probablemente debido a la
preocupación de la aviación alemana en las otras zonas... Mis comenta-
rios a la política de este bombardeo seguirán a su debido tiempo.»
A continuación de este mensaje, el comandante en jefe expidió otro en
el que exponía enérgicamente su punto de vista.

El comandante en jefe del Mediterráneo al Almirantazgo. 23-1V-41


Nuestros actuales compromisos están adquiriendo una magnitud en cier-
to modo más vasta de lo que nuestra capacidad puede atender con eficacia.
Deseo dejar bien sentado que sigo siendo firmemente opuesto a esta polí-
tica de bombardear Trípoli con la flota del Mediterráneo. Hemos salido bien
de ello una vez, pero sólo porque la aviación alemana se encontraba empe-
ñada en otro sitio. Ello nos permitió atacar de sorpresa. La flota del Medite-
rráneo necesitó cinco días para realizar lo que una escuadrilla potente, sa-
liendo de Egipto, conseguiría probablemente en pocas horas. La flota ha co-
rrido además considerables y, a mi juicio, injustificables riesgos en esta ope-
ración, que se ha realizado a expensas de todas las demás obligaciones y en
un momento en que éstas eran de lo más urgentes...
No acierto a ver cómo el «Nelson» y el «Rodney» podrían ser baja del
Atlántico para unirse a la flota del Mediterráneo.
A mi juicio, el Ministerio del Aire está tratando de descargar sus respon-
sabilidades sobre los hombres de la Armada y no nos ayuda como debería
en el aspecto naval de la guerra.

A mi modo de ver, este episodio constituye un alto honor para los al-
mirantes interesados, e ilustra, en beneficio de los futuros lectores de la
historia naval, la extraordinaria tensión a que estuvimos sometidos en
aquellos momentos trascendentales. Es posible que el Almirantazgo, con
mi cordial asentimiento, forzase al comandante en jefe a correr un riesgo
innecesario, pero el hecho de que no se produjese ni una sola baja no de-
muestra que el Almirantazgo tuviese razón en sus imposiciones. Por otra
parte, sólo nosotros, en la metrópoli, podíamos medir las proporciones de
los acontecimientos que asolaban el mundo y la tremenda responsabili-
dad que pesaba sobre nosotros. Aun cuando yo seguía convencido de la
oportunidad y la corrección de la actitud del Primer Lord del Mar, juzgué
necesario ofrecer al comandante en jefe una plena explicación y exponer-
le una visión del ámbito de la guerra más amplia de lo que cabía apreciar
desde Alejandría.

Primer Ministro al comandante en jefe del Mediterráneo. 24-1V-41


1. Es imposible apartarnos del principio de que es misión primordial de
la flota del Mediterráneo cortar toda comunicación entre Italia y África.
2. Lamento que la bruma levantada por el ataque aéreo dificultara el ca-
ñoneo de Trípoli. Hubiéramos debido preverlo, pero ahora es inútil lamen-
tarse, ya que después de todo los resultados fueron fructíferos y se lograron
sin pérdida de barcos ni hombres. Personalmente, no me sorprendió esta in-
munidad, y desde luego el hecho de que las baterías pesadas de la base

210
principal del enemigo en África, pese a estar bajo autoridad alemana, tarda-
sen veinte minutos en replicar, demuestra que el enemigo es incapaz de es-
tar siempre a punto en todas partes y al mismo tiempo. Supongo que ya no
subsisten más dudas de que en estas circunstancias el plan de bloqueo hu-
biera salido tal como estaba previsto.
3. En cuanto al apoyo aéreo, usted debería recabar informaciones exac-
del
tas, porque sin ellas es imposible formar juicio. El jefe del Estado Mayor
usted dis-
Aire me dice que la equivalencia en bombas de las granadas que
podido ser
paró sobre Trípoli en 42 minutos, o sea 530 toneladas, hubiese
arrojada:
10 semanas y me-
a) por una escuadrilla de Wellingtons desde Malta en
dia o bien
30 semanas.
b) por una escuadrilla de Stirlings desde Egipto en unas teatros de la
[Link] disposición general de las fuerzas entre los diversos
yo presido, y no del Mi-
guerra es incumbencia del Comité de Defensa, que no he
noviembre
nisterio del Aire, que ejecuta nuestras decisiones. Desde
de intentar, por todos los sistemas y medios, llevar más aviación al
cesado
Hemos corrido graves riesgos y hecho grandes sacrificios, es-
Oriente Medio.
dos tercios de una escuadril la entera de cazas se hun-
pecialmente cuando
el «Furious»
dieron en el mar al intentar alcanzar Malta volando, y cuando
. Yo, desde aquí,
fue baja del Atlántico para hacer dos viajes a Takoradi
y he celebrado sus re-
siempre he tratado de apoyarle en todos los terrenos
querrá creer
petidos éxitos, y espero de todo corazón que usted también
mos tomar decisiones, sensa-
que nosotros, aquí, en medio de todo, procura
des...
tas unas, temerarias otras, aun agobiados por tantas dificulta
dar de baja al
7. Usted manifiesta su extrañeza ante mi sugestión de
del Mediterrá-
«Nelson» y al «Rodney» del Atlántico para unirlos a la flota
y del temor que
neo. Si pensé en ello fue a causa de su cubierta blindada
Que po-
han inspirado en general jos ataques con bombarderos en picado.
A este
damos disponer o no de ellos depende de la situación del Atlántico.
mucho
respecto, dada su alta posición, le informaré seguidamente. Durante
. Re-
tiempo he estado en íntima comunicación con el presidente Roosevelt
pa-
cientemente, él ha empezado a asumir una gran parte de la misión de
con
trullar al oeste del meridiano 26. Toda la flota americana dei Atlántico,
sus numerosos hidroaviones, entró en acción en la primera fase de su plan,
a medianoche del 24 de abril. Los buques de guerra de los Estados Unidos
navegaron a lo largo de las rutas de nuestros convoyes, buscando —o como
ellos dicen: erastreando:— a cuantos corsarios y submarinos quepa obser-
var y radiando su posición en lenguaje corriente a los cuatro vientos a inter-
valos de cuatro horas, o con mayor frecuencia si es necesario. Es preferible
que esto no se anuncie de improviso, sino que se vaya poniendo de mani-
en el
fiesto a medida que funcione. Por consiguiente, este punto se lo confío
más riguroso secreto. Las ventajas y el desahogo que esto representa para
ei Almirantazgo son enormes y desde luego es fácil que conduzca a aconte-
cimientos aún más decisivos. Por consiguiente, de momento no hace falta
que usted se preocupe excesivamente por el Atlántico, y, en cambio, puede
concentrar todos sus recursos, que nosotros procuraremos aumentar en
tantísimos aspectos, a la intercepción de las comunicaciones con África, tan-
to por Trípoli como por Cirenaica. De esto depende la batalla de Egipto
8. Me he esforzado por exponerle estos datos con toda clase de porme-
nores obedeciendo al dictado de mi admiración por los éxitos que ha conse-
guido, sus pepa re A simpatía hacia usted por los graves
riesgos que hacorrido su fiota, y por la magna i i
que le pr desempeñar. ld e

211
Mi supremo objetivo seguía siendo una victoria en el desierto occiden-
tal con el fin de destruir al ejército de Rommel antes de que éste pudiese
recibir refuerzos y se le reuniera en África el completo de la nueva divi-
sión blindada. Con esta victoria, al menos salvaríamos del desastre a
nuestras posiciones de Egipto. Por lo tanto, creo mi deber referir aquí un
episodio en cuya intervención asumí más responsabilidad directa de la
que tenía por costumbre. El desastre sufrido por Wavell en su flanco del
desierto le había dejado casi despojado de fuerzas blindadas. El domingo
20 de abril, yo estaba pasando el fin de semana en Ditchley y me encon-
traba trabajando en la cama cuando recibí un telegrama de Wavell dirigi-
do al jefe de Estado Mayor General Imperial en el cual exponía sin rodeos
la gravedad de la situación en que se encontraba.

Aunque la situación de Cirenaica ha mejorado —decía—, las perspecti-


vas futuras van a ser causa de grandes preocupaciones, debido especial-
mente a mi actual escasez en tanques, sobre todo de tipo crucero. Como ya
le consta a usted, la guerra en el desierto depende en gran manera del po-
tencial de blindados de que se dispone... Calculo que el enemigo dispone de
al menos ciento cincuenta tanques, la mitad de los cuales son de tipo semi-
pesado y están en el frente de Cirenaica. La mayoría se encuentran en la
zona Bardia-Sollum y es posible que el enemigo intente nuevos avances si
consigue resolver el problema del abastecimiento. Yo dispongo en Tobruk
de una unidad bastante débil y heterogénea de tanques semipesados, de in-
fantería y ligeros. En el sector de Marsa Matruh tengo un escuadrón de tan-
ques Crucero... Lo máximo que puedo esperar para fines de este mes es dis-
poner de un regimiento de cruceros menos un escuadrón, más un regimien-
to de tanques de infantería menos un escuadrón. Todo ello va destinado a
reforzar la defensa de Marsa Matruh. Durante el mes de mayo tal vez sal-
gan de los talleres otros treinta o cuarenta tanques crucero para formar
otra unidad débil, así como algunos tanques de infantería que probablemen-
te se necesitarán para la defensa de Alejandría contra posibles incursiones.
No puedo contar con recuperar ningún tanque de Grecia. ni creo poder dis-
poner de más durante algún tiempo.

Añadía lo siguiente:

Acabo de recibir confidencias inquietantes. Esperaba que otra división co-


lonial alemana que desembarcó en Trípoli a primeros de mes hiciese su
aparición en primera línea a fines de mes. Algunas unidades ya han sido
identificadas. Acabo de ser informado de que según todas las apariencias no
se trata de una división colonial sino de una división blindada. De ser esto
verdad, la situación es grave, ya que una división blindada consta de más de
400 tanques,! de los cuales 138 son semipesados. Si el enemigo consigue
abastecerlos, habrá trabajo a pararles. Volveré a telegrafiarle en cuanto
haya digerido estas desagradables noticias.

En un telegrama aparte, de la misma fecha, el general Wavell describió


la situación de sus tanques en la slguiente forma:

1. Estas cifras resullaron exageradas.

212
Como se verá, en mayo sólo son esperados dos regimientos de tanques
crucero para Egipto, sin reservas para reemplazar las bajas, mientras actual-
mente hay en Egipto, adiestrado, un excelente contingente de personal
para seis regimientos de tanques. Considero de importancia vital la expedi-
ción de tanques crucero además de los de infantería, que carecen de velocl-
dad y radio de acción para operar en el desierto. Ruego al jefe del Estado
Mayor Imperial que me preste su apoyo personal.

Al leer estas alarmantes noticias decidí en lo sucesivo hacer caso omi-


so de los temores del Almirantazgo y mandar directamente a Alejandría
un convoy a través de todo el Mediterráneo, transportando todos los tan-
ques que el general Wavell necesitaba. Teníamos un convoy, provisto de
grandes contingentes de refuerzos blindados, a punto de zarpar rodeando
El Cabo. Decidí que los buques más rápidos cargados de tanques cam-
biaran de rumbo en Gibraltar, tomando así el camino más corto y aho-
rrando cuarenta días de navegación. El general Ismay, que se encontraba
en la vecindad de Ditchley, vino a verme a mediodía. Yo preparé la si-
guiente minuta dirigida a él para los jefes de Estado Mayor. Le pedí que
la llevase a Londres en seguida y pusiese bien claramente de manifiesto
que yo atribuía una importancia suprema a que mis instrucciones fuesen
seguidas.

Primer Ministro al general Ismay,


para los jefes de Estado Mayor. 20-1V-41
1. Vea los últimos telegramas del general Wavell. La suerte de la guerra
en Oriente Medio, la pérdida del Canal de Suez, el fracaso o confusión de
las enormes fuerzas que hemos reunido en Egipto, el cierre de toda pers-
pectiva de cooperación americana a través del mar Rojo..., todo puede de-
pender de unos centenares de vehículos blindados. Es necesario llevarlos
allá cueste lo que cueste.
2. Mañana lunes, 21, a mediodía, presidiré una reunión de jefes de Esta-
do Mayor y los ministros de las tres armas. Cualquier acción o informe debe
supeditarse a la misma.
3. La única forma de realizar este magno plan estriba en mandar a los
transportes más rápidos de la sección más rápida del convoy W.S.7, a tra-
vés del Mediterráneo. El telegrama del general Wavell demuestra que lo
que hace falta son máquinas, no hombres. Hay que aceptar el riesgo de
perder los vehículos o parte de ellos. Aunque sólo llegaran la mitad, la si-
tuación cambiaría por completo. Los cinco barcos M.T.1 transportan 250
tanques; todos ellos, excepto catorce, pertenecen al tipo «l». Es necesario
hacer todo lo imposible por aumentar el número de tanques crucero de esta
expedición. Me dicen que se pueden cargar veinte más a costa de un retraso
de unas veinticuatro horas, de cuyas resultas el convoy M.T. zarparía el
23 de abril por la mañana.
4. El personal irá por vía Cabo de Buena Esperanza, sujeto a cualesquie-
ra modificaciones que pueda desear el jefe del Estado Mayor General Impe-
rial.
5. He pedido al mmistro de Navegación que trate de encontrar otros
dos barcos M.T. de igual velocidad, descartando cualesquiera otras exigen-
cias, para la fecha mencionada. Si se encuentran, se podrá sacar un suple-
1. De transportes motorizados.

213

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mento de cien tanques crucero de las mejores divisiones blindadas de la me-
trópoli, suponiendo que estén acondicionados para la guerra tropical, total-
mente aparte de los accesorios especiales para el desierto.
6. El Almirantazgo y el ministro del Aire estudiarán y prepararán hoy
mismo un plan para conducir a este vital convoy a través del Mediterráneo.
Desde luego, debemos correr el riesgo y no cabe esperar garantías. Sin em-
bargo, Malta ya debería haber sido reforzada para entonces. Los destructo-
res de Mountbatten y otros refuerzos navales deberían haber llegado ya a la
isla o formar parte del convoy. Los aviones en picado del enemigo tienen
muchos otros objetivos, y no sabrán cuál es el contenido del convoy-
7. La rapidez es esencial. Debe evitarse la pérdida de un día. Faciliteme
una tabla cronológica de lo que es posible hacer, observando que a 16 nu-
dos la distancia es sólo de unos ocho días, digamos diez, a partir de la fecha
de salida, fijada para el 23 de abril. Esto dará al general Wavell un apoyo
efectivo durante la primera semana de mayo. El secreto es de suprema im-
portancia, y no hace falta que nadie fuera de los círculos superiores conozca
nuestra intención de torcer el rumbo en Gibraltar. Todos los hombres a bor-
do de los convoyes deben creer que zarpan rumbo a El Cabo.

Los jefes de Estado Mayor estaban reunidos en el momento en que ls-


may llegó a Londres, y estudiaron mi minuta hasta horas avanzadas de la
noche. Su primera reacción a mis proposiciones fueron desfavorables. Las
probabilidades de llevar los barcos M-T. a través del Mediterráneo sin ser
hostilizados eran muy pocas, ya que al día anterior a su paso por el estre-
cho de Messina y a la mañana siguiente de pasar por Malta, serían some-
tidos a un bombardeo en picado, fuera del radio de acción de los cazas de
nuestras bases terrestres. Se hizo observar también que en la metrópoli
andábamos sumamente escasos de tanques, y que si ahora habíamos de
sufrir grandes pérdidas en blindados, automáticamente surgiría la deman-
da de repuestos que habría de redundar en una nueva merma del poten-
cial blindado de las Fuerzas Metropolitanas.
Sin embargo, cuando al día siguiente se reunió el Comité de Defensa,
el almirante Pound, con gran satisfacción mía, se puso de mi lado y se
mostró conforme en pasar el convoy por el Mediterráneo. El jefe del Esta-
do Mayor del Aire, Mariscal del Aire Portal, dijo que procuraría reforzar
la protección del convoy a partir de Malta mediante una escuadrilla de
Beaufighters. Entonces rogué al Comité que examinase la propuesta de
mandar otros cien tanques en el convoy. Yo estaba dispuesto a aceptar
una demora de dos días en la partida. El general Dill se opuso al envío de
estos cien tanques suplementarios en vista de la escasez que había para
la defensa del país. Habida cuenta de las cosas a que se habían avenido
diez meses antes, cuando en julio de 1940 mandamos la mitad de los po-
cos tanques que poseíamos al Próximo Oriente por la ruta de El Cabo, yo
no podía aceptar sus argumentos como válidos. Como el lector sabe, en
abril de 1941 la invasión no me parecía constituir una amenaza inmedia-
ta, mayormente desde que se habían tomado las debidas precauciones.
Ahora sabemos que mi punto de vista era correcto. Quedó convenido,
pues, que esta operación, a la que di el nombre de «Tigre», se llevaría
adelante y que se añadiría al convoy un sexto barco cargado con sesenta
y siete tanques crucero Mark VI. Sin embargo, este barco no recibió la

214
carga a tiempo de zarpar con los demás del convoy, pese a que no se re-
gatearon esfuerzos.

Me apresuré a dar la buena noticia a Wavell.

Primer Ministro al general Wavell. 22-1V-41


1. He trabajado mucho en favor de usted estos últimos días, y espero
que le complacerá saber que mandamos 307 de nuestros mejores tanques a
través del Mediterráneo, esperando que llegarán a su poder el 10 de mayo.
De éstos, 99 son tanques crucero, Mark VI y Mark IV, con los recambios
necesarios para el segundo tipo, y 180 tanques «l».
2. En su telegrama de 18 abril, usted decía que tenía personal adiestrado
para seis regimientos. Por consiguiente, sólo le enviamos los vehículos por
el camino más corto. Los hombres rodearán El Cabo, como ya estaba con-
venido.
3. Por los conductos de costumbre, recibirá: a) amplios detalles sobre los
tanques mandados y sus recambios, que se ajustan a los que usted ya tiene,
y b) instrucciones sobre los diferentes reacondicionamientos que habrá que
realizar para el servicio en el desierto. Espero que usted pondrá inmediata-
mente manos a la obra a fin de que su trabajo sea una verdadera revolu-
ción, y que la famosa 7.? División Blindada, cuya desaparición nos fue tan
inesperada, reanudará su victoriosa carrera bajo el mando de Creagh.
4. Al recibo de la información detallada, usted debería procurarnos sus
planes para la alineación de estos vehículos en el plazo más breve posible.
Si este envío de tanques consigue salvar los peligros de la travesía, lo cual
naturalmente no puede garantizarse, nos habremos calzado las botas y a fi-
nales de junio no quedará un alemán en Cirenaica.
5. Al hacer sus preparativos para poner esos vehículos en línea, usted
debe simular que están viniendo por la ruta del El Cabo, ya que el secreto
es de suma importancia, y aquí han sido poquísimos los enterados. De esta
forma, cuando usted los reciba, cabe contar con el elemento sorpresa. Bue-
na suerte.

» ». .

Mientras todo esto estaba en marcha, la suerte de Tobruk seguía gravi-


tando en nuestro ánimo. El 24, el general Wavell comunicó que la situa-
ción en materia de aviones de caza era sumamente grave. Todos los Hu-
rricanes de Grecia se habían perdido, y a consecuencia de un ataque aé-
reo enemigo sobre Tobruk, quedaron también destruidos o averiados nu-
merosos Hurricanes. El mariscal del Aire Longmore manifestó que todo
ulterior intento de mantener una escuadrilla de cazas en el interior de To-
bruk no podría conducir más que a nuevas e inútiles pérdidas. Así, el ene-
migo iba a disfrutar de una completa superioridad aérea sobre Tobruk
hasta que se pudiese organizar una nueva formación de cazas. Sin em-
bargo, aquella mañana la guarnición había rechazado un ataque causan-
do al enemigo numerosas bajas y haciendo 150 prisioneros.
A la sazón cundía la ansiedad y relnaba el pesimismo, No pude abste-
nerme de comentarlo en términos rigurosos.
a
215
Primer Ministro al jefe del Estado Mayor General Imperial. 22-1V-41

No debemos olvidar que los sitiados son cuatro o cinco veces mas fuertes
que los sitiadores. No hay objeción alguna a que se procuren el máximo de
comodidades, pero deben poner mucha atención en no dejarse embotellar
por fuerzas numéricamente inferiores, perdiendo así su capacidad ofensiva
contra las comunicaciones del enemigo. Veinticinco mil hombres con cien
cañones y abundantes suministros deben bastar para sostener una zona
fuertemente fortificada contra 4.500 hombres que han tenido que recorrer
700 millas de desierto, aun admitiendo que estos hombres sean alemanes,
que en el presente caso no todos lo son. Las cifras que le he dado son las
que me han sido facilitadas por el Ministerio de la Guerra. No hemos de co-
tizar nuestros valores tan por debajo de los del enemigo.

Poco tardó el general Wavell en mandarnos más inquietantes noticias


sobre los refuerzos que iban a reunirse a Rommel. El desembarco de la
152 División Blindada alemana, menos las pérdidas sufridas durante la
travesía del Mediterráneo, probablemente estaría terminado el 21 de abril.
Varias unidades ya habían sido identificadas frente a Tobruk o en el sec-
tor de Capuzzo. Los prisioneros declaraban que la división aún andaba
escasa de transportes de suministros. Por nuestra observación sobre los
buques que arribaban a Trípoli, calculamos que para completar la divi-
sión aún hacían falta alrededor de otros veintiún barcos de un tonelaje os-
cilando entre 5.000 y 6.000 toneladas. La cuestión de su mantenimiento
dependía del empleo del puerto de Bengasi y otros pequeños puertos de
Cirenaica. Había indicios de que Bengasi iba a funcionar con toda regula-
ridad. Se necesitarían al menos quince días para situar todos los sumi-
nistros. Dando como cierta esta suposición, la 15.2 División Blindada, la
542 División Ligera Motorizada y las Divisiones Ariete y Trento estarían en
condiciones de avanzar en la segunda quincena de junio en vez de a par-
tir de julio o más tarde. Esto representaba un adelanto de quince días so-
bre los cálculos previstos.
Wavell añadió que tenía que confesar que la expeditividad alemana re-
basaba tan a menudo todo cálculo, que no estaba muy seguro de que en
esta ocasión no superara las previsiones que había hecho en cuanto a la
capacidad enemiga. Por ejemplo, la tarde anterior habían iniciado un
avance desde el sector de Sollum que no confirmaba la creencia que se
tenía sobre la situación de sus suministros.
A nosotros nos parecía muy poco satisfactorio que Bengasi, que mien-
tras estuvo en nuestras manos nunca fue una base útil, desempeñara
ahora un papel tan importante en manos alemanas.

Durante la quincena que siguió, toda mi atención y todos mis temores


estuvieron absorbidos por la suerte de la operación «Tigre». No subestimé
los riesgos que el Primer Lord del Mar había accedido a correr y sabía
que en el Almirantazgo abundaban los presentimientos de mal augurio. El

216
convoy, consistente en cinco barcos de 15 nudos, escoltados por el grupo
«H» de la flota del almirante Somerville («Renown», «Malaya», «Ark
Royal» y «Sheffield»), pasó por Gibraltar el 6 de mayo. Con él iban tam-
bién refuerzos para la flota del Mediterráneo, formados por el «Queen Eli-
zabeth» y los cruceros «Naiad» y «Fiji». El 8 de mayo fueron rechazados
varios ataques aéreos que no causaron daños, mientras nosotros derriba-
mos siete aparatos enemigos. Sin embargo, durante la noche dos barcos
chocaron con unas minas al aproximarse al estrecho de Sicilia. Uno de
ellos, el «Empire Song», se incendió y se hundió después de la explosión;
el otro, el «New Zealand Star», pudo continuar con el convoy. Al llegar a
la entrada del Canal de Skerki, el almirante Somerville se separó del con-
voy y regresó a Gibraltar, no sin antes destacar a seis de sus destructores
con el crucero «Gloucester», para que siguieran al convoy. El día 9 por la
tarde, el almirante Cunningham, habiendo aprovechado la oportunidad
para hacer arribar un convoy a Malta, se reunió con «Tigre» a cincuenta
millas al sur de Malta. Todas las fuerzas reunidas pusieron proa a Alejan-
dría, a donde llegaron sin pérdida ni daño. Durante estas operaciones
también se aprovechó la ocasión para efectuar dos cañonazos nocturnos
en Bengasi por nuestras fuerzas navales ligeras, las noches del 7 al 10.
Me alegré de saber que el convoy, en el que estaban puestas todas mis
esperanzas, había pasado los estrechos sin percance y ahora estaba bajo
la protección de toda la potencia de la flota reforzada del Mediterráneo.
Mientras esto estaba en el fiel de la balanza, mis pensamientos giraron
hacia Creta, sobre la cual presagiábamos que se cernía la amenaza de un
potente ataque aéreo. Me parecía que si los alemanes conseguían apode-
rarse y utilizar los aeródromos de la isla, nada les impediría reforzar ince-
santemente su posición, pero que sólo media docena de tanques «l» po-
dían bastar a impedírselo. Por consiguiente, pedí a los jefes de Estado
Mayor que examinasen si sería factible desviar uno de los buques de «Ti-
gre» hacia Creta a fin de desembarcar algunos tanques en la isla. Mis ex-
pertos colegas, aun reconociendo que los tanques serían de un valor es-
pecial para el fin que me proponía, no consideraron aconsejable arriesgar
el resto del valioso cargamento del buque haciéndole apartarse del con-
voy. En su consecuencia, el 9 de mayo les sugerí que asi consideraban de-
masiado peligroso desviar el “Clan Lamont” a Suda, acaso sería preferible
que éste u otro buque cargara doce tanques inmediatamente después de
descargar en Alejandría». Se dieron las órdenes oportunas. El 10 de
mayo, Wavell telegrafió que «ya había tomado las disposiciones para
mandar a Creta seis tanques de infantería y quince ligeros», y que, «si
todo va bien, estarán allí dentro de breves días».

Como es natural, yo sentía vivos deseos de repetir el brillante éxito de


«Tigre». Acaso no advertí de forma cabal la tensión que había representa-
do para todos los interesados, pese a que era bien patente que yo había
asumido la máxima responsabilidad. En cierto modo, la operación había
vindicado mi criterio sobre los pellgros del Mediterráneo. Por otra parte,

217

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mis amigos de la armada declaraban que habíamos tenido una racha de
suerte y buen tiempo que tal vez no podía repetirse nunca más. Natural-
mente, el Almirantazgo no se mostró dispuesto a dejarse llevar a una se-
rie de azarosas operaciones como ésta, y me opuso una tenaz resistencia.
Yo no hubiese cejado en mi empeño de conseguir una decisión favorable
del Gabinete de no haber sido que el propio general Wavell no insistió so-
bre este punto y fue más bien de la opinión contraria. Esto me colocó en
un terreno falso. En consecuencia, se mandaron cincuenta tanques cruce-
ro y Cincuenta de infantería por la ruta de El Cabo en un convoy que no
fondeó en Suez hasta el 15 de julio.
Muchas cosas habían ocurrido en esta fecha. Sin embargo, no todas
fueron malas.
CAPÍTULO XIV
LA REVUELTA DEL IRAK

El tratado arglo-iraquí de 1930. — «El cuadrado de oro». — Refuerzos


de la India. — El ataque contra Habbaniya. — Briosa ayuda de la escuela
de aviación. — Titubeos de Wavell. — Sus múltiples preocupaciones. —
Firme actitud en el metrópoli. — Mejoran las noticias de Habbaniya. —
Derrota y fuga del ejército iraquí — Mi telegrama a Wavell del 9 de
mayo. — Su respuesta. — Llegada de la «Habforce». — Instrucciones tar-
días de Hitler, 23 de mayo. — El avance hacia Bagdad. — Fuga de Ras-
hid Ali. — El Irak efectivamente ocupado. — El regente regresa a Bag-
dad. — Serios peligros evitados a poco coste. — Divergencias entre Lon-
dres y El Cairo.

El tratado anglo-iraquí de 1930 estipulaba, entre otras cosas, que en


tiempo de paz nosotros mantendríamos bases aéreas cerca de Basora y
Habbaniya y nuestras tropas y suministros gozarían permanentemente del
derecho de tránsito. El tratado estipulaba asimismo que en caso de guerra
disfrutaíamos de toda clase de facilidades, incluyendo el uso de los ferro-
carriles, los ríos, los puertos y los aeródromos, para el paso de nuestras
fuerzas armadas. Cuando estalló la guerra, el Irak rompió las relaciones
diplomáticas con Alemania, pero no declaró la guerra; y cuando Italia en-
tró en el conflicto el gobierno del Irak ni siquiera rompió las relaciones.
Gracias a ello la legación italiana en Bagdad se convirtió en el foco pro-
pagandístico del Eje, en donde se fomentaban los sentimientos antibritáni-
cos. En esta tarea les ayudaba el muftí de Jerusalén, que había huido de
Palestina poco antes de estallar la guerra y que después se refugió en
Bagdad.
Con la caída de Francia y la llegada a Siria del Comité de Armisticio
del Eje, el prestigio inglés cayó muy bajo, y la situación nos inspiró graves
inquietudes. Pero con las preocupaciones que nos agobiaban en otras
partes, cualquier operación militar estaba fuera del caso, y tuvimos que
apañarnos lo mejor que pudimos. En marzo de 1941, la situación empeo-
ró todavía más. Rashid Ali, que trabajaba a favor de los alemanes, asumió
el puesto de Primer Ministro e inició una conspiración en complicidad con
tres altas personalidades militares del Irak, llamados «el Cuadrado de
Oro». A finales de marzo, el regente, Emir Abdul-llah, britanófilo, tuvo
que huir a Bagdad.
Ahora era más importante que nunca asegurarse la posesión de Baso-
ra, el puerto más Importante del Irak en el golfo Pérsico, y redacté la si-
guiente minuta para el ministro de la India:

219
Primer Ministro al ministro de la India. 8-1V-41
Hace algún tiempo me sugirió usted la posibilidad de retirar otra división
de las tropas fronterizas para destinarla a Oriente Medio. La situación en el
Irak se ha agriado. Tenemos que asegurarnos la posesión de Basora, ya que
los americanos cada día son más partidarios de que dispongamos de una
base aérea de montaje a la que poder mandar directamente sus entregas. A
Este plan me parece de una importancia trascendental, dada la tendencia
de la guerra a extenderse hacia el este.
Comunico a los jefes de Estado Mayor que usted estudiará esta posibili-
dad. El general Auchinleck también es de opinión de que podría prestarnos
algunas fuerzas adicionales.

El mismo día, Mr. Amery telegrafió en este sentido al virrey de la India,


y lord Linlithgow y el comandante en jefe general Auchinleck se brinda-
ron en el acto a destacar a Basora una brigada de infantería y un regi-
miento de artillería de campaña, que estaban en parte prontos a zarpar
para Malasia. Otras tropas seguirían cuanto antes. La brigada desembar-
có en Basora el 18 de abril sin encontrar oposición; el desembarco estuvo
protegido por un batallón británico aerotransportado que había aterrizado
en Shaiba el día anterior. Pedimos al gobierno de la India que añadiera
cuanto antes dos brigadas también destinadas a Malasia.

Primer Ministro al general Ismay, para el comité de jefes de Estado Mayor


y todos los interesados. 20-1V-41
Es necesario mandar tropas a Basora por el medio más rápido posible. Al
menos las tres brigadas prometidas en principio deberían partir a toda prisa.

Y añadí:

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 20-1V-41


Habría que explicar con toda claridad a sir Kinahan Cornwallis! que
nuestro primordial interés al mandar tropas al Irak es establecer y proteger
una gran base de montaje en Basora, y que lo que está sucedierido más al
norte, salvo en Habbaniya, es, en estos momentos, de interés netamente se-
cundario. Hemos invocado los derechos que nos confiere el tratado para
amparar este desembarco y evitar el derramamiento de sangre, pero de ha-
ber sido menester, no hubiésemos vacilado en emplear la fuerza. Por consi-
guiente, nuestra posición en Basora no descansa únicamente en el trabajo,
sino en un nuevo acontecimiento provocado por la guerra. No cabe con-
traer compromiso alguno en el sentido de que se vayan a mandar tropas a
Bagdad o de Palestina atravesando el Irak. El derecho a solicitar tales segu-
ridades no podemos reconocerlo a un gobierno que ha usurpado el poder
mediante un golpe de Estado, ni a un país en donde los derechos que nos
confiere el tratado han sido traicionados tantas veces en espíritu. Sin embar-
go, sir Kinahan Cornwallis no debe enzarzarse en explicaciones.

Cuando Rashid Ali fue informado en consecuencia por nuestro emba-


jador de que el día 30 llegarían más transportes a Basora, dijo que no po-
1. Embajador británico en Bagdad.

220
día dar permiso para nuevos desembarcos hasta que las tropas que ya se
encontraban en Basora hubiesen abandonado el puerto. No obstante, se
cursó orden al general Auchinleck de que continuaran los desembarcos, y
Rashid Ali, que había contado con el apoyo de la aviación alemana y de
las tropas alemanas aerotransportadas, no tuvo más remedio que ponerse
en movimiento. .
Su primera acción fue dirigida contra Habbaniya, base de adiestramien-
to de nuestras Reales Fuerzas Aéreas en el desierto del Irak. El 29 de
abril habían sido transportados en avión a Habbaniya, desde Bagdad, 230
mujeres y niños británicos. El número de personas acantonadas en Hab-
baniya ascendía a 2.200 combatientes, con no menos de 9.000 paisanos.
La Escuela de Aviación no tardó en convertirse, por lo tanto, en un punto
de grave importancia. El vicealmirante del aire Smart, que la mandaba,
adoptó osadas y oportunas precauciones para hacer frente a la inminente
crisis. Hasta entonces, la Escuela de Aviación no había tenido más que
aparatos anticuados o de entrenamiento, pero entre tanto habían llegado
de Egipto algunos cazas Gladiator, merced a lo cual ochenta y dos apara-
tos de todos los tipos se pudieron organizar en cuatro escuadrillas. El 29
llegó un batallón inglés, traído en avión desde la India. La defensa terres-
tre del perímetro de siete millas, con una simple cerca de espino, era ver-
daderamente exigua. El día 30 las tropas iraquíes de Bagdad aparecie-
ron a una milla escasa, en la meseta que domina el aeródromo y el cam-
pamento. No tardaron en recibir más refuerzos de Bagdad, hasta sumar
9.000 hombres con cincuenta cañones. Los dos días siguientes se per-
dieron en parlamentos inútiles, y al amanecer el 2 de mayo comenzó la
lucha.

Desde que esta nueva amenaza empezó a perfilarse, el general Wavell


se mostró sumamente reacio a asumir más responsabilidades. Dijo que
haría cuanto estuviese en su mano por dar la impresión de que estaba
reuniendo grandes fuerzas para lanzar un ataque desde Palestina, lo cual
podría surtir algún efecto en el gobierno del Irak. Las fuerzas que pondría
a nuestra disposición, empero, serían a la vez insuficientes y tardías. Al
menos transcurriría una semana antes de que se entrara en acción. Su sa-
lida de Palestina dejaría el país en un estado de peligrosa debilidad, y ya
se habían registrado síntomas de incitación a la rebelión. «Les he estado
advirtiendo repetidamente —dijo— de que en las actuales circunstancias
Irak no podía esperar ninguna ayuda de Palestina, y siempre he insistido
en que se evite toda complicación con el Irak. Mis fuerzas están agobiadí-
simas en todas partes y me es sencillamente imposible arriesgar una parte
de ellas en una empresa inútil.
En Sina, nuestros recursos lindaban igualmente con el agotamiento.
Los comandantes en jefe del Oriente Medio habían dicho que el máximo
de fuerzas que cabía destinar a Siria antes de que los australianos estuvie-
ran reequipados, era una brigada de caballería motorizada, un regimiento
de artillería y un batallón de infantería, a condición de no empeñarlos en

221
ninguna acción con el Irak. Era ocioso confiar que estas fuerzas pudieran
contender numéricamente con las que los alemanes podrían mandar a Si-
ria, y no debían ser mandadas a menos que los franceses de Vichy opusie-
sen una resistencia activa. Si se decidiese mandar tropas a Siria, sería me-
jor enviar primero tropas británicas que no de la Francia libre, cuya in-
tervención provocaría el descontento.
El 4 de mayo notificamos al general Wavell nuestras decisiones sobre el
Irak.

El choque con el Irak era inevitable. Teníamos que establecer una base
en Basora y controlar este puerto para salvaguardar el petróleo persa en
caso de necesidad.
Las líneas de comunicación con Turquía a través del Irak han adquirido
asimismo gran importancia debido a la superioridad de la aviación alemana
en el mar Egeo... Si no hubiésemos mandado fuerzas a Basora, la actual si-
tuación de Habbaniya se hubiese provocado igualmente bajo los auspicios
alemanes y, en lugar de asegurarnos sin oposición una cabeza de puente,
nos hubiésemos encontrado más tarde ante la perspectiva de desembarcar
en Basora, teniendo antes que vencer una dura resistencia... Que no se ha-
ble de aceptar la proposición turca de mediación. No podemos hacer conce-
siones. La seguridad de Egipto sigue importando por encima de todo. Pero
es esencial hacer cuanto esté en nuestra mano por salvar Habbaniya y con-
trolar el oleoducto al Mediterráneo.

El general Auchinleck continuó ofreciendo para el mes de junio refuer-


zos hasta cinco brigadas de infantería y tropas auxiliares si se le facilitaba
el transporte marítimo. Nos complugo sumamente su desprendimiento. El
general Wavell obedeció, no sin protestar. «Su mensaje —dijo— tiene po-
quísimo en cuenta la realidad, y ésta es la que hay que afrontar.» Dudaba
de que las tropas que él mismo estaba agrupando fuesen lo bastante po-
tentes para liberar Habbaniya, de que esta ciudad pudiera aguantar hasta
que él llegase el 12. «Creo mi deber advertirle en los términos más solem-
nes —dijo— que considero que la prolongación de la lucha en el Irak
hará peligrar seriamente la defensa de Palestina y Egipto. Las repercusio-
nes políticas serán incalculables, y pueden desembocar en lo que desde
hace dos años estoy tratando de evitar, es decir, graves perturbaciones in-
ternas en nuestras bases. Por consiguiente, insisto enérgicamente en que
cuanto antes debe negociarse un arreglo.»
Estas palabras no me satisficieron.

Primer Ministro al general Ismay,


para el comité de jefes de Estado Mayor. 6-V-41

Los telegramas de los generales Wavell y Auchinleck deben ser leídos in-
mediatamente y remitirme a continuación un informe, hoy mismo, a la Cá-
mara de los Comunes antes de la hora del almuerzo.
Los puntos siguientes requieren especial atención:
1. ¿Por qué la fuerza mencionada, que me parece considerable, es juzga-
da insuficiente para contender con el ejército del Irak? ¿Qué dicen ustedes a
esto? ilmagínense que durante todo este tiempo se haya guardado a la divi-

222
sión de caballería en Palestina sin haber organizado siquiera los rudimentos
de una columna móvil!
2. ¿Por qué las tropas en Habbaniya habrían de ceder antes del 12 de
mayo?
Según los comunicados, hasta ahora sus pérdidas han sido nominales. Su
infantería realizó anoche Una salida y nos comunican que el bombardeo
cesa en cuanto aparece nuestra aviación. Habría que hacer esfuerzos para
que la R.A.F. ayudara y alentara a Habbaniya. ¿No cabría mandar en avión
desde Egipto alguna infantería de refuerzo? Es menester dar orden concreta
de resistir.
¿Cómo podría negociarse un arreglo, según sugiere el general Wavell?
Supongamos que a instigación alemana los iraquíes insisten en que eva-
cuemos Basora, en que nos retiremos hacia Palestina divididos en pequeños
destacamentos fácilmente dominables por ellos. La opinión del comandante
naval de Basora es que un colapso o una rendición serían desastrosos. Ésta
es también la opinión del gobierno de la India. Estoy muy preocupado
por la actitud del general Wavell. Parece que fue cogido tan de sorpresa por
el flanco oriental como por el occidental, y a pesar del inmenso número de
hombres que tiene a su disposición y los grandes convoyes que llegan a él,
parece andar escaso de batallones y compañías. Me da la impresión de estar
cansado.
Las proposiciones de los comandantes en Jefe de la India para el refuerzo
de Basora parecen merecer un estudio atentísimo.

Apoyado por los jefes de Estado Mayor, expuse todo esto al Comité de
Defensa en la reunión que celebramos a mediodía. El ambiente fue de de-
cidida resolución. Por consiguiente, se cursaron las siguientes Órdenes a
sus respectivos destinos:

Los jefes de Estado Mayor al general Wavell y otros interesados. 6-V-41


Su telegrama de ayer ha sido estudiado por el Comité de Defensa. Un
arreglo mediante negociación no puede siquiera tomarse en consideración
como no sea a base que se les bajen los humos a los iraquíes y nos den
garantías contra luturos designios del Eje en el Irak. La realidad de la situa-
ción es que Rashid Ali siempre ha sido uña y carne con las potencias del
Eje y todo su papel se reducía a esperar a que éstas estuviesen en disposi-
ción de apoyarle antes de poner las cartas boca arriba. Nuestra llegada a
Basora le ha obligado a dar un gatillazo prematuro, sin aguardar que el Eje
estuviese preparado. Por consiguiente, se nos presenta una excelente oca-
sión de restablecer la situación mediante un golpe audaz, siempre y cuando
no nos demoremos.
En su consecuencia, los jefes de Estado Mayor han notificado al Comité
de Defensa que están dispuestos a aceptar la responsabilidad del pronto en-
vío de las tropas especificadas en su telegrama. El Comité de Defensa ha
dispuesto que el vicealmirante del aire Smart sea informado de que recibirá
ayuda y que en el ínterin su deber es defender Habbaniya hasta el último
extremo. Sujeto al mantenimiento de la seguridad de Egipto, debe prestarse
el máximo apoyo aéreo a las operaciones del Irak.

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Entre tanto, en Habbanlya, las escuadrillas de la Escuela de Aviación,
junto con los bombarderos Wellington de Shaiba, a la entrada del golfo
Pérsico, atacaron a las tropas iraquíes en la meseta. Éstas replicaron ca-
fioneando el acantonamiento y haciendo intervenir su aviación con bom-
bas y ametralladoras. Nosotros sufrimos 40 bajas entre muertos y heridos,
y hubo 22 aviones destruidos o inutilizados. Pese a la dificultad de despe-
gar bajo el fuego de la artillería, nuestros aviadores continuaron sus ata-
ques.
La infantería enemiga no atacó, y sus baterías fueron silenciadas una
tras otra. Comprobamos que al ser atacados por nuestros aviones, O sólo
al ver a éstos volar por encima de sus cabezas, los artilleros enemigos
abandonaban corriendo sus piezas. Nos valimos ventajosamente de su
nerviosismo, y a partir del segundo día pudimos destinar buena parte de
nuestra aviación a contender con la aviación iraquí y a atacar sus ba-
ses. Las noches del 3 y el 4 de mayo, las patrullas ofensivas de Habbaniya
realizaron una incursión contra las líneas enemigas, y el 5, tras cuatro días
de ataques por la R.A.F., el enemigo tiró la toalla. La misma noche se
retiraron de la meseta. Fueron perseguidos y tras un choque afortunado
cogimos 400 prisioneros, una docena de cañones, sesenta ametralladoras
y diez carros blindados. Una columna de refuerzo, procedente de Falluja,
fue alcanzada en la carretera y destruida por cuarenta de nuestros avio-
nes expresamente salidos de Habbaniya. El 7 de mayo, el sitio de Habba-
niya había terminado. Los defensores habían recibido de Egipto cazas de
refuerzo; las mujeres y niños británicos habían sido evacuados por aire a
Basora. La aviación iraquí, compuesta de unos sesenta aviones, quedó
virtualmente destruida. Estas buenas noticias tardaron mucho en llegar, y
sólo por entregas.

Primer Ministro al vicealmirante del aire Smart. 7-V-41


Su enérgica y espléndida acción ha restablecido en gran parte la situa-
ción. Todos asistimos con admiración a la magnífica batalla que usted está
librando. Le será mandada toda la ayuda posible. Manténgase firme.

Primer Ministro al general Wavell. 7-V-41


Parece que el panorama de Habbaniya ha mejorado considerablemente y
que ahora una acción audaz contra los iraquíes podría sofocar la revuelta
antes de la llegada de los alemanes. Desde luego, éstos pueden llegar allí di-
rectamente en bombarderos pesados, pero carecerán de qué sostenerse una
vez consumidas las provisiones que lleven consigo. Debemos anticiparnos al
efecto moral de su llegada mediante un golpe demoledor. Presumo que si
las zonas de Rutba y Habbaniya están despejadas, nuestras columnas pue-
den tomar Bagdad o explotar nuestro éxito hasta el máximo. Usted recibirá
otros telegramas referentes al levantamiento de las tribus y la política del
gobierno.

El general Wavell respondió directamente a los jefes de Estado Mayor:

225
8-V-41
Espero que ustedes se harán cargo del poco campo de acción militar de
que dispondremos en el Irak en los próximos meses si no contamos con una
situación política favorable. Fuerzas de la India pueden guardar Basora,
pero en mi opinión no pueden avanzar hacia el norte a menos que antes se
logre la plena cooperación de la población local y de las tribus. Las fuerzas
de Palestina pueden relevar Habbaniya y guardar los accesos de Bagdad
para impedir que progrese el avance sobre Habbaniya; pero son insuficien-
tes para entrar en Bagdad, si se tropezara con oposición, ni de sostenerse en
la capital... Por lo tanto, y al objeto de evitar una complicación militar en
una área no vital, sigo recomendando que se busque una solución política
por todos los medios posibles.

Aunque comprendía sus preocupaciones y no dudaba de su lealtad, se-


guía presionando al general Wavell.

Primer Ministro al general Wavell. 9-4-41


1. El Comité de Defensa ha estudiado su telegrama del 8 sobre el Irak.
Nuestros informes son de que Rashid Ali y sus partidarios se encuentran en
una situación desesperada. Sea como sea, usted debe luchar encarnizada-
mente contra él. La columna móvil preparada en Palestina debe avanzar
con arreglo al plan de usted, o antes si es posible, y entablar combate con el
enemigo, ya sea en Rutba o en Habbaniya. Una vez usted se haya unido
con las fuerzas de Habbaniya, explotará la situación hasta el máximo, sin
vacilar en intentar irrumpir en Bagdad, aun contando con sólo escasas fuer-
zas, corriendo los mismos riesgos que los alemanes están acostumbrados a
correr y a sacar partido de ellos.
2. Está fuera de cuestión toda negociación con Rashid Ali a menos que
acepte inmediatamente las condiciones del telegrama del comité de jefes de
Estado Mayor. Una negociación de esta naturaleza sólo nos llevaría a una
demora durante la cual podría llegar la aviación alemana. No creo que
cualquiera que sea el número de las fuerzas terrestres que usted destine al
Irak afecten al problema inmediato del desierto occidental. La aviación debe
hacer cuanto esté en su mano por cubrir ambas situaciones. Sólo en el caso
de que usted se encontrase en vísperas de una ofensiva en el desierto occi-
dental, o la hubiese iniciado ya, habría de rehusar Tedder el necesario
apoyo aéreo para las operaciones del Irak.

Traté de convencer al general Wavell de que no teníamos en proyecto


ninguna otra operación de envergadura y que sólo nos interesaba hacer
frente a las necesidades del momento.

No hace falta que se preocupe sobre el futuro del Irak. Su misión inme-
diata es conseguir la formación de un gobierno amigo en Bagdad y derrotar
a las fuerzas de Rashid Ali con el máximo rigor. En estos momentos, no de-
seamos vernos envueltos en avances de gran escala desde Basora, río arri-
ba, ni hemos ordenado la ocupación de Kirkuk o Mosul. No buscamos nin-
gún cambio en la independencia del Irak, y sobre este punto hemos dado
amplias instrucciones con arreglo a las ideas de usted. Pero lo esencial es
acción; es decir, el rápido avance de la columna móvil a fin de establecer
contacto efectivo entre Bagdad y Palestina. Cada día que pasa, pesa en la
balanza, porque los alemanes pueden no tardar. Esperábamos que la co-

226

>
lumna estaría pronta a partir el día 10 y llegaría a Habbaniya el 12, supo-
niendo que Habbaniya resistiera, como ha resistido hasta ahora, y mucho
más. Confiamos en que estas fechas han sido rigurosamente observadas y
que hará usted cuanto esté en su mano por acelerar el movimiento.

Wavell respondió generosamente a los múltiples llamamientos que se


le hicieron. «Sin esperar “Tigre” —contestó el 13— di orden a todos los
tanques disponibles de que se uniesen a las fuerzas de Gott y atacasen al
enemigo en el sector de Sollum... Si todo va bien en el desierto occiden-
tal, trataré de llevar otras tropas suplementarias a Palestina para operar
contra el Irak... Trataremos de liquidar cuanto antes este enojoso asunto
del Irak... Hago cuanto puedo por reforzar Creta contra un inminente
ataque... Esta tarde he hablado del asunto de Siria con Catroux.»

Por aquellos días, «Tigre» había empezado a llegar sin percance a Ale-
jandría, lo cual me hizo concebir muchas esperanzas de victoria en Creta,
en el desierto occidental y Siria. Fortunas diversas estaban deparadas a
estas aventuras tan estrechamente vinculadas entre sí.

Primer Ministro al general Auchinleck. 14-V-41


1. Celebro mucho que usted venga a entrevistarse con Wavell en Baso-
ra. Le hablará de «Tigre» y de «Abrasador» (defensa de Creta). Una victoria
en Libia cambiaría totalmente el panorama del Irak, tanto para los alema-
nes como para los mismos iraquíes.
2. Le estamos muy agradecidos por su dinámico comportamiento con re-
lación a Basora. Cuanto más numerosas sean las tropas que la India agrupe
allí, mejor. Pero hasta ahora no nos hemos sentido en condiciones de com-
prometernos a un avance (salvo por pequeñas partidas mientras todo mar-
che bien) en dirección a Bagdad, y menos aún a ocupar por la fuerza las
plazas de Kirkuk y Mosul. Todo esto no puede entrar en nuestros planes
hasta que veamos qué pasa con «Tigre» y «Abrasador». En consecuencia,
por el momento hemos de limitarnos a intentar la formación de un gobierno
amigo en Bagdad y a instalar hasta el máximo posible una cabeza de puen-
te en Basora. Aún menos podemos pensar en dominar Siria en estos mo-
mentos, si bien cabe dejar que los Franceses Libres hagan en dicho país lo
mejor que sepan. La derrota de los alemanes en Libia es el objetivo supre-
mo, y hasta conseguido no es posible pensar en planes más vastos y más
duraderos. Después todo será mucho más fácil.

Será oportuno terminar aquí la historia del lrak, antes de que el emba-
te de acontecimientos más sangrientos, aunque no más gravemente peli-
grosos, se abatiese sobre nosotros en Creta.
Las vanguardias de la «Habforce», una brigada motorizada procedente
de Palestina, llegaron a Habbaniya el 18 de mayo para reanudar el ata-
que contra el enemigo, que a la sazón retenía el puente del Éufrates en
Falluja. Por esta fecha, los iraquíes no eran nuestro único enemigo. Los
primeros aviones alemanes ya se habían establecido en Mosul el 13 de

227
mayo, y, por consiguiente, la misión principal de nuestra R.A.F. fue ata-
carles e impedir su abastecimiento por el ferrocarril de Siria. El ataque
contra Falluja por las vanguardias de la «Habforces y los elementos
terrestres de la guarnición de Habbaniya tuvo lugar el 19 de mayo.
Las inundaciones entorpecieron la aproximación directa por el oeste,
y, en consecuencia, se despacharon pequeñas patrullas río arriba contra
un puente levadizo, a fin de cortar la retirada de los defensores: otro
grupo hizo un aterrizaje aéreo a fin de bloquear la carretera de Bagdad.
Se esperaba que esta acción, junto con el bombardeo aéreo, obligaría al
enemigo, cuya fuerza ascendía-a una brigada, a rendirse o dispersarse.

DesddRutba
190 Millas

Carreteras
Lagos e Inundaciones en azul

HABBANIYA — FALLUJA

Pero a fin de cuentas fue menester un ataque terrestre. Un pequeño des-


tacamento de la orilla izquierda, cuya misión había sido impedir, mediante
fuego de fusil, la destrucción del puente, recibió orden de asaltarlo y
la operación fue realizada con éxito y sin bajas. El enemigo cedió; se hi-
cieron 300 prisioneros. Un contraataque realizado tres días después, fue
rechazado.
Transcurrieron algunos días en los preparativos para el avance final a
Bagdad, durante los cuales nuestra acción aérea contra la aviación ale-
mana de los aeródromos septentrionales del Irak aniquiló definitivamente
a aquélla. Más tarde apareció una escuadrilla de cazas italianos, pero no
hizo nada. El oficial alemán encargado de coordenar las escuadrillas del
Eje con las fuerzas del Irak, que era un hijo del mariscal Blomberg, aterri-
zó en Bagdad con una bala en la cabeza, gracias al mal calculado tiro de
sus aliados. Su sucesor, el general Felmy, aunque más afortunado en el

228
aterrizaje, tampoco pudo hacer nada. Las enérgicas instrucciones que ha-
bía recibido de Hitler estaban fechadas el 23, en cuya fecha ya se había
esfumado toda probabilidad de intervención del Eje.

DIRECTRIZ N.- 30 DE HITLER. ORIENTE MEDIO

Cuartel General de Campaña. 23-V-41


En Oriente Medio, el Movimiento Árabe de Liberación es nuestro aliado
natural contra Inglaterra. A este respecto, el alzamiento del Irak reviste es-
pecial importancia. Esta rebelión se extenderá por las fronteras del Irak
para reforzar las fuerzas que son hostiles a Inglaterra en Oriente Medio, in-
terceptar las líneas inglesas de comunicación e inmovilizar tropas y buques
británicos en menoscabo de otros teatros de la guerra. Por estas razones he
decidido acelerar el desarrollo de las operaciones en el Oriente Medio me-
diante acudir en ayuda del Irak. Cuándo y de qué forma será luego posible
reducir definitivamente a polvo las posiciones de Inglaterra entre el Medite-
rráneo y el golfo Pérsico, en conjunción con una ofensiva contra el Canal
de Suez, es cosa que aún está en el regazo de los dioses...

El avance sobre Bagdad comenzó la noche del 27 de mayo y fue muy


lento, viéndose entorpecido por grandes inundaciones y voladuras de
puentes tendidos sobre los numerosos canales de irrigación. Sin embargo,
nuestras vanguardias alcanzaron las afueras de Bagdad el 30 de mayo.
Aunque eran débiles en número y en el interior de la ciudad había una di-
visión iraquí, su presencia fue excesiva para Rashid Ali y sus compañe-
ros, que el mismo día huyeron a Persia acompañados de los otros subver-
sores, los ministros alemán e italiano y el ex muftí de Jerusalén. Al día si-
guiente, 31 de mayo, se firmó un armisticio; el regente de Irak fue res-
taurado en su puesto y se nombró otro gobierno. No tardamos en ocupar
con fuerzas terrestres y aéreas todos los puntos importantes del país.
Así, el plan alemán de provocar la rebelión en el Irak y conquistar a
poco coste aquel vasto país, fracasó por escaso margen. El desembarco
de una brigada india en Basora el 18 de abril fue oportunísimo, porque
obligó a Rashid Ali a obrar prematuramente. Pero aun así, representó
para nuestras escasas fuerzas una carrera contra el reloj. La valerosa de-
fensa de Habbaniya por la Escuela de Aviación fue el factor primordial
de nuestro éxito. Desde luego, los alemanes tenían a su disposición fuer-
zas aerotransportadas que en aquellos momentos hubieran podido con-
quistar para ellas Siria, lrak y Persia, con sus preciosas explotaciones pe-
trolíferas. La mano de Hitler hubiera podido alargarse en dirección a la
India y enlazar con el Japón. Pero, como no tardaremos en ver, prefirió
emplear y consumir lo mejor de sus elementos de aviación en otros luga-
res. A menudo oímos a los técnicos militares preconizar la doctrina de dar
prioridad al teatro decisivo de la guerra. Hay mucho de verdad en ello.
Pero en la guerra, este principio, como tantos otros, está subordinado a
los hechos y las circunstancias; de lo contrario la estrategia sería demasia-
do fácil. Se convertiría en un manual y no en un arte; dependería de re-
glas y no de un docto y afortunado juicio sobre las proporciones de un es-

229
cenario incesantemente cambiante. Desde luego, Hitler desperdició la oca-
sión de ganar un gran premio a poco coste en Oriente Medio. Nosotros,
en la Gran Bretaña, aunque presionados hasta lo imposible, nos las apa-
ñamos para, con escasas fuerzas, prevenirnos a tiempo contra un daño
gravísimo y acaso duradero.
Es necesario recordar que la rebelión del Irak no fue sino un pequeño oA
— Be
incidente en medio de los inmensos problemas que asediaban simultánea-
mente al general Wavell. Entre éstos figuraban el inminente ataque ale-
mán a Creta, nuestros planes de atacar a Rommel en el desierto occiden-
tal, las campañas de Abisinia y Eritrea y la amarga necesidad de adelan-
tarnos a los alemanes en Siria. Análogamente, el teatro del Mediterráneo,
visto desde Londres, no era sino una parte secundaria de todo el proble-
ma mundial, cuyas características predominantes eran la amenaza de in-
vasión, la guerra submarina y la actitud del Japón. Sólo la energía y la co-
hesión del Gabinete de Guerra, las relaciones de mutuo respeto y unidad
de visión que reinaban entre los jefes políticos y militares, así como el me-
tódico funcionamiento de nuestra máquina de guerra, nos permitieron su-
perar, aunque duramente apaleados, tantas pruebas y peligros.
El lector habrá podido advertir la tensión que surgió entre el Gabinete
de Guerra británico y los jefes de Estado Mayor, por una parte, y el ago-
biado, pero nunca desfalleciente comandante en jefe de El Cairo, por
otra. Las autoridades de la metrópoli, que yo presidía, rechazaron siste-
máticamente desde Whitehall el juicio del hombre que veía la batalla des-
de el lugar más expuesto. Le arrebataron toda facultad de decisión y asu-
mieron la responsabilidad de ordenar la liberación de Habbaniya y recha-
zar toda idea de negociación con Rashid Ali, o aceptar la mediación de
Turquía, que se propuso en un momento dado. El resultado fue coronado
por un éxito completo y fulminante. Aunque nadie estuvo más satisfecho
y complacido que el propio Wavell, el episodio no pudo dejar de producir
cierta impresión en su ánimo y en el nuestro. Al propio tiempo, la resuelta
actitud del general Auchinleck al mandar tan prontamente la División In-
dia a Basora, con arreglo a nuestro deseo y con el cordial asentimiento
del virrey de la India, y la prontitud con que los refuerzos indios fueron
abastecidos, nos dieron la sensación de que teníamos ante nosotros a un
hombre lleno de ideas nuevas y pletórico de energías inagotables. Las
consecuencias de esta impresión se verán a medida que adelanto este
relato.
CAPÍTULO XV
CRETA: EL PRELUDIO

La situación de Creta. — Defensas débiles e inadecuadas. — La sobre-


cargada administración de El Cairo. — Acuerdo general de defender
Creta. — Nuestro servicio de información. — La visita de Wavell el 30 de
abril. — El mando es confiado a Bernard Freyberg. — Mi telegrama al al-
mirante Cunningham, 1.2 de mayo. — Esfuerzos por reforzar nuestra
aviación. — Wavell y Freyberg no se hacen ilusiones. — Los telegramas
de Freyberg a Wavell y al Gobierno de Nueva Zelanda. — El telegrama
de Wavell, 2 de mayo. — Mi mensaje a Mr. Fraser, 2 de mayo. — Mi
mensaje a Mr. Fraser, 3 de mayo. — Ansiedad en Nueva Zelanda. —
Freyberg imperturbable. — Bloqueo alemán de Creta por el aire. —
Nuestros lamentables recursos aéreos. — El plan alemán de ataque. —
«Colorado» y «Abrasador». — Una pausa sin respiro. — El humor de Wa-
vell. — Mantengo a Smuts informado. — Al borde de la catástrofe.

La importancia estratégica de Creta con relación a todos nuestros inte-


reses en el Mediterráneo ya ha sido explicada con argumentos y hechos.
Las naves de querra británicas con base en la bahía de Suda, o que po-
dían repostarse de combustible en ella, tenían a Malta dentro de su radio
de acción y le procuraban, por lo tanto, una valiosísima protección. Si
nuestra base de Creta estaba bien defendida contra ataques aéreos, entra-
ba plenamente en juego el factor de la superioridad naval y nos ponía a
salvo contra cualquier expedición. Pero a sólo cien millas de distancia es-
taba la fortaleza italiana de Rodas, con abundantes aeródromos e instala-
ciones bien organizadas. La captura y ocupación de Rodas había sido
nuestro anhelo desde principios del año, y la Organización de Defensa de
Bases Navales Móviles, una espléndida organización de hombres cuidado-
samente adiestrados y compenetrados en número de 5.300, había partido
de la Gran Bretaña con la finalidad de destinarla ulteriormente a Rodas o
a la bahía de Suda, según las circunstancias lo requiriesen. Además, un
grupo de comandos, con más de dos mil hombres al mando del coronel
Laycock, había zarpado también por la ruta de El Cabo, para que junto
con la 62 División Británica que se estaba formando en Egipto, hubieran
constituido una tropa de asalto capaz de tomar Rodas. La tirantez de los
acontecimientos nos había obligado a aplazar esta empresa, y, entre tan-
to, Creta se convertía en blanco sumamente vulnerable con sólo que los
alemanes mandasen aviación a Rodas. La Organización de Defensa de
Bases Navales Móviles estaba disponible en Alejandría para cualquier

231
eventualidad, en lugar de cooperar a la toma y ocupación de Rodas o
preparar y guarnecer las defensas de la bahía de Suda.
Por lo que respecta a Creta en sí, todo había progresado a la pata coja.
El lector habrá observado mis repetidos requerimientos para que se fortifi-
case la bahía de Suda. Hasta llegué a emplear la expresión «un segundo
Scapa». La isla había estado en posesión nuestra unos seis meses, pero la
instalación de baterías antiaéreas más potentes no hubiese podido llevarse
a cabo más que en menoscabo de otras necesidades más urgentes. Por
otra parte, el mando de Oriente Medio tampoco estaba en condiciones de
ericontrar en la misma Creta o en otras partes la mano de obra necesaria
para la construcción de los aeródromos. No cabía mandar una fuerte
guarnición a Creta ni basar importantes fuerzas aéreas en sus aeródro-
mos mientras Grecia estuviese en manos aliadas. Pero todo debió estar
dispuesto para recibir refuerzos en el caso de que éstos fueran hallables o
surgiera la necesidad. Se carecía de planes y hasta de iniciativa. Seis co-
mandantes fueron nombrados sucesivamente en el transcurso de otros
tantos meses. El mando del Oriente Medio debió haber hecho un estudio
más a fondo de las condiciones en que Creta pudo ser defendida contra
un ataque aéreo o por mar. Jamás se previó la necesidad de contar, no ya
con un puerto, sino cuando menos con facilidades de desembarco en la
costa sur de la isla, en la región de Sfakia o Timbaki, ni con el trazado de
una carretera hasta la bahía de Suda y los aeródromos desde donde la
parte occidental de Creta hubiese podido ser reforzada desde Egipto. La
responsabilidad del estudio incompleto de este problema y de la débil eje-
cución de las directrices dictadas debe ser compartida entre El Cairo y
Whitehall.
Sólo después de los desastres de Cirenaica, Creta y el desierto me di
cuenta de cuán sobrecargada y deficientemente sostenida estaba la orga-
nización del general Wavell. Wavell hizo cuanto pudo; pero el mecariismo
de que disponía era demasiado endeble para permitirle afrontar la vasta
masa de dificultades que le imponían cuatro o cinco campañas simultá-
neas.
» » *

Con la conquista alemana de Grecia, Creta se convirtió en el último


baluarte del rey y de su gobierno y un reservorio importante para toda
clase de tropas evacuadas. Era indudable que los ojos de Alemania la mi-
raban con codicia. Para nosotros constituía una avanzada vital para Egip-
to y Malta. Aun en medio del torbellino de fracasos y ruinas en que nos
encontrábamos sumidos, no había el menor desacuerdo entre las autori-
dades, tanto en la metrópoli como en el Mediterráneo, sobre la defensa de
Creta. «Creo —telegrafió Wavell el 16 de abril— que Creta debe ser de-
fendida.» Y al día siguiente añadió: «Estamos haciendo preparativos para
evacuar Grecia y defender Creta.»
» » »

Hacía ya tiempo que conocíamos los esfuerzos que Goering había he-
cho por crear y desarrollar una poderosa fuerza aerotransportada, capaz

232
de efectuar un descenso en gran escala desde los aires. Este plan había
entusiasmado a los jóvenes nazis alemanes, fanáticos e inflamados. La Di-
visión Paracaidista alemana era un corps d'élite que había ocupado un
lugar en nuestras previsiones para la defensa del país contra la invasión.
Sin embargo, la eficacia de una fuerza de paracaidistas exige como míni-
mo el dominio temporal del aire durante las horas de claridad diurna.
Esto los alemanes no consiguieron ganarlo en Inglaterra. Pero Creta fue
harina de otro costal. La amplia y al parecer invencible superioridad del
enemigo, tanto en los Balcanes como en el mar Egeo, era a la sazón su
arma principal.
En ningún otro momento de la guerra nuestros Servicios de Informa-
ción estuvieron tan exacta y minuciosamente al corriente de todo. En la
exultante confusión provocada por la toma de Atenas, el mando alemán
dejó de observar el habitual rigor en la conservación de sus secretos, y
nuestros agentes en Grecia eran activos y osados. En la última semaria de
abril recibimos de fuente fidedigna excelentes informes sobre las intencio-
nes inmediatas de Alemania. Los movimientos y la agitación reinante erl
el 11.2 Cuerpo de Aviación alemana, así como la frenética acumulación
de embarcaciones de todas clases en los puertos griegos, no podíar pasar
inadvertidos a ojos y oídos atentos. Todo indicaba un inminente ataque a
Creta por aire y mar. En ninguna otra operación me consagré más perso-
nalmente a estudiar y sopesar los datos y a asegurarme de que los co-
mandantes en jefe estuvieran bien percatados de la magnitud de la carni-
cería que se avecinaba y especialmente el general al mando de la isla.
El 28 de abril, nuestra Junta Mixta de Información de Londres redactó
un comunicado sobre el alcance y el carácter de los planes enemigos so-
bre Creta, en el que ya se preveía la inminencia de un ataque simultáneo
por mar y por tropas aerotransportadas. Calculábase que para esta ofen-
siva el enemigo podía llegar a reunir en los Balcanes 315 bombarderos de
gran radio de acción, 60 cazas bimotores, 240 bombarderos en picado y
270 cazas monomotores, que seguramente arrojarían de tres a cuatro mil
paracaidistas o soldados aerotransportados en la primera salida y que les
sería dable efectuar dos o tres salidas diarias desde Grecia y tres o cuatro
desde Rodas, todas ellas con escolta de cazas. Antes de la llegada de las
tropas transportadas en avión y en barcos se efectuarían duros bombar-
deos, y no faltarían tropas ni barcos para el ataque marítimo. Todo esto
lo telegrafiamos en el acto al cuartel general de El Cairo, y el mismo día
yo subrayé la importancia de la comunicación mediante un mensaje per-
sonal dirigido al general Wavell.
Primer Ministro al general Wavell. 28-1V-41
Por las informaciones recibidas hácese aparente que en breve los alema-
nes desencadenarán sobre Creta un potente ataque aerotransportado. Co-
muníqueme cuántas fuerzas hay en la isla y cuáles son sus planes. Ésta
puede ser una magnífica oportunidad para acabar con los paracaidistas. La
isla debe ser defendida con encarnizamiento.
Aunque al principio el general Wavell no quiso compartir del todo
nuestro vaticinio de que Creta era el próximo objetivo alemán y creyó

233
que los alemanes hacían circular rumores adrede para ocultar sus verda-
deros planes, actuó inmediatamente con su acostumbrada energía y acti:
vidad y partió en avión para la isla. Sus respuestas describen la situación.

