En el siglo 16, esta zona era considerada como el mayor complejo industrial del mundo. La extracción de mineral de plata se basó en una serie de molinos hidráulicos. El sitio se compone de los monumentos industriales del Cerro Rico, donde el agua es suministrada por un intrincado sistema de acueductos y lagos artificiales, la ciudad colonial con la Casa de la Moneda, la Iglesia de San Lorenzo; varias casas de patricios y los barrios mitayos que son las áreas donde vivían los trabajadores. (UNESCO/BPI)[1]
Entre 1696 y 1760, seis conjuntos de reducciones (asentamientos de indios cristianizados) inspiradas en las ciudades ideales "de los filósofos del siglo XVI fueron fundadas por los jesuitas en un estilo que se fusionó la arquitectura católica con las tradiciones locales. Los seis que quedan - San Francisco Javier, Concepción, Santa Ana, San Miguel, San Rafael y San José - constituyen un patrimonio vivo en el antiguo territorio de Chiquitos. (UNESCO/BPI)[2]
Sucre, la primera capital de Bolivia, fue fundada por los españoles en la primera mitad del siglo 16. Tiene bien conservados muchos edificios religiosos del siglo XVI, como San Lázaro, San Francisco y Santo Domingo, ilustran la mezcla de las tradiciones arquitectónicas locales con estilos importados de Europa. (UNESCO/BPI)[3]
El sitio arqueológico de Samaipata consta de dos partes: el cerro, que posee numerosos grabados rupestres y fue probablemente el centro ceremonial de la antigua ciudad durante los siglos XIV a XVI; y la zona situada al sur del cerro, donde se hallaban los edificios administrativos y las viviendas. La gigantesca roca esculpida que domina la ciudad desde lo alto es un testimonio, único en su género, de las tradiciones y creencias prehispánicas y no tiene parangón en toda América. (UNESCO/BPI)[4]
La ciudad de Tiwanaku, capital de un poderoso imperio prehispánico que dominaba una amplia zona de los Andes del sur y más allá, alcanzó su apogeo entre 500 y 900 dC. Sus restos monumentales atestiguan la importancia cultural y política de esta civilización, que es distinto de cualquiera de los otros imperios prehispánicos de las Américas. (UNESCO/BPI)[5]
El Parque Nacional Noel Kempff Mercado es uno de los más grandes (1.523.000 hectáreas) y mejor conservados de la cuenca del Amazonas. Con altitudes que oscilan entre los 200 y 1.000 metros, posee un rico mosaico de hábitats que van desde el bosque montañoso amazónico de hoja perenne hasta la sabana y el cerrado. El parque ilustra la historia de la evolución a lo largo de 1.000 millones de años, desde el Periodo Precámbrico. Además, alberga poblaciones viables de vertebrados de gran tamaño en peligro de extinción en todo el mundo, una flora de 4.000 especies y más de 600 variedades de pájaros. (UNESCO/BPI)[6]
Se trata de una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas –aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes– con vistas a facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes que se yerguen a más de 6.000 metros de altitud hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina. El nuevo sitio del patrimonio mundial, que consta de 273 componentes y se extiende a lo largo de más de 5.000 kilómetros. Los componentes se han seleccionado para poner de relieve la importante función social y política de la red viaria; las obras maestras de arquitectura e ingeniería y las infraestructuras conexas dedicadas a las actividades mercantiles, el alojamiento y el almacenamiento de mercancías; y los sitios con un significado religioso. (UNESCO/BPI)[7]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Bolivia, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 1 de julio de 2003,[8] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2001).
Oruro, situado a una altitud de 3.700 m en las montañas del oeste de Bolivia, era un importante centro de ceremonias precolombino antes de convertirse en un importante centro minero en los siglos XIX y XX. La ciudad fue refundada por los españoles en 1606 y siguió siendo un lugar sagrado para el pueblo uru, al que venían desde muy lejos para cumplir con los ritos, especialmente la gran fiesta de Ito. Los españoles prohibieron esas ceremonias en el siglo XVII, pero éstas continúan bajo la fachada de la liturgia cristiana: los dioses andinos se ocultaban tras los iconos cristianos, convirtiéndose así en santos. La fiesta de Ito fue transformada en ritual cristiano: la Candelaria (el 2 de febrero), y la tradicional “lama lama” o “diablada” se convirtió en el baile principal de Oruro.