El general Waveli ai Primer Ministro y jefes de Estado Mayor. 29-1V-41


1. Creta ha sido advertida de la posibilidad de un ataque aerotransporta-
do el 18 de abril. Además de la guarnición original permanente de tres bata-
llones de infantería, dos baterías antiaéreas pesadas, tres ligeras y la artille-
ría de costa, Creta cuenta actualmente con más de 30.000 hombres evacua-:
dos de Grecia. Éstos se están organizando para la defensa de los lugares
vitales de la isla: la bahía de Suda, Canea, Retimo y Candía. La moral pare-
ce ser buena. Las armas consisten principalmente en fusiles y unas pocas
ametralladoras ligeras. Además, se han formado algunas unidades recluta-
das entre los griegos para la defensa de los aeródromos y la custodia de los
prisioneros de guerra.
2. La Organización de Defensa de Bases Navales Móviles debe llegar a la
isla durante la primera quincena de mayo.
3. Me propongo visitar Creta mañana y comunicaré impresiones a mi re-
greso.
4. Es muy posible que el plan alemán de ataque a Creta pueda ser una
añagaza para encubrir un ataque a Siria o Chipre. y que el verdadero plan
no sea revelado a sus propias tropas hasta el último momento. Esto conso-
naría con los expedientes alemanes.
Yo había sugerido al jefe de Estado Mayor General Imperial que el
mando de Creta fuese confiado al general Freyberg; la sugestión fue tras-
ladada al general Wavell, quien inmediatamente manifestó su conformi-
dad. Hacía muchos años que Bernard Freyberg y yo éramos amigos.
Cuando en su calidad de voluntario de Nueva Zelanda en la Primera
Guerra Mundial se hubo abierto camino venciendo innumerables dificul-
tades, vino a Inglaterra y me fue presentado. Yo le recibí en el Almiran-
tazgo en septiembre de 1914, y en nuestra entrevista me pidió un puesto
de combate. Yo estaba a la sazón constituyendo la Real División Naval, y
pronto hice las recomendaciones necesarias. Pocos días después fue nom-
brado subteniente del batallón «Hood». No es éste el lugar para describir
la larga lista de gloriosos actos de valor que en cuatro años de frente le
elevaron al mando de una brigada; y al producirse la crisis de la ofensiva
alemana de 1918, ostentó el mando de las tropas, que casi ascendían a
un cuerpo de ejército, que defendieron la brecha de Bailleul. La cruz Vic-
toria y la Orden de Servicios Distinguidos con dos pasadores son testimo-
riio de sus valiosísimos servicios.
Freyberg, lo mismo que Carton de Wiart, merecía el epíteto de «Sala-
mandra» con que a menudo distinguí a ambos. Ambos se ericontraban en
el fuego como en su propio elemento. Su cuerpo estaba literalmente acri-
billado a balazos, pero jamás desfallecieron ni en lo físico ni en lo moral.
Un día, en 1920, pasando unos días con Bernard Freyberg en una casa de
campo, le pedí que me mostrase sus heridas. Se desnudó en el acto y yo
conté veintisiete cicatrices y costuras diferentes. A éstas hay que añadir
tres más ganadas en la Segunda Guerra Mundial. Pero, desde luego,
como él mismo decía: «Nadie puede evitar que una bala o un casco te

234
haga dos agujeros, porque, puesto que han entrado, la mayoría tienen
que salir». Al principio de esta querra, nadie estaba más capacitado para
asumir el mando de la División de Nueva Zelanda, para el cual fue unáni-
memente designado. En septiembre de 1940, yo acaricié la idea de darle
un mando de mayor alcance, y ahora se me presentó por fin la ocasión de
confiárselo, y precisamente en unas condiciones que exigían personalidad
y decisión. Freyberg era un hombre dispuesto a luchar por su rey y por
su patria dondequiera se le ordenara, con un corazón muy en su puesto e
inaccesible al desfallecimiento y a la cabeza de cualesquiera tropas que
sus superiores le encomendaran, sembrando siempre en torno a su figura
una inquebrantable firmeza de ánimo.
En Inglaterra hicimos cuanto estuvo en nuestra mano por ayudar a
nuestras agobiadas tropas y a Sus jefes.

Primer Ministro al almirante Cunningham. 1-V-41


Nos empeñamos hasta el máximo por reforzar su aviación. Hemos deci-
dido repetir tan pronto sea posible y en mucho mayor escala las recientes
operaciones [de refuerzo de la aviación]. El «Ark Royal», el «Argus», el «Fu-
rious» y el «Victorious» serán utilizados para transportar otros 140 Hurrica-
nes y 18 Fulmars con sus pilotos. Esperamos que 64 Hurricanes y 9 Ful-
mars llegarán a Oriente Medio hacia el 25 de mayo. Entre tanto, 25 pilotos
de cazas saldrán el 23 en dirección a Takoradi a fin de acelerar el traslado
de los Hurricanes y Tomahawks. La capacidad de la ruta de Egipto vía Ta-
koradi, gracias al desahogo conseguido con el empleo de los portaaviones,
será aprovechada para incrementar el envío de Hurricanes y Tomahawks.
Al mismo tiempo embarcaremos el mayor número posible de Blenheims.
Tal vez más adelante tenga algo que agregar respecto a los refuerzos de
bombarderos.
2. También le felicito por la brillante forma cómo la flota ha acudido una
vez más en socorro del ejército, salvando así cuatro quintas partes de sus
contingentes.
3. Ha llegado el momento de luchar duramente por Creta, que, según
parece, va a ser violentamente atacada, y también por Malta como base
para la acción de las fiotillas que hostigan las comunicaciones enemigas con
Libia. La constante mejora en la actitud de los Estados Unidos, asf como su
cooperación naval, justifican los riesgos que corremos. Sus planes para «Ti-
gre» son excelentes y ofrecen grandes probabilidades.
4. Pero sobre todo le encarecemos que corte los suministros marítimos
por los puertos de Cirenaica y los castigue cuanto pueda. Aquí causa mu-
cho disgusto enterarnos de la llegada de un barco tras otro, cargados de
preciosa gasolina de aviación. Esta gran batalla por Egipto es lo que el du-
que de Wellingion llamó «una carrera codo a codo», pero si podemos refor-
zarle a usted y a Wavell como nos proponemos por medio de las operacio-
nes «Tigre» y aJaguar», y usted consigue cerrar el grifo a ese abastecimiento
continuo, nuestros inmensos ejércitos de Oriente Medio recobrarán en bre-
ve el ascendente. Mis mejores votos.

Freyberg y Wavell no se hacían ilusiones.

235
El general Freyberg al general Wavell. 1-V-41
Las fuerzas de que dispongo son notoriamente insuficientes para hacer
frente al ataque previsto. Á menos que se aumente de aviación de caza y
podamos disponer de más fuerzas navales para parar el ataque por mar, no
me cabe esperar pararlo con nada más que las fuerzas de tierra, las cuales,
a consecuencia de la campaña de Grecia, están desprovistas de artilleria, ca-
recen de herramientas para cavar trincheras, disponen de poquísimos trans-
portes e insuficientes reservas tanto en pertrechos como en municiones. Po-
demos y queremos luchar, pero sin el pleno apoyo de la aviación y la mari-
na, es imposible soñar en repeler al enemigo. Si por razones que no son del
caso no podemos contar inmediatamente con este apoyo, será menester
volver a examinar el plan de defender Creta. Además, creo que es mi deber
informar, habida cuenta de las condiciones especiales de mi estatuto militar,
al gobierno neozelandés sobre la situación en que se hallan las tropas con-
fiadas a mi mando.

Informé igualmente a su gobierno.

1-V-41
Creo mi deber informar sobre la situación militar de Creta. En Londres se
ha tomado la decisión de que Creta debe ser defendida a toda costa. El mi-
nistro de la Guerra me ha dado a conocer sus cálculos sobre la magnitud
del ataque. En mi opinión, Creta sólo se puede defender contando con el
pleno apoyo de la marina y la aviación. No hay indicios de que disponga-
mos de fuerzas navales suficientes para rechazar una invasión por mar, y la
aviación de la isla consta de seis Hurricanes y diecisiete aviones anticuados.
Las tropas pueden luchar y lucharán, pero a consecuencia de la campaña
de Grecia están desprovistas de artillería y no tienen bastante material de
atrincheramiento, muy poco transporte e insuficientes reservas de equipos y
municiones para la campaña. Le ruego explique a su gobierno la grave si-
tuación en que se halla el grueso de la División Neozelandesa, y recomiendo
que haga presión cerca de las altas esferas de Londres sobre la necesidad de
suministrar suficientes medios para la defensa de la isla o modificar la deci-
sión, ordenando la defensa de Creta. Desde luego, he notificado oficialmen-
te todo lo antedicho al comandante en jefe de Oriente Medio.

El general Waveli al jefe del Estado Mayor Imperial. 2-V-41


1. La defensa de Creta planteará un problema difícil para las tres armas,
principalmente en razón de la superioridad aérea enemiga. Estando los
puertos y los aeródromos enclavados en la parte norte de la isla, los barcos
y aviones se hallan sumamente expuestos. La única carretera buena de la
isla (y no demasiado buena) corre de este a oeste por la costa norte y tam-
bién está muy expuesta.
2. No hay buenas comunicaciones de norte a sur ni puertos en esta cos-
ta, si bien con el tiempo se podrían crear. En la isla escasean los transportes.
3. Los víveres para la población civil habrán de ser importados en gran
cantidad. Si las poblaciones son intensamente bombardeadas y somos impo-
tentes para procurarnos suficientes cazas, podemos encontrarnos ante un
problema político.
4. Para guarnecer efectivamente la isla, se requieren al menos tres briga-
das y un considerable número de baterías antiaéreas. La actual guarnición
consta de tres batallones regulares británicos, seis batallones neozelandeses,

236
un batallón australiano y dos batallones formados con evacuados de Grecia.
Estos son débiles en número y pertrechos. No hay artillería. La escala de la
defensa antiaérea es insuficiente, pero la vamos reforzando.
5. En cuanto a la aviación, en estos momentos no hay en la isla ningún
aparato moderno.
6. Las tropas griegas están en su mayoría poco adiestradas y mal armadas.
7. Seguimos luchando con las dificultades y las resolveremos si nos dan
tiempo, pero la defensa aérea será siempre el primordial problema.

El gobierno de Nueva Zelanda estaba justificadamente inquieto sobre


la suerte de su División. Yo expliqué la situación a Mr. Fraser, su Primer
Ministro, que acababa de llegar a El Cairo en su viaje a Inglaterra.

Primer Ministro al Primer Ministro de Nueva Zelanda. 3-V-41


1. Celebro que las exigencias de la evacuación hubieran llevado a la Di-
visión de Nueva Zelanda, después de su brillante lucha en Grecia, en tan
buen orden a Creta. Como es natural, estamos haciendo toda clase de es-
fuerzos por reequiparlos, y desde ahora ya iniciamos los envios, especial-
mente de artillería, de la que el general Wavell está fuerte. La defensa de
Creta es uno de los factores esenciales para la defensa de Egipto. Celebro
que el general Wavell haya aceptado mi proposición de poner al general
Freyberg al frente de la isla. Tenga la seguridad de que le apoyaremos en
todo lo posible.
2. Nuestros informes señalan un ataque aerotransportado para una fe-
cha próxima, con el posible apoyo de una acción naval. Nuestra flota hará,
naturalmente, cuanto pueda por impedir esta última, que no es probable
tenga éxito. En cuanto al ataque aerotransportado, supongo que será del
gusto de los neozelandeses de la isla, porque así llegarán al cuerpo a cuer-
po, hombre a hombre, mientras el enemigo no tendrá esta vez la ventaja de
los tanques y la artillería de que tanto se vale en otras partes. Si el enernigo
logra poner pie en Creta, sus problemas no harán sino comenzar en lugar
de acabar. La isla es montañosa y agreste, y ofrece mucho campo de acción
a las cualidades de las tropas de Nueva Zelanda. Podemos reforzar con más
facilidad que el enemigo, y ahora ya hay allí más de 30.000 hombres.
3. De todos modos, es posible que el enemigo no haga más que un simu-
lacro en Creta, y apunte más hacia el este. Hemos de prever todas las con-
tingencias en el empleo de nuestra escasa y abrumada aviación. ¿Por qué es
escasa y por qué está abrumada? No es porque no poseamos recursos y re-
servas cada vez mayores, aquí. No es porque no hayamos hecho todo lo hu-
manamente posible por reforzar las fuerzas aéreas del Oriente Medio. Es,
simplemente, a causa de la dificultad física de hacer llegar el material aéreo
y el personal a su servicio al lugar donde se necesitan, por las diferentes ru-
tas y medios de que disponemos. Pueden estar seguros de que haremos
todo lo que podamos por aumentar nuestro potencial aéreo, y a este fin es-
tamos haciendo en estos momentos esfuerzos de muy largo alcance, pero
arriesgados. Debe dejarse a los comandantes en jefe que dispongan estas
fuerzas aéreas que están en Oriente Medio con arreglo a las necesidades.
No dejo de tener la esperanza de que la situación en Oriente Medio mejora-
rá dentro de un mes, poco más o menos.
4. Aquí, todos admiran la nobleza y el estoicismo con que Nueva Zelan-
da ha resistido el angustioso paréntesis de la evacuación. Su feliz termina-
ción, después de infligir tantas pérdidas al enemigo y de pagar nuestra deu-
da de honor a Grecia, constituye un imponderable alivio para el Imperio.

237
Freyberg permaneció impávido. Nunca se avino a creer que el ataque
aéreo fuese en tan gigantesca escala. Él temía una invasión poderosamen-
te organizada, procedente del mar. Y creíamos que ésta la podría evitar la
flota, a pesar de nuestra debilidad aérea.

Del general Freyberg al Primer Ministro, Inglaterra. 5-V-41


No puedo comprender ese nerviosismo; no me preocupa lo más mínimo
un ataque por el aire; he tomado mis precauciones, y tengo la sensación de
que podré hacerle frente con las tropas de que dispongo. Si el ataque es
combinado, y viene por el mar y por el aire, la cosa es diferente. Si ocurre
antes de que me lleguen los cañones y los medios de transporte, la situación
será difícil. Pero, aun en este caso, con tal que la flota pueda ayudar, confío
en que todo irá bien.
Cuando recibamos equipos y transporte, y con unos cuantos aviones de
caza más, será posible mantenernos en Creta. Entre tanto, habrá un período
durante el cual seremos vulnerables,
Aquí, todos están muy en forma y deseosos de renovar la lucha contra
nuestro enemigo, al que batimos cada vez que nos enfrentamos con él en
Grecia.
Todos los neozelandeses están muy irritados, y con razón, porque no
se les ha mencionado adecuadamente en las informaciones dadas por la
B.B.C. y por la prensa sobre la vital y heroica parte que tomaron en la lu-
cha desarrollada en la retaguardia griega.

Inmediatamente hice lo que pude por remediar la injusticia de que se


quejaban los neozelandeses.

Primer Ministro al general Wavell. 7-V-41


Sírvase trasladar lo siguiente al general Freyberg, a menos que usted di-
sienta de su contenido.
En la Gran Bretaña todos hemos seguido con gratitud y admiración las
grandes acciones de guerra llevadas a cabo por la División de Nueva Zelan-
da en los famosos campos de batalla de Grecia. Las informaciones sobre
ella nos han llegado y siguen llegando sólo gradualmente, y, cuantos más
detalles recibimos, tanto más comprendemos el papel vital que habéis de-
sempeñado en una misión de honor y en una hazaña de gloria. En todo el
Imperio y en todo el mundo de habla inglesa se ensalza el nombre de Nue-
va Zelanda. Nuestros pensamientos están con vosotros. Dios os bendiga a
todos.

Realmente, la geografía de Creta hizo difícil el problema de su defensa.


Sólo existía una carretera a lo largo de la costa norte, y a ella estaban en-
lazados todos los puntos vulnerables de la isla. Cada uno de éstos tenía
que bastarse a sí mismo. No podía haber ninguna reserva central libre
para desplazarse hacia un punto amenazado, una vez el enemigo hubiese
cortado esta carretera y se hubiese hecho fuerte en ella. Sólo caminos
riada adecuados para el transporte motorizado iban desde la costa sur
hacta el norte, partiendo de Sfakia y Timbaki. A medida que el inminente

238
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peligro empezó a dominar el pensamiento de los dirigentes, se intensifica:
ron los trabajos para llevar a la isla refuerzos y suministros de armas, es:
pecialmente artillería, pero entonces ya era tarde. Durante la segunda se-
mana de mayo, la aviación alemana estableció un virtual bloqueo diurno
de Creta desde sus bases de Grecia y el Egeo, y mediatizó todo el tráfico,
especialmente en el lado norte, que era el único en donde había puertos.
De 27.000 toneladas de pertrechos de vital importancia enviados a Creta
durante las primeras tres semanas de mayo, pudieron desembarcarse me-
nos de 3,000, y el resto tuvo que retroceder a su procedencia, con pérdida
de más de 3.000 toneladas. Nuestros efectivos en armas antiaéreas eran:
16 cañones pesados (3,7 pulgadas, móviles), 36 cañones ligeros (Bofors) y
24 reflectores. Sólo teníamos nueve tanques de infantería usados, distri-
buidos en los campos de aviación, y dieciséis tanquetas. El 9 de mayo lle-
gó una parte de la Organización de Bases Navales, en que figuraba una
batería antiaérea pesada y otra ligera, que fueron instaladas para mejor
protección de la bahía de Suda. Unos dos mil hombres de dicha organiza-
ción desembarcaron en Creta, pero más de tres mil fueron retenidos en
Egipto, aunque habrían podido llegar a Creta. Seis mil prisioneros de que-
rra italianos constituían un obstáculo adicional para la defensa.
Nuestras fuerzas defensoras fueron distribuidas principalmente para
proteger los terrenos de desembarco. En Candía estaban dos batallones
británicos y tres griegos; en los alrededores de Retimo, la 19.2 Brigada
Australiana y seis batallones griegos; en las inmediaciones de Suda, dos
batallones australianos y dos griegos; en Maleme, una brigada neozelan-
desa cerca del aeródromo y una segunda brigada, auxiliar, algo más al
este. Á estas guarniciones hay que añadir algunos destacamentos de fusi-
leros formados por unidades provisionales de hombres evacuados de Gre-
cia. Los batallones griegos eran débiles en número, y armados con un abi-
garrado surtido de fusiles y pocas municiones. El total de tropas imperia-
les que tomó parte en la defensa ascendió a unos 28.600 hombres.
Pero, naturalmente, lo único que hacía posible el ataque alemán era
nuestra debilidad aérea. A principios de mayo, los efectivos de que dispo-
nía la R.A.F. eran: doce Blenheims, seis Hurricanes, doce Gladiators Y
seis Fulmars y Brewsters del arma aeronaval; de todos ellos, sólo la mitad
estaba en condiciones de prestar servicio. Estos aparatos estaban distribui-
dos entre el campo de aterrizaje de Retimo, el aeródromo de Maleme
(para cazas tan sólo) y el de Candía, que servía para todos los tipos. Esto
era una fruslería en comparación con las aplastantes fuerzas aéreas que
se iban a echar sobre la isla. Esta inferioridad aérea fue comprendida ple-
namente por todos los interesados, y en 19 de mayo, el día antes del ata-
que, fueron evacuados a Egipto todos los aviones restantes. El Gabinete
de Guerra, los jefes de Estado Mayor y los comandantes de Oriente Medio
sabían que únicamente se podía escoger entre esta terrible desventaja o
abandonar a toda prisa la isla, como podría haber sido posible en los pri-
meros días de mayo. Pero no hubo entre nosotros ninguna divergencia de
opinión en cuanto a hacer frente al ataque; y cuando vemos —a la luz de
lo que hemos sabido después— cuán cerca estuvimos de ganar, a pesar
de todas las deficiencias, y del gran alcance que tenían nuestras ventajas,

240
aun fracasando, debemos estar contentos de los riesgos que corrimos y
del precio que pagamos.

Ahora podemos exponer el plan alemán de ataque, que hemos sabido


después de la guerra. Estuvo confiado al 11.2 Cuerpo Aéreo y a la 5.* Di-
visión de Montaña, con el apoyo de la 6.2 División de Montaña. Cerca de
dieciséis mil hombres, especialmente paracaidistas, tenían que aterrizar
lanzados desde el aire, y otros 7.000 tenían que desembarcar por mar. El
8. Cuerpo Aéreo tenía que prestar un apoyo adicional. El número de
aviones de que disponían era: bombarderos, 280, bombarderos en picado,
150; cazas (ME. 109 y ME. 110), 180; aparatos de reconocimiento, 40;
planeadores, 100; Junkers 52 (aviones de transporte), 530; en total, 1.280
aparatos.
Las tropas transportadas por mar, así como cierta cantidad de aprovisio-
namientos, tenían que llevarse a bordo de dos convoyes de caiques! grie-
gos. Estos no tenían más protección que la que les prestaba la Fuerza Aé-
rea alemana. Ya veremos en seguida el destino que les esperaba.
El ataque aéreo estaba planeado de modo que se efectuara sobre tres
áreas: al este, Candía; en el centro, Retimo, Suda y La Canea; y natural-
mente, el más importante, Maleme, en el oeste. La preparación inmedia-
ta para el ataque era, en general, una hora de bombardeo concentrado
del terreno y de las defensas antiaéreas con bombas hasta de mil libras de
peso. Á esto tenía que seguir la llegada de las primeras tropas en planea-
dores o bien lanzadas en paracaídas, y tal vez ambas cosas a la vez. Des-
pués de éstas, tenían que seguir los refuerzos enviados en aviones de
transporte. Para todo el conjunto del ataque, era de importancia vital
consolidar la posesión del aeródromo de Maleme. El simple aterrizaje de
paracaidistas en campo abierto, a varias millas de distancia, no habría fa-
cilitado a los aparatos de transporte desembarcar a la 6+ División de
nube
Montaña en grupos de 40 ó 50, y reemplazar seguidamente el vuelo para
tomar a bordo nuevo cargamento. Los alemanes habían de tener la pose-
sión efectiva y segura del aeródromo, no sólo para aterrizar, sino también
para poder volver a emprender el vuelo. Unicamente por medio de repeti-
dos viajes podían traer el número de efectivos en que se había de basar
toda la empresa.

Adoptamos la palabra clave «Colorado» para designar Creta, y «Abra-


sador» para el ataque alemán tal como lo concebíamos.
Con el aliento contenido vimos transcurrir los días. Sólo eran tolerables
por las demás preocupaciones. La hora se acercaba.

1. Pequeño buque típico de los mares de Levanle, especie de goleta; antiguamente eran
movidos a vela: hoy casl todos eslán movidos a molor.

241
13

Primer Ministro al general Wavell. 12-V-4]


Estudie si por lo menos otra docena de tanques «l» con personal apto no
deberían ir a ayudar [contra] «Abrasador».

Primer Ministro al general Wavell, 14-V-41


Según todas las informaciones que recibo, se puede esperar a «Abrasa-
dor» cualquier día después del 17. Todo parece coincidir hacia ello, y con
gran lujo de detalles. Espero tiene lo suficiente en «Colorado», y que dispo-
ne de los necesarios cañones, ametralladoras y vehículos de combate blin-
dados. Podría muy bien ser que, dado lo amplio y complicado del plan, se
demorara la fecha cero. En este caso sería muy posible que los refuerzos
que enviamos ahora llegaran a tiempo; de todos modos, seguro que llega-
ñan para el segundo golpe, si es que el enemigo llega a poner pie en tierra.
Especialmente me gustaría que nuestras tropas de primera calidad tuviesen
la posibilidad de medirse en un cuerpo a cuerpo con esta gente, aprove-
chando la coyuntura de que el enemigo no goza esta vez de sus usuales
ventajas mecanizadas en un lugar al cual podemos enviar refuerzos con
mucha más facilidad que él. Supongo que el almirante está de acuerdo con ¡'<K
Ie
usted en todos los detalles, y que usted y Tedder han concertado el mejor
plan aéreo posible, teniendo en cuenta las demás tareas. Buena suerte.

Primer Ministro al general Wavell. 15-V-41


Cada vez estoy más impresionado por la magnitud del ataque que se
cierne sobre «Colorado», especialmente desde el aire. Confío que habrán
sido enviados todos los refuerzos posibles.

El buen humor de Wavell no le abandonó ni en estos momentos.

El general Wavell al Primer Ministro. 15V-41


1. He hecho todo lo posible por equipar a «Colorado» contra la plaga del
escarabajo. Los refuerzos recientes comprenden seis tanques «l», 16 tanques
ligeros, 18 cañones antiaéreos, 17 cañones de campaña y un batallón. Estoy
preparando una pequeña fuerza, de uno o dos batallones, con algunos tan-
ques, para situarlos en el lado sur de «Colorado», en concepto de reserva.
También me propongo disponer de la Brigada Polaca como de posible re-
fuerzo. Pero el problema de desembarcar refuerzos es complicado.
2. Cunningham, Tedder y yo deliberamos sobre «Colorado» el día 12, y a
continuación hubo una reunión del Estado Mayor combinado. Concertamos
nuestros planes todo lo posible.
3 «Colorado» no es una misión fácil, y los «blitzes» alemanes no se para-
lizan así como así. Pero tenemos tropas intrépidas, fogosas y dispuestas al
combate, dirigidas por un comandante decidido, y espero que el enemigo
encontrará que su «Abrasador» es duro de pelar.

El general Wavell al Primer Ministro. 16-V-41


Acabo de recibir el siguiente mensaje de Freyberg:
«He completado el plan para la defensa de Creta, y acabo de regresar de
la visita final de las defensas. Me siento muy alentado por esta visita. En to-
das partes, la gente está en forma, y la moral es elevada. Todas las defensas
han sido ampliadas y se han puesto alambradas en cuantas posiciones ha
sido posible. Tenemos 45 cañones de campaña emplazados, con abundan-

242
cia de las correspondientes municiones. En cada aeródromo hay dos tan-
ques de infantería, Todavía se están descargando y distribuyendo los carros
portacañones y los camiones. Ha llegado el 2.* de Leicester, que reforzará
Candía. No quiero ser excesivamente confiado, pero tengo la sensación de
que por lo menos daremos una excelente cuenta de nosotros. Con la ayuda
de la flota, confío en que conservaremos Creta en nuestras manos.»

Primer Ministro al comandante en jefe del Mediterráneo. 18-V-41


Nuestro triunfo en «Abrasador» afectará, por supuesto, a toda la situa-
ción mundial. Que Dios le asista en esa trascendental operación, que reper-
cutirá en todos los teatros de la guerra.

Primer Ministro al general Freyberg. 18-V-41


Con satisfacción me entero de las enérgicas disposiciones que usted ha
tomado y de que ya le han llegado refuerzos. Todos nuestros pensamientos
están puestos en ustedes en estos días trascendentales. Estamos seguros de
que usted y los hombres a su mando realizarán una hazaña de fama perdu-
rable. La Flota Real hará cuanto esté a su alcance. Una victoria en Creta
afectaría a toda la situación mundial.

A la sazón expuse plenamente mi punto de vista general a Smuts, que


estaba en constante contacto conmigo.

Primer Ministro al general Smuts. 16-V-41


Como de costumbre, simpatizo y comparto con su punto de vista militar.
Recientemente he hecho tomar medidas para reforzar a Wavell en sus pun-
tos más débiles, y tengo esperanzas de que obtendremos buen éxito en la
aplastante ofensiva del desierto occidental en las próximas semanas. Ade-
más, esperamos un fuerte ataque del enemigo contra Creta, casi inmediata-
mente, y hemos hecho todos los preparativos posibles para hacerle frente.
Si obtenemos resultados favorables en estos dos puntos, se simplificarán
nuestros problemas en Siria e Irak. También estamos reforzando poderosa-
mente el Oriente Medio, desde el aire, por todos los medios concebibles.
Tengo fundadas esperanzas de que ganaremos la campaña del Mediterrá-
neo Oriental este verano y que nos mantendremos firmes en el valle del
Nilo y en el canal de Suez. El presidente Roosevelt está intensificando en
grado máximo los envíos de los Estados Unidos a Suez. El ejército sudafri-
cano nos será muy conveniente en las costas mediterráneas.
2. El extremo occidental del Mediterráneo es muy dudoso, pero hasta
ahora España ha resistido bien a la presión alemana. En el momento ade-
cuado haremos saber a Darlan que si la aviación de Vichy bombardea Gi-
braltar, nosotros no bombardearemos Francia, pero sí a los hurones de Vi-
chy, dondequiera que se escondan. No hemos dejado de prever la posibili-
dad de que el puerto de Gibraltar resulte inutilizable, y hemos tomado las
mejores precauciones que hemos podido. Es posible que los Estados Unidos
quieran participar más intensamente en la cuestión del Africa Occidental,
especialmente en Dakar.
3. Y por último: la batalla del Atlántico se desarrolla bastante bien. En
lugar de que Hitler lograra llevar el bloqueo a un punto culminante en
mayo, como esperaba, nosotros hemos completado las mejores seis sema-
nas de convoyes tras el curso de muchos meses. Ciertamente, seguiremos
recibiendo la creciente ayuda norteamericana en el Atlántico, y personal-

243
mente tengo la confianza de que nuestra situación se verá robustecida en
todos los puntos esenciales antes de terminar el año. Los norteamericanos
están haciendo gran acopio para reemplazar las pérdidas navales de 1942, y
pienso que cada vez están más cerca de tomar la gran decisión. Sin embar-
go, es mejor no contar mucho con esto. ]
4. Parece que Hitler está concentrando tropas contra Rusia. Se está
efectuando un incesante movimiento de tropas, de fuerzas blindadas y de
aviones desde los Balcanes hacia el norte, y desde Francia y Alemania ha-
cla el este. Supongo que se propone atacar Ucrania y el Cáucaso, en busca
de trigo y petróleo. Nadie puede impedirle que lo haga, pero espero que a
medida que transcurra el año podremos arrasarle Alemania a sus espaldas.
Estoy seguro de que, con la ayuda de Dios, extinguiremos el régimen nazi. |
5. El rey me ha dicho que enviará a usted un mensaje especial, con moti-
vo de su cumpleaños, el 24 del corriente. Por mi parte, ya le envío ahora mi
cordial felicitación.

Así llegamos a la víspera de la batalla de Creta.


—E
A

CAPÍTULO XVI
CRETA: LA BATALLA
E
A
SA
El Cuerpo Aéreo alemán. — Empieza el ataque: 20 de mayo. — Retimo
y Candía se mantienen firmes. — Pérdida de Maleme: 23 de mayo. — In-
tervención de la flota. — Destrucción de convoyes alemanes. — Duras
jornadas para la flota, pero el almirante Cunningham echa todos sus re-
cursos en la balanza. — Pérdida del «Gloucester» y del «Fiji». — El «Ke-
lly» y «Kashmir» son hundidos. — Grave telegrama del almirante Cun-
ningham. — Y un serio informe del general Freyberg. — Se pierde toda
esperariza de victoria. — Decidimos evacuar: 26 de mayo. — Triste y
amarga tarea. — La tragedia del salvamento de Candía. — El almirante
Cunningham decide continuar la evacuación. — Crueldades alemanas
contra la población de la isla. — El precio pagado. — Victoria pírrica.

En muchos aspectos, en la época en que fue librada, la batalla de Creta era


única. Nunca se había visto nada parecido. Fue el primer ataque en gran
escala con tropas aerotransportadas que registran los anales de la guerra. El
Cuerpo Aéreo alemán representaba lo más encendido del Movimiento Juve-
nil Hitleriano, y constituía una ardiente encarnación del espiritu teutónico de
Venganza por la derrota de 1918. La flor de la juventud masculina alemana
estaba expresada en aquellas tropas paracaidistas nazis, valientes, intensa-
mente entrenadas y fieles hasta la muerte. Su más ardiente deseo era dejar
sus vidas en el altar de la gloria y del poderío mundial alemán. Estaban desti-
nados a encontrarse con soldados orgullosos, muchos de los cuales habían
venido del otro extremo del mundo para combatir como voluntarios por la
patria y por lo que ellos creían la causa de la libertad y del derecho. Aquí
hubo la colisión que describe el presente capítulo. A
Los alemanes emplearon toda la fuerza de que pudieron disponer. Ésta
tenía que ser la prodigiosa hazaña aérea de Goering. Hubiese podido ser
desencadenada sobre Inglaterra en 1940, si se hubiese quebrantado la
fuerza aérea británica. Pero esta esperanza no se había cumplido. Podía
haber caído sobre Malta. Pero se nos ahorró este golpe. El Cuerpo Aéreo
alemán había esperado más de siete meses para descargar su golpe y pro-
bar sus arrestos. Ahora, por fin, Goering pudo darles la tan esperada se-
ñal. Cuando la batalla empezó, no sabíamos cuáles eran los recursos tota-
les de Alemania en paracaidistas. El 11.2 Cuerpo Aéreo podía muy bien
ser sólo uno de media docena de tales unidades. Hasta muchos meses
después no supimos con seguridad que era el único. En realidad, era el
hierro de la lanza alemana. He aquí la historia de cómo triunfó y cómo
fue deshecho.

245
La batalla empezó la mañana del 20 de mayo, y jamás hubo un ataque
alemán más temerario e implacable. Su primer y principal objetivo fue el
aeródromo de Maleme. Por espacio de una hora, las posiciones circun-
dantes estuvieron sometidas al más intenso bombardeo y ametrallamiento
experimentado hasta entonces desde el aire. El grueso de nuestra artillería
antiaérea quedó inutilizado casi en seguida. Antes de terminar el bombar-
deo empezaron a aterrizar planeadores al oeste del aeródromo. A las
ocho de la mañana fueron lanzados paracaidistas en gran número, desde
alturas que oscilaban entre 300 y 600 pies, en la zona comprendida entre
Malene y La Canea. Por la mañana, un regimiento alemán de cuatro ba-
tallones, y otro por la tarde, fueron lanzados desde una ininterrumpida
cadena de aviones, sin la menor preocupación por las pérdidas de hom-
bres y de aparatos. Tanto en el aeródromo como en las cercanías del mis-
mo, chocaron con la resuelta oposición de un batallón de la 15.* Brigada
Neozelandesa, mientras el resto de ésta le apoyaba desde el este. En to-
das partes donde se observaba la presencia de nuestras tropas, éstas fue-
ron sometidas a terrible bombardeo, empleándose profusamente bombas
de 500 y hasta de 1.000 libras. Los contraataques eran imposibles a la luz
del día. Un contraataque con sólo dos tanques «l» resultó un fracaso. Los
planeadores o los aviones de transporte de tropas aterrizaban o se estre-
llaban en las playas, en la maleza o en el aeródromo barrido por el fuego.
En conjunto, alrededor de Maleme y La Canea, y entre ambas ciudades,
aterrizaron más de 5.000 alemanes en el primer día. Sufrieron pérdidas
muy elevadas por el fuego y la feroz lucha cuerpo a cuerpo de los neoze-
landeses. En nuestra zona de defensa puede decirse que se dio cuenta de
casi todos los que tomaron tierra, muriendo la mayor parte de ellos. Al
terminar el día, seguíamos en posesión del aeródromo, pero al anochecer
los pocos que quedaban del batallón retrocedieron a sus puntos de apoyo.
Dos compañías enviadas de refuerzo llegaron demasiado tarde para hacer
un contraataque que permitiera recuperar el aeródromo, el cual, de todos
modos, seguía bajo el fuego de nuestra artillería.
Tanto Retimo como Candía fueron sometidas aquella mañana a un in-
tenso bombardeo desde el aire, seguido por lanzamiento de paracaidistas
por la tarde, en número de dos y cuatro batallones respectivamente. Si-
guió un vivo combate, pero al anochecer seguimos en firme posesión de
ambos aeródromos. En Retimo y Candía hubo también descensos en me-
nor escala, con dura lucha y elevadas pérdidas alemanas. Por lo tanto, el
resultado del primer día de combate fue bastante satisfactorio, excepto en
Maleme, pero en todos los sectores quedaban ahora bandas de hombres
bien armados, La fuerza de los ataques superó lo que esperaba el mando
británico, y la furia de nuestra resistencia asombró al enemigo.
Éste es el informe que recibimos:

El general Freyberg al general Wavell. 20 mayo, 10 noche


Hoy ha sido un día duro. La presión ha sido muy fuerte. Según creo,
por ahora seguimos teniendo los aeródromos de Retimo, Candía y Maleme,
y los dos puertos. El margen que nos permite dominarlos es muy pequeño,
y no obraría bien si pintara la situación como optimista. La lucha ha sido

246
muy violenta y hemos dado muerte a gran número de alemanes, Las comu-
nicaciones son muy difíciles,La intensidad de los ataques aéreos contra La
Canea ha sido muy grande. Todos los que estamos aquí comprendemos
que nos hallamos en una situación decisiva, y lucharemos como conviene a
la misma.

El ataque continuó el día siguiente, en que reaparecieron los aviones de


transporte. Aunque el aeródromo de Maleme seguía estando estrecha-
mente sometido al fuego de nuestra artillería y de nuestros morteros, los
aviones de transporte de tropas continuaron aterrizando en él y en campo
abierto, al oeste. El alto mando alemán parecía indiferente a las pérdidas,
y por lo menos un centenar de aeroplanos quedaron destruidos al estre-
jlarse en aquella zona. Sin embargo, prosiguió la llegada de refuerzos. Un
contraataque efectuado por la noche permitió llegar al borde del aeródro-
mo, pero con la luz del día reapareció la aviación alemana y no pudimos
conservar lo que habíamos ganado.
Al tercer día, Maleme se convirtió en un aeródromo efectivo de opera-
ciones para el enemigo. Los aviones de transporte siguieron llegando a
razón de más de veinte por hora. Aún más decisivo era el hecho de que
incluso pudieran volver a despegar para ir en busca de más refuerzos. En
conjunto, se calculó que en aquellos días y los siguientes, aterrizaron o se
estrellaron con mejor o peor fortuna en el aeródromo más de 600 avio-
nes de transporte de tropas. Bajo la insistente presión de estas fuerzas
cada vez más numerosas, hubo de abandonarse finalmente el plan de un
contraataque a fondo, y la 5* Brigada Neozelandesa fue cediendo gra-
dualmente terreno hasta encontrarse a unas diez millas de Maleme. En
La Canea y Suda no hubo cambios esenciales, y en Retimo dominábamos
la situación. En Candía, el enemigo estaba aterrizando al este del aeródro-
mo, y no tardó en empezar a acumularse allí una concentración enemiga
que luego fue aumentando. Después de los ataques iniciales del 20 de
mayo, el alto mando alemán desconectó Retimo y Candía y se concentró
principalmente en la bahía de Suda.

Habiéndose señalado en un reconocimiento aéreo la presencia de cai-


ques en el Egeo, el almirante Cunningham despachó el día 20 una flota
ligera al noroeste de Creta. Dicha flota estaba compuesta por los cruceros
«Naiad» y «Perth» y los destructores «Kandahar», «Nubian», «Kingston» y
«Juno», al mando del contraalmirante King.
Una poderosa escuadra al mando del contraalmirante Rawlings, inte-
grada por los acorazados «Warspite» y «Valiant», protegidos por ocho
destructores, estaba anclada a la expectativa en el oeste de Creta, por si,
A
A
a
AA
PP
a
AAA
5 como se esperaba, intervenía la flota italiana. Durante el día 21, nuestros
buques fueron objeto de intensos ataques aéreos. El destructor «Juno» fue
alcanzado, y se hundió en dos minutos, con elevadas pérdidas en vidas.
Los cruceros «Ajax» y «Orion» también resultaron dañados, pero conti-
huaron en servicio.

247
A
A
>
Aquella noche, nuestras cansadas tropas vieron, hacia el norte, toda la
línea del horizonte iluminada por incesantes fogonazos, y comprendieron
que la flota británica estaba actuando. El primer convoy marítimo alemán
había iniciado su desesperada misión. Por la tarde se anunció la presencia
de pequeñas embarcaciones que se acercaban a Creta, y el almirante
Cunningham ordenó que sus fuerzas ligeras del Egeo evitaran desembar-
cos durante las horas de oscuridad. A las once y media de la noche, a
dieciocho millas al norte de La Canea, el contraalmirante Glennie, con los
cruceros «Dido», «Orion» y «Ajax» y cuatro destructores, sorprendió al pri-
mer convoy de tropas alemanas, integrado principalmente por caiques es-
coltados por torpederos, Por espacio de dos horas y media, los buques
británicos estuvieron persiguiendo su presa, hundiendo no menos de una
docena de caiques y tres vapores, abarrotados todos ellos de tropas ale-
manas. Se calculó que aquella noche se ahogaron unos cuatro mil hom-
bres.

Entre tanto, el contraalmirante King, con los cruceros «Naiad», «Perth»,


«Calcutta» y «Carlisle», y tres destructores, pasó la noche del 21 patru-
llando a lo largo de Candía, y al romper el día del 22 empezó a avanzar
hacia el norte. Fue destruido un solo caique cargado de tropas, y hacia las
diez de la mañana la flotilla se acercó a la isla de Melos. Pocos minutos
después, un destructor enemigo fue avistado con cinco pequeñas embar-
caciones, en dirección norte, y en seguida se entabló contacto con ellos.
Luego fue divisado otro destructor que tendía una cortina de humo, y de-
trás de ésta un gran número de caiques. En realidad, interceptamos otro
importante convoy abarrotado de soldados. Nuestros aviones de reconoci-
miento informaron de este hecho al almirante Cunningham, pero se tardó
más de una hora en poder confirmar esta noticia al almirante King. Los
buques a sus órdenes habían estado sometidos a un incesante ataque aé-
reo desde el amanecer, y si bien hasta entonces no habían sufrido daños,
todas las unidades estaban escasas de municiones antiaéreas. Asimismo
se habia reducido su velocidad combinada, puesto que el «Carlisle» no po-
día desarrollar más de 21 nudos. El contraalmirante, sin darse cuenta del
premio que tenía casi al alcance de la mano, creyó que alejarse más hacia
el norte entorpecería la acción de toda su fuerza, y ordenó la retirada ha-
cia el oeste. Tan pronto el comandante en jefe leyó esta señal, envió la si-
guiente orden:

Resistan. Permanezcan en contacto con las señales ópticas. No debemos


abandonar el ejército de Creta. Es esencial que ninguna fuerza enemiga
transportada por mar desembarque en Creta.

Ahora ya era demasiado tarde para destruir el convoy, que había retro-
cedido y se había dispersado en todas direcciones, entre las numerosas is-

248
las. De este modo, por lo menos cinco mil soldados alemanes escaparon a
la suerte que habían corrido sus camaradas. La audacia del mando ale-
mán al ordenar a estos indefensos convoyes de tropas atravesar aguas
que no estaban dominadas ni naval ni aéreamente, es un ejemplo de lo
que habría podido ocurrir en gigantesca escala en el mar del Norte y en el
canal de la Mancha en septiembre de 1940. Ello muestra que los alema-
nes no comprendían la eficacia del poderío naval contra unas fuerzas in-
vasoras, ni tampoco el precio en vidas humanas que puede costar seme-
jante desconocimiento.

El retroceso del contraalmirante no salvó a su flotilla del ataque aéreo.


Probablemente sufrió tantas pérdidas en su retirada como habría podido
sufrirlas en la destrucción del convoy. Durante las tres horas y media si-
guientes, sus buques fueron bombardeados continuamente. Su buque in-
signia, el «Najad», y el «Carlisle», cuyo comandante, capitán T. C. Hamp-
ton, resultó muerto, sufrieron daños. A la 1.10 de la tarde se les unieron
los acorazados «Warspite» y «Valiant», los cruceros «Gloucester» y «Fiji» y
siete destructores, al mando del contraalmirante Rawlings, que pasaron
velozmente el estrecho de Citerea, desde el oeste, para auxiliarles. Casi en
el mismo momento de llegar, el «Warspite» fue alcanzado por una bomba
que destruyó sus baterías de estribor de 4 y 6 pulgadas y redujo su veloci-
dad, y como entre tanto el enemigo había escapado, las flotillas británicas
combinadas pusieron proa hacia el sudoeste. Inflexiblemente decidido a
destruir a toda costa cualquier intento de invasión marítima, el almirante
Cunningham había echado mano de todos los recursos de que disponía.
Es evidente que en el transcurso de estas operaciones no vaciló, para lo-
grar su objetivo, en arriesgar no sólo sus más preciosos barcos, sino la su-
perioridad naval británica del Mediterráneo oriental. Su conducta en esta
ocasión fue aprobada totalmente por el Almirantazgo. En esta formidable
batalla, el mando alemán no fue el único en hacer las posturas más altas.
Los acontecimientos de aquellas cuarenta y ocho horas de lucha en el
mar convencieron al enemigo, y no se intentaron más desembarcos de
tropas hasta que la suerte de Creta ya estuvo decidida.

Los días 22 y 23 de mayo fueron de duras pérdidas para la flota. El


destructor «Greyhound», de la flotilla del almirante Rawlings, fue bombar-
deado y hundido. El almirante King, comandante superior de las fuezas
ahora combinadas, ordenó la salida de otros dos destructores para salvar
a los supervivientes, así como de los cruceros «Gloucester» y «Fiji» para
proteger a los primeros contra los ataques aéreos, que eran incesantes y
cada vez más intensos. Esto retrasó a toda la flota y prolongó en gran
manera el ataque aéreo contra la misma. A las 2.57 de la tarde del día 22,
el almirante King informó que sus municiones antiaéreas empezaban a
escasear, y ordenó a los dos cruceros que se retiraran a discreción. A las

249
3.30 de la tarde se anunció que el «Gloucester» y el «Fiji» se acercaban a
popa a gran velocidad, sometidos a un potente ataque aéreo. Veinte mi-
nutos despues, el «Gloucester», alcanzado por varias bombas, quedó total-
mente inmovilizado, con un violento incendio a bordo y con su cubierta
superior sembrada de cadáveres. El «Fiji» no pudo hacer otra cosa que
dejarle, y, habiendo perdido contacto con la flota y escaseándole el com-
bustible, puso proa directamente hacia Alejandría con sus dos destructo-
res. Tres horas más tarde, después de sobrevivir a una veintena de ata-
ques de las escuadrillas de bombarderos y de haber disparado todas sus
municiones antiaéreas, cayó víctima de un ME. 109, que se le acercó am-
parándose en las nubes. Se produjo una tremenda explosión. El buque se
inclinó sobre una banda, pero aún hizo 17 nudos, hasta que se produjo
un nuevo ataque y recibió el impacto de tres bombas más. A las 8.15 de
la tarde zozobró y se hundió, pero 523 hombres, de su tripulación de 780,
fueron recogidos del agua por los dos destructores, que regresaron des-
pués de anochecido.

Entre tanto, la flota, a veinte millas al oeste, había estado sometida a


intermitentes ataques aéreos, durante los cuales fue alcanzado el «Va-
liant», aunque sin recibir daños de importancia. A las cuatro de la tarde, el
capitán lord Louis Mountbatten, que estaba a bordo del «Kelly», y otros
cuatro destructores modernísimos, con cuya flotilla acababa de reforzar el
Mediterráneo central, llegó a Malta y se unió a la flota. Después de ano-
checido, sus destructores volvieron a salir a la busca de supervivientes del
«Gloucester» y del «Fiji». Pero esta caritativa tarea no pudo llevarse a
cabo, pues el comandante en jefe ordenó que dichas unidades patrullaran
a lo largo de la costa norte de Creta durante las horas de oscuridad. Aun-
que dolorosa, ésta fue otra decisión acertada. Durante toda la noche del
22, los destructores de Mountbatten patrullaron ante la costa de La Ca-
nea, mientras el capitán Mack en el «Jervis» y otros tres buques explora-
ban las inmediaciones de Candía. Un caique abarrotado de tropas fue
hundido por el «Kelly», otro fue incendiado y, al amanecer, los destructo-
res se retiraron hacia el sur.
Durante la noche, el almirante Cunningham se informó de la situación
en general y de la pérdida del «Gloucester» y del «Fiji». Debido a error de
copia en la oficina de distribución de señales de Alejandría, le pareció que
no sólo los cruceros, sino también los acorazados habían gastado casi to-
das sus municiones antiaéreas. Por consiguiente, a las cuatro de la ma-
drugada ordenó que todas las fuerzas se retiraran hacia el este. En reali-
dad, los acorazados tenían abundancia de municiones, y Cunningham de-
claró posteriormente que si lo hubiese sabido, no les habría hecho retirar.
Posiblemente, la presencia de dichos buques a la mañana siguiente habría
evitado otro desastre que ahora nos toca registrar.
Al amanecer del día 23, el «Kelly» y el «Kashmir» se retiraban a toda
marcha torciendo el extremo occidental de Creta. Después de sobrevivir a
dos intensos ataques aéreos, fueron sorprendidos, a las 7.55 de la maña-

250
na, por una formación de 24 bombarderos en picado. Ambos buques fue-
ron hundidos rápidamente, perdiéndose 210 vidas. Afortunadamente es-
taba cerca el destructor «Kipling» y, a pesar del continuo bombardeo, sal-
vó del mar a 279 oficiales y marinos, entre ellos el propio lord Louis
Mountbatten, mientras el buque quedaba indemne. A la mañana siguien-
te, cuando se encontraba aún a 50 millas de distancia de Alejandña, y
abarrotado de hombres de popa a proa, agotó completamente el combus-
tible, pero se le pudo socorrer y remolcar sin percances.

Por consiguiente, en la lucha habida durante los días 22 y 23 de mayo,


la flota había perdido dos cruceros y tres destructores hundidos, un aco-
razado, el «Warspite», que quedó fuera de combate largo tiempo, y el
«Valiant» y otras muchas unidades, que resultaron con daños de conside-
rable importancia. Sin embargo, se había mantenido la vigilancia de la
costa de Creta. La flota no había fallado. Ni un solo alemán llegó a Creta
por mar hasta que hubo terminado la batalla por la posesión de la isla.
El comandante en jefe no sabía todavía el éxito que había tenido. «Las
Operaciones de los cuatro últimos días», señalaba el 23,

no han dejado de constituir una prueba del duelo entre la flota del Medite-
rráneo y la aviación alemana. Me temo que en la zona costera hemos de re-
conocer la derrota y aceptar el hecho de que las pérdidas son demasiado
grandes para que justifiquen nuestro intento de impedir los ataques maríti-
mos contra Creta. Ésta es una triste conciusión, pero hay que afrontaria.
Como siempre he temido, el dominio que el enemigo tiene dei aire, no con-
trarrestado por nuestra aviación, en estas limitadas aguas y con este tiempo
mediterráneo, es una desventaja demasiado grande para nosotros, a no ser
que aprovechemos las oportunidades de sorpresa y vayamos con la mayor
circunspección.
Quizá fue una suerte que el portaaviones «Formidable» estuviera inmovi-
lizado, porque dudo que ahora estuviese a flote.

A esto contestó inmediatamente el Almirantazgo que si sólo era un


duelo entre la flota del Mediterráneo y la aviación alemana,

probabiemente sería necesario aceptar las restricciones de movimientos de


la flota que usted propone. Sin embargo, hay que añadir la batalla de Cre-
ta. Si la flota puede evitar que lleguen refuerzos y provisiones al enemigo
por mar, hasta que el ejército haya tenido tiempo de enfrentarse con éxito
con las tropas aerotransportadas, entonces el ejército también podrá hacer
frente a los ataques marítimos. Por consiguiente, es de vital importancia evi-
tar que ninguna expedición marítima lieque a la isla durante uno o dos días
más, aunque ello implique nuevas pérdidas para la flota. Los Lores apre-
cian plenamente el esfuerzo que está realizando ia flota a su mando.

Cuando la agonía de Creta llegó a su punto culminante, telegrafié al


presidente Roosevelt:

251
23-V-41
La batalla de Creta es onerosa porque, careciendo de aeródromos dentro
de un radio de acción efectivo, no podemos poner en movimiento ninguna
fuerza aérea para ayudar a la defensa ni para proteger nuestras escuadrillas
de patrulla. Dos cruceros y dos destructores nuestros han sido hundidos
hoy. Estamos liquidando la mayor parte de las mejores tropas alemanas, y
hemos echado a pique al menos un convoy.

Y a Wavell:
23-V.41
La batalla de Creta tiene que ser ganada. Aunque el enemigo se asegure
buenas posiciones, la lucha debe proseguir sin descanso en la isla, para que
así la principal fuerza de choque del enemigo esté empeñada en la acción.
Esto, por lo menos, le dará a usted tiempo para movilizar a los cachorros de
«Tigre» y dominar la situación en el desierto occidental. Mientras la batalla
dura, Chipre también está a salvo. Espero que usted reforzará a Creta cada
noche todo lo que le sea posible. ¿No podemos enviar más tanques y recon-
quistar alguno de los aeródromos perdidos? Hay que imponer al enemigo
una acción constante e infligir pérdidas graves a sus mejores tropas. El no
podrá resistir indefinidamente. Traslade al general Freyberg lo siguiente de
mi parte: «El mundo entero está pendiente de su magnífica batalla, a la que
tan grandes acontecimientos están subordinados.»

Los jefes de Estado Mayor estuvieron unánimemente de acuerdo en te-


legrafiar lo siguiente a los comandantes en jefe:

Nuestras dificultades son grandes en Creta, pero según los informes que
tenemos, también lo son las del enemigo. Si resistimos, puede quebrantarse
el esfuerzo del enemigo. Nos parece de imperiosa necesidad que cuanto an-
tes se envien refuerzos en el mayor número posible a la isla, para asegurar
la destrucción de las tropas enemigas que han puesto pie en tierra, antes de
que puedan recibir refuerzos en cantidad. La vital importancia de esta bata-
lla le es sobradamente conocida, y deben aceptarse todos los riesgos para
asegurar nuestra victoria.

El almirante Cunningham contestó al mensaje del Almirantazgo del día 23:

Comandante en jefe del Mediterráneo al Almirantazgo. 26-V-41


Los Lores pueden estar seguros de que el factor determinante en las ope-
raciones del Egeo no es el miedo a sufrir pérdidas, sino la necesidad de evi-
tar aquellas que, sin proporcionarnos ventajas de importancia, pudieran
perjudicar a la flota en este escenario. Que yo sepa, el enemigo aún no ha
logrado desembarcar en Creta refuerzos considerables por vía marítima, si
es que se le han enviado, aunque coincido en que pronto puede recibirlos
en cantidad apreciable.
2. Desde luego, ya tenemos suficiente experiencia de lo a que es proba-
bie que asciendan las pérdidas. En tres días fueron hundidos dos cruceros y
cuatro destructores; un acorazado está inutilizado por varios meses, y otros
dos cruceros y cuatro destructores recibieron daños considerables. No pode-
mos permitlrnos otro revés semejante sin enajenarnos el dominio del mar
en el Mediterráneo oriental.

252
3. A decir verdad, el aprovisionamiento por mar aún no ha desempeña-
do un gran papel, puesto que, a pesar de las pérdidas de convoyes y de que
otros muchos han retrocedido, el enemigo recibe tantas fuerzas por el aire
que por el momento puede aumentar sus efectivos y abastecerlos por este
procedimiento a voluntad, Por nuestra parte no hacemos absolutamente
nada por evitar este proceso, y la constante procesión de aparatos Ju. 52
volando hacia Creta sin ser molestados es uno de los factores que pueden
afectar a la moral de nuestras fuerzas,
4, Creo que los Lores deberían saber que el efecto causado en el perso-
nal por las recientes operaciones es acumulativo. En cuanto a nuestras uni-
dades ligeras navales, tanto los oficiales como los marinos y las máquinas,
falta poco para que estén enteramente agotados, Desde que empezó lo de
«Lustre» [Grecia], a fines de febrero, han estado en acción continuamente,
casi al límite de lo que se puede resistir, y ahora, en que el trabajo se ha du-
plicado, se encuentran enfrentados con una concentración aérea ai lado de
la cual estoy seguro que la de Noruega fue un juego de niños. No es acon-
sejable fatigar a los hombres más aliá de cierto punto.
5, He podido hacer casi más de lo que me figuraba. Cada noche los des-
tructores y cruceros exploran la costa norte de Creta, hemos bombardeado
Maiemne, y esta mañana hemos atacado Escarpanto. Melos también ha reci-
bido la atención de un submarino... Sin embargo, aún no he recibido refuer-
zos en aviones de reconocimiento, que he pedido con tanta insistencia.
6. Escrito lo que antecede, me entero de que los buques «Formidabie» y
Ios han sido alcanzados por bombas y regresan a puerto. Carezco de
etailes,

Pruebas más difíciles esperaban a este resuelto comandante en jefe,


pruebas ante las cuales demostró saber estar más que a la altura de su
misión.

Pero a última hora del día 26, Wavell recibió graves noticias de Frey-
berg. «Lamento tener que informarle», decía Freyberg,

que, en mi opinión, han ¡legado al límite de la resistencia las tropas que ten-
go a mi mando en la bahía de Suda. Cuaiquiera que sea la decisión que to-
men los comandantes en jefe desde el punto de vista militar, nuestra posi-
ción aquí es desesperada. Una pequeña fuerza, mal equipada e inmoviliza-
da como la nuestra, no puede resistir el bombardeo concentrado a que he-
mos estado sometidos durante los últimos siete días. Creo que es mi deber
decirle que desde el punto de vista administrativo, las dificultades de liberar
a toda esta fuerza son insuperables, Si se toma una decisión inmediata, aún
se podrá embarcar a cierto número de soldados. Cuando se haya podido re-
ducir este sector, ia reducción de Retimo y Candia por el mismo procedi-
miento será tan sólo cuestión de tiempo. Con la excepción del regimiento
galés y de los comandos, las tropas que tenemos ya no pueden realizar nin-
guna acción ofensiva. Si en vista de la situación general de Oriente Medio
usted decide que una cuestión de horas puede importar, seguiremos resis-
tiendo. Tendré que estudiar cómo podrá hacerse esto. La bahía de Suda
puede estar bajo el fuego dentro de veinticuatro horas, Las bajas han sido
muy graves, y hemos perdido la mayoría de nuestros cañones fijos.

253
Telegrafié a Freyberg:

27-V-41
Su gloriosa defensa despierta admiración en todos los países. Sabemos
que el enemigo se halla en situación difícil. Le enviamos toda la ayuda que
podemos.

Primer Ministro a los comandantes en jefe del Oriente Medio. 27-V-41


La victoria en Creta es esencial en este punto culminante de la querra.
Sigan enviando toda la ayuda que puedan.

Pero por la noche nos enteramos de que se había desvanecido toda es-
peranza de éxito.

General Wavell al Primer Ministro. 27-V-41


Temo que la situación de Creta es gravísima. El frente de La Canea se ha
hundido y la bahía de Suda sólo es probable que resista otras veinticuatro
horas, si es que dura tanto. No existe posibilidad de enviar refuerzos...
2. En la isla misma, nuestras tropas, la mayoría de las cuales ya sufrieron
duras pruebas en Grecia a causa de aplastantes ataques aéreos, han estado
sometidas a las mismas condiciones y en una escala constantemente cre-
ciente. Este continuo ataque aéreo sin oposición arrojará tarde o temprano
de sus posiciones a las tropas más firmes, y hace prácticamente imposible
toda administración.
3. Un telegrama que acabo de recibir de Freyberg afirma que la única
posibilidad de supervivencia que tienen las fuerzas de la zona de Suda es re-
tirarse a las playas dei sur de la isla, escondiéndose de día y avanzando de
noche. Las fuerzas de Retimo anuncian que han quedado aisladas y que les
escasean las provisiones. Al parecer, las fuerzas de Candia también están
casi cercadas.
4. Temo que debemos confesar que Creta ya es insostenible, y que las
tropas deben ser retiradas en la máxima medida posible. No se ha podido
contener el empuje del ataque aéreo enemigo, que ha sido de proporciones
sin precedentes, y al cual casi no hemos podido oponernos por la fuerza de
las circunstancias.

En el cuarto día de la batalla terrestre, el general Freyberg había forma-


do una 'nueva línea en el sector Maleme-La Canea. Gracias a la libre uti-
lización del aeródromo, la fuerza de los alemanes creció continuamente.
El 26 de mayo fue un día decisivo. Nuestras tropas que habían sido obli-
gadas a retroceder en los alrededores de La Canea, se vieron sometidas a
una presión creciente por espacio de seis días. Por último no pudieron re-
sistir más. Se rompió el frente por el lado de tierra, y el enemigo alcanzó
la bahía de Suda. Se interrumpieron las comunicaciones con el Cuartel
General de Freyberg, y bajo la dirección de su autoridad delegada empezó
la retirada hacia el sur, atravesando la isla en dirección a Sfakia. A última

254
hora de aquella noche se tomó la decisión de evacuar Creta. Se produjo
una gran confusión en la pista que discurría entre las montañas. Afortu-
nadamente, dos comandos integrados por unos 750 hombres bajo las ór-
denes del coronel Laycock fueron desembarcados en Suda por el mina-
dor «Abdiel» durante la noche del día 26. Estas fuerzas, relativamente de
refresco, junto con lo que quedaba de la 5* Brigada Neozelandesa y los
7.2 y 82 Batallones Australianos, sostuvieron una intensa acción de reta-
guardia, que hizo posible que casi todas nuestras fuerzas del área Suda-
La Canea-Maleme aún supervivientes se abrieran paso hacia la costa
meridional.
En Retimo se mantuvo tenazmente la posición, aunque las tropas esta-
ban completamente rodeadas por el lado de tierra, y escaseaban los víve-
res y las municiones. Recibleron algunas raciones por lanchas motoras,
pero no se les pudo enviar Órdenes para que se retiraran hacia el sur. El
enemigo fue estrechando paulatinamente el cerco hasta que el día 30,
agotados todos los víveres, los supervivientes se rindieron después de ha-
ber dado muerte al menos a trescientos alemanes. Lograron escapar unos
140 individuos.
En Candia, las fuerzas alemanas situadas en el este del aeródromo au-
mentaban a diario. Nuestra guarnición había sido reforzada por una parte
de los Highlanders de Argyll y Sutherland, que habían desembarcado en
Timbaki y se habían abierto paso luchando, hasta reunirse con los sitia-
dos. La flota fue a salvarles en momento oportuno.

Tuvimos que enfrentarnos otra vez con la amarga y triste tarea de una
evacuación, y con la certidumbre de pérdidas elevadas. La flota, persegui-
da y fatigada, tuvo que proceder al embarque de unos veintidós mil hom-
bres, la mayor parte de ellos en la playa abierta de Sfakia, a través de
trescientas cincuenta millas de mar dominadas por la aviación enemiga.
La R.A.F. hizo todo lo que pudo desde Egipto, con los pocos aviones del
necesario radio de acción que tenía. Su objetivo principal fue el aeródro-
mo de Maleme, que estaba en poder del enemigo, y contra el cual se efec-
tuaron numerosas incursiones de bombardeo tanto diurnas como noctur-
nas. Mientras estas operaciones Implicaron un gran esfuerzo para las tri-
pulaciones, el hecho de ser llevadas a cabo en una escala necesariamente
reducida no permitió que tuvieran un efecto apreciable. El mariscal del
Aire Tedder prometió asegurar protección aérea para los buques, pero ya
nos advirtió que sería escasa e intermitente. Sfakia, pequeña aldea de
pescadores de la costa meridional, está situada al pie de un acantilado
cortado a pico, de unos quinientos pies de altura, atravesado tan sólo por
un empinado sendero. Nuestras tropas tuvieron que esconderse en las in-
mediaciones hasta el momento preciso de embarcar. Cuatro destructores
al mando del capitán Arliss llegaron durante la noche del 28 y embarca-
ron a 700 hombres además de desembarcar víveres para el grandioso nú-
mero de tropas que estaba agrupándose allí. Para el viaje de retorno se
tuvo protección aérea, gracias a la cual sólo un destructor resultó con

255
averías de poca importancia. Por lo menos quince mil hombres estaban
escondidos en las quebradas de los alrededores de Sfakia, y la retaguardia
de Freyberg estaba en acción constante. s
Una tragedia esperaba a la simultánea expedición del almirante Raw-
lings, el cual, con los cruceros «Orion», «Ajax» y «Dido» y seis destructo-
res, acudió al rescate de la guarnición de Candia. Su flotilla fue sometida
a un violento ataque aéreo procedente de Escarpanto, desde las 5 de
la tarde hasta el anochecer. El «Ajax» y el destructor «Imperial» fueron al-
canzados, y el primero de ellos tuvo que regresar. Al llegar a Candia, an-
tes de medianoche, los destructores transportaron a las tropas hasta los
cruceros que esperaban en alta mar. Hacia las 3.20 de la madrugada ha-
bía terminado la operación. Fueron embarcados cuatro mil hombres, y
empezó el viaje de regreso. Súbitamente, media hora después, falló el ti-
món del averiado «Imperial», y por poco se produjo una colisión entre
éste y los cruceros. Era urgente que al amanecer todas aquellas fuerzas se
hubiesen alejado lo máximo posible hacia el sur. Sin embargo, el almiran-
te Rawlings decidió ordenar que el crucero «Hotspur» hiciera marcha
atrás, tomara a bordo a las tropas del «Imperial» y a la tripulación del
mismo, y echara a pique la nave. Por su parte él redujo la velocidad a
15 nudos, y el «Hotspur», llevando 900 soldados, se reunió a ellos inme-
diatamente antes del alba. A la sazón llevaba un retraso de hora y media
respecto al horario prefijado, y hasta que salió el sol no torció hacia el sur
para atravesar el estrecho de Kaso. Se había organizado una protección
aérea, pero principalmente a causa de la modificación del horario, la avia-
ción no encontró a los buques. El temido bombardeo empezó a las 6 de la
mañana y continuó hasta las 3 de la tarde, en que la flotilla llegó a un
centenar de millas de Alejandría.
El «Hereward» fue la primera baja. A las 6.25 de la mañana fue alcan-
zado por una bomba, y ya no pudo seguir al convoy. El almirante decidió
acertadamente abandonar a su suerte al buque averiado. Posteriormente
fue visto acercándose a la costa de Creta. La mayoría de los que se halla-
ban a bordo sobrevivieron, aunque en calidad de prisioneros de querra.
Peor era lo que iba a suceder después. Durante las cuatro horas siguien-
tes, los cruceros «Dido» y «Orion» y el destructor «Decoy» fueron todos al-
canzados. La velocidad de la flotilla descendió a 21 nudos, pero todos
mantuvieron su ruta hacia el sur, agrupados. En el «Orion», la situación
era terrible. Además de su tripulación, llevaba a bordo mil cien soldados.
En sus abarrotadas cubiertas estaban unos 260 hombres muertos y 280
heridos por una bomba que perforó el puente. El comandante de la nave,
capitán G. R. B. Back, resultó muerto también, y el buque gravemente
averiado e incendiado. A mediodía aparecieron dos Fulmars de la avia-
ción naval, y a partir de entonces pudieron aliviar algo la situación. Los
cazas de las Reales Fuerzas Aéreas, a pesar de todos sus esfuerzos, no pu-
dieron encontrar a la torturada flotilla, aunque sostuvieron varios encuen-
tros y destruyeron por lo menos dos aparatos. Cuando la flotilla llegó a
Alejandría, a las ocho de la tarde del 29, se vio que una quinta parte de la
guamición salvada de Candia había resultado muerta, herida o capturada.