Todos los años, durante seis días, ese carnaval da lugar el despliegue de toda una gama de artes populares en forma de máscaras, tejidos y bordados. El principal acontecimiento es la procesión (“entrada”), durante la cual los bailarines recorren durante veinte horas, sin interrupción, los cuatro kilómetros de la procesión. Más de 28.000 bailarines y 10.000 músicos repartidos en unos cincuenta grupos participan en el desfile, que ha sabido conservar las características tomadas a los misterios medievales.
El declive de las actividades mineras y agrícolas tradicionales amenaza a la población de Oruro, así como la desertización del altiplano andino, que provoca una emigración masiva. La urbanización ha producido un fenómeno de aculturación, abriendo una brecha creciente entre las generaciones. Otro peligro es la explotación financiera incontrolada del carnaval.(UNESCO/BPI)[9]
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2003).
Los orígenes del grupo étnico de los kallawayas, afincados en la región montañosa de Bautista Saavedra, al norte de La Paz, se remontan a la época preincaica. Al igual que muchos otros aspectos de la cultura andina, sus prácticas y sus valores han evolucionado con la fusión de las religiones indígena y cristiana.
La actividad principal de los kallawayas es el ejercicio de una medicina ancestral, a la que están asociados diversos ritos y ceremonias que constituyen la base de la economía local. La cosmovisión andina de la cultura kallawaya abarca todo un acervo coherente de mitos, ritos, valores y expresiones artísticas. Sus técnicas medicinales, basadas en los sistemas de creencias de los antiguos pueblos indígenas de los Andes, gozan de un amplio reconocimiento en Bolivia y en numerosos países de América del Sur, donde ejercen los médicos-sacerdotes kallawayas.
Este arte de curación, que está reservado a los hombres, procede de un conocimiento extraordinario de la farmacopea animal, mineral y botánica, así como de todo un corpus de conocimientos rituales indisociables de las creencias religiosas. Los curanderos itinerantes tratan a los pacientes gracias a unos conocimientos médicos y farmacéuticos que se articulan en torno a un sistema complejo de transmisión y de aprendizaje en el que el viaje desempeña un papel preponderante. Al atravesar ecosistemas muy variados en el transcurso de sus viajes, los curanderos kallawayas perfeccionan sus conocimientos de las plantas medicinales. La farmacopea kallawaya, que consta de unas 980 especies, es una de las más ricas del mundo. Las mujeres kallawayas participan en ciertos ritos y se consagran a la salud de las mujeres encintas y de los niños. Ellas tejen los paños que se utilizan en los ritos, cuyos motivos y adornos evocan la cosmovisión kallawaya. Durante las ceremonias rituales, grupos de músicos llamados kantus tocan la zampoña y el tambor para entrar en contacto con el mundo de los espíritus.
En los últimos años, el modo de vida tradicional de los kallawayas se ha visto amenazado por la aculturación, lo que puede entrañar la desaparición de este acervo extraordinario de conocimientos médicos. La tradición también se ha visto afectada por la falta de protección jurídica de las comunidades indígenas y frente a las grandes empresas farmacéuticas. (UNESCO/BPI)[10]
La Ichapekene Piesta es una festividad sincrética que reinterpreta el mito fundacional moxeño de la victoria jesuítica de San Ignacio de Loyola, asociándolo a las creencias y tradiciones indígenas. Los festejos dan comienzo en el mes de mayo con fuegos artificiales, cantos y alabanzas, y prosiguen en el mes de junio con celebraciones de misas diurnas y nocturnas, velatorios, donaciones de limosnas y banquetes. La principal representación de la victoria de San Ignacio consiste en una representación escénica en la que doce guerreros solares con tocados de plumas espectaculares combaten a los guardianes de la Santa Bandera –“señores” primigenios de los bosques y las aguas– antes de acabar convirtiéndolos al cristianismo. Estos rituales constituyen un acto de fe y renovación constante que permiten a los moxeños renacer al cristianismo en presencia de sus espíritus ancestrales. En la procesión principal participan 48 grupos disfrazados con máscaras de antepasados y animales que destacan la importancia otorgada al respeto de la naturaleza. Estos grupos festivos gastan bromas y bailan al son de la música barroca de las misiones jesuíticas hasta que, en torno de la medianoche, hacen surgir de sus sombreros bengalas y petardos que simbolizan el don de la luz y la clarividencia para vivir en armonía con la biodiversidad. (UNESCO/BPI)[11]
El Pujllay y el Ayarichi: músicas y danzas de la cultura yampara
El Pujllay y el Ayarichi son formas musicales y coreográficas de la cultura yampara que se complementan formando un todo. El Pujllay se practica en la época de las lluvias y el Ayarichi en la temporada seca. El Pujllay lo ejecutan principalmente hombres en el transcurso de un ritual del mismo nombre que celebra la renovación de la vida y la abundancia traída por la época de las lluvias. Los sonidos, bailes y atuendos evocan al “Tata Pujllay”, ente demoníaco y fecundo que posee una energía desbordante. Un grupo de músicos toca con varias flautas y una especie de clarinete de cuerno. Los danzarines, suntuosamente vestidos como el “Tata Pujllay”, giran incansablemente alrededor de un gran altar bellamente adornado con alimentos, en señal de abundancia. El Ayarichi se baila en fiestas dedicadas a los diferentes santos católicos que rigen el orden social y cósmico e influyen en la conservación de la vida. El grupo de ejecutantes de este ritual comprende cuatro músicos-bailarines –que tocan simultáneamente una flauta de Pan y un tambor– y unas dos a cuatro bailarinas. De la confección de los trajes se encargan artesanas, que los tejen con suma minuciosidad cuidando hasta el más mínimo detalle. La ejecución de ambos ritos moviliza un vasto conjunto de redes comunitarias que aportan bebidas y alimentos en abundancia. La transmisión de los conocimientos y técnicas musicales y coreográficas a los niños se efectúa generalmente mediante juegos colectivos infantiles y la observación de los adultos, sin intervención directa de estos últimos. El Pujllay y el Ayarichi contribuyen a la unidad de las comunidades de cultura yampara en la medida en que constituyen un medio privilegiado de comunicación con la naturaleza.. (UNESCO/BPI)
Recorridos rituales en la ciudad de La Paz durante la Alasita
Los participantes en los recorridos rituales efectuados en la ciudad de La Paz durante la Feria de la Alasita –que comienza el 24 de enero y dura unas dos o tres semanas– buscan y adquieren figuritas de la buena suerte vinculadas al culto de Ekeko, deidad aimara de la abundancia y protectora de la ciudad. Consagradas luego por ritualistas andinos o bendecidas por sacerdotes católicos, esas figuritas cobran así un nuevo significado para quienes han depositado su fe en ellas a fin de convertir sus deseos en realidad. Los participantes en la feria también intercambian figuritas para satisfacer simbólicamente sus deudas. La comunidad de practicantes y depositarios de esta tradición cultural abarca un número considerable de partes interesadas, y los habitantes de la capital boliviana participan ampliamente en su celebración, sea cual sea su condición social. Este elemento del patrimonio cultural fomenta la cohesión social, se transmite de generación en generación y estrecha las relaciones familiares. Además, la importancia que esta práctica tradicional concede a las donaciones y los pagos de deudas –por simbólicos que sean– contribuye a apaciguar las tensiones entre las personas, e incluso entre las clases sociales. Las prácticas de la Alasita se transmiten naturalmente en el seno de las familias, ya que los niños acompañan a sus padres en los recorridos rituales. Los esfuerzos realizados para salvaguardar este elemento han sido constantes y han dependido principalmente de la sociedad civil. Algunas colecciones y exposiciones en museos han contribuido a sensibilizar al público a la importancia cultural de determinados temas de la Alasita. Además, para fomentar la fabricación artesanal de figuritas y la creatividad se organizan concursos municipales a los que acude con entusiasmo un número cada vez mayor de participantes... (UNESCO/BPI)
Festividad católica que homenajea a San Roque junto a los Chunchos promesantes, tiene lugar desde la época colonial entre agosto y septiembre en la ciudad de Tarija.
La fiesta de Ch’utillos (San Bartolomé y San Ignacio de Loyola) se celebra en agosto en Potosí, Bolivia. Parte integral de la identidad cultural local, se caracteriza por ferias gastronómicas, espectáculos de danza y una procesión hasta el santuario ubicado en la garganta de Mullu Punku, un sitio natural compuesto por formaciones rocosas.
El artículo 18 de la convención de la Unesco de 2003 estipula que el comité intergubernamental selecciona periódicamente entre las propuestas presentadas por los estados partes, programas, proyectos y actividades de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial que reflejen mejor los principios y objetivos de la convención. Bolivia, Chile y Perú cuentan conjuntamente con un proyecto entre las mejores prácticas de salvaguardia bajo el título de Salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades aymaras de Bolivia, Chile y Perú,[17] seleccionado en 2009.