256
Ya hemos visto con qué fuerza, tanto las autoridades políticas como las
militares, presionábamos desde la Metrópoli a los comandantes en jefe de
El Cairo, y cómo gran parte de esta presión fue ejercida también sobre
nuestras fuerzas que mantenían contacto con el enemigo, las cuales res-
pondieron admirablemente. Pero después de lo ocurrido el día 29, el ge-
neral Wavell y sus colegas hubieron de decidir hasta dónde tenía que lle-
gar el esfuerzo que representaba sacar a nuestras tropas de Creta. El ejér-
cito estaba en peligro mortal, la aviación podía hacer poco, y otra vez vol-
vía a recaer el peso de la operación sobre la fatigada y bombardeada flo-
ta. Para el general Cunningham, era contrario a todas las tradiciones
abandonar al ejército en semejante crisis. El almirante declaró: «La flota
necesita tres años para construir un buque nuevo. Pero se necesitarán
trescientos años para construir una tradición nueva. La evacuación (esto
es, el salvamento) continuará.» Pero la decisión de continuar esta opera-
ción no se tomó hasta después de muchas deliberaciones y de consultar
con el Almirantazgo y con el general Wavell. El día 29 por la mañana ha-
bían sido evacuados casi cinco mil hombres, pero muchísimos más esta-
ban esperando, refugiados en las inmediaciones de Sfakia, y eran bombar-
deados cada vez que se mostraban a la luz del día. La decisión de correr
el riesgo de nuevas e ilimitadas pérdidas navales estaba justificada no sólo
en su impulso sino por los resultados.
Al anochecer del día 28, el almirante King zarpó con rumbo a Sfakia
con los buques «Phoebe», «Perth», «Calcutta» y «Coventry», el buque de
asalto «Glengyle» y tres destructores. Durante la noche del 29 fueron em-
barcados seis mil hombres sin percance, ayudando en gran manera a esta
operación el material de desembarco del «Glengyle». Hacia las 3.20 de la
madrugada, toda la flotilla iniciaba el viaje de regreso, y aunque fueron
atacados en tres ocasiones durante el día 30, llegaron a Alejandría sin no-
vedad. Sólo el crucero «Perth» presentaba aveñías por haber sido alcanza-
do en un cuarto de calderas. Esta buena suerte fue debida a los cazas de
la R.A.E,, los cuales, si bien eran pocos en número, dispersaron más de
un ataque antes de emprender el regreso. Se pensó que la noche del 29
al 30 sería la última a propósito para intentar un nuevo embarque, pero
durante el día 29 se vio que la situación era menos desesperada de lo que
había parecido. En consecuencia, el día 30, por la mañana, el capitán Ar-
liss se hizo a la mar una vez más, rumbo a Sfakia, con cuatro destructo-
res. Dos de éstos hubieron de retroceder, pero él siguió con el «Napier» y
el «Nizam» (un destructor que nos regalaron el príncipe y el pueblo de
Hyderabad) y embarcó con pleno éxito a más de mil quinientos soldados.
Ambos barcos resultaron averiados por bombas en el viaje de regreso,
pero llegaron a Alejandría sin más novedad. El rey de Grecia, después de
muchos peligros, había sido salvado junto con el ministro británico unos
pocos días antes. Aquella noche también fue evacuado por vía aérea el
general Freyberg, siguiendo instrucciones de los comandantes en jefe.
El 30 de mayo se ordenó un último esfuerzo para evacuar a las tropas
restantes. Se pensó que los soldados concentrados en Sfakia no excedían
ahora de tres mil, pero una información posterior mostró que estaban allí
más del doble de dicha cifra. El almirante King se hizo de nuevo a la mar

257
en la mañana del 31, con los buques «Phoebe» y «Abdiel» y tres destruc-
tores. No podían esperar traer a todos los que quedaban, pero el almiran-
te Cunningham ordenó que se llenaran los buques hasta el máximo. Al
mismo tiempo, se anunció al Almirantazgo que aquélla sería la última no-
che de evacuación. El embarque de las tropas se hizo bien, y los buques
emprendieron el regreso a las tres de la madrugada del primero de junio,
llevando a bordo a casi cuatro mil hombres, que llegaron a Alejandña sa-
nos y salvos. El crucero «Calcutta», enviado para protegerles, fue bombar-
deado y hundido a un centenar de millas de Alejandría.
Hasta unos cinco mil soldados británicos e imperiales ascendía la cifra
de los que quedaron dispersados en Creta, y fueron autorizados por el ge-
neral Wavell para capitular. Sin embargo, muchos individuos se esparcie-
ron por aquella montañosa isla, que tiene ciento sesenta millas de longi-
tud. Ellos y los soldados griegos fueron socorridos por los campesinos y
gente de las ciudades, a los cuales castigaban implacablemente los alema-
nes cuando les descubrían. Se tomaron bárbaras represalias contra ino-
centes y valientes campesinos, a los cuales se fusiló en grupos de a veinte
y treinta individuos. Por este motivo yo propuse al Consejo Supremo de
Guerra, tres años después, o sea en 1944, que los crímenes locales fueran
juzgados en las mismas localidades donde se cometieron, y que las perso-
nas acusadas fueran enviadas al lugar donde tenía que procesárselas.
Aceptóse este principio, y de este modo se pagaron muchas de las deudas
más sangrientas.

Dieciséis mil quinientos hombres fueron transportados sanos y salvos a


Egipto. Casi todos pertenecían a formaciones británicas e imperiales. Más
tarde, casi un millar más fueron ayudados a escapar, mediante incursio-
nes de los comandos. Nuestras pérdidas fueron 13.000 entre muertos, he-
ridos y prisioneros. Á esta cifra hay que añadir casi 2.000 bajas navales.
Desde la guerra se han contado más de 4.000 sepulturas alemanas en la
zona de Maleme y bahía de Suda; y otro millar en Retimo y Candia. Ade-
más, hubieron los ahogados en el mar, cuya cifra es muy elevada, aunque
desconocida, y los que murieron más tarde en Grecia a causa de las heri-
das recibidas. En total, el enemigo debió de sufrir bastante más de 15.000
bajas entre muertos y heridos. Se perdieron o resultaron gravemente ave-
riados unos 170 aparatos de transporte de tropas. Pero el precio que pa-
garon por su victoria no puede ser medido por la matanza.

La batalla de Creta es un ejemplo de los resultados decisivos que pue-


den surgir de un combate duro y bien sostenido, aparte del forcejeo por la
posesión de posiciones estratégicas. Nosotros no sabíamos cuántas divisio-
nes de paracaidistas tenían los alemanes. Ciertamente, como consecuen-
cia de lo ocurrido en Creta, hicimos preparativos, como más adelante ex-
plicaré, para la defensa de la metrópoli contra cuatro o cinco de estas au-

258
daces divisiones aerotransportadas; y más tarde aún, nosotros y los nor-
teamericanos las imitamos en una escala todavía mayor. Pero en realidad,
la séptima división quedó destruida en la batalla de Creta. Hasta cinco mil
de estos valientes hombres resultaron muertos, y toda la estructura de di-
cha organización quedó irreparablemente desarticulada. Nunca más vol-
vió a aparecer de un modo efectivo. Los neozelandeses y demás tropas
británicas, imperiales y griegas que tomaron parte en la confusa, desalen-
tadora e inútil lucha por Creta, pueden estar convencidos de que desem-
peñaron un papel definitivo en un acontecimiento que nos proporcionó
un enorme alivio en un momento crucial.
Las pérdidas alemanas de sus mejores combatientes eliminaron a la
formidable arma aérea y a los paracaidistas de los acontecimientos inme-
diatos del Oriente Medio. Goering no ganó en Creta más que una victoria
pírrica porque las fuerzas que él empleó allí podrían haberle dado fácil-
mente Chipre, Irak, Siria y tal vez Persia. Aquellas tropas eran adecuadas
para invadir grandes regiones ondulosas en que no se podría haber en-
contrado ninguna resistencia seria. Cometió una locura dejando pasar por
alto aquellas oportunidades casi inapreciables y empeñando a fuerzas
irreemplazables en una lucha mortal, frecuentemente cuerpo a cuerpo,
con los soldados del Imperio británico.
Poseemos ahora el «informe de combate» del 11+ Cuerpo Aéreo, del
cual formaba parte la 7. División Aerotransportada. Cuando recordamos
la rigurosa crítica y autocrítica a que estaban sometidas nuestras disposi-
ciones, es interesante leer lo que ocurría en el bando contrario. «Las fuer-
zas terrestres británicas de Creta —decían los alemanes— ascendían casi
al triple de lo que se había supuesto. La zona de operaciones de la isla ha-
bía sido preparada para la defensa con el mayor cuidado y con todos los
medios posibles... Todas las fortificaciones estaban enmascaradas con
gran habilidad... El hecho de que debido a falta de información no pudié-
ramos evaluar exactamente la situación del enemigo, aumentó los peli-
gros del ataque efectuado por el 11.2 Cuerpo Aéreo, redundando en pér-
didas excepcionalmente elevadas y sangrientas.»
En el informe alemán sobre el interrogatorio de nuestros prisioneros de
guerra, se encuentra la siguiente nota, que me atrevo a reproducir como
muestra de mi gratitud hacia aquellos desconocidos amigos:

Por lo que se refiere al espíritu y a la moral de los soldados británicos, es


importante mencionar que, a pesar de los muchos reveses sufridos durante
la guerra, subsiste en general una confianza absoluta en Churchili.

La situación naval en el Mediterráneo resultó, por lo menos sobre el


papel, gravemente afectada por las pérdidas que sufrimos durante la ba-
talla y la evacuación de Creta. La batalla de Matapán, del 28 de marzo,
había inmovilizado a la flota italiana en sus puertos. Pero ahora nuestra
flota había sufrido nuevas y graves pérdidas. Al día siguiente de Creta, el
almirante Cunningham disponía, aptos para servicio, sólo de dos acoraza-

259
dos, tres cruceros y diecisiete destructores. Otros mueve cruceros y des-
tructores estaban en Egipto sujetos a reparación, pero los acorazados
«Warspite» y «Barham» y su único portaaviones, el «Formidable», junto
con otros varios barcos, habían tenido que zarpar de Alejandría para ser
reparados en otra parte. Se habían perdido tres cruceros y seis destructo-
res. Debianse enviar sin dilación refuerzos que restablecieran el equilibrio.
Pero, como veremos pronto, nos estaban esperando nuevas adversidades.
El periodo que ahora se abría ante nosotros había de ofrecer a los italia-
nos una inmejorable oportunidad para disputarnos nuestro dudoso domi-
nio del Mediterráneo oriental, con todo lo que esto implicaba. Nosotros
no podíamos asegurar que no lograrían conquistarlo.
CAPÍTULO XVII
LA SUERTE DEL «BISMARCK»

Peligro en el Atlántico. — El «Bismarck» y el «Prinz Eugen» en el mar: 20


de Falo — El estrecho de Dinamarca. — La destrucción del bi
24 de mayo. — El «Bismarck» se dirige al sur. — Expectación en e
quers. — El «Prinz Eugen» escapa. — Un torpedo alcanza al «Bismarck»
a medianoche. — Se pierde el contacto el 25 de mayo. — Pero se resta-
blece el 26. — Escasez de combustible. — El «Sheffield» y el «Ark Royal».
— El «Bismarck», fuera de control. — Los destructores del capitán Vian.
— El «Rodney» entra en acción: 27 de mayo. — Mi informe a la Cámara.
— Honor para todos. — Mi telegrama al Presidente.

Después del colapso griego, mientras todo era incertidumbre en el de-


sierto occidental y la desesperada batalla de Creta tomaba un sesgo trági-
camente adverso para nosotros, ocurrió en el Atlántico un episodio naval
de las mayores consecuencias. .
Además de la constante lucha con los submarinos, las embarcaciones
ligeras de superficie ya nos habían costado más de tres cuartos de millón
de toneladas en barcos. Los dos cruceros de batalla enemigos «Scharn-
horsts y «Gneisenau», así como el crucero «Hipper», permanecían en
Brest bajo la protección de sus potentes baterías antiaéreas, y nadie podía
decir cuándo volverían a interceptar nuestras rutas mercantes. Hacia me-
diados de mayo hubo indicios de que el nuevo acorazado «Bismarck»,
acompañado posiblemente dei nuevo crucero «Prinz Eugen», que iba
equipado con cañones de ocho pulgadas, entrarían pronto en lucha. Una
combinación de estas rápidas y poderosas naves en los grandes espacios
del océano Atlántico sometería a nuestro poderío naval a una prueba de
primera magnitud. El «Bismarck», que llevaba ocho cañones de 15 pulga-
das, y que había sido construido prescindiendo de las limitaciones señala-
das por los tratados, era el buque más fuertemente blindado que jamás
había navegado. Su desplazamiento superaba al de nuestros acorazados
más nuevos en casi diez mil toneladas, y en cuanto a velocidad, como
mínimo les igualaba. «Vosotros sois el orgullo de la Armada», dijo Hitler a
la tripulación cuando visitó dicho buque, en mayo.
Para hacer frente a esta inminente amenaza, el comandante en jefe, al-
mirante Tovey, tenía en Scapa a nuestros nuevos acorazados «King Geor-
ge V» y «Prince of Wales» y el crucero de batalla «Hood». En Gibraltar es-
taba el almirante Somerville con el «Renown» y ei «Ark Royal». El «Re-
pulse» y el nuevo portaaviones «Victorious» estaban a la sazón a punto de
zarpar con un convoy de más de 20.000 hombres en dirección al Oriente

261
Medio. El «Rodney» y el «Ramillies», que el «Bismarck» podría haber hun-
dido si los hubiese encontrado individualmente, prestaban servicio de es-
colta para convoyes del Atlántico, y el «Revenge» estaba en Halifax, dis- ——
——
A

puesto a hacerse a la mar. En conjunto, en aquellos momentos había en


el mar, o a punto de zarpar, once convoyes, entre ellos uno muy impor-
tante de tropas, con su riesgo natural de sufrir importantes pérdidas hu-
manas. Las patrullas de cruceros cubrían las salidas del mar del Norte, y
los aparatos aéreos de reconocimiento vigilaban la costa noruega. La si-
tuación naval era a la vez oscura y tensa, y el Almirantazgo, con el cual
yo estaba en contacto constante, no tardó en percibir que se preparaba
algo, y no se le ocultó el gran blanco que ofrecía nuestra navegación mer-
cante desparramada por los mares.
A primeras horas del 21 de mayo supimos que dos grandes buques de
guerra habían sido vistos saliendo del Kattegat con una fuerte escolta, y
unas pocas horas más tarde del mismo día fueron identificados el «Bis-
marck» y el «Prinz Eugen» en el fiordo de Bergen. Evidentemente se pre-
paraba alguna operación importante, y al momento entró en intensa acti-
vidad todo nuestro aparato de control del Atlántico. El Almirantazgo si-
guió el acertado y ortodoxo principio de concentrar su atención en los
buques corsarios, así como de arriesgarse con los convoyes, incluso el que
transportaba tropas. El «Hood», con el «Prince of Wales» y seis destructo-
res, zarparon de Scapa poco después de medianoche del 22 para cubrir a
los cruceros «Norfolk» y «Suffolk», que patrullaban en la peligrosa faja de
mar surcada de hielos que separa a Groenlandia de Islandia, conocida por
estrecho de Dinamarca. Los cruceros «Manchester» y «Birmingham» reci-
bieron orden de vigilar el canal comprendido entre Islandia y las Feroe. El
«Repulse» y el «Victorious» fueron puestos a disposición del comandante
en jefe, y al convoy de tropas se le permitió salir del Clyde sin otra protec-
ción que la escolta de destructores.
El jueves, 22 de mayo, fue día de incertidumbre y expectación. El mar
del Norte estaba cubierto totalmente de nubes y llovía. A pesar de estas
condiciones, un avión naval despegó de Hatston (Orcadas) y penetró en
el fiordo de Bergen, y sorteando el terrible fuego de las baterías logró
efectuar un arriesgado vuelo de reconocimiento. ¡Los dos buques de que-
rra enemigos ya no estaban allil Cuando esta noticia llegó al almirante
Tovey, a las ocho de la noche, ordenó inmediatamente que el «King
George V», junto con el «Victorious», cuatro cruceros y siete destructores,
tomaran una posición central hacia el oeste, a fin de apoyar a las patru-
llas de cruceros, cualquiera que fuese la parte de Islandia que escogiera el
enemigo. Á la mañana siguiente, el «Repulse» se unió a él en alta mar. El
Almirantazgo juzgó probable que el enemigo tratara de atravesar el es-
trecho de Dinamarca. Aquella noche, pocos minutos después de recibir el
informe, telegrafié al Presidente:

Ayer, día 21, el «Bismarck», el «Prinz Eugen» y ocho buques mercantes


fueron localizados en Bergen. Las nubes bajas impidieron efectuar un ata-
que aéreo. Esta noche (según hemos descubierto) dichos barcos habían zar-
pado. Tenemos motivos para creer que se intenta una formidabie incursión

262
e la
en el Atiántico. Si nosotros no jográramos sorprenderles, segurament
armada norteamericana podría señalarnos la posición en que se encuen-
tran. El «King George V», «Prince of Waies», «Hood», «Repuise» y ei portaa-
us-
viones «Victorious», junto con naves auxiliares, les siguen la pista. Dénos
ted las noticias y nosotros compietaremos la tarea.

Ber-
En realidad el «Bismarck» y el «Prinz Eugen» habían zarpado de
de
gen casi veinticuatro horas antes, y a la sazón se hallaban al noroeste
Islandia, proa al estrecho de Dinamarca. En este lugar los hielos habían
cu-
reducido la anchura del estrecho a sólo ochenta millas, casi todas ellas
Hacia el anochece r del día 23, el «Suffolk» prime-
biertas de densa niebla.
por el
ro y luego el «Norfolk» avistaron a dos buques que se acercaban
co-
norte, bordeando los hielos y aprovechando un claro en la niebla. El
municado del «Norfolk» anuncian do este descubri miento fue recibido en
primer lugar por el Almirantazgo y al momento fue radiado en clave se-
a
creta a todos los interesados. La caza había empezado, la presa estaba
la vista, y todas nuestras fuerzas se movieron coordinadamente. El co-
mandante en jefe torció al oeste y aumentó su velocidad. El «Hood» y el
«Prince of Wales» modificaron su ruta a fin de interceptar al enemigo al
amanecer del día siguiente, al oeste de Islandia. El Almirantazgo ordenó
al almirante Somerville, que tenía a su mando la Fuerza H («Renown»,
«Ark Royal» y el crucero «Sheffield»), que se dirigiera hacia el norte a
toda marcha para proteger al convoy de tropas, que ahora ya se encon-
traba a más de la mitad de camino en dirección a la costa irlandesa, o
bien que se sumara a la batalla. Los buques del almirante Somerville, que
ya estaban a presión, zarparon de Gibraltar a las dos de la madrugada del
día 24. Como se vio después, el destino del «Bismarck» dependía de ellos.

Fui a Chequers el viernes por la tarde (día 23). Averell Harriman y los
generales Ismay y Pownall tenían que estar conmigo hasta el lunes. Con
la batalla de Creta en su punto álgido, era probable que aquel fin de se-
mana fuese de gran ansiedad. Naturalmente, yo tenía en la casa un com-
pletísimo servicio de secretarios, así como conexiones telefónicas directas
con el capitán de servicio en el Almirantazgo y otros departamentos cla-
ve. El Almirantazgo esperaba que el «Bismarck» y el «Prinz Eugen» atra-
vesaran el estrecho de Dinamarca a primeras horas de la madrugada, y
que el «Prince of Wales» y el «Hood», junto con dos o tres cruceros, les
entablaran combate. Todos nuestros buques avanzaban hacia aquel esce-
nario, de acuerdo con el plan general. Pasamos una tarde de ansiedad, y
no nos acostamos hasta las dos o las tres de la madrugada. :
Ñ Hacia las siete de la mañana fui despertado para informarme de noti-
cias formidables. El «Hood», que era nuestro buque más grande y más rá-
pido, había hecho explosión. Aunque construido algo ligeramente, llevaba
ocho cañones de 15 pulgadas, y era una de nuestras unidades navales
más preciadas. Su pérdida era una desgracia, pero conociendo las cuali-
dades de todos los buques que a la sazón convergían hacia el «Bismarck»,

263
estaba seguro de que no tardaríamos en alcanzar a éste, a menos que tor-
ciera hacia el norte y regresara a su base. Corrí a la habitación de Harri-
man, que estaba al extremo de un pasillo, y le dije: «El “Hood” ha hecho
explosión, pero seguro que ya tenemos al “Bismarck”.» Luego regresé a
mi cuarto, sintiéndome tan agotado que me volví a quedar dormido. A las
ocho y media aproximadamente, mi principal secretario particular, Mar-
tin, entró en la habitación, envuelto en su bata, llevando una expresión de
enojo en su ascético y anguloso rostro. «¿Ya le tenemos?», pregunté. «No,
y el “Prince of Wales” ha roto el contacto.» Esto significaba una tremenda
decepción. ¿Se habría dirigido el «Bismarck» rumbo al norte y habría
vuelto a su base? Esto era lo que yo más temía. Ahora sabemos lo que
ocurrió.

Toda aquella noche (del 23 al 24), en medio de una tormenta de lluvia


y nieve, el «Norfolk» y el «Suffolk» siguieron con gran habilidad al enemi-
go, a pesar del mal tiempo y de los esfuerzos que aquél hacía para per-
derse de vista, y durante toda la noche sus señales nos indicaron las posi-
ciones exactas de uno y otros. Cuando el crepúsculo ártico se convirtió en
día, el «Bismarck» pudo ser avistado a 12 millas al sur, siguiendo ruta en
la misma dirección. Pronto surgió un penacho de humo en la amura de
proa del «Norfolk». El «Hood» y el «Prince of Wales» estaban a la vista y
era inminente el choque mortal. Al amanecer, los del «Hood» divisaron al
enemigo a 17 millas al noroeste. Los buques británicos viraron para enta-
blar combate, y el «Hood» abrió fuego a las 5.52 de la madrugada, hallán-
dose a una distancia de unas 25.000 yardas. El «Bismarck» contestó, y
casi inmediatamente el «Hood» recibió un impacto que puso fuego a la
batería de 4 pulgadas. El incendio se propagó con alarmante rapidez, has-
ta abarcar toda la parte central del buque. Todas las naves entraron aho-
ra de lleno en combate, y también el «Bismarck» fue alcanzado. De súbito,
se produjo el desastre. A las seis, después de haber disparado el «Bis-
marck» su quinta andanada, el «Hood» se partió en dos a causa de una
tremenda explosión. Pocos minutos más tarde desapareció bajo las aguas
entre una inmensa columna de humo. De toda su heroica tripulación, que
ascendía a más de mil quinientos hombres, y en la cual figuraban el vi-
cealmirante Lancelot Holland y el capitán Ralph Kerr, sólo se salvaron
tres hombres.
El «Prince of Wales» alteró rápidamente su curso para evitar un cho-
que con los restos del «Hood» y prosiguió el ahora desigual combate. El
fuego del «Bismarck» no tardó en hacerle sentir sus efectos. En el espacio
de pocos minutos recibió cuatro impactos de granadas de 15 pulgadas,
una de las cuales destruyó el puente, matando o hiriendo a casi todos los
que se hallaban en él. Al mismo tiempo, el buque fue perforado por la lí-
nea de flotación, por la parte de popa. El capitán Leach, uno de los pocos
supervivientes del puente, decidió rehuir temporalmente el combate, y
después de virar se alejó bajo la protección de una cortina de humo. Sin
embargo, había logrado infligir algunos daños al «Bismarck», el cual tuvo

264
que reducir la marcha. Efectivamente, había recibido el impacto de dos
proyectiles pesados debajo de la línea de flotación, uno de los Cuales per-
foró el depósito de petróleo, provocando una importante y continua pér-
El
dida de este combustible, lo cual tuvo serias consecuencias más tarde.
comandante alemán Ce ña ruta hacia el sudoeste, dejando detrás
Í isible huella de petróleo.
e mando pasó ahora al contraalmirante Wake-Walker, que se hallaba
en el puente de crucero «Norfolk». A él correspondía decidir si se renova-
ba el combate inmediatamente o si sólo había que pisar los talones al ene-
migo, hasta que llegara el comandante en jefe con el «King George V» y
el portaaviones «Victorious». Un factor importante era el estado en que se
hallaba el «Prince of Wales». Este buque había entrado en servicio muy
recientemente, y apenas había pasado una semana desde que el capitán
Leach había podido informar sobre él en el sentido de que era «apto para
el combate». Ahora había resultado seriamente averiado, y dos de sus diez
cañones de 14 pulgadas estaban inservibles. Era muy dudoso que en este
estado pudiese enfrentarse con el «Bismarck». Por consiguiente, el almi-
rante Wake- Walker decidió no reanudar la operación, sino seguir obser-
vando al enemigo. En esto estuvo innegablemente acertado.

El «Bismarck» habría obrado muy bien dándose por contento con lo


que para él era un resonante triunfo. En pocos minutos había destruido a
uno de los mejores buques de la flota real, y podía volver a Alemania con
este gran éxito. Su prestigio y fuerza de ataque potencial habrían crecido
inmensamente, en circunstancias que para nosotros era difícil evaluar o
explicar.
Además, según sabemos ahora, había resultado seriamente averiado
por el «Prince of Wales» y estaba perdiendo petróleo en gran cantidad.
¿Cómo, pues, podía esperar llevar a cabo su misión de destruir nuestro
tráfico mercante del Atlántico? Se encontraba ante la alternativa de re-
gresar a su base victorioso, con todas las perspectivas de nuevas empre-
sas ante sí, o bien de seguir hacia su destrucción casi cierta. Sólo la extre-
ma exaltación de su almirante o bien las órdenes imperiosas a que estaba
sujeto pueden explicar la desesperada decisión que tomó. Cuando yo vi a
mi amigo norteamericano, hacia las diez de la mañana, ya estaba infor-
mado de que el «Bismarck» avanzaba con rumbo sur, y por lo tanto pude
hablar con renovada confianza sobre el resultado final.
A fin de mantenerme al corriente del incesante flujo de telegramas
militares, del Foreign Office y del Servicio Secreto que llegaba por el telé-
fono particular y por mensajeros, yo tenía que pasar cotidianamente mu-
chas horas del día leyendo sin descanso. Esto era un gran alivio, porque
mientras uno está haciendo algo, el pensamiento está saturado y no le
queda tiempo para preocuparse. Sin embargo, en el fondo de todos mis
pensamientos había una escena que nada acertaba a borrar: aquel tremen-
do «Bismarck», con sus cuarenta y cinco mil toneladas, quizá casi invulne-
rable a los cañonazos, corriendo a toda marcha hacia el sur, al encuentro

265
de nuestros convoyes, llevando al «Eugen» como escolta. Luego pensé en
estos convoyes. Los acorazados que les habían acompañado les habían
dejado durante la persecución. Había también el convoy de tropas, aba-
rrotado de hombres, ahora ya muy cerca del sur de Irlanda, con el almi-
rante Somerville acercándose a toda marcha, y que no tardaría en encon-
trarse entre el convoy y el peligro. Interrogué al capitán de servicio sobre
los horarios y las distancias. Sus informes fueron tranquilizadores. Aun-
que el convoy sólo hacía unos doce nudos y el «Bismarck» podía hacer
veinticinco, que nosotros supiéramos, les separaba una gran extensión de
agua salada. Además, mientras pudiésemos seguir al «Bismarck», éste no
escaparía a su suerte. Pero, ¿qué pasaría si perdiéramos el contacto con el
durante la noche? ¿Qué ruta seguiría? El «Bismarck» podía escoger mu-
chos caminos, y nosotros éramos vulnerables en casi todas partes.
Además, cabía que la Cámara de los Comunes no estuviera de muy
buen humor en la sesión del martes siguiente. El día 10 de mayo, la Cá-
mara había sido arrojada de su sede por la explosión de una bomba, y
ahora estaba mal cobijada en Church House, a corta distancia. Este edifi-
cio era realmente como un puerto de refugio después del temporal, pero
carecía de comodidades. Las salas de escribir, los fumadores, los comedo:
res y todas las facilidades de costumbre, eran allí improvisadas y primiti-
vas. Las alarmas aéreas eran frecuentes, y escasos los medios de despla-
zamiento de los diputados. ¿Qué cara pondrían el martes, cuando les dije-
ra que el «Hood» no había sido vengado, que varios de nuestros convoyes
habían sido interceptados e incluso destruidos, y que el «Bismarck» había
regresado a Alemania o a algún puerto de la Francia ocupada, que habia-
mos perdido Creta, y que la evacuación de la misma sin grandes bajas era
muy dudosa? Yo tenía gran confianza en su intrepidez y fidelidad, una
vez se les hubiese podido convencer de que su obligación era no dejarse
engañar. Pero ¿podría convencerles? Mi amigo norteamericano creyó que
yo estaba alegre; pero es que no cuesta nada sonreírse.

Durante todo el día 24, los cruceros y el «Prince of Wales» continuaron


acosando al «Bismarck» y a su acompañante. El almirante Tovey, a bordo
del «King George V», estaba aún a bastante distancia, pero señaló que es-
peraba alcanzarle hacia las nueve de la mañana del 25. El Almirantazgo
convocó a todas las fuerzas. El «Rodney», que se hallaba a quinientas mi-
llas de distancia al sudeste, recibió orden de acercarse al lugar donde se
desarrollaba la persecución. Al «Ramillies» se le ordenó que abandonara
el convoy que escoltaba y se situara al oeste del enemigo; también se or-
denó al «Revenge» que saliera de Halifax y se dirigiera al teatro de opera-
ciones. Los cruceros fueron situados de modo que pudiesen interceptar
toda huida del enemigo hacia el norte y el este; mientras, las fuerzas del
almirante Somerville seguian presionado hacia el norte desde Gibraltar.
Sujeta a todas las incertidumbres del mar, la red se iba estrechando.
Aquella tarde, hacia las 6.40, el «Bismarck» viró súbitamente, plantan-
do cara a sus perseguidores, y se produjo un breve encuentro. Ahora sa-

266
bemos que hizo este movimiento para cubrir la huida del «Prinz Eugen»,
que en este momento se lanzó a toda marcha hacia el sur, y después
de aprovisionarse de combustible en alta mar, llegó a Brest, diez días
después, sin ningún percance. El almirante Tovey había enviado al
espe-
«Victorious» por delante para efectuar un ataque aéreo, con la
reducir la velocidad del enemigo. El «Victorious » llevaba poco
ranza de
poca
tiempo en servicio, y algunas de sus tripulaciones aéreas tenían
por cuatro
experiencia en el combate. A las diez de la noche, protegido
dos con la
cruceros, lanzó a sus nueve aparatos Swordfish lanzatorpe
un fuerte vien-
misión de efectuar un vuelo de ciento veinte millas contra
y nubes bajas. Mandada por el teniente comandante
to contrario, lluvia
encontró al
Esmonde, y guiada por la radio del «Norfolk», la escuadrilla del
«Bismarck» dos horas después! y le atacó con gran arrojo a pesar
fuego. Los aviones lograron colocar un torpedo debajo del puen-
intenso
la escuadrilla aérea
te. A bordo del «Victorious» la cuestión del regreso de
ansiedad. Era noche cerrada ya, soplaba un
estaba causando profunda
no tenían mucha
viento intenso y caía un aguacero cegador. Los pilotos
luz de día. Y,
práctica en los aterrizajes sobre cubierta, ni siquiera a plena
se había averiado la boya luminosa, que era lo único que
por último,
podía haberles guiado con seguridad hacia el buque. Á pesar del peligro
para ayu-
de los submarinos, se empiearon reflectores y luces de señales
que
dar a los pilotos en su vuelo de regreso. Resulta agradable registrar
todos
los magníficos esfuerzos de todos se vieron recompensados. Entre
lograron que el aterrizaje se realizara felizmente en la oscuridad, con gran
regocijo y alivio general.
Una vez más todo parecía indicar que el momento álgido de la situa-
ción se produciría por la mañana, y una vez más se vieron defraudadas
las esperanzas del Almirantazgo. Poco después de las tres de la madruga-
da del día 25, el «Suffolk» perdió súbita e inesperadamente el contacto
con el «Bismarck», al que había estado siguiendo hábilmente por medio
del radar. Por estar aquellas aguas infestadas de submarinos, todos los
buques avanzaban zigzagueando, y esto fue la causa de dicha pérdida de
contacto. Al final de cada bordada hacia fuera que describía en este zig-
zag, el «Suffolk» perdía el contacto de su radar, pero lo recuperaba al des-
cribir la bordada hacia dentro. Después de repetirse muchas veces este fe-
nómeno, quizá pecó por exceso de confianza. Pero el caso es que al rea-
nudar el rumbo oeste, ya no halló al enemigo en el sitio en donde debía
de estar. ¿Habría virado hacia el oeste, o tal vez retrocedía hacia el nor-
deste? Esto despertó la mayor ansiedad, y hacía inútil toda aquella con-
centración naval. Después de una exploración al oeste, con luz de día, el
«King George Va torció hacia el este con la creencia de que el «Bismarck»
se dirigía hacia el mar del Norte, y todos los barcos británicos que toma-
ban parte en la persecución avanzaron ahora en dicha dirección. En el Al-

; ES buques británicos se regían por ia doble hora de verano británica (dos horas adelan-
adas respeclo al horario de Greenwich). Además se encontraba ahora muy al oeste de dicho
meridiano y, por consiguiente, su horario resultaba avanzado en unas cuatro horas respecto al
sol. Así, pues, el ataque tuvo lugar hacia las ocho de la tarde, hora solar.

267
mirantazgo iba ganando partidarios la opinión de que el «Bismarck» se di-
rigía a Brest, pero esto no se confirmó hasta las seis de la madrugada. En
consecuencia, el Almirantazgo desvió a todas nuestras fuerzas hacia la
ruta del sur. Pero, entre tanto, la confusión y el retraso producidos por la
pérdida del contacto habían facilitado al «Bismarck» la posibilidad de des-
lizarse a través del cordón de vigilancia y ganar una posición ventajosa en

Situación hacia las 21 del 26 de Mayo E ad


Aviones del ARK ROYAL 50 millas al
atacan norte
po) Ss 10 15 20 25

Escala de millas marítimas

Mi 1 PIORUN
COSSA
SIKH
A
SHEFFIELD
o”

Y BISMARCK
Paques* ; a BREST
500 millas
1600W

su huida. Pero a las once de la mañana navegaba muy al este del buque
insignia británico. Le escaseaba el petróleo, a causa de la avería que sufría
en el depósito. El «Rodney», con sus cañones de dieciséis pulgadas, estaba
aún entre el «Bismarck» y la costa inglesa, pero también avanzaba con
rumbo nordeste, y cruzó por delante del «Bismarck» durante la tarde. El
día, que había empezado tan lleno de promesas, terminó en desilusión y
frustración. Felizmente, desde el sur, luchando con las agitadas aguas del
Atlántico, el «Renown», el «Ark Royal» y el crucero «Sheffield» se aproxi-

268
í que iinterceptaba la ruta del ene-
maban velozmente siguiendo una línea
migo.
del combustible empezó a preo-
En la mañana del día 26, el problema
cupar a todos aquellos diseminados buques, que habían OE a 40
de los persegui
do intensamente durante cuatro días. Algunos
evidente pp A is
bían tenido que reducir su velocidad. Era
es de mar, todos nuestros esfuerzos PO bien
grandes extension o
a las 10.30 de la Pee
pronto estériles, Sin embargo, fue E es
s,
cuando empezaban a desvanecerse las esperanza
el «Bismarck». El Almirantazgo y el mando de guardacos Las Cáálina
pane Ate Vi
manecido alerta, manteniendo la vigilancia g
Uno de éstos localizó A ahora
procedentes de Lough Erne, Irlanda. »
A 1
: '
mil as de
a setecientas
aun Sse hallaba
VO, que
navegaba haciia Brest, y que
» q
dicho puerto. El «Bismarck» causó averías al avibo,Y06ALO 1 o lo-
to; pero una hora después, dos aparatos Swordfis ñ ¡ Renown» y aún
calizaron otra vez. Seguía navegando muy al oeste del « de protección
Pa
no había llegado al alcance de las poderosas fuerzas ono ute A
el «Ke pitt
alemanas que irradiaban desde Brest. Sin embargo,
día enfrentarse solo con él; era menester esperar E les hepeás reza-
George V» y del «Rodney», los itácuales
n Vian,
se que
encontraban bastante má
seguiaE en el aa cd
con
gados. Pero he aquí que el capitá i
de
do en la escolta el c
otros cuatro destructores que habían forma una ;
señal emitida
ue habían recibido orden de dej arlo, captó
tropas
Sin esperar
pr nen Catalina, que le dio la posición del «Bismarck». enemigo. :
órdenes, el capitán Vian viró inmediatamente en busca del ionante
grande confusi ón estaba reserva da a este impres
Nueva y más
marcha hacia el nor-
escenario. El almirante Somervilie, apresurando su
le acosara.
te, envió al «Sheffieid» para que cerrara el paso al enemigo y
a
El «Ark Royal» no fue informado de este movimiento, y cuando lanzó
de ataque, el radar les dirigió hacia el «Sheffi eld», al cual ata-
sus aviones
caron, pero no alcanzaron. El «Sheffieid», comprendiendo el error, manio-
bró con éxito y no disparó.! Los aeroplanos, con el rabo entre piernas,
regresaron al «Ark Royai», y el «Sheffield» recuperó el contacto con el
«Bismarck», y desde este momento ya no lo perdió. Otros quince aparatos
Swordfish despegaron del «Ark Royal» poco después de las siete de la
tarde. El enemigo se hallaba ahora a menos de cuarenta millas de distan-
cia, y esta vez no hubo ninguna equivocación. Dirigidos hacia su presa
por el «Sheffield», realizaron su ataque con la mayor decisión. Hacia las
9.30 estaba terminada la tarea. Dos torpedos habían estallado con toda
seguridad en el «Bismarck», y posiblemente un tercero también. Un avión
de reconocimiento informó que el «Bismarck» había sido visto describien-
do dos círculos completos, y que, al parecer, había perdido la dirección.
Ahora estaban acercándose los destructores del capitán Vian, y durante
toda la noche estuvieron rodeando al buque atacado, contra el cual dispa-
raban torpedos siempre que se presentaba la ocasión.
. . .

1. Uno de los aviones comunicó al «Sheffield»: «Perdón por ia plancha.»

269
En esta noche del lunes fui al Almirantazgo y contemplé el teatro de
operaciones en los mapas de la Sala de Guerra, adonde afluían continua-
mente las noticias. «¿Qué está usted haciendo aquí?», dije al Interven-
tor, almirante Fraser. «Estoy esperando ver lo que tendré que reparar»,
me contestó. Transcurrieron rápidamente cuatro horas, y cuando sali
de allí pude ver que el almirante Pound y su excelente equipo de peritos
estaban seguros de que la suerte del «Bismarck» estaba echada.

Situación alas B.48 del 27 Mayo


EL KING GEORGEV
abre el fuego
o 12 2 3 4 ES

a
KING M
GEORGE V

El comandante alemán, almirante Lutjens, no se hacía ilusiones. Poco


antes de medianoche comunicó: «El buque está inmaniobrable. Luchare-
mos hasta el último cañonazo, ¡Viva el Fiihrerl» El «Bismarck» distaba to-
davía cuatrocientas millas de Brest y ya no podría navegar hasta alli. Se
le enviaron importantes fuerzas de bombarderos alemanes para el salva-
mento, y los submarinos acudieron apresuradamente al lugar. Uno de
ellos, habiendo agotado ya sus torpedos, informó que el «Ark Royal» le
había pasado por delante a una distancia en que con facilidad le habría

270
i . Entre tanto, el «King George V» y el «Rodney» se iban
a mayor ansiedad la producía la falta de combustible, y el al-
mirante Tovey había decidido que a menos que cupiera reducir en gran
manera la velocidad del «Bismarck», él tendría que abandonar la persecu-
ción a medianoche. Á propuesta mía, el Primer Lord del Mar le o
que siguiera adelante aunque después hubiese de regresar remolcado.

Situación a las 10.15 del 27Mayo


El KING GEORGE V. cesa en fuego
Los Cruceros se aproximan
EJ BISMARCK se hunde alas1040

/
1?
3

A '
s SÍ ¿RODNEY
ximo ? 4 NORFOLK
GEORGE V $ se
El BISMARCK WS
detenido y e DORSETSHIRE
en llamas

(e) 1 2 3 + $ 48 05 NX.

£scala de Millas Moarilimas

Pero en estos momentos se supo que el «Bismarck» estaba navegando


realmente en una dirección equivocada. Su principal armamento estaba
en buenas condiciones, y el almirante Tovey decidió presentarle batalla
por la mañana.
Soplaba un fuerte viento del noroeste cuando amaneció el 27. El
«Rodney» abrió fuego a las 8.47 de la mañana, seguido un minuto des-
pués por el «King George V». Los buques británicos empezaron a dispa-
rar rápidamente y, tras una pausa, el «Bismarck» también abrió el fuego.
Durante un rato su fuego fue bueno, a pesar de que la tripulación,
des-
pués de cuatro días angustiosos, estaba totalmente agotada y caía dormi-
da en sus puestos. Con su tercera andanada alcanzó al «Rodney»,
pero
después la intensidad del ataque británico fue aplastante,
y al cabo de

z71
media hora la mayor parte de los cañones del buque alemán habían que-
dado reducidos al silencio. El centro del barco estaba ardiendo. El «Rod-
ney» viró ahora por delante de la proa del buque atacado, descargando
sobre éste un intenso cañoneo desde una distancia no superior a las cua-
tro mil yardas. A las 10.15 todos los cañones del «Bismarck» estaban re-
ducidos al silencio, y derribado su mástil. El buque iba a la deriva en las
agitadas aguas, convertido en una ruina de la que surgían humo y llamas,
pero ni siquiera entonces se hundió.

A las once de la mañana tuve que pronunciar mi informe en la Cáma-


ra de los Comunes, que estaba reunida en Church House, tanto sobre la
batalla de Creta como sobre el drama del «Bismarck». «Esta mañana
—<dije—, poco después de amanecer, el “Bismarck”, virtualmente inmovi-
lizado, lejos de toda ayuda, fue atacado por los acorazados británicos que
le perseguían. Ignoro el resultado del bombardeo. Sin embargo, parece
que el “Bismarck” no ha sido hundido por fuego de cañión, y ahora será
despachado con torpedos. Se cree que esto es lo que procede hacer aho-
ra. Por grande que sea nuestra pérdida con el hundimiento del “Hood”, el
“Bismarck” debe ser considerado el más potente, así como el más moder-
no de los acorazados del mundo entero.» Acababa de sentarme cuando
me entregaron un papel que me obligó a levantarme de nuevo. Pedí la
venia de la Cámara y dije: «Acabo de recibir la noticia de que el “Bis-
marck” ha sido hundido.» Todos parecieron muy contentos.
Fue el crucero «Dorsetshire» el que descargó el golpe final con sus tor-
pedos, y a las 10.40 la gran nave zozobró y se fue a pique. Con ella pere-
cieron casi dos mil alemanes y su comandante, almirante Lutjens. Ciento
diez supervivientes, agotados pero huraños, fueron salvados por nosotros.
Esta obra de misericordia fue interrumpida por la aparición de un subma-
rino, y los buques británicos se vieron obligados a retirarse. Otros cinco
alemanes fueron salvados por un submarino y un buque de observaciones
meteorológicas, pero el crucero español «Canarias», que llegó a aquellas
aguas poco después, sólo encontró cadáveres flotantes.

. . >

Este episodio pone de relieve muchos puntos importantes relativos a la


guerra en el mar, e ilustra la enorme fortaleza estructural del buque ale-
mán, así como las inmensas dificultades y peligros que con su expedición
irrogó a nuestras numerosas fuerzas. Si dicho buque hubiera escapado,
los efectos morales de que continuara existiendo, así como el daño mate-
rial que podría haber infligido a nuestra navegación, habrían sido calami-
tosos. Habrían surgido muchas dudas respecto a nuestra capacidad de do-
minar los océanos, y esto habría sido propalado a todo el mundo, con
gran perjuicio y desconsuelo por nuestra parte. Todas las armas reivindi-
caron con justicia la parte que tuvieron en este feliz resultado. La perse-
cución comenzó con los cruceros, que condujeron a la primera operación

272
fue la
victoriosa. Después, cuando se perdió el contacto con el enemigo,
que pudieran
aviación quien le encontró y quien guió a los cruceros para
per-
volver a perseguirle. Después fue un crucero quien guió a un aparato
los gol-
teneciente a un portaaviones, y este aparato fue el que descargó
al bar-
pes decisivos; por último fueron los destructores quienes acosaron
los
co enemigo y le aprisionaron durante una larga noche y guiaron a
escenario , en que se produjo la destrucci ón. Aunque
acorazados al último
esta
todos tienen el mismo derecho al honor, no hemos de olvidar que
larga batalla se decidió al primer impacto infligido al «Bismarck» por los
cañones del «Prince of Wales». Así es que el acorazado y el cañón fueron
las armas predominantes tanto al principio como al fin.
El tráfico en el Atlántico continuó sin ser molestado.
El día 28 telegrafié al Presidente:

Más tarde le enviaré el relato detailado del combate con el «Bismarck».


Era un buque terrible y una obra maestra de construcción naval. Su elimi-
nación mejora la situación de nuestros buques de guerra, porque habria-
mos tenido que retener al «King George V», al «Prince of Wales» y a los dos
«Nelson» prácticamente atados en Scapa Flow para prevenir toda salida del
«Bismarck» y del «Tirpitz», porque ellos podían escoger el momento que
quisieran, y nosotros nos veíamos con dificultades para reparar nuestros
buques. Pero ahora es muy diferente. El efecto que ello causará en los ja-
cel será muy beneficioso. Espero que ya estén rehaciendo todos sus
cálculos.
cun euuimjos euewajo
ap ojuajulpa3
exam Joc
seqe 4060)
0 6
0ARUIsd89U J3p *DJUAJ]
CAPÍTULO XVili
SIRIA

Peligro en Siria. — Llegada de agentes y aviones alemanes. — Reaccio-


nes en Egipto y Turquia. — El almirante Darlan negocia con los alema-
nes. — Nuestros limitados recursos. — Mi minuta a los jefes de Estado
Mayor: 8 de mayo. — Telegrama de Wavell: 9 de mayo. — Wavell y los
franceses libres. — Disensiones entre el general Wavell y los jefes del Es-
tado Mayor. — Preparativos y dudas de Wavell. — La operación «Expor-
tador». — El Comité de Defensa aprueba el plan de Wavell. — Mi tele-
grama al general De Gaulle: 6 de junio. — Telegrama al Presidente: 7 de
junio. — Empieza el avance. — Se necesitan refuerzos. — Captura de
Damasco. — El general Dentz pide el armisticio: 12 de julio. — Importan-
tes resultados de la campaña siria.

Siria era uno de los muchos territorios de ultramar del imperio francés
que, al producirse el colapso de Erancia, se consideraron ligados por la
rendición del gobierno francés, y las autoridades de Vichy hicieron todo lo
que pudieron por evitar que nadie del ejército francés de Levante se pasa-
ra a Palestina y se uniera a nosotros. La brigada polaca se pasó, pero po-
quísimos franceses la imitaron. En agosto de 1940 apareció la comisión
italiana de armisticio; y los agentes alemanes, que habían sido internados
al estallar la guerra, fueron puestos en libertad y otra vez volvieron a sus
actividades. Hacia fines de aquel año habían llegado muchos más alerna-
nes, y provistos de abundantes fondos procedieron a crear una corriente
de opinión antibritánica y antisionista entre los pueblos árabes de Levan-
te. Á fines de marzo de 1941, hubimos de fijar nuestra atención en Siria.
La Luftwaffe había lanzado varios ataques contra el Canal de Suez par-
tiendo de bases situadas en el Dodecaneso, y era evidente que, si quería,
podía operar contra Siria, especialmente con tropas aerotransportadas. Si
los alemanes dominaban Siria, Egipto, la vital zona del Canal y las refine-
rías de petróleo de Abadan quedarían bajo la amenaza directa de ataques
aéreos continuos. Nuestras comunicaciones terrestres entre Palestina y el
lrak peligrarían. Era fácil que se produjeran repercusiones políticas en
Egipto, que redundarían en una grave debilitación de nuestra posición di-
plomática en Turquía y en todo el Oriente Medio.
El 2 de mayo, Rashid Ali hizo un llamamiento al Fúhrer pidiendo ayu-
da armada contra nosotros en el Irak, y al día siguiente la embajada ale-
mana en París recibió instrucciones en el sentido de conseguir del gobier-
no francés permiso para el tránsito de aeroplanos y material de guerra a
través de Siria, con destino a las fuerzas de Rashid Ali. El 5 y el 6 de

275
mayo el almirante Darlan negoció un acuerdo preliminar con los alema-
nes, en virtud del cual tres cuartas partes del material de guerra concen-
trado en Siria bajo el control de la comisión italiana de armisticio habían
de ser transportadas al Irak, y se concedían a las fuerzas aéreas alemanas
facilidades para aterrizar en Siria. El general Dentz, alto comisario de Vi-
chy y comandante en jefe, recibió instrucciones en dicho sentido, y entre
el 9 de mayo y el final del mismo mes, unos cien aviones alemanes y vein-
te italianos tomaron tierra en los aeródromos de Siria. ]
Como ya hemos visto, en esta ¿poca el mando de Oriente Medio es-
taba agobiadísimo. La defensa de Egipto era lo más urgente; Grecia había
sido evacuada; tenía que defenderse a Creta; Malta solicitaba refuerzos; la
conquista de Abisinia aún no había acabado y era menester enviar tropas
al Irak. Todo lo que se poseía para la defensa del norte de Palestina era la
1.2 División de Caballería, de excelente calidad, pero despojada para otras
necesidades de su artillería y servicios auxiliares. El general De Gaulle era
presionado por las Fuerzas Francesas Libres para que iniciara Una pronta
acción militar, si preciso fuera sin el apoyo de tropas británicas. Pero te-
niendo la experiencia de Dakar, creíamos, tanto el general Wavell como
todos los que nos hallábamos en Londres, que no era aconsejable utilizar
a las fuerzas francesas solas, ni siquiera para resistir a un avance alemán
a través de Siria. De todos modos, podía llegar a ser inevitable.
Sin embargo, no podíamos permitir que Siria se perdiera sin hacer lo
que estuviera a nuestro alcance por salvar algo. Aunque reacios a agra-
var la carga que pesaba sobre Wavell, fue menester instarle a que hiciera
lo que pudiera por ayudar a los Franceses Libres. El 28 de abril contestó
que lo máximo que podía procurar era una brigada. A este telegrama,
contesté: «Parece muy necesario que el general Wavell prepare a la briga-
da y al grupo móvil [del cual habla] al máximo de eficiencia y los tenga
preparados en la frontera de Palestina.» En consecuencia, los jefes de
Estado Mayor enviaron instrucciones a Wavell en el sentido de que no se
hicieran ofertas concretas de ayuda al general Dentz, pero que si éste
resistía a un desembarco alemán por aire o por mar, se le prestaría inme-
diatamente todo el apoyo británico disponible. Asimismo se comunicó al
general Wavell que debería actuarse inmediatamente con la aviación con-
tra cualquier invasión alemana.
Las perspectivas eran amenazadoras, y el 8 de mayo dicté la siguiente
orden para los jefes de Estado Mayor:

General Ismay, para el Comité de jefes de Estado Mayor.

Necesito disponer para la reunión del Gabinete de esta mañana,


de la
opinión de los Estados Mayores sobre la cuestión de Siria. Tiene
que hacer-
se un esfuerzo supremo para evitar que los alemanes pongan el
pie en Siria
con pocas fuerzas y utilicen después este territorio como trampolín
para do-
minar por el aire lrak y Persia. Es inútil que el general Wavell
se moleste
por el trastorno que esto representa para sus flancos orientales...
Hemos de
ayudar sin preocuparnos de lo que ocurra en Vichy.
Le agradeceré muchísimo que ei Estado Mayor estudie el máximo
que
podamos hacer.

276
El 9 de mayo, con la aprobación del Comité de Defensa, telegrafié al
general Wavell:

Sin duda usted comprenderá el grave peligro que representaría que Sirla
fuese capturada por unos pocos miles de alemanes aerotransportados. Las
informaciones que tenemos nos conducen a creer que el almirante Darlan,
probablemente, se ha comprometido a ayudar a los alemanes a penetrar en
dicho territorio. En vista de su evidente sensación de falta de recursos, no
vemos otra solución factible que procurar al general Catroux los necesarios
medios de transporte, y dejar que él y sus Franceses Libres hagan todo lo
que puedan en el momento en que lo consideren adecuado, mientras la
R.A.F. actúa contra los desembarcos alemanes. Cualquier mejora que pue-
da introducir usted a este programa será bien recibida.

El 14 de mayo se autorizó a la R.A.F. para que actuara contra la avia-


ción alemana en Siria y los aeródromos franceses. El día 17,el general
Wavell telegrafió que en vista del envío de tropas de Palestina a Irak, la
cuestión de Siria implicaría emplear tan sólo a los Franceses Libres o bien
traer tropas de Egipto. Tenía la convicción de que los Franceses Libres se-
rían ineficaces y que probablemente no harían más que agravar la situa-
ción, y terminaba diciendo que esperaba que no se le encargaría ninguna
misión en Siria a menos que fuese absolutamente necesario. Los jefes de
Estado Mayor contestaron que no quedaba otra opción que improvisar la
mayor fuerza de que pudiera disponer sin perjudicar la seguridad del de-
sierto occidental, y que él se preparara para desplazarse cuanto antes a
Siria. La composición de dichas fuerzas se dejaba a su discreción.
El 21 de mayo —en el momento del ataque alemán contra Creta—
Wavell ordenó que la 7.2 División Australiana, menos la brigada destaca-
da en Tobruk, estuviera dispuesta para trasladarse a Palestina, y encargó
al general Maitland Wilson —que a principios de mes había regresado de
Grecia y había asumido el mando de Palestina y Transjordania— que
preparara un plan de avance en Siria.

En esta época se produjo una disensión entre los que estábamos en la


metrópoli y el general Wavell, por haber interpretado éste un telegrama
de los jefes de Estado Mayor en el sentido de que nosotros fiábamos en la
Opinión de los jefes de los Franceses Libres más que en la suya. Por con-
siguiente, telegrafió al jefe del Estado Mayor General Imperial que si era
así, prefería que se le relevara del mando. Me apresuré a tranquilizarle en
este punto, pero al mismo tiempo consideré necesario aclarar que estába-
mos decididos en cuanto a la aventura de Siria y que no vacilábamos en
asumir todo el peso de la responsabilidad de una cosa que, a fin de cuen-
tas, apenas cabía considerarla como perteneciente a la esfera militar.

Primer Ministro al general Wavell. 21-V-41


Nada que pueda ocurrir en Siria debe desviarmos en estos momentos del
objetivo de ganar la batalla de Creta o del desierto occidental...

277
No hay inconveniente en que usted mezcle tropas británicas con los
Franceses Libres que van a entrar en Siria; pero, como usted mismo ha ex-
Puesto claramente, usted carece de medios para montar una operación mili-
tar regular, y, como se decía en las instrucciones que se le enviaron ayer,
todo lo que se puede hacer ahora es dar las máximas facilidades para la es-
pecie de penetración política armada que se le describía en el mensaje de
los jefes de Estado Mayor del día 20.
Usted se equivoca al suponer que la norma de conducta descrita en di-
cho mensaje es fruto de gestiones hechas por los dirigentes de los Franceses
Libres. Ha sido enteramente fruto del punto de vista adoptado por los que
tienen a su cargo la dirección suprema de la guerra y de los negocios públi-
cos en todos los teatros de la lucha. Nuestro criterio es que si los alemanes
pueden hacerse con Siria e Irak mediante reducidas fuerzas aéreas, turistas
y rebeliones locales, nosotros no debemos retraernos de correr riesgos mili-
tares también en pequeña escala y hacer frente a la posible agravación de
los peligros políticos derivados de un fracaso. Naturalmente, nosotros nos
hacemos plenamente responsables de esta decisión. y si usted no estuviera
dispuesto a darle efectividad, se tomarían las necesarias medidas para acce-
der a su eventual deseo de ser revelado de su mando.

Con su respuesta Wavell demostró haber comprendido perfectamente.


Explicó que la probada inexactitud de las informaciones de los Franceses
Libres respecto a la situación de Siria le inducía a abstenerse de compro-
meterse en una acción militar en unos momentos en que Creta, Irak y el
desierto occidental reclamaban todos los recursos disponibles.

General Wavell al Primer Ministro. 22-V-41


El asunto sirio es inquietante puesto que la aviación alemana establecida
en Siria está más cerca del Canal y de Suez de lo que lo estaría en Marsa
Matruh. Los franceses de Vichy parecen estar ahora completa mente en ma-
nos de los alemanes. Estoy llevando refuerzos a Palestina, después de una
amplia deliberación con Cunningham, Tedder y Blamey, pero pensamos
que hemos de estar preparados para actuar contra Siria, y una acción débil
sería inútil. Toda nuestra posición en Oriente Medio en estos momentos se
sostiene y gobierna principalmente gracias a la aviación y las bases aéreas.
Las bases aéreas que el enemigo tiene en Grecia hacen precario nuestro do-
minio de Creta, y si además las tuviera en Cirenaica, Creta, Chipre y Sina,
haría difícil nuestro sostenimiento en Egipto. El objetivo del ejército tiene
que ser forzar al enemigo a retroceder en Cirenaica, alejándolo tanto como
sea posible hacia el oeste, para evitar que se establezca en Siria y que en-
cuentre asidero en Creta y Chipre. No será fácil, habida cuenta de nuestros
recursos y de los de las fuerzas aéreas. Sé que usted comprende todo esto
y
que no regatea esfuerzos por proveer a lo necesario, y nosotros hacemos lo
que podemos por conservar el Oriente Medio. Nos esperan meses difíciles,
pero no nos desalentaremos.

Yo contesté lo siguiente:

Primer Ministro al general Wavell. 23-V-41


Muchas gracias por su telegrama. Éstos son tiempos muy difíciles, y he-
mos de hacer lo posible por ayudarnos mutuamente...
Siria. Es el criterio de usted, y no el de los Franceses Libres, el que preva:

278
lece en nosotros. Sería mejor que usted tuviese a De Gaulle al alcance de la
la
mano. Si puedo ayudarle enviándoselo, dígamelo. No podemos perder
batalla de Creta por culpa de Siria. Por consiguiente, en estos momentos
sólo podemos echar mano de expedientes misérrimos... E
alli
Irak. Espero que la Habforce entrará pronto en Bagdad, y establecerá
al regente.

A medida que fueron disminuyendo las esperanzas de conservar Creta,


la posible ame-
hubimos de concentrar cada vez más nuestra atención en
contra Siria. El día 25 de mayo, el general Wavell telegrafió
naza alemana
«Exporta dor», palabra clave con que designa-
un esbozo de su plan para
avanzar hacia el
mos la operación siria. El general Wilson se disponía a
ana, las tro-
norte con unas fuerzas integradas por la 7.* División Australi
s Libres, parte de la 12 División de Caballerí a, motori-
pas de los Francese
que la fecha más
zada ahora, y ciertas otras unidades. Wavell consideraba
la primera semana
próxima en que podría ponerse en movimiento sería
Aunque el peligro del establec imiento de bases aéreas alemanas
de junio.
serio, por sus posibles consecue ncias, principalmente
en Levante era muy
través de Tur-
si lo sincronizaban con operaciones terrestres alemanas a
, tenía que
quía —posibilidad que no podía dejarse de tener en cuenta—
al intento de consegui r una feliz decisión militar en la ope-
darse prioridad
ración del desierto occidenta l, denomin ada «Hacha de guerra».
En la noche del 27 de mayo, el Comité de Defensa del Gabinete fue convo-
cado para estudiar la situación general de Oriente Medio, y yo englobé las
conclusiones del mismo en un telegrama dirigido al general Wavell.

Primer Ministro al general Wavell. 28-V-41


Nuestra acción inmediata en Oriente Medio está dictada por los siguien-
tes hechos:
1) La posesión de Creta facilitará al enemigo el establecimiento de una línea
directa de comunicación con Cirenaica a través de la costa occidental de Grecia
y Creta. Á menos que a nosotros nos quepa establecer fuerzas aéreas en Cire-
naica, no podemos interrumpir esta línea ni conservar fácilmente Malta y conti-
nuar interceptando las líneas de comunicación con Trípoli.
2) Un ataque a través de Turquía o de Siria, o de ambos territorios a la
vez, no puede desarrollarse con verdadera fuerza hasta dentro de muchas
semanas.
Nuestro objeto primordial tiene que ser lograr un éxito militar decisivo en
el desierto occidental y destruir las fuerzas armadas enemigas en una bata-
lla librada con toda la potencialidad de que podamos disponer.
Entre tanto, es importante que nos establezcamos en Siría antes de que
los alemanes se hayan repuesto de la inmensa sangría que la vigorosa resis-
tencia del ejército de Freyberg les produjo en su arma aérea. Por consi-
guiente, ha sido aprobado el plan general esbozado en su telegrama del 25
del corriente.

Por lo tanto, prosiguieron los preparativos para la ocupación de Siria


en medio de la ansiedad producida por la caída de Creta, con prioridad a
la concentración del desierto occidental,
El 3 de junlo telegrafié al general Wavell:

279
Primer Ministro al general Wavell. 3-VI-41
1. Sírvase telegrafiar exactamente qué fuerzas de tierra y aire piensa us-
ted destinar a Siria. ¿Qué hará con los polacos? Es importante utilizar y ha-
cer demostraciones de tanta fuerza aérea como sea posible en el momento
de empezar, y hasta los aparatos viejos pueden desempeñar su papel. como
lo desempeñaron, muy bien por cierto, en el Irak.
2, Hay un alud de críticas por lo de Creta, y se me insiste para que dé
explicaciones sobre muchos puntos. No se preocupe en absoluto por todo
esto, ahora. Limítese a fijar su atención en Siria, y sobre todo en «Hacha de
guerra». Ambas cosas son las Únicas capaces de dar una réplica a las críti-
cas, justas o injustas. La superioridad aérea disponible para «Hacha de gue-
rra» excede en mucho a lo que probablemente usted tendrá a su disposi-
ción en muchos meses por venir. Como dijo Napoleón, la bataille répondra.
Buena suerte.

Wavell contestó el día 5 informándonos sobre las fuerzas que emplea-


ría. Se eludiría el combate en todo lo posible, efectuándose el avance me-
diante el empleo de la propaganda, octavillas y un gran despliegue de
[Link] se encontrase resistencia, se emplearía la fuerza a ultranza.
Dijo que siempre había calculado que las fuerzas necesarias para la ocu-
pación de Siria ascendían a dos divisiones más una blindada, o por lo me-
nos algunas brigadas blindadas. Por consiguiente, tenía que considerar
que el éxito era por lo menos problemático, y que dependía de la actitud
de la guarnición francesa y de la población local.
. » .

Recordando los fracasos y la confusa naturaleza de los problemas que


tenía planteados De Gaulle, cursé el siguiente telegrama la víspera de
nuestra expedición conjunta a Siria:

Primer Ministro al general De Gaulle. 6-V1-41


mis
Le envíoEspero mejores deseos para el éxito de nuestra empresa común en
Levante. que usted estará satistecho de que se haya hecho todo lo
pia por pia apoyo a las armas de la Francia Libre. Estoy convencido
OR Pm "ecónccete que esta acción, y por consiguiente toda nuestra
da polí a el Oriente Medio, debe ser concebida en términos de con-
o y cola e mutuas. La política de ambos respecto a los árabes

aea
cado mes paralelas.
Pese especiales
Ya sabe usted que nosotros no hemos bus-
en el imperio francés, y no tenemos intención de

Por a AS 109 unción de Francia en provecho nuestro.


tana, PE a papo de prometer la independencia a Siria y
promesa todo el peso de » creo esencial que nosotros prestemos a esta
gún arreglo que se dé al nuestra garantía. Coincido en apreciar que en nin-
lidad de Onento e td de Siria se debe poner en peligro la esta-
cer todo lo posible por doopla e punto, ambos hemos de ha-
que tendrá5 usted presente la Placer las aspiraciories
importancia árabes. Estoy y seguro de
que tiene esto.
Todos nuestros pensamientos están en usted y NN los soldados de la
Francia Libre. En estos momentos, en que Vichy se humilla
hasta lo más
profundo de
3 la ignominia, S la le altad y valent; Í:
van la gloria de Francia. i á
d AA
280
Como de costumbre, mantuve plenamente informado al Presidente:

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 7-V1-41


Mañana por la mañana entraremos en Siria para evitar una mayor pene-
tración alemana. El éxito depende en gran manera de la actitud de las tro-
el
pas francesas locales. Los Franceses Libres de De Gaulle desempeñarán
papel principal, pero no en la vanguardia. El general dirigirá una proclama
Francia
a los árabes ofreciéndoles la completa independencia en nombre de
conjunto, o
y la oportunidad de formar tres Estados árabes, o bien uno solo
Francia se fija-
tres federados en uno. Las relaciones de estos Estados con
algo pa-
rían mediante un tratado que dejaría a salvo los intereses creados,
dará el título de
recido al modelo angloegipcio. Al general Catroux no se le
Alto Comisario, sino de Delegado y Plenipotenciario francés.
ocurrir. Per-
2. No puedo decir cómo reaccionará Vichy a lo que pueda
que están ha-
sonalmente, no creo que puedan hacerlo mucho peor de lo
s en Gibraltar y
ciendo ahora, pero, naturalmente, pueden tomar represalia
políticos que los de
Freetown. Nosotros no tenemos en Siria más intereses
ganar la guerra.

Todo lo que Wavell pudo reunir para el avance fue la 7.2 División Aus-
traliana, parte de la 1.2 División de Caballería, la 5.2 Brigada de Infantería
de la India, recién regresada de Eritrea, y las fuerzas de Franceses Libres
al mando del general Le Gentilhomme, integradas por seis batallones,
una batería y una compañía de tanques. El apoyo aéreo estuvo limitado
al principio a unos setenta aparatos en total. La batalla de Creta tenía
prioridad en ambos lados. Dos cruceros y diez destructores, además de
otras embarcaciones más pequeñas, fueron destacados para la operación
de Siria. Las fuerzas de Vichy al mando del general Dentz estaban forma-
das por dieciocho batallones con 120 cañones y rioventa tanques (35.000
hombres en conjunto), una fuerza aérea que ascendía a noventa aparatos,
y en cuanto a fuerzas navales, dos destructores y tres submarinos fondea-
dos en Beirut.
La misión asignada al ejército aliado era capturar Damasco, Rayak y
Beirut como preliminar a la ocupación de todo el país. El avance empezó
el 8 de junio, y al principio encontró poca oposición. Nadie podía predecir
hasta qué punto combatiría Vichy. Aunque nuestro ataque apenas podía
lograr la sorpresa, algunos creyeron que el enemigo descubrió nuestra de-
bilidad, se animó y reaccionó vigorosamente, aunque sólo fuera por el ho-
nor de sus armas. Los Franceses Libres fueron contenidos a diez millas de
Damasco, y un contramovimiento alrededor de su flanco oriental amena-
zó su línea de comunicaciones. Los australianos, que seguían la carretera
de la costa, avanzaban lentamente en terreno difícil. Un batallón británico
fue aplastado en Kuneitra por un contraataque de dos batallones con tan-
ques. En el mar se establecló contacto con los destructores de Vichy, pero
huyeron gracias a su velocidad superior. El día 9 tuvo lugar un breve en-
cuentro en el mar, a consecuencia del cual resultó gravemente alcanzado
el destructor «Janus». El día 15, mientras cañoneaban Sidón, dos destruc-

281
tores británicos resultaron con daños a consecuencia de un ataque aéreo,
pero un destructor de Vichy que se aproximó a la costa procedente del
oeste fue hundido por nuestra aviación naval.
Después de la primera semana de combates, Wavell comprendió que
necesitaba refuerzos. Pudo organizar el transporte de una brigada de la
6.2 División Británica, que a la sazón estaba formada parcialmente, segui-

Avances Británicos «ty


Ferrocarcileo
109

LA CAMPAÑA DE SIRIA

da a fines de junio por una segunda brigada. Asimismo, organizó un gru-


po de brigada de la 1.+ División de Caballería, «Habforce», que había par-
ticipado en la toma de Bagdad para avanzar hacia Palmira a través
de los desiertos del sur; y dos brigadas de la 102 División Hindú, que es-
taban en el Irak, recibieron orden de remontar el Eufrates, en dirección a
Alepo. Esta ampliación de la campaña empezó a tener efecto a partir del
20 de junio. Damasco fue capturado el 21 por los australianos después de
tres días de intensa lucha. Cooperó al éxito de su avance un temerario
ataque llevado a cabo por el comando número 11, que fue desembarca-
do detrás de las lineas enemigas. En esta audaz acción, el comando per-

282
de los oficiales murieron o fue-
dló a su jefe, el coronel Pedder, y el resto
con otros 120 hombr es de diferentes graduaciones, o
ron heridos, junto do. ]
la fuerza total del coman
sea, una cuarta parte de julio hicier on vislu mbrar el
a de
Las operaciones de la primera seman lími-
endió que había llegado al
colapso de Vichy. El general Dentz compr
unos 24.00 0 hombr es, pero no podía esperar oponer
te. Todavía tenía
. Subsis tía escas amente una quinta parte de
una resistencia prolongada
mañan a del 12 de julio llegaron los
sus fuerzas aéreas. A las 8.30 de la
os de Vichy para pedir un armist icio. Concedióseles, se firmó un
enviad
s. Nuestras bajas en muer-
convenio y Siria quedó ocupada por los aliado ascendieron a unas 6.500.
4.600; las del enemi go
tos y heridos pasaron de
adable. Los prisioneros britá-
Sin embargo, se registró un incidente desagr
hecho s duran te la lucha habían sido embarcados apresuradamente
nicos
amente habrían de pasar a cus-
hacia la Francia de Vichy, en donde segur
nes. Cuand o se descub rió esto y no brindaror: una re-
todia de los alema
l Dentz y a otros altos oficiales en calidad
paración, se prendió al genera
, y nuestr os hombres fueron de-
de rehenes. Ello surtió el deseado efecto
vueltos.

posición es-
La feliz campaña de Siria mejoró en gran manera nuestra
intento ulterior
tratégica en Oriente Medio. Cerró la puerta a cualquier
árieo, per-
del enemigo para penetrar más hacia el este desde el Mediterr
nuestra deferisa del Canal de Suez hasta 250 millas al
mitió adelantar
norte y eliminó la ansiedad que experimentaba Turquía respecto a su
frontera meridional. Ahora podía tener la seguridad de que una potencia
amiga la ayudaría en caso de ser atacada. Aunque, por exigirlo así la na-
rración, ha sido necesario separar las cuatro series de operaciones de Irak,
Creta, Siria y el desierto occidental, no debe olvidarse que todas ellas se
realizaron simultáneamente, y cada una sufrió las repercusiones de las de-
más, produciendo una sensación de crisis y de complejidad combinadas.
Sin embargo, puede afirmarse que el resultado final constituyó en la prác-
tica, aunque no en la apariencia, una indudable e importante victoria para
los ejércitos británico e imperial de Oriente Medio, cuyo mérito debe ser
repartido entre nuestras autoridades de Londres y El Cairo.
La batalla de Creta, que tan costosa nos fue, eliminó la capacidad
ofensiva del cuerpo aerotransportado alemán. La rebelión del Irak fue
aplastada finalmente, y con fuerzas irrisoriamente pequeñas e improvisa-
das recobramos el dominio sobre vastas extensiones afectadas. La ocupa-
ción y conquista de Siria, que fue emprendida para hacer frente a una de-
sesperada necesidad, puso fin —como quedó demostrado después— al
avance alemán hacia el golfo Pérsico y la India. Si, cediendo a las tenta-
ciones de la prudencia, el Gabinete de Guerra y los jefes de Estado Mayor
no hubiesen hecho imperativa la victoria en cada uno de los frentes crea-
dos, y no hublesen impuesto su voluntad a todos los mandos, no habría-
mos anotado en nuestro haber más que las pérdidas sufridas en Creta,
sin recoger las recompensas que siguieron a la dura y gloriosa lucha sos-

283
tenida allí. Si el general Wavell, aunque agotado, hubiese cedido bajo el
peso de la intensa tensión a que le tenían sometido los acontecimientos y
nuestras órdenes, todo el futuro de la guerra y de Turquía podría haberse
alterado fatídicamente. Siempre hay mucho que decir en favor de no in-
tentar más de lo que uno puede hacer, y asegurar lo que uno intenta.
Pero este principio, como otros en la vida y en la guerra, tiene sus excep-
ciones.
Falta todavía describir otra operación: la batalla del desierto occidental,
que nos obsesionó a mí y a los jefes del Estado Mayor. Aunque el éxito
nos fue negado, la operación colocó a Rommel en un punto muerto por
espacio de casi cinco meses.
CAPÍTULO XIX
EL ESFUERZO FINAL DEL GENERAL WAVELL:
«HACHA DE GUERRA»
El ataque a
Necesidad de derrotar a Rommel. — Decisión de Wavell. En
y Capuzzo : 15-16 de mayo. — Exito limitado. — Dificultades en la
Sollum
15.1 División
dentición de los «Cachorros de Tigre». — Llegada de la
para «Ha-
Panzer. — Pérdida de Halfaya: 26 de mayo. — Preparativos
. — Comienza
cha de guerra». — Subestimación de la fuerza del enemigo
no
nuestro ataque: 15 de junio. — Todo va mal: 17 de junio. — Rommel
junio. —
persigue. — El caballo voluntarioso. — Mis telegramas de 21 de
El general Auchinleck releva al general Wavell. — Necesidad de una
reorganización en El Cairo. — Un intendente general. == Un telegrama.
— El capitán Oliver Lyttelton. — Su nombramiento de ministro de Esta-
do en Oriente Medio. — Mi telegrama al presidente Roosevelt: 4 de julio.

El corazón de todos los que estábamos en la metrópoli anhelaba derro-


tar a Rommel en el desierto occidental. No existía divergencia de ninguna
clase entre nosotros, militares o paisanos, respecto a la importancia que
atribuíamos a esto. La tragedia de la evacuación de Grecia, las perturba-
ciones en Irak y Siria, la horrenda lucha de Creta, todo palidecía ante el
rayo de la esperanza que atribuíamos, y con razón, a una victoria en el
desierto occidental. No hubo necesidad de discutir este asunto en Londres.
Naturalmente, Wavell tenía que resolver las demás preocupaciones
que se le iban echando encima día tras día. Sin embargo, él compartía fir-
memente nuestro criterio de que el aplastamiento de la afortunada ofensi-
va de Rommel y la consiguiente liberación de Tobruk lo mejoraría todo.
Además, comprendía los riesgos que habíamos corrido devolviéndole las
fuerzas blindadas que él perdió cuando se desmoronó el flanco del desier-
to. Su deseo era hacer honor a la operación «Tigre». Sabía lo que había
significado este esfuerzo de enviarle casi trescientos tanques a través del
Mediterráneo. Su espíritu era animoso, y no perdió de vista el principio
general de que en la guerra como en la vida, todo es relativo. Puede afir-
marse que nuestra concepción estratégica unida era correcta. A la sazón
teníamos un espía en estrecho contacto con el cuartel general de Rom-
mel, el cual nos dio minuciosa información sobre las tremendas dificulta-
des de la asertiva pero precaria situación de Rommel. Sabíamos cuán es-
trecho era el margen sobre el cual esperaba sostenerse, así como las cate-
góricas y rígidas órdenes del alto mando alemán en el sentido de que no
tenía que echar a perder sus victorias confiando demasiado en la suerte.

285
El Primer Ministro al general Wavell. 7-V-41
Sólo usted y sus generales pueden enjuiciar las posibilidades tácticas de
Sollum o Tobruk. Pero si «Tigre» llega a buen término, habrá sonado la
hora de actuar y de arriesgarse. Pido que le envíen rápidamente Hurricanes
desde Malta y que se pongan a sus Órdenes tan pronto como se vea clara la
cola de «Tigre». Esos hunos son gente mucho menos peligrosa Una vez han
perdido la iniciativa. Todos nuestros pensamientos están en usted.

Wavell, que tenía toda nuestra información, probó por iniciativa propia,
aun ante el inminente asalto de Creta, paralizar a Rommel antes de que
la temida 152 División Panzer llegara con todo su potencial por la larga
carretera de Trípoli, y antes de que el puerto de Bengasi quedase expedito
y pudiese ser utilizado a guisa de atajo para el aprovisionamiento del ene-
migo. Por lo tanto, quería asestar un golpe a las fuerzas de Rommel aun
antes que los tanques traídos por «Tigre» -«Cachorros de Tigre» les lla-
mábamos Wavell y yo en nuestra correspondencia— pudieran entrar en
acción. Nuestras fuerzas blindadas del desierto occidental a principios de
mayo estaban integradas por sólo dos escuadrones de tanques, Cruceros y
dos escuadrones de tanques de infantería, estacionados al sudeste de Ma-
truh. Wavell esperaba haberlos convertido en una fuerza ofensiva adecua-
da hacia principios de junio. Creyó ver una oportunidad para descargar
un golpe antes de la puesta a punto de los «Cachorros de Tigre». Tenía la
esperanza de sorprender al enemigo desprevenido, antes de que pudiera
ser reforzado con la 152 División Panzer.

El general Wavell al Primer Ministro. 9-V-41


He ordenado que todos los tanques disponibles sean puestos a la disposi-
ción de las fuerzas de Gott para una acción ofensiva en la zona de Sollum.
Esta está siendo preparada activamente en estos momentos y tendrá lugar
pronto. Sólo la suspenderé si le ocurre un completo desastre a «Tigre».

El general Wavell al Primer Ministro. 13-V-41


Sin esperar a «Tigre», he ordenado que todos los tanques disponibles
se unan a las fuerzas de Gott para atacar la zona enemiga de Sollum. La
operación tendrá lugar dentro de uno o dos días, y creo que Gott podrá
contender con las avanzadas enemigas. Si tiene éxito, miraré de efectuar in-
mediatamente una acción combinada con las fuerzas de Gott y la guarni-
ción de Tobruk, para rechazar al enemigo al oeste de Tobruk. Será preciso
esperar que «Tigre» haya progresado algo para hacerlo, pero tengo interés
en obrar lo más rápidamente posible, antes de que el enemigo pueda recibir
refuerzos.

Obtuve la plena y activa aprobación de los jefes de Estado Mayor. ¡Qué


alivio era no tener divergencias en la metrópoli!

El jefe del Estado Mayor del Aire al mariscal del Aire Tedder. 14-V-41
1. Después que los jefes del Estado Mayor han expresado hoy su general
conformidad con las apreciaciones de usted, el Primer Ministro ha cambiado
ampliamente impresiones conmigo sobre este particular. El Primer Ministro

286
ción en general, y le complace que
muy satisfecho por la o rganiza nes
aa tenga z la direc ción de la:s Importantes y complicadas operacio
usted )
aéreas que se prep aran .
rales sobre cronología y otros deta-
2. Las siguientes observaciones gene
nente s puede n ayuda rle sin merma r su libertad de acción.
lles perti tiempo e importancia. Sus resul-
3. La victori a de Libla es lo primer o en
án en la situac ión del Irak en el ánimo de alemanes e iraquíes.
tados influir un gobierno amigo en Bagdad,
o objeti vo en el Irak es repone r
4. Nuestr
deberá hacer todo lo que pueda ayudar a este fin, pero nada debe
y usted
ntal.
perjudicar a la victoria en el desierto occide
ador» [el ataque contra Creta]
5. Desde aquí parece probable que «Abras
s de peque ñas operac iones en Libia y antes de que se pro-
ocurrirá despué importancia, lo cual depen-
este último punto accion es de mayor
duzcan en
rros de Tigre». Es posible , pero usted no debe confiar en
de de los «Cacho de lo que se espera, de-
«Color ado» [Creta ] sea atacad o más tarde
ello, que ]
bido a lo comple jo de las operaci ones.
resulta do concre to bien vale una docena de precauciones pruden-
6. Un
y los preparativos en Pa-
tes. Los proyectos más amplios sobre Irak y Siria
se podrán hacer más tarde. La primerí sima importancia que tienen
lestina
necesarios en otras
las operaciones del desierto justifica correr los riesgos
partes.

la
Un contingente de fuerzas al mando del general Gott, formado por
de
72 Brigada Blindada, desplegando unos 55 tanques, y la 222 Brigada
Guardas, avanzó ahora hacia el noroeste, siguiendo la cresta de la escar-
padura, y el 15 de mayo capturó Sollum y Capuzzo, mientras la Brigada
Blindada, a la izquierda, se adelantó en dirección a Sidi Azeiz. El enemigo
contraatacó rápidamente y recuperó Capuzzo la misma tarde, infligiendo
elevadas pérdidas a la infantería ligera de Durham, que había conquista-
do la localidad. Esto impuso que la 7.2 Brigada Blindada se retirara de
Sidi Azeiz. El enemigo, empleando unos 70 tanques, dio muestras de
mayor potencia de lo que se esperaba. Aunque nosotros seguimos en po-
der de Sollum aquella noche, se decidió retirar la totalidad de las fuerzas
al día siguiente, el 15, dejando guarniciones en el paso que dominaba la
escarpadura en Halfaya y en Sidi Suleiman.
El informe de Wavell sobre esta operación no fue excesivamente entu-
slasta. Decía que después de un avance preliminar que había despejado
de enemigos la zona Sollum-Bardia, un contraataque enemigo con tan-
ques había obligado a nuestras tropas a retroceder hasta Halfaya. Pudi-
mos mantener puestos avanzados en Sollum, y una salida efectuada por
la guarnición de Tobruk obtuvo un éxlto local. Infligimos considerables
bajas. En la metrópoli, esto nos pareció satisfactorio.

Primer Ministro al general Wavell. 17-V-41


El resultado de la acción nos parece satisfactorio. Sin emplear «Cacho-
rros de Tigre», usted ha tomado la ofensiva, ha avanzado treinta millas, ha
capturado Halfaya y Sollum, ha hecho 500 prisioneros alemanes y ha in-
fligido graves pérdidas en hombres y tanques al enemigo. Para lograr

287
todo eso, la pérdida de veinte tanques «l» y 1.000 ó 1.500 bajas no nos
parecen un precio muy elevado.
2. Las noticias sobre Tobruk también son buenas, especialmente porque
las bajas del enemigo son superiores a las nuestras. Ciertamente, el enemigo
está intranquilo a causa de Tobruk, y sus partes reflejan una visible satisfac-
ción cuando en el frente de Tobruk no hay novedad. Parece de la mayor
importancia combatir sin descanso en Tobruk. )
3. El enemigo está recibiendo refuerzos y busca establecer la situación a
su favor. Esto nos vendría muy bien a nosotros. porque no puede estar en
condiciones de sostener una lucha continua e intensa. Tanto Dill como yo
confiamos en los buenos resultados de una presión sostenida, porque cono-
cemos el estado de extrema preocupación del enemigo. Estamos seguros de
que usted mantendrá esta presión tanto en Sollum como en Tobruk. El
enemigo no podrá descubrir los huecos como puede cubrirlos usted. Supo-
nemos que usted emplea en ambos puntos toda su potente artillería de
campaña motorizada, obligando al enemigo a gastar municiones; de las cua-
les sabemos que anda escaso. Le agradeceríamos que sin recargarse de tra-
bajo usted personalmente, hiciera que algún oficial de su Estado Mayor nos
enviara un informe más detallado de los acontecimientos y de la situación a
base de las noticias que se reciben en su cuartel general cada noche. Ello
es muy conveniente cuando están en curso unas operaciones de tan desta-
cada importancia para la situación mundial como son las del desierto occi-
dental.
4. ¿En qué fecha piensa usted hacer entrar en acción los «Cachorros de
Tigre»?

El general Wavell al Primer Ministro. 18-V-41


El enemigo ha demostrado ser algo más fuerte de lo que creíamos, y nos
ha obligado a volver a la defensiva hasta que entren en acción los «Cacho-
rros de Tigre». Ello no será hasta fines de mes, y sería preferible que pudie-
ran disponer de un poco más de tiempo para adaptarse, pero esto debe de-
pender de la situación. El enemigo está haciendo acopio de fuerzas en la
zona avanzada, y es posible que intente efectuar un nuevo avance.
Usted ya debe de haberse enterado de la rendición del duque de Aosta, lo
cual completa prácticamente la campaña del Africa Oriental.

El 20 de mayo, Wavell comunicó que se creía que había llegado a pri-


mera línea un batallón de tanques de la 15+ División Panzer. Por consi-
guiente, había pasado la oportunidad de derrotar a Rommel antes de que
éste pudiese recibir refuerzos. A pesar de los preparativos hechos de ante-
mano, las dilaciones determinadas por la descarga, reacondicionamiento y
rehabilitación de los «Cachorros de Tigre» para la lucha en el desierto re-
sultaron muy graves. El estado de muchos de los tanques «l» fue califica-
do de deficiente a la llegada de los mismos.

El general Wavell al Primer Ministro. 25-V-41


Muchas gracias por su mensaje. Los que estamos aquí comprendemos
que nuestras Cargas y responsabilidades, aunque pesadas, no son nada
comparadas con las que usted soporta tan valientemente...

288
El destete de los «Cachorros de Tigre» continúa satisfactoriamente, pero
ya se sabe que hasta los tigres no escapan a las molestias de la dentición.

«Recuerdo —dice mi esposa— la terrible ansiedad, e incluso irritación,


los tanques
que reinaron en Chequers durante varios domingos porque
recién llegados sólo podían entrar en acción tan despacio.»

subsi-
Pero la tormenta no tardó en descargar. Durante la semana
s blindados
guiente, se observó un considerable movimiento de vehículo os de
enteram
enemigos. Por documentos capturados posteriormente nos
y que esta-
que Rommel esperaba un serio ataque en socorro de Tobruk, di-
más difícil
ba decidido a recuperar y conservar Halfaya, a fin de hacer
Despleg ó la mayor parte de su recién llegada 15. División
cho intento.
que desplazó
Panzer, la cual concentró, salvo un pequeño destacamento
hacia el sur, en la frontera, entre Capuzzo y Sidi Omar. Halfaya estaba
de
guarnecida por un grupo de fuerzas integradas por el Tercer Batallón
Coldstream Guards, un regimien to de artillería de campaña y dos escua-
ando
drones de tanques. El resto de nuestras fuerzas fronterizas, exceptu
las patrullas de observación destacadas hacia el sur, fue retirado a consi-
derable distancia a retaguardia. El enemigo avanzó sobre Halfaya el 26 de
mayo, y al anochecer de aquel día capturó una posición al norte del paso
que le permitía observar perfectamente toda la zona defendida por los
Coldstream. Un contraataque efectuado para recuperar la mencionada
posición fracasó, y a la mañana siguiente, después de un intenso cañoneo,
sobrevino un ataque concentrado con dos batallones por lo menos, y se-
senta tanques, lo cual puso en gran aprieto a nuestras reducidas fuerzas.
Las reservas estaban demasiado alejadas para poder intervenir, y lo único
que cupo hacer fue ordenar el despegue de nuestras fuerzas, sin más dila-
ción. Se hizo así, pero las bajas fueron cuantiosas; de nuestros tanques,
sólo dos quedaron en situación de funcionar, y los Coldstream Guards
perdieron ocho oficiales y 165 hombres. El enemigo había alcanzado su
objetivo, y procedió a consolidarse en Halfaya. Tal como los alemanes ha-
bían previsto, el hecho de ocupar ellos esta posición había de causarnos
muchas dificultades tres semanas más tarde.

Los preparativos para «Hacha de querra» continuaron activamente;


pero en ellos no pudo dejar de observarse un aspecto sombrío.

El general Wavell al jefe del Estado Mayor Imperial. 28-V-41


Todas nuestras fuerzas blindadas disponibles, que serán un factor decisi-
vo, se destinan a «Hacha de guerra». Varias dificultades están demorando la
reagrupación de la 7.* División Blindada. La fecha más próxima para iniciar
E cris desde Matruh será el 7 de junio, pero es posible que sea más
arde.

289
esta
2. Creo justo poner en su conocimiento que el éxito que espera a
recha-
operación es dudoso, en opinión mía. Espero que con ella se logrará
terres-
zar al enemigo al oeste de Tobruk y restablecer las comunicaciones
las re-
tres con esta localidad. Si es posible, explotaremos más el éxito. Pero
inquietantes.
cientes operaciones han puesto de relieve algunos hechos
para resis-
Nuestros carros blindados llevan un blindaje demasiado delgado
de la aviación de caza enemiga, y no llevando ningún cañón,
tir al fuego
ocho ruedas, que
son impotentes contra los carros blindados alemanes de
de reconoci-
llevan cañones y son más rápidos. Esto dificulta las misiones
o lentos
miento. Nuestros tanques de infantería son, en realidad, demasiad
les bajas
para una batalla en el desierto, y han venido sufriendo considerab
cruceros
por causa de los potentes cañones antitanque enemigos. Nuestros
semipesados
tienen poca ventaja en potencia o velocidad sobre los tanques
. No
alemanes. Los fallos técnicos también continúan abundando demasiado
la inferioridad
podremos aceptar batalla con perfecta confianza a pesar de
mencio-
numérica, como podríamos hacerlo con los italianos. Los factores
ente
nados pueden limitar nuestro éxito. Asirnismo hacen que sea absolutam
necesario mantener el adecuado envío de refuerzos blindados y reservas.

El 31 de mayo, el general Wavell informó sobre las dificultades técnicas


con que tropezaba para la reagrupación de la 7.? División Blindada. La fe-
cha más próxima en que le sería posible iniciar «Hacha de guerra» sería el
15 de junio. Aunque no se le ocultaban los peligros que entrañaba el
aplazamiento, con el riesgo de que el enemigo recibiera refuerzos aéreos y
se produjera un fuerte ataque contra Tobruk, consideraba que, siendo el
choque que se avecinaba una batalla esencialmente de tanques, tenía que
dar a la División Blindada todas las oportunidades apetecibles, y que los
días de más que se ganaban esperando «doblarían las posibilidades de
exito».
Yo aguardé con una mezcla de esperanza y temor la fecha de nuestro
ataque en el desierto, del cual podrían derivarse resultados capaces de
cambiar en favor nuestro todo el curso de la campaña. Los quince días de
más que trascurrieron antes de que los «Cachorros de Tigre» pudiesen ser
asimilados por la 7.2 División Blindada, me hicieron temer que los Pan-
zers de la 15.2 hubieran llegado a Rommel.
Según nuestro servicio de espionaje, se sabía que a la sazón habian lle-
gado a Cirenaica oriental, o que estaban a punto de llegar allí, las divisio-
nes Panzer alemanas 52 (ligera) y 15.2, junto con la División Blindada ita-
liana Ariete, la División Motorizada Trento y la División de Infantería
Brescia. Otra división de infantería italiana se hallaba de reserva en Der-
na. En alarmante contraste con nuestras actuaciones de principios de
aquel año, los alemanes habían puesto rápidamente el puerto de Bengasi
en estado de funcionar, y el grueso de sus fuerzas ya se estaban formando
en gran proporción, gracias al empleo de dicho puerto.
En su despacho, el general Wavell afirmaba que el grueso del enemigo se
desplegaba ante Tobruk con unos 130 tanques semipesados y 70 ligeros.
En la zona de vanguardia se calculó que sólo había 100 tanques semipe-
sados con el equivalente de siete batallones alemanes y nueve italianos.
Por consiguiente, se creía que dos terceras partes de las disponibilidades
enemigas en tanques se encontraban a setenta millas detrás de la fronte-

290
ra. Si por medio de una salida los de Tobruk lograban distraer durante al-
gún tiempo al enemigo alrededor de dicha posición, nosotros gozaríamos
al principio de una superioridad de fuerzas blindadas en la frontera en la
proporción de 180 carros contra 100 tanques. Wavell añade que estos
cálculos eran erróneos. Por lo que ahora puede dilucidarse, los tanques
Los
italianos no fueron empleados para nada en la batalla de la frontera.
habían logrado concentrar en las avanzadas una gran parte de
alemanes
En realidad,
sus fuerzas blindadas sin que nosotros nos diéramos cuenta.
180.
hicieron entrar en fuego algo más de 200 tanques, contra nuestros

general
«Hacha de guerra» empezó a primeras horas del 15 de junio. El
tenía el mando de nuestras fuerzas blindadas , y el general Messer-
Creagh
de estas
vy la 42 División India y la 22 Brigada de Guardas. El conjunto
al mando
fuerzas, que ascendía a unos veinticinco mil hombres, estaba
bas-
del general Beresford-Peirse. Al principio, las cosas se desarrollaron
Aunque la defensa enemiga de Halfaya resistió al ataque com-
tante bien.
por
binado desde el norte y el sur, la Brigada de Guardas tomó Capuzzo
la tarde, con varios centenares de prisioneros. Además, una parte de esta
brigada continuó el avance contra las defensas occidentales de Sollum,
pero allí fueron contenidos. La 7.? Brigada Blindada, cuya misión era cu-
brir nuestro flanco exterior, alcanzó una posición al oeste de Capuzzo sin
encontrar tanques enemigos. El 16 de junio no se hizo ningún avance.
Halfaya y Sollum se sostuvieron tenazmente contra nuestros ataques, y
por la tarde aparecieron nutridas formaciones de tanques enemigos,
avanzando con la evidente intención de envolver nuestro flanco por el
oeste. La 7.2 División Blindada, tanto la brigada como el grupo de apoyo,
avanzó para conjurar esta amenaza. Entraron en contacto con el enemigo
cerca de Sidi Omar, pero fueron desbordados en número y se vieron obli-
gados a retirarse. El flanco del ataque principal, que ellos tenían la misión
de proteger, quedó, por consiguiente, en descubierto.
Al día siguiente, 17 de junio, todo fue mal. Por la mañana, la Brigada
de Guardas estaba todavía en Capuzzo y frente a Sollum. Capuzzo les
fue arrebatado por fuerzas considerables, cuyo potencial se calculó en un
centenar de tanques. La 7.* Brigada Blindada, que ahora sólo disponía de
unos veinte tanques crucero que funcionaran, había pasado la noche cer-
ca de Sidl Suleiman. Las fuerzas enemigas, que les habían obligado a re-
troceder de noche desde Sidi Omar, se volvieron hacia Halfaya y amena-
zaron copar a la Brigada de Guardas. Para hacer frente a esta amenaza,
Creagh propuso un ataque con la 72 Brigada Blindada desde el sur,
mientras la 4.+ Brigada Blindada, para relevarla de su tarea de cooperar
con la Brigada de Guardas, atacaba desde el norte. Pero tan pronto como
la 4.* Brigada inició el avance, otra columna blindada enemiga procedente
del oeste amenazó el flanco de los Guardas. La Brigada Blindada contuvo
este ataque, pero la presión enemiga continuó, y Messervy informó a
Creagh que no podía separarse de la brigada por temor a dejar copada su
infantería.

291
En este momento decisivo, el general Wavell se dirigió en avión al cuar-
tel de campaña del general Beresford-Peirse. Todavía tenía la esperanza
de hacer inclinar la balanza mediante un ataque blindado de Creagh. Su-
bió al aeroplano y se dirigió hacla el punto en donde estaba la 7.* División
Blindada. Tan pronto llegó allí se enteró de que el general Messervy había
decidido independientemente que, con la doble amenaza contra su flanco
y su retaguardia, que en aquellos momentos cifraba al menos en 200 tan-
ques, tenía que retirarse inmediatamente para evitar ser cercado. El gene-
ral ya había dado las correspondientes órdenes a este fin. Wavell, que se
hallaba con Creagh en el flanco en pleno desierto, se vio enfrentado con
este hecho consumado y dio su conformidad a dicha decisión. Nuestro
golpe había fallado. La retirada de todas las fuerzas fue llevada a cabo en
buen orden, protegida por nuestra aviación de caza. El enemigo no insis-
tió en su persecución, en parte, sin duda, porque sus fuerzas blindadas
fueron atacadas violentamente por los bombarderos de la R.A.F. Sin
embargo, hubo probablemente otra razón. Según sabemos ahora, las ór-
denes dadas a Rommel eran actuar puramente a la defensiva, y acumular
fuerzas para las operaciones de otoño. El haberse enzarzado en una acti-
va persecución a través de la frontera y sufrir bajas a causa de ello, habría
significado una contravención directa de las órdenes recibidas.
El sistema de proteger de cerca a nuestras tropas mediante los cazas,
aunque efectivo, condujo a una dispersión y a un porcentaje bastante ele-
vado de bajas aéreas. Cuando, al segundo día, el esfuerzo aéreo enemigo
se intensificó, decidimos modificar dicho sistema, y si bien hubo protección
hasta cierto grado, se operó en forma de ofensiva en grandes unidades y
sobre un radio de acción más amplio. Cuando empezó la retirada, el día
17, nuestros cazas no sólo desbarataron tres de los cuatro considerables
ataques aéreos que se produjeron contra nuestras tropas, sino que coope-
raron con los bombarderos, a menudo desde poca altura, contra las co-
lumnas enemigas. Indudablemente, estos ataques impidieron el avance
del enemigo y le infligieron considerables bajas. Nuestros aviadores pres-
taron un buen servicio a las tropas en retirada, pero tropezaron con la di-
ficultad de no poder distinguir casi entre nuestras fuerzas y las enemigas.
Las bajas que sufrimos durante los tres días de batalla fueron poco
más de 1.000, de las cuales 150 fueron muertos y 250 desaparecidos. Per-
dimos 29 tanques crucero y 38 «l», la mayoría de los primeros a causa de
la acción enemiga. Una parte considerable de las pérdidas en tanques «l»
se debió a averias mecánicas, y careciamos de transportes para llevárnos-
los. Según parece, dimos cuenta de cerca de 100 tanques enemigos, hici-
mos 570 prisioneros y enterramos muchos cadáveres enemigos.

Aunque esta acción pueda parecer exigua, comparada con las propor-
ciones de la guerra en el Mediterráneo en sus diferentes campañas, su fra-
caso fue para mí un golpe de los más amargos. La victoria en el desierto
habría significado la destrucción de la audaz fuerza de Rommel. Habría-
mos liberado a Tobruk, y la retirada del enemigo podía muy bien haberle

292
aprisa como había venido. Fue
hecho retroceder más allá de Bengasi tan
supre mo objeti vo —com o lo consid eraba yo— que corrimos to-
por este
. No me habían llegad o noticias de los aconteci-
dos los riesgos de «Tigre» no había de tardar en lle-
el result ado
mientos del día 17, y Sabiendo que cerrada, deseo-
me fui a mi casa de ChartwPR ell, que a la sazón E estaba Z
lo ocurrido.
gar, Aquí recibí los comun icado s sobre
so de encontrarme solo.
valle durante varias horas.
Desconsoladamente deambulé por el

telegramas habido entre el ge-


El lector que haya seguido el cambio de
l y yo y con los jefes del Estad o Mayor, ya estará preparado
neral Wavel últimos diez días de junio
la decisi ón que tomé en los
mentalmente para Wavell era un hombre
la sensa ción de que
de 1941. En Londres teníamos correr tanto al caballo vo-
hicim os
fatigado. Puede muy bien decirse que
que llega mos a agotar lo. La extrao rdinaria convergencia de
luntarioso,
sus altibajos, especialmente vicisi-
cinco o seis teatros de operaciones, con
un solo comandante en jefe constituyó
tudes amargas, recayendo sobre
zo a que pocos milita res se han visto sometidos. Yo estaba des-
un esfuer
las provis iones tomad as por Wavel l para la defensa de Creta,
contento de
no se hubie sen envia do allí unos cuantos tanques
y especialmente de que
se le había n impue sto en favor de una
más. Los jefes de Estado Mayor a-
Irak, que dio por result
pequeña pero afortunadísima irrupción en el
do mejor ar la situac ión de Habba niya y un éxito local completo. Uno de
los telegramas de dichos jefes había provo cado por parte de Wavell una
fue tenida en cuenta , pero que yo no rehusé.
oferta de dimisión que no
ndido para
Finalmente, había «Hacha de guerra», que Wavell había empre
enviándole los
corresponder a los riesgos que yo había corrido con éxito
«Cachorros de Tigre». Yo estaba descontento con las disposiciones toma-
re-
das por el Estado Mayor del cuartel general de Oriente Medio sobre la
cepción de los «Cachorros de Tigre», enviados en su ayuda a través del
peligroso Mediterráneo, tan a la ventura, y con tanta suerte. Yo admiré el
espíritu con que él sostuvo esta pequeña batalla, que pudo haber sido tan
importante, y su extrema despreocupación por los peligros personales, de-
mostrada yendo de una parte a otra en aeroplano, en aquel amplio y con-
fuso campo de batalla. Pero, como se ha descrito, la operación pareció
mal concertada, especialmente en razón del fracaso en hacer una salida
desde Tobruk como preliminar indispensable y concomitante.
Pero sobre todo había el hecho de que Rommel había hundido el flan-
co del desierto, con lo cual socavó y desmoronó los proyectos referentes a
Grecia en que nos habíamos empeñado, con todos sus tristes peligros y
deslumbrantes compensaciones en lo que era para nosotros la suprema
esfera de la guerra balcánica. El general Ismay, que estaba en tan estre-
e contacto cotidiano conmigo, ha escrito lo siguiente: «Todos los que
ormábamos parte de los círculos autorizados, incluso los amigos particu-
lares y los consejeros de Wavell, tuvimos la impresión de que la ruptura
E E flanco del desierto le había afectado extraordinariamente. Su servi-
e espionaje había fallado, y el súbito golpe sobrevino como una sor-

293
presa absoluta. Me parece recordar que Eden dijo que Wavell “había en-
vejecido diez años en una noche”.» Por mi parte, se me ha recordado que
hice este comentario: «Rommel ha arrancado los recién conquistados lau-
reles de la frente de Wavell, y los ha arrojado a la arena.» Este no fue un
pensamiento sincero, sino tan sólo un arrebato transitorio de dolor. El en-
juiciamiento de todo esto sólo puede hacerse partiendo de los documen-
tos auténticos escritos a la sazón. y que figuran en el presente tomo, e
indudablemente con otros muchos testimonios valiosos que el tiempo irá
descubriendo. El caso es que después de «Hacha de guerra» llegué a la
conclusión de que tenía que haber un cambio.
En aquel entonces, el general Auchinleck era comandante en jefe de la
India. A mí no había acabado de gustarme su actitud en la campaña no-
ruega de Narvik. Parecía muy inclinado a jugar demasiado a la segura,
cosa que en la guerra es un error, y a limitarse a subordinarlo todo a la
satisfacción de lo que él consideraba las necesidades mínimas. Sin embar-
go, me habían impresionado mucho sus cualidades personales, su pre-
sencia y su carácter. Cuando, después de Narvik, asumió el mando de la
región meridional de Inglaterra, recibí de muchas procedencias, oficiales y
particulares, testimonios del vigor y del espíritu de organización que él ha-
bía infundido en aquella importante región militar. Su nombramiento de
comandante en jefe de la India había sido recibido con general aproba-
ción. Ya hemos visto con qué rapidez envió las fuerzas hindúes a Basora,
y el ímpetu con que se lanzó a la represión de la rebelión del Irak. Yo te-
nía la convicción de que con Auchinleck aportaría una figura nueva y de
refresco capaz de soportar las múltiples cargas de Oriente Medio, y que,
por otra parte, Wavell encontraría en el importante mando de la India
tiempo para recuperar sus fuerzas antes de que llegaran a cumplirse las
nuevas e inminentes amenazas que pendían sobre nosotros. Encontré que
este punto de vista mío no tropezó con ninguna resistencia en nuestros
círculos ministeriales y militares de Londres. El lector no debe olvidar que
jamás gocé de poderes autocráticos, y que siempre tuve que actuar con-
tando con la opinión política y profesional.
Como consecuencia, envié los siguientes telegramas:

Primer Ministro al general Wavell. 21-VI-41


He llegado a la conclusión de que los intereses públicos estarán mejor
atendidos nombrando al general Auchinleck para sustituirle a usted en el
mando de los ejércitos de Oriente Medio. He admirado en gran manera su
mando y dirección de dichos ejércitos tanto en la victoria como en la adver-
sidad, y los triunfos que quedan asociados al nombre de usted serán famo-
sos en la historia del ejército británico, y constituyen una importante contri-
bución al éxito final de esta obstinada guerra. Sin embargo, opino que des-
pués del largo esfuerzo que usted ha sostenido, se necesitan unos ojos y una
mano nuevos en este teatro de operaciones, tan seriamente amenazado. Es-
toy convencido de que usted es el mejor hombre y el militar más distinguido
que puede ocupar la vacante del comandante en jefe de la India. He con-
sultado al virrey sobre el particular, y me ha asegurado que su nombra-
miento para dicho importante puesto y tarea será recibido calurosamente
en la India, y añade que él, por su parte, se sentirá orgulloso de trabajar con

294
bri-
un hombre que cuenta, para decirlo con sus propias palabras, «con tan
a Su
llante historial». Por consiguiente, es mi intención proponer su. nombre
Majestad a este respecto.
atamen-
2. Se ha ordenado al general Auchinleck que se traslade inmedi
situación y
te a El Cairo, en donde usted le informará del conjunto de la alemán ha-
concertar á con él las futuras medidas para contener el empuje
en que
cia el este, que ahora ya se ve a las claras que es inminente. Confío
o cinco días a
el general Auchinleck llegará por vía aérea dentro de cuatros
pendientes, us-
más tardar. Cuando haya arreglado con él todos los asuntos
ninguna declara-
ted deberá trasladarse cuanto antes a la India. No se hará
mente secreto hasta
ción pública, y el asunto debe ser mantenido rigurosa
que ustedes dos estén en sus puestos,
21-VI-41
Primer Ministro al virrey de la India.
ado al
Sírvase trasladar lo siguiente al general Auchinleck. Ya he telegrafi
e
general Wavell.
Después de estudiar detenidamente todas las circunstancias, he decidido
Majestad
proponer su nombre al rey para el mando de los ejércitos de Su
general
en Oriente Medio. Usted deberá trasladarse a El Cairo y relevar al
Us-
Wavell. Éste le sucederá a usted como comandante en jefe de la India.
ted conferenciará con él sobre el conjunto de la situación, y además concer-
o
tará con él las medidas que tomarán en común para detener el movimient
hacia el este de los ejércitos alemanes, que es claramente inminente. Ruégo-
le se sirva informarme a su llegada. Esta permuta de puestos debe ser man-
tenida absolutamente en secreto hasta que usted esté instalado en su nuevo
cargo.

Wavell recibió la decisión con calma y dignidad. A la sazón estaba a


punto de emprender un vuelo a Abisinia, que resultó extremadamente
peligroso. Su biógrafo relata que, al leer mi mensaje, dijo: «El Primer Mi-
nistro tiene toda la razón. Ha de haber unos ojos y una mano nuevos en
este teatro de operaciones.» En cuanto a su nuevo mando, se puso ente-
ramente a la disposición del gobierno de Su Majestad.

Desde hacía varios meses me venía preocupando extraordinariamente


la aparente insuficiencia del Estado Mayor de El Cairo, y cada vez com-
prendía más las cargas anodinas y heterogéneas que pesaban sobre nues-
tro ya demasiado atareado comandante en jefe. El mismo, junto con los
demás comandantes en jefe, nos había pedido, ya en 18 de abril, que le
allviáramos algo y le ayudáramos. Su punto de vista fue corroborado por
sus colegas profesionales. «Creemos indispensable que se establezca aquí
a una persona con autoridad suficiente para intervenir en los aspectos po-
líticos de los problemas que afectan a más de un departamento o territo-
rio, sujetándose a las normas políticas trazadas por el gobierno de Su Ma-
jestad, Ello implicará, naturalmente, su responsabilidad directa ante el Ga-
binete de Guerra y no ante ningún departamento.» Los comandantes en
jefe percibieron esta conveniencla de tener a una alta autoridad política
en quien descansar, en ocasión de la visita de Mr. Eden. Después de su
partida no pudieron por menos de notar un vacío.

295
Ya el 4 de junio yo había nombrado al general Haining para desempe-
ñar el nuevo cargo, creado por mí, de «Intendente General». El general
Haining había sustituido al jefe del Estado Mayor Imperial durante las
ausencias en el extranjero y, por consiguiente, estaba familiarizado con los
procedimientos del Gabinete de Guerra y con los problemas más amplios
de la guerra. Esperaba que él podría relevar a Wavell de todo el ajetreo
de los suministros y de la administración técnica. Yo deseaba confiarle la
misión de reacondicionar la máquina administrativa de la retaguardia,
prestando particular atención a los grandes talleres de reparación de tan-
ques y aeroplanos, así como a la cada día más extensa organización de
los ferrocarriles, carreteras y puertos. De este modo, los comandantes mi-
litares quedarían libres de una multitud de detalles y sólo tendrían que
pensar en la lucha.
Mi hijo Randolph, que había marchado con los comandos, dispersos en
cierto modo en aquel entonces, se encontraba en estas fechas prestando
servicio en el desierto. Él era diputado y estaba bien relacionado. Yo no
tenía muchas noticias suyas, ni frecuentes, pero el 7 de junio recibí por
conducto del Foreign Office el siguiente telegrama que él me mandó des-
de El Cairo, con conocimiento de nuestro embajador, sir Miles Lampson,
el cual le alentó a enviármelo:

Personal y secreto. De Randolph Churchill al Primer Ministro.

No veo cómo podemos empezar a ganar la guerra aquí hasta que tenga-
mos una personalidad civil competente que lleve de día en día la dirección
política y estratégica. ¿Por qué no enviar aquí a un miembro del Gabinete
de Guerra que dirija todo el conjunto del esfuerzo bélico? Además de un
pequeño Estado Mayor personal, necesitaría dos hombres destacados para
coordinar los suministros y dirigir la censura, el espionaje y la propaganda.
La mayor parte de personas previsoras de aquí comprenden la necesidad
de una reforma radical en este sentido. Un simple cambio de personal no
sería suficiente, y los momentos actuales parecen particularmente maduros
y favorables a un cambio de sistema. Perdone que distraiga su atención con
este asunto, pero considero que la actual situación es deplorable, y que
para cualquier perspectiva de éxito es de vital importancia tomar una deci-
sión urgentemente.

Esto hizo que todos mis pensamientos se fijaran en el asunto. Quince


días después contesté a mi hijo: «He dedicado mucho tiempo a pensar en
las líneas generales de tu útil y bien concebido telegrama.» Después de lo
cual puse manos a la obra.
Yo había hecho entrar al capitán Oliver Lyttelton en el Gobierno, en
calidad de ministro de Comercio, en octubre de 1940. Le conocía desde
la infancia. Su padre, Alfred Lyttelton, había desempeñado el ministerio
de Colonias en el Gabinete Balfour, en 1904, y antes de que se produje-
ran las divergencias sobre el Estatuto irlandés, había sido el más joven se-
cretario privado de míster Gladstone. Por espacio de muchos años fue
miembro destacado de la Cámara de los Comunes. Así es que su hijo fue
educado en un ambiente político. Sirvió en el Cuerpo de Granaderos en
el más duro período de lucha de la Primera Guerra Mundial, siendo heri-

296
hospital en
do y condecorado varias veces. Recuerdo que fui a verle en eluna granada
1918, después de haber tenido la suerte de ser herido por
en llamas, en lu-
de gases asfixiantes, que estalló a sus pies y le envolvió
podido ser, un proyecti l más ortodoxo y hu-
gar de matarle, como habría
llegó a ser director
mano. Al dejar el ejército se dedicó a los negocios y
sus notables cua-
gerente de una gran empresa metalúrgica. Conociendo
no vacilé en hacerle entrar en el Parlame nto y en las
lidades personales, adminis tración
ministro de Comerci o, su
esferas gubernamentales. Como
figuraban en nuestro
se conquistó el respeto de todos los partidos que
o Nacional . No me habían gustado sus proposi ciones de 1941 re-
Gobiern
cupones de raciona miento de los vestidos , pero vi que eran
lativas a los
recibidas favorablemente por el Gabinete y por la Cámara de los Comu-
as. Mi inusitada
nes, y no hay duda de que en aquella época eran necesari
él tenía mucho
selección quedó justificada por los resultados, aunque
que aprende r aún, como recién llegado, en la Cámara de los Comunes.
Era un hombre de acción de pies a cabeza, y pensé ahora que en to-
del
dos los aspectos era el indicado para el nuevo puesto de ministro
Gabinete de Guerra residente en Oriente Medio. Esto descargaría a los
jefes militares de muchos asuntos que pesaban sobre sus hombros. Mis
colegas de todos los partidos aceptaron inmediatamente mi idea. Por
consiguiente:

Primer Ministro al general Wavell. 29-VI-41


El rey se ha dignado nombrar al capitán Oliver Lyttelton, ex ministro de
Comercio, para el puesto de ministro de Estado en el Gabinete de Guerra,
en sustitución de lord Beaverbrook, el cual pasa a desempeñar el Ministe-
rio de Abastecimientos. El capitán Lyttelton saldrá por vía aérea el día 30
del corriente, y llegará a El Cairo el 3 de julio, con un pequeño secretariado.
Representará al Gabinete de Guerra en el Oriente Medio, y su misión básica
será relevar al alto mando militar de todos los problemas no militares, y re-
solver prontamente sobre el terreno, de acuerdo con la política del gobier-
no de Su Majestad, muchas cuestiones que interesan a varios departamen-
tos O autoridades, que hasta el presente requerían ser consultadas a Lon-
dres. Este nombramiento se ha hecho de acuerdo con el telegrama de usted,
de fecha 18 de abril, pero va bastante más allá. Las instrucciones que doy al
capitán Lyttelton seguirán en mi próxima.
Sírvase informar al general Auchinieck cuando llegue, y a sir Miles
Lampson. Debe guardarse absoluto secreto sobre el viaje del capitán Lyrttel-
ton, así como sobre su misión, hasta que haya ilegado.

Todas estas nuevas disposiciones, con las reacciones administrativas


consiguientes, encajaban y se adecuaban al cambio de mando en Oriente
Medio. No puedo resumirlas mejor que reproduciendo el telegrama que
envié al presidente Roosevelt, que a la sazón nos estaba prestando una
importantísima ayuda material para aquel teatro de operaciones.

297
Primer Ministro al presidente Roosevelt. 4-VII-41
A continuación expongo las consideraciones que nos han inducido a de-
cidir el cambio de mando en Oriente Medio. Wavell tiene un glorioso histo-
rial, ya que destruyó completamente al ejército italiano y conquistó todo el (
imperio italiano de África. Asimismo, hizo un buen papel ante los ataques
alemanes, y ha dirigido la guerra y la política en tres o cuatro direcciones si-
multáneamente, desde el principio de la lucha. Debo considerarle nuestro
general más distinguido. Sin embargo, aunque esto no hay que declararlo
públicamente, notamos que después del esfuerzo que ha tenido que soste-
ner, estaba fatigado, y que se necesitaban unos ojos y una mano no cansa-
dos en aquel teatro de operaciones tan seriamente amenazado. El mejor y
más distinguido militar que puede ocupar su puesto es sin duda alguna el
general Auchinleck, actual comandante en jefe de la India. Estamos seguros
de que Auchinleck infundirá nueva energía y precisión a la defensa del valle
del Nilo, mientras que Wavell puede ser un admirable comandante en jefe
de la India, que le ayudará en el conjunto de la gran influencia que está ad-
quiriendo la India, a medida que nuestro flanco se mueve hacia Oriente.
Como comandante en jefe de la India, Wavell tendrá bajo su control las
operaciones del Irak.
Wavell ha aceptado esta decisión con buen ánimo, diciendo que nos cree
acertados al hacer el cambio y cambiar de ideas y de actitud respecto de
los muchos problemas de Oriente Medio. El virrey me ha asegurado que las
brillantes hazañas de Wavell harán que en la India se le acoja calurosamen-
te, tanto por parte del ejército como por parte de la opinión pública.
La presente calma en la ofensiva alemana de Oriente Medio nos ha brin-
dado excelente oportunidad para este cambio. También coincide con el
nombramiento de Oliver Lyttelton como ministro de Estado que representa-
rá al Gabinete de Guerra en aquel teatro de operaciones, y descargará a los
comandantes en jefe de muchas tareas no relacionadas directamente con
las operaciones, las cuales han venido agravando hasta ahora la carga que
pesaba sobre ellos, tales corno las relaciones con los franceses libres, las re-
laciones con el emperador de Abisinia, la administración del territorio ene-
migo ocupado y la guerra económica. El ministro de Estado ejercerá tam-
bién una supervisión general sobre las actividades del intendente general
(otra innovación), incluyendo todos los asuntos relacionados localmente con
los suministros procedentes de los Estados Unidos.
El intendente general, general Haining, relevará al comandante en jefe
del ejército en el control detallado de los servicios administrativos y distribu-
ción de aprovisionamientos en la retaguardia.
Espero que todos estos cambios darán por resultado aumentar considera-
blermente la fuerza e intensidad de nuestra lucha en Oriente Medio, y asegu
rar que se haga el más completo uso de los formidables recursos que ininte:
rrumpidamente se van acumulando allí procedentes del Reino Unido, de
Imperio de ultramar y de los Estados Unidos. Sin duda, Harriman informara
sobre todo ello. Se le ha pedido que espere la llegada de Lyueltton a El Cai
ro (que creemos será el 4 de julio), a fin de reunir toda la wm ¡0n y lu
mar acuerdos para la recepción de los suministros nortean
*2y-1961 OUIBIAU[ [Sp 03492 [2 aJUe4mp euieosa euf] “ope4bultia”
Di
dido costs

El embajador 'urco
y el Secreta: de
Estado alemá: rati-
fican en Berlín el
tratado de a sad
germano-turco.

El acorazado inglés
Hood, hundido pol
el Bismarck el 24
de mayo.
CAPÍTULO XX
LA NÉMESIS SOVIÉTICA
en el Este. —
Erróneos cálculos de los soviets. — El despliegue alemán
demasia do buena para ser cierta. — Puntos de vista del
Una perspectiva
Comité Mixto de Información. — Aviso a los jefes de Estado Mayor, 31
de mayo. — Un relámpago. — Mi aviso personal a Stalin, 3 de abril. —
Una demora vejatoria. — Hitler aplaza dos veces «Barbarroja». — Los
a Hitler y Ribbentrop.
tres grupos del Ejército. — Tentativas para frenar
— Mi telegrama al general Smuts del 16 de mayo. — Las ilusiones de
tele-
Stalin. — La emisión de radio de la agencia Tass, 14 de junio. — Un
ión de guerra,
grama fatídico de Ribbentrop, 21 de junio. — La declarac

22 de junio. — Schulenburg. — Las despiadadas consignas de Hitler.— El
Un fin de semana en Chequer s. — La segurid ad del Presiden te.
ataque alemán. — Mi discurso radiado el 22 de junio.

Según el Diccionario de Oxford, Némesis personifica a «la Diosa de la


Retribución, que aniquila la fortuna inmoderada, ataja la presunción
que la acompaña... y castiga los crímenes extraordinarios».
Téócanos ahora poner al desnudo el error y la vanidad del cálculo a
sangre fría del gobierno soviético y la enorme máquina comunista, así
como su escalofriante ignorancia de cuanto ocurría a su alrededor. Los
soviets habían demostrado una indiferencia total en cuanto a la suerte de
las potencias occidentales, pese a que esto significaba la destrucción de
aquel segundo frente que no debían tardar en reclamar a gritos. Al pare-
cer, no tenían la menor sospecha de que hacía seis meses que Hitler había
decidido su total destrucción. Si sus servicios secretos de información les
tenían al corriente del vasto movimiento de tropas alemanas que se des-
plegaba hacia el este, y que cada día tomaba más incremento, es necesa-
rio convenir que poco hicieron por hacer frente a la agresión que se ave-
a Así, permitieron que todos los Balcanes fueran atropellados por
decil Odiaban y despreciaban a las democracias occidentales, pero
abía cuatro naciones, Turquía, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia, que
a de un interés vital para los soviets y para su seguridad, que en enero
eri e sido coordinadas por el gobierno soviético, con la ayuda
de ritánica, para formar un frente balcánico contra Hitler. Por el con-
dos dejaron que la confusión se apoderara de aquellos países, y todos
S de salvo Turquía, fueron barridos uno tras otro. La guerra es una lista
e disparates, pero se puede poner en duda que exista en la Historia nin-
e error que iguale al de que fueron culpables Stalin y los jefes comunis-
s cuando desecharon todas las posibilidades que tenían en los Balcanes

299
y esperaron impasibles la terrible invasión que se cernía sobre Rusia. Has-
ta entonces les habíamos considerado unos egoístas calculistas. En este
período demostraron que también eran tontos. La fuerza, la masa, la va-
lentía y la resistencia de la Madre Rusia aún tenían que echarse al platillo
de la balanza. Pero en la medida en que la estrategia, la política, la previ-
sión y la competencia son árbitros, Stalin y sus comisarios se manifesta-
ron en este momento como los chapuceros más despistados de la Segun-
da Guerra Mundial.

La directriz «Barbarroja» dada por Hitler el 18 de diciembre de 1940 fi-


jaba la distribución general y las tareas inmediatas de las fuerzas que te-
nían que ser concentradas contra Rusia. En aquella fecha, el volumen to-
tal de fuerzas alemanas en el frente del este era de 34 divisiones. Multipli-
car esta Cifra por más de tres entrañaba un inmenso proceso de planea-
miento y preparación, y ocupó por entero los primeros meses de 1941. En
enero y febrero, la aventura balcánica a que el Fiihrer se dejó arrastrar
causó el traslado de cinco divisiones del este al sur; tres de estas divisio-
nes eran blindadas. En mayo, el despliegue alemán en el este ascendió a
87 divisiones, y no menos de 25 de sus divisiones estaban absorbidas en
los Balcanes. Considerando la magnitud y el riesgo de la invasión de Ru-
sia, era improvidente perturbar la concentración oriental con una diver-
sión de fuerzas tan importante. Ahora veremos cómo se impuso una dila-
ción de cinco semanas a la suprema operación, como consecuencia de
nuestra resistencia en los Balcanes, y especialmente a causa de la revolu-
ción yugoslava. Nadie puede evaluar exactamente las consecuencias que
ello tuvo, antes de que el invierno determinara la suerte de la campaña
germanorrusa. Es razonable creer que gracias a ello se salvó Moscú. Du-
rante Mayo y principios de junio, muchas de las divisiones alemanas me-
jor adiestradas, y todas las blindadas, fueron trasladadas desde los Balca-
nes al frente oriental, y en el momento de iniciar la ofensiva, los alemanes
atacaron con 120 divisiones, 17 de las cuales eran blindadas y 12 motori-
zadas. En el Grupo de Ejércitos del Sur figuraban también seis divisiones
rumanas. En reserva general estaban concentradas, o se estaban concen-
trando, otras 26 divisiones; de modo que a principios de julio el alto man-
do alemán pudo contar por lo menos con 150 divisiones apoyadas
por la
principal fuerza de ataque de su aviación, unos 2.700 aeroplanos.

Hasta fines de marzo no me convencí de que Hitler estaba decidido a


emprender una guerra a muerte contra Rusia, y cuán cerca estaba. Nues-
tros informes de espionaje revelaron con lujo de detalles los amplios mo-
vimientos de tropas alemanas hacia los Estados balcánicos, que fueron la
tónica característica de los tres primeros meses de 1941. Nuestros agentes
se podian desenvolver con bastante libertad en aquellos países casi neu-
trales, y pudieron tenemos al corriente de las cuantiosas fuerzas alemanas

300
que se concentraban por ferrocarril y por carretera hacia el sudeste. Pero
y todos
nada de esto implicaba necesariamente la invasión de Rusia,
aquellos movimientos eran fácilmente explicables por los intereses y la
Gre-
política de Alermnanta en Rumania y Bulgaria, por sus designlos sobre
cia y por sus convenios Con Yugoslavia y Hungría. Que estos inmensos
hacia el
movimientos que se registraban en Alemania entera se dirigieran
de
principal frente ruso, desde Rumania hasta el Báltico, ya fue más difícil
nueva
una
saber. Que en aquella fase de la guerra Alernania entablara me
sin haber despejado el escenario balcánico,
gran guerra contra Rusia
pareció demasiado bueno para que fuese verdad.
en noviembre
Desconociamos el tenor de las conversactones celebradas
, Hitler y Ribbent rop en Berlín, así como las nego-
de 1940 entre Molotov
ningún indicio
claclones y pactos propuestos que las siguieron. No hubo
nosotros, al
de que disminuyeran las fuerzas alemanas situadas frente a conti-
del Canal. Las incursio nes aéreas contra la Gran Bretaña
otro lado
. La forma en que fueron disimula das y aceptad as
nuaban incesantemente
por el gobierno soviético las concentraciones de tropas
aparentemente
de
alemanas en Rumania Y Bulgaria; la evidencia que teníamos nosotros
se enviaba n a Alemani a valiosís imos aprovis ionamie ntos
que desde Rusia
e entre
en grandes cantidades; la evidente comunidad de intereses existent
ambos países por invadir y repartirse el Imperio Británico en Oriente, todo
parecía indicar como más probable que Hitler y Stalin concertaran un
convenio a expensas nuestras y no que se hicieran la guerra entre sí. Ac-
tualmente sabemos que este convenio entraba dentro de los amplios
proyectos de Stalin.
Éstas impresiones eran compartidas por nuestro Comité Mixto de In-
formación. El 7 de abril afirmó que en Europa circulaban muchos rumo-
res sobre un plan alemán para atacar a Rusia. Aunque Alemania —de-
cían— tenía considerables fuerzas disponibles en el este, y esperaba hacer
la guerra a Rusia un día u otro, era improbable que se decidiera a crear
un gran frente de batalla. Según ellos, el principal objetivo alemán seguía
siendo, en 1941, derrotar al Reino Unido. En la tardía fecha del 23 de
mayo, dicho Comité Mixto, compuesto por elernmentos de las tres armas,
comunicó que los rumores sobre un inminente ataque contra Rusia se ha-
bían desvanecido, y que se tenían noticias de que era inminente un nuevo
acuerdo entre ambos países. Los miembros del comité lo consideraban
probable, puesto que la economía alemana necesitaría robustecerse para
hacer frente a las necesidades de una guerra larga. El auxilio necesario lo
podía obtener Alemania de Rusia, ya por la fuerza, ya por un convenio
amistoso. Creían que los alemanes escogerían este último procedimiento,
aunque una amenaza de fuerza ayudaría a obtenerlo. Esta amenaza era
lo que se estaba formando ahora. Existían abundantes pruebas de la
construcción de carreteras y de ramales ferroviarios en la Polonia alerna-
na, de la preparación de aeródromos y de concentraciones de tropas en
gran escala, entre las cuales figuraban tropas y unidades aéreas proceden-
tes de los Balcanes.
Nuestros jefes de Estado Mayor se adelantaron a sus consejeros y fue-
ron más concretos que ellos: «Tenemos indicios precisos —advirtieron al

301
mando de Oriente Medio en 31 de mayo— de que los alemanes están
concentrando un gran ejército y fuerzas aéreas contra Rusia. Valiéndose
de esta amenaza, probablemente exigirán concesiones que pueden reves-
tir suma gravedad para nosotros. Si los rusos se niegan, los alemanes
avanzarán.»
Hasta el 5 de junio no informó el Comité Mixto de Información en el
sentido de que la magnitud de los preparativos militares alemanes en la
Europa oriental parecía indicar que estaba en juego algo de importancia
más trascendental que un convenio económico. Era posible que Alernania
quisiera eliminar de su frontera oriental la potencial amenaza de fuerzas
soviéticas cada vez más poderosas. Los miembros de dicho comité consi-
deraban que aún no era posible decir si de aquello resultaría un convenio
o una guerra. El día 10 de junio declararon: «La segunda mitad de junio
verá la guerra o el convenio.» Y por último, el 12 de junio, informaron:
«Se dispone de informes recientes según los cuales Hitler ha tomado la
decisión de terminar con la obstrucción soviética, y de atacar.»

Yo no me había contentado con esta forma de opinión colectiva y ha-


bia preferido ver los originales por mí mismo. Por lo tanto, ya en verano
de 1940 dispuse que el comandante Desmond Morton hiciera diariamente
una selección de despachos, que yo leía siempre, formándome así una
Opinión propia, a veces con muchos días de antelación.
Asi fue cómo, hacia fines de marzo de 1941, leí con alivio y entusiasmo
un informe del Servicio de Información procedente de una de nuestras
fuentes más fidedignas sobre los movimientos y contramovimientos de las
fuerzas blindadas alemanas en la línea del ferrocarril de Bucarest a Cra-
covia. Ello demostraba que tan pronto como los ministros yugoslavos
hubieron hecho su sumisión en Viena, tres de las cinco divisiones Panzer
que habían atravesado Rumania en dirección sur, hacia Grecia y Yugos-
lavia, habían sido enviadas hacia el norte, a Cracovia, y, en segundo lu-
gar, que la totalidad de estos desplazamientos había hecho marcha atrás
después de la revolución de Belgrado, y se habían enviado de nuevo a
Rumania las tres divisiones Panzer. Este tráfico arriba y abajo de casi se-
senta trenes no pudo hacerse a escondidas de nuestros agentes locales.
Para mi, esto me iluminó toda la escena oriental igual que un relámpa-
go. El súbito traslado a Cracovia de tantas tropas blindadas que hacían
falta en el ámbito balcánico sólo podía significar que Hitler tenía la inten-
ción de invadir a Rusia en mayo. En lo sucesivo me pareció que éste era
ciertamente su magno proposito. El hecho de que la revolución de Bel-
grado hubiese requerido el retorno de dichas fuerzas a Rumania, implica-

1. Primer Ministro a general Ismay. 5-VII-40


No quiero que noticias como las que recibimos sean cribadas y seleccionadas por las dife-
rentes auloridades del Servicio de Información. Por el momento, el comandante Morton las re-
visará y me presentará las que considere de mayor importancia. Hay que mostrárselo todo a
él, y presentarme los documentos auténticos en su forma original.

302
a junio. Inmediatamente envié la sen-
ba quizá un apla zarniento de mayo
ia a Mr. Eden , que se enco ntraba en Atenas.
sactonal notic
30-111-41
Primer Ministro a Mr. Eden, Atenas.
son que el mat hombre concentró
Mis partes dei Servicio de Información Yugoslavia y
muy Importantes fuerzas blinda das, etc. para intimidar a
a de elias, o de ambas, sin lucha.
Grecla, y esperaba apoderarse de la primer Eje, trasladó tres
Tan pronto como hubo asegurado Yugoslavia al lado del
do que lo que quedaba bastaría a
de las cinco Panzers hacia el Oso, creyen
a revolución de Belgrado trastomó
ilquidar la cuestión griega. Sin embargo,
el transporte de tropas hacia el
este cuadro y determinó que se suspendiera
. En mi opinión, esto sólo puede
norte, cuando éstas ya estaban en camino
avia lo más pronto posible, o sl
significar la Intención de atacar a Yugosl
se emplearán poderosas fuerzas en
no, actuar contra los turcos. Parece que
esperar un poco. Además, estas
la península balcánica, y al Oso te harán
golpe de estado de Beigrado pa-
órdenes y contraórdenes en relación con el
que se tienen en cuanto al su-
recen revelar ta magnitud de las intenciones
que hemos recibido por aho-
deste y el este. Ésta es la más clara Indicación
y Dill comparten mis im-
ra. Hágame saber en términos encublertos si usted
presiones.

ole ver el
También indagué algún medio de avisar a Stalin, y, haciénd
semejantes a los que
peligro en que estaba, establecer contactos con él
mensaje de
había establecido con el presidente Roosevelt. Redacté el
modo breve y críptico, esperan do que este mismo hecho, y el de que era
de
el primer mensaje que le enviaba desde mi telegrama formulario de 25
junio de 1940 presentando a sir Stafford Cripps como embajador, fijaría
su atención y le haría reflexionar.

Primer Ministro a sir Stafford Cripps. 3-1V-41

Comunique de mi parte to siguiente al señor Stalin, con tal que pueda


ser verificado personalmente por usted:
Tengo información segura, procedente de un agente fidedigno, de que,
cuando los alemanes creyeron tener ya en su red a Yugoslavia —es decir,
después del 20 de marzo—, empezaron a trasladar desde Rumania a la Po-
lonla meridional tres de las cinco divisiones Panzer. En el momento en que
se tuvo noticia de la revolución servía, se dio contraorden a este movimien-
to. Su Excelencia apreciará fáclimente el significado de estos hechos.

é El ministro de Asuntos Exteriores, que a la sazón había regresado de El


airo, añadió algunos comentarios:

Sl su audiencia te da oportunidad de ampliar la conversación, puede ha-


cer resaltar que este camblo en tas disposiclones militares alemanas Implica
seguramente que Hitler, con su acclón de Yugoslavia, ha aplazado ahora
sus anteriores planes de amenazar al gobierno sovlético. En este caso le se-
ría posible al Gobiemo emplear esta oportunidad para reforzar su posición
Este pias demuestra que tas fuerzas del enemigo no son limitadas
>Le deca tas ventajas que seguirían a ta creación de algo así como

303
2. Un modo evidente que tendría el gobierno soviético de reforzar su
propta posición sería suministrar ayuda material a Turquía y Grecia, y a tra-
vés de esta última, a Yugoslavia, Esta ayuda podría aumentar de tal modo
las dificultades alemanas en los Balcanes, que obligara a un aplazamiento
del ataque alemán contra la Unión Soviética, del cual existen tantos indi-
cios. Sin embargo, si no se aprovecha la presente oportunidad para poner
todos los bastones posibles en las ruedas alemanas, el peligro puede resuci-
tar dentro de pocos meses.
3. Por supuesto, evite implicar que nosotros necesitamos ninguna ayuda
al gobierno soviético, o que ellos hayan de obrar en otro interés que no sea
el suyo propio. Sin embargo, lo que nosotros queremos que comprendan,
es que Hitler tiene la intención de atacarles más pronto o más tarde, si pue-
de: que el hecho de que se halle en guerra con nosotros no basta por sí solo
a impedirle hacerlo, a menos que se encuentre en alguna dificultad especial,
como la que actualmente se está desarrollando en los Balcanes, y que, por
consiguiente, es de interés para los soviets adoptar todas las medidas posi-
bles a fin de que el problema de los Balcanes no llegue a resolverse del
modo que Hitler quiere.

El embajador británico no contestó hasta el 12 de abril, diciendo que


inmediatamente antes de la llegada de mi telegrama, había dirigido perso-
nalmente una larga carta a Vichinsky enumerando la sucesión de fraca-
sos que había tenido el gobierno soviético en contrarrestar las intrusiones
alemanas en los Balcanes, e insistiendo, en los términos más enérgicos,
para que la URSS iniciara, por su propio interés, una inmediata y enérgi-
ca política de cooperación con los paises que seguían oponiéndose a los
progresos del Eje en aquella región, si no quería perder la última oportu-
nidad de defender sus propias fronteras en alianza con los demás.

Si ahora —decia— tuviese que transmitir por mediación de Molotov el


mensaje del Primer Ministro, que expresa la misma tesis en una forma mu-
cho más breve y menos enérgica, temo que el único efecto que produciría
sería probablemente debilitar la impresión ya producida por mi carta a Vi-
chinsky. Estoy convencido de que el gobierno soviético no comprendería
por qué te había de ser transmitido de un modo tan ceremonioso un co-
mentario tan corto y tan fragmentario sobre hechos acerca de los cuales
está ciertamente bien informado, sin llevar aparejado ninguna demanda
concreta de explicaciones sobre la actitud del gobierno soviético ni ninguna
sugestión sobre la acción a seguir.
Me he sentido obligado a hacerle estas consideraciones a usted por cuan-
to temo en gran manera que la entrega del mensaje del Primer Ministro no
sólo no surtiría ningún efecto, sino que constituiría un serio error de táctica.
De todos modos, si usted no comparte este punto de vista, trataré,
por su-
puesto, de procurarme urgentemente una entrevista con Molotov.

Después de lo cual, el ministro de Asuntos Exteriores me comunicó:

Ante esta nueva situación, creo que deben de tener alguna base los arqu-
mentos de sir Stafford Cripps contra la entrega del mensaje. Si usted lo cree
también así, propongo decirle que no es preciso que lo entregue ahora, pero
que si Vichinsky contesta favorablemente a su carta, puede dar a conocer a
este último los hechos contenidos en su mensaje. Entre tanto, le podría pedir

304
que nos telegrafiara lo más pronto posible un resumen de la carta que ha
enviado a Vichinsky, y que nos envíe el texto a la primera oportunidad que
tenga.

Esto me molestó, así como la dilación que se había producido. Este fue
el único mensaje que envlé directamente a Stalin antes de producirse el
ataque. Su brevedad, el carácter excepcional del comunicado, el hecho de
que procedía del jefe del gobierno y de que tenía que ser entregado per-
sonalmente al jefe del gobiemo ruso por el embajador, todo ello iba destí-
nado a darle espectal significado y a llamar la atención de Stalin.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 16-14-41

Atribuyo especial Importancia a la entrega de este mensaje personal mío


a Stalin. No puedo comprender por qué se le opone resistencia. El embaja-
dor no se hace cargo dei significado militar de los hechos. Ruégole me haga
este favor.

Y después:

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 18-14-41


¿Ha entregado ya sir Stafford Cripps mi mensaje personal de advertencia
a Stalin sobre et peligro alemán? Me sorprende mucho que haya habido tan
larga demora, considerando la importancia que atribuyo a dicha informa-
ción, tan llena de significado.

Ante ello, el ministro de Asuntos Exteriores telegrafió el día 18 al em-


bajador encargándole que entregara mi mensaje. Como no se recibiera
ninguna respuesta de sir Stafford, pregunté qué había ocurrido.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores 30-1V-41


¿Cuándo entregó sir Stafíord Cripps mi mensaje a Mr. Stalin? Tenga la
amabilidad de pedirle que lo comunique.

Ministro de Asuntos Exteriores al Primer Ministro. 30-1Y-41


Sir Stafford Cripps envió el mensaje a Vichinsky el 19 de abril, y Vichins-
ky te informó por escrito el día 23, diciéndote que ya había sido entregado a
Stalin.
Lamento mucho que, debido a un error, el telegrama que lo comunicaba
no le fuese enviado a usted oportunamente. Le incluyo unas copias.

Las copias incluidas con el precedente comunicado eran las siguientes:

Sir Stofford Cripps, Moscú, al ministro de Asuntos Exteriores. 19-1V-41


Hoy he enviado el texto del mensaje a Vichinsky, pidiéndole que lo tras-
lade a Stalin. Como en su telegrama no estaba claro si había de añadirse un
comentario al mensaje, o agregarlo como personal mío, después de mi carta
a Vichinsky del 11 de abril y mi entrevista con él celebrada ayer, consideré
preferible abstenerme de añadir ningún comentario, que no habría sido más
que una repetición.

305
Sir Stafford Cripps, Moscú, al ministro de Asuntos Exteriores. 22-1V-41
Vichinsky me ha informado hoy por escrito que el mensaje ha sido entre-
gado a Stalin.
No puedo formar ningún juicio definitivo en el sentido de que, si hubie-
se sido entregado mi mensaje con toda la prontitud y ceremonia prescri-
tas, habría alterado el curso de los acontecimientos. Sin embargo, todavía
lamento que mis instrucciones no fueran cumplidas exactamente. Si yo
hubiese tenido algún contacto directo con Stalin, quizá le habría evitado
que le destruyeran tantos aviones en el suelo.

Sabemos ahora que la directriz de Hitler de fecha 18 de diciembre ha-


bía señalado el 15 de mayo como la fecha para la invasión de Rusia, y
que en el arrebato de cólera que se apoderó de él cuando estalló la revo-
lución en Belgrado, dicha fecha fue aplazada en un mes el 27 de marzo, y
posteriormente se volvió a fijar para el 22 de junio. Hasta mediados de
marzo, los movimientos de tropas en el norte, a lo largo del principal
frente ruso, no revistieron un carácter que exigiera por parte de los ale-
manes la adopción de medidas especiales para disimularlas. Sin embargo,
el 13 de marzo desde Berlín se dieron órdenes en el sentido de terminar
las tareas de las comisiones rusas que trabajaban en territorio alemán y
enviarlas a su país. La presencia de rusos en aquella parte de Alemania
sólo se permitiría hasta el 25 de marzo. En el sector septentrional ya esta-
ban reunidas importantes formaciones alemanas. A partir del 20 de mar-
zo aumentaría aún más la acumulación de fuerzas.!
El 22 de abril, los soviets se quejaron ante el Ministerio alemán de
Asuntos Exteriores por las continuas y cada vez más numerosas violacio-
nes de la frontera de la URSS por parte de aeroplanos alemanes. Desde
el 27 de marzo hasta el 18 de abril se produjeron ochenta incidentes de
esta clase. «Es muy probable —añadía la nota rusa— que se produzcan
serios incidentes si los aeroplanos alemanes continúan volando sobre la
frontera soviética.»
La respuesta alemana estribó en una serie de contrarreclamaciones re-
lativas a los aeroplanos soviéticos.

Durante este tiempo, las ciento veinte divisiones alemanas de primera


clase se estaban agrupando en tres Grupos de Ejército, a lo largo del fren-
te ruso. El Grupo del Sur, al mando de Rundstedt, estaba, por las razones
explicadas, muy lejos de disponer de muchas fuerzas blindadas. Sus divi-
siones Panzer acababan de regresar de Grecia y Yugoslavia. A pesar del
aplazamiento de la fecha hasta el 22 de junio, estaban muy necesitadas
de descanso y de reparaciones, después del desgaste mecánico que habían
sufrido en los Balcanes.

1. Rejaciones Nazisoviéticas, 1939-1941, publicado por el Departamento de Estado de los


Estados Unidos, 1948, pág. 279.

306
El 13 de abril llegó Schulenburg a Berlín procedente de Moscú. Hitler
le recibió el día 28, y obsequió a su embajador con una invectiva sobre la
actitud rusa respecto a Yugoslavia. Según la minuta que Schulenburg
hizo de esta conversación, el embajador se esforzó por excusar el compor-
los rumores
tamiento soviético. Explicó que «Rusia estaba alarmada por
atacara nun-
que precedían un ataque alemán. No podía creer que Rusia
Hitler dijo que había sido prevenido por los acontecim ien-
ca a Alemania.
ocurrido allí era para él un ejemplo de la ines-
tos de Servia. Lo que había
mantuvo fiel al
tabilidad política de los Estados». Pero Schulenburg se
Moscú. «Estoy
tema que había dado la tónica de todos sus informes desde
concesio-
convencido de que Stalin está dispuesto a hacernos aún nuevas
que (si lo pe-
nes. Ya se ha indicado a nuestros negociadores económicos
te has-
dimos con el tiempo debido) Rusia puede suministrarnos anualmen
ta 5 millones de toneladas de cereales.! o
desilusio-
Schulenburg regresó a Moscú el 30 de abril, profundamente
Hitler se
nado de su entrevista con Hitler. Tenía la certidumbre de que
este
había decidido por la guerra. Parece que hasta trató de advertir en
sentido al embajador ruso en Berlín, Dekanosov. Y en las últimas horas
de su estancia en Berlín, abogó persistentemente por su política de com-
prensión rusoalemana.
Weizsacker, alto funcionario del Ministerio alemán de Asuntos Exterio-
res, era una persona muy competente, del tipo que se encuentra en los
departamentos gubernamentales de muchos países. No era un político re-
vestido de poderes ejecutivos y, con arreglo a la tradición británica, no hu-
biese podido hacérsele responsable de la política del Estado. Ahora está
expiando una condena de siete años de presidio, por disposición de los tri-
bunales creados por los conquistadores. Aunque esto le clasifica automá-
ticamente como criminal de guerra, no dejó de dar buenos consejos a sus
superiores, consejos que podemos estar muy contentos de que aquéllos
no siguieran. He aquí su comentario a la entrevista mencionada.

Weizsacker a Ribbentrop. Berlín, 28-1Y-41


Voy a resumir en una frase mi punto de vista sobre un conflicto armado
germanorruso. Si cada ciudad rusa reducida a cenizas tuviera para nosotros
el valor de un buque de guerra británico hundido, abogaría por que se de-
clarara la guerra entre Alemania y Rusia este verano; pero yo creo que
triunfaríamos sobre Rusia sólo en el aspecto militar, y que, en cambio, per-
deríamos en el aspecto económico.
Quizá quepa considerar una perspectiva seductora el dar un golpe de
muerte al sistema comunista, y también puede decirse que es inherente a la
lógica de las cosas alinear al continente eurasiático contra el mundo anglo-
sajón y su séquito. Pero el único factor decisivo estriba en si el proyecto pre-
cipitará la caída de Inglaterra.
Debemos distinguir entre dos posibilidades:
a) Inglaterra está al borde del colapso. Aceptada esta suposición, no ha-
remos más que dar nuevos alientos a Inglaterra si nos empeñamos con un
nuevo enemigo. Rusia no es un aliado potencial de Inglaterra. Ésta no pue-

1. Ibid., pág. 332.

307
de esperar nada bueno de Rusia. Las esperanzas que pongamos en Rusia
no aplazarán el colapso de Inglaterra. Con Rusia no destruimos ninguna de
las esperanzas inglesas.
b) Si no creemos en el colapso inminente de Inglaterra, entonces cabe
que automáticamente se suscite la hipótesis de que debemos avituallarnos a
costa de territorios soviéticos y mediante el uso de la fuerza. Doy por des-
contado que avanzaremos victoriosamente hasta Moscú y más allá. Sin
embargo, dudo mucho que podamos sentar en la cuenta del activo lo que
habremos ganado, habida cuenta de la conocida resistencia pasiva de los es-
lavos. No acierto a ver en el Estado ruso ninguna oposición efectiva capaz
de reemplazar al sistema comunista, de unirse con nosotros y de semos
útil. Por consiguiente, habremos de pensar probablemente en una continua-
ción del sistema de Stalin en la Rusia oriental y en Siberia, y en una nueva
ruptura de hostilidades en la primavera de 1942. La ventana al océano Pa-
cífico permanecería cerrada.
Un ataque alemán contra Rusia no haría otra cosa que dar nueva fuerza
moral a los ingleses. Ellos lo interpretarían como una incertidumbre alema-
na sobre el éxito de nuestra lucha contra Inglaterra. Con lo cual no sólo ha-
bríamos de admitir que la guerra iba a durar aún mucho tiempo, sino que
en efecto la prolongaríamos en lugar de acortarla.

El 7 de mayo, Schulenburg informó esperanzadamente que Stalin ha-


bía asumido la presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo en susti-
tución de Molotov, y que con ello había pasado a ser jefe del gobierno de
la Unión Soviética.

La razón de este cambio puede buscarse, quizá, en los recientes errores


habidos en política extenor, que condujeron a un enfriamiento en la cordia-
lidad de las relaciones germanosoviéticas, por cuya creación y conservación
Stalin se ha esforzado vivamente.
En su nuevo cargo, Stalin asume la responsabilidad de todos los actos del
Gobierno, tanto en lo interior como en lo exterior... Estoy convencido de
que Stalin utilizará su nueva posición para tomar parte personalmente en la
conservación e intensificación de las buenas relaciones entre los soviets y
Alemania.

El agregado naval alemán, en un informe enviado desde Moscú, expre-


só la misma opinión en estas palabras: «Stalin es el eje de la colaboración
germanosovíética.» Se intensificaron los ejemplos atestiguando que Rusia
quería apaciguar a Alemania. En 3 de mayo, Rusia reconoció oficialmente
al gobierno germanófilo de Rashid Ali, del Irak. En 7 de mayo, los repre-
sentantes diplomáticos de Bélgica y Noruega fueron expulsados de Rusia.
Hasta se expulsó al ministros de Yugoslavia. A principios de junio fue
expulsada de Moscú la legaclón griega. El general Thomas, jefe de la
sección económica del Ministerio alemán de la Guerra, escribió en su dia-
rio sobre la guerra económica del Reich: «Los rusos efectuaron sus entre-
gas hasta la víspera del ataque, y en los últimos días el transporte de cau-
cho procedente del Extremo Oriente se hizo con trenes expresos.»
Como es natural, careciamos de información sobre el estado de espíritu
reinante en Moscú, pero el propósito alemán se veía claro y evidente. El
16 de mayo cablegrafié al general Smuts: «Parece que Hitler está concen-

308
trando fuerzas contra Rusia. Se está efectuando un incesante movimiento
de tropas, fuerzas blindadas y aviones hacla el norte, procedentes de los
de-
Balcanes, y hacia el este, procedentes de Francia y Alemania.» Stalin
por conservar sus ilusiones sobre la política de
bió de esforzarse mucho
e de tro-
Hitler. Transcurrido otro mes de intenso movimiento y despliegu
pudo telegrafiar al Ministerio alemán de
pas alemanas, Schulenburg
Asuntos Exteriores, el 14 de junio:
el siguiente texto
El Comisario del Pueblo Molotov acaba de entregarme
esta noche y publi-
de una información de la agencia Tass, que será radiado
cado en los periódicos de mañana: E
Cripps, pero
Aún antes de que regresara a Londres el embajador inglés
mente desde su regreso, la prensa inglesa y extranjera se han hecho
especial e que-
a una inminent
eco de los rumores circulados profusamente, relativos
]
rra entre la URSS y Alemania. Dichos periódicos alegan:
se supone que Alemania formuló diferente s demanda s terri-
1. Que io-
es unas negociac
toriales y económicas a la URSS, y que son inminent
y más amplio
nes entre Alemania y la URSS para concertar un nuevo
acuerdo.
demandas,
2. Que se supone que la Unión Soviética ha declinado dichas
r sus tro-
y que, como resultado de ello, Alemania ha empezado a concentra
pas en la frontera de la Unión Soviética, para atacarla. .
parte in-
3. Que se supone que la Unión Soviética ha comenzado por su
do
tensos preparativos para una guerra con Alemania, y que ha concentra
sus tropas en la frontera alemana.
A pesar del evidente absurdo de estos rumores, los medios responsables
de Moscú han considerado necesario declarar que constituyen una burda
maniobra propagandística de las fuerzas aliadas contra la Unión Soviética y
Alemania, interesadas en extender e intensificar la guerra.

Hitler tenía derecho a alegrarse del éxito de sus mentiras y ocultacio-


nes, así como del estado mental de su víctima.
Merece la pena registrar la necedad final de Molotov.

Schulenburg al Ministerio alemán de Asuntos Exteriores.


Moscú, 22 junio 1941, a la 1.17 madrugada

Molotov me llamó a su despacho a las 9.30 de esta noche. Después de


mencionar la supuesta repetición de violaciones de la frontera por parte de
los aviones alemanes, añadiendo que se habían transmitido instrucciones a
Dekanosov para que hablara de este asunto con el ministro alemán de
Asuntos Exteriores, Molotov ha declarado lo siguiente:
Existen numerosos indicios de que el gobiemo alemán está descontento
con el gobierno soviético. Incluso han circulado rumores de que es inmi-
nente una guerra entre Alemania y la Unión Soviética. Dichos rumores han
encontrado pábulo en el hecho de que no ha habido absolutamente ningu-
na reacción por parte de Alemania a la información dada el 15 de junio por
la agencia Tass, información que ni siquiera fue publicada en Alemania. El
gobierno soviético no puede comprender los motivos del descontento de
Alemania. Si hubo un momento en que la cuestión yugoslava dio origen a
tal descontento, él —Molotov— creía que con sus anteriores declaraciones
había aclarado la cuestión, la cual, además, era ya cosa del pasado. Molotov

309
me agradecería que pudiera decirle qué había dado origen al actual estado
de las relaciones germanosoviéticas.
Contesté que no podía responder a su pregunta porque me faltaba la ne-
cesaria información; pero que, de todos modos, transmitiría a Berlín lo que
acababa de decirme.

Pero ya había llegado la hora.

Ribbentrop a Schulenburg. Berlín, 21 junio 1941


1. Al recibo de este telegrama debe destruirse todo el material cifrado
que aún tengan ahí. El aparato de radio debe ser inutilizado.
2. Sírvase informar inmediatamente a Herr Molotov que tiene que co-
municarle algo urgentemente, y que, por lo tanto, irá a verle en seguida.
Entonces sírvase transmitirle la siguiente declaración:
«...El gobierno del Reich declara que el gobierno soviético, contraria-
mente a las obligaciones que había contraído,
1) no sólo ha continuado, sino que incluso ha intensificado sus inten-
tos de socavar a Alemania y a Europa;
2) ha adoptado una política exterior cada vez más antigermánica;
3) ha concentrado todas sus fuerzas, preparadas, en la frontera ale-
mana.
»Por lo cual el gobierno soviético ha infringido sus tratados con Alema-
nia y está a punto de atacar a Alemania por la espalda, mientras ésta está
luchando por su existencia. Por consiguiente, el Fúhrer ha ordenado que las
fuerzas armadas alemanas se opongan a esta amenaza con todos los me-
dios de que disponen.»
Sírvase no entrar en discusión alguna sobre esta comunicación. Al go-
bierno de la Unión Soviética incumbe velar por la seguridad del personal de
la embajada.

A las cuatro de la madrugada del 22 de junio, Ribbentrop entregó una


declaración formal de guerra al embajador ruso en Berlín. Al amanecer,
Schulenburg se presentó a Molotov en el Kremlin. Éste escuchó en silen-
cio la declaración leida por el embajador alemán, y después hizo este co-
mentario: «Es la guerra. Su aviación acaba de bombardear unas diez al-
deas abiertas. ¿Cree usted que mereciamos esto?»l
Vista la información de la Tass, habría sido inútil que nosotros añadié-
ramos nada a las diferentes advertencias que Eden ya había dado al em-
bajador soviético en Londres, o que yo hiciera otro esfuerzo personal por
lograr que Stalin se diera cuenta del peligro en que se hallaba. Informa-
ciones aún más concretas habían sido enviadas constantemente al go-
bierno soviético por los Estados Unidos. Nada de lo que nosotros pudiéra-

1. Este fue el último acto de la carrera diplomática del conde Schulenburg. A fines de
1943 su nombre aparece en los círculos secretos que conspiraban contra Hitler en Alemania,
como posible ministro de Asuntos Exteriores de un gobierno que había de suceder al régimen
nazi, por razón de estar especialmente calificado para negociar una paz separada con Stalin.
Fue detenido por los nazis después del atentado contra Hitler de julio de 1944, y encarcelado
en las celdas de la Gestapo. Fue ejecutado el 10 de noviembre.

310
mos hacer logró perforar el clego prejuicio y las ideas fijas que Stalin ha-
bía levantado entre él y la terrible verdad. Aunque, según los cálculos ale-
manes, detrás de las fronteras soviéticas estaban concentradas 186 divi-
slones rusas, 119 de las cuales apostadas en el frente alemán, los ejércitos
rusos fueron cogidos en gran parte por sorpresa. Los alemanes no encon-
traron indiclos de preparativos de ofensiva en la zona avanzada, y las
tropas rusas de cobertura fueron aplastadas rápidamente. Algo parecido
al desastre que sufrió la aviación polaca el 1 de septiembre de 1939 iba a
repetirse ahora, en una escala muy superior, en los aeródromos rusos, y
muchos centenares de aviones rusos fueron sorprendidos al amanecer y
destruidos antes de que pudiesen despegar. Así, los delirios de odio contra
la Gran Bretaña y los Estados Unidos que el aparato propagandístico so-
viético lanzó al aire a medianoche, fueron acallados al despuntar el día
por el cañoneo alemán. Los malos no son siempre los más hábiles, ni
siempre los dictadores tienen razón.

Es imposible completar este relato sin hacer referencia a una terrible


decislón política adoptada por Hitler para con sus nuevos enemigos, y lle-
vada a la práctica con toda la brutalidad de aquella lucha a muerte en las
vastas estepas y en medio de los rigores del invierno. En una conferencia
celebrada el 14 de junio de 1941, Hitler dio unas órdenes verbales que en
gran manera informaron la conducta del ejército alemán ante las tropas y
el pueblo rusos, y que condujeron a numerosos hechos crueles y bárbaros.
Según los documentos de Nuremberg, el general Halder declaró:

Antes del ataque contra Rusia, el Fiihrer convocó una conferencia de to-
dos los comandantes y personas relacionadas con el mando supremo, para
tratar del próximo ataque contra Rusia. No recuerdo la fecha exacta en que
se celebró esta conferencia... En ella, el Fúhrer declaró que los procedi-
mientos a emplear en la guerra contra los rusos tendrían que ser diferentes
de los empleados en el oeste... Dijo que la lucha entre Rusia y Alemania
era una lucha rusa. Afirmó que puesto que los rusos no eran firmantes de
la Convención de La Haya, el trato de los prisioneros de querra no tenía
que ceñirse al articulado de la Convención... Dijo (aribién] que los llama-
dos comisarios no serian considerados prisioneros de guerra.

Y según Keitel:

El tema principal de que habló Hitler fue que ésta era una batalla decisi-
va entre las dos ideologías, y que este hecho hacía imposible emplear en
esta querra [con Rusia] unos métodos que, como sabemos nosotros, los mi-
litares, son los únicos correctos según la ley internacional.2

1. Nuremberg Documents, Parte Vi, pág. 310.


2. Ibid., Parte Xi, pág. 16.

311
La víspera del viernes 20 de junio me trasladé en automóvil a Che-
quers, solo. Sabía que el ataque alemán contra Rusia era una simple
cuestión de días, o quizá de horas. Había anunciado que pronunciaría un
discurso por radio, el sábado por la noche, tratando de este hecho. Natu-
ralmente, tendría que ser en términos cautos. Además, a la sazón el go-
bierno soviético, altanero y ciego a la vez, consideraba que cada adver-
tencia nuestra no era más que un intento por parte de unos hombres de-
rrotados para arrastrar a otros a la ruina. Como resultado de las reflexio-
nes que fui haciendo en el coche, aplacé el discurso hasta el domingo por
la noche, en que creí que todo se habría aclarado. Así, el sábado transcu-
rrió con el ajetreo usual.
Cinco días antes, el 15, había telegrafiado al Presidente lo siguiente:

A juzgar por las distintas fuentes de información de que dispongo, entre


ellas algunas muy fidedignas, parece que es inminente un vasto ataque ale-
mán contra Rusia. No sólo están desplegados los ejércitos alemanes desde
Finlandia hasta Rumania, sino que se están completando las llegadas fina-
les de fuerzas aéreas y blindadas. El crucero de bolsillo «Lutzow», que ayer
asomó la nariz por Skager-Rak, y fue prontamente torpedeado por nuestra
aviación de costas, es muy probable que se dirigiera al norte para aportar
un refuerzo naval al flanco del Ártico. Si estalla esta nueva guerra, noso-
tros, naturalmente, alentaremos a los rusos y les prestaremos toda la ayuda
que podamos, con arreglo al principio de que Hitler es el enemigo a quien
tenemos que derrotar. No espero que aquí se produzca ninguna clase de
reacción política, y confío en que un conflicto germanorruso no le causará a
usted ninguna dificultad.

El embajador norteamericano, que fue invitado mío durante el fin de


semana, me trajo la respuesta del Presidente a mi mensaje. En éste, Roo-
sevelt prometía que si los alemanes atacaban a Rusia, él apoyaría inme-
diata y públicamente «cualquier declaración que pudiera pronunciar el
Primer Ministro saludando a Rusia como aliada». Mr. Winant me transmi-
tió esta importante afirmación verbalmente.

La mañana del domingo día 22, cuando me levanté, me trajeron la no-


ticia de que Hitler había iniciado la invasión de Rusia. Ello cambió la con-
vicción en certidumbre. No tuve la menor duda sobre cuáles eran nuestro
deber y nuestra política a seguir. Ni sobre lo que tenía que decir. Sólo
quedaba la tarea de escribirlo. Pedí que se anunciara inmediatamente que
Pronunciaría mi discurso por radio a las nueve de la noche. A poco entró
en mi dormitorio el general Dill, que se había apresurado a venir de Lon-
dres con noticias detalladas. Los alemanes habían invadido Rusia en un
frente enorme, habían sorprendido en gran parte a la aviación soviética
en el suelo, y al parecer avanzaban con gran rapidez y violencia. El jefe de
Estado Mayor General Imperial añadió: «Supongo que lo cercarán y
coparán en hordas.»
Invertí el día redactando mi declaración. No quedaba tiempo para con-

312
pensábamos
sultar al Gabinete de Guerra; ni hacía falta. Sabía que todos
ncias. Mr. Eden, lord Beaverbr ook y sir
lo mismo en aquellas circunsta
n tam-
Stafford Cripps —que había salido de Moscú el día 10— estuviero
bién conmigo durante todo el día.

domingo en Che:
Puede ser de interés la siguiente reseña de aquel
, que estaba de
quers, redactada por mi secretario privado, Mr. Colville
servicio en este fin de semana:
antes de cenar. Es-
El sábado 21 de junio fui a Chequers inmediatamente
Eden, con sus esposas, y
taban allí, como invitados, los señores Winant y
l dijo que ya era cosa
Mr. Edward Bridges. Durante la cena, Mr. Churchil
que Hitler pensaba
cierta un ataque alemán contra Rusia, y que creía
derecha de nuestro
atraerse las simpatías de los capitalistas y personas de
aba, y todos no-
país y de los Estados Unidos. Sin embargo, Hitler se equivoc
que lo mismo podía
sotros tendríamos que ir a ayudar a Rusia. Winant dijo
decirse de los Estados Unidos.
de croquet con
Después de la cena, mientras yo paseaba por el campo
si para
Mr. Churchill, Winant volvió a hablar del mismo tema, y preguntó
el Templo de
él, archianticomunista, esto no era hacer una reverencia ante
obje-
Rimmon. Mr. Churchill contestó: «De ningún modo. Yo sólo tengo un
Si
tivo: la destrucción de Hitler, y con ello mi vida se simplifica mucho.
Hitler invadiera el infierno, yo haría por lo menos una favorable alusión al
diablo en la Cámara de los Comunes.»
2. Fui despertado a las cuatro de la madrugada siguiente por un mensaje
telefónico del Foreign Office dando cuenta de que Alemania había atacado
a Rusia. El Primer Ministro había dicho siempre que jamás tenían que des-
pertarle por nada como no fuera la Invasión [de Inglaterra]. Por consiguien-
te no se lo dije hasta las ocho de la mañana. Su único comentaño fue:
«Diga a la B.B.C. que pronunciaré el discurso a las nueve de esta noche.»
Empezó a preparar su alocución a las once de la mañana, y dedicó todo el
día a esta tarea salvo el tiempo de la comida, a la cual estuvieron presentes
sir Stafford Cripps, lord Cranbome y lord Beaverbrook... El discurso no
quedó listo hasta las nueve menos veinte.

En mi discurso radiado dije:

«El régimen nazi es indistinguible de las peores características del co-


munismo. Está vacío de todo tema y principio, salvo la codicia y la domi-
nación racial. Supera a todas las formas de maldad humana en la eficien-
cia de su crueldad y de su feroz agresividad. Nadie ha sido enemigo más
encarnizado del comunismo que yo, durante los últimos veinticinco años.
No retiro nada de lo que haya podido decir sobre él. Pero todo esto se es-
fuma ante el espectáculo que se desarrolla ante nosotros. El pasado, con
sus crímenes, sus locuras y sus tragedias, desaparece. Veo a los soldados
rusos en el umbral de su tierra natal, guardando los campos que sus pa-
dres han venido labrando desde tiempo inmemorial. Les veo guardando

313
sus hogares donde las madres y las esposas oran —ah, sí, porque existen
ocasiones en que también oran— por la vida de sus amados, por el retor-
no del hombre que les gana el pan, de su defensor, de su protector. Veo
las diez mil aldeas de Rusia, en donde tan laboriosamente fueron arranca-
dos del suelo los medios de exlstencia, pero en donde aún existen las ale-
grías humanas básicas, en donde las jóvenes ríen y los niños juegan. Veo
avanzar sobre todo esto la repugnante agresión de la máquina de guerra
nazi, con el ruido metálico de los sables y el taconeo de sus elegantes ofi-
ciales prusianos, y sus hábiles y expertos agentes, tan frescos después de
aplastar y amordazar a una docena de países. También veo las sordas,
alineadas, dóclles y embrutecidas masas de la soldadesca humana, avan-
zando pesadamente como una plaga de langosta. Veo los bombarderos y
los cazas alemanes en el cielo, doloridos aún de algún zurriagazo inglés,
encantados de encontrar lo que creen una presa fácil y segura.
»Detrás de toda esta aparición, detrás de toda esta tempestad, veo a un
pequeño grupo de hombres malvados que planean, organizan y desenca-
denan esta catarata de horrores sobre la Humanidad...
» Tengo que anunciar la decisión del gobierno de Su Majestad —y es-
toy seguro de que es una decisión a que se adherirán en el momento
oportuno los grandes Dominios—, porque debemos hablar en seguida, sin
la dilación de un solo día. Yo tengo que hacer la declaración, pero, ¿po-
déis dudar de cuál será nuestra política? Nosotros no tenemos más que
un objetivo y un único e irrevocable propósito. Estamos decididos a des-
trulr a Hitler y a todo vestigio del régimen nazi. De esto no nos desviará
nada, nada. Nunca parlamentaremos, nunca negociaremos con Hitler ni
con nadie de su pandilla. Le combatiremos por tierra, le combatiremos
por mar, le combatiremos por el aire, hasta que, con la ayuda de Dios,
hayamos librado al mundo de su sombra y liberado a los pueblos de su
yugo. Cualquier hombre o país que luche contra el nazismo tendrá nues-
tra ayuda. Cualquier hombre o Estado que esté al lado de Hitler, es nues-
tro enemigo... Esta es nuestra política, y tal es nuestra declaración.
De
ello se sigue, por lo tanto, que prestaremos toda la ayuda que podamos
a
Rusia y al pueblo ruso. Apelaremos a todos nuestros amigos y aliados
de
todas partes del globo para que adopten la misma actitud y la pongan
en
práctica, como haremos nosotros fiel y firmemente hasta el fin...
»Esta no es ninguna guerra de clases, sino una contienda en la
que es-
tán en juego todo el Imperio y la Comunidad de Naciones británico
s, sin
distinción de raza, de credo o de partido. No me atañe a mí hablar de
la
actitud de los Estados Unidos, pero diré una cosa: si Hitler imagina que
este ataque contra la Rusia soviética determinará la menor divergencia de
objetivo o una disminución del esfuerzo de las grandes democrac
ias que
ya tienen hecha su resolución en cuanto a la suerte de Hitler, está tremen-
damente equivocado. Al contrario, nos sentiremos con mayores fuerzas
y
alientos en nuestros esfuerzos por rescatar a la Humanidad de su tiranía.
Nuestra decisión y nuestros recursos se intensificarán y no se debilitarán.
»No es éste el momento de hacer moralejas sobre la locura de los paí-
ses y gobiernos que se han permitido ser abatidos uno tras otro, cuando
mediante una acción unida podrían haberse salvado y haber salvado al

314
, hace unos minutos, de
mundo de la catástrofe. Pero cuando he hablado
tiene Hit ler y de los odiosos apetitos que le han im-
la sed de sangre que
he dicho que existía un motivo
pelido o atraído hacia su aventura rusa,
potencia rusa
Quiere destruir la
más profundo detrás de esta agresión.
de que si triunf a podrá retirar las principales
porque tiene la esperanza
ón del Este, y lanzarlas sobre nuestra
fuerzas de su ejército y de su aviaci que le corresponde por
que debe conqui starla o sufrir la pena
isla; él sabe de un intento
sus delitos. Su invasi ón de Rusia no es más que un preludio
tiene la esperanza, sin duda algu-
de invasión de las Islas Británicas. Hitler
que todo esto puede realiz arse antes de que llegue el invierno y de
na, de
ar a la Gran Breta ña antes de que la flota y la aviación
que puede aplast
n interv enir. El tiene la esperanza de que una
de los Estados Unidos pueda nunca, el proceso de
mayor que
vez más puede repetir, en escala mucho
enemi gos uno por uno, con el cual ha medrado y prospera-
destruir a sus
escenario queda rá expedito
do durante tanto tiempo. y que entonces el es decir:
el cual serían inútiles todas sus conquistas,
para el acto final, sin
voluntad y a su sistema.
la sojuzgación del hemisferio occidental a su
»Por consigu iente, si Rusia está en peligro, estamos en peligro nosotros
de toda lucha que Ru-
y lo están los Estados Unidos; asimismo, la causa
de los hombres libres
sia sostenga por sus hogares y su tierra, es la causa
nos de algo
y de los pueblos libres de todos los rincones del globo. Sírvan
emos
las lecciones que nos ha enseñado tan cruel experiencia. Redobl
nuestro esfuerzo y ataquemos con unidad de fuerzas, mientras nos que-
den vida y fuerzas.»
ÍNDICE
Nota de los editores
Prefacio
Moraleja de esta obra ...........-----
Tema de este volumen

LIBRO PRIMERO
ALEMANIA ATACA A RUSIA

El desierto y los Balcanes. ..........oooooooomocroro.o..


La querra se extiende .......oooococoooooocooro ooo
Blitz y Anti-Blitz. Hess .........[Link]--
La guerra en el Mediterráneo .......oooooocooconccomo.
La conquista del Imperio italiano ........-....----.---
La decisión de ayudar a Grecia ............[Link]...
La batalla del Atlántico, 1941: Los accesos occidentales. . .
La batalla del Atlántico, 1941: La intervención americana .
Yugosladia a o LN a ES
El enviado japonés .........ooooococooccccnnanono..
El flanco del desierto. Rommel. Tobruk ................
La campaña griega. .-...ooooocccccncoraccnano cc
Trípoli y la operación «Tigre»..........ooooooccoooo...
La revuelta del Irak..............[Link]...
Creta: el preludio ...........oooococoooccccnocnmomo..
Creta: la batalla.............................

SMA E O E da
El esfuerzo final del general Wavell: «Hacha de Guerra» ...
La Némesis SOVIÉética............oooooocooocccocoooo..
APÉNDICES
APENDICE A

LISTA DE NOMBRES CIFRADOS (1)

ABRASADOR (Scorcher): Defensa de Creta.


ACRÓBATA (Acrobat): Avance de Cirenaica a Trípoli.
ANTORCHA (Torch): Operaciones angloamericanas contra el Afri-
ca del Norte Francesa. :
ARCADIA (Arcadia): Primera conferencia de Washington, diciem-
bre de 1941.
BARBARROJA (Barbarossa): Plan alemán de invasión de Rusia.
CastIGO (Punishment): Bombardeo alemán de Belgrado.
CoLorRADO (Colorado): Creta. :
CRUZADO (Crusader): Operaciones en el Desierto occidental, no-
viembre de 1941.
EXPORTADOR (Exporter): Operaciones de Siria.
FÉLIX (Felix): Plan alemán para la toma de Gibraltar.
GIMNASTA (Gymnmast): Ocupación británica del Norte de Africa
francesa. .
HACHA DE GUERRA (Battleaxe): Operaciones ofensivas en la zona
de Sollum, Tobruk y Capuzzo, junio de 19<1.
INFLUJO (Inflax): Ocupación de Sicilia,
JAGUAR (Jaguar): Refuerzos para Malta, 1941.
Lírico (W'bipcord): Plan para la invasión de Sicilia.
León MARINO (Sea Lion): Plan alemán para la invasión de la
Gran Bretaña. *

(1) Acompañamos a la traducción de dichos nombres la versión oti-


ginal para utilidad de los lectores que consulten otras obras relacionadas con
las operaciones militares de la segunda guerra mundial, — N. del T.

457
LONA (Canvas): Ataque contra Kismayu.
LUSTRE (Lustre): Ayuda a Grecia.
MAGNETO (.Magnet): Movimiento de tropas americanas a Irlanda
del Norte.
MANDiBULA (Mandibles): Operaciones contra el Dodecaneso.
MARITA (Marita): Plan alemán para la invasión de Grecia.
ORIENTE (Orient): Plan alemán para aniquilar las posiciones bri:
tánicas en Oriente Medio.
OVERLORD (Overlord): Liberación de Francia, 1944.
PEREGRINO (Pilgrim): Ocupación de las islas Canarias.
PORRA (Truncheon): Incursión combinada contra Liorna.
RODEO (Round-Up): Liberación de Francia, 1943 (ulteriormente
denominada OVERLORD).
SUPERCARGA (Supercharge): Liberación de los australianos sitiados
en Tobruk. E
SUPERGIMNASTA (Super-G ymnast): Ocupación angloamericana del
Norte del Africa Francesa.
TALLER (Workshop): Toma de Pantelaria.
TIGRE (Tiger): Paso de parte del convoy W. S. 8 a través del Medi-
terráneo.
ZARZAMORA (Mulberry): Muelle artificial.

458
APENDICE B

MINUTAS Y TELEGRAMAS PERSONALES


DEL PRIMER MINISTRO

ENERO
em
Primer Ministro a sir Edward Bridges, el general Ismay y Mr. .
1-1-41

Carm-
Con el comienzo del año nuevo debe iniciarse una intensa
rela-
paña por asegurar el máximo secreto en todas las cuestiones
tivas a la conducción de la guerra, y ustedes deben concentrar Su
atención en los siguientes puntos, estudiándolos conjuntamente y
comunicando sus impresiones a mí.
1. Reiterar las advertencias publicadas hace un año contra
los chismes y habladurías sobre cuestiones del servicio. Tal vez
será menester imprimir una nueva serie de carteles para llamar la
atención sobre este extremo.
2. Renovación de las órdenes que en aquella fecha fueron
circuladas a todos los departamentos.
3. Imponer severas restricciones sobre la circulación de docu-
mentos secretos, especialmente los relativos a operaciones, número
y armamento de las fuerzas armadas, política exterior, etc. Debe
solicitarse a cada departamento que presente proyectos para la res-
tricción del trasiego de documentos. Todo esto es tanto más impot-
tánte cuanto que cada día se va complicando más el funciona-
miento de los departamentos y va en aumento la población buro-
crática de Whitehall.
4. El uso de cajas con cierres automáticos debe ser obligato-
459
]

rio para todos los documentos de carácter secreto. Los ministrp'


y sus secretarios particulares deben tener em sus mesas cajas cy
cierres automáticos, y munca deben dejar documentos confide
ciales en las cubetas cuando tengan que salir de sus despachos,
5. Dichas cajas deben permanecer constantemente cerradas q
menos que se haya de hacer uso inmediato de las mismas. El acce
a los despachos en que trabajan los secretarios confidenciales y ly
ministros, debe restringirse al máximo, disponiendo para ello de
cuantas antesalas hagan falta para recibir a los visitantes.
6. Debe diseñarse una etiqueta con una estrellita encarnada
para colocarla en los documentos más rigurosamente secretos, es
decir, aquellos que traten de operaciones:o se refieran al númeroy
armamento de las fuerzas. No es necesario que todos los secreta-
rios particulares de cada oficina lean los documentos que ostenten
dicha estrella. Estos documentos deben circular siempre en cajas
cerradas y ser transferidos inmediatamente a otras cajas también
cerradas para mi uso y el de los ministros.
7. Deben restringirse, asimismo, los telegramas relativos 4
operaciones futuras. Recientemente y en varias ocasiones he reci
bido una relación de operaciones a realizar en el futuro, en la que
se mencionaba el nombre del lugar así como la palabra cifrada.
Esto ha ocurrido ayer mismo en el caso de la operación «Influx».
Estos documentos que contienen el nombre del lugar y la palabra
cifrada, han de ser recogidos y destruídos, o bien guardados en una
caja fuerte.
8. Debe solicitarse de los ministros que limiten al máximo
posible el círculo de personas en el que sea menester discutir cues
tiones secretas. No es necesario que los secretarios particulares par-
lamentarios (a menos que ostenten el título de Consejeros Pri
vados), estén informados más de lo que les haga falta para el cun
plimiento de sus deberes parlamentarios y políticos.
9. Estamos teniendo disgustos a causa de las actividades de
corresponsales de guerra de ambos sexos. Las revelaciones de Eu
gel, aparecidas en los periódicos de hoy, son un ejemplo capital
Deben elaborarse proyectos para limitar las facilidades concedidas
a los corresponsales en la obtención de informaciones confiden
460 |
j
ciales. Debe recordarse que cuanto se comunica a la Prensa 2me-
tenemos
ricana, es instantáneamente transmitido a Alemania, y no
modo de conseguir una reparación.
10. Es preciso acabar con la tendencia a multiplicar los
comunicados de todas clases y a hacer circular los partes del Ser-
vicio de Información. Cada ministerio relacionado con la guerra
expongan
debería, previa demanda, presentar un proyecto en el que
las restricciones y limitaciones que se propongan introdu cir a partir
de Año Nuevo. Hace algún tiempo, el Gabinete de Guerra decidió
que los ministros que no formaban parte del mismo, debían pre-
la
sentar de antemano sus discursos sobre la guerra, o referencias a
caído
misma, al ministro de Información. Al parecer, esta crden ha
en desuso. Facilítenme un informe del por qué. Acaso sería prefe-
rible que los ministros que desearan referirse a cuestiones de guerra,
consultaran antes al general Ismay como representante del minis-
tro de Defensa. Ningún funcionario, por ejemplo, que haya salido
en misión al extranjero, debería hacer declaraciones públicas sobre
su trabajo sin la previa aprobación ministerial,
11. En otro lugar ya dejé solventado el problema de la circu-
lación de informaciones secretas a los agregados diplomáticos de
naciones amigas, y hemos restringido el carácter de la informa-
ción. Este proceso debe seguir aplicándose, o sea, rellenando los
noticiarios de suerte que parezcan más interesantes y no difieran de
lo que ordinariamente puede aparecer en los periódicos.
12. Repetidamente los periódicos publican— la mayoría de
las veces sin mala intención— noticias bélicas y políticas más da-
ñosas que beneficiosas. Siempre que dichas noticias no hayan pa-
sado por la previa censura, debe presentarse después una reclama-
ción a la persona responsable en cada caso. El Ministerio de Infor-
mación debe comunicarme cómo actúa en este sentido.
Sírvanse estudiar a fondo todos estos extremos, y si otros se
les sugieren, comuníquenmelos. Asimismo, asesórenme sobre la
forma de poner en práctica las soluciones pertinentes, por qué con-
ductos y a través de qué autoridades.

461
Primer Ministro al coronel Jacob.
3-141, |

Supongo que ese cuerpo alemán [que se proyecta] será some.


tido antes a un buen baldeo, al objeto de asegurarnos de que no se
desarrollen en él células nazis. Soy partidario de reclutar a alema-
nes simpatizantes con muestra causa, y de mantenerles bajo una
rigurosa disciplina, en vez de guardarles, ociosos e inútiles, en cam-
pos de concentración; pero debemos extremar nuestra vigilancia
para que no se nos filtre ninguno de mala laya.

Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar. 3-141

(Con copia para el ministro de Aprovisionamiento y el mi-


nistro de Navegación.)
1. Me ha afligido enormemente la pérdida del cargamento
del «City of Bedford». Es la mayor pérdida de municiones que hemos
sufrido hasta la fecha. Siete millones y medio de cartuchos consti-
tuyen un gravoso revés. En adelante, tal vez será mejor repartir esta
clase de cargamento en varios buques.
2. Supongo que se habrán hecho investigaciones sobre la cau-
sa de la colisión y del porqué ambos convoyes, ul entrante y el sa-
liente, habían de navegar tan cerca entre sí. Debo subrayar de nue-
vO la gravedad de esta pérdida,

Primer Ministro a sir Edward Bridges, 41-41.


Sírvase facilitarme una lista de todos los comités de carácter
ministerial que formen parte del Gobierno Central, con cualesquie-
ra ramificaciones cuenten.
2. Pida a cada departamento que facilite una lista de todos
los comités de carácter departamental que existan en este momento.
3. Esta información es el preludio de muestra consigna de Año
Nuevo de reducir el número de tales comités,

462
Primer Ministro a sir Edward Bridges. 4JA1.

1. El Comité de Fines de Guerra ha cumplimentado con Cre-


de-
ces su misión en la declaración que ha redactado y que ahora
bería ser circulada al Gabinete. En cualquier caso, los fines de gue-
rra constituyen una materia totalmente apartada de la reconstruc-
ción del país, que está confiada al Ministro sin cartera... Debemos
poner sumo cuidado en evitar que esos remotos problemas de la
postguerra absorban la energía que vamos a necesitar, acaso pof
espacio de varios años, para la prosecución de la guerra.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al general Ismay, para el general Loch y otros.
4-IA1.

En la espoleta de célula fotoeléctrica (P. E.) se concede el má-


ximo interés al funcionamiento a grandes alturas contra aparatos
volando a más de 10.000 pies de altur a aquellos que
— excepto
ataquen en picado a los buques de guerra o a objetivos terrestres,
acaso provistos de aparatos de puntería perfeccionados —. Es de
desear que se puedan concentrar andanadas de ocho o más disparos
dentro de un mínimo radio de proximidad de los aviones enemigos,
con resultados certeros. Aun en el caso de que esto sólo pudiera
lograrse en días clarosycon buen tiempo, sería ya una gran ven-
taja, ya que las opefaciones se planearían para los días en que se
prevea buen tiempo.
2. El funcionamiento de la espoleta a grandes alturas, ¿ha
exigido ya tanto en lo que concierne ala fabricación de la misma
como en los trabajos prácticos de investigación? Los oficiales a
quienes está encargada esta labor, ¿están debidamente percatados
de su responsabilidad? La finalidad original de la espoleta fué la
defensa contra los bombarderos en picado; pero esto se puede con-
seguir fácilmente con la espoleta de proximidad, así como con los
cohetes de cable y paracaídas. Ahora es nreciso conceder la máxima
463
importancia al uso de la espoleta para su funcionami
ento a grandes
alturas,
3. Todo esto también tiene aplicación al emple
leta de los cohetes que disparan minas aéreas, tambio de la espo-
én a grandes
alturas, Si los trabajos se orientan en este sentido,
se conseguirán
inmejorables resultados tácticos y operativos.

Primer Ministro al ministro del Interior y al minist


ro de Sanidad.
4-141.
¿Qué ocurre en el caso de que un refugio no sea sólido y, sin
embargo, esté ocupado, como lo están muchos? Opino que
se de-
bería reglamentar en el sentido de que todo refugio que esté ocu-
pado, tanto si es sólido como no, debe depender del Ministerio de
Sanidad en lo tocante a su acondicionamiento interior, y que no
debería hacerse distinción alguna entre refugios aprobados y sin
aprobar. El Ministro de Sanidad debe actuar dondequiera que fun-
cione un refugio. Por otra parte, como quiera que va en aumento
el número de personas que usan los refugios como vivienda, el
ministro del Interior debería, por consiguiente, mandar cerrar los
menos sólidos.
Sírvanse comunicarme su parecer sobre estos extremos.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores y al ministro de


la Guerra Económica. 5-L41.

Mi mensaje a Italia fué elaborado con el deliberado propósito


de separar al pueblo italiano del régimen fascista y de Mussolini,
y ahora que Francia ya no está en guerra tengo ciertamente el pro-
pósito de hablar más de los nazis y menos de los alemanes. No
debemos permitir que nuestra visión se vea obscurecida por el odio
o el resentimiento.
Es mucho más eficaz la consigna de separar a los prusianos de
los alemanes del Sur. No recuerdo que últimamente se haya hecho
mucho uso de la palabra «Prusia». Las expresiones a las que con-

464 '
cedo importancia y me propongo subrayar son: «tiranía nazi» y
«militarismo prusiano».

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al ministro de Obras Públicas. 6-141.
(Para consultar al ministro de Sanidad.)

El incremento que estamos sufriendo en las destrucciones y da-


ños en edificios, nos impone la necesidad de que ustedes antepon-
gan a todo, como tarea más importante, los trabajos de reparación
de las fincas menos dañadas. Sírvanse procurarme un informe se-
manal de cuanto hagan a este respecto. Sigo viendo un gran número
de casas cuyos muros y techumbres parecen en buen estado, pero
tienen las ventanas sin arreglar y, por consiguiente, son inhabita-
bles. Debo considerar hoy ésta como la número uno entre las ta-
reas de guerra dependientes de usted. Que los vastos planes para un
mundo nuevo no impidan a sus energías salvar lo que queda del
mundo viejo.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 11-141.

El otro día usted me habló de la extensión de los telegramas.


Creo que este es un mal que debería ser atajado. Nuestros minis-
tros y embajadores en el extranjero parecen creer que cuanto más
abulten sus informes a la capital, mejor cumplen con su deber.
Envían toda clase de chismes y rumores sin parar mientes en su
admisibilidad. Aparentemente esto obedece a la idea de mantener
una charla ininterrumpida que nadie se toma la molestia de acortar.
Le sugiero que haga usted circular una instrucción general y que,
además, se haga una crítica de los telegramas superfluamente ver-
bosos y triviales, comunicando a los autores de los mismos que «su
telegrama es innecesariamente extenso». Es pura holgazanería eso
de no comprimir el pensamiento de uno dentro de un espacio razo-
nable, Yo procuro leer todos esos telegramas, y creo que la exten-
sión de los mismos crece a cada día que pasa.
Sírvase comunicarme qué se puede hacer.
"1-16 465
Pr:mer Ministro al ministro de la Guerra y al jefe del Estado Mayor
Imperial. 12-141,
1. La mecanización de la División de Caballería de Palestina
es una historia deprimente. Esa tropa había sido llevada con sus
caballos y mantenida en el Oriente Medio a costa de cuantiosos
gastos, desde los primeros meses de la guerra. Hace unos meses, el
Ministerio de la Guerra decidió que había que mecanizarla. Di gus.
toso mi aprobación. Ahora, a consecuencia de una investigación
particular mía, me entero de que no se ha hecho nada en este as.
pecto y que la división va a ser reexpedida a la metrópoli — y segu-
ramente sin los caballos —, y que esto no ha de empezar hasta el
1.2 de junio. Después de esta fecha, pasarán otros siete u ocho me.
ses antes no se encuentre en situación de servir para algo. De esta
manera, 8.500 oficiales y soldados, entre ellos algunos de nuestros
más escogidos regimientos de Regulares y Yeomanry, habrán per-
manecido inactivos — salvo en tareas de policía — durante dos
años y cinco meses de guerra, y a costa de elevadísimos gastos.
2. Sírvase facilitarme un cálculo de a cuánto puede ascender:
a) Enviar a esas tropas a Oriente Medio.
b) Mantenerlas con raciones, paga y asignaciones desde
el principio de la guerra hasta comienzos de mar-
zo de 1942.
c) Transportarlas otra vez a la metrópoli.
nar a esos
3. Debe de haber otros y mejores usos a que desti
de su magní fica calidad
hombres en Oriente Medio. Habida cuenta
intrínseca, debería dárseles inmediatamente nueva instrucción su-
y el acantonamiento
plementaria. No hace falta que laorganización
s mecani-
sigan los mismos patrones que rigen para las formacione
, el
zadas o blindadas de la metrópoli. En el caso de que me ocupo
acantonamiento en forma de grupos independientes de brigadas
motorizadas, acaso sería más conveniente que el acantonamiento
de la división entera. En la primavera de 1918 o el otoño ende un1917,
fe
la Caballería de la Casa Real se convirtió rápidamente
466
gimiento de ametralladoras y completó su instrucción en un par de
meses en Etaples. No acierto a entender vor qué la División de
Caballería no debe recibir instrucción en Palestina, donde al fin y
al cabo está considerada como tropa de policía local. A mi modo de
ver, no encontraríamos país más adecuado para la instrucción.
4. Parte del material de tanques capturado a los italianos po-
dría ser asignado a esas unidades regulares, o casi regulares, de tan
probada competencia. De no ser posible esto, y sólo como substi-
tutivo parcial, tenemos una buena provisión de portacañones Bren,
de los cuales podrían mandarse doscientos sin dificultades.
5. Hay otras varias soluciones. Dicha división podría conver-
tirse en división de infantería, del mismo modo que en la última
guerra hubo varias divisiones de caballería que se transformaron.
o acaso reagruparon, en brigadas independientes entre sí. En tal
caso, la unidad aludida debería suplirse con nuevas reclutas hasta
formar batallones de infantería al completo. De no ser esto hace-
dero, podríamos enviarla a la India a fin de relevar a un número
igual de batallones de Regulares allí destacados — unos >cho en
total —. También podría formar el pivote de una fuerza destinada
a dominar el Irak. Una cosa es indudable: en estos momentos, en
que nos consumimos por enviar hombres a Oriente utilizando unas
líneas y medios de navegación cada vez más exiguos, no es ni si-
quiera posible soñar con traer a la metrópoli a tan crecido contin-
gente de hombres ni al valioso cuadro de mandos que lo rige. Espe-
cialmente en estos días en que parece que la lucha en Oriente Medio
alcanza su momento álgido.

Primer Ministro al ministro del Aire y al jefe del Estado Mayor


Aéreo. 12-141.

Los partes de operaciones del Oriente medio, ¿es preciso que


sean tan desordenadamente extensos y detallados? Es del todo in-
necesario describir minuciosamente lo ocurrido cada vez que se ha
hecho incursión de una docena de aparatos sobre las líneas ene-
migas, cifrar y descifrar el mensaje allí y aquí, cablegrafiarlo, etc.,
congestionando así enormemente las comunicaciones.

461
Sugiero que se haga un cálculo del promedio semanal de pala.
bras contenidas en los telegramas puramente de expediente que se
han recibido durante los dos últimos meses. Asimismo sugiero que
el mariscal del Aire Longmore los reduzca a, digamos, un tercio de
su actual extensión.
El Foreign Office también pide que se condensen los mensaje
a él dirigidos.

Primer Ministro al ministro del Interior. 12 1-41,

Esta clase de propaganda (1) no debería ser tolerada, ya que es


contraria a la voluntad del Parlamento y entorpece el manteni
miento de nuestra resistencia al enemigo. No acierto 2 ver por qué,
estando Mosley encarcelado, no hayan de estarlo igualmente los
comunistas y Otros individuos subversivos. Hay que aplicar con
rigor las leyes a aquellos que entorpecen nuestro esfuerzo de gue
rra, tanto si son de la extrema derecha como de la extrema izquier-
da. Esta es la posición adoptada por el Partido Conservador, y juzgo
que es una posición fortísima a la que el país entero debe dar su
aprobación. Me consta que su deseo es aplicar la justicia equita-
tivamente, y estoy seguro que si somete esta cuestión al Gabinete,
contará con el pleno apoyo del mismo. «¡La salsa para el pato es
igualmente salsa para la oca! »

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Estado


Mayor. 13-141.

No creo prudente atacar a las islas más pequeñas del Dodeca-


neso. En sí no son de ninguna utilidad para el ataque contra las
islas mayores, sobre todo desde que tenemos Creta. Creando alguna
agitación en esa zona, sólo conseguiremos que el enemigo se ponga
en guardia, así como suscitar discrepancias entre Grecia y Turquía.
cosa que nuestros tanteos exploratorios no han hecho más que

(1) Una circular comunista, dirigida a todos los trabajadores, hombres


y mujeres.

468
poner en excesiva evidencia. El Comité de Defensa no ha dado su
aprobación a tales operaciones.

Primer Ministro al ministro de los Dominios. 17-141.

He leído los dos documentos de referencia, y no creo que afía-


dan mucho a lo que ya sabemos, o que es obvio, de la actual situa-
ción del estado libre de Irlanda. La posición estratégica ha sido
examinada repetidamente, y el Almirantazeo ha redactado un do-
cumento sobre nuestra urgente necesidad de bases irlandesas, así
como aeropuertos en las costas sur y oeste. Pediré al general Ismay
que le facilite esta información.
No opino que en estos momentos sea exacto decir que la pose-
sión de dichas bases es vital para nuestra supervivencia. Carecer de
ellas es, desde luego, una funesta desventaja y un gran obstáculo a
nuestros planes. Pero decir más que esto, «bora, sería incurrir en
falsedad. Sin embargo, yo no podría dar la garantía sugerida por
Mr. Dillon de que en ninguna circunstancia mosotros «violaremos
la neutralidad irlandesa». Personalmente, no le reconozco a la neu-
tralidad irlandesa la menor validez legal. El estado libre de Irlanda
ha repudiado el Tratado, mas como nosotros no hemos reconocido
a Irlanda como a estado soberano, ese país se encuentra de hecho
en una posición anodina. Si a causa de la negativa a concedernos
bases en Irlanda se agravara el peligro que amenaza a nuestro es-
fuerzo de guerra, caso que no se ha presentado todavía, nosotros
tendríamos que actuar al dictado de nuestra propia defensa y la de
nuestra causa. Entre tanto, debe seguir aplicándose, como ya hace
usted, la política que acordamos recientemente, y habría que in-
vocar la influencia de los Estados Unidos por cualquier medio a
muestro alcance. Es posible que Mr. Hopkins, con quien he cele-
brado prolongadas conversaciones, visite personalmente Irlanda, y
opino que su visita podría sernos útil. No creo que la situación esté
lo bastante madura para que usted visite Irlanda, a menos que
reciba una invitación directa de Mr. De Valera. Será mejor observar
qué efecto surten muestras restricciones de carácter económico y
marítimo, Dada la lentitud con que se desarrollan los avontecimisn-
469
tos en Irlanda, éstos podrían interrumpirse violentamente por causa
de una agresión alemana, en cuyo caso, con O sin invitación, ten-
dríamos que correr a cchar al invasor. Por el momento, en conse-
cuencia, no veo otra política a seguir que la que adoptamos recien-
temente. d

Primer Ministro al ministro de Relaciones Exteriores. 18-1-41.

Si usted no lo desaprueba, preferiría que a Livorno la llamá-


ramos en inglés Leghorn, y a Estambul, Constantinopla. Desde
luego, cuando hablemos o escribamos a los turcos, podemos usar
el nombre turco, y si algún día llegara usted a conversar amigable-
mente con Mussolini en italiano, lo correcto sería usar Livorno.
¿ Y por qué a Siam se le ha sepultado bajo el nombre de Thai-
landia?

(Para ejecutar hoy mismo.) ]


Primer Ministro al general lsmay, para el Comité de jefes de Estado
Mayor y el ministro del Interior. 19-141.

1. Numerosos y cada vez más abundantes indicios señalan


para muy pronto el empleo de pases contra nosotros. Las Fuerzas
Armadas están ya prevenidas del todo contra esta contingencia, y
ya están acostumbradas al uso de las máscaras antigás y las gafas
protectoras. Sin embargo, sería conveniente circular nuevas ins-
trucciones a todas las Comandancias, así como averiguar si hace
falta un filtro de tipo nuevo para posibles muevos gases tóxicos.
Maándeme un informe sobre este particular (una sola página).
2. Ahora bien, ¿qué se sabe de las máscaras antigás distri-
buídas entre la población civil? ¿Han sido verificadas con regula-
ridad? Son poquísimas las personas que hoy Jlevan consigo la más-
cara. ¿Se sigue algún sistema de entrenamiento activo antigás? Me
parece que todo eso va a adquirir una urgencia inusitada, Mándeme
pronto un informe sobre ello, y de lo que se hace por otorgarle
plena eficacia. Dicho informe debería abarcar también a los servi-
cios de desinfección y al personal de los mismos.
470
3. Finalmente, es esencial que no se publique nada en los
periódicos, ni se hable en la B. B. C., que sugiera que hacemos el
menor alboroto sobre medidas antigás, porque el enemigo lo usaría
como parte de su excusa, diciendo que somos nosotros quienes nos
disponemos a emplear gases contra él. No obstante, soy de la opi-
nión de que hay que hacer una campaña en toda la nación en el
expresado sentido.

Primer Ministro al comandante en jefe de las Fuerzas Metropoli


tanas. 20-1-41.

¿Cuál sería su plan de acción en el supuesto de que un número


reducido de grandes tanques anfibios lograra llegar a muestras Cos-
tas y penetrar tierra adentro? ¿Es correcta mi suposición de que las
fuerzas ligeras a su mando los cercarían y seguirían de una parte a
otra, sin perder contacto, impidiendo a las tripulaciones repostarse
de combustible y comida, conciliar el sueño y hasta salir de sus
vehículos acorazados? Si no más de cuarenta de esos tanques llega-
ran a desembarcar, ¿serían en efecto acorralados y finalmente aba-
tidos en la forma que sugiero más arriba, aparte de lo que cupiera
hacer con el empleo de artillería, minas y trampas cazatanques?
Sea como sea, sírvase informarme de cuál sería su plan.

Primer Ministro al Lord Presidente del Consejo. 21-141.

Observo que las entregas de carbón a Londres en las últimas


semanas han ascendido a 250.000 toneladas semanales. Me parece
.que, de ser correctos los cálculos del Departamento de Minas sobre
demandas, se producirá una grave escasez de carbón a menos que
se entreguen 410.000 toneladas semanales a contar desde ahora
hasta fines de marzo.
Me complacería saber si usted está de acuerdo con los cálculos
del Departamento de Minas, y, en caso afirmativo. qué medidas se
propone tomar para aumentar las entregas hasta la cantidad reque-
rida, Encuentro difícil de comprender por qué las entregas por vía
471
férrea de los últimos tres meses tengan que haber descendido a sólo
tres quintas partes de la cifra del año pasado.

Primer Ministro al ministro de Sanidad, 21-1-41.


¿No hay manera de reducir más aprisa el número de personas
sin hogar, acogidas en los centros londinenses de socorro? Confío
que en el transcurso de la presente semana, todas esas personas
habrán sido prácticamente distribuídas. Es imposible prever cuán-
do puede echársenos encima otro ataque aéreo, y una semana de
respiro que ganáramos sería de un valor inapreciable.

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Estado


Mayor. 22-141.
Desearía tener la seguridad de que los jefes de Estado Mayor
han estudiado con cuidado la posibilidad de si esa operación contra
las islas Lofoten es susceptible de poner en movimiento toda la
costa de Noruega, implicando, por consiguiente,el refuerzo de las
guarniciones alemanas de la península. Yo creo que, dado que el
ataque va dirigido contra las islas y tiene una evidente conexión
con las medidas de bloqueo, el peligro que señalo es obviado. Tal
como yo entiendo la operación,no habría ninguna necesidad de
atacar a la península propiamente dicha.
Les suplico una explicación (1).

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor Aéreo, el Primer Lord


del Mar y el Quinto Lord del Mar. 23-141.
(Con copia para el Primer Lord y el Ministro del Aire.)
Deseo llamar su atención sobre la importancia primordial de
disponer con la máxima celeridad el embarque, a bordo de los por-
(1) El 4 de marzo de 1941, dos Comandos llevaron a cabo, con gran
éxito, una incursión contra las islas Lofoten. Fueron destruidos importantes
derósitos de suministros del enemigo, así como buques; se capturaron 200
prisioneros alemanes, y 314 patriotas noruegos escaparon sin percance. En
una segunda incursión efectuada el 26 de diciembre, el puerto fué vuelto a
otupar temporalmente por nuestras fuerzas.
472
raaviones que operan en el Mediterráneo, de una docena o más de
Grumman Martletts o Brewsters convertidos. Hace tiempo que ven-
go insistiendo sobre esto, y ahora el comandante en jefe del Medi-
terráneo, 824, dice muy concretamente que «en realidad los Ful-
mars no son bastante veloces». Es absolutamente necesario que a
bordo de nuestros portaaviones haya siempre un número relativa;
mente reducido de aparatos de caza realmente rápidos. Sin ellos, la
entera maniobrabilidad de nuestros portaaviones sufre un gran que-
branto. Estoy perfectamente al tanto de las dificultades que repre-
sentan las alas no plegables, la ausencia de ganchos de freno, etc.,
pero me cuesta admitir que estas dificultades no se puedan resolver
antes de abril.
Les ruego que dediquen su más activa atención a la prioridad
de este asunto. Con sólo que entregáramos unos pocos aparatos, se
conseguiría un enorme descanso, así como importantes ventajas.
Seguramente que unas docenas de aviones podrían ser convertidos
en tipos de alas plegables en talleres especiales, con Obreros bien
calificados.
Me parece que la urgencia y la significación de este campo re-
lativamente nimio no son apreciadas como es debido.

Primer Ministro al ministro de Aprovisionamiento. 23-141.

1. Fusiles (nuevos). Desde agosto, la producción de fusiles ha


descendido del modo siguiente:

AGOSO ... 0.00 0.0. ... 9.586


Septiembre ... .. ... 8.320
Octubre ... ... cono 7,545
Noviembre ... ... ... 4.363
Diciembre ... ... ... 4.743 (la mayoría echando mano
de las existencias de pie-
zas sueltas).

Tengo entendido que este descenso se debe a incursiones aéreas


del enemigo contra Small Heath, en Birmingham, que paralizaron
473
por completo la producción. Sírvase informarme de qué progresos
se han hecho hacia la reanudación de la fabricación.
2. Soportes para piezas antiaéreas, 3.7 pulg. La producción
de soportes para piezas antiaéreas de 3.7 pulgadas, que es esencial
para el montaje de las mismas, ascendió a un promedio de ochenta
mensuales durante los meses de septiembre, octubre y noviembre.
Sin embargo, en diciembre descendió a un 67 %, lo cual, según
me informan, no es más que una repercusión de los ataques ene-
migos contra Birmingham y Coventry. La previsión Je muevas en-
tregas, ¿de qué depende?

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Estado


Mayor. 26-141.

Cuando el viernes pasado visité Dover, me disgustó encontrar


paralizadas, o casi, las obras de instalación de nuestras más modernas
y mejores baterías.
1. Algunos de los cañones que ya están montados, no pueden
ser puestos en funcionamiento porque determinado material auxi-
liar, como aparatos de puntería e instrumentos de control, no ha
sido entregado. Según una sugerencia del Interventor, estos caño-
nes pueden entrar en funciones muy pronto mediante la inteligente
improvisación de simples dispositivos de control, fáciles de operar,
pero técnicamente menos satisfactorios que los que deben ser en-
tregados un día u Otro.
2. Otros cañones tampoco pueden acabar de ser montados
debido a demoras en el trabajo de cimentación ae los soportes. La
razón alegada es que falta madera para el encofrado del hormigón.
También se alega inexperiencia de la mano de obra y mal tiempo.
En lo concerniente al apartado 1., el adjunto informe muestra
cuál es la verdadera situación, y se hace difícil evitar llegar a la
conclusión de que en realidad lo que hace falta es iniciativa, sobre
todo cuando se aceptan excusas tan endebles como la de que «no
se fijaron fechas para la entrega».
En cuanto al apartado 2., la falta de materiales necesarios para
el progreso de las obras parece requerir una acción inmediata, de-
474
jando que la cuestión relativa a la mano de obra sea sometida al
Ministerio de Trabajo.
Me informaron de que todas las causas de la demora habían
sido comunicadas a través de «los conductos de costumbre», pero,
por lo que afirman las personas sobre el terreno, eso no paxece ha-
ber surtido mucho efecto. Por consiguiente, creo que sería mejor
empezar por el otro extremo de los «conductos de costumbre» e ir
retrocediendo poco a poco hasta descubrir en dónde se ha produ-
cido la demora que nos ocupa. |
Por lo que me dijo el almirante Ramsay, deduje que la falta
de empuje en estas obras se debe a que ningún oficial de gradua-
ción superior parece tomarse el menor interés personal en la cues-
tión, si bien hay varios oficiales de menor graduación que, en sus
esferas individuales, se han mostrado más activos.
El Interventor dijo que podía solventar los dos puntos susci-
tados en cuanto a defectos de la munición, o sea, la escasez de espo-
letas de 5.5 pulgadas y cartuchos de 6 pulgadas; pero también en
este caso parece que el informe ha embarrancado en mitad de-los
«conductos de costumbre».
La terminación de estas baterías es de la máxima urgencia, y
solicito de los jefes de Estado Mayor que den las instrucciones nece-
sarias y que pidan informes semanales que luego me pasarán a mí.

Primer Ministro al ministro de los Dominios. 31-141.

Estoy de acuerdo con las líneas generales de su conversación


con Mr. Dulanty. En ningún caso yo hubiese podido darle la garan-
tía pedida, y precisamente por las razones «ue usted expone.
Asunto armas. Si nos dieran la seguridad de que el estado libre
de Irlanda tiene la intención de entrar en la guerra, nosotros esta-
ríamos dispuestos a partirnos con ellos, incluso con anticipación al
hecho, nuestro propio armamento antiaéreo, así como tomar secre-
tamente todas las disposiciones necesarias para su defensa. Mien-
tras no tengamos esta seguridad, no queremos que dispongan de
más armamento, y desde luego no seremos nosotros quienes se lo
procuremos.
475
La concesión relativa a Lough Swilly es muy importante, y
muestra en qué sentido se están orientando las cosas. No debe ha-
cerse el menor intento por ocultar a Mr. De Valera la profundidad
y la intensidad de nuestra indignación ante la política irlandesa de
neutralidad. La hemos tolerado y nos hemos avenido a ella, pero
jurídicamente nunca hemos reconocido al estado libre de Irlanda
como estado soberano, mientras ella, por su parte, ha repudiado su
estatuto de Dominio. Su estatuto internacional es ambiguo y anó-
malo, y si la presente situación se prolonga hasta el fimal de la
guerra, lo cual es improbable, un abismo se habrá abierto entre
_ Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, abismo que la presente gene-
ración no podrá salvar nunca.

FEBRERO

Primer Ministro al ministro de la Guerra Económica. 1-11-41.

(Con copia para el ministro de Hacienda y el ministro de Aprovi-


sionamiento. )
Sin duda ustedes habrán estado estudiando qué es lo que pode-
mos hacer por impedir que Alemania reciba suministros de cobre,
en vista de que, a pesar de que sea capaz de substituirlo por alu-
minio, puede muy bien encontrarse frente a una gravísima escasez
de ambos metales. Tengo entendido que existe un considerable
sobrante potencial. Me dicen que carecemos de pruebas de que el co-
bre sudamericano haya sido enviado a Alemania, pero el año pasa-
do Sudamérica exportó unas 70.000 toneladas a Rusia y 150.000
toneladas al Japón, cuyas existencias están calculadas como equi-
valentes al consumo de un año. Tan pronto como Alemania agote
sus actuales existencias, es evidente que no regateará esfuerzos por
conseguir cobre sudamericano, y es de una importancia vital que
nosotros nos anticipemos a tomar las medidas conducentes a impe-
dir que Rusia y Alemania incrementen sus existencias, así como

476
impedir que Alemania tenga acceso al sobrante potencial de los
yacimientos chilenos.
Según parece, nosotros importamos unas 600.000 toneladas de
cobre del Canadá, Rhodesia, Sudáfrica y el Congo Belga. Como
estas fuentes están bajo nuestro dominio, podríamos, como manio-
bra de diversión, efectuar compras a Sudamérica sin correr el peli-
gro de que Alemania consiga proveerse en esos mercados tempora-
les abandonados por nosotros.
Tengo entendido que ustedes han estado estudiando este pro-
blema y que la Hacienda expresa algunas dudas sobre la justicia
del dispendio de dólares que estas compras preferentes significarían.
¿Quieren hacerme el favor de facilitarme un informe sobre sus
planes?

Primer Ministro al general Lsmay, para el Comité de jefes de Estado


Mayor. 2-01-41.
«María» (Djibuti) podría ser una operación de infnejorable va-
lor. No se debería enviar a los senegaleses a Abisinia, sino guar-
darles en donde están en espera del batallón de la Legión Extran-
jera. La cuestión es, empero, saber dónde y cómo.
Hace falta tener en cuenta que en cualquier momento Wey-
gand podría pasarse a nuestro lado, en cuyo caso los Franceses Li-
bres podrían entrar en Djibuti a reanimar la moral de la guarnición
y hasta iniciar las operaciones contra los italianos.
Otra situación favorable podría producirse si, como consecuen-
cia de nuestro avance en Eritrea, las fuerzas británicas lograran
entrar en contacto con la colonia francesa de Djibuti. Sea como sea, y
dadas las posibilidades favorables que flotan en el ambiente, sería
una lóstima no tener a mano anuestros Franceses Libres. En cuan-
to a las consecuencias políticas, sólo podremos juzgarlas unos días
antes de comenzar las operaciones.

Primer Ministro al ministro de la Guerra. 4-1141.

Sírvase leer el Times del 4 de febrero. ¿Es realmente cierto


que en esa división es obligatorio, desde los generales a los soldados

417
rasos, hacer una carrera de siete millas a campo traviesa? ¿Cree el
Consejo Superior del Ejército que eso es una buena idea? A mí me
parece excesiva. Un coronel o un general no tienen por qué ago.
tarse físicamente tratando de competir con muchachos jóvenes
lanzándose a correr siete millas de un solo tirón a través de los cam.
pos. El deber de los oficiales es sin duda mantenerse en forma, pero
lo es más pensar en sus hombres y asumir decisiones cuyo alcance
afecta a la seguridad y al bienestar de los mismos. ¿Quién es el
general de esa división? ¿Corre él también las siete millas? En
caso afirmativo, sería más útil para un equipo de fútbol que para la
guerra. ¿Pudo Napoleón haber corrido siete millas a campo tr2-
viesa en Austerlitz? Yo creo que fueron los otros los que corrieron.
En mi experiencia, que se basa en muchos años de observación, los
oficiales con altas calificaciones atléticas no suelen apuntarse nin.
gún éxito en los grados superiores del ejército.

Primer Ministro al general Ismay, para el ministro de la Guerra y


el jefe del Estado Mayor Imperial. 4-I1-41.

(Con copia para el comandante en jefe de las Fuerzas Metropoli-


tanas.)
La afirmación de que una división no puede ser trasladada de
la Gran Bretaña a Irlanda en menos de once días, sea cual fuere la
urgencia y por minuciosos que hubieran sido los preparativos pre-
vios, debe merecer su más escrupulosa atención. Cuando recuerdo
al enorme número de hombres que rescatamos de Dunquerque en
mayo último y los trajimos a Dover y el Támesis, bajo el incesante
fuego enemigo, me parece que la dificultad del trasiego de perso
nal no debe ser alegada como factor limitativo. Por consiguiente,
el problema estriba en realidad en el trasiego de la artillería y los
vehículos. Esto sí que merece un estudio especial. Déjenme exami-
nar el programa exacto u hoja de ruta de esos once días, con el
orden en que han de embarcar hombres, cañones y vehículos. De
este examen tal vez se deduciría que nueve décimas partes de la
división podrían entrar en acción en mucho menos tiempo que
once días, o, incluso, que parte del transporte mecánico, así como

478
los suministros y algunos cañones, con inclusión de Jos portacaño-
nes Bren, cabría sacarlos de reservas existentes en la metrópoli y
mandarlos con alguna anticipación a Irlanda, en donide seguirían
constituyendo una reserva nuestra, en el supuesto de que surgieran
imprevistos en dicha región. Ahora que disponemos de tiempo,
seguramente nos sobraría ocasión de mostrar algún ingenio y abre-
viar ese período de once días que ahora aparecen como necesarios
para trasladar a 15.000 combatientes de un puerto bien utillado a
otro, para un. viaje que sólo requiere poquísimas horas. Si fuese
menester, se podría efectuar una revisión de la escala de los acanto-
namientos previstos, a fin de lograr el objetivo, de tanta importan-
cia táctica, de un traslado y despliegue más rápido.
Debemos recordar que en los recientes supuestos tácticos «Vic-
ror», cinco divisiones alemanas, dos de ellas blindadas y una moto-
rizada, fueron teóricamente desembarcadas en unas cuarenta y ocho
horas tras vencer una esforzada oposición, y no precisamente en un
puerto dotado de muelles y grúas, sino en playas lisas y abiertas.
Si suponemos que los alemanes pueden hacer esto, O siquiera la
mitad, debemos compararlo con la afirmación de que son menester
once días para transferir a una división desde el Clyde a Belfast.
Quiero referirme también a- la afirmación del Comité de jefes
de Estado Mayor de que serían precisos treinta días para desem-
barcar, a condición de no encontrar resistencia, a una división in-
glesa en el puerto de Tánger. Tal vez los oficiales que elaboraron
los desembarcos alemanes de «Victor», podrían presentar alguna
sugestión para el traslado de esa división a Irlanda vía Belfast sin
emplear para ello once días. ¿Quiénes son los oficiales que hicie-
ron ese cálculo de los once días? ¿No sería aconsejable que se pu-
sieran en contacto con esos otros oficiales que desembarcaron en
nuestras playas a tan vasto número de alemanes con tanta celeridad
que hasta divisiones blindadas y tropas motorizadas pudieron entrar
en acción a las cuarenta y ocho horas?
Evidentemente, lo más aconsejable es mantener en suspenso el
traslado de dicha división el mayor tiempo posible; pero para cuan-
do el caso se presente conviene tener elaborado un plan perfecto,
de suerte que quepa trasladarla a Irlanda en plazo brevísimo. No
479
estoy dispuesto a aprobar dicho traslado hasta que se haya
prepa,
rado el referido plan. Debe hacerse un esfuerzo por
conciliar las
eviden
tes discrepancias entre lo que suponemos que
puede hacer y lo que en realidad podemos hacer el enemigo
nosotros.
Primer Ministro al ministro del Interior.
5-IL-41,
Creo que sería un error emplear soldados u hombres en edad
militar para hacer funcionar los dispositivos de protección median.
te cortinas de humo, Debería usted hacer cuanto esté en su mano
por reclutar voluntarios cuya edad haya sobrepasado el límite mi.
litar, o acaso mujeres, o muchachos muy jóvenes. Dentro de poco
varnos a necesitar a todos los hombres y, por consiguiente, no puedo
apoyar su demanda al ministro de la Guerra en el sentido expre.
sado.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar,
5-IL41.
1. Está muy próxima la llegada de un cierto número. de con-
voyes con importantes cargamentos de municiones. Conozco las
dificultades que ustedes están experimentando, y estoy seguro de
que harán cuantos esfuerzos sean necesarios.
2. Ahora nos: anuncian el regalo de otros 250.000 fusiles y
50 millones de cargadores, El objetivo primordial es lograr su lle-
gada aquí sin el menor peicance y con toda rapidez. Le suplico que
estudien esta cuestión con todas las ramas afectadas y me comuni-
- quen lo que cabe hacer. No me gusta ver más de 50.000 fusiles'o
10 millones de cargadores en un solo barco. Si es posible, menos.

Primer Ministro al ministro de Agricultura, 6-IL41.


Tomo nota de sus temores de que algo así como 500.002 tone-
ladas de patatas de Irlanda del Norte van a tener que ser destruidas
por invendibles, a causa de haberse restringido el consumo de las

480
mismas para la alimentación del ganado de cerda, el cua! parece
haber disminuído.
Asimismo tomo nota de que, en la quinta reunión del Comité
de Política de Abastos, usted ofreció muchas esperanzas, pero sólo
- expuso planes concretos para 200.000 toneladas, con lo cual el pro-
blema se resuelve únicamente a medias.
Me parece lastimoso que se produjera una tan sensible dismi-
nución en el número de cerdos por miedo a que escasearan las ma-
terias con qué alimentarlos, y que, en cambio, ahora mos encontre-
mos con un sobrante tan enorme de patatas. Confío en que usted
encontrará el medio de darles utilidad. En estos tiempos no pode-
mos permitirnos el lujo de desperdiciar cientos de toneladas de
matería comestible.

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor Aéreo. 6-I141.

Hace algún tiempo pedimos a Grecia que preparara aeródromos


para catorce escuadrillas, y este trabajo todavía está en ejecución.
Después de varias vicisitudes, usted propuso el envío de diez escua-
drillas a Turquía, que los turcos aun no han aceptado, pero que
aun podrían aceptar. Al recibo de mi mensaje, el Presidente ha abre-
viado su viaje. Suponga que aceptan y que, después de eso, Grecia
pide más ayuda aérea, amén de las cinco escuadrillas adjudicadas.
¿Qué haría usted? Temo que tendrá que estudiar este asunto con
toda atención. Cuente con mi apoyo incondicional, pero ¿no sig-
nifica eso que de hecho hemos prometido vender el mismo cerdo
a dos parroquianos? Podríamos encontrar un subterfugio legal a
la palabra «promesa», mas, con todo, creo que debemos examinar
esta cuestión completamente a fondo. Comuníqueme sus impre-
siones y qué cree usted que se puede hacer.
Sobre plazo de entrega o prioridad, nada se dijo; de suerte que
siempre tenemos un pretexto a qué agarrarnos.

481
(Para ejecutar hoy mismo.)
Primer Ministro al ministro de Navegación. 11-11-41.
¿Es cierto que el vapor «New Toronto», que arribó a Liverpool,
recibió orden de dirigirse a Londres dando un rodeo por el norte,
y es cierto que esta orden sólo fué revocada ante las protestas del
capitán, quien hizo resaltar el enorme valor del cargamento, el cual
contenía, ¿mter alía, 19.677 metralletas y 2.456.000 cartuchos? La
arribada de buques con grandes consignaciones de municiones de-
bería recibir su atención personal en cada caso.
Sírvase facilitarme un informe. Le adjunto mi copia de las lle.
gadas pendientes, mediante la cual sigo constantemente el movi-
miento de esos cargamentos importantes. El buque de referencia
figura en la página 5.

Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar. 12-11-41.

Me gustaría recibir cada tres días un informe sobre el estado


del «Furious». Es menester que se trabaje día y noche en él para
recapacitarlo para el servicio, pues en este momento nos es de suma
necesidad,

Primer Ministro al Foreign Office. 12-11-41.

Hemos hecho tentadoras ofertas a Weygand, pero no hemos


recibido contestación. Es evidente que ese hombre sólo obrará obe-
deciendo a fuerzas puestas en movimiento por presión de los nazis
sobre Vichy. Nuestra actitud en los actuales momentos debe ser la
de no hacer nuevos llamamientos a su persona. Hasta que haya
contestado por uno u otro conducto al telegrama que le mandé, no
deberían dársele suministros. Hasta la fecha esa gente no ha mos-
trado el menor atisbo de nobleza ni de valor, y es mejor que pasen
una temporada de privaciones hasta que recob:en el sentido.
La política de bloqueo debe aplicarse con rigor, empleando to-
dos los medios navales disponibles.
482
(Para ejecutar boy mismo.)
Primer Ministro al general Ismay y sir Edward Bridges. 12-11-41.

Observo una nueva estampilla en los telegramas: «Sólo para


oficiales.» No creo que esto convenga, habida cuenta de las muchí-
simas personas que, sin ser oficiales, deben ser informadas de los
asuntos más secretos. Me gustaría conocer las razones que han
conducido al empleo de esa estampilla, y de momento no acierto
a ver por qué debería prolongarse.

Primer Ministro al Lord Presidente del Consejo. 12-1141.

Hay demasiada verdad en lo que el doctor Burgin dice (en su


carta de protesta contra el Estado como patrono) para que se le
haga caso omiso con la consabida mueca oficial de indiferencia.
Propongo que usted se entreviste con él y resuelva sus protestas.
Sé de muchos casos en que el gobierno ha dejado impagadas sumas
que son reconocidamente adeudadas a personas individuales. A mí
me parece que la carta del doctor Burgin nos praporciona una exce-
lente ocasión para que usted saque la escoba y les dé una buena sa-
cudida a los ministerios implicados. Cuando uno desempeña un
cargo de gobierno, no se tiene la más remota idea del descontento
que ciertas cosas siembran a. veces entre el público ordinario. El
doctor Burgin es un hombre muy capaz y tiene mucha experien-
cia. ¿No podría usted atraérselo y ver qué sugestiones puede ha-
cernos, y también qué ejemplos puede darnos de las negligencias
que alega, y temo que con mucha justicia?

Primer Ministro al ministro de Aprovisionamiento, para la Junta


Superior de Importaciones. $ 14-51-41.

Tengo suma necesidad de enviar una división de infantería com-


pleta, con sus cañones y vehículos esenciales, al Oriente Medio en
el convoy W. S. 7. Los hombres pueden acomodarse desplazando a
otros; pero los cañones y vehículos exigirán más barcos. Me dicen
483
que se necesitarán ocho buques más de transporte por encima de
la
cifra de los que son menester para llevar los 450 vehículos que el
Ministerio de la Guerra ya quiere enviar en el convoy.
Tengo entendido que si estos buques tienen que llegar a Egipto
al mismo tiempo que el convoy, o poco después, la carga debería
empezar ei 21 de febrero, Sírvase averiguar de dónde se pueden
sacar esos ocho barcos, y facilíteme un informe de cuánto costa.
rían con cargo a la cuenta de importaciones. Entre tanto, no tome
ninguna decisión.

Primer Ministro al ayudante del jefe del Estado Mayor General


Imperial, 15-11-41.
Por lo que usted expone, cabría pensar que todo marcha esplén-
didamente y que no había motivo de queja en cuanto a las defen.
sas de Dover. Pero esta opinión no la comparten ciertamente los
oficiales responsables a quienes conocí sobre el terreno. Me depri-
mió la vehemencia de sus quejas, así como el visible y justo enojo
que las dicta. Sírvase facilitarme un informe semanal del coman-
dante de la artillería de costa, por conducto de su oficina, anotan.
do en el mismo los comentarios que usted considere oportunos.

Primer Ministro a sir Edward Bridges. 15-11-41.

(Circúlese al Gabinete de Guerra y a los ministros de los Servicios


Armados exclusivamente.)
La cuestión de la vulnerabilidad de Whitchall a los ataques
aéreos, fué estudiada y resuelta en septiembre último. Llegamos
a la conclusión de que podíamos aguantar el golpe sin movernos
de Londres. Entre tanto, se han introducido muchas mejoras, por
más que los edificios distan. mucho de ser absolutamente SEYULOS.
Las dificultades de un traslado son enormes, en efecto, pero, sin em-
bargo, sería conveniente que los lugares señalados como suscepti-
bles de ser ocupados por el gobierno en el caso de tener que evacuar
Londres, fueran rápidamente reacondicionados y puestos en situa:
ción de ser utilizados por todo el día 1.” de marzo. Me preocupa la
484
falta de protección en que se encuentra el Cuartel General de las
fuerzas territoriales, salvo la que le ofrece la relativa solidez de la
estructura de la casa en que está alojado.
¿Cuántas bombas han sido arrojadas en un radio de mil yardas
de la Sala Central de Guerra? No dudo de que se han tomado al-
gunas medidas de protección, pero tenemos que estar prevenidos
para hacer frente a nuevos ataques con bombas de dos mil y hasta
de cinco mil libras,
Hay que poner más rapidez y energía en proteger nuestro Cuar-
tel General.

Primer Ministro al ministro de la Guerra Económica. 16-11-41.

(Para consultar al ministro de Información.)


Estoy conforme con lo de las octavillas para la propaganda com-
binada en Francia y Bélgica, pero el buen éxito depende de un
íntimo contacto entre usted y el Ministerio de Información, por un
lado, y De Gaulle por el otro. No debemos ligar demasiado fuerte
a De Gaulle. Nunca hemos recibido el menor buen trato o siquiera
una simple cortesía de Vichy, y, por consiguiente, el movimiento
de la Francia Libre es muestra política principal. Estoy seguro de
que si usted consulta con De Gaulle y su gente, todo saldrá a pedir
de boca. Yo creo que es, con mucho, el mejor francés que está
en la palestra,y deseo que se le atienda en sus peticiones en la me-
dida posible.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al ministro de la Guerra y al subjeje del Estado
Mayor General Imperial. 17-11-41.

1. No creo que sea deseable trasladar esa división a Jrlanda


del Norte, especialmente en vista de muestras posibilidades de en-
var a la 50.2,
2. Entre tanto, deben prepararse los planes con que imprimir
la necesaria aceleración para el raso de que el traslado se hiciese
indispensable. Esos planos deberían abarcar: a) Revisión de las ob-
485
jeciones del Almirantazgo a usar el Mersey lo mismo que el Clyde
¿No hay puertos más pequeños en los cuales efectuar el embarque)
b) ¿No sería necesario ajustar el traslado a base de un período
precautorio de cuatro días, durante el cual pudieran aplegarse hy.
ques para transportes motorizados? c) Las objeciones en cuanto,
trasladar parte de los vehículos, merecen ulterior estudio. Por ejem.
plo: Podría adjudicarse a esas tropas un Mmúmero suplementario
de camiones para instrucción de las mismas, mientras permanezcan
en Inglaterra, y después dichos camiones, u otros más viejos, se
podrían enviar a Irlanda. Me niego a admitir que no exista una
reserva flotante de transportes, capaz de proveer a una necesidad
tan insignificante como la antedicha. Un escrutinio a fondo y un
ligero estruje de los depósitos de Transportes Mecanizados, no de.
jarían de procurarnos los materiales que nos están haciendo falta.
3. No debemos limirarnos a ahorrar menos de cuatro o cinco
días de los once previstos, en el-curso de los cuales dicha división
no podrá. desarrollar actividad alguna en ambas orillas del Cana)
Dicho |período debe abreviarse hasta seis días, pero es de desear
que circulen avisos con la oportuna antelación.

Primer Ministro al ministro de ta Guerra. 17-I141

Me desagrada profundamente toda esa historia a propósito de


ese magnífico contingente que es la División de Caballería de Pa
lestinz, y sobre todo me desagrada que el Ministerio de la Guerra
no sepa idear nada mejor que traerla a la metrópc li en el mes de
junio, para iniciar un período de instrucción que la condenará a la
inacción durante mucho tiempo.
¿Qué entiende el jefe del Estado Mayor General Imperial por
«finales de otoño»?
En el interín, esa división deberá prestar cualquier servicio que
sea menester, ya sea montar la guardia en el cana] de Suez, man-
tener el orden público, vigilar prisioneros si es preciso, etc., a fin
activo.
de que otros batallones británicos sean dedicados al servicio

486
-

La 1.* División de Caballería fué reformada el 23 de


julio de 1941, recibiendo el nombre de 10.* División Blin-de
dada, pero aun tardó bastante tiempo en pisar el campo
bacalla. En la primavera de 1942, sus tanques fueron requisa-
dos para suplir a los perdidos en combate por las Divisiones
Blindadas 1.* y 7.*, En agosto de 1942, el cuartel general de
de batalla
esta división, con una brigada (8.*), pasó al frente
y tomó parte en el encuentro de Alam Halfa. La otra briga-
da (9.2) llegó al frente más tarde y fué agregada a la División
Neozelandesa, tomando parte en la batalla de El Alamein.

Primer Ministro al general Isma. 17-1141.

¿Qué medidas se han tomado en la Columbia Británica para


disponer de la colonia japonesa en el caso de que el Japón atacara?
El asunto, desde luego, es incumbencia del gobierno canadiense,
pero sería interesante conocer si hay las fuerzas adecuadas en dicha
región del Dominio. Hace treinta años, en ocasión de registrarse
disurbios antinipones, los japoneses hicieron una demostración tal
de fuerza y de excelente organización com mara hacerse dueños
de la situación.

Primer Ministro al Foreign Office. 17-11-41.

Esos acontecimientos (acerca del nombramiento del almirante


Darlan como sucesor del mariscal Pétain) no puedo por menos de
mirarlos con temor y desconfianza. De Vichy sólo hemos recibido
malos tratos. Desde nuestro punto de vista, hubiera sido preferi-
ble el nombramiento de Laval en vez de Darlan, que es un hombre
peligroso, amargado y ambicioso, sin el odio inflamado que carac-
teriza a Laval. En estos momentos, opino que lo importante es mos-.
tarse inflexibles con esa gente, y reforzar el bloqueo dondequiera
que dispongamos de buques. Entre tanto, hay que poner fin a la
frialdad con que se trata al general De Gaulle y 21 movimiento
de la Francia Libre, que son las únicas personas que han hecho
algo por nosotros y con los cuales hemos contraído solemnísimos

487
compromisos. Debería aligerarse un poco el formulismo oficia]
Con relación a este punto, sírvase ver también mu telegrama q]
Presidente.

Primer Ministro a sir Alexander Cadogan.


17-11-41,
Sírvase volver a prestar atención al oficio de Mr. Eden CONtra
la excesiva extensión de los telegramas enviados al Foreign
Office
por los representantes del mismo en el extranjero.
El celo y la eficacia de un representante diplomático se miden
por la calidad y no por la cantidad de la información que procura,
Se da por descontado que, personalmente, ya hace una previa criba
de noticias y que, por lo tanto, nunca se limita a abrumarnos con
lluvias de telegramas extensísimos, llenos de los chismes que ha
oído contar. Envían tanta cosa, que no hay modo de tener una
visión clara de nada. Los árboles nos impiden ver el bosque. No
hay el menor daño en que los informes «de atmósfera» se manden
por valija,

Primer Ministro al Comité de jefes de Estado Mayor, el ministy


de la Guerra y el subjefe del Estado Mayor General Imperia
17-11-41.
1. Hay que evitar que la palabra «división» sea una piedra
con la cual estemos tropezando constantemente. Una división es
una unidad táctica, compuesta de todas las armas, para ser emplea:
da en toda su integridad contra el enemigo. Agregando varias di-
visiones, se forman cuerpos de ejército, ejércitos y grupos de ejér-
citos, precisándose otras tropas apropiadas para formaciones mayo:
res. Estas características no se ponen de relieve en donde no hay
perspectiva de usar una división íntegramente, o como parte de
una formación superior. Si bien por razones administrativas cabe
otorgar la categoría de división, en lo que a mandos se refiere,
a una tropa equivalente en número a una división, con misiones
especiales asignadas a la misma, esto no debería conducirnos a in-
terpretaciones erróneas.

488
2. Hablamos, por ejemplo, de una «división» en Islandia, pero
sería absurdo juzgar 2 esta división por el mismo rasero que 2 las
que deben operar contra los alemanes. Ahora conocemos qué es
loque tiene que hacer esa división y cómo está distribuida. Está
repartida en las guarniciones de varios puestos destacados en pun-
tos de desembarco, y por lo tanto es indudable que debería con-
tar con cierto número de columnas móviles con las que acudir ve-
lozmente a cualquier lugar amenazado. Su artillería, tropas suple-
mentarias y servicios de transmisiones, deberían ser organizados,
en cuanto a número, a una escala adecuada 2 la misión que retiene
a dicha tropa en Islandia. Para llamarla con alguna propiedad, ha-
bría que aplicarle el nombre de «Fuerza de Islandia», y no tendría
por qué presentar la menor analogía con el acantonamiento usu2l
de una división. Podría necesitar más de una cosa y menos de otra.
3. Las divisiones Coloniales Africanas tampoco deberían reci-
bir en ningún caso la designación de tales. Nadie prevé que lleguen
a combatir en primera línea contra un ejército europeo. Abarcan
aun vasto contingente de fusileros del Africa Oriental y Occidental,
organizados, aquí y allá, en batallones y, sólo por motivos admi-
nistrativos, en brigadas. Ahora que podemos esperar liquidar a los
italianos del Norte y Este de Africa en pocos meses, ¿qué enemigo
nos cabrá oponer en su día 2 esas divisiones coloniales? Cualquiera
que conozca aquellos vastos territorios, puede prever que esas «di-
visiones» africanas se distribuirán en pequeños puestos y guarnicio-
nes, con cierto número de columnas móviles dotadas de autos blin-
dados, etc. No me parece juiciosa la idea de suministrarles un cupo
de artillería de división o de cuerpo de ejército, junto con las uni-
dades de transmisiones proporcionales, a semejanza de las divisio-
nes propiamente británicas. Las «divisiones» coloniales no pueden
actuar en Libia a causa del frío. Tampoco podemos proyectar re-
tenerlas en Abisinia una vez ésta haya sido «liberada». En rezli-
dad, uno lógicamente prevé el pronto retorno de toda el Africa
nororiental a las condiciones prevalecientes en tiempos de paz. Por
consiguiente, no puedo aceptar como tales a esas «divisiones» Co-
loniales Africanas. En rigor no son más que unidades mixtas de la
Fuerza de Defensa del Africa.
489
Primer Ministro al ministro de Transportes. 18-11-41,
Me entero con asombro de que las personas a quienes corres-
pondía tomar la decisión de descargar, o hacer transitar a otro puerto,
al «New Toronto», ignoraban qué clase de cargamento éste trans-
portaba. Yo siempre compruebo personalmente cuáles son los bu-
ques cuya arribada es esperada con grandes consignaciones de mu-
niciones. ¿Es que usted no recibe esas listas a tiempo, y no se Ocupa
usted personalmente del destino de estos cargamentos tan vital-
mente importantes? En caso negativo, procure rectificar, y una vez
lo haya hecho, comuníquemelo, así como en qué sentido.

Primer Ministro al subjefe del Estado Mayor General Imperial y al


director de Operaciones Militares. 19-11-41.

El general Wavell tiene treinta y un batallones Regulares


Británicos, de los cuales, por lo que yo calculo, sólo unos quince
están incorporados en formaciones divisionales. Sírvase corregirme
si me equivoco. Es ciertamente asombroso que tuviera que pasar
por tales estrechuras para encontrar unos pocos batallones para
Creta y Malra. Si la Brigada del Africa Occidental fuese trans-
ferida del Kenya a Freetown, los dos batallones británicos que se
están pudriendo allí podrían unirse al ejército del Nilo.
El empleo de tres batallones para conducun prisioneros a la
India, toda la Yeomanry y la División Regular de Caballería inac-
trvas en Palestina, grandes contingentes de australianos para los
cuales se alega carecer de equipo reglamentario, la Brigada polaca,
los reclutas que esperen ser incorporados a unidades que todavía
no han sufrido baja algunz..., todo ello puede ser una cantera
de magníficos recursos si se usan con ingenio y economía.
¿Hay batallones británicos en el Africa Ortenta]?
Sírvase prestarme su ayuda en el estudio de estos problemas.
490
Primer Ministro al ministro de Trabajo. 20-11-41.

(Con copia para el ministro de Aprovisionamiento.)


parada
Andamos muy cortos de municiones. La producción está
n resolv erse
a causa de dificultades técnicas, que a su vez no puede
las fábricas
por cuestiones que dependen de la mano de obra. Con
cción de muni-
que ahora tenemos, podríamos aumentar la produ
ciones a dos veces y media la actual para media dos de mayo, sí en-
contráramos mano de obra con que operar aquéllas.
, el siguiente:
El personal que hace falta es, aproximadamente
A 31 marzo Amediad Mayo

Obreros calificados (varones) ... 340 940


» 7 9.100 20.100
» Otros obreros
Mujeres nl les cs 225000. 2 0900
Total ... ... 32.000 62.000

a-
Sírvase informarme de las dificultades que surjan en la procur
ven-
ción de esa mano de obra, y de qué medidas se tomarán para
cerlas.

Primer Ministro al ministro de Aprovistonamiento 20-11-41.

Me causa satisfacción observar que se han tomado las dispo-


siciones para emparentar más íntimamente las cifras de tonelaje
con aquellas otras cifras que han de servir de base para nuestros
planes de consumo.
Entre tanto, parece que el promedio de las entregas de acero
a los consumidores, durante las primeras cinco semanas del co-
rriente trimestre, no ha sido superior al de los tres trimestres an-
teriores, pese a haber aumentado la necesidad de dicho metal.
Según tengo entendido, las importaciones de acero en los últi-
mos siete meses han ascendido al equivalente de unos 2'3 millones
de toneladas, y la producción ha ascendido a 5'1 millones, mientras
las entregas a los consumidores no han rebasado los 6'1 millones de
491
toneladas. ¿No se mejoraría notablemente la situa
ción si este exc
so resultante de 1'3 millones de toneladas estuviera disponible
par
el consumo?
Veo que las importaciones de mineral de hierro continúan ads,
lantándose al programa, mientras el acero
y otros materiales
rezagan. Esto me parece extraño, habida cuenta de lá
situación de
los transportes marítimos.

Primer Ministro al Secretariado de Petróleos. 21-11-4],


Las bajísimas importaciones de petróleo anteriormente comu.
nicadas para la semana que terminó el 11 de enero, han continuado
igual, ascendiendo a sólo la mitad de las importaciones de enero
del año pasado, y han satisfecho únicamente la mitad del consumo,
Confío en que se toman las medidas necesarias para traer de
América el máximo posible de petróleo, evitando así el largo rodeo
desde el golfo Pérsico por la ruta de El Cabo. Debería ser posible
convenir con los productores americanos que sus clientes de Oriente
fueran abastecidos desde el Golfo Pérsico, Birmania y las Indias
Holandesas a cambio de que nos fuera entregado un cupo correla-
tivo de petróleo, haciendo para ello las concesiones que fueran
menester para no malquistarnos la buena voluntad de nadie.

Primer Ministro al ministro del Canadá. 21-11-41.

Me encantó leer su discurso 2 la Cámara de los Comunes del


Canadá, del 17 de febrero. Tiene usted muchísima razón al pre-
parar el espíritu de los hombres para un próximo choque de extre-
ma gravedad. Es un consuelo pensar en lo mucho mejor que esta-
mos preparados ahora, comparado con el otoño pasado.
Debo expresarle también cuán alentados se sintieron todos aquí
por la vigorosa exposición de hechos que usted hizo en su alocución
por radio del día 2. Los buques y aviones de ustedes están haciendo
una gran faena aquí. El plan de instrucción aeronáutica es uno de
los factores de más peso, y posiblemente más decisivo, de esta gue
rra. Sus planes sobre el ejército significan una ayuda enorme. La

492
semana pasada, almorcé con McNaughton y charlamos muy ani-
madamente, con él y con sus principales ayudantes, sobre el Cuerpo
Canadiense. Este está distribuído en las posiciones clave de nuestra
defensa nacional. El ministro de la Guerra, que en estos momentos
me hace compañía, desea corroborar este extremo y le envía sus
saludos más afectuosos.
o
¡Qué gusto da ver a todo el Imperio arrimando el hombr
como un solo hombre! Y, créame, querido amigo: comprendo
bélico del
las razones de su éxito al acaudillar el gran esfuerzo
Canadá.

22-11-41.
Primer Ministro al ministro de la Guerra.
de
La proporción numérica que aprobamos para el Ejército es
55 divisiones más una división suplementari a de Sudáfri ca, y, en
de uni-
mi Opinión, menos 3 divisiones Coloniales Africanas. Total
dedes tácticas divisionales: 53, de las cuales 11 van a ser blinda-
das. No veo motivo alguno para alterar este objetivo en los actua-
les momentos.
2. En el curso de los seis meses venideros, el ejército sólo va
a necesitar 130.000 hombres, y el ministro del Trabajo está prepa-
rado a suministrarnos 150.000. ¿No sería prudente tomar una de-
cisión que afecte solamente 2 esos seis meses, y revisar la situación
dentro de cuatro, cuando estar mos en condiciones de conocer mejor
la magnitud y el carácter de la lucha?
3. ¿Tendrá la bondad de comunicarme su parecer sobre el do-
cumento del Ministerio del Trabajo, así como sobre algunas notas
preparadas para mí por el profesor Lindemann, que deben ser con-
sideradas como confidenciales? Me siento muy inclinado a un des-
arrollo de las divisiones blindadas en mayor número que las que
ahora poseemos, pero por el momento no es menester decidir nada,
ya que el embotellamiento está en los tanques y los cañones para
tanques, y no en el personal.
4. Puede contar conmigo para apoyar al ejército en todos los
terrenos, a condición de que yo esté convencido de que el ejército
ha de cumplir.
493
Primer Ministro a sir Alexander Cadogan. 23-11-41.
Todo esto no hace más que demostrar que debemos continuar
acrecentando nuestro apoyo al general De Gaulle. No creo que la
nación francesa otorgue su lealtad 2 cualquiera que escale la jefa.
tura del Estado sólo porque está bien visto por los. alemanes. De-
bemos disuadir con mucha paciencia a Washington de seguir dando
más víveres a la Francia no ocupada o al Norte de Africa. A este
propósito debería ponerse en manos de nuestro embajador en Was-
hington todo el deprimente descontento sobre la escena Vichy-Wey-
gand. Estoy convencido de que Da-lan es un granuja ambicioso.
Denunciarle, así como denunciar las debilidades de Weygand, re-
dundará, 2 medida que salgan a luz, en beneficio del prestigio de
De Gaulle.

Primer Ministro al subjefe del Estado Mayor General Imperial.


25-11-41.
Sírvase informarme de qué clase de cañones antiguos tenemos
ahora en la India, y cuántos de cada clase. Desearía que los nuevos
regimientos que se están formando allí, se adiestraran a base de pie-
zas de 25 libras, pero en realidad prefiero que, para finalidades lo-
cales, dispongan de suficientes cañones de los antiguos de 18 libras,
sin convertir. También supongo que los viejos regimientos de arti-
lería de la India, que. no fueron incluídos en la artillería de las
cuatro divisiones, han recibido asimismo sus complementos regla-
mentarios de cañones.
¿Existen algunas reservas de cañones de tipos más antiguos en
la India? .

Primer Ministro al general Ismay. 26-11-41.

Tenga la bondad de informarme sobre la eficiencia y la pro-


porción numérica de nuestras tropas de Malaya y de la guarnición
de Singapur, señalándome de cuántas formaciones militares se com-
ponen.
494
(Para ejecutar hoy mismo.)
28-11-41.
Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.
Me comunican que el «City of Calcutta», esperado cn Lock
arribará
Ewe el 2 de marzo, está navegando rumbo a Hull, a donde
el 9 de marzo. Estc buque no ha de ser enviado en modo alguno
moto-
a la costa oriental. Lleva a bordo 1.700 ametra!ladoras, 44
últimos
res de avión y no menos de 14.000.000 de cartuchos. Estos
, tarea
son absolutamente vitales para la defensa de la Gran Bretaña
o y a la avia-
que la armada ha confiado casi enteramente al ejércit
ción. Es sencillamente abominable que se diera la orden de que
de
dicho buque se trasladara a la costa" oriental. Envío una copia
esta minuta al ministro de Transportes.
Otro buque, de gran importancia en estos momentos, el «Euria-
nueve
des», es esperado en Liverpool el 3 de marzo. Lleva más de
millones de cartuchos.
Celebraré recibir comunicados especiales sobre lo que se hará
acerca de ambos barcos.

MARZO

Primer Ministro al ministro de la Guerra. 1-I11-41.

Es un alivio saber que los 250.000 fusiles y los 50.000.000 de


cargadores han llegado sin percance con el convoy de tropas ca-
nadienses. Cuando suscité la cuestión de que el Almirantazgo renun-
ciara a los fusiles del 0,303 y aceptara en cambio los fusiles ame-
ricanos del 0,300, me indicaron, mediante otros documentos, que
cabía hacer una permuta mucho más considerable y ventajosa trans-
firiendo esos fusiles americanos recién llegados a las tropas estáti-
cas de la Gran Bretaña, permitiendo de esta manera que 250.000
fusiles del 0,303 pasaran al ejército regular. Supongo que este será
el expediente que pondremos en práctica. La última vez que reci-
bimos fusiles americanos, hicimos una pronta descarga y reparto
495
de los mismos,
con trenes a la expectativa, etc.; y confío que en Ja
presente ocasión usted procederá igual, de forma que las armas.
lle.
guen en el plazo más breve posible a manos de quienes las
nece.
sitan.
Tal vez tendrá la amabilidad de informarme de sus
disposi.
ciones.
¡

Primer Ministro al ministro de Colonias,


1-111-41,
El general Wavell, como la mayoría de militares británicos,
es partidario decidido de los árabes. En ocasión de que se conce-
dieron licencias a los inmigrantes ilegales llegados a Palestina en
buques que naufragaban antes de tocar tierra, el general Wavell
nos envió un telegrama no menos fuerte que el de ahora, predi-
ciendo vastísimos desastres en todo el mundo árabe, así como la
pérdida de la ruta Basora-Bagdad-Haifa. Dicho telegrama tendría
que ser repasado, lo mismo que mi respuesta, en la que yo me negué
a lo que el general pedía y le expliqué las razones de la decisión
tomada por el Gabinete. Todo marchó bien, y ni un solo perro
nos ladró.
De lo antedicho se infiere que toda esa monserga no me
ha con-
vencido lo más mínimo. Los árabes, impresionados por nuestras
re-
cientes victorias, no van a causarnos disgustos. Sin embargo, y
con
vistas a la política adoptada respecto a Grecia, no quiero que
el
general Wavell se preocupe innecesariamente por cuestio
nes sin
repercusión militar en el futuro inmediato. En consecuencia,
debe-
ría notificarse al doctor Weizmann que el proyecto de crear un
ejército judío tiene que ser aplazado por seis meses, aunque
po-
dríamos volver a estudiarlo dentro de cuatro. La única razón
a dar
es la falta de equipos.

Primer Ministro al ministro del Interior, el ministro de Inform


a-
ción y el ministro del Aire. 7-10-41.

Durante los últimos dos meses ha habido


un notable descenso
en las incursiones aéreas enemigas, mas no acierto
a ver el motivo
496
por el cual el método tan cuidadosamente estudiado que nos pet-
mitió salir triunfantes del agobiador período julio- noviembre, tenga
que ser echado a un lado. Que yo sepa, no se ha producido en la
moral pública ningún «efecto depresivo», y de hecho creo que todo
el mundo ha puesto de buen grado manos a la obra. Por con-
siguiente, debo oponerme resueltamente a todo cambio en el mé-
todo que nos ha salvado de sucumbir a los ataques enemigos. Con
. mayor razón deploro que se señalen los impactos logrados por el
enemigo en objetivos específicamente militares. Sin embargo, esto
no es más que mi punto de vista personal y estoy perfectamente dis-
puesto a discutir toda la cuestión en el Gabinete, si ustedes lo esti-
man necesario (1).

Primer Ministro al general Ismay. 9-I11-41.


Me siento absolutamente mixtificado en lo tocante a esta ope-
ración contra Castelorizzo, y opino que el deber de los jefes de Es-
tado Mayor estriba en indagarla bien a fondo. ¿Cómo fué posible
que la armada dejara desembarcar a tan mumerosos refuerzos, cuan-
do en una operación de esta clase todo dependía de que la armada
aislara a la isla? Es menester esclarecer todo eso, en beneficio de
Otras y más importantes operaciones que se preparan para pronto.
Por más que uno quiera no aumentar las preocupaciones de las per-
sonas que tanto están trabajando en nuestro favor, en muchos y
agotadores aspectos, no obstante, es indispensable para nuestro
triunfo que torpezas de esa clasc no se repitan en lo sucesivo (2).

(1) Esta minuta es en contestación a otra de los ministros del Interior,


Aire e Información solicitando medidas con que atajar la circulación de
rumores derrotistas sobre daños y victimas en los ataques aéreos.
(2) La isla de Castelorizzo se encuentra entre Rodas y Yhipre, y es un
eslabón de la cadena que, partiendo del Dodecaneso, llega, Hasta Siria. Un
Comando británico ocupó toda la ista el 25 de febrero tras vencer una ligera
resistencia, y a continuación las fuerzas navales se retiraron a Chipre A
renglón seguido la isla fué atacada repetidamente por la aviación del ene-
migo, el cual efectuó un desembarco de refuerzos sin encontrar oposición
por parte de nuestras fuerzas navales. Fué menester evacuar la isla,

me 497
Primer Ministro al general Ismay. 10-111-41.
Los ataques en vuelo rasante sólo pueden ser peligrosos los días
en que hay nubes bajas o niebla, cuando nuestros cazas no pueden
localizar al enemigo. Habría que estudiar el empleo de minas aéreas,
colgadas de pequeños globos, para la defensa de las fábricas. Sélo
se requiere una fuerza de ascensión de 20 libras, de suerte que un
globo muy pequeño sería suficiente. Cuando se adelantó este pro-
yecto para la defensa de los estuarios, se contestó que se requería
una altitud mucho mayor, con lo cual la finalidad defensiva adqui-
ría un doble carácter; pero esto ha implicado a su vez la fabrica
ción de globos mucho más grandes, que también a su vez exigen
tornos más potentes, etc. En los días de viento, cabría substituir
los globos por cometas.
Este método de defensa no es deseable para aeródromos, ya que
los globos tendrían que ser arriados cuando nuestros aparatos des-
pegaran o tomaran tierra. Para este propósito, parecen más ade-
cuados los cohetes dotados de minas con paracaídas.

(Para ejecutar boy mismo.)


Primer Ministro al ministro de Información. 10-I11-41.

Evidentemente, en la guerra ocurren dos cosas: en unos sitios


se combate y en otros no. Las palabras «Permanezcan quietos» no
se pueden aplicar a los lugares que se encuentran en el segundo
caso, que son desde luego los más numerosos, probablemente el
99 por ciento de todo el país. Para estas zonas, la consigna debería
ser «Adelante».
En rigor, la expresión «Permanezcan quietos» tampoco es apli-
cable en las regiones en donde se lucha. En primer lugar, es una
expresión americana (1); en segundo lugar mo responde a la rea-
lidad. Preferiría la expresión «Sosténganse firmes», que es mucho

0 al. es put, literalmente intraducible, es, en efecto, un americanismo.

498
más inglesa y expresa exactamente el significado que se persigue.
Los párrafos relativos a destrucción de mapas, etc., se aplican
claramente a las zonas estrictas de combate. Según el actual con-
texto, la menor alarma podría producir en toda la nación un des-
trozo al por mayor de mapas, bicicletas, automóviles, etc.
Sería mejor empezar así: «Si esta isla fuera invadida, cada
cual recibiría inmediatamente Órdenes de «Adelante» o de «Soste-
nerse firmes». En la mayoría de los casos, la orden dada sería la
primera, tal como se explica en los tres primeros párrafos del do-
cumento adjunto. La orderí «Sosténganse firmes» se aplica tan sólo
a aquellos lugares en donde se lucha efectivamente, y tiene por fi-
nalidad evitar la obstrucción de las carreteras pux los fugitivos, así
como asegurar que aquellos que hayan decidido permanecer-en una
probable zona de ataque (como, por ejemplo, las costas oriental y
meridional) «se sostengan firmes» en sus viviendas O refugios
hasta que el enemigo haya sido destruído p arrojado de aquellas
proximidades.»

Primer Ministro al ministro de Alimentación. 10-111-41.

Contesto a la suya del 8 del corriente. ¿Quiere usted tener la


bondad de comunicarme cuáles son los objetivos y deberes de la
Misión Alimenticia que usted proyecta enviar 2 los Estados Uni-
dos? En este momento estoy pensando en enviaz allí a sir Arthur
Salter a fin de estimular y animar todo el asunto de la construc-
ción de buques mercantes. Esto implica un proceso que exige es-
fuerzos continuados e incesante atención, ya que hay que poner en
práctica enormes planes para construcciones navales en los asti-
lleros americanos. Lo que se ha hecho hasta la fecha, es menos
de la mitad de lo que necesitamos.
No obstante, yo no miro los problemas alimenticios en un plano
igual. Hay abundancia de víveres en los Estados Unidos, y con
nuestras disponibilidades en dólares deberíamos poder escoger en
qué cosas utilizar nuestro tonelaje. ¿Por qué hace falta una misión
especial para eso?
Mientras me ha sido posible, he procurado reducir al mínimo

499
las misiones a los Estados Unidos, mas, no obstante, estoy dispuesto
a escuchar sus razones en favor de ésta.

Primer Ministro al ministro de la Guerra y otros. 10-I11-41.

Es de suma importancia que presentemos a la Administración


de los Estados Unidos una exposición clara y congruente de nues-
tras necesidades, y que los esfuerzos de dicha nación en favor nues-
tro no se vean entorpecidos por dudas sobre cuáles son nuestros re-
querimientos más urgentes y su orden de prioridad.
Recientemente tuve ocasión de resolver un aspecto de este pro-
blema cuando ordené que todas las estadísticas referentes a nuestro
esfuerzo de guerra, elaboradas para el gobierno de los Estados Uni-
dos, debían ser coordinadas y centralizadas aquí y despachadas por
conducto de nuestro embajador en Washington.
Acaban de someter a mi consideración otro aspecto del mismo
problema. El señor Hopkins me comunica que los agregados de la
embajada americana en Londres tienen la costumbre de enviar men-
sajes, basados en contactos establecidos con oficiales subalternos de
los servicios armados y de los departamentos de suministros de Lon-
dres, mensajes que pueden muy bien diferir notablemente de los
que son enviados por vía directa a los Departamentos de Marina
y Ejército de Washington. Me contó un caso en el cual el Depar-
tamento de Marina recibió insistentes demandas en el sentido de
adjudicarnos unos destructores, mas se encontraron con la sorpresa
de que un oficial desconocido, dependiente de un ministerio londi-
nense, había hecho llegar hasta Washington, por conducto de un
agregado de la embajada americana en Londres, la teoría de que
era inútil oponer destructores a los submarinos mientras no poseyé-
ramos más cazas de gran radio de acción.
Le agradecería que1tuviera la bondad de dictar las disposiciones
necesarias para lograr que los oficiales de su departamento que tr2-
bajan en contacto con el personal de la embajada americana, espe-
cialmente los agregados militares, navales y de aviación, no expre-
saran opiniones susceptibles de discrepar de las consignas oficial-
mente transmitidas a Washington en nombre nuestro. Tal vez
500
dichos oficiales no se dan cuenta de que los criterios sustentados
por ellos pueden llegar hasta Washington de un modo u otro.
También me parece importante que los oficiales que suelen estar
en contacto con los agregados de los Estados Unidos, conozcan en
términos generales la naturaleza de las demandas que exponemos
de vez en cuando al gobierno de Washington, de forma que estén
prevenidos contra la posibilidad de hacer comentarios incompati-
bles con aquéllas.

Primer Ministro al profesor Lindemann. 11-11-41.


Espero que me tenga usted preparado para esta noche el pro-
grama general de importaciones, debidamente clasificadas, para
que yo puede ver de exprimir, con un simple trazo de lápiz, otro
medio millón de toneladas para víveres.

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor Aéreo. 12-11-41.

Recibo informes de que los alemanes están ampliando sus aeró-


dromos en el norte de Francia. Supongo que los nuestros de la
región sudeste de la isla, que planeamos hace algún tiempo, irán en-
trando en funciones paulatinamente. Facilíteme una nota de las
ampliaciones actualmente en curso y de las ya terminadas.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al jefe del Estado Mayor Aéreo. 14-11-41.

Anoche el «ponedor de huevos» se apuntó otro éxito. Sólo


izaron uno, pero cazó una presa. No acierto a comprender cómo se
ha producido esa lamentable demora en el diseño y fabricación del
mecanismo de lanzamiento. Parece que se han consumido más de
tres meses en una tarea incomparablemente más fácil que muchas
de las que ahora se resuelven a diario. En defecto de una solución
mecánica, ¿por qué no abrir un agujero en el suelo del avión, de
forma que un hombre, echado de bruces, arroje «huevos» empu-
jándolos uno tras otro con la mano, habida cuenta de que aquéllos
501
sólo son del tamaño aproximado de un queso de Stilton? “El ritmo
del lanzamiento no sería exactamente regular, pero podría ser igual.
mente afortunado. De todos modos, quiero examinar por mí mis.
mo los motivos de esa demora y sus consecuencias. Yo podría ir
al aeródromo de Northolt a las cuatro de la tarde de hoy, viernes,
-si le fuera posible rcunir allí a los interesados. Sería muy amable
de su parte que usted nos acompañara y pasara la noche conmigo en
Chequers.
Se nos prepara un nuevo peligro. Ahora que esos señores de
las barreras de globos, dependientes del Almirantazgo, -han ridicu-
lizado la idea de la mina aérea, con su alambre, su paracaídas, etc,,
es fácil que no tarde en presentarse el cáter, de manera que cuando
por fin creeremos encontrarnos en forma, ya será demasiado tarde.
Ahora que parecen desviarse hacia el Mersey y el Clyde y ten-
drán que machacar en esos puntos fijos, Ábora es el momento para
que los «ponedores de huevos» recojan su cosecha.

Primer Ministro al ministro del Atre. 14-11-41.

Su propuesta (de ampliación de las Reales Fuerzas Aéreas)


preveía para estos cuatro meses una pérdida (en pilotos) de 1.550,
mientras en realidad la cifra ha sido de 1.229. Por consiguiente,
hemos ahorrado 321 pilotos, y su previsión original era exacta en
un 26 9%. Esto es muy satisfactorio. ;
2. Siempre esperé, y repetidamente se lo comuniqué a usted,
que en los meses invernales habría un notable descenso de la acti-
vidad guerrera. Esto ha ocurrido siempre así. Sírvase comunicarme
cuáles son sus previsiones para los cuatro o seis meses venideros,
marzo inclusive. Los «postulados», como usted los llama, por más
que «previsiones» me parece más natural, en todo caso son de un
interés puramente académico, porque estamos formando pilotos tan
aprisa como podemos, y nuestro programa se basa en la capacidad
y no en la asignación. Con todo, siempre cabe ver cuáles son las
posibilidades.

302
Primer Ministro al gerieral Ismay. 15-I11-41.

Estoy de acuerdo en que la 50.* División debería ir con el convoy


VW. S. 8, y que a éste deberían añadírsele otros buques a fin de ase-
gurarnos de que no se le supriman ninguno de los elementos
esenciales, aparte de la 50.* División, que debe marchar íntegra.
Comuníqueme qué puede llegar a representar esto y qué recursos
navales habrá que movilizar.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al Interventor, Almirantazgo. 15-I11-41.
4
Facilíteme un informe sobre cómo avanza la fabricación de
buques para transportar y desembarcar tanques. ¿Cuántos hay?
¿Qué tonelaje tienen? ¿Cuántos tanques pueden llevar en un
viaje? ¿Cuándo estarán listos? ¿Dónde se construyen? ¿Qué tipo
de tanques pueden transportar?

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 15-111-41.

Como monárquico decidido, en principio me pronuncio siem-


pre en favor de las monarquías constitucionales como barreras con-
wa las dictaduras. Tengo para ello otras muchas razones. Sería un
error que la Gran Bretaña intentara imponer sus métodos políticos
por la fuerza a otros países, ya que esto sólo crearía prejuicios y
resistencias. Sin embargo, la política principal del Foreign Office
debería ser la de ver con buenos ojos los movimientos espontáneos,
entre la población de diferentes países, con tendencia a favorecer
las monarquías. Desde luego, si no nos cabe alentarlos, cuando
menos no deberíamos obstaculizarlos.

Primer Ministro al ministro de Alimentación. 21-11-41.


Espero que no se adoptará el término de «Comedores Comu-
nales». Es una expresión odiosa, que recuerda al comunismo y al
503
hospicio. Le propongo que los llame «Restaurantes Británicos».
Todo el mundo asocia la palabra «restaurante» con una buena
comida, y, por lo tanto, nada impide que tengan el nombre, ya que
no pueden tener nada más.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar,
21-111-41.

1. Cuando estuve en el Almirantazgo, insté repetidamente a


que se pusiera más interés en perfeccionar el aprovisionamiento de
combustible en alta mar. Hemos sabido que los cruceros de batalla
alemanes pueden permanecer muchas semanas seguidas en el mar
sin acudir a ninguna base o puerto para repostarse. Si ellos pueden
repostarse en alta mar, es un escándalo que nosotros no podamos.
Una y otra vez nuestras naves tienen que renunciar a apetitosas
presas a fin de volver a cargar combustible, a seis o setecientas mi-
llas de distancia. No me convence el argumento de que los ale-
ménes pueden enviar sus buques cisterna a los lugares en donde
saben que encontrarán a las naves de guerra, mientras nosotros
nunca sabemos qué va a pasar, porque nos encontramos a la de-
fensiva y no tenemos la iniciativa en nuestras manos. Hay que dis-
poner las cosas de forma que varios buques cisterna estén distri-
buídos en lugares próximos a las rutas habituales, de manera que
si nuestras naves se encontraran operando como operan ahora, po-
drían lanzar una llamada a uno de aquéllos y señalarle un punto de
reuriión. La negligencia observada en cuanto a este principio del
aprovisionamiento en alta maz, constituye una sangría gravosísima
en la potencia de nuestra flota. Es deber del Almirantazgo resol-
ver este problema. ]
2. Es aún más doloroso el hecho de que, al parecer, no pode-
mos aprovisionar de combustible a nuestros destructores en las
aguas relativamente tranquilas de la costa africana. El espectáculo
de ese gran convoy que viene de Sierra Leona, con uno o dos bu-
ques hundidos a diario por submarinos que le van a la zaga, a lo
que se ha añadido el torpedeamiento del' propio acorazado que lo
504
escoltaba, es más que doloroso. Consentir que un acorazado nave-
gue barqueando con un convoy a la velocidad de seis mudos y me-
dio, sin levar otra escolta antisubmarina que la de tres corbetas,
equivale francamente a pedir a gritos que lo turpedeen. Los con-
voyes de Sierra Leona tendrían que ir acompañados de destructo-
res. Los buques hundidos en aquellas aguas representan para nos-
otros una gran pérdida, tan grande como los que naufragan en los
Accesos del Noroeste. Todos, asimismo, son parte integrante de la
Batalla del Atlántico. Me dicen que los destructores no pueden
cubrir esa distancia. ¿Por qué no se pueden aprovisionar en alta
mar, igual que se ha hecho con las corbetas cuando mo ha habido
otro remedio? Celebro saber lo de los refuerzos aéreos; pero los
destructores siguen haciendo falta. Deben recorrer todo el trayecto
y aprovisionarse en alta mar.
3. Toda esa cuestión de que las islas de Cabo Verde son uti-
lizadas por los alemanes como base de aprovisionamiento para sus
sumergibles, debe ser vuelta a examinar con vistas a tomar una
decisión activa. Celebraré que me digan algo sobre todos los extre-
mos anotados.

Primer Ministro al Primer Lord del Almirantazgo y al ministro


del Aire. 21-111-41.

El empleo de aviones, no solamente para atacar a nuestros bar-


cos, sino también para orientar a los submarinos, es en gran parte
el responsable de nuestras pérdidas mavales en los Accesos del
Noroeste. No hay que economizar esfuerzos para destruir a los
Focke-Wulf. Si pudiéramos emplear el radar para localizar su
posición y dirigir a los cazas de gran radio de acción y a los apa-
ratos basados en portaaviones para que les atacaran, sin duda esta-
ríamos en condiciones de infligirles fuertes bajas. ¿No sería fac-
tible emplazar una estación de radar en Rockall? Por más que el
lugar sea inconveniente y desagradable, la posición geográfica me
parece tan buena que tal vez valdría la pena esforzarros poz man-
tener en él una estación, al menos durante los mesus de verano.
Las montañas al sur de Lough Erne ofrecen, asimismo, un empla-
505
zamiento estupendo. Tal vez sería mejor aun si encontráramos el
sistema y el medio de instalar estaciones en la isla de Tory o en tuna
de las islas frente a la costa de Kerry. Estas islas pudrían ser alqui-
ladas particularmente por algunos acaudalados amigos americanos,
Sírvase facilitarme un informe desdezel punto de vista técnico sobre
los resultados que cabría esperar si se pudiera realizar cualquiera
de los proyectos arriba esbozados, así como sobre cualesquiera otras
posibilidades que hayan sido o sean examinadas en lo sucesivo,
También deberíamos estudiar métodos de perturbar las comu-
nicaciones de los aviones con los submarinos alemanes. Según tengo
entendido el sistema que emplean es el siguiente: el Focke-Wulf
manda una llamada a Brest, desde donde la posición es transmi-
tida al submarino. Todo ello requiere cerca de uma hora y media.
¿No sería practicable entorpecer esas comunicaciones O despistar a
unos y otros mediante una serie de falsos mensajes? Es de suponer
que no se dejará de estudiar un aparato de tipo corriente para
estorbar las comunicaciones de radionavegación de los Focke-Wulf,
las cuales deben ser de una importancia vital durante las tormentas
marítimas.
Supongo que nosotros aplicamos la D. F. a las señales de los
Focke-Wul£f. Si éstos emplean el A. S. V., debería ser practicable
localizarlos mediante un aparato adecuado (1).

(Para ejecutar boy mismo.)


Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar,
22-41.

Si se confirma la presencia de los cruceros de batalla enemigos


en un puerto del golfo de Vizcaya, la armada y la aviación deben
esforzarse hasta el máximo por destruirlos, sea como sea, aun a
costa de arrostrar graves riesgos y sacrificios. Si no obstante y por
desgracia, aquéllos lograran escapar y reanudaran sus fechorías, tal

(1) D. F.: Direction Finding, o dispositivo empleado para determinar


la dirección y el origen-de una señal inalámbrica, — A. S. V.: Radar insta-
lado en aviones, d

506
vez sería conveniente una acción basada en las siguientes normas,
que deben empezar a estudiarse desde ahora:
1. A fin de recobrar la iniciativa en el Atlántico, debea cons-
tituirse tres grupos de persecución, a saber: «Renown» y «Ark Ro-
yal», «Hood» y «Furious», «Repulse» y «Argus». Cada uno de
-estos tres grupos debe contar con uno o dos buques cisternas, y hay
que poner en práctica cualquier sistema que les permita repostarse
de combustible en alta mar. Las cisternas no deben acompañar ne-
cesariamente a los grupos, pero deberían situarse en posiciones des-
de las cuales los navíos de guerra pudieran señalarles un punto de
reunión.
2. El frente marítimo que se extiende de Islandia a Cabo
Verde, se dividirá en tres sectores en cada uno de los cuales traba-
jará normalmente uno de los grupos de persecución. Aunque actúen
independientemente de los convoyes, asegurarán a éstos medidas
suplementarias de protección cuando naveguen cerca de ellos. Estas
disposiciones deberían estar cumplimentadas a finales de abril y
entrarían en vigor gradualmente y cuanto antes.
3. Deberá elaborarse un plan para reemplazar cuanto antes
al «Furious», a base de convertir uno o más buques en portaaviones.
Al mismo tiempo el Ministerio del Aire se ocupará de incrementar
el envío de embalajes a Takoradi.
4. Habida cuenta del extremo a que hemos llevado la dis-
persión de la flota en tareas de escolta, no habría inconveniente en
emplear al «Nelson» en lugar del «Hood».
5. Hay que encontrar una flotilla de destructores para los
convoyes de Freetown. Esto se puede conseguir sacándolos de los
restantes veinticinco destructores americangs que tendrán que ope-
rar en aquella zona meridional. Hay que tomar disposiciones para
aprovisionar de combustible a los destructores desde los cruceros o
acorazados de la escolta.
6. La evidencia de la infiltración alemana en las islas de Cabo
Verde, y la probabilidad de que éstas sean utilizadas para repostar
a los sumergibles, refuerzan la necesidad de llevar a cabo cuanto
antes la operación «Brisk». Una vez mos hayamos apoderado del
archipiélago, debemos construir en él una buena base de aprovi-
507
sionamiento y arrojar de las islas a los que hayan auxiliado a los
sumergibles enemigos. Los pros y los contras políticos de este asun.
to, los discutiré en otro lugar,*
Cuantos hidroaviones fueran hallables, hasta el límite de seis,
habría que emplearlos en la zona de Freetown, así como hacerles
operar desde las islas después de la captura de éstas.
7. Sírvanse comunicarme su parecer sobre todo lo expuesto,
junto con los medios susceptibles de llevarlo a la práctica.

Primer Ministro al profesor Lindemann. 22-11-41.


En el supuesto de que se mantuviera un programa de impor-
taciones de 35 millones de toneladas, usted debería estudiar el modo
de transferir, con el mínimo de trastornos, dos millones de tone-
ladas del Ministerio de Aprovisionamiento al Ministerio de Ali-
mentación. Si no se alcanzan los 35 millones, la transferencia debe
reducirse a prorrateo, pero en cualquier caso hay que llegar a la
cifra mínima de nuestras necesidades en víveres. Bosquéjeme un
plan para que yo mañana por la noche pueda discutirlo con sir An-
drew Duncan.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al general Ismay. 23-I1141.
Habría que requerir al Ministerio de la Guerra y al Oriente
Medio para que nos dieran cuenta exacta de los buques frigoríficos *
para el transporte de carne, que han requisado, así como el lugar
en donde dichos buques se encuentran ahora, y cl estado de los
mismos. Me han dicho que en Oriente Medio algunos son usados
como depósitos de abastecimientos. Procúreme una lista completa,
haciendo una distinción entre las naves que han sido transformadas
de arriba abajo en transportes de tropas, y aquellas otras que po-
drían retornar fácilimente a sus funciones normales.

508
Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefos de Estado
Mayor y el Almirantazgo. 23-111-41.

¿Es verdad que el Ministerio de la Guerra exige una provisión


a bordo de los trans-
de ocho galones de agua por hombre al día ha
portes de tropas, y que esco ha sido un factor por el cual se
reducido considerablemente el número de hombres transportables?
¿Se ha efectuado una investigación imparcial de las cifras del Mi-
nisterio de la Guerra? Me quedé altamente sorprendido cuando me
dijeron que el «Queen Elizabeth» y el «Queen Mary» habían embar-
cado tan sólo 3.500 hombres cada uno. Esto es apenas un poco más
del número de pasajeros que solían llevar en sus travesías de lujo.
8.000
Si no recuerdo mal, en mayo de 1915, mandamos a más de
hombres a los Dardanelos en el «Aquitania» o el «Mauretania».
d
2. ¿Se podría lograr algún ahorro en buques si en Ciuda
del Cabo se transbordara a la gente de los transportes para tropas
á
a los grandes transatlánticos? Ahora que el Mar Rojo no tardar
en quedar limpio de sumerg ibles y avione s enemig os, sería apete-
cible organizar un servicio rápido desde Ciudad del Cabo. De todos
modos, esa cuestión debe ser estudiada.

Primer Ministro al general Isma). 23-11-41.

La mayor parte de eso son puras ganas de hablar. ¿De qué


sirve, por ejemplo, decir que no ha habido demanda de grúas en
los puertos menos importantes, cuando éstos no han sido utilizados
y, por lo tanto, no tienen necesidad de aquéllas? Desde luego, debe-
ríamos tener siempre preparados sistemas tanto para efectuar la
descarga en buques ligeros y gabarras, como para aliviar el tráfico
en los puertos pequeños mediante mejoras en las comunicaciones
terrestres, ya sea por carretera o ferrocarril. Sírvase facilitarme una
lista de los puertos que cabría utilizar, y bosquéjeme algunas pro-
posiciones para incluir en una minuta, que yo redactaré después,
mediante la cual apresurar la acción. Hay demasiadas cosas en jue-
go en el Clyde y el Mersey.

509
Para los fines que le indico, utilice a cuantos ayudantes le hagan
falta,

Primer Ministro al maharajá Jam Sabib de Nawanagar.


24-11-41.
Mis colegas y yo nos sentimos altamente conmovidos por los
términos de la resolución aprobada en 17 de marzo por la Cámara
de los Príncipes, y estoy especialmente emocionado por la gene-
rosa alusión que se hace a mi persona. El Gobierno de Su Majestad
en el Reino Unido reconoce, lleno de gratitud, la valiosa contri-
bución que las tropas de la India han aportado a las victorias im-
periales del Norte de Africa, y sabe muy bien, asimismo, que esta
contribución se acrecentará en lo sucesivo tanto en inagnitud como
en alcance a medida que transcurran los meses. En nombre de mis
colegas suplico a Vuestra Alteza que exprese a la Cámara de los
Príncipes nuestfo reconocimiento por el espíritu de firmeza con
que los Príncipes y los "pueblos de la India han demostrado estar
inspirados.

Primer Ministro al ministro de Dominios. 25-11-41. *


¿Qué finalidad se persigue fastidiando a los Dominios con toda
esa monserga, de dudoso valor, acerca de las probabilidades de
una invasión? ¿Es que los Dominios han pedido tal cosa? Lo que
menos puede hacerse, es presentar, asimismo, la otra cara del asun-
to, esto es:
1. Que aun en el caso de que el enemigo desembarcara, sus
comunicaciones por mar quedarían interceptadas antes de una se-
mana pof méstra flora.
“. 2. Que tenemos todos los motivos para creer que podemos
mantener la superioridad aérea británica en las horas diurnas, y
que muestras fuerzas de bombardeo «namsosizarán», por consi-
guiente, los puntos de desembarco lo mismo de día que de noche.
3. Que tenemos el equivalente de casi treinta divisiones con
1.000 tanques, guardado en reserva para lanzarlo sobre los diver-
sos puntos de invasión. — * ¡
510
á. Que nuestra Guardia Metropolitana sc compone de un
millón seiscientos mil hombres, un millón de los cuales tienen fu-
siles o ametralladoras con que hacer frente a esporádicos descensos
de paracaidistas, etc.
Francamente, sin embargo, no veo la utilidad de proclamar
todo eso, que podría hacernos daño si llegara a conocimiento del
enemigo, a menos que se crea que haga falta amedrentar a los
Dominios para que cumplan con su deber.

Primer Ministro al Foreign Office. 28-11-41.

Monsieur Stoyadinovitch debe ser tratado con toda cortesía,


pero mantenido bajo incesante vigilancia. El Gobernador debería
estar informado de que se trata de una mala persona, y que en
aquellos momentos era sin duda un Quisling servio en potencia.
No es deseable que entre él y el Gobernador o su personal, se
entablen relaciones distintas a las estrictamente formularias. Lo
mismo se aplica al resto de la población de la isla Mauricio. El
régimen alimenticio y la comodidad personal que se le dispense,
deben ser los correspondientes a un coronel,

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Estado


Mayor y el comandante en jefe de las Fuerzas Metropolitanas.
30-I1141.
1. En el simulacro de invasión «Víctor», dos divisiones blin-
ladas, una' motorizada y dos de infantería desembarcaron teórica-
mente en la costa de Norfolk arrostrandu una fortísima resistencia.
Se abrieron camino luchando y en teoría todas ellas entraron en ac-
ción a las cuarenta y ocho horas.
2. Supongo que los detalles de esta notable hazaña han sido
elaborados por el Estado Mayor competente. Deseo conocer esos
pormenores. Por ejemplo: ¿cuántos buques y transportes llevaban
a estas cinco divisiones? ¿Cuántos vehículos blindados compren-
dían? ¿Cuántos camiones, cañones, municiones, hombres, tone-
ladas de abastecimientos, cuánto avanzaron en las primeras cuaren-
ta y ocho horas, cuántos hombres y vehículos se dieron como teó-
s11
ricamente desembarcados en las primeras doce horas, qué porcenta.
je de bajas se les atribuyó? ¿Qué ocurrió con los transportes y bu.
ques-almacén durante las primeras cuarenta y ocho horas de lucha?
¿Habían completado su descarga, o permanecieron junto a tierra?
¿Qué escolta naval les protegía? ¿Estuvo el punto de desembarco
protegido por formaciones de cazas diurnos superiores a las nues-
tras? ¿Cuántos aparatos de caza tuvo que emplear el enemigo para
cubrir las playas de desembarco?
Todos estos datos podrían ser de un valor insuperable para
nuestras futuras operaciones ofensivas. Me gustaría que los mismos
oficiales elaboraran un plan para un desembarco muestro de una
fuerza similar a aquélla, en la costa francesa, en un lugar situado
aproximadamente en el del máximo alcance de nuestros cazas, y
siempre en el supuesto de que los alemanes gozaran de superioridad
- maval en el Canal. Una empresa de esta magnitud, llevada a cabo
en cuarenta y ocho horas, pasaría a la Historia, y si los Estados Ma-
yores quieren consagrarse totalmente a la tarea, explicando hasta
el último detalle, me gustaría mucho someter su trabajo al Comité
de Defensa para ponerlo en práctica cuanto antes.

ABRIL

Primer Ministro a sir Andrew Duncan y la Junsa Superior


de Importaciones. 1-IV-41.
En la última reunión del Comité de la «Batalla del Atlántico»
se nos quiso dar la impresión de que la notable mejora observada
en el rendimiento de los buques cisterna se debía en gran parte a
los sistemas perfeccionados de aspiración. Esto es inexacto. E! tiem-
po de descarga ha quedado reducido de 11.3 días a 3.3 días. Una
gran proporción de este ahorro de tiempo se debe a buena organi-
zación, tal como lo demuestra la adjunta tabla. Las mejoras en la
descarga no ascienden a un tercio del ahorro total. Más de dos ter-
cios son atribuíbles a una organización más capacitada.

512
Usted y su Comité deberían examinar esta cuestión y ver hasta
qué punto el Ministerio de Navegación puede adoptar los sistemas
del Departamento de Petróleos.

Primer Ministro al ministro del Interior. 2-IV41.

Leo una nota en el Daily Telegraph de que usted va a hacer en


breve una declaración en el Parlamento sobre el porvenir de las
carreras de caballos. ¿Querrá-tener la bondad de darme a corocer
de antemano lo que piensa decir? Si se hiciese algo que amenazara
acabar con las carreras de caballos en tiempo de guerra, o echar a
perder a las crías de raza, acaso sería conveniente que toda esa
cuestión la ventiláramos antes en una reunión del Gabinete.

Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.


4-IV-41.

Repostamiento de combustible en alta mar. Teniendo en cuen-


ta que el «Malaya» daba escolta a un convoy de 8 nudos, o tal vez
de 6, no veo por qué insistir en el peligro que correzía abasteciendo
de combustible a un destructor, a la marcha de 12 mudos. Es muy
cierto que mientras durara la operación de abastecer al destructor,
el acorazado estaría prácticamente impedido de maniobrar para es-
quivar a un torpedo. Por otra parte, las ventajas de tener destruc-
tores junto al convoy compensarían con creces esa Impotencia tem-
poral. Si al convoy le acompañaran cuatro destructores, uno de
ellos podría estar repostándose mientras los otros tres le protege-
rían, Sea como sea, nada podría ser peor que tener a un acorazado
trabado a un convoy de 6 u 8 nudos sin buques de protección anti-
submarina en las cercanías, Y esto es lo ocurrido con el convoy
en cuestión.

Primer Ministro al jefo del Estado Mayor del Asre. 5-IVA41.

Hay dos cosas (referentes a las Fuerzas Aéreas de Oriente Me-


dio) que me parecen increíbles:
513
1. Que con un personal de tropa de 26.600 hombres de los
servicios de tierra y 1.175 pilotos, amén de 1.044 aparatos, só)
podamos oponer al enemigo 292 aviones. |
2. Que con ese inmenso personal de tropa y esa masa de má.
quinas anticuadas, el comandante en jefe de la Aviación no pueda
encontrar el personal necesario con que servir a los nuevos aero-
planos a medida que éstos van llegando, obligándolos a dar un
rodeo por El Cabo que redunda en demoras fatales.

Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar, 5-IVA1,

Adjunto encontrarán una respuesta eminenteménte satisfacto-


ria a nuestras demandas. Si siete cúters están disponibles en Nueva
York dentro de una semana, ¿por qué no arreglar de modo que
estén tripulados y a punto de entrar en acción una semana des-
pués, partiendo de Islandia? Sea como sea, garantíceme que todo
marcha para que esas naves reciban a su dotación y entren en línea
cuanto antes.

Primer Ministro a sir Edward Bridges. 8-IV-Á1.

Es muy importante que por Pascua no se produzcan baches en


el trabajo. La reunión habitual del lunes deberá celebrarse a las
cinco de la tarde. Los ministros deben comprometerse a ser asequi-
bles por teléfono en cualquier momento. Será mejor que los mi-
nistros se tomen sus vacaciones por turnos.
Facilíteme una lista de quiénes se irán y quiénes se quedarán
Me dicen que Pascua es un tiempo excelente para invasiones.

Primor Ministro al general Ismay. 8-IV-41.

Debemos procurarnos la máxima información posible sobre


Tobruk. Que preparen un mapa a gran escala, y a ser posible una
máqueta en relieve, no sólo de Tobruk sino de toda la zona de El
Adem. Entre tanto, mándeme las mejores fotografías que tengamos,
tanto desde el aire como desde tierra.
Primer Ministro al ministro de Aprovisionamiento. 8-IV-41.
Observo con algún disgusto, según el censo de máquinas herra-
mientas, que se ha reducido el promedio de horas trabajadas por
dichas máquinas herramientas, promedio que ha descendido de se-
senta y seis a cincuenta y ocho horas por semana entre junio y
nóviembre de 1940. Desde luego, sé que es imposible conseguir
un equilibrio perfectode todas las máquinas trabajando al límite
de explotación, cuando no todas las máquinas son iguales entre sí.
No obstante, las horas en que se ha trabajado me parecen muy in-
feriores en número a las que cabía esperar. Una pequeña pérdida
(1 14 horas por semana) es atribuída directamente a los ataques
aéreos. Otras pérdidas más importantes son imputadas a la tenden-
cia de cerrar las fábricas durante las horas de obscuridad. Tal vez
usted querrá comunicarme el número de turnos que trabajan en
las fábricas.
Será en extremo difícil insistir para la urgente entrega de las
máquinas herramiéntas que esperamos de América, cuando no sa-
bemos utilizar plenamente las que ya poseemos.
Dirijo unas minutas similares a la presente al ministro de Pro-
ducción Aeronáutica y al Primer Lord.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al ministro de la India. 10-1V-41.

Muchísimas gracias por la pronta y eficaz gestión que usted


realizó ayer. Me interesará muchísimo conocer el plan que va a
elaborar en los próximos días para convertir a Basora en un gran
centro americano de agregación. Naturalmente, usted deberá prepa-
rar el proyecto por etapas, de modo que podamos ir utilizándolo
a medida que progrese. También debe prepararse un extenso es-
quema de defensa contra ataques aéreos, y proveer las necesarias
estaciones de radar para que nuestros cazas puedan remontarse a
tiempo. Solicite de los departamentos militares abundantes fotogra-
fías del lugar, y mándemelas junto con su informe. Procure que
éste sea breve:

515
Primer Ministro al jeje del Estado Mayor General Imperial,
15-1V-41.
Por la adjunta relación, que yo estudio todas las semanas, ob.
servará usted que disponemos de 1.169 tanques pesados en esta
isla, entregados a las unidades de tropa. La producción mensual de
más de 200 va a ampliarse en un futuro próximo. Si el adiestra-
miento de los hombres no ha mantenido el mismo ritmo de las
ya atrasadísimas entregas de tanques, eso es responsabilidad del Mi.
nisterio de la Guerra. No me extraña que se tropiece con dificul.
tades en el adiestramiento cuando se adjudican 238 tamques cru-
cero a una división blindada y sólo 38 a otra. Si la 11.2 División
Blindada poseyera unos cuantos tanques «l» más, se adiestraría
más aprisa.
Personalmente, no estoy convencido de que lo correcto sea hacer
de cada división una unidad enteramente homogénea. En una di-
visión, habría de ser posible una juiciosa mezcla de máquinas, aun-
que fueran de velocidades distintas. Además, algunos de esos ve-
hículos blindados deberían llevar artillería de campaña, e incluso
uno o dos cañones pesados o morteros. Facilíteme un informe de
cómo se organizan los alemanes en este aspecto. ;

- Primer Ministro al Primer Lord. 15-IV-41.

He oído que el empleo de extensas redes” Actaeon, 'o disposi-


tivos análogos de arrastre remolcados por las naves de escolta a
ambos lados de los convoyes, está siendo objeto de un estudio por
parte del Almirantazgo. Me gustaría recibir un informe sobre los
progresos de esa investigación. :
Si pudiéramos llegar a disponer de una cosa de esa índole. h2-
bríamos adelantado mucho en la solución de nuestros problemas (1).
3
(1) La red de defensa Actacon contra torpedos se fabricó para su em-
pleo en buques mercantes. No podía ser arrastrada por las naves de escolts
sin obstaculizar su libertad de movimientos, Véase Vol. 1, App. II.

516
primer Ministro al ministro dol Aire. 15-1V-41.

Disto mucho de estar satisfecho del estado de nuestros prepa-


rativos para la guerra química ofensiva, si ésta nos fuera impuesta
por el enemigo.
Tengo ante mis ojos un informe sobre esta materia, redactado
por el Comité Mixto de Guerra Química, junto con un comentario
al mismo por el Ministerio de Aprovisionamiento. De dichos do-
cumentos se desprenden los dos siguientes puntos especiales:

1. La escasez de granadas de gas sigue siendo aguda. Aun-


que la producción de las granadas de 6 pulgadas y 5'5
pulgadas debía haber empezado en febrero, no se ha
fabricado ni una sola. Tengo entendido que la escasez
de granadas de gas de 25 libras obedece a la falta de
cascos vacíos.
2. La producción de la bomba L. C. de 30 libras, Mark 1, no
mantendrá el mismo ritmo de producción del arma de
5 pulgadas U. P., el nuevo proyector móvil para uso
del ejército. Es más, los suministros serán insuficientes
hasta para las exigencias del adiestramiento.
3. La producción de gas fósgeno es inadecuada. La capacidad
- de fabricación de las instalaciones es actualmente in-
ferior en un 65 por ciento; hasta hace poco, y por
espacio de varios meses lo ha sido en un 50 por ciento.

Me propongo examinar la situación en una próxima reunión


del Comité de Defensa.
A fin de que este examen sea lo máximo de completo, deseo
recibir del ministro de Producción Aeronáutica y del ministro de
Aprovisionamiento, breves estadillos globales expositivos de la si-
tuación en lo que a cada uno de ellos concierne. Estos estadillos los
haré circular con anterioridad a la reunión, y deberían contener lo
siguiente:
517
1. Demandas totales verificadas a cada ministerio, con las
fechas de las mismas. |
2. Existencias de componentes químicos en poder de cada
ministerio hasta 1.? de abril.
3. Suministros entregádos hasta 1.2 de abril a la R.A.F. o
al Ejército.
4. Cálculo de la producción para los próximos seis meses.

Me complacería que estas relaciones pudieran estar listas dentro


de una semana. Hay que dirigirlas a sir Edward Bridges.
Dirijo minutas análogas a la presente al ministro de la Guerra,
al ministro de Abastecimientos y al ministro de Producción Aero-
náutica.

Primer Ministro al coronel Jacob. 16-1V-41.

Sírvase mandarme una carilla de papel con una lista demostra-


tiva del actual potencial — y el de septiembre pasado — de las
Fuerzas Británicas Metropolitanas, en 4) Fusiles y S. A. A.; b) Art-
llería, con inclusión de todos los tipos de cañones de campaña y
de calibre medio, en un apartado, y en otro las baterías de Jefensa
costera y baterías antiaéreas, tanto ligeras como pesadas; c) Número
de tanques «Í» y tanques crucer” en poder de las unidades; d) Fu-
siles y raciones de las formaciones combatientes; e) Número de di-
visiones y brigadas 1) de vigilancia en las costas, 2) más a reta:
guardia, a disposición de la reserva estratégica y del Gran Cuartel
General; f) Potencial en aparatos de caza disponibles para Ja lucha
en ambas fechas; g) Potencial y peso de descarga de los aviones
de bombardeo en ambas fechas; »)% Potencial de las flotillas en
aguas metropolitanas en ambas fechas. Bastarán cifras en números
redondos. No entre demasiado en detalles. .

518
(Para ejecutar hoy mismo.)
Primer Ministro al jefe del Estado Mayor del Atre. 17-IV-41.

1. Hay que reconocer que la incapacidad del Mando de Bom-


barderos para tocar a los cruceros enemigos anclados en Brest, cons-
tiuye un rotundo fracaso del arma. No se ha intentado un ataque
en serio en vuelo bajo y a la luz del día. La política del Ministerio
del Aire, al descuidar la producción de bombarderos en picado, está
demostrando ser, según todas las experiencias, un afrentoso error
por cuya comisión estamos pagando muy caro. Carecemos de po-
tencia ofensiva, y el ambiente está saturado de un terror invencible
al riesgo. _.
2. Los cruceros de batalla alemanes parecen ser las dos naves
más temibles de esta guerra, ya que al parecer no tenemos nada con:
que darles caza y muerte. Yo nunca le he pedido a usted que trate
de plantar cara al mal tiempo y al mismo tiempo buscar el combate
con el enemigo, pero ahora cabe esperar que el tiempo vaya mejo-
rando de día en día. Creo que a ese objetivo no hay que abando-
narlo. Por el contrario, hay que redoblar los esfuerzos para elimi-
nar las causas del anterior fracaso. Haga que el Almirantazgo exa-
mine la siguiente proposición:
Coja al «Victorious» en su estado actual y cargue veinte Hurrj-
canes en su puente superior. ¿Bastaría ese contingente de cazas para
permitir que una docena de bombarderos efectuaranalalba un ata-
que diurno, utilizando el mejor aparato de puntería que hayamos
sabido fabricar? Que no deje de estudiarse esto y que se me mande
un informe.
3. Desde luego, soy partidario decidido de atacar a Alemania,
de usar las bombas más pesadas y de darles a los berlineses una
buena dosis de medicina. Hasta estoy de acuerdo en que todo el peso
del Mando de Bombarderos debe descargarse contra objetivos en
Alemania; pero, entre tanto, no hay que descuidar la toma diaria
de fotografías de los cruceros de batalla ni la realización de fre-
cuentes ataques contra los mismos a cargo de formaciones reduci-
das cuando el tiempo lo permita, y por formaciones mayores du-
519
rante las noches en que sea observable cualquier movimiento. Todo
ello, aparte de las operaciones diurnas especiales que he sugerido
más arriba (1).

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al jefe del Estado Mayor General Imperial,
Lo, 18-1V-41.
1. Después de la toma de Bengasi el 6 de febrero, la 7.2 Di
visión Blindada, que había prestado tan excelentes y esforzados ser.
vicios en la campaña, recibió orden de volver a El Cairo para re.
acondicionamiento. Esto implicaba un viaje de más de 400 millas,
merced al cual las cadenas de muchos de los tanques deben de
haberse desgastado totalmente. Fué una improcedencia enviar a
la división entera a su punto de origen, con mayor razón cuanto
que ya estaban llegando informes de la presencia de elementos aje-
manes en Trípoli. No creo que todos los tanques de esa división
se encontraran simultáneamente en condición de requerir prolon-
gadas e importantes reparaciones. Debieron de haberse improvisado
talleres en el frente para las reparaciones de menor cuantía, man-
dando a primera línea al personal mecánico necesario. De esta ma-
nera, además de la 3.* Brigada Blindada, la 7.* División hubiese
podido contar con una elevada proporción de las brigadas blinda-
das. Sin embargo, parece que el general Wavell y su plana mayor
creían que antes de fines de mayo no se producirían contrarieda-
des. Este cálculo ha sido funestamente erróneo, y de €l se han deri-
vado consecuencias muy enojosas.

(1) En rigor, el “Gneisenau” había sido torpedeado en el puerto de


Brest el 6 de abril por un aparato del mando de guardacostas. En este audaz
ataque se perdieron el avión y sus tripulantes, Al piloto le fué concedida
la Cruz Victoria a titulo póstumo. Unos días después, un aparato del mando
de bombarderos logró cuatro impactos en los mismos kuques. Eatos hechos
de armas nó nos eran conocidos a la sazón,
En julio, el “Scharnhorst” se trasladó de Brest a La Pallice, en el golfo
de Vizcaya, para efectuar pruebas y maniobras. Tres dias después fué bom-
bardeado en el último puertó, recibiendo daños importantes. Luego hubo de
volver a Brest para someterse a reparaciones,

520
2. Una vez efectuado su viaje de vuelta, al menos 114 tanques
crucero y 48 tanques de infantería, en total 162, ingresaron en
talleres egipcios y todavía siguen en ellos, y no se espera que salgan
más de 40 hasta el 15 de mayo, y otros 41 hacia el 30 del mismo
mes. Me parece increíble que unas máquinas que pudieron hacer el
viaje de vuelta por sus propios medios, tengan ahora que exigir
tua enorme período de tiempo, y que sólo el puñado de tanques
de Tobruk haya podido abandonar los talleres. Parece haber mucha
relajación y mala administración en esos trabajos de taller, que son
esenciales.
3. ;¿Qué son exactamente esos tanques crucero M. 3, que
dicen que van a llegar de los Estados Unidos a finales de abril?
Hasta la fecha no hemos sabido nada.

Primer Ministro al ministro de la Guerra. 20-1V-41.

En Libia han caído en muestro poder varios tanques alemanes.


Aunque estén dañados, debemos tomar las disposiciones que sea
menester para que los examine a fondo un buen diseñador tan-
quista británico, o cualquier otra especie de perito en la materia,
Si las circunstancias lo permiten, cabe remitir en su día a esta
isla un tanque alemán, o sus piezas más esenciales. Entre tanto, si
no hay en Oriente Medio ningún perito competente, debemos en-
tiar uno inmediatamente para que proceda a un examen sobre el
terreno,
Envío una minuta análoga al ministro de Aprovisionamiento.

Primer Ministro al general 1smay. 21-1V-41.

Deseo celebrar una conferencia sobre cuestiones referentes a los


tanques y al futuro desarrollo de los mismos, a la que deberían
invitarse a los comandantes de las divisiones blindadas, así como
algunos representantes del Ministerio de Aprovisionamiento. Esta
conferencia podría fijarse para el lunes en ocho días, o sea, el 5 de
Mayo.
A los jefes de las fuerzas tanquistas habría que estimularles a
521
redactar documentos con sugestiones, así como a expresar libre.
mente sus Opiniones, Habría que preparar una agenda semejante
a la que se prepara para las conferencias de comandantes en jefe.
Ponga todo esto en marcha y redácteme una minuta en forma
adecuada para mandarla al Ministerio de la Guerra.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al jeje del Estado Mayor General Imperial,
22-11-41.

He examinado la situación de los tanques junto con el gene.


ral Crawford. Después de haberse despachado los 67 tanques cru-
cero y sus recambios, las entregas de los tres próximos meses debe-
rían sobrepasar las 288. Las entregas de tanques «Il» pueden llegar
a 500, y con toda certeza recibiremos en mayo y jutio una buena
remesa de tipos A. 22. Parece que los recambios del Mark IV y el
Mark VI son en gran parte idénticos, salvo el mecanismo de direc-
ción y uno o dos otros dispositivos menos importantes. Los moto-
res son iguales, y en Oriente Medio ya tienen un buen repuesto
de piezas de recambio con que nutrir a los Mark VL Por consi-
guiente, sólo hace falta que mandemos los recambios que no sean
Iguales.
El problema para usted será, en los tres meses venideros, encon-
trar equipos de hombres lo bastante adiestrados para los tanques
que irá recibiendo.
2. Me gustaría que usted quisiera ocuparse personalmente de
que los 1.000 tanques hoy en poder de las unidades, no se desgas-
taran demasiado aprisa con los ejercicios de adiestramiento. No de-
seamos que de repente nos digan que los tanques de una división
entera, con los cuales contábamos, tienen que pasar a reparación
por mucho tiempo, a semejanza de los de la 7.* División Blindada,
precisamente cuando más falta nos están haciendo. Me parece que
la instrucción de las tropas tanquistas, debería dividirse en dos par-
tes: a) Adiestramiento en el empleo del tanque, para el cual, incluso
en las divisiones todavía no equipadas al completo, habría que pro-
veer tanques modelo; y b) Adiestramiento táctico. En este aspecto
522
habría que hacer cuanto fuera posible para evitar movimientos de
masas de tanques. Muchos de los ejercicios seguramentese pueden
practicar empleando portacañones Bren, conducidos a velocidades
análogas a las de los tanques, y sólo de vez en cuando habría que
utilizar los tanques, impidiendo de esta manera el desgaste de las
cadenas de éstos. El sistema de «jaco de repuesto» que practican
algunos cazadores para acudir al lugar de reunión de la montería,
habría de servir de ejemplo a los oficiales de la caballería motori-
zada,
Sirvase facilitarme un informe sobre lo antedicho.

Primer Ministro al jeje del Estado Mayor General Imperial.


23-IV-41.

Tengo la impresión de que sus problemas en un futuro próximo


van'a consistir en una superabundancia de tanques (en esta isla).
Me habla usted de la velocidad y el radio de acción de esos vehícu-
los. En la práctica, las cosas no acontecen de ese modo. Sólo en muy
raras ocasiones una gran fuerza homogénea se ve en el caso de
efectuar un avance prolongado o una maniobra de larga duración.
La mayoría de las veces se pierden muchas horas en cada acción,
cuando todos permanecen a la expectativa y sólo unos pocos logran
llegar a sitio. No acierto a pensar en nada más estúpido que eso
de despojar de tanques crucero a cinco divisiones para destinarlos
a una sola división equipada exclusivamente de dichas máquinas.
Esta es una de las cuestiones que tendrá que discutirse en el «Par-
lamento de-los tanques» acerca del cual le mandé una nota. Es
menester celebrar una reunión cuanto antes. En Inglaterra, las dis-
tancias son muy cortas, y el terreno está muy cercado, de manera
que la diferencia entre un tanque Crucero y un tanque «l» siempre
tenderá a acortarse, al extremo de ser casi nula, Por consigniente,
las organizaciones homogéneas no deberían ser mayores de una bri-
gada. Asimismo, los tanques tendrían que estar distribuídos más
equitativamente entre las unidades mientras dure el presente perío-
do de calma.

523
Primer Ministro al ministro de la Guerra. 23-IV-41.
Las lecciones de esta guerra resaltan la necesidad dé buenas ar-
mas antitanque, con abundancia de ellas. El número de cañones
antitanque que podemos producir, es necesariamente reducido; con
mayor razón, pues, debemos salir adelante utilizando cuantos sus-
titutivos Nos sirvan para el caso.
Pensé que la bombarda iba a darnos terreno en que edificar
algunas esperanzas. Me dijeron que usted había decidido ordenar la
fabricación de 2.000 de ellas, con 300.000 proyectiles antitanque
y 600.000 proyectiles corrientes. ¿Cuándo podemos esperar que
estas armas sean distribuídas a las tropas? ¿A qué ritmo? Le agra-
deceré que me facilite el programa.

Primer Ministro al ministro de la Guerra. 23-IV-41.

Circulan insistentes rumores de que los alemanes están constru-


yendo tanques con un blindaje de gran espesor. Se mencionan cifras
de cuatro a seis pulgadas. Un blindaje así sería imperforable por
cualquier cañón antitanque de los actualmente existentes. De hecho,
ningún cañón de campaña podría causarle daños. Las cadenas y
otras partes vulnerables constituyen blancos muy pequeños.
Según pruebas efectuadas, ha quedado demostrado que el explo-
sivo plástico aplicado a la plancha de blindaje, como es. el caso,
por ejemplo, de la bombarda diseñada por los coroneles Blacket y
Jefferis, tiene una gran fuerza de penetración, lo cual puede -3er
una solución al problema, En ningún caso hemos de dejarnos atra-
par durmiendo. Estoy seguro de que el Ministerio de la Guerra habrá
sabido reaccionar a la amenaza de un tanque de coraza muy gruesa,
y que ya tiene pensado el antídoto. Sírvase informarme.

Primer Ministro al general Wavell. 24-1V-41.

1. El empleo de cortinas de humo, desde diversos puntos y


según el viento, ¿nó lograría inmunizar considerablemente a nues
524
tros buques anclados en el puerto de Tobruk? ¿Dispone usted de
los materiales y herramientas necesarios?
2. Nos gustaría recibir detalles sobre los tanques alemanes
recientemente capturados por la guarnición de Tobruk. Deseamos
saber en particular si están tropicalizados, adaptados al desierto y
equipados para su empleo a temperaturas tórridas.

Primer Ministro al ministro de la Guerra y el ministro de


Aprovisionamiento, 24-IVA41.

Me propongo celebrar reuniones periódicas para estudiar las


cuestiones derivadas de los tanques y de las armas antitanque. La
primera tendrá lugar en Downing Street el lunes 5 de mayo, a las
once de la mañana. A estas reuniones deberían asistir ustedes, acom-
pañados de los oficiales que estimen conveniente. Por el Ministerio
de la Guerra, proporigo que asistan el jefe del Estado Mayor Gene-
ral Imperial, su ayudante y el general Pope; asimismo habría que
invitar al general Martel y a los jefes de sus divisiones blindadas.
Por el Ministerio de Aprovisionamiento, desearía que estuvieran pre-
sentes Mr. Burton, el almirante Brown y el general Crawford.
2. Tengo especial interés en que todos los jefes y oficiales que
asistan a la reunión se consideren invitados a exponer sus suges-
tiones sobre los extremos a discutir, y a expresar sus Opiniones in-
dividuales con entera libertad. En rigor, deseo constituir un «Par-
lamento de tanques».
3. Mi Oficina de Defensa preparará una agenda para cada
reunión, en la que se incluirán cuantos extremos ustedes quieran
discutir, y cualesquiera sugestiones o preguntas deseen formular los
jefes de las unidades tanquistas. Personalmente, me gustaría discu-
tir la organización de las divisiones blindadas y el estado actual de
su eficiencia mecánica, así como otras cuestiones previsibles para
el año 1943. ]

525
Primer Ministro al vizconde Halifax. 28-1V-41,
No disuada al Presidente de plantearme sus preguntas directa.
mente a mí, o que lo haga el personal de su Estado Mayor Naya]
Mis relaciones personales con él son muy importantes, y sería una
lástima que unos trámites rutinarios las echaran a perder.

Primer Ministro al general Ismay. 28-1V-41,


1. Sírvase remitirme hoy mismo la minuta (1) que redacté
el verano del año pasado ordenando la creación de un cuerpo de
5.000 paracaidistas, y añada a la misma todas las minutas de los
departamentos interesados a causa de las cuales di ulteriormente mi
conformidad en reducir dicho número a 500. Confío en tecibir
estos documentos antes de medianoche.
2. Sírvase dejarme examinar todas las proposiciones actuales
referentes a la ampliación de las tropas paracaidistas y de planea-
dores, junto con una tabla cronológica de los resultados previstos,

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor General Imperial.


- 28-1V-41.
El Director de Operaciones Militares me habló ayer de ciertos
planes que se han preparado para la eventualidad de temer que
evacuar Egipto. .
Déjeme examinar estos planes, así como cualquier otro mate
rial relacionado con los mismos.

(1) Primer Ministro al general Ismay (para la Comisión de jefes de


de E. M.). y-IX-g0.
Desde luego, si el proyecto de los planeadores es preferible al de los pa-
racaidas, debemos estimularlo. pero ¿se toma esto en serio? ¿No corremos
el peligro de dejarnos ofustar por un sistema experimental y dudoso? En-
víenme un informe compleo de lo hecho respecto a los planeadores.

426
Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.
28-14 41.

El comandante en jefe del Mediterráneo ha estado intensamente


ocupado en dirigir la afortunada evacuación, pero vuelve a ser hora
de que reanude sus esfuerzos por bloquear los puertos de Cirenaica
y capturar esos buques, o cuando menos el mayor número de ellos.
El bloqueo de los puertos de Cirenaica debe ser más fácil que el
de Trípoli. Hay que intentar ambas cosas, pero un fracaso cn la
segunda sería particularmente lamentable.

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Es-


tado Mayor. 29-1V-41.

¿No resulta más bien chocante, que, tras haber anunciado que
el puerto de Bengasi era inservible durante nuestra ocupación, y
que al evacuarlo lo habíamos dejado completamente bloqueado,
el enemigo lo esté utilizando ahora sin ninguna traba?

Primer Ministro al general Ismay. 29-IVA1.


El sábado pasado advertí que los paracaidistas que aterrizaron
varias veces, se habían hecho mumerosas cortaduras en los mudi-
llos. ¿Se ha estudiado el problema de protegerles ias manos y de
dotarles de rodilleras?

MAYO

Primer Ministro al general Isma. 4-VA1.

Sírvase mandarme un informe sobre la eficiencia del personal


artillero, así como del personal que tiene a su cargo las baterías
de 15 pulgadas y los reflectores de Singapur. ¿Están equipados
con radar?-
527
Primer Ministro al ministro del Aire. 4-V-4]

Esto (un telegrama al presidente Roosevelt sobre el acrecenta


miento de la producción de bombarderos en los Estados Unidos)
debe desde luego transmitirse utilizando los conductos reglamenta
rios. No me gusta enviar telegramas al Presidente sobre el pro
grama general, el cual habría de ser previamente desmenuzado por
la complicadísima organización técnica creada a este efecto,

Primer Ministro al ministro de Hacienda. 4-V-41

¿Es verdad que la viuda de un combatiente muerto por el ene.


migo, estando él disfrutando de permiso, percibe tan sólo la mitad
de la pensión que se le otorgaría si su marido hubiera muerto en
combate?

Primer Ministro al ministro de Hacienda. 10-V-41.

¿Cree usted que esa distinción es razonable? ¿Implica mucho


dinero? Me han contado el caso de un marino que estaba borracho |
en combate y que como consecuencia murió ahogado. Su viuda
percibe una pensión complera, mientras que la viuda de otro marino
que disfrutaba de un permiso bien ganado y fué muerto por el ene-
migo, recibió un trato afrentoso. Opino que para casos como los
expuestos, el coste que implicaría equiparar un permiso merecido
a una situación en combate, sería insignificante, y de paso acabaría
con una injusticia.

Primer Ministro al ministro de Hacienda. 16-VAL

Conforme en distinguir las muertcs producidas por el fuego


del enemigo y las resultantes de accidentes ordinarios. Esta es la
línea de demarcación que hemos mantenido en la Ley referente
a las compensaciones por baja en campaña. Los ataques aéreos con-
tra nuestra isla constituyen un hecho sin precedente en la legisle-
ción, y, por lo tanto, deben ser clasificados en un apartado exclusivo
528 |
Rechazo, en consecuencia, todo argumento en favor de que las con-
cesiones se extiendan a los accidentes ordinarios, y a personas que
aun dependiendo de las fuerzas armadas sólo trabajen para éstas
unas horas al día, como es el caso de los vigilantes para las alarmas
aéreas, etc. Opino que en un servicio regular, las peronas ligadas
por la disciplina a un enganche permanente, tienen el derecho de
ser consideradas, cuando disfruten de permiso, como en posesión de
los mismos privilegios, en cuanto a pensiones para sus viudas, que
gozan estando bajo las armas e incorporados a sus unidades. He
aquí otra frontera que se puede mantener de modo efectivo.
En una fuerza regular disciplinada, un permiso se considera
como algo que se ha ganado, y forma parte del sistema mormal de
dicha fuerza, y es motivo de descontento contra la maquinaria gu-
bernamental el hecho de que la viuda de un soldado o de un marino
cobre tan sólo la mitad de la pensión que cobran otras, únicamente
porque su marido estaba de permiso cuando fué muerto por el
fuego del enemigo.
Comuníqueme a cuánto ascenderían los gastos si las disposicio-
nes reglamentarias fueran enmendadas en el sentido antedicho.

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor General Imperial.


6-V-41.

Habría que investigar si nuestras tropas de Creta poseen buenos


mapas en número suficiente. De lo contrario, no tardaremos en des-
cubrir, cuando lleguen los alemanes, que éstos estarán mejor in-
formados que nuestros hombres sobre aquella isla,

Primer Ministro al Primer Lord del Mar. 6-VAÁ1.

¿Cómo es posible que la Organización de la Defemsa Móvil


de Bases Navales requiriera doce semanas para la travesía, y por
qué su equipo fué embalado sin la menor noción de cómo iba a
ser empleado? Cabfa creer que las instalaciones de defensa de una
base naval móvil habrían de ser estibadas encima de todo, a fin

ia 529
de poder ser descargadas las primeras y ENtrar seguidamente en
acción.
Me parece que se impone una encuesta ei este lapsus del Esta.
do Mayor.

Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores. 7-V-41

¿Quiere usted decirme si sería pertinente publicar mi carta a


Matsuoka? Creo que es importante que el pueblo del Japón en ge-
neral y un ámbito más amplio que el del círculo militar de Mat.
suoka, estén advertidos de adónde conduce el camino que están
siguiendo.

Primer Ministro al general Ismay. 8-V-41,

Ahora que hemos tomado Bardia, Tobruk, Massaua, Assab, Kis-


mayu y Otros puertos italianos de Africa, sírvase facilitarme un in-
forme de las defensas costera y antiaérea de todos ellos y del arma-
mento exacto de que constan, al objeto de comparar las cifras con
los cálculos anticipados por nuestros Servicios de Información. Bas-
tarán quince días para la preparación de este informe. Desde luego,
deseo las cifras reales, y los Servicios de Información mo tienen por
qué saber que vamos a comparar esas cifras con las suyas.

Primer Ministro al general Smuts. 8-VA41.

Me pregunto sí tendría usted inconveniente en que yo sugi-


riera al Rey el nombramiento a favor de usted de Mariscal de cam-
po Honorario del Ejército Británico. Yo creo que habida cuenta
del gran papel que está usted desempeñando en nuestros asuntos
militares, y de la importancia del ejército sudafricano, dicho nom-
bramiento sería oportunísimo en todos los sentidos, y ni que decir
tiene lo agradable que sería para este viejo aroigo y camarada de
usted tributarle este homenaje.
1330
Primer Ministro al Primer Ministro belga. 10-V-41.
En el aniversario del día en que, violando los más solemnes
compromisos, el gobierno alemán, sin causa ni provocación, Janzó
a sus fuerzas armadas contra el territorio de Bélgica, deseo reco-
nocer en nombre del Gobierno de Su Majestad la efectiva ayuda
que el gobierno belga, el Imperio belga y las fuerzas armadas y
la marina mercante belgas han prestado a lz causa aliada en el
transcurso del pasado año. Tenemos presentes en nuestro recuer-
do a vuestros soldados que resistieron al invasor en la batalla de
Bélgica, y a los que ahora, en sus hogares, resisten contra su despo-
tismo. La simpatía y la admiración del gobierno de Su Majestad
y del pueblo británico van en especial al pueblo belga que hoy
sufre bajo la abominable tiranía nazi y que, con su valor y su tena-
cidad, contribuye cada día más a la defensa de la libertad.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro. al jefe del Estado Mayor Aéreo. 10-V-41.

El resultado de la batalia de Egipto ahora depende más de los


refuerzos aéreos que de los tanques. Hay que enviar aparatos de
caza desde todos los sectores y por todas las raras, incluso repitien-
do tantas veces como haga falta la operación «Taguar». El embo-
tellamiento de Takoiadi debe quedar descongestionado. En otros
documentos he instado a que se haga una mayor remesa de Wel-
lingtons: cuando menos otra docena de escuadrillas. Habría que
establecer un servicio de hidroaviones para iraer de nuevo aquí a
los pilotos que están acumulando en Egipto un sobrante de apara-
tos. Deberíamos aprovechar la presencia en Inglaterra del mariscal
Longmore, para formar un plan conjunto de refuerzos, La rapidez
es »sencial, ya que por doquier llega informes de los esfuerzos
que está haciendo el enemigo.

5331
Primer Ministro a Mr. Mackenzie King. 11-V-41,

Me complace saber que la visita de Mr. Menzies fuera tan afor-


tunada, Estuvo a nuestro lado en horas de yran tirantez y peligro,
y siempre encontramos en él a un camarada invariable. Sería de-
seable, de poder arreglarlo, celebrar en julio v agosto una reunión
de la Conferencia Imperial, que duraría un mes O seis semanas,
Espero que sabremos hacer un buen papel en Oriente Medio. No
será porque no lo probemos. Mis mejores deseos. Me parece es-
pléndida la manera como usted lleva adelante al Canadá en tan
perfecta unidad.

Una ex personalidad naval al presidente Roosevelt. 10-V-41,

Supongo que usted debe de estar enterado de la espléndida


oferta que nos hizo el general Arnold en el sentido de que nues-
tros cadetes pilotos puedan llenar una tercera parte de las plazas
disponibles err las escuelas de aviación militar de los Estados Uni-
dos. Hemos hecho los preparativos necesarios, y está a punto de par-
tir un primer turno de 550 jóvenes, ya que el curso debe empezar
a principios del mes que viene. Un segundo turno de 550 le seguirá
pisándole los talones. Mas ahora tengo entendido que surgen di-
ficultades legales. Espero, señor Presidente, que no serán de im-
portancia, ya que sería muy desalentador, al propio tiempo que tras-
tornaría nuestros planes, que se produjera alguna demora. La oferta
del general Arnold vino de un modo inesperado, y ha sido una ben-
dición para nuestros problemas. Tan puntua! abundancia de avio-
nes, aeródromos e instructores nos sería imposible lograrla en la
misma extensión y en el mismo tiempo por cualesquiera otros me-
dios. Gracias a ella, aceleraremos grandemente nuestros progresos
en el aire.

Primer Ministro al general Arnold. _11-V-4L

Le estoy muy agradecido por la información facilitada por su


observador en Egipto. El Ministerio del Aire me dice que ya hemos
532
enviado a Takoradi a los mejores oficiales que ha:sido dable en-
contrar, pero que necesariamente están menos familiarizados con
los tipos de aparatos y motores americanos que con los británicos,
y, en consecuencia, apradecen su oferta de enviar a unos cuantos
peritos de su país, El detalle del número y graduación de los mis-
mos le será facilitado cuanto antes por el Ministerio del Aire.
2. En el clima tropical de Africa Occidental, nadie puede tra-
bajar con la misma intensidad y tiempo seguido como aquí. Nos-
otros desearíamos trabajar tres turnos, y proyectamos enviar buques
para cuarteles,
3. Vamos a enviar al Africa a uno de nuestros más enérgi-
cos y competentes oficiales técnicos superiores, el cual será respon-
sable, ante el comandante en jefe, del servicio de reparaciones y
conservación en Epipto, así como del control general de la ruta
de Takoradi para el envío de refuerzos. Hasta el presente, la única
responsabilidad de este último descansa en el ministerio del Aire.
Hace falra un poco de descentralización en el control de una ruta
que empieza en las fábricas británicas o americanas y termina en
Egipto.
4. Las críticas que hace sobre la inexperiencia técnica de al-
gunos hombres enviados a Takoradi, es muy justa, pero debe usted
tener en cuenta que actualmente nuestra R. A. F. está un poco des-
vaída. Ahora vamos a enviar hombres escogidos. Aceptamos agra-
decidos su oferta de prestarnos unos peritos e instamos al Minis-
terio de Producción Aeronáutica para que provea las herramientas
y los equipos.
5. Conforme en la importancia de la inspección de la B. P. C.,
y transmito su crítica al Ministerio de Producción Aeronáutica.
6. Le estoy muy agradecido por la ayuda prestada hasta ahora
y por su oferta de personal calificado. La acumulación de aparatos
no es el único embotellamiento que se produce en Takoradi. Cual.
quier aceleración debe sincronizar con el correspondiente aumento
en aviones de transporte para el traslado de pilotos. ¿Podrían apre-
Surarse sus prometidas entregas de aparatos americanos de trans-
porte a Africa? Muchísimas gracias por cablegrafiarme directamen-
te a mí.
533
(Para ejecutar hoy mismo.)
Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.
14-V-41.

Insistiendo en mi «Tigre» número 2, era de esperar que cabía


haberlo realizado durante los días sin luna que siguieron a media-
dos de junio. Para mayor seguridad, tal vez sería conveniente en-
viar al «Victorious» y darle así al comandante en jefe del Medite-
rráneo lo que tanto está deseando, es decir, dos portaaviones blinda-
dos. Sin embargo, para este propósito es muy de desear que el
«Victorious» y a ser posible los otros portaaviones que lo acompaña-
ran, llevaran a bordo un número determinado de los cazas mejo-
res y más veloces que puedan despegar de una cubierta. ¿Qué pasó
con aquellos aparatos Martlett americanos? Hace varios meses que
no oigo de ellos, con todo y que nos dijercn que eran muy pro-
metedores a causa de su velocidad. ¿Cómo adelanta la descarga
de «Tigre»?

Primer Ministro al general Ismay. 16-V-41.

¿Cuál es la situación actual en la Martinica? Los cincuenta


millones de libras de oro, ¿siguen todavía allí? ¿Qué fuerzas fran-
cesas hay destacadas? ¿Qué naves francesas están en el puerto?
He estado pensando en que los Estados Unidos podrian hacerse
cargo de la Martinica a fin de impedir que sca utilizada como base
para submarinos alemanes, en vista de la tendencia colaboracio-
nista de Vichy.

Primer Ministro al jefe del Estado Mayor General Imperial.


16-V-41.

Su minuta del 15 corriente. Me dice usted que el total de tan-


ques crucero de una brigada de la 7.* División Blindada es de 210
(incluyendo el 20 por ciento de reservas), y que el total de tan-
ques «l» es de 200 por brigada. En conjunto, pues, hay unos 400
534
tanques pesados en la 7.* División Blindada. Vamos a hacer algu-
nas comparaciones. Me dicen que la proporción alemana es de dos
tanques ligeros por un tanque pesado; así, cn una división blindada
alemana debe haber unos 135 tanques pesados. En otras palabras,
tienen menos tanques pesados que cualquiera de nuestras briga-
das. ¿Cuál es el cupo adicional de nuestras brigadas blindadas en
tanques ligeros o carros blindados? Es seguro que el cupo debe
ser adecuado. Sería una ayuda enorme, y al mismo tiempo sim-
plificaría nuestro trabajo, que usted tuviera la bondad de exponer-
me, en dos columnas, el equipo reglamentario de la 7.2 División
Blindada sobre la base indicada por usted, y el equipo de una di-
visión blindada alemana al completo, añadiendo una tercera colum-
na para una división colonial alemana.
¿Se ha fijado usted en los comunicados de varias fuentes de que
los alemanes emplean tan sólo una brigada en las divisiones que
hemos identificado por contacto?

Primer Ministro al Primer Lord y al Primer Lord del Mar.


17-V-41.
A finales de febrero, parecía que el Almirantazgo tenía cua-
renta buques de 10.000 y más toneladas, acondicionados como cru-
ceros mercantes armados. Desde entonces, según creo, han sido hun-
didos tres. Andamos tan escasos de transportes de tropas, que me
veo precisado a pedir que se me entreguen algunos de aquellos
barcos. Sugiero que me transfieran los que exceden de treinta — o
sea, unos siete —, dejándoles el armamento y sus tripulaciones na-
vales. Habrá que escoger los capaces de transportar al mayor nú-
mero de hombres, y así podrán defenderse a sí mismos y al convoy
de que forman parte.

Primer Ministro al Primer Lord. 17-V-41.

Esta gráfica expositiva del inmenso trabajo del Departamento


de Recuperación, me hace desear que transmita usted a las perso-
nas responsables de dicho Organismo la expresión de mi alta admi-
ración. Déjeme ver el borrador.
535
Primer Ministro al general Isma. 26-VA1.
Es interesante observar lo exageradísimos que eran los cálculos
verificados por nuestros Servicios de Información sobre las defensas
costeras de los varios puertos italianos que han caído en nuestras
manos. Hacía mucho tiempo que sospechaba que a los italianos,
lo mismo que a los franceses, les gustaba hacer creez que sus defen-
sas del litoral eran formidables. Nos dijeron, pur ejemplo, que Mas-
saua estaba defendida por cuatro cañones de 8 pulgadas, diez de
gran calibre, y dieciséis de 6 pulgadas; o sea, en total, treinta ca-
fñones de gran potencia. No había nada de eso. En vista de este
ridículo, los Servicios de Información de los diferentes departa-
mentos deberían revisar cuidadosamente su cálculo de la magnirud
de las fortificaciones. costeras extranjeras, pues de lo contrario sus
cifras actuales podrían repercutir funestamente en la práctica (1).

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Es-


tado Mayor. 27-V-41.

1. Esta es una historia muy deprimente (sobre tropas para-


caidistas y planeadores), y me siento culpable por haberme dejado
vencer por la resistencia que se nos opuso. Uno puede ahora per-
cibir lo erróneamente basada que estaba aquella resistencia, cuando
leemos el informe del Estado Mayor del Aire a la luz de lo que

(1)
Puerto Total señalado por Total comprobado des-
A Información pués de ocupación

Tobruk . . -. -. - o. 26 15
Bengasi . . . o 37 12
Bardia . . . - +. - + 769 5
Massaua. oo 64 29
Kismaya. oo — Tun 23
| TOTAL... + o 144 a 147 | 84 |

536
está ocurriendo en Creta y que pronto puede ocurrir en Chipre y
en Siria.
2. Vea también mi minuta sobre plancadores de 1.* de sep-
tiembre de 1940. Ha ocurrido exactamente lo predicho. Los pla-
neadores se han construído en una proporción ínfima, de tal manera
que ahora prácticamente carecemos de paracaidistas y de planea-
dores, excepto los 500 a que aludo.
3. El enemigo siempre ha de cogernos desprevenidos. Debía-
mos tener 5.000 paracaidistas y una división aerotransportada, co-
piada del modelo alemán, con cuantas mejoras cupiera introducir
según la experiencia. Debíamos poseer también un buen número
de aviones de transporte. Todo ello nos va a ser muy necesario
en la guerra en el Mediterráneo durante el año 1942, o antes. Ten-
dremos que intentar recobrar algunas de esas islas que el enemigo
ocupa con tanta facilidad. Podemos vernos forzados a luchar en los
vastos parajes de Oriente, en Persia o en el Jrak septentrional. He-
mos perdido un año entero, y por la presente invito a los jefes de
Estado Mayor a que adelanten planes con los que intentar, en la
medida posible, reparar el daño hecho.
Todo el dosier debe ser traído a la reunión de esta noche de
los jefes de Estado Mayor.

Primer Ministro al general Ismay para el Comité de jefes de Es-


tado Mayor. 27-VAL.

En términos generales estoy de acuerdo con el enjuiciamiento


expuesto por el jefe del Estado Mayor General Imperial, pero es
evidente que la prioridad y la importancia de las operaciones tienen
que ser prescritas desde aquí.
Celebraría que los jefes de Estado Mayor quisieran estudiar las
directrices que propongo a continuación:
1. En vista de los últimos mensajes recibidos del general Wa-
vell, debería ordenársele que evacue Creta, salvando a tantos hom-
bres como le sea posible, sin preocuparse del material, y adoptando
cualesquiera medidas que considere más adecuadas,
2. Con la toma de la bahía de Suda v Kastelli, en la costa
537
Sur, el enemigo estará ansioso por traer a la isla fuerzas aerotrans-
portadas. Por el momento, nuestra armada no debe abrir su guar-
día en el mar, y en cualquier caso debe encajar los golpes más fuer-
tes, para que no todo pese sobre nuestros hombros.
3. La defensa de Egipto desde el oeste y el norte, bajo el cre-
ciente peso de los ataques aéreos procedentes de Creta, nos presenta
el problema militar de una fuerza central resistiendo a dos ataques
desde flancos opuestos. En este caso la opción ine parece que queda
claramente dictada por los hechos.
4. El ataque a través de Turquía y Siria mo puede desarro-
llarse con gran potencia por muchas semanas, durante las cuales
los acontecimientos pueden aconsejar el desistimiento.
5. Sólo en el desierto occidental puede presentársenos la opor-
tunidad para un éxito militar decisivo. Aquí, el objetivo no ha de
limitarse a hacer retroceder al enemigo a una línea o región deter-
minadas, sino que ha de ser la destrucción de sus fuerzas armadas, o
del grueso de las mismas, en una batalla decisiva a la que acuda-
mos con todo nuestro potencial. Habría de ser posible, dentro de
la próxima quincena, infligir a los alemanes una derrota aplas
tante en Cirenaica. El general Wavell tiene más de 400 tanques
pesados, contra 130 del enemigo, aparte de los vehículos de 9 tone-
ladas y fuerzas acorazadas ligeras de ambos bandos. Tiene gran
abundancia de otras armas, especialmente artillería; tiene comu-
nicaciones seguras, suministros suficientes y mucho apoyo desde el
mar. Por consiguiente, debería atacar con toda violencia en el de-
sierto occidental a un enemigo que ya tropieza con crecientes difi-
cultades en cuanto a suministros y municiones. Esta es nuestra única
ocasión de apuntarnos un gran éxito militar, y nada debería opo-
nerse a ello.
6. Entretanto, no hay objeción a su propuesta de penetración
en Siria, con las fuerzas especificadas. Así podríamos adueñarnos
de los aeródromos sirios antes de que los alernames se hayan rehe-
cho del gran estrago que ha causado en su aviación la imprevista
resistencia del ejército de Freyberg.
7. En la presente coyuntura, no es prudente acumular fuerzas
en Chipre, ya que no podemos intentar siquiera sostener la isla a
338
menos que poseamos los aeródromos de Siria. Una vez seamos due-
ños de éstos, y a condición de haber logrado una victoria decisiva
en Cirenaica, puede ser factible un avance sobre Chipre, contando
con la protección aérea adecuada. No debemos permitir que se re-
“ pitan en Chipre las condiciones adversas de nuestra Jucha en Creta.
8. Para ejecución de todo lo antedicho, es esencial que se
reanude y amplíe inmediatamente la operación «Jaguar». El «Vic-
torious» está disponible en estos momentos. El movimiento de tro-
pas y camiones desde Abisinia debe apresurarse al máximo. La 50*
División, menos una brigada, ya debe estar al llegar junto con otros
refuerzos.
9. En resumen, las órdenes deben ser:

a) Evacuación de Creta.
b) Destrucción de las fuerzas alemanas en Cirenaica,
liberando a Tobruk y consolidando los aeródromos
más al oeste.
c) Intentar conquistar posiciones en Siria al objeto de
reforzar nuestra situación después de la victoria
en Cirenaica que se señala en el párrafo b).

Todas estas operaciones deberían poder estar completadas antes


de mediados de junio. j

Primer Ministro al Primer Ministro de Australia (Mr. Menzies).


29-V-A1.

Mis sinceras felicitaciones por los emocionantes y vigorosos


discursos que usted ha pronunciado en el Canadá, los Estados Uni-
dos y, sobre todo, a su regreso a Australia. Todos ellos han sido
publicados en Inglaterra y han confirmado la estima de nuestro
pueblo que usted supo conquistarse. También le agradezco sus bon-
dadosas alusiones a mi persona. Leyendo los telegramas austra-
lianos, a menudo pienso en la famosa invocación de Chatham:
«¡Sed un solo pueblo!» Con mis mejores deseos.

539
Primer Ministro al ministro de Agricultura y al ministro de Es-
cocta, 30-V-41.

He estado estudiando las minutas que ustedes me enviaron a


principios de abril, referentes a la producción de remolacha azu-
carera en Escocia. Me parece que ya es cosa convenida que, al ob-
jeto de ahorrar transportes por mar, se fomente la producción de
remolacha, azucarera. También me informan que el contenido en
almidón de los productos de la remolacha es, por acre cultivado,
dos tercios mayor que el de su equivalente en patatas. Pero por lo
que ustedes dicen deduzco que los campesinos, por razones finan-
cieras, prefieren producir paratas, de las que nv hay escasez.
Por consiguiente, está bien claro que hay que tomar las medidas
necesarias para que se produzca la suficiente remolacha, aún a ex-
pensas de las patatas. Los Ministerios interesados deberían decidir
entre sí si la incrementación del cultivo debe efectuarse en Escocia
o en Inglaterra. Lo que sí es indudable es la conveniencia de que
se produzca remolacha para la fábrica Cupar, de Escocia.
Si es demasiado tarde para que esta producción suplementaria
pueda ser cosechada este año, hay que tomar las disposiciones que
sean menester para que la escasez no se repita en 1942. Es más,
puesto que, al parecer, la remolacha es una cosecha preciosísima en
los presentes momentos, convendría estudiar la posibilidad de dedi-
car a su cultivo en lo sucesivo una mayor extensión de terreno
que la actual. Sírvanse informarme sobre cste asunto dentro de
unos días,

540
JUNIO

Primer Ministro al general Ismay para el Comité de jefes de Estado


Mayor. 1-VI-41.

Aunque sostengo resueltamente que no debemos fraccionar


nuestras fuerzas para acudir en defensa de Chipre (en los presen-
tes momentos), no deseo excluir la posibilidad de defender a la
isla por el aire, incluso antes de que nos hayamos adueñado de los
aeródromos sirios. Si como resultado de una afortunada operación
«Tigre», se considerara factible destinar a ello dos o tres escuadri-
llas de cazas, no hay duda de que habría que enviarlas. De todos
modos, en el interín pueden ya empezar los preparativos para dar-
les acogida en Chipre en breve plazo. Desconozco la situación y el
estado de los aeródromos actuales.
Celebraría que todo este asunto fuese revisado por los Estados
Mayores.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al general Ismay para el Comité de jefes de Es-
tado Mayor. 1-VIA1.

Atendiendo a mi deseo de que la Brigada del Africa Occidental


fuese devuelta desde el Africa Oriental a Freetown, y que las armas
capturadas a los italianos fueran empleadas paza equipar a la Bri-
gada Negra, actualmente en Formación en Freetown, o alrededores,
el general Giffard y yo hemos celebrado una entrevista. Me dice
que los batallones del Africa Occidental requieren un promedio de
ochenta oficiales y suboficiales británicos, y que éstos harán falta
para la Brigada Negra. Añade que aún en el caso de tenerlos dis-
ponibles, serían de mayor utilidad destinándolos a unidades dota-
das de material más moderno. Se me ha sugerido que la gran abun-
541
dancia de oficiales polacos en las divisiones de esta nacionalidad,
cifrada en varios miles, podría suplir a las necesidades de la Brigada
Negra del Africa Occidental. Estoy seguro de que el general Si-
korski se dejaría convencer fácilmente a cedernos dos o trescientos
de ellos, los cuales prestarían excelente servicio. d
Sírvase examinar este proyecto y elaborar un plan. Habría que
consultar al general Giffard, y me gustaría recibir un informe
antes de que abandonara Inglaterra. El objetivo inmediato es el
traslado de la Brigada de Africa Occidental de Este a Oeste, y el
desarrollo de la Brigada Negra a base de azmamento italiano e
injertos de oficialidad polaca (1).

Primer Ministro al ministro de Información. 1-VI41.

Es peligrosísimo informar al enemigo de que el Parlamento va


a reunirse en sesión en un día determinado, principalmente si en el
intervalo hay tiempo suficiente para un ataque. No admito la
suposición de que el enemigo sabe todo lo que se le atribuye.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al jefe del Estado Mayor Aéreo. 2-VI41.

Me alegro de que usted esté haciendo presión sobre este asunto


tan vital [de prolongar el radio de acción de los cazas]. Se echa fá-
cilmente de ver que será preciso perder en capacidad de fuego y
maniobrabilidad lo que se gane en radio de acción, pero la ventaja
puede muy bien valer la pena.
No entiendo su última frase como conclusiva. Los aparatos
deben modificarse de suerte que nos capaciten para luchar en deter-
minados puntos durante las horas del día. Estu se aplica tanto a
los bombarderos como a los cazas, y es especialmente cierto en lo
que concierne al archipiélago Egeo, en donde deberiamos estar en

(1) Unos cuatrocientos oficiales polacos fueron enviados, como se pro-


puso, a la División del Africa Occidental, en donde sus servicios fueron
altamente valiosos.

542
situación de bombardear los aeródromos de Creta y del Dodecaneso
durante las horas del día con la debida escolta de cazas. Tenemos
que adaptar los aparatos a las distancias que tienen que recorrerse.
Insisto en que, en estos momentos, en que gran parte de la aviación
alemana se traslada al Este, dejando a Francia en franca inferioridad,
es hora de que intentemos incursiones diurnas de bombardeo en
gran escala contra Alemania. Para esta finalidad, hay que prolongar
el radio de acción de nuestros cazas. Si no lo hacemos así, seremos
impotentes en el Oeste y vencidos en el Este.

Primer Ministro al gobernador de Malta. 6-VIAL.

Estoy enteramente de acuerdo con sus puntos de vista genera-


les. El Ministerio de la Guerra tratará en detalle de todos los ex-
tremos contenidos en su comunicación. No creemos probablz un
ataque contra Malta en las próximas dos uv tres semanas. Entre-
tanto, se decidirán otros acontecimientos de importancia, que nos
permitirán o nos obligarán a adoptar un nuevo punto de vista.
Esté usted seguro de que consideramos Malta como uno de los pun-
tos clave del Imperio Británico. Tenemos la absoluta confianza de
que usted es el hombre indicado para defender ese puesto, y hare-
mos cuanto sea humanamente posible por procurarle los medios.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al profesor Lindemann. 7-VIAL.

Le he rogado varias veces que hiciera una tabla de compara-


ción entre las aviaciones de guerra de Alemania y de la Gran Bre-
taña tal como las dejamos al final de la investigación del magis-
trado Singleton. Sírvase facilitarme dicho estadillo el lunes a más
tardar. Me figuro que el enemigo ha perdido muchísimos más avio-
nes que nosotros, pero, ¿qué nuevo ritmo de cunstrucciones es el
que ha logrado? ¿Cuál es la verdadera situación? Hace más de dos
meses que no he hecho una comprobación a fondo.

543
Primer Ministro al Primer Ministro de Australia. 9-VIA1,

No es posible defender Chipre sin tener el control de los aeró-


dromos sirios. Por consiguiente, hemos creído preferible intentar
adueñarnos de éstos, en cuanto estemos en situación de sostener a
Chipre de modo más efectivo. Entretanto, hay [en Chipre] un
regimiento divisional mecanizado de caballería australiana y un
batallón británico con tropas locales y seis Hurricanes, que pueden
servir para cualquier cosa menos para contender con un ataque ene-
migo llevado a cabo a una escala substancial. Si el enemigo atacara
con alguna potencia antes de que nos hubiésemos apoderado de
Siria, los 1.500 hombres de Chipre tendrían que refugiarse en el
monte, que es inhóspito y accidentado, y una vez allí luchar en
guerrillas mientras les fuera posible. Si no podemos adueñarnos de
Siria, o si los alemanes derrotan a los guerrilleros en las montañas,
aun nos quedaría la posibilidad de asegurar la evasión de muchos
de éstos. Los jefes de Estado Mayor opinan que, aun siendo ingrata
esta tarea, en la guerra las hay peores. La única altermativa que
nos queda es la evacuación inmediata, que equivaldría a invitar a
los alemanes a un desembarco sin resistencia. Estoy muy deseoso
de ayudarle en sus dificultades, y si usted lo desea, procuraré que
los soldados australianos sean retirados de Chipre con o sin relevo.

Primer Ministro al ministro de Colonias y al general Ismay.


11-VIA41.
Nuestra consigna es la de un riguroso bloqueo de Djibuti. He-
mos ofrecido a esa gente las condiciones más favorables. Hay que
impedir cualquier cosa que tienda a mitigar el rigor del bloqueo.
Sin embargo, se podría convenir que si nos dieran una lista de los
recién nacidos y niños de corta edad, daríamos permiso para entrar
en la ciudad una cierta cantidad de víveres, pero siempre bajo las
más rigurosas restricciones y vigilancia,
El Gobernador de Aden no debe emprender acción alguna por
atenuar el bloqueo. En la ciudad no deben entrar provisiones de
ninguna clase sin mi previa autorización.

544
Primer Ministro al Lord Presidente. 14-VI-41.

Me comunican que, siguiendo el plan para reducir el raciona-


«niento básico de gasolina de la población civil a la mitad una vez
cada tres meses, la primera reducción se va a hacer el próximo mes
de agosto. ;
¿No habría modo de evitarlo? Tenemos que pensar en el Bank
Holiday y en el hecho de que en agosto mucha gente quizá dis-
frutará de vacaciones por primera vez desde que empezó la guerra.
La mayoría de ellos sin duda cuentan con tener el depósito del
coche lleno a finales de julio y con que no les ha de faltar la tación
de agosto.
¿No se podría arreglar de modo que el experimento empezara
en octubre? Para compensar la pérdidade ese ahorro, podríamos
intercalar en invierno un mes extra a media ración.

(Para ejecutar boy mismo.)


Primer Ministro a lord Woolton y al ministro de Agricultura.
14-VI-41.

1. Mealegró saber por usted que el plan de las doce gallinas


sería abandonado en favor de «no se dará racionamiento de comida
para más de doce gallinas, a menos que el propietario las ponga a
disposición de la comunidad».
2. ¿Ha estudiado usted con detenimiento las posibilidades de
la cunicultura? Aunque los conejos en sí no son muy nutritivos,
podrían ser un atenuante bastante bueno al vegetarianismo. Se ali-
mentan casi exclusivamente de hierbas y verduras, por lo que no
veo ningún daño en fomentar su multiplicación en cautividad.
3. Me alegra que haya aumentado la ración de carne, pero
sería una lástima tener que reducirla en invierno, precisamente
cuándo en los mercados hay menos productos agrícolas. ¿No puede
usted procurarse muevos suministros de corned beef americano,
cerdo y tocino con qué llenar el bache del invierno? Cuanto más
pan se vea obligada la gente a consumir, más tonelaje de transporte
5345
marítimo requerirá atender a la demanda. Confiar demasiado en
el pan es un mal que no hace más que exagerarse por sí solo. Creo
que lo oportuno es que en lo sucesivo usted se esfuerce por aumen.
tar el abastecimiento de carne.
4. No me entusiasma la idea de una matanza en grande de
corderos y bueyes. Nuestro principal recurso estriba en mantener
una reserva constante de ganado en vivo.

Primer Ministro al ministro del Aire y al jefe del Estado Mayor


Aéreo. 15-VI-A41.

Hace algún tiempo le sugerí que se rogara a sir Hugh Dowding”


que escribiera un despacho sobre la Batalla de la Gran Bretaña, li-
brada bajo su mando personal en los meses de julio, agosto y sep-
tiembre pasados. Tengo entendido que ni usted ni el jefe del Es-
tado Mayor Aéreo opusieron objeción a ello.
¿Quieren tener la bondad de hacer la necesaria gestión oficial?

Primer Ministro al general Ismay. 18-VI-41.

Sírvase hacerme preparar para hoy un glosaric de los lugares


de Siria y Libia que se mencionan con más frecuencia. En cada caso
escoja el modo más sencillo de escribirlos. Una vez hecho, este glo-
sario será telegrafiado a Oriente Medio y circulado con instrucciones
suplementarias a todos los interesados.

Primer Minisiro al ministro del Aire y al jefe del Estado Mayor


Aéreo. 18-VIA1.

1. El otro día vi una declaración en los periódicos, aseveran-


do que las Reales Fuerzas Aéreas solicitaban varios miles de volun-
tarios para la defensa de sus aeródromos. ¿Qué significa esto? Se
me ha expuesto el argumento de que esto forma parte de la apli-
cación de las lecciones aprendidas en Creta; pero muchas perso-
nas se han preguntado por qué una disposición tan intrascendente
546
tenía que trompetearse tanto. Tal vez todo ello no es más que una
tontería.
2. Esto me da ocasión para decir que todo el personal de
tierra de los aeródromos de las Reales Fuerzas tendrá que pasar
por un severo y efectivo adiestramiento militar en el uso de sus
armas y en todas Jas maniobras necesarias para la defensa de aqué-
llos. Cada hombre debe tener su labor asignada en la defensa, y
no hay que regatear esfuerzos por lograr un alto nivel de celeridad
y eficacia.
Le ruego que me facilite un informe sobre lo antedicho.

Primer Ministro al general De Gaslle. 19-VI41.


Gracias por su mensaje del 13 del corriente. Tengo en altí-
sima estima sus opiniones. Su avuda nos ha sido especialmente va-
liosa a la luz de los recientes acontecimientos de Siría. Puede usted
tener la seguridad de que siempre protegeré los intereses del Movi-
miento de la Francia Libre, tan vitales para el resurgimiento de
Francia. Mis mejores deseos.

Primer Ministro al general Ismay. 20-VI-41.

Sírvase explicarme claramente por escrito:


a) Las disposiciones actualmente propuestas para una más ín-
tima asociación del ejército y de las escuadrillas de la
aviación que cooperan con aquél; y
b) La responsabilidad recayente en los aeródromos del Reinr
' Unido en el caso de una invasión.

Primer Ministro al general Ismay para el Comité de jefes de Es


tado Mayor. 23-VI41.

1. El éxito que ha premiado a la admirable ofensiva de la


R.A.F. en el Paso de Calais, debería alentar a que aquélla se re-
pitiera uno y otro día mientras nos fuera provechosa. El número de
541
bombarderos volando de día debería aumentarse al máximo posí-
ble, al objeto de aprovechar hasta el último minuto de luz diurna
para atacar a los objetivos. A este propósito, habría que solicitar
del Gabinete su conformidad al bombardeo de cualesquiera fábri
cas importantes que el enemigo utilice en gran escala para la repa-
ración o fabricación de aviones; asimismo, cualesquiera objetivos
de importancia que estén enclavados dentro del área dominada pot
nuestros aviones, deberán ser sometidos a intensos bombardeos
diurnos hasta su definitiva destrucción. Habría que prevenir en el
momento oportuno a los obreros franceses para que permanecieran
alejados de sus fábricas, aunque esto no debería impedirnos iniciar
el bombardeo antes de que ellos lo advirtieran.
2. En el supuesto de que nuestro dominio del aire sobre dicha
área pueda establecerse con pleno éxito, los Estados Mayores debe-
rían estudiar la conveniencia de llevar a cabo una operación mili
tar de importancia en forma de incursión con abundancia de medios
y bajo poderosa protección aérea. Tengo en la cabeza la idea de
una operación a base de unos 25.000 6 30.000 hombres — acaso
los Comandos más una división canadiense —. Sería preciso crear
una fuerza que se adaptara con toda exactitud al plan táctico, con
preferencia a persistir en la morfología convencional de las divi
siones. Mientras podamos mantener el dominio del aire sobre el
Canal y el Paso de Calais, no deberíamos dejar de apuntarnos exce:
lentes tantos. '
3. Entre otros objetivos, destacan los siguientes: destrucción
de cañones y baterías, destrucción de buques (por más que quedan
muy pocos), destrucción de repuestos y destrucción o captura del
mayor número posible de alemanes. También debe intentarse el
bloqueo de los puertos de Calais y Boulogne. —
4. Me gustaría celebrar una discusión preliminar esta noche
a las 9.45, y si esta directriz es aprobada en principio, habría que
perfeccionar los planes cuanto antes, para el caso de que consiga-
mos el dominio del aire. Ahora que el enemigo anda ocupado en
Rusia, es el momento de aprovecharse.

548
Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Es-
tado Mayor, el Interventor, el Almirantazgo y otros interesados.
27-VI-41.

1. Los ataques anfibios británicos, fuera de esta isla, suelen


comenzar en horas de obscuridad, durante las cuales se confía en
poder desembarcar un cierto número de cañones Bofors. pero éstos
serán impotentes para proteger los lugares de desembarco contra
los ataques en picado. que cabe esperar por doquier al ravar el
alba o poco después. Los cañones se habrán colocado en posición
antes del amanecer, y no habrán tenido materialmente tiempo de
poner en funcionamiento efectivo sus predictores y demás controles
combinados.
2. Para salvar el bache entre el primer desembarco y la cap-
tura de los aeródromos. con el consiguiente establecimiento de es-
cuadrillas de cazas británicos y demás protección aérea. es necesa-
rio proveer un efectivo apoyo artillero antiaéreo. cuando menos
en lo que concierne al fuego a poca altura. ¿Cómo llevarlo a cabo?
Unicamente de un modo: mediante la provisión de baterías flo-
tantes que puedan colocarse en posición en las horas de obscurt-
dad del primer ataque v que a partir del alba estén prontas a pro-
teger los lugares de desembarco.
3. Actualmente hay una vroducción mensual de 170 lanchas
de desembarco para tanques. Habría que acondicionar al menos una
docena de ellas como baterías flotantes. Deberían ir armadas con
cañones Bofors, o con proyectores múltiples TT P., con espoleta A. D.
o P. E. Las de mayor tamaño son las más adecuadas a este proyecto.
Que se elabore un plan para la mejor acomodación posible de los
cañones o de los provectores. o de ambos a la vez. Habría que apli-
car asimismo los mejores métodos de control de buntería. así como
el principio del fuego desde los cuatro ángulos, a fin de replicar ade-
Cuada y simultáneamente a los ataques prozedentes de los cuatro
puntos cardinales. Este es un trabajo para peritos artilleros, a los
que habría que señalar las dimensiones del espacio disponible, para
que elaboraran un plan completo tanto en lo. referente a disposi-
349
tivos mecánicos como al personal requerido. El interventor debería
comunicarme qué reformas habría que introducir en las lanchas,
Convendría acondicionar inmediatamente una lancha; y adiestrar 1
un cierto número de oficiales en el manejo de la batería flotante.
Por el momento, bastaría armar una sola esmbarcación para fines
experimentales y adiestramiento, pero las doce restantes deberían
estar prontas a recibir sus cañones o proyectores con cualesquiera
perfeccionamientos que aconsejara la experiencia. Todos los me-
canismos básicos deberían ser diseñados y construídos de forma
que facilitaran el rápido montaje de las armas. Entre tanto, tanto
cañones como proyectores deben continuar desempeñando su papel
en la defensa aérea de la Gran Bretaña.
Le ruego que redacte un informe para dentro de una semana,
en el que se expongan proyectos y planes (1)

Primer Ministro al general Ismay. 27-VI41.


Sírvasefacilitarme una nota del número de comandantes en jefe,
y nombres de los mismos, que han visitado la sala del Ministerio
de Defensa con el objeto de leer semanalmente los archivos. a fin
de que yo sepa quiénes son los que se sirven de éstos. Asimismo,
déjeme ver el primer ejemplar de archivo que esté disponible para
análisis.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al ministro de la Guerra y ai jefe del Estado Mayor
General Imperial. 27-VI41.
Hace algún tiempo llegué a la conclusión de que sería mucho
mejor poner un nombre a cada uno de los diversos tipos de tan-

(1) Esta minuta es la génesis de Lancha de Desembarco antiaérea (Lan-


ding Craft Flak), que consistía ensuna lancha para desembarco de tanques
cargada con una potente batería de cañones ligeros antiaéreos. Se empleó
para defender de cerca a las lanchas de desembarco contra el ataque de los
aviones, En mayo de 1942 había seis en servicio; ulteriormente su número
se multiplicó considerablemente.
En
ques. Estos nombres se retendrían fácilmente en la memoria, y con
ellos se evitarían las confusiones de marcas y números. Esta idea
no encontró partidarios, pero es evidente que existe una necesidad
real de la misma, porque el tanque «I», Mark UI, es notoriamente
conocido por Matilde, mientras un tanque de los de infantería ha
recibido el nombre de Valentina. Además, las actuales denomina-
ciones pueden cambiar y variar. Tengo entendido que el A. 22 ya
tiene un alias. Por consiguiente, le ruego que formule una lista de
los títulos oficiales de los tanques, según el tipo y la marca hoy
existentes o en construcción, o en diseño, tanto en nuestros servi
cios como en los servicios americanos, junto con otra lista de nom-
bres aplicables a los mismos, a fin de estudiarlos y discutirlos.

(Para ejecutar hoy: mismo.)


Primer Ministro al ministro de Asuntos Exteriores, el Primer Lord
y el Primer Lord del Mar. 28-VI41.

¿Quién es el responsable de esa idea esparcida entre los ame-


ricanos de que preferiríamos que sus destructores operaran en su
orilla del Atlántico en vez de en la nuestra? Quienquiera que haya
sido nos ha causado un gravísimo perjuicio, y debe ser depuesto
inmediatamente. Estoy de acuerdo en todo con Mr. Stimson. ¿Pue-
do pedir que esto se acepte ahora mismo como una consigna polí-
tica, y que si es preciso sea sometida al Gabinete el próximo lunes?

Primer Ministro al ministro del Aire. 28-VI41.

Tengo entendido que se toman pocas o nulas medidas precau-


torias para la defemsa de los acródromos en el intervalo que va de
la fecha en que quedan listos para su utilización operativa y la fecha
en que efectivamente se toma posesión de ellos. Tengo entendido
asimismo que este intervalo a menudo se prolonga mucho, especial-
mente si hay que hacer pequeños remiendos una vez acabadas las
obras de instalación. Esto me, parece inaceptable. Sírvase comuni-
carme la realidad de la situación.
551
Primer Ministro al ministro del Aire y el jefe del Estado Mayor
Aéreo. 29-VI41,

1. La presente es continuación de mi minuta del 20 de junio,


sobre la responsabilidad de las Fuerzas Aéreas por la defensa local
y estática de los aeródromos. Cada hombre con el uniforme de las
Fuerzas Aéreas debe ir armado con algo: un fusil, una metralleta,
una pistola, un pico o una maza; y todos sin excepción deben hacer
una hora diaria de ejercicios de instrucción y práctica. Cada avia-
dor tiene que tener su lugar asignado en el plan de defensa. Al
menos una vez por semana hay que dar la alarma como ejercicio
(avisando de antemano que se trata tan sólo de un ejercicio), y
cada hombre debe acudir a su puesto. El noventa por ciento del
personal tiene que estar en su sitio de combate en el intervalo de
cinco minutos o menos. Del primero al últim> soldado, todos tienen
que comprender que han de luchar y morir en defensa de sus aeró-
dromos. Todos los edificios que se adecuen al plan de defensa, deben
ser adaptados de forma que tengan que ser tomados uno por uno
por las tropas paracaidistas o aerotransportadas del enemigo. Cada
uno de estos puestos debería tener su jefe. Mientras se aguarda la
llegada de tropas de auxilio, que no pueden tardar más de dos
O tres horas, cada puesto debe resistir y sostenerse por insignifi-
cante que sea, obligando al enemigo a conquistarlos uno por uno.
Este proceso, por su lentitud, puede resultarle agotador.
2. La enorme masa de personal no combatiente, que atiende
a los poquísimos, heroicos pilotos que a fin de cuentas son los
únicos que combaten, constituye un lastre en la organización de
las Reales Fuerzas. Aéreas. Ha llegado la hora de que esta gran
masa añada la condición de combatiente a los necesarios servicios
que presta. Cada aeródromo tendría que ser una fortaleza de com-
batientes del ejército del aire, y no la mansión de un sinfín de pai-
sanos uniformados, en plena juventud, protegidos por destacamen-
tos de soldados.
3. A fin de que yo pueda estudiar esta cuestión con todo dete-
nimiento, sírvase facilitarme una relación del estado actual del

352
geródromo de Northolt, en la que se especifique cuánto personal
hay, en cuántas clase se divide, qué trabajos hace, qué armas tiene
y qué papel se le asigna en un plan de defensa. No podemos sen-
cillamente permitirnos el lujo de tener a casi medio millón de hom-
bres uniformados, con todo el prestigio que les otorga el pertene-
cer a las Reales Fuerzas Aéreas, sin realizar otra tarea que la de
los servicios que prestan a los pilotos, y consentir que su valor
potencial como combatientes sea absolutamente nulo.

Primer Ministro al ministro de la Guerra y al jefe de! Estado Mayor


General Imperial, 29-VIA41.

Hemos de calcular como posible una invasión desde el aire de


acaso un cuarto de millón de paracaidistas y tropas transpcrtadas
en planeadores o aparatos de transporte. Todo hombre en unifor-
me, así como aquellos cuyo gusto sea así, deben caer sobre estos
invasores dondequiera que los encuentren y atacarles con la máxima
violencia.
«Que cada uno
mate a un buno.»

Hay que inculcar incesantemente este espíritu en todas las filas


de las fuerzas de Su Majestad, en particular las escuelas militares,
centros de adiestramiento, cajas de recluta, etc. Todos los servicios
de retaguardia deben estar inspirados de un espíritu de inflexible
resistencia individual. Ningún edificio ocupado por soldados debe
rendirse sin que primero el enemigo tenga que arrasarlo. Cada
hombre debe tener un arma de cualquier clase, aunque sólo sea un
pico o una maza. El espíritu de intensa resistencia individual a csta
nueva forma de invasión esporádica, es una necesidad fundamental.
No dudo de que se trabaja mucho en este sentido.
Sírvase comunicarme con exactitud cuántos hombres en unifor-
me tiene usted en esta isla, y cómo están armados.
Descaría que sir Alan Brooke viera esta minuta y el documento
adjunto, y expusiera su punto de vista. También deseo ver algunas
muestras de mazas y picos.
553
Primer Ministro al general Ismay para el Comité de jefes de Es.
tado Mayor. 30-VI-41,
Aunque le cobramos un fuerte peaje, el enemigo está enviando
continuamente grandes refuerzos al Africa. La armada parece in.
capaz de hacer nada. La aviación sólo puede en todo caso impedir
el paso de una quinta parte de aquellos refuerzos. Sin duda debe
estar usted impresionado por la gravedad de la situación.

(Para ejecutar hoy mismo.)


Primer Ministro al ministro de Aprovisionamiento. 30-VI-41.

En la sesión secreta sobre el voto de sir Andrew Durncar:, míster


Shinwell y otros formularon preguntas sobre cómo nus encontra-
mos en materia de «tanques pesados». Hasta el presente, habíamos
considerado al A. 22 como el tanque más pesado que fabricába-
mos, aunque tengo entendido que Stern ha trabajado intensamente
en un tipo aun mayor. Hasta creo que existe un modelo para prue-
bas. Desde luego, nuestro problema es distinto «lel de Rusia o de
las potencias continentales, a causa del transporte por mar.
Sin embargo, ahora parece, según informes fidedigmos, que los
rusos han fabricado un tanque muy grande, cuyo peso dicen que
sobrepasa las 20 toneladas, contra el cual el cañón antitanque «le-
mán de 6 libras ha demostrado ser impotente. Me parece que la
Cuestión de contar con un tanque mucho más pesado, se ha colocado
por sí sola en primer término. Hay que revisar toda la situación, y
debemos saber en qué punto estamos. Y pronto.

554.
APENDICE C

CALCULO DEL POTENCIAL AEREO MILITAR


DE LA GRAN BRETAÑA Y ALEMANIA

9 de diciembre de 1940

NOTA DEL PRIMER MINISTRO Y MINISTRO DE DEFENSA

1. Desde que empezó la guerra hace quince meses, se cree que


las fuerzas de la aviación alemana han recibido 22.000 aparatos
_ de todos los tipos, y las fuerzas de la aviación británica 18.000
de todos los tipos, para su empleo en todos los teatros y para toda
suerte de especialidades. En los últimos ocho meses de lucha con-
tinua, la aviación militar alemana ha recibido 12.000 aparatos nue-
vos de abril a noviembre inclusive, mientras la aviación británica
ha recibido 11.000 aparatos, aparte de otros 1.000 procedentes de
Ultramar. En estos ocho meses de lucha, en que ambas aviaciones
han alcanzado su potencial máximo, el alta de aparatos nuevos
en las mismas ha sido aproximadamente igual, oscilando en un
promedio de 1.400 a 1.500 máquinas por mes.
2. Durante estos ocho meses, la fuerza de la aviación britá-
nica de primera línea, oscilando alrededor de los 2.100 aparatos,
ha sufrido cambios apenas perceptibles. De esta manera, una pro-
ducción mensual de 1.400 aparatos ha bastado cumplidamente a las
exigencias de un período de combates activísimos, para mantener
una fuerza de primera línea de 2.100 aparatos.
Si calculamos que de los 1.400 aparatos, 500 eran tipos espe-
ciales para adiestramiento, y que otros 200 aparatos, aun siendo
555
aptos para el combate, se han destinado asimismo a adiestramiento
— Cifra muy generosa habida cuenta de lo mucho que exigía la
batalla —, resultará que solamente 700 aparatos, o sea, un tercio
_de nuestra asignación de primera línea, han sido dados de baja
mensualmente. En realidad, el número exacto debe de ser mayor
que éste, cuando menos en lo referente a escuadrillas de bómbar.
deros, de las que se pierden mensualmente dos quintas partes de
las asignadas a primera línea.
3. Las pérdidas alemanas no han sido ciertamente inferiores
a este prorrateo. Las pérdidas en combate entre mayo y agosto se
cifraron, según cálculo del Ministerio del Aire, en unos 3.000 apa-
ratos, y de agosto hasta finales de octubre, en 2.800; es decir, un
total de 5.800. Nuestras pérdidas en combate durante el mismo
período, han sido inferiores a la mitad.
4. Informes confidenciales inclinan al Departamento de In-
vestigación del arma aérea y al Ministerio del Aire hacia la creencia
de que la aviación alemana de primera línea, el pasado 1.2 de mayo,
era unas tres veces mayor que la nuestra; esto es, 6.000 aparatos.
De ser esto cierto, y no siendo su promedio de pérdidas superior
al nuestro, el desgaste mensual que ha sufrido no puede haber des-
cendido de al menos 2.000 aparatos (o más, tomando como base
el coeficiente de las dos quintas partes). Si las cifras en que nos-
otros calculamos el promedio mensual de producción alemana, o
sea, 1.500 aparatos, son correct?s, y si aceptamos la aseveración de
que 1.100 de ellos son destinados a operaciones, las fuerzas aéreas
alemanas deben de decrecer mensualmente « razón de 2.200 apa-
ratos, excepto el primer mes en que, restando 1.100, las pérdidas
no debieron rebasar las 900. Con la disminución del potencial de
primera línea, las pérdidas y la rapidez del descenso deben de decre-
cer consiguientemente; pero, con todo, el potencial habría de estar
muy por debajo de los 4.000 aparatos al cabo de cuatro meses.
El único modo de eludir esta conclusión, es suponer que los ale-
manes guardaban almacenada una inmensa reserva de aparatos para
hacer frente a una eventualidad de esta índole. La producción ante-
rior a la guerra no justifica esta suposición. En cualquier caso serís
un expediente antieconómico, ya que los aparatos resultan anticua-
556
dos al poco tiempo de salir de la fábrica. Cua!quier aviación militar
bien montada hace sus cálculos de forma de disponer, a la ruptura
de hostilidades, de una reserva con la que hacer frente a los pri-
meros dos o tres meses de guerra, durante los cuales entran en
funciones nuevos sistemas de fabricación, merced a los cuales la
producción masiva suple a las pérdidas y al desgaste.
Habría que etectuar una investigación por la que se supiera
exactamente la proporción de muestras asignaciones de primera
línea que fueron dadas de baja mensualmente, y cuáles fueron las
causas que determinaron tal cosa. Habría de ser posible efectuar
un cálculo bastante aproximado de nuestras pérdidas en combate,
así como las de !>s alemanes, y dicho cálculo habría que basarlo
en el supuesto de que sus pérdidas son proporcionales a su poten-
cial, lo mismo que las nuestras. Hay que tencr en cuenta que los
alemanes deben enviar a los centros de adiestramiento, y dar, en
consecuencia, de baja, un número aproximadamente igual de apara-
tos al que nosotros tenemos que destinar a dicha finalidad.
5. Según informes que recibimos, en Alemania sólo se fabri-
can mensualmente 400 aparatos de adiestrarniento. Este número
me parece más que insuficiente para cubrir el desgaste de pilotos
que nuestros servicios de información atribuyen a los alemanes. Nos-
otros empleamos muchísimos más, sin contar los que se entregan
directamente a las escuelas de adiestramiento del Canadá.
Nos dicen que Alemania poseía una gran reserva de pilotos
adiestrados antes de la guerra, y que entre los prisioneros se han
encontrado pocos pilotos cuya instrucción haya sido posterior al
inicio de la contienda. De ser verdad esto, y si las enormes reser-
vas de aparatos hubiesen existido efectivamente en la realidad, pa-
rece inconcebible que ambas potencias no hubiesen sido utilizadas
simultáneamente, aumentando así en la correspondiente propor-
ción el potencial operativo empeñado en las grandes batallas que
han tenido lugar en el aire.
6. Debemos esforzarnos por esclarecer esta contradicción. El
cálculo presentado por el Ministerio de la Guerra Económica, en
cuanto a producción, es incompatible con un potencial de primera
línea superior a 3.000 aparatos. Esca cifra consuena con la fuerza
551
de la embestida alemana en Dunquerque y en la Batalla de la
Gran Bretaña (teniendo en cuenta los factores gengráficos fayo.
rables). El cálculo de los Servicios de Información del aire es Casi
dos veces mayor.
En los momentos presentes la única explicación posible parece
ser:
a) Que el Ministerio de la Guerra Económica está tremen.
damente equivocado y que la producción aérea ale.
mana es casi dos veces mayor de lo que ellos se figu-
ran. Además, esto implicaría que los alemanes no
hicieron ningún gran esfuerzo mi en la Batalla de
la Gran Bretaña ni en Dunquerque.
b) Que, por el contrario, nuestra Sección Alemana se ha
dejado engañar, seguramente adrede y por los pro-
pios alemanes, y que han puesto su credulidad en
una cifra que excede fabulosamente de la realidad,
c) Que las unidades identificadas por la Sección Alema-
na de los Servicios de Información, no tedas son lo
que nosotros llamaríamos unidades de primera línea,
sino que una importante proporción de las mismas
(un tercio cuando menos), lo forman unidades no
destinadas al combate, y sí tal vez a centros de adies-
tramiento.

538
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A ADIANAAV
APENDICE E

DIRECTRICES Y MINUTAS MILITARES

_Enero-junio de 1941

Primer Mintstro al ministro de la Guerra y al jefe del Estado Mayor


General Imperial, 6-141.

1. El W.S.5 A ya ha zarpado, y el B va a zarpar inmediata-


mente. Por consiguiente, no hay más que hablar. Se llevan en con-
junto 55.000 hombres, de los cuales 12.000 son para la India,
etcétera, y 43.000 para el Oriente Medio. De los 43.000 para O. M.,
unos 22.000 están destinados a unidades combatientes, y 21.000
a unidades técnicas, transmisiones, bases, etc., de los cuales unos
4.000 pertenecen a la armada y a la R. A.F. Así, el ejército. de
Oriente Medio recibe 22.000 combatientes y 17.000 no comba-
tientes, ;
2. La actual composición del ejército de Oriente Medio (con
exclusión del Kenya y Aden, cerca de 70.000) arroja un total de
150.000 combatientes. Detrás de éstos, hay 40.000 de transmisio-
nes y 20.000 en acantonamientos de base, organización, etc.; o
Sea, una proporción de 150.000 por 60.000. A éstos habrá que
añadir ahora los que parten con los convoyes W. S. 5 A y B, que
son 22.000 combatientes, 17.000 de transmisiones. bases, etc., lo
cual formará un conjunto de 172.000 combatientes y 77.000 sol-
dados de retaguardia,
3. El convoy W.S. 6, que actualmente está recibiendo su car-
ga, se compone de 8.500 combatientes más la cantidad proporcio-
m-19 561
nal de los mismos correspondiente a 4.000 hombres recién reclu-
tados, cuya proporción es de unos 2.500 hombres. El total de com-
batientes asciende así a 11.000. Aparte de éstos, irán 5.300 hom-
bres destinados a una base naval móvil (a la que me referiré des-
pués), 7.000 correspondientes a la R. A. F. y a la Marina Real,
2.000 franceses libres y 9.000 tropas de base y otros destinos. Una
vez llegado a sitio, este convoy elevará la cifra de combatientes
en Oriente Medio a 183.000, fijando en 86.000 los servicios de
retaguardia. La proporción es de 15 a 7. Es menester poner aten-
ción en el acortamiento progresivo de la proporción entre comba-
tientes y servicios de retaguardia.
á. Sin embargo, la categoría de «combatiente» exige nuevos
análisis. Nos dicen, por ejemplo, que la 7.* División Australiana,
14.800, está desentrenada y en gran parte carente de cquipo, y
que hay una división de caballería, 8.500, en cuya mecanización
no se ha adelantado lo más mínimo, y que, por lo tanto, no pode-
mos llamar a ninguna de ellas tropas combatientes salvo para guar-
dar el orden en su lugar de acantormamiento. Hay varias otras uni-
dades que podría especificar, que tampoco son combatientes en el
sentido efectivo y dinámico de la palabra. Suman unos 6.000 hom-
bres. Por lo tanto, del total de combatientes habría que deducir
lógicamente a estos 29.000, con lo cual la cifra quedaría reducida
a 154.000 combatientes. Como dichos 29.000 habrían de ser aña-
didos a los servicios de retaguardia, éstos ascenderían de 86.000 a
115.000. El potencial positivo del ejército de Oriente Medio (con
exclusión de los 70.000 del Kenya y Aden), está representado,
pues, por 154.000 combatientes y 115.000 servicios de retaguar-
dia. La proporción de no combatientes me parece demasiado ele-
vada. Hay que recordar que podrían hacerse nuevas grandes reduc-
ciones en las tropas efectivamente combatientes, ya que cada dí-
visión o brigada tiene sus transportes de primera línea y está
teóricamente constituída como una unidad independiente en el
sentido militar. Además, no hay que olvidar que a fin de apro
visionar a toda esa retaguardia desorganizada y no combatiente,
hay que reducir el racionamiento del pueblo británico — y se anun:
cian más reducciones todavía —- y que cada hombre y cada tone:
562
lada de repuestos tienen que ser transportados dando la vuelta al
cabo de Buena Esperanza, desafiando a los submarinos, a los avio-
nes y a los corsarios alemanes, por buques cuyos viajes de ida y
vuelta exigen cuatro meses de tiempo. Incumbe, por consiguiente,
a cuantos tengan un mínimo sentido de la lealtad, tanto en esta
isla como en Oriente Medio, intentar por todos los medios aumen-
tar el número de combatientes y reducir al mínimo los servicios
de retaguardia, He aquí una gran oportunidad para realizar una
brillante campaña administrativa, susceptible de producir en la
economía de la guerra resultados comparables a los que nos daría
una gran victoria en el campo de batalla.
5. Si me aseguran que esa abundancia de servicios de reta-
guardia que embarcan en dichos convoyes W.S. 5 A y By W.S. 6
habría de contribuir a transformar en combatientes a los 29.000
mencionados en el párrafo 4, estaría muy contento. Por ejemplo:
¿recibirá la 7.* División Australiana el completo de servicios auxi
liares que le hacen falta para capacitarla para entrar en acciór?
Los 8.500 hombres de la División de Caballería, ¿podrán traus-
formarse en una unidad mecanizada capaz de actuar en brigadas, o
cuando menos en regimientos, contra el enemigo? Entonces, aun-
que la proporción de no combatientes que hoy abarrotan nuestros
convoyes seguiría siendo bastante elevada, el ejército de Oriente Me-
dio se acrecentaría cuando menos en fuerza combatiente, y, por lo
tanto, se haría más tolerable el retraso en el envío de la 50.2 Di-
visión. Confío en que no tardaremos en recibir noticias un poco
alentadoras sobre este particular.
La cuestión de si sería preferible enviar a la 1.* Brigada de la
50.2 División a bordo del W. S. 6 en lugar de la base naval móvil,
está siendo estudiada, pero los preparativos sc encuentran tal vez
demasiado adelantados para permitir un cambio de planes. Esto
debe ser analizado mañana por el Comité de jefes de Estado Mayor,
debiendo hacerse observar que la unidad en cuestión no entrará
en línea por espacio de casi tres meses.
6. Por otra parte, es necesatio aprobar el despacho de W. S. 6
(reducido a 34.000 6 menos) tal como está propuesto. Lamento
mucho la composición resultante del ejército de Oriente Medio.

563
Cuando todos esos convoyes hayan arribado, su total ascenderá a
240.000 más 43.000, más 20.000, o sea, un total superior a
300.000, al que hay que añadir los 70.000 de Kenya y Aden. En
resumen, 370.000 hombres que reciben paga y consumen raciones,
De toda esa enorme fuerza, las únicas unidades combatientes iden.
tificadas son las siguientes :
6.* División Australiana.
Una División Neozelandesa, compuesta de dos brigadas,
4.* División India.
5.* División India.
16.* Brigada de Infantería,
2.* División Blindada.
7.* División Blindada (incompleta).
6. División Británica (incompleta).
Amén de éstas, las unidades combatientes que se hayan formado
con los 70.000 hombres del Kenya y Aden, es decir, dos brigadas
sudafricanas, dos brigadas del Africa Occidental y las fuerzas lo-
cales del Africa Oriental. Cabe confiar que a éstas se añadirán pron-
to: 4) el complemento de las unidades antedichas, y b) una sépti-
«ma división británica formada con los servicios aun no clasifica-
dos, y, de lo que resulte de hacer una selección en los servicios de
retaguardia:
la 7.* División Australiana
y una división de caballería mecanizada.
Todo esto ascenderá a unas diez divisiones, infantería, blinda-
dos y caballería, más, digamos, una división del Kenya: total, 11 di-
visiones. Aun así, ínfima cosecha para tan vasto campo.

Primer Ministro al general Ismay, para el Comité de jefes de Es-


tado Mayor. 21-141.

De nuestra discusión de anoche, surgen los siguientes extremos:


1. Tres buques Glen, con el complemento de lanchas de des
embarco y con los comandos asignados a bordo de los mismos, me
564
nos uno (que el general Wavell ya tiene), debería zarpar para
Suez cuanto antes doblando el Cabo.
2. Nuestro potencial negativo será:

a) El Comando resultante de haber mandado ya uno a


Egipto.
b) Los comandos embarcados en el «Karanja».
c) El resto de los comandos de esta isla. A éstos hay que
reponerlos inmediatamente al completo de 5.000,
equiparles concienzudamente y continuar su adies-
tramiento a toda marcha. Si no se hace así, habre-
mos perdido un arma esencial de ofensiva que hace
falta para tripular y utilizar las nuevas lanchas de
desembarco que los arsenales van entregando paula-
tinamente. Será menester que el D. C. O. perma-
nezca en esta isla para reorganizar y reponer a estas
fuerzas a su completo de 5.000 hombres.
Sírvase elaborar hoy mismo un plan para ejecutar lo señalado
en los pársafos 1 y 2.
3. Habría que comunicar al general Wavell que han sido
aprobados sus planes de avance sobre Bengasi. A menos que esto
presente imprevistas dificultades, el general Wavell debería poder
organizar al mismo tiempo en el Delta una fuerza suficiente para
tomar la principal «Mandíbulas» (Rodas) en cuanto lleguen allí
los comandos y las lanchas de desembarco. En el interín, debe apre-
surar los preparativos para que el ataque se desarrolle cuanto an-
tes. Habría que rogarle que informara, en el supuesto antes ex-
puesto, sobre cuándo podría lanzar el ataque y qué unidades em-
plearía en él. Se confía en que el ataque se produciría no después
de 1. de marzo.
4. Asimismo el general Wavell debería empezar a organizar
en el Delta una reserva estratégica para utilizarla en Grecia o Tur-
quía según lo exija la ocasión. Luego de haberse establecido fuer-
temente en Bengasi con una fuerza de campaña y una división blin-
dada con base en dicho puerto, podría descartar en adelante el uso

565
de las líneas de comunicación por tierra y de esta manera ahorrarse
hombres y transportes.
Si capturamos Bengasi, debemos hacer de ella una base naval
y aérea poderosamente defendida. Los cañones, etc., cabría sacar.
los, si fuese necesario, tanto de Alejandría como de otros puertos
O puestos enclavados en las líneas de comunicación. En consecuen-
cia, en el transcurso de los dos meses venideros debería estar en si-
tuación de crear una fuerza estratégica de ataque (de la cual las
tropas para «Mandíbulas» constituirían un anticipo.) Confiamos
en que esta fuerza pueda en breve elevarse al equivalente de cua-
tro divisiones, aunque probablemente sería preferible la organiza-
ción en grupos de brigada. ;
5. El dispositivo aéreo debe acomodarse a lo expuesto más
arriba, sujetándose asimismo a los compromisos que hemos con-
traído con Grecia. El primer deber del comandante en jefe del Aire
en Oriente Medio consiste, ello no obstante, en seguir sosteniendo
la resistencia de Malta mediante una adecuada afluencia de refuer-
zos de aviación de caza. A finde que estas tareas puedan llevarse
a cabo, el «Furious» hará otro viaje con una tercera corisignación de
cuarenta Hurricanes.
6. Habría que preparar una fuerza expedicionaria de dos di-
visiones, más determinadas unidades y los Comandos una yez reor-
ganizados, para actuar en el Mediterráneo occidentai, ya sea en «Ín-
flujo» o «Yorker», para ayudar al general Wavell según aconsejen
las circunstancias. Ambos planes deben ser estudiados y perfeccio-
nados. «Yorker» es el más probable. Habría que designar un co-
mandante e intentar tener todo a punto para obrar después de 1.? de
marzo. Habrá que examinar e informar sobre la inclusión de esta
fuerza en ulteriores convoyes destinados a Oriente Medio.

Primer Ministro al ministro de la Guerra. 29-141.

Le estoy muy agradecido por los considerables esfuerzos que há


hecho por atender a mis sugestiones y reducir las demandas del
Ejército al potencial humano de la Gran Bretaña,
2. Sigo sin comprender por qué una división, cuyo completo

566
se supone cifrado en 15.000 hombres de todas las armas. tenga
que componerse de 35.000 hombres, o sea, un exceso de 20.000.
Tal vez sería más sencillo tomar un cuerpo de tres divisiones, que
según nuestros cálculos exigiría 105.000 hombres, de los cuales
45.000 tan sólo serían incluídos en las unidades de campaña. Sír-
vase facilitarme una tabla demostrativa de cómo los 60.000 res-
tantes se reparten entre
a) tropa de cuerpo
b) tropa de ejército
c) transmisiones.
3. Sigo asimismo sin comprender la escala sobre cuya base se
calculan las tropas de transmisiones. Las tropas hoy acuarteladas
en la Gran Bretaña están situadas precisamente en el centro de su
base de aprovisionamiento, disponiendo de la red ferroviaria más
extensa del mundo. Disponen asimismo de innumerables carrete-
ras de primerísima clase, y en el caso de una invasión, los avances
que tendrían que hacer no sobrepasarían las setenta o cien millas
a lo sumo, aunque desde luego cabría la posibilidad de tener que
hacer un movimiento lateral mucho más extenso de sur a norte, o
viceversa. Tales condiciones no son comparables con las que impe-
raban en Francia, en donde, debido a haber nosotros mismos esco-
gido St. Nazaire como base nuestra, teníamos que mantener una
línea de comunicaciones de 500 millas de extensión. ¿Cuál es la
diferencia entre la proporción de tropas de transmisiones conteni-
das en las primeras diez divisiones mandadas a Francia hace exac-
tamente un año, y la que ahora usted propone para las tropas acan-
tonadas para la defensa de la Gran Bretaña?
4. El problema no se resolverá sin tener en cuenta lo que es
probable que suceda en los próximos doce meses. Desde luego, ten-
dremos que mantener no menos de quince divisiones británicas de-
trás de las playas para guardarnos de una invasión. Para el grueso
de estas quince divisiones debe bastar un reparto proporcional in-
ferior al de las Fuerzas Expedicionarias Británicas que estuvieron
en Francia. Las fuerzas de Oriente Medio, ahora que el Mediterráneo
está cerrado, sólo pueden agruparse a un ritmo lento, pero debe-
561
ríamos aceptar el supuesto de que en julio tendremos en el Delta,
o más arriba del Nilo, las siguientes divisiones: 4 australianas, 1
neozelandesa, [Link], 6 de las 8 de la India y 3 británticas,
o sus equivalentes en grupos de brigada. Además, habrá en Africa
las 4 divisiones coloniales africanas. Estas últimas, naturalmente,
no son divisiones en el sentido corriente de la palabra, es decir,
capaces de ser empleadas como unidades tácticas integrales en el
campo de batalla. En realidad, las guarniciones del Africa Oriental
y Occidental y del Sudán sólo exigen pequeños complementos de
artillería y tropas técnicas, mientras las transmisiones se equipan
con personal reclutado en el país. Comuníqueme qué escalado pro-
porcional se*propone usted dar a estas cuatro supuestas «divisio.
nes» sedentarias. ¿No es un error llamarlas divisiones?
5. Volviendo al ejército del Nilo, con sus dieciséis divisio.
nes, hay que observar que una vez se haya tomado Bengasi y se
la haya fortificado sólidamente con una fuerza de campaña, la
marcha de los acontecimientos en Egipto debería permitirnos con-
fiar el mantenimiento del orden interior a las divisiones indias, las
cuales estarán de hecho acantonadas en las cercanías de los posi-
bles focos de disturbios, y que no habrán de ir al frente como si se
tratara de una división británica al estilo de las que lucharon en
Flandes y Francia, y de las que hoy aguardan en Inglaterra. ¿Qué
proporción de transmisiones piensa usted adjudicar a estas divisio-
nes indias? ¿Cree usted necesario'organizarlas en cuerpos,y per-
trecharlas con el cupo europeo de artillería media y pesada, etc.?
6. Debemos señalar como objetivo primordial en ese teatro
de la guerra la entrada en línea del máximo contingente posible
de fuerzas del ejército del Nilo para luchar en socorro de Grecia o
Turquía, o ambas a la vez. ¿Cuántas divisiones, o su equivalencia,
confía usted en tener disponibles para el mes de julio en el sudeste
europeo? A mi modo de ver, deberíamos disponer de las siguientes
divisiones: 4 australianas, 1 neozelandesa, 1 de las dos sudafrica:
nas, las 3 británicas y 3 de las 6 de la India; en total, 12. Estas
tropas deberán estar equipadas con las mejores armas, porque €s
con los alemanes con quien tienen que enfrentarse. Por otra parte,
entrárán en acción sólo de un modo gradual; probablemente, 4 di
568
visiones a finales de marzo, y el resto a medida que los transportes
por mar y el equipo lo permitan. Por consiguiente, el problema es-
triba en procurarnos doce divisiones de primera calidad para en-
frentarlas a los alemanes, y otras divisiones de un escalado propor-
cional más reducido para hacer frente a desórdenes en Egipto O
hacerse cargo de los territorios italianos conquistados. Un escalado
proporcional muy inferior bastará para la llamada División Colo-
nial Africana. Espero que con este esbozo, que el Estado Mayor de-
bería estudiar con detenimiento, su problema queda planteado y ex-
puesto con mucha mayor claridad, o sea: 5 divisiones británicas
en esta isla, de máxima movilidad; 10 divisiones de movilidad
secundaria, que más tarde se ampliarán a 12, destinadas a Oriente
Medio para luchar contra los alemanes en Grecia o Turquía; 4 en
Egipto, Sudán, etc. y 4 de Coloniales Africanos sujetas a las con-
diciones locales. En resumen, tenemos 35 divisiones, que añadidas
a las 2 divisiones de la India, destinadas a Malasia, forman un total
de 37 a deducir del gran total de 58. Quedan, por tanto, 21 di-
visiones, de las cuales 9 son blindadas y el resto de infantería.
7. A este resto de 12 divisiones, ¿qué destino piensa dárseles?
Unas tienen que partir en breve plazo para el Africa Francesa del
Norte, o, alternativamente, tendrán que entrat en España. Ambas
cosas a la vez no puede ser. Estas dos divisiones entrarán en opera-
ciones divididas en 2 cuerpos de 3 divisiones cada uno, pero debido
a las exigencias del transporte marítimo, sólo podrán hacerlo gra-
dualmente. Si es que jamás llegan a entrar en acción, lo efectuarán
contra los alemanes. Por consiguiente, cualesquiera que sean los
proyectos, hay que fijar a estas divisiones un escalado proporcional
apropiado. Hay que observar, sin embargo, que ninguno de dichos
teatros de operaciones ofrece mucha oportunidad para el empleo
de la artillería pesada o siquiera de la de calibre mediano, y que
en el caso de tener que entrar en España, la guerra se transforma-
ría en guerra de guerrillas.
8. Las 6 divisiones restantes, no cabe esperar armarlas al com-
pleto por espacio de muchos meses, hacia finales de agosto, pero
si se estableciera para ellas el escalado proporcional apropiado para
569
luchar contra los alemanes fuera de la isla, podríamos estar satis.
fechos.
9. En el gran total de 58, están incluídas nueve divisiones
blindadas. ¿Qué distribución piensa dárseles? A primera vista, la
mejor me parece así: 4 en esta isla, 2 disponibles para Operacio-
nes anfibias en el oeste, y 3 para Oriente Medio o los Balcanes. Se
echa de ver que los servicios de retaguardia o de reparación de cual.
quiera de estas divisiones, de ser enviadas a ultramar, exigirían un
escalado proporcional mucho mayor que el que preside la organi-
zación de todos los grandes talleres de la Gran Bretaña.
10. Un desgaste mensual de 8.500 hombres no resulta excesi-
vo como previsión teórica. En la práctica, sin embargo, no parece
probable que, exceptuando una invasión, se Juche a una escala tan
elevada en los meses que se aproximan. Nuestros cálculos serían
más exactos si esta cifra mensual de 8.500 no empezara a ser con-
siderada como vigente hasta después del 1. de julio de 1941. De
esta manera salvaríamos (teóricamente), a 60.000 hombres.
11. El desgaste debido a causas distintas al combate en pri-
mera línea, que está calculado en 18.750 hombres por mes, o sea,
243.750 al año, me parece una cifra muy elevada, y cabe pregun-
tarse si habría modo de reducirla a medida que una mejor organi-
zación impere en la Gran Bretaña, y a medida que los mismos hom-
bres se acostumbren al servicio en filas. Me gustaría saber cuántos
de estos hombres dados de baja del ejército son inútiles para cual-
quier otra clase de trabajo en el esfuerzo de guerra. ¿Cuál es el
número de muertos por mes, el de incapacitados totales, el de aptos
para servicios auxiliares y el de aptos para trabajos en fábricas de
municiones? Yo desearía que al menos 10.000 por mes pudieran
ser aprovechados para cualquier otra forma de servicio. Este
es un extremo muy importante para el Ministerio de la Guerra, ya
que al fijar la demanda de potencial humano que hay que hacer
a la nación, el ejército debería anotarse en su favor el número de
hombres que, tras haber sido licenciados, son aptos para reintegrar
se al trabajo civil. Desde luego, esto no afecta al problema en sí,
salvo en lo: que concierne a la exposición del mismo. Con todo,
tiene su importancia,
570
12. Considero la A. D. G. B. como una fuente de futuras eco-
nomías como consecuencia de la adopción de nuevos métodos y de
nuestro creciente dominio del aire. Es asombroso el gran múmero
de hombres que necesita cada cañón. Habría que estudiar con dete-
nimiento la posibilidad de reducir dicho número en muchos luga-
res, reduciendo el escalado proporcional ahora vigente. Sólo un
pequeño porcentaje de ahorro bastaría para que equipáramos a
los nuevos cañones y reflectores que van entrando en acción, sin
apelar al potencial humano.
13. Supongo que de la expresión «batallunes de playa» no he
de inferir que ninguna unidad compuesta poz hombres jóvenes, en
plena forma física y eficientemente adiestrados, hayan de quedar
relegados a una función determinada. Es indispensable que se esta-
blezca un sistema continuo de turnos, mediante el cual todas las
brigadas presten servicio en las playas y vuelvan a las zonas de
reraguardia una tras otra.
14. En general, no considero excesiva una llamada a filas de
900.000 hombres hasta 1.2 de octubre de 1942, menos 60.000,
menos 150.000 (párrafos 10 y 11) =690.000. El sistema de adies-
tramiento debe seguir vigente; las bajas hay que reducirlas. Una
vez el ejército esté empeñado en grandes operaciones de guerra,
será natural incorporar a filas a fuertes contingentes, parte de los
cuales retiraríamos de la fabricación de municiones y de la defemsa
pasiva antiaérea. Lo que tengo mucho afán por mantener dentro de
límites estrictos es la demanda de hombres que sea menester hacer
en los próximos seis meses, en que las operaciones militares serán
mínimas.
15. Quedo pendiente de nuevas informaciones, pero, entre
tanto, lamentaría yer cómo 20 regimientos ordinarios, o 480 caño-
nes, hayan de sufrir una disminución en méritos de querer ahorrar
18.000 hombres, y que siete regimientos de campaña, o 168 ca-
ñiones, hayan de- correr igual suerte para el exiguo ahorro de
5.600 hombres. Es esencial reforzar la capacidad combativa del
ejército, y para ello es mejor afrontar algunos riesgos en el cálculo
571
teórico de las bajas, aún en el caso de que éstos fueran desmenti-
dos después por la realidad. Lo lamentable sería fracasar en
estos
momentos en producir el cupo adecuado de artillería.

CUPOS DEL EJERCITO


DIRECTRIZ DEL MINISTRO DE DEFENSA

6-J1-41.
Cuando en septiembre de 1939, el Gabinete aprobó la forma-
ción de un ejército de campaña de 55 divisiones, no fué previsto
que una división, con arreglo a la estructuración fijada por el Mi
nisterio de la Guerra, con sus cupos de cuerpo, tropa de cuerpo,
cuartel general y formaciones de transmisiones, exigiría 42.000
hombres cada una, con exclusión de los centros de adiestramiento,
guarniciones, depósitos o tropas no comprendidas en el ejército de
campaña. A la sazón se trabajaba, asimismo. sobre la hipótesis de
que el grueso de nuestro ejército se alinearía junto al ejército fran-
cés. en unas condiciones comparables a las de la” guerra anterior,
mientras ahora ha resultado que el grueso de nuestro ejército tiene
que estar en la metrópoli para defender a la isla contra cualquier
invasión. En tercer lugar, las restricciones hoy imperantes en ma:
teria de transportes marítimos imposibilitan el traslado y mante-
nimiento de grandes contingentes a ultramar, especialmente con
arreglo a los cupos que el Ministerio de la Guerra ha creído nece-
sario establecer.
2. De las 55 divisiones (hoy 57), 36 son británicas y 21 están
formadas por personal de ultramar. De las 36 divisiones británicas,
una está en Islandia y otra (la 6.*) se está formando en Egipto
junto con dos divisiones blindadas. Total de divisiones británicas
en ultramar ahora: 4.
3. Veinticinco divisiones británicas de infantería, más el equi-
valente de 7 divisiones blindadas, actualmenie en plena formación,
total, 32, van a ser incorporadas ahora al ejército de las Fuerzas

572
Metropolitanas. A razón de 19.500 hombres cada una, esas 25 di-
visiones británicas de infantería suman, en coniunto, 487.500,
mientras las 7 divisiones blindadas, a razón de 14.000 cada una,
suman 98.000; total: 575.000 hombres. Además de la organiza-
ción divisional, el comandante en jefe de las Fuerzas Metropoli-
tanas dispone de 10 brigadas independientes, incluyendo a las de
Guardas, 27 brigadas de playas y 14 batallones no adscritos a nin-
guna brigada, todos británicos. A un promedio de 3.500 hombres
por unidad, esas 42 brigadas, o sus equivalentes, suman aproxi-
madamente 150.000 hombres. En consecuencia, el número total
de británicos en las formaciones tácticas de la metrópoli asciende
a 735.500 hombres.
á. Actualmente hay en la metrópcli una fuerza de 1.800.000
soldados británicos. Si 735.500 de ellos pertenecen a las forma-
ciones antes indicadas, el resto, de 1.064.500, deben de pertenecer
o estar adscritos a cuerpo de tropa, cuarteles generales, defensa
antiaérea, centros de adiestramiento, depósitos, eic., así como en
concepto de parte de los servicios de retaguardia de las fuerzas de
ultramar.
5.: Son cabalmente esos 1.064.500 hombres la cantera de que
ha de ir viviendo el ejército. Con una prudente administración
económica, un-sagaz e ingenioso empleo del poter:cial humano, y
una oportuna modificación de los acantonamientos con arreglo a
los recursos, cabría introducir sensibles mejoras con vistas al incre-
mento del personal combatiente. Aparte de este capital inicial de
potencial humano, el ejército puede contar cada año con los que
cumplan los 18 y los 19 años, y sólo en el caso de sufrirse eleva-
disimas bajas, como consecuencia de tener empeñadas en combate
muchas divisiones simultánea y continuamente — cosa que, por
otra parte, es improbable, salvo si sobreviniera una invasión —-, po-
dríamos permitirnos efectuar nuevas substracciones del potencial
humano de la Gran Bretaña. En otras palabras, el ejército puede
confiaren que sus efectivos se mantendrán en su actual cifra de
unos dos millones de soldados británicos, cuya eficacia cabrá juz-
gar por el contingente de combatientes que de ellos salgan.
6. Al mismo tiempo, será conveniente planear un eventual

1573
aumento de las formaciones blindadas hasta un equivalente de
14 divisiones blindadas (o 15, si se materializa la división blindada
australiana), en las que cabría incluir a las brigadas tanquistas del
ejército. Ello exigiría la reducción de varias divisiones deinfan-
tería, en cuyo caso el ejército británico estaría compuesto de 14 di-
visiones blindadas, o su equivalencia, y unas 22 divisiones de infan-
rería. Los Ministerios de la Guerra y de Abastecimiento deberían
elaborar planes sobre estas bases.
7. Las 3 divisiones de Africa Oriental y la división de Africa
Occidental no habrían de organizarse en formaciones superiores a
brigadas, sino preferiblemente en grupos mióviles adaptados a las
misiones que habrán de serles encomendadas.
8. Nos será imposible mantener, desde la Gran Bretaña, nin-
gún gran contingente suplementario de nuestro ejército de Oriente
Medio, en razón de que estamos obligados a seguir la ruta de El
Cabo. Los contingentes destinados a imcrementat dicho ejército
deben provenir de la India, Australasia y Sudáfrica, y su municio-
namiento será atendido más adelante desde los Estados Unidos.
Tres o cuatro divisiones británicas más es lo máximo que podemos
esperar, expedir y mantener en aquel escenario de la guerra. Hemos
de considerar que el silencio del general Weygand nos ha relevado
de cualquier oferta de ayudarle con hasta seis divisiones, aunque,
desde luego, nada mos impediría obrar por iniciativa propia. Lo
máximo que cabe calcular como indispensable en el Oeste, es una
fuerza anfibia de ataque compuesta de ocho o diez divisiones, la
mayoría blindadas. Ni que decir tiene que por el momento no
cabe ni soñar con un avance en gran escala contra los ejércitos
alemanes en el continente de Europa.
9. Las consideraciones expuestas más arriba y el conjunto de
la situación privan al ejército de toda posibilidad de desempeñar
algún papel primordial en la derrota del enemigo, salvo en lo
tocante a un intento de invasión. La derrota del enernigo sólo cabe
asegurarla mediante el mantenimiento de un gran poderío naval
y, sobre todo, mediante la superioridad aérea. El ejército . puede
prestar valiosísimos e importantes Servicios en operaciones de orden
574
secundario en teatros de ultramar, y es con vistas a tales operacio-
nes cómo debe adaptarse su organización y su carácter.
10. Las reacciones a esta directriz relativamente a la acomo-
dación del personal, municiones, repuestos, etc.. han de estudiarse
exhaustivamente.

Primer Ministro al general Wavell. 4-VI-41.

Durante algún tiempo he estado meditando los sistemas me-


diante los cuales podríamos aligerar las cargas administrativas que
gravitan sobre los hombros de usted, al tiempo que usted tiene
cuatro campañas diferentes que dirigir y tantos otros asuntos Casi-
políticos y diplomáticos que atender.
2. Durante los últimos nueve meses le hemos enviado cerca
del 50 por ciento de nuestra producción total de la metrópoli, a ex-
cepción de los tanques y menos la subparticipación de la India. En la
actualidad usted tiene 530.000 soldados para cubrir sus efectivos,
500 cañones de campaña, 350 cañones antiaéreos, 450 tanques
pesados y 350 cañones antitanque. En los ¿meses de enero a mayo
más de 7.000 vehículos mecánicos han Jlegado a su zona. Aparte de
las unidades, le hemos mandado en lo que va de año 13.000 sólo
en reclutas. Los combates del sur nos han permitido, en el curso
de los dos últimos meses, iniciar un movimiento hacia el norte;
con todo, usted tropieza con dificultades para encontrar una bri-
gada, o siquiera un batallón, y en sus telegramas se queja conti-
nuamente de la escasez de-transportes, cosa que, según usted, res-
tringe todas sus Operaciones.
3. Al objeto de ayudarle a la obtención de los resultados
más óptimos que quepa desear, deseo relevarle en lo máximo posi-
ble de todo engorro administrativo y así dejarle en entera libertad
de dedicar todos sus pensamientos a la dirección de las operaciones.
Aquí, en la metrópoli, el general Brooke tiene un ejército muy
numeroso que dirigir y adiestrar, pero detrás de él están los depar-
tamentos del Ministerio de la Guerra y el Ministerio de Aprovi-
sionamiento. Una análoga separación de funciones tendría que
establecerseen Oriente Medio, aunque en este caso su autoridad
515
como. comandante en jefe será la que en última instancia prevale-
cerá en todo dicho teatro.
4. ¡Todo lo expuesto se aplica igualmente, muatatis mutandis,
a la Aviación y la Aviación Naval.
5. Las restricciones marítimas mos ham impedido reforzar
Oriente Medio en la medida que había esperado hacerlo unos meses
atrás, y, por otra parte, la segura amenaza de invasión en el verano
y otoño pasados contribuyó a que el Estado Mayor General y el
mando de las Fuerzas Metropolitanas se volvieran muy del puño
cerrado. No obstante, esperamos, aunque siempre sujetos a cómo
evolucione la situación, enviarle en el curso de los próximos cua-
tro meses, o sea, junio, julio, agosto y septiembre. otra división de
infantería, además de la 50%, así como una buena provisión de
reclutas, repuestos y equipo de todas clases. Así, para las campañas
de otoño e invierno, que posiblemente serán duras, habría de ser
posible organizar las siguientes fuerzas móviles de campaña:
Cuatro divisiones australianas,
Una división neozelandesa.
Dos divisiones indiobritánicas (4.2 y 5.2).
Dos divisiones sudafricanas.
La 6.* División Británica de Infantería
—a organizar en el
mismo terreno.
La 50* División Britár*ca de Infantería, y
La nueva división (total de divisiones británicas: tres).
Actualmente usted tiene a punto, o en proceso de formación,
la 7.* y la 2.* Divisiones Blindadas, y debe sacar el mejor partido
posible de la División de Cabaliería, adiestrada, que estamos re-
constituyendo como fuerza blindada, En total, quince divisiones.
Esto representa unos 600.000 hombres, con los cuales, y sin pre-
juicio de las divisiones móviles, hay que atender a las fuerzas de
seguridad interior y servicios de retaguardia.
6. Todas las divisiones indiobritánicas que se formen en lo
sucesivo se agruparán en Basora, y confío eu que Eritrea, Abisi-
nia y las Somalias cabrá dejarlas a la custodia de las fuerzas indí-
genas africanas (menos una brigada del Africa Occidental, que

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debe ser devuelta a su punto de origen) y a la policía armada de
raza blanca. :
7. El desarrollo y mantenimiento del ejército del Nilo que
opera en Cirenaica y en Siria, exigirán organización y talleres en
escala mucho mayor de la que hasta ahora ha disfrutado. No sola-
mente es menester ampliar la capacidad y la eficiencia de los talle-
res egipcios, sino que hay que crear nuevas bases, con adecuadas
facilidades portuarias, en Port Sudan y Massava, por ejemplo, y
acaso también en Asmara, que cuenta con excelentes edificios, y
también en Djibuti, cuando lo tomemos. Al mismo tiempo, el go-
bierno de la India, con nuestra ayuda activa, pondrá en vías de
ejecución un programa de incrementaciones del que cabrá esperar
al menos seis o siete divisiones pertrechadas, con capacidad para
operar dentro de poco.
8.- Por lo tanto, me propongo crear, baja la autoridad gene-
ral de usted, una organización dirigida por un oficial de alta gra-
duación que será designado «Intendente General del Ejército de
Oriente Medio». Este oficial estará asistido poz una amplia plan-
tilla de personal, a extraer en su mayoría de la plantilla adminis-
trativa actualmente bajo el mando de usted, y por numerosos ele-
mentos civiles. Su misión, como ya he insinuado antes, estribará
en aligerar a usted de muchos de los servicios que en la metrópoli
desempeñan los Ministerios de la Guerra y de Aprovisionamiento
respecto del general Brooke. Asimismo tendrá a su cargo la super-
visión y el control de los servicios administrativos de retaguardia,
incluso el personal militar no incorporado: a unidades tácticas ni
empleado en las zonas de combate.
9. Además de los treinta buques bajo bandera americana, el
presidente Roosevelt va a enviar otros cuarenta y cuatro barcos
que, entre otras cosas, llevan una nueva remesa de 200 tanques
ligeros, extraídos de la producción de los Estadus Unidos, así como
muchísimos otros pertrechos, de los cuales le procuraré una lista,
Me parece probable, y procuraré arreglarlo por que así sea, que una
gran parte de los suministros de su ejército le ilegarán directamente
de los Estados Unidos, tanto por la ruta oriental ccmo por la occi:
dental,

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. 10. Con arreglo a lo dicho, van a salir para ésa el general
Haining y Mr. T. C. L. Westbrook, del Ministerio de Producción
Aeronáutica. El general Haining será nombrado Intendente Gene-
ral. El Ministerio de la Guerra va a comunicar telegráficamente a
usted las instrucciones separadas que han sido dadas al general.
A las órdenes de éste, Mr. Westbrook tendrá a su cargo las me-
joras de los puertos y vías de comunicación, así como la recepción,
mantenimiento y reparación de todos los vehículos blindados y
mecánicos. Le acompañará un cierto número de asesores en cues-
tiones especializadas, tales como transportes, reparación de puertos,
talleres. Mr. Westbrook trabajará de consuno con el mariscal del
Aire Dawson, que está encargado de las actividades afines entre
la R. A. F. y la aviación naval, al objeto de combinar los mutuos
recursos.
11. La obligación del general Haining será, en primer ¡ugar,
examinar las cosas sobre el terreno y discutir con usted la articu-
lación y la definición exacta de las directrices generales de la polí-
tica contenida en los párrafos anteriores, la cual debe ser tenida
como una decisión del gobierno de Su Majestad. Su informe habrá
de serme telegrafiado no más tarde de dos semanas después de la
llegada del general. Supongo que en esto no habrá desavenencias,
pero si hubieran de surgir puntos de disensión, yo los arreglaría
prontamente. Por lo demás, nunca permitiré que este plan pierda
un ápice de su fuerza y alcance en la aplicación detallada de que
ahora va a ser objeto.
12. Debido a la enorme masa y a la importancia de los su-
ministros americanos, y al hecho de que sin ellos no se puede hacer
en la guerra la escala necesaria en Oriente Medio, he solicitado al
presidente Roosevelt que autorice a su enviado en Londres, míster
Harriman, a trasladarse cuanto antes a Oriente Medio junto con
los demás componentes de la misión encabezada por él. Mr. Harri-
man disfruta de mi más absoluta confianza y está en íntimas rela-
ciones con el presidente y con Mr. Harry Hopkins. Nadie puede
hacer más por usted que él. Acompañarán a Mr. Harriman uno
o dos de sus asistentes, que aquí han dado pruebas de un gran ardor
y excelente aptitud. Sería desastroso que grandes acumulaciones de

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suministros americanos llegaran a su destino sin que se hubiese
atendido a su recepción con medidas eficientes ni se hubiese pla-
neado nada para el porvenir. Además, será menester que un número
considerable de ingenieros y mecánicos americanos se desplacen
ahí para el cuidado y reparación de sus aviones, tanques y vamio-
nes. Recomiendo a Mr. Harriman a su amabilidad. Mr. Harriman
informará a su gobierno y también a mí, en mi calidad de ministro
de Defensa.

